PA L I Q U E S
del 27 de Málaga, está y neologismos de creación
Guillermo de Torre
Hélices (1918-1922)
Edición de Domingo
Ródenas de Moya
Ediciones Cátedra, Madrid,
2021
Ultraísmo
churrigueresco
En Historia de las literaturas
de vanguardia sostiene
Guillermo de Torre que la
cosecha de libros ultraístas
fue parca en número: apenas
una docena. Lo cierto
es que, a continuación,
cuando se entretiene en
listarlos nombra un total
de dieciséis y entre ellos
no faltan sus Hélices. Fue el
único poemario de Torre,
publicado en 1923 cuando
el ultraísmo daba ya sus
últimas bocanadas. Desde
ese año pasaron otros 77
hasta que se volviera a
reeditar cuando se cumplía
en 2000 el centenario del
nacimiento del autor. La
edición facsímil, prologada
por José María Barrera
López y sufragada por el
Centro de la Generación
70 C L A R Í N
a este se le dio mucho
desde hace mucho tiempo
agotada. En estos veinte
años han aparecido un
par de ediciones más,
pero en el extranjero. El
profesor italiano Daniele
Corsi tradujo el libro al
italiano (Eliche, 2005) y
posteriormente, junto con
Wilhard Bohn, preparó una
edición en inglés bajo el
título de Propellers (2018).
Suele tenerse a Hélices como
el libro más significativo
que produjo el ultraísmo:
una especie de buque
insignia del movimiento.
Sorprendía por ello que
no existiera alguna edición
«popular» en colecciones del
tipo de «Letras hispánicas»
que estuvieran disponibles
para un público erudito y
estudiantil. Ese hueco lo
viene a cubrir tras largos
años de ausencia esta edición
realizada por el profesor
Domingo Ródenas de Moya,
gran conocedor del universo
Torre (del que ya publicó
una antología: De la aventura
al orden, con una excelente
introducción) y del discurrir
de las vanguardias en España.
Aunque en Hélices
encontramos todo el
arsenal del que se nutrió
el ultraísmo: la parafernalia
mecanicista del futurismo, el
multiperspectivismo cubista
o el culto por la imagen
del creacionismo, lo cierto
es que Torre imprimió a
la obra (y al movimiento
ultraísta) su sello particular.
Aquello que lo singularizó
fue el empleo de un léxico
atrabiliario o «rarefacto»,
como dice Ródenas,
incrustado de términos
técnicos, voces extravagantes
propia: una especie de
ultraísmo churrigueresco.
Todo ello pone ante el
lector una especie de muro
prácticamente infranqueable,
aunque no es tan fiero
el león como lo pintan.
Ródenas se da a la tarea de
desentrañar el significado
de aquella maraña expresiva
y nos ofrece una exégesis
de cada poema que en
gran medida permite su
elucidación. A ello añade
en el exhaustivo prólogo
un documentado recorrido
por los años ultraístas del
escritor madrileño: traza
de este modo lo que
podríamos caracterizar
como la biografía ultraísta
de Torre. Ródenas domina
la bibliografía primaria
y secundaria pero no se
dedica a enlazar una cita con
otra sin más: el prologuista
ha metabolizado toda esa
información para crear un
relato personal construido
con rigor y amenidad.
Ítem más: espolvorea
su relato de novedades
interesantes extraídas de
correspondencias inéditas. El
extenso prólogo es de este
modo una repujada labor de
orfebrería que debería leer
cualquier persona interesada
por el discurrir de la poesía
española en el siglo xx:
en especial, por todos los
alumnos de filología que a
partir de ahora disponen de
un ejemplar de este libro
«raro» y «mítico», por fin al
alcance de la mano.
Otro aspecto que Ródenas
trata con maestría en su
introducción es el de la
recepción del libro. Como
habría de recordar Torre,
«palo». Pese a dedicárselo a
infinidad de figuras literarias
de la época (seguramente
para ganar su comprensión)
fueron muy pocas las críticas
elogiosas. Tanto sus amigos
y cofrades más próximos
(Jorge Luis Borges, Eugenio
Montes, Gerardo Diego)
lo atacaron de forma más
o menos sibilina. Todavía
peor: los que consideraba
sus maestros, también
lo zahirieron sin recato
o dieron la callada por
respuesta. Hablamos de
Rafael Cansinos Assens, de
Ramón Gómez de la Serna
o de Juan Ramón Jiménez.
Este último en una carta
fechada en Madrid en 1925,
que no se atrevió a enviar,
anotó: «Guillermo; estrella
de la tarde del ultraísmo;
mariposa blanca de los
prados del esdrújulo; niño
terrible de Manzanares;
desgracia de familia; […]
¡Qué lástima me da de su
padre!». Toda esta retahíla
de críticas mermó su
fe en la poesía y le hizo
replantearse su trayectoria
lírica. No la abandonó, sin
embargo, hasta 1926, según
documenta Ródenas, que
tiene el acierto de incluir
al final varios poemas
posteriores a Hélices. Ya en el
mismo libro se observa una
evolución en el poeta que
poco a poco va despojando
sus versos de cacharrería
léxica, haciéndolos más
desnudos y directos. Esto
se acentúa en los poemas
que escribe entre 1924 y
1926. Paradójicamente, al
desechar aquello que le
singularizaba, su poesía se
hace quizá más convencional
(como lo fue la de la mayor
parte de los poetas del ultra).

Cabe preguntarse, por ello,
si fueron las críticas que
recibió lo que le incitó a
abandonar el cultivo de la
poesía o la constatación de
sus límites lo que le llevó
a refugiarse en «la bahía
crítica».
Domingo Ródenas justifica
que su edición (pese a
tratarse de una edición
crítica) no vaya acompañada
de notas por la importancia
que tiene la «mise en page en
las ediciones vanguardistas»
(p. 113), en especial cuando
se trata de poesía visual.
Se trata de una razón
bastante razonable (valga la
redundancia) pero no habría
estado de más señalar en
apéndice las correcciones
que el editor ha introducido
en el texto.Valgan un par
de ejemplos: en el poema
«Atmósfera» se mantiene
la palabra «fascistol» que
bien podría ser una errata
por «facistol». Alguna duda
plantea también el poema
titulado «Skating-ring». El
término inglés correcto
es «Skating rink» (pista de
patinaje). ¿Se trata de una
errata, de un error de Torre,
francófono como era, o de
un neologismo salido de
su magín en esta ocasión,
como le gustaba decir, «en
lengua ánglica»? Habría sido
conveniente reflexionar y
justificar de este modo los
cambios introducidos en
el texto con la finalidad de
limpiarlo de impurezas y
fijarlo.
Por otra parte, ese respeto
a la mise en page no siempre
se da. En la sección 4,
«Palabras en libertad», el
primer poema, «Aviograma»
se alarga a dos páginas,
PA L I Q U E S
cuando en la edición
original ocupaba una. Esto
hace que el resto se retrase
y nos encontremos así con
«Paisaje plástico» dispuesto
en el envés y el revés de una
misma página. Como se trata
de uno de los poemas más
celebrados de Torre resulta
más llamativa la alteración
porque el poema pierde gran
parte de su impacto visual ya
que debería aparecer a doble
página.
Todas estas leves tachas que
listamos (que quizá pueden
ser corregidas en sucesivas
ediciones) no empecen para
alabar el trabajo de Ródenas
que, como suele ser habitual
en él, realiza un trabajo
excelente. En una carta
enviada por Ricardo Gullón
a Guillermo de Torre, el
primero pondera los méritos
del segundo del siguiente
modo: «tienes el arte de
decir todo con transparencia
y disimular la erudición».
Algo parecido cabría decir
del trabajo que Ródenas ha
hecho con el libro de Torre,
por fin al alcance del lector.
PABLO ROJAS
Rodrigo Olay
Vieja escuela
Ediciones Rialp, Madrid, 2021
La magia
de Rodrigo Olay
Con sus dos primeros libros,
Rodrigo Olay demostraba
dominar el oficio poético.
Sus sonetos levantaron cierta
polémica. Había quien
le acusaba más o menos
de imponer un nuevo
garcilasismo, y desdeñar el
verso libre. No compartimos
esta opinión. Al fin y al cabo,
lo importante es el resultado,
y no tanto los medios.
Y conseguir mantener la
emoción con las estrofas
clásicas es, al cabo, un mérito.
Con todo, estas primeras
obras contenían verdadera
poesía, y llamaron la atención
de los lectores y críticos
más avisados. No obstante,
cabía la duda de cuál sería su
futuro, como suele ocurrir
con las jóvenes promesas.
Con su tercer poemario,
Saltar la hoguera, ya se revela
como uno de los principales
nombres de su generación.
No se había convertido en
un virtuoso cultivador de
las formas tradicionales, sino
que era un auténtico poeta.
Es cierto que es bastante
evidente el magisterio de
Luis Alberto de Cuenca, Jon
Juaristi o Miguel d´Ors,
como señala irónicamente
en un poema del libro que
ahora reseñamos. Pero es una
influencia sentida y asumida.
El actual poemario sigue
apostando por las estrofas
clásicas. Pero, como Enrique
García-Máiquez, las maneja
con soltura y naturalidad.
Son poemas perfectamente
actuales que hablan de los
temas de ahora mismo. En
algunos poemas, usa la ironia.
En otros, como cuando habla
del mal que estaba a punto
de dejarle ciego, no podemos
contener la emoción. Es
poesía de línea clara, figurativa,
aunque está lejos de los
tópicos de lo que se llamaba
poesía de la experiencia en los
80 (el mundo de los bares y la
noche).
Ya desde el inicio nos
muestra su entusiasmo por
la vida: «Yo solo sé de mí
que amé vivir, / que alegría
se impuso a enfermedad, /
que supimos medirnos con
el miedo / e intenté merecer
lo que tenía».
Canta a la amada como
pudieran hacerlo los grandes
poetas: «Convivimos el
pan, la luz, el lecho, /
compartimos el techo, / y es
dulce conmorir con quien se
ama. / Nos esperan tú y yo
tras la frontera / de sernos
compañeros, compañera. /
Amor, la llama única. Amor,
la única llama».
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