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PRÁCTICO 4 B

Textos:

 Aulagnier, P. (1992). El aprendiz de historiador y el maestro-brujo. [Apartado: La apertura de partida


en la psicosis. pp. 178-185]. Buenos Aires: Amorrortu editores.
 Fernández, E. (2005). Algo es posible. Clínica Psicoanalítica de locuras y psicosis. [Capítulo 7.
Estabilizaciones y suplencias. pp 113-127. Capítulo 8. Intervenir en el delirio. pp. 133-140]. Buenos
Aires: Letra Viva.
 Soler, C. (1991). Estudios sobre las psicosis. [Apartado: ¿Qué lugar para el analista? pp. 7- 14]. Buenos
Aires. Ediciones Manantial.

Aulagnier
Aulagnier habla sobre los movimientos de apertura en la psicosis. La autora comienza caracterizando la
psicosis como un lugar de cristalizaciones inconmovibles, tanto del otro como propias del sujeto.

Plantea que para el sujeto psicótico no hay otra cosa que lo ya conocido, que todo es una repetición.

Para la psicosis, las cosas son como son y no pueden ser de otra manera, todo está anunciado, predicho,
previsto y escrito. Está instalada una idea de que las cosas son inmodificables, de un sin salida. En ese marco,
Aulagnier concluye con algunas consideraciones sobre la apertura de la partida en la psicosis.

 El paciente psicótico puede ubicar al analista en diferentes lugares :

1. Lugar de lo ya conocido  No se puede evitar que el sujeto nos haga ocupar el lugar de lo ya conocido.

2. Lugar del objeto omnipotente Inicialmente podemos valernos de la proyección de un objeto


omnipotente, protector, idealizado para favorecer el investimiento de la relación, pero rápidamente
trataremos de corrernos de ese lugar

3. Lugar del perseguidor  La partida se hace imposible si nos asigna de entrada el papel exclusivo de
perseguidor. Si, en cambio, pudimos ocupar antes otras posiciones, intentaremos utilizar esas
experiencias para que el sujeto pueda percibir la diferencia entre el perseguidor proyectado y el
personaje que lo escucha.
Este lugar es heredero del que tuvieron los padres en la infancia del sujeto. Ellos le prohibieron, y el
psicótico lo aceptó, creer que otro pensamiento que el de ellos pudiera saber lo que se refiere al
deseo, la ley, el bien, el mal. Cuando la realidad le fue mostrando al sujeto las debilidades de los
padres, ese omni-saber quedó ubicado en el perseguidor.

 Lugares en que el analista intentará ubicarse para que la partida sea posible:

1. El lugar de lo no experimentado todavía  Si en la neurosis podemos favorecer la proyección y


detectar lo que se reactualiza en transferencia, en la psicosis el trabajo consiste en hacer sensible al

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sujeto respecto de lo que dentro de esta relación no se repite, de lo diferente que ella ofrece.
Tenemos que intentar probarle al sujeto que en ciertos momentos podemos también estar en “otro
lugar”.

2. El lugar del escuchante invistiente  Los delirios, que no tenían destinatario (en general, el entorno
no escucha los delirios), encuentran uno en el analista, quien inviste el discurso delirante. Es
importante dar muestras de ese interés al paciente. Este es un modo, también, de intentar poner en
evidencia que se trata de otro tipo de relación de las ya conocidas por el sujeto.

Respecto del lugar del Sujeto Supuesto Saber, dirá que este lugar ya está ocupado por los padres, ellos son
los que saben sobre el deseo, el bien, el mal y la ley. Hay una imposibilidad estructural de verlos barrados.

Tener presente en este punto que una gran parte del padecimiento de la psicosis es confrontar con un Otro
no atravesado por la falta, con un otro sin barrar. El sujeto psicótico queda a merced de un otro no atravesado
por la ley. Eventualmente, si pudieron ser destituidos, va a atribuir ese saber a un perseguidor exterior.

Por eso, dentro del registro del saber no podremos ocupar la posición que tan fácilmente nos ofrece el
neurótico.

El psicótico establece vínculos de investimiento masivo con esos representantes del poder, que son sus padres.
Con ellos se da un diálogo que siempre se reitera, pero, dice Aulagnier, nos queda una posibilidad; se refiere
a que, cuando una psicosis se desencadena, cuando un psicótico se desencadena, indica allí el fracaso de
ese diálogo.

Que aparezca un delirio sería el testimonio de que el sujeto o no quiere o no puede seguir
creyendo en la presencia de la escucha del otro. En ese caso, plantea, puede llegar a ocurrir,
si bien es algo infrecuente, que invista una relación con un otro y que eventualmente ese
lugar pueda ser ocupado por el analista.

Se abriría allí la posibilidad de llegar a ocupar lo que Aulagnier llama como "ser el oído del que habla". En
ese quiebre, en esa ruptura, ahí puede llegar a operar el analista, en un movimiento de apertura y de
transformación posible, de un pensamiento sin destinatario en un discurso que uno puede oír y que el propio
paciente pueda oír. Se pondría en juego la presencia de una escucha nueva, que pueda garantizar que eso que
dice forma parte de lo que el otro puede oír e investir.

Tiene que ver con el investir el discurso del paciente, ese discurso que es rechazado. Será muy importante la
escucha invistiente, que el sujeto pueda sentirse alojado por el analista. Esto provoca una diferencia frente a
la vivencia de rechazo de los otros, poder escuchar ese delirio, eso que el sujeto vive como rechazo por parte
del otro. Se apunta a crear la posibilidad de una relación que no sea repetición de la ya vivida. Se pone en
juego una escucha que le permite separar lo que él piensa de lo que él fue obligado a pensar.

La relación transferencial es reemplazada en la psicosis por una relación de investimiento de un escuchante,


que es el analista, pero que tiene como condición una función en el propio sujeto, que es la de ser escuchante
de su propio discurso. En este punto, el analista acompañaría este proceso del propio sujeto.

Ahora bien, el analista deberá estar preparado para el fracaso de este propósito. De ahí, desprende otro rasgo,
propio de la relación analítica en la psicosis y que Aulagnier ubica del lado del analista: poder soportar la
espera de, siempre prolongada en la psicosis, de una modificación que puede no ocurrir o que puede ser
mínima. Da el ejemplo de un paciente que pasa largos períodos de sesiones repetidas, donde se reiteraban
las mismas cuestiones.

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La fragilidad y la vulnerabilidad de la estructura psicótica hace que ante la aparición de alguna vivencia en la
realidad o en la realidad psíquica, se conmueva al sujeto, y frente a esta vivencia el sujeto responde con los
patrones ya conocidos, a una causalidad que es siempre la misma. Por eso, dice Aulagnier, será fundamental
y no conseguiremos nada si no logramos "convencer" primero al sujeto que lo que se propone es un espacio
y un tiempo diferentes, que no son una reiteración del modo en que se ha relacionado con esas categorías.
Califica esta tarea como difícil, pero también necesaria, para que pueda advenir un vínculo analítico.

Fernández – Estabilizaciones y suplencias


ESTRUCTURA PSICÓTICA:

 No operó la metáfora paterna, lo cual significa que el significante de la falta no ha sido inscripto en el
inconsciente del sujeto, que queda así a merced de otro que lo goza en posición de objeto. “Algo que no
se enlaza”

Es el mismo psicótico el que hará su intento de restituir aquello que lo vuelva a anudar, es él mismo el que
intentará con sus recursos estabilizarse.

En el desamarre el psicótico intenta su primera restitución y si tiene recursos delira, siendo


este su primer intento de estabilizarse, intento que fracasa. EL DELIRIO NO ALCANZA NI
PUEDE SUSTITUIR LA OPERACIÓN QUE MARQUE LA CASTRACIÓN EN EL OTRO Y LE PERMITA
UN ALEJAMIENTO POSIBLE.

Fernández distingue diferentes tipos de estabilizaciones en la psicosis. Justamente, a la estabilización es a lo


que se apunta en la clínica con pacientes psicóticos.

ESTABILIZACIÓN

según Fernández, se entiende como la posibilidad del sujeto de encontrar recursos para no enloquecer, para
jugar con lo mismo que posee sin desencadenarse, para lo cual es necesario que opere algún tope, alguna
prótesis, que mantenga el goce encauzado.

Es decir, que haya menos "locura", que el sujeto si se desencadenó se vuelva a encauzar, que se calme de
alguna manera la locura, el delirio, que haya cierta estabilización.

Distingue diferentes tipos de estabilizaciones en la psicosis:

1. Las que operan dando consistencia al sujeto de forma tal que nunca se desencadena (psicosis no
desencadenadas o prepsicosis)  hay “algo” que ha funcionado como organizador y ha permitido que
esos psicóticos circulen y puedan establecer algún remedo de lazo social.

2. Las “espontáneas” del proceso psicótico, en las que el psicótico se apacigua y mantiene su delirio
celosamente guardado

3. Las propias del efecto de la intervención del tratamiento “psi” por vía de la palabra y del acto
operando en la sutura entre imaginario y Real  se diferencia de las anteriores porque implica la
aparición y/o el agregado de algo nuevo

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Señala que el lugar desde el cual es conveniente que opere el analista es desde el otro con minúscula, desde
el semejante, desde el lugar de testigo.

ESTABILIZACIÓN ≠ SUPLENCIA

Fernández diferencia estabilización de suplencia, porque una suplencia implica una estabilización, pero no
toda estabilización implica una suplencia.

SUPLENCIA  implica un trabajo mucho más arduo, son escasas las suplencias en el trabajo con la psicosis,
no es algo que se obtenga de manera tan sencilla.

Cuando hablamos de "suplencia", nos referimos a suplencia del Nombre del Padre, como compensación
imaginaria del Edipo ausente. Hablamos entonces de esta ausencia de significante que provoca tantas
dificultades en esta estructura. La suplencia, en todo caso, será efecto del trabajo del analista y del paciente,
en esta "insistente ida y vuelta en telar, en el intento de coser, cortar y tejer en la trama desgarrada". En todo
caso, que se alcance una suplencia será una tarea ardua que va a implicar un gran trabajo de parte del analista.
Por eso, que haya una estabilización no implica que haya una suplencia.

Fernández indica un tipo de estabilización que se produce cuando el psicótico puede producir o hacer circular
un objeto (vinculado con un arte, oficio u ocupación: puede ser desde la venta de encendedores, tareas de
cadetería, hasta una pintura o un escrito) que, proviniendo de él, circule para otros con valor de cambio y
reconocimiento (y no falso reconocimiento). Esa producción o circulación lleva a que sea reconocido y
esperado dentro del lazo social y que esto le permita producir un significante que lo nombre, lo represente,
que le permita inscribir su nombre como propio.

Intervenciones en las psicosis - Fernández


Fernández hablará de tres grandes grupos de intervenciones en la psicosis, y las ordena tomando en cuenta
diferentes criterios.

1. ¿De qué psicótico se trata?

Armar alguna historia del paciente ya que lo que hay es una historia desarmada, hecha de retazos. Esto puede
permitir tejer una construcción y desde donde podemos escuchar el punto de verdad del delirio (Bion), verdad
que se abrocha mal dicha, mal articulada.

La particularidad de una historia nos permitirá dibujar el perfil singular y único que tiene ese Otro que arrasa
al paciente y el sujeto o retazo de sujeto que enfrente a ese Otro.

2. ¿En qué momento operamos?

Puede ser antes, durante o después del brote. ¿A quién le hablamos? ¿Quiénes somos en ese momento para
ese paciente?

3. ¿En qué momento de la transferencia intervenimos?

Es importante tener alguna idea del lugar que ocupamos para el paciente.

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Las tres grandes intervenciones que menciona son:

1. Las que apuntan al tejido de lo imaginario y prestan representaciones. Como ser prótesis de la
ausencia de lo simbólico, prestarle representaciones que lo puede ayudar en el armado de su historia.
La autora apunta a que generalmente los pacientes preguntan al analista como lo ve y el analista
responde desde una función de espejo.

2. Las intervenciones que apuntan a diferenciar un adentro (íntimo) de un afuera (público). Como
construcción de una identidad, como diferencia y discriminación.
La autora da el ejemplo de que si el paciente cuenta su delirio a todo el mundo y a causa de esto la
gente se ríe, la intervención del analista puede apuntar a que solo hable de esto en la sesión, que es
algo privado.

3. Las intervenciones que operan como separación del Otro y que tienen como función la de servir como
negación.
Los procesos fundamentales de la constitución psíquica son la alienación y la separación. La alienación
es el momento necesario del alojamiento en el Otro, es el momento de la constitución del yo y del
semejante. En la separación aparece una diferencia entre la demanda del Otro y su deseo. En la
psicosis hay una alteración de la constitución del narcisismo y no tiene lugar la división. Esta
intervención es interponer un no entre el delirio y el sujeto, entre las voces y el sujeto.

Las primeras dos se han visto en algunos casos clínicos durante la cursada, como en el Psicosis: Caso R.

Intervenir en el delirio - Fernández


¿Qué tipo de intervenciones propone Fernández respecto del delirio? ¿Cuáles son las finalidades de las
mismas?

 Intervenciones que sitúan una contradicción o una imposibilidad intentando generar un punto de
inconsistencia que pueda hacer vacilar al paciente. (Fernández aclara que no se trata de hacerlo desde la
lógica de los neuróticos). Confrontarlo con sus propios dichos.
 Intervenciones que produzcan algún remedo de lazo social a partir del delirio.
 Intervenciones que acoten el delirio para que deje de ser la teoría que explica todo lo que le sucede al
sujeto en su vida.

Soler
Soler fue discípula de Lacan y trabajó mucho sobre psicosis. ¿Qué lugar para el analista? El desarrollo de este
artículo incluye una viñeta clínica, que le da "subtítulo" al trabajo, dado que se trata de la estabilización de
una psicosis bajo transferencia.

Es una psicosis que desencadenó doce años antes de que se tomara el caso, que
presentaba en ese momento fuertes indicios de automatismo mental, una paciente
que ha presentado episodios delirantes agudos que necesitaron intervenciones y
tratamiento farmacológico.

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Dice Soler que la paciente se encuentra en el momento del tratamiento de una relación con la realidad
bastante establecida; es decir, que puede dirigir sus actos. Recordar que Freud piensa que la psicosis es un
conflicto entre el Yo y la realidad.

Soler se pregunta ¿de qué se quiere curar esta paciente? Responde que no se quiere curar solo de su delirio,
que la sustenta y libera, sino que se quiere curar de una vivencia, de una falla íntima: "yo no existo, floto o
duermo, soy una pura ausencia, no tengo roles, no tengo funciones, ¿qué soy?".

Este es un discurso textual de la paciente. Se quiere curar de un estado que describe como una especie de
muerte subjetiva: siente que no existe, que es una pura ausencia, que no tiene roles ni funciones. Ese estado
surge cuando la medican y frenan el empuje del delirio. Soler se refiere a ese estado como “falta de
subjetivación” y lo distingue de la depresión psicótica.

Soler recorre distintos momentos de la evolución de esta paciente, para llegar al momento en el cual ella es
convocada, tras el estallido del primer delirio.

Dice que el analista es llamado a suplir ese vacío de la forclusión, que aparece súbitamente.

Lugar del analista


La paciente demanda que el analista haga de oráculo y de ley, entendiendo esto como convocar al analista a
constituirse como suplente y competidor de las voces que hablan de ella y que la dirigen. Esto es, la paciente
ofrecerá llama al analista al lugar de perseguidor, al lugar del que sabe (oráculo) y al mismo tiempo goza.

Aclara Soler que el analista debe correrse de este lugar, para evitar caer en la "erotomanía mortífera". Es una
maniobra que, con ese silencio de abstención, busca correrse del lugar que el paciente le propone como aquél
otro que totaliza saber y goce, aquel otro que ocupa el lugar de perseguidor.

Así, cada vez que era convocada al lugar del oráculo, respondía con un silencio de abstención (PRIMERA
INTERVENCIÓN).

Se ubicaba como testigo: es alguien que no sabe y no goza. Y en ese lugar el paciente puede ubicar su
testimonio.

"Lugar del testigo", testigo en tanto poder alojar el testimonio de ese sujeto. Poder generar
un espacio vacío de goce; el ser gozado por el otro es algo que le genera mucho sufrimiento
al sujeto. De ahí, la idea es generar una intervención que propicie el acotamiento del goce -
poder ubicarse como semejante, poder ubicarse del lugar del otro barrado, como este sujeto
que no sabe y que no entiende, que de alguna manera no tiene el saber total.

Es importante presentarnos como barrados frente a la idea del otro gozador; muchas veces, el paciente
psicótico va a querer ubicar al analista en ese lugar de otro absoluto y el analista deberá correrse, "eso yo no
lo sé", "lo estás diciendo vos", "yo la verdad no sé nada de eso que me estás diciendo". Si el paciente quiere
ubicarnos en ese lugar, nosotros nos vamos a correr.

Deja claro que la intervención posible estaba lejos de ser una interpretación; la interpretación es siempre
interpretación de la castración y de lo reprimido, por lo cual la interpretación no es un recurso válido para el
tratamiento de la psicosis.

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SEGUNDA INTERVENCIÓN:

Un segundo tipo de intervención es lo que Soler llama "orientación de goce". Hay una:

 Orientación de goce limitativa  que funciona como una prótesis de la prohibición faltante, que
consistió en decir que "no" en relación a que esta mujer estaba tentada a dejarse estrangular por el
hombre que decía que la pretendía. Aquí el analista interviene no prohibiendo, sino limitando.

 Orientación de goce positiva  que en este caso fue la de sostener el proyecto artístico de la paciente.
Respecto a la orientación del goce, la analista también sostuvo y alentó a la paciente a avanzar con su
proyecto artístico.

Se trata de intervenciones limitativas que intentan remedar la prohibición faltante.

TERCERA INTERVENCIÓN

Una tercera intervención que plantea tuvo un alcance y efecto decisivo, que produjo un viraje en la relación
transferencial y en el proceso de la cura. Dice que, en primer lugar, en un primer tiempo, sostuvo la negativa
de que la paciente trabaje, a pesar de los reclamos de la familia, y sostuvo también el reclamo de que obtuviera
una pensión; este viraje que Soler detecta consistió en dejar de convocar al analista en el lugar del Otro (con
mayúscula) y comenzar a construir su delirio, al mismo tiempo que lo iba depurando y lo iba reduciendo. Para
la paciente trabajar tenía una significación que la equiparaba con un abuso, con un asesinato. La analista apoyó
que era un abuso exigirle que se ganara la vida. Esta intervención permitió que desaparecieran, durante al
menos cinco años, los episodios agudos que la paciente presentaba periódicamente.

Cuenta la autora que atendió a la paciente por doce años y que el tratamiento alcanzó una "estabilización".
¿Qué destino tuvo ese goce demasiado real, que aparecía al principio de la cura, en qué se transformó? Soler
ubica la estabilización en tres términos:

1. La ficción del delirio. Poder construirlo tiene un efecto tranquilizante.


2. La fijación del goce. La paciente se encuentra con cierta periodicidad con un hombre en una cena, un
encuentro en el que se come, encuentro que fue por muchos años ritualizado y al cual Soler le adjudica
un efecto estabilizador, con fijación de un goce oral.
3. La fixión del ser (con equis). Se trata de una obra plástica, que implica un corte respecto del Otro (con
mayúscula) y del otro (con minúscula). Se trata de fijar una parte de su goce en una obra plástica.

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