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VISIONES PERIFÉRICAS:

ARQUEOLOGÍA CONTEMPORÁNEA,

ARTIGO
CRÍTICA Y POLÍTICA*

PABLO ALONSO GONZÁLEZ**


LUIS GERARDO FRANCO***
JOHANA CATERINA MANTILLA OLIVEROS****

Resumo: o artigo apresenta uma revisão crítica das ideias que foram expostas
durante a sessão "Arqueologia contemporânea: A contemporaneidade do Pas-
sado e a Crítica Material do Presente”, realizada durante o VI Reunião de
Teoria Arqueológica na América do Sul, em Goiânia, Goiás, Brasil, Setem-
bro de 2012. Propõe-se aqui uma reflexão a partir da periferia, precisamente
no entrecruzamento entre cultura material, capitalismo e disciplinaridade
arqueológica.

Palavras-chave: Arqueología Contemporánea. Critica. Política. Patrimônio


Cultural.

, Goiânia, v. 12, n.1, p. 161-184, jan./jun. 2014.


C ualquier referencia a la arqueología contemporánea debería
hacer referencia al suelo desde donde es pronunciada. En ese
sentido, la facilidad de generalizar la agenda de unos como la
agenda de todos termina por alimentar la invisibilización y/o
–––––––––––––––––––––––
*
Recebido em: 05.03.2014. Aprovado em: 25.03.2014. Este texto es
producto de la sesión: Arqueología Contemporánea: La Contempora-
neidad del Pasado y la Crítica Material del Presente, adelantada en la
sexta Reunión de Teoría Arqueológica en América del Sur, Goiania,
Brasil. Septiembre de 2012.
**
Universty of Cambridge, U.K.
***
Universidad Nacional de Catamarca, Argentina.
161 ****
Universidad de los Andes, Colombia.

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desconocimiento de los procesos que vive la disciplina arqueo-
lógica en las distintas partes del globo. Así, una nominación
y una mención tal como la de Arqueología Contemporánea
connota distintos sentidos en diferentes partes del globo debi-
do a la especificidad de sus políticas temporales y de sus tra-
diciones académicas. Entre estas particularidades baste seña-
lar por un lado, las distintas periodizaciones elaboradas por
arqueólogos en todas las partes del mundo para sistematizar,
comprender y/o interpretar los sucesos del pasado; por ejem-
plo, Europa y sus estudios sobre épocas prehistóricas, clásicas
y medievales y sus afinidades con la Historia, y América con
su división entre tiempos pre-coloniales y post-coloniales y sus
afinidades con la Antropología. Por otro, es importante consi-
derar las particularidades históricas y políticas del surgimiento
de la práctica de la arqueología en cada país, y sobre todo en
aquellos que estuvieron bajo los distintos regímenes colonia-
les. Estas pocas razones sostienen la primera enunciación que
encontramos en el título de este artículo.
Lo que aquí se escribe hace parte de puntos de vista
particulares permeados por experiencias de vida y de forma-
ción en países, algunos más, otros menos periféricos en la pro-
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ducción de conocimiento arqueológico. Señalarlo, hace parte


de la intención de inscribir estas mismas palabras dentro de
una geopolítica, cartografía política, constituida a partir de
poderes imperiales y coloniales que configuran lugares, mo-
dos de enunciación y centros de producción, que deben ser
emulados.
Es en ese sentido, que nuestra identificación con vi-
siones periféricas, dentro del sistema hegemónico, se convier-
te en un acto crítico y político, en tanto que el proceso de
reconocimiento de una condición periférica, no esencial, se
corresponde con un proceso similar al señalado por Marx para
la conformación de la conciencia la clase obrera. Ésta a partir
de sus condiciones de existencia, debe identificar el papel y el
lugar que le ha sido asignado en la conformación de la vida
social y así, adoptar un posicionamiento crítico frente a la 162

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sociedad en la que habita. En tal medida, inicia una búsque-
da por ampliar los límites de la representación en materias de
derechos sociales, formas de conocimiento, autonomía y de las
políticas de vida.
Entonces, unas visiónes de lo que puede ser la ar-
queología contemporánea desde la periferia empieza por acep-
tar, sin presuponer originalidad, que las materialidades con
las que trabaja la arqueología hacen parte de una compleja red
de relaciones en la contemporaneidad. Ésta es, a su modo, una
apreciación que le debemos a la nueva arqueología y a Binford
especialmente: el registro arqueológico está aquí y ahora.
En este sentido, el término contemporáneo ha de
ser caracterizado de forma difusa, teniendo en cuenta que la
arqueología no puede plantearse en función de limitaciones
cronológicas sino en torno a la articulación de las relaciones
entre pasado y presente, cultura material, individuo y colec-
tivos. Podría pensarse incluso que más que unas visiones de
la arqueología contemporánea, son unas visiones a problemas
contemporáneos desde perspectivas arqueológicas.
En ese orden de ideas, pretendemos mirar con len-
tes arqueológicos y mostrar cómo los distintos acercamientos

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teóricos y metodológicos de las ciencias humanas y sociales in-
corporados al corpus arqueológico, pueden aportar al enten-
dimiento de los actuales contextos sociales y, a su vez, poner de
manifiesto el papel de una arqueología crítica en la sociedad
actual.

ARQUEOLOGÍA, MATERIALIDADES Y
VALORACIÓN CAPITALISTA

Uno de los temas que ha tomado protagonismo en


la discusión actual arqueológica es aquella que se refiere a la
inserción de la cultura material en regímenes simbólicos, de
valor y de mercantilización. Numerosos son los procesos que
han optado por involucrar elementos materiales con connota-
163 ciones arqueológicas dentro de su parafernalia, lo cual no pue-

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de pensarse como hecho coincidencial sino, por el contrario,
como estrategia fundamental.
Como ejemplo paradigmático podemos señalar el
tema relacionado con el patrimonio, sus procesos de declara-
ción, de promoción y de conservación. Éste permite entrever
cantidad de conexiones con ámbitos de distinta índole, desde
reivindicaciones locales y nacionales hasta activaciones mer-
cantiles multinacionales las cuales pueden actuar o no en de-
trimento de las comunidades locales o nacionales. Así, debido
a la conexión que la noción de Patrimonio abre hacia contextos
políticos y socioeconómicos, es que tiende a ocupar un lugar
fundamental dentro de una arqueología contemporánea, que
se preocupa por el análisis tanto de la circulación de objetos
como de significados en los mercados del valor.
Alrededor de la década de 1980, en el debate arqueo-
lógico, se reconoció la polisemia del registro arqueológico y
por ende de la cultura material, materia prima con que trabaja
la arqueología. A esto también podemos sumarle el hecho de
que la arqueología ya no trabaja exclusivamente con cultura
material, sino que también, desde una visión, está implicada
en la producción de narrativas sobre el pasado convirtiéndolas
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a su vez en objeto estudio. Con esto en mente, cultura mate-


rial y narrativas, podemos acceder a uno de los aspectos que
hace del patrimonio uno de los temas de mayor discusión en la
actualidad, y para corroborarlo sólo basta echar una mirada a
algunos de los programas de congresos de arqueología alrede-
dor del mundo, a saber: la participación e involucramiento de
la cultura material en distintos regímenes de sentido. Esta ca-
racterística facilita las relaciones entre cultura material y pro-
cesos no discursivos de reproducción y valorización capitalista,
procesos étnicos y nacionalistas.
En esta línea se inscriben los trabajos de McGuire,
Navarrete (1999), Navarrete (1998) y Pablo Alonso González,
Benito del Pozo and Alonso González (2012), Alonso Gonzá-
lez (2012a, 2012b), aunque en sentidos diferentes en relación
al significado de lo material y su papel en sociedad. Navarrete 164

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(2012) analiza el proceso de santificación y ritualización de
la persona de Domingo Antonio Sánchez, camionero trans-
portista de cerveza Zulia de la carretera Barquisimeto-Carora
estado Lara, Venezuela, que perdió la vida en 1957 en un ac-
cidente de tránsito.
La figura de Antonio Sánchez fue cobrando valor
simbólico como protector de los choferes y camioneros, de
manera contradictoria pero complementaria con la católica
Virgen del Carmen, inicialmente a nivel local y luego nacional
y, a su vez, clara, pero ambiguamente asociado a la multifa-
cética constelación de manifestaciones espiritistas venezola-
nas lideradas por José Gregorio Hernández y María Lionza.
Actualmente, la devoción religiosa hacia su figura de muerto
milagroso comprende un complejo entramado de representa-
ciones, prácticas, discursos, que manifiestan una conjunción
única de elementos característicos de la economía política y el
imaginario simbólico venezolano. Así, en la particular perfor-
matividad de sus ceremonias se mezclan elementos materiales
que derivan de y activan su poder simbólico mientras refuer-
zan sentidos de identidad colectivos transitorios, tanto como
de tránsito como de transitividad y transformación.

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Así, podemos decir que la perspectiva de Navarre-
te se inscribe en la tradición de la antropología discursiva o
interpretativa, que siguiendo las ideas de, entre otros, Geertz
(1964, 1973) concibe la realidad y la materialidad como texto
a ser interpretado. En este contexto, la materialidad se inscribe
en el ámbito de lo cultural o ideológico, como esfera donde lo
material representa algo, en una cadena de signos y significados
que remiten a otros textos. El análisis de Navarrete nos permi-
te conocer la red simbólica en el que las identidades y formas
de sociabilización de Venezuela, en proceso de modernización,
toman forma y se negocian relacionalmente, en constante in-
teracción con procesos de transmisión ideológica y formación
de sujetos a nivel estatal.
Por su parte, las investigaciones de Alonso González
165 (2012a) remiten a una interrelación dinámica entre los con-

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textos interpretativos y materialistas. En su análisis, la mate-
rialidad es otra realidad más que se inscribe en el socius con-
temporáneo dentro de procesos de valoración capitalista. Su
estudio en la región de Maragatería, en España, muestra cómo
una arqueología contemporánea puede deconstruir los proce-
sos estatales y de mercado (neoliberales) que, a través de la
materialidad, permean la esfera de lo social y la transforman.
Esencial aquí es, no tanto el ámbito de lo interpre-
tativo-simbólico como la cuestión del valor y de sus apropia-
ciones. Esto no deja de lado la cuestión de lo simbólico o iden-
titario, sino que considera estos factores como inseparables
de lo económico: en el contexto contemporáneo la diferencia
genera identidad, la identidad crea valor y viceversa. Resul-
ta por tanto imposible separar unos factores culturales de los
otros económicos, para entender los procesos de valorización
contemporáneos. Alonso González adopta una postura tan-
gencial pero diferencial de la arqueología pública puesto que,
según él, no se trata tanto de participar en lo público sino
de actuar en dos maneras. Primero deconstruyendo procesos
capitalistas de valorización que subalternizan a ciertos sujetos
mediante la materialidad y, segundo, actuando como media-
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dores que entran en diálogo, como conversación y aprendizaje


Haber (2011). De esta manera se procura pues formar, generar
un rizoma con los agentes sociales envueltos en la investiga-
ción que permita contrarrestar las fuerzas dominantes, abrir
nuevas líneas de vuelo y formas de existencia que mantengan
la diversidad de las expresiones materiales del ser humano.

LA ARQUEOLOGÍA EN EL HORIZONTE DE LAS


REIVINDICACIONES SOCIALES: ARQUEOLOGÍA
PÚBLICA Y ARQUEOLOGÍA EN COLABORACIÓN

Las relaciones entre cultura material y procesos de


reproducción y representación sociopolítica a nivel discursivo
o de las políticas de la identidad, ha sido durante las últimas
décadas un escenario prolífico en la agenda de la arqueología 166

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en países con pasados permeados por la experiencia colonial,
sobre todo en aquellos que cuentan con poblaciones indíge-
nas y afrodescendientes. A pesar de avances y contribuciones
importantes de la arqueología a los procesos de comunidades
indígenas y afros, la relación entre estas y la arqueología aún
está marcada por tensiones latentes. Dentro de las más comu-
nes, podría señalarse la reticencia de algunos arqueólogos para
aceptar los procesos de empoderamiento de las comunidades
nativas y el miedo a perder el control sobre el registro arqueo-
lógico, y por consiguiente, sobre la producción de conocimien-
to sobre el pasado.
Dentro de los avances y contribuciones de esta re-
lación podemos mencionar como ejemplo el cambio y la re-
estructuración de la práctica y de las relaciones entre los ar-
queólogos e indígenas que ocurrió a partir de 1990 en Estados
Unidos con la instauración del acto legislativo conocido como
Native American Graves Protection and Repatriation Act
(NAGPRA)2 (FERGUSON, 1996; WATKINS, 2000).
Otros países que han regulado la práctica de la ar-
queología mediante leyes nacionales son Argentina y Chile; en
países como Australia, Nueva Zelanda, Canadá y Colombia la

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regulación se hace por medio de los derechos constitucionales
nacionales que se han otorgado a los pueblos indígenas y abo-
rígenes, es decir, se regula, hipotéticamente, desde la autono-
mía de los mismos pueblos.
La actitud de algunos arqueólogos también cuenta
al momento de autoregular la práctica de la disciplina con
comunidades locales. Un buen ejemplo de ellos es presen-
tado por Almansa (2012) y su propuesta de una arqueología
pública. En ella se cuestionan los cimientos de la disciplina
en tanto que se pregunta por la propia práctica: ¿Por qué ha-
cemos arqueología? Y por su orientación y su rol en nuestras
sociedades ¿Para qué hacemos arqueología? Estas dos sencillas
pero penetrantes preguntas requieren para su respuesta una
toma de posición política que aún hoy a muchos arqueólogos
167 les cuesta aceptar.

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Lo provocador de esta propuesta no es su llamado a
la crítica, pues ésta ya ha sido institucionalizada, sino su lla-
mado a la acción, es decir a pensar y practicar la arqueología
como acción social, recordando de cierta manera a Mcguire
con su arqueología como acción política. Esto señala de facto
a la arqueología como una herramienta política para arqueólo-
gos y comunidades involucrados en su trabajo.
Así, Almansa (2011) reclama un nicho específico
para la arqueología pública partiendo de la crítica de una ar-
queología positivista centrada en preguntas alejadas de cues-
tiones sociopolíticas concretas y contemporáneas que incre-
mentan la brecha arqueología-sociedad. Esta situación lleva a
que en muchas ocasiones los arqueólogos apoyen situaciones
de imposición de poder y dinámicas opresivas contemporá-
neas de forma subrepticia y en la mayor parte de las ocasiones
de forma subconsciente.
Trata así Almansa de desarrollar un tipo de arqueo-
logía socialmente concienciada como nos muestra el ejemplo
del yacimiento etíope de Melka Kunture, donde demuestra
cómo la arqueología, una no-colonial, puede utilizarse como
herramienta política al servicio de la sociedad. Una cuestión
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fundamental ya que, como diversos autores han mencionado


Escobar (2003, 2001), Haber (2011, 2003), Hardt and Negri
(2009), tanto la antropología como la arqueología y, en ge-
neral, las ciencias sociales, juegan un papel fundamental en
la expansión de la frontera colonial y la mercantilización de
formas de vida, conocimientos y recursos de los otros subalter-
nos. Almansa se separa de las acciones egoístas que emprenden
la arqueología científica e colonial cuando se presenta con piel
de oveja ante las comunidades exclusivamente para atraer su
atención y aceptación y así utilizarlas.
En esa misma línea, aunque con matices diferentes,
se inscriben los planteamientos de (MARÍN-AGUILERA
2012, 2012b, 2012c) quien, desde Europa, intenta deconstruir
lo que denomina: las políticas de la identidad europeas. De
esta manera, su análisis se centra en los procesos contempo- 168

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ráneos de colonización interna que alimentan las relaciones
geopolíticas desiguales en dicho continente. Así pues, rastrea
de manera audaz, cómo la creación de departamentos e insti-
tutos especializados, con la compra y robo de propiedades cul-
turales mediterráneas para sus museos y colecciones privadas
y con el desarrollo de proyectos foráneos de excavación, forta-
lecen los denominados centros de producción de conocimien-
to, europa del norte y el empobrecimiento y marginalización
geopolítico del sur.
En definitiva, sus señalamientos permiten identificar
las diversas caras que ha tomado el eurocentrismo en su proce-
so de configuración histórica-geopolítico, en las que ha fagoci-
tado historias y memorias mediterráneas, y de otras latitudes,
para presentarlas bajo la estela de un multiculturalismo que
esconde, una geopolítica de la desigualdad.
Ya en otra geografía, no tanto así en cuanto a la rea-
lidad socio-cultural, el contexto suramericano provee más
ejemplos acerca de la relación entre arqueología y comunida-
des locales, relación que normalmente implica más aspectos,
tales como: el conocimiento etnográfico, posicionamientos
políticos y epistémicos y reivindicaciones de saberes locales.

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En esta geografía la mayor de las veces se promueve, en rela-
ción a las comunidades indígenas y afros, una investigación
colaborativa y comprometida. En esos trabajos se abordan te-
mas relacionados al patrimonio arqueológico, la educación, el
turismo, el fortalecimiento de identidades y el resurgimiento
de las mismas, reclamos por tierras, colaboraciones en batallas
legales frente al gobierno y multinacionales la restitución de
restos humanos, entre otros más.
En Argentina, a pesar de la pretendida eliminación
retórica de los indígenas, se desarrolla una amplia reflexión
sobre el papel de la arqueología en las luchas de las comunida-
des indígenas Véase Endere y Curtoni (2006), Endere (2004),
entre otros.
Países como Chile y Bolivia han desarrollado traba-
169 jos considerables frente a este tema:

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lo que yo quería decir es que sin duda se ve una necesidad de parte
de las comunidades de que nosotros como investigadores entregue-
mos la información con que contamos al hacer investigaciones ar-
queológicas. Pero quisiera que la comunidad sepa que también hay
una necesidad de parte de nosotros como investigadores, de algunos
quizás, de buscar un sentido más social a lo que estamos hacien-
do en términos de que haya un producto más directo de nuestras
investigaciones, porque nosotros difundimos nuestro conocimiento
en los congresos arqueológicos y demás, pero también queremos ver
en qué medida nuestra disciplina, nuestra carrera, puede aportar
en términos más concretos a la sociedad en general. Aportar en la
construcción de sus identidades yo lo encuentro valioso y quiero
expresarles que también es una necesidad de los investigadores este
tipo de acercamiento (AYALA et al., 2003, p. 385).

Por su parte, la arqueología, desde una perspectiva


no cientificista, ha empezado a gozar de un reconocimiento
como pieza fundamental para las reivindicaciones de los mo-
vimientos sociales que buscan un mayor reconocimiento y una
mayor participación en la sociedad. Si bien entre el movimien-
to social indígena y afro, ha habido algunos casos donde la
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práctica de esta disciplina ha colaborado en la formación de


un discurso que desafía las creencias populares y que afirma
una pertenencia a un territorio y fortalece una identidad ét-
nica, dicha colaboración no forma parte de todas las agendas
reivindicatorias.
Los temas en cuestión, como los discursos que esta-
blecen continuidades o descontinuidades, el de la autentici-
dad, entre otros, son temas que las preocupaciones actuales de
la arqueología están empezando a reflexionar. Sin embargo,
aún falta camino por recorrer para que esto pase de una simple
preocupación académica a una consideración trascendental en
las agendas de los grupos interesados en este tipo de discursos.
Al respecto, el análisis propuesto por Johana Cateri-
na Mantilla con relación a las comunidades afrodescendien-
tes en Colombia y otros lugares de América Latina (ALLEN, 170

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1998; MENEZES FERREIRA, 2009) señala justamente que
las ausencias y distanciamientos ocurridas entre la práctica ar-
queológica y las agendas de dichas comunidades se encuen-
tra mediada por una persistencia de la colonialidad del poder
(CASTRO-GÓMEZ Y GROSFOGUEL, 2007; MIGNO-
LO, 2003; QUIJANO, 2000; RESTREPO Y ROJAS, 2010)
que ha permeado a la disciplina y por ende, a sus practicantes
y los sujetos con quienes trabajan.
En ese sentido, plantea que el proceso de coloni-
zación ocurrido en América, signó cualidades y atributos al
individuo africano y a sus descendientes en el que, pensados
desde la ruptura, el distanciamiento y la deslocalización de sus
saberes – estigmatización y persecución, se les consideró no
como poseedores, sino, como usurpadores e imitadores en el
mejor de los casos.
Así mismo, y como segundo punto de su argumen-
tación, sugiere que los discursos disciplinares propios del pen-
samiento moderno, y de manera particular de la Arqueología,
alimentaron de manera posterior, una intervención y clasifi-
cación del mundo acordes en esencia a una ruptura espacio/
temporal/cultural de las memorias, prácticas, y por ende ma-

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terialidades de la población sometida, indígenas y negros para
este caso, y por esa vía a fines con la idea de una diferencia
negra a-material/sin memoria.
Ante tal panorama, según Mantilla (2007), el cami-
no de interlocución no se remite a la inclusión de temas negros
dentro de la agenda de la arqueología, sino, 1) al cuestiona-
miento de los procesos históricos que sirvieron como base para
la conformación de dicho distanciamiento, 2) del tal manera
que este ejercicio, permita ir más allá de la simple celebración
multicultural, para dar paso al replanteamiento de las fronte-
ras usuales desde donde tanto practicantes como comunidades
interactúan.
Sus señalamientos, a partir del trabajo realizado con la
comunidad de origen cimarrón, San Basilio de Palenque en Co-
171 lombia (MANTILLA, 2007; 2010; 2013), apuntan hacia una

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actitud descolonial (MALDONADO-TORRES, 2004) desde
la que se esboza una moción de orden, en el sentido, las mane-
ras y los lugares desde donde el investigador habla e interactúa,
procurando con ello generar caminos alternos de interrelación
histórica y contemporánea con las memorias y materialidades
en y de las comunidades afrodescendientes. Así pues, plantea la
necesidad de continuar realizando arqueologías en colaboración
que reten los entramados históricos de poder, producción de
conocimiento, órdenes de inter-relación de los sujetos etc., que
han producido a lo largo del tiempo, subjetividades coloniales.
Por otra parte, son conocidos los casos donde el dis-
curso arqueológico producido por arqueólogos ha jugado un
papel importante, por ejemplo, el caso de la comunidad in-
dígena de Guambia en Colombia (VASCO, 1992) o el caso
ecuatoriano de la Confederación del Nacionalidades Indíge-
nas del Ecuador (CONAIE), el cual es muy particular pues
utiliza un discurso opuesto al producido tradicionalmente
por los arqueólogos. Al decir de Benavides (Comunicación
personal 2009), la CONAIE utiliza información arqueo-
lógica, pero como todo movimiento, incluyendo el estado
o académicos, lo hacen con mucha discreción y manipula-
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ción, escogiendo lo que mejor quede para sus fines, de nuevo


igual que los otros. De esa manera los Incas son una etnia
pan-andina más que una civilización guerrera que logró do-
minar el espacio andino. Hay casos, como el de Agua Blanca
y varios otros, donde comunidades post-indígenas reclaman
monumentos arqueológicos como parte de su derecho ances-
tral pero estos suelen ser comunas costeras y no comunidades
indígenas en la sierra. Este caso, como muchos otros, ilustra
de manera importante la centralidad del pasado en la conse-
cución de sus objetivos, puesto que “el pasado precolombino
se vuelve el sitio inicial o de origen desde donde construir y
dotar de coherencia interna a la identidad indígena actual”
(BENAVIDES, 2005 p. 7). Pero, igualmente expresa cierto
desentendimiento del trabajo de la Arqueología, pues si bien
la base de este movimiento es el pasado precolombino, la re- 172

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presentación que dicho movimiento hace de éste “tiene poco
que ver con los estudios arqueológicos llevados a cabo en el
país” (Idem; 8).
No obstante, el encuentro de actores sociales con la
arqueología esta precedido por procesos que están lejos de in-
cluir a esta última dentro de su horizonte. En este sentido, no
podemos desconocer lo que se ha dado en llamar la emergen-
cia indígena en América Latina (BENGOA, 2000), la cual
se viene desarrollando desde las décadas de 1960 y 1970. El
surgimiento, o mejor, la visibilización y el empoderamiento de
las comunidades indígenas en el continente dio pie al fortale-
cimiento de la cuestión y la demanda indígena. Las peticiones
por políticas públicas que respondieran a cuestiones de tipo
económico, político y cultural, constituyeron las principales
necesidades de los grupos indígenas en relación con los estados
Latinoamericanos.
La exigencia por el respeto a la diversidad cultural y
étnica fue y es otro elemento constitutivo de la lucha indíge-
na por ganarse el reconocimiento como sujetos políticos. Sin
embargo, la lucha indígena y la organización de toda una es-
tructura para afrontar los embates de los grupos sociales domi-

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nantes en cada lugar del continente americano tienen, si no la
misma antigüedad que lo que hoy conocemos como América.
Bonfil (1979) al analizar el resurgimiento de las or-
ganizaciones políticas indígenas apunta de acuerdo a una di-
visión entre factores exógenos y endógenos algunas cuestiones
para explicar esta situación: entre los factores exógenos deriva-
dos de la situación global están, 1) la persistencia de diversos
modos de producción articulados con el modo de producción
capitalista dominante; 2) las formas concretas de articulación
que reproducen aspectos ideológicos y sociales de la situación
colonial; 3) la incapacidad del sistema dominante para incor-
porar al sector de la población marginal que está en disponibi-
lidad de hacerlo; y 4) la coyuntura política.
Entre los endógenos derivados desde el seno de las
173 comunidades indígenas están, 1) las identidades étnicas di-

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ferenciadas; 2) la necesidad de espacios propios; y 3) el surgi-
miento de nuevos dirigentes en las comunidades.
Este análisis de Bonfil está hecho desde el caso mexi-
cano, pero, y respetando las condiciones históricas de los de-
más países latinoamericanos, se podría ampliar estas cuestio-
nes para que cobijaran de alguna manera las condiciones en
que se dieron los resurgimientos indígenas en los demás países
latinoamericanos.
Estos factores señalados por Bonfil hace ya más de cua-
tro décadas pueden verse reflejados en los procesos actuales de
las comunidades locales, indígenas y afrodescendientes. Como
ejemplo importante podemos citar el caso presentado por Ro-
dríguez (2012) donde analiza los recientes procesos de fortaleci-
miento identitario y reorganización de los pueblos indígenas en la
Patagonia austral, enfatizando sus demandas en las áreas de edu-
cación, cultura y revitalización de la lengua tehuelche, oponién-
dose a visiones estatales que los siguen concibiendo como objetos
del pasado, susceptibles de sólo llegar a ser patrimonio muerto.
El proceso en la Patagonia argentina tiene como te-
lón de fondo, según Rodríguez (2012 p. 4), la participación de
“una formación discursiva particular, una formación centrada
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en modelos que recrean concepciones positivistas, nacionalis-


tas, raciales y evolucionistas, sobre los proyectos indígenas de
reconstrucción de sus memorias y aumento de su participa-
ción en la arena pública”.
Esta formación discursiva particular está alimentada
por saberes arqueológicos y etnográficos que han ido configu-
rando lo que Rodríguez denomina una formación discursiva
de la extinción. Sin embargo, como ya se anotaba más arriba,
tanto la arqueología como la antropología están dirigiendo sus
compromisos a repensar el orden colonial, delatar su situación
nefasta, y a actuar, con compromiso y colaboración, sobre es-
cenarios de emancipación socio-cultural y política sustentados
en reconstrucción de memorias colectivas y en la recuperación
de tierras de pueblos sometidos a invisibilidades por el orden
colonial y sus agentes. 174

Habitus v12n1 2014 LIVRO.indb 174 31/03/2015 14:40:57


TEORÍA EN LA PERIFERIA

Un debate fundamental que emerge trasversalmente


a todos los debates sobre arqueología contemporánea y, más
generalmente, sobre la concepción teórica y metodológica del
objeto de estudio del arqueólogo, tiene que ver con los en-
trecruzamientos entre los presupuestos de Alejandro Haber y
Almudena Hernando, en relación con la crítica realizada por
Franco (2012) a la arqueología simétrica. El ataque del autor
citado arriba a la línea de flotación de la simetría se fundamen-
ta en que esta propone un giro epistemológico y no tanto onto-
lógico: así, mientras se apoyan retóricamente en la simetría de
Latour (2004), simplemente lo hacen en aras de establecer una
epistemología simétrica, mientras ontológicamente mantienen
sus posiciones de privilegio occidentales. Es decir, para Franco
(Idem) la propuesta simétrica se enmarca dentro de los para-
digmas teóricos que han dominado el panorama arqueológico
en el mundo y que han sido producidos en Norteamerica y
Europa occidental, actuando a manera de enunciaciones loca-
les con pretensiones globales, localismos globalizados gracias a
las relaciones y geometrías de poder-colonialidad, cuyos presu-

, Goiânia, v. 12, n.1, p. 161-184, jan./jun. 2014.


puestos tienen poca validez en un contexto intercultural como
el sudamericano. En sentidos similares se enmarcan los deba-
tes entre Haber (2010) y Hernando-Gonzalo (2002): mientras
el primero apunta a una reontologización de la disciplina, la
segunda busca refinar las epistemologías para conocer al otro.
Pese a que las posturas de ambos se enmarcan en posiciona-
mientos alternativos y situados en oposición a las epistemes y
formas coloniales de poder, lo hacen desde ámbitos distintos:

parte de la convicción de que existe esa coherencia… entre la


conciencia subjetiva que tienen los seres humanos de los hechos
sociales y el carácter objetivo de esos hechos. Y propone que pue-
de conocerse la modelación básica que adquirirá esa conciencia
subjetiva en cada grupo cultural, pues defiende una relación es-
175 tructural y necesaria entre control material de los fenómenos de la

Habitus v12n1 2014 LIVRO.indb 175 31/03/2015 14:40:57


naturaleza humana y no humana… y modo de percepción de la
realidad. Asume que a menor control material de las condiciones
de vida, mayor la sensación de impotencia que podrían sentir los
seres humanos frente a los fenómenos dinámicos de la naturaleza
no humana… si la construcción social y cognitiva del mundo tie-
ne una relación directa con el grado de control material sobre ese
mundo, entonces podremos abstraer una serie de principios estruc-
turales de aplicación a cualquier grupo cultural (HERNANDO
GONZALO, 2002, p. 46).

Así, según la capacidad de control, previsión y pre-


dicción de los fenómenos que le rodean, cada grupo humano
percibirá:

sólo una parte de la realidad, aquella que cree poder controlar,


de forma que todos nos sentimos igualmente seguros y confiados
en ella a pesar de que la controlamos en grados distintos… cada
grupo humano contempla un porcentaje distinto de fenómenos de
la totalidad de los posibles, y además, les da significados distintos
(HERNANDO GONZALO, 2002, p. 51).
, Goiânia, v. 12, n.1, p. 161-184, jan./jun. 2014.

Ésta tesis estructuralista sólidamente argumenta-


da es discutida por Haber (2010), que tiende a ontologizar
la producción de conocimiento arqueológico y pone en duda
la preeminencia de la escritura como tecnología fundamental
que transforma a los otros bajo estudio. En realidad, estos otros
del sujeto central colonial no son tales ya que una vez que el
investigador entra en contacto con ellos ya puede decirse que
no están aislados, sino que su identidad está relacionalmente
condicionada por la presencia del investigador. Esta argumen-
tación, que aquí sólo podemos exponer de manera superficial,
va en línea con la crítica postestructuralista al estructuralismo:
su excesivo énfasis en el lenguaje y su determinismo causal de
pretensión quasi-universalista. Por ejemplo: Mumford (1971)
y Guattari (1995) apuntan al lenguaje como una tecnología
más entre otras cuya funcionalidad aparece únicamente al in- 176

Habitus v12n1 2014 LIVRO.indb 176 31/03/2015 14:40:57


corporarse a una máquina o aparato socioproductivo mucho
más amplio. Más aún, parece que la tesis estructuralista, pese
a ir más allá de un multiculturalismo simplista, se incluye en
la tradición de raigambre epistemológica, un cierto tipo de
producción de conocimiento, que argumenta que la compren-
sión/conocimiento del otro nos permitirá de algún modo de-
rribar barreras coloniales y establecer un marco más justo e
igualitario de relación con lo estudiado.
La posición de Haber por el contrario, se inscribe en
una tradición ontológica un cierto tipo de relación con la rea-
lidad, que busca agenciarse o ensamblarse en un diálogo real
con los sujetos estudiados:

las conversaciones con los sujetos y colectivos populares, movimien-


tos sociales y comunidades locales, en fin, junto a quienes se forman
solidaridades duraderas en las que nos reconocemos mutuamente,
son la situación de la investigación… No es una conversación ins-
trumental para recabar información acerca de cómo estos sujetos
otorgan sentido a la realidad. Es una conversación con los sentidos
otros de la realidad, una conversación que interpela y, a la corta
o a la larga, conmueve. En segundo lugar… es una conversación

, Goiânia, v. 12, n.1, p. 161-184, jan./jun. 2014.


con movimientos sociales y comunidades locales, es decir, colectivos
políticamente movilizados para hacer frente al poder hegemónico.
Nuevamente, no se trata de describir cómo los pobres o campesinos
se organizan para obtener beneficios del Estado. Todo lo contrario.
Es someterse al aprendizaje de la teoría que en esos contextos ya se
construye a contrapelo del discurso hegemónico… Insisto, no para
describir esa teoría, sino para tomársela en serio, y transformarse
en esa conversación (HABER, 2011, p. 23, 30).

En conclusión, la teoría, en contextos postcoloniales


e interculturales, se pregunta por sus condiciones de existencia
y por sus agenciamientos en contra del orden colonial y de la
colonialidad en sus distintas versiones. Enfrenta la barrera de
lo impensado y permite, a la percepción de quien se ubica en
177 la frontera, hacer frente al acontecimiento. En este sentido, el

Habitus v12n1 2014 LIVRO.indb 177 31/03/2015 14:40:57


planteamiento de Haber (2010) adquiere una vital relevancia:
En la frontera, la teoría no es un lugar desde donde conoce-
mos, sino un lugar inestable donde el mundo es vivido y crea-
do. La teoría en la frontera no es sólo acerca del conocimiento,
sino acerca de la vida.

PALABRAS FINALES

Actualmente, es fácil aceptar que la arqueología y sus


discursos no se dan aislados de su contexto de producción y de
las relaciones de poder que en él se encuentran, sino que son
un producto de las relaciones entre pasado, presente y futu-
ro mediadas por individuos, grupos de interés e instituciones,
que inevitablemente le imprimen un carácter político a su
producción. En este sentido, Zimmerman planteó un dictum
sobre la arqueología, alterando el viejo dictum de Willey y
Philhips, la arqueología es antropología, o es nada, que decía
así: “la arqueología es política o es nada” (ZIMMERMAN
2007, p.14). Si bien el dictum de Zimmerman no se ha he-
cho tan popular como el de su predecesor, queremos traerlo
a escena para señalar, tal como lo vimos en el transcurso del
, Goiânia, v. 12, n.1, p. 161-184, jan./jun. 2014.

texto, que el trabajo del arqueólogo está de entrada implicado


en relaciones de poder que terminan definiendo un campo
político de acción.
Teniendo en mente lo anterior, la arqueología se en-
cuentra frente a desafíos que antes no fueron vistos o fueron
ignorados, producto de la visión hermética de una práctica cien-
tífica que se satisfacía en la búsqueda y generación de conoci-
miento en sí y para sí, aislándose de su contexto de producción.
Estos desafíos la han llevado a intentar acciones
como comprometerse, hacerse pública y colaborativa, entre
otras, con la intención de transformarse en una disciplina im-
plicada en acciones sociales, políticas y emancipadoras. Esta
actitud disciplinaria incurre en el desafío, y en la desestabili-
zación, del status quo; para muchos incurre en una pretensión
utópica al querer imaginar que otros mundos si son posibles. 178

Habitus v12n1 2014 LIVRO.indb 178 31/03/2015 14:40:57


Al referirnos a una pretensión utópica queremos sig-
nificar el aspecto positivo de la utopía, desde el cual se puede
configurar actualmente la imaginación de la sociedad. Tra-
dicionalmente la utopía se ha asociado con un lugar que no
existe ó el lugar que no existe en un lugar real. Sin embargo,
rescatando el poder de la estructura funcional del concepto,
Ricouer (1986, p. 58) anota que desde ese ningún lugar puede
echarse una mirada al exterior, a nuestra realidad, que súbita-
mente parece extraña, que ya no puede darse por descontada,
y con lo cual, el campo de lo posible queda abierto más allá de
lo actual. Es, entonces, un campo de otras maneras posibles
de vivir.

PERIPHERAL VISIONS: CONTEMPORARY


ARCHAEOLOGY, CRITIQUE AND POLITICS

Abstract: the article presents a critical review of the ideas presen-


ted during the session "Contemporary Archeology: The Contem-
poraneity of the Past and the Material Critique of the Present"
held during the Sixth Meeting of Archaeological Theory in South
America, Goiania, Brazil, in September 2012. We propose here

, Goiânia, v. 12, n.1, p. 161-184, jan./jun. 2014.


a reflection from the periphery, precisely at the intersection of ma-
terial culture, capitalism and archaeological disciplinary work.

Keywords: Contemporary Archaeology. Critique. Politics. Cul-


tural Heritage. Decoloniality.

Nota
1
Para un panorama más detallado del NAGPRA véase Watkins 2000.,
especialmente las páginas 51 a la 68.

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