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La armadura de Dios para el joven

creyente
Reunión de Jóvenes – 18/12/2021
Lucas Gutiérrez Durán

Texto Bíblico Base


Efesios 6:10-18
10 Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su
fuerza.
11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra
las asechanzas del diablo.
12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados,
contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo,
contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el
día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
14 Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con
la coraza de justicia, 15 y calzados los pies con el apresto del evangelio de
la paz.
16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los
dardos de fuego del maligno.
17 Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la
palabra de Dios; 18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el
Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los
santos;

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Introducción
El objetivo de ser cristiano, de seguir a Cristo, es querer ser cada día más y más
como Él. Desde que nos convertimos, entramos en un proceso llamado santificación. La
santificación consiste en un progreso en el que nosotros, cada día, tenemos que aspirar a
ser como Jesús, aspirar a su perfección (Lc 9:23, Col 3:1-3, Ef. 2:8-10, 5:1, Tito 3:8, Lv.
20:7/1P 1:16, 1P 2:5), aunque sabemos que no la vamos a alcanzar nunca.

Pregunta - ¿Es fácil seguir a Dios, a Cristo? ¿Os resulta fácil ser cristianos?

Pero en la vida del creyente hay muchísimas pruebas y dificultades. Hay


tentaciones, baches en nuestro camino que nos impiden muchas veces acercarnos a Dios
y que nos hacen tropezar en nuestra vida cristiana y nos hacen pecar contra Dios. Muchas
veces parece que es imposible superar las diferentes pruebas que se nos presentan delante
de nosotros y que no nos dejan vivir la vida que nos gustaría ofrecerle al Señor.
Ahora bien, ¿qué podemos hacer nosotros para arreglar esto? ¿No estamos cansados de
caer y caer? Pues, como jóvenes creyentes deberíamos de buscar algún remedio a esto,
individualmente, y como grupo. Debemos examinar que nos puede decir nuestro Dios a
través de su palabra para que podamos soportar las pruebas a las que nos tenemos que
enfrentar en el día a día constantemente.
Por eso, el texto en el que vamos a centrarnos hoy es Efesios 6:10-20, La Armadura de
Dios.

Cómo sabemos, el apóstol Pablo escribió esta carta a los cristianos de Éfeso,
aunque esta carta es denominada comúnmente como “circular”, de modo que, una vez
leída, se la pasaban a otra iglesia para que otros hermanos pudiesen leer las exhortaciones
y enseñanzas del apóstol.
Sin embargo, estas palabras no se han oxidado con el paso del tiempo y aún hoy siguen
siendo completamente útiles para nuestros días. Así que el objetivo de esta reunión y de
este estudio es ver cómo podemos aplicar a nuestras vidas cristianas esta enseñanza de
Pablo que es la Armadura de Dios.

Para ello vamos a dividir el texto en tres partes:


1- La necesidad de una armadura (vv.10-13)
2- La Armadura de Dios (vv.14-17)
3- La compañía militar (v18)

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1 – La necesidad de una armadura (vv.10-13)
Si leemos toda la carta a los Efesios, veremos como Pablo lanza exhortaciones
prácticas a los cristianos lectores en donde la idea principal es que hemos sido salvos para
buenas obras (2:8-11), no para malas obras (5:11). Pablo advierte a lo largo de la carta
que debemos de guardar nuestra forma de andar (2:10, 4:1, 5:2,15). Debemos andar con
cómo es digno de la vocación (de la tarea) a la que hemos sido llamados, debemos andar
en las buenas obras que Cristo ha preparado de antemano para nosotros, etc.
De modo que podemos ver como el deseo de Pablo, tanto en esta como en otras cartas
(Fil 1:27, Col 3:1-3) es que los cristianos debemos caminar en dirección a Dios, viviendo
acorde a nuestra fe y demostrando con nuestras vidas que realmente Dios nos ha cambiado
y nos ha transformado.

Sin embargo, como hemos dicho antes, esto no es fácil ni mucho menos y Pablo era
totalmente consciente de esta verdad, por eso mismo termina esta carta con una última
advertencia: “fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza”.
Pablo es consciente de que la vida no es de color de rosas. Pablo sabe que realmente, la
vida del creyente es una batalla constante llena de dificultades y de pruebas por las que
cada uno tenemos que pasar. Y por eso quiere acabar preparándonos para esa batalla:
“fortaleceos” – Y no de cualquier forma.
No vale con pensar: “yo puedo con esto”, “con ayuda de mis amigos, y mi familia este
problema saldrá adelante” NO. Pablo indica claramente que la fortaleza para la batalla la
tenemos que buscar en Dios y en el poder de su fuerza. Es Dios de quien dependemos
completamente, Él es nuestro Pan de vida (Jn 6:48), Él es la resurrección y la vida (Jn
11:25), el Alfa y la Omega (Ap. 1:8). Es gracias a Dios por quien podemos decir que
estamos espiritualmente vivos pues es gracias a Jesús que tenemos acceso a Dios. De
modo, que esta no va a ser la excepción que confirma la regla. Para nuestras batallas del
día a día necesitamos a Dios.

De hecho, la armadura que vamos a estudiar, ni siquiera es nuestra, es la armadura de


Dios. Una herramienta que Él ha dado al creyente para que pueda afrontar sus pruebas en
el día a día. Tenemos que ser humildes y vestirnos de TODA la armadura que Dios nos
provee para aguantar y que podamos resistir firmes.

Y no es contra sangre y carne. No es una batalla cualquiera, es sin duda la batalla de las
batallas. Se trata nada más ni menos que de la guerra espiritual. Satanás, con todas sus
fuerzas está intentando hacernos caer constantemente. Busca alejarnos de Dios con todas
sus fuerzas y lo hace sin descanso.
El apóstol Pedro lo explicaba de esta forma: “Vuestro adversario el diablo, como león
rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1P 5:8)

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Recordemos como el diablo intentó tentar a Jesús en su debilidad, durante su estancia en
el desierto.
Satanás no nos da ninguna tregua, pues su objetivo es tirar de nosotros con todos los
recursos de los que dispone para alejarnos de Dios y de sus caminos.
No es una contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra
gobernadores de las tinieblas de este siglo, contras huestes espirituales de maldad en las
regiones celestes. La segunda guerra mundial en comparación con esta guerra no es nada.
El diablo está poniendo hoy toda la carne en el asador para intentar alejarnos de Dios todo
lo que pueda y Pablo nos exhorta y advierte: TOMAD TODA LA ARMADURA DE
DIOS.
¿Para qué? Para resistir, para aguantar en el día malo. Someteos, pues a Dios; resistid al
diablo, y huirá de vosotros (Stg 4:7). Para que, cuando haya pasado todo, podamos estar
firmes gracias a Dios y los recursos que Él nos ha puesto a nuestro alcance para aguantar
las pruebas y tentaciones.

Tenemos que tener muchísimo cuidado, y más nosotros como jóvenes. Pues no es una
guerra que se pueda ver a simple vista con los ojos. Tenemos que tener presente que es
una batalla espiritual, y que Satanás está usando todos sus recursos para llamar nuestra
atención, y lo va a hacer de las formas más sutiles y atractivas que el mundo pueda ofrecer.
Recordemos también las palabras de Pablo en la carta a los Romanos: No os conforméis
a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para
que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Rm 12:2.

Cada uno tiene sus debilidades y Satanás las conoce, y va a ir a atacarnos precisamente
ahí, donde nos duele. Recordemos que su objetivo es alejarnos de Dios sin que ni siquiera
nos demos cuenta. Puede ir poniendo pensamientos en nosotros de forma sutil:
- Es que estoy muy ocupado como para leer la biblia, ya lo haré el fin de semana.
- Debería de orar, pero es que ya es muy tarde y mañana tengo que madrugar.
Mañana a primera hora lo hago.
- ¿Para qué voy a estudiar la biblia si me la explican los domingos?
- ¿Por qué debería de orar si Dios sabe lo que necesito?
- Esto que estoy haciendo está mal, pero como nadie me ve…
Y un largo etc.
Tenemos que tener presente Dios no nos deja solos ni muchísimo menos (1Cor 10:13).
Nos está proporcionando su armadura para que podamos aguantar y resistir con firmeza
a estos ataques que Satanás nos hace constantemente. Pero nosotros somos los que
tenemos que ponerlos la armadura y vestirnos de toda ella. Somos nosotros los que
tenemos que dejar que el señor nos fortalezca y nos dé de su poder. Y para eso tenemos
que ser conscientes de que hay una guerra espiritual, y que nosotros somos soldados en
el campo de batalla.

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2 – La Armadura de Dios (vv.14-17)
Una vez que hemos entendido que tenemos una necesidad real de ponernos toda
la armadura que Dios pone a nuestro alcance para soportar las pruebas del día a día
tenemos que hacernos la siguiente pregunta: ¿Cómo es esa armadura? ¿Qué partes tiene?
Desde los versículos 14 al 17 Pablo va a estar describiendo en que consiste la armadura.
A primera vista podemos ver que se compone de seis partes:
- El cinturón de la verdad
- La coraza de justicia
- El calzado del evangelio de la paz
- El escudo de la fe
- El yelmo de la salvación
- La espada del Espíritu, la Palabra
Vamos a ir viendo uno por uno cada componente para que veamos cómo podemos usarlo
en nuestras vidas.

2.1 – El cinturón de la verdad y la coraza de justicia (v14)


En Isaías 11 podemos ver que el profeta nos está hablando de un rey. Pero no un
rey cualquiera, sino que ese rey es Jesús. Nos está describiendo como será su futuro
reinado en el milenio. Y en los versículos 4 y 5 se nos da el detalle de que será un rey
justo y fiel, la justicia será el cinturón de sus lomos y la fidelidad ceñirá sus vestiduras.
Dios demanda de nosotros sinceridad, honestidad, verdad y justicia, y esta es la primera
parte de la armadura, lo más básico, por así decirlo. La coraza de justicia y el cinturón de
la verdad.
Antes decíamos que al convertirnos entramos en un proceso de santificación. Pues al
momento en el que nos convertimos a Dios se le llama justificación. El momento en el
que Dios, por medio de la sangre de su hijo Jesús nos declara justos delante de Él (Rm
5:1). ¿Qué menos que, a partir de ese momento, nosotros persigamos el ser justos? A lo
largo de la biblia, por ejemplo, en los salmos, es curioso ver como se refiere muchas veces
a los hijos de Dios como “los justos” (Slm. 1:6, 92:12, 97:11).
Dios quiere de nosotros, y le place, vernos ser justos. Que hagamos todo lo posible para
que se haga justicia. Muchas veces es difícil, porque eso significará que se nos apunte
directamente a nosotros y que mucha gente se ponga en nuestra contra, pero esto no debe
de importarnos, porque sabemos que nosotros estamos adorando a Dios con nuestra
justicia.

Y esta coraza de justicia tenemos que reforzarla bien con nuestro cinturón de la verdad.
Son dos elementos que van muy unidos.
La mentira es una de las principales armas de Satanás, de hecho, es el padre de mentira
(Jn 8:44). Por ejemplo, en el Edén, fueron las mentiras de Satanás lo que alejaron a Adán

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y a Eva de Dios y, por esa mentira, se terminó rompiendo la relación que había entre Dios
y el hombre.
Nosotros creemos que Jesús es La Verdad. ¿Cuándo hemos visto a Jesús mintiendo, aun
tan solo una mentira piadosa? Nunca. Tenemos de ejemplo a nuestro Señor. Por tanto, no
debemos mentir bajo ningún concepto. Además, nuestra justicia no se podría sujetar con
un cinturón de mentiras. Debemos llevar vidas sinceras que agraden a Dios con verdad y
justicia.
Al igual que antes, la verdad hará muchas veces que el mundo nos mire mal, pero tenemos
que saber que Dios se sentirá engrandecido cuando nosotros defendamos la verdad, pues
es en situaciones así donde nosotros podemos dar testimonio de nuestra fe. (Ex 23:7, Pr.
14:5, Col 3:9).

2.2 – El calzado del evangelio de la paz (v15)


Es curioso ver que Pablo relacione el evangelio a los pies y al calzado.
Simplemente tenemos que pensar en las campañas evangelísticas en donde nosotros
vamos a evangelizar, a proclamar las buenas noticias de la salvación del hombre, las
buenas noticias de la paz de Dios al mundo por medio de Jesús.
Tenemos que tener en mente que seguimos en el mundo, y que Dios nos ha puesto en un
lugar específico a cada uno de nosotros. Uno de nuestros deberes como hijos de Dios es
proclamar el evangelio a todos cuantos nos rodean, y esta tarea es un privilegio y un
orgullo para nosotros.
“Cuan hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas
nuevas” Romanos 10:15 e Isaías 52:7.

En nosotros debería de haber una constante preocupación por aquellos que nos rodean y
que no son salvos, pues sabemos que Dios los ama, que los quiere salvar, por eso envió a
Jesús al mundo, pero… Romanos 10:14.
Es impensable hoy en día salir de casa sin zapatillas; o jugar al futbol o salir a correr sin
deportivas. Pues en esta batalla espiritual es impensable salir sin el evangelio de la paz
como nuestro calzado, la base sólida sobre la que vamos a pisar el suelo.

2.3 – El escudo de la fe (v16)


Pablo da énfasis a este elemento. Sobre todo, el escudo de la fe para apagar los
dardos de fuego del maligno. Un escudo, al estar en tu mano, te proporciona una defensa
más manejable, de modo que, al ver el ataque enemigo, puedes defenderte de forma
intencionada.
Pues nuestra fe es ese escudo. Cuando veamos que nos va a llover un ataque del diablo,
ya sea con mentiras hacia Dios y Su Palabra, ya sea con situaciones injustas, con pruebas

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o tentaciones, nuestra fe debe ser nuestra herramienta de defensa principal. Por eso es de
vital importancia que la tengamos muy bien cimentada.
La fe se define perfectamente en Hebreos 11:1 como la certeza de lo que se espera, la
convicción de lo que no se ve. No podemos ver a Dios, pero nuestra certeza en Él debe
de ser clara y firme. No podemos decaer en esto, pues es mediante la fe que hemos sido
salvos (Ef 2:8). Recordemos también que Jesús nos enseña que tenemos que orar con fe
también.
Hebreos 11:6 dice que sin fe es imposible agradar a Dios, de modo que no podemos salir
a esta guerra espiritual sin nuestro escudo de la fe, nuestra defensa principal frente a los
ataques de satanás.

2.4 – El yelmo de la salvación (v17a)


Para nuestra cabeza, Pablo declara que como casco nos tenemos que poner la
salvación. Uno de los puntos más críticos donde se puede herir a una persona físicamente
es en la cabeza, por eso en las guerras los soldados se ponen cascos. Pues en esta guerra
espiritual, lo que va a proteger nuestra cabeza es la salvación que tenemos en Cristo Jesús.
Y es que no podemos olvidar esto en ningún momento: Que aquellos que hemos creído
en Él, somos salvos.
Esta verdad nos tiene que dar una seguridad tremenda en el campo de batalla. Dios nos
ha salvado de una condenación eterna para estar con Él toda una eternidad, donde
disfrutaremos de Él eternamente.
Pensar en que Dios, desde el Edén ha provisto un plan de salvación para el hombre nos
tiene que dar confianza en Él, pues lo tiene todo bajo control y no se le escapa
absolutamente nada. Además de estarle agradecidos por esta salvación que nos ha dado,
tenemos que hacer uso de ella en nuestro día a día para afianzarnos en Él. Que nuestras
cabezas estén sujetas por la idea de que Dios nos ha salvado para su gloria y que esto nos
ayude a pensar detenidamente en las acciones que tomemos en nuestro día a día en el
campo de batalla espiritual.

2.5 – La espada del Espíritu, La Palabra (v17b)


Por último, Pablo nos da una herramienta, no tan solo ofensiva, sino también
defensiva, la espada del Espíritu, La Palabra. Tenemos que valorar la Biblia como lo que
es exactamente, La Palabra de Dios, una revelación muy especial que Dios ha tenido para
con el mundo en forma de libros. Una colección de 66 libros en donde se desprende el
pensamiento de Dios y cuyo tema central es el plan de salvación para el hombre propuesto
por Dios mismo.
Esta debe ser nuestra arma en la batalla, como también lo fue para Jesús cuando fue
tentado en el desierto (Mt 4), como también lo fue para los apóstoles (1P 1:16, Rm 3:10,
9:13, 12:19, Hch 23:5, …) “Escrito está”.

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Tenemos que estudiar la biblia todos los días. Tenemos que dedicarle un espacio de
tiempo en nuestro día a día, para leerla, meditar en ella, para estudiarla. A lo largo de la
biblia se nos enseña a que tenemos que hacer esto (Jo 1:8, Slm 119)
Podemos hacer un énfasis especial en el Salmo 119:9: ¿Con qué limpiará el joven su
camino? Con guardar tu palabra.
No podemos salir a la guerra sin nuestra espada, la biblia. Tenemos que conocerla y
alimentarnos de ella sin parar. Memorizar versículos, aprendernos historias bíblicas,
estudiar la vida de Jesús, etc. Para que cuando lleguen las pruebas y los momentos
difíciles, todo esto venga a nuestra mente y podamos resistir y aguantar con firmeza.

3 – La compañía militar (v18)


Una vez vista toda la armadura, Pablo va a terminar explicando que debemos de
acompañar todo esto con oración, y debe ser una oración constante, en todo tiempo. Es
importante que podamos reservar cada día uno o varios momentos en los que podamos
orar al Señor, un tiempo en el que podamos contarle como nos va el día, que
preocupaciones tenemos, como nos sentimos, …
En esta guerra, es como si tuviéramos acceso libre y directo al general, y pudiéramos
contarle como van las cosas en el campo de batalla.
Al igual que hemos visto que tenemos que darle a la biblia el valor que se merece, con la
oración pasa lo mismo. No podemos quitarle importancia a la oración. Es nuestra
principal forma de poder comunicarnos con Dios, y si no lo hacemos, nos va a perjudicar
como creyentes. Una relación entre dos amigos no se puede mantener si uno decide dejar
de hablar con el otro. Pues aquí pasa algo parecido, Dios siempre es fiel y permanece a
nuestro lado, y siempre somos nosotros los que terminamos alejándonos de Él.

Pablo, además, nos dice que tenemos que hacer una petición especial por todos los santos,
es decir, por los demás creyentes. La compañía militar quiere decir que no estamos solos
en esta guerra espiritual, nos tenemos los unos a los otros, la familia de la fe, la iglesia,
un cuerpo, donde Cristo es lo que nos une. Debemos preocuparnos por los problemas de
los demás, tenemos que conocernos entre nosotros y saber nuestras debilidades y
problemas para poder orar los unos por los otros (Ga 6:2). También podemos ver como
muchas veces Pablo pedía a los creyentes que orasen por él, en los dos siguientes
versículos, por ejemplo.
No podemos dejar de pensar en los demás, pues Dios nos creó para vivir en sociedad. En
esta guerra espiritual no existen los héroes ni los lobos solitarios. Tenemos que apoyarnos
entre nosotros.

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Conclusión
Y hablando de compañía militar, no podemos olvidarnos de nuestro compañero más
importante, Dios. Él está con nosotros todo el rato. Él permanece fiel, luchando a nuestro
lado, dándonos salidas a las pruebas y tentaciones, proporcionándonos esta armadura,
escuchándonos cuando vamos a Él en oración…
Al igual que tenemos que tener presente que Satanás existe y que está haciendo todo lo
posible por alejarnos de Dios, sus hijos tenemos que saber que, con Dios, ya hemos
ganado la guerra. ¡Importante! Eso no signifique que queden batallas que librar, y que las
ganemos o las perdamos. Pero la guerra, esta ganada, porque la ganó Jesús muriendo en
la cruz y resucitando al tercer día.

Terminamos leyendo Romanos 8:28-39


28. Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto
es, a los que conforme a sus propósitos son llamados.
29. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos
conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos
hermanos.
30. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos
también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó.
31. ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
32. El que no escatimó ni a su propio hijo, sino que lo entregó por todos nosotros,
¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?
33. ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.
34. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también
resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por
nosotros.
35. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o
persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
36. Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos
contados como ovejas de matadero.
37. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que
nos amó.
38. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni
principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39. Ni lo alto, ni lo
profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es
en Cristo Jesús Señor nuestro.

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