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pequeña historia

de
Gabriela
Mistral
En el año 1945 la Academia Sueca concedió el pre-
mio Nobel de Literatura a Gabriela Mistral, una chi-
lena que fue maestra y amó mucho a los niños. Y
como su historia es muy interesante os la vamos a
contar.

Infancia

Nació en Vicuña, un pueblecito chileno del valle de


Elqui, en la primavera de 1889. Se llamó Lucila Go-
doy Alcayaga, pero todo el mundo la conoce por el
nombre de Gabriela Mistral con el que firmó sus es-
critos.

Gabriela Mistral fue una niña que no pudo tener ca-


prichos ni juguetes. Pero tampoco los necesitó por-
que con el cariño de su madre ya lo tenía todo. La
quiso mucho y síntió por ella una gran admiración.
También por su hermana, con cuyo sueldo de maes-
tra vivían las tres, pues el padre se desentendió de
la familia y las dejó solas.
En la vivienda de Monte Grande había un huerto, y,
en aquel trocito de campo metido en su casa, con-
templaba cómo crecían las plantas, cuáles la re-
creaban con su olor y cómo se marchitaban las flo-
res. Por las tardes, cuando el sol le había dicho
adiós, las regaba. Las impresiones de aquellos mo-
mentos tan felices nos las contó después en sus
poesías.
Los mejores recuerdos de su infancia son de Monte
Grande, también en el valle de Elqui. Allí vivió ha- En su huerto se encontraba más a gusto que en un
blando con los montes y con el río, y se sintió tan jardín. Gabriela Mistral siempre se sintió atraída por
dichosa como si hubiera tenido muchos amigos. Y las cosas sencillas y espontáneas; desde muy pe-
allí empezó a descubrir que los hombres de la tierra queña supo descubrir su valor y el encanto de su
son sensatos, sobrios y serenos. Y que su trabajo es belleza. Entre las personas también prefirió las que
la más grande de las actividades humanas. Gabriela viven probremente, las que no se pueden defender
Mistral tuvo siempre una gran veneración por los o no saben cómo hacerlo, todas las que no tienen
campesinos. pretensiones.
También fuera de su provincia fue excelente maes-
tra. En pocos años recorrió Chile de norte a sur.

En el norte estuvo en Antofagasta. Una tierra con


muchas minas y con uno de los desiertos más secos
y pedregosos del planeta, el de Atacama.

El recuerdo de Antofagasta estuvo siempre unido a


un regalo que le hicieron allí. Fue un libro, la Biblia,
que los cristianos tienen en gran estima porque re-
coge las enseñanzas de Dios a los hombres. Gabrie-
la estuvo muy contenta con este regalo, pues decía
que le enseñaba a interpretar la vida.

Por el sur llegó hasta Punta Arenas, junto al estre-


cho de Magallanes. Una estepa inmensa y desolada,
pero que le parecía cálida y acogedora, cuando la
contemplaba desde su escuelita rodeada de un co-
Maestra y educadora rro de niñas.

Empezó a los 15 años. Primero ayudando a la maes- Y en el centro ejerció de maestra en la ciudad de
tra en los pueblecitos próximos a La Serena, la ca- Los Andes junto al río Aconcagua. Este valle, sus
pital de su provincia, y después también en esta montes y el río le trajeron al recuerdo su tierra de
ciudad. Como no tenía título oficial para enseñar en Elqui y la hicieron feliz.
el Liceo de Niñas, sólo se le permitió hacer de se-
cretaria. Pero estudió más y llegó a ser profesora
de Segunda Enseñanza y directora.

Esta región de La Serena se caracteriza porque su


cielo es muy azul, límpido y transparente. Y tan lu-
minoso que las plantas parecen barnizadas y el
agua del río como si despidiera chispitas doradas. A
Gabriela Mistral se le llenaron los ojos de aquel pai-
saje y se enamoró de la naturaleza. Este amor lo
reflejó constantemente en sus escritos.
En 1920 se trasladó a Temuco donde conoció a
Pablo Neruda, un estudiante que empezó a fre-
cuentar su casa. Gabriela Mistral le prestaba libros
y hablaba con él de muchas cosas, pero sobre todo
de literatura.

La literatura es un arte que consiste en saber esco-


ger las palabras más acertadas para expresar de un
modo bello y correcto los propios sentimientos y
deseos, o contar los hechos gloriosos y miserables
En 1914, estando de profesora en el Liceo de Los de los pueblos, o describir las maravillas de la natu-
Andes, la Sociedad de Escritores y Artistas de San- raleza... o explicar otras cosas interesantes. Todo
tiago de Chile organizó unos juegos florales y los esto lo supo hacer muy bien Gabriela Mistral. Por
ganó Gabriela Mistral. Sus Sonetos de la muerte eso a Pablo Neruda, que era mucho más joven, le
fueron premiados con grandes elogios y su fama gustaba hablar con ella y escuchar sus opiniones.
como poeta se empezó a extender entre la gente de
su país. Ninguno de los dos se podía imaginar entonces que,
algunos años después, llegarían a ser famosos por
Parece que estas poesías con las que ganó el pre- sus escritos y recibirían el Premio Nobel de Litera-
mio las escribió a raíz de la muerte violenta de su tura. Gabriela Mistral en 1945 y Pablo Neruda en
prometido. Esta desgracia le afectó mucho y el do- 1971.
lor que le causó lo desahogó en sus versos.
Gabriela Mistral fue una gran educadora. Y porque
amaba a sus alumnos les ayudaba a superar las di-
ficultades. Cuando entraba en la escuela sólo tenía
un deseo: hacer lo posible para que sus discípulos
llegaran a ser más capaces y mejores que ella.
Y algunas veces se dirigía a Dios con esta oración
que ella misma había compuesto:

«Señor, haz de cada uno de mis niños mi verso per-


fecto, para que ellos puedan seguir cantando cuan-
do yo ya no pueda».

Gabriela Mistral decía que educar a un niño es como


hacer una obra de arte. Es como escribir un verso.

El artista esculpe, pinta o escribe para expresar lo


que siente o desea, lo que ve. Para enseñarnos qué
es la verdad, el amor o la libertad. Y, aunque él
muera, la belleza de su obra seguirá trasmitiendo
su mensaje a todos los que la contemplen.

Gabriela Mistral cree que educar a un niño o a una


niña es hacer un hombre o una mujer. Es hacer
hombres y mujeres que sean capaces de trabajar
por el bien y la libertad de su pueblo, por el bienes-
tar de cada uno de sus semejantes.

En 1923, una editorial de Barcelona que quería pu- En esta tarea tan interesante y a la que ella se en-
blicar sus poesías, le pidió unos datos biográficos tregó con toda el alma cumplió los 33 años.
para la introducción del libro. La nota que envió Ga-
briela Mistral decía así:

«Soy cristiana de democracia total... Mis maestros


en el arte para regir la vida son la Biblia, Dante, Ta-
gore y los escritores rusos. (...) Vengo de los cam-
pesinos y soy uno de ellos. (...) Mis grandes amores
son la fe, la tierra y la poesía...»

En esta ocasión no nombró a los niños, pero nos


dejó expresiones de afecto y delicada ternura en
muchas de sus poesías.
Actividades en el extranjero

Su fama como maestra y educadora, su interés bién los pueblos más pequeños y aquellos que es-
para que todos los hombres y mujeres pudieran re- tán escondidos entre las montañas tuvieran la posi-
cibir una enseñanza excelente, se extendieron más bilidad de aprender muchas cosas.
allá de Chile.
El ministro de Educación, José Vasconcelos, sabía
En 1922, el gobierno de México pidió a Gabriela muy bien con cuánto interés y cariño se entregaría
Mistral que participara en la campaña que había or- Mistral a este trabajo. Y no se equivocó. Ella se sin-
ganizado para conseguir que todos los habitantes tió feliz levantando bibliotecas y abriendo escuelas.
de su país supieran leer y escribir. Para que tam-
Cuando terminó su colaboración con el gobierno de
México viajó por el continente americano. Y vivió
tan de cerca las preocupaciones y los problemas de
la gente, que toda América Latina le parecía su pue-
blo. Más, porque en todos estos países, menos en
Brasil, se habla la lengua castellana y el modo de
celebrar las fiestas y de expresar los sentimientos
religiosos es muy parecido. Para comunicarse con
todos ellos se sirvió de una revista que se editaba
en Costa Rica.
En 1926 Gabriela Mistral estuvo en la Sociedad de
Naciones como portavoz del pensamiento de Améri-
ca y depués formó parte de la UNESCO, un organis-
mo especializado en Educación, Ciencia y Cultura.

Después, el gobierno chileno la envió al extranjero


como representante consular de su país. Y en el
año 1929, cuando estaba en Francia, murió su ma-
dre. Gabriela sintió mucho no estar a su lado en
aquel momento. Algunos de sus poemas nos hablan
del dolor que le produjo su separación. Y otros, tal
vez para consolarse, describen su figura humilde y
sencilla como si todavía viviera.

Entre los años 1930 y 1940 estuvo en los países del


Caribe y América Central. También en Portugal y
España, donde llegó hacia 1936, un poco antes de
empezar la guerra civil. Aquí tuvo un gesto que ex-
presó una vez más su interés por los pequeños. En-
tregó el dinero recibido por una de sus publicacio-
nes para mejorar la situación de los niños refugiados.

De España fue destinada a Brasil, y en el año 1945,


cuando estaba en la ciudad de Petrópolis, recibió la
noticia de que se le había concedido el Premio
Nobel de Literatura. La Academia Sueca reconoció
el mérito de la poesía de Gabriela Mistral y la pre-
sentó a las naciones como «un símbolo del idealis-
mo del mundo latinoamericano».

El Premio Nobel de Medicina de este año se dio a


Alexander Fleming por haber descubierto la penici-
lina. Ese antibiótico, gracias al cual se pueden com-
batir muchas infecciones.

En la ceremonia que se hace para entregar los pre-


mios, Gabriela Mistral tuvo que pronunciar un dis-
curso. En él agradeció la deferencia que habían te-
nido con ella, reconoció los valores democráticos
del pueblo sueco, y aprovechó la ocasión para
atraer la atención sobre su querido continente lati-
noamericano, el del hemisferio sur, tan poco y tan
mal conocido.
Después de recibir el Premio Nobel residió por poco
tiempo en Santa Barbara (California). Estuvo unos
tres años en Veracruz (México). Y en el año 1951
había llegado a Italia.

En todos los sitios donde representó a su país ejer-


ció su profesión buscando el bien de los pueblos. No
se hizo rica. Ella necesitaba muy poco para vivir, y
vestía con mucha sencillez. Aunque era amable, la
expresión de su rostro solía ser de desagrado, como
si no estuviera de acuerdo con el ambiente que la
rodeaba.

Así la conoció en una recepción de embajada Jac- modo de ver las cosas y aquel día empezó entre los
ques Maritain, un conocido filósofo francés. Gabrie- dos una gran amistad.
la Mistral estaba en la fiesta pero con el pensamien-
to muy lejano. Ausente de aquel ambiente de lujo y Gabriela tuvo grandes amistades, entre las que des-
elegancia. El gesto severo y aquella expresión de tacaron dos mujeres: la mejicana Palma Guillén,
amargura que siempre tenía llamaron la atención que la acompañó en los momentos más difíciles de
de Maritain. Éste se le acercó y le dijo: «Creo que su vida. Y Doris Dana, una norteamericana que fue
usted y yo no tenemos nada que hacer aquí». Y la para ella, según expresión del propio Maritain, «su
sacó fuera del salón para conversar. Se contaron su ángel de la guarda».
La muerte

Los cuatro últimos añós de su vida fue cónsul en Gabriela Mistral, como siempre, ha escogido los se-
Nueva York. Y aquí, en esta fría ciudad, murió un res más débiles porque cree que son ellos los que
día de invierno, el 10 de enero de 1957. representan la verdadera grandeza de Chile.

Pero Gabriela Mistral sigue viva en su obra: Desola- Aunque murió en Nueva York, sus restos descan-
ción, Tala y Lagar son los tres libros que la hacen san en el valle de Elqui, allí donde nació y donde
presente entre nosotros con su dolor, su amor a los aprendió tantas cosas hablando con la tierra.
campesinos y a los niños, su modo de relacionarse
con la tierra.

El Poema de Chile, que se publicó después de su


muerte, es un canto a su pueblo. Lo escribió para
enseñar a los pequeños los verdaderos valores de
su país. En este poema no hay héroes militares, ni
ciudades. Sus grandes personajes son tres: la mu-
jer, la madre del campo, capaz de resistir cualquier
adversidad; el niño indio, una raza que va desapare-
ciendo; y el «huemulillo», especie de cervatillo casi
extinguido, pero que conserva el destello de oro de
lo que fue.

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