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En la clase de hoy vamos a echar un vistazo con detalle a que fue lo que ocurrió en la cruz,

donde Cristo murió por nuestros pecados, donde Cristo dijo “consumado es”, donde la obra de
la salvación llega a su punto más elevado. El centro neurálgico del cristianismo se puede
encontrar tanto en la cruz y muerte de Señor Jesús, como en su resurrección, de manera que
es necesario dedicar una clase para ver que podemos aprender de esa obra de salvación de
Cristo.

PROPICIACIÓN Y EXPIACIÓN

Propiciación significa aplacar la ira y ganar el favor de alguna divinidad a la que se había
ofendido, por medio de un sacrificio por parte del adorador.

Expiación es parecido, significa borrar una culpa por medio de un sacrificio. Expiación es similar
a cubrir.

Vemos en el Antiguo Testamento como la tapa de oro que cubría el Arca del Pacto se llamaba el
propiciatorio. Jehová veía las tablas de la ley de su interior que condenaban al pueblo a través
de la sangre que se salpicaba en este propiciatorio en el Dia de las expiaciones (Ex. 25:17-22; Lv
16). Esto apuntaba claramente al sacrificio de Jesús en la cruz, de manera que Dios nos ve a
través de la sangre de Cristo en la cruz, nuestro propiciatorio y nuestra expiación.

Nuestro Dios es un Dios de justicia absoluta y es inflexible por Su propia naturaleza, luego Su
ira justa contra el pecador no puede aplacarse o apaciguarse con regalos o esfuerzos que
hagamos nosotros. Nuestra culpa ofende a Su santidad y necesitamos un medio de expiación y
para calmar su ira y satisfacer su justicia.

Como ya hemos adelantado antes, esto ocurre en la cruz. allí la justicia de Dios queda
satisfecha y la mancha del pecado queda borrada por la ofrenda de Cristo, hecha una vez y
para siempre. Este sacrificio es muy eficaz por las siguientes razones:

1. Dios mismo es el que provee esta ofrenda que para nosotros era imposible ofrecer
2. El sacrificio tiene valor infinito por el gran valor de Jesucristo, el Dios-hombre
3. Esta ofrenda se realiza en justicia, porque Cristo era a la vez Dios y Hombre. 2
naturalezas perfectamente inseparables en una única naturaleza. Al ser Hombre por
excelencia, pudo representar en sí a toda la humanidad, pero sin mancha, y hacerse
responsable ante la justicia divina de los pecados de toda la humanidad.

El fundamento de la expiación se puede encontrar también en Levítico 17:11. “Porque la vida


de la carne en la sangre está, la cual os he dado para hacer expiación en el altar por vuestras
almas; porque la sangre en virtud de ser la vida es la que hace expiación”. Por esta razón, sin
derramamiento de sangre no se hace remisión (perdón/liberación) de pecados. He. 9:22.

Es la Sangre de Jesucristo, es decir, la vida de Cristo, dada por completo en expiación sobre el
altar de la Cruz.

¿Y cual es el alcance de esta propiciación y expiación? 1 Juan 2:2 y 4:10; Jn 1:29. El alcance es
mundial, a toda la humanidad. Pero este alcance no indica que todas las almas van a ser salvas
(universalismo), sino que es posible que todas sean salvas si aceptan las condiciones del
Evangelio: arrepentimiento y fe. Cristo murió a favor de todos, pero en lugar de muchos,
porque solamente los creyentes le recibimos como sustituto.

Nuestra actitud debe ser la del publicano en el Templo, quien oraba diciendo “Dios, se propicio
a mí, pecador” Lc. 18:13 (muéstrate favorable ante mi)

LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE

La justificación por la fe, que fue lema en la reforma del siglo XVI, presenta la obra de la cruz
desde un punto de vista jurídico en relación con la Ley de Dios.

El pecador se presenta como un acusado (a veces oiréis la palabra reo) ante el tribunal del Dios
justo y queda en evidencia que ha quebrantado y violado la Ley declarada en el Sinaí, los 10
mandamientos. Entonces ¿Cómo puede Dios ser justo y el que justifica al pecador? Una vez
más la respuesta se encuentra en la cruz, donde el creyente es declarado justo a los ojos de
Dios.

La justicia divina

La justicia es un atributo de Dios y, de no ser por la revelación que Dios ha dado de sí


mismo, no sabríamos nada de esta rectitud esencial.

La justicia exigida

Dios manifestó su voluntad a la humanidad en su estado de inocencia de una forma


apropiada a su condición en Gn 2:16-17 y, después de la caída, también le habló, pero ya por
medio de la naturaleza y la conciencia, siendo esta la voz interna que acusa o excusa los actos
que cometemos. Pero la plena manifestación de Su voluntad para la humanidad fue dada en el
Sinaí donde Dios pronunció los diez mandamientos, además de otras ordenanzas
complementarias.

La ley representa lo que Dios, en justicia, pide y requiere de las personas en las circunstancias
actuales de la vida, y leemos en Romanos 7:12 que el mandamiento es siempre “santo y justo y
bueno”. Sin embargo, las personas pecadoras somos incapaces de cumplir la justicia exigida por
Dios por nuestra naturaleza pecaminosa que nos arrastra a la desobediencia. La ley no puede
salvar a nadie, sino que condena al infractor de ella. El que no la cumple, muere.
La justicia satisfecha

Ahora bien, Jesucristo, aquel que en su humanidad nos representa a todos, cumplió la Ley
por medio de su vida perfecta. En la Cruz se coloca en lugar del hombre pecador y allí agota la
sentencia de muerte de la Ley por Su muerte. De esta manera, la justicia de Dios quedó
satisfecha.

La justicia otorgada

Podemos leer claramente en Romanos que Dios otorga una justicia al creyente,
especialmente se puede leer en Romanos 3:21 hasta cap. 6. Hemos hablado y visto claramente
la incapacidad de las personas de conseguir la justicia exigida, así que Dios toma la iniciativa
por gracia, mandando a Su hijo que satisfizo dicha justicia. De manera que leemos en Romanos
3:21-26. (leer)

La justicia recibida

La manera de conseguir la justicia otorgada por la gracia de Dios es mediante la fe, que,
como ya dijimos, es poner nuestra total confianza en Dios arrepintiéndonos de nuestros
pecados y descansando en Cristo para la salvación de nuestra alma. Solo así podemos
establecer contacto con Aquel que cumplió la Ley por nosotros para revestirnos de Su propia
justicia (2 Co. 5:21). Cristo nos ha sido hecho justificación (1 Co. 1:30).

La fe permite que Dios nos impute, abone, su justicia. Somos justificados por la gracia de Dios,
que es el origen de la bendición; por la sangre, que es su base, y por la fe, que es el medio. (Ro.
3:24; 5:9; 5:1)

La justicia manifestada

La justificación no es solo una declaración legal de nuestra posición ante Dios, sino que es
una obra vital que supone nuestra unión espiritual con Cristo. Ahora esta justicia recibida tiene
que producir frutos en nuestra vida. Fil 1:11

LA REDENCIÓN

Redimir o rescatar puede definirse así: Libertar a un esclavo o cautivo mediante el pago del
precio del rescate. En la época de Jesús y los apóstoles, la esclavitud era algo muy extendido, y,
aunque había diferentes rangos dentro de la esclavitud, ninguno podía disfrutar de libertad. El
deseo de estos esclavos era ser redimidos y, a veces, o por sus propios esfuerzos o por algún
bienhechor, les era posible llevar al templo el precio de su rescate y, entonces, mediante un
acta (documento) de liberación que hacía el sacerdote quedaban rescatados. En la biblia vemos
como los autores le dan un sentido espiritual a esta liberación.

El origen de esta esclavitud espiritual viene de la caída y del pecado del hombre y afecta a
todas las áreas de la vida.

- “Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo que todo aquel que hace pecado es
esclavo del pecado” Jn 8:34. Se lo dijo a judíos orgullosos que se creían libres por ser
descendientes de Abraham, pero eran pecadores y esclavos del pecado.
- Pablo dice a Tito que Cristo “se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda
iniquidad” (Tit. 2:14) Iniquidad quiere decir ausencia de la ley, espíritu de rebeldía. En
ese espíritu de rebeldía (que busca una libertad) llegamos a esclavizarnos más.
- Dios pone la ley para hacer ver al hombre su pecado, y el esfuerzo humano en
cumplirla es en sí una servidumbre.
- Por aceptar la sugerencia del diablo y desobedecer a Dios, el hombre se puso bajo el
poder de este gran enemigo y solo Cristo puede librarle
- Pedro nos habla de ser rescatados de nuestra vana manera de vivir en la que ningún
propósito humano se puede lograr por completo (1 Pedro 1:18,19)
- El temor de los hombres esclaviza al ser humano, pero el que teme a Dios pierde otro
temor.
- Todas las condiciones y circunstancias actuales esclavizan, pero Cristo se dio a sí mismo
para librarnos de ellas (Gá. 1:4)

El libertador

En el AT existía la figura del pariente cercano quien tenia el derecho y la obligación moral de
redimir, como Booz en el libro de Rut. Cuando Cristo se encarna y se hace Hijo del Hombre,
está tan íntimamente ligado a la humanidad que adquiere ese derecho de representarnos y
redimirnos, es nuestro pariente cercano. Y su naturaleza divina da valor infinito a todo cuanto
hace a nuestro favor. (1 Co. 1:30; Gá 1:4; 3:13; 4:5; Ef. 1:7; 1 Tim. 2:5, 6; Tito 2:14; Ap. 5:9)

El precio del rescate se comenta en 1 Pedro 1:18,19: La sangre preciosa de Cristo. Dio su propia
vida en rescate por muchos (Mr. 10:45). La sangre, la vida de Cristo es el precio sin límites que
entregó sin reservas en el sacrificio de la Cruz. A los ojos de Dios terminó con todos los efectos
de la caída y fuimos libertados de la esclavitud del pecado.

La resurrección de Jesús inaugura una nueva creación, como comentamos el otro día, donde
tenemos una libertad perfecta en cuanto a las formas de esclavitud que hemos dicho arriba.
Pero, una vez más recordar, que es necesario apropiarse por la fe de el significado de nuestra
nueva identidad con Cristo en su muerte y su resurrección. Tenemos una nueva vida en Cristo,
somos libres.

LA RECONCILIACIÓN

Si hablamos de reconciliación, estamos presuponiendo un estado de enemistad o malas


relaciones que termina en un acto que restaura esa amistad y buena relación. Ej. 1Co. 7:11.
Pero cuando hablamos de reconciliación con Dios, hay que saber que la enemistad SIEMPRE
viene del hombre contra Dios y no de Dios contra el hombre. La ira de Dios es la relación de su
justicia contra el pecado del hombre y es compatible con su amor por el mundo rebelde ya que
ofreció a su hijo para hacer posible la salvación. La enemistad del hombre contra Dios
encuentra su punto más extremo en el rechazo y crucifixión de Jesús.

Pero viendo la solución que Dios ha propuesto, no existe impedimento de parte de Dios para
que el hombre vuelva a obedecer a Dios, sino que, al contrario, la Biblia nos exclama
¡Reconciliaos con Dios! 2Co. 5:20. De las personas dependen el acercarse con humildad a Dios
con arrepentimiento y fe, pues la paz ya está hecha en Cristo Jesús.

Romanos 5:10 y 11 expone la base de la reconciliación. Es la muerte del Hijo la que hace
posible esa paz entre Dios y el hombre. Y la propiciación entra en juego, pues esa paz no se
podía conseguir a cualquier precio, solo sobre la base de la satisfacción de Su justicia. 2 Co.
5:18-21. Col. 1:20-22. Dios Padre efectuó la reconciliación por medio de su hijo en la obra de la
cruz.

Ahora en los creyentes recae una tarea de proclamación de esta reconciliación. Nos acercamos
a los no creyentes en el nombre de Cristo y con él envió de Dios mismo para que dejen su
rebeldía y se reconcilien con Dios por los medios que Él mismo ya ha provisto para hacer
posible el perdón y la recepción en Su Reino.

De manera, que es la persona la que tiene que reconciliarse con Dios, pues por parte de Dios
todo está hecho ya. Es en Cristo que se recibe la reconciliación y el único medio, una vez más,
es la fe en Él por parte de la persona arrepentida.

El alcance de esta reconciliación es para todos, sin acepción de personas, porque la cruz
derriba las barreras que antes existían entre judíos y gentiles (Ef. 2:13-19). “Él (Cristo) es
nuestra paz”. Por otro lado, el alcance de la reconciliación es universal (Col. 1:20-22) Llegará el
día donde no existirá ningún elemento rebelde en la creación de Dios, fuera de espíritus
malignos y la gente que rechazó a Dios, y aun así estos se someterán a la fuerza a Dios. En ese
día nada ni nadie se opondrá a la voluntad de Dios.

LA SALVACIÓN

La palabra salvación expresa la idea de una liberación de un peligro personal. Por ejemplo,
cuando Pedro empezaba a hundirse grito “Señor, ¡sálvame!” Mt 14:30. Donde podemos ver
tanto la idea fundamental de la salvación, y la del SALVADOR. También se suele emplear
cuando Jesús realizaba los milagros de sanidad, pues una enfermedad es un peligro de carácter
especial.

También vemos que la palabra se emplea en el AT en Salmos e Isaías para indicar la obra de
Jehová librando a Su pueblo y anticipando la salvación final en la segunda venida de Cristo. En
el NT la palabra tiene un significado más amplio, pues representa toda la obra de Dios a favor
de los suyos, donde se nos salva de la presencia del pecado y se nos pone fuera del alcance del
diablo y los hombres perversos.

La base de esta salvación la volvemos a encontrar en la Cruz. Y para que esta salvación fuese
posible:

1. Se tenían que satisfacer las exigencias de la justicia de Dios


2. Era necesario arrancar de la mano del enemigo tanto el pecado como la muerte.

Lc 19:10 y Mt 27:42 – El hijo del hombre vino a buscar y salvar lo que se había perdido.

La figura del salvador podemos verla en el AT, donde Dios empleaba figuras humanas como
instrumentos para actuar a favor de Israel. En Jesús tenemos al salvador por excelencia. Su
propio nombre deja claro su propósito, pues Jesús significa Jehová el Salvador y en el anuncio
del ángel declaro: El salvará a su pueblo de sus pecados. Es Nuestro gran Dios y Salvador
Jesucristo (Tito 2:13). El evangelio de Lucas presenta a Jesús como el que se acerca a los
necesitados en Su carácter de Salvador universal.

La salvación, como las otras enseñanzas, tiene su origen en la gracia de Dios y se recibe por la
fe del pecador que se arrepiente. Efesios 2:8.

Una vez más, en cuanto al alcance de estas enseñanzas, con la salvación pasa lo mismo. Por la
gracia de Dios la salvación se ofrece a toda la humanidad Tito 2:11. Pero la incredulidad de la
gente levanta una barrera entre Dios y nosotros que impide que fluya esa gracia y que llegue a
las personas rebeldes.

En el creyente podemos notar tres etapas de la salvación:

- Pasada: Desde el momento en el que confiamos en el Salvador, la salvación del alma en


cuanto a la liberación de la condenación es completa y eternamente segura. Jn 6:47
- Presente y continua: La voluntad de Dios es que Su obra de salvación se manifieste en
nuestra vida de creyente. Pero esto es entrar ya en santificación. Fil 2:12. Todos los
efectos de la salvación, que ya es nuestra, tienen que cumplirse y manifestarse cada
día. 1 P. 2:2 crecer para una vida espiritual desarrollada. Hablamos de una salvación
progresiva. El poder de Dios que viene de la cruz y la resurrección y se nos aplica por el
E.S. hace efectivo la liberación del dominio del pecado y nos va preparando para
nuestro destino eterno con Dios
- Futura: Aun sentimos los impulsos de la carne y la presión del mundo, pero somos
guardados para alcanzar la salvación 1P. 1:5. La salvación completa se relaciona con la
segunda venida de Cristo 1: Ts. 1:9, 10 y 5:8, 9) y abarca toda la obra de Dios en lo que
se refiere al creyente porque recibiremos un cuerpo glorificado en el que se cumplirá
todo el propósito de Dios para nosotros. Un cuerpo en el que todas las posibilidades
del ser humano se puedan desarrollar sin estorbos y dentro de la voluntad de Dios. El
ser humano volverá a dar sentido al decreto divino “Hagamos al hombre a nuestra
imagen”

¿Pero, podemos estar seguros de nuestra salvación? La vida triunfal del Señor sobre la muerte
y su obra actual a la diestra de Dios son esa garantía de nuestra salvación eterna. (Ro. 5:9,10 y
He. 7:24, 25)

LA REGENERACIÓN

Recordar la clase anterior.

LA SANTIFICACIÓN

Que algo sea santo o santificado significa que es algo apartado para el servicio de Dios. En el AT
se puede ver por ejemplo en los sacerdotes de la familia de Aarón y en los utensilios del
Tabernáculo. Pero nosotros vamos a hablar de la santificación del creyente y, en relación con
esto, tenemos que ver dos aspectos:

- La santificación posicional que es común a todos los creyentes por su unión con Cristo,
de donde se deriva el nombre de “santos”
- La santificación práctica, que es la separación progresiva del creyente del pecado para
vivir a Dios, en la medida en que usemos los medios que Dios ha provisto para esto.

La santificación posicional

Es un propósito divino. Que Dios aparte creyentes para sí mismo en Cristo es una parte
fundamental del plan divino. He. 10:10 y 13:12.

La base de este estado es la cruz y la resurrección de Cristo. Romanos 6 al 8 es un texto


importante sobre la santificación. En el bautismo nos identificamos con la muerte y
resurrección de Cristo, nos separamos el pecado para vivir para Dios. Col. 2:11-13; 3:1-4

La santificación práctica

También es voluntad de Dios. Pedro recuerda a los creyentes “Sed santos, porque yo soy santo”
1P. 1:15, 16)

Esta santificación practica se consigue apropiándonos de la fe de lo que hizo Dios en Cristo


mediante la Cruz y su resurrección. Romanos 6:11. Cuando sintamos tentaciones, tenemos que
considerar este hecho y escoger el camino de la voluntad de Dios, no en nuestra propia fuerza,
sino en el poder de Dios.

El poder para la santificación práctica se halla en la persona del Espíritu Santo, quien nos libra
de la ley del pecado y de la muerte. La Biblia habla de creyentes carnales, que son aquellos que
no saben ver la perfección de la obra de la Cruz y la resurrección de cristo en relación con la
victoria sobre el pecado y no se apropian por la fe de su nueva posición como muerto al
pecado y vivió para Dios. Así se entristece al Espíritu Santo, pues no puede realizar toda su obra
en el creyente, porque anda conforme a la carne y no conforme al Espíritu.

Los medios para seguir la santificación practica son los siguientes:

1. La contemplación de la gloria del Señor en el poder del Espíritu Santo 2Co. 3:18
2. La Palabra de verdad. Jn 17:17
3. La separación práctica del mundo (1 Jn. 2:15-17)
4. La diligencia por parte del creyente (2Co. 7:1)
5. La oración en el Espíritu Santo (Jud. 20)

Tanto el apóstol Pablo, como el apóstol Juan tratan el tema de la santificación. Pablo lo hace
sobre el hecho de nuestra unión con Cristo en su muerte y en su resurrección; mientras que
Juan se fija en la nueva naturaleza que tenemos por el Padre mediante la vivificación de la
semilla de la Palabra por el Espíritu Santo. Nuestra dignidad de hijos de Dios exige la justicia
practica y el amor hacia los hermanos.

Un día los creyentes tendremos que rendir cuentas de nuestra vida como cristianos delante del
tribunal de Cristo. 1 Ts. 3:13. En ese día se nos quitará cualquier disfraz, y será imposible fingir
ya que estaremos bajo la mirada del Maestro al que servimos. Este hecho es un poderoso y un
buen aliciente hacia una vida de santidad practica como también lo es la promesa de la venida
del Señor Jesús. 1 Jn 3:3.

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