Está en la página 1de 9

Inicio Offarm Medio ambiente y sus efectos sobre la salud.

La oficina de farmacia y la
informa...
 Inicio
 Todos los contenidos
 Acerca de la revista
 Métricas
Información de la revista

Artículo anterior | Artículo siguiente


Vol. 22. Núm. 3.
páginas 115-120 (Marzo 2003)
Exportar referencia

Compartir

Imprimir

Descargar PDF

Acceso a texto completo

Medio ambiente y sus efectos sobre la salud. La


oficina de farmacia y la información sanitario-
ambiental
Javier Doménech
Información del artículo
Texto completo

Descargar PDF

Estadísticas

TEXTO COMPLETO

La relación entre medio ambiente y salud es un hecho aceptado por toda


la comunidad científica y motivo de preocupación para gran parte de la
sociedad. El conocimiento de las relaciones entre los factores
ambientales con la salud y su aplicación a la actividad profesional de la
farmacia es un reto y una necesidad para la adecuación a las nuevas
exigencias sociales.

El farmacéutico es considerado como un profesional de la salud, aunque


se intente, desde ciertos sectores, circunscribir sólo como «especialista
del medicamento». Muy al contrario, el licenciado farmacéutico se debe
distinguir de otros profesionales que trabajan en la farmacia como un
agente integral de salud y el medicamento, un instrumento más a su
disposición para alcanzar los objetivos de calidad de vida que precisa una
sociedad sana o saludable.

La relación entre la salud de la población con el ambiente que le rodea es


un hecho que a estas alturas nadie ya cuestiona. Otra cosa muy distinta es
el grado de implicación o de efectos de uno sobre el otro. No obstante, la
fuerte conexión entre medio ambiente y salud se reconoce expresamente
en la III Conferencia Ministerial del Medio Ambiente y la Salud
(Londres, junio de 1999).

Por otra parte, las encuestas del Eurobarómetro reflejan que lo que
preocupa realmente a la población respecto a la contaminación ambiental
es el riesgo que supone para su salud. En nuestro país, en un estudio
realizado por Environics Internacional en 1998 cifraba en cerca del 80%
la población que creía que los problemas ambientales afectaban mucho o
bastante a su salud.

Establecido el binomio medio ambiente/salud, y el impacto social que


éste tiene, el farmacéutico como profesional sanitario al servicio de la
comunidad precisa cerrar el triángulo de intereses y situar a la oficina de
farmacia como centro de referencia de información sanitaria y ambiental.

La oficina de farmacia es un establecimiento idóneo para desarrollar esta


labor divulgativa, formativa y científica de las repercusiones que tiene el
ambiente en la salud de la comunidad, porque es un establecimiento
sanitario, porque está cerca del usuario y porque está al frente un
licenciado capacitado y con un amplio conocimiento de su entorno.

La intención de este artículo es mostrar las dos caras de la moneda: por


un lado, definir de manera somera qué problemas ambientales tienen
repercusión sobre nuestra salud y por otro, qué labor se puede desarrollar
en este ámbito desde la oficina de farmacia.

Problemas ambientales y salud humana

Existen, ciertamente, muchas lagunas en cuanto a la relación directa de


los factores ambientales y los efectos concretos que causan en la salud
humana. Estas lagunas no se deben, sin embargo, a la ausencia de certeza
en que esa relación existe, sino a la escasez de estudios concretos de
determinadas sustancias o la combinación de éstas sobre nuestro
organismo.

La causa de este hecho es el desfase entre los avances de los sistemas de


medición, por ejemplo, la calidad de aire de las ciudades o del agua
potable, y la extrapolación de estas medidas con las consecuencias sobre
la salud humana. En este sentido tanto la Organización Mundial de la
Salud (OMS) como la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA)
han emprendido conjuntamente la labor de relacionar la calidad del agua
con la salud humana. En otras investigaciones en marcha se han
apreciado, asimismo, algunos avances en la evaluación de las
exposiciones, en especial a la exposición de la población a la
contaminación atmosférica, tanto al aire libre como en ambientes
cerrados. Sin embargo, es poco lo que se sabe de las relaciones
dosis/respuesta y sobre los impactos que tiene para la salud humana la
exposición a mezclas de contaminantes procedentes de diversas vías de
exposición (dérmica, inhalatoria, por ingestión con alimentos
contaminados).

Lo que parece claro, y así lo refleja un informe de la AEMA, es que la


exposición de bajo nivel a una compleja combinación de contaminantes y
sustancias químicas (incluidos los productos farmacéuticos) presentes en
la atmósfera, el agua, los alimentos, los productos de consumo y los
edificios puede estar afectando a la calidad de vida general o ejerciendo
una fuerte influencia en los casos de asma, alergias, intoxicaciones
alimentarias, determinados cánceres y afecciones relacionadas con la
inmunodepresión.

Ante estas perspectivas se puede afirmar que la contaminación del aire y


del agua, el ruido, las emisiones químicas, la contaminación alimentaria,
el agotamiento del ozono y las consecuencias del cambio climático
seguirán siendo los principales problemas relacionados con la salud
humana en el mundo desarrollado y que sus efectos serán cada vez más
notorios (tabla 1), empezando por los grupos más vulnerables de la
sociedad: fetos, niños, ancianos, mujeres embarazadas y personas
inmunodeprimidas.
Contaminación atmosférica y salud

Se entiende por contaminación atmosférica la presencia en el aire de


sustancias y formas de energía que alteren su calidad, de modo que
implique riesgo, daño o molestia grave para las personas y los bienes de
cualquier naturaleza.

Entendido esto, la contaminación atmosférica tiene un componente de


carácter local y otro de carácter global. Es obvio que determinados
episodios de contaminación atmosférica sólo se pueden producir en
determinados ambientes (smog fotoquímico en concentraciones urbanas
preferentemente en la época estival), pero también es cierto que hay otros
de carácter más general que afectan a extensas zonas geográficas
(aumento de la radiación ultravioleta).

El aire es uno de los principales portadores de sustancias químicas


carcinogénicas para los seres humanos (Corvalán y Kjellström, 1996).
Muchas sustancias químicas problemáticas se emiten inicialmente a la
atmósfera, desde donde se dispersan por otros medios, por lo que la
contaminación atmosférica determina, de manera importante, la
degradación de la calidad del agua y del suelo (lluvia ácida, deposición
de elementos contaminantes en aguas y tierras) e incluso la de los
alimentos (aumento de determinados componentes químicos indeseables
en plantas, carnes y pescados).

De todos es conocido que los principales polucionantes a los que se


enfrenta, en este caso nuestro país como parte del mundo industrializado,
son las partículas en suspensión, dióxido de azufre, óxidos de nitrógeno,
plomo, monóxido de carbono y ozono troposférico (a nivel de suelo).

Contrariamente al parecer popular, la principal vía de exposición de


dioxinas para el ser humano es la alimentaria y no la exposición por
contaminación atmosférica

El dióxido de azufre (SO2) y el plomo han reducido sus concentraciones


en las grandes poblaciones de manera significativa estos últimos años,
situándose en valores por debajo del umbral de afección a la salud, por lo
que su importancia relativa actualmente para el sanitario es pequeña.

La actividad industrial genera gran cantidad de contaminantes a la


atmósfera, agua y suelo, además de provocar contaminación acústica.

Los contaminantes más comunes en la actualidad son las partículas en


suspensión y el ozono, origen por otra parte de los mayores problemas de
salud por su incidencia a concentraciones relativamente bajas. Los datos
de exposición a partículas en suspensión de los que disponemos en
España son escasos, pero estudios en Europa y Estados Unidos afirman
que sus efectos a corto plazo repercuten en la función pulmonar,
provocando irritación de las vías respiratorias superiores, aumento de la
incidencia de las enfermedades respiratorias y aumento de la mortalidad
(de 22.000 a 47.000 muertes al año en Europa). En los efectos a largo
plazo se estima que en Europa contribuyen a provocar de 41.000 a
152.000 fallecimientos anuales adicionales por enfermedades
respiratorias (Brunekreef, 1997).

La importancia del ozono troposférico (el que nos afecta como


contaminante del aire que respiramos) reside en su capacidad oxidante, lo
que ha hecho establecer en la legislación (RD 1.494/1995 sobre
contaminación atmosférica del ozono) un valor de umbral de protección
de la salud, cifrado en 110 µg/m como valor medio en 8 horas. Esta cifra
3

se sobrepasa regularmente en grandes zonas de Europa durante todo el


año. En España, durante el período 1995-2000 se observó un aumento de
las concentraciones de las estaciones urbanas y durante el año 2000 se
superó en las distintas estaciones de medida este umbral en 7.286
ocasiones en casi todas las comunidades autónomas.

Los valores altos de ozono son los responsables, junto con otros
oxidantes, del «smog fotoquímico» o «smog estival» que tiene efectos
perjudiciales para la salud humana, las cosechas, la vegetación y los
materiales. Los valores altos de ozono se producen durante períodos
breves (2-4 días) en situaciones de temperatura elevada, cielo despejado
y tráfico intenso (u otros focos de emisión importantes).
El «otro» ozono, el estratosférico, es un contribuyente de la atmósfera
superior y responsable en gran parte de la protección de la radiación
ultravioleta. La reducción de la capa de ozono tenderá a aumentar la
cantidad de radiación ultravioleta que alcanza la superficie de la Tierra y
de ello pueden derivarse consecuencias nocivas para la salud humana,
entre las que cabe citar el cáncer de piel, las cataratas oculares y la
debilitación del sistema inmunológico. En Europa se calcula que el
aumento de la radiación ultravioleta, asociado a un gran agotamiento del
ozono total, es mayor a la altura de la Europa noroccidental. En España,
ese mayor aumento se concentra en la zona nororiental (valle del Ebro,
País Vasco, Aragón y Cataluña) y la de menor incidencia en la
suroccidental (baja Extremadura y Andalucía occidental). No obstante, se
estima que no todo el aumento de la radiación UV se debe a la
disminución de la capa de ozono, sino que tienen influencia otros
factores, como por ejemplo los fuertes aumentos de contaminación
atmosférica a escala local.

Añadiendo un poco de optimismo a este negro panorama, hay que


señalar que las iniciativas internacionales para proteger la capa de ozono
han obtenido, hasta la fecha, brillantes resultados. En una situación
hipotética sin la protección otorgada a la capa de ozono por las normas
internacionales, probablemente se produciría un enorme aumento de los
casos de cáncer de piel en el futuro. Actualmente se calcula que la
incidencia de este cáncer en la Europa noroccidental es de alrededor de
1.100 casos por millón. Sin intervención, la incidencia total del cáncer de
piel se podría cuadruplicar en Europa en 2100. Si, por el contrario, las
medidas actualmente en vigor se aplicaran con absoluto rigor, los casos
adicionales de cáncer de piel provocados por el agotamiento del ozono
alcanzarían un máximo de 78 casos anuales por millón en torno a 2055.
De este modo, a consecuencia de los retrasos que se producen, no se
espera una disminución de la incidencia del cáncer de piel hasta
mediados de siglo.

Otros compuestos como cadmio (previsión de un aumento en las


deposiciones de un 30% en los próximos 10 años), dioxinas (posibilidad
de triplicarse en la Península Ibérica en 2010), hidrocarburos (PAH) o
furanos forman una larga lista de sustancias indeseables que pueden
interferir en el normal desarrollo de una actividad humana saludable.

Punto y aparte en este apartado de «contaminación atmosférica exterior»


merece el estudio o cuando menos la mención de la contaminación en el
interior de los edificios, ya que, según un estudio de la OMS realizado en
1999, el 70% de la contaminación exterior penetra en nuestros lugares de
residencia, trabajo u ocio. En este sentido, tiene gran importancia tanto la
incidencia del asma y las enfermedades alérgicas en niños en edad
escolar, como en adultos en lugares de trabajo que no mejoran ni en
ambientes externos ni en cerrados, cuando los agentes que la agravan
están asociados a la contaminación atmosférica.

Por otra parte, pero fuera del ámbito de este artículo, están el «síndrome
de edificio enfermo» y los problemas con los sistemas de ventilación de
los edificios públicos y de oficinas que provocan afecciones respiratorias
o de otro signo (cefaleas, vómitos, cansancio).

También podría gustarte