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III.

LA COLONIA ESPAÑOLA Y LOS PUEBLOS INDIGENAS:


IMPOSICIÓN CULTURAL Y TRAICIONES POPULARES.

UN MUNDO SE IMPONE SOBRE OTRO MUNDO:

LA ORGANIZACIÓN COLONIAL

La conquista española se desarrolló en todo el territorio americano entre


1519 y 1580, y significó el fin del mundo para los pueblos precolombinos.
Su vida, tal como la conocían, terminó para siempre. Ahora, todos (nobles
y vasallos) eran iguales ante el invasor triunfante, quien los organizó
como mejor le pareció, con el fin de aprovecharse de su fuerza de trabajo.
En las islas del Caribe, la población fue completamente exterminada. Y allí
donde no hallaron suficiente cantidad de metales preciosos (como en
Guatemala) o donde éstos se terminaron con el saqueo (como en México y
Perú), los invasores organizaron a los nativo como mano de obra para
trabajar en los campos y las minas. Hubo esclavitud y se cometieron
barbaridades con los pueblos que una vez habían peleado entre sí y se
habían disputado el poder en el territorio. A pesar de que en 1542, por
medio de las llamadas Leyes Nuevas, la Corona quiso abolir la esclavitud,
ésta sigo existiendo de hecho. Un mundo se imponía sobre otro por medio
de mecanismos férreos que aseguraron el control territorial y poblacional
por parte de los recién llegados.
En Guatemala, algunos grupos de nativos, como los itzaes, no
fueron conquistados nunca. Presentaron una feroz y prolongada
resistencia de siglos. Otros muchos pueblos de aquí se rebelaron tenaz y
constantemente una vez que habían sido subyugados. Sus rebeliones se
sucedieron casi cada mes durante los dos siglos siguientes a la conquista.
No hubo, pues, sumisión pacífica. Durante el enfrentamiento militar, los
nativos organizaron guerras de guerrillas y resistencia. Las guerrillas son
formas populares de organización militar para defenderse de un ejército
invasor o de ocupación debidamente pertrechado, y las ha habido a lo

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largo de toda la historia. Durante la colonización, se organizaron también
motines espontáneos constantes. A pesar de eso, en los primeros 60 años
de presencia extranjera, los pueblos americanos perdieron su autonomía
política totalmente.
Un intenso proceso de mestizaje se desarrolló entre los
conquistadores y las mujeres indígenas. Este hecho es único en la historia
de las colonizaciones europeas, pues ni los ingleses ni los franceses, ni
tampoco los holandeses se mezclaron tan generalizadamente con los
pueblos de África, Asia y América. Esto quizás se deba a que España y
Portugal eran entonces ya los territorios más mestizados de Europa, con
una población de mezclas celtas, iberas, cartaginesas, romanas y árabes,
entre otras. De modo que la vida en España en la época de su
descubrimiento de América, era una vida en la que convivían a la vez
pacífica y conflictivamente judíos, musulmanes, y cristianos, envueltos en
abiertos proceso de mestizaje biológico y cultural. Es de suponer que,
para un español, mestizarse no era algo muy conflictivo. El racismo de
ingleses, franceses y holandeses no privó entre los españoles a la hora de
la mestización sino que propusieron arrinconar y exterminar a los indios
que encontraron a su paso.
Los españoles, en cambio, los usaron en un proyecto económico
vasto, y originaron un nuevo tipo de población: la población mestiza, que
vino a sumar a la clases sociales que convivieron durante la época colonial
y que fueron: los peninsulares o españoles, los criollos (o hijos de
españoles nacidos en América) y los indios. En medio de éstos y los
criollos hay que incluir a los mestizos y a los negros para completar la
pirámide clasista colonial. Eran los mestizos los que estaban en el fondo
de esa pirámide clasista (más abajo que los indios), no sólo porque eran la
minoría, sino porque eran despreciados por los indios, españoles y
criollos como una anomalía bilógica y cultural, ya que se trataban de
sujetos sociales nuevos. Los indios trabajaban la tierra, los negros eran
esclavos en las plantaciones del Caribe, los mestizos de tierra firme hacían
trabajos intermedios como artesanías y servicios, y los criollos y

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peninsulares tenían a su cargo la política, la religión y el ejército; es decir,
el poder.
La colonización de América Latina hizo surgir nuevos sujetos
sociales que antes no existían y que no existieron en otras experiencias
colonizadoras como las de África y Asia, pues aquí surgieron los sujetos
inéditos, como los criollos, los indios, los ladinos, los zambos y muchos
más. Esto es lo que hace complicada nuestra multiculturalidad y nuestra
interculturalidad: el hecho de que el mestizaje es la norma (no la
excepción) que nos articula socialmente como unidad diversa en perenne
conflictividad. Una conflictividad que se asienta en la ignorancia de
nuestra historia y, en consecuencia, del proceso de formación de nuestras
diferencias mestizadas. Si esto se comprendiera, la convivencia
interétnica pacífica sería de suyo mucho más factible que en una sociedad
en la que el sistema educativo no enseña la historia nacional desde una
perspectiva interculturalista.
La organización política y económica del Nuevo Mundo empezó con
la estructura del poder vertical que iba de los Virreinatos y las Capitanías
Generales, de éstas a la Provincias o Alcaldías Mayores, y de estas a las
Gobernaciones y Corregimientos. Así, el Virrey nombraba al Capitán
General y a los Alcaldes Mayores y Gobernadores de las Provincias,
quienes a su vez podían nombrar a los Corregidores (que se encargaban
de los Cabildos de Indios). La Capitanía General o Reino de Guatemala
(que comprendía el sur de México y toda Centroamérica) dependía del
Virreinato de la Nueva España (que era el nombre de México entonces).
Los virreinatos coloniales fueron: Nueva España, Nueva Granada y
Río de la Plata. Las capitanías generales fueron: Guatemala, las Antillas,
Venezuela y Chile. Hubo otra categoría denominada Presidencia, a la que
pertenecieron Quito (en Ecuador) y Cuzco (en el Perú). En este esquema
de poder vertical, a los españoles les interesó organizar la explotación de
la mano de obra nativa, y también cristianizarla. Para lograrlo, hicieron
funcionar siete instituciones mediante las cuales organizaron la economía
de los nuevos territorios, el control sobre la población y —lo más

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importante— la influencia sobre las mentes y los corazones de los
nativos.
Estas instituciones fueron: el Sistema de Encomienda, el Sistema de
Repartimiento, la Republica o Pueblo de Indios, el Gobierno Indirecto, el
Tributo, a fundación de los pueblos y ciudades, y la conversión y
catequización de los indios. Examinemos estas instituciones en su
funcionamiento y en su relación, porque comprender su movimiento nos
permite comprender a cabalidad la realidad y la vida durante la Colonia.

1. El sistema de Encomienda consistió en la división de la tierra en


unidades productivas llamadas Encomiendas, las cuales
comprendían tierras e indios para trabajarlas. Los dueños de las
mismas se llamaban encomenderos y, al principio, eran los mismo
soldados españoles que habían peleado en la guerra de la conquista,
a los cuales s eles daba la encomienda en recompensa por sus
servicios prestados a la Corona. Después, cuando siguieron llegando
inmigrantes de España, a muchos de ellos también se les daban
encomiendas. El territorio era, pues un conjunto de unidades
productivas en as que familias enteras de indios trabajaban la tierra
para el encomendero, quien exportaba una parte de los productos a
España y comercializaba localmente otra parte, pagando impuestos
a la Corona. Los indios trabajaban en calidad de siervos.
Precisamente, el término “indio” se usó durante toda la Colonia
para designar a los nativos que trabajan la tierra y que participaban
de costumbres comunitarias derivadas de la antigua cultura
destruida casi totalmente por los invasores. En ese sentido se usa el
término en este libro y no en su sentido despectivo actual. El
sistema de encomienda fue abolido por la ley 1670, pero de hecho
siguió funcionando porque los españoles no tenían otra forma de
sobrevivencia y enriquecimiento en América.

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2. El sistema de Repartimiento consistió en la asignación periódica de
grupos diferentes de indios a los encomenderos, para que aquellos
no estuviesen mucho tiempo en el mismo lugar y así evitar motines
y arraigos sentimentales que pudieran originar problemas. Por
ellos, grupos de indios que trabajaban en minas, por ejemplo, de
pronto eran asignados a trabajar en cultivos en otro lugar. Este
sistema de rotación de mano de obra incrementó el mestizaje entre
indígenas de varios grupos y culturas, y también entre indígenas y
españoles, quienes —por fuerza o consentimiento— procrearon
constantemente con las mujeres del Nuevo Mundo, al extremo de
que en el siglo XVIII no había ya indios “puros” en Mesoamérica.

3. La República o Pueblo de Indios fue el sistema mediante el cual los


españoles organizaron la vida social de la población indígena, y
consistió en la ubicación de familias en poblados cerrados bajo
autoridades indígenas (por lo general pertenecientes a la antigua
nobleza precolombina) a que ostentaban cargos cívico-religiosos
con títulos arbitrarios, como los mayordomos, alférez y otros, y que
estaban encargados de organizar las festividades católicas que
mantenían a las comunidades unidas, las cuales eran supervisadas
por los curas de las órdenes mendicantes (dominicos, mercedarios
y franciscanos) que tenían a su cargo el control de esos cargos al
interior de los pueblos de indios.

4. El Gobierno Indirecto es el sistema por medio del cual los españoles


controlaron a la población instrumentalizando a la nobleza
indígena, la cual era catequizada por los curas y puesta a ejercer los
cargos civiles dentro de los pueblos de indios, logrando con todo
que las comunidades permanecieran cohesionadas alrededor de su
clase dirigente y de la religión católica. Se obtenía con estas
medidas que los indígenas tuvieran la ilusión de responder a un
autogobierno. Fue en este marco de articulación del poder que

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varios nobles indígenas se casaron con mujeres españolas y algunos
viajaron a España. Las noblezas indígenas sobrevivieron ejerciendo
el poder sobre sus pueblos y sirviendo a los españoles. Y aunque
entre los nobles también hubo rebeliones y muchos de ellos
lideraron a sus pueblos en alzamiento, la regla fue que sirvieron de
intermediarios entre sus verdugos y su gente.

5. El pago del tributo fue la forma en que la riqueza producida por los
pueblos de indios se concentraba en las manos de los
encomenderos, quienes a la vez pagaban una parte de ella a la
Corona. Al parecer, Hernán Cortés tuvo unos 25 mil indios
tributarios en 18 comunidades (convertidas en encomiendas) que
abarcaban más de dos millones de hectáreas, en México. Por lo
general, los capitanes y oficiales de Cortés pudieron tener unos tres
mil indios en dos o cuatro comunidades unas 400 mil hectáreas. Los
soldados, recibían unos 300 indios y alguna aldea. Pero la
repartición y el tributo, sin embargo no llegaron a muchos de los
soldados que habían combatido en la conquista. Es el caso de Bernal
Días del Castillo, quien escribe su monumental libro, Verdades y
notable relación de la conquista con la Nueva España y Guatemala,
para denunciar este hecho reclamar su derecho a ser encomendero.
Cabe apuntar que en su libro Crónica del infinito, Maurice Duverger
argumenta que el verdadero de este libro fue Hernán Cortés, cuyo
manuscrito había caído en manos de uno de los hijos de Bernal,
quien lo alteró poniendo a su iletrado, plebeyo y ya fallecido padre
como autor del mismo para obtener prebendas nobiliarias y
pecuniarias de la Corona.
6. La fundación de pueblos y ciudades fue el mecanismo principal de
los españoles para ejercer el control territorial y poblacional del
Nuevo Mundo. Los pueblos y ciudades eran los centros
administrativos de la explotación económica y del poder político y
militar. Hubo ciudades político-administrativas y burocráticas,

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mineras, manufactureras, agrícolas, militares y religiosas, aunque a
menudo cumplían varias funciones a la vez. Alrededor de las
ciudades se ubicaban los pueblos de indios, en cuyas cercanías
estaban las encomiendas adonde sus habitantes iban a trabajar la
tierra. Las ciudades coloniales que existen en toda América Latina
dan testimonio de esta organización urbana. Por ejemplo, México,
Antigua, La Habana, Cartagena y muchas más.

7. La conversión y catequización de los indios fue la más importante


de las instituciones españolas destinadas a ejercer el poder sobre
las poblaciones americanas. Fue el principal objetivo de la
conquista que se realizó al interior de los pueblos de indios. Estuvo
a cargo de las órdenes de curas mendicantes, quienes, para
realizarlo, se valieron de tres principios: el culto a los santos
patronos, la jerarquía cívico-religiosa y el sistema de compadrazgo;
todo, como se dijo, dentro de los pueblos de indios. Se trataba de
sustituir una religión por otra, una cosmovisión por otra, una
espiritualidad por otra, una cultura por otra. Hay que tener
presente que el catolicismo de ese entonces era inquisitorial, es
decir, impuesto por la Inquisición, que era un tribulan eclesiástico
intolerante, el cual torturaba a quienes consideraba infieles para
que por medio del martirio merecieran entrar al Cielo.

El culto a los santos patronos consistía en sustituir a las deidades


precolombinas de una comunidad de santos católicos y en nombrar a uno
de ellos como patrono del pueblo. Mediantes este mecanismo, los
españoles buscaban erradicar de la memoria indígena el culto a sus
dioses, pero los indígenas nunca entendieron a cabalidad la diferencia que
había entre dioses y santos, y el resultado de esta imposición sustitutiva
fue el sincretismo religioso que se expresa en la notoria hibridación de los
rituales y tradiciones comunitarias, y en los toponímicos de infinidad de
localidades que llevan un nombre cristiano y uno precolombino. Por

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ejemplo; Santa Lucia Cotzumalguapa, Santa Catarina Ixtahuacán, San Juan
Chamaleco, etc.
Muy unido al culto a los santos estaba el sistema de cargos cívico-
religiosos instaurado por los curas mendicantes. Este sistema ponía en
movimiento el poder dentro de los pueblos de indios mediante el
Ayuntamiento Religioso, que tenía a su cargo precisamente organizar
festividades del culto al santo patrono, para lo cual se valía de un sistema
de mayordomía o cargos jerárquicos, ocupados por hombres que dirigían
la construcción de templos, la hechura de imágenes, y organizaban la
Semana Santa y la fiesta patronal. Estas actividades los mantenían
ocupados todo el año, de modo que la gente común iba a trabajar a las
encomiendas y el resto de su tiempo lo dedicaba a actividades religiosas.
En el siglo XVII, los frailes mendicantes dejan el cuidado de los
pueblos de indios en manos de curas seglares: eso determinó el descuido
de los pueblos de indios. Porque aunque las autoridades cívico-religiosas
eran originalmente indígenas pertenecientes a linajes nobles, ya a
principios del siglo XVII esa distinción se había pedido y ya todos los
llamados indios eran siervos, iguales entre sí a los ojos de los españoles y
de los criollos. Desde inicios del siglo XVIII, la vida de la mayoría de los
indígenas comunitarios era ya como se les conoce hoy.
El sistema de compadrazgo fue un mecanismo que utilizaron los
españoles para mantener la cohesión de las comunidades indígenas, que
como dijimos antes, se rebelaban constantemente contra el yugo colonial.
Generalmente, los compadrazgos, surgen por bautismo, confirmación y
matrimonio. Es decir, por rituales católicos. Pero hubo otras formas de
compadrazgo relacionas a la comunión, la muerte y otros hechos.
El compadrazgo une a las personas y a veces la vincula interclasista
e interculturalmente. Por ejemplo: a menudo los indígenas solicitaban a
sus patrones españoles ser padrinos de bautismo de sus hijos para
cambiar de estatus social antes los ojos de la comunidad. Lo cierto es que
esta institución vinculó a los habitantes de los pueblos de indios entre sí y
con sus amos. Y fue un mecanismo útil para mantener cohesión y calma

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social, a fin de que la economía colonia, basada en la explotación de la
mano de obra indígena, siguiera su curso.

VIVIENDO LA DERROTA

Después de la derrota de los quichés en 1524, los pueblos españoles al


mando del Alvarado dividieron Utatlán en pueblos de indios que fueron
asignados, en calidad de encomiendas, a diversos conquistadores para
que recibieran de ellos tributo. Los curas que fueron nombrados para
llevar a cabo la catequización, también recibían tributo. Utatlán o
Gumarcaj fue convertida en la ciudad de Santa Cruz por los curas
dominicos, y transformada en encomienda de uno de los capitanes de
Alvarado. Las localidades de Tamub e Ilocab también pagarían tributo a
los oficiales del conquistador, quien convirtió en esclavos personales de
varias personas de Utatlán. La encomienda de Santa Cruz estuvo
gobernada por Tecúm y Tepepul, los hijos de los reyes de Utatlán que
habían sido quedamos vivos por Alvarado cuando dirigió el sitio de la
ciudad.
La capital quiché no se rebeló, pero la capital cakchiquel sí lo hizo
ese mismo año en 1524, de modo que, bajo el liderazgo de Sinacán y
Sequechul, se formó un poder rebelde que duró seis años. Fue
precisamente por las rebeliones cakchiqueles —contra las cuales los jefes
quichés arremetieron, ayudando a los españoles a fin de vengarse de la
contribución que aquéllos habían hecho para lograr su derrota—, que la
capital que Alvarado había fundado en Iximché tuvo que ser trasladada en
1527 al Valle de Almolonga. Y a pesar de que los cakchiqueles fueron
derrotados en 1530, las insurrecciones continuaron, esta vez también por
parte de los quichés, de modo que en 1540, tanto Sinacán como Tepepul
fueron ahorcados por orden de Alvarado, luego de ser capturados
liderando una rebelión de su gente.
Los motines de indios fueron un hecho generalizado y frecuente
durante toda la Colonia. Las causas de los mismo iban desde la
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prohibición —por parte de los españoles— del baño personal diario que
acostumbraban los nativos (arguyendo que sólo alguien que se siente
sucio de pecado puede sentir la necesidad de bañarse todos los días),
hasta la desesperante explotación laboral en las encomiendas, pasando
por los abusos que cometían los españoles con las esposas e hijas de
siervos indígenas. Un promedio de un motín al mes durante los primeros
dos siglos de la colonización llevo Severo Martínez a afirmar que el motín
fue la principal expresión de lucha de clases durante la Colonia en
Guatemala.
En 1541, Alvarado muere accidentalmente en Guadalajara, México,
cuando uno de sus hombres y su caballo caen sobre él al resbalarse en
una ladera. Pocos meses después, su esposa Doña Beatriz de la Cueva,
quien gobernaba en lugar de su marido y que se había hecho llamar “La
Sin Ventura” luego de la muerte de éste, fallece también bajo una
correntada de lodo provocada por las severas lluvias que desbordaron el
cráter del Volcán Hunahpú, el cual se había llenado de agua. Con ella
murieron unas mil personas más en lo que hoy se conoce como Ciudad
Vieja, a pocos kilómetros de la ciudad de Antigua.
La hija de Alvarado, Doña Leonor, quien se había casado con Don
Pedro de Portocarrero (uno de los capitanes de Alvarado) y, a la muerte
de éste, con Don Francisco de la Cueva (hermano de “La Sin Ventura”) se
salvó. Entonces, el Obispo Francisco Marroquín (quien había llegado a la
región con Alvarado en 1530) y Francisco de la Cueva decidieron el
traslado de la ciudad al Valle de Panchoy, en donde se sentó el 10 de
marzo de 1543 y fue la capital del reino durante 233 años.
Las instituciones coloniales fueron impuestas sobre todos los
indígenas de Guatemala. La respuesta de estos a esa imposición fue dual:
por un lado, la sumisión de algunos y, por otra, la rebelión constante en
forma de motines que, como dijimos, se sucedieron casi cada mes a lo
largo de los siguientes doscientos años. Al final del siglo XVI, el sistema
colonial estaba firmemente impuesto, los jefes de linajes nobles fueron
bautizados con nombres castellanos y se les encargó gobernar los pueblos

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de indios, organizar festividades religiosas y el trabajo servil, administrar
justicia y cobrar el tributo para los encomenderos. Entre estos se cuentan,
del linaje de los Cavek, a Juan de Rojas, Juan Corté, Diego García, Gabriel
de Vigo, Cristóbal Velazco, Juan Lucas, Diego Reynoso y Pedro Xiquitzal.
Otros muchos jefes de otros linajes ostentaron cargos similares, como
gobernadores o alcaldes.
Los jefes y sus familiar estaban exentos de pagar tributo y trabajar y
tenían derecho a tratos especial, a aprender las costumbres españolas, a
usar la vestimenta europea y a tener caballo y a ostentar a tito de Don,
siempre y cuando pudieran demostrar su origen noble y también probar
así su propiedad sobre la tierra. A menudo, los jefes escribían u
ordenaban escribir documentos llamados Títulos, en los que se asentaban
las sucesiones familiares de los linajes los datos históricos probatorios de
la autenticidad de su nobleza. Existen muchos de estos documentos en los
archivos municipales y eclesiásticos de Guatemala, hasta la fecha.
La nobleza indígena fungió, como dijimos, en calidad de
intermediaria entre los españoles y su pueblo, a veces contribuyendo al
sometimiento y a veces dirigiendo a su gente en rebeliones, las cuales
nunca fueron planificadas sino siempre brotaron espontaneas. Y, debido a
que los pueblos estaban incomunicados, nunca se pudo orquestar un
motín lo suficientemente amplio como para desafiar estratégicamente al
poder español. Por eso, las rebeliones fueron invariablemente derrotadas
y sus líderes ejecutados en público.
A lo largo de toda la Colonia, los indígenas nobles se preocuparon
siempre en mantener su poder sobre los macehuales o comunes. Por
ejemplo, Juan Rojas y Juan de Cortés pretendieron que los españoles les
dieran los mismo poderes que tenían los reyes de Utatlán antes de la
conquista incluyendo el control sobre linajes esclavos y vasallos que
sobrevivieron la guerra y que habían sido liberados de la esclavitud. De
Cortés viajó a España con documentación probatoria de su linaje noble, la
cual le fue robada por piratas durante el viaje, pero fue recibido en la
corte y su caso considerado. A los españoles no les convenía un poder

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indígena demasiado centralizado y la petición de Rojas y Cortés terminó
siendo denegada. Lo que si les concedieron fue que los linajes esclavos
siguieran siendo sus tributarios. Como es fácil imaginar, hubo conflictos
constantes entre macehuales o comunes y los nobles, ahora convertidos
en capataces a sueldo de los españoles.
En lo que se refiere a la vida religiosa, a pesar de la intensa
catequización a la que fueron sometidos los indígenas, el peso de su
cosmovisión y su religiosidad se impuso y en los pueblos de indios
empezó a operarse un interesante sincretismo que combinaba nociones
de religiosidad y ética precolombina con elementos cristianos;
sincretismo que, en diferentes variantes, sobrevive hasta la fecha. Para los
conquistados fue difícil practicar sus costumbres culturales porque los
españoles los consideraban bárbaros, infieles, idólatras y pecadores. Por
ello bibliotecas enteras de códices fueron quemadas por algunos curas
fanáticos, en nombre de la salvación cristiana de sus almas. Su
religiosidad fue censurada y sus costumbres prohibidas. Por ejemplo, fue
prohibido, como ya se dijo, el baño diario, y también la vestimenta ligera
que, por otra parte, se adecuaba al clima mucho más que los uniformes
que los españoles impusieron a los conquistados para ubicarlos en sus
pueblos y hoy se conocen como “trajes típicos”.
Hay que decir, sin embargo, que otros curas mucho más sensibles
que los fanáticos se dieron a la tarea de rescatar la cultura indígena, y a
ellos se debe que hayan llegado hasta nosotros textos precolombinos
conocidos, algunos de los cuales tiene ya, por la misma razón, una
influencia cristiana innegable, como por ejemplo ocurre con la primera
versión del Popol Vuh, la cual fue escrita en quiché y caracteres latinos,
probablemente por un indio cristianizado de nombre Diego Reinoso, y
luego traducida al castellano por fray Francisco Ximénez.
Algunos frailes se dedicaron a enseñar castellano a los indígenas a
fin de convertirlos en informantes de su cultura para así ellos registrar
todo en crónicas, cartas e informes diversos. De esta manera se preservó
algo de la antigua cultura precolombina y algunos objetos y libros se

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salvaron de la hoguera de la Inquisición. Gracias a curas como Fray
Bernardino de Sahagún, en México, se sabe por ejemplo, que Moctezuma
le bajaban nieve del Popocatépetl y que degustaba helados. También, que
los médicos operaban cataratas en los ojos usando una espina para
levantar el tejido grueso y enrollarlo, despegándolo así de la córnea.
Gracia a los informes indígenas se logró reconstruir mucho del mundo
cultural precolombino del siglo X al XVI. Del siglo X hacia atrás, la
evidencia que existe es arqueológica y las interpretaciones sobre lo que
ocurrió son diversas y a menudo contradictorias. El sincretismo religioso
de los indígenas fue tolerado por los curas que se esforzaban por
comprender su cultura y, así las creencias mestizadas sobrevivieron a lo
largo de toda la Colonia.
Uno de estos curas humanitarios fue Fray Bartolomé de la Casas,
quien en 1537 logró la autorización real para que los dominicos iniciaran
la cristianización pacífica en las Verapaces, evitando así que los
conquistadores hicieran la guerra a sus habitantes. Diez años después,
cuando Las Casas regresa a Europa, los misioneros mismos, desalentados,
ayudaron en la guerra de conquista de los itzaes y los lacandones en el
Petén. Entonces, las Verapaces ya no se diferenciaron del resto de
Guatemala cuanto a la forma de sojuzgamiento.
A las Casas debemos el testimonio más desgarrador de las
barbaridades cometidas por los conquistadores con los nativos. Su
famoso libro, brevísima relación de la destrucción de las Indias, fue escrito
por Las Casas para favorecer a la Corona en sus planes de impedir que los
encomenderos siguieran acumulando poder por medio de la esclavitud de
los indios. La Corona temía que los encomenderos declararse
independientes de la monarquía española, de modo que Las Casas
denunció sus atrocidades para justificar medidas drásticas oficiales de
reorganización política de los nuevos territorios. No olvidemos que la
iglesia era una institución muy poderosa en la época y que poseía
inmensas extensiones de tierra, encomiendas, indios y riquezas en metal
precioso. Aunque fue llamado “defensor de los indios”, la actuación

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política de Las Casas reforzó y no debilitó, el orden colonial. Sin embargo,
la alternativa era igualmente cruel, pues el poder libre de los
encomenderos hubiese hundido en un caos más sangriento a la región.
Otra obra de Las Casas fue su propuesta de traer negros de África para
sustituir a los indígenas que habían muerto por enfermedad o por
asesinato en el Caribe, para trabajar en las plantaciones de azúcar. A él se
debe la existencia de la negritud en América Latina.

LA CULTURA Y EL PODER ESPAÑOLES SE CONSOLIDAN Y GENERALIZAN

La cultura española en la colonia se expandió por medio de sus


instituciones educativas. En 1660, Fray Payo Enríquez de Rivera trajo la
primera imprenta a la Capitanía General, y también al impresor José de
Pineda Ibarra. En 1729, aparece el primer periódico, la Gaceta de
Goathemala. La primera universidad había iniciado actividades ya en
1681, bajo el nombre de del Real y Pontificia Universidad de Borromeo de
Guatemala, cuya primera sede fue el Colegio Santo Tomás, en el edificio
del mismo nombre que se encuentra en la ciudad de Antigua.
Los Colegios Santo Tomás y san Borja precedieron a la universidad
en la tarea educativa superior. Así se educó la clase criolla, en centros
regidos por sacerdotes jesuitas, dominicos y franciscanos que enseñaban
Derecho, Teología y Medicina. Sólo la religión católica era legalmente
permitida, de modo que no era raro que en manos del clero estuviera la
educación de los intelectuales llamados a dirigir la sociedad, los cuales
eran todos españoles y criollos.
En 1731 nació en Antigua Rafael Landívar, un criollo que a los
dieciséis años de edad se graduó de doctor en filosofía en la Universidad
de San Carlos, para luego ordenarse sacerdote jesuita en México, en 1755,
y volver a Guatemala como rector del Colegio San Borja. En 1767, Carlos
III decretó la expulsión de los jesuitas del reino español y Landívar tuvo
que irse de su país para radicarse en Bolonia, Italia, donde escribió, en

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