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Jimena Carrasco
Universidad Austral de Chile
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Como citar:
Introducción.
A partir de la década de los noventas, luego del término de la dictadura militar, el
sistema de salud chileno ha experimentado una serie de transformaciones en lo referente a la
atención de personas con enfermedades mentales y/o problemas de salud mental. El
documento “Plan Nacional de Salud Mental y Psiquiatría” (en adelante PNSMP), cuya
primera edición fue el año 2001, tuvo el objetivo de dar directrices a nivel nacional para las
acciones en éste ámbito. En él se propone una transformación de los problemas a intervenir y
de las formas de intervención, presentando al Enfoque Comunitario como una innovación
para una mejor comprensión y abordaje de la enfermedad y la salud mental. Su
implementación ha ido a la par de cambios en las políticas sociales de gobierno, dentro de los
cuales cabe mencionar la reforma en el sector salud. Todo esto ha llevado a cambios
significativos en las concepciones en torno a la salud y la enfermedad mental, y como
consecuencia, a cambios en las prácticas en torno a ésta, tanto para los interventores, los
intervenidos como para la sociedad en su conjunto.
Estas transformaciones suelen presentarse como el triunfo de una crítica a las formas
anteriores de intervención, propias de la institución psiquiátrica, y como un esfuerzo
inclusivo, difícil de cuestionar. Sin embargo cabe preguntarse ¿cómo fue posible que estos
cambios llegaran a ser pensables y deseables? Para responder a esta pregunta, en el presente
1Académico Facultad de Medicina Universidad Austral de Chile. Isla teja s/n, Valdivia,
Chile. (56) - (63) – 229356, jimenacarrasco@uach.cl
artículo se abordará el modelo de la Salud Mental y Psiquiatría Comunitaria (en adelante
SMPC) (MINSAL, 2006) en Chile desde una perspectiva histórica y crítica, como la
propuesta por Rose (1996). Esto quiere decir que no se trata del relato de una secuencia de
hechos precursores que legitimen el modelo, sino de una argumentación acerca de cómo éste
ha sido posible. Para esto, como propone Rose, es necesario dar cuenta de la relación entre lo
gubernamental y los saberes disciplinares. En relación a lo primero, abordaré algunos
elementos de la política social, con especial énfasis en el sector salud. En relación a lo
segundo, abordaré la emergencia de un nuevo saber propio de la SMPC.
El propósito es plantear que la perspectiva propuesta por el PNSMP chileno, no
necesariamente es el resultado de un proceso hacia mejores formas de intervención, sino un
cambio que ha llegado a ser deseable y posible en la medida en que es coherente con una
determinada lógica de gobierno, común para la mayoría de los actores involucrados: la lógica
neoliberal. A su vez, se asume que ésta es producto de procesos históricos globales, que
redefinen las bases y los actores sociales del período previo, y que en Chile significó
profundas transformaciones estructurales iniciadas en la década de 1980 por la dictadura
militar (Angelcos, Perez, Sémbler, 2006).
2
Se le denomina Chicago Boys a la generación de economistas formados en la Universidad de Chicago, bajo la
dirección de Milton Friedman y Arnold Harberger, que luego tuvieron una decisiva influencia en las reformas
económicas y sociales en Chile. Fueron los responsables de la aplicación de un programa de privatización y
reducción del gasto fiscal.
Medicina Preventiva (1938), del Servicio Nacional de Salud (1946) y de la Medicina
Curativa (1968), es decir, todo el cuerpo legal en torno a la salud, que se había generado a lo
largo de un siglo de proyectos y debates políticos e ideológicos.
Con las reformas de la década de 1980, el sistema de salud chileno se configuró como
“mixto”, es decir, existe un fondo de cotización estatal y otro privado, así como existen
centros de atención públicos y privados.
La separación entre las decisiones económico-financieras y las técnicas, trajo como
consecuencia que el Ministerio de Salud pasó a depender del Ministerio de Hacienda, entidad
que asigna los recursos en base a una exacerbaba lógica de mercado. Así, el rol de expertos
que desde los inicios de la institucionalidad de gobierno en salud habían cumplido los
médicos, fue asumido por economistas.
Las acciones realizadas por los Servicios de Salud regionales debían ser subsidiarias y
focalizadas, es decir, acciones de asistencia directa para la solución de problemas puntuales.
En el caso de la salud mental, esto llevó a poner el foco en signos y síntomas y en algunos
casos, en el entorno más cercano: la familia. Se eliminó toda la producción académica
ocurrida durante la Unidad Popular, que propició la comprensión de los problemas de salud
como parte del sistema social.
Luego del término de la dictadura militar, Chile entró en un proceso que se ha
denominado de transición, bajo sucesivos gobiernos de la Concertación de Partidos por la
Democracia. Éstos mantuvieron un discurso que promovía la participación de la sociedad
civil, como una estrategia para alcanzar mayores niveles de democracia. En torno a este
discurso se organizó la gestión y la ejecución de las políticas sociales y se configuraron
nuevas formas de relaciones entre el Estado, las subjetividades y la sociedad civil, que se
caracterizaron por la adopción del modelo de las democracias liberales (Sandoval, 2002;
2009).
En este marco, la Concertación de Partidos por la Democracia, impulsó la reforma a
la salud durante el gobierno de Ricardo Lagos. Esta reforma inicialmente se planteó como una
respuesta a la grave crisis en el sistema de salud, producto de la política neoliberal heredada
de la dictadura militar, que llevó al sistema a un colapso y provocó grandes desigualdades
sociales en el acceso (Sandoval, 2004).
Lo paradójico de la reforma a la salud propuesta por el gobierno de Ricardo Lagos es
que no cambiaba el espíritu o mentalidad neoliberal de las transformaciones hecha al sistema
durante la dictadura militar, en tanto que mantiene sus estructuras. Al mismo tiempo,
incorporó una serie de transformaciones en la definición del quehacer del sector salud, en los
objetivos sanitarios y en el modelo de atención (Ministerio de Salud 2002). Además, conllevó
a cambios en la organización de los aparatos estatales y privados que los gestionan.
En definitiva, la reforma a la salud se tradujo en cinco leyes, de las cuales me referiré
a dos: la Ley 19.937 que modifica la autoridad sanitaria y la Ley 19.966, que establece
Garantías Explícitas en Salud (en adelante GES). La primera reformula las estructuras y la
organización del sector, tanto en lo público como en lo privado, a fin de mejorar la gestión y
la eficacia. La segunda plantea una estrategia de distribución de los recursos, basada en una
nueva forma de priorización de los problemas de salud.
En cuanto a las estructuras y la organización administrativa, se mantuvieron medidas
adoptadas durante la dictadura militar como la dependencia de la atención primaria de los
municipios y las Instituciones de Salud Provisional. Así el sistema se confirmó como “mixto”
(Aedo, 2001), es decir, se mantuvo un fondo de cotizaciones estatal y otro privado, así como
centros de atención públicos y privados. Además, los centros privados se integraron a los
prestadores del sistema público.
A partir de estas reformas, las entidades estatales definen las acciones o prestaciones
de servicios en salud pública, pero éstas pueden ser otorgadas tanto por centros de atención
primaria (municipales), secundaria (dependientes de un Servicio de Salud), como por
privados. Además, las entidades estatales definen los enfoques y características que deben
tener los centros de atención pública. Esta caracterización no excluye a centros de atención
privada que pueden otorgar prestaciones definidas por las autoridades estatales, incluso a los
beneficiarios del sistema público de salud, mediante un subsidio a la demanda y en la medida
en que se ajusten a las exigencias definidas para las prestaciones.
Ahora la autoridad sanitaria ya no tiene responsabilidad directa por la salud de toda la
población, ni por la atención de las personas con problemas de salud, sino que debe
“gestionar” la red asistencial de su territorio, haciendo uso de toda la oferta de servicios, tanto
pública como privada. Esto supone la aparición de una nueva forma de comprender el espacio
de gobierno; la idea de una red mixta lleva a que las acciones de gobierno en salud ya no se
ejercen desde órganos del Estado, como había sido hasta entonces, lo que conlleva a la
necesidad de un mayor nivel de autonomía y flexibilidad tanto de los recursos humanos como
financieros.
En cuanto a los problemas de salud, la nueva forma de priorización y la redefinición
del quehacer del sector, llevan a un proceso de reconfiguración del objeto de gobierno: los
problemas de salud ya no se restringen al control de tasas de natalidad y mortalidad, como lo
fue a principio del siglo XX, ahora la preocupación de la autoridad va hacia promover estilos
de vida saludables, lo que significa implementar formas de control sobre las condiciones de
vida de los sujetos. Esto repercute también en las formas de organización del espacio de
gobierno en salud: el sistema de salud se entiende como una red mixta de servicios que se
inserta en una red mayor multisectorial.
Por su parte, la transformación del objeto de gobierno en salud en Chile se expresa en
un cambio en el criterio para priorizar los problemas a intervenir. A partir de 2002 se
comenzó a elaborar un plan de Acceso Universal con Garantías Explícitas (AUGE)3, que
finalmente resultó en una nueva forma de priorizar los problemas de salud basada en un
nuevo indicador (AVISA)4, que se establece en relación a los años de vida productivos
saludables, y por tanto, considera no sólo la mortalidad, sino que además todo aquello que
pueda ocasionar pérdida de años productivos de una persona (Arrau, 2002). Las acciones en
salud deben tender a otras esferas de la vida, que van más allá del radio de acción tradicional
de los prestadores de salud, es decir, deben abarcar aspectos tales como la educación, el ocio,
las actividades comunitarias, etc. Todo a fin de prevenir estilos de vida que puedan llevar a
los sujetos a tener problemas que limiten o restrinjan sus años de vida productivos saludables.
El tema de la salud mental y las enfermedades mentales cobran relevancia a partir de
esta nueva manera de entender los problemas de salud: se prioriza la atención de ciertos
sujetos, según su diagnóstico, edad y sexo en pro de maximizar sus años de vida productivos
saludables, y se establecen estrategias de control sobre las condiciones de vida de toda la
población tendientes a prevenir la pérdida de éstos. Es decir, el criterio económico no sólo
está presente en la forma de administración del sistema de salud, sino que en la definición
misma de lo que es el ámbito a intervenir que ahora se define en términos de productividad de
las personas.
Todo lo anterior da cuenta de una nueva forma de entender el espacio y el objeto de
gobierno en salud; en Chile desde la década de 1940 se habían dado una serie de discusiones
3
Nombre original con el que se denominó al actual GES: un conjunto de problemas de salud, para los cuales se
definieron protocolos de procedimiento en base a criterios de costo efectividad. Posteriormente se eliminaron las
dos primeras letras de la sigla.
4
Años de vida saludable perdidos.
en torno a: 1) el rol del Estado y 2) el derecho a la salud pública (Parada, 2004).
Aparentemente ahora, estos puntos de tensión han sido subsumidos por una nueva lógica, en
la cual el espacio de gobierno se ha convertido en una red, donde es difícil diferenciar qué es
el Estado y qué no. Por otro lado, el objeto de gobierno, ahora convertido en las condiciones
de vida de las personas, en pro de maximizar sus años de vida productivos y saludables, hace
difícil distinguir qué es lo que compete a la salud y qué no, y por lo tanto desdibuja los
derechos en relación con ésta.
Las formas de gestión de la vida, o lo que Foucault (1977) denominó la biopolítica se
ha transformado, es decir, la gestión de la vida de la población ha sufrido un dislocamiento
que ha llevado a un cambio en la propia noción de vida (Hart y Negri 2001): ya no sólo se
trata de procesos biológicos de la especie, sino de hacer vivir y controlar las condiciones de
vida de los individuos. Para esto se requiere de nuevas formas de control que involucren
nuevas formas de subjetivación. A partir de esta nueva lógica se deben entender también las
transformaciones en el ámbito de la intervención de personas con enfermedades mentales y el
surgimiento de lo que se ha denominado Salud Mental.
Para la discusión.
Finalmente, podemos decir que la SMPC en Chile se estructura a partir de la salud, es
decir, corresponde en primer lugar a una delimitación de aspectos mentales de la salud y la
enfermedad. Como tal, la SMPC participa de los procesos de redefinición del espacio de
gobierno y del objeto de gobierno en salud, de la mano de una nueva lógica, en la cual la idea
de una red mixta diluye las acciones de gobierno y su responsabilidad, al mismo tiempo que
las estrategias de gobierno se centran en las condiciones de vida de las personas, en pro de
maximizar sus años de vida productivos y saludables.
El objeto de intervención de la SMPC parte de entidades psicopatológicas, pero que
ahora se explican no sólo desde la concepción biomédica tradicional, sino que además deben
tener una comprensión social (Alfaro, 2000). Además, las formas de control sobre las
condiciones de vidas de los sujetos se deben adaptar a las formas de gobierno de sujetos libre
y autónomos, pero con el claro propósito de maximizar sus años de vida productivos
saludables.
El enfoque comunitario aparece como una estrategia de intervención social efectiva
que permite conectar cierto tipo de subjetividad con las lógicas de gobierno: Define a las
personas como libres y autónomas, activos y responsables por su propio bienestar, al mismo
tiempo que establece cómo generar los mecanismos para que las personas lleguen a adoptar
estas características. Por lo tanto, se orienta a aquellos que no responden a estas características
y que son también los que no han logrado incorporarse al desarrollo económico, es decir, los
pobres. Además, mantiene elementos propios de los movimientos poblacionales que le dieron
origen en la década de 1960 y que ahora son visto como costo-efectivos, en especial la
solidaridad y cooperación ligadas a un territorio.
En conclusión, la SMPC en Chile hoy es un territorio ambiguo, en el cual convergen
diferentes lógicas pero que, sin embargo, han encontrado una cierta coherencia al ordenarse
en tecnologías de gobierno encargadas de la salud y enfermedad mental de los sectores más
pobres de la población. A su vez, éstas son coherentes con las transformaciones de las
políticas públicas que imponen una nueva relación entre el Estado y la sociedad civil
(Celedón y Orellana, 2003) en pos de distanciar las decisiones de las entidades públicas y
otorgar mayor poder de decisión y responsabilidad a otros actores sociales autónomos. En esta
nueva relación, cobra valor la gestión como medio para lograr maximizar la vida productiva
de las personas y hacer de ellas sujetos libres y autónomos, capaces de procurar maximizar
sus capacidades y bienestar, por medio de sus elecciones.
Referencias.