MATILDE ADOCENA

Serie de HISTORIA UNIVERSAL

Dirigida por ALFR EDO TR AVER SO N I

M A TIL D E A R O C E N A

1. P R E H I S T O R I A , Herminia Feo
2. L A S P R I M E R A S C I V I L I Z A C I O N E S D E L C E R C A N O O R I E N T E Y D E L E G E O ,
Rosa Alonso
3. G R E C I A E N T R E L O S S I G L O S X II y V I a.C., Hilda Molina.
4. E S P A R T A Y A T E N A S . L A D E M O C R A C I A A T E N I E N S E , María A . Galiana
5. L A R E L I G I O N , E L P E N S A M I E N T O Y E L A R T E E N G R E C I A ,
C R IS TIA N IS M O
Renée Heguito de Barreta
6. A L E J A N D R O Y L A C I V I L I Z A C I O N H E L E N I S T I C A , Herminia Feo.
7. L O S O R I G E N E S R O M A N O S Y L O S P R I M E R O S S I G L O S D E L A R E P U B L I C A ,
José F. Estapé
8. LOS PROGRESOS DEL PODER PERSONAL Y EL FIN DE LA REPUBLICA
ROMANA, Enrique Méndez Vives
9. E L I M P E R I O R O M A N O , Sara Abadié de Langón
10. L A C I V I L I Z A C I O N R O M A N A , Celiar Enrique Mena Segarra
11. E L F I N D E L I M P E R I O R O M A N O , Rosa Alonso
12. C R I S T I A N I S M O , Matilde Arocena
13. B I Z A N C I O Y E L I S L A M , José Detomasi
14. E C O N O M I A Y S O C I E D A D E N L A E D A D M E D I A , Carmen A pp rat o
15. E L E S T A D O E N L A E D A D M E D I A , Celiar Enrique Mena Segarra
16. L A C U L T U R A M E D I E V A L , Carlos Pérez Gamb ini
17. E L F I N D E L A E D A D M E D I A , Ivonne Pini
18. H U M A N I S M O Y R E N A C I M I E N T O , Celia C olo m bo
19. L A R E F O R M A , Susana Mazzara
20. L A E C O N O M I A E N L A E P O C A M O D E R N A , Pedro Ojeda
21. E L A B S O L U T I S M O , G u id o Brunetto
22. E L S I G L O X V I I I , Miguel Feldman
23. L A R E V O L U C I O N F R A N C E S A Y E L I M P E R I O , Alfredo Traversoni
24. L O S E S T A D O S E U R O P E O S E N E L S I G L O X I X (1 8 15-187 1), Ivonne Pini
y María Sara Izzi
25. L O S C A M B I O S E C O N O M I C O S Y S O C I A L E S E N E L S I G L O X I X , Hugo Licandro
26. E L P E N S A M I E N T O P O L I T I C O Y S O C I A L E N E L S I G L O X I X , Benjamín Nahum
27. " E L D E S A R R O L L O E U R O P E O Y L A E X P A N S I O N I M P E R I A L I S T A (1 8 70- 19 14).
Selva López Chirico
28. LA C IE N C IA , E L P E N S A M IE N T O Y EL A R T E EN E L S IG L O X IX ,
Blanca Traversoni
29. L A P R I M E R A G U E R R A M U N D I A L , Raquel García Bouzas de Brunetto E D I T O R I A L
30. E L M U N D O E N T R E D O S G U E R R A S , Alfredo Traversoni
31. L A S E G U N D A G U E R R A M U N D I A L , Alfredo Traversoni KAPZSX.I7SZ
32. E L M U N D O C O N T E M P O R A N E O , Alfredo Traversoni M oreno 372 • Buenos A ire s
I N T R O D U C C IO N

El cristianismo tiene sus orígenes en la persona de Jesús de

Nazaret, judío de Palestina, nacido durante el gobierno de
Augusto y ajusticiado durante el reinado del emperador Tiberio.
Después de su muerte, sus discípulos enseñaron que este Jesús
muerto en la cruz había resucitado y era el salvador esperado por
el pueblo judío. Predicaron primero en Jerusalén, luego en
Palestina, Siria y todo el mundo mediterráneo. Esta predicación
tendrá, a pesar de la resistencia con que tropieza, una extraordi­
naria fuerza expansiva. A fines del siglo IV el cristianismo se
transformará en la religión oficial del Imperio Romano e influirá
de manera decisiva en la vida y el pensamiento del mundo
medieval europeo, mundo en el que se gestó la cultura del
Occidente moderno.
Pese a haber sufrido secesiones o cismas en el curso de sus
veinte siglos de historia, el cristianismo conserva aún su vigor y
vitalidad y figura entre las corrientes espirituales de mayor gravita­
ción en el mundo contemporáneo. El historiador inglés Toynbee
ha dicho:
“El cristianismo no ha sido nunca un monopolio de los cristianos
occidentales, y creo que podemos predecir confiadamente que continuará
siendo una fuerza espiritual viva en el mundo por miles de años, cuando ya
nuestra civilización occidental haya pasado completamente. Aunque nuestra
perspectiva histórica es más bien corta —ya que sólo se retrotrae a unos miles
de años—, nos da la suficiente certeza de este hecho: todas las instituciones
seculares —estados, naciones, gobiernos, lenguas, civilizaciones—, tienen una
vida muy corta comparada con las religiones. Podemos estar seguros de que el
papel de nuestra civilización en la Historia va a ser mínimo comparado con el
papel que desempeñará el cristianismo". (Christianity among the Religions o f
the World, Londres, 1958.)

El cristianismo no se inició con la pretensión de ser una nueva

religión, sino como un movimiento revitalizador del judaismo,
como la plena realización de sus más auténticos valores religiosos.
9
Supuso, sin embargo, una ruptura con ciertos aspectos de la
religiosidad de Israel, como ser la identificación de su le con una
determinada forma sociológica: para abrazar dicha fe era preciso
hacerse judío aceptando todas las consecuencias que ese hecho
implicaba. Esta ruptura significó el paso del judaismo-nacionalista
al cristianismo-universal, el que recoge y da mayor difusión y
resonancia a los ideales más puros de la religión de Yahveh.
Jesús es predicado, por sus primeros seguidores, como el
Mesías anunciado por los profetas de Israel, inaugurando el Reino
de Dios esperado por sus contemporáneos judíos. Es presentado,
además, como la persona decisiva para la salvación; esto constitu­
ye, como veremos, lo esencial del cristianismo.
De acuerdo con lo expuesto, pues, para comprender la génesis
de este movimiento religioso es necesario conocer el contexto
judío de la época.
EL J U D A I S M O
DEL T I E M P O DE J E S U S 1

S I T U A C IO N P O L I T I C A D E P A L E S T IN A

Palestina, después de haber integrado sucesivamente el imperio

persa, el reino de los Lágidas y el de los Seléucidas, soportó la
dominación romana desde el año 63 A.C., dominación que se hizo
más pesada cuando el Senado otorgó a un jefe extranjero, el
idumeo Herodes el Grande, el título de rey. Este monarca de
sangre árabe y judía, semibárbaro, cruel y sanguinario, secundó
con eficacia la política de romanización, pero no supo atraerse al
pueblo judío. A su muerte el reino se dividió entre sus tres hijos
más jóvenes: el territorio de Judea con Samaría e Idumea pasó a
Arquelao, el que también heredó la dignidad real; Galilea y Perea a
Herodes Antipas y el N.E. del territorio a Filipo.
En el áño 6 D.C. Augusto depuso a Arquelao y dio al país
nueva autoridad suprema en la persona de los procuradores
romanos. A ellos incumbían la seguridad militar y la dirección

1 Es preciso repasar los distintos períodos de la historia de los hebreos para la

comprensión de este tema.

10 11
económica del territorio, en unión con el delegado romano de la
provincia de Siria. El Sanedrín, autoridad puramente judía, bajo la
presidencia del sumo sacerdote, nombrado por el procurador
romano, entendía en los asuntos internos de la comunidad.
El Sanedrín se había ido formando durante el período
posterior al exilio. Al comienzo fue un consejo sacerdotal y
aristocrático. Más tarde se le incorporaron los doctores de la ley o
escribas, los que debido a sus conocimientos jurídicos y religiosos
adquirieron una gran influencia en él. Era a la vez un cuerpo
teológico, una corte suprema de justicia y un consejo de gobierno.
Su composición muestra hasta qué punto lo político y lo religioso
se entremezclaban en la comunidad judía de la época, comunidad
religioso-racial, impregnada de teocratismo político y clericalismo.
Pese a esta relativa autonomía el pueblo judío no se resignó jamás
a la dominación romana; hubo frecuentes revueltas, reprimidas con
extrema severidad por las autoridades romanas. Se vivía en
permanente estado de tensión.
ID E A S R E L IG IO S A S
El pueblo judío se caracterizaba por lo peculiar de sus
creencias religiosas, las que mantuvo con sin igual tenacidad y
sacrificio a través de las diversas dominaciones extranjeras y del
contacto con distintos cultos y corrientes culturales.
Las ideas fundamentales de la religión hebrea eran: el
monoteísmo, el mesianismo y el respeto a la ley.
Monoteísmo
La historia del pueblo hebreo, según la Biblia, es la historia del
descubrimiento de Dios (Yahveh). Descubrimiento que no consti­
tuye un proceso intelectual: el Dios de la Biblia no es el Dios de
los filósofos, es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Es un
Dios que se revela en la historia como Salvador a través de una
serie de místicos privilegiados que experimentan su presencia.
Yahveh se revela como creador de todo cuanto existe, como Dios
justo y fiel a sus promesas, Dios único, puramente espiritual,
trascendente y próximo a la vez.
El monoteísmo israelita en la primera etapa de su historia fue
un monoteísmo afectivo y práctico: Yahveh es el Dios de Israel,
sólo a él le rinden culto, pero el pueblo admite la existencia de las
12
divinidades extranjeras. Sin embargo, Moisés ya lo concibe no sólo
como Dios de Israel sino también como Dios universal. Los
profetas salvaron y explicitaron el pensamiento de Moisés.
Mesianismo
Contenido fundamental de la fe hebrea fue la creencia en que
Israel había sido elegido por Yahveh para la realización de sus
designios: el establecimiento de su reino en la tierra. Esta
esperanza en el futuro triunfo de Yahveh constituye el mesia­
nismo. Su germen lo encontramos en la “promesa” hecha a
Abraham (Génesis XVII, 7 y 8; XXII, 18)1, “ promesa” renovada
en la alianza celebrada con Moisés como caudillo de Israel
(Deuteronomio VII, 6)2, y actualizada en el establecimiento de la
monarquía (2 Samuel VII, 16)3.
La alianza entre Yahveh y su pueblo tenía un carácter moral,
suponía una fidelidad recíproca: Yahveh protege a su pueblo si
éste cumple con su voluntad santa. El dramático destino de Israel
(dominaciones extranjeras, dispersión, exilio) del período poste­
rior al cisma se interpreta como consecuencia de los pecados del
pueblo. El núcleo de hebreos que durante el exilio se mantiene
fiel, el “pequeño resto” , será el depositario de las promesas
divinas.
Después del cisma y durante el exilio fueron los profetas los
que mantuvieron viva la fe en el cumplimiento de dichas promesas.
La esperanza mesiánica será percibida de manera diferente por
cada profeta. La forma más antigua de expresarla fue la del Mesías
rey. Se esperaba que un descendiente de David restableciera su reino.
De ahí el origen de la palabra Mesías (MASIAH), que significaba
“ungido por el óleo” : ceremonia por la que se consagraba al rey
como tal, el que era considerado en el Oriente e Israel como
personaje sagrado representante de la divinidad. El término, pues,
designó originariamente al Mesías rey. Por extensión se usó para
designar al personaje, cualquiera fuese la forma de concebirlo, por
intermedio del cual Yahveh instauraría su reino.
Otra línea de pensamiento surgió en ciertos círculos decep-
1Se recomienda leer en el Génesis todo lo referente a Abraham: capítulo XII
y siguientes.
2 Se recomienda la lectura de los capítulos V, VI y VII del Deuteronomio.
3 Se recomienda la lectura del capítulo VII del Segundo Libro de Samuel.
13
cionados de la conducta de los reyes: la de un mesianismo sin
Mesías o teocracia directa. Dios establecería directamente su reino.
Otra corriente vuelve a la idea del intermediario y hace surgir
al Mesías no de entre los poderosos de este mundo sino de entre
los hombres de Dios, aquellos iluminados por el espíritu de los
profetas. El punto de partida de esta corriente se encuentra en la
segunda parte de Isaías, en los cantos del servidor de Yahveh,
donde aparece la imagen de un Mesías sufriente que ofrece su vida
en expiación.
Un pasaje (VII, 9 a 14) del profeta Daniel fue punto de partida
del concepto de un Mesías trascendente por medio del cual Dios
establecería sobre la tierra un reino glorioso. Se lo concibe con
características diferentes del rey de la estirpe de David. Se lo llama
“ Hijo del Hombre” , expresión que aludía a su trascendencia con
relación a la humanidad.
Durante el período postexílico, al extinguirse el profetismo,
se desarrolló la literatura apocalíptica. La esperanza mesiánica
aparece en dicha literatura con características nuevas. Los profetas
consideraban su esperanza como realizable en un futuro más o
menos próximo. La apocalíptica trasladó el triunfo de Yahveh al
fin del mundo o final de la historia, a los llamados tiempos
escatológicos (ESJATON, del griego, fin, término).
La literatura apocalíptica (palabra de origen griego que
significa revelar algo que estaba oculto) utilizaba un lenguaje
oscuro cargado de símbolos y alegorías; era considerada como la
revelación hecha por Dios a los hombres de los secretos relacio­
nados con los últimos tiempos. El género apocalíptico, preparado
ya por las visiones de profetas como Ezequiel y Zacarías, se
desarrolló en la obra del profeta Daniel y en numerosas obras
apócrifas1.
El concepto del mundo y de la historia contenido en el
pensamiento apocalíptico, el sentido escatológico de la historia,
que hereda el cristianismo, opone a la visión cíclica del tiempo
aceptada por los mitos y religiones de la antigüedad una historia
gobernada por una finalidad y que se dirige a un fin querido por
Dios. El mundo presente y el curso de la historia pertenecen al
mismo orden de cosas y en ambos se da una continua lucha entre
las fuerzas del bien y del mal. Este mundo está destinado a
desaparecer y trasformarse; será Sustituido por un mundo nuevo
1Obras religiosas judías no incluidas en el Antiguo Testamento: “El libro de
Henoc” , “ Los Testamentos de los doce Patriarcas” , los “Salmos de Salomón” ,
“El cuarto Libro de Esdras” , etc.
14
del que el mal será desterrado. Se instaurará el reino de los
“santos” , el reino de Dios. El triunfo del bien sobre el mal se
realizará al final de los tiempos históricos, será precedido de la era
mesiánica y del juicio definitivo de Yahveh.
El judaismo precristiano vivió en la certeza de encontrarse en
vísperas de los tiempos mesiánicos.
La ley
La ley ocupaba un lugar decisivo en el mundo religioso del
judaismo. La obediencia a ella era la obligación primordial del
hombre piadoso. El término “ley” no encierra la rica complejidad
de la palabra hebrea “Torah” . Este expresaba la voluntad de Dios
manifestada a lo largo de la historia del pueblo hebreo; era por lo
tanto no sólo norma para la voluntad, sino también luz para el
entendimiento. Dicha revelación estaba contenida en los escritos
sagrados que integraban el Canon o conjunto de libros conside­
rados inspirados. Aun cuando se dio particular importancia a los
preceptos de Moisés contenidos en el Pentateuco, libros que
integraron el Canon inicial, se veneró también la doctrina de los
libros proféticos, líricos y sapienciales. En torno de la literatura
sagrada hubo toda una actividad orientada a interpretarla y a
aplicarla a las diversas circunstancias de la vida. Se forma así una
tradición oral que se fija por escrito, se comenta y se acrecienta.
Los agentes de esta labor fueron los escribas1. En principio todos
los judíos estuvieron de acuerdo en lo que se refiere al respeto que
les merecía la ley; sin embargo, la distinta estimación que se le
concedía en lo que respecta a su incidencia sobre la vida diaria
originará los partidos o tendencias que dividieron a los judíos del
tiempo de Cristo.
GRUPOS Y SECTA S
Saduceos
Eran los altos dignatarios religiosos y civiles. Integraban una
minoría influyente. Aristócratas y oportunistas, eran complacien-
1 La compilación de las tradiciones orales, doctrinas y preceptos enseñados
por los doctores más autorizados, forma la Mischna y el Talmud (siglo II A.C.
a siglo IV D.C.).
15
tes con la dominación extranjera, la aceptaban como garantía del
orden establecido. Por su vinculación con la casta sacerdotal,
daban suma importancia a los ritos. Aceptaron los cinco libros de
Moisés o Torah propiamente dicha, pero se liberaron de la
tradición rechazando las interpretaciones y adiciones posteriores a
la ley escrita, obra de los doctores de la ley.
De cierta tendencia racionalista, no aceptaron el desenvol­
vimiento dogmático del período postexílico: negaban la resurrec­
ción y el mundo de los ángeles. Apartándose del sentir general del
pueblo, miraban con desconfianza al mesianismo. Veían en él un
espejismo que ponía en peligro a la paz pública.
Fariseos
Los “separados” o fariseos fueron la expresión más típica de
la religiosidad judía del primer siglo precristiano, el partido
religioso de más prestigio. En política eran nacionalistas y se
resistían a la dominación extranjera. No predicaban la resistencia
armada, pero esperaban junto con todo el pueblo una restauración
nacional y religiosa.
Gran parte de la evolución dogmática de los siglos precristianos
fue obra Suya: sacaron las conclusiones lógicas de la ley y los
profetas en relación con la inmortalidad, la resurrección y la
retribución de justos y pecadores después de la muerte.
Observaban escrupulosamente la ley, pero no sólo la ley
escrita, sino también el derecho tradicional elaborado por los
escribas. Eran todos doctores de la ley de muy diversa extracción
social. Su actitud casuística tendía a llevarlos a una religiosidad
formalista. Las divergencias de opinión entre los doctores de la ley
llevó a la formación de diversas escuelas. No todos se quedaron en
la letra: rabinos como Hillel fueron exponentes de una religiosidad
más interior y libre.
La comente mística
Los saduceos y fariseos representaban al judaismo oficial. Su
influencia derivaba de la importancia que habían adquirido, en el
período postexílico, el Templo y la Torah. La preponderancia de
sacerdotes y escribas tiñe de formalismo la religiosidad israelita, en
especial la de los círculos dirigentes. Pero el fervor místico que
caracterizó a los profetas no se extinguió, se perpetuó en la
literatura bíblica de este período, fundamentalmente en los
16
salmos. Junto con la preocupación por el rito y la norma jurídica
brota la rica y profunda espiritualidad de los ANAWIM, los
‘ pobres de Yahveh” . El término, casi intraducibie, desborda la
significación sociológica. El ANAWA era el pequeño, el humilde, el
oprimido, el desgraciado, el pobre, a quien sus tribulaciones han
acercado a Yahveh. Carente de apoyo humano confía plenamente
en El. Y como, de hecho, la clase religiosa no fue precisamente la
de los poderosos, los términos pobre-piadoso-humilde por una
parte y rico-pecador-orgulloso por otra, se fueron asociando poco
a, poco. La palabra ANAWA tomó cada vez más el significado
técnico de “piadoso” .
El Magníficat1. (Lucas I, 46) está en la línea de los ANAWIM.
Jesús, al iniciar el Sermón del Monte con la expresión “ Bienaventu­
rados los ANAWIM , se coloca dentro del mismo clima espiritual.
Celotas
El grupo de los llamados “celotas” era fariseo en lo que se
refiere a la religión. En política eran mucho más radicales;
revolucionarios y terroristas, no transaban con el elemento gentil,
se negaban a pagar tributo al emperador romano, afirmaban que la
obediencia a la ley obligaba a la guerra santa. Se les atribuye gran
parte de responsabilidad en los levantamientos judíos de los siglos
I y II D.C.
Esenios
Los descubrimientos arqueológicos realizados en la región de
Qumrán, al noroeste del mar Muerto, entre 1946 y 1966, nos
permiten reconstruir en su casi totalidad la vida y la doctrina de la
comunidad esenia, muy poco conocida hasta entonces. Sus
comienzos se remontan a la época de los Macabeos (siglo II A.C.).
Se cree que su fundador fue el personaje conocido en los textos de
Qumrán como el “Maestro de justicia” . La mayoría de los esenios
vivían comunitariamente en los edificios que integraban el
monasterio de Qumrán. Otros vivían en los alrededores, en cuevas
o tiendas, en pequeñas comunidades compuestas por diez miem­
bros que se reunían en el monasterio para celebrar sus fiestas
'Cántico de María, la madre de Jesús, que Lucas coloca al comienzo de su
obra.
17

principales. Dos años antes de la toma de Jerusalén por Tito, el
monasterio de Qumrán fue destruido por las legiones de Vespa-
siano.
Sus miembros, agrupados de acuerdo con una rigurosa jerar­
quía en la que primaba el elemento sacerdotal, practicaban el
celibato y la comunidad de bienes. El estudio, la oración el culto
y el trabajo manual ocupaban sus días. Para ser admitido en la
comunidad se requería un período de prueba de tres años.
Habían roto con el culto oficial, no mantenían ningún vinculo
con el templo de Jerusalén. Sus ritos más importantes eran el de la
purificación por el agua y el banquete sagrado. La doctrina esenia
sobre Dios, el mundo y el hombre coincidía sustancialmente con
la del Antiguo Testamento y con la del común denominador judio
del momento. El ideal que animaba a la comunidad era buscar a
Dios con todo el corazón y con toda el alma” . La búsqueda de
Dios consistía en el cumplimiento de su voluntad expresada en la
ley, tal como la interpretaban los esenios. En ese sentido eran tan
rigurosos o más que los fariseos. , .
Tenían la convicción de estar en vísperas de los últimos
tiempos, esperaban a un Mesías rey y a un Mesías sacerdote.
Su doctrina mesiánica y escatológica contenía elementos
originales que no se encuentran en la apocalíptica1 de la época y
que aparecen también en el cristianismo. Consideraban a los
tiempos mesiánicos como un proceso iniciado por la irrupción en
el mundo contemporáneo de bienes de origen divino que alcanza­
rían su plenitud al final de los tiempos históricos. La comunidad
de Qumrán creía estar ya en posesión de dichos bienes, la
comunicación del Espíritu de Yahveh y la iluminación para el
entendimiento de las profecías. Para el Nuevo Testamento la
persona y la obra de Cristo inician dicho proceso.
Son frecuentes los paralelismos y similitudes entre la espiritua­
lidad de Qumrán y la del cristianismo primitivo. Podrían explicarse
por ei hecho de su inserción en un mismo medio o por el hecho de
estar ambas corrientes enraizadas en el Antiguo Testamento.
También por los contactos, aún no conocidos, que pudo haber
entre el “precursor” Juan el Bautista, Jesús, los primeros cristianos
(en especial Juan y Pablo) y la secta de Qumrán. Muchas doctrinas
neotestamentarias que se creían de origen helénico o persa
aparecen en los textos de Qumrán integrando el pensamiento judío
precristiano. Estos textos ponen de manifiesto toda la riqueza dpi
trasfondo judío en el que surge el cristianismo.
1Ver literatura apocalíptica, página 6.
18
Había otros grupos religiosos o sectas de menor importancia,
más o menos afines con el grupo esenio, y cuyo denominador
común era su actitud inconformista frente al judaismo oficial de
Jerusalén. El judaismo de este período fue un judaismo pluralista
y creador, capaz de profundas vivencias espirituales y trabajado
por una intensa fermentación religiosa.
L A D IA S P O R A J U D I A
Desde el siglo VIII A.C., en oleadas sucesivas, que se debieron
muchas veces a deportaciones forzosas, otras a emigraciones
voluntarias, el pueblo judío se había ido esparciendo por el Asia
anterior y el mundo mediterráneo.
Al comienzo de la época imperial, superaban en mucho a la
población palestinense. En todas las ciudades de importancia había
una comunidad judía. Las comunidades de la Diáspora se
consideraban parte integrante del pueblo de Judá. Los gobernantes
persas, griegos y romanos reconocieron a esos judíos una posición
de privilegio: gozaron de cierta autonomía. El centro de la
comunidad era la sinagoga; allí se oraba, se leía y se comentaba la
ley. El vínculo que unía a los judíos de la Diáspora era su fe
religiosa: fue lo que fundamentalmente impidió que fuesen
absorbidos por el mundo circundante. Sin embargo, exteriormente
el judío se adaptaba. En Egipto abandonaron la lengua materna y
adoptaron la lengua universal de la KOINE, la que se empleaba en
el culto sinagogal. Se tradujeron al griego los libros del Antiguo
Testamento, y surgió así la versión de los Setenta, la que al
comienzo de la época imperial era reconocida por toda la Diáspora
judia. Hubo también influencia del helenismo entre el elemento
más culto. Filón de Alejandría constituye el ejemplo más
representativo.
La influencia que ejercieron en el mundo circundante originó
muchas conversiones. Los “prosélitos” eran los gentiles que no
solo compartían la fe judía, sino que también aceptaban la
circuncisión y todas las obligaciones de la ley. Los “temerosos de
Dios rechazaban la circuncisión pero abrazaban la fe judía y
algunas de sus prácticas religiosas. Fueron frecuentes, no obstante
las manifestaciones de antisemitismo.
Las comunidades de la Diáspora prepararon el camino a la
expansión del cristianismo.
19
 J E S U S DE N A Z A R E T

FU EN TES

En el cuadro religioso y espiritual que acabamos de describir

hunde sus raíces el cristianismo. Tanto Jesús, iniciador de este
movimiento religioso, como sus primeros discípulos pertenecieron
a este medio. Todo lo que a ellos se refiere se conoce, casi
exclusivamente, a través de fuentes de procedencia cristiana. En
los escritos paganos o judíos sólo encontramos breves alusiones a
la persona de Jesús y a los orígenes del cristianismo.

Fuentes no cristianas

Tácito en los Anales (15, 44), escritos en tiempo del emperador

Trajano, en los años 116/117, dice que, con ocasión del devastador
incendio de Roma en tiempos de Nerón, éste culpó a los cristianos
para librarse de la acusación de “incendiario” : “Para cortar de raíz
este rumor, (Nerón) pretextó unos culpables, entregó a los más
refinados castigos a estos hombres odiados por sus delitos, a
quienes el pueblo llamaba cristianos. Este nombre les viene de
21
Cristo, ejecutado bajo el gobierno de Tiberio por el procurador
Poncio Pilato. Pero la corruptora superstición, reprimida por el
momento, volvió a resurgir, no sólo en la región de Judea, donde
había nacido aquella perdición, sino también en la ciudad de
Roma, adonde confluyen y encuentran aceptación cuantas cosas
hay bárbaras y escandalosas” . Estas afirmaciones, de fines del siglo
II, cuando ya el cristianismo había alcanzado gran difusión en el
Imperio, e incluso había sufrido persecuciones, pudieron ser el eco
de las versiones que circulaban sobre él. Es difícil averiguar cuál
fue la fuente de información de Tácito y si no se entronca con
fuentes de origen cristiano.
Suetonio, en su Vida de los doce Césares, confirma, en un
pasaje, las persecuciones de Nerón; en otro dice que Claudio
“ expulsó de Roma a los judíos, que se habían transformado, bajo
la influencia de un tal Chrestus, en causa permanente de
desórdenes” . Es la persecución de que hablan los Hechos de los
Apóstoles y demuestra que ya en el año 50 había llegado a Roma
la propaganda cristiana.
Plinio el Joven, siendo gobernador de Asia, en carta enviada al
emperador Trajano (111 D.C.), consultándole con relación al
proceder por seguir con los cristianos, dice: “Muchos denunciados
por cartas anónimas negaron ser cristianos, y repitieron la oración
a los dioses que dije ante ellos, ofreciendo además vino e incienso
ante una estatua que hice traer expresamente. También insultaron
a Cristo, cosa a la que, según parece, no se somete nunca el
verdadero cristiano. Algunos me confesaron que habían sido
cristianos anteriormente, pero añadiendo que su crimen y su yerro
consistió, principalmente, en reunirse ciertos días antes de salir el
sol y adorar a Cristo, cantar en coro sus alabanzas y comprome­
terse, mediante juramento, no para cometer crímenes, sino para no
robar, no matar, no cometer adulterio, ni faltar a su palabra” .
El historiador judío Flavio Josefo en su obra Antigüedades
judías, publicada hacia los años 93/94, menciona dos veces a Jesús.
Una de manera indirecta: “Anás convocó una asamblea de jueces e
hizo comparecer a Santiago, hermano de Jesús llamado el Cristo, y
a algunos otros, y presentó contra ellos la acusación^ de ser
transgresores de la ley, y los condenó a ser apedreados . En el
libro XVIII leemos este pasaje: “En esta época vivió Jesús, hombre
sabio, si es que se le puede llamar hombre, pues realizó obras
maravillosas, fue el maestro de quienes reciben con alegría la
verdad. Y ganó para sí a muchos judíos y también a muchos
griegos. El era el Cristo. Por la denuncia de las personas más
destacadas de nuestra nación, Pilato lo condenó a la cruz. Pero los
22
que le amaban no se apartaron de él, pues al tercer día se les
apareció resucitado, como lo habían anunciado los divinos
profetas, así como otras mil maravillas a su respecto. Y todavía
hoy no se ha extinguido el pueblo de los que, por él, se llaman
cristianos” . Muchos críticos rechazan este pasaje considerándolo
una interpolación posterior de origen cristiano. Otros consideran
que el texto contiene un núcleo auténtico que procede de Josefo,
pero que este núcleo fue elaborado y ampliado ulteriormente por
manos cristianas.
El Talmud hace alusiones a Jesús que denotan muy poca
estima por él. Críticas muy exigentes han llegado a la convicción
de que en esos pasajes se tiene noticia de una persona histórica.
Es evidente que estas referencias extracristianas a Jesús no nos
sirven para conocer su persona y su obra. Su importancia radica en
que ponen de manifiesto el hecho de que en la antigüedad no se
duda de su historicidad.
Por otra parte es lógico que un movimiento de esta naturaleza
haya pasado inadvertido en sus comienzos. Sólo cuando adquiere
real envergadura despierta interés en los círculos intelectuales. Aun
los funcionarios romanos de Palestina lo hubiesen ignorado si no
hubiera sido por las polémicas que suscitó entre los judíos:
cuando, a requerimiento de las autoridades locales, sus predica­
dores fueron llevados ante los funcionarios romanos, éstos no
percibieron su significado; para ellos se reducía a “una disputa
entre judíos sobre un cierto Jesús que murió y del cual Pablo
afirma estar vivo” (Hechos XXV, 19).
Las fuentes cristianas
Los libros reconocidos por las comunidades cristianas primiti­
vas como los portadores del auténtico mensaje de Jesús integran el
Nuevo Testamento1. Los más importantes desde el punto de vista
de los datos suministrados sobre las raíces del cristianismo son los
cuatro Evangelios, las Cartas de Pablo y los Hechos de los
Apóstoles. Las versiones actuales se escribieron en griego.
Se los llama libros canónicos —ver página 45—, Son: los cuatro Evangelios, las
catorce Cartas o Epístolas de San Pablo, el Libro de los Hechos de los
Apóstoles, las siete Epístolas católicas (tres de San Juan, una de Santiago, dos
de San Pedro y una de San Judas) y el Apocalipsis.
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