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GRUPO 1: "LAS LÓGICAS SEXUALES, AMOR, POLÍTICA Y VIOLENCIA” - ANA MARÍA FERNÁNDEZ.

CAPÍTULO 1 : "VIOLENCIA, DESIGUALACINES Y GÉNEROS"


I. LAS VIOLENCIAS COTIDIANAS TAMBIÉN SON VIOLENCIA POLÍTICA
II. LOS DISPOSITIVOS DE DESIGUALDAD.
III. GÉNERO Y DOMINACIÓN MASCULINA

CAPÍTULO 2:
LÓGICAS DE GÉNERO: TERRITORIOS EN DISPUTA
I. LA DIFERENCIA INTERROGADA: RECAUDOS DE MÉTODO.
II. LA TENSIÓN GENERÓ- SUJETO
III. TERRITORIOS EN DIPUTADOS: AMORES Y LABORES
IV. LA TENSIÓN AUTONOMÍA- DOMINIO

CAPÍTULO 1: “VIOLENCIA, DESIGUALACIONES Y GÉNEROS”


Las violencias cotidianas también son violencias políticas.

La autora menciona que para que en una sociedad exista violencia, acoso, golpes,
ataques es necesario que previamente dicha sociedad haya inferiorizado,
discriminado, fragilizado al grupo social; Usualmente este grupo social está asociado
con mujeres, niños, ancianos que son percibidos como inferiores.
Los procesos de inferiorización, discriminación y fragilización operan como
naturalizaciones que conforman en tal sentido invisibles sociales. En rigor, no son
invisibles sino que están siendo invisibilizados, a estos procesos se los ha denominado
violencia invisible. Lo cual, este invisible social no es algo oculto o escondido, sino que
paradójicamente se conforma de hechos, acontecimientos, procesos y dispositivos
reproducidos en toda la extensión de la superficie social y subjetiva. Está ahí, pero no
se ve o se considera natural. Asimismo, las discriminaciones en el área laboral, político
y cultural contribuyen a que las mujeres circulen hoy por la vida pública y privada con
una significativa desigualdad de oportunidades.
Esta violencia institucional va desde el currículum oculto en la escuela a la actitud
patriarcal de los jueces, la reproducción de criterios tradicionalistas con respecto al
lugar de la mujer a través de los medios de comunicación, etc. 
Diversos organismos internacionales incluyen la noción de violencia constitucional en
contra de las mujeres, incluyendo en esta categoría aquellas constituciones que no
establecen claramente la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Suele
decirse que la violencia es producto de la intolerancia a la diferencia, lo cual diferente
es igual a INFERIOR, PELIGROSO, ENFERMO. Sin embargo, con esto no basta para
que la violencia se ejerza en la vida cotidiana de las instituciones, sino que a su vez
quienes realizan estas acciones cuentan con diversos grados de impunidad
institucional, pactos de silencios de las impunidades de un poder patriarcal que se
sabe soberano. 
Otra cuestión que la autora menciona es que cuando se victimiza a una persona o un
grupo social, su inferiorizacion crea condiciones para alguna expropiación de bienes y
derechos no sólo materiales. Sino también ciudadanos, simbólicos y/o eróticos. Por
ejemplo; una mujer que está siendo golpeada no sólo es víctima de los golpes físicos,
sino que al mismo tiempo es despojada de toda libertad personal, pierde
progresivamente en la dinámica del temor en que queda inscrita en su vida diaria
hasta las mínimas independencia tanto en sus relaciones laborales, sociales,
económicas entre otras.

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II. LOS DISPOSITIVOS DE DESIGUALACIÓN.


  

• Preguntarse qué es la discriminación, da lugar a otras preguntas que operan en


simultaneo como, ¿a quienes se discrimina? ¿Cómo se discrimina? Y ¿por qué se
discrimina? Estas dan un primer paso para alterar la naturalización-invisibilización de
estos dispositivos.

Si se toma como referencia las democracias occidentales modernas y la declaración


de los Derechos del Hombre puede observarse que por primera vez se instituye la
igualdad de derechos formales y da lugar a un nuevo modo de ciudadanía. Pero al
mismo tiempo, se da un proceso de perfeccionamiento de diversos dispositivos de
desigualación (discriminación, marginalización, exclusión, represión, exterminio, etc.)

Uno de los puntos de partida de estos dispositivos de desigualación es económico-


político, pero para que estos sean eficaces en la larga duración histórica, también la
desigualación social implica una dimensión subjetiva. Por lo cual, no solo estos
aparatos tienen fuertes sistemas argumentales en los que parece correcto y/o
conveniente desigualar, sino también, en mayor o menor medida también forman parte
de lo subjetivo de quienes integran los aparatos de poder.

Así se produce un entramado de diversas formas de desigualdad distributiva (de


bienes y posicionamientos económicos, simbólicos, subjetivos, eróticos) que se
sostienen de una ecuación simbólica:

DIFERENTE=INFERIOR, PELIGROSO O ENFERMO

Así, desigualdad y discriminación conforman un circuito de retroalimentación mutua


donde los poderes necesitan la producción social de diversos discursos, para sostener
su eficacia y legitimar la desigualdad y las prácticas discriminatorias.

En el caso de los grupos sociales afectados por estos dispositivos, se produce una
tensión entre la propia percepción de inferioridad (por lo que acatan y/o obedecen las
injusticias) y los diferentes grados de resistencia ante estos hechos. A lo largo de la
historia social, esta tensión ha dado lugar a espacios de sumisión y sometimiento, pero
también a revueltas, movimientos sociales y/o resistencias personales.

Michel Foucault realiza una distinción con respecto a las formas que toman las
eficacias de los dispositivos de poder:

•FORMAS DE DOMINACIÓN: ética, social, religiosa, etc.

•FORMAS DE EXPLOTACIÓN: separan a los individuos de lo que producen y se


apropian del plus de valor de lo producido.

•FORMAS DE SUJECIÓN: aquellas por las que un individuo se ata a sí mismo y se


somete a otros. Las formas de subjetividad que hacen posible la sumisión.

Con respecto al poder de género, el autor no hace ninguna referencia, aunque podría
incluirse como una de las dominaciones simbólicas incluyendo junto a las formas
ética, social, religiosa a la dominación patriarcal.

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Es necesario pensar la dimensión de poder de género en las tres formas que Foucault
planteó. Así por ejemplo en el poder de explotación, habría que analizar el plus de
valor que se extrae al trabajo realizado por mujeres, no solo en la fábrica, sino en su
trabajo doméstico.

En las formas de sujeción habrá que indagar aquellas particularidades de los


sometimientos y dependencias afectivas de las mujeres.

Con respecto a la discriminación, puede decirse que la intolerancia hacia el diferente,


el transformar al diferente en peligroso, inferior o enfermo, forma parte de uno de los
problemas centrales de toda formación social: producir y reproducir incesantemente
las condiciones que lo hagan posible. Para ello, uno de sus puntos estratégicos es
lograr que la discriminación de grupos e individuos y el reparto desigual del poder
parezcan naturales. La naturalización no es un proceso espontáneo, sino que hay
que producirlo.

 En esta producción de naturalidad la formación de consenso juega un papel decisivo;


de lo contrario, el orden de los subordinados sólo podría mantenerse represivamente.
El poder, junto con las formas represivo-supresivas, pone en funcionamiento formas
productivas de generación de valores, motivaciones y deseos que operan en sentido
reticular con gran eficacia. Dos son las condiciones necesarias para la producción y el
mantenimiento de estos consensos en nuestra sociedad:

•La discriminación debe permanecer oculta, y

•Los discriminados deben articularse con el resto de la sociedad, pero de modo tal que
no peligren las reglas de discriminación vigentes.

Para sostener tal ordenamiento, las instituciones, en donde circulan los


discriminados en posiciones desventajosas, combinan y alternan estrategias y
dispositivos de violencia represiva y violencia simbólica. A través de ellas se les
impone la arbitrariedad cultural de su inferioridad, mediante discursos, mitos sociales,
explicaciones religiosas y científicas. Los dispositivos institucionales legitiman la
dominación y al mismo tiempo legitiman al grupo dominador como autoridad. Estas
instituciones operan de tal forma que la violencia simbólica es invisible a los actores
sociales.

Los diferentes sectores de la sociedad, aun los perjudicados, dan por natural este
estado de cosas y consideran al grupo perjudicado, inferior por alguna razón.

En el análisis de un sistema de dominación es indisoluble la indagación no sólo de las


relaciones de fuerza, sino también las relaciones de sentido; es desde ellas que se
legitima la autoridad del dominador; un grupo dominador no puede imponerse en el
plano económico y político si al mismo tiempo no logra una hegemonía en el plano
cultural y simbólico.

Para que un grupo sea discriminado es necesario que haya un proceso de doble
apropiación con sus distintas violencias concomitantes:

• Apropiación de los bienes que efectivamente produce (económicos, simbólicos,


sentimentales y/o eróticos).

• Apropiación de sus potencias como grupo social y/o como individuo (potencias
económicas, simbólicas, sentimentales y/o eróticas) para producir tales bienes.

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Esta doble apropiación de bienes y potencias garantiza:

 •Que circulen en circuitos sociales aparentemente iguales, pero en desigualdad de


oportunidades;

•Que su circulación desventajosa se despliegue sin ser vista, es decir, que se


despliegue en estado de naturalización.

Para que una sociedad no desigualara, para una república de iguales, deberían
instituirse relaciones públicas y privadas que no significaran apropiación ni
establecieran formas de dominio de unas personas sobre otras y/o unos grupos sobre
otros.

Los dispositivos de desigualación han instituido mitos sociales acerca de qué es ser
hombre y qué es ser mujer, consolidando patrones sociales, subjetivos, ámbitos,
circulación pública y privada a los que las personas de ambos géneros deben
adecuarse.

Tres mitos que han organizado la sujeción de la mujer en la modernidad:

MUJER= MADRE, PASIVIDAD ERÓTICA FEMENINA Y AMOR ROMÁNTICO.

En tanto el de los hombres:

HOMBRE= ÉXITO LABORAL-ECONÓMICO, EROTISMO EN CLAVE FÁLICA,


PROVEEDORES DE LAS MUJERES A SU CARGO.  TRIPLE PROVEEDOR: DE
BIENES ECONÓMICOS, EROTICOS Y DE SENTIDO.

La segunda mitad del siglo XX en Occidente ha puesto en evidencia varios procesos


de transformación de los lugares sociales de las mujeres. Desde sus roles laborales y
culturales hasta sus posiciones legales, subjetivas y eróticas. En un principio fueron
más evidentes en mujeres blancas heterosexuales de sectores medios urbanos -
desarrollados-. Sin embargo, la consigna de igual trabajo, igual salario se encuentra
muy lejos de ser una constante universal. Pese a los avances de las mujeres, tanto en
lo público como privado, todavía permanece la discriminación de género en las
desigualdades salariales, en la escasez de mujeres en puestos directivos, en la
violencia doméstica, en violaciones y abusos.

Los mitos de qué es ser hombre y qué es ser mujer cambiaron a lo largo de la historia.
Mientras los argumentos sociales van variando históricamente, permanece estable en
su reproducción la lógica con la que se ordenan tales argumentos de las diferencias de
los géneros sexuales. Esta lógica realiza varias operaciones simultáneas:

•Identifica diferencias entre hombres y mujeres debidas a su condición sexuada.

•Remite las mismas a esencias inmodificables (debidas a la voluntad divina, a


características biológicas, culturales, inconscientes, etc.).

•Inscribe las diferencias en un orden binario y jerárquico, donde siempre uno de los
atributos diferenciales —el masculino— es tomado como criterio de medida, mientras
que los atributos femeninos son defecto, falta, complemento, suplemento, etc.

•Legitima la desigualdad social de los así constituidos como «diferentes» (el otro); en
este caso, las mujeres.

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En tal lógica de la diferencia, lo otro sólo puede ser pensado como negativo de lo
Uno. En esta episteme de lo mismo las categorías desde donde puede ser pensada la
diferencia de los géneros se estructuran inevitablemente desde una lógica atributiva,
binaria y jerárquica.

Atributiva: en tanto otorga y atribuye a los predicados del sexo masculino la


propiedad del modelo humano (Hombre = hombre); el otro género, por lo tanto, se
construye en términos de negatividad.

Binaria: ya que alterna sólo dos valores de verdad, siendo necesariamente uno
verdadero y el otro falso.

Jerárquica: en tanto transforma uno de los dos términos en inferior, complemento o


suplemento.

En tal lógica lo diferente será siempre negativo de aquello que lo hegemónico señala
como lo Uno y, en tanto negativo, falso, versión incompleta de lo Uno y, por lo tanto,
inferior.

  III. GÉNERO Y DOMINACIÓN MASCULINA.

Las diferencias entre hombres y mujeres no se refieren estrictamente al sexo, sino a


género. Esto implica afirmar que el problema no radica en más diferencias anato-
biológicas, sino en las desigualdades sociales que las sociedades han tramitado
mediante los dispositivos de poder.
El término "género" no puede usarse a la ligera para describir diferencias entre
hombres y mujeres, sino que es una categoría hermenéutica que requiere del análisis
de los dispositivos socio históricos de poder, por los cuales se producen y reproducen
desigualdades sociales.
Se han realizado diversos estudios sobre el tema, los primeros a mediados de los 60,
realizados por colectivos feministas, que han analizado diferentes instancias de
subordinación de género, es decir, del sometimiento histórico de las mujeres por parte
del poder patriarcal. Luego hacia los 80/90, grupos de varones reflexionaron en
diversos escritos sobre la condición masculina, y en él, al listado de padecimiento que
desplegaron los Estudios de la mujer, se agregaron el padecimiento complementario
masculino en el rol de los varones. (Ej, a la subordinación de la mujer en su rol de
madre, ofrecen la subordinación del varón a su rol de proveedor y la dolorosa pérdida
de cotidianeidad con los hijos).
En el "todos somos prisioneros de los mandatos culturales de género", una vez más se
pierde de vista la dimensión política de la cuestión y por consiguiente las tareas por
venir en una agenda político-social de género. También se invisibilizan las marcas en
la subjetividad que el ejercicio cotidiano del poder de género inscribe en los varones y
las prácticas naturalizadas de diversos modos y grados de impunidades de género,
constituidos como hábitos de vida. 
El tratamiento de los mandatos de género en los varones es de gran trascendencia en
el camino de la 'liberación masculina' en tanto sitúa un primer interrogador crítico a su
lugar en la sociedad, pone en crisis la reproducción naturalizada de estos mandatos y
abre la posibilidad de pensarse varones de otro modo.
Pero en tanto queda invisibilizada la dimensión de poder, es decir mientras no se
analiza la participación activa, -aunque a veces involuntaria- en los dispositivos de
desigualación-dominación de mujeres, corren riesgo de mantener la reproducción de
las impunidades de género (visible y/o invisibles) en la construcción de nuevas
masculinidades. Las impunidades que al no ser pensadas como tales, mantienen en
desmentida el ejercicio de la soberanía del género masculino. En el estudio y análisis

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de masculinidad no se puede dejar de lado el análisis de los dispositivos de poder que


ejercen.

Una excepción a este estado de las cosas es la indagación realizada por Pierre
Bourdieu en La dominación masculina. Para que hombres y mujeres ganen
respectivamente libertades y amplíen sus capacidades de elegir en libre albedrío
desplazando mandatos culturales, es necesario igualar las oportunidades para las
mujeres. Las libertades de ambos géneros son imposibles de conseguir sin la
paridad política de los mismos.
Si pensamos en líneas de significación del término poder, se puede atribuir a este
término la idea de dominio sobre otro, cómo también de potencia de sí. Las culturas
patriarcales han instituido y consolidado históricamente la primera de ellas.
Pensar este problema a la luz de la cuestión de género, conlleva diferentes tareas por
delante para varones y mujeres. En el caso de los varones, se trata de deconstruir las
naturalizaciones de sus ejercicios cotidianos del poder patriarcal. Con respecto a las
mujeres, de avanzar en la construcción de su autonomía político-subjetiva.
En la histórica dominación masculina, la potencia de sí sólo se ha logrado en virtud del
dominio del otro. Revisar el ejercicio de la soberanía de género no significa para los
hombres ceder poder a las mujeres o subordinarse a ellas. Significa ganar libertades,
no hay porqué oponer un género al otro si ambos buscan acrecentar su poder de sí y
no el dominio del otro. En sus paridades políticas ampliarán sus libertades.
A la idea contractualista burguesa por la cual la libertad de uno termina dónde
comienza la libertad de los demás, puede oponerse aquella otra por la cual: "no soy
verdaderamente libre más que cuando todos los seres humanos que me rodean son
igualmente libres. La libertad del otro, lejos de ser un límite o la negación de mi
libertad, es al contrario su condición necesaria y su confirmación. No me hago libre
verdaderamente más que por la libertad de los otros [...]".
En lo que a género sexuales respecta, pensar la plena libertad de hombres y mujeres
es imaginar la inauguración de una nueva era: el fin de los géneros sexuales.

CAPÍTULO 2: LÓGICAS DE GÉNERO: TERRITORIOS EN DISPUTA.

LA DIFERENCIA INTERROGADA: RECAUDOS DE MÉTODO.

Para pensar la diferencia entre hombres y mujeres y realizar análisis comparativos se


deben tomar recursos metodológicos.
El primer recurso a tener en cuenta es la naturaleza de la diferencia: este recaudo está
referido a qué tipo de diferencia se establece cuando se habla de diferencias de
género. Si las mismas por las cuales hombres y mujeres tienen diferentes modos de
trabajar y de amar se debe a esencias de orden biológico o a diferencias socio
históricas
La autora sostiene que esta diferencia es objetivada y subjetivada a partir de
relaciones de poder asimétricas. Tener en cuenta el modo socio histórico de
subjetivación implica instituir un cierto escepticismo metódico interrogando dichos
universales y permitiendo pensar la constitución histórica del Sujeto de Deseo, mejor
dicho conceptualizar la historia del Hombre de Deseo.
Esta historización es inseparable para deconstruir las categorías desde donde se
piensa la diferencia permitiendo por un lado diseñar abordajes multi referenciales de
las dimensiones socio históricas de la subjetividad, y por otro, pensar de otro modo la
relación entre lo individual y lo social.  
El término subjetividad suele usarse como sinónimo de sujeto psíquico, o como
oposición a lo subjetivo. Revisar las narrativas que colocan a ésta como interioridad
implica repensar
●oposiciones binarias clásicas: objeto/sujeto; exterioridad/interioridad;
individuo/sociedad; etc.

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●los dominios de objeto unidisciplinarios y territorializaciones profesionales:


observándose la tendencia a construir espacios transdisciplinarios que aportan más
problemas que sistemas.
●plantea la necesidad de teorizar la diversidad de modos de
objetivación/subjetivación interrogando el modo universal de estructuración del sujeto.
●interroga nociones de origen, causa, estructura, representación.
●piensa en la subjetividad en articulación social e histórica en la cual en su
producción interviene no solo la familia sino también las instituciones sociales.
●modos históricos de subjetivación que son elemento de disciplinamiento de la
sociedad no solo en su sentir, pensar, actuar sino también sobre sus cuerpos.
●analizar la subjetivación histórica implica indagar las estrategias de poder que
intervienen en ella.
●analizar las estrategias de poder en la producción de subjetividad implica
analizar los focos de resistencia a la misma.
El segundo recurso a tener en cuenta es la implementación de trabajos
deconstructivos de las categorías lógicas desde donde los discursos clásicos piensan
la diferencia y también de sus soportes narrativos. Los soportes narrativos son
significaciones imaginarias instituidas que inventan lo que es La Mujer en una época
determinada explicando desigualdades sociales por diferencias esenciales universales
para cada sexo. Este realismo de los universales permite que la distancia entre
individuos se rellene con esencias.
Estos soportes se confirman desde los soportes lógicos que proporciona la Episteme
de lo Mismo. Pensar la diferencia dentro del a priori de lo Mismo implica organizar
instrumentos conceptuales desde analogías, comparaciones jerarquizadas y
oposiciones dicotómicas. Estos procedimientos harán posible la ilusión de simetría,
herramientas conceptuales que se instrumentan desde una lógica binaria. Al perder la
posibilidad de lo Otro, lo Mismo se transforma en lo único y pensar en lo Otro será
pensarlo desde parámetros que no son aquellos con los que se piensa lo Uno.
Una consecuencia de la articulación de soportes lógicos y narrativos es que luego se
hable del enigma femenino, aquel que se resiste a la denegación histórica, que late en
cada mujer particular que grita sus malestares y por lo tanto se vuelve incomprensible.
El tercer recurso a tener en cuenta es la hermenéutica. La autora afirma que se está
produciendo un agotamiento del discurso psicoanalítico, del modo institucional de
organizar la producción de conocimiento. La hermenéutica se transforma así en
semiótica, instituyendo formas de dogmatización de escritos y de prácticas. De esta
manera se cree en la existencia absoluta de los signos, recelando del lenguaje.
El cuarto recurso son las características de lo social, para lo cual se debe advertir que
lo social no es homogéneo para considerar las diferencias dentro de un mismo género
y los diversos modos de objetivación/subjetivación de mujeres de distintas clases
sociales, etnias, comunidades, religiones, etc. Las mujeres no transitan de igual
manera sus limitaciones de género ni sus estrategias de resistencia, así como los
hombres tampoco sus micro o macro poderes desplegados en diversos dispositivos.
Cuando se habla de LA mujer o EL hombre para atribuir características distintivas se
realiza una aseveración general, universalizando aquello propio de ese hombre o
mujer que enuncia esa característica. LA o EL habla de los límites para imaginar otro
modos de ser más que hablar de atributos generales de hombres y mujeres. Hablan
de procesos por los cuales se produce inexistencia de aquello que no es próximo.
De esta manera en la historia de Occidente, amar y trabajar han tenido significaciones
diferentes para hombres y mujeres, con prácticas e instituciones que han sido
instituidas de diferente manera según diversos períodos históricos como también
según clases, etnias, comunidades religiosas, grupos etarios o culturales a los que se
pertenece. Es por esto que nada de lo social puede considerarse homogéneo.

LA TENSIÓN GÉNERO-SUJETO

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La autora refuerza la idea de género cómo una construcción histórica-social y realiza


una crítica al psicoanálisis que no enfrenta el desafío que propone la teorizacion de la
dimensión política de la subjetividad. 
 Fernández desacredita la idea de inconsciente como destino, lo fálico como símbolo
de plenitud y esa concepción antigua, platónica, por la cual “la mujer” ha sido
simbolizada como naturaleza y “el hombre” como cultura por que es el relato científico
que naturaliza la desigualdad. Si el relato “psi” reproduce la idea de una mujer
incompleta lo que haria seria naturalizar a traves del lenguaje una condicion fija de
está. Ese "destino" no produce sujeto. Por ello el desafío está en el lenguaje. 

TERRITORIOS EN DISPUTA: AMORES Y LABORES

En este capítulo la autora nos acerca la expresión territorios en disputa, que significa
la pelea por la conquista de un territorio. Aquí nos referimos a la disputa entre hombres
y mujeres por dos territorios, el trabajo(laboral) y el amor. Ana Maria Fernandez dice
que a partir de los años 50’ las mujeres occidentales de clase media urbana
comienzan a transitar el mundo de lo privado y lo público. Aquí es donde se puede
observar la desigualdad de posicionamiento subjetivo en estas dos áreas ¿que
significa esto? no tiene que ver con la cantidad de jornadas que trabaja cada uno ya
que muchos hombres realizan dos o hasta tres jornadas laborales, sino tiene que ver
con la lógica subjetiva que operan los sistemas de prioridades y valores que cambian
en mujeres y hombres de diferente forma y hasta se invierten en los lugares donde se
desarrolla su vida. Por ejemplo en las mujeres que tienen familias deben anteponer las
prioridades de sus hijos por encima de las suyas a diferencia de los hombres que
pueden cambiar de un ámbito a otro (laboral, familiar, parejas)con la misma mirada y
posicionamiento subjetivo. 
En el área laboral por ejemplo las mujeres deben desarrollar sus habilidades y
destrezas al igual que los hombres sin embargo lograr la autonomía laboral o
protagonizar liderazgos pone en juego relaciones de poder y las deja fuera de la tutela
conyugal, lo que a muchas de estas mujeres las posiciona a una forma de soledad
sentimental. En una investigación realizada a final de los 80´ sobre la
profesionalización en mujeres se pudo observar que las mujeres que habían
desarrollado de manera exitosa y alcanzado cargos altos en el área laboral no logran
admitir la dimensión política - es decir pactos, alianzas y negociaciones- en el
desarrollo de su trabajo y manejan un forma tirana y autoritaria generando temor y no
respeto. Otro grupo de mujeres eligen desarrollar su vida profesional a medias, esto es
en el tiempo donde sus hijos asisten a la escuela,  las mujeres presentan sentimientos
de frustración e insatisfacción. Con esto la autora se refiere a las diferentes posiciones
subjetivas que la sociedad tiene como las “cicatrices sexistas o sesgos sexistas” en
donde las mujeres vuelven a ser víctimas de los pensamientos que a lo largo de la
historia se fueron transmitiendo de 
generación en generación.

Amor
En cuanto a este territorio hay mucho para desarrollar, la autora solo va a referirse a
las mujeres con pareja heterosexual y a las visiones que desarrolla la sociedad en
diferentes cuestiones como por ejemplo cuando los varones establecen relaciones y
utilizan terminos como “ilusionarlas” sin importar lo que esa mujer sienta o piense, o la
tension que genera la busqueda de la “proteccion” marital y aspirar a que la pasion se
desarrolle dentro del ámbito conyugal y a tolerar los “affaires”del marido, novio o
amante.  
Las mujeres han adquirido “derechos” como la pasión erótica, sin embargo la libertad
sexual que tienen los esposos todavía es uno más de los derechos con los que las
mujeres no cuentan, si bien estamos viviendo un proceso lento, difícil y costoso de
posicionamientos entre mujeres y hombres sigue en desigualdad. 

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IV. LA TENSIÓN AUTONOMÍA- DOMINIO

No solo alcanza para la reconfiguración una nueva distribución de tareas de forma


igualitaria, si no que tanto los hombres deben de afrontar un proceso de subjetividad a
la cual están anclados, la mujer desde la oportunidad de fomentar autonomía y el
hombre de desligarse del poder patriarcal.
No es una cuestión de perspectiva desde las políticas públicas sino más bien la
dominación se reproduce en aspectos y formas donde ambos individuos no tengan la
capacidad analítica para poder visualizar la dominación patriarcal.
La autonomía de la mujer parte desde la capacidad de decidir y accionar en base a su
voluntad y no a la de otros. Es buscar un rol protagónico en la construcción de nuevas
ideas alejándose del rol marginal y de su despojo de los medios de producción y
bienes materiales.
Por otra parte el ejercicio del hombre parte del sometimiento que ejerce el rol en la
sociedad como proveedor e indigno para una mujer en caso de no lograrlo.
El hombre ejerce su sostén desde la capacidad para brindar desde el aspecto
económico a una mujer y evita ser aceptado y sostenido desde un aspecto
sentimental, corriéndose del aspecto erótico y dejando habilidad para el goce desde
otra perspectiva de percibir las cosas, entrando en total conflicto afectivo y social con
los intereses de una mujer autónoma que lo acompañe. El hombre no parece
interesado en ganar libertades sino más bien es preso de ser parte de una mayoría
que lo subjetiva y define. La independencia femenina dentro de un sistema económico
no necesariamente determina autonomía, sino más bien su capacidad para ejercer sus
deseos y siendo partícipe de su propio destino. El hombre tendrá que tomar un nuevo
rol desde lo erótico desde lo cual no entre en juego el juicio de las mayorías y su lógica
dominante de reproducción que lo limita a una hegemonía histórica política y social.

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