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I. Vienen estos autos a consideración del Tribunal de V.E. a consecuencia del recurso de
apelación deducido por la parte actora, contra la sentencia dictada con fecha 15 de
octubre de 1997 en la que la juez a quo rechazó la demanda, al entender perjudicada la
acción entablada, por incidencia de la prescripción liberatoria. Expresados los agravios,
el Tribunal ha dado vista a este Ministerio Público Fiscal.
III. Existe un primer tema en el que no he de entrar y que se refiere a la existencia, o no,
del contrato de mutuo invocado y que los demandados han negado. Y sobre lo cual no
habrá de abrir juicio este Ministerio Público Fiscal.
No obstante, previo a ello, deberá considerarse -en términos gnoseológicos- cuál será el
ángulo de consideración epistémico en el que se coloca al juez argentino para
conceptualizar el caso; en términos jurídicos se trata de escoger y explicitar conforme a
qué sistema jurídico habrá de juzgarse el entuerto, habida cuenta de lo pactado por las
partes del negocio en estudio y al conflicto de leyes derivado de la radicación del
proceso ante un tribunal diverso al pactado, en razón del negocio en estudio.
Aquí aparece también, la primera conclusión, propia de este Ministerio Público Fiscal,
en el sentido de que deberá aplicarse la ley del Estado de Nueva York. Y digo así, por
cuanto el negocio en examen es un todo autosuficiente, en sí mismo. Y si el derecho
fondal invita al ingreso del derecho extranjero del caso sometido al tribunal argentino,
no encuentro razones de peso para considerar sólo algunos de los resultados y dejar para
el derecho local los restantes. Sobre el particular ha de seguirse lo que dispone el art. 2
de la Convención Interamericana sobre normas generales de derecho internacional
privado: "los jueces y autoridades de los Estados partes estarán obligados a aplicar el
derecho extranjero tal como lo harían los jueces del estado cuyo derecho resultare
aplicable, sin perjuicio de que las partes puedan alegar y probar la existencia y
contenido de la ley extranjera invocada".
Sobre estos temas, controvertidos entre las partes, no he de abrir opinión, conforme lo
he anticipado.
No obstante, debo señalar que también será el derecho del Estado de Nueva York el
que, en principio, deberá regir lo referente a la eficacia de la caución subscripta, al
menos por el restante avalista. Y digo así, por cuanto la falsificación de una firma es tal,
cualquiera fuera el marco regulatorio en el que se encuadre.
Como V.E. advertirá, existe aquí un tema de análisis de la prueba, que es exclusivo del
tribunal y, respecto del cual es obvio, que no constituye punto dirimente la opinión de
este Ministerio Público.
No obstante, no puedo dejar de advertir que una sería la consideración del tema, si se
tratara la actora de un particular domiciliado en el estado de Nueva York pues puede
pensarse, con fundamento verosímil, que un tal ciudadano carece de medios suficientes
como para rastrear la residencia de su deudor, sin significación o relevancia singular.
Pero el caso presente, tiene aspectos peculiares que lo marginan de una consideración
del tipo de la indicada. El caso del grupo empresario al que han pertenecido los
demandados tuvo resonancia internacional por los intereses involucrados; mucho más
en los circuitos financieros y bancarios. De allí que la desaparición de David y la
intervención del estado en las actividades del grupo, como así también el domicilio de la
actora, exigen una consideración del caso en una perspectiva diversa, que no se
compadece con la suspensión antes mentada, correspondiente más a una hipótesis del
indeterminado habitante estadounidense que ha prestado sus ahorros a otro ignoto
particular que pueda haber salido del estado y ocultarse con un nombre falso que el
capitalista ignora.
VII. Pero cualquiera fuera la solución que se dé al tema que he planteado, dos cosas
quedan claras, en mi opinión. En primer lugar que el tema ha de juzgarse a la luz del
derecho del estado de Nueva York y, que en dicho ordenamiento, el plazo de
prescripción es de seis años.
Lo que corresponde analizar a ese Ministerio Público -resuelto el tema a la luz del
derecho extranjero aplicable al caso- es si la solución del derecho de Nueva York, viola
-o no- el orden público internacional argentino.
Para ello, es menester examinar la solución a la que se llega desde una doble
perspectiva: la de los incisos 2° y 4° del art. 14 del Cód. Civil.
Y digo así, por cuanto detectada la norma internacional aplicable al caso, el Estado
argentino -y como función específica de este Ministerio Público Fiscal- deberá
considerar primeramente, si tal norma relativa al caso iusprivatístico con elementos
extranjeros es "… incompatible con el espíritu de la legislación de este Código".
No obstante, a poco que se repare, seis años es un lapso excesivo para considerar que la
prescripción neoyorquina es nuestro instituto de la caducidad, que prevé lapsos
sumamente breves, en procedimientos escritos. Lo que considero no es el caso del foro
de referencia. Aunque, no he advertido que este extremo se encuentre probado.
No dejo de reconocer que una primera lectura, permite suponer que si el negocio que
vinculó a las partes se encuentra perjudicado por la prescripción cumplida según el
derecho extranjero, lo más favorable a la validez del acto sería resolver que resultan
aplicables al caso los diez años de nuestro sistema de prescripción liberatoria, en el caso
de obligaciones personales.
Pero, aunque con dudas, no he de concluir de esta manera, por cuanto considero que la
validez a que se refiere la norma en estudio, se refiere a la validez intrínseca del acto
jurígeno; a la situación jurídica, conceptualmente contraria a la nulidad del acto. Validez
en sus elementos esenciales como podría ser el régimen de capacidad de los contratantes
o la incidencia de vicios que lo tornaran nulo conforme al derecho foráneo y con
virtualidad según la normativa local; tal la hipótesis del temor reverencial, al que se
refiere el art. 940 de nuestro código; o el caso de normativas extranjeras que no
permitieran la confirmación de un acto afectado de nulidad relativa, etc.
La prescripción nada dice respecto de la validez del acto. Su naturaleza se refiere a la
virtualidad o eficiencia de la acción, y aboga a favor de ello que la obligación prescripta
sigue siendo una obligación, en los términos del art. 515, inc. 2° del Cód. Civil.
Quiera V.E. tener por cumplida la vista que se ha dignado correr.- 4 de marzo de 1998.-
C. R. Sanz.
El doctor Belluci dijo: I. La sentencia que corre a fs. 3280/3293 vta., con silogística
construcción, por entender aplicable al mutuo celebrado entre Moka. S.A. y el entonces
vivo aún David Graiver, con fecha 19 de julio de 1976, y mediante el cual aquélla le
entregó una cierta suma de dinero estadounidense, documentándoselo en cinco pagarés
fechados ese día, técnicamente denominados "promissory note", con vencimientos
escalonados, el 19 de agosto el primero de ellos, el 17 de setiembre, el 2do., el 19 de
octubre el 3ro., el 19 de noviembre el 4to., y el 17 de diciembre el 5to., todos del año
1976 (ver originales reservados y a la vista foliados a fs. 8/10, y sus respectivas
traducciones de fs. 17/8, 15/6; 13/14; 19/20; y 21/22), la ley del Estado de Nueva York,
expresamente pactada en tales documentos, lugar asimismo de su cumplimiento,
desatendió la pretensión de cobro por encontrarse la acción entablada, según aquella
legislación, perjudicada por el decurso del lapso que prescribe el art. 2°, sección 2132;
arts. 3º y 4º, del "Civil Practice Law and Rules" (CPLR), y el "Uniform Commercial
Code" (UCC) (Seis años), con costas a la mutuante vencida. Procrastina la regulación de
los pertinentes honorarios correspondientes a los profesionales intervinientes.
II. Rezonga la actora, y en su extensa pieza de agravios que corre de fs. 3309 a fs. 3350,
se queja esencialmente porque la a quo no trató los hechos relativos a la desaparición de
los Graiver, y con ello, desatendió la existencia de causal de suspensión de la
prescripción, que asimismo, y según explicita, no habría corrido porque se aplica al caso
el plazo decenal que estatuye la ley civil argentina, toda vez que la remisión que
efectuaron las partes al derecho del estado neoyorkino, lo fue exclusivamente con
respecto a lo sustancial o de fondo, mas no a lo meramente procesal, marco este dentro
del cual la crítica encajona lo relativo a la prescripción. A lo dicho, como mohín, adenda
que el pronunciamiento en crisis prescinde no solamente de la aplicación del principio
"iura novit curia" a los hechos que comportaron la traba litigiosa, sino que además,
existió oquedad de tratamiento de la totalidad de las probanzas arrimadas al efecto, para
por fin, y como broche a su amurra, echar tintas a propósito de la que califica de
"incorrecta aplicación de la doctrina nacional" al caso de autos. Su comblueza, en no
menos profuso escrito, repulsa tales críticas y exora la confirmación del fallo
cuestionado (véase fs. 3355/3410).
El tribunal ha escuchado la necesaria opinión del fiscal, quien a fs. 3424/29 vta., con
dejación de toda circunlocución, concisamente se expide por la inaplicabilidad del art.
4023 del Cód. Civil argentino, y como pivote de reenvío, la vigencia del art. 1205 de
ese cuerpo legal, para por fin, explayarse con abundancia de citas, acerca de la
inexistencia de lesión al orden jurídico nacional, y por fin, con no menos contundencia,
a la que nos tiene acostumbrados, colegir la inadmisión de la causal de suspensión del
plazo de inactividad, conforme el parágrafo 207 de las Normas de Procedimiento Civil
de Nueva York (CPLR), como para purgar la prescripción operada.
III. Es cierto que en el escrito en el que se amplió la postulación de inicio (ver fs. 208
vta./209, apart. V, párr. 6to.) la actora refiere al hecho concreto de la detención de los
Graiver por el gobierno militar en abril de 1977, y la posterior incautación de todos sus
bienes (sic), y que ello… "interrumpió de cualquier manera las tratativas, y nada pudo
hacerse durante varios años…" (textual).
Tal hecho, que integró la litis, por el principio "iura curia novit", así como del de
congruencia que predica el art. 34, inc. 4º del rito, a contrario de lo sostenido en el
pronunciamiento criticado, debió ser tratado por la colega de grado, toda vez que
integró la litis, más allá por cierto de la relevancia y consiguiente efecto que al mismo
debió dársele. No obstante, y por lo que se dirá seguidamente, ello no perjudica la
validez de la sentencia de grado, aunque -fuerza adelantarlo- tampoco beneficia a la
quejosa, en el sentido y alcance que pretendió darle al ditribarla. En efecto, veamos: en
lo que concierne al instituto de la prescripción liberatoria -debo confesarlo- se han
presentado serias dificultades a partir de la ausencia de un concepto armónico sobre la
naturaleza de esta institución. Por ende, corresponde que en mérito a ellas (las
memoradas dificultades), nos adentremos en lo que se ha dado en llamar "la
problemática de la calificación".
No es del caso entonces, aplicar al caso en estudio la "lex loci executionis" que prevé el
art. 1210 del Cód. Civil, ya que no ha existido celebración en nuestro país, y
cumplimiento en el extranjero, ni tampoco la "lex domicilii" que propugna la
prescripción del art. 1214, de tal códice, puesto que inexistió celebración entre ausentes,
así como tampoco mediante correspondencia epistolar, y los lugares de celebración y
cumplimiento, amén de ser los mismos -según se ha visto- están expresamente
establecidos por voluntad de los co-contratantes.
Es así que, por el derecho que regula el crédito, se rige igualmente la prescripción
extintiva, su comienzo, suspensión, interrupción, plazo y efecto, tal como señeramente
lo explicitara Werner Goldschmidt, al comentar un ilustrado fallo de la Cámara 1ª en lo
Civil y Comercial de La Plata, sala II, del 14 de mayo de 1957, "in re" "Méndez
Campos, Carlos c. Telles Mario F. s/suc.", registrado en La Ley, en el tomo 88, ps. 4233
y sigtes., "ad peddem", bajo título "La Prescripción Liberatoria en el Derecho
Internacional Privado Argentino", y sus citas a las que me permito remitir.
Por lo demás, sea permitido adendar que el sub examen, dadas sus particularidades y
casuística, no resulta óbice para la correcta aplicación del derecho neoyorkino en la
especie, el postulado inserto en el inciso 2do. del art. 13 de nuestra ley de fondo, toda
vez que conforme ley 22.921, sancionada y promulgada el 21 de setiembre de 1983 y
publicada el día 27 de ese mismo mes y año, por la que nuestro país aprueba la
Convención Interamericana sobre Conflictos de Leyes en Materia de Sociedades
Mercantiles; la relativa -que es la que importa aquí- a "Normas Generales de Derecho
Internacional Privado", entre otras más, suscriptas el 8 de mayo de 1979, en la Segunda
Conferencia Especializada Interamericana sobre Derecho Internacional Privado, cuyos
textos forman parte de dicha ley, en su art. 2do adopta explícitamente la "teoría del uso
jurídico", en cuyo mérito, y tal como lo ha realizado la "iudex". Los jueces y
autoridades de los Estados Partes estarán obligados a aplicar el derecho extranjero como
lo harían los jueces del estado cuyo derecho resultara aplicable…", lo que desplaza el
"chauvinismo" impostado en la postura asumida medularmente por la recurrente.
Tampoco existe vallado en lo prescripto por el inc. 4º del memorado art. 14 de la ley
sustantiva, toda vez que en rigor, no se trata de la validez o nulidad del sinalagma de
mutuo concertado en los términos que ilustran aquellas "promissory notes", antes bien,
lo que se cuestiona es la aplicabilidad de la ley extranjera a los efectos de la obligación
de restituir las sumas dadas, por inacción del acreedor mutuante. A punto tal ello es así,
que si no, la pretensión ejercida en base a dicho contrato -lo que supone su entera
validez- ni siquiera correspondía plantearla si no fuera que la actora, precisamente
partió de la existencia y validez del acto negocial mentado. Esto despeja dos
inquietudes: la primera de ellas, la que deja traslucir el Ministerio Fiscal en su prolijo
dictamen, y la segunda que no es otra que la correcta diferenciación entre acto jurídico,
validez o nulidad del mismo, que es cosa bien distinta a la de la calificación de sus
efectos, uno de cuyos cuales, sin duda resulta ser la obligación de restituir las sumas
entregadas, motivo de la acción entablada por el mutuante. Y con ello estoy afirmando
que lo relativo a la prescripción de dicha obligación, efecto del acto reputado válido, no
colapsa con el orden jurídico nacional, porque se le aplique la ley del estado de Nueva
York, ya que no va en ello comprendida la invalidez del mutuo, antes bien, y tal como
lo prescribe el art. 515 inc. 2° del Cód. Civil, sólo la carencia de coercibilidad que
vuelve al vínculo jurídico patrimonial de marras, en imperfecto o natural, sin salpicar la
exigencia misma validada de su causa fuente. Sea que se adopte la tesitura de sostener
que toda obligación comienza siendo natural, y por determinadas razones el
ordenamiento jurídico la dota de coercibilidad, o que la obligación civilmente perfecta
preexiste con independencia de su "naturalidad" y se perjudica en la pérdida de ese
atributo que abre la puerta a su ejecutabilidad, es lo cierto que en ambos casos el
contrato del cual aquélla nació, sigue siendo válido y no existe por tanto colisión que
amerite desechar la ley extranjera al cobijo del recordado inciso del artículo ya
memorado, en el que -entre otros- asienta nuestro orden público interno e internacional.
Más allá entonces de la profusa jurisprudencia que citó el digno representante custodio
del orden público (véase fs. 3427, acápite VII), por lo expresado, entiendo que el
ingreso de la ley foránea en el caso, no transgrede los incisos que he mencionado.
Validez del acto no ha de confundírsela con la exigibilidad de uno de sus efectos,
caduco por el transcurso del lapso regimentado por la ley aplicable según punto de
conexión y voluntad explícita de las partes contratantes.
Por lo demás, abonan lo antes expresado, por un lado, la inexistencia del contrato
inmoral (arts. 1206, 14, inc. 1º y 2°, ley de fondo), y por otro, la ausencia de toda
comprobación fehaciente a propósito de que el mentado mutuo se haya así celebrado
para violar las leyes de nuestra República (conf. art. 1207 y su nota, también de la ley de
fondo).Y, por fin, celebrado en el extranjero, se ha visto, no debió cumplirse sino en
Nueva York, es decir, allende a nuestras fronteras, lo que hace inaplicable también la
prescripción del art. 1209 de la ley sustantiva argentina.
Tampoco resulta óbice a la prescripción neoyorkina, lo reglado por la ley 24.871, desde
que no es aquella una cuestión que restrinja o impida el libre ejercicio del comercio, o la
circulación de capitales, bienes o personas, o grupo de países, o que de algún modo
permitan el reclamo de pagos o indemnizaciones de cualquier naturaleza a favor de
particulares, con motivo de expropiaciones realizadas en un tercer país. Tampoco,
porque genere bloqueo económico (conf. arts. 1º, 2°, 5° y conc. de la misma).
Por esas reflexiones, y las que en consonancia traen tanto la primer sentencia, cuanto el
enjundioso fiscal, me inclino a receptar la aplicabilidad al "sub discussio" del lapso
prescriptivo sexanual que legisla la ley del Estado de Nueva York, con desechamiento
de la pregonada decenal que invocó la recurrente.
Ha de partirse necesariamente del postulado que indica que las causales de suspensión,
sean cualesquiera que ellas puedan darse, han de sobrevenir a la constitución de la
obligación de que se trate. En otras palabras, no corresponde atribuirles tal carácter a
circunstancias coetáneas o concomitantes con el nacimiento mismo del derecho a
ejercitar la acción de que se trate. Ello, puesto que si así fuere, mal cabría hablar de
suspensión del plazo para actuar en mérito a una acción derivada de una obligación que
nació en concomitancia con el hecho configurativo de la causal suspensiva, porque se
estaría -en tal hipotético supuesto- ante la no vigencia del propio instituto de la
prescripción, fulminado "ab initio" por la conjunta virtualidad de la imposibilidad de
computar a aquél (Spota Alberto G., "Tratado de Derecho Civil", t. I, Parte General, vol.
3-8-10, Ed. Roque Depalma, 1959, p. 263; 317; 323; art. 3980, Cód. Civil t.o. ley
17.711.
Pues bien: tal como se acreditó a fs. 222 del primer cuerpo de este ya farragoso
expediente, punto 5º de la escritura pública nº 982 del 24 de marzo de 1966, y se reitera
a fs. 2998 (14to. cuerpo), la mutuante "Moka, S.A." al tiempo de entregar el dinero y
suscribirse los "pagarés" que instrumentaron el tantas veces recordado mutuo base de la
presente acción, se domiciliaba en Panamá; y David Graiver, a la sazón mutuario y
recipiendario del dinero entregado el 19 de julio de 1976, tenía domicilio en este país,
en la Avda. Alvear …, piso 5º B, habiendo fallecido el 7 de agosto de 1976, en un
accidente aéreo ocurrido en México (véase fs. 10/11; 17/30 del primer cuerpo de los
autos sucesorios nº 26.745/76 a la vista). Así, su proceso sucesorio se abrió ante la
jurisdicción de los Tribunales ordinarios de esta Ciudad Capital, hoy autónoma, el 19 de
octubre de 1976, y su inicio data del 24 de agosto de ese mismo año, según cargo de fs.
11 (art. 3284 y conc., Cód. Civil).
En suma, ni aún tratando los hechos expuestos al ampliar la demanda, cabe auditar las
amurras de la mutuante, en este puntual aspecto que el decisorio de marras omitió
considerar (art. 278 y conc. de la ley adjetiva).
V. No resulta difícil, ante bien harto claro que dado el sentido que insufla mi parecer en
las cuestiones tratadas, de suyo preeminentes y prioritarias a las demás que conjugaron
agravios de la recurrente, al admitirse como justa y acertada la prescripción operada, lo
que de suyo supone rechazamiento de grado, por resultar derivación inescindible de
aquellas en las que me he pronunciado, devienen abstractas.
Voto por la afirmativa, e invito a confirmar por estos y los bien ponderados
fundamentos del fiscal, la primera sentencia, con costas también en alzada, a la
amohinada, quien resulta vencida (arts. 68 y conc. de la ley del rito).
VI. El sereno y meditado estudio de las cuantiosas fojas componentes de este retazo de
verdad ya histórico, as¡ como de la no menos profusa actividad que concitó no sólo la
atención, antes bien el denodado esfuerzo de ambas combluezas y que se extrae de los
numerosos cuerpos de las también varias causas acólitas a esta, así como el elevado
nivel jurídico con que se expresaran las partes en el que califico correcto desempeño
profesional en aras de la defensa de los intereses contrapuestos confiados, obligan a
destacar la ímproba y difícil tarea emprendida por ambos contendientes, de la que el
excelso nivel académico que ellas reflejan, conforta sinceramente en esta delicada y
silenciosa tarea de dirimir, propia de la colega de la otra instancia, y de quien habla.
Dicho esto, además de cumplir con la honrosa función encomendada al asumir el cargo
y juramentar cumplirlo con dedicación y empeño, sujeto a la ley, satisface otra
inquietud no menos importante cual es la de valorar la actitud con que terciaron en la lid
ambas partes, y con ello, cumplir también con mi conciencia en tanto la misma me
exige así decirlo y destacarlo. No es común quizá que se exalte la corrección, valía y
dedicación de quienes confrontaron en el entuerto, pero sí lo es como constante, que el
difícil arte de advocar, como ética, conlleva al inclaudicable ejercicio de la virtud.
Los doctores Montes de Oca y Greco votaron en el mismo sentido por razones análogas
a las expresadas en su voto por el doctor Belluci.
Fallo CSJN
Suprema Corte:
Para así decidir los integrantes del tribunal a quo, remitieron a los términos del referido
fallo de primera instancia y del dictamen del Fiscal General del fuero. Destacaron, que
más allá de que el juez no hubiera valorado como era menester la circunstancia de la
detención de la familia "Graiver" y de la confiscación de sus bienes, como un posible
hecho interruptivo de la prescripción, ello no perjudicaba la validez de la sentencia
apelada, ni beneficiaba a la quejosa. Observaron, en tal sentido, que el instituto de la
prescripción -conforme lo señaló el Representante del Ministerio Público- debe regirse
por las mismas normas que regulan la existencia y modalidades del negocio jurídico,
afirmación que encuentra apoyo, en el artículo 1205 del Código Civil, que adopta el
régimen de la "lex loci contractus".
Señalaron, respecto de la relación jurídica que vinculó a los contratantes, que al existir
lugar de celebración y cumplimiento en extraña jurisdicción, aquélla carece de punto de
contacto con la República Argentina, motivo por el que resulta aplicable el derecho
extranjero, conforme al "loci celebrationis" y no la "lex loci executionis" ya que, de un
lado, dicha relación no fue celebrada en el país; y de otro porque no existió celebración
del contrato entre ausentes.
Agregaron, además, que la prescripción se rige por las normas correlativas de las
obligaciones a que está sujeta, de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 51 del Tratado de
Derecho Civil de Montevideo, razón por la que descartaron, en consecuencia, la
aplicabilidad del plazo decenal contemplado por el artículo 4023 del Código Civil
Argentino.
Pusieron de resalto el acierto del fallo recurrido, en tanto admite el plazo de seis años
previsto en la normativa extranjera, coincidente con el informe pericial, no
controvertido en dicho aspecto, -artículo 477 del Código Procesal Civil y Comercial de
la Nación- y puntualizaron que no modifica la solución que se propicia, lo dispuesto en
el artículo 14, inciso 2°, del Código Civil, atento a que la Convención Interamericana
sobre Conflictos de Leyes, aprobada por ley 22.921, en materia de Derecho
Internacional Privado, adopta la teoría del uso jurídico, por la cual, conforme lo hace el
fallo apelado, los jueces están obligados a interpretar el derecho extranjero tal como lo
harían los del país cuyo derecho resulta aplicable.
Pusieron también de relieve, que no es óbice para decidir como se hizo, lo dispuesto en
el artículo 14, inciso 4° de la ley sustantiva, desde que no se debate en el caso la validez
o nulidad del mutuo concertado -según sostiene- en los términos que surgen de las
"promisory notes", sino que lo que se cuestiona es que se aplique la ley extranjera en
punto a la extinción por prescripción de la obligación de pago. Al ser ello así, dedujeron
que la extinción, también efecto del acto, no choca con el orden jurídico nacional,
porque se aplique la ley extranjera, ya que no se halla cuestionada la validez del mutuo,
sino la carencia de coercibilidad o exigibilidad de uno de sus efectos, caduco por el
tiempo, que se halla reglado por la norma aplicable, según acuerdo de partes.
Expresaron, más adelante, que no existe contrato inmoral, ni intención probada de violar
las leyes de la Nación, por lo que, al celebrarse el mutuo en el extranjero y establecerse
su cumplimiento en Nueva York, se torna inaplicable la disposición del artículo 1209
del Código de Fondo.
Afirmaron, luego, que en el caso se encuentra acreditado, que al tiempo del nacimiento
del mutuo, por la entrega de las sumas y la firma de las "promisory notes", la actora
tenía domicilio en Panamá y el demandado en Argentina, quien a su vez había fallecido
en México el 7 de agosto de 1976, abriéndose su sucesorio el 19 de octubre del mismo
año, cuyo inicio databa del mes de agosto. Queda así en evidencia, resaltaron, que
ninguno de los contratantes se domiciliaba en la Ciudad de Nueva York al tiempo de
celebrarse el mutuo y que por ende, no hay sobreviniencia en la situación que se
pretende como causal suspensiva, la que en rigor apunta a un supuesto en que el
habitante del Estado extranjero, al tiempo de entablarse acciones contra él, se ausentase
del mismo o permaneciese bajo identidad falsa, con el objeto de evitar las consecuencias
de la demanda en su contra.
Por lo expuesto, concluyeron que, sin perjuicio de que la cuestión antes relatada, que
recién surge de la ampliación de la demanda, no considerada por el tribunal de primera
instancia, tampoco puede incidir en apoyo del recurrente.
II - Contra dicho fallo la actora interpuso recurso extraordinario a fs. 3443/3468, el que
al ser denegado a fs. 3496, dio lugar a esta presentación directa.
De su lado, la parte alega en su queja que si existe cuestión federal suficiente para
habilitar la admisión del recurso extraordinario tanto por la trascendencia de los
aspectos fácticos y jurídicos del caso, cuanto por la arbitrariedad incurrida por el
tribunal de alzada, circunstancia que tornaba a su vez propia la denegación del recurso
arbitraria e injustificada.
Agregó que se da en el caso una típica cuestión federal simple, la cual nace de
interpretar las normas de derecho internacional vigentes, por medio de las cuales se
establece la posibilidad de que un caso como el presente, con multiplicidad de
elementos transnacionales, sea fallado por tribunales argentinos de conformidad con un
ordenamiento extranjero.
Señaló, también, que la trascendencia institucional del sub lite, dimana, también, de sus
aspectos fácticos, en tanto constituyen hechos notorios que la familia Graiver fue
considerada como vinculada al grupo terrorista Montoneros; que como consecuencia de
dicha vinculación sufrió la persecución política del gobierno militar; de igual manera
que David Graiver, -luego fallecido- dirigía uno de los grupos económicos más
importantes de la Argentina y que luego del regreso al país de la citada familia, todos
sus miembros fueron detenidos y puestos a disposición del Poder Ejecutivo; que nada se
supo de ellos por muchos años y que, además sufrieron la desposesión e incautación de
sus bienes, recuperando recién su libertad con el advenimiento de la democracia. Tales
antecedentes omitidos por el a-quo determinaron que en esos años, demandar a la
sucesión de David Graiver no era lo mismo que demandar a otra persona, porque los
hechos mencionados han tenido directa influencia con los vinculados a estas
actuaciones.
Destacó que el fallo recurrido no dedica una sola palabra a la interpretación restrictiva
que a su criterio debe hacerse del instituto de la prescripción, lo que afecta la validez de
la sentencia y ubica el tema dentro de la cuestión federal, puesto que la interpretación
errónea de la ley extranjera lleva a una hermenéutica amplia del instituto de la
prescripción y produce la violación del derecho de propiedad al rechazar la subsistencia
del crédito.
Destacó que la inteligencia errónea que se formuló del artículo 207 del CPLR, implicó
otorgar al aludido instituto un alcance opuesto al que tiene en el derecho argentino así
como privar consecuentemente, a la actora de su propiedad.
Alegó que no se encuentra probado, ni invocado, que el derecho del Estado de Nueva
York establezca una interpretación amplia del instituto de la prescripción, y que, en todo
caso, ello haría primar una norma extranjera sobre las pautas de la normativa superior
local.
Negó que los demandados, no se hallaran residiendo en Nueva York, como señala la
sentencia, al tiempo de la firma de las promissory notes, error que es el punto de partida
de la construcción de la sentencia y que la torna arbitraria, agregando que, por el
contrario, se encuentra probada su residencia en dicha ciudad, así como que dejaron de
residir con posterioridad a los primeros vencimientos.
Se remitió sobre el particular a los testimonios prestados en la causa por Lidia Elba
Papaleo, Isidoro Miguel Graiver, Silvia Cristina Fanjul, Lidia Catalina Gesualdi,
Francisco Fernández y muchos otros. Puntualizó que, al tornarse exigible la obligación,
los demandados ya no se hallaban en Nueva York. A dicho efecto, reseña pruebas
agregadas en la causa, tales como publicaciones periodísticas, sentencia de la Cámara
Federal Contencioso Administrativa que homologa el acuerdo de indemnización del
Estado Nacional a la familia Graiver decreto 2330/85 que aprueba convenios que
incluyen a todos los demandados, de los que además infirió, que éstos fueron
desposeídos de sus bienes y que no se hallaban en Nueva York al tiempo de la
exigibilidad de la deuda.
Destacó, por otra parte, que es también arbitrario sostener que la apertura de la sucesión
de David Graiver acredita su domicilio en la República Argentina, lo que sólo surge de
testimonial que entra en contradicción con la restante prueba incorporada a la causa, que
prueba que el causante no habría tenido otro domicilio que el de Nueva York al tiempo
de su fallecimiento. Concluyó que el domicilio de la sucesión es un domicilio ficto, sólo
hábil para decretar la apertura del trámite universal ante los tribunales locales.
Expresó que la sentencia impugnada sostiene que la ausencia de los demandados debe
producirse con posterioridad al momento de la celebración del negocio y no en forma
concomitante, criterio que, asociado a la idea de que los demandados no se hallaban en
Nueva York al tiempo de la celebración, sino que tenían su domicilio en la Argentina,
se contradice con la ausencia sobreviniente a la concertación del mutuo demostrada en
la causa, por lo que concluyó que la sentencia resulta contradictoria con las pruebas y
constancias del expediente, de las cuales a la postre vino a prescindir sin dar motivos
razonables.
De ello se debe inferir -indica- que el plazo se hallaba suspendido mientras los
demandados no se encontraban en el lugar de ejecución, y se volvió a suspender cuando
se produjo su traslado a España, lo cual impidió la prescripción de la acción.
Afirmó, también, que el tribunal incurre en una afirmación dogmática cuando señala
que la causal de suspensión debe producirse con posterioridad al acto negocial que
genera la acción y no de manera concomitante, por cuanto no surge de la normativa
extranjera que quien invoca la causal deba probar tal circunstancia; por otra parte,
señaló la arbitrariedad en que incurre el sentenciador al aplicar normas del Código Civil,
no obstante haber expuesto que aplicaría la normativa extranjera.
Si bien luego nada expone en redor de esta última defensa, esa Corte ha dicho reiteradas
veces que, en la medida en que se alude al mantenimiento de agravios que han sido
desarrollados en el recurso extraordinario que en copia se acompaña a la presentación
directa, no vale extremar rigorismos formales para rechazar por dicha razón la
procedencia del recurso (T. 306, p. 1785, etc.).
En consecuencia, si bien el buen orden impondría comenzar por analizar las quejas
vertidas en lo referente a cuál sería en definitiva el derecho aplicable en el sub lite con
arreglo a la letra y el espíritu de tratados internacionales, lo cual configuraría una
cuestión federal por remitir a la inteligencia de dichos tratados, lo cierto es que una
reiterada jurisprudencia de esta Corte sostiene que, mediando la invocación de
arbitrariedad, corresponde primero estudiar ese aspecto, desde que si se concluyera que
ese vicio se configura todo el contenido de la decisión caería en virtud de que no
existiría en rigor un acto jurisdiccional (Fallos: 312:1034; 318:189).
Por ende, debemos nomás comenzar por el análisis de la temática central que se eleva a
través de esta queja; esto es, que no obstante concordar con los jueces de la causa en que
el derecho aplicable es el de Nueva York, éstos habrían empero sido arbitrarios en lo
referente al rechazo de la postura de la recurrente acerca de las causales de suspensión
que habrían operado en la especie a raíz de la ausencia sobreviniente de los demandados
del Estado de Nueva York.
No creo para nada ocioso recordar, en esta oportunidad, el carácter excepcional que
reviste esta doctrina de V.E. Por su invocación, como siempre se ha dicho, no se puede
pretender convertir a esa Exma. Corte en un tribunal de tercera instancia o,
eventualmente, en otro de casación del derecho común, ya que ello es imposible con
arreglo a nuestro ordenamiento jurídico, que establece límites muy precisos en la
Constitución y en la ley en lo que hace a la jurisdicción de dicho Tribunal Elevado.
Si una cosa surge clara, a mi modo de ver, a este respecto, es que la decisión que se
apela en modo alguno incurre en alguno de los vicios extremos que permiten la
descalificación de la sentencia, ya que dista de estar huérfana de argumentos de derecho
común, irrevisables en esta suprema instancia federal, cuando no ofenden la
racionalidad o resultan meras divagaciones aparente. Por el contrario, los jueces de la
causa han vertido con sobrados fundamentos posibles sus conclusiones sobre los temas
en debate, en el marco de cuestiones que, como la propia apelante lo revela, son
francamente opinables y suscitan incluso en la doctrina opiniones divergentes.
En tal caso, por la vía del recurso extraordinario no puede pretenderse que V.E. exponga
eventualmente su opinión al respecto, toda vez que, como queda dicho, sólo su
actividad jurisdiccional debe limitarse a verificar la validez del acto, mas no su grado de
acierto o desacierto.
Cabe advertir, en este sentido, que la actora, una vez aceptada la aplicación del derecho
de Nueva York, resiste lo atinente a la prescripción y, en su caso, cómo se habría
considerado el tema de la suspensión de dicho plazo.
Los jueces de la causa vertieron sobre estos temas suficientes argumentos que ponen a
su sentencia al abrigo de la tacha que se le pretende endilgar, pues no sólo consideraron
aplicable el derecho neoyorkino por la norma del art. 1205 del Código Civil con arreglo
a las prescripciones de tratados internacionales, sino que puntualizaron que, además, el
derecho de ese país había sido pactado expresamente por las partes, quienes no hicieron
ninguna salvedad expresa acerca de que fueran otras normas las que regirían la
prescripción. Y en cuanto al alcance que pudiese tener en el sub examine la teoría del
uso jurídico, cabe señalar que el recurso peca de fundamentación indispensable, cual
sería la acreditación de que en aquel estado norteamericano los jueces sostendrían otra
interpretación diferente a las que aquí sostuvieron los nacionales en punto a la
inteligencia de los conceptos de sobreviniente o contingente, tema que, por lo demás, la
actora sólo pudo acreditar que, en todo caso, algún otro autor distinto a los que
invocaron los juzgadores tendría una opinión diferente a éstos, extremo que, a lo sumo,
lo que pone en evidencia nuevamente es el grado de opinabilidad que existe en estos
tópicos de derecho común. De igual modo, la disputa sobre el domicilio que los jueces
de la causa tuvieron por cierto con apoyo en las constancias del expediente sucesorio,
sólo configura otra mera discrepancia inhábil para que funcione la doctrina de la
arbitrariedad.
Una vez que descartamos el recurso en los temas desarrollados en la queja, cabe pasar
ahora a analizar la defensa subsidiaria de la aplicación del plazo decenal de nuestro
código.
Asimismo, sostiene el fallo la aplicación del artículo 1205 del Código Civil, que
establece que los contratos como el presente, celebrados fuera del territorio de la
República Argentina, serán juzgados en cuanto a su validez o nulidad, naturaleza y
obligaciones que produzcan por la ley del lugar en que hubiesen sido celebrados. En el
caso la del Estado de Nueva York, de los Estados Unidos de Norteamérica, régimen
legal al que también, señaló coincidentemente con el a quo, se sometieron
voluntariamente los contratantes.
Tal omisión en el recurso del accionante, en mi parecer, bastaría para desestimar los
agravios referidos a qué norma es la que finalmente se habrá de aplicar en el caso, por
carecer el recurso de fundamentación y critica suficiente del núcleo central del
decisorio, que gira en torno a cómo se debe determinar si la obligación que surge de la
documentación que acredita su existencia se encuentra o no prescripta.
En ese sentido es del caso señalar además, que la cámara puso de relieve que no
resultaba óbice para la aplicación de la ley extranjera, que sostuvo sobre la base de lo
expuesto en los párrafos que anteceden, el artículo 2° de la Convención citada, en tanto
dicha legislación vino a consagrar la teoría del uso jurídico, por la cual los jueces
nacionales se ven obligados a aplicar la normativa extranjera, como lo harían los jueces
del lugar cuyo derecho es aplicable, señalando que así sucedió en el sub judice.
Debo reiterar a su vez sobre el punto, que el recurrente tampoco demuestra cuál sería
esta aplicación como es exigible, dada la naturaleza excepcional del recurso, sobre la
base de jurisprudencia de los Estados Unidos de Norteamérica, de modo pormenorizado
y en qué medida los jueces argentinos de apartaron de esos criterios adoptados por la
magistratura de esa Nación, y, en que otra medida ello se ajusta a casos análogos al aquí
estudiado.
Por su lado, la interpretación que realiza el recurrente, para llegar a la conclusión de que
sería aplicable al caso en cuanto a la prescripción de la acción, el artículo 4023 del
Código Civil, sólo a la postre tiene apoyo en la exclusiva consideración que realiza,
acerca que de la mencionada norma dimana un problema trascendente a dilucidar en
autos, cual es que, en nuestro ordenamiento jurídico, la prescripción se encuentra
regulada en el código de fondo y en los Estados Unidos en el derecho procesal, de lo
cual extrae, que las cuestiones procesales como la de las "limitations" se rigen por la ley
del lugar donde tramita el conflicto, es decidir la del foro, solución que, según expresa,
se desprendería de lo aseverado por el consultor técnico de autos.
En cuanto al punto, cabe destacar que el recurrente, por un lado, reduce la supuesta
crítica del fallo a la interpretación de la norma federal, a plantearse la pregunta señalada
precedentemente (si es de aplicación al caso el derecho extranjero), y por otro, si en el
marco del artículo 1205 del Código Civil, la prescripción es una cuestión que haga a la
validez o nulidad, y a la naturaleza u obligaciones que nacen de un contrato de mutuo
que vincula a las partes. Concluye de tales antecedentes, que el reenvió es el medio
adecuado para la solución del caso y que si la ley elegida por las partes, en torno a la
relación sustancial, no contiene normas relativas a la prescripción, parece natural
utilizar dicho reenvío para aplicar la ley del foro.
Tales argumentos, reitero, no pueden considerarse una crítica razonada o ponderada del
fallo, en tanto no se han atacado los razonamientos del a quo, a que me refiero en los
puntos IV y V, ni la relación normativa allí formulada, del régimen legal de nuestro
Código de Fondo y del Tratado de Montevideo, que permiten concluir que no existe
dificultad alguna para aplicar el derecho extranjero al que las partes sujetaron por propia
voluntad sus obligaciones. Tampoco efectúa cuestionamiento alguno a la aplicación que
hace el sentenciador de la norma federal supuestamente en juego, en tanto se desprende
que la aparente cuestión federal que suscita la interpretación del artículo 2° de la
Convención no lo es tal, porque cabe poner de resalto, no existe contradicción ni
controversia alguna entre el fallo y lo expuesto por el apelante, sobre que dicha norma
no vino a determinar cual es la norma aplicable (existe -dijo- un vacío normativo) sino a
consagrar "la teoría del uso jurídico" es decir, el modo de aplicación en el foro de la
norma extranjera, que se ha establecido como aplicable en el caso.
Así lo ha entendido también la doctrina, al señalar que la teoría del uso jurídico, sólo
determina que si se declara aplicable a una controversia un derecho extranjero, hay que
darle el mismo tratamiento de fondo que con el máximo grado asequible de
probabilidad le daría el juez del país cuyo derecho ha sido declarado aplicable.
Por otra parte, se ha destacado que si el punto de conexión es preciso y señala como
aplicable una reglamentación extranjera zonal, como es el caso (las partes se sometieron
a la reglamentación del Estado de Nueva York), se debe aplicar el derecho de este
Estado. Así también que en casos como el presente se estaría en presencia de la teoría
de la incorporación del derecho extranjero (legislación material y formal), basada en el
concepto de soberanía (previsión ésta que surge de la disposición del artículo 1205 del
Código Civil), que intenta evitar que se produzca un rechazo orgánico con el cuerpo
legal propio, cuestión que ha sido debidamente tratada por el juzgador, al analizar y
concluir, mediante una relación normativa de las restantes disposiciones del citado
código, que no existe controversia con los principios del derecho público nacional
(conf. Werner Goldsmith “Derecho Internacional Privado” -pags. 119/146-, Octava
Edición, Depalma, 1992).
Por otra parte, es de destacar que tampoco se advierte que se halle en juego, como lo
señala la recurrente, el principio de la seguridad jurídica relacionado con el
cumplimiento de las transacciones internacionales, en tanto y en cuanto la materia de
discusión se limita a la determinación, acerca de si resulta aplicable o no una norma
extranjera, pactada entre las partes, de una negociación de naturaleza internacional, y la
decisión sostiene el cumplimiento de lo convenido por ellas, en materia de legislación
aplicable a la controversia.
Por otra parte, con relación a las posibles causales de suspensión de la prescripción para
demandar en el Estado Argentino, se puso de relieve en el dictamen del Ministerio
Público, al que remite el fallo, que la sucesión (que es demandada en este proceso), se
inició a pocos días del fallecimiento del obligado principal, y que la accionante, no
acreditó en modo alguno actividad judicial, como finalmente lo hiciera, ni se presentó,
como hubiera correspondido en dicho proceso universal para hacer valer sus derechos
en un lapso más que prolongado. A mi juicio, no constituye un argumento válido para
controvertir tal aserto, la alegada situación de dificultad para accionar, por ausencia del
país de los herederos y los avalistas, la persecución que sufrían y las posibles
consecuencias, que se derivarían para terceros al establecer una relación procesal, con
quienes estaban perseguidos y desposeídos de sus bienes, a poco que se tenga en cuenta
que no existió obstáculo en promover el sucesorio.
Por todo lo cual, opino que V.E. debe desestimar la presente queja al no haber, en rigor,
desinteligencias sobre normas federales sino exclusivos aspectos de derecho común, y
de hecho y prueba.- Buenos Aires, 10 de Julio de 1999.- F. D. Obarrio.
Considerando: 1. Que los agravios que el apelante invoca como de naturaleza federal no
suscitan la apertura del recurso extraordinario pues no existe relación directa e
inmediata entre la cuestión litigiosa y la Convención Interamericana sobre Conflictos de
Leyes en Materia de Sociedades Mercantiles citada por el recurrente (art. 15, ley 48). En
efecto, la controversia no concierne a la interpretación o aplicación de un tratado
internacional, sino a la elección de la ley aplicable a la prescripción y a la existencia de
circunstancias fácticas que, en ese ordenamiento, producirían ciertas consecuencias
jurídicas. En suma, se debaten cuestiones de hecho, prueba y derecho común, ajenas a la
competencia extraordinaria de este Tribunal (doctrina de Fallos: 303:1542; 312:396;
315:2599).
2. Que más allá del acierto o del error del razonamiento que lleva al tribunal a quo a
designar al derecho del Estado de Nueva York como aplicable a la prescripción de la
acción por cumplimiento de un contrato internacional, es evidente la razonabilidad de lo
resuelto, por cuanto implica dar efecto al derecho elegido por las partes, en un válido
ejercicio de la autonomía de la voluntad, dentro de los límites impuestos por el orden
público internacional, lo cual descarta el vicio de arbitrariedad.
3. Que los agravios atinentes a la configuración de las causales de suspensión del curso
de la prescripción, a la residencia de las partes al tiempo de la firma de los documentos
y a la prescindencia de prueba relevante, sólo reflejan discrepancias con fundamentos
desarrollados por los jueces de la causa sobre materia no federal. Tampoco se ha
configurado un supuesto de gravedad institucional, pues en la especie sólo se discuten
derechos patrimoniales que no exceden el mero interés de las partes (doctrina de Fallos:
303:261; 304:848; 312:2150).
Por ello, y en forma coincidente con lo dictaminado por el señor Procurador Fiscal se
desestima la queja. Declárase perdido el depósito.- J. S. Nazareno. E. Moliné O'Connor.
C. S. Fayt. A. C. Belluscio. E. S. Petracchi. A. Boggiano.