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EL ACOMPAÑAMIENTO TERAPÉUTICO, UN TERRENO EN DISPUTA

Dulce María Pallero


Operadora Comunitaria
Acompañante Terapéutica

Al momento de pensar las formas de recomposición del capitalismo en


la atomización del sistema de salud, es útil pensar cómo la “aparición” de
“nuevas” profesiones -como lo es el Acompañamiento Terapéutico-, pueden
entrar en clara contradicción con formas de segregación y vulneración de
Derechos bajo el discurso de acceso y equidad ciudadana. Es muy importante
detenerse en este tema, no solo por la urgencia política que eso implica en un
aspecto general, sino también para llamar a la acción a quienes somos
profesionales en formación, en esta coyuntura.
El análisis político que puede hacerse con un examen crítico de las
políticas públicas, es una materia ineludible en la formación de todos los que
trabajaremos con personas. Porque, justamente, esa es la diferencia entre
trabajar con ellas o hacerlo sobre ellas.

El proceso de recomposición y restructuración que implicó el pasaje del


Estado Benefactor al Estado Neoliberal; los saldos sociopolíticos que esto
conllevó y el legado psicopolítco ideológico que esto implicó. Cómo se
aggiornaron modalidades y terminologías económicas. Cómo la construcción
de identidades fue remozándose a los fines programados, para maquillar y
retardar las evidentes contradicciones que implica convivir con un paradigma
Jus-Humanista de Derechos. Los límites de dicho paradigma y las
contradicciones propias de sostener un modelo capitalista de producción y
reproducción de los medios; es un extenso análisis, no abarcable en esta
humilde nota. Sin embargo, no quería dejar de mencionar ciertos puntos
nodales para poder dejar sentada una posible línea de construcción de nuestra
identidad profesional.
Mi intención es marcar una línea de análisis que visibilice la actual y
estructural atomización de la atención en salud (apoyada con
fundamentaciones teóricas internacionales); y en particular el efecto
segregatorio que encubre. Para de este modo entender que los dispositivos
que la (no tan) nueva Ley de Salud Mental requiere, denuncian las tensiones
que se generan; y al mismo tiempo promueven un posicionamiento político
claramente crítico del capitalismo, y la posibilidad de construir teoría que nos
permita -mediante el análisis de las formas de recomposición del sistema-,
ofrecer herramientas para un cambio social.

Históricamente en nuestro país se dio un corrimiento drástico en las


significaciones que respectan al marco de acción de los trabajadores de la
salud. Este corrimiento y las invisibilizaciones y reduccionismos subsiguientes
pueden ubicarse con el comienzo de las implementaciones de las políticas
neoliberales, con la instauración del último régimen cívico-eclesiástico-militar
en 1972. Este plan psico-político tuvo su traducción en la formación de todos
los profesionales que a partir de esa época pisaron las universidades públicas y
privadas de la Argentina.
A raíz de esto, y durante un proceso de casi cuarenta años, la salud -y el
ejercicio profesional en este ámbito-, se redujo a las lógicas del libre mercado.

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Los profesionales ofrecerían sus servicios y sus prácticas y serían regidas por
la ley de la oferta y la demanda. Como corolario de todo este proceso, escuelas
enteras y dispositivos de acción en salud, formas de aprendizaje y campos
completos de ejercicio profesional (con sus preceptos políticos incluidos) fueron
desaparecidos, no solo de hecho sino también de los planes de estudio.
La salud pública como concepto, en el mejor de los casos, quedó
reducida en el imaginario colectivo a prácticas burocráticas del gobierno de
turno (nunca del Estado), totalmente alienadas de los operadores en salud (que
ya no eran más que profesionales liberales). Opera así una primera reducción:
salud es salud privada, regulada por las leyes del mercado. Estado y políticas
públicas desaparecen del discurso, y dicha desaparición, repercute
directamente en la conformación de la identidad profesional. Luego es
introducida la segunda reducción, que repercute directamente en el campo de
acción de los operadores en salud, reduciéndose así casi todos los espacios a
la atención en consultorios: en el mejor de los casos en un hospital o sala de
barrio.
Los parámetros de regulación profesional se desvirtuaron por la falta de
información y estos corrimientos mencionados. Se reduce así, la salud pública
a la atención hospitalaria pública “uno a uno”, sin que dispositivos como los
grupales y comunitarios sean recordados como lo que fueron, formas de
atención, intervención y producción de conocimiento clínico y teórico harto
prolífico en el país.
Los multiversales son omitidos en la construcción de nuestros saberes
científicos, adoptando una posición colonizadora opresora, que sostiene
universales que reducen el campo de intervención, empobrecen dispositivos -
anulando otros-, y vulneran a los sujetos de la práctica. Este problema nos deja
en una encrucijada política seria, ya que de no posicionarnos críticamente, nos
vemos “condenados” a una práctica liberal en salud; contribuyendo a vaciar de
trabajadores la salud pública; a dejar de lado la importancia de reconocerse y
asumirse como un funcionario público; como un efector de salud, como un
trabajador del Estado. Lo que implica directamente invisibilizar la concepción
de salud como derecho y no como servicio.

Frente a esta encrucijada, nos encontramos en la necesidad de


desnaturalizar la práctica clínica que se nos enseña como Acompañantes
Terapéuticos. Y a poner en crisis el paradigma de atención universalizante que
propone. Así como también la concepción de sujeto 1 y de requisitos para un
tratamiento que desde algunos dogmas se sostienen como la verdad revelada.
Es de rigor poder preguntarnos, qué tipo de clínica 2 se necesita. En
tanto que lo fundamental de cualquier dispositivo de tratamiento del
padecimiento, es que se ajuste a las necesidades concretas de quienes serán
sus destinatarios: podemos admitir la necesidad de una clínica comunitaria,

1
El sujeto es una construcción socio-bio-psíquica e histórico-política. Aquí me remito a la concepción de subjetividad de
Domínguez Lostaló que invierte el orden ontológico, es en lo social en que el cuerpo (biológico) se apuntala mediante la función
del portavoz para las sucesivas inscripciones que promoverán lo psíquico “individual”. La idea de que el hombre es una unidad
biopsicosocial, es el confite envenenado del positivismo (Domínguez Lostaló, 2007). El orden de los términos no es casual; la
predeterminación es ‘bio’, lo ‘psico’ es un epifenómeno, y lo ‘social’ es un epifenómeno de un epifenómeno.
2
Clínica proviene de cliné (inclinar), estar al lado de… por lo que es necesario deconstruir a lo largo de la historia de la humanidad
lo que significó el tratamiento del pathos. Por el mismo motivo, es importante poder saber qué proyecto político y social es el que
está determinando lo saludable dentro de una comunidad. Una vez más, volvemos al imperativo epistemológico del abordaje en
salud desde una perspectiva forense, política: situada y crítica, que no desconoce su historia.

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grupal, que pueda ser aplicada tanto en entornos institucionales cerrados,
como en situaciones de libertad.
Es por ello que es necesario que la propuesta clínica a construir no se
acote a un marco teórico descontextualizado y acrítico; sino que por el
contrario, emerja de las situaciones de vulneración sufridas en las
comunidades de nuestra región y se apoye en el paradigma de los Derechos
Humanos como principio filosófico 3; promoviendo libertad respecto del miedo y
la miseria. Una clínica que requiere necesariamente de un análisis desde el
realismo marginal latinoamericano (Zaffaroni, 1993) y el mestizaje marginal
originario (Domínguez Lostaló); para el reconocimiento de la selectividad de la
población sujeta al control social, determinante en su situación de
vulnerabilidad, y de las estrategias comunitarias de resistencia y lucha frente a
los dispositivos de segregación y genocidio implementados contra ellos.
Si tomamos como punto de partida los conceptos de vulnerabilidad
psicosocial y sociopenal (Domínguez Lostaló), podremos entender cómo los
dispositivos requeridos desde los marcos legales (Ley de Salud Mental
incluida) son en teoría, compatibles; y en la práctica necesarios como
complementación estratégica.
Desde los tres marcos (enfoque de Derechos, concepto de
vulnerabilidad psicosocial y sociopenal, y leyes nacionales y provinciales) se
hace énfasis en la necesidad de un diagnóstico no reduccionista, y por tanto
necesariamente interdisciplinario. Diagnóstico que contemple a los sujetos
como históricos, pertenecientes a una comunidad, con cultura y saberes que
deben ser respetados. Con derechos que el Estado debe garantizar, y de cuya
salud psico-física depende directamente de que esto así sea. La importancia de
la visión integral sobre el proceso salud-enfermedad se ve reforzada con la
concepción política de garantía de derechos y reparación de las vulneraciones
sufridas, la llamada corresponsabilidad social. La seguridad social debe ser
sostenida por la garantía de salud, entre otras políticas públicas.

Después de diciembre de 2001, se abre en Argentina un proceso de


crisis del Estado neoliberal que desemboca en una estabilización política de la
mano del gobierno de Néstor Kirchner (que luego continuaría Cristina
Fernández), cuyo principal eje fueron las políticas de derechos. Donde
comenzó una recomposición de la legitimidad gubernamental perdida y la
construcción de un relato de relegitimación a la actividad política militante. Esto
fue promovido mediante la lenta reactivación del poder de gestión del Estado:
reconocimiento de derechos laborales quitados (tope a la flexibilización
laboral), generación de nuevos puestos de empleo (muchos de ellos aún
precarizados), redistribución presupuestaria en salud y educación, leyes
sociales, juicios a los genocidas del último golpe cívico-eclesiástico-militar,
reconocimiento de los profesionales avocados al área de investigación (la
mayoría de ellos erradicados en otros países) quienes comenzaron a retornar
al país.
Es en este contexto en el que el acompañamiento terapéutico emerge
con toda la fuerza que vemos en la actualidad. Y el desafío de pensar las

3
Perspectiva que plantea propositivamente líneas de trabajo y políticas que los Estados democráticos debieran implementar para
el cuidado de las poblaciones, desde una estrategia de atención interdisciplinaria de restitución de derechos y propuestas
alternativas al control social punitivo-represivo para el desarrollo comunitario de la Seguridad Humana (proceso mediante el cual
se amplía las opciones a las personas) y el Desarrollo Humano (Capacidad de ejercer esas opciones en un ambiente seguro).

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prácticas de asistencia y acompañamiento –llevadas adelante por agentes de
salud/ trabajadores-, marca el necesario entrecruce de los campos de los
DD.HH., la Salud Mental y el mundo laboral.
Es en este punto es importante poder pensar a la Ley de Salud Mental,
no solo como una ley de ampliación de derechos, sino como una de restitución
de derechos a las personas privadas de libertad en los dispositivos de mal-trato
públicos y privados; y la privación de cualquier tipo de intervención de otros
tantos; además de la vulneración de los derechos a la vida en comunidad, el
trabajo y la educación producto de estigmatizaciones y patologizaciones.
Delitos propiciados por la herencia ideológico-cultural liberal y positivista que
aún viene arrastrando todo el campo de la salud y el trabajo.

En este sentido me parece importante destacar un planteo en relación a


la necesidad de que los trabajadores de la salud puedan identificarse, antes
que con su profesión particular, con la identidad de agentes del Estado
Nacional. Es necesario que seamos nosotros quienes encarnemos la función y
la obligación del Estado de reparación, restitución y garantía de los derechos
universales; no ya como representantes de una disciplina, sino como sujetos
garantes de políticas de seguridad humana. Esta es la única manera de no
reconstruir los circuitos de impunidad trazados por el Estado de Excepción 4 y el
Estado de Desamparo 5 que vivimos en Argentina durante décadas.
Es por eso que el quehacer del campo de salud y el trabajo aquí,
necesariamente, debe contemplar la noción de trauma en sus tres
dimensiones:
1) Como real, para caracterizar el hecho y su materialidad: ya que negar
el quantum de violencia ejercida en su especificidad –como irrupción
independiente de las capacidades de metabolización de cada psiquismo
particular y su subsiguiente capacidad de inscribirlo en relación a su historia y
particular entramado vincular-, es reducir el fenómeno.
2) Como lo singular de cada quién: en tanto capacidad del psiquismo de
metabolizar en relación a sus avatares históricos y situación vincular previa la
violencia. Esto es, cómo cada quién se posiciona en relación al real traumático
de su historia.
3) En la dimensión social del trauma: en relación a la respuesta social en
cada momento histórico, ocurridos ya los hechos. Cuestión no exterior a lo
traumático, puesto que el modo de procesar subjetivamente la violencia está
directamente relacionado con las políticas de Estado, los marcos legales, los

4
Mecanismos de censura y plan sistemático de aniquilación del enemigo político con un fin material (obtención de información
para seguir aniquilando enemigos) y la instauración del terror, la deshumanización y la sobre impresión del poder sobre los
cuerpos. Instalación de un Estado de Excepcionalidad como dispositivo para saldar conflictos socio-políticos. La concentración del
poder en el Ejecutivo y las FF.AA. (y su posterior fusión en un único poder) instaura una lógica de la racionalidad-irracional.
Haciendo desaparecer al tercero de apelación, tanto en la situación de tortura sistemática como en la desaparición de todo
derecho a protección por parte del Estado (derecho al disenso, derecho a la libre circulación y asociación, derecho a réplica). El
sujeto queda en una situación de vulnerabilidad extrema por ausencia de ley.
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Como sociedad nos costó más de 30 años de Democracia, poder comenzar a metabolizar todo este arrasamiento subjetivo y
empezar a nombrar el horror. El Estado de Desamparo continuó durante muchos años, por oclusión de las prácticas, la negación
de esas entidades con la Teoría de los Dos Demonios sostenida por los gobiernos post dictatoriales de las décadas del ´80 y ´90 y el
contenido que se le dio a las figuras de del desaparecido –“algo habrá hecho”-; y el liberado (sobreviviente) –“por algo lo habrán
soltado”- obligándolos a declarar ocultando su identidad política. De esta manera, el Estado consigue mantenerse al margen de
todo aquel proceso. En la década del ´90 apareció la figura del resarcimiento económico y la idea de reconciliación (el proyecto del
Parque de la Reconciliación en el predio de la Ex ESMA, las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, y los indultos del
menemismo). Estas nuevas formas de la negación, se sumaron a las sostenidas en la década anterior. Por lo que el trabajo de los
testigos sobrevivientes al horror de la dictadura –que, hasta el momento había sido el de narrar: ser los ojos y los oídos y la voz de
aquel genocidio-, se vio interrumpido drásticamente

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discursos mediáticos, las prácticas cotidianas que los dejan como hechos sin
consecuencia, o no. Si bien, la respuesta del Estado, la legal y la comunitaria
no tienen los mismos efectos y permiten diferentes grados de mantenimiento
de la memoria, sostenimiento de la construcción de verdad y la constitución de
justicia; son todos necesarios para operar políticas de restitución y garantía de
derechos. En nuestro país podemos ver cómo en diferentes épocas desde
alguno de los tres aspectos de la dimensión de lo social, se sostuvo y
promovió, o no la elaboración de lo traumático; tanto en los campos del
derecho a la salud como el derecho al trabajo y la educación.

Es necesario sostener preguntas en relación al desafío del abordaje que


realizan los Acompañantes Terapéuticos; y el saber específico que su propia
práctica genera, de cara al trabajo interdisciplinario y el ejercicio de los poderes
hegemónicos que lo impiden. En el contexto actual, donde estamos viviendo un
proceso de formalización y regulación de nuestro ejercicio profesional (sanción
de la Ley Nacional de Ejercicio Profesional); de nosotros depende que nuestros
espacios de representación no se cierren solo en una colegiatura. Tenemos
que abocarnos a la urgente tarea de construir herramientas sindicales que nos
representen democráticamente frente al Estado y demás actores sociales,
dentro y fuera del sistema de salud. Porque de ellas dependerá la posibilidad
de un ejercicio pleno de derechos del trabajo.
La situación de precarización laboral en la que se encuentra nuestra
actividad en la actualidad, y la invisibilización de nuestra figura como
profesionales de la salud; atenta no solo contra nuestras condiciones de vida y
salud (y por ende con la calidad de nuestra prestación). Sino también contra la
salud y demás derechos de nuestros acompañados.
La única salida al no reconocimiento del rol fundamental que tenemos
como garantes del pleno derecho a la salud tal y como lo indica la Ley Nacional
de Salud Mental; es mediante la organización y la lucha comprometida de
todos y cada uno de los Acompañantes en ejercicio y formación.

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BIBLIOGRAFÍA

ARGENTINA. Ley Nacional de Salud Mental Nº 26.657/11, del 25/ 11/ 2010.
Promulgada el 2/ 12/ 2010.

ARGENTINA. Adhiérase la Provincia de Buenos Aires a la Ley 26.657 Nº 14.580,


del 6/ 2/ 2014 BO Nº 27235 (SUPLEMENTO).

DOMÍNGUEZ LOSTALÓ, J. C. (2009). Desarrollo Humano y Comunidades


Vulnerables. El método de la Clínica de la Vulnerabilidad Psicosocial. Programa
de Trabajo Comunal Universitario (1995-2002). Buenos Aires: Editorial
Koyatun.
--------------------------------------------- (2007). Los pibes Marginados. Buenos Aires:
Editorial Koyatun.

GARCÍA MÉNDEZ, E. (1987). “Capítulo IV La Doctrina de La Seguridad Nacional”,


en García Méndez, E. Autoritarismo y control social. Argentina - Uruguay -
Chile. Editorial Hammurabi S.R.L.

MARESCA, S.J. (1983). Pathos, en Capacitación como Operador Psicosocial en


Salud Comunitaria: Seminario sobre Clínica Psicopatológica de la
Vulnerabilidad Psicosocial y Sociopenal (abordajes desde la Escuela
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ZAFFARONI, E. R. (1998). “Capítulo 4: Necesidad y posibilidad de una respuesta


marginal”, en Zaffaroni, R. E. En busca de las penas perdidas (Deslegitimación
y dogmática jurídico-penal). Santa Fe de Bogotá, Colombia: Editorial Temis.

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