Está en la página 1de 5

"El proceso de análisis científico que, partiendo de datos múltiples y confluyentes y

a través de la descripción, comprensión y, en su caso, explicación de la Conducta


de un sujeto o grupo humano, tiene como objeto la intervención, en términos de
predicción, orientación, modificación o experimentación".Un proceso que se
caracteriza con las peculiaridades necesarias para adaptarlo a los diferentes
contextos de la intervención psicológica, por los siguientes aspectos y contenidos:

a) Incluye al Evaluador, al Evaluado y a lo Evaluado.

b) Se articula en diferentes tareas, que suelen corresponderse con distintas fases


del proceso:

1. Especificación del problema o de la demanda que origina la intervención.

2. El análisis y valoración del problema o demanda mediante técnicas


de evaluación específicas.

3. Formulación de hipótesis.

4. Valoración de los hipótesis y adopción de decisiones.

5. Establecimiento de un plan de intervención, y

6. Valoración y seguimiento de la intervención realizado.

La errónea identificación exclusiva del Psicodiagnóstico con valoraciones


basadas en criterios psicodinámicos, ha sido argumento frecuentemente esgrimido
para oponer al Psicodiagnóstico Tradicional la llamada Evaluación Conductual. El
llamado psicodiagnóstico tradicional ha dependido de diversas condiciones
(propiedades de los instrumentos; tipos y características de los criterios; niveles de
inferencia de las valoraciones y predicciones, etc.) y quizá ha carecido hasta
épocas recientes de modelos integradores que delimiten la evaluación como
proceso en el contexto de la intervención psicológica. En cambio
la evaluación conductual nace como un conjunto de planteamientos teórico-
metodológicos y sólo más tarde se interesará por los instrumentos
de evaluación, en un intento de recuperar para sí la fundamentación y
procedimientos psicométricos. Así puede apreciarse entre nosotros en lo reciente
obra de Silva (1989).

Evaluación Forense
Las necesidades valorativas que se dan en el contexto jurídico han estructurado
una nueva vertiente: la Evaluación Psicológica Forense, con aplicaciones múltiples
para dar respuesta a situaciones muy variados (véase p.e. Avila, 1986d), de entre
los que destacamos como ejemplo: Valoraciones periciales de todo tipo (de interés
para las acciones civiles y penales); Selección y formación de policías; Valoración
de testimonios; Valoración de la Competencia Civil; Clasificación y valoración
penitenciaria; y posiblemente en un futuro próximo la valoración de jurados y el
apoyo a la toma de decisiones por jueces y jurados.

Evaluación Conductual
La perspectiva conductual en evaluación psicológica comenzó en España junto
con la introducción vigorosa y sistemática de la investigación, enseñanza y
aplicación de la terapia y modificación de Conducta en distintos centros de
Barcelona hacia finales de los 60 y principios de los 70 (es decir, por los mismos
años en que la evaluación conductual comenzaba a perfilarse a nivel
internacional).

Evaluación Clinica
El panorama de la evaluación clínica de base psicométrica (incluyendo los
desarrollos proyectivos) se ha complejizado notablemente en las dos últimas
décadas. Mientras la praxis tradicional discurría en base al MMPI o las técnicas
proyectivas, la aparición de múltiples escalas clínicas tipo cuestionario y escalas
de evaluación, ha marcado netamente la escena de la evaluación. Estos nuevos
instrumentos, sin embargo, con frecuencia han sido muy escasamente
investigados, utilizándose traducciones deficientes, sin los más elementales
estudios psicométricos necesarios para llevar a cabo una verdadera adaptación.
Revisaremos brevemente en lo que sigue los principales desarrollos en este
campo.
Entre las escalas clínicas para un determinado síndrome o trastorno abundan
numerosos ejemplos de adaptaciones: El Inventario de Depresión de Beck (IDB)
(v.c. Conde, Esteban et al.); la Escala Autoaplicada para la Depresión de Zung
(SDS) (Conde et al.); La Escala de Ansiedad de Hamilton; Cuestionario de
Obsesiones y Compulsiones de Rachman y Hodgson (MOCQ) (v.c. Avila, 1986);
Inventario de Obsesiones y Compulsiones de Leyton (v.c. de Avila, 1986); medidas
de alcoholismo (Echeburúa y del Corral, 1987).
Abundan igualmente la adaptación o construcción de escalas para constructos de
interés clínico: Ansiedad manifiesta (Fierro et al, 1987); Autoestima implícita
(Fierro, 1986); Tipo A (Sánchez-Elvira et al, 1987); Estrés en pacientes crónicos
(Reig, 1984); Lugar de Control (Godoy et al, 1987); Habilidades Sociales (Blanco,
Caballo et al, 1987); Autoconcepto (Estudios con la Escala Piers-Harris: Fierro et
al, 1987); Acontecimientos Vitales (Sola y Vizcarro, 1987).
Las pautas o guías de entrevista clínica para la valoración de los trastornos han
fijado también el interés de los investigadores españoles. La Entrevista para la
valoración diagnóstica de la Esquizofrenia y los Trastornos Afectivos (SADS;
Spitzer et al.) fue adaptada por Vizcarro et al. (1986); La Entrevista Clínica
Estructurada para el Diagnóstico DSM-III-R (SCID-R; Williams y Spitzer) cuenta
con varias versiones castellanas, en curso de clarificación y publicación. Mientras
los instrumentos tipo escalas o auto-informes han poblado la escena clínica, las
Técnicas Proyectivos han seguido ocupando -y ocupan en la actualidad- un
importante lugar en la práctica de la evaluación clínica.

EVALUACION PSICOLOGICA EN EL CONTEXTO EDUCATIVO

La evaluación psicológica es necesaria en el contexto educativo como corpus


teórico-tecnológico que aporta medios para conocer y objetivar las características
individuales de los alumnos, o fin de acomodar y optimizar los procesos de
enseñanza-aprendizaje a las particularidades de cada alumno.

Para la realización de tal cometido hay evidentes dificultades. Las limitaciones de


la Evaluación Psicológica en el ámbito educativo han sido enormes.

A nuestro juicio tres son los grandes problemas a los que se enfrenta
la evaluación educativa (aunque no son exclusivos de este contexto),

1. Notable inadecuación entre los conceptos que defiende la psicología actual y


los que están implícitos en las técnicas de evaluación al uso.

2. Notable inadecuación relativa al peso otorgado al análisis de los fenómenos


interaccionales, y la casi imposibilidad de evaluación de tal aspecto
educativamente.

3. Notable inadecuación a nivel técnico.

EVALUACION NEUROPSICOLOGICA

La elección de técnicas e instrumentos de evaluación adecuados es un aspecto


esencial de la praxis neuropsicológica, ya que esta decisión no sólo condiciona el
tipo de datos que vamos a obtener sino que, trascendiendo el plano meramente
psicométrico, determina las inferencias psicodiagnósticas y la posible planificación
de un tratamiento rehabilitador que elaboraremos a partir de ellos.

En España la práctica de la evaluación neuropsicológica se ha basado durante


décadas en la mera utilización de los tests de L. Bender y A. Benton (TRV), junto
algunos otros de menor difusión (p.e. la figura complejo de A. Rey). El
conocimiento de las baterías neuropsicológicas ha sido frecuentemente
nominal. En la última década, sin embargo, varios grupos de investigadores
españoles han contribuido a salir de este impasse, principalmente R. Fernández-
Ballesteros, L. Manning, D. Manga, T. Ortiz y M. Torres, entre otros. Si las
examinamos desde una perspectiva posibilista, podemos reunir las técnicas
de evaluación neuropsicológica más ampliamente utilizadas en tres grandes
grupos:

a) Pruebas utilizados para la clasificación diagnóstica. Generalmente son pruebas


compuestas de un variado número de subtests, que a veces incorporan ítem
sueltos de tests tradicionales y que permiten una exploración superficial de las
características comportamentales del sujeto. El Composite Mental Status
Examination de Strub y Block (1979) puede considerarse un ejemplo de este tipo
de pruebas.

b) Otro objetivo de pruebas lo constituyen aquellos cuyo objetivo


consiste en establecer relaciones funcionales entre alteraciones
comportamentales y localización de la lesión. Los pruebas utilizados por Luria
(1973) responden a este segundo criterio de clasificación.

Una característica común o ambos tipos de pruebas es la falta de una labor de


análisis cuantitativa (psicométrico) que garantice la idoneidad del instrumento para
aquello que se supone está analizando. Las pruebas de Luria han sido
adaptadas en España para su utilización con niños por Dionisio Manga y
Francisco Ramos, desarrollando la fundamentación empírica necesaria.

c) El último grupo lo constituyen las baterías más genuinamente


neuropsicológicas: La Batería Halstead-Reitan (1974), de la que en España se ha
dispuesto de una versión preparado a partir de la Batería de Titres y la Batería
Luria-Nebraska (1981), no disponible hasta el presente. Ambas tienen como
objetivo común la descripción detallada del comportamiento global del sujeto.
Estas baterías proporcionan información útil respecto a dos aspectos: Niveles de
ejecución, análisis de patrones de Conducta y análisis comparativo de la
actividad en ambos lados del cuerpo. Así mismo se diferencian de las pruebas de
los grupos anteriores por haber sido objeto de análisis estadísticos para establecer
las características de validez y fiabilidad. En las pruebas que componen las
baterías, lo cual impide comparar el rendimiento de un mismo sujeto en diferentes
actividades (Golden, 1981; Russell, 1987).

En base a estas consideraciones pueden deducirse los siguientes extremos:

a) Aún aceptando que, debido a la utilización eminentemente clínica de los tests


neuropsicológicos, estas pruebas están referidas a criterios y no a normas,
creemos conveniente reiterar que, para un mejor desarrollo de cada puntuación,
es necesario recuperar algunos aspectos referidos a las garantías científicas del
instrumento de medida. En este sentido pensamos que la medida propuesta por
Russell (1987) respecto de la necesidad de normalizar las diferentes pruebas de
una batería será una forma sensata de paliar el problema.
b) El actual desarrollo de las formulaciones teóricas de la Psicología Cognitiva
requiere la elaboración de nuevos instrumentos psicológicos que, en lugar de
centrarse en el análisis de los patrones convencionales de Conducta (atención,
memoria, discriminación perceptiva, etc.) tengan en cuenta aspectos como los
procesos de adquisición, elaboración y acceso a la información; detección de los
"puntos fuertes" y los "puntos débiles" de un paciente con vistas a la planificación
de programas de rehabilitación, etc. Destaca la aparición reciente de textos como
el de Ellis y Young (1989) que señalan como uno de los objetivos básicos de la
neuropsicología cognitiva es explicar "patrones de ejecución cognitiva perturbados
e intactos en pacientes lesionados cerebrales en términos de alteración de uno o
más componentes del funcionamiento cognitivo normal" (p. 17).

Un último aspecto que queremos resaltar y podemos plantearnos desde la


perspectiva de la evaluación, concierne a la actual expansión de la
neuropsicología hacia otros ámbitos de aplicación no hospitalarios. Las
publicaciones relativamente recientes de Hynd y Obrezut (1981) y Malatesta y
Jortlage (1982) ha puesto de manifiesto la posibilidad de aplicar los principios de la
neuropsicología para intentar una explicación de la relación existente entre el
funcionamiento cerebral y el comportamiento desde una perspectiva evolutiva. Se
parte del principio siguiente: Si aceptamos que los hemisferios cerebrales son los
estructuras básicos subyacentes a los procesos cognitivos es lícito plantearse el
análisis de la aparición y desarrollo de tales procesos como indicadores del
funcionamiento y evolución del S.N. y el desarrollo comportamental en sujetos no
necesariamente lesionados cerebrales. La creciente aparición de técnicas como la
taquistoscópica, de escucha dicótica de potenciales evocados, etc., posibilitan el
análisis de determinados aspectos del funcionamiento cerebral en sujetos sanos,
adultos, o en grupos de población infantil.

En resumen, dos temas son especialmente importantes para el futuro próximo de


la evaluación neuropsicológica. En primer lugar manifestar la necesidad que
tenemos de, por una parte, crear nuevos instrumentos de medida, y por otra
elaborar estos instrumentos con las máximas garantías posibles de
cientificidad; En segundo lugar, la aparición de técnicas incruentas de análisis
funcional del cerebro (p.e. la TAC) abren nuevos horizontes a este modelo
psicológico que con las posibilidades de análisis del cerebro intacto podemos decir
que pasa de ser esencialmente neuropsicoparalógico a tomar consistencia como
auténticamente neuropsicológico.

También podría gustarte