CUADERNOS

DE ESTUDIO
Serie: HISTORIA UNIVERSAL

CELIA COLOMBO
 Serie de HISTORIA UNIVERSAL
Dirigida por A LFREDO TR A V E R S O N I

C elia C o lo m b o

1. P R E H IS T O R IA , H e rm in ia Feo
2. LAS P R IM E R A S C IV IL IZ A C IO N E S D E L C E R C A N O O R IE N T E Y D E L E G E O ,
Rosa A lo n s o
3. G R E C IA E N T R E LOS S IG L O S X II y V I a.C ., H ild a M o lin a .
4. E S P A R T A Y A T E N A S . L A D E M O C R A C IA A T E N IE N S E . M a ría A . G aliana
H U M A N IS M O
5. L A R E L IG IO N , EL P E N S A M IE N T O Y E L A R T E EN G R E C IA ,
Renée H e g u ito de B erreta
6. A L E J A N D R O Y L A C IV IL IZ A C IO N H E L E N IS T IC A , H e rm in ia Feo.
Y R ENA C IM IEN TO
7. LOS O R IG E N E S R O M A N O S Y LOS P R IM E R O S S IG LO S DE L A R E P U B L IC A ,
José F. Estapé
8. LOS PROGRESOS DEL PODER PERSONAL Y EL FIN DE LA REPUBLICA
ROMANA, Enrique Méndez Vives
9. E L IM P E R IO R O M A N O , Sara A bad ié de Langón
10. L A Cl V I L IZ A C IO N R O M A N A , C eliar E n riq u e Mena Segarra
11. E L F IN D E L IM P E R IO R O M A N O , Rosa A lo n s o
12. C R IS T IA N IS M O , M a tild e A roce na
13. B IZ A N C IO Y E L IS L A M , José D etom asi
14. E C O N O M IA Y S O C IE D A D EN L A E D A D M E D IA , C arm en A p p ra to
15. E L E S T A D O EN L A E D A D M E D IA , C eliar E n riq u e Mena Segarra
16. L A C U L T U R A M E D IE V A L , C arlos Pérez G a m b in i
17. EL F IN DE L A E D A D M E D IA , Ivon ne P inl
18. H U M A N IS M O Y R É N A C IM IE N T O , C elia C o lo m b o
19. L A R E F O R M A , Susana Mazzara
20. L A E C O N O M IA EN L A E PO C A M O D E R N A , Pedro Ojeda
21. EL A B S O L U T IS M O , G u id o B ru n e tto
22 .E L S IG L O X V I I I , M igu el Feldm an
23. L A R E V O L U C IO N F R A N C E S A Y E L IM P E R IO , A lfre d o T raversoni
24. LOS E S T A D O » E U R O P E O S EN E L S IG L O X IX (1 8 1 5 -1 8 7 1 ), Ivo n n e P ini
y M a ría Sara Izzi
25. LOS C A M B IO S E C O N O M IC O S Y S O C IA L E S EN E L S IG L O X IX , H ugo L ic a n d ro
26. EL P E N S A M IE N T O P O L IT IC O Y S O C IA L EN E L S IG L O X IX , B e n ja m ín N ahum
27. E L D E S A R R O L L O E U R O PE O Y L A E X P A N S IO N IM P E R IA L IS T A (1 8 7 0 -1 9 1 4 ).
Selva López C h iric o
28. L A C IE N C IA , E L P E N S A M IE N T O Y E L A R T E EN E L S IG L O X IX ,
Blanca Traversoni E D I T O R I A L
29. L A P R IM E R A G U E R R A M U N D IA L , R aquel G arcía Bouzas de B ru n e tto i» # - KJt.PEl.'USZ
30. E L M U N D O E N T R E DOS G U E R R A S , A lfre d o T raversoni
31 . L A S E G U N D A G U E R R A M U N D IA L , A lfr e d o Traversoni Moreno 372 • Buenos Aires
32 . E L M U N D O C O N T E M P O R A N E O , A lfre d o T raversoni
 IN D IC E

HUMANISMO Y RENACIMIENTO ................................................... 7

Economía ................................................................................ 10
Sociedad .......................... ................................................ 12
Política .......................................................................................... 14
Factores que favorecieron el temprano Renacimiento en Italia . . . 15
H u m a n is m o ............................................................................................. 16
Literatura . .............................................................................................. 23
Corientes filosóficas ..................................................................... 29
Los orígenes de la ciencia moderna ......................................... 35
M ú s ic a ............................................................................................ 38
Artes plásticas ............................................................................... 42
I t a l i a ....................................................................................................... 42
Arquitectura ............................................................................... 44
Escultura ..................................................................................... 47
Pintura ........................................................................................... 50
V e n e c ia ......................................................................................... 58
Algunos aspectos del Renacimiento en Europa .................... 60
C onclusiones................................................................................ 62
Libros de consulta ................................................................................ 63
T o dos los derechos reservados po r (© , 1 9 7 2 ). E D IT O R IA L K A P E L U S Z S .A .
Buenos A ires. Hecho el d e p ó s ito que establece la ley 11 .723 . '
P ublicado en fe b re ro de 19 72.
L IB R O DE E D IC IO N A R G E N T IN A . P rm te d in A rg e n tin a .

5
 H U M A N IS M O
Y R E N A C IM IE N T O
<1

¿Qué significado tienen los términos, estrechamente asociados,

“Humanismo” y “ Renacimiento”? Como punto de partida
usaremos aquí el término Renacimiento, para designar al período
que comprendió desde mediados del siglo XV hasta fines del siglo
XVI y el de Humanismo será aplicado al movimiento intelectual,
que se desarrolló en aquella época.
La principal dificultad para precisar estos conceptos consiste
en el manejo de las numerosísimas obras que durante los últimos
cien años se han dedicado a este tema, pues tales estudios
alcanzaron conclusiones divergentes e inclusive contradictorias.
La selección, organización e interpretación de estos documen­
tos, a fin de ensayar una síntesis, es más que una tarea engorrosa,
verdadero océano sin orilla. Se cuestionan las fechas, las causas, el
contenido y las consecuencias de estos fenómenos, además de la
conveniencia o no de aplicarles los nombres tradicionales. Los
trabajos especializados sobre determinados aspectos se multiplican
afirmados en la convicción de que es casi imposible —o no es
conveniente- una descripción general. Ademas debe tenerse en
cuenta, que toda reconstrucción del pasado está condicionada por
el medio intelectual del tiempo y el país en que el autor actúa,
tanto como por su carácter e intereses, y naturalmente, por los
trabajos de sus predecesores. En consecuencia, parece útil evitar
tempranas definiciones, y referirse a continuación a la evolución
histórica que han sufrido los conceptos de Humanismo y Rena­
cimiento
7
 El sentido amplio y actual de la palabra Humanismo, o sea
tendencia a tomar como modelos estéticos las obras de la
antigüedad clásica y la exaltación de las posibilidades del hombre,
deriva al parecer del estudio de Georg Voigt ‘ La resurrección de la
antigüedad clásica o el primer siglo del humanismo” , aparecido en
1859 En'sus comienzos, 1512, la palabra humanista significaba
maestro o profesor de literatura clásica. Es decir que aun cuando el
término italiano original ” umanista” forma parte del lenguaje
pedagógico de la época, tuvo un sentido más restringido del que
ahora le atribuimos.
Georgio Vasari en su obra “La vida de los más excelentes
pintores, escultores y arquitectos” (1550), parece haber usado por
primera vez la palabra “ rinascitá” . Maquiavelo empleó la expresión
“ Roma rinata” y también se encuentra el vocablo “ renacer” en los
escritos de Melanchton. Aun cuando en el lenguaje contemporá­
neo, como en el caso del Humanismo, también aparecen estas
expresiones, no fue sino a partir de 1860 en que Jacobo
Burckhardt publicó su obra más importante “ La civilización del
Renacimiento en Italia” que el término Renacimiento pasó a
aplicarse a un período histórico concreto, a una época en la
historia de la civilización, al amanecer de la Edad Moderna.
Su interpretación consideró una buena parte de la vida política
y social de este período, algunos enfoques de la vida económica, la
cultura intelectual, encuadrando su estudio en el espíritu y la
mentalidad que Burckhardt consideraba característicos de la época
y propios de un determinado país, Italia.
La concepción expresada en la obra de Burckhardt marcó una
época fundamental en la historiografía del Renacimiento, y el
numerosísimo conjunto de investigadores que la adoptó, con
mayor o menor originalidad, extendiéndola inclusive al Renaci­
miento transalpino, puede ser llamado el sector de los tradi-
cionalistas.
Con el paso del tiempo nació una tendencia revisionista
inevitable, que a fines del siglo pasado era todavía escasamente
recibida. Pero en las primeras décadas del siglo XX el número de
disidentes se acrecentó hasta prácticamente demoler la imagen
perfecta creada por Burckhardt.
Los motivos invocados para esta reacción fueron de la más
diversa índole, pero los fundamentales se refieren al método.
La síntesis creada por este prestigioso autor hizo del Renaci­
miento un fenómeno estático, circunscripto a un determinado país
y lo privó de sus raíces naturales, que se encuentran en la Edad
Media. Además, para ilustrar un cierto número de caracteres que se
consideró típicos de ese fenómeno (desarrollo del individualismo,
8 9
descubrimiento del mundo y del hombre, crisis general de la fe,
etc.), descuidó otros elementos de información que propiciarían
afirmaciones justamente contrarias. La reacción se inició con
Renán quien centró la atención sobre la figura de San Francisco de
Asís, poderosa individualidad esencialmente opuesta al espíritu y
la mentalidad escolásticos. Pero este aporte no afectó fundamenta­
lmente la imagen del Renacimiento creada por la corriente
tradicional; simplemente destacó la importancia de algunos ante­
cedentes.
La primera ruptura con la tradición que tiene su origen en
Burckhardt está representada por la obra de Henry Thode
“‘Francisco de_\Asís y los comienzos del arte del Renacimiento en
Italia” (1885), quien sostuvo que San Francisco de Asís fue no
solamente un precursor, sino la causa primordial que produjo el
movimiento renacentista y la iniciación de toda la cultura
moderna. A partir de este momento, no sólo la delimitación del
Renacimiento fue anticipada en el tiempo, sino que el concepto
sobre su contenido había cambiado.
Así se inició una larga lista de autores revisionistas que
enfrentaron la concepción tradicional desde diversos ángulos. La
variedad y multiplicidad de sus enfoques muestra también las
diferentes preocupaciones que los animaron: religiosas, naciona­
listas, filosóficas, científicas, etc. Entre ellos debe recordarse a
Heinrich Hermelink, Paul Mestwordt, Albert Hyma, Louis Coura-
jod, H. S. Chamberlain, Ludwig Holtmann, Cari Neumann,
Berthold Haendecke, Charles Haskins, Charles Gilson, Jacques
Maritain.
En suma, puede decirse que algunos investigadores reivindica­
ron como propios de la Edad Media caracteres hasta entonces
atribuidos al Renacimiento; otros se aplicaron a descubrir las
supervivencias medievales en el seno del período renacentista; no
faltaron quienes interpretaron al Renacimiento como una conti­
nuación de la Edad Media y finalmente, un último núcleo afirmó
que era su declinación. Al conjunto de nuevos estudios que
sustentan parecidos criterios puede llamárseles la corriente me-
dievalista. j
Entre las dos interpretaciones opuestas que aquí se menciona­
ron, tradicionalista y medievalista, puede situarse una tercera que
no ha recibido todavía un tratamiento formal y que concibe al
Renacimiento como a una época de transición.
Para que este punto de vista resultase realmente valioso
debería ser acompañado por un análisis exhaustivo de las
diferencias fundamentales entre la civilización medieval y la
moderna, y luego por un segundo análisis de los caracteres típicos
de la época de transición o sea del Renacimiento en sí mismo.
Debería tenerse en cuenta que los elementos característicos de una
civilización, no lo son con la misma intensidad durante todo el
período que ella comprende, es decir que esos caracteres tienen
valor relativo y no absoluto. Luego que, por la naturaleza misma
del devenir histórico, cada edad recibe de la precedente un gran
número de ideas, formas de actividad, instituciones que subsisten
como fenómeno menor hasta que las que son propias de este
segundo período se manifiestan como típicas. Finalmente no
debería descuidarse el hecho de que las fuerzas innovadoras se
manifiestan de muy diferentes maneras según el campo de la
civilización de que se trate, y desde luego no marchan acompasa­
das de un país a otro. Por ejemplo, la evolución de las letras puede
preceder en Italia a la de las ciencias, y comparando el conjunto de
su civilización con la de otro país, Alemania, la primera debería ser
considerada renacentista y la segunda no.
En resumen: subsiste el problema de cuál fue la esencia de la
civilización Renacentista apreciada como conjunto. Como conclu­
siones de este estudio se expondrán los elementos que considera­
mos típicos, apreciados con criterio selectivo y aun así, advirtien­
do que la mayoría de ellos deberán ser interpretados como
relativos.
A pesar de que nuestro objetivo se refiere esencialmente a la
cultura del Renacimiento, ya que todos los elementos de una
civilización están ligados entre sí, es indispensable referirse
previamente a los factores materiales, condiciones económicas,
sociales y políticas que forman la trama de esta época.
Economía
Las transformaciones económicas operadas en Europa a partir
del siglo XI recibieron un impulso decisivo con el desarrollo del
gran comercio internacional, protagonizado por las ciudades del
norte italiano y las del norte europeo situadas sobre el Báltico, el
Mar del Norte y el territorio de Flandes.
La intensificación del. comercio trajo la reaparición de la
moneda y perfiló un sector de la sociedad, los llamados hombres
de negocios, ocupados en el comercio y operaciones financieras de
especulación, tanto inmobiliarias como rurales. Compartimos la
afirmación de Jacques Le Goff para quien “ por la masa de dinero
que maneja, por la extensión de sus horizontes geográficos y
económicos y por sus métodos comerciales y financieros, el
mercader-banquero medieval es un capitalista. Lo es también por
su espíritu, por su género de vida y por el lugar que ocupa en la
10
sociedad”. Pero no debe olvidarse que la economía siguió siendo
principalmente rural y que los artesanos predominaban en las
ciudades, por lo cual el capitalismo como sistema sólo adquirió
forma en el Renacimiento hacia fines del siglo XV, caracterizando
luego al siglo XVI.
No corresponde a nuestro estudio realizar el análisis profundo
de los factores vinculados al desarrollo capitalista ni precisar el
espinoso problema de causas y efectos en estos fenómenos; pero sí
deben mencionarse al pasar los hechos más salientes que singulari­
zan el panorama económico de esta época.
• El capitalismo alcanzó gran desenvolvimiento cuando .se
constituyeron poderosas monarquías y se acentuó la centraliza­
ción. La economía nacional sustituyó a la economía cerrada. El
pago de ejércitos mercenarios, de los gastos de la corte, de los
sueldos de los funcionarios, obligó a los reyes a servirse de los
banqueros, quienes arrendaban los impuestos y contrataban
empréstitos.
• Los grandes descubrimientos geográficos crearon dominios
coloniales en ultramar (América, Africa, Asia) e implicaron
cambios decisivos.
Las nuevas rutas para el comercio a larga distancia fueron las
“ rutas del Cabo” y las “ rutas atlánticas” . Los viejos centros
comerciales del Mediterráneo fueron desplazados por los puertos
de la costa occidental- de Europa, que registraron un desarrollo
auspicioso: Lisboa, Cádiz, El Havre, Londres y muy especialmente
Amberes, intermediaria entre las potencias marítimas y los países
del noroeste y del norte de Europa. Por Amberes se transportaban
además los productos de los Países Bajos (telas, tapices, etc.) con
destino a la Península Ibérica y que luego serían enviados a
América.
Los descubrimientos produjeron una afluencia masiva de
metales preciosos en el continente europeo después de la conquista
de México (1519-1522), la del Perú (1532-1535), y el descubri­
miento de las minas de Potosí (1545). Se estima que entre 1521 y
1660 se transportaron oficialmente desde América a España
alrededor de 18 000 toneladas de plata y 200 de oro.
El aumento de la cantidad de metales preciosos fue la principal
causa del alza de precios que comenzó en Andalucía y se extendió
a los demás países europeos. Al comienzo del proceso, primer
tercio del siglo XVI, el alza fue del 50 por ciento; hacia fines los
precios se habían duplicado. Este fenómeno no fue comprendido
en la época e impresionó seriamente por las consecuencias tanto
financieras como sociales que derivaron de él.
11
 Los descubrimientos influyeron además sobre la economía,
porque no sólo ampliaron el radio y el volumen del comercio a
larga distancia, permitiendo la apertura de nuevos mercadQS para
los productos europeos, sino que nacieron nuevas industrias
derivadas de los productos coloniales (índigo, tabaco, cacao, etc.).
Como las expediciones de ultramar exigían fuerte disponibilidad
de fondos, las técnicas comerciales ya existentes se perfeccionaron.
• Fueron hechos significativos del desarrollo capitalista la
creación de bolsas de carácter mundial, los progresos de los seguros
marítimos, el comercio del dinero y las especulaciones sobre él, el
sistema de giros, las letras de cambio, el gusto por el juego bajo
todas sus formas y el mayor volumen del crédito que se manifestó
incluso en el ámbito público.
• La actividad industrial sufrió cambios cualitativos y
cuantitativos. Nació el régimen de industria textil, rural y
doméstica, alejada de las reglamentaciones de los gremios y
dispersa en cuanto a los trabajadores que la componían, pero
concentrada comercialmente en manos de empresarios. El alto
costo de explotación hizo de la minería una industria capitalista;
pero entre las industrias nuevas, ninguna refleja mejor que la de la
impresión las formas características de la organización capitalista.
Los libros pueden ser ejemplo de producción en masa, estandari­
zada, planificada, que requiere gran inversión de capital y fijación
de las condiciones de venta, como asimismo exige participación de
un gran número de trabajadores especializados que reciben casi
siempre un salario fijo.
• La Iglesia Católica había condenado los negocios de
especulación, el préstamo a interés y sólo veía con buenos ojos las
inversiones de capital en el caso de que el prestamista participara
en la dirección de la empresa y en sus riesgos. La Reforma dio
indudablemente una mayor libertad de acción al capitalismo,
aunque algunos reformadores como Lutero se opusieron a él.
Sociedad
Las transformaciones económicas fueron acompañadas de
transformaciones sociales igualmente importantes y duraderas,
cuyo centro de gravedad se estableció en ciudades que registraron
un sensible crecimiento demográfico.
Conviene recordar con Alfred Von Martin que la sociedad
medieval se basaba “en un orden de estados consagrados por la
Iglesia, orden en el cual cada uno ocupa el lugar que la naturaleza
12
y Dios le asignaron. El intentar salirse de un estado equivale a
rebelarse contra el orden establecido por Dios. Cada cual vive
dentro de los límites que han sido previamente determinados” .
• En la nueva sociedad renacentista, la antigua nobleza se vio
desplazada en su importancia militar por el desarrollo de la
infantería y las armas de fuego, y en su predominio económico
puesto que la tierra no era ya la fuente de todos los derechos y la
única forma de riqueza. En especial, la pequeña nobleza sufrió las
consecuencias de la evolución económica.
Parte de la nobleza rural se radicó en las ciudades y,
poniéndose a tono con las nuevas condiciones de vida, se dedicó a
actividades comerciales emparentándose muchas veces con la
burguesía.
• El ascenso social de la burguesía es un fenómeno caracteri­
zado en dos etapas. La primera puede ser fijada en Italia hasta
mediados del siglo XV; en ella prevalecen las llamadas “virtudes
burguesas” : el ahorro aplicado también al empleo del tiempo,
respetabilidad entendida como solidez comercial, vida ordenada.
La segunda refleja ya los ideales del rentista derivados de su
notable enriquecimiento en actividades mercantiles y financieras.
Los burgueses asumieron una forma de vida de características
señoriales, ostentaron su opulencia y frecuentemente consiguieron
ennoblecerse por compra de títulos, por gracia del rey o por
matrimonio.
• Los príncipes, los papas y la burguesía enriquecida,
consideraban el arte, la ciencia, las letras como medios de acción y
de poder, y protegían a los artistas al mismo tiempo que
constituían el sector permanente y mayoritario de su público o su
clientela.
• La sociedad renacentista fue cortesana. La obra del conde
Baltasar Castiglione escrita entre 1514-1518 refleja mejor que
ninguna otra los ideales de vida de la época. El caballero debía
saber latín y griego, ser versado en poesía, oratoria e historia, tener
aptitudes para escribir especialmente en lengua vulgar, conocer
dibujo y pintura, y ser un perfecto jinete; su profesión sería el
ejercicio de las' armas. La dama debía ser afable y bondadosa,
conversar en forma agradable, conocer música, pintura, danzar
bien y tener un porte sereno y modesto.
• En el medio rural permanecían los campesinos y sobre sus
condiciones de vida es difícil generalizar. En el orden material su
situación parece haber sido más favorable que en siglos anteriores,
liberándose progresivamente de la servidumbre en la mayor parte
13
de Europa. Pero a antigua nobleza en declinación presionaba a ios
campesinos con i uevas exigencias a fin de compensar el deterioro
que les causara el desarrollo capitalista, constituyendo también
una amenaza los nuevos propietarios burgueses porque usaban
métodos de explotación más racionales y más prácticos.
• La sociedad renacentista fue, finalmente, una sociedad
dinámica. Los grandes agentes de cambio fueron en ella el dinero o
la capacidad intelectual. Los antiguos vínculos de sangre, de
dependencia o de servicio perdieron vigencia.
Política
Las transformaciones económicas y sociales ocurridas durante
los siglos XV y XVI fueron para los contemporáneos bastante
menos importantes que los problemas políticos, porque éstos
revestían una majestad y un prestigio tradicionales de que aquéllos
carecían. En este dominio los cambios culminaron un largo
proceso que condujo a la formación de monarquías nacionales,
aunque no se podía predecir a mediados del siglo XV que estado y
nación llegarían a identificarse.
Los cambios sufridos por la organización política de Europa
durante este período pueden ser señalados en tres aspectos:
A) constitución del territorio a partir de zonas primitivamen­
te autónomas que se sometieron a la autoridad del rey;
B) funciones del gobierno;
C) relaciones entre estado o creación de un sistema político
internacional europeo que sustituyó al ideal universalista de la
Edad Media.
La monarquía francesa en época de Luis XI, la castellana bajo
Isabel y la aragonesa representada por Femando, son los ejemplos
que mejor ilustran el proceso de afirmación dinástica y su
expresión territorial. La fusión bajo los auspicios de la corona de
antiguos territorios autónomos marcó, en los estados occidentales
de Europa, el pasaje de la monarquía feudal a la nacional, aunque
naturalmente la evolución no fue en todas partes simultánea. En
otros casos como el de Italia, los cambios fueron menos
significativos pues ella estaba a' merced de las potencias septen­
trionales y los esfuerzos orientados para una consolidación política
concluyeron solamente con el engrandecimiento de los territorios
gobernados por el Papa.
A mediados del siglo XV la forma de gobierno propia de
Europa occidental era ya la monarquía hereditaria; en algunos
14
estados de Europa oriental (Hungría, Bohemia, Polonia, Suecia,’
Dinamarca) era electiva. Las excepciones estaban constituidas por'
las señorías italianas, los cantones suizos, las ciudades del Hansa y
algunas ciudades libres del Imperio.
En todos los lugares donde se estableció la monarquía nacional
se definieron los derechos y deberes del rey, eliminando las
fuerzas, privilegios o resistencias que se oponían a él. El
acrecentamiento del campo de la autoridad real chocó especial­
mente contra la alta nobleza y las asambleas originadas en la Edad
Media (Parlamento, Cortes, Estados Generales). Los reyes se
apoyaron en la creación de recursos propios para el gobierno, en la
existencia de la burocracia, en el mantenimiento de ejércitos
permanentes y mercenarios, apoyándose también en la pequeña
nobleza y la burguesía de las ciudades.
La experiencia política de Italia muestra variadas situaciones.
En Florencia, la familia de los Médicis se transformó de potencia
económica en potencia política y controló casi enteramente la vida
de la comunidad. En Venecia fue no una familia sino una clase, la
oligarquía, con intereses económicos similares a los anteriormente
nombrados, quien dio. muestras de asombrosa estabilidad y
vitalidad políticas. Otras regiones a ejemplo de Milán, gobernada
por los Sforza, entronizaron los “ condottieri” , dictadores u
hombres fuertes, que se impusieron ejerciendo facultades inde­
pendientes-de las instituciones tradicionales.
El período comprendido entre los siglos XV y XVI vio nacer el
principio del equilibrio de' las potencias, o cuando menos, la
concepción de interdependencia del sistema político europeo.
Superado el intento de imperio ecuménico de los Habsburgo, los
estados se orientaron a actuar en común contra toda potencia que
pudiera adquirir una preponderancia peligrosa o que lesionara su
seguridad. El desarrollo de la diplomacia es el síntoma visible de la
preocupación de la mayoría por superar las amenazas exteriores.
A fines del siglo XVI Europa era el centro del mundo, conocía
poco de Africa, encontraba resistencia en Asia, pero dominaba
América. El poder marítimo otrora en manos de genoveses y
venecianos, pasó a ser ejercido por portugueses y españoles.
FACTORES QUE FAVORECIERON
EL TEMPRANO RENACIMIENTO EN ITALIA
El Renacimiento tuvo como carácter esencial el culto entu­
siasta por la antigüedad greco-latina; en sus orígenes fue un
movimiento italiano y en su madurez afectó a toda Europa. ¿Qué
15
circunstancias y factores beneficiaron esta anticipada renovación
intelectual y artística en Italia?
La tradición clásica había perdurado en la península a través
de la presencia de la lengua latina y de los monumentos de la
antigüedad tanto arquitectónicos como escultóricos. Pero la mera
supervivencia de estos testimonios no explicaría un fenómeno tan
complejo como el de los orígenes del Renacimiento.
El ambiente italiano era también propicio en el aspecto
económico y social. El desarrollo capitalista había avanzado hasta
crear la primera organización bancaria de Europa; allí se organiza­
ron las Cruzadas en el orden financiero y se proveyeron los
transportes marítimos. El feudalismo fue más débil que en el norte
y la burguesía triunfó antes que en otras regiones de Europa. La
nobleza rural se estableció pronto en las ciudades, se vinculó y
adoptó las actividades burguesas. El desarrollo de las cortes, de los
cenáculos, el estímulo de los “mecenas” (príncipes burgueses
enriquecidos y eclesiásticos que prestaron su apoyo a intelectuales
y artistas laicos), dio indudablemente impulso al movimiento
renacentista italiano.
A estos elementos suele agregarse el aporte de los sabios
bizantinos que huyeron de Constantinopia al ser tomada por los
turcos. En realidad, las obras más importantes de la antigüedad
latina habían sido ya descubiertas en Occidente antes de la
ocupación de Constantinopia. La caída de la ciudad estimuló
indudablemente una corriente ya iniciada y la enriqueció con el
acervo de los emigrados.
En consecuencia fue en Italia donde inicialmente se dieron
mejor las condiciones que requería el Renacimiento como cultura
urbana.
HUMANISMO
Los humanistas fueron inicialmente hombres cultos, profesio­
nales de las letras, que apasionados por la antigüedad se esforzaron
en encontrar y agrupar las obras de autores antiguos dispersas
entonces en conventos y monasterios. La búsqueda de manuscritos
y la copia de textos fue su primera actividad en la etapa en que
estaban sometidos “ al encanto de las obras antiguas más que al de
sus ideas” . Muchas de las grandes bibliotecas de Europa se
constituyeron en el siglo XV, y la mayor parte, de las colecciones
nuevas se encontraban en Italia. Una de las más célebres fue la del
Papa Nicolás V (1447-1455) que comprendía más de cinco mil
manuscritos; pero es de hacer notar que las más importantes
bibliotecas humanísticas pertenecieron a príncipes, eclesiásticos y
16
particulares, ya que las universidades participaron en una escala
insignificante en tales inquietudes.
Los manuscritos que recogían los humanistas contenían con
frecuencia errores u omisiones; por lo tanto, se dieron a la tarea de
recobrar la integridad de los textos primitivos, explicándolos y
comentándolos. Al comparar versiones y formular hipótesis,
contribuyeron a establecer la base de la moderna filología.
La impregnación gradual de las formas antiguas llevó en una
tercera etapa a la de las ideas de la antigüedad. El programa de los
estudios humanísticos llegó finalmente a comprender campos
variados como la literatura, la historia, las ciencias, la filosofía, la
ciencia política, etc.
En ese retorno a la antigüedad, los humanistas estaban
condicionados por su tiempo y aunque la conocieron mucho mejor
que sus predecesores, vieron en ella lo que correspondía a sus
intereses peculiares. Sin embargo debe reconocérseles una com­
prensión nueva de la historia guiada por el sentido de perspectiva y
de distancia, la conciencia de que el mundo antiguo se integró con
un conjunto de caracteres propios y distintos del mundo moderno.
En suma, más que por su contenido, que ofrece variadas
tendencias, el humanismo podría ser reconocido por su método,
que implica una nueva manera de considerar la literatura, la
historia y el mundo.
La invención de la imprenta de caracteres metálicos movibles
(Gutenberg - 1454), transformó radicalmente las condiciones de la
vida intelectual y formó un público de lectores laicos, en el cual
los estudios humanísticos alcanzaron considerable popularidad. Se
cumplió así en el siglo XV una etapa definitiva en el proceso de la
secularización de la cultura.
Humanismo griego
Los estudios sobre la literatura y filosofía griegas ocuparon un
sector muy importante de las preocupaciones de los humanistas.
Muchos de ellos eran griegos emigrados como Teodoro de Gaza y
Basilio Bessarion, otros eran eruditos italianos que dominaban la
lengua griega: Leonardo Bruni, Lorenzo Valla, Guarino de Verona,
etc.
La mayoría de las obras antiguas fueron publicadas por
primera vez por la imprenta del veneciano Aldo Manucio, la cual
realizó entre 1494-1515 veintisiete ediciones de autores griegos de
primer orden.
17
 El aspecto de la cultura griega que ejerció mayor influencia fue
el renovado interés por Platón, y la ciudad que sirvió de escenario
fue Florencia. Manuel Chrysoloras inició la corriente a comienzos
del siglo XV al traducir la “República” . Sus trabajos fueron
continuados por Leonardo Bruni; años despüés Giovanni Aurispa
aportó en manuscritos desde Constantinopla los textos griegos dej
la obra completa de Platón. En 1462 Cosme de Médicis ofreció su
protección a un joven erudito que tenía entonces algo más de
veinte años llamado Marsilio Ficino, quien hasta su muerte en
1499 dedicó su vida al estudio de la filosofía platónica en la
célebre Academia Platónica de Florencia, que ejercería decisiva
influencia sobre toda la vida literaria y espiritual de este período.
Humanismo hebreo
El conocimiento del hebreo se mantuvo durante la Edad Media
en las colectividades judías de la diáspora y, particularmente, en la
numerosa comunidad judía de España. Fuera de ellas la tradición]
literaria judía era ignorada prácticamente por los cristianos; un
escasísimo número de personas poseía la lengua hebrea y este
hecho de excepción no revestía ninguna importancia cultural. •
La renovación intelectual que sacudió a Europa durante el
siglo XV alcanzó también al hebraísmo, cuyos primeros centros de
estudios se situaron en Italia y España.
El más significativo de los eruditos en este campo fue el
príncip&Pico de la Mirándola, nacido en 1463, autor de las famosas
novecientas tesis en las que sintetizó el saber filosófico de su
época. Luego escribió en Roma el “ Discurso sobre la dignidad del
hombre” , que serviría de introducción a las novecientas tesis, e
invitó a estudiosos de todas partes a un debate público sobre su
contenido. Pero la encuesta eclesiástica declaró que trece de sus
proposiciones eraii heréticas; la proyectada discusión nunca tuvo
lugar y el discurso fue publicado posteriormente.
La mencionada obra de Pico de la Mirándola es considerada
como el manifiesto del Humanismo y el Renacimiento; insiste
fundamentalmente en que el hombre está en el centro de cuanto
acontece, que él es libre y capaz de cambio, pero que tendría que
usar su libertad para elevarse hacia Dios.
El discípulo más destacado de Pico de la Mirándola y al mismo
tiempo la mayor autoridad que hubo en Europa sobre letras
hebraicas, fue Juan Reuchlin. En 1494 publicó su libro sobre la
Cábala y en 1506 la primera gramática cristiano-hebrea. Más tarde
sostuvo una violenta querella con un judío convertido, Píeffer-
korn, quien por mandato del emperador Maximiliano supervisaba
18
la destrucción por la Inquisición de todos los textos judíos que
eran considerados nocivos para el cristianismo. Esta polémica
dividió en dos campos a la intelectualidad no sólo alemana sino de
Europa entera; el documento más famoso emanado de ella fue
“Cartas de hombres oscuros” .
Humanismo cristiano
Se designa con este nombre a un conjunto de intelectuales que,
sin rechazar la tradición cristiana y las experiencias místicas,
introdujeron la nueva cultura a fin de obtener la reforma de la
Iglesia y de la sociedad. La figura rectora de este movimiento fue
Erasmo de Rotterdam, pero muchos antes y otros después de él
manifestaron inquietudes similares. La esencia de este pensamiento
radicaba en la siguiente afirmación: la naturaleza del hombre que
es buena y ha sido corrompida por el pecado original puede ser
perfeccionada por una disciplina intelectual. Al afirmar la impor­
tancia de la razón se daba lugar a un nuevo programa de educación
que para estos humanistas no sólo era necesario, sino la única
reforma imprescindible. En España debe recordarse especialmente
el nombre del Cardenal Ximénez de Cisneros, confesor de Isabel y
fundador de la Universidad de Alcalá, en las primeras décadas del
siglo XVI. Esta institución fue un ejemplo de cómo la cultura
nueva podía ser puesta al servicio de la Iglesia; allí se formaron los
obispos para la Iglesia española y se cumplió la extraordinaria tarea
de erudición que constituye la llamada Biblia políglota de Alcalá.
Un verdadero equipo de investigadores y de sabios trabajaron
durante muchos años en su elaboración, sirviéndose de fuentes
manuscritas diversas; el Antiguo Testamento fue publicado en
1514 y el Nuevo en 1522. En la primera parte la impresión se hizo
en columnas paralelas, ocupando el centro el texto de la Vulgata;
esta disposición representaba simbólicamente, según el Cardenal
Cisneros, la posición ocupada por la Iglesia de Roma, entre la
Sinagoga y la Iglesia Griega, tal como la de Cristo entre los dos
ladrones. La Biblia políglota de Alcalá debe ser considerada por lo
tanto como una obra de erudición en el sentido de estudio
cuidadoso de manuscritos, pero su intención se acerca más a las
tradiciones medievales que al criticismo moderno. La obra estuvo
destinada a robustecer la autoridad de la Vulgata mucho más que a
corregirla.
El ejemplo pedagógico constituido por la Universidad de
Alcalá quedó aislado en Europa, pues los métodos de investigación
aplicados por los humanistas penetraron muy lentamente en las
Universidades y colegios menores. Las preocupaciones pedagógicas
19
del Humanismo tuvieron en Inglaterra como primer representante
a John Colet, decano de la Escuela de San Pablo, quien promovió
la corriente reformista que condujo al establecimiento de funda­
ciones humanistas en las antiguas universidades de Oxford y
Cambridge.
Entre sus continuadores merece especial referencia la figura de
Tomás Moro, ya que no sólo se preocupó del problema específico
de las relaciones entre estudios nuevos y tradición cristiana, sino
que ampliando el horizonte intelectual realizó en su obra
“Utopía” un verdadero tratado de crítica social.
Tomás Moro nació en 1478, recibió una esmerada educación
en la Escuela de San Antonio, que completó luego en Oxford en la
Escuela de Derecho de Lincoln’s Inn; cumplió una brillante carrera
política iniciada en la Cámara de los Comunes, representó a
Inglaterra en varios estados de Europa y culminó su actuación
como Canciller del Reino.
“Utopía” fue terminada en 1516 y publicada en latín, después
de haber sido revisada por Erasmo. La estructura de la obra resultó
ingeniosamente concebida; Tomás Moro puso en boca de un
marino, perteneciente a una expedición de Américo Vespucio, el
relato de variadas experiencias acumuladas en su largo peregrinar
por América, Asia y Africa. El descubrimiento más interesante de
este explorador sería el de una isla imaginaria llamada “ Utopía” ,
cuyos habitantes llevaban una vida pacífica regida por institucio­
nes admirables: tolerancia religiosa, sacerdotes santos, supresión de
las imágenes en el culto, magistrados elegidos por el pueblo por
voto secreto, educación de la juventud orientada a formar el
carácter, odio a la hipocresía, la mendicidad y el fraúdemete.
La sociedad supuestamente existente en "Utopía refleja los
principios de organización que Tomás Moro consideraba ideales y,
por comparación, permite una aguda critica a la sociedad
contemporánea del autor.
El representante más destacado de la corriente renovadora en
Francia fue Jacques Lefévre d ’Etaples, nacido alrededor de 1455,
contemporáneo del helenista Guillaume Budé y discípulo de
Nicolás de Cusa. Cursó estudios en la Universidad de París, luego
se vinculó a la Academia platónica de Florencia y a la Escuela de
Padua. Sus primeros trabajos se refirieron a Aristóteles y luego se
dedicó al estudio de Platón; en 1509 editó cinco versiones de los
“ Salmos” comparando los diferentes textos, y en 1512, sus
comentarios de las “Epístolas de San Pablo , usando también
textos paralelos de la Vulgata y su traducción personal.
El pensamiento de este erudito tuvo importancia particular en
los orígenes de la Reforma francesa, aunque todas sus obras de
20
crítica, religión y filosofía se expresaron en el cuadro de las
instituciones tradicionales.
La situación política del Imperio, caracterizado por la debilidad
del poder central, y los rasgos peculiares de la Iglesia en Alemania
cuyo poder económico era más notorio que en otros países de
Europa, hizo que el movimiento humanista en este país fuese no
sólo reformista sino también antirromano.
Johan Wessel, Rudolphus Agrícola, Mutianus Rufus y Ulrich
de Hutten representaron con diversos matices esa tendencia; en
particular el último de los nombrados se orientó en un sentido
_^mucho más laico y terminó incorporándose a la protesta luterana.
La figura más prestigiosa del Humanismo fue sin duda el
holandés Desiderio Erasmo nacido en 1467 y muerto en 1536. Su
nombre conoció una larga hora de gloria, y su influencia se ejerció
incontrastable a través de publicaciones, copiosa correspondencia
con reyes, papas y eruditos, y también contactos personales con
gran número de centros intelectuales de Europa.
'^Erasmo se inició en la vida monástica y fue ordenado sacerdote
en 1492j; pero aunque nunca discutió los fundamentos de la
organización monástica llevó más bien vida de laico, que cumplía
devotamente sus obligaciones cristianas, hasta la dispensa que el
Papa le concedió posteriormente.'pSu primera contribución al
movimiento humanístico fue la colécción de “Adagios” publicada
en 1500 en la que recogió y comentó gran número de proverbios
antiguos. Luego, entre 1503-04 apareció el Enchiridion Militios
Christiani (“ Manual del Soldado Cristiano” ) que ejerció escasa
influencia en su momento pero que alcanzaría luego gran
resonancia. Estaba dirigido especialmente a los laicos, señalando la
necesidad de un cumplimiento espiritual más que formal de los
deberes religiosos.
En 1511 publicó “El Elogio de la Locura” su obra más
conocida y la que ejerció influencia más duradera y decisiva sobre
la literatura europea. En esta famosa sátira, Erasmo criticaba a la
sociedad de su tiempo y ponía énfasis en los graves abusos de la
organización eclesiástica, tema que retomó posteriormente en los
“Coloquios” .
El talento de Erasmo se reflejó no sólo en estas obras de
carácter didáctico y satírico sino también en la brillante aplicación
de lós- métodos de investigación humanísticos a los documentos
antiguos del cristianismo. Su contribución más importante en este
campo fue la edición del Nuevo Testamento en griego, seguida de
los textos de los Padres de la Iglesia, tanto latinos como griegos.
Las opiniones emitidas por los especialistas sobre la influencia
real de los trabajos de Erasmo en lo referente a la Reforma
21
religiosa son controvertidas. Para algunos debe ser considerado un
precursor de la Reforma Protestante; para otros es un innovador
que no llegó a realizar su propósito; para los restantes, en juicio
más afinado, su propósito fundamental era mantener la unidad
cristiana y dentro de ella impulsar una reforma que, sin alteraf las
instituciones tradicionales de la Iglesia, permitiese un cumpli­
miento más profundo e íntimo de la religión.
Consecuencias del Humanismo
L a. renovación intelectual protagonizada por los humanistas
produjo una serie ,de consecuencias, algunas de efecto inmediato y
otras de más largo alcance.
La preocupación por el conocimiento de los autores antiguos,
latinos, griegos y hebreos, dio impulso a la lingüística, y el estudio
comparativo de los textos echó las bases de la moderna filología.
El conocimiento de la literatura clásica llevó a muchos
humanistas a abandonar el uso de las lenguas vulgares y a escribir
en latín. Así nació y se desarrolló durante los siglos XV y XVI una
literatura humanística en latín; la principal limitación de esta
corriente la constituye su dedicación exclusiva al culto de las
formas del latín ciceroniano.
Los humanistas crearon un nuevo tipo de enseñanza que dio
poca importancia a la cultura física, a los elementos sociales y al
estudio de la naturaleza, insistiendo en la lectura, explicación e
imitación de los autores antiguos, tanto en prosa como en verso.
Este nuevo tipo de escuelas humanísticas fue independiente de la
Iglesia, estuvo sostenido por nobles y eruditos y tuvo escaso
arraigo en las clases populares. Los cursos eran dictados por
profesores en el interior de los Colegios que dejaron de ser simples
internados; cada institución establecía su plan de estudios y lo
desarrollaba como le parecía conveniente. Como ejemplos de tales
escuelas podrían citarse entre otras, las Furstenschulen (escuelas
de los príncipes), el Gimnasio, las escuelas de Eton, Harrow,
Chester-House, San Pablo. El Collége de France en sus orígenes
estuvo dedicado al griego y al hebreo, luego también al latín y más
tarde a las lenguas orientales y a la Filosofía; la Universidad de
Alcalá comprendía cuarenta y ocho cátedras, varias de ellas
ocupadas en estudios de latín, griego y hebreo. También se crearon
cátedras similares en Lovaina, Heidelberg, Maguncia, etc.
Los humanistas fueron profundamente religiosos y, salvo
excepciones, cristianos. Sus trabajos e investigación documental y
el ejercicio del espíritu crítico permitieron rescatar antiguos textos
22
en su versión original ya fuese griega, hebrea o latina, que
necesariamente se opusieron a todo cuanto se había agregado a la
Biblia en el curso de los siglos. Sus preocupaciones religiosas los
llevaron a concebir una religión purificada, simplificada como lo
era en sus orígenes, más íntima y esencialmente apoyada en la fe y
la confianza en Cristo. De este modo, y aun sin proponérselo
muchas veces, los humanistas contribuyeron al gran movimiento
de la Reforma.
El humanismo proporcionó a la ciencia moderna naciente un
caudal de materiales cuyo conocimiento y manejo era indispen­
sable para su desarrollo. Una rápida enumeración de las más
importantes obras científicas antiguas editadas durante esta época,
así lo atestigua: la Física de Aristóteles (1495), la Cosmografía de
Ptolomeo (1478), la Historia Natural de Plinio, la Botánica de
Teofrasto (1469), la Medicina de Galeno y la de Hipócrates
(1526), la Física de Arquímedes(1524).
El humanismo finalmente, y ésta es su consecuencia más
profunda, forjó una nueva idea del hombre afirmada en el amplio
ejercicio de todas sus facultades y le confió la responsabilidad de
su destino.
LITERATURA
La literatura renacentista no será estudiada aquí con sentido
critico y valorativo de la multiplicidad de corrientes y autores que
la integran, finalidad que trasciende a los propósitos de este
trabajo; tampoco se dará preferencia a criterios geográficos y
cronológicos en su desarrollo. Nos referimos a la literatura como
testimonio de los ideales y las concepciones de la época, es decir,
como ilustración o expresión de algunos aspectos fundamentales
del complejo cultural que fue el Renacimiento.
Los tipos ideales del Renacimiento aparecen a través de
numerosas obras entre las que pueden citarse “ El Cortesano” de
Baltasar Castiglione, “ El Príncipe” de Nicolás Maquiavelo, “ El
Manual del Caballero Cristiano” de Desiderio Erasmo, “ El escolás­
tico” de Cristóbal de Villalón y “ Marco Aurelio o el reloj de los
príncipes” de Antonio de Guevara.
Las visiones apocalípticas del Renacimiento están expresadas
en “Guía de pecadores” de Fray Luis de Granada, “ El Criticón”
de Baltasar Gracián, “ Los Sueños” de Quevedo, “ El diablo
cojuelo” de Luis Vélez de Guevara, y “ De los nombres de Cristo”
de Fray Luis de León.
Las concepciones políticas de la época pueden resumirse en la
23
“Utopía” de Tomás Moro, “El Príncipe” , los “Discursos” e
“ Historia florentina” de Maquiavelo. Asimismo debe tenerse en
cuenta el “ Discurso sobre la servidumbre voluntaria de La Boetie,
“De la constancia” de Justo Lipso y “El político Fernando de
Baltasar Gracián.
En el género de memorias y entre las muchas obras que
podrían seleccionarse como representativas del poderoso indivi­
dualismo que caracteriza a este momento, ninguna parece más
indicada que “Mi vida” de Benvenuto Cellini.
La poesía lírica expresó el amor, la sensible inclinación hacia la
naturaleza, el hedonismo y 1'* afirmación vital, en suma, la
importancia del sentimiento humano como fuente de creación. En
este aspecto de la literatura renacentista cuatro figuras fueron
especialmente representativas: Francisco Petrarca, Juan Boscán,
Garcilaso de la Vega y Pierre Ronsard.
Petrarca (1304-1374) en quien el lirismo encontró una
auténtica voz con expresivo valor formal, transmitió una concep­
ción apasionada y respetuosa del amor, matización del sentimiento
y sutileza en el análisis. Así lo muestran sus obras “ Rimas” y
“Triunfos” . Con Petrarca también ingresó la naturaleza en el
ámbito literario, recuérdese especialmente aquí su composición
“Laura ch’il verde lauro.,.” . Es, finalmente, este autor como
individuo un ejemplo múltiple de humanista, viajero, clérigo y
hombre de amor, característico de la época que con él se inicia.
Juan Boscán (1490-1542) fue el importador del italianismo
literario a España, como sostuvo explícitamente en su carta a la
duquesa de Soma. Debe recordarse en primer término y especial­
mente, la adopción de la métrica representada por el endecasílabo,
pero no sólo introdujo novedades en la forma sino también en la
estructura de la composición. Esas novedades fueron el soneto, la
canción, el terceto, la octava rima y el verso libre.
Garcilaso de la Vega (1503-1536) fue un arquetipo renacen­
tista familiarizado con el francés, el toscano, el latín y el griego, a
la vez poeta, militar y diplomático, murió a los treinta y tres años
de edad como consecuencia de un acto de arrojo en el asalto a la
torre de Muey. Autor de églogas, sonetos, canciones, en su obra
predominan los temas amorosos, algunos elementos mitológicos,
una concepción estilizada de la naturaleza y el vitalismo que
irradió su propia personalidad. Particularmente representativo de
este espíritu, es el famoso soneto “En tanto que de rosa y
azucena...”
ñerre Ronsard (1524-1585) uno de los poetas más célebres de
24
Francia, conoció la poesía latina y griega y fue autor de odas y
sonetos amorosos. E l “ Soneto a Helena” puede considerarse
particularmente significativo como testimonio del vitalismo, el
sensualismo, y el humor de sus composiciones.
La poesía mística y neoplatónica recuerda singularmente los
nombres de San Juan de la Cruz (1542-1591) y Fray Luis de León
(1527-1591). La poesía de este último se reflejó magistralmente en
tres de sus composiciones: oda a “ Francisco Salinas” , “Vida
retirada” y “Noche serena” .
La poesía épica, que reconoce como antecedente la canción de
gesta medieval, mostró tanto la fantasía, el ensueño y la sed de
aventuras, como el prestigio que lo bélico tenía en la época.
Boiardo, Conde de Scandiano (1434-1494) y autor de “ Roldán
enamorado” es representante del emocionalismo, humor, ambiente
y personajes medievales.
Ludovico Ariosto (1476-1533) en “Orlando furioso” retomó
el tema de “ Roldán enamorado” que Boiardo interrumpió con la
llegada de los franceses a Italia en 1494, y a partir de allí tejió
libremente el desarrollo de los acontecimientos. La obra de
Ariosto era más que una nueva continuación y dio lugar a una
nueva trama enriquecida con desbordes imaginativos, elementos
mágicos, sensualismo y señalado espíritu de aventura.
Luis de Camoens (1524-1580) cantó en “Os Lusíadas” al mar,
los viajes, la aventura nacional de Portugal en su expansión
descubridora desde el Canal de Mozambique hasta la India.
Alonso de Ercilla (1533-1594) soldado y poeta, vinculado a la
tradición greco-latina, refirió en “ La Araucana” episodios de la
conquista española de Chile, en la que tomó parte.
lorcuato lasso (1544-1595), en “Jerusalén Libertada” , partió
del tema de las luchas entre cristianos e infieles, que tenía
antecedentes medievales, y lo concretó en el sitio y asalto de la
ciudad -por los cruzados. Pero si el tema era antiguo, su
trat; miento por el creador no lo fue; en Tasso el mundo
sent mental, el encantamiento y la fantasía revelan a un contempo-
ráneb del Renacimiento, testigo además de la Reforma.
El género narrativo manifiesta un tono picante y licencioso
que contrasta con la fantasía ideal de la épica; en él se dan
conjuntamente realismo y fantasía, idealidad y obscenidad.
Giovanni Boccaccio (1313-1375) escribió en el “ Decamerón”
cien cuentos, puestos en boca de diferentes narradores que se
25
supone radicados en las afueras de Florencia. Estos relatos de tono
escabroso y socarrón, trasuntan realismo, ironía y referencias
anticlericales, que representan una amplia justificación de los
placeres de la carne frente a la austeridad del medioevo.
Francisco Rabelais (1494-1553) fue autor de una de las obras
más fecundas y extrañas que ofrece la literatura del siglo XVI:
“Gargantúa y Pantagruel” , en que mezcló su gravedad de filósofo,
sus ideas como moralista y su fantasía poética. Rabelais poseía el
don del autor narrativo matizado de vulgaridades, sensualismo,
vitalismo, hedonismo, enraizado todo ello en la exuberancia de
una poderosa imaginación.
Rodríguez de Montalvo realizó en “Amadísde Gaula” (1508)
una novela de caballería; de allí proliferó este género lleno de
fantasía, inverosimilitudes, aventuras y lances de amor.
Sanhazaro (1458-1530) poeta bucólico italiano, fue el autor de
“Arcadia” , una novela pastoril que gozó en su época de fama
universal.
Jorge de Montemór, portugués castellanizado con el nombre
de Montemayor cu^a fecha de nacimiento se supone sea el año
1520, murió asesinado en 1561. Escribió una novela pastoril, “ La
Diana Enamorada” , que alcanzó inmensa popularidad y fue
imitada no solamente en España sino también en el extranjero. El
texto intercala poesías líricas de reconocido valor y el importante
episodio de la maga Felicia.
El Lazarillo de Tormes (1553) inició la novela picaresca, donde
se condensa toda la sociedad castellana de su tiempo perfilada en
personajes inolvidables: el mendigo ciego, el clérigo avaro, el
escudero pobre, e l . fraile mercenario, el vendedor de bulas, el
alguacil y muchos otros. El Lazarillo es una obra maestra como
sátira de costumbres, escrita con naturalidad ejemplar, sutil ironía
y castizo humorismo.
Francisco Gómez de Quevedo y Villegas (1580-1645) fue el
'autor de la novela picaresca “ Historia de la vida del Buscón
llamado D. Pablos, espejo de vagamundos y espejo de tacaños” . Su
crítica social refleja pesimismo en la concepción de la vida y un
amargo humorismo.
Mateo Alemán (1547-1610) recogió la herencia de la novela
picaresca que culminó como género en su obra “ La vida del picaro
Guzmán de Alfarache” . En ella matizó las aventuras, viajes, artes y
oficios de un buscavidas con largas consideraciones morales
admirablemente escritas.
26
Miguel de Cervantes (1547-1616), protagonista de una exis­
tencia aventurera (soldado en Lepanto, esclavo en Argei, funcio­
nario en Sevilla), representó la cumbre de las letras castellanas en
el siglo de oro de la civilización española. En sus cuatro obras
“ Novelas ejemplares” , “El ingenioso hidalgo don Quijote de la
Mancha” , “ La Galatea” y “ Los trabajos de Perciles y Segis-
munda” , confluyeron todos los perfiles de la narrativa del
Renacimiento: la picaresca, la novela de caballería, la novela
pastoril como también la fantasía, el realismo, los ideales
renacentistas y la perfección del estilo literario.
El teatro
El teatro renacentista tuvo como punto central al hombre, al
análisis de su pasión y el estudio de sus circunstancias. Este teatro
homocentrista valorizó la pasión tanto como el teatro antiguo lo
hizo con la fatalidad; en realidad la pasión llegó a ser una forma de
fatalidad rectora del destino humano.
El teatro español reconoce como principales creadores a Gil
Vicente, Lope de Rueda, Juan de la Cueva, Lope de Vega, Tirso de
Molina y Calderón de la Barca.
Gil Vicente (14657 -1537). Realizó sátiras contra los vicios
sociales y fue creador del auto sacramental.
Lope de Rueda, muerto en Córdoba hacia 1565 o 66, hizo
laico y profano el antiguo teatro adscripto a las festividades
religiosas. En “ Los Pasos” creó escenas cortas entre pocos
personajes populares, escenas que se representaban en los entre­
actos de piezas importantes o se intercalaban en ellas como
unidades independientes.
Juan de la Cueva (1550-1610) fue el fundador del drama
nacional.
Lope de Vega (1562-1610). Culminó con él el teatro español.
La fecundidad creadora de su genio fue tan enorme, que el número
de sus obras no admite comparación con la producción de ningún
otro dramaturgo de cualquier época y nación: comedias de capa y
espada, loas y entremeses, dramas nacionales, comedias históricas.
El valor universal de la obra de Lope de Vega no debilita la
portentosa objetividad nacional que lo anima y le permite
expresar, con depurado lenguaje poético, un profundo estudio de
caracteres.
27
 Tirso de Molina (1571-1648) es el nombre literario de Gabriel
Téllez. Escribió piezas cómicas o comedias propiamente dichas,
dramas históricos, dramas filosóficos, religiosos y teológicos; la
más recordada de sus obras es seguramente “El burlador de
Sevilla” , en la que creó el personaje de Don Juan.
Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) frecuentó dramas
religiosos, históricos, temas filosóficos. La obra que le dio mayor
gloria fue “ La vida es sueño” , pues contiene una visión múltiple y
profunda de la vida humana.
El teatro inglés renacentista recuerda particularmente dos
nombres: Marlowe y Shakespeare.
Cristopher Marlowe ( I 564-1593) encarnó la avidez del hombre
del Renacimiento por obtener conocimiento y experiencia ilimi­
tados. Escribió “Doctor Faustus” , antecedente del Fausto de
Goethe, basada en la leyenda del héroe que vende su alma al diablo
en pago por experimentar todas las sensaciones y conocer los
misterios del universo.
William Shakespeare (1564-1616). Con él culminó el teatro
renacentista y tal vez el universal de todos los tiempos. Su
maestría se mostró en el ahondamiento introspectivo del personaje
a través del monólogo, el estudio de pasiones, la visión conflictual
y ambigua de la existencia y de la condición humana.
El más grande dramaturgo de las letras inglesas, autor de
Hamlet, Macbeth, Romeo y Julieta, el rey Lear, Ricardo III, etc.
ha pasado a ser un clásico de la civilización occidental y figura hoy
en el repertorio de todos los teatros del mundo.
Como ilustración de los caracteres generales de la
literatura renacentista que se han estudiado hasta ahora, se
sugiere la siguiente antología de fragmentos:
• Pasajes tomados de El Príncipe, El cortesano y la Vida
de Benvenuto Cellini, como arquetipos de vida.
• Fragmento de la égloga I de Garcilaso para dar imagen
de la naturaleza en la poesía.
• Sonetos de Petrarca para subrayar la firmeza del
sentimiento en el tema amatorio que trata la poesía.
• Sonetos de Garcilaso y de Ronsard para mostrar el
vitalismo y la fugacidad del tiempo, esquivo a la permanencia.
28
• Pasaje del Lazarillo de Tormes (episodio del escudero)
para comprender el realismo de la crítica social.
• Parlamentos de La vida es sueño, de Calderón y un
monólogo de Macbeth, para evidenciar dos posiciones filosó­
ficas.
Corrientes filosóficas
El platonismo y el aristotelismo polarizaron la atención de los
pensadores del Renacimiento; se los estudió en' sus fuentes
originales y se los aplicó como instrumento de renovación del
hombre y del mundo. Pero la delimitación de estos campos, que
reviste utilidad didáctica, no debe hacer olvidar que la caracterís­
tica más saliente del pensamiento filosófico del Renacimiento es la
multiplicidad de corrientes y de sistemas que unas veces no se
excluyen y otras, se complementan. Aun las grandes síntesis
elaboradas por Pico de la Mirándola, Giordano Bruno, etc.,
manifiestan esta tendencia; Ficino, en especial, mezcló ideas de
Lucrecio, tomistas, neo-platónicas y estoicas. Este aparente desor­
den traduce un debilitamiento del rigor doctrinal característico de
la Edad Media y hace que la oposición de escuelas no sea muchas
veces segura ni esclareced ora. Los grandes problemas planteados
fueron el lugar del hombre en la naturaleza, la influencia de los
astros sobre su vida, la naturaleza del alma y la doctrina del amor.
Platonismo
La primera figura significativa como renovador del platonismo
y el pensador más original del Siglo XV, fue Nicolás Chrypffs o
Krebs nacido en Cusa (Alemania) en 1401, quien expuso lo
fundamental de su pensamiento a través de dos obras: “ De docta
ignorancia” y “ De coniecturis” (1440). En ellas abordó el
problema de la naturaleza del conocimiento tomando como guía
las matemáticas. Afirmó que las posibilidades del conocimiento
humano son tanto más seguras y fáciles cuanto más cerca estén las
cosas desconocidas que se persiguen de aquellas que efectivamente
conocemos. Si lo ignoto no tiene ninguna proporción con el
conocimiento que ya tenemos, en ese caso el conocimiento no es
posible y sólo resta reconocer nuestra ignorancia. El “ saber no
saber” , o sea, una ignorancia consciente de sus limitaciones, fue
designada por Nicolás de Cusa como “docta ignorancia” . La
29
relación entre el conocimiento humano y la verdad fue explicada
mediante una imagen tomada de la geometría; si a un polígono
inscrito en una circunferencia se le multiplicaran indefinidamente
los lados, éste se acercaría cada vez más a la circunferencia. El
hombre puede aproximarse a la verdad por grados sucesivos de
conocimiento pero no logrará comprenderla totalmente porque la
verdad es absoluta, necesaria e infinita. El máximo absoluto y el
mínimo absoluto coinciden y ambos escapan al conocimiento del
hombre.
Mientras Nicolás de Cusa elaboraba su filosofía, que tuvo
escasa influencia en Italia y no fue ampliamente conocida en
Europa sino mucho tiempo después, se fundó en Florencia la
Academia platónica, cuyo representante más ilustre fue Marsilio
Ficino, nacido en Figline, en 1433.
Su obra como filósofo autor de la “Theología platónica”
(1469-1474) y “ De christiana religione” (1474), se confunde con
la de traductor infatigable de la obra de antiguos maestros, el más
importante Platón, pero también Dionisio el Areopagita y Plotino.
El propósito de Ficino era promover la unión entre religión y
filosofía, renovando ambas. Para este fin la obra de Platón era
especialmente propicia pues en ella el nexo entre religión y
filosofía era estrecho; pero el platonismo de Ficino tiene aspectos
originales constituidos por sus doctrinas del alma mediadora y del
amor.
El pensamiento de este filósofo gira alrededor de la posición
del hombre en el mundo, en el que se distingue por su libertad.
El alma se encuentra en una región neutra en medio del
universo; sobre, ella están situados Dios y los ángeles, y debajo la
materia; como tiene una función mediadora, el alma participa de
lo sensible tanto como de lo inteligible. El alma es indestructible;
el amor es la actividad que le permite cumplir su misión
mediadora.
Juan Pico, conde de la Mirándola, nacido en Mirándola en
1463, es una personalidad compleja en cuyo pensamiento se
reconocen elementos platónicos y aristotélicos, otros tomados de
la Cábala y la magia, algunos de la escolástica medieval, otros de
procedencia árabe, judaica y latina.
La obra más conocida de Pico fue “ L’oratio de dignitate
hominis” y su tema predilecto, la superioridad del hombre
respecto de las demás criaturas; su situación está concebida en el
centro del mundo y su naturaleza le permite elegir libremente
entre degradarse o regenerarse en Dios.
Otros temas importantes que ocuparon las reflexiones de este
autor fueron la magia, la Cábala y la astrología. Distinguió entre
30
magia lícita o natural y la magia negra o diabólica; la primera
permite al hombre hacerse dueño de las fuerzas naturales. La
Cábala le permite penetrar en los misterios divinos e interpretar
mejor la divinidad de Cristo; es una forma esotérica y superior de
magia y la considera el camino más apropiado para acceder a las
sagradas escrituras, ya que tanto la Cábala como las doctrinas
esenciales del cristianismo, proceden de una más antigua tradición.
Su actitud con respecto a la astrología, especialmente la astrología
adivinatoria, fue adversa. No podría ser de otro modo, pues si la
astrología pretende determinar según el curso de los astros los
acontecimientos de la vida del hombre, elimina la libertad, que es
la fuente de la dignidad humana.
Aristotelismo
La corriente aristotélica se dividió en dos tendencias: averroís-
tica y alejandrina.
La primera de ellas tuvo su centro en la Universidad de Padua
y debe su nombre al hecho de que para la interpretación de
Aristóteles partía de las obras de Averroes, cuya primera edición
en latín se realizó en esta ciudad en 1472.
La segunda tuvo comienzo con Pedro Pomponazzi quien
preconizaba el antiguo comentario de Alejandro para la interpre­
tación del filósofo.
Entre los autores que representan ambas tendencias existen
variados matices, de tal manera que no es fácil clasificarlos en uno
u otro bando, pero como criterios de aproximación y de
diferenciación se reconocen en general los siguientes.
Los averroístas consideran la inteligencia humana idéntica a la
inteligencia divina; los alejandrinistas la conciben como mortal y
mantienen la trascendencia de Dios respecto del mundo. Tienen en
común los grandes temas de reflexión que son la inmortalidad del
alma y la relación existente entre libertad del hombre y orden
necesario del mundo. Al afirmar el orden necesario ambos niegan
los milagros o acción de la providencia divina sobre la vida terrena.
Como representantes de la primera forma aristotélica, el
avcrroísmo, cabe mencionar a N'icoletto Vernis, Agustín Nifo,
Alejandro Aquilino y Marco Antonio Zimara.
El fundador de la escuela alejandrina fue Pedro Pomponazzi
(llamado Peretto), nacido en Mantua en 1462 y muerto en 1524;
su obra más famosa es “ De inmortalitate animae” (1516).
Otros representantes del alejandrinismo fueron Simón Porta,
Gaspar Contarino, Jacobo Zabarella y César Cremonini.
31
Magia - La Cúbala —Astrología
La magia simpática alcanzó profusa difusión en el Renaci­
miento a través de todas la.s capas sociales, y ocupó el pensamiento
de muchos intelectuales famosos. Ella se basa tanto en la simpatía
general de las cosas como en el animismo, que considera a la
naturaleza movida por fuerzas semejantes al hombre, fuerzas que
se pueden manejar mediante hechizos y encantamientos.
Los principios mas importantes de la magia son el de similitud
y el de contagio. Como consecuencia del principio de similitud, si
se perfora por ejemplo una imagen de una persona a la que se le
haya dado su mismo nombre, la víctima será herida en ese lugar.
De acuerdo al principio de contagio, dos objetos que hayan estado
en contacto continuo actuarán uno sobre el otro, aun después de
su separación; el brujo podría, a través de un pañuelo por ejemplo,
influir sobre la persona de su dueño.
El primer mago conocido del Renacimiento fue Juan Reuchlin
o Capnion (1455-1522) como es su nombre helenizado; hebraísta
famoso, llegó a la magia a través de la Cábala.
Cornelio Agripa de Nettesheim (1486-1535) fue autor de una
obra fundamental, “ De occulta philosohia” , donde sostuvo que la
magia es la más noble de las ciencias, superior a la física, la
matemática y la teología.
Otros magos importantes fueron dos médicos, Felipe Bombasí
de Hohenheim, nombre que él cambió por Felipe Auréolo
Teofrasto Paracelso y es conocido como Teodoro Paracelso
(1493-1541), y Jerónimo Carcano (1501-1571).
La Cábala fue también muy conocida en el Renacimiento.
Consistía en una práctica de origen judío por la cual, valiéndose de
anagramas, trasposiciones y combinaciones de letras y de palabras
de las Escrituras, se podía descifrar y comprender su sentido. El
más famoso elemento de la Cábala, el Zohar fue elaborado en
España durante el siglo XIII por Moise de León. Aunque adoptó la
forma de un comentario del Pentateuco, el centro de su doctrina
es la teoría de las emanaciones por la que se explican las relaciones
de Dios que es trascendente, con el mundo. Fueron especialistas en
el conocimiento cabalístico los humanistas hebraicos, especial­
mente Pico de la Mirándola y Reuchlin.
La astrología
El renacimiento de la filosofía antigua produjo también el
retorno de la astrología, que alcanzó gran popularidad; los reyes,
los príncipes y los papas (Julio II, León X) tenían astrólogos a su
32
servicio. Debe distinguirse entre astrología natural y adivinatoria.
Según la primera, un fluido emanado de Dios, se ejercía a través de
los astros y actuaba sobre los seres vivos; cada uno de los cuatro
temperamentos (colérico, flemático, melancólico y sanguíneo) era
influido por un planeta en especial.
La astrología adivinatoria sostenía que el planeta que predo­
minaba en el ciclo en el momento del nacimiento de una persona
era decisivo en el curso futuro de su vida; mediante una
complicada carta celeste levantada según el lugar y hora apropia­
dos, se podrían predecir en un diagnóstico llamado horóscopo,
tanto su carácter e inclinaciones como los acontecimientos más
significativos de su existencia.
Marsilio Ficino defendía la astrología e hizo los horóscopos de
la familia Médicis. Picco de la Mirándola por el contrario elaboró
una famosa refutación.
Filosofía natural
En una situación intermedia entre el sistema de Aristóteles y
las pretensiones de la magia, pero discrepando con ambas, se sitúa
la filosofía natural. El representante más significativo de esta
corriente fue Bernardo Telesio. nacido en Cosenza (1509-1588) y
autor de “ De rerum natura iuxta propia principia” . La naturaleza
es considerada como autónoma y este carácter fundamenta el
método para su estudio, que debe prescindir de todo principio
explicativo que no sea a su vez natural. El sistema desarrollado por
Telesio no necesita adiciones de carácter metafísico; todas las
integraciones que reclama son de orden físico. Dios o la acción
divina son la garantía de este orden natural.
Telesio abrió en consecuencia el camino para la verdadera
investigación científica, pues para él la naturaleza es un conjunto
de fuerzas naturales que deben ser explicadas por principios
intrínsecos.
Filosofía política
La renovación del hombre que trajo. el Renacimiento se
expresó no sólo con respecto a su individualidad, sino que afectó
también a su vida asociada, la comunidad.
La meditación en el campo político tuvo por objeto el Estado,
a fin de descubrir y analizar sus fundamentos, las características de
la actividad política, facultades de los gobernantes y situación de
los gobernados.
El iniciador de la corriente historicista fue Nicolás Maquiavelo
33
(1467-1527) autor de “ El Príncipe” y los “ Discorsi sopra la prima
deca di Tito Livio” . La primera de estas obras se refiere al arte de
adquirir el poder y la forma de conservarlo, eliminando a los
enemigos que pretendieran impedirlo. La segunda está inspirada en
los trabajos de Tito Livio y trata de una República en la que el
pueblo decide su destino. Esta oposición de contenido es sólo
aparente contradicción; “El Príncipe” representa las posibilidades
de realización concreta que Maquiavelo observaba en Italia a
comienzos del siglo XVI, los “Discorsi” es más bien la formulación
de un sueño o aspiración irrealizable.
Para fundar la ciencia política Maquiavelo analizó la naturaleza
del hombre al que consideró ingrato, disimulado, ávido de
& textos árabes; la filosofía escolástica ofrecía a su vez supuestos
riquezas, orientado a ganar dinero y obtener honores. Luego
ofreció su retrato del Príncipe, indicando que la obtención del
poder es una empresa de dominación, pero mantenerse en él es una
experiencia de inteligencia. No es necesario que el Príncipe posea
todas las virtudes, que sea piadoso, fiel, humano, íntegro, religioso,
pero debe aparentarlo. Maquiavelo se expresó en términos positi­
vos, es decir, despojó a la virtud de todo contenido ético y afirmó
que todo medio puede permitirse para un fin, siempre que la
utilidad de ese medio esté probada. Por todo lo que antecede se ha
dicho que Maquiavelo fue el teórico del inmoralismo y del cinismo
políticos.
Otros autores, en lugar de describir con el más absoluto
realismo la sociedad política circundante, soñaron con una
sociedad ideal. Tal es el caso de Tomás Moro (véase humanismo
cristiano en Inglaterra).
Jean Bodin (1530-1596) fue el apologista del orden y de la
monarquía absoluta. En su obra “ La República” demostró amplia
erudición histórica y geográfica y analizó la familia, la justicia, la
comunidad y la soberanía. La concepción de estado elaborada por
Bodin caracterizó al ciudadano por la obediencia, declarando que
la ley era expresión de la voluntad del soberano.
Incredulidad y ateísmo
Desde que J. Burckhardt en la última parte de su famoso libro
se ocupó de la llamada crisis general de la fe, se ha discutido el
problema de la incredulidad en el Renacimiento. Algunos autores
sostuvieron la tesis del racionalismo de esta época e incluso se ha
hablado de ateísmo renacentista. Otros más mesurados afirman
que estas categorías, racionalismo y ateísmo, son propias del siglo
XIX y no pueden retrotraerse para ser aplicadas a una época, en la
34
que si bien hubo un problema de incredulidad no se puso en tela
de juicio la existencia de Dios como tal, aunque algunas veces se lo
concibiera como trascendente y otras como inmanente. Es decir
que para estos autores el ateísmo filosófico del Renacimiento es
imposible.
Los orígenes de la ciencia moderna
Las concepciones científicas de la Edad Media se apoyaron
y sobre la obra de Aristóteles, que no era conocida en su texto
(7
original sino a través de traducciones latinas realizadas a partir de
teológicos que limitaban las investigaciones de la física y predo­
minaba la idea de un universo cerrado, jerarquizado, en el cual la
tierra imaginada como plana, era el centro.
En los ciento cincuenta años comprendidos entre el nacimien­
to de Leonardo de Vinci (1452) y la muerte de Giordano Bruno
(1600) se produjo un cambio radical cuyas incalculables conse­
cuencias pasaron inadvertidas para la mayoría de los contemporá­
neos. Esta verdadera revolución intelectual originó la ciencia
moderna, afirmó la hipótesis del universo infinito y abrió la
marcha para cambiar los esquemas de pensamiento que regían a la
humanidad desde hacía más de veinte siglos.
Leonardo de Vinci (1452-1519) es considerado uno de los
primeros sabios en el sentido moderno del término. A la vez
ingeniero, geólogo, matemático, fundador de la mecánica, Leonar­
do se preciaba de formar parte de los “Uomini senza lettere” , es
decir, poseedor de una cultura no libresca, liberada de la tradición
y sometida a la experiencia como única intérprete de la naturaleza.
Este fue el espíritu científico que animó sus Cuadernos, conjunto
de numerosísimas anotaciones manuscritas que comprenden los
más diversos campos, desde anatomía hasta paleontología. La
intención que lo guiaba era estudiar la naturaleza, no para
expresarla en fórmulas teológicas como antaño, sino para reducir
los juicios a cálculos matemáticos y así comprender y poder
demostrar las causas de los fenómenos: “ ninguna investigación
humana puede llamarse verdadera ciencia si no pasa por demos­
traciones matemáticas” . Leonardo es recordado con frecuencia por
sus famosas anticipaciones a muchos inventos del futuro como el
avión, el submarino, el carro de asalto, el paracaídas, etc. Pero el
valor científico de su obra reside, más que en estas fantasías,
aunque sean como se ha dicho fantasías serias, en el método, el
35
 rigor, la libertad de espíritu y.la ausencia de prejuicios con que
planteó los problemas, sin atarse a la autoridad de sus prede­
cesores.
En matemáticas Viéte (1540-1603) estableció los principios
del Algebra simplificando las notaciones, representó las cantidades
por letras y permitió establecer fórmulas; Cardan (1501-1576)
expuso la solución de las ecuaciones de tercer grado.
La anatomía se benefició con la práctica frecuente de
disecciones de cadáveres que hasta entonces había estado prohibi­
da por la Iglesia; Miguel Servet describió una parte de la
circulación de la sangre.
El cirujano Ambroise Paré (1510-1590) practicó la ligadura de
los vasos sanguíneos en lugar de la cauterización por el hierro
candente o el aceite hirviendo como se hacía hasta entonces.
El escritor francés Jean Bodin (1530-1596) fue autor de un
“Método para estudiar la Historia” en el cual recomendaba, como
procedimiento científico, el análisis de los fenómenos y no la
acumulación de opiniones eruditas sobre ellos.
En astronomía el nombre que sobresalió como el más grande
sabio de la época fue Nicolás Copérnico (1473-1543). Nacido en
Thorn estudió en las universidades de Cracovia, Bolonia, Padua,
Ferrara y se doctoró en derecho canónico.
La obra fundamental de Copérnico “ De revolutionibus orbium
coelestium” (1543) fue publicada gracias a su discípulo Joachim
Rheticus, quien obtuvo del maestro el manuscrito muy poco antes
de su muerte. Estuvo precedida por algunos elementos aportados
en el siglo XIV por Buridan y Alberto de Sajonia; en la antigüedad
Hiparco y Aristarco habían supuesto también que el sol podía
estar en el centro del mundo. Pero el golpe final a la cosmología
aristotélica iniciada por Nicolás de Cusa culminó con Copérnico.
Afirmó que todas las dificultades derivadas de la doctrina de
Aristóteles para explicar el movimiento de los astros se resolvían
admitiendo tres movimientos de la Tierra, antes supuestamente
fija: rotación diurna en veinticuatro horas alrededor de su propio
eje, anual en trescientos sesenta y cinco días alrededor del sol, y de
declinación o movimiento anual del eje terrestre respecto del plano
de la eclíptica. El punto de apoyo de Copérnico era un argumento
tomado de la geometría. La esfera es el cuerpo más simple y una
forma perfecta; su movilidad natural es girar en redondo. Si la
Tierra es esférica, es posible entonces probar que se mueve.
La astronomía tradicional había sido transformada tanto como
la imagen del mundo derivada de ella, pero durante bastante
tiempo esta mutación pasó desapercibida ante los ojos de un gran
36
número de sus contemporáneos. La obra de Copérnico fue
prologada por un teólogo protestante, Osiander, quien presentó el
heliocentrismo simplemente como una nueva hipótesis astronó­
mica, que no se opondría en esencia a la concepción que sobre la
estructura del mundo existía desde la antigüedad. Fueron los
sucesores de Copérnico quienes desarrollaron las asombrosas
consecuencias que su hipótesis contenía.
Juan Kepler (1571-1630), basándose en los trabajos de Tycho
Brahe, confirmó la afirmación de Copérnico al descubrir las leyes
reguladoras del movimiento de los planetas, pero la corrigió en
cuanto a las órbitas descritas por los planetas alrededor del Sol, ya
que éstas son elípticas y no circunferenciales como él había
sostenido.
Giordano Bruno (1543-1600), osó defender públicamente al
maestro y extrajo las últimas posibilidades de la revolución
intelectual copernicana, concibiendo una hipótesis nueva sobre la
estructura del universo.
Las obras de Bruno fueron publicadas a partir de 1584 en
Londres, pero en lengua italiana: “La cena de le ceneri; De la
causa, principio e uno; De l’infinito e mundi; Lo spaccio della
bestia trionfante” . En ellas expresó el principio de q’ue el universo
y Dios son infinitos; estos dos tipos de infinito no solamente no se
oponen, sino que no pueden existir uno sin el otro.
Giordano Bruno no fue en realidad un científico, sino un
filósofo, que se anticipó a los descubrimientos de la ciencia.
Galileo Galilei (1564-1642) inventó el telescopio, descubrió la
balanza para obtener el peso específico de Jos cuerpos, la ley de la
caída de los mismos, los tres satélites de Júpiter y los anillos de
Saturno, reconoció las manchas solares y observó la Vía Láctea. La
contribución más importante de Galileo a la investigación cientí­
fica se refiere a la precisión de su método. Como ya lo había
anticipado Leonardo, éste no puede ser otro que el de experimen­
tación. El razonamiento servirá para extender la experiencia o
suplirla donde ésta no alcance, pero la experiencia en sí misma no
podía ser sustituida. La experiencia se convirtió no solamente en el
fundamento, sino en el límite del conocimiento humano, que no
tendrá entonces posibilidades de alcanzar la verdadera esencia de
los fenómenos.
Francisco Bacon (1561-1626) llamó la atención por primera
vez sobre el dominio que la ciencia ofrecía al hombre sobre el
mundo. Este instrumento de aplicación práctica sobre la natura­
leza fue la técnica. Así lo sostenía en el “ Novum Organum” , al
decir: “ La ciencia se pone enteramente de este modo al servicio
del hombre; y el hombre, ministro e intérprete de la naturaleza,
37
actúa y entiende en todo cuanto ha observado en el orden de la
naturaleza por medio de la experiencia o de la reflexión; más allá
de esto nada sabe ni puede. La ciencia y el poder humano
coinciden: la ignorancia de la causa hace imposible corregir el
efecto” .
Todos los pensadores que cuestionaron ideas tradicionalmente
recibidas tuvieron, en una u otra forma, problemas con la
autoridad eclesiástica, tanto católica como protestante, pues los
grandes debates y las mayores preocupaciones del siglo XVI fueron
de naturaleza religiosa. Erasmo, Pico de la Mirándola y otros
figuraron en el Index; Vésale fue condenado a muerte por la
Inquisición, acusado de haber practicado la autopsia en el cuerpo
de un hombre todavía vivo; Servet, acusado de negar la Trinidad
fue condenado a la hoguera por Calvino y quemado en Ginebra;
Galileo compareció ante el Santo Oficio en Roma y el proceso
concluyó con su abjuración; Bruno, acusado de herejía y prácticas
mágicas, fue quemado en Campo dei Fiori, Roma, en el año 1600.
Pero por impresionantes que sean las contribuciones de los
científicos durante los siglos XV y XVI no deben olvidarse muchas
de sus limitaciones y carencias: los instrumentos de trabajo no
eran realmente precisos, no existía ningún sistema uniforme de
pesas y medidas, las adiciones y sustracciones matemáticas se
practicaban todavía de izquierda a derecha, los signos más y menos
no se habían impuesto aún y, finalmente, el espíritu crítico no se
hallaba totalmente evolucionado.
A pesar de tantas resistencias y dificultades, después de un
período de oscilaciones, el pensamiento moderno ya afirmado,
seguiría su marcha.
Música
El Renacimiento está reconocido como uno de los períodos
más brillantes de la Historia de la Música.
La polifonía es la más notable revolución musical de Occidente
y se definió en este período. Esta es la perspectiva musical, el
efecto de profundidad, el logro de la verdadera combinación
artística de la simultaneidad de voces o melodías, en su relación
vertical (acorde).
Otras características musicales de esta época son: la valoración
del sonido instrumental; el desarrollo y variedad de los instrumen­
tos; la sustitución del compás terciario por el binario y el
cromatismo en oposición al diatonismo.
38
La polifonía cultivó lo religioso y lo profano, usando
procedimientos similares. Los géneros más importantes fueron, la
Misa y el Motete, de carácter religioso, y en la canción profana, el
Madrigal y la Chanson: todos eran “ a capella” , voces humanas sin
acompañamiento. A través de estos géneros se manifestó toda la
variada y rica transformación.
En virtud del origen religioso de los comienzos de la polifonía
podemos considerar tres grandes períodos: A) 1300 hasta la
Reforma; B) La Reforma Protestante; C) La Reforma Católica.
En el período gótico los sonidos abandonaron su postura
“llana o plana” en la búsqueda de la línea vertical. De los primeros
intentos polifónicos, siglos XI, XII y XIII, el Motete fue el
verdadero precursor de la auténtica polifonía.
La polifonía pasó a llamarse “ La Ars Nova” , en oposición a la
composición gótica, “ La Ars Antiqua” . Una de las figuras más
importantes fue Guillermo de Machault (1300-1377); su obra
preparó el advenimiento de la gran escuela flamenca.
La música italiana del “Trecento” es un reflejo de la literatura,
el “Dolce Stil Novo” musical, menos reflexivo y profundo, más
pintoresco y de exquisita frescura melódica, nueva experiencia
armónica y rítmica.
Florencia fue la cuna de este impulso innovador. “ La Ars Nova
Italiana” se extiende desde el 1350 al 1450.
La forma literaria más antigua que se musicalizó fue el
Madrigal, de- argumento variado, erótico, satírico o político; la
Caccia, escenas Üé caza o un tema eglógico; la Ballata, de frescura
cantábile y rica fantasía. Los géneros cultivados en este período
eran para una . o dos voces solistas y con acompañamiento
instrumental.
El “Quattrocento” es considerado el siglo de la música
flamenca cuya influencia fue decisiva en Italia desde el 1450 al
1550.
El centro artístico que favoreció el desarrollo de la música
flamenca (norte de Francia y Países Bajos) fue el Ducado de
Borgoña en tiempos de Felipe el Bueno (1419-1467); y de su hijo,
Carlos el Temerario (1433-1477).
La corte de Borgoña se contó entre las más espléndidas de
Europa y la ciudad de Cambrai se convirtió en el centro musical
más importante del siglo XV.
Guillermo Dufay (1400-1474) fue una de las figuras rectoras
de este período. Transformó el lenguaje sonoro pero no renegó del
pasado, sino que lo asimiló. Su técnica refinada y elegante era el
signo de los nuevos tiempos, pero aunaba una expresión de
39
frescura popular. El elemento sacro y el profano se reunieron;
predominó un acento melódico, un canto expresivo y cromático.
En la segunda mitad del siglo XV surgió un movimiento que
renegó de la herencia gótica. Esta tendencia revolucionaria de los
Países Bajos, rechazó la canción solista borgoñona y la sustituyó
por múltiples voces equivalentes; ninguna debía sobresalir. Se
impugnó todo acompañamiento instrumental.
Johannes Ockeghem (1430-1495) fue el músico que afirmó
ésta escuela, con la canción a cuatro voces, sin restarle ésta fervor
lírico a su expresión.
La música, avanzada en el desarrollo técnico, se despreocupaba
de la originalidad de inventiva, pero sus elaboradas arquitecturas
sobre elementos tradicionales resultaron conmovedoras.
La generación de discípulos de Ockeghem empezó el predo­
minio flamenco en Italia, que duró un siglo.
Si bien el siglo XVI se particularizó en Italia por la época de la
Reforma Católica, mientras tanto, en el juego natural de las
influencias en el campo del arte, la polifonía flamenca, en el medio
del “Bel Canto” , se dejó llevar por el ideal de cantabilidad e
individualidad.
La figura más importante fue Adriano Willaert, (1490-1562)
de origen flamenco y director de San Marcos “Venecia” desde
1527, quien transformó la polifonía en un estilo italiano. El
colorido de la ciudad gravitó sobre el artista, que creó grandes
contrastes de intenso colorido tonal con el fino dibujo polifónico.
1527 fue memorable también por el terrible saqueo de Roma,
coincidente con el triunfo de la Reforma Protestante.
Alemania permaneció en segundo orden durante el Renaci­
miento Musical, hasta que la Reforma la elevó a primer plano.
Martín Lutero (1483-1546) fue compositor y gran convencido
de la importancia de la música para el Protestantismo; la nueva
iglesia no consideró ningún otro arte.
Los cambios fundamentales introducidos en este momento
fueron: las canciones de la liturgia, aun las de la Misa, durante
siglos reservadas para cantores clericales en latín, pasaron la
congregación y todo el mundo pudo hablar a Dios con canciones
en su propia lengua; la estructura fue simplificada y se volvió a las
canciones a cuatro voces. Las mujeres participaron en el canto
eclesiástico que les había sido vedado durante más de siete siglos;
antes el tenor llevaba la melodía, luego la condujo la mujer.
Los Corales tenían el órgano como instrumento acompañante;
también se hizo frecuente ejecutar el Coral en el órgano antes de
cantarlo, constituyendo el Preludio Coral. Se introdujo el Lied,
canción popular en Alemania.
40
El estilo del Coral se convirtió en un estilo melódico; el Coral
llevó a nuevas formas musicales como la Pasión y la Cantata.
La posterior superioridad musical alemana fue consecuencia de
la obra de Lutero, que permitió que todo el pueblo pudiera oír
poemas de notable calidad, aprendiendo a gustarlos y conocerlos,
cultivando una inclinación musical popular que daría frutos
insospechados en el futuro.
La Reforma Católica hizo resurgir frente a la música esencial­
mente polifónica, la escuela Romana, representada por Palestrina
(1525-1594).
El Concilio de Trento, desconforme con la música católica
vigente y preocupado por el triunfo y expansión del Coral,
enfrentó la problemática, elaboró una teoría de la música, de la
cual Palestrina es el compositor representativo, como queda en
evidencia con su famosa “Misa al Papa Marcelo” .
Palestrina combinó la sutileza de la construcción holandesa
con la belleza del sonido y un profundo sentido melódico; su
música brillante y convincente, del más auténtico espíritu católico,
lo transformó en un poderoso aliado de la Iglesia de Roma, contra
el protestantismo contemporáneo.
La Escuela Romana restituyó la integridad del Verbo Divino,
estableció la subordinación de la música al texto, imprimiendo una
nueva expresión dramática. La escritura polifónica alternó con la
liomófona.
Las figuras máximas junto a Palestrina fueron Orlando Di
I asso y Juan Gabrielli. Orlando Di Lasso representó la versatilidad
cosmopolita del Renacimiento; por primera vez, en función de su
música no se podría decir si su autor era holandés, italiano, francés
0 alemán. Tal el dominio de estilos diferentes de sus Misas,
Motetes, Madrigales, Chansons, o Lieder. Di Lasso realizó una
combinación perfecta del dibujo y el color.
Palestrina y Di Lasso cerraron el ciclo romano, que Juan
(iabrielli restauró en Venecia. En su melodía pictórica está
impregnado San Marcos, con toda su belleza plástica. Juan
(¡abrielli recreaba tanto el sonido vocal como el instrumental, de
una manera vital, pujante, de gran colorido; fue un verdadero
orquestador orgiástico.
La evolución de la música instrumental fue lenta. Los
instrumentos estaban divididos en familias en función del sonido
(cuerda, viento, teclado y percusión). Su expresión se confundía
1on la voz humana a la que seguían al unísono. El estilo
instrumental se forjó en su mayor parte al tañer del laúd y los
instrumentos de teclado. El clave, el clavecín, el clavicordio, el
41
órgano, la viola, el arpa, el violín, eran los instrumentos preferidos.
La orquesta no era sino un número indiscriminado de instrumen­
tos. Mientras éstos se perfeccionaban en sus posibilidades técni­
co-artísticas, despertaban interés como objetos de belleza, por sus
líneas y por los materiales preciosos con que se adornaban.
A fines del siglo XVI la Camerata Fiorentina del Conde de
Vernio pretendió la imposible tarea de restaurar la tragedia griega.
El intentó se frustró pero no fue en vano; dio origen a la Opera,
uno de los géneros más ricos y perdurables.
Artes plásticas
El Renacimiento representa, obviamente, una época culmi­
nante en la Historia del Arte. Sus artistas trasmitieron un mensaje
de valor universal y permanente, cada uno de acuerdo al lenguaje
particular del arte en que actuaba. Antes de referirnos en
particular a las figuras más significativas de este período, arquitec­
tos, escultores y pintores, conviene tener presente todo cuanto se
ha dicho en las páginas que anteceden, a fin de situar al artista en
su época. “ El conocimiento histórico sirve para ubicar al artista y
su época; conocer cuáles eran sus solicitaciones, sus limitaciones, el
ambiente que lo contenía, la intención que pudo moverlo, etc.
Determina las posibles influencias que ha sufrido y al enfrentarlo a
una escuela o a un momento histórico, define su capacidad como
creador. Ello llevará a tener en cuenta aspectos sociales y políticos;
fijará imperativo de lugar; ligará su obra a un momento de la vida
del mundo en que las inquietudes científicas, espirituales, morales,
etc., son unas determinadas y no otras; puede así explicar
actitudes y fijar sus alcances, etc.” (Fernando García Esteban,
“Teoría General del Arte” .)
ITALIA
Fue la cuna del Renacimiento artístico en virtud de su
situación económica y social y de su peculiar desarrollo cultural.
La ciudad de Florencia se constituyó durante el siglo XV en el
principal centro artístico; el majestuoso escenario del siglo XVI
pasó a situarse en Roma. Otros centros de relieve a través de
diferentes momentos fueron Urbino (Perugia), Padua, Ferrara,
Bolonia, Verona, Mantua, Milán, Venecia, aunque esta última
42
merece consideración aparte pues su evolución se cumplió en
forma propia, particular o distinta.
El Renacimiento floreció en Italia a comienzos del siglo XV,
pero no se dio en otros países de Europa como fenómeno
inmediato y unánime; los retrasos más o menos considerables y la
intensidad del fenómeno artístico se explican debido a circuns­
tancias locales originales, conquistas militares, modas, asimilacio­
nes e imitaciones que lo diversificaron a través de Francia,
Alemania, Países Bajos, Inglaterra, España y Portugal.
El público de arte del Renacimiento se localizó en ciudades, ya
que todo el Renacimiento como cultura se desarrolló en escenario
urbano; lo componían burgueses enriquecidos, príncipes, corte­
sanos y eclesiásticos, y a este círculo estuvieron destinadas las
creaciones decisivas de la época. En consecuencia, debe desecharse
la imagen errónea de un arte renacentista popular y universalmente
comprendido. La crítica ha señalado oportunamente que el interés
de la mayoría por la producción artística debió ser más religioso y
de patriotismo local que específicamente artístico; es decir que si
bien muchos artistas del Renacimiento disfrutaron de considerable
popularidad, esto no denota la existencia de un numeroso público
de arte, pues en sentido estricto él debe de estar educado para
apreciar las obras y capacitado para juzgarlas.
La formación de los artistas y su posición en la sociedad fue
variando gradualmente, a medida que se desarrollaba el Renaci­
miento. A comienzos del siglo XV se conservaban con bastante
tuerza todavía las formas de trabajo características de la Edad
Media. Los artistas eran entonces personas modestas, que se
formaban en talleres dominados por el antiguo espíritu artesanal
de las corporaciones o gremios, y la creación se realizaba en forma
colectiva. Los talleres se ocupaban de encargos secundarios como
armas, banderas, escudos, etc., y las remuneraciones sin ser bajas,
eran sólo medianas. Hacia fines del siglo XV esta situación había
variado sensiblemente; el monopolio docente ejercido por los
gremios no sólo se debilitó, sino que la enseñanza se hizo teórica y
no preferentemente práctica, y se pagaron altos salarios. En el siglo
XVI se perdió la relación laboral entre artista-cliente; el artista
tuvo propiedad intelectual sobre su obra y nació la idea de genio,
desvinculada definitivamente de la tradición anónima y colectivista
del arte medieval.
Durante todo el siglo XV y una parte del XVI prevaleció una
tendencia artística contraria a la especialización en el trabajo;
muchos artistas fueron arquitectos, escultores o pintores a un
mismo tiempo, pero aun ellos prefirieron o se expresaron mejor en
43
una de estas ramas. A fines del Renacimiento se impuso el
principio de especialización también en el campo del arte.
Arquitectura
En 1414 se descubrió en un monasterio de Monte Cassino el
Tratado de Vitruvio, arquitecto romano del Bajo Imperio; este
acontecimiento aceleró las búsquedas de los arquitectos que desde
comienzos de siglo orientaban sus inquietudes con espíritu nuevo.
El Renacimiento no estableció en lo fundamental procedi­
mientos constructivos diferentes a los de la antigüedad clásica y el
pasado medieval, pero los combinó con audacia y expresión*que le
fueron propias.
La genuina forma arquitectónica de este período fue la cúpula;
se ha dicho que éste comienza con la‘cúpula florentina de Santa
María dei Fiore y finaliza con la romana de San Pedro.
Pero el empleo de la cúpula está a su vez estrechamente ligado
al problema fundamental que debe resolver la arquitectura y es el
del espacio. La nueva concepción del espacio es, en definitiva, la
característica medular de la arquitectura del Renacimiento.
El gran esfuerzo de los arquitectos renacentistas estuvo
dirigido a señalar el control intelectual del hombre sobre el
espacio. Así como los templos griegos proporcionaron equilibrio y
serenidad exteriores, en el Renacimiento se trasladó ese sentido a
los espacios interiores. Durante el siglo XV se igualó el transepto a
las naves y se excluyó casi siempre el eje longitudinal, prefiriendo
la circularidad alrededor de la cúpula o el esquema de planta
central. A la cruz latina se le acortó el brazo más largo, y en los
casos que fue posible, se pasó a la cruz griega, que permite partir
del centro bajo la cúpula y desplegar las naves. En otros casos,
como Alberti por ejemplo, eliminó las naves menores en beneficio
de la central, que resultó así ensanchada, acompañándola de
capillas. Igual criterio se empleó al tratar los muros; el cromatismo
medieval, que era un factor de dispersión, no fue empleado; los
edificios de Brunelleschi fueron por eso bicromados. En suma, la
primera etapa del Renacimiento no cerró el espacio, pero sí lo hizo
mensurable.
El siglo XVI afirmó aún más estos principios y calmó las
fuerzas dinámicas, como bien se aprecia en el templo redondo de
Bramante, en San Pietro in-Montorio, afirmación máxima del
esquema central. Las series de arcadas usadas en el siglo XVI
contribuyeron a su vez a lograr el equilibrio estático.
44
Las realizaciones más importantes de la arquitectura italiana
del Renacimiento fueron los palacios y las construcciones religio­
sas. Pueden señalarse dos períodos en su desarrollo: A) el primero
comprende todo el siglo XV, el “Quattrocento” , y tuvo por
escenario a Florencia y Venecia; los creadores más destacados
fueron Brunelleschi y Alberti; B) el segundo abarca el siglo XVI, el
“Cinquecento” , y tuvo por sede Roma; se expresó a través del
genio de tres hombres. Bramante, Miguel Angel y Andrea Palladio.
El siglo XV se inició en Florencia con la cúpula de Santa María
dei Fiore, realizada por Filippo Brunelleschi (1377-1446) sobre la
planta gótica de la iglesia ya existente, frente al baptisterio y muy
cerca del campanile que concibió Giotto. Esta cúpula fue colocada
sobre el tambor y tuvo un perfil ligeramente cónico, una altura de
84 metros y 40 de diámetro; se compuso de una envoltura exterior
de ladrillo y otra interior que cubrió el octógono del crucero,
mostrando ocho nervios exteriores en las ocho aristas. Esta
solución permitió aligerar el peso de la obra y suprimir los apoyos
que hubieran sido necesarios en otro sistema de construcción.
Los edificios realizados por Brunelleschi están a la vanguardia
de su tiempo y los elementos que los constituyen fueron tomados
de Roma: columnas, capiteles de acanto, arcos de medio punto,
pilastras, arquitrabes, frisos, etc. Ellos son, el Hospital de los
inocentes (1420, primera manifestación completa del Renacimien­
to), la Sacristía de San Lorenzo (1430), la Capilla Pazzi (1435), las
iglesias de San Lorenzo y de San Espirito que se le atribuyen
generalmente, y el Palacio Pitti (1440).
La Capilla Pazzi puede ser considerada la obra ejemplar de este
arquitecto, que no olvidó su formación como orfebre. Antes de
morir realizó para el banquero Pitti el palacio que lleva ese
nombre, inspirándose en las fortalezas medievales tanto como en el
Coliseo.
El segundo gran arquitecto de este siglo (después de Miche-
lozzo y de da Majano, sucesores de Brunelleschi) fue Leo Battista
Alberti (1404-1472) también ingeniero, poeta, historiador, huma­
nista y crítico de arte. Como teórico y doctrinario fue autor de un
tratado “De re aedif icatoria” que le valió extraordinario renombre
y que ejerció sobre los artistas que lo sucedieron influencia
preponderante.
Las creaciones arquitectónicas de Alberti fueron la Iglesia de
los Malatesta en Rímini, donde empleó arcos triunfales ciegos; la
fachada de Santa María la Nueva en Florencia; la iglesia de San
Andrés en Mantua, que cuenta con una sola nave con capillas
laterales, y la más significativa, el Palacio Ruccellai en Florencia,
45
cuya tachada se compone de tres entablamentos que soportan tres
órdenes de pilastras.
Otras obras importantes de la arquitectura italiana del cuatro­
cientos fueron el palacio Vendramin, en Venecia, construido por
Pietro Lombardo (1481), la fachada de la Cancillería Papal
atribuida a Bramante, el palacio del Consejo de Verona realizado
por Fra Giocondo y el arco monumental en las murallas de Castel
Nuovo que conmemoró la entrada del rey aragonés Alfonso V en
Nápoles.
El siglo XVI dejó en muchos lugares de Italia obras valiosas
tales como el palacio Grimani, realizado en Venecia por Sammi-
cheli, la Librería Vecchia en la Plaza de San Marco, la Scala d’Oro
del Palacio de los Dux, la Loggetta, creaciones del otrora escultor
Sansovino; pero la inspiración arquitectónica procedía de Roma y
allí se encuentran las mejores muestras de este período.
El palacio romano majestuoso y menos decorado que el
veneciano, puede ejemplificarse con tres creaciones sobresalientes:
el palacio Farnesio iniciado por Antonio San Gallo, el palacio
Massimo realizado por Baldassare Peruzzi y la Farnesina, obra
deliciosa construida por Peruzzi y decorada por Rafael.
La arquitectura religiosa del siglo XVI ha hecho de la ciudad
de Roma el mayo% r monumento del Renacimiento en apogeo, y su
expresión triunfante está constituida por la Basílica de San Pedro.
El proyecto inicial trazado por Donato D’Angelo, llamado
Bramante (1444-1514), y presentado a Julio II, preveía una iglesia
en forma de cruz griega cubierta por una gran cúpula, acompañada
por otras cuatro semicúpulas correspondientes a los cuatro brazos
de la cruz. Bramante murió en 1514, apenas ocho años después de
comenzada la construcción; lo sucedió Rafael, apoyado por los dos
maestros de mayor renombre que eran Giuliano San Gallo y Fra
Giocondo. La obra no recibió sin embargo nuevo impulso hasta
que en 1546 Miguel Angel, que contaba ya 72 años de edad, pasó a
ser el arquitecto de San Pedro.
Miguel Angel respetó la planta en forma de cruz griega como lo
había dispuesto Bramante, pero innovó en lo referente a los
pórticos y los frontones que fueron suprimidos; elevó las colum­
nas, y fundamentalmente modificó la cúpula, que no fue ya
redonda como en el Panteón de Agripa, sino una estructura audaz
y potente, que agigantó las huellas de Santa María dei Fiore de
Brunelleschi. Miguel Angel no alcanzó a ver levantada esta cúpula,
concluida por su discípulo Giacomo della Porta.
Muestras ejemplares del genio arquitectónico de Miguel Angel,
aunque él fue y se consideró siempre escultor, se encuentran en el
46
proyecto de la plaza del Capitolio (1546) y su escalera monu­
mental, el palacio Farnesio (1547), el proyecto para la construc­
ción de la Biblioteca Laurentina de Florencia, que luego éjecutó
Vasari, y la Puerta Pía de Roma (1561).
La arquitectura italiana del siglo XVI se cierra con el nombre
ilustre de Andrea Palladio, (1508-1580) de quien se ha dicho que
fue “brillante como los venecianos, nítido como los florentinos y
digno como los romanos” . Sus principales obras están en Vicenza,
ciudad que lo vio nacer: Loggia de Bernardo, la Basílica della
Ragione y la más perfecta, la Villa Rotonda.
Escultura
La escultura es un arte que se desarrolla en tres dimensiones,
alto, ancho y profundidad. Su volumen ocupa un lugar en el
espacio y es contemplado desde el exterior, a diferencia de la
arquitectura en la cual el observador, o sea el hombre, se halla
inmerso en el espacio. El espacio que rodea a la escultura actúa
directamente sobre ella a través de un elemento real y cambiante
que es la luz. Las dificultades fundamentales para la creación
escultórica son por lo tanto, el volumen, el espacio, el modelado y
la luz. El volumen se comporta en el orden físico como un
conjunto de pesos que deben mantener su estabilidad; esto hace
que el escultor se vea limitado en los temas que elige. La materia
utilizada tiene color, grano y dureza que le son propios; esto en un
sentido limita al artista, pero también le proporciona elementos de
expresión.
El espacio actúa sobre la masa de la escultura principalmente a
través de la luz y proporciona otro elemento expresivo que se da
en el modelado.
La escultura de bulto redondo o escultura real es estatuaria
cuando tiene por objeto la figura humana (yacente, sedente, de
pie, busto, torso o cabeza); monumento, cuando está situada en
espacios urbanos o jardines y finalmente, puede ser ecuestre, e
implica en este caso problemas técnicos particulares.
El relieve es una forma que se aproxima a la escultura tanto
como a la pintura; el alto y ancho de la composición son normales,
pero se modifica la relación de profundidad que correspondería a
las dimensiones del plano. Según su profundidad, un relieve puede
ser clasificado como alto, medio, bajo o rehundido.
La escultura renacentista floreció a comienzos del siglo XV y
tuvo en ese momento más importancia que la nueva arquitectura y
47
la pintura también naciente. En su desarrollo pueden considerarse
dos grandes etapas: el siglo XV, expresado a través de las obras de
Ghiberti, Donatello, della Robbia y Verrochio, y el siglo XVI
ocupado triunfalmente por el nombre de Miguel Angel.
Lorenzo Ghiberti (1378-1455) orfebre y pintor antes de ser
escultor, dedicó lo mejor de su vida a la realización de las puertas
en bronce del baptisterio de Florencia; la segunda de ellas llamada
por Miguel Angel “la puerta del Paraíso” fue comenzada en 1425
y terminada hacia 1452. En sus diez paneles desarrolló temas
bíblicos, en cuya ejecución el artista resolvió los problemas de
perspectiva, entonces enteramente nuevos, empleando todos los
recursos de la escultura y el grabado; pobló su composición de
centenas de personajes expresivos en actitudes armoniosas y
elegantes; se mostró también muy sensible a los encantos de la
naturaleza, bordeando el conjunto con flores, frutos, pájaros y
animales.
Donati di Nicolo di Beto Bardi, Donatello (1386-1466) fue
escultor, arquitecto, pintor y orfebre; dejó una producción
sumamente variada. Entre sus obras más representativas es
necesario recordar el David, San Juan Bautista, San Jorge, la
Magdalena y la estatua ecuestre de Erasmo de Narni conocida
como Gattamelata, primera escultura ecuestre fundida en bronce
desde la antigüedad.
En sus comienzos Donatello fue profundamente realista, luego
atenuó ese carácter; al final de su vida se expresó con patetismo y
verdadera desesperación.
Lúea della Robbia (1399-1482) renovó el arte de la tierra
cocida y trabajó en pleno relieve ocho composiciones que se
cuentan entre las obras más populares del Renacimiento y
decoraron la Tribuna de los Cantores de Santa María dei Fiore, en
Florencia. El tema se compuso de un conjunto de niños y
adolescentes, músicos y cantores, que entonan alabanzas al Señor
con fe, alegría y contagioso fervor.
Andrea del Michele Cione, Verrocchio (1435-1488) fue tam­
bién arquitecto, pintor, escultor y orfebre. Autor de El Niño del
Delfín, el David, la Incredulidad de Santo Tomás, es mejor
conocido por su estatua ecuestre de Bartolomeo Colleoni, erigida
en Venecia. La expresión desafiante de este caballero, el efecto
casi teatral de su estampa impresionante, la precisión anatómica
evidenciada por el artista, han sido comparados con la sencillez del
Gattamelata de Donatello, para evidenciar la magnitud de la
evolución estética y espiritual cumplida durante el medio siglo que
los separa.
48
Miguel Angel Buonarroti (Caprese, 6 de marzo 1475-Roma, 18
de febrero 1564), a la vez poeta, ingeniero, pintor, arquitecto y
esencialmente escultor, ha sido considerado el primer artista
moderno.
A los trece años se inició en el taller de Ghirlandajo como
fresquista; luego pasó al del escultor Bertoldo que dirigía la escuela
fundada por Lorenzo de Médicis en los jardines de San Marco. Allí
adquirió su cultura clásica, que le permitió aproximarse y
comprender la escultura de la antigüedad hasta el punto que su
obra “A m or,(o Cupido) dormido” (1495) pudo ser vendida como
antigüedad” al cardenal Riaria, en Roma. Esta educación clásica
explica la importancia que en la producción de Miguel Angel tiene
la estructura más que la anatomía de los cuerpos, y el relieve
plástico que lo llevó a la gloria en sus años juveniles. A esta
formación se sumó el ideal neoplatónico que profesaban Marsilio
Ficino y otros humanistas en la corte de Lorenzo de Médicis.
El genio de Miguel Angel sobrepasó sin embargo el clasicismo y
el neoplatonismo. Su arte se enraizó en un drama moral y fue
producto de un carácter solitario, sombrío y doloroso, que lo
condujo naturalmente al pesimismo y lo privó de la esperanza. El
sentimiento que lo dominaba se tradujo en composiciones ator­
mentadas, que no son propias del estilo clásico.
El ideal neoplatónico y la tendencia a la contemplación fueron
superados también por su ansiosa exigencia de movimiento y
acción; pero este ideal místico del neoplatonismo y las conmocio­
nes religiosas de la época en que le tocó vivir, ahondaron su
conciencia cristiana y lo incorporaron al evangelismo o humanismo
cristiano, que aspiraba a una reforma no tanto de los dogmas, sino
de las costumbres, la disciplina y el espíritu religiosos. En este
estado de alma creó sus últimas Pietá en que se manifiesta la
destrucción casi del relieve plástico, en beneficio de una expresión
realmente trágica.
“Miguel Angel resume en sí todos los elementos esenciales de
la historia de su siglo: la exuberancia juvenil y el optimismo del
ideal clásico, la resistencia política activa pero desgraciada, el
evangelismo opuesto al absolutismo político y a la Contrarreforma
con riesgo de aceptar también él la resignación general” (Lionello
Venturi).
La producción de Miguel Angel como escultor comprende las
siguientes obras: Madonna con el Niño (Madonna de los escalo­
nes), El Rapto de Deyanira (Combate de los Centauros), Proculus,
El Angel con el candelabro, Cupido dormido, Baco embriagado,
Pietá (en el Vaticano), Madonna y el Niño, David, Madonna Pitti,
49
Madonna Taddei, San Mateo, Moisés, Los esclavos encadenados,
cuatro Cautivos inconclusos, La Victoria, El Cristo resucitado, el
Día, La Noche, El Crepúsculo, La Aurora, Lorenzo de Urbino (“ il
pensieroso duca” ), Giuliano de Médicis (las seis anteriores situadas
en la Capilla, tumba de los Médicis), Madonna y el Niño, El
muchacho abatido, Vida activa o Lía, Vida contemplativa o
Raquel, Pietá (en Florencia) y la llamada Pietá Palestrina.
Señalaremos a continuación, con criterio selectivo, sólo algu­
nos aspectos de ciertas obras que revisten particular interés
didáctico.
Como ejemplo del período clásico en la producción de Miguel
Angel, puede señalarse la primera Pietá, actualmente en San Pedro,
Roma; si consideramos la pureza técnica y la expresión plástica, es
muy significativa la estatua colosal de David; como efecto de
patetismo, la Pietá (Florencia); como muestra de energía conte­
nida, el Moisés.
En el Cristo resucitado, el creador expuso su idea sobre Cristo,
típicamente renacentista: es una apoteosis del héroe, completa­
mente opuesta a la concepción gótica del hijo del hombre que es
vencido por la muerte.
Según Thode, en Proculus se encuentra un retrato del artista
adolescente, a los 19 años; se reconoce que en José de Arimatea,
dolorosamente inclinado sobre el cadáver dislocado de Jesús (Pietá
de Florencia), se representó a sí mismo en la ancianidad.
En las cuatro estatuas de la tumba de los Médicis (El Día, La
Noche, El Crepúsculo, La Aurora) el genio titánico de Miguel
Angel expresó sus más altas concepciones sobre las finalidades y
los límites de su arte.
Los cuatro Cautivos inconclusos son muy importantes para
deducir los métodos y la técnica miguelangesca, precisamente por
no haber sido terminados. Según algunos críticos, se presume que
la técnica usada por el artista haya sido la de proceso directo o sea
improvisación sobre el bloque de mármol, prescindiendo del
esbozo y algunas veces, hasta del modelo. Se piensa que no sólo no
usaba el método esquemático sino que trabajaba la piedra a la
manera del relieve. Justi, por ejemplo, afirmó que las estatuas eran
extraídas del frente del bloque, lo cual indicaría un dominio y una
precisión inigualadas en el oficio de escultor.
Pintura
La pintura es un arte que se desarrolla en dos dimensiones y
sugiere una tercera que es la profundidad.
50
EJ^ dibujo es “ la expresión de la forma sobre una superficie
plana” y puede realizarse como dibujo de líneas o de manchas. El
primero ha sido usado por muchos artistas de todos los tiempos y
en el caso del Renacimiento, uno de sus mejores exponentes fue
Rafael. El segundo elimina las líneas para aplicarse a las superficies
y es la graduación de manchas lo que expresa las formas.
La pintura además de la forma se sirve del color y es a través
de él como mejor se reconoce la personalidad del artista. El valor
es la combinación de masas claras, oscuras y medias tintas que se
-definen en una composición pictórica con abstracción de todo
colorido” .
La composición es la organización u ordenación de la obra
mediante una estructura1abstracta según la cual se obtiene la
unidad pictórica. Esta organización se realiza mediante la distri­
bución de las figuras en sistemas geométricos simples (círculos,
triángulos, pirámides, etc.) o complejos, y esto da la proporción,
ritmo y jerarquía en la obra.
Proporción es la medida justa del todo y cada una de las partes
que integran la forma.
Las líneas que expresan el esquema de movimiento de la figura
se llaman ritmos.
El tema en la pintura del Renacimiento fue representativo, y
los asuntos más frecuentados están tomados de la mitología,
referencias bíblicas, desnudos, retratos, paisajes, etc. El tema no es
finalidad en sí de la pintura; es necesario al artista para estudiar la
forma y el color y todos los problemas referentes a ellos,
proporción, composición, ritmos, etc.; debe considerársele como el
puente o vínculo entre la sensibilidad del creador y la del público
que aprecia su obra.
Las técnicas más usadas durante el Renacimiento especial­
mente italiano fueron el fresco, el temple y el óleo.
El fresco es una pintura al agua que se aplica sobre enduido
fresco el cual absorbe la tinta a medida que se seca; requiere una
minuciosa preparación previa tanto del color como del enduido
que formará luego cuerpo con él; además exige gran seguridad y
rapidez en la ejecución del trabajo ya que elimina todo retoque o
modificación posterior de la composición.
El temple es una mezcla en que el médium es una emulsión de
materia grasa o agua; en el Renacimiento fue poco apreciado, pero
se lo usó como base para la pintura al aceite.
El procedimiento de pintura al óleo se impuso precisamente en
el Renacimiento; el disolvente fue el aceite de lino o de nuez. Su
gran virtud es que permite múltiples correcciones y es apropiado
51
para artistas que, como Leonardo, realizan un proceso de creación
muy lento; pero se descompone por efecto de la humedad y es
afectado por el soporte (tabla, tela o cartón), que debe escogerse
con suma atención y cuidado. Miguel Angel desdeñaba profunda­
mente la pintura al óleo y decía que ella era apropiada “para
mujeres y para perezosos” .
Es tradicional al tratar la pintura italiana del Renacimiento
dividir su desarrollo en dos períodos: la corriente del cuatrocientos
que suele llamarse primitiva, y la del quinientos o clásica; en cada
uno de ellos se admite el concepto de escuela, a saber, de
Florencia, Umbría (Perugia), Padua, Ferrara, Bolonia, Verona,
Milán, Venecia.
Giorgio Vasari (1511-1574) fue el iniciador de la teoría de la
perfección absoluta del arte italiano del quinientos, en relación al
siglo precedente, y Heinrich Woelfflin en 1898, no solamente la
mantuvo sino que la enriqueció con argumentos críticos de mayor
profundidad.
Actualmente esta teoría del arte clásico referida a la pintura
del siglo XVI es discutible; se afirma que no es oportuno aplicar a
la evolución artística un concepto derivado de las etapas en que se
desarrolla la vida humana, infancia, madurez y senectud, y además,
que debe apreciarse más finamente el genio individual (le cada
artista. Así por ejemplo, el genio de Piero della Francesca que
posee su propia perfección, no es inferior al de Rafael, que
también posee sus cualidades específicas; Piero della Francesca
posee valores propios sin que sea necesario admitir que prepara a
Rafael. En suma, el valor de las obras debe de ser medido en
relación al genio individual de los artistas y a las condiciones de la
civilización en que surgieron, pero no en relación a otros artistas
que los antecedieron o sucedieron.
Conviene también hacer algunas precisiones respecto al uso
habitual del concepto de escuela pictórica. Llámase tal al conjunto
de artistas que trabajaron en determinado lugar o región y tienen
afinidades como creadores al resolver los problemas plásticos. Este
esquema dista mucho de ser exacto y se presta a confusiones u
oscuridades en muchos casos. La individualidad de los artistas, que
es poderosa y sin equivalente, rebasa el estrecho marco de escuelas
que se les ha impuesto; las diferencias entre dos o más artistas
agrupados en una misma escuela suelen ser mayores que sus
parecidos. Entre Perugirio y Piero della Francesca por ejemplo,
existen profundas diferencias, no obstante, ambos son umbríos; en
Florencia se formaron umbríos tales como los nombrados,
Perugino y Piero della Francesca, Signorelli y Rafael.
52
A fin de evitar inútiles imprecisiones prescindiremos en lo
posible de emplear el término “clásico” al referimos a la pintura
italiana del siglo XVI y al aplicar la expresión “ escuela pictórica”
deberá entenderse que lo hacemos por comodidad en la exposi­
ción, reconociendo sus mencionadas limitaciones.
El siglo X V
La pintura italiana del cuatrocientos recoge un muy elevado
número de autores importantes: Tommaso di Ser Giovanni Guidi,
llamado Masaccio (1401-1428), Paolo di Dono llamado Paolo
Uccelo (1397J475), Filippo Lippi (1406-1469), los hermanos
Pollaiuolo (Antonio 1429-1498; Piero 1443-1496), Verrocchio
(1 43 5 -1 4 8 8 ), D om enico B igordi llam ado Ghirlandajo
(1449-1494), Alessandro di Mariano Filipepi llamado Botticelli
(1444-1510), Piero della Francesca (1416-1492), Lúea Signorelli
de Cortone (14417 -1523), Pietro Vannucci llamado Perugino
(1446-1523), Bernardino di Betto Biagi llamado Pinturicchio
(1454-1513), Andrea Mantegna (1431-1506), Gentile Bellini
(14297 -1507), Vittore Carpaccio (1455-1529), Giovanni Bellini
(14307-1516).
Como es imposible intentar aquí siquiera una caracterización
sumaria de tantos creadores, preferimos referirnos a ¡as grandes
líneas del desarrollo pictórico de la época, seleccionando luego tres
autores que son particularmente atrayentes: Masaccio, Botticelli y
Piero della Francesca.
Los eruditos no se han puesto de acuerdo sobre los caracteres
esenciales del cuatrocientos; unos ven en él la prolongación del
estilo de Giotto, otros la aparición del naturalismo por oposición
al arte simbólico y formal de la Edad Media, donde la necesidad
didáctica hizo pasar a segundo plano la representación de la
verdad. Si hubo prolongación u oposición es un tema discutible,
pero indudablemente que la pintura del cuatrocientos es manifes­
tación de un espíritu nuevo. En qué se reconoce ese nuevo espíritu
es un problema que ha dado origen a varias teorías; las más
significativas entre ellas son las expuestas por John Ruskin y
Berenson. John Ruskin puso el acento sobre el estudio de la
realidad, la sinceridad y exactitud de los nuevos detalles del
cuadro. Berenson afirmó que el cuatrocientos aportó una especie
de gramática de la forma, buscando realizar en la superficie plana
de la pintura impresiones de masa, espacio, volumen, etc.; es lo
que él llamó “valores táctiles” de la pintura.
53
 Resumiendo el aporte del cuatrocientos a la Historia del Arte
puede decirse que las principales preocupaciones de los maestros
de esta época se refieren a:
• representación correcta del espacio en una superficie
• realización del volumen
• dibujo de línea precisa
• naturalismo o realismo, verdad en el retrato y en el paisaje
• estudio del movimiento
• cálido colorido.
Masaccio “genio que pasó como un meteoro” fue autor de los
célebres frescos de la Capilla Brancacci, en la iglesia de Santa María
del Carmine, en Florencia, continuando la obra iniciada por
Masolino di Panicale y que concluyó medio siglo después Filippino
Lippi.
Los juicios críticos coinciden en reconocer a Masaccio, Adán y
Eva expulsados del Paraíso, San Pedro pagando el tributo, San
Pedro bautizando, San Pedro distribuyendo limosnas, San Pedro y
San Juan curando un niño, este intimo fresco con reservas.
Masaccio tuvo en su corta vida oportunidad de ser amigo
íntimo de dos hombres, Brunelleschi y Donatello y le corresponde
el honor de haber estudiado en la pintura el problema de la
perspectiva, como estos compatriotas lo habían hecho en la
arquitectura y en la escultura respectivamente.
Las figuras de Masaccio se mueven en el- espacio y la luz se
difunde en la atmósfera; alrededor y detrás de ellas, en claroscuro,
los árboles y la arquitectura están notablemente situados; los
cuerpos afirman sus volúmenes y las composiciones están ordena­
das para poner en evidencia el carácter de la acción dramática.
Se cree que si Masaccio no hubiera muerto a los veintisiete
años en 1428, hubiera resuelto completamente todos los proble­
mas de la perspectiva, el claroscuro y el modelado que tanto lo
preocuparon; fue enterrado en una fosa común, “per essere stato
poco stimato vivo” .
Botticelli, formado como orfebre, fue el pintor más represen­
tativo de la vida artística florentina en tiempos de la magnificencia
de los Médicis. Su obra fue vastísima; de las iniciales y delicadas
Madonas, pasó a La Adoración de los Magos, primer homenaje al
poético y elegante mundo florentino; luego a la Primavera y el
Nacimiento de Venus, y en la última etapa de su vida, por
influencia de la prédica de Savonarola, su pintura se hizo agitada y
atormentada.
54
El gran poder de sugestión en la pintura de Botticelli reside en
el dibujo, que es a la vez el más valioso elemento de su lenguaje
plástico; no fue un dibujo analítico ni sujeto a la precisión
anatómica de las figuras, sino que captó “ la divagación de la mano
tan caprichosa, tan imprevisible como la ensoñación y la divaga­
ción del músico” . Así puede apreciarse en el grupo de las Tres
Gracias, en la Alegoría de la Primavera, en el de los Vientos, en el
Nacimiento de Venus. A través de éstas, sus más famosas
composiciones, Botticelli denota un atento y apasionado estudio
de la naturaleza; en la Primavera, las figuras parecen surgir de la
hierba mientras ensayan leves danzas lánguidas; en el Nacimiento
de Venus, aparece estilizado el juego de los reflejos solares sobre el
agua y el viento sacude el ramaje de los árboles que dejan caer sus
flores “como pájaros” .
ñero della Francesca es no solamente uno de los más grandes
maestros del cuatrocientos, sino uno de los más grandes pintores
que hayan existido. Su obra capital “ La Leyenda de la Santa
Cruz (1455-1469), fue realizada al fresco en la capilla mayor de
San Francisco en Arezzo, y está inspirada en una historia de
Jacopo da Varagine, que en una sucesión de leyendas sacras, narró
la del Santo Leño.
El conjunto se compone de siete frescos; los más apreciados
son La Muerte y sepultura de Adán” , dos episodios magistra­
lmente ligados en una composición cuyo espacio es indefini­
damente lejano y silencioso; “ La Reina de Saba adorando la Santa
Cruz” donde el artista revela un gusto cromático y una pureza
volumétrica realmente notables; y el “Sueño de Constantino”
donde se recoge la misteriosa atmósfera nocturna del campamento
con raros efectos de profundidad.
Los críticos han señalado que la pintura de Piero della
Francesca reúne incompatibilidades conciliadas: tanto crea figuras
humanas con vigor estático e impasible, como posee el secreto de
fijar las variaciones atmosféricas en las que la luz envuelve y
vaporiza las formás.
El siglo X V I
La pintura italiana del siglo XVI tuvo un desarrollo predomi­
nantemente romano y ha sido llamada, en afirmación discutible,
pintura clásica.
El espíritu de grupo o de equipo cesó de existir en la creación
artística: la perspectiva lineal se completó con la perspectiva aérea;
la representación plástica llegó a su punto de perfección; la
55
composición unitaria alcanzó plena vigencia, mientras que en el
siglo precedente, sólo creadores como Masaccio y Piero della
Francesca estuvieron a punto de lograrla.
La pintura del quinientos se expresó mediante las facultades de
hombres de genio, que dominaron un numeroso conjunto de
discípulos e imitadores: Leonardo, Rafael, Miguel Angel, Gior-
gione y Tiziano. Estas figuras reunidas tanto por sus rivalidades
como por las nobles afinidades de su inspiración, deben ser
evocadas por separado.
Leonardo de Vinci (nació cerca de Empoli 1452-falleció en la
Mansión de Cloux, cerca de Amboise, 2 de mayo 1519), fue hijo
ilegítimo del notario Ser Pietro y de una campesina. La providen­
cia derramó sobre él todos los dones, bellísimo aspecto, destreza
física, y la inteligencia más viva y más abierta. En este mismo
trabajo se ha hablado antes de la universalidad de sus preocupa­
ciones y curiosidades; nos referiremos ahora a su personalidad
como pintor, foijada a partir de los lejanos días de su adolescencia
en el taller de Verrocchio, porque la pintura fue la pasión
profunda de su vida y la esencia de su gloria.
Se reconoce a Leonardo las siguientes obras: uno de los ángeles
que asisten al Bautismo de Cristo de Verrocchio, La Anunciación,
La Adoración de los Magos, San Jerónimo (estas dos últimas
inconclusas); La Virgen de las Rocas, La Cena, Santa Ana, La
Virgen y el Niño, el proyecto para la Batalla de Anghiari, La
Gioconda, San Juan Bautista y numerosísimos dibujos, algunos
preparatorios de sus composiciones, otros caricaturas de mujeres,
hombres y muchachos, visiones de paisajes, estudios sobre la
formación de las rocas, el movimiento de las olas, esbozos de
máquinas, anotaciones sobre ingeniería, etc. Sus principios esté­
ticos fueron expuestos en el “Tratado de la Pintura” .
Leonardo introdujo con maestría el claroscuro en la pintura
del quinientos; esto dio a las formas infinitas posibilidades de
matices.
La luz se difunde por la atmósfera y actúa sobre las figuras,
situadas en distintos planos, modelándolas de modo sutil. Los
acentos de luz recaen sobre personajes de expresión lejana y
misteriosa, en cuya psicología el maestro ahondó profundamente.
Aunque le preocupaba exteriorizar las riquezas de la vida
interior, no descuidó sin embargo la belleza del colorido y el amor
a la naturaleza en todas sus manifestaciones.
Las composiciones evidencian una decidida voluntad unitaria;
la ordenación sigue frecuentemente sistemas geométricos triangu­
lares o piramidales.
56
La Cena, que es considerada la obra maestra de Leonardo, se
encuentra en el refectorio de Santa María delle Grazie, en Milán;
por motivos diversos, algunos técnicos y otros accidentales, su
estado de conservación ha sufrido muy graves deterioros.
Las relaciones de las masas volumétricas, la luz que penetra por
la ventana abierta hacia un fondo de paisaje y se posa sobre las
figuras casi en penumbra, la perspectiva aérea, el ligero modelado,
contribuyen a lograr el monumental equilibrio de la composición.
En Santa Ana, la Virgen y el Niño, la construcción plástica de
la obra es plena de armonía, y encierra la silueta de una pirámide
cuyo vértice está en la cabeza de Santa Ana. El juego de sombras y
luces da al grupo una morbidez etérea.
La Virgen de las Rocas también ha sido compuesta en una
pirámide, el vértice de la cual ocupa el dulce rostro de la Virgen.
Ambientado en una cueva rocosa revestida de musgos, con fondo
de lejanas brumas, se reúnen en este cuadro famoso todas las
características del estilo leonardesco.
La Gioconda, casi un fantasma de femineidad, revela las
profundas búsquedas de Leonardo que parece haber indagado y
trasladado a sus obras los infinitos contenidos humanos.
Rafael Sanzio (Urbino 28 de marzo 1483-Roma 6 de abril
1520) encamó un ideal social en el Renacimiento y fue conside­
rado durante mucho tiempo el más grande de los pintores. La
crítica analítica del siglo XX ha revisado este juicio y aun
afirmando los resplandores de su genio, recortó la figura mítica del
artista, para ajustarla a la imagen de un creador único y
efectivamente excepcional. Una de las características de la
producción de Rafael, que se ha conservado mejor que la de otros
artistas, es su sincretismo, o sea la sucesión de estilos adoptados
por influencia de otros creadores, como Perugino, Piero della
Francesca, Leonardo, Miguel Angel y Sebastián del Piombo.
Las obras más significativas son: El Sueño del Caballero, Los
Esponsales de la Virgen, la serie de las famosas Madonas (del Gran
Duque, de la Silla, de la Casa de Alba, del Jilguero, la Sixtina,
etc.), Santa Cecilia; entre los retratos más importantes, el de
Angelo Doni, el del Cardenal, el de Baldassare Castiglione, la
Velata, el de León X; entre los frescos, El Triunfo de Galatea y la
decoración de las estancias Vaticanas, que se compone de La
Disputa del Santo Sacramento, La Escuela de Atenas, La Jurispru­
dencia, El Parnaso, la Misa de Bolsena, La Liberación de San
Pedro, León I ante Atila y el Incendio del Borgo.
Rafael, que murió a los treinta y siete años, fue además
arquitecto de San Pedro y realizó cartones para tapices (siete de
57
ellos actualmente en el Vaticano) con óptimos resultados. Es fácil
deducir que al contrario de Miguel Angel, que apenas aceptaba
ayuda, aun para los trabajos más secundarios, Rafael hizo que
colaboraran constantemente con él sus discípulos y ayudantes.
La pintura de Rafael expresa la mesura y la gracia. La forma
no tiene un contenido intelectual tan rico y profundo como en
Leonardo, ni la pasión moral de Miguel Angel, pero esa forma
encuentra su finalidad en sí misma, inspirada en la antigüedad y
renovada por un ideal de serena belleza. Rafael fue también un
colorista consumado y en su obra el color no crea la forma, sino
que la impregna y se une a ella; el dibujo de líneas reconoce en
este autor uno de sus representantes de mayor vuelo. El arte de la
composición alcanzó con Rafael realizaciones unitarias que han
sido igualadas pero no superadas en la época.
Miguel Angel realizó como pintor los frescos de la bóveda de la
Capilla Sixtina (1508-1512), que relatan la historia del Génesis, y
mucho más tarde compuso el Juicio Final (1534-1541), sobre el
muro del altar de la misma capilla. Seguramente no puede evocarse
en pocas palabras la monumental creación de la bóveda, donde el
volumen y el movimiento acompañan al gigantismo de la forma y
donde la figura humana reina sola, desprovista casi de paisaje.
Tampoco es posible referirse brevemente al Juicio Final “ inmenso
acto de acusación” . Baste decir que Miguel Angel, que resistió el
encargo de Julio II por no ser él pintor, expresó en los frescos de la
Sixtina, una vez más, la gigantesca potencia de su talento creador.
Venecia
La pintura veneciana o la escuela veneciana como se la ha
llamado, comprendida entre Gentile Bellini (14297-1507) y
Veronés (1528-1588), evoca desde sus comienzos el culto del
. color, el cual ha sido atribuido parcialmente' por algunos críticos a
sus antiguas vinculaciones con Oriente y al propio ambiente
cromático que el cielo, el mar y la luz producen en Venecia.
Giorgio Barbarelli, llamado Giorgione (1478? -1510), percibió
todo lo que podía aportar al color las gradaciones de la luz y la
sombra, y que el color podía en consecuencia, crear su propia
forma. Las pocas obras que nos restan de Giorgione (la crítica más
exigente las reduce a tres o cuatro, El Concierto Campestre, La
Venus dormida, La Tempestad) no traducen conflictos intelec­
tuales sino naturalismo y sensualismo. Una de las mayores
contribuciones de este autor a la pintura, no fue apreciada en su
58
tiempo; pintaba sin preocuparse demasiado por el tema como tal y
en lugar de precisarlo, lo adaptaba a las necesidades de su arte.
La brevedad de la vida y las obras de Giorgione contrasta con
la longevidad y la multiplicidad de la inmensa producción de
Tiziano Vecelli (14777-1576), quien recibió en vida todos los
honores que este mundo puede ofrecer.
Una enumeración selectiva de las obras del Tiziano compren­
dería: El amor sagrado y el Amor profano, Bacanal, Adán y Eva,
Dánae recibiendo la Lluvia de Oro, Venus y el amor, la
Presentación de María al Templo, retrato de Riminaldi, retrato
ecuestre de Carlos V, retrato de Pablo III y el autorretrato de su
ancianidad.
Tiziano fue uno de los más grandes coloristas de todos los
tiempos, incluyendo el negro y el gris, que empleó también con
perfección.
Los retratos, por su forma abierta participan en el ambiente y
constituyen verdaderas obras maestras, aun no teniendo en cuenta
el parécitl'cr-con sus modelos; su poder de captación del rostro
humano y la penetración de su carácter fue asombroso. Ambas
características se revelan en el retrato de Pablo III, en el cual las
formas varían según una sabia gradación de la luz que da al rojo
una gama exquisita de valores, y donde la frágil imagen del muy
anciano Papa, se destaca contrastada con la presencia de sus
jóvenes sobrinos, Alejandro y Octavio Farnesio.
Artes menores
El grabado en madera o en cobre se practicó en Italia durante
el siglo XV, especialmente en Venecia y Florencia. El primero de
ellos aplicado a ls ilustraéión de libros, como el “Sueño de
Polifilo” impreso por Aldo Manucio en 1499. El grabado en cobre
tuvo gran impulso a través de la producción de Andrea Mantegna.
Fue costumbre durante el Renacimiento la realización de
medallas, inicialmente con carácter conmemorativo. El más famo­
so medallista fue Pisanello.
La orfebrería fue un arte cuyas piezas se han perdido en gran
parte, de su importancia da idea el hecho de que la mayoría de los
artistas del siglo XV eran a la vez orfebres. El más recordado entre
los orfebres es Benvenuto Cellini, creador del “Salero de oro”
realizado para Francisco I.
La cerámica tuvo gran desarrollo tanto en el siglo XV como en
el XVI. Sus más antiguas piezas son jarrones decorados en esmalte
azul, de carácter oriental; luego aparecieron platos floreados o con
59
rudimentario modelado en azul, violeta, amarillo y verde pálido. El
origen de la verdadera porcelana se sitúa en Faenza; existieron
otros talleres en Caffagiolo, Siena, Deruta (cerámica satinada), en
Castel Durante (fondo amarillo en el centro y azul en los bordes,
decoración con pabellones de armas e instrumentos musicales).
En el ramo del mobiliario la creación esencialmente italiana
fue el “ cassone” , cofre para guardar objetos valiosos, ornamentado
con relieves o tablas pintadas a veces por artistas de renombre.
La tapicería no produjo en general obras famosas excepto los
tapices que se encuentran actualmente en el Vaticano, realizados
sobre cartones de Rafael.
Algunos aspectos del Renacimiento en Europa
El Renacimiento en Flandes tuvo su acento característico
en la pintura y su centro más importante en Brujas, donde la corte
de Juan II el Bueno puede ser comparada con la de Lorenzo de
Médicis, en Florencia.
La gran época de la pintura flamenca, desvinculada de la
italiana, corresponde cronológicamente a la del “Quattrocento” y
entre sus creadores más importantes debe recordarse a los
hermanos Hubert y Jean (1386-1441) Van Eyck. Uno dé ellos
inventó un procedimiento técnico que generalizó en Europa el uso
de la pintura al óleo, generalmente aplicada sobre una base
preparada al temple. Esta invención era un barniz secante que
actuaba con rapidez sin alterar los colores. El Retablo del Cordero
Místico es una obra considerada fundamental en la historia de la
pintura; fue comenzada por Hubert (1420) y concluida por Jean
(1431).
Otros integrantes famosos de la escuela flamenca son Roger
Van der Weyden (1399-1464), Hugo Van Der Goés (1440-1516),
Hans Memling (1535-1494), Jerónimo Bosch (1450-1516) y Pedro
Breughel (1525-1569).
El movimiento renacentista en los Países germánicos se
localizó en las zonas renana y meridional, a la vez en contacto con
los Países Bajos e Italia, regiones de antigua vida urbana, donde
vivía una burguesía rica y cultivada. Las figuras más importantes
fu e ro n Matías Grunwald (1455-1528), Alberto Durero
(1471-1528) y Hans Holbein el joven (1497-1543).
Alberto Durero, dibujante, grabador y pintor, abarca con su
obra un gran momento del arte en Europa, aun cuando se
reconoce en él un típico representante del temperamento de su
raza. Ya en vida alcanzó inmenso renombre por grabados como El
60
Apocalipsis (quince planchas), El Caballero y la Muerte, La
Melancolía, y pinturas cctfno su primer autorretrato, La Adoración
de los Magos y los Cuatro Apóstoles.
En Inglaterra, no hubo pintores ingleses durante los si­
glos XV y XVI. La arquitectura siguió siendo fiel al gótico
“perpendicular” hasta que a fines del siglo XVI y comienzos del
XVII Iñigo Jones introdujo el gran estilo de Palladio; a fines del
siglo XVII surgió Christopher Wren creador de la obra cumbre de
la arquitectura de la época, que es la catedral de San Pablo, en
Londres. La escultura tuvo durante el siglo XVI algún valor,
debido a artistas importados de Italia, pero en la época de los
últimos Tudor el triunfo de la Reforma religiosa determinó el
desplazamiento de la escultura, cuyas mejores obras habían sido
destinadas a monumentos funerarios.
En Francia, el Renacimiento adquirió típica expresión a
través de la arquitectura donde si bien se emplearon elementos
tomados de la arquitectura italiana, la composición general fue
diferente. La primera etapa comprendió el reinado de Francisco I; a
ella pertenecen los Castillos del Loire, Chambord, Azay-le Rideau,
Villandry, Valen^ay, Chanonceaux y el Maravilloso castillo de
Blois. La segunda etapa corresponde al estilo de la época de
Enrique II y sus sucesores; su mejor muestra es el primer patio del
Louvre, obra del arquitecto Fierre Lescot y del escultor Jean
Goujon.
En España el Renacimiento se manifestó a través de dos gran­
des estilos arquitectónicos, el plateresco y el grecorromano,
especialmente herreriano. El primero, fusión de gótico mudéjar y
clasicismo, .fue iniciado a comienzos del siglo XVI por Enrique
Egas, quien aplicó a la. arquitectura la técnica del platero alemán
Enrique de Arfe. A través de su evolución pueden señalarse varias
etapas y las obras más importantes que lo representan son la
fachada del Hospital de la Santa Cruz en Toledo, la fachada de la
Universidad de Salamanca, las puertas de la Catedral de Granada, y
la célebre Universidad de Alcalá. La corriente grecorromana se
expresó en el Alcázar de Toledo, obra de Alfonso de Covarrubias y
el palacio, mausoleo y monasterio de El Escorial, realizado por
Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera para Felipe II.
El escultor que supo conciliar el genio español con las
influencias italianas fue Alfonso Berruguete (1480-1571).
El gran maestro de la pintura española del Renacimiento fue
Dominicos Theotocópulis, llamado el Greco, quien a través de
obras como El Entierro del Conde de Orgaz, recogió como nadie
las profundas pasiones del alma castellana, en época de Cervantes y
de Santa Teresa. -
61
 En Portugal el gran nombre de la pintura renacentista fue
Nuno Gonsalves (nacido en 1405), cuya única composición
conocida es una obra maestra, el Tríptico de San Vicente.
, En arquitectura y escultura el “ estilo manuelino” que se
extendió hasta mediados del siglo XVI testimonia la prodigiosa
aventura nacional en la empresa descubridora; se compone de
elementos africanos, italianos, hindúes, chinos y sus expresiones se
encuentran en la Catedral de Batalha, el convento de Tomar y el
monasterio de los Jerónimos de Belén, en Lisboa.
Conclusiones
El Renacimiento fue una época fundamental en la evolución
histórica de la Humanidad.
Aun cuando sus orígenes deben situarse en las significativas
transformaciones de fines de la Edad Media y sus prolongaciones
se adentran en el mundo moderno, puede aceptarse que cronoló­
gicamente abarca los siglos XV y XVI.
El desarrollo del capitalismo, el ascenso social de la burguesía
y la concentración demográfica posibilitaron el desarrollo de una
cultura de carácter urbano.
La cultura renacentista en cuanto a los hombres que la crearon
y la sociedad a que estuvo destinada fue seglar. Se volvió
apasionadamente al estudio de la antigüedad para imitarla algunas
veces y otras para aplicarla como instrumento de renovación del
hombre y del mundo.
Los grandes problemas planteados fueron los del hombre y de
la naturaleza; la preocupación por el hombre se tradujo en un
desarrollo .floreciente de la filosofía, la literatura, la música y las
artes plásticas; el segundo abrió la marcha para una transformación
intelectual que originaría la ciencia moderna.
El Renacimiento se singularizó por un acento nuevo y
profundo sobre el individualismo; se expresó por una constelación
de genios, que en todos los ámbitos de la cultura, actuando casi en
simultaneidad, afirmaron la confianza futura en todas las posibi­
lidades del destino del hombre: Copémico (1473-1543), Miguel
Angel (1475-1564), Palestrina (1525-1594), Giordano Bruno
(1543-1600), Cervantes (1547-1616)
62
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 r.S C U E L A N O R M A L M* T

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La EDITORIAL KAPELUSZ S.A. dio término a la presente tirada de la primera edición de

esta obra, que consta de 1.200 ejemplares, en el mes de febrero de 1979 en Indugrat
S.R.L., Mendoza 1523, Lanús Oeste.

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