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PRESUPUESTOS:
a) “Fe y razón son dos alas con las que el espíritu humano se eleva a la contemplación de la
verdad” (FR introducción).
b) La revelación cristiana es “verdadera estrella que orienta al hombre” (FR 15.)
IDENTIDAD: disciplina orientada a fundar y justificar la pretensión de verdad de la Revelación
cristiana como propuesta sensata de credibilidad a fin de dar razón de la Esperanza (1Pe 3,15).
HORIZONTE DE VERDAD:
ENRAIZADA EN LA TRADICIÓN TEOLÓGICA: Este binomio encuentra sus raíces en las medievales
sistematizaciones teológicas que abordaron la cuestión de la fe frente a la razón, en los tratados
de los loci theologici de la fe y de las quaestiones disputatae. Se trata del tradicional problema de
articular la trascendencia y la inmanencia del hombre, salvando su mutua relación y autonomía.
Por otra parte, la Ilustración dio un giro antropológico que llevó al hombre actual a asumir las
cuestiones tradicionales desde la clave de la credibilidad de la revelación y de la posibilidad del
acto de fe del sujeto creyente.
Esta articulación de la dimensión sobrenatural de la fe y de la dimensión natural de la razón
encuentra luz en el axioma escolástico: “la gracia no destruye, sino que presupone y perfecciona la
naturaleza”1. A su vez, el Concilio Vaticano I defendió la razonabilidad de la fe; la fundamentación
racional del acto de fe; y la comprensión de la fe por la vía de la analogía que ofrece el
conocimiento natural o la interconexión que los misterios de fe presentan con el fin último y
sentido del hombre. En el Concilio Vaticano II, la Iglesia se presentó como signo para toda la
humanidad que camina hermanada hacia la comunión escatológica. Ella, en su forma histórica,
social, visible y pública refleja el camino que la voluntad divina tiene previsto para la consumación
final de toda la creación. La Iglesia es sacramento de salvación con un valor interno, en cuanto que
sacramento primordial y raíz de los sacramentos y con un valor externo de misión-servicio y de
mediación.
ESQUEMA:
ESTATUTO HUMANO:
1
Cf. Santo Tomás y San Buenaventura.
DIALOGOAL-CONTEXTUAL: Es el servicio diaconal intelectual, que surge de la escucha del tiempo
contextualizado y del otro. Esto da a la Teología Fundamental un carácter fronterizo y de
mediación con los diversos ámbitos y realidades de nuestro mundo. Por otra parte, supone una
perspectiva de asunción, purificación y elevación (Cf GS 17) de la realidad contextual.
Especialmente, esta mediación se da por la “metafísica del testimonio” a fin de poder lograr la
propuesta de una “martiría significativa”.
De este modo, la Teología Fundamental se propone, en este manual, como “un relato humano -
testimonial e intelectual a la vez – sobre la Revelación cristiana que pone de relieve los motivos por
los que se cree en ella como propuesta de sentido”.
TENSIÓN CONTEXTUAL: En la actualidad se percibe tanto el conflicto entre los diversos universos
actuales, cada cual con su respectiva pretensión de sentido exhaustivo, como el que se da entre
los universos resignados a sentidos sólo provisorios, limitados y relativos. En esta tensión, la
Teología Fundamental apunta a presentar la Revelación, la Fe, la Iglesia y la Vida cristiana como un
universo de sentido y sentido de todo auténtico universo interpretativo.
c. CAPÍTULOS
PRIMER CAPÍTULO: El acceso del hombre a la Revelación. Posibilidades antropológicas de acceso a
la Revelación y paso del hombre oyente al hombre creyente.
Los tres siguientes capítulos son la respuesta a las tres preguntas veritativas teologíco-
fundamentales sobre el sentido que tiene posibilitar la triple mostración:
Toda esta Teología Fundamental busca el “fides quarens intellectum” de san Anselmo, a fin de
mostrar, en perspectiva del argumento de conveniencia que santo Tomás explica así: “ tanto un
medio es más conveniente para la consecución del fin, cuanto en {el concurren más ventajas para
lograr ese fin”. (ST III, q46, a3).
d. OBJETIVO FINAL:
Lograr una Teología Fundamental que logre su función de preparar para responder a todo el que
pida dar razón de la fe y de la esperanza que hay en el creyente (1Pe 3,15).