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CLASE 10:

RESPONSABILIDAD CIVIL Felipe Vega G. /


Octavio Kehr C.

POR ACCIDENTES DEL


TRABAJO. REQUISITOS
Estos apuntes tienen fines meramente académicos, por lo que los autores
no pretenden atribuirse propiedad intelectual sobre su contenido.
Aspectos Legales de la Administración 2021-2

1. Aspectos generales de la responsabilidad civil


En términos generales podemos decir que “una persona es responsable civilmente siempre que
debe reparar un daño”. Cuando una persona ocasiona un daño a otra, surge entre ellas una
obligación, en que la víctima pasa a ser el acreedor y el causante del daño, el deudor. El artículo
1437 del Código Civil expresa lo que venimos diciendo al establecer que las obligaciones nacen
“a consecuencia de un hecho que ha inferido injuria o daño a otra persona, como en los delitos
y cuasidelitos...”.
Pablo Rodríguez define la responsabilidad civil diciendo que “consiste en el deber jurídico de
reparar los daños o perjuicios que se producen con ocasión del incumplimiento de una
obligación”, entendiendo por obligación “un deber de conducta tipificado en la ley: “Si dicha
conducta no se despliega, quien la infringe debe indemnizar los perjuicios que de ello se siguen”.
Lo que caracteriza la responsabilidad civil es el daño. Si éste falta no hay responsabilidad civil.
Sin embargo, se ha sostenido que en la responsabilidad contractual más importante que el daño
es el incumplimiento culpable de una obligación, lo que aparecería confirmado por los artículos
1542 (cláusula penal) y 1559 Nº 2 (evaluación de perjuicios legales), casos en que existe
responsabilidad sin daño efectivo. En contra, se ha dicho que los casos señalados por Lecaros
(artículos 1542 y 1559 del Código Civil) más que constituir excepciones a la regla de que no hay
responsabilidad civil sin daño, lo que hacen es establecer verdaderas presunciones de derecho de
la existencia de los perjuicios.
En el caso que el daño provenga de no haberse cumplido una obligación contractual o de haberse
cumplido imperfecta o tardíamente, estamos frente a la responsabilidad contractual que se
manifiesta en la obligación de indemnizar perjuicios (art. 1556). Nótese que no basta con que las
personas se encuentren ligadas por un contrato para estimar que la responsabilidad es contractual
porque, como dice Ducci Claro, “aunque dos personas se encuentren ligadas por un contrato, si
el daño que una causa a la otra no proviene de la violación de una obligación contractual,
estaremos en presencia de una responsabilidad extracontractual y no de responsabilidad
contractual”.
Un ejemplo de esta situación sería el caso de un banco que protestara indebidamente un cheque
de un cuentacorrentista y comunicara el protesto a DICOM. Entre ellos existe el contrato de
cuenta corriente bancaria definido en el artículo 1º de la Ley sobre Cuentas Corrientes Bancarias
y Cheques, pero el protesto indebido no implica incumplimiento de ese contrato, sino,
simplemente, una actitud dolosa o culpable que causa un daño (delito o cuasidelito civil). La
responsabilidad será extracontractual cuando con dolo o culpa se causa un daño a otro, que no
importe incumplimiento de un contrato.

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2. Supuestos en los que opera la responsabilidad civil


Concurrencia con responsabilidad moral o política
Ya hemos visto que si el hecho que es reprochable a título moral o político causa además un
daño concreto a una persona determinada, se producirá una confluencia entre responsabilidad
moral y civil o entre responsabilidad política y civil. Así, respecto de esta última, se prevé la
posibilidad de instruir un juicio para hacer valer la responsabilidad por los daños y perjuicios
causados por quien ha sido acusado constitucionalmente (art. 53 CPR), y se contempla la
necesidad de una autorización especial por parte del Senado para poder ejercer acciones de
responsabilidad civil en contra de los Ministros de Estado por actos realizados en el desempeño
de sus cargos (art. 53 CPR). Los Ministros responden solidariamente por los actos que
suscribieren o acordaren con otros Ministros (art. 36 CPR).
Concurrencia con responsabilidad disciplinaria
Del mismo modo, la responsabilidad funcionaria puede concurrir con responsabilidad civil. Es
lo que ocurre si un funcionario por su mal desempeño causa injustamente un daño a la misma
Administración o a un administrado. El art. 120 del Estatuto Administrativo, Ley Nº 18.834
(texto refundido D.F.L. Nº 29, de 2004), establece que la responsabilidad administrativa es
independiente de la responsabilidad civil o penal que pudiere afectar al funcionario público. Así
lo ha entendido la Contraloría General de la República (Dictamen Nº 26.179, de 1983)
Concurrencia con responsabilidad penal
Un mismo hecho puede generar ambas responsabilidades: civil y penal, por causar daño a una
persona determinada y estar expresamente sancionado por la ley penal con penas adicionales. Es
decir, tanto para la responsabilidad penal como para la contravencional, rige la regla del art. 2314,
norma pórtico de la regulación del Código Civil sobre la responsabilidad civil extracontractual:
“El que ha cometido un delito o cuasidelito que ha inferido daño a otro, es obligado a la
indemnización, sin perjuicio de la pena que le impongan las leyes por el delito o cuasidelito” (cfr.
art. 24 CP). Un caso de aplicación especial a este principio lo contienen los arts. 325 y 326 COT,
que disponen que “Todo juez delincuente será, además, civilmente responsable de los daños
estimables en dinero que con su delito hubiere irrogado a cualesquiera personas o
corporaciones” y que “la misma responsabilidad afectará al juez si el daño fuere producido por
un cuasidelito”.
Concurrencia con responsabilidad infraccional
Aunque es discutido cuál es la naturaleza propia de estas sanciones, si son penales o
administrativas, lo cierto es que para efectos de su concurrencia con la responsabilidad civil
funcionan del mismo modo que las transgresiones penales. Es decir, un hecho que es sancionable
administrativamente (con multa, por ejemplo) si produce daño a otro (y el daño es consecuencia
directa de la conducta sancionada), da lugar a ambas responsabilidades: contravencional (para
los efectos de cumplir la sanción legal impuesta) y civil (para reparar el daño producido). Si bien
emanadas del mismo hecho, la responsabilidad reparatoria (civil) y la sancionatoria (penal o
contravencional) se rigen por normas y principios diferentes. Por razones de economía procesal,

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se suele admitir que un mismo proceso judicial sirva para dilucidar la existencia de ambos tipos
de responsabilidad.

2. Responsabilidad contractual y extracontractual


La responsabilidad civil puede dividirse en responsabilidad contractual y responsabilidad
extracontractual.
La contractual es aquella que nace a consecuencias de la violación de un vínculo obligatorio
generado por un contrato existente entre las partes. Es el deber de reparar que se produce como
consecuencia de haberse incumplido un contrato. La responsabilidad extracontractual es aquella
que proviene de un hecho ilícito perpetrado por una persona en perjuicio de otra, que no
constituye la violación de un deber contractual. El deber de reparar surge de la trasgresión, no
de una obligación propiamente tal, sino de un deber genérico de no dañar a otro (alterum non
laedere), que es un principio general de todo ordenamiento jurídico.

3. Elementos de la responsabilidad civil contractual


-Incumplimiento de una obligación contractual preexistente
El incumplimiento puede ser total o parcial. El incumplimiento es total cuando no se ha
ejecutado la obligación en todas sus partes; y es incumplimiento parcial cuando se cumple la
obligación imperfectamente, o cuando hay retardo en el cumplimiento.
Este incumplimiento puede ser absoluto, imperfecto o tardío. El incumplimiento es absoluto
cuando la obligación no se satisface de manera alguna.
El incumplimiento imperfecto, impropio o relativo existe cuando la obligación se cumple, pero
sólo de un modo imperfecto, en este caso el profesor FUEYO señala que existe una apariencia
de cumplimiento, pero que no satisface la exigencia de exactitud, integridad y oportunidad, y lo
denomina.
El cumplimiento tardío es aquel cumplimiento que no es oportuno, que no se verifica en la época
fijada por las partes, o supletoriamente por la ley.
La doctrina también distingue entre incumplimiento por acción y el incumplimiento por
omisión, este último caso es el de las obligaciones de dar y hacer, y el incumplimiento por acción
es el caso de las obligaciones de no hacer.
El incumplimiento en general puede ser voluntario o involuntario, respecto a este último no es
necesario referirse porque este tipo de incumplimiento no da lugar a la indemnización, ya que es
aquel que se produce por un hecho ajeno a la voluntad del deudor, por ejemplo, caso fortuito.
Incumplimiento imputable
La justificación de esta exigencia deriva del carácter subjetivo que tiene en el CC la
responsabilidad civil contractual, y la responsabilidad civil en general.

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En términos simples la imputabilidad consiste en la posibilidad de reprochar una conducta


(activa u omisiva) a título de dolo o culpa.
Para que el incumplimiento le genere responsabilidad al deudor, le debe ser imputable a título
de dolo o culpa.
Tanto en responsabilidad civil contractual, como responsabilidad civil extracontractual se exige
imputabilidad, es decir, dolo o culpa, pero se comportan de manera distinta. En sede contractual
hay una graduación de la culpa, porque el legislador para determinar el grado de diligencia
exigible al deudor, atiende al tipo de contrato, por ejemplo, al comodatario el legislador le exige
más diligencia que al arrendatario lo que es así porque el comodato se establece únicamente en
beneficio del deudor. En sede extracontractual, en cambio, no hay graduación de la culpa, lo que
implica sostener que se responde por cualquier clase de culpa, sin embargo, esto no es así, la
tendencia hoy es señalar que siempre debe utilizarse el criterio del hombre medio, del buen padre
de familia.
Otra diferencia es en cuanto a la existencia de presunción, en el ámbito contractual el
incumplimiento se presume culpable, por lo que es cargo del deudor probar una causa de
exoneración de la culpa. En sede extracontractual en cambio, la víctima debe probar el dolo o
culpa del autor del acto ilícito.
Otro elemento es que el dolo o culpa producen consecuencias distintas en cuanto a la extensión
de reparaciones, en sede contractual el dolo opera como agravante de la responsabilidad
contractual (paga más el que incumple dolosamente que el que incumple culpablemente). En
cambio, en sede aquiliana la extensión de la reparación viene determinada exclusivamente por el
daño, lo que sin embargo no es cien por ciento verdadero en relación con el daño moral, ya que
aquí los jueces si tienen en cuenta si el ilícito se cometió con dolo o con culpa.
El dolo. El art. 44 del Código Civil nos da un concepto de dolo. En sede contractual, el
incumplimiento es doloso cuando el deudor incumple la obligación, con el propósito deliberado
de causar un daño o perjuicio al acreedor.
Según el profesor Fueyo, no sólo puede estimarse que hay dolo cuando un deudor incumple con
su obligación con el propósito de dañar a su acreedor, ya que él considera que en materia
contractual también hay dolo cuando el deudor antepone su situaron a la del acreedor, sin ningún
tipo de miramientos.
El juez debe apreciar el dolo en concreto, o sea atendiendo a las circunstancias concretas y
particulares del sujeto cuya conducta se está juzgando. Esto a diferencia de lo que ocurre con la
culpa, ya que en ese ámbito, la apreciación se hace en abstracto, considerándola en relación con
la situación del buen padre de familia.
En sede de responsabilidad civil contractual, no hay normas que establezcan una presunción de
dolo en el incumplimiento, pero si existen normas en este sentido en otras materias reguladas
por el Código Civil, como por ejemplo el art. 1301 respecto de los albaceas (ejecutores de los
testamentos), el art. 968 es materia sucesoria y el art. 2261 en materia de apuestas, el art. 280
CPC, en materia de medidas prejudiciales, y el art. 22 de la Ley sobre Cuentas Corrientes

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bancarias y Cheques, se considera constitutivo de delito el solo hecho de girar un cheque en los
términos de dicha norma (estos son solo ejemplos, no una enumeración taxativa).
La culpa. En general se puede definir a la culpa como la falta de la diligencia o cuidado en la
ejecución de un hecho o en el cumplimiento de una obligación. Este es un concepto bien general.
En sede contractual, la culpa corresponde a la falta de diligencia o cuidado exigida por la ley o
por la convención, de una persona en el cumplimiento de sus obligaciones.
En sede contractual, apartándose del CC francés, el legislador hace una aplicación de la
graduación de la culpa que aparece en el art. 44 del Código Civil, la que no emplea en sede
aquiliana.
En materia de responsabilidad contractual, la ley presume la culpa, o dicho de otro modo, se
presume que el incumplimiento es culpable. Lo anterior no se establece expresamente, pero se
deduce del artículo 1547, ya que se establece que la diligencia o cuidado debe ser probada por
quien ha debido emplearla, por lo tanto, frente a un incumplimiento se presume la culpa y el
deudor deberá probar que obró con la diligencia que la obligación le imponía, y si lo prueba se
estará en presencia de un caso fortuito o fuerza mayor.
Se presume que el incumplimiento es culpable, dando una ventaja al acreedor, quien solo deberá
probar que el incumplimiento y entonces será el deudor quien deberá probar que el
incumplimiento no le es imputable.
Equiparación de la culpa grave al dolo. La parte final del inciso ii del artículo 44 establece
que la culpa grave equivale al dolo, esto es así porque hay una negligencia tan grave, que es como
si el deudor intencionalmente hubiera causado el daño.
Como consecuencias de esta equiparación se producen las siguientes consecuencias:
a) Agravamiento de la responsabilidad del deudor, ya que responde además de los perjuicios
imprevistos.
b) Si hay culpa grave de varios deudores, la responsabilidad es solidaria.
c) La culpa grave es irrenunciable de antemano, es decir, no puede condonarse para el futuro.
d) ¿Se presume o no la culpa grave? Si se aplican las reglas de la culpa se llega a la conclusión que
no tendría que probarse, pues se presume. Pero como se dijo, el dolo debe probarse, por lo
tanto, como consecuencia de la equiparación entre este último y la culpa grave, se alteraría el onus
probandi.
Eximentes de responsabilidad. Las eximentes de responsabilidad son circunstancias que de
concurrir, eliminan la imputabilidad, y como consecuencia de ello, eliminan también la
responsabilidad.
En el Código Civil no existe una disposición que enumere taxativamente a las eximentes de
responsabilidad, pero la doctrina ha sistematizado la materia y clásicamente se aceptan como
eximentes de responsabilidad: (i) el caso fortuito o fuerza mayor; (ii) la ausencia de culpa; (iii) el
hecho de un tercero.

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-El daño o perjuicio


Constituye el tercer requisito para la procedencia de la indemnización de perjuicios. Toda acción
de perjuicios supone la existencia de éstos, debido a que no puede repararse el perjuicio o daño
que no existe. En nuestro CC las expresiones daño y perjuicio son sinónimas, así, el art. 1548 se
habla de perjuicios, el art. 1556 establece que la indemnización de los perjuicios comprende el
daño emergente y el lucro cesante; el art. 1559 en su encabezado habla de los perjuicios por la
mora etc.
En materia contractual los daños que serán materia del resarcimiento son los de carácter
patrimonial, es decir, los que tienen una repercusión en el patrimonio de la persona del acreedor,
sea que se manifiesten en una disminución real y efectiva, lo cual constituye el daño emergente,
sea que se le prive de una ganancia, lo cual constituye el lucro cesante. Además, luego de una
intensa discusión doctrinaria (al igual que lo ocurría en materia de responsabilidad
extracontractual), la jurisprudencia actualmente acepta la indemnización del daño moral en sede
contractual.
Relación de causalidad
Esta relación de causalidad se encuentra consagrada en el art. 1556, que señala que los daños
deben haber provenido de no haberse cumplido la obligación (incumplimiento total, parcial, o
retardado), para que se tenga derecho a que ellos se indemnicen. Pero está más claramente
establecida en el art. 1558, en donde se establece que aunque haya dolo, los perjuicios se limitan
a los que fueron una consecuencia inmediata o directa de no haberse cumplido la obligación.
La relación de causalidad, en términos abstractos, supone la exigencia de que los daños cuya
indemnización se reclama, sean una consecuencia inmediata y directa del incumplimiento. Entre
el incumplimiento y el daño debe existir una relación de causa a efecto, en los mismos términos
que existe en materia de responsabilidad aquiliana. Esta relación de causalidad lleva a la
eliminación de los perjuicios indirectos de entre los que deben indemnizarse, los cuales sólo son
indemnizables, en la medida que haya mediado una convención entre las partes en el sentido de
agravar la responsabilidad del deudor.
Este es un tema respecto del cual la doctrina trabaja muy poco, y los tribunales trabajan aun
menos; en sede aquiliana hay más trabajos sobre el tema, pero generalmente tomados del derecho
penal.
Mora
La exigencia de este requisito, para efectos de reclamar la indemnización de perjuicios en sede
contractual, deriva de lo que dispone el art. 1557, el cual señala que se debe la indemnización
desde que el deudor se ha constituido en mora, agregando que si la obligación es de no hacer,
aquella se debe desde el momento de la contravención.
Basándose en el art. 1551 la doctrina acostumbra definir la mora del deudor, o mora solvendi,
como el retardo imputable en el cumplimiento de la obligación unido a la interpelación del
acreedor.

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4. Indemnizaciones que proceden


Daño patrimonial
El art. 1556 señala que la indemnización de perjuicios comprende el daño emergente y el lucro
cesante, provenientes del incumplimiento. Esta distinción es la clasificación más importante que
se formula a propósito de los daños patrimoniales.
El daño emergente. Se puede definir como el detrimento o disminución efectiva y real que
experimenta un acreedor en su patrimonio como consecuencia del incumplimiento de una
obligación contractual. Lo que caracteriza al daño emergente, es que se traduce en la disminución
del activo del acreedor, lo que se produce por distintas razones, como la pérdida o destrucción
de una cosa, su deterioro, o gastos en que se haya visto obligado a incurrir el acreedor como
consecuencia del incumplimiento.
El lucro cesante. Está constituido por aquellas utilidades o ganancias que el acreedor deja de
percibir como consecuencia del incumplimiento. Éste afecta al acreedor en cuanto le impide
incrementar su patrimonio y obtener utilidades o ganancias, que de no haber existido el
incumplimiento, habría obtenido. Corresponde en el fondo a una suerte de daño futuro.
En el caso del daño emergente, su cuantificación y determinación es relativamente fácil, en
cambio, el lucro cesante no es fácil de acreditar o cuantificar porque corresponde a una
proyección en el tiempo del incumplimiento.
Daño no patrimonial (daño moral)
Durante el primer siglo de vigencia del CC, la posición de la doctrina y de la jurisprudencia en
Chile fue la de rechazar la indemnización del daño moral en sede contractual, y el argumento
más utilizado lo constituía, por un lado, la redacción del art. 1556, y, por otro, su contraposición
con el art. 2329. El art. 1556 señala que los daños se indemnizan como consecuencia de un
contrato son el daño emergente y el lucro cesante, y estas dos nociones tienen sin duda un tinte
patrimonial, lo que implica que los otros daños no están cubiertos por el contrato; en cambio el
art. 2329, en sede aquiliana, postula que todo daño debe ser indemnizado. Se entendía que el
1556 era una barrera insalvable.
A partir del año 1950 se pudo comprobar que lentamente la doctrina comenzó a plantearse la
posibilidad de resarcir el daño moral ocasionado por el incumplimiento de un contrato, aunque
en esta primera fase sólo referido al incumplimiento de aquellos contratos que imponen al
deudor un deber de cuidado respecto de la persona del acreedor, como por ejemplo, un contrato
de transportes, de prestaciones médicas, accidentes del trabajo, etc.
La mayor evolución se encuentra en la época de los ‘90, en donde la indemnización del daño
moral no sólo estaba referida a contratos de los que derivan las obligaciones de cuidado, sino
también a otros, como el incumplimiento del contrato de cuenta corriente bancaria.
En la actualidad, es posible comprobar que la doctrina tiende a aceptar la reparación del daño
extra patrimonial o moral en el incumplimiento del contrato.

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Han de entenderse como sinónimos los conceptos de daño moral y daño extrapatrimonial. Es
necesario precisar esto, porque hay autores que entienden el daño moral (“precio del dolor”)
como una especie de daño extrapatrimonial, encontrándose también otros daños dentro de esta
categoría, como por ejemplo, el daño estético.
Se puede definir al daño moral como el detrimento o menoscabo que experimenta un individuo
en sus derechos o intereses extra patrimoniales. Según el profesor Fueyo es aquel que afecta a la
persona o vulnera un bien o un derecho de la personalidad, o un derecho familiar.

5. Elementos de la responsabilidad civil extracontractual


Capacidad. Hay autores que dicen que más que un requisito, la capacidad constituye un
presupuesto, es decir, para que pueda comenzar a hacerse el juicio de reproche, es necesario estar
ante un autor capaz.
Hay que señalar que la exigencia de capacidad se justifica precisamente en razón del sistema
subjetivo que le sirve de base al ordenamiento chileno; esto es lógico, pues si se exige como
requisito necesario para la reparación del daño causado, que el hecho dañoso sea atribuible a
dolo o culpa del autor, ese juicio de reproche sólo podrá hacerse en la medida que se esté frente
a una persona capaz de delito o cuasidelito. Para decir que una persona actuó de manera dolosa
o culpable, es necesario que esa persona esté en condiciones de conocer o de entender las
consecuencias de sus actuaciones. Por lo tanto, examinando este tema en la doctrina, no hay un
tratamiento uniforme.
Acción u omisión imputable a título de dolo o culpa. En relación con este requisito, hay
autores que hacen una separación, señalando que debe existir un acto humano y que este acto
humano debe ser imputable al sujeto a título de dolo o culpa. En algunas obras a este requisito
se le trata como “imputabilidad” o “reprochabilidad”.
Daño. El daño es el elemento central de la responsabilidad civil, no hay responsabilidad civil sin
daño. Hay autores que más que de responsabilidad civil, hablan del “Derecho de daños” para
poner de relieve que la responsabilidad civil se basa en el daño, que es lo que lo distingue de
otras sedes de responsabilidad, como la administrativa o la penal.
Relación de causalidad. La doctrina civil, a diferencia de lo que sucede en sede penal, no le ha
dado mucha importancia a este tema (la doctrina civil en este punto, se apoya en el trabajo hecho
por los penalistas). Este es un tema complejo, pues frente a la ocurrencia de un hecho, en la
práctica, siempre concurre una pluralidad de causas materiales, sobre todo en sede civil, ya que
normalmente un resultado dañoso es consecuencia de una multiplicidad de causas materiales; el
problema es determinar cuál de esas causas materiales se elevará a la condición de causa jurídica.
Sólo en la medida que se establezca cual es la cusa jurídica, se encontrará al culpable.
Además, la jurisprudencia civil en este sentido es muy pobre.

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