Está en la página 1de 4

10.

1 LA CRISIS DE 1808 Y LA GUERRA DE LA


INDEPENDENCIA

Carlos IV (1788-1808) pretendió continuar con el programa ilustrado de la


etapa anterior, pero cuando estalló la Revolución Francesa en 1789, su
principal preocupación fue el impedimento de su difusión en España, lo que
vino acompañado de un ambiente de crisis económica por la escasez y el
alto precio del pan.

Carlos IV gobernó con ministros heredados de su padre: el conde de


Floridablanca, quien hubo de hacer frente a la expansión de la Revolución
Francesa, instaurando el llamado “Pánico de Floridablanca”, una restrictiva
política antirrevolucionaria; y el conde de Aranda. Pero pronto, ambos dieron
paso a Manuel Godoy, hombre de escasa formación política y cultural, pero
de cierto talento y desmesurada ambición; en cualquier caso, era impensable
como primer ministro en todo punto. Sin embargo, se convirtió en el hombre
más influyente del país, manteniendo un gobierno en dos etapas, entre 1792
y 1808, que terminó creando tensiones políticas hasta dentro de la misma
familia real.

Cuando Luis XVI fue guillotinado en 1793, la España de Godoy se unió a


otras naciones europeas para luchar contra Francia en la Primera Coalición
europea, rompiendo así con sesenta años de Pactos de Familia. Derrotada
España en la guerra de la Convención, decidió firmar la paz de Basilea
(1795).

Poco después, Godoy pasó nuevamente a la alianza con Francia debido a los
ataques ingleses a barcos españoles y al establecimiento en el país galo del
Directorio moderado. En 1796, se firmó con Francia el Tratado de San
Ildefonso contra Inglaterra; en consecuencia, se produjo la primera gran
derrota naval española en el cabo de San Vicente (1797).

Ya con Napoleón al frente de Francia, éste trató a España como una pieza al
servicio de su política imperialista. En la segunda etapa de Godoy
(1801-1808), tras el Segundo Tratado de San Ildefonso (1800), España
declaró la guerra a Portugal, la “Guerra de las Naranjas”. El enfrentamiento
finalizó con el triunfo español en 1802 y la Paz de Amiens, impuesta por
Napoleón a nivel europeo. Pero poco después se reanudó la guerra entre
Francia e Inglaterra, y Napoleón decidió realizar su gran propósito de invadir
Gran Bretaña; sin embargo, el plan fracasó por la victoria inglesa en Trafalgar
(1805), lo que para España supuso perder la condición de potencia naval.
Napoleón, no obstante, decidió aplicar el llamado “Bloqueo continental”
(1806).

Para ocupar Portugal, Napoleón firmó con España el tratado de


Fontainebleau (1807). En pocos días, las tropas francesas tomaron Lisboa,
pero, a la vez, otras fuerzas francesas se apoderaban de Barcelona,
Pamplona, San Sebastián, Valladolid y otras plazas. A principios de 1808, se
hallaban ya ocupados los puertos de Barcelona, Cádiz y Lisboa.

Mientras, las disensiones en el seno de la familia real española eran


conocidas, con un Napoleón vigilante en pos de su beneficio personal y
dinástico. El príncipe de Asturias, Fernando, junto con miembros de la
nobleza y el clero celosos de un Godoy procedente de la baja nobleza,
promovió un golpe palaciego, el motín de Aranjuez (17-19 de marzo de
1808), que provocó la caída de Godoy y la abdicación de Carlos IV en él
mismo, el ahora Fernando VII.

Esto favoreció los planes dinásticos de Napoleón, que logró atraer a la familia
real a Bayona en 1808 para arbitrar entre la misma. Allí, Napoleón obtuvo
las abdicaciones de ambos monarcas. Napoleón decidió entonces entregar el
reino de España a José I, lo que supuso el inicio de la Guerra de la
Independencia tras el levantamiento de Madrid el 2 de mayo de 1808. Esta
lucha tuvo un carácter popular, reprimiendo el ejército francés, al mando del
general Murat, duramente el levantamiento.

Frente a la actitud de la Junta de Gobierno, que abogaba por colaborar con


las tropas francesas, la reacción popular fue muy distinta; la renuncia de
Fernando VII, “el Deseado”, se interpretaba como impuesta por la fuerza.
Sólo unos pocos fieles a la política francesa recibieron al nuevo rey,
creándose así una dualidad entre el poder oficial y el poder popular.

Para regir España, Napoleón aprobó el Estatuto de Bayona (1808), que


nunca estuvo en vigor; en realidad se trataba de una carta otorgada. El rey
José I llegó a Madrid en julio de 1808, sólo contando con el apoyo de los
viejos ilustrados, que fueron tachados de afrancesados.

En nombre de Fernando VII surgirán juntas locales y provinciales y más


tarde, se constituirá una Junta Suprema Central y Gubernativa del Reino,
asentada primero en Aranjuez y luego en Sevilla y Cádiz, donde terminó
disolviéndose (1810) pasando el poder a un Consejo de Regencia.

En su primera fase (junio-noviembre de 1808), la Guerra de la Independencia


(1808-1813), arrancó con éxitos españoles (victorias catalanas en el Bruc);
también tuvo lugar el primer sitio de Zaragoza, con la enconada resistencia
del capitán general Palafox. Sin embargo, el hecho más destacado de esta
primera fase fue la batalla de Bailén, donde un ejército francés dirigido por el
general Dupont fue derrotado el 19 de julio de 1808 por un ejército español
dirigido por el general Castaños.

Tras la derrota, José I abandonó Madrid y las tropas francesas se retiraron al


norte del Ebro; Por ello, Napoleón decidió entrar en España, al frente de un
poderoso ejército: la Grande Armée.

La segunda fase (noviembre de 1808 - primavera de 1812) comienza cuando


en diciembre Napoleón toma Madrid, dejando un ejército bajo la dirección del
general Soult. Zaragoza cae en poder de los franceses (1809), al igual que
Gerona. El ejército español fue derrotado en la batalla de Ocaña lo que
condujo a la ocupación de Andalucía (1810), excepto Cádiz.

Resultó decisiva la acción de los guerrilleros españoles, que supieron aplicar


una guerra de desgaste; entre ellos destacan Francisco Espoz y Mina y Juan
Martín Díaz, “el Empecinado”. La ocupación francesa fue muy fuerte en
Cataluña y en febrero de 1812, Napoleón promulgó un decreto que
anexionaba Cataluña a Francia.

En la tercera fase (primavera de 1812 - agosto de 1813) Napoleón se


encontraba inmerso en la invasión de Rusia, lo que fue aprovechado por los
ejércitos del duque de Wellington, tras la alianza entre el Consejo de
Regencia y Gran Bretaña. Así, se recuperó Ciudad Rodrigo, Badajoz y Los
Arapiles.

Tras la batalla de Vitoria (junio de 1813), José I se vio obligado a cruzar la


frontera; Soult, derrotado en la batalla de San Marcial (agosto de 1813), tuvo
también que pasar a Francia. El 11 de diciembre de 1813 Napoleón firmaba el
tratado de Valençay, por el que Fernando VII era repuesto en el trono y ponía
punto final a la guerra.
Los efectos de la guerra fueron desastrosos para España: se calcula que
hubo medio millón de muertos; ciudades como Zaragoza o Gerona quedaron
arrasadas; una gran parte de las obras artísticas fueron expoliadas por los
franceses y el campo quedó arrasado. Además, la Hacienda Pública quedó
todavía más arruinada, y, por último, no pudo hacerse frente a los primeros
signos de rebelión colonial en la América española.

También podría gustarte