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02/10/2008 Arqueologia, patrimonio historico cult…

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historico cultura l y he rencia publica .
COPYRIGHT 2000 Instituto Panamericano de Geografica e Historia

Arqueologia, patrimonio historico cultural y herencia publica.


Publication: Boletín de Antropología Americana

Publication Date: 01-JUL-00


Author: Fonseca Zamora, Oscar M.

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Resumen

Este artículo, aborda el tema del patrimonio histórico cultural, en el marco de la


posición teórica de la Arqueología Social Iberoamericana y desde la experiencia del
autor en América Central y, en particular, en Costa Rica. Se argumenta que el
patrimonio histórico cultural y la interacción con él, desde nuestra práctica de
arqueólogos sociales, está indisolublemente ligada a la razón pública o deontología de
la arqueología.

La arqueología del stablishment, por el contrario, favorece una concepción patrimonial


de lo exótico y una concepción de mercado, promoviendo el coleccionismo y los museos
escaparate. El ejemplo de América Central es claro.

La creatividad social del patrimonio histórico-cultural, de importancia estratégica para


los diferentes pueblos, exige la práctica de una arqueología que tome, muy en cuenta,
el carácter perecedero y no renovable de la evidencia arqueológica; preocupándose
por una investigación necesaria y por una arqueología socialmente pertinente.

Introducción

Abordaremos este trabajo desde la perspectiva de nuestra experiencia con el


Patrimonio Histórico Cultural de América Central y, en particular, de Costa Rica.
Enfocamos la tarea desde la arqueología y las implicaciones que representan su
difusión y su valor social. Todo esto, en el marco de sus especificidades y
potencialidades y de las contradicciones que se generan entre concepciones e
intereses opuestos. Sin olvidar que, al fin y al cabo, el Patrimonio Histórico Cultural es
un potencial histórico heredado por la sociedad y, por lo tanto, utilizable por unos y
otros de acuerdo a fines, incluso, contrapuestos; sin embargo, su carácter de herencia
pública, colectiva, constituye la razón de una suerte de deontología o de conjuntos de
deberes que se enmarcan en el "derecho" colectivo o en el interés público.

Arqueología social y patrimonio histórico


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La arqueología social (Fonseca, 1989; Lumbreras, 1974; Vargas, 1990), resalta el valor
social, la razón pública de su quehacer (Bate, 1998:30-34; Gándara, 1993:8-9; Lull y
Micó, 1997:109; Micó, 1998:20); entendida ésta en términos de su incidencia social y
política:

... la expresión pública del saber arqueológico,


o, en otras palabras, su papel social y político
en determinados momentos y situaciones históricas
(Lull y Micó, 1997:109).

Las concepciones, valores, principios y políticas que se asocian al concepto de


patrimonio; están directamente relacionadas, en la arqueología social, con su realidad
de práctica profesional, de disciplina científica. Se desprenden, de la arqueología, una
serie de deberes para con la sociedad, una suerte de deontología que está
enmarcada en un compromiso con la sociedad como totalidad y, por lo tanto, en su
carácter de razón pública o herencia pública.

Se trata, entonces, de concebir al patrimonio en su dimensión más amplia posible, su


dimensión histórica, capaz de enmarcar a la sociedad en la dinámica sociocultural que
le ha sido propia a lo largo de su devenir y capaz de contribuir, potencialmente, en la
construcción de la realidad en la que se desea desenvolver.

Reducción y uso del patrimonio histórico

A pesar, de lo señalado en el apartado anterior, el patrimonio histórico es visto y


manipulado de distintas maneras, según convenga a los intereses de unos u otros.
Por ejemplo, las sociedades conquistadoras, lo han hecho siempre desde una posición
etnocéntrica, considerando a los grupos dominados como inferiores e imponiendo su
visión del pasado e, incluso, de la práctica profesional (Gero y Root, 1996; Mamani,
1996; Trigger, 1980, 1984, 1985, 1989; Veloz, 1984).

Aparejada a esta actitud se da, como resultado de una concepción peyorativa del otro,
una reducción del patrimonio histórico cultural de dichas sociedades a objetos
cosificados, sin mayor mensaje que lo raro o lo exótico. La diferencia de lo que es
propio del otro, se reduce a lo curioso a lo inefectivo y se separa, al propósito, del
contexto histórico que le dio origen (cfr. Veloz, 1984). Se incorporan, así, los elementos
patrimoniales de algunas sociedades, al modelo histórico de las sociedades
"conquistadoras" sin que ese patrimonio, por él mismo, se reconozca. Entran en la
historia del otro, como objetos curiosos o coleccionables, como objetos de explotación
(Ibid., 57).

Desde el punto de vista de la arqueología social, es necesario reivindicar a las


sociedades reducidas de manera interesada, por aquellas que se les impusieron, única
manera de sobrepasar el reduccionismo interesado del patrimonio histórico, que limita
el estudio del fenómeno como parte del todo histórico-social. De tal manera que, como
diría Kosik (1967:61) al patrimonio histórico no le debe ser negada su doble condición
de parte y conjunto; de ser simultáneamente productor y producto; de ser
determinante y a la vez determinado; de ser revelado y, a la vez, descifrarse a sí
mismo; adquirir su propio significado y conferir sentido a algo distinto. Debemos evitar
que el ser humano como sujeto sea "sustituido por un sujeto fetichizado,
mitologizado, cosificado, es decir, por el movimiento autónomo de las estructuras"
(Ibid., 1967:75). Debemos, por lo tanto, preocupamos por estudiar el fenómeno como
parte del proceso infinito de "humanización del ser humano". El patrimonio histórico de
todos los pueblos, es potencialidad de ser social en esa dinámica de "humanización
del ser humano", por lo que debe ser abordado en toda su dimensión, sin
reduccionismos de ninguna especie. Así, estaremos en capacidad de estudiar el
patrimonio histórico de los pueblos, como parte del ser humano en proceso. El sujeto
en proceso a que alude Julia Kristeva: "... un sujeto diferente, susceptible de inducir
nuevas relaciones sociales ..." (Julia Kristeva, citado así por Pérez, María de los
Ángeles, 1981:115).

De alguna manera, entendemos por historia el proceso de "humanización del ser


humano", por lo que el patrimonio cultural, como patrimonio histórico que es, nos
obliga a tener en cuenta tanto lo producido como lo potencialmente producible (cfr.
Fonseca, 1989).

El patrimonio histórico arqueológico: Un ejemplo desde América Central

Costa Rica y América Central, no han estado al margen de una situación como la que
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acabamos de presentar. En nuestra región los estados nacionales han considerado y
continúan considerando al patrimonio arqueológico, como un elemento que se pierde
en la historia de pueblos diferentes a ellos y que sólo ingresan a ésta como
dominados. Se ha negado así la contribución de los pueblos amerindios, sus
civilizaciones (cfr. Fonseca, 1991, 1992) se descalificaron en forma interesada y
subjetiva, pues, desde el punto de vista de la sociedad dominante se calificaron de
inferiores.

Esta concepción del patrimonio histórico cultural, permitió, entre los políticos a cargo
de la toma de decisiones sobre el patrimonio cultural, el surgimiento de una idea
limitada y tergiversada del verdadero significado del patrimonio y de su importancia
para los pueblos de la región. Desde 1850, (en Costa Rica) fecha en la que podemos
encontrar el inicio de políticas concretas de patrimonio histórico (cfr. Acosta y Fonseca,
1983), el concepto de patrimonio histórico-arqueológico, por ejemplo, se limita a
abarcar los bienes muebles de las culturas indígenas pasadas o contemporáneas; se
valora el objeto por el objeto, su simple almacenamiento en el museo. Esta apreciación
limitada del patrimonio, lleva a que en 1908, por decreto ejecutivo, se regule la
"excavación" de sitios arqueológicos, vía el otorgamiento de licencias de excavación,
señalando que la tercera parte del material encontrado pasaba a pertenecer al
Estado. Lo que implicó una promoción del saqueo.

Entendemos esta actitud como el resultado de una concepción simplista de la historia,


por lo demás propia de la época, en donde las sociedades anteriores a la colonización,
se consideraban al margen de los intereses nacionales. Por ello, al incorporarlas a la
historia nacional, ya que no era posible obviarías del todo, se hace como si fueran
restos de un pasado exótico, extraño a los pueblos actuales y a sus planes
nacionales.

Con diferentes matices, esta concepción de patrimonio continuará en Costa Rica. Los
restos arqueológicos seguirán viéndose como elementos de valor exótico-artístico o
como elementos cotizados en el mercado del coleccionismo.

Poco a poco, sobretodo a partir de la década de los cincuentas, una serie de


situaciones que están unidas a la influencia de disciplinas que trabajan con y que
valoran el patrimonio histórico cultural de una manera más amplia, incidirán en el país
para que, al menos los intelectuales, demanden cambios de fondo en las políticas
gubernamentales. Se trata de: congresos internacionales, cursos de restauración y
museografía, investigación científica internacional, creación del Departamento de
Antropología de la Universidad de Costa Rica en 1965; por ejemplo.

Los profesionales nacionales de la antropología y de disciplinas afines, enfatizarán en


la necesidad de modificar la concepción limitada de patrimonio histórico, y, modificar su
influencia negativa en todos los campos: legislación, investigación, toma de decisiones,
conservación y museología. Sin embargo, aún durante la década de los setentas el
gobierno del país apoya, por decreto, la creación de museos en las instituciones semi-
autónomas del estado, el principal argumento es el de mantener los objetos en el país
(cfr. Acosta y Fonseca, 1983). Prevalece, entonces, al nivel político, un concepto
cosificado y etnocéntrico del patrimonio arqueológico. Esta decisión gubernamental,
trajo consigo la destrucción y el saqueo de nuevos sitios arqueológicos, pues,
promovió la compra y la venta.

Los esfuerzos contestatarios, de los grupos conscientes de la importancia del


patrimonio para el país, continúan su lucha. Así en 1981 se logra que el Congreso o
Asamblea Legislativa apruebe la Ley 6703 de Defensa del Patrimonio Arqueológico.
Surgen, además, nuevos grupos organizados que trabajarán por cambiar las cosas.

Sin embargo, a juzgar por la última década de los noventas, los esfuerzos de estos
grupos, por defender la importancia real del patrimonio histórico, para el país y la
región, no parecen haber ganado la batalla. Más bien, las concepciones limitadas y las
posiciones interesadas hicieron predominar sus posiciones.

Casi al mismo tiempo de terminada la revolución nicaragüense (1980), Costa Rica


"inicia" su ingreso en el sistema económico mundial global, sin el apoyo económico
que, dicha situación le significaba. Las nuevas condiciones mundiales, resaltan las
deudas, pero, al mismo tiempo, promueven una búsqueda del cambio por el cambio.
Un concepto de "desarrollo" que se aleja de los conceptos de sostenibilidad. Ante las
implicaciones de las restricciones u obligaciones, que implica una política de desarrollo
sostenible; algunos acuñaron una frase como la siguiente: "no debemos dejar que el
desarrollo nos pase por encima". Es una posición interesada que se puede entender
como: "gastemos lo menos posible y aprovechemos cualquier oportunidad de hacer
dinero, no importa a costa de qué". Obviamente, que el concepto de desarrollo se
reduce y tergiversa en esta posición.

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El patrimonio histórico, se signe considerando como lo exótico-artístico. Sin embargo,
su importancia o su potencial como historia local, capaz de contribuir a la dinámica de
cambio nacional" no es aceptada y no guía, para nada, la toma de decisiones; así las
cosas se toman acciones que afectan las posibilidades de conservar y poder hacer uso
de un recurso que, por su naturaleza, no es renovable:

1. Hay menos presupuesto para tareas patrimoniales.

2. Invertir recursos para conservar aspectos patrimoniales, es mal visto.

3. Las instituciones nacionales a cargo del patrimonio arqueológico, se refugian en una


política degeneración de fondos.

4. Se obvia la protección patrimonial en regiones del país, con tal de favorecer nuevos
proyectos de inversión infraestructural (turismo, fábricas, etc.).

5. Las leyes de protección al patrimonio arqueológico, por ejemplo, y las acciones que
exigen, se enmarcan en planes eficientistas, que aplican las ciencias históricas y sus
métodos de manera limitada. El interés es poder considerar que se cumple con las
leyes.

Podemos decir, que en la última década del siglo xx se produjo un retroceso en lo que
se refiere a la concepción, a la conciencia, a las políticas y a las acciones de patrimonio
histórico.

La creatividad social del patrimonio histórico-arqueológico

Es necesario que el patrimonio arqueológico sea considerado como otra fuente


"documental" más, para el estudio de la historia; tan válida como la de los documentos
escritos. Si no lo hacemos así, continuaremos cosificando y simplificando la historia
arqueológica. Una concepción simplista y desarrollista que busca aumentar el acervo
de bienes culturales patrimoniales, como si tal acumulación por sí sola, explicara el
pasado (cfr. Arias et al., 1998). El pasado, se continuará viendo, entonces, como "un
modelo acabado, infuncional y presentable como etapa superada, arcaismo aceptable,
pero, insignificante para la actualidad" (Veloz, 1993:102).

La arqueología como historia, hace referencia y uso de un recurso propio de cualquier


pueblo: el recurso del tiempo; el recurso de una determinada experiencia sociocultural;
el recurso de valores, sentimientos y mentalidades, que tienen su continuidad y son el
pasado de los actuales. Ahora bien, como recurso, es al fin y al cabo administrable
(Cohen y Comaroff, 1976). Lo que se administra no es el pasado en sí, sino lo que
podemos llamar el significado del tiempo (cfr. Appadurai, 1981:202-203). Esto hace
necesario el no aceptar la historia de grupos interesados, sino el preocuparse por la
historia real, buscando que ésta ayude a que nuestras sociedades desarrollen al
máximo sus fuerzas comunes, sus objetivos sociales y sus defensas contra la opresión
de cualquier tipo (cfr. Veloz, 1993).

El ser humano, es, por naturaleza, un ser histórico, sus capacidades, sus
potencialidades sólo pueden entenderse como principio y resultado de una dinámica
de relaciones entre el mundo de lo social y el mundo de lo cultural, donde no sólo se
construyen manifestaciones fenoménicas de lo social, sino donde se crean y se
refuerzan potencialidades. Si entendemos la historia como el "proceso de
humanización del hombre", esto nos obliga a tener en cuenta no sólo lo producido
sino, también lo potencialmente producible (Fonseca, 1989:150).

Si recordamos que las decisiones que afectan la vida cotidiana de las diferentes
sociedades, se toman en el marco de una determinada trayectoria cultural; es fácil
entender las necesidades de cada pueblo por conservar, estudiar, valorar y entender
su propia experiencia, su totalidad.

Debemos ser capaces de entender nuestro potencial cultural, para poder saber lo que
separa a naciones, etnias y clases, ser capaces de entender y utilizar "los cruces
socioculturales en que lo tradicional y lo moderno se mezclan" (García Canclini,
1990:154).

El "rejuvenecimiento cultural", nos recuerda las transformaciones de los personajes de


la novela de Veloz (1991):

"Entonces le dije:
-- ¿Bailamos?
Por supuesto, me contestó.
... vi a Emencia arrugarse
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lentamente, la vi llenarse de
escamas,
vi como se aflojaron sus vestimentas,
perdió libras (peso),
recuperó edades verdaderas y
cuando terminamos el baile,
cuando la vellonera dejó de cantar,
noté como retornaba a los veinte
años actuales, cómo escapaba
de esas arrugas transitorias
de su pasado para insertarse
en la suavidad de su piel canela
actual.
Bobby Capó lo había dicho
con música: 'que se quede
el infinito sin estrellas
y que pierda el ancho
mar su intensidad, pero
el negro de tus ojos que no muera, y el canela
de tu piel quede igual"...

Sólo en nuestra propia historia encontramos capacidad creativa, capacidad de


regeneración, capacidad de conducimos a nuestra propia identidad y realidad, a
nuestra "piel canela" actual.

Investigación arqueológica: Pertinencia social y gestión del patrimonio histórico cultural

Se debe evitar que la investigación arqueológica caiga en el academicismo, que


sacrifica o supedita los restos o evidencia arqueológica a los fines o intereses
académicos de los arqueólogos que dirigen los trabajos (cfr. Arias et al., 1998; Raab,
1984; W inter, 1984). La erudicción por la erudicción y el conocimiento por el
conocimiento, deben dar paso a una práctica que se nutra de lo esencial de nuestra
disciplina: la función social que está llamada a cumplir. Evitar una arqueología que
depende de quien pueda pagarla (cfr. Colectivo, 1999) una arqueología que se recrea
en lo "exótico" de los objetos y otros restos, promoviendo una posición de mercado
que promueve el coleccionismo; una arqueología que se conviene en un "lujo cultural"
(Ibid., 23).

El carácter perecedero y no renovable de los restos de la dinámica social, dejados por


las sociedades pasadas, y, la continua transformación que dichas evidencias sufren,
desde el momento de su deposición hasta el momento en que son estudiadas
arqueológicamente, está muy influido por las concepciones de patrimonio histórico
cultural que se sustenten. Si los que toman las decisiones políticas de la sociedad y
sus "asesores", no lo ven como fuente de información y de importancia social a
conservar y estudiar, sino como una simple curiosidad exótica del pasado, podemos
pensar que la destrucción del patrimonio tiene altas probabilidades de ocurrencia. Por
lo que, poco a poco, la posibilidad de conocer la realidad de la historia arqueológica y
de ponerla al servicio del presente, se hará más y más difícil, a pesar de las medidas
de control tafonómico que se tomen. Esta situación está ocurriendo en Costa Rica y en
el resto de América Central, al punto de que cualquier investigación tiene que
reconstruir el alto grado de alteración contextual, de la evidencia arqueológica con que
se trabaja.

Lo anterior incide tanto en las posibilidades de interpretar la historia arqueológica,


como en compartirla socialmente para atender problemas reales del presente, o, para
su presentación al nivel turístico. La realidad patrimonial de los pueblos
centroamericanos, en su mayor parte, permanece oculta en la oscuridad de la
burocracia, en la negación interesada de algunos y en la rutina de conocimientos
descriptivos y limitados de la realidad patrimonial, o, en algunos casos, en la
promoción de una suene de lujo cultural en el marco de museos escaparate o de
colecciones privadas (cfr. Colectivo, 1999).

El turismo desde la arqueología, sólo es válido si el patrimonio histórico se presenta


sin deteriorarlo, en toda su dimensión de historia y potencial social de los pueblos que
se visitan.

La razón pública de la arqueología, su deontología, su vinculación con la realidad social


del presente, implica lograr claridad en la pertinencia de nuestra disciplina para
coadyuvar en la solución de problemas reales de las sociedades actuales (cfr.

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Colectivo, 1999:23). Y ser capaces de lograr que la sociedad civil interesada, entienda
y promueva el uso de este potencial histórico cultural para su propio beneficio (Ibid.,
24).

De lo anterior, se desprende que es necesario contar con: una convicción profunda


sobre el papel social que debe cumplir el patrimonio histórico cultural, y de una
adecuada estrategia turística, con la subsecuente creación o aumento de recursos
específicos que permitan el reconocimiento y la conservación de la evidencia
arqueológica. De tal manera que se pueda proteger un aspecto, a veces intangible y
sin embargo, manifiesto en claras y sólidas herencias patrimoniales, las que se
pierden, día a día, por factores indebidamente controlados, y, por políticas de
investigación y conservación deficientes.

Proponemos, desde la práctica de la arqueología, algunas herramientas conceptuales:


la investigación necesaria, la estrategia sostenible de investigación arqueológica y la
arqueología socialmente pertinente (cfr. Arias et aL, 1998; Fonseca, 1989, 1996;
Colectivo, 1999).

La investigación necesaria, aboga por una arqueología que establece prioridades de


investigación, en las que se toman en cuenta tanto la necesidad de conocer los
recursos arqueológicos que se tienen, como el papel social que está llamada a cumplir,
para adquirir pertinencia social y no convertirse en un lujo que promueve "lo exótico" y
mantiene los niveles de asimetría social.

El carácter perecedero y no renovable, de los contextos arqueológicos, y, la


imposibilidad de detener todas las causas de la destrucción o transformación de los
yacimientos, por ejemplo el crecimiento infraestructural, hace pertinente una política
de investigación necesaria. Una política de investigación de carácter sostenible, tanto
en cuanto a su efectividad para disminuir la destrucción del patrimonio histórico-
cultural, como para que su pertinencia social sea reconocida por los posibles
beneficiarios.

En el primer caso, la efectividad dependerá de la coordinación efectiva de esfuerzos


institucionales, capaces de priorizar el trabajo en aquellas áreas con mayor riesgo de
perder la evidencia arqueológica y, por lo tanto, el conocimiento del potencial
arqueológico existente. Esta política debe asegurar el aumento continuo del
conocimiento del pasado, y, la capacidad de asesorar para la mejor manera de
preservar el patrimonio. Una estrategia de trabajo, podría basarse en planes
maestros de investigación, por regiones o zonas, de ejecución gradual de acuerdo a
diferentes pasos, los cuales sólo mencionaremos, ya que sus particularidades son, por
la bibliografía existente, fácilmente conocibles: a) Plan de acción inicial; b) etapa
preliminar de trabajo de campo y c) etapa de trabajo intensivo (cfr. Arias et aL, 1998;
Canouts, 1977:121-127; Gumerman, 1977; King, 1980, 1982; Lipe, 1977; Schiffer y
Gumerman, 1977:79-86, 130-133, 183-190; Stephenson, 1977).

Cumplir con la razón pública de la arqueología, lograr su pertinencia social, requiere de


una estrecha interacción de los sectores de la sociedad civil con que se trabaje y los
arqueólogos involucrados. En los ejemplos presentados por el Colectivo de
Arqueología de la UAB y UNAN (1999), se presentan tres acciones de carácter
complementarias, como medios para lograr efectividad en la definición y logro de los
objetivos sociales del caso: a) la participación, b) la educación y c) la dinamización
sociocomunitaria. Las que a juzgar por la experiencia con enfoques semejantes
(Fonseca et aL, 1998), pueden considerarse de valor heurístico. Tenemos claro que en
lo que podemos entender como una "metodología deontológica de la arqueología",
apenas se empieza una experiencia consciente. Pero, estamos seguros que esta
puede llegar a consolidar una práctica de investigación arqueológica, que sobrepase la
arqueología del "lujo cultural" y logre incidir en una arqueología socialmente
pertinente.

Conclusiones

Desde la arqueología social, el patrimonio histórico cultural se entiende como potencial


social, un potencial histórico al que no se puede renunciar sin graves repercusiones y
el que no se debe reducir o cosificar por intereses de algunos. El conocimiento real de
dicho patrimonio, es necesario en el proceso de construcción social de cualquier
pueblo.

El turismo, entonces, debe supeditarse o subsumirse al papel que el patrimonio está


llamado a cumplir, para la colectividad del que forma parte. Sin embargo, esta situación
antes de convertirse en una limitante para el turismo, es, más bien, una oportunidad
de presentar el patrimonio en el marco de su dimensión real.

Por su importancia o relevancia social, la arqueología debe dejar atrás una actitud
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academicista y preocuparse por una estrategia sostenible de investigación
arqueológica, en el marco de una concepción de investigación necesaria. Sólo así la
deontología de la arqueología social, podrá cumplir con sus deberes e implicaciones
ético profesionales; ya que nuestro objeto de trabajo: los restos materiales dejados
por sociedades pasadas, como resultado de su dinámica; son perecederos y no
renovables, sufriendo, en el mundo actual, una destrucción constante y acelerada.

Agradecimientos

Este artículo se ha beneficiado de las conversaciones sostenidas, en diferentes


momentos y lugares, con: Luis Felipe Bate, Jordi Estévez, Manuel Gándara, Ermengol
Gassiot, Vicent Lull, Luis Guillermo Lumbreras y Beatriz Palomar.

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