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Por Manuel Acuña (1849-1873)

I V IX
¡Pues bien! yo necesito A veces pienso en darte ¡Bien sabe Dios que ese era
decirte que te adoro mi eterna despedida, mi mas hermoso sueño,
decirte que te quiero borrarte en mis recuerdos mi afán y mi esperanza,
con todo el corazón; y hundirte en mi pasión mi dicha y mi placer;
que es mucho lo que sufro, mas si es en vano todo bien sabe Dios que en nada
que es mucho lo que lloro, y el alma no te olvida, cifraba yo mi empeño,
que ya no puedo tanto ¿Qué quieres tú que yo haga, sino en amarte mucho
al grito que te imploro, pedazo de mi vida? bajo el hogar risueño
te imploro y te hablo en nombre ¿Qué quieres tu que yo haga que me envolvió en sus besos
de mi última ilusión. con este corazón? cuando me vio nacer!

II VI X
Yo quiero que tu sepas Y luego que ya estaba Esa era mi esperanza...
que ya hace muchos días concluído tu santuario, mas ya que a sus fulgores
estoy enfermo y pálido tu lámpara encendida, se opone el hondo abismo
de tanto no dormir; tu velo en el altar; que existe entre los dos,
que ya se han muerto todas el sol de la mañana ¡Adiós por la vez última,
las esperanzas mías, detrás del campanario, amor de mis amores;
que están mis noches negras, chispeando las antorchas, la luz de mis tinieblas,
tan negras y sombrías, humeando el incensario, la esencia de mis flores;
que ya no sé ni dónde y abierta allá a lo lejos mi lira de poeta,
se alzaba el porvenir. la puerta del hogar... mi juventud, adiós!

III VII
De noche, cuando pongo ¡Qué hermoso hubiera sido
mis sienes en la almohada vivir bajo aquel techo,
y hacia otro mundo quiero los dos unidos siempre
mi espíritu volver, y amándonos los dos;
camino mucho, mucho, tú siempre enamorada,
y al fin de la jornada yo siempre satisfecho,
las formas de mi madre los dos una sola alma,
se pierden en la nada los dos un solo pecho,
y tú de nuevo vuelves y en medio de nosotros
en mi alma a aparecer. mi madre como un Dios!

IV VIII
Comprendo que tus besos ¡Figúrate qué hermosas
jamás han de ser míos, las horas de esa vida!
comprendo que en tus ojos ¡Qué dulce y bello el viaje
no me he de ver jamás, por una tierra así!
y te amo y en mis locos Y yo soñaba en eso,
y ardientes desvaríos mi santa prometida;
bendigo tus desdenes, y al delirar en ello
adoro tus desvíos, con alma estremecida,
y en vez de amarte menos pensaba yo en ser bueno
te quiero mucho más. por tí, no mas por ti.

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