Está en la página 1de 5

“Tu gracia me alcanzó”

“Por naturaleza, desde la entrada del pecado, ningún hombre tiene comunión con Dios. Él es luz,
nosotros tinieblas; ¿y qué comunión tiene la luz con las tinieblas? Él es vida, nosotros muerte; Él es
amor, y nosotros enemistad; ¿y qué acuerdo puede haber entre nosotros?.”
– John Owen

Nuestra vida desde que nacemos en Cristo hasta que morimos en Cristo es una constante carrera por
fijar los ojos en el premio supremo, por permanecer en la Vid, por buscar más de Dios, por tener
comunión, por orar, por leer y congregarnos, por buscar hacer lo que a Dios le agrada.
Nuestra vida es una constante lucha entre hacer lo bueno que no queremos y dejar de hacer lo malo
que queremos.

Desde el AT luego de que Adán pecase, Dios en Genesis 3:21 dice "Y Jehová Dios hizo para el
hombre y su mujer túnicas de pieles, y los vistió." Dios mató un animal y cubrió el pecado de Adán
y Eva. Desde ese momento vemos que Dios es quién obra a nuestro favor. Una vida tuvo que ser
sacrificada antes de que Adán y Eva pudieran haber sido vestidos con "túnicas", se produjo una
muerte sustitutiva. Dios siempre debe proporcionar la túnica adecuada para que el hombre se
presente delante de Dios vestido en la justicia. Sólo en Cristo está siempre el hombre
correctamente vestido.

En ese conflicto en el que todos nos encontramos, apareció un grupo de personas para tratar de
balancear o ayudar a que tengamos un mejor relacionamiento, a que deje de ser tan difícil; sin
embargo, sin darse cuenta lo complicaron todo.
Porque a la obra que Cristo ya había hecho por cada uno de nosotros este grupo de personas le
añadió todo aquello que Cristo ya había anulado por su muerte y resurrección.

Tras haber establecido en 2:10 la verdad de que los cristianos están completos en Cristo,
Pablo señala 3 aspectos de ese estado en 2:11-15 y una aplicación frente al legalismo.

En Cristo tenemos:

- (11-12) Salvación completa


- (13-14) Perdón completo
- (15) Victoria completa
- (16-17) Gracia que vence todo legalismo (Aplicación)

Salvación Completa
“11
En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el
cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; 12 sepultados con él en el bautismo, en el
cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los
muertos.” (2:11-12)

Como ya hemos visto, la herejía colosense era una combinación de filosofía pagana y legalismo
judío. Era de esperarse que los falsos maestros de Colosas, al igual que los judaizantes que Pablo
había confrontado en Galacia, enseñaran la necesidad de la circuncisión para alcanzar la salvación.
Cada niño judío era circuncidado al octavo día de su nacimiento (Lv. 12:2-3). Esa era la señal de que
pertenecía a la nación del pacto (Gn. 17:10-14). En la historia de Israel han existido dos escuelas de
pensamiento en lo que a la circuncisión se refiere:
1. La primera sostenía que la circuncisión era suficiente para la salvación, ya que garantizaba la
afiliación a la nación del pacto. No obstante, esta posición estaba errada, puesto que “no todos
los que descienden de Israel son israelitas” (Ro. 9:6). La afiliación a la comunidad del pacto
no garantizaba la salvación individual. Pablo escribe en Romanos 2:25, 28: “25 Pues en verdad
la circuncisión aprovecha, si guardas la ley; pero si eres transgresor de la ley, tu circuncisión
viene a ser incircuncisión. 28 Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión
la que se hace exteriormente en la carne;”.
2. La segunda posición sostenía que la circuncisión era solo una demostración exterior de que el
hombre había nacido en pecado y necesitaba ser limpio. El corte del prepucio del órgano
sexual masculino era una manera gráfica de demostrar que el hombre necesitaba ser limpio
hasta lo más profundo de su ser. Ninguna otra parte del cuerpo humano hace tan evidente la
profundidad del pecado por cuanto representa la parte del hombre que genera vida, y todo lo
que genera es pecaminoso. Esta es la posición bíblica. Desde el principio, la circuncisión fue
utilizada como un símbolo para ilustrar la necesidad desesperada del hombre de ser limpio en
su corazón. En Deuteronomio 10:16 Moisés mando al pueblo de Israel, diciendo:
“Circuncidad, pues, el prepucio de vuestro corazón, y no endurezcáis mas vuestra cerviz”
Deuteronomio 30:6 añade: “y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu
descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de
que vivas”. El señor ordenó a los israelitas de la época de Jeremías a circuncidarse para el
señor y quitar el prepucio de sus corazones (Jer. 4:4). Dios siempre se ha interesado por el
corazón, no por el rito físico.

Pablo escribe en Romanos 4:11 que Abraham “recibió la circuncisión como señal, como sello de la
justicia de la fe que tuvo estando aun incircunciso”. Abraham se circuncido muchos años después de
que “creyó a Jehová, y le fue contado por justicia” (Gn. 15:6). Su circuncisión fue la señal externa
de un corazón justificado por la fe.

El NT también recalca la circuncisión del corazón. Esteban acusó al sanedrín de ser “incircuncisos
de corazón y de oídos” (Hch. 7:51). Pablo definió la verdadera circuncisión en Romanos 2:29: “Sino
que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón”.

Para nosotros los cristianos, el rito físico de la circuncisión es innecesario puesto que ya hemos sido
circuncidados con circuncisión no hecha a mano. El propósito de la circuncisión de Cristo es
remover el cuerpo pecaminoso carnal. Este se refiere a la remoción de la naturaleza pecaminosa y
caída que existe en cada ser humano y que lo domina antes de experimentar la salvación, como en el
caso del creyente. Los cristianos hemos sido limpiados de ese dominio pecaminoso y se nos ha
concedido una nueva naturaleza creada en justicia, habiendo sido circuncidados con circuncisión no
hecha a mano, es decir, no física, sino espiritual.
En ningún otro pasaje se expresa con tanta claridad este aspecto como en Filipenses 3:3:
“Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en
Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne”. Nosotros hemos sido liberados del dominio del
pecado y del juicio, aunque aún seguimos expuestos a su presencia.
Surge una pregunta respecto a si los cristianos, habiendo muerto a su naturaleza pecaminosa, todavía
pueden pecar. Pablo responde en Romanos 7:15-23 a esto.
Porque el nuevo carácter que desea hacer el bien y obedecer a Dios habita de todas formas en una
carne no redimida: nuestro aspecto humano. Esa carne todavía es susceptible a la tentación de
“todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la
vida” (1 Jn. 2:16). Por eso, es que, como creyentes debemos esperar aun la redención de nuestros
cuerpos (Ro. 8:23).

Cuando concebimos el bautismo como un rito necesario para la salvación resulta tan superficial y
vano como la circuncisión. Algunos encuentran razones para argumentar la regeneración mediante
el bautismo en 2:12, pero es improbable que Pablo descartara un rito para remplazarlo por otro. A la
luz de 2:12, este no tiene otro significado diferente al de la circuncisión física mencionada en 2:11.
Ambos versículos se refieren a realidades espirituales.
El bautismo simboliza la unión del creyente con Cristo. Al ser sepultado con Él en el bautismo, la
unión del creyente con Cristo se lleva a cabo mediante la salvación.
La transformación espiritual solo puede lograrse mediante la fe en el poder de Dios. El mismo poder
que levantó de los muertos a Cristo. Quienes creen que Dios resucitó a Jesús de entre los muertos
también serán resucitados con Él.

Perdón Completo
“13
Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida
juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, 14 anulando el acta de los decretos que había
contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, “ (2:13-14)

Así como la salvación del hombre no requiere ritual religioso alguno, en estos versículos siguientes
hace hincapié en el perdón completo que no requiere obras por parte del hombre.
El perdón es quizás la doctrina más emocionante y reconfortante que contienen las Escrituras, pues
es lo que necesitan los pecadores que viven bajo la culpa para ser justificados ante Dios.

Al igual que toda la humanidad pecadora, los colosenses estaban muertos en pecados antes de su
salvación.
Estar espiritualmente muerto significa estar desprovisto de todo sentido, ser incapaz de responder
a los estímulos espirituales de la misma manera que la muerte física supone la incapacidad de
responder a estímulos físicos.
Pablo describe a los colosenses en su estado anterior como muertos en sus pecados, y también como
muertos “en la incircuncisión de vuestra carne”. Esta frase se refiere a los gentiles, cuya condición
de incircuncisión era la prueba de que estaban excluidos del pacto.

Pero por fortuna, la historia no termina ahí. Puesto que Dios es “rico en misericordia” (Ef. 2:4), nos
dio vida juntamente con él. De nuevo, Pablo subraya nuestra unión como creyentes con Cristo.
Quienes estaban muertos en sus pecados sin esperanza recibieron vida mediante esa unión. Dios
toma la iniciativa en el proceso de salvación porque las personas muertas espiritualmente son
incapaces de darse vida a sí mismas.

Como resultado de haber recibido vida juntamente con Cristo, los creyentes (nosotros) hemos sido
perdonados de todos los pecados. Saber que todos nuestros pecados han sido perdonados es motivo
de gozo. “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado” (Sal.
32:1).
La verdad más importante de la Biblia es que Dios perdona los pecados de quienes confían en él y
los hace participes de su reino eterno y su gloria. El salmista escribió: “JAH, si mirares a los
pecados, ¿quién, oh Señor, podrá mantenerse? Pero en ti hay perdón, para que seas reverenciado”
(Sal. 130:3-4).

El perdón de Dios es un tema sobresaliente en el NT:


Jesús le dijo a sus discípulos en la última cena: “porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por
muchos es derramada para remisión de los pecados” (Mt. 26:28)
Pedro les dijo a quienes estaban reunidos en la casa de Cornelio que “todos los que en él creyeren,
recibirán perdón de pecados por su nombre” (Hch. 10:43)
En Hechos 13:38-39, Pablo dijo: “Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os
anuncia perdón de pecador, y que de todo aquello que de por la ley de Moisés no pudisteis ser
justificados, en él es justificado todo aquel que cree”.
A los efesios les dijo: “en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las
riquezas de su gracia” (Ef. 1:7)
En Hebreos, el Señor dice: “Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus
pecados y de sus iniquidades”. (Hebreos 8:12)

¿Cuáles son las características del perdón de Dios?


1. Es lleno de gracia: no es algo que pueda ganarse por méritos, sino que es un gratuito. Tito
3:4-7.
2. Es completo: la gracia de Dios siempre supera al pecado, porque “cuando el pacado abundó,
sobreabundó la gracia” (Ro. 5:20).
3. Es un anhelo de Dios: “¿Quiero yo la muerte del impío? Dice jehova el Señor. ¿no vivirá, si
se apartare de sus caminos?” (Ez. 18:23).
4. Es seguro: En Hechos 26:18 Pablo dice que Dios lo envió a los gentiles “para que se
conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la
fe que es en mí perdón de pecados y herencia entre los santificados”.
5. Es incomparable: ¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del
remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia”
(Mi. 7:18)
6. Nos mueve a perdonar: en Efesios 4:32 nos ordena: “antes sed benignos unos con otros,
misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en
Cristo”.
¿Cómo podemos hacer menos que perdonar a otros las insignificantes deudas que tienen con
nosotros? (Mt. 18:23-35). Este versículo es además la confirmación del perdón completo de
Dios. ¿Cómo podría ordenarnos perdonar a otros si Él no nos hubiera perdonado?

Miremos la ilustración del perdón de Dios. Cuando Dios nos perdona, lo hace anulando el acta de
los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola
en la cruz. El acta de los decretos era se certificado escrito a mano que testificaba la obligación en
una deuda. Y los decretos se refiere a la ley mosaica. Todas las personas son deudores ante Dios
porque han infringido su ley. El certificado nos era contrario, lo cual significa que era suficiente para
condenarnos al juicio y al infierno, porque escrito esta: ”maldito todo aquel que no permaneciere en
todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas” (Gá. 3:10).
Pablo dice aquí que Dios borró nuestro certificado o acta de deuda, clavándola en la cruz. No queda
el más mínimo rastro en nuestra contra. Nuestro perdón es completo.
Victoria completa
Para que ahora tengamos una victoria completa: 15 y despojando a los principados y a las
potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz. (2:15)

La victoria de Cristo en la cruz despojó por completo a Satanás de todo su poder y acabó con los
planes cuyo fin eran detener su obra redentora.

Por tal motivo, es que adorar a seres tan humillados y derrotados como los que Cristo derrotó seria
el colmo de la locura. La cruz es la respuesta a los herejes colosenses que insistían en la
adoración a los seres angelicales. Por medio de Jesús y de su obra en la cruz Dios canceló la
deuda del creyente, derrotando a Satanás y a sus ángeles caídos.
La muerte de Cristo nos concede transformación, perdón y victoria. Todo esto resulta en una
salvación completa con un perdón completo y una victoria completa. Con toda razón Pablo dijo:
“Pero lejos esté de mi gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me
es crucificado a mí, y yo al mundo” (Gá. 6:14).

¿Qué hago ahora que su gracia que vence todo legalismo?


16
Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de
reposo, 17 todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo. (2:16-17)
Reforzando la preocupación de Pablo para que los cristianos no fueran intimidados por el legalismo.
Ordenó a Tito no prestar atención “a fabulas judaicas, ni a mandamientos de hombres que se apartan
de la verdad. Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada
les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas” (Tit. 1:14-15).
Las leyes de la dieta, las fiestas, los sacrificios y la adoración en el día de reposo son sombra de lo
que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo.
Una sombra no es la realidad, pues la realidad es la que produce la sombra.

Jesucristo es la realidad tras la sombra. Por ejemplo:


1. en lo referente a las normas alimentarias, Él es “el pan que descendió del cielo” (Jn. 6:41).
2. No es necesario que los cristianos observemos la Pascua, “porque nuestra pascua, que es Cristo,
ya fue sacrificada por nosotros” (1 Co. 5:7)
3. ¿Qué razón habría para exigirles a los gentiles observar el sábado cuando Dios les ha concedido
el reposo eterno (He. 4:1-11)?

Lo que aprendemos aquí es muy sencillo: la verdadera espiritualidad no consiste en observar


normas externas, sino en gozar de una relación íntima con Jesucristo.

El analisis no debería ser si estoy haciendo algo para demostrar mi unión con Cristo, sino más bien,
si aquello que hago es el fruto y resultado de mi unión y comunión con Él. Descansemos en Cristo
porque solo en Él completo estamos, descansemos en Cristo porque solo Él basta, solo Jesucristo es
suficiente, descansemos en Cristo porque Su gracia nos ha alcanzado.

También podría gustarte