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Las sociedades de segundo tipo fueron -en el caso de las del Caribe- las primeras en entrar
en contacto con los españoles y también las primeras en ser arrasadas por los invasores. A
comienzos del siglo XVI en esas áreas sólo quedaban algunos cientos de pobladores
originarios, por ende, se recurrió a esclavos africanos para repoblarla y disponer de fuerza
de trabajo explotable. Las denuncias de los curas humanistas como Montesinos y de Las
Casas hacia el sadismo de los conquistadores, fue útil para que la Corona pudiera reforzar
su poder e instalar un control estatal sobre las huestes de los mismos -ahora devenidos en
encomenderos-. La “real conciencia” sirvió para justificar la injerencia estatal que buscaba
evitar el control señorial.
Los colonizadores europeos tuvieron que utilizar el sistema político conquistado en la medida que
les era conveniente a sus intereses, para poder sustentar así las diversas fases de la nueva
empresa colonial. Dicho de otro modo, el sistema colonial hispánico estuvo lejos de destruir de un
plumazo la organización básica y cultura aborigen de América. Los conquistadores no trataron
de destruir las instituciones que mantenían a una población organizada para los trabajos básicos,
compatibles con la pequeña y gran empresa colonial.
Las políticas toledanas les impusieron a los indígenas un tributo pér capita, la reducción de
tierras y la concentración de la vivienda en casas de un pueblo de forma española -con capilla-.
Además, designaron a un kuraka de rango menor la responsabilidad de pagar un tributo en
conjunto y entregar tandas de mita. También ordenaron la conformación de un primer cabido
indígena, cuyos alcances tenían competencias en materia penal y civil de menor cuantía.
Las estructuras señoriales étnicas persistieron, pero adecuadas a las formas institucionales
europeas. Ese es el origen de lo que Silvia Palomeque denomina “formas de gobierno
indirecta” sobre la mayor parte de la población indígena: esta quedó sometida a la
dominación colonial en términos generales, pero su gobierno directo fue ejercido por jefaturas
étnicas que lograron controlar la jurisdicción civil de menor cuantía. Cabe destacar que este
es el espacio político de una “república” con el control estatal vía un Corregidor -funcionario
con jurisdicción sobre todos ellos-.
En el espacio económico, las tierras expropiadas a los señores étnicos durante la década de
1570 fueron entregadas en merced a españoles. Al parecer, en cercanías de las ciudades se
formaron chacras, aplicando tecnología y formas de cooperación europeas, se reorganizaron
para abastecer principalmente ciudades, y, sobre todo, el centro minero potosinos. A veces
recibían del virrey una dotación de mitayos, pero en general sus trabajadores comenzaron a
ser las unidades domésticas de los originarios que abandonaban sus pueblos de indios,
buscando una menor tasa de explotación y recibir una parcela de subsistencia como parte
del salario. Estas empresas agrarias -grandes, medianas y chicas- fueron las principales
abastecedoras del mercado interno colonial y, en segundo lugar, fueron los pueblos de indios
que lograron vender sus productos en el mercado como una forma de pagar tributo en dinero
y eludir la entrega de mitayos.
A lo largo del siglo XVII los colonos fueron tomando fuerza y la Corona se debilitaba. Este período
es muy importante porque fue entonces cuando las empresas agrarias, que lograron
independizarse del poder estatal, terminaron convirtiéndose en haciendas, adquiriendo poder de
policía dentro de su propio territorio, recortando y usufructuando el poder del estado
metropolitano. Las otras unidades, los pueblos de indios, se vieron perjudicadas por el nivel de
presión para mercantilizarse en favor de los corregidores y por las constantes expropiaciones de
tierras a las que eran sometidas por los poderes locales.
En las colonias españolas predominó la encomienda y, más tarde, las empresas agrarias que
-a medida que se reforzaron los poderes locales en consonancia con el debilitamiento del
Estado colonial- se fueron transformando en haciendas y en sistemas de haciendas.
La cuestión clave del modo de producción en las sociedades coloniales americanas ha sido
objeto de importantes controversias.
Así, paradójicamente, España contribuyó al desarrollo de Europa hacia el capitalismo, a costa del
suyo propio, al tiempo que América se constituyó como parte fundamental del proceso de
formación del sistema economía mundo (Wallerstein), o de los orígenes del orden económico
mundial de la globlalización o, según la explicación de Marx, de la acumulación originaria del
capitalismo. América Latina fue, pues, parte del proceso de constitución del capitalismo iniciado en
Europa, sin ser ella capitalista.
La feudalización de la sociedad fue frustrada por tres razones: 1) el carácter diferente de los
ejércitos: en el de los encomenderos americanos, los vasallos -los indígenas- eran, al mismo
tiempo, los enemigos militares, en contraste con el ejército feudal, en cual los vasallos no solo
portaban armas sino que tenían la obligación de combatir al lado de su señor; 2) un ejército
de señores era inviable a largo plazo, a la vez que la indisciplina lo tornaba inservible,
obligando a su reemplazo por un grupo de mercenarios; 3) si bien los encomenderos
pretendieron vincular la propiedad de la tierra con las relaciones personales de vasallaje y
“obtener derechos jurisdiccionales sobre la población asentada en sus dominios” -dos
componentes propios del feudalismo- la Corona española mantuvo “como principio
inalterable la separación institucional de los repartos de tierras y repartos de indios”. Los
indígenas nunca fueron concedidos a perpetuidad, sino solo por tiempo limitado, en franco
contraste con las relaciones de vasallaje. “La jurisdicción fue siempre incumbencia de la
burocracia real y desempeño un papel decisivo en el quebranto de los derechos casi
señoriales de los encomenderos, hecho que convirtió a la monarquía absoluta en “uno de los
factores que se opusieron a la feudalización” del espacio americano.
En 1542, con las Leyes Nuevas, se abolen las encomiendas y toda forma de esclavitud y de
servidumbre personal de los indígenas. La encomienda sobrevivió en algunas regiones por
largo tiempo, pero como una institución puramente económica: encomienda de servicio -
nativos pagaban tributo a encomenderos en especias y trabajo forzado- fue reemplazada
por la encomienda de tributo -perceptible en metálico, sin que el encomendero tuviera
contacto con los nativos ni autoridad sobre ellos-. La institución diseñada como base de un
régimen señorial acabaría siendo una mera renta mermada por impuestos y pagada por la
hacienda real sobre los fondos procedentes en tributo indígena”. Fue el fracaso político de los
encomenderos-conquistadores.
Cuevas sostiene que es central realizar un análisis que pueda comprender correctamente la
ARTICULACIÓN DEL MODO DE PRODUCCIÓN CAPITALISTA CON MODOS DE PRODUCCIÓN
PRECAPITALISTAS. “Pues es obvio que el capitalismo no se desarrolló aquí sobre un vacío
social y que, sin embargo, por ejemplo, en su fase inicial, la de la llamada “expansión hacia
fuera”, fue también y necesariamente la etapa del desarrollo “hacia adentro”, en la que el
proceso de acumulación originaria marcó la pauta fundamental de relación entre los distintos
modos de producción”.
3) el régimen de trabajo;
Estos cuatro factores le permitieron concluir que durante los siglos XVI, XVII y XVIII, América
Latina estuvo “inserta dentro del sistema de la economía-mundo cuyo espacio desarrollado
-o estructura dominante- pasaba por un período de transición, vale decir, la fase del sistema
de economía mercantil”. De allí que “el sistema de producción para el mercado no disuelve,
sino que impone formas feudales, ya que estas le permiten un nivel de apropiación del
excedente de intensidad máxima”.
Lejos de ser incompatibles, las estructuras se hicieron compatibles. Para Assadourian: “El
espacio desarrollado y dominante -tanto en la fase de la economía mercantil como en la
formación específicamente capitalista- no transplanta sus estructuras al espacio dominado
sino que le impone una economía de circulación y el tipo de relaciones de producción como
estructura de la sociedad que convalide su dominación. Por lo mismo, dentro del sistema
capitalista mundial hay desfasamientos en la evolución de las formaciones, coexistencia de
modos de producción de jerarquías desiguales cuyos hilos y entrecruzamientos maneja el
espacio dominado”.
Ahora bien, siguiendo a Assadourian, no todas estas formaciones tuvieron la misma
jerarquía, siendo centrales las relaciones de producción en la minería, en tanto “producción
principal”, bajo cuya lógica se articuló todo el espacio. En el espacio peruano, al menos, fue
la minería la dinamizadora de la economía.
Hubo diferencias notables entre las tres matrices societales. Y las diferencias se
manifestaron no sólo respecto de la fuerza de trabajo disponible y las relaciones de
producción, sino también respecto de la propiedad de la tierra y el destino de esa
producción.
LA PLANTACIÓN:
La plantación se extendió desde comienzos del siglo XVI hasta la abolición de la esclavitud
durante el siglo XIX.
Para Ansaldi y Giordano, la plantación puede verse como una MICROSOCIEDAD, en la cual
se definieron una serie de rasgos estructurales de distinto orden que en buena medida
reaparecieron en la macroescala. En esta línea, Carrera Damas sostiene que es necesario no
reducir la esclavitud a una relación de trabajo y reponer la importancia de la discriminación
social y racial, que la transformación de la relación de trabajo no suprime necesariamente.
Carrera Damas propone una definición de esclavitud que es dinámica, como proceso que está
en su fase de liquidación, consistente en un proceso complejo y dilatado de efectiva disolución
de la institución en los órdenes socio/económico e ideológico/político.
HACIENDA:
La hacienda se extendió temporalmente desde principios del siglo XVII hasta su
desarticulación por los procesos de reforma agraria. Se extendió más ampliamente desde
México hasta el noroeste argentino y chile central.
La hacienda sucedió en tiempo a la encomienda (a veces también se superpuso). Como la
conquista se basó en inversiones privadas, no de la Corona, el Rey -quien tenía el derecho de
percepción tributaria de los pueblos sometidos a vasallaje- trasladó al conquistador-
empresario, como honor y retribución señorial, la percepción de los tributos de los indígenas
sometidos. Esto se realizó mediante la merced de encomienda.
En este tipo de unidad de producción, los hacendados eran los dueños de la tierra y los
“indios” devinieron en campesinos. La hacienda surgió en el siglo XVII y se perfeccionó en el
siglo XVIII. En el siglo XIX tuvo una acelerada expansión y finalmente se transformó en un
sistema de haciendas.
Contradicción: hacendado-terrateniente/campesino-indígena
Utilizaba mano de obra autóctona, producía en general para el mercado local y requería
escasa inversión de capital, en general capital fijo. Dos rasgos principales predominaban en
la hacienda: la superficie extensiva y la autosuficiencia.
La hacienda era una unidad autónoma, una verdadera microsociedad que contenía todos los
elementos económicos, políticos, militares e ideológicos para su reproducción. Estos
elementos se proyectaron luego en el nivel macrosocial. Del mismo modo, la plantación fue
tan modeladora de las sociedades esclavistas como la hacienda lo fue para las sociedades
campesinas o la estancia para las llanuras pampeano-rioplatenses.
LA ESTANCIA:
Desde fines del siglo XVIII hasta la actualidad.
La estancia es una unidad de origen más reciente (siglo XVIII), que dispuso de una fuerza de
trabajo compuesta mayormente por gauchos libres y errantes, a los cuales se procuró fijar
en la explotación mediante el pago de salarios altos y la compulsión de los jueces de campaña
que ponían a disposición de los estancieros contingentes de hombres arrestados por carecer
de papeleta de conchabo, un documento que acreditaba la condición de esclavo. En los
comienzos, la estancia también recurrió al trabajo esclavo. Su desarrollo estuvo estimulado
por dos factores: uno externo y otro interno. El primero fue la expansión del comercio
atlántico que siguió al establecimiento de factories británicas para el tráfico de esclavos.
Coincidentemente, el boom de la minería aurífera y de diamantes en Brasil requirió de mulas
para el transporte, y estas fueron provistas por las estancias ganaderas rioplatenses, al
mismo tiempo que este contacto comercial abrió una vía de exportación de los cueros a la
región de Inglaterra.
Como las otras tres matrices, la de las comunidades indígenas también fue una creación
colonial, si bien, a diferencia de aquellas, tomó elementos propios de los pueblos originarios.
Surgió en el siglo XVI y persiste todavía hoy, con un momento de inflexión a mediados del
siglo XIXI, cuando comenzaron a producirse transformaciones varias, tanto en su interior
como en las relaciones con el conjunto de la sociedad nacional, particularmente en el mundo
andino.
Sus orígenes están asociados al ayllu andino y a la comuna ibérica, siendo el primero “el
núcleo de su estructura” y la segunda “el patrón de referencia que la hizo posible”. El
surgimiento de la comunidad indígena fue una respuesta a la reestructuración
experimentada por el espacio andino en su adecuación al nuevo orden establecido por la
dominación española.
Se constituyó mediante dos vías, las reducciones y la evolución de los propios ayllus,
condicionados unas y otros por los enclaves mineros y el desarrollo del sistema de hacienda.
La comunidad indígena no fue una institución aislada del sistema administrativo colonial, al
que fundamentalmente se articuló a través de una serie de mecanismos de intermediación
económica, social y cultural que tuvieron una de sus más claras expresiones en rol del curaca,
canalizador de la mita y el tributo. Fue, en fin, resultado de un juego dialéctico entre los
intereses de los conquistadores y la resistencia de los conquistado.