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Quizás la única.
Tiro de mi cabeza hacia atrás y rujo cuando se reanuda el tiempo tras una
buena jugada de mi parte, consciente de la mirada del hombre gordo al final
de la primera banca llena de fanáticos puesta en mí. Jake Jacobs, el mejor
reclutador de Texas que trabaja directamente con los Dallas, está aquí. Se
suponía que debía estar en la mira de todos los reclutadores desde que salí
de la preparatoria y empecé a recorrer mi camino en la liga Universitaria
con los Cougars, pero todos ellos han estado intentando reclutar a otro
mariscal de campo en Austin. Tras obtener su no definitivo, finalmente
llevaron sus ojos a otros objetivos.
—Lo siento —se disculpa, pero la sonrisa que puedo ver a través de las
rendijas de su casco no me permite sentir que sus palabras sean reales—.
¿Te ayudo a levantarte?
Me aseguro de que nadie vea lo afectado que estoy mientras camino hacia
la banca del equipo, dónde el entrenador permanece con los ojos puestos
completamente en mí. Los demás están caminando para reajustarse en la
línea tras mi anotación. Algunos se detienen y me preguntan qué me
sucede, pero le resto importancia con un encogimiento de hombros. Una
vez llego a dónde está él, me dice lo que ya sé.
Debo seguir.
Afirmo.
—Muy seguro.
—Bien —dice, sus ojos azules analizándome para saber si digo o no la
verdad—. Dame tu brazo. — Me estremezco, completamente congelado—
. Dámelo —repite y no me queda más remedio que extenderlo, lo cual envía
una punzada de dolor a través de él.
El dolor es desgarrador.
—¿Qué es?
Trago, pero afirmo y me dirijo a los vestidores. Están vacíos porque todo
el mundo está animando al equipo afuera. Considero solo sentarme y
esperar los minutos que le prometí al entrenador que me tomaría, pero
muevo el brazo y es como si estuviera tan inflamado que se convirtió en un
engranaje sin grasa. Me resigno, entrando en la oficina de Rex. Me sitúo
sobre su silla y abro el cajón de su escritorio metálico. Me quito el casco.
Al identificar un frasco farmacéutico, lo tomo y dejo caer dos píldoras
negras sobre mi mano.
Mi mandíbula se aprieta.
—Jake Jacobs está aquí —explico dejando las píldoras sobre la mesa.
Él no ama a nadie.
—Lo vi.
—¿Qué le dijiste?
—Lo mismo que les digo todo el tiempo —sisea—. Que no quiero ser su
maldita marioneta y que prefiero esforzarme con mi cerebro, no con mi
cuerpo, que es lo que tú también deberías hacer, no pretender ascender
como un hombre de color que no ha recibido ningún tipo de educación. Tu
madre te llevó a la escuela. Tienes algo dentro de tu cabeza. No tienes por
qué querer ser su puta. Una ficha para que los empresarios apuesten y se
hagan más ricos o pierdan dinero los fines de semana, desechable cuando
se aburran o ya no les sirvas para ser su figura de plástico en su juego
porque te rompiste. —Al ver la manera en la que me estremezco debido a
sus actitudes clasistas y racistas, las cuales no puede evitar, se fuerza a sí
mismo a calmarse y a suavizar su tono de voz, lo que lo hace aún peor
porque lo hace parecer más mi padre y malditamente no lo es—. Pago tu
universidad, Malcolm. Lo único que debes hacer es graduarte. —Aprieta
mi hombro—. Podemos deshacernos de él y recuperar Reed Imports. La
destruiremos, pero solo para iniciar de cero el camino hacia hacernos ricos.
No tienes por qué hacer esto. Este no es el único camino.
—¿Debo hacer dibujos para que entiendas lo que estoy haciendo? —Coloca
su mano sobre mi hombro y aprieta mi nuca de una manera que no había
hecho antes—. No entré en tu vida solamente porque necesitara tu firma
destruir a nuestro progenitor. Lo hice porque eres mi hermano. Mi único
hermano. —Me ve fijamente. Es tan bueno convenciendo a las personas
que le creo—. Haría cualquier cosa por ti, Malcolm, incluso esto. Eres la
única persona que lleva mi sangre que me hace querer ser mejor.
Su piel es más clara que la mía, pero ambos somos mariscales de campo.
Todavía no se sabe que somos hermanos, así que solo un loco experto en
teorías conspirativas nos descubriría.Oculto mi rostro con su gorra mientras
empezamos a salir de las duchas. No hay nadie cerca para percatarse de lo
que hicimos. Antes de que nuestros caminos se separen, el suyo hacia el
campo, hacia una victoria segura, y el mío hacia la banca, con los
perdedores, susurra hacia mí.
—Lo que planeas para tu vida es una locura aún peor y aún así te juro que
cumplirás todas tus metas —dice, viéndome de nuevo de esa manera. Como
si lo fuera todo para él cuando el maldito lo tiene todo, así que no tiene
razones para estar aquí salvo esa estúpida firma para adueñarse de Reed
Imports—. No importa lo que tenga que hacer, un día jugarás para los
Dallas. Probablemente luego te lesionarás y morirás pobre, pero cumplirás
tu sueño. Te lo prometo, Malcolm. Serás una estrella del fútbol, chico.
Afirma, humilde, y me mira una última vez antes de correr hacia el campo.
Me siento en la parte más alejada de las gradas una vez hacen el cambio,
Samuel luciendo golpeado y feliz porque haya regresado al juego. Con un
nudo en la garganta que no se deshace sin importar cuántas cervezas beba,
lo contemplo cumplir mis sueños.
Sueños que para él significan nada, pero para mí representan todo.
Capítulo 1
Houston, Texas.
Presente:
—Son las seis de la mañana —me quejo subiendo sobre las almohadas y
entrecruzando mis brazos tras mi cabeza, lo cual hace que las sábanas
blancas se deslicen por mi cuerpo y revelen mi torso y los huesos de mi
cadera sobre los cuales se encuentra la piel que tanto le gusta arañar con
sus uñas—. ¿Por qué tienes que ir al trabajo a esta hora?
—Tengo muchos proyectos que acabar antes de que tengamos que viajar
hoy —responde mientras entra en un hermoso conjunto de lencería negra,
girándose un momento para sonreírme. Mi pecho se oprime. Desde que la
vi por primera vez ninguna mujer igualó su belleza. Su encanto. Su aire
liberal y despreocupado, como una mariposa que solo lastimarías de
intentar atrapar en un frasco de cristal—. A menos que no quieras que vaya
—sugiere y lo dice con tono burlón, sabiendo que es mi amuleto de la suerte
ya que no he perdido ningún juego desde que estamos juntos, pero sus ojos
cansados y agobiados me cuentan todo lo contrario: que está agotada y
colapsada con tanto.
Es perfecta.
—Si no voy eso significa que podré llegar un poco más tarde al trabajo.
Es tan hermosa.
—¿Quieres que te folle rápido o quieres que me tome una hora o dos
haciéndolo? —pregunto tras inclinarme hacia adelante, mis manos
deslizándose por su torso hasta que ahuecan sus pechos y los aprietan—.
Mierda, Savannah —siseo, viendo sus pezones fruncirse aún más contra la
tela—. Me vuelves loco cuando usas lencería, ¿lo sabes, no?
Está cálida.
Le gusto yo.
—No —miente, lo cual leo en sus ojos grises, y la masturbo más fuerte,
buscando estimular su punto g directamente con mis dedos con un frote
rudo, a lo que su cuerpo se arquea y sus dedos se encogen—. ¡Sí! —grita,
lo cual hincha aún más mi miembro—. ¡Sí!
A pesar de que le gusta que la trate como una prostituta del GTA, se corre
más rápido y más fuerte, más veces, cuando lo hago, entrelazo nuestros
dedos y tengo cuidado de no lastimarla con mi peso mientras la embisto y
la beso con una necesidad que muchos podrían considerar insana. Es la
mujer más hermosa del planeta y la más inteligente, el premio mayor, y no
puedo creer que me haya elegido a mí de entre todas las opciones que tenía.
Por hacerme sentir por encima de todos por el solo hecho de sostener mi
mano y llevar mi anillo. Por encontrarse en en mi cama. Por estar ahí para
mí cada vez que la necesito.
Corro en la cinta hasta que entro en calor. Luego hago pesas. Funcional.
Cuando estoy por terminar, dos horas después, se asoma bajo el umbral la
puerta, lista para irse.
Me ve con hambre, así que dejo mis pesas sobre la barra y me acerco.
—Una pareja quiere que diseñe su casa. No mucho, pero son adorables,
¿por qué? —Su rostro se vuelve tímido—. ¿Necesitas dinero, Mal? —Mi
equipo de abogados insistió en que firmáramos un prenupcial. El equipo
también. No quería, pero Savannah también estuvo de acuerdo. Pensó
como una empresaria antes que como una novia enamorada. Eso significa
que nuestras cuentas están separadas y no puede saber cuánto dinero tengo,
pero es mi esposa y se hace una idea—. Te dije que no necesitaba un auto
nuevo. Ni siquiera me gustan los deportivos. Sabes que amo Mercedes y
me compré el auto de mis sueños hace mucho.
Mi último juego con los Kings, puesto que decidí no renovar mi contrato
con ellos luego de darle dos Super Bowls. Este se vence mañana e
instantáneamente firmaré con mi equipo de ensueño. Será duro dejar a los
chicos atrás, así como también al equipo que creyó en mí, pero este es mi
sueño desde niño. Mi equipo personal también se irá conmigo, así que por
ese lado al menos no será tan duro.
Su frente se arruga.
—Eso fue antes de saber que solo perderías unos cientos de miles de dólares
o menos.
Empieza a temblar con ira, casi como si le hubiera dicho que me gusta
alguien más.
—Es solo que no le das la misma importancia que al tuyo. Piensas que
dándome dinero puedo prescindir de él, pero esa no es la persona que escogí
ser. Si hubiera querido darme la buena vida a costa de un hombre ni siquiera
habría ido a la universidad. —Se aleja de mí—. Lo que más me duele es
ver que no crees en mí. No solo debo quedarme porque tengo una casa que
construir, sino también porque necesito tener algunas cosas listas antes de
reunirme con un grupo de ingenieros. —Desvía la mirada hacia el pasillo—
. Tengo el contrato de mi vida a mi disposición. Finalmente recibí la oferta
que llevo años esperando.
Mi frente se arruga.
—¿Por qué?
—Sí quisiste decirlo —dice, enojada, dándose la vuelta antes de salir por
la puerta principal de nuestro hogar, la cual siempre le dice a nuestros
invitados que trajo de Roma—. Lo cual es irónico porque eres tú quién
juega en un campo y nunca, Malcolm, nunca te he menospreciado debido
a ello, sino más bien todo lo contrario. Te he defendido cada vez que
alguien ha menospreciado tu profesión. Me he adaptado a un estilo de vida
que nunca anhelé por ti. He soportado a la prensa por ti. Renuncié a mi
soledad y a mi privacidad, lo cual amaba porque ambos sabemos que no
soy una persona social, por ti. Te he perseguido y apoyado en cada juego
que has tenido desde que lo formalizamos sin importar cuán cansada o
agobiada estuviera. —Mi corazón se rompe al ver las lágrimas en sus ojos
grises. Al parecer el hater tenía razón—. Y tú no terminas de entender que
lo más importante para mí, incluso sobre ti o sobre cualquier hombre que
haya estado en mi vida, sobre formar una familia o sobre el matrimonio, es
dejar un legado haciendo lo que amo. Decidí hacer eso antes de decidir ser
tu esposa y mucho antes de conocerte a ti o a tu hermano.
Quizás al mediodía cuando nos veamos estará más tranquila y podré decirle
que no me importa que sea él quién cumpla sus sueños, aunque sí lo hace,
y que la apoyaré en todo.
Pero con su respuesta me deja en claro que no será tan fácil arreglarlo.
—Soledad.
Ay :(
Capítulo 2
Solo debo enfocarme en ser más delicado con el tema de su trabajo a partir
de ahora. Darle más espacio. Quizás contratar guardaespaldas que
mantengan lejos a los paparazzis. Sentarme con ella y preguntarle con
cuáles cosas está conformes y con cuales no. Tal vez he estado tan
enfrascado en la felicidad que tengo al tenerla como mi esposa que no me
di cuenta de que estaba apagándola. Consumiéndola. Lo menos que quiero
es lastimarla.
—Bien —dice por lo bajo—. Iré a cenar con ella hoy. Si te contradice será
tu fin, Reed.
—Gracias.
—¡Adiós!
Malcolm: Ningún viaje es el mismo sin ti, bebé, pero no quiero hacerte
infeliz.
Malcolm: Espero que te haya ido bien con la pareja. Estoy seguro de que
los harás felices.
Malcolm: Te quiero.
—¿Cómo lo sabes?
Él también firmará con los Cowboys de Dallas, así que es el único aquí que
entiende mi posición y que no me juzga. Me siguió. Somos amigos desde
que estábamos en la universidad y en este mundo los amigos sinceros son
escasos, así que nos apreciamos al punto punto de que exigí un puesto para
él en el nuevo equipo al que me iba y aceptó.
Lo miro con los ojos en blanco. Su relación con Abby es perfecta. La razón
por la que Sav no está en el puesto número uno de las esposas por las cuales
sus maridos deportistas se desviven, es ella. Casi la mitad de todo el dinero
que hace mi amigo va a las organizaciones de caridad que ella maneja.
Cientos de millones de dólares destinados a niños con problemas de
atención o algún espectro autista, como él.
*****
Este es mi último juego con los Kings, quienes fueron los primeros en creer
en mí. Jake Jacobs me mandó con ellos porque pensó que no era lo
suficientemente bueno para los Dallas incluso cuando fue a mi hermano a
quién vio jugar en la universidad y no a mí, pero el tiro le salió por la culata
cuando gané dos Super Bowls y los Cowboys lo enviaron a reclutarme, lo
cual alagué porque no estaba seguro de si quería irme y quería hacerlo
sufrir. Mi relación con Tanner no ha estado del todo bien últimamente, pero
aún así siento sus ojos en mí desde el palco o tras la pantalla en algún sitio
del mundo. Él no se perdería esto.
—Hoy estamos aquí no solo para ganar, sino para despedir a dos de los
grandes —dice el entrenador Dawson cuando nos encontramos en las
duchas antes de salir al campo. Jugaremos contra los Bears de Chicago. El
hombre se detiene en medio de nosotros con una chaqueta roja que le queda
demasiado grande, pero que porta con estilo, al igual que su gorra del
equipo—. Malcolm y Marcus, el equipo no será lo mismo sin ustedes, pero
los Kings siempre estaremos agradecidos por la manera en la que dejaron
en alto nuestro nombre no una, sino dos veces, convirtiéndonos en el
equipo más joven en ganar un Súper Bowl. Para siempre estarán en
nuestros corazones. Aunque no les podamos ofrecer lo mismo que el
Dallas, nuestras puertas siempre estarán abiertas para ustedes.
Siento que los estoy traicionado a todos, pero todos harían lo mismo de ser
yo.
No es personal.
Los que solían ser mis chicos se despiden de manera más amistosa de él
que de mí. Lo hacen porque consideran que soy la pieza clave que al faltar
enviará al equipo al desagüe, el cual tenía las esperanzas de ganar un tercer
Súper Bowl consecutivo, pero no comparto esa opinión. Un equipo es
bueno porque todos sus integrantes lo son, no solo uno de ellos. A pesar de
todo, espero que les vaya bien. Les tengo cariño a todos ellos y eso no ha
cambiado. Fui su mariscal de campo estrella, pero también su capitán.
Una vez terminamos con todas las emociones, nos ponemos de pie y
salimos al exterior. Antes de que entremos al campo escucho al
comentarista decir que este será mi último juego con los Kings, lo que
genera varias emociones en los espectadores. A los fanáticos de los Kings
les duele que vaya a abandonar el equipo, pero les alegra que de todas
formas vaya a dejar el nombre del estado en todo lo alto al transferirme a
un equipo del mismo estado. Estamos en el estadio de los Rangers, el cual
también puede transformarse en un campo de fútbol americano, y me
encantaría ver a Sav aquí para recordarle que hace obras de arte, pero
supongo que más tarde le enviaré un mensaje para decirle lo hermoso que
es todo. Ella odia venir aquí porque la construcción se transformó en algo
malo para su carrera, pero la verdad es que es hermoso y no hay nada en
este país que se le acerque. Los niveles de estrellas de cristales que
conforman la infraestructura se mueven, destellando.
A ella le encanta.
Mi garganta se cierra.
No es mi culpa que sea de esa manera y no hay tanta verdad en lo que dice,
pero de todas formas miro hacia los demás y antes de que suene el silbato
me doy cuenta de que, en efecto, han preparado algo. Ninguno de ellos
responde a mis llamados después de que empiezo a correr por el campo,
exceptuando a Marcus, por lo que tengo que ir por el balón yo mismo. El
entrenador Dawson se da cuenta de ello y les llama la atención entre
anotaciones, pero se reanuda el juego y siguen haciendo lo mismo. Dylan.
Twoson. Maximilian. Andrew. Montana. Todos mis chicos me ignoran o
pasan de mí cuando les hablo, sus mandíbulas apretadas y sus rostros
tensos. De verdad Dawson intenta que entren en razón, pero no lo logra.
Están decididos a verme hundido en mi último juego.
Capítulo 3
Despierto en una habitación de hospital tras una cirugía de cinco horas para
acomodar la articulación que une mi brazo con mi antebrazo derecho. Una
luxación de codo normal ameritaría solamente recolocar los huesos en su
sitio e inmovilización, pero en mi caso hubieron dos fracturas de por medio.
La triada terrible del codo le llaman a la combinación de la lesión de los
ligamentos, la fractura de la apófisis coronoides del cubito y la cabeza del
radio. Esta requiere tratamiento quirúrgico y colocación de clavos. Luego
ocasiona muchas complicaciones que nadie como deportista debería o
querría sufrir, menos en el mejor momento de su carrera. El tiempo de
recuperación es de más de un año, por lo que leí en internet.
Muy malo.
—¿Mal? —susurra una voz femenina junto a mí, la cual recibo como el
cántico de una sirena.
—Sav —susurro de vuelta—. Viniste.
No la merezco.
Aunque quiero reconfortarla, mis palabras solo lo hacen llorar más fuerte
y retorcer la camisa de mi bata en su puño. Es pequeña en comparación a
mí, así que se hizo un lado a mi costado. Mis propios ojos se sienten
húmedos y pesados debido a que no hay nada más que pueda decirle. No
hay manera de suavizar la realidad. Dec comunicarle que lo he perdido
todo, menos a ella, y que casarse conmigo quizás fue el peor error de su
vida. Me limito a dejar que me utilice como su pañuelo y a abrir mis labios
para ella cuando acerca su rostro al mío para besarme. Solo hay una cosa
que me haría sentir mejor en este momento y ella me la proporciona,
nuevamente haciéndome sentir insuficiente. Gané la lotería de los
imbéciles para tenerla. No hay otra maldita explicación. Es tan hermosa
que a veces duele verla.
Ha mentido siempre.
*****
—¿El doctor Williams todavía no tiene pensado pasar por aquí? —le
pregunta Savannah a una de las enfermeras, alejando mi cabello de mi
frente de una manera que hace que me tense, pero no por su toque, sino
porque odio lo que siento cuando lo hace.
Lástima.
Pesar.
Ella intenta ocultarlo, pero lo veo en sus ojos y también veo cuánto quiere
que no lo note.
Sav me mira. Acaba de ducharse, así que su cabello mojado cae sobre su
espalda. Compró más ropa en la tienda del hospital, un adorable atuendo
de Hello Kitty blanco, lo único que quedaba de su talla, y desde dónde estoy
puedo oler lo bien que huele. Si pudiera levantarme la besaría, pero me
limito a negar.
Al final del día, sin embargo, aprecio todo lo bueno de ella lo comparta
conmigo.
Se harán realidad.
—No, pero viene en camino —responde Savannah, lo que hace que lleve
mis ojos a ella y debido al movimiento brusco de mi cuerpo, se mueva
también mi brazo y ruja.
El dolor está presente, pero lo que más me altera son los intrusos metálicos
dentro.
Me sofoco.
—No lo quiero aquí, Savannah —digo con voz más dura de la que pretendía
usar, la cual hace que Savannah se estremezca mientras lleva sus ojos grises
a los míos. Esa maldita lástima no hace más que aumentar mi
desesperación. Yo soy su esposo. Yo soy el que debería preocuparse por
ella, quién debería cuidarla y enfrentar los problemas, no Sav. Al ver a mi
mdre trabajar quince horas al día mientras crecía, todo para que tuviéramos
comida en nuestro refrigerador, me juré a mí mismo que mi esposa nunca
pasaría por lo mismo, que sería su apoyo, su proveedor, pero he fallado y
soy yo quién se apoya en ella. Quién la consume—. Dile que regrese a
dónde sea que estaba. No quiero verlo. No quiero tener que soportar su
maldita cara. Cuando esté listo para sentirme como una mierda, lo llamaré.
—Mal… —susurra ella, extrañada, puesto que nunca me ha oído hablar así
de mi hermano, ni siquiera cuando me confesó que habían estado juntos.
Un hombre coherente se habría alejado entonces, pero ya estaba enamorado
hasta la maldita médula.
******
Niego.
Sav separa los labios para decirme qué opina al respecto después de
presionarlos juntos por unos segundos, pero la puerta se abre. Me tenso al
pensar que podría tratarse de mi hermano, quién no me extrañaría que
hiciera caso omiso a mis deseos y a la súplica de Savannah y de todas
formas apareciera aquí. Así de egoísta e idiota es. Lo que siento, sin
embargo, empeora al ver que se trata del doctor Williams, el traumatólogo
que me atendió en emergencias. Este viene acompañada de dos enfermeras
a las que les pide amablemente que se vayan. Su cabello es gris y la
experiencia se le nota en la mirada. Su rostro luce cansado, pero también
agobiado y optimista. Es una extraña mezcla.
Niego.
—Sí, su brazo funcionará para realizar las tareas cotidianas. Nada excesivo.
La miro. Ella también me mira, sus ojos llenos de anticipación hacia algo
que no entiendo.
—Malcolm…
Niego.
Somos reemplazables.
—No puede cambiar. Es todo lo que soy. —Lo miro casi de forma
suplicante. Quizás pueda arreglar algo con Jasper. Rogar que me esperen.
No soy cualquiera. Gané dos Súper Bowls. Quizás hagan una excepción.
Incluso si inicio desde cero y me envían a la banca no importa, estaré en el
equipo de mis sueños y podré probarme a mí mismo ante ellos. Solo
necesito dos minutos en el campo y un número en mi espalda, nada más, ni
siquiera un equipo, por lo que se vio en mi último juego—. ¿En cuánto
tiempo según usted volveré a jugar fútbol? ¿Cuánto tiempo pasará antes de
que pueda hacer un lanzamiento?
Empiezo a moverme sin control y a luchar por salir de aquí, por escapar de
sus mentiras, incluso cuando Sav grita y el médico se acerca para
inmovilizar completamente mi brazo. Estoy indispuesto a creer lo que
acaba de decir. Buscaré otro médico, alguien que sí haga bien su trabajo,
porque lo que dice está mal. Es incorrecto. No tengo más habilidades. No
sé hacer nada más que esto. La vida no puede quitármelo.
Simplemente no puede.
:(
Capítulo 4
Soy dado de alta tres días después de mi ingreso. Me habría ido al día
siguiente con mi cabestrillo, pero reabrí la herida de la cirugía con mis
movimientos y tuvieron que asegurarse de que todo estuviera bien antes de
dejarme partir. A penas llegamos a Houston tuvimos que reunirme con mi
agente, quién me notificó que ni los Cowboys ni los Kings seguirían
adelante conmigo a menos que demostrase que algún día podría volver a
jugar fútbol. Mi brazo sigue sin moverse de la muñeca para arriba, así que
no les pude dar garantía de nada. Los primeros solo buscan lo que es
conveniente para su equipo. Los segundos ya no tienen nada que ver
conmigo y no invertirán en alguien que les dio la espalda, pero suavizaron
la manera en la que me lo dijeron ya que podrían ser demandados por lo
que sucedió con el equipo la última vez que jugué. Los Bears también. Mi
bolsillos están llenos de dinero de compensación, pero este ni siquiera es
una centésima parte de lo que era mi contrato con los Cowboys. Quinientos
millones de dólares por cuatro años en el equipo.
Eso superaba con creces los cuarenta por los que empecé en los Kings.
—Pueden esperar aquí —les señala nuestro sofá con una sonrisa que
explica por qué se enamoran de ella. No quiero pensar de esa manera, pero
no debería sonreír así—. Iré por Malcolm. Estará feliz de iniciar su
rehabilitación con ustedes. Muchas gracias por hacer tiempo para nosotros.
Sé que no fue fácil volar desde Europa de esta manera.
Sav le dedica una sonrisa solo para él antes de encaminarse a las escaleras.
Cuando me descubre junto a la barandillas y se da cuenta de que vi y
escuché todo lo que pasó, sus mejillas se sonrojan. Quiero encerrarla en
nuestra habitación y llamar a Jasper para que sea él quién se encargue de
todo, por lo cual le pago, pero eso iniciaría una discusión en la que alegaría
que pienso que lo hace a propósito, el atraer a todos los hombres, y no es
así.
Me doy la vuelta.
—Uno de ellos estaba viéndote el culo. No puedo permitir que eso suceda
bajo mi techo.
—Eso no significa que me sienta cómodo con que otros te deseen frente a
mí. —Beso largamente su frente, haciéndole saber que mi enojo no es con
ella—. Diles que se vayan de mi casa en este preciso instante. Paga por
cualquier queja que tengan. No haré mi rehabilitación con ellos. Si tengo
que bajar yo, usaré mi brazo izquierdo para partir una cara.
Sin poder soportar ver a mi chica, me giro hacia la ventana que ofrece una
vista al lago en nuestro patio trasero. Ni siquiera yo entiendo la magnitud
de la ira que se aglomera en mi pecho y lo menos que quiero es pagarlo con
ella. Savannah no se lo merece. No ha sido más que una excelente
compañera durante estos tiempos difíciles y los anteriores a él.
Ella piensa que estaba inconsciente, pero no quiero ver esa expresión en su
rostro de nuevo.
La desesperación.
—No la inicio aún. No estoy conforme con el equipo que trajeron. Son solo
marketing en las redes. La verdad es que no tienen ninguna maldita ética
profesional.
Todavía podría vivir toda mi vida sin trabajar con el dinero que me queda.
Solo tendría que acostumbrarme a no hacer gastos grandes, lo cual sí viene
siendo un problema. Me habitué a tener todo a mi disposición. Habitué a
mi esposa a siempre tener lo mejor. No soy capaz de ver a Sav el día de
nuestro aniversario y decirle que no hay ningún obsequio de más de seis
cifras para ella cuando eso fue lo que le prometí darle cuando nos casamos.
Mi masa muscular va disminuyendo cada día. Cada día soy más consciente
de la manera en la que el músculo que va consumiendo y la piel se adhiere
a mi hueso. Solo he podido hacer muslos y piernas, pero una rutina
incompleta termina consumiendo la parte que no se trabaja, así que me
detuve. Corro, pero correr solo quema calorías, no crea músculos. Estoy
perdiendo mi físico y no puedo evitar compararme con una modelo que se
casó con un multimillonario al que le atrajo solamente su cuerpo y firmó
un acuerdo prenupcial.
Cuando separo sus piernas y tiro de sus shorts de seda hacia abajo, sin
embargo, Savannah se despierta y se incorpora, sentándose casi sobre las
almohadas. Su expresión es soñolienta y enojada, pero también cansada.
Agobiada. Niega, sus hombros tensos.
Hechizado.
—Podría olvidarlo todo, pero nunca cuáles son mis galletas favoritas —
dice bajo el umbral, sus ojos suaves—. O cuán enamorada estaba de ti
cuando nos casamos. —Tomo una honda bocanada de aire—. Incluso si
perdieras la mitad de tu cuerpo seguirías siendo ese hombre para mí. Me
diste cosas buenas en mi peor momento, Malcolm. Ahora es mi turno.
******
Y mi hater.
Beso la cima de la cabeza de Savannah antes de alejarme suavemente de
ella, con cuidado de no despertarla, y tomo mi iPhone. Mis ojos se ponen
en blanco cuando noto que Tanner me envió otro anuncio de empleos, esta
vez como cajero en un McDonald’s, con un emotivo mensaje que cualquier
hermano le enviaría a su otro hermano en tiempos difíciles.
Aunque todo en sus mensajes me dice que está resentido conmigo por haber
ignorado sus llamadas, las cuales son significativas para él ya que mi
hermano no es una persona de llamar a otras, y sus sugerencias de que
finalmente debería hacer lo que lleva años diciéndome e ir a refugiarme
bajo su ala de murciélago, no le respondo. No es él el motivo por el que mi
teléfono se alumbró, sino Instagram. Voy hacia el chat general, el cual
aparté de la ventana principal para que no se perdiera entre mis millones de
seguidores. malcolmreedlatienepequeña: Así que echaste a perder tu
brazo y ya nadie te quiere.
Algunas incluso lloraron cuando Savannah no mostró interés más allá del
sexo y la amistad, por lo que tuve que consolarlas y suavizar decirles que
solo queríamos pasarla bien. malcolmreed: Por primera vez estamos de
acuerdo en algo, hermosa.
¿Tanner?
—Si llamas para rogarme por ser quién haga mi café todas las mañanas, la
respuesta es no —dice a penas responde—. El plazo para aceptar se acabó
hace una semana.
Hago una mueca. Su primera oferta fue para que fuera su vicepresidente.
Luego de eso fue bajando de cargo según no le respondía hasta que
finalmente, por lo que vi, consideró que no me quería en su empresa. Me
siento estúpido ante la idea de si quiera preguntarle si él es mi hater, así que
cuelgo. malcolmreed: Vamos a vernos. malcolmreed: Dime todo lo que
me has dicho a la cara y te daré la razón. malcolmreedlatienepequeña:
No creo que sea necesario. malcolmreednoesnadie: Ya lo haces.
Capítulo 5
—Nos vemos mañana, señor Reed —dice el danés, recogiendo sus cosas.
Todo siempre termina siendo como un acuario en los que todos los peces
se conocen.
*****
Tenía cinco años la primera vez que sostuve un balón de fútbol. Para
sorpresa de todos fue un regalo de mi padre. El único regalo que alguna vez
recibí de él. El señor Reed acababa de terminar de follar mi madre, a quién
solo consideraba su mujerzuela a pesar de que ella lo amaba con todo su
ser, y me vio haciendo mi tarea en la mesa del comedor. El primer recuerdo
que tengo de mi niñez es ese. La manera en la que todo dentro de mí se
sorprendió cuando mi padre finalmente se dignó a mirarme. La inseguridad
que sentí hacia cómo proceder al respecto. Recuerdo congelarme mientras
caminaba hacia mí y me preguntaba si quería ir a comer un helado. Me
llevó con él tal y como estaba, en shorts y camiseta, descalzo, a un
McDonald’s. Se detuvo en el AutoMac a pesar de que le dije que me
gustaría entrar y jugar en el parque con los otros niños. Ahora como adulto
lo entiendo.
Me dejó en el auto.
De todas las cosas que un niño pudo haber querido, autos brillantes o una
máquina para hacer burbujas, mi padre trajo consigo un balón y lo presionó
contra mi pecho. Se reía como si estuviera orgulloso de lo que sea que
estuviera a punto de decirme. Como si lo creyera, así que yo, considerando
que el sujeto era mi padre y mi madre lo amaba, también lo creí.
—Tu madre y tú no lo tendrán fácil, chico, y dudo que vayas a ser alguien
inteligente debido a que ella no lo es tanto, así que la mejor forma que
tendrás de hacerte notar será si te pones a jugar. Te doy este consejo porque
eres un Reed, no hay duda de eso, y tienes que ser alguien un día. Me temo
que esta será la única forma para ti. —Dicho esto se puso a conducir,
dejándome en blanco y sin idea de qué responder—. Tu hermano mayor es
bueno en ello, así que tú también deberías serlo y lucrar de ello ya que él
nunca lo hará. Tanner tiene una misión completamente diferente a la tuya,
pero sus cuerpos son muy parecidos y estoy seguro de que les transmití el
talento. —Me sonrió—. Yo también fui un jugador. —Su mirada se volvió
oscura—. En realidad todavía lo soy. Tú eres la prueba de ello.
—¿Por qué?
Mi madre trabajaba como un hombre, como había visto a los padres de mis
amigos trabajar, pero también hacía cosas de mamás. Lavaba mi ropa.
Cocinaba mi comida. Hacía tareas conmigo. No necesitábamos a Wagner
y me alegraba no volver a verlo en mi vida. Tampoco quería saber de mi
hermano. Se escuchaba como un imbécil, al igual que nuestro padre.
—Vete de aquí, Malcolm. Pensé que eras diferente, más como yo que como
ella, y por eso pensé en darte una oportunidad y más adelante volver por ti,
pero ahora veo que solo te pareces a Claudia. — Me empujó fuera cuando
no me moví. Caí en el suelo de la acera, hecho de cemento, y mis rodillas
se rasparon. No chillé. No grité. Solo lo vi. Estaba tan impresionado y
vulnerable ante él que no atajé el balón cuando me lo lanzó, lo cual hizo
que sus labios se curvaran agriamente—. Olvida todo lo que te dije. Creo
que ni siquiera para el futbol eres bueno. Nunca le llegarás a los tobillos a
tu hermano, por lo que veo.
Nos abandonó.
Esa fue la última vez que lo vi antes de alcanzar la adultez. Mamá lloró por
meses preguntándose qué era lo que había hecho mal ya que él cambió de
número y no respondía sus llamadas. En un principio estuve feliz, pero los
días pasaron y no volvió a ser ella misma. Luego la culpa me carcomió vivo
al punto en el que empecé a jugar fútbol con mis amigos para aprender y
así intentar traer a Wagner de regreso para ella. Resulté ser bueno.
Muy bueno, pero nunca tan bueno otro mariscal de campo en la otra ciudad
de Texas.
Esperan mucho de mí, quizás más de lo que les pueda dar, así que
terminarán consumiéndome. Las veces que he tenido recaídas con el
alcohol a lo largo de este mes se debieron a ellos. A que no hay ninguna
manera de devolverles todo lo que me han dado, al igual que me pasa con
mi esposa, y me siento en deuda. Asfixiado. Sobrepasado. Desesperado
porque todo vuelva a ser como antes y tenga mi brazo de lanzador bueno,
pero también cero expectativas sobre mí que me permitan tomar decisiones
por mí mismo y sin pensar en otros. La chica hace un sonido con la
garganta, recordándome que espera mi respuesta, y asiento, inclinándome
levemente hacia adelante para que no vena mi rostro.
—Johnson —le digo de manera casi suplicante, puesto que sé que sabe
quién soy.
—Muy bien, señor Johnson, tome asiento —dice ella, su mirada baja.
Jasper ríe.
—No hay nada para mí —dice mi representante, pero tanto Jacobs como
yo sabemos que es mentira—. Y si hablamos de demandas Malcolm
también podría ir tras tus jugadores.
—Lo sé —responde—. Por eso vine a hablarte, para que ambos equipos
pudiéramos unirnos y darle una buena compensación con la que pudiera
olvidar nuestras acciones, no para entregarte a Zyon. —Lo escucho
levantarse—. Ni muerto vuelvo a darte a uno de mis chicos.
—Jake…
—No tengo nada más que decirte salvo que pagues la cuenta —lo corta—.
Ya que ahora te has hecho rico con el dinero de Malcolm no necesitas que
yo lo haga, como siempre he hecho desde que te conozco incluso cuando
tenías dinero para cubrir tu parte, comadreja.
Me levanto.
De cómo duele.
Capítulo 6
La pérdida es indescriptible.
—A casa, por favor —le indica Sav a nuestro chófer, presionando mi rostro
contra su pecho y sumergiendo sus dedos en mi cabello—. Todo va a estar
bien —susurra.
Seguía sin llegarle a los tobillos al mariscal que todos querían reclutar.
Terminé mi botella de Jack Daniels, así que bajo las escaleras en búsqueda
de otra.
Tras los segundos que me toma procesar esta información, el hecho de que
mi hermano y mi esposa continúan hablando a pesar de que Savannah solo
le es indiferente desde que terminaron su aventura o desde que él acabó de
divertirse con ella, voy a la bandeja de salida, dónde me doy cuenta de que
ella ya la he respondido.
Se lo diré.
La piscina es olímpica.
Sin Sav ahí para mí, sin el fútbol, ¿realmente tengo motivos para
quedarme?
Maldición.
******
Savannah llega a las cinco del trabajo. Cuando lo hace encuentra a Marcus
vigilándome como si fuera mi perro guardián. Ambos nos mojamos, así
que después de llamar a Abby y explicarle que llegaría tarde a casa, puesto
que arruinó su teléfono al entrar al agua de esa manera, se puso algo de mi
ropa. Un conjunto deportivo de los Kings que nos regaló Puma la última
temporada, el cual también llevo. Él le dice que tienen que hablar y ambos
desaparecen en el interior de la oficina de Savannah. Los espero en la sala.
—Voy a preparar algo para la cena —murmura arrodilla ante mí, frente al
sofá. No es necesario que cocine, tenemos sobras y platillos listos en el
refrigerador, así que sus intenciones querer hacerme sentir mejor son
obvias. Al instante me siento como un imbécil por haberme molestado por
sus correos electrónicos con mi hermano—. ¿Qué quieres?
Agacho la mirada.
—Sé que ese no eres tú —dice, sonando casi desesperada porque le crea—
. A veces está bien ser débil, Malcolm. Mientras tus intenciones sean no
serlo, está bien.
Mi mandíbula se aprieta.
—Está bien.
Pero niega.
******
Sonrío.
—Tú también te ves bien —la halago, puesto que no se me viene nadie a la
mente a la que le quedaría mejor la ropa que lleva: pantalones de cuero,
una pañoleta blanca con un diseño de flores naranjas que cubre sus senos y
otra más en su cabeza, junto con botas.
Aunque en un principio estaba inseguro sobre esto y me sentía culpable por
ser la causa por la que está dejando su trabajo, lo que más ama, de lado, no
puedo evitar que una extraña paz se apodere de mí cuando ambos
ocupamos nuestros puestos y salimos a la carretera. Siempre le ha gustado
escuchar música mientras se encuentra a bordo de un auto, así que no me
extraño cuando le sube todo el volumen a la radio tras poner un par de
lentes pequeños sobre el puente de su nariz, los cuales complementan su
estilo y la hacen lucir adorable. Verla como un espíritu tan jovial y libre me
recuerda las razones por las cuales me sentí tan atraído hacia ella desde un
principio. Es como si con solo estar a su lado todo lo que te atormenta
desapareciera.
And wave out to the crowd, and take our final bow
Oh, it's our time to go, but at least we stole the show
At least we stole
we stole the
show
Capítulo 7
Sav ríe.
─No puedes evitar que quieran estar sobre ti ─dice caminando hacia la
cabaña que nos asignaron en la entrada, las llaves en sus manos con
manicure tipo francesa.
Pasamos por un mini market de camino aquí, así que cenamos sobre nuestra
cama después ambos nos damos una ducha juntos. A pesar de lo que dije
antes me limito a abrazarla bajo el agua y a permitir que me abrace. Todo
en ella grita que está cansada y no hay nada que me gustaría más que
ofrecerle un masaje, pero me limito a estrecharla contra mí cuando
terminamos de comer. Salvo por su ropa interior y una de mis camisas del
equipo, está desnuda. Mi entrepierna es consciente de ello, pero nuestros
corazones necesitan esto.
Yo necesito esto.
─No.
─¿Pero el fútbol está muerto para ti? ─susurra casi con miedo, lo que me
hace sentir culpable porque la he llevado a sentirlo, a creer que debe temer
las consecuencias de lo que dice o hace porque estas podrían significar algo
agrío para nosotros.
─¿Qué darías por tener tan si quiera una pequeña esperanza de nuevo?
─Todo.
Estos meses han sido un infierno para mí, pero también para ella.
Ha dejado de trabajar por mí. Ha dejado de hacer mucas cosas por mí,
empezando por el hecho de tener a alguien que sí esté a su altura. Si no voy
a ser un jugador de los Dallas, al menos seré el mejor esposo y el mejor
padre para nuestros hijos
─Mal ─protesta Sav cuando regreso a la cama con ella─. Creo que no
debiste hacer eso.
─¿Por qué no? ─pregunto, abrazándola como llevo meses sin hacerlo.
A pesar de que arde y duele como un infierno forzar así mi brazo de golpe,
se siente bien.
Pude haber perdido el futbol, pero mientras no pierda a Sav todo estará
bien.
─Porque no creo que estés listo para dejar ir lo que más amas.
Nunca lo estaré, así que no la contradigo, pero me enfocaré a partir de ahora
en no dejar ir lo que amo y sí se encuentra a mi alcance. Es la única manera
que veo de superar esto.
******
Su ceño se frunce.
La miro.
Gruño.
─Malcolm…
─¿Es tan importante para ti? ─digo con su sexo ya frente a mí.
Quería follarla.
─No, está bien. Tendremos tiempo para hacer el amor después ─dice
tomando su chocolate caliente y dirigiéndose a su maleta─. Realmente
debemos irnos ya.
******
Estamos a doce horas de nuestro destino todavía, pero Savannah sigue sin
decirme cuál es. Sea donde sea nos detenemos en un comercio de comida
rápida en Utah y compramos hot dogs para llevar en el almuerzo. Para la
cena ya estamos en Idaho, la actitud de Savannah ha cambiado y empiezo
a tener un amargo presentimiento de hacia dónde nos dirigimos.
Ocultarme.
─Anoche no sabía que sería tan fácil para ti abandonarme como un perro.
Niega.
Separa los labios para continuar con nuestra conversación, pero los cierra
abruptamente. Por un momento creo que se ha quedado sin palabras, lo cual
duele, y rápidamente me deja saber que no es así al detener abruptamente
el auto a una orilla de la carretera.
─No es fácil para mí hacer esto ─dice mirando hacia al frente─. Pero es
más fácil de lo que fue para mí saber que intentaste suicidarte y que de no
ser por Marcus…
Son tantos que ni siquiera les puedo poner nombre a todos, pero reconozco
algunos.
Desesperación.
Rabia.
Miedo.
Sus ojos brillan de esa manera que amo mientras pone el auto en marcha, a
lo que supongo que he aceptado hacer esto por mí, por ella, por nosotros.
Para no volver a hacerla llorar, más no por el fútbol. Diga lo que diga estoy
resignado a que jamás podré volver a jugar.
Sus dedos se entrelazan con los míos mientras conduce por lo que queda
del camino.
─Eso espero.
Capítulo 8
Miro a mi chica.
─Malcolm, es un placer tenerte aquí. Toma asiento, por favor. ─Lo hago
frente a él. Savannah ocupa el sitio a mi lado. Observamos al doctor
Callaghan tomar una placa de mi brazo. Deseo apartar la vista cuando la
alza en el aire y veo todos esos objetos metálicos en mi cuerpo, pero los
dedos de mi esposa se envuelven alrededor de los míos, estrechándolos, y
aguanto─. Como ya estoy seguro que sabes sufriste la terrible triada del
codo, lo cual involucra luxación, daño de los tejidos y de los huesos de la
articulación. ─Afirmo, mi mandíbula apretada porque claro que lo sé─. No
conforme con eso la lesión empeoró un poco más cuando te excediste con
el uso de tu brazo sin haber completado el proceso de sanación, pero mi
pronóstico sigue siendo el mismo que te di cuando te vi en Texas.
Savannah aprieta mis dedos, haciendo que lleve mis ojos a los suyos. Su
migrada grita que incluso si quiere esto para mí entenderá que rechace su
ayuda. No voy a mentir, estoy tentado de hacerlo, pero no quiero que esto
en un futuro afecte negativamente nuestro matrimonio, lo cual es lo más
valioso que tengo. Lo único que me queda.
******
Las instalaciones para los pacientes quedan detrás del edificio principal.
Hay piscina, canchas deportivas, gimnasio, un spa y múltiples salones de
fisioterapia. Una enfermera nos hace un recorrido por el lugar en el que me
estaré quedando por tiempo indefinido. Savannah sigue aquí, su mano en
la mía. En ocasiones nuestras miradas se cruzan y me sonríe, dándome
ánimos, pero eso solo hace que la idea de separarnos sea más dolorosa.
Cuando terminamos y nos conducen a la que será mi habitación, la cual es
completamente blanca y minimalista, pero a la vez moderna, se sienta en
la cama mientras me detengo frente al enorme ventanal que da con las
hermosas montañas de Sun Valley. Son verdes porque el invierno todavía
no ha llegado, pero el frío que hace indica que no tardará mucho en hacerlo.
La tonalidad naranja, amarillenta y roja que empiezan a adquirir las hojas
de los árboles.
Hay muchas cosas que me gustaría decirle, pero ninguna de ellas sale de
mi boca.
Es Sav la que empieza a hablar cuando me acuesto junto a ella y deposito
mi cabeza en su regazo, dejándola acariciar mi cabello y mi rostro después
mientras cierro los ojos.
Robado.
─Te gustará estar aquí ─promete─. A penas veas avances querrás estar
aquí.
Mi ceño se frunce.
Savannah se tensa, así que me incorporo y me siento junto a ella para verla.
Su expresión grita que no está de acuerdo con mi decisión y no tarda en
decirlo con palabras, levantándose y empezando a caminar de un lado a
otro de mi habitación con enojo.
─Si no me hice rico porque cumplí mis sueños no me haré rico por
romperlos, Sav.
─Eso significaría que le estás saliendo más barato a los Kings de lo que
Jasper y el equipo tenían planificado. ─Se estremece, sus ojos grises
llameando. Suelto un suspiro. Más que ganas de vengarme, siento ganas de
derrumbarme. Eso me diferencia de ella. De ella y de mi hermano, quiénes
son el tipo de persona que buscarían lo primero en lugar de simplemente
superarlo y seguir adelante─. Si no los demandas dejarás de convertirte en
víctima y pasarás a ser cómplice, ¡no puedes permitir que se salgan con la
suya, Malcolm! Se están aprovechando de ti y de lo bueno que eres, ¿cómo
puedes permitirlo?
─Como tu esposa no puedo permitir que dejes que se salgan con la suya,
Malcolm.
Retrocede, negando.
Estábamos hablando de los Kings, pero la sola idea de que deduzca que mis
palabras tienen algún doble sentido o motivo oculto me confirma que ella
siente que de alguna manera está haciendo mal al mantener conversaciones
con mi hermano vía correo electrónico.
─Malcolm…
─Sé que no le has dicho nada inapropiado y que todo de lo que hablan tiene
que ver con la fundación, pero no me sentó bien saber que tienes la
necesidad de esconder su relación.
Suspiro.
─No tenías ningún motivo por el cual sentirte traicionado ─dice, ahora sí
temblando. Cuando me acerco se aleja y la desesperación me invade. No
debí haber mencionado nada, pero no pude evitarlo. Era como un pinchazo
en mi interior que no podía continuar ignorando y pretendiendo que no
estaba ahí─. No estoy hablando con tu hermano, estoy hablando con el
intermediario y asistente que contratamos para el programa de becas. El
emisor dice Reed Imports, pero si revisas el correo electrónico te das cuenta
de que no es el de tu hermano. ─Me enseña la pantalla del celular, dónde
leo fugazmente que así es. Un tal César Ramírez es con quién se comunica,
no con Tanner. Exhalo con alivio, pero la angustia que sentía con respecto
a lo que pensé que había descubierto se convierte e angustia porque sé que
metí la pata y no tengo ni idea de cómo arreglarlo, mucho menos cuando
acepté quedarme aquí y no nos veremos en dos semanas─. Probablemente
tienes razón y no sé nada acerca de superación, pero si sé que a veces las
personas dejamos ir y los demás no. Me casé contigo, no con tu hermano.
Hice mi elección y no fue él. Si Tanner lo entendió, ¿por qué tú no?
Trago.
Sus ojos brillan con decepción. Los aparta de mí, mirando hacia la salida.
─Nos vemos.
Capítulo 9
Me genera impotencia.
Con la rabia burbujeando bajo mi piel, la cual hizo acto de presencia desde
que estoy aquí y no ha querido irse sin importar cuántas veces beba té, llevo
los dedos de mis manos a los bordes de la mesa y la aprieto hasta que el
material cruje, algo involuntario y que no puedo controlar porque es como
si todo lo que hubiera en mi interior fuera lava hirviendo y no órganos y
sangre. A pesar de mi actitud, Casper se mantiene sin inmutarse.
—Mi brazo es lo que está mal. Mi cabeza está bien. Solo necesito terminar
con la rehabilitación para hacer feliz a mi esposa, olvidarme del fútbol y
regresar a casa —le dejo claro—. Así que limítate a hacer tu trabajo y no
me digas que el problema está en mi cabeza cuando hay evidencia de la
presencia de clavos, placas y tornillos en mi codo.
Sus labios se curvan y no entiendo por qué. Esto está lejos de ser gracioso.
Debo tomar hondas bocanadas de aire para contener las ganas de golpearlo.
Solo quiero volver a casa y maldigo la hora en la que acepté quedarme aquí.
Hasta ahora no he conocido a nadie que no sea Casper y el doctor Callaghan
y aunque ambos sean buenos en lo suyo, sigo sin creer sus en palabras.
Ahora que sé que estoy muerto para el futbol y no estoy desesperado por
encontrar la manera de regresar, los veo como charlatanes.
No tengo esperanzas.
Una vez trae dos tazas para ambos sobre una bandeja me bebo el asqueroso
té rojo que sabe a azúcar porque de lo contrario Casper continuará
fastidiando, pero eso no cambia que siga sintiendo dolor y oxido en mi
brazo cada vez que intento hacer alguno de los movimientos que me indica.
En un determinado momento el crujido que hacen mis huesos es tan fuerte,
al igual que el ardor, que no logro ignorarlo o soportarlo más.
Llevo ropa deportiva, el conjunto de algodón que todos los pacientes del
centro de rehabilitación utilizan, y zapatillas, así que tengo la libertad de
correr lejos de Casper y su motivación barata. El otoño está presente, así
que las hojas soplan debido al viento a mis costados. El sendero por el que
corro conduce a un parque del centro de rehabilitación en el cual se halla
una laguna que proviene del agua de las montañas al fondo. Por todo el
centro de rehabilitación hay pequeños parlantes que emiten una fastidiosa
melodía de música clásica que llena mis oídos y que intento ignorar
enfocándome en el sonido que hacen mis pies al hundirse en la tierra.
Sobrepaso la distancia que se posiciona frente a mí con andar rápido, sin
detenerme hasta que mis pulmones queman y mi garganta hace
movimientos espásticos en busca de aire. Estoy fuera de forma. He
aumentado de peso y disminuido mi masa muscular. Ya no soy el jugador
que reconocidas marcas se peleaban para tener modelando sus productos.
Solo soy un cascarón vacío. En el caso de los equipos de fútbol, un
obstáculo que le restaría millones de dólares en lugar de ganarlos. Un cabo
suelto.
De sonar un poco más infantil, ya que su tono es suave, habría pensado que
es una niña.
—Pero me alegra que no seas el tipo de hombre que piensa que una mujer
es culpable de llamar la atención del sexo opuesto —añade rápida y
torpemente, como si intentara corregirlo—. Lamento si sientes que estamos
invadiendo tu privacidad, pero después de lo que hiciste en casa tenemos
órdenes del doctor Callaghan de monitorear cada uno de tus movimientos.
Esto que quizás llegues a considerar acoso… no es personal de ninguna
manera.
—Me vieron corriendo hacia el lago y pensaron que iba a lanzarme, ¿no?
—Así es.
No lo hallo.
Y supongo que ahora no solo estoy roto, sino que también soy un suicida.
Mi frente se arruga.
—¿No?
—No —murmura—. Creo que te resbalaste. Hay una diferencia entre saltar
y resignarse a la caída. Cuando saltas renuncias a todo lo que dejas atrás y
dicha renuncia proviene de ti, de tu interior, pero cuando te resignas a la
caída es porque alguien más, o algo, te empujó a saltar y no puedes ver más
allá del suelo contra el que te vas a estrellar mientras caes. No es literal, así
que ese algo puede ser una relación que se ha acabado, un ser querido
muerto… —Un sueño roto —completo mirando hacia las nubes.
Me gustaría compartir la vista de ellas con alguien porque era algo que solía
hacer de niño antes de que todo girara en torno al deporte, pero Savannah
no es una chica que se detenga a observar las formas de las nubes en el
cielo y la voz no puede ver lo que yo.
—Exacto.
No lo niego.
—Sí, pero…
—No lo creo —dice por otro parlante, su voz saliendo de uno diferente a
medida que avanzo hacia el edificio de en el que estaba con Casper, quién
seguro me recibirá con otro té.
Me siento mal por haber arruinado una de sus tazas con frases
motivacionales. La que rompí decía Hoy voy a sonreír y ninguna lesión me
lo impedirá. Me siento mal por haber explotado de esa manera con él, pero
a la vez siento que le hice un favor a todos los pacientes que vendrán
después de mí y que no tendrán que leer eso estando hundidos en la miseria.
No hay nada que pueda hacer que logre hacerlo enojar y le he dado millones
de motivos.
—Lo siento por tu otra taza —me disculpo mientras bebo—. No debí
arrojarla.
Casper ríe y muevo mi pie para patearlo por debajo de la mesa, pero cada
vez que me muevo envía una descarga eléctrica por mi brazo que me deja
impotente.
******
Han pasado meses desde la última vez que papá vino, lo cual está bien para
mí. Mamá ya no llora con él como antes y ha empezado a salir con un tipo
de apellido Johnson, pero cuyo nombre nunca recuerdo. Es gerente en una
tienda y siempre me trae equipo para jugar.
Me cae bien.
Ni yo, ni mi madre, ni este lugar en el que prefería estar por encima de con
su familia.
Capítulo 9.5
PAULINE
No debo
meterme.
No debo
meterme.
Savannah tampoco.
—¿Por qué no vamos a beber unas copas hoy con Ana? —le pregunto, lo
que hace que alce sus llorosos ojos grises hacia mí. Su cabello está
despeinado por todas las horas que pasó conduciendo el auto descapotable
que alquiló desde Sun Valley, pero incluso así luce sexy. Lleva una
chaqueta de cuero y pantalones del mismo material que se ciñen a su figura
como una segunda piel, los cuales contrastan con mi vestido de blanco con
dibujos de cerezas. Me encojo de hombros cuando ve a Raze—. Puedo
dejarlo con mi padre. Raze no se enojará. —Agito su brazo y mi bebé
regordete ríe, haciéndome sonreír a mí también. Nuestra pequeña y
moderna casa es hermosa, un paraíso en el que he estado siendo feliz desde
que nació, y la idea de alejarme de él duele, pero papá es un buen niñero y
a Raze le gusta pasar tiempo con él—. ¿No es así, Raze? ¿Estás de acuerdo
con que mami salga y se divierta un poco con la tía Savannah, bolita de
pan?
—¿Bolita de pan?
Arruga la nariz.
—No creo que bolita de pan sea una buena opción. —Se levanta y besa la
cabeza de Raze—. Iré a casa a cambiarme. Llámame cuando estés lista para
venir a recogerte.
Afirmo.
—Está bien.
Se inclina hacia la mesita de noche para tomar las llaves del auto y me
sonríe suavemente y a Raze antes de dirigirse a la salida de nuestro hogar.
Unos centímetros a punto de llegar a la puerta, sin embargo, el timbre
suena. No le dicho a mi padre que venga y este está a una media hora de
terminar su clase de yoga. Anahí nunca viene sin avisar. Reece está en
Dallas para ver un show de flamenco de Sofía, así que tampoco puede ser
él. Me acerco al armario con mi hijo, dónde guardo mi escopeta, y niego
cuando Savannah me pregunta si espero a alguien. No espero a nadie y si
alguien piensa que será fácil lidiar con dos mujeres y un bebé, está bastante
equivocado. Tengo un arma y no tengo miedo de usarla.
Otra vez.
Y en esta ocasión, luego de que fue que Raze naciera sano, sé que Dios está
de mi parte.
—¿Abro?
Afirmo.
Cómo pueden ignorar su pasado de tal forma desde que se casó con Mal.
—Cuentas conmigo y mis abogados si decides hacer algo por él. Como su
esposa, puedes.
Sav niega.
Sav lo ve con los ojos llenos de lágrimas, lo cual hace que Tanner apriete
la mandíbula.
Esté donde esté, Ezra debe estar retorciéndose porque sus planes salieron
tan mal.
Afirmo.
*****
Su piel es tan blanca que las luces de los establecimientos que pasamos
parecen traspasarla. Mis manos sudan debido a los nervios. Siento
vergüenza de mí misma durante esos años y todos los días le rezo a Dios
por mi absolución, pero ya sé lo que sintió Sav al estar todo el tiempo en
medio de nosotros y no se lo desearía a nadie.
—Solo no seas duro con ella —suplico—. Está tratando de hacer lo mejor
para Malcolm.
El tipo tiene un deseo de muerte, pues le sonríe tras ver la mano vacía de
anillos de Tanner.
Tiene razón.
—No confío en ninguna otra justicia que no sea la ejercida por mi propia
mano. Cada persona en la que confío termina decepcionándome u
ocultándome cosas, como que Malcolm intentó suicidarse, así que no
puedo esperar mucho de nuestro sistema judicial y prefiero llevarla a cabo
por mí mismo como he venido haciendo desde hace años.
Sav traga, sabiendo que las palabras de Tanner tienen un significado más
profundo.
Tanner niega.
—¿Perra cristiana? —me llama Tanner desde el interior del auto, a lo que
finalmente reacciono y entro en él, sintiéndome más angustiada que ellos
por todo lo que sucede.
Durante el trayecto de regreso a casa ninguno de los dos dice nada.
Tanner conduce con aire ausente, pero apretando el volante con fuerza.
Está concentrado en la carretera y distraído con lo que sea que piensa, así
que no me ve tomar mi teléfono y entrar a mi cuenta fake para hablar con
su hermano. No le escribo porque sé que no responderá ya que Sav me
contó que le quitaron el celular al llegar a Sun Valley, así que simplemente
me cambio el nombre de perfil a haterdeloskings.
Niega.
Mi padre está dentro y tengo una escopeta, pero cada vez que salimos
insiste en acompañarme hasta la puerta, supongo que debido al recuerdo de
la manera en la que me encontró después de que mi agresor casi me violara
en nuestro viejo rancho. Me bajo y él también lo hace, dejando su auto
encendido, pero ninguno de los dos llega a la puerta.
—¿Crees que podamos hacer algo sin llamar demasiado la atención? Creo
que lo que sucede es que Malcolm no quiere que la NFL lo recuerde como
el chico que hizo quedar mal a un equipo en lugar de como el jugador que
—pregunta Savannah mientras se dirige a nosotros.
Capítulo 10
Era mi hermano.
Era tan parecido físicamente nuestro padre que no había ninguna duda de
que era su hijo.
Me tensé cuando me abrazó porque estaba enojado, pero aún así le devolví
el abrazo porque se trataba de ella y era incapaz, todavía lo soy, de hacer
algo que la lastimara. Llevaba uno de sus tantos vestidos floreados para
andar en casa y el cabello castaño recogido en un moño. Claudia Johnson,
el apellido de su esposo, era hermosa, pero su belleza estaba manchada con
arrugas precoces y algunas canas.
—Lo llamé. Con todo por lo que estás pasando debido a la adolescencia
pensé que tener una figura paterna a la cual seguirle el paso sería bueno
para ti. Te quiero, Malcolm, y sé que eres un gran chico, pero estoy
preocupada por todas las llamadas de la escuela que recibo semanalmente.
No sabía qué más hacer cuando el director me dijo ayer que si recibías otra
sanción te expulsaría del equipo, así que busqué a tu hermano —dijo y
fruncí el ceño.
Rick era su marido y había sido un buen sujeto para tener de ejemplo
mientras crecía. La había tratado bien. Le había dado todo lo que podía
dentro de sus posibilidades. Me había querido aunque no fuera su hijo. Era
respetuoso y la hacía reír en lugar de llorar. Se habían ido de viaje algunas
veces, fruto de sus ahorros, y se apoyaban mutuamente.
—Rick es bueno, Malcolm, pero ambos sabemos que ser bueno a veces no
es suficiente. —Mis manos se cerraron en puños al oírla. Aún después de
tantos años y de todo lo que le hizo tenía la sospecha de que nunca olvidaría
a mi padre y de que este siempre sería el amor de su vida, no su marido—.
Tanner lleva tu sangre, hijo, y él más que nadie entiende lo que eso
significa. Conocerlo será bueno para ti —dijo apartando mi cabello de mi
rostro antes de echarse hacia atrás y sonreír hacia él—. Los dejaré a solas
para que hablen. Si necesitan algo solo deben llamarme. También hay más
galletas para ustedes en la cocina. —Nos miró con aire soñador—. Se
parecen mucho. Nadie sospecharía que vienen de dos madres diferentes. —
Se enfocó en Tanner—. Si mi hijo se parece a ti en unos años debería ser
modelo en lugar de futbolista. Eres un chico muy apuesto, como tu padre.
—Tu madre hace unas excelentes galletas —comentó cuando ocupé asiento
en el sofá frente a él, viéndolo masticar. No sabía qué me enojaba más, si
su aparición aquí luego de años o su actitud despreocupada y en control de
la situación. Debería estar tan incómodo como yo. No debería haber venido
en primer lugar, ni debería tratarme como si no hubiera llevado una vida
mejor que yo o con más posibilidades desde su nacimiento—. ¿Te sabes la
receta?
Negué.
Se encogió de hombros.
Me levanté.
—No eres nadie para hacerme regalos, Reed. Ni siquiera te conocía hasta
hoy.
Tragué.
—El hecho de que hayas ido a uno de mis partidos no quiere decir nada.
—El que hayas ido a todos mis partidos y te los hayas memorizado no
significa nada —corregí, preguntándome cómo es que no noté al sujeto
idéntico a mi padre en las gradas.
—¿Cómo demonios…?
No fue un golpe duro, ni siquiera dolió, pero me cerró la boca e hizo que
entrara en shock.
—Cuatro.
Asintió.
Gruñí.
Me golpeó de nuevo, esta vez más fuerte. Me giré para devolverle el golpe,
pero me detuve al recordar que lo necesitaba más de lo que me habría
gustado admitir.
Sabía que era X, pero siempre me distraía pesando en fútbol y escribía otras
cosas.
Lo demostró cuando uno de esos días salimos a la calle a jugar fútbol y una
de las vecinas de la calle en la que vivía lo miró de arriba abajo luego de
atajar el pase que le lancé.
Tenía un partido esa noche y cuando vio que por más que quisiera no podía
concentrarme en mi tarea, por primera vez propuso que hiciéramos algo
más a parte de estudiar. Me enseñó algunos trucos personales que no había
compartido con nadie más y que pensaba poner en práctica a partir de
ahora. Me acerqué para salvarlo de la situación, pero él lo manejó por sí
solo.
—Así es —respondió, congelándome—. Malcolm es mi hermano menor.
—dijo atrayéndome hacia sí y frotando mi cabeza con su puño, a lo que mi
cabello se despeinó. Incluso el sudor del bastardo olía bien: a antiséptico—
. Estoy ayudándolo a perfeccionar algunas jugadas.
Un aficionado al fútbol.
—¿Tanner Reed? ¿Eres el mariscal de los Longhorns? ¿El chico más joven
en ser proclamado capitán de una liga del equipo universitario? —Mi
hermano asintió, pero su cuerpo se tensó como si hubiera percibido una
amenaza mientras me dejaba ir—. ¿Podrías darme un autógrafo,
muchacho? En el futuro podría costar miles de dólares.
—¿Y a mí? —preguntó otro anciano con el que estaba bebiendo cerveza.
—¿Ah, sí? —preguntó Patrick como si no supiera que fuera el mariscal del
equipo local.
No era una petición, sino una orden o más bien una amenaza, y el viejo
hombre por primera vez me vio como algo más que el adolescente al que
le gritaba que no pisara su césped.
Ansioso por presentar mis exámenes y pasar con la mejor nota de todo el
salón.
Nunca me dijo cómo lo hizo, pero se tomó una pausa de tres semanas de la
universidad y de los Longhorns para quedarse en mi ciudad y asegurarse
de que entrara a la preparatoria. Durmió en un motel hasta que mamá y yo
nos dimos cuenta debido a las arrugas de su ropa y le ofrecimos una
habitación, así como también nuestra plancha para que dejara de temblar y
de alisar sin éxito la prenda ya que también nos habíamos percatado de su
TOC, lo cual también explicaba el por qué odiaba tanto el desorden o los
comportamientos impulsivos. Era un exceso del orden pero solo porque no
concebía la idea del mundo de otra forma. Cualquier cosa fuera de su lugar
le generaba una terrible ansiedad que manifestaba con ataques de ira y
palabras hirientes, casi como si no pudiera controlarlo.
Es mi hermano.
Capítulo 11
—Malcolm, soy la doctora Molly Torne, psiquiatra con más de veinte años
de experiencia, y estás aquí para buscar mejorar la manera en la que te
sientes y así tu rehabilitación, ¿podrías decirme cómo te sientes el día de
hoy? —pregunta para iniciar nuestra sesión.
Volviendo a mi sesión con la doctora Torne, han pasado cinco días desde
que estoy aquí. Por un lado lo odio durante cada segundo, extraño mi hogar
y a mi esposa, pero por otro no puedo evitar sentirme ligeramente aliviado
al encontrarme lejos de Texas. No habría forma de ignorar el fútbol en un
estado dónde todo gira a su alrededor. Literalmente no creo poder salir
nunca a las calles de casa sin que me reconozcan y me pregunten por mi
lesión o mi carrera de una manera más violenta a como lo hicieron cuando
veníamos en camino a Sun Valley.
—Bien —contesto
—Mi rehabilitación también va tan bien como puede ir, pero supongo que
eso lo sabe por los informes y que ahí puede hallar los suficientes detalles
que necesita.
El problema es mi brazo.
—No lo sé, pero estoy casado con la chica de mis sueños y ansioso por
hacerla una madre.
—Malcolm, soy la doctora Molly Torne, psiquiatra con más de veinte años
de experiencia, y estás aquí para buscar mejorar la manera en la que te
sientes y así tu rehabilitación, ¿podrías decirme cómo te sientes el día de
hoy? —pregunta para iniciar nuestra sesión.
Volviendo a mi sesión con la doctora Torne, han pasado cinco días desde
que estoy aquí. Por un lado lo odio durante cada segundo, extraño mi hogar
y a mi esposa, pero por otro no puedo evitar sentirme ligeramente aliviado
al encontrarme lejos de Texas. No habría forma de ignorar el fútbol en un
estado dónde todo gira a su alrededor. Literalmente no creo poder salir
nunca a las calles de casa sin que me reconozcan y me pregunten por mi
lesión o mi carrera de una manera más violenta a como lo hicieron cuando
veníamos en camino a Sun Valley.
—Mi rehabilitación también va tan bien como puede ir, pero supongo que
eso lo sabe por los informes y que ahí puede hallar los suficientes detalles
que necesita.
El problema es mi brazo.
—No lo sé, pero estoy casado con la chica de mis sueños y ansioso por
hacerla una madre.
Era la sonrisa más hermosa que hubiera visto en la vida, esta vez
avergonzada.
Ella soltó una risa suave, sin reconocerme como yo la había reconocido a
ella.
¿Realmente esperaba que lo hiciera? No, pero aún así no podía evitar sentir
decepción.
—Malcolm.
No Johnson, no Reed.
El hecho de que no le haya dado mi apellido tenía que ver con que nunca
me había sentido cómodo con ninguno, como si perteneciera a alguno de
ellos, ya que el primero lo obtuve gracias a la caridad del esposo de mi
madre. El segundo gracias a las ansias de mi hermano por destruir a nuestro
padre, la única venganza con la que he estado de acuerdo. La chica se
detuvo frente a mí y me tendió su mano para que la estrechara, pero la besé,
trayendo un brillo a sus ojos grises que envió una corriente eléctrica a través
de mi cuerpo.
No tenía nada que ver con las mujeres con las que había salido desde que
inicié en la NFL, las cuales a pesar de todos mis esfuerzos siempre estaban
más concentradas en mi cuenta bancaria que en mí o en mis sentimientos.
Las complacía, claro que sí, amaba hacer sonreír a una chica tanto como
amaba sumergirme en sus cuerpos y obtener placer, pero me sentía
extremadamente vacío después y al poco tiempo terminábamos siendo solo
amigos.
Había faltado a los ensayos de la boda porque tenía juego, así que nadie
entre los invitados importantes me vería hasta ahora. Mi padre y la madre
de Tanner probablemente se desmayarían al verme caminar por el pasillo,
pero no es como si a él le importara. Seguía sin entender por qué seguía
empeñado en hacerlos enojar con mi presencia cuando ya obtuvo todo lo
que quería, su control sobre Reed Imports, pero no iba a cuestionarlo.
Maldito tóxico.
No me sorprende.
Afirma.
—Sí, ¿tú el padrino que nunca apareció para los ensayos? —preguntó
mientras envolvía mi brazo con el suyo y nos dirigíamos a la puerta, la cual
se abrió antes de que pudiera responder para que una de las chicas que
organizaba la boda nos dijera que ya debíamos salir y caminar hacia el altar
porque la ceremonia ya iba a comenzar.
—Vamos —le dije tendiéndole mi brazo porque tenía miedo que con su
estado de embriaguez se cayera e hiciera un espectáculo para todos del cual
pudiera avergonzarse luego. Quería cuidarla. Quería ser quién la cuidara—
. A la mierda el protocolo.
Eso incluía a mi hermano, cuya piel estaba aún más pálida de lo normal.
Sus pupilas también estaban dilatadas con lo que supuse era ira por arruinar
su boda mientras nos veía caminar hacia él. Una vez Savannah se acomodó
en el lado en el que debía esperar a Pauline y yo me detuve junto a él, los
tres nos tensamos al oír al viejo sacerdote que habían contratado para esto
y que a penas se mantenía en pie debido a su avanzada edad empezar con
la ceremonia con voz cantarina.
No me caía muy bien Pauline, pero una novia el día de su boda simplemente
merecía más de lo que él estaba dándole. Más emoción. Más devoción.
Ella, en cambio, tomó el anillo y lo deslizó en su dedo con sus ojos
marrones llenas de sueños, esperanzas e ilusiones.
—Tanner, con este anillo te desposo y prometo amarte por siempre —dijo
haciendo que el rostro de mi hermano se contrajera, lo cual unió a una
sonrisa para que pasara desapercibido. Pauline vio de reojo a Savannah,
sonriéndole, sonrisa que ella le regresó de forma tensa, antes de ver de
nuevo a su marido—. Muchas gracias por hacerme la mujer más feliz del
mundo. No sabes cuán ansiosa estoy por empezar nuestra familia.
Capítulo 11.5
SAVANNAH
Mis ojos se llenan de lágrimas al recordar cómo han sido estos meses desde
la lesión. La persona cálida, vibrante y amorosa que era desapareció,
convirtiéndolo en un ser lleno de resentimiento, dolor e ira. Nunca cambió
conmigo, nunca dejó de ser un buen esposo y nunca me lastimó, pero
empezó a aferrarse a mí de una manera que me hizo sentir insegura e
insuficiente. Insegura porque no sabía qué hacer para hacerlo sentir mejor
e insuficiente porque a pesar de cuánto me ame o cuán feliz sea nuestro
matrimonio, no soy la NFL.
No soy un balón.
Su ceño se frunce.
*****
El viaje dura casi cuatro horas y salimos a las diez de la casa de Pauline
porque despedirnos de un niño tan adorable y hermoso como lo es Raze
siempre es difícil y su madre insistió en prepararnos el desayuno, así que
no me sorprendo cuando Tanner se detiene en Puerto Lacava para que
almorcemos. Nos dirigimos a un restaurante que busca en Google y al cual
las instrucciones del GPS nos lleva. Está frente a una lago artificial y posee
un área para comer en el interior de la construcción al estilo casa que tiene,
pero también otra en el exterior. Ocupamos una en el exterior. Llevo
vaqueros y una camiseta con el logo de Corpus Christi porque mi ropa de
viaje se terminó. Tanner un sencillo par de bermudas caqui y un polo
blanco, pero lo que llama la atención son sus gafas oscuras. Seguimos en
una región costera y hace extremadamente calor. Ambos pedimos ceviche
y otros platillos de mariscos.
—Exacto.
—Sav…
—¿Disculpa?
Afirmo.
algo?
Capítulo 11.6
SAVANNAH
Al parecer lo olvidaron.
*****
Por la vestimenta de Tanner supuse que iríamos a algún sitio, así que
seleccioné un vestido blanco manga larga del armario. Es ceñido, pero me
cubre hasta las rodillas. Lo combino con un blazer del mismo color y
tacones. Dejo mi cabello suelto y este se desliza sobre mi espalda con cada
paso que doy. Cuando llego al piso inferior se incorpora del sofá en el que
se encontraba esperándome. Él abre la puerta para mí. Me despido de Joyce
con la mano.
―Nos vemos más tarde ―me despido antes de salir del auto, consciente
de sus ojos en mí hasta que entro en su hotel, St. Regis, el cual es uno de
los más emblemáticos de la ciudad debido a su antigüedad. Sus finos
muebles de madera y terciopelo me dan la razón, al igual que sus lámparas
de gas y vieja, pero fina, decoración en las paredes. A penas coloco un pie
sobre sus elegantes pisos de madera una mujer de cabello negro y piel
extremadamente blanca se acerca, sus ojos grises de una tonalidad similar
a la mía―. ¿Hola?
―Hola, soy Rachel Van Allen ―se presenta apretando un portafolio contra
su pecho, un acento marcadamente británico en su voz―. Soy la persona
que el señor Reed contrató para la elaboración del evento. Tuvo suerte de
que me encontrara en su país. Tú debes ser Savannah Campbell, ¿no? Luces
igual a la chica de la foto que me dio para reconocerte.
No puedo evitar entrar en modo fangirl mientras camino con ella hacia uno
de los salones.
―Estoy segura de que esa no es la razón por la que derrocharía una fortuna
en vino.
La miro.
Es un niño hermoso.
Cuando lo veo solo puedo imaginar si así de bien, si así de cálido, sería mi
bebé.
Si puedo hacer algo tan bien a pesar de mis pecados, como Pauline.
―¿Cómo es que nuestra organizadora tiene acceso a lotes Van Allen sin
etiqueta?
Su frente se arruga.
―A conseguir dos cajas más de ese lote. Ningún hijo de puta además
Pero lo que más quiero en este mundo es que se quiera a sí mismo por
encima de mí, no tener el asfixiante poder de decir que puedo hacer con él
lo que quiera o que depende de mí. Soy una persona libre. Soy una persona
que toma sus propias decisiones y que no las toma por otros. Tanner se
tensa cuando rodeo su cuello con mis brazos y empiezo a mecerme al ritmo
de la canción, más perdida en el sabor y en el olor del vino que en la textura
de su camisa contra mi piel. Podría ser cualquier hombre consolándome en
este momento, pero cuando se acerco mi nariz a su pecho e inhalo su
característico aroma a limpio y detergente es innegable que se trata de mi
cuñado. Al alzar la vista hacia él descubro su rostro demasiado cerca del
mío y sus pupilas sumamente dilatadas. I had all and then most of you
Su nariz recta y un poco angulosa, pero también torcida. Las pecas sobre
su piel blanca. Sus ojos marrones. Sus pómulos altos. Sus labios finos. Sus
abundantes cejas gruesas y oscuras. Fácilmente podría confundirlo con su
hermano y más en la oscuridad. No ayuda el hecho de que las luces se
encuentren apagadas y lo único que nos alumbre sea el resplandor de un
faro que emite una luz circular en el centro de la pista.
No me queda de otra, así que rodeo su cuello con mis brazos. Quiero decirle
que se aleje, pero mis labios a penas se mueven y mi cuerpo se siente seguro
sobre el suyo. Después de tantos años aún sabe que no lo lastimará, no de
manera física. Estoy demasiado ebria, así que no protesto cuando me lleva
a su habitación y me deja en su cama. Tampoco cuando se deshace de mi
vestido lleno de vómito y quedo por unos segundos en ropa interior, lo que
a penas ve debido a que me cubre con su manta demasiado rápido antes de
apagar la luz.
Estoy más dormida que despierta, pero siento sus dedos deslizar mi cabello
fuera de mi frente y escucho su voz, solo que al día siguiente soy yo quién
lo olvida.
Tras decir esto lo siento acomodarse a mi lado y luego soy arrastrada hacia
su pecho.
―Lo sé. Aunque me duela como una mierda cada día desde que te casaste
con él, lo sé.
Capítulo 11.7
SAVANNAH
—¿Qué hora es? —pregunto llevando mis ojos hacia la pared al darme
cuenta de que su camisa se encuentra desabotonada, por lo que su pecho
está a la vista.
Mis dientes se aprietan fuertemente entre sí, chirriando, ante esa incómoda
y estúpida palabra saliendo de su boca. Cuñada. Nunca debió haber tenido
derecho a llamarme así. No cuando estuve en su cama antes que en la de
mi esposo, pero en dicho caso yo tampoco tenía derecho a meterme con su
hermano. Las cosas se dieron de la manera incorrecta.
—¿Cómo puedes saber que son la mejor opción del menú si solo has estado
aquí dos días? — pregunto y me mira fijamente, a lo que mi agarre sobre
la manta que mantengo presionada contra mi cuerpo se aprieta debido a que
los años han pasado y su mirada sigue siendo intensa. Si estando con ropa
hace sentir a una persona expuesta, el hecho de que no lleve nada encima
no es favorecedor. Como si me leyera la mente, una sonrisa pequeña hace
curvar sus labios y se dirige al armario. Me arroja una de sus camisas, la
cual cae en el suelo porque no la atajo, y se gira—. ¿Pretendes que me
desnude en esta habitación? ¿Contigo?
Su confianza.
El amor pudo haber desaparecido, pero sé que nunca me hará algo como
eso.
—Sí.
Niega.
—Tuve que enviarla a la lavandería anoche. No creo que esté lista todavía.
—No. Son pocos los hoteles que ofrecen ese servicio. Créeme, he
preguntado mucho por él y al final opté por una plancha portátil. —Se
levanta—. ¿Te darás un baño?
Niego.
—No aquí.
—No creo que te dé tiempo de regresar a casa y cambiarte —dice tras darse
la vuelta y empezar a caminar hacia el baño, dándome la espalda.
—Ya entiendo por qué el señor Reed pidió tanta comida. Hay otra persona
en la habitación.—Su ceño se frunce y su voz se torna desagradable—. No
se registró anoche.
*****
—Señora Reed —dice con voz cantarina que contrasta con su apariencia
sofisticada. Esta es un poco grave, pero no le presto atención. Es hermosa
y es ella—. Mi nombre es Eddie. He estado esperando por usted toda la
mañana, pero en recepción me dijeron que probablemente despertaría tarde.
—¿Ha probado alguna vez el vino Van Allen? —pregunto mirando algunas
prendas, lo cual la hace reír.
—Sí y eso explica su retraso. —Me mira—. Todo lo que ve ha sido elegido
de acuerdo a sus gustos, los cuales son tan buenos al momento de elegir
ropa como al momento de elegir qué beber. — Señala varias fotos de mí
sobre una mesita de madera en la que me veo con varios outfits que
provienen de revistas de farándula—. Tras un rápido estudio de lo que
normalmente usaría y las indicaciones del señor Reed llenamos esta
habitación con todo lo que había en nuestra Boutique que podría gustarle.
Siempre es bueno tener motivos que me recuerden por qué no seguí allí.
Preparada para oírle que era como una prostituta asistiendo a la Met Gala,
me sorprendo cuando saga su teléfono de su bolsillo y hurga en él hasta
encontrar el mensaje que quiere leer.
—Suficiente —la corto con voz ronca—. ¿Qué hay de esos tres vestidos de
allá?
Están en perchas, así que no los puedo ver del todo hasta que los tome, pero
sus laterales son preciosos.
Sonríe.
—Puede tomar lo que quiera. Todos los gastos entrarán dentro de la cuenta
del señor Reed.
Niego.
—Todos los gastos los cubriré yo, no él. En un momento te daré los datos
de mi tarjeta de crédito.
El dinero no me impresiona.
Porque si veré ese brillo arrogante en sus ojos, espero que valga la pena.
Capítulo 11.8
SAVANNAH
Tiene dos copas con nuestro vino favorito, su orgullo actual debido a que
convenció a la familia de Rachel de venderle algunas cajas de botellas de
su reserva sin nombre mientras su cliente se decidía. Esto descompletaba
su pedido, pero Tanner les hizo saber que las compraría todas al mismo
precio en el caso de que no las quisieran debido a ello. Acepto la copa de
cristal y contemplo a todos al igual que él. Los invitados están participando
en los juegos, como póquer y bingo, y también depositan cheques en un
buzón para el retiro de Malcolm sin que tengamos que presionar en lo
absoluto.
Me mira con el ceño fruncido, pero sigo mirando hacia los invitados.
Afirmo.
—Sí.
—Malcolm ganó dos Super Bowl, los Kings no son nada sin él y de no ser
por esa estúpida lesión habría entrado en los Cowboys y en el salón de la
fama, ¿cómo podría estar decepcionado de él?
—El miércoles.
—Ahí estaré.
—Ilustráme.
—Quiero cumplir mis sueños más que nadie en el mundo, pero no quiero
cumplirlos lastimando o perdiendo a alguien que amo en el proceso. No lo
estoy rechazando por Malcolm. Lo estoy rechazando porque cuando me
casé con tu hermano asumí el compromiso de nunca herirlo. Eso sucedió
antes de recibir la propuesta de Reed Imports. La Savannah que conocías,
la profesional y soltera, podría haber aceptado, pero la Savannah que
también es esposa no se irá a pasar incontables horas encerrada en un
habitación con su ex si puede evitarlo. Por más que Malcolm confíe en mí,
sé que en su lugar yo no estaría muy feliz. —Me detengo porque no ha
descendido conmigo y tengo otras cosas más que decirle y que necesita
oír—. No soy una rosa con espinas. Amar no debe doler. Así como nunca
estaré en la posición en la que me pusiste alguna vez de nuevo, no pondré
a otra persona allí.
Me alcanza, así que debo girarme hacia él para que nuestros ojos se
conecten.
—No lo escogí yo, lo escogió Eddie. Me dijo que la decisión del vestido
podría ayudarlo a conservar su trabajo y le permití tomarla por mí —le
digo, retrocediendo—. Y no, Tanner, gracias. No estoy de ánimos para
bailar. Mi esposo, tu hermano, se encuentra con el brazo y el corazón roto
a kilómetros de distancia. No se sentiría correcto que me divirtiera sin él.
Lo de anoche fue mi despecho, mi dolor, llevándome a beber botellas y
botellas de vino, pero tú y yo estamos lejos de ser amigos. ¿La persona con
la que podías hablar libremente de cualquier cosa? Eso también lo perdiste,
así que recuerda que tu lugar ahora es como mi cuñado y nada más porque
de no ser por el vínculo sanguíneo que tienes con él no me habrías visto
nunca más tras salir de ese ático. —Le doy mi copa vacía, la cual toma sin
ningún tipo de expresión o sentimiento en su rostro—. Volviendo al
presente y a lo que nos interesa, tienes razón con respecto a los invitados.
Iré a saludar. Puedes hacer lo mismo por tu cuenta si quieres.
Lo superé.
Lo perdoné.
*****
—Ese era el último, ¿no es así? —Su esposa asiente y lo rodea con sus
brazos cuando se inclina hacia abajo para besar la cima de su cabeza. Son
asquerosamente adorables y británicos. Su relación me recuerdan un poco
a Lorraine y Ed Warren—. ¿Podemos ir a dormir ya, florecita?
Rachel se gira entre sus brazos y presiona sus labios sobre los suyos.
—Está bien. Solo dame unos minutos. —Nathan la besa una última vez
antes de caminar hacia el interior del hotel. Rachel, entallada en un vestido
brillante plateado, gira el rostro hacia mí luego de verlo entrar en una
ascensor—. No tienes que preocuparte por recoger el desastre. Para eso
contrato a alguien. —Sonrío—. Quería disculparme por la confusión de
haber llamado a tu cuñado tu esposo. Investigué un poco más al repasar la
lista de invitados y me di cuenta de que estás casada con Malcolm.
Niego.
—No te preocupes. Son muy parecidos, además. Una vez yo misma los
confundí.
—¿En serio?
Rachel separa los labios para continuar con nuestra conversación, pero
ambas nos giramos al escuchar pasos acercándose. Tanner sale del hotel
sin ningún tipo de emoción en el rostro. Mira de un lado a otro hasta que
finalmente sus ojos negros se posan en nosotras. Rachel se separa de mí y
camina hacia dónde él se encuentra para regresar al interior del hotel.
Tanner afirma.
—Ahí estaré.
Los miércoles cada dos semanas en Sun Valley se reciben visitas. Esto es
feliz para algunos, pero no para todos. Hay un grupo de pacientes que ve la
llegada de sus familiares con globos y comida casera para hacer un picnic
en el jardín, pero otro que se limita a ver cómo estos se reúnen. No
pertenezco a ninguno de ellos. La única persona que espero ver aquí es
Savannah y ella tarda en llegar. Creí que sería la primera persona en
aparecer cuando la puerta de mi habitación, de dónde no salgo a menos que
sea necesario, se abriera, pero la primera vez que lo hace se trata de una
enfermera que el doctor Callaghan envía cada día para asegurarse de que
esté tomando mi medicina.
Estará aquí.
Si no es así nada de lo que estoy haciendo aquí tiene sentido. Estoy en este
sitio para ser un hombre con piezas rotas, pero juntas, para nuestro futuro.
Sin ese futuro ya no me queda nada más.
Ella sonríe.
—Por supuesto que sí, señor Reed. Todo lo que sea para quién trajo dos
Super Bowls a Texas.
Su ceño se frunce.
Eso lo creo. En Sun Valley solo hay comida saludable para que los atletas
no pierdan su forma.
Es decir, para que no se conviertan en mí los primeros días que llegué aquí.
Gracias a los tés de Casper, a sus entrenamientos de yoga y a la cinta de
correr he logrado perder la mitad del peso que subí, pero necesito ganar
músculo y perder la otra mitad. También ahora tengo una barba más
prominente.
—Gracias, Holly.
¿Qué demonios?
—Hermano —saluda con acento alemán y no hay nada que pueda decirle.
Cumplí todos mis objetivos antes de los treinta, menos pertenecer a los
Cowboys, y ahora me siento como mi brazo. Inútil. Sin metas. Como si ya
no hubiera nada más en este mundo para mí a parte de Savannah y nuestra
familia, el cual es el sitio hacia el que se dirigen todas mis esperanzas.
—¿Por qué?
—Tu psiquiatra decidió que era mejor que lidiaras con una sola visita a la
vez.
—No veo por qué Savannah tomaría esa decisión cuando había prometido
estar aquí hoy.
—Ella estuvo aquí hoy, cumplió con su promesa, pero tu psiquiatra nos
dijo…
—¿Cómo?
—¿Cerrando grandes tratos con trasnacionales para importar sus
productos? ¿Abasteciendo el mercado? ¿Amasando una fortuna que hará
que los nietos de mis bisnietos vayan a buenas escuelas?
—Creo que son ellos quiénes están equivocados, no yo, pero estamos en el
siglo veintiuno y supongo que debo aceptar su opinión. —Mis cejas se
alzan cuando palmea mi espalda—. Vamos.
—¿A dónde?
Recoge el balón del suelo y me lo arroja de nuevo, esta vez más fuerte.
Vuelvo a atajarlo.
Ninguno de ellos nos dice nada a pesar del alboroto, lo que me confirma
que mi hermano mayor sí los intimidó como dice que lo hizo. A pesar de
que la molestia de no ver a Sav hasta dentro de dos semanas no se va a
ningún sitio, estoy demasiado emocionado como para prestarle atención.
*****
Cuando intento mover el brazo derecho este duele. También luce hinchado
por todo el esfuerzo.
¿A quién le interesa?
No tengo una memoria tan buena como la suya, así que no fui capaz de
memorizar todos ellos, pero estoy seguro de que el lanzamiento cincuenta
y dos fue el que le dio en la cabeza a uno de los pacientes que paseaba
tranquilamente por el lago con su esposa y sus hijos y lo dejó inconsciente.
—El número cincuenta y dos es otra razón por la que seguiré sin unirme a
los demás para el desayuno.
Se levanta tras oírme y se acerca a la orilla del lago, dónde se arrodilla para
tomar un poco de agua y limpiar su rostro. Mientras lo está aseando,
frotándolo, me dirige una mirada conocedora.
—Yo creo que sigues sin unirte a ellos porque no te has resignado a ser
como ellos. Ese es el por qué no denunciaste a los Kings o a los jugadores
de los Cowboys a penas pudiste, ¿no es así? Todavía no pierdes las
esperanzas de regresar, así que no quieres que te entierren y eso es lo que
una demanda haría. Lo analicé y es la única razón sensata que se me ocurre.
Eres testarudo, pero no eres estúpido. —Me quedo en silencio, pero todo
mi cuerpo empieza a temblar. Sus palabras me hacen sentir tan expuesto
como el nervio de un diente contra un hielo. Guardo silencio. Esto es algo
que ni siquiera he hablado con Savannah porque no estoy listo para tocar
el tema de que prefiero irme como una leyenda que ganó su último partido
a como un problema de la industria deportiva que dejaron en el olvido. Con
un buen representante y hablando cordialmente con los Kings
probablemente entre en el salón de la fama, otra de mis metas sin cumplir.
Para ello amerito que nadie sea molestado o amenazado—. Malcolm…. —
Empieza a usar ese estúpido tono de voz y me levanto, pero me retiene en
el césped de una forma estúpida. Se posiciona sobre mí y me inmoviliza
como si hubiéramos practicado lucha libre en lugar de fútbol americano
toda la vida. Me remuevo, de nuevo esa oleada de esa rabia descontrolada
llenándome, porque él es Don Perfecto, consiguió todo lo que tiene en esta
vida sin ningún esfuerzo, y yo soy su sombra—. Tengo planes para ti —
intenta convencerme de manera suave—. Olvida mis malditos mensajes,
estaba enojado. No serás ningún chico del café. Serás mi mano derecha. Si
necesitas estar en la silla más alta para no volver a hacer lo que hiciste,
puedes ser el puto presidente. Te entrenaré. Serás el rostro de la empresa,
porque sabes cuánto odio interactuar con otras personas, y yo seré el
cerebro. No estarás debajo de mí nunca más. Lo juro. Incluso podemos
extender el programa de becas a la parte deportiva. Puedes convertirte en
representante de chicos que lo necesiten y de esa manera no perderías tu
vínculo con ese deporte infernal que convirtió a la persona más noble de
mi familia en esto. ¿Crees que Savannah estará feliz de vivir con esto? ¿Tus
hijos? Si vas a reaccionar así cada vez que sientas el huracán, mejor no
tengas una familia o le harás lo mismo a tus hijos que a nosotros nos
hicieron. —Los sentimientos dentro de mí se convierten en algo más
oscuro, más asesino, cuando menciona a Savannah y me recuerda que lo
poco que tengo lo tengo porque se lo robé en un descuido. Soy un ladrón,
le robé a mi hermano en su momento más vulnerable, y no soy capaz de
decirlo en voz alta. No soy capaz de soltarlo porque mi esposa, su ex mujer,
es la chica de mis sueños, no la suya—. Mierda —sisea cuando estampo su
nariz contra mi frente—. ¡Mierda! —grita conteniéndome con más fuerza,
pero solo sé que necesito salir de aquí y necesito estar lejos de él.
O necesito matarlo y acabar con este fuego que llevo dentro de una vez por
todas.
Consigo liberar mi brazo derecho, sobre el cual emplea menos fuerza que
el izquierdo, y golpearlo en la cara. Más que doler le toma por sorpresa y
cae a mi lado ya que apunté directamente hacia su nariz, pero eso no es
suficiente. Las lágrimas se deslizan por mi rostro mientras sucumbo a la
tentación de golpearlo hasta que la sangre salpica mi puño y deja de luchar,
pero sus ojos continúan abiertos y se llenan de una emoción, mitad
preocupación, mitad dolor, cuando se percata de que mi herida se ha
reabierto de nuevo ya que todavía no ha terminado de cicatrizar, de nuevo,
y quizás desplacé o moví uno de los elementos dentro de mi extremidad.
Me detengo al ver el escenario que ofrece y me separo abruptamente de él,
arrodillándome y teniendo solo ojos para el horror ante mí.
Pero niego.
Ya no es si volveré a jugar o no.
Está medio deforme por la sangre, mía y suya, y aún así una cálida
seguridad que no sentí al momento de mi lesión me envuelvo cuando lo
veo. Ambos somos esclavos de eso.
Presiono mi frente contra su pecho y aprieto mis dientes juntos cada vez
que mi brazo malo se mueve por accidente, lo que hace gemir a Casper.
Antes de que entremos en el complejo, alarmando a todos, escucho esa
tierna voz haciendo eco en todos los parlantes de Sun Valley.
Es dulce, como una cantante country, e inocente..
—Con todo el líquido que está perdiendo su brazo estará muerto para
cuando llegue.
—Todo estará bien —dice la misma voz de forma aún más temblorosa—.
¡Bisturí, por favor!
Capítulo 13
Estoy atado.
—¿Mamá?
Demasiado cansado como para discutir con él, mis ojos viajan a los
marrones de mi madre. Los años no han pasado para ella. Su tez bronceada
es reluciente, su cabello oscuro y rizado enmarca su rostro sin ni siquiera
una cana y solo tiene arrugas alrededor de los ojos, las cuales son el único
factor que impide que no se vea como de veinte. En este momento lleva un
vestido manga larga color amarillo que compró en algún boulevard con el
que antes, cuando vivíamos en ese feo barrio de Houston, solo podía soñar,
pero cuando firmé mi primer contrato le di todo lo que siempre mereció y
mi padre nunca le dio.
Un trono.
Un castillo.
Una corona.
—No. Fue la primera medida de este sitio con la que estuve de acuerdo. —
Me da un golpecito en la cabeza, la cual se encuentra presionada contra el
colchón por una correa sobre mi frente—. Pero eso te lo explicará mejor el
doctor Callaghan. —Su expresión se vuelve cansada. Es entonces cuando
me enfoco en los moratones y en las marcas en su rostro. En la sangre sobre
su camisa y su chaqueta de los Kings—. ¿Tuviste algún sueño mientras
estabas bajo el efecto de la anestesia, chico?
Mi frente se frunce.
Mamá se ríe. Tanner hace lo mismo. Quiero sonreír, pero más quiero
fastidiarme.
Debería odiarlo por ello, pero a la vez no puedo evitar apreciarlo por ser la
primera persona que no me trata como si fuera a derrumbarme al más
mínimo toque.
Debí haberle dicho quién era el que le dedicaría cada uno de sus
touchdowns por la eternidad.
Sav sonríe al separarse de mí, pero sus ojos no contienen ningún tipo de
humor.
—No, Malcolm, de esta forma no. —Señala hacia afuera—. Iré a buscar a
la enfermera para que te desate y puedas comer e ir al baño. No sé si me
sentiría más cómoda sabiendo que esto es solo para darte una lección o con
la certeza de que de esta manera no volverás a dañar tu brazo.
Sav alisa mi cabello hacia atrás con cariño. Hace ademán de salir, pero
Tanner se acerca y presiona algunos botones a un lateral de la cama,
elevándome hasta que quedo en una posición sentada.
Mi esposa no se quiere ir, lo veo en sus ojos grises, pero intento transmitirle
con mi mirada que está bien. Yo lo ocasioné al dejarme llevar por el
demonio que habita en mi interior. Necesito controlarlo o esto seguirá
pasando y con ello no me refiero solamente a seguir arruinando mi brazo.
Él asiente.
Todo mi cuerpo se tensa ante el marcado acento alemán en su voz, aún más
potente que el de su hijo mayor. Wagner sonríe cuando mis ojos se enfocan
en los suyos, una sonrisa áspera y cínica, y deseo poder estar desatado para
borrarla de su cara. Es a él a quién debí haber atacado, no a Tanner. Perdió
su compañía, pero no está precisamente en la calle. Tiene el suficiente
dinero como para vestirse y lucir como si todavía la tuviera. Mi mandíbula
se aprieta cuando presiona mi tobillo con su mano.
—Hijo —dice—. Vi que te lesionaste, pero no fue hasta hace unos días que
supe dónde estabas y ayer fue que me concedieron venir. Lo primero que
hice fue tomar un avión hasta aquí. —No respondo. Su voz y la manera en
la que se ve, como si toda la vida hubiera estado bajo mi cuidado, me tiene
indignado y furibundo. Al crecer solo tuve una figura paterna real y no es
él—. No me extraña que Tanner te haya ocultado aquí de mí, al igual que
no me extrañó que te pusiera en mi contra solo para quitarme la empresa
que por derecho me corresponde a mí manejar. Tristemente todavía no eres
capaz de abrir los ojos y darte cuenta de que tu hermanastro solo te quiere
para eso. —Trago. Su sonrisa solo crece ante mi falta de respuesta. Se
sienta en la esquina de mi cama. Mi ira crece y el hecho de no poder
moverme me llena de impotencia—. Pero no estoy aquí para discutir este
tema, por más atractivo que suene o por más que desee hacerte entrar en
razón desde que firmaste ese estúpido documento de sucesión que mi padre
dejó para joderme la existencia incluso después de muerto.
—¿Entonces por qué demonios estás aquí? —pregunta otra voz igual de
odiosa desde la entrada.
Tanner.
Mi chica alza la barbilla, tal vez para protestar, pero ve hacia mí y asiento.
Sabe que lo menos que quiero es que mi madre, quién no me sorprendería
que siguiera enamorada del idiota, esté cerca de él. Savannah toma el brazo
de Claudia y le sonríe, llevándosela lejos a pesar de la mirada de protesta
en los ojos de mamá. Mis dientes se aprietan cuando me doy cuenta de que
Wagner también la está viendo. Una vez desaparecen y Tanner cierra la
puerta tras de sí, gira su rostro hacia mí.
—Tu madre se ve aún mejor de cómo lucía hace veinte años. Con más
clase. Quizás pida su número. —Quizás yo te rompa ambos brazos si se lo
pides —responde Tanner posicionándose junto a él, a lo que el rostro de
Wagner se crispa. Es evidente que no soporta al que se supone que es su
hijo pródigo. La cosa es que aunque haya llevado su apellido desde su
nacimiento, dudo que alguna vez lo haya querido como un padre debería
querer a su hijo. A mí menos—. ¿Qué haces aquí, Wagner?
Afirmo.
Mi frente se arruga.
Ni muerto me quedo a solas con este psicópata que piensa que todavía
puedo creer que tiene algunas buenas intenciones. Tras oírme Wagner Reed
se levanta y hurga en el interior del bolsillo delantero de su chaleco azul
marino. Me tenso cuando saca un cheque con una cantidad que ni siquiera
leo.
—Estoy aquí para saber cómo estás, por supuesto, y para entregar
personalmente mi donativo a la causa. —Mira a Tanner, quién ha
palidecido.. Ríe cuando un sepulcral silencio se adueña de la habitación.
Yo no entiendo de qué habla y mi hermano está en un extraño silencio que
no es para nada característico de él, así que no puedo evitar pensar que algo
sucede—. El viaje valió la pena.
Miro a Tanner.
—Por esto es que nunca serás más que su sombra, ¿crees que él te apoyaría
si fueras tú quién lo hubiera traicionado? —pregunta y guardo silencio,
indispuesto a hablar con ninguno de ellos.
Capítulo 14
Me levanto.
El karma existe.
—Creo que he cambiado de opinión —le digo a Casper, girándome, quién
deja de hurgar en el interior de mi refrigerador para verme—. Ha llegado
la hora de que conozca a los demás.
*****
Me empuja hacia una mesa con un hombre con todo el perfil de ser un
veterano de guerra y esa la razón por la que perdió uno de sus brazos, una
niña de trece con una bota negra en la pierna, un chico adolescente sin
heridas visibles y una mujer regordeta con cabello gris y la mano derecha
inmóvil en el interior de una férula.
No estoy seguro sobre encajar con ellos, pero Edward está sentado con los
sujetos que lucen como jugadores de fútbol, béisbol y baloncesto con los
que solía interactuar en fiestas alrededor de todo Estados Unidos. Cuando
empiezo a identificar a alguno de ellos, un tipo señala en mi dirección y el
jugador de mi ex equipo dice algo que los hace reír y a mí apretar los
dientes. Al darme la vuelta para empezar a caminar en su dirección y
preguntarle qué demonios le sucede, Casper se interpone en mi camino y
niega con vehemencia con la cabeza.
—Eres Malcolm Reed. Ganaste dos Super Bowl prácticamente por ti solo.
Esos idiotas no te llegan a los talones, así que no te rebajes a ellos. Eso es
lo que quieren para poder contar una historia a los medios amarillistas a
penas salgan de aquí. —Tomo una honda bocanada de aire—. ¿No lo ves?
Están acabados. Son conscientes de que así completen con su terapia y
mejoren no tendrán ninguna posibilidad de hacer historia al salir de aquí.
Retrocedo.
Están acabados.
—Tú ya hiciste historia, Mal —dice, pero ya es muy tarde para adornar la
mierda de la que soy consciente.
Niego.
—De todo un poco, pero te sorprenderé con algo que pueda gustarte —
responde dándose la vuelta—. Por favor, no te metas en problemas mientras
no estoy. Una intervención más y serás similar a los dibujos de palo que
hacen los niños en el lado derecho superior de tu cuerpo.
Necesitarás otro terapeuta porque me niego a ver eso.
—Así que los rumores son ciertos y tenemos a Malcolm Reed, una estrella
de la NFL, con nosotros. Mi padre no me creería que estoy compartiendo
uno de los grandes —completa la chica viéndome como si todavía no
pudiera creer que estoy frente a ella—. Bienvenido. Eres el nuevo
integrante a la peor mesa de todo este lugar. Somos los perdedores de los
perdedores. —Posiciona su pie sobre la mesa, haciendo que sus
compañeros jadeen con disgusto ante su atrevimiento. La curvatura de mis
labios se vuelve real hasta que se retira la bota y su media, revelando un
pie desnudo con una fuerte infección en los dedos y múltiples heridas que
parecen malformaciones debido a la forma en la que se han acumulando
una sobre otra—. Soy Alice, soy bailarina de Ballet y esta es la segunda
vez que estoy aquí este año. Cuando salga lo haré como nueva y volveré a
los escenarios de Chicago.
—Donna. —Me giro hacia la mujer con la férula—. Túnel del Carpio. —
La agita—. Soy profesora.
Separo los labios para pedir una mejor explicación sobre eso, pero la chica
interrumpe.
Lo observo fijamente.
Niego.
Le sonrío, viendo por el rabillo del ojo cómo Casper se acerca con mi
comida.
—Eres tan atractivo. —Me tenso cuando desliza sus dedos por mi brazo—
. ¿Sabes? Siempre me han gustado los hombres que no se cuidan demasiado
a pesar de que practiquen un deporte.
Dejo escapar una sibilante risa que alumbra sus ojos con mirada
adolescente y risueña.
—Oh, lo somos —dice el asiático—. Pero estamos bien con eso. Como
dijimos, estamos aquí por el jacuzzi y los cócteles sin alcohol, pero con otra
sustancia que todavía no identificamos que nos pone a volar aún más
rápido.
El chico niega.
Stuart separa los labios para decirle algo no tan agradable, pero se detiene
al percibir el movimiento de alguien acercándose a nosotros. Me tenso al
reconocer a Edward al girarme, quién cojea hacia mí. Casper se detuvo
debido a que un par de chicas lo interceptaron. Intento que se dé cuenta de
lo que sucede porque no quiero ocasionarle más problemas o al doctor
Callaghan, pero ellas bloquean por completo su campo de visión. Mis
dientes se aprietan cuando Thompson deja caer su bandeja
estruendosamente junto a mí y mis compañeros se estremecen. Mi cuerpo
entero se tensa cuando pasa un brazo por encima de mis hombros.
—Reed, qué sorpresa que aquí seas un don nadie. —Hace una mueca—.
En realidad no. Sin tu brazo no eres del agrado de nadie. Siempre te faltó
mucha personalidad. Solo eras un chico de fútbol cualquiera. Un chico
simple de un barrio simple con un sueño simple que se hizo añicos de forma
muy…. Simple.
—¿Un chico de fútbol cualquiera que trajo dos Súper Bowls a su estado?
—pregunta Raiden, haciendo que Edward aparte sus odiosos ojos verdes
de los míos y los enfoque en él—. Yo creo que no.
Edward se levanta.
Va por la camisa del uniforme de Raiden sin esperar que este responda, a
lo que instintivamente me pongo de pie para evitar que le hagan daño por
mi culpa y pongo mi brazo sobre el suyo. A penas toco a mi ex compañero
de equipo, este salta sobre mí y me envía al suelo. La cafetería se sume en
silencio cuando alza su brazo para golpearme, pero el impacto nunca llega.
Casper lo impide cerrando su mano sobre su puño con una expresión en el
rostro que nunca creí ver en él: esta está furiosa y completamente llena de
ira.
—Casper…
******
Nunca había visto a alguien con tan buena energía, como un rayo de sol.
El doctor Callaghan dijo que fue una de las mejores figuras del patinaje
artístico de USA.
Está en una silla de ruedas ahora y aún así encontró la manera de dejar una
huella ayudando a otros.
robarte un paciente, Joseph? Niega, alzando sus manos con una sonrisa
—Esta vez no. Reed es todo tuyo. —Se inclina sobre mí antes de irse—. Si
arruinas esto, hijo, ya no solo habré perdido la esperanza en ti como
paciente, sino también como hombre. La doctora Taylor está reservada para
casos especiales debido a cuán especial es. Si no eres capaz de sanar con
su magia, no creo que lo hagas nunca.
Es demasiado.
Leyendo mis ojos, sonríe y sale del salón.
—Joseph me advirtió sobre ti. Si piensas que porque estoy así me dejaré
llevar por ese rostro y ese encanto texano, estás equivocado. —Le da unos
golpecitos a la camilla, girándose para tomar un par de tijeras de acero
inoxidable. Su voz es tan dulce que a penas le presto atención al regaño.
Me siento donde dice y extiendo mi yeso, apreciando la manera en la que
lo corta y libera mi brazo. Debe moverse sobre mí para alcanzarlo, pero lo
hace con tanta agilidad que solo puedo pensar en ella como un médico
convencional y sin discapacidades. Una vez libera mi brazo y ambos
contemplamos las horribles cicatrices que lo recorren, alza la vista hacia
mí—. No está tan mal. Todavía podrías tener una cita con una camisa
manga larga con tu esposa. —Le devuelvo la sonrisa dado que la suya es
tan brillante y esperanzadora—. Empezaré a moverlo y me dirás cuándo
duele, ¿está bien? —Asiento y lo rota. Al no recibir respuesta de mi parte
lo flexiona hacia arriba—. ¿Malcolm? —Lo deja caer—. Esto no va a
funcionar si no eres sincero conmigo. He pasado por lo mismo que tú. Sé
cuánto duele.
Ya no siento nada.
Capítulo 15
—No duele lo suficiente como para decir que sea una molestia.
Me mira como si no comprendiera mi respuesta.
—¿Siete?
—¿Entonces por qué me dijiste que no sentías nada la primera vez que lo
moví?
—La vi cuando vino a visitarte. Pensó que era uno de los pacientes y
arrastró mi silla, pero cuando le aclaré que estaba bien sin su ayuda solo se
dio media vuelta y se fue. Creo que estaba avergonzada. Fue bastante dulce
de su parte, sin embargo. —Una expresión afligida inunda su rostro—. Es
una pena. Me habría gustado hablar con ella y preguntarle qué marca de
shampoo usa. Ese cabello negro y largo...
—Sí —admite con un sonrojo—. Era yo. A veces me gusta evaluar a los
pacientes del complejo sean míos o no. Callaghan y yo solemos discutir
nuestros casos para hacer intercambios de opiniones. Tú eres uno del cual
constantemente hablamos. —Mira hacia sus piernas antes de volver a
enfocar sus ojos marrones en mí—. Las cámaras de seguridad son la mejor
manera de hacerlo en mi caso y es mucho más rápido para mí pasar de un
paciente a otro de esa manera. Lo siento mucho si te incomodé.
Sacudo mi cabeza.
Hablar con la doctora Taylor es como tener a la mano un arma de doble
filo. No quiero decir nada que la haga sentir mal porque no soy ese tipo de
hombre. No me gusta herir a las mujeres. Recordar esto me lleva a pensar
en Sav, lo que justamente estaba evitando, quién se fue prácticamente
llorando cuando impedí que entraran en mi habitación tras la partida de mi
hermanastro y de mi padre. Porque no me gusta ser el imbécil que las hace
llorar es que no le he dirigido la palabra a mi esposa, quién ya ha llorado lo
suficiente.
Estaba, estoy, tan enojado con ella por aliarse con mi hermano, el que no
solo es su ex, sino que también tiene la amarga costumbre de imponerme
lo que cree que es mejor o no para mí, e ir tras mis intereses a mis espaldas
que no sé qué habría podido decir al respecto, lo cual la habría lastimado.
Después de todo lo que ha hecho por mí y de lo que dejó de lado para
enfocarse en mi recuperación tras la lesión, no lo merece.
Nadie.
—Lo siento. No quise llamarte acosadora. En realidad la primera vez que
me hablaste por los parlantes me hiciste sentir mejor y la segunda
técnicamente salvaste mi brazo, entonces no es como si me pudiera quejar
al respecto. Fue una suerte que me hablaras. —Mi pecho desciende con
alivio al ver una pequeña sonrisa adornando su rostro con un leve toque de
pecas, como si hubieran espolvoreado canela sobre él. Su nariz es pequeña
y graciosa y sus labios son gruesos, pero con forma de corazón. Es como
una muñeca—. Creo recordar que antes de entrar en quirófano mi hermano
mayor tuvo una actitud equivocada hacia tu discapacidad. Me disculpo por
eso. Es un idiota sin remedio.
Maldita sea.
Niega.
—Tacto —pronuncio cada vez que lo siento, sin decirle si es frío o cálido.
Trago.
Afirmo.
—Aquí estaré.
—Al principio me sentía incómoda dando esta charla, pero tras atender a
varios pacientes me di cuenta de que el momento siempre venía y que mi
historia los motivaba, así que ahora lo hago a penas enfocan su atención en
esa foto. No te voy a mentir, el proceso fue difícil. La Grace Taylor
patinadora murió cuando me lesioné y la Doctora Taylor ocupó su puesto.
No somos la misma persona, Malcolm, y está bien convertirte en algo más.
Todos evolucionamos en base a lo que vivimos. Yo viví la pérdida de lo
que más amaba hacer. —Saca un álbum de fotos y me lo enseña. Me enseña
todas las fotos de ella patinando, haciendo giros sobre el hielo y con
medallas colgando de su cuello. Ambas versiones de ella, la patinadora y
la doctora, son impresionantes. Cuando termina alza su rostro hacia mí y
nuestras miradas se conectan de nuevo, lo cual se ve roto cuando saca un
montón de recortes de periódico del mismo cajón del que sacó su álbum.
Son noticias de medios amarillistas sobre su accidente y ni siquiera soy
capaz de leerlos. Con saber que la dejó en una silla de ruedas tengo
suficiente —. Empecé a patinar a los seis años porque una vecina nos
llevaba a mí y a su hija a hacerlo . A partir de los ocho empecé a ser
preparada como una atleta. A los trece ya traía premios a casa. Estuve a
punto de ir a las Olimpiadas y ser la patinadora más joven en traer una
medalla de Oro a casa. Nunca habrá nada que consuele la pérdida de algo
así, pero por fortuna los seres humanos somos capaces de amar más de una
vez en nuestra vida. Nos rompemos, pero también sanamos. Debes hacer
esto último por ti mismo. Por el viejo tú y por el nuevo. Estoy intrigada por
saber cómo será ese Malcolm. El viejo trajo dos Super Bowl a casa. El
nuevo debe estar a la altura y ser igual de impresionante —dice
extendiendo la mano y apretando la mía con suavidad—. Perdiste tu pasión,
pero encontrarás tu vocación. —Su mirada se vuelve determinada—. Te lo
prometo.
Tampoco sé si esté listo para enterrar al viejo yo, el cual es el motivo por
el que estoy tan enojado con mi hermano y con mi esposa. Es como si me
vieran y escucharan, pero no me entendieran en lo absoluto o no lograran
acertar con respecto a lo que creo.
—¿Eso es todo? ¿No tienes más preguntas? ¿No quieres saber más sobre
mí?
*****
—¿Por qué has apilado tus cosas? —le pregunto—. ¿Qué sucede?
Niega.
—Lo siento, pero no puedo más con esto, Malcolm. Ahora tendrás otro
fisioterapeuta.
—Demuéstralo.
Trago.
—Necesito un teléfono.
—¿Quién demonios eres y cómo tienes mi número personal? Sea cual sea
la oferta de negocios que estás a punto de plantearme, tienes un minuto
para convencerme de no colgarte y enviarte directamente al infierno por
violar mi maldita privacidad.
—Adiós.
Cuelga.
El silencio se extiende.
—Hecho.
Lo miro, riendo.
—Yo tampoco estoy enamorado de ti, ni soy gay. Estoy felizmente casado.
Lo miro, sonriendo.
Hay una emoción que hace que sienta más pesado mi pecho.
—Así es.
Capítulo 16
Después de pasar unas cuántas horas hablando con Casper sobre el plan
que está empezado a preparar para mi recuperación, fui a terapia con mi
psiquiatra y esta programó mis primeras terapias grupales para dentro de
un par de días, lo que me dejó un poco de tiempo extra durante la tarde que
usé para mejorar mi condición física trotando por el complejo. No era el
único que lo hacía. Me sorprendí al ver a varios otros pacientes intentando
mejorar su estado con entrenamiento al aire libre.
Coloco mi mano sobre su silla de ruedas para ayudarla sin darme cuenta de
lo que estoy haciendo o sin que me moleste. Mi brazo sigue dentro del
cabestrillo sin ningún tipo de vendaje ya que Casper los retiró esta mañana,
pero puedo con el izquierdo. Grace es delgada y pequeña y aun si así no
fuera, la silla ayuda. No me molesta estar tras ella.
Me encojo de hombros.
—No se me ocurre nada peor a dejar que alguien más use tu cuerpo con
fines insospechados —dice girándose de nuevo y noto que el extremo
central de sus cejas es levemente desordenado, pero no sé si es intencional
o si olvidó peinarlas temprano.
¿Las chicas hacen eso todos los días? ¿Peinar sus cejas?
¿Sav lo hace?
No se acomoda de nuevo y sus ojos exigen una explicación, así que se la
doy. Me detengo y tomo asiento en un banco de cemento cuando estamos
a unos metros de llegar al sitio en el que Casper nos espera con una cinta
de entrenamiento en la cabeza y algunas otras cosas que no tienen sentido,
como un bote con remos. Ya nos encontramos rodeados de la característica
naturaleza entre naranja y roja que está alrededor del complejo en Sun
Valley, por lo que el aire que entra en nuestros pulmones huele a otoño.
Grace parpadea hacia mí, auténtico enojo en sus ojos color miel.
—¿Por qué no los demandaste? Lo que te hicieron fue detestable e
inhumano.
—En un principio me dije a mí mismo que era por orgullo, pero la verdad
es que no quería ser enterrado. Tras un escándalo o una demanda de esa
magnitud ningún equipo me querría de regreso. —Mi mente va hacia
Savannah y Tanner y su fiesta de recaudación. Ni siquiera sé cuánto dinero
consiguieron, pero conociendo a mi hermano probablemente fue al menos
la mitad de lo que pudo sacarle a los Kings con sus abogados. De otra
manera seguiría proponiéndome ir a juicio—. Ya no importa.
Grace hace que alce la vista colocando sus dedos, los cuales se sienten
cálidos y suaves, por debajo de mi barbilla. Cuando la miro sus ojos están
llenos de convicción.
Arrugo la frente, volviendo a situarme tras ella para continuar con nuestro
camino hacia Casper, quién alza la mano para saludar e indicarnos que nos
acerquemos.
Grace alza el rostro para verme, lo que hace que la luz del sol impacte
directamente contra él y tenga que entrecerrar los ojos para que no le
moleste.
Sonrío.
—Le he dicho que debe dejar de hacer eso, pero está convencido en que
ayuda a forjar un vínculo entre él y los pacientes. No eres el primero que
las menciona.
—¿Se detuvieron a contar chistes? ¿Por eso los esperé diez minutos más
además de la hora que llevo aquí ya? —pregunta, evidente recriminación
en su voz.
—La espera valdrá la pena —le dice Grace y la tensión e los hombros de
Casper desaparece tras echarle un vistazo al lago tras él y luego a nosotros.
*****
—Cada vez que vas a efectuar el movimiento para remar le estás enviando
un impulso al brazo que no estás utilizando. En tu mente se siente como
frustración, pero la realidad es que tu sistema nervioso está enviando
algunas sustancias y corrientazos a la extremidad que nos pueden servir de
ayuda. También está el hecho de que no estás bajo la misma situación de
estrés, el cual es neurodegenerativo, que en el complejo. No estás pensando
en tu recuperación, sino en remar y en que necesitas usar tu otro brazo.
Simple.
De la calidez.
Cuando llegamos al otro extremo media hora después y nos disponemos a
darnos la vuelta para regresar al complejo, Casper nos sorprende sacando
un canasto de mimbre del bote. Esta contiene alimentos que tomó de la
cocina, dos botellas de vino y una manta sobre la cual dejamos a Grace y
luego nos sentamos nosotros. Al cargarla de esa manera descubro que hay
un poco de sensibilidad en sus piernas, puesto que lucha por mantenerse en
pie por sí misma. Sin importar las veces que se desplome, sigue
intentándolo como si Casper y yo no estuviéramos sujetándola. Como si no
le importase caer y levantarse frente a nosotros todas las veces que lo hace.
Supongo que al igual que me sucede a mí, es porque también estamos rotos.
Se encoje de hombros.
Casper me mira.
—Adelante.
Niega.
—No es mi asunto.
Gruño.
Era su asunto cuando ayer me comentaba toda la fama que tendría al ser el
responsable tras mi sanación. Después de que hace un gesto de insistencia
con la cabeza inclinada hacia a Grace, suspiro y paso una mano por mi
cabello antes de explicarlo todo. Grace me mira fijamente y con
expectación, sus manos ya con otro sándwich de atún.
—En Sun Valley tenemos a los mejores profesionales del mundo, Malcolm.
—¿Por qué no? Creo que Callaghan estaría feliz si le doy el reconocimiento
al complejo.
—Sí, pero…
O irse, pero su silla está del otro lado lado del lago y depende de nosotros
para regresar al bote.
Me concentro en su rostro y me estremezco al escucharla hablar.
Me tenso.
—Se supone que debo ser quién escoja mi propio destino, ¿no? Esto es lo
que quiero.
—Lo respeto, pero también debes respetar que no me siento lista para verte
desilusionado. Hablaré con Callaghan para que retome tu caso. Es lo
máximo que puedo hacer para ayudarte. Ver cómo te rompes más al
intentar ser lo que ellos quieren que seas… —Agacha la mirada—. No me
hagas ver eso, Malcolm. —Mira a Casper—. ¿Nos podemos ir ya? Debo
atender a otros pacientes y reunirme con Joseph.
Se tarda, así que paso mi brazo bueno por debajo de Grace tras deshacerme
de mi cabestrillo en contra de las indicaciones de mi traumatólogo, quién
me está rompiendo el corazón. No fuerzo mi brazo derecho porque
realmente no quiero arruinarlo, por lo que solo lo uso para estabilizar sus
rodillas mientras apoyo todo en el izquierdo. Escucho a Casper suspirar y
negar tras de mí ante los sonidos indignados de Grace, pero rápidamente lo
dejamos atrás. Ya en el bote dirijo mis manos a su cinturón y pongo sus
pies en huecos especiales para que se mantengan estabilizados en la base.
Al ascender la vista hacia ella, deslizo mi dedo sobre su piel ya que usa
shorts.
Mis ojos están en los suyos y los suyos están en los míos, pero ambos somos
conscientes de la manera en la que sus piernas temblaron bajo mi toque.
—Prefiero morir persiguiendo lo que quiero y sin alcanzarlo a vivir sin dar
un solo paso en su dirección. Lo respeto si esa fue tu decisión, pero no es
la mía.
Capítulo 17
GRACE
Empecé a patinar a los seis años.
Mi mejor amiga era mi vecina y su madre era una agradable mujer que nos
llevaba a ambas a patinar cuando el lago se congelaba en invierno y toda la
comunidad se reunía con sus hijos sobre el hielo para celebrar la llegada
del frío en lugar de maldecirlo. La señorita Evgenia era una patinadora
retirada. Su esposo, un abogado con un bufete multimillonario en la ciudad,
cubría con creces todas sus necesidades y las de su hija, pero estaba ausente
casi todo el tiempo porque Lake Plaid no era precisamente la fuente de sus
ingresos, así que su esposa tenía mucho tiempo libre para cuidar de
Danielle y de sus amigas. Nos hacía tardes de té. Arreglaba nuestras uñas.
Nos compraba vestidos. A esa edad nos enseñó algunos movimientos que
pude imitar tras varios intentos fallidos, pero que en mi pequeña amiga eran
tan naturales como en su madre a pesar de que a Danielle no le gustaba para
nada patinar y su expresión siempre era aburrida y enojada cada vez que su
madre la animaba a unirse a ella en el hielo.
Es gracioso.
A veces solo se habla de un don natural, pero no de cuántas caídas hay tras
una coreografía.
Cuánto dolor.
Cuántas lágrimas.
Yo no tenía talento en mis genes. Tanto mi madre como mi padre eran los
alcohólicos del condado y mi hermano mayor se fue de casa a los quince
para unirse a una banda de rock. Vivíamos gracias a la pensión de mi
abuela, quién era enfermera en su juventud y aprendió a coser a la edad de
setenta años solo para hacer mis trajes de competición. A excepción de ella
todos mis antepasados eran basura blanca. Ladrones. Estafadores.
Vividores. Los Taylor tenían una reputación y no era buena.
Quería estar limpia, como ellas, y quería ser igual de hermosa, así que
sangré.
Sangré tras intentar efectuar cada movimiento que hacían hasta que
finalmente un día logré dar un pequeño salto y estabilizarme después, lo
cual es una capacidad que todos deberíamos tener de manera innata. Eso
generó una sonrisa tan brillante en el rostro de la señorita Evegnia que
recuerdo haberla comparado con el resplandor del sol o de una estrella,
pero eso era lo que era. Una de las patinadoras más famosas de Rusia, la
cual se había retirado en el mejor momento de su carrera por Danielle,
quién rompía el corazón de su madre cada vez que rechazaba sus intentos
de hacerla seguir sus pasos.
Todos sabían la razón por la que la señorita Evegnia estaba aquí y no con
su esposo.
Rotaba sus caderas, haciéndolo lucir simple, y elevaba sus piernas antes de
saltar en espiral y caer.
―Claro que sí, señorita Evegnia ―canturreé antes de empezar a mover mis
brazos y piernas hacia un lugar lo suficientemente amplio y vacío como
para intentarlo.
Aullé con dolor cada vez que aterricé en el suelo, pero seguí levantándome
al sentir los ojos de Evegnia sobre mí. Ilusionados. Esperanzados. Ella
quería enseñarme y yo quería aprender, pero habían muchos factores en mi
contra. Mi estómago rugía porque tenía hambre ya que mi madre no se
había despertado para prepararme el desayuno esa mañana, ni el almuerzo,
y mi abuela se había ido unos días a Sun Valley para visitar a un viejo
amigo con el que solía trabajar. Me había rogado que la acompañara, pero
preferí quedarme patinando con Danielle y Evegnia. También estaban las
miradas de Danielle, las cuales cada vez se volvían más enojadas, y mi
miedo a molestarla. Necesitaba ser su amiga.
Las necesitaba.
―Suficiente ―dijo Evegnia cuando me caí de nuevo, esta vez raspando la
tela de mi pantalón y mis rodillas. Se deslizó en el suelo hasta terminar
frente a mí y me animó a verla fijamente a los ojos, los suyos azules y
hermosos, no marrones como los míos, y apartó un mechón de cabello de
mi rostro de manera maternal―. Eres una niña muy hermosa y buena,
Grace, pero quizás el patinaje no es para ti. Hay muchas otras cosas que
puedes hacer. ―Pensó por un momento―. ¿Quizás hornear galletas?
Podemos hacerlas juntas en casa después de que compremos un atuendo
nuevo y cure esos raspones. ―Quería seguir patinando, quería seguir
intentándolo hasta lograrlo porque sabía que si me esforzaba lo suficiente
quizás podría lograrlo y lucir tan limpia y hermosa como ella y Danielle,
pero no podía decirle que no a la señorita Evegnia. Asentí y sus ojos se
achicaron con felicidad―. Bien. ―Me ayudó a levantarme y empezamos
a patinar hacia la salida―. Vamos a… ¿Danielle? ―preguntó,
esperanzada, y alcé la vista del hielo al sentir su mano soltarme. Vi a mi
amiga deslizarse sobre el hielo y efectuar el salto que yo había estado
intentando hacer no una, sino cuatro y hasta cinco veces. Mis ojos se
llenaron de lágrimas―. Eso es, cariño, ¡sé que el talento de mami está en
ti! ―Evegnia me miró antes de ir hacia ella, su expresión flaqueando al
notar la humedad en mis mejillas―. Grace, lo siento mucho, pero Danielle
casi nunca está tan entusiasmada,
¿podrías esperar en el auto o en las gradas? Necesito concentrarme en mi
hija y no puedo hacerlo cuando estoy tan preocupada porque te caigas.
―Mi garganta se cierra. Afirmo―. Te prometo que luego iremos a hornear
esas galletas.
No era buena patinando, pero logré hacerme una cena mientras lloraba
porque solo había frijoles fríos.
*****
Mis padres no solían golpearme, solo ignorar que existía, pero esa noche lo
hicieron.
―No importa cuánto te juntes con la zorra rusa de Adam y su hija, eres una
Taylor ―siseo mamá desde el umbral de la puerta después de que papá se
fuera. Su cabello rojo era corto y desordenado y sus ojos marrones estaban
inyectados en sangre. Trabajaba en la misma gasolinera en la que compraba
cerveza. En la misma en la que conoció a papá cuando trabajaba manejando
un camión. Ella siempre olía a la mezcla de alcohol y gasolina, la cual me
hacía querer vomitar―. Y los Taylor nunca ganamos, así que acostúmbrate
a ver esta habitación como tu hogar por los siguientes sesenta años. No
saldrás de aquí, Grace, porque me cuesta creer que haya tenido algo mejor
que yo.
Yo no quería la oscuridad.
Quería patinar.
*****
Después de ese día Danielle dejó de invitarme a pasar tiempo con ella. Cada
vez que fui a su casa la ama de llaves me dijo que estaba ocupada o que no
se encontraba. Dejé de intentarlo cuando un día la vi jugar en el patio
trasero con otra niña del vecindario después de que me dijeran que estaba
en clases de patinaje, pero no dejé de ir al lago. Pasé tardes enteras ahí
después de la escuela por lo que duró el invierno. Esperaba un grupo de
jóvenes o de niños conocidos que también fueran allí para no perderme o
llamar la atención y hacía lo mismo al regresar. Practiqué el Shalow por
semanas hasta que un día sucedió. Elevaba mi pierna y esperaba caerme
como todas las otras veces tras agarrar impulso y girar. Ya cerraba los ojos,
preparada para el impacto, cuando me sentí volar por unos segundos y
luego aterrizar. Me estabilicé torpemente sobre el hielo y giré el rostro de
un lado a otro buscando alguien con quién celebrar. Tras sonreír a todas las
personas que pasaban junto a mí, quiénes aplaudían porque ya me
conocían, decidí repetirlo y repetirlo hasta que mi cabeza empezó a sentirse
mareada.
―¿Danielle no se enojará?
―Danielle a veces es mala con las demás personas porque solo piensa en
ella, aunque no es su intención. Su carácter es como el de su padre y he
intentado hacer que sea más amable, pero el ejemplo que tiene en casa no
es bueno. Adam la malcría mucho y no se da cuenta de que el que nuestra
hija sea como él no es una bendición en todos los sentidos ya que a veces
hace que se aleje de buenas amigas como tú, así que no te sientas mal por
brillar, Grace. Danielle también brilla a su manera y tú no la haces sentir
mal por eso. Ella es la que se lo pierde. Además, no está aquí. Se fue con
su padre a Nueva York y no creo que regrese pronto. ―Se detuvo y señaló
el hielo―. Enséñame. Dudosa, empecé a patinar hacia el centro del espacio
que tenía disponible.
Quería enseñarle lo mejor de mí a la señorita Evegnia, así que moví mis
brazos como algunas chicas de la escuela de patinaje que venían aquí lo
hacían antes de intentar mi salto sobre el hielo con la mejor energía posible.
Mi corazón se paralizó cuando caí en vez de lograrlo como lo había hecho
tantas veces por la mañana y le ofrecí una mirada suplicante por una
segunda oportunidad, pero ella negó. Empecé a sentir ganas de llorar que
no se detuvieron incluso cuando se situó frente a mí.
Me tendió su mano.
Sin dudarlo ni una sola vez, la tomé y atesoré cada pequeña lección que me
dio como un tesoro.
*****
La señorita Evegnia pasó casi dos semanas entrenando conmigo todas las
tardes.
GRACE
Nunca recibí apoyo de mis padres.
No lo necesité.
El tiempo y mi dedicación.
No fue fácil.
Mis extremidades eran más cortas que las de la mayoría de las niñas con
las que entrenaba, quiénes eran altas y esbeltas por naturaleza propia
mientras que tanto mi madre como mi abuela eran mujeres regordetas.
Tampoco tenía el dinero para tener los mismos entrenadores y el mismo
equipo que ellas. Hasta la llegada de los patrocinadores solo podíamos
costear un par de patines al año.
Le sonreí.
―¿Eso crees?
Tan crueles.
―Buena suerte, chica de los retazos ―dijo la odiosa niña que venía
después de mí, Amber, a quién siempre recuerdo por sus dos coletas rubias
y por la manera en la que sus padres dejaron de invertir en su carrera como
patinadora de hielo una vez quedó de última en su primera competencia.
Mis ojos picaron antes sus palabras y su madre le dio un golpecito ligero
en la cabeza para que se callara a pesar de que ella misma y su entrenadora
luchaban por contener una risa. Me sacó la lengua y no pude resistir el
impulso de sacársela de nuevo, a lo que mi entrenadora, la señora Claire,
quién estaba algo inconforme conmigo la mitad del tiempo porque le
prometieron entrenar a la hija de una campeona mundial y en su lugar le
dieron a la hija de dos alcohólicos, tomo mis hombros e hizo que me girara
hacia ella. Su cabello negro estaba apretado en un moño en la cima de su
cabeza. Era la persona más alta que alguna vez había conocido, así que no
podía evitar lucir como un pequeño nomo en comparación. Yo y el resto
de la población.
Ambas habían ido juntas a las Olimpiadas y a través de Claire esta se había
puesto en comunicación con la Escuela de patinaje de Lake Placid. A pesar
de que se pasaba la mitad del tiempo regañándome por todo, fuera o dentro
de la pista de hielo, era una de las mejores entrenadoras de Estados Unidos.
Me estremecí cuando tomó la rosa que Corinne me había dado, pero no me
sorprendí cuando la hizo añicos apretándola en su mano enguantada. La
destruyó como si no sintiera sus espinas.
Otra cosa que siempre recordaré es la voz de locución del evento al decir
mi nombre en una competencia por primera vez, al igual que la sensación
de sentir miles de pares de ojos sobre mí. Me sentí intimidada, pero una
emoción eufórica se abrió paso a través de mi cuerpo.
Era como haber comido demasiados caramelos y demasiada azúcar ese día.
―Ahora y patinando por primera vez en una competencia nacional, demos
la bienvenida con un fuerte aplauso a Grace Taylor ―dijo el hombre, el
cual fue seguido por la voz de una mujer.
―Grace tiene trece años y hará su debut para nosotros con el Vals de las
flores de Tchaikovsky. Su abuela está aquí el día de hoy para apoyarla.
―Pusieron a la abuela en una pantalla mientras me preparaba y sonreí antes
de cerrar mis ojos y buscar mi posición inicial―. Son sumamente
adorables.
Primero los Salchows, los cuales eran mi fuerte y siempre me hacían sonreír
al recordar a la señorita Evegnia, y luego los bucles. Una vez los jueces
comprobaron que podía hacerlos con la técnica perfecta, hice algunas
transiciones y movimientos de ballet que estaban grabados en mi mente
con fuego. No me tambaleé. No quité la sonrisa de mi rostro en ningún
momento. Quería una medalla dorada, pero mi verdadero premio era ver
cómo el público estaba embelesado conmigo.
En lo que diferíamos era que mientras ella buscaba que agradara a los
jueces, cosa que yo sabía que nunca lograría ya que estaba acostumbrada y
resignada a que la reputación de mis padres me persiguiera por siempre, yo
quería algo con que suplantar que lo primero que dijeran al verme fuera
que mi madre les había hecho una obscenidad a cambio de alcohol ya que
había perdido su trabajo en la gasolinera. Más que medallas, lo que más
quería en el fondo de mi corazón era que me amaran.
Todos me amaban.
Giré e hice saltos simples antes de detenerme frente a todos ellos, quiénes
me aplaudían. Ni siquiera sabía si estaba siguiendo el ritmo de la música
debido al sonido de sus aplausos y vítores, pero no me interesaba. Seguí
moviéndome con emoción hasta terminar mi rutina con los brazos
extendidos hacia arriba y una sonrisa. Sentía mis ojos llenos de lágrimas,
pero me negué a dejarlas caer.
Las lágrimas que no derramé sobre el hielo se deslizaron por mis mejillas
al ver lo que tenía para mí.
La única que quedaba por presentarse era Amber, pero todos sabían que no
superaría mi puntaje. No entrenaba como Corinne o como yo. A veces ni
siquiera asistía a sus prácticas. Su presencia aquí solo era capricho de sus
padres. Una vez Claire procesó la información, se inclinó sobre mí.
*****
Debía entrenar.
―Crees que eres especial porque tienes esa brillante medalla colgando de
tu cuello, pero no eres más bonita o talentosa que yo. Solo ganaste porque
pensé que no tendría competencia aquí, así que ni siquiera me esforcé en
prepararme. Pero ese será un error que no volveré a cometer, al igual que
caer en tu triste historia de niña alcohólica ―dijo―. Nos vemos en las
nacionales en dos años. Disfruta de la corona por el tiempo que dure sobre
tu cabeza. Te aseguro que vendrá alguien que no vuela a cerveza y te la
quitará.
También recuerden que esto es Impostores y que cada línea que escribo
es una especie de experimento social hecho hacia ustedes.
Juzguen a Malcolm.
Juzguen a Tanner.
Juzguen a Pauline.
Capítulo 19
GRACE
Tuve que conformarme con la medalla de plata por dos años seguidos.
No se sintió tan mal recibirla porque de todas formas los puntos que iba
reuniendo para representar a mi país en las Olimpiadas en un futuro estaban
ahí y siempre perdía contra Corinne por décimas, pero tanto mis
patrocinadores como mi entrenadora, la señorita Claire, esperaban más de
mí. Mucho más. Esperaban excelencia. Esperaban ver oro dorado colgado
alrededor de mi cuello. Esperaban que todo el dinero y toda la dedicación
que habían puesto en mí diera grandes, maduros y jugosos frutos.
Frutos de oro.
―Lo harás bien, Grace ―dijo la abuela mientras le daba algunas puntadas
finales a mi traje. Lo había preparado una famosa diseñadora de trajes de
patinadoras de hielo, pero aún así no había quedado tan ajustado como
quería en la espalda―. Estaré orgullosa de ti sea cual sea el resultado este
año. ―Me giré para verla tras escucharla cortar el hielo. A pesar de que
había llevado una vida tranquila y sin hacerle daño a nadie, su hija y su
esposo la habían desgastado con preocupaciones y eso se evidenciaba en
cada una de sus arrugas. También había empezado a tener problemas con
el corazón y los pulmones que solo empeoraban con los días. La mayor
parte de mi dinero estaba destinado a sus médicos y medicina. No me
molestaba en lo absoluto―. Y aunque no lo diga, Claire también.
Sonrío.
―La señorita Claire quiere que lleve a Lake Placid una medalla de oro.
Esperaba.
Ya junto al hielo, esperé a que la participante que siempre iba antes de mí,
Corinne, terminara con su rutina lírica antes de que viniera mi turno. Este
año era importante para nosotras porque cada vez las chicas que enviaban
a representar a su país a las Olimpiadas eran más jóvenes y expertas, así
que podíamos ser reclutadas en cualquier momento. La medalla que se
repartiría entre nosotras el día de hoy definirá quién las dos empezaría a ser
preparada, aunque se rumoraba que podríamos ir ambas.
―Pecosa ―dijo una conocida voz a mis espaldas, haciendo que alejara mis
ojos de la técnica impecable y limpia de Corinne para que enfocase mis
ojos en los suyos marrones, estrictos y severos―. Tengo una información
que darte antes de que salgas ahí. Algo que debería callarme para mí, pero
quizás te de la emoción que necesitas para hacer de tu coreografía algo
mucho más emotivo y especial. Darte una motivación extra. ―Mi
respiración se atascó al pensar en lo que podría ser, en la única cosa que
haría que la señorita Claire se emocionara tanto, y no lo pude creer―.
Acabo de recibir una llamada muy importante. ―Trago―. Si tu puntaje de
hoy iguala al de Corinne como ha venido sucediendo, serás enviada a las
Olimpiadas en su lugar ya que tus títulos durante este año suman más
puntos que los suyos, lo cual fue un error de su equipo. Debieron haberla
hecho participar en la categoría junior también o alguna otra competición.
―Mis manos empiezan a temblar, sin poder creerlo―. Las cosas están
cambiando y al parecer a la asociación les emociona la idea de enviar a una
candidata que ha tenido que luchar tanto fuera como dentro de la pista para
resaltar. Solo tienes que hacerlo tan bien como lo haz venido haciendo,
Grace. Solo una sola vez más y tendrás más que un título nacional o
mundial. Serás una leyenda para nuestro país a los dieciséis, para siempre.
Una leyenda.
Era lo que menos las personas de Lake Placid esperaban de una Taylor.
Corinne había sido mi rival durante estos años, pero también alguien de
quién había aprendido mucho.
Sabía que detrás de la niña que me empujó, se encontraba una madre que
la presionaba demasiado.
Corinne sufrió lo mismo que solían hacerme por ser una Taylor, pero al
revés.
Mis ojos se cruzaron con los de Corinne mientras me deslizaba por el hielo
para ocupar mi posición inicial y saludaba a todas las personas en las
butacas, algunos de ellos sosteniendo carteles con mi nombre. Eran
ciudadanos de Lake Placid que habían seguido mi carrera de cerca, amigos
de la abuela. Su ex jefe, el doctor Joseph Carson, estaba aquí con su familia.
Era unos años menor que ella, pero había sido uno de los médicos para los
que más le había gustado trabajar cuando aún lo hacía.
I am lost in a rainbow
Corinne lloraba.
Hacia mi abuela.
Giré con una pierna elevada de forma recta en aire antes de inclinarme y
hacerlo de esa manera para después volver a levantarme y sostener con mis
dos manos la hoja de uno de mis patines. Tras hacer este movimiento
empecé a deslizarme para prepararme para mi último salto, mi primer Axel
cuádruple en una competición. Tras tomar impulso me aseguré de mantener
un control sobre mi peso. Estar en el aire se sintió tan bien como siempre:
como si hubieran alas tras mi espalda. Posicioné mis pies para aterrizar una
vez dejé de vencer la gravedad con la final de terminar con mi rutina, pero
a último momento estos se rebelaron.
I am lost.
I am lost.
In our rainbow.
Y me caí.
Capítulo 20
GRACE
La preparación para las Olimpiadas se llevó a cabo en Lake Placid, así que
pude quedarme en mi hogar mientras entrenaba como nunca antes para
traer el máximo premio que un atleta puede llevar a casa. Corinne, a
diferencia de mí, se quedaba con su madre en el único hotel lujoso del
condado. Esto lo sé porque antes de viajar a Londres ambas participamos
en varias ruedas de prensa en su salón de eventos. Éramos las favoritas de
muchas niñas, jóvenes y mujeres que dedicaban parte de su tiempo libre
siguiendo nuestras carreras ya que el patinaje no solo era un deporte a la
vista de todos.
Era arte.
Era ver a una chica volviéndose hada, princesa o lo que quisiera sobre el
hielo.
Era magia.
Claire todavía estaba enojada conmigo por no haber ganado las nacionales,
pero estábamos tan enfocadas en mi rutina para Londres que no teníamos
ni siquiera tiempo para discutir al respecto. El tema era como un gran
elefante invisible entre nosotras que ambas pasábamos por alto ya que no
solo se trataba de mi rutina, sino de muchas otras cosas. De la nada tomé
clases de cómo actuar en público y ser extra educada y correcta a la hora
de responder las preguntas de la prensa. Cortaron mi cabello y me hicieron
algunos reflejos para que luciera más vivo. Tuve pruebas de maquillaje, de
vestuario y de patines porque pasé de tener un solo par de patines para todo
el año a recibir siete cajas en un día.
En un día malo.
Ambas traíamos mochilas sobre nuestra espalda que nos habían obsequiado
nuestros patrocinadores, conjuntos deportivos y el cabello recogido. Una
vez empezamos a subir los escalones tras mi abuela y su madre, giró su
rostro hacia mí y sonrió de oreja a oreja con las mejillas rojas por el frío ya
que estábamos en invierno. Tanto su entrenadora como la mía se
encontraban discutiendo tras nosotras sobre nuestras rutinas. Antes solían
odiarse de manera irremediable, pero ahora al menos ganaban algo de dicho
odio tomando en cuenta los detallas que la otra notaba y le sacaba en cara
sobre las rutinas a modo de burla, aplicándolos y resolviendo fallas cuando
no se encontraba mirando.
―Esto solo es el principio, Grace ―dijo, oyéndose emocionada―. El
principio de nuestros sueños.
Le creí.
Le creí no solo por lo estupendo que fue el vuelo privado que su madre
consiguió, sino por el recibimiento que tuvimos en el aeropuerto de
Londres. Nevaba, pero no se sentía como si la nieve cayera sobre nosotras.
Se sentía como polvo de hada y se sentía como si estuviéramos atrapadas
en una hermosa historia. No éramos las únicas atletas que acaban de llegar,
pero la directiva de la delegación de los Estados Unidos se las había
arreglado para hacer que sus atletas se sintieran especiales con globos,
pancartas y papelillo dorado que caía sobre nuestras ropas. Ya instaladas
en el hotel, pasamos el resto de los días previos a la competencia
practicando tanto dentro como fuera de la pista de hielo.
Negó.
La abracé.
Sonreí.
―Lo lograremos.
Se levantó.
Mi garganta se cerró.
Imposible.
Mi arma secreta para el día de mañana era un Axel de cuatro, pero uno de
cinco… eso no existía.
―Pero no somos las únicas que lo han hecho ―susurré―. Las rusas, las
francesas…. todas ellas también merecen una medalla de oro. Deberían
darnos una a todas, no hacernos competir por una.
Sonrió.
―Si gano una medalla de oro será gracias a ti, Grace ―dijo, acercándose
todavía más―. Y a que no te rendiste conmigo a pesar de que mi madre y
yo te dimos miles de razones para hacerlo.
Reí, nerviosa.
Mi primer beso.
Su boca se movió torpemente sobre la mía, pero estaba tan sorprendida que
lo único que podía hacer era quedarme quieta y estática debajo de ella.
Cuando terminó y se alejó de mí a penas podía respirar.
*****
Venía mi turno.
Corinne debió notarlo en mis ojos, pues me apretó el hombro y me dio una
de sus rosas como la primera vez que nos habíamos cruzado en una
competición. La apreté contra mi pecho antes de tendérsela a Claire, quién
solo asintió debido a la emoción que sentía, y abrazar a mi abuela con
fuerza.
―Tú puedes lograr cualquier cosa que te propongas, Grace. Ve por esa
medalla ―dijo en mi oído antes de que un ataque de tos y la voz de los
locutores la alejaran de mí, pero inmediatamente empezó a caminar hacia
el banquillo de puntuaciones en el que se sentó para esperarme.
Dos Salchow.
Infinidad de Flip.
Mi abuela.
La señorita Claire.
Corinne.
Y lo logré.
Se supone que tenía que ir a ver a Grace para continuar con mi fisioterapia
a las ocho, pero a las cuatro de la mañana un insistente golpeteo en mi puerta
hace que me levante abruptamente de mi cama. Se escucha como si el
mundo se estuviera acabando del otro lado de la madera, por lo que me
apresuro en en entrar en mis pantalones del complejo y tomo mis zapatillas
deportivas del suelo y mi sudadera para ponérmela más tarde. Los golpes
no hacen más que aumentar, así que mi pecho asciende y desciende
bruscamente imaginando los peores escenarios: un incendio, un tsunami,
un ataque terrorista.
Un sonrojo cubre mis mejillas cuando abro la puerta y las personas tras mi
hermano ríen.
―Por teléfono te escuchabas muy animado, pero viendo todo lo que
invernas a diario no creo que lo logres. ―Hace sonar su silbato, su
expresión dura―. ¡Vamos, Reed, veinte vueltas al complejo! Tu abdomen
me da vergüenza. Si sigues así solo lograrás el título a quién come más
salchichas en la feria.
―Lo siento, Malcolm, pero es el del dinero y no jodes con el del dinero.
Bufo, pero después no puedo evitar reír cuando salgo al exterior y el viento
golpea mi rostro.
Sin cuestionarme.
*****
Después de correr Dawson me hace realizar abdominales sin que tenga que
usar mi brazo malo siguiendo las sugerencias de Tanner. Luego hago
cardio. Después realizo mis sesiones habituales de fisioterapia con Casper,
quién ya tiene un uniforme azul con el logro de nuestro patrocinante, Reed
Imports, al igual que el resto. Ya que no me he cambiado ni dado una ducha
desde que desperté, no tengo el mío puesto todavía. Me siento del otro lado
de la mesa de fisioterapia frente al lago y contemplo de reojo a mi hermano,
quién bebe una limonada sentado en una tumbona.
Pongo los ojos en blanco cuando Tanner ríe, pero mi diversión se esfuma
cuando veo tanto al doctor Callaghan como a Grace Taylor dirigirse a
nosotros. Mi cuerpo se tensa al recordar sus palabras de ayer en el lago, en
las cuales me advertía que tendría que irme si cambiaba el rumbo de mi
recuperación, y Tanner percibe el cambio en mi actitud con el ceño
fruncido. Hemos estado haciendo un alboroto en su centro de rehabilitación
desde esta mañana, así que entiendo el enojo en el rostro de Callaghan, pero
no estaba listo para enfrentarme a la ira de alguien que usualmente suele ser
pacífico y calmado.
Lo sigo, pero antes de hacerlo mis ojos se topan con los de Grace.
―No necesito más personas diciéndome qué hacer para ser feliz. Sé que lo
entiendes.
*****
Mi barbilla se endurece.
Tanner me mira.
Agacho la mirada.
―¿Malcolm? ―Alzo mi mirada hacia él, quién se ha sentado del otro lado
del escritorio y se está forzando a sí mismo a tomar hondas bocanadas de
aire para tranquilizarse―. ¿Puedes explicarnos por qué la doctora Taylor
se rehúsa a trabajar contigo o por qué no pueden llegar aun acuerdo?
Me cruzo de brazos.
―La doctora Taylor se niega a ser mi médico de cabecera si mi plan es
regresar al fútbol.
―Creo que nuestra ala psiquiátrica te quedó pequeña. Haré que te remitan.
A ambos. ―Toma su teléfono y empieza a marcar un número, pero mi
hermano se levanta y lo toma. Para impedir que el doctor Callaghan lo
alcance tira del cable de la línea al desconectarlo, su expresión seria―.
¿Perdón?
―No. Si piensa que iremos corriendo a los medios para destruirlo en este
momento si lo corre, está equivocado. Soy un hombre ocupado y prefiero
gastar mis energías encontrando a los mejores especialistas, incluso mejores
que ustedes, para Malcolm. Son buenos, Joseph, pero no son los únicos.
Estoy seguro de que habrá algún equipo alemán mucho más avanzado
―dice Tanner echándose hacia atrás, dejando el teléfono sobre la mesa. Se
sienta a mi lado como si no acabara de soltar veneno por la boca y se cruza
de piernas―. Le estoy diciendo lo que mi hermano le dirá a la prensa
cuando gane su tercer Super Bowl y cuente la historia de cómo fue que se
recuperó de una lesión así. Es su decisión si está del lado bueno de ella, lo
que le conviene a usted y a su negocio, o del lado malo sin retorno.
Conociéndolo, Malcolm pondrá esa cara de cachorro muriendo de hambre
contra la que no tendrá oportunidad. ―Me señala―. ¿Ve? No tiene rival
contra esa expresión. Lo odiarán.
―¿Cuál?
―Sí.
―¿Trata de Malcolm?
―Sí.
―Oh, por Dios, ¡ya te pongo en comunicación con Sav! ¡Qué horrible! ¡Lo
siento mucho!
Al final de su línea Isla está llorando, por lo que entrecierro los ojos en su
dirección.
Frunzo el ceño.
―¿Isla no te contó?
―Sí.
―El centro de rehabilitación solo tiene cuatro pisos ―sisea, haciendo reír
al doctor Callaghan―. ¿Por qué armas todo este drama? ¿No tuviste
suficiente con lo que pasó en el centro de rehabilitación cuando tu padre
llegó? Malcolm no quiere verme y no hay nada que pueda hacer al respecto
para hacerlo cambiar de opinión porque en el estado en el que se encuentra
cualquier cosa que diga solo podría herirlo más. ―Su voz se vuelve triste
y mis dedos cosquillean debido a las ganas que siento de abrazarla, pero no
puedo. No puedo hacerlo―. Dime lo que quieres para que pueda seguir
trabajando.
El silencio regresa.
―Sí.
―Sí, ya lo he pensado.
―Sav, por favor, no uses ese tono de voz. No quiero lastimarte, pero no
puedo desconcentrarme.
―Tómese el tiempo que quiera, pero hasta que no se tome una decisión con
respecto a Malcolm no llenaré de trabajo al personal. Les haré las cosas más
fácil dejando de enviar los cheques de cientos de miles de dólares que ha
recibido desde que lo contacté por primera vez y con los cuales me dijo que
había llenado varias habitaciones del centro. ―Las mejillas del doctor
Callaghan se sonroja―. Y entenderá que en vista de que la mayoría de ellos
estaban destinados a Malcolm y a su recuperación, quizás exija de vuelta el
dinero que hemos abonado por él para poder costear su nueva terapia. Le
diré a mi secretaria que le envíe mi número de cuenta y esteré esperando el
reembolso.
―Señora Reed…
Si Sav no cortó mis alas, yo no puedo hacer lo mismo con las suyas.
Cuando Tanner sale del despacho, tomo sus hombros y lo presiono contra
la pared.
―¿Sav aceptó formar parte del proyecto, cierto?
No respondo.
La respuesta es obvia.
Si antes tenía motivos para mantenerla lejos, ahora tengo motivos y razones.
Capítulo 22
Hay un aparato que conectan a mi nuevo brazo estrella mientras lanzo que
dice que todavía me falta coordinación en los músculos, pero cuando el
balón vuela en el aire y cae directamente en los brazos del entrenador
Dawson no una, sino diez veces seguidas, se siente como si lo hubiera
logrado.
―No estuvo mal ―dice Tanner después de ver mi última jugada―. Para
un chico de preparatoria.
Mira a su alrededor.
Suspiro.
Separo los labios para responder, pero una voz suave y femenina interrumpe
nuestra conversación.
―¿Malcolm? ―Me giro para ver a Grace. Está en su silla de ruedas frente
a nosotros y su expresión es tímida. Sus mejillas están rojas y su cabello
está atado en una coleta en la cima de su cabeza―. ¿Podemos hablar un
momento? ―Ya que sigue siendo mi doctora y hace bien su trabajo, afirmo.
Sus ojos viajan a mi hermano, quién ha regresado a su tumbona, a su celular
y a su portátil―. ¿A solas?
Me acerco a ella.
Podría decirle a Tanner que se vaya, pero estoy seguro de que si lo hago me
enviará a la mierda. Grace se encoje dentro de su silla cuando pongo mis
manos en los manubrios de esta y la empujo en dirección al sendero que
lleva al lago. Veo a Dawson trotar hacia nosotros debido a que el
entrenamiento se pausó, pero no nos alcanza al darse cuenta de que vamos
a tener una conversación privada. Me detengo cuando llegamos al agua y
me alejo de ella en dirección a esta. He estado entrenando desde esta
mañana y mi cuerpo arde, por lo que me quito los zapatos y me arremango
el pantalón para caminar sobre la orilla. Cuando llevo mis ojos a la pelirroja,
esta observa atentamente mis piernas con anhelo.
No se siente bien.
―Nadie. ―Grace se tensa cuando paso mi mano por sus rodillas, haciendo
ademán de alejarse de mí, pero no la dejo hacerlo―. Tranquila ―susurro,
dejándola sobre la parte seca de la orilla, pero al alcance del agua. Me
observa, tragando, mientras le quito los zapatos y meto sus pies en el agua.
Se estremece al sentirla debido a que está fría, pero después una pequeña
sonrisa se apodera de su rostro. Sus dedos son pequeños y hay algunas
cicatrices en ellos similares a las que posee Alice, la chica del ballet que
conocí durante el desayuno, pero estas ya han sanado. Mi frente se arruga
cuando los veo moverse levemente y asciendo mi mirada a la suya―.
¿Cómo es que puedes moverlos?
La llamé una cobarde pensando que se había rendido con sus piernas, pero
sé que estaba siendo un imbécil, enojado al momento por su actitud, y que
debe ser más profundo que eso.
―Al principio, tras mi lesión, no lo había, pero con los avances que ha
tenido la medicina y la tecnología existe una operación que podría
ayudarme. Mi columna se rompió y cuando me atendieron lo único que
hicieron en ese entonces fue acomodarla lo suficiente como para que
pudiera usar la parte superior de mi cuerpo, pero no profundizaron en ello.
El año pasado Callaghan consiguió al mejor equipo de neurocirujanos y
traumatólogos del mundo, incluyéndolo, para ayudarme, pero no pude.
Mi confusión crece.
―¿Por qué?
La observo fijamente.
Sus ojos color miel están llenos de tantas emociones que no soy capaz de
procesarlas todas, pero la entiendo. Es como verme a mí mismo en un
espejo. Se amerita valor para perseguir un sueño que todos creen
inalcanzable, pero también para no hacerlo. La culpabilidad de haberle
hablado como lo hice me invade. Definitivamente Grace Taylor merece un
mejor paciente que yo.
―No ―murmuro―. Creo que eres la persona más valiente que conozco y
soy realmente afortunado de tenerte en nuestro equipo. ―A pesar de que
sonríe, algo en sus ojos se apaga al escucharme y no vuelve a encenderse
de nuevo. No logro entender el qué―. Lo siento si fui un imbécil antes.
―Por favor. Me preocupa que estrese a otros pacientes o que estos también
empiecen a pensar que estamos en Versalles. ―Suspira, mirando hacia el
frente―. Me alegra haber arreglado las cosas, ¿sabes? Cuando te conocí
sentí una conexión con tu caso y habría sido una equivocación dejarlo ir,
pero estaba tan asustada por ti. Me has dado motivos para dejar de estarlo
estos días, pero no puedes culparme. Ser dotado con un brazo proyectil para
el fútbol es bueno, pero con dos… eres un milagro.
Le sonrío, agradecido con ella por no darse por vencida conmigo a pesar de
todo.
―De nada.
―Bien ―dice una voz tras nosotros, haciéndome girarme para ver a mi
hermano acercarse a nosotros guardando el teléfono en el bolsillo de su
uniforme de patrocinador. No tengo ni idea de cuántos tiene, pero son
muchos. Lo sé porque cada modelo es diferente ya que está buscando el
ideal antes de salir en televisión. Adidas trabaja para él como su perra―.
Supongo que este festival del perdón significa que no serás un grano en
nuestro culo y que nos apoyarás como una buena, dulce y pequeña doctora
lo haría, Grace Taylor, ya que conseguí un equipo para que Malcolm
entrene.
Grace me mira con el ceño fruncido.
―Es por eso que empezaremos desde un nivel que no represente un peligro
para Malcolm.
Mi ceño se frunce.
Estaría bien con una van, pero es un maldito autobús de treinta y dos
puestos.
Solo somos siete: Casper, Tanner, Dawson, dos chicos más que manejan
todo lo relacionado a la ingeniería tras mis lanzamientos y de mi cuerpo y
nosotros. Alejo mi mirada de la espalda de Tanner al escuchar la risita de
Grace, la cual hace que su nariz se arrugue y que luzca aún más adorable.
―¿Qué sucede?
Saco sus pies del agua. Un problema llega cuando me doy cuenta de que
están mojados y que quizás sería desagradable para ella que los metiera así
dentro de sus zapatos. Tampoco creo que le guste la idea de entrar descalza
al complejo y que sus pacientes la miren así, pues he visto la forma en lo
que lo hacen y es como si fuera una especie de religión para ellos. Sin
pensarlo demasiado, me quito la camiseta y los limpio con ellos ante de
tomar sus medias y terminar de cubrirlos con sus zapatillas. Cuando termino
alzo la mirada hacia sus ojos y estos no dejan de verme fijamente.
Afirmo.
Pero maldita vergüenza me debe ocasionar a mí haber sido tan idiota antes,
no solo con ella.
Con todo.
Me encojo de hombros.
―Me dio cinco ―ríe, pero después su expresión se torna seria y suave―.
Tu hermano te ama.
―Creo que ama mucho más la idea de manejar algo. Ahora somos de su
propiedad, aunque no te des cuenta porque estás demasiado deslumbrada
con su uniforme y el autobús. ―Espero a que tome una cantimplora con
agua y un paquete de galletas de la cocina para llevarla al ascensor. Antes
de bajar en él, sin embargo, me percato de Rufus observándonos desde el
invernadero―. ¿Por qué no lo llevamos? ―pregunto―. Quizás pasear un
poco al aire libre lo relaje.
Tomo su arnés, el cual es azul bebé, y veo a Rufus por el rabillo del ojo.
Cualquier movimiento que haga lo enviará lejos de mí, como antes, así que
soy más rápido que él y lo arrincono contra una de las esquinas del
invernadero. Una vez es consciente de que no hay ningún sitio al que pueda
escapar, lo tomo y tengo cuidado mientras hago que entre en el arnés. Ya
con su correa en mano, me dirijo al ascensor y lo hago aterrizar en el regazo
de Grace, dónde se pone cómodo con una mirada enojada.
Se inclina hacia Grace y me aparto cuando lleva sus dedos a las orejas de
Rufus, quién sorpresivamente se deja acariciar por este y ronronea. Esto
hace que Grace emita un emocionado sonido de sorpresa.
―Creo que tienes razón. Podríamos necesitar una mascota. Algo que
humanice la terquedad y la horrible personalidad de Malcolm ante los
medios. ―Se echa hacia atrás, llevando sus ojos negros a uno de los chicos
que se encargan de las máquinas que ponen sobre mí para medir mi fuerza
y la coordinación de mis músculos―. Tú, tómale las medidas al gato. ―Me
mira―. Y tú date prisa.
Ya no soy un niño.
Tenía pensado sentarme solo, así que finjo no escucharlo, pero solo grita
más fuerte.
Él sonríe también.
Niego.
―No, claro que no. ―La emoción abandona sus ojos―. Por un amigo.
―Toda la vida esperé conectar con alguien, ¿sabes? ―dice―. Pero el mar
es mi único amor. Nunca he sentido algo tan siquiera similar a lo que siento
sobre las olas por alguien o por algo.
―Creo que eso es lo más cerca que estarás de entender, así que sí. Soy un
tritón.
Ya con solo los chicos con chaleco naranja, sonrío al oír a su capitán, un
chico de cabello negro. Es un niño bastante común, de complexión delgada
y facciones que podrías ver en cualquier lado. Lo único que le caracteriza
son sus mechones desordenados y la presencia de algunas pecas por el sol
en su rostro. Una vez habla su tamaño deja de ser importante. Tiene la voz
de un maldito líder.
―Chicos, sé que ellos tienen a Steven como defensa y que todos le tenemos
miedo a Steven, pero si logramos aplacarlo podremos lograr que Malcolm
tome el balón y haga una anotación. Ganaremos. Esta vez lo haremos.
Tengo fe en el equipo y ustedes también deben tenerla.
No necesito girar el rostro para saber que Steven es el chico con más tamaño
entre ellos y cara de bully.
―No sé qué es lo que te han dicho, pero las cosas no duran rotas para
siempre.
―No me importa si perdemos. Solo vengo aquí porque mi papá quiere que
practique fútbol. Es el único que no acepta que no soy bueno, pero siempre
he estado en el equipo naranja.
―Noah ―le llama la atención el líder, pero realmente ninguno aquí a parte
de él parece desear ganar.
Ante sus palabras se dirige a la zona de alineación, donde están los demás,
y el resto lo sigue.
―Una vez jugué un partido solo, ¿sabes? El último. Solo tenía la ayuda de
uno de mis amigos.
Me mira.
―¿Ganaste?
Afirmo.
Me encojo de hombros.
―Soy un receptor.
Cuando el silbato del entrenador Gigants suena, me apodero del balón antes
de que lo haga Steven y corro hasta alejarme de los chicos de chaleco verde
porque no tengo pensado lastimar a ninguno de ellos, lo cual me tienta
cuando el gran chico empuja a Simon, el rubio de ojos grandes, y la sangre
empieza a manar de su nariz. Conteniendo una sonrisa ya que a pesar de
que se traten de niños esta es la primera vez que juego en un campo tras mi
lesión y lo aprecio, cierro los ojos y me concentro en regular mi respiración
antes de tomar la posición habitual de lanzamiento. Una vez lo hago, lo
arrojo.
Steven se detiene unos segundos después tras de mí, alcanzándome
demasiado tarde.
Los brazos de Lincoln están extendidos hacia el frente para atajarlo y este
va directo hacia ellos.
Todos los chicos en el campo se detienen para ver si es posible que hayamos
anotad un touchdown tan rápido, pero algo sucede al último segundo y
Lincoln no es capaz de atajarlo, dirigiéndose prácticamente a la posición
opuesta a dónde cae el balón. Suspiro, pero hago un gesto con la mano para
decirle que todo está bien. Los demás ríen, menos sus amigos, y regreso
con ello. Tenemos una nueva oportunidad unos minutos más tarde, cortesía
de Noah y de cómo tacleó a Steven a pesar de que eso le representó un buen
golpe, su espíritu por el juego renovado, pero vuelve a pasar lo mismo.
No quiero hacer sentir mal a Lincoln, pero los chicos empiezan a esforzarse
de verdad.
―Tu brazo luce bastante bien ―dice cuando paso junto a él al acabar―.
Creo que si le pones empeño podrías ganar la división infantil. ―Algunos
padres a su alrededor ríen y yo sonrío tensamente.
―¿Cuatro?
Trago, asintiendo.
Afirmo.
Asiente.
―Eso creo.
―Quizás saber por qué pusiste a un niño ciego como receptor ―siseo, las
venas en mi cuello marcándose, y sus labios se curvan hacia arriba mientras
se encoje de hombros con desinterés.
O sus esperanzas.
O sus ganas de ser alguien un día, añado para mí mismo al ver a la madre
de Lincoln finalmente llegar.
Es una mujer joven que abraza a su hijo con todo el amor del mundo en un
uniforme de mesera, inconsciente de todo el daño que le están haciendo en
un sitio en el que se supone que deberían protegerlo. Mis dientes se aprietan
entre sí y todo mi cuerpo empieza a temblar.
Se encoje de hombros.
Los directivos, quiénes debieron haber estado agradecidos por todo lo que
di por el equipo.
Mis compañeros.
Quizás es una locura querer volver, pero no puedo permitir dejarlos ganar.
―No puedes hacer este tipo de escándalo. Todo el mundo está mirando.
―Baja la voz―. Vámonos. Te prometo que Reed Imports ayudará a
Lincoln y a su madre. Aunque está lejos de nuestra cede en Texas, haré que
entre en el programa de Reed & Campbell. Te prometo que tendrá una
buena vida, pero no arruines la tuya haciendo algo estúpido por alguien que
no merece la pena. ―No dejo de temblar y lo nota, así que lleva sus manos
a mi rostro―. Entiendo cómo te sientes. Yo me siento así a veces.
Afirma.
―Lo valían, pero esto no solo te enviaría a prisión. Estás frente a todos. Te
arruinarán mediáticamente. A la luz pública se verá como si hubieras
golpeado al entrenador de una escuela de fútbol de niños pequeños después
de que te cediera los espacios. Quedarías como el maldito villano y ese
nunca ha sido tu papel. ―Me da una palmada en la mejilla, consciente de
que su discurso me ha hecho entrar en razón―. Además de ayudar a
Lincoln podría hacer que suplantaran al entrenador, si quieres.
Afirmo, consciente de que a veces este maldito psicópata me consiente
demasiado.
―Haz eso.
―Creo que la historia de alguien que salva a una pobre mamá acosada por
un pervertido no suena tan mal. ―Me mira. Afirmo, adelantándome, pero
pone su mano sobre mi pecho, deteniéndome―. Y quizás el papel de
villano y la cárcel sean incompatibles contigo, pero no conmigo.
―Nunca pensé que diría esto, pero necesito una cerveza. ―Casper hace un
sonido que suena a aprobación y Tanner gira el rostro hacia Grace―. ¿Qué
opinas de eso, doc? ¿Malcolm puede beber?
Esta sonríe.
―Creo que una cerveza o dos mientras me explican por qué la policía nos
persigue estaría bien.
―Por favor, chófer, detenga el autobús a menos que quiera que usemos la
fuerza.
Mi hermano gruñe.
Pero es en serio.
La policía hace que todos, menos Grace y Rufus, nos bajemos del autobús
y presionemos nuestro rostro y las palmas de nuestras manos contra el
metal. Por fortuna no hay nadie cerca para fotografiarnos mientras nos
manosean en búsqueda de armas o drogas. Tanner trata de comprarlos, pero
eso solo hace que lo metan en la patrulla por intento de soborno a una
autoridad. La situación cambia, sin embargo, cuando uno de los oficiales
toma mi identificación y lee mi identidad en voz alta.
Afirmo.
Afirmo.
―Espera, Reed, sé que quizás esto no es del todo correcto, ¿pero podrías
darnos autógrafos? Soy de Texas. Me gustaría tenerlo. Carl también es un
fanático. Quizás nuestros hijos lo aprecien. Estaban con los niños con los
que jugaste. Llegamos rápido porque estábamos ahí viéndolos.
Mis cejas se alzan. Elevo la mirada para ver al padre del pobre rubio que no
dejaba de sangrar en el campo y que claramente odiaba estar ahí. Separo los
labios para aconsejarle no obligar a su hijo a hacer algo que no quiere, pero
luego recuerdo cuán horrible era Gigants y la promesa de Tanner de hacer
que lo echaran y los mantengo cerrados. Quizás el problema fue el método,
no el deporte.
También enorme.
―Carl y Steven.
Genial.
Termino por comprender por qué la decepción de mi hermano con el
sistema judicial de este país.
―Tomen.
―Lo único que sé es que una gran responsabilidad que tienen como padres
es hacer que sus hijos sean los únicos que puedan responder a esa pregunta,
no alguien más, ni siquiera ustedes o yo.
Grace asiente.
De camino aquí Tanner le contó la razón por la que nos persiguió la policía,
lo que se suponía que iba a hacer yo, así que no tengo ningún tema para
hablar con ella. Me enfoco en Casper, pero este está ocupado entablando
conversación con Bill, el chófer, y el otro chico, Patrick. Soy el primero en
beber su cerveza cuando llegan, resignándome a ser el indeseado tercero
entre nosotros tres.
Niega.
―Malcolm es especial.
Grace asiente.
―¿Suicida?
Gruño.
Miro a Grace intentando transmitirle con los ojos que debe decir que no,
pero ella afirma.
―No lo sé, Grace, no suelo invitar a muchas chicas a salir, pero tú llamaste
mi atención.
Eso es cierto.
Y una amante.
A pesar de sus palabras el tono de Grace deja claro que no tiene ningún tipo
de interés extra, pero sé cómo es mi hermano y sé por experiencia propia
que siempre obtiene lo que quiere cuando se lo propone, incluso si eso me
jode. No sería la primera vez que se mete con alguien importante para mí,
una mujer, y la arruina. Mis dientes se aprietan cuando veo a Tanner asentir.
Sus ojos negros están fijos en los míos mientras lo hace, pero después los
cierra y al volverlos a abrir solo pueden fijarse en la pelirroja de rostro lleno
de pecas y mirada inocente y frágil.
Hijo de puta.
La música se ha apoderado del lugar desde que llegamos, así que sé lo que
van a pedir.
Pasa de Tanner.
―Lo siento.
Sus ojos se deslizan entonces a Casper, quién parece ser su última opción.
Niego.
―¿Cómo se llama?
―A Star Is Born.
―Bradley Cooper.
Sonrío.
―Claro.
Mis labios se curvan hacia arriba cuando tira de su cabeza hacia atrás,
riendo. Casper exclama con emoción al verla, besando su mejilla, y me
ayuda a que se estabilice sobre mis pies. Una vez la mantengo sujeta contra
mi cuerpo como prometí, siendo cuidadoso con respecto al lugar donde
pongo mis manos, no que tengo que hacer más que mecerme debido a que
el ritmo de la canción es lento.
Dejo escapar una débil risa cuando el ritmo aumenta con Lady Gaga
alardeando de sus cuerdas vocales y empiezo a girar con Grace, a lo que
grita y deja caer su cabeza hacia atrás, disfrutando y mirando hacia el techo
repleto de hileras e hileras de bombillas que chocan contra su rostro,
alumbrándolo de tal forma que sus pecas parecen pequeños puntos de luz.
Cuando la música se vuelve aún más intensa con el sonido de los platillos,
curvo su espalda hacia atrás y me inclino sobre ella como si estuviéramos
bailando de verdad, lo cual se siente como tal. Al ayudarla a enderezarse la
canción ha terminado y por la forma en la que se me queda viendo, con las
pupilas dilatadas y sin respirar, creo que la he lastimado de alguna manera,
pero luego deshace el agarre que sus manos mantienen sobre mi chaqueta.
―Te dije que no era tan fuerte ―solloza―. Llévame al complejo, por
favor.
No se lo permito.
Tras mirar a Tanner y ofrecerle una disculpa con los ojos, lo alcanzo antes
de que lo haga y lo golpeo.
*****
Las veces que he acabado en la cárcel han sido para visitar a mi hermano,
quién tiene un amplio historial con la justicia debido a que aunque su vida
siempre está regida por el control, suele estallar. Recuerdo perfectamente
la primera vez que terminó en una bajo mi conocimiento. Mi padre había
ido a uno de mis juegos durante la universidad y había fingido tener mérito
en mi educación.
Wolfgang Reed hizo que nos reuniéramos unos días antes de partir.
―No quiero ―le había dicho―. No quiero nada que provenga del hombre
que envió a mi hermano a prisión solo por diversión y lastimó tanto a mi
madre. Tu hijo es quién debería estar muriendo.
Los ojos negros del anciano se habían llenado de tristeza, pero sus labios se
curvaron.
Tras tragar la bilis que vino a mi boca ante la idea de llevar ese apellido,
ascendí la vista hacia él.
―Bien.
―¿Pasa algo contigo? ―pregunta una voz a mi lado, haciendo que alce la
vista del suelo.
Ryland nos sacará de aquí, pero Ryland estaba en Houston con su esposa y
su hija cuando Tanner llamó. Eso significa que a menos que nos liberen
estamos atrapados tras los barrotes por un día o dos.
―No lo sé, dime tú. ―Me observa fijamente―. Noté que te molestó que
me acercara a Grace.
Niego.
―No me molesta que quieras salir con ella. Me molesta que la uses para
divertirte. Ella no es así.
Grace…
―Grace es buena compañía, pero dejaría de salir con ella si supiera que te
molesta.
―No me molesta.
Pero él sigue.
―Si ella juega un papel importante en tu vida, ya sea como una amiga o
una amante, y no quieres que arruine todo lo que representa para ti
follándomela como a cualquier otra con un cuerpo y una cara bonita cuando
para mi hermano es algo mucho más valioso, entonces dímelo, así sea con
los malditos ojos, y solo eso bastará para que me mantenga alejado porque
eso es lo que haría un buen hermano.
Mi garganta se seca.
Me suelta.
Sin dirigirme nuevamente la palabra, llama al oficial para pedir que lo
cambien de celda.
-se muere-
Capítulo 25
Ryland llega a Sun Valley por la mañana, casi al mismo tiempo que lo hace
la primera nevada del año. No viene solo. Una niña de unos dos años y
medio, con sus brillantes ojos claros y el cabello marrón de Isla, toma su
mano dentro de un gran abrigo amarillo que no deja ver nada más de su
cuerpo a excepción de las botas para nieve cubriendo sus pies y sus manos
enguantadas. Ryland nos señala mientras el oficial nos libera,
arrodillándose para estar a su altura y poder susurrar a su oído algo que
oímos ya que no se esfuerza en lo absoluto por bajar la voz.
―¿Ves a esos tipos de ahí? ―Jenna asiente―. Nunca puedes estar con
ninguno así. Son criminales. ―La alza, llevando sus labios a su mejilla para
besarla―. Debes mantenerte lejos de los criminales.
Ellos nos dan un par de abrigos y la indumentaria para salir de aquí sin
congelarnos.
―Nunca ningún chico será tan bueno contigo como tu padre, pero es mucho
mejor que el resto.
A pesar de que me siento como una mierda sonrío hacia Jenna cuando me
ve con ojos soñadores. Firmamos la boleta de salida y después buscamos
irnos finalmente de la comisaría. Algunos oficiales me piden un autógrafo,
pero los ignoro. En el marco de la entrada de esta, sin embargo, se hallan
otras personas esperando por nosotros. Grace, cuya mirada se alumbra al
vernos, pero posee evidentes ojeras bajo los ojos. Isla, quién sostiene dos
tazas de café para nosotros y las agita para saludarnos.
Y Sav.
Es preciosa.
Mi esposa quizás es la mujer más hermosa que haya visto.
―Eres tan amable ―le dice mi esposa mientras se encarga de su silla, por
lo que Grace, también ya dentro de un abrigo azul y vaqueros blancos con
flores bordadas, le da indicaciones de hacia dónde ir.
El pueblo de Sun Valley está lleno de nieve, pero hay máquinas limpiadoras
en la acera que mantienen el camino libre para las personas que transitan
sobre ellas. Después de caminar dos cuadras con el sonido de estas de
fondo, junto con la conversación que mantienen Savannah y Grace sobre
las boutiques del lugar, finalmente llegamos a un establecimiento de dos
pisos al estilo cabaña colonial.
―Gracias. ―Se gira entre mis brazos, por lo que nuestros labios están a
centímetros de distancia, pero solamente me puedo concentrar en sus ojo
grises llenos de enojo silencioso―. ¿Sabes cuánto maquillaje tuve que usar
para verme así? Tres capas de base que cubrieran la palidez de mi rostro
porque ni siquiera recuerdo la última vez que salí a tomar el sol. Dos de
corrector para deshacer mis ojeras porque ya no sé lo que es dormir sin tener
pesadillas relacionadas a ti.
―¿No te gusta que te ignoren, cabrón? Pues aguántalo, porque así como tú
te has sentido durante esta media hora yo me he sentido por meses en los
que solo he intentado hallar formas de hacerte sentir mejor. En los que dejé
de hacer muchas cosas que necesitaba hacer porque me tomaba demasiado
en serio mi papel como esposa y no soportaba la idea de perderte. Meses en
los que me hiciste creer que estabas enojado conmigo por haber actuado a
tus espaldas por algo que no hice para lastimarte, sino porque creía que era
lo mejor para ti ya que en ese momento ni siquiera sabías quién eras,
Malcolm.
―Savannah…
Mi garganta se seca.
Se acerca a mí.
*****
Por el tiempo que hemos estado casados Tanner y Savannah se han visto
forzados a estar dentro de la misma habitación, no solo por mí. Se han
reunido para atender asuntos de su programa académico. Lo que no sabía
era que esta estuviera en constante comunicación con su empresa, lo cual
equivale a él aunque ella misma no lo quiera admitir, pero nunca me ha
dado razones para sospechar que siga existiendo algún interés en él de su
parte. Con Tanner las cosas han sido diferentes.
Porque es más fácil estar enojado con él que admitir que fui un hermano
de mierda.
Porque es más fácil ignorar a Sav que ver cuán mal esposo he sido, cuán
mal amigo.
Pero el momento hablar sobre la verdad está cada vez más cerca.
―Todo está bien. ―Mis labios se curvan―. ¿Hiciste algo con tu cabello?
Es como una versión 2.0 de Grace, pero sin dejar de ser Grace.
―Sí ―admite con las mejillas rojas―. Savannah me dio algunos consejos.
Trago.
Pero Grace es el tpo de persona que hace que no necesites el fuego para
entrar en calor.
****
Isla y Ryland organizan una cena para nosotros en el hotel en el que están
quedándose con Sav y Jenna. Este está en una cabaña casi en la cima de una
de las montañas de Sun Valley desde dónde se pueden ver las luces del
pueblo durante la noche. Grace, Casper y el resto del equipo, incluyendo al
entrenador Dawson y a Callaghan, fueron invitados. El médico a cargo del
complejo se rehusó a venir, pero le envió un ramo de flores en
agradecimiento a la pareja que Isla recibe con una sonrisa cuando llegamos.
Tras abrazarla y dejarla con Grace, con quién charla animadamente sobre
un montón de cosas que debieron hallar que tienen en común durante el día
de spa, me acerco al lugar de la reunión en el que se halla el resto charlando
con copas de vino y aperitivos en mano. Mi esposa se encuentra apoyada
en la barandilla llevando un vestido manga larga color negro, pero con
destellos y reflejos azules. Su cabello negro cae lacio sobre su espalda.
Combina lo que usa con botas para nieve negras. Aunque sus manos se ven
un poco azules por el frío, el carisma y la sonrisa se mantiene en su rostro.
Me quito el abrigo.
―Qué buen esposo eres, Malcolm, pero deberías calmarte un poco aquí.
Me dejas en ridículo.
Me tenso.
Frunce el ceño y por un momento creo que no obtendré una respuesta, pero
luego habla.
―Sabiendo que soy el único amigo real que tiene tu hermano, ¿algo te hace
pensar que podría tener un problema contigo? ―Ryland es uno de los tipos
más relajados que conozco, así que me sorprendo cuando me dirige una
mirada que da a entender que no soy del todo de su agrado―. ¿Algo que
quizás no te permita dormir por las noches? ―Se inclina sobre mí para
volver a hablar en voz baja y que yo solo escuche―. Yo no te compro el
número suicida y depresivo. Soy abogado, Malcolm, y no estoy donde estoy
por esta bonita cara. Sé cuando las personas esconden algo y sé cuándo
mienten. ―Se echa hacia atrás―. Pero esta noche le prometí a mi esposa
una bonita cena con sus amigos, lo cual te involucra por ser el esposo de
Savannah y el hermano de Tanner, y eso es lo que tendrá.
Veo a Casper reír frente al fuego con Dawson y el resto del equipo.
Veo a Grace charlando con las chicas en la cocina, junto con Jenna, a quién
se les une Ryland. La paredes son de cristal, así que puedo ver todo lo que
sucede en su interior. La pelirroja les tiende los platos que necesitan
mientras Savannah sirve la comida sobre ellos e Isla y Jenna la llevan a la
mesa. No hay ninguna tensión entre ellas. Mi esposa charla con mi médico
como lo haría cualquier otra, lo que significa que no piensa que algo más
que una relación médico-paciente esté sucediendo entre nosotros. Tomo
una bocanada de aire, aceptando la copa que uno de los trabajadores del
hotel me tiende, antes de continuar deslizando mi mirada por la enorme
suite que el matrimonio alquiló.
Pero no se puede.
―¡La cena está servida! ―grita Ryland con Jenna en brazos, dirigiéndose
a la mesa dentro de la suite en la que han preparado todo―. ¿Más vino?
―pregunta hacia mí cuando están sentados, a lo que afirmo. Ryland, quién
conozco desde hace un tiempo y no debería ser tan hijo de puta, rellena mi
copa―. ¿No tiene un sabor familiar para ti? ―pregunta, a lo que Sav gira
su rostro levemente hacia mí.
―El vino que nos costó tanto conseguir para hoy, ¿sabes cuál es?
Giro el rostro hacia ella para confirmar esto, pero ella ya no se encuentra en
su silla.
―Iré a hablar con ella. Seguro le sentó mal el cambio de clima y presión
atmosférica.
―Yo voy.
Isla me mira con duda en sus ojos, pero termina regresando a su puesto. La
suite que poseen es una especie de departamento, así que Savannah se está
quedando con ellos. Tomo aire mientras intento adivinar cuál es su
habitación. Una vez descarto las que están vacías, voy por la que está en el
fondo.
Toco.
No recibo ninguna respuesta, así que intento abrirla, pero se encuentra
cerrada.
Mierda.
Deslizo mis dedos por la madera, consciente de que está apoyada en ella de
la misma manera que yo por cómo se oye.
No duda al responder.
―Sí.
―Sí. ―Me echo hacia atrás cuando sale de la habitación―. Lo siento por
haberte empujado y tratado de esa manera en el baño, pero hoy me he
enfrentado a mucho y no sé cómo manejarlo. Mañana cuando me sienta
mejor podemos hacer un tiempo para nosotros dos en la noche. Ahora, sin
embargo, no soporto verte y si te quedas arruinaré la cena de Isla y de
Ryland porque ella solo estará preocupada por mí y no quiero hacerlo, ni
incomodar a los invitados con problemas que solo son nuestros.
Trago.
―Si no es así te toca esperar a que yo tenga la fuerza para hablar contigo
de la misma manera que yo he esperado por ti, pero dudo que ese sea el
caso. ―Se da la vuelta―. Yo siempre encuentro la manera de estar bien.
Esta no será la excepción ―dice más para sí misma que para mí.
Capítulo 26
Después del desastre de la cena de Isla y Ryland me dirijo a la salida de la
cabaña en la que estoy para tomar un taxi. Lo espero en la salida
sintiéndome de la misma manera que lo hice el día del incidente, pero sin
alcohol y sin Marcus para ayudarme a sobrellevarlo. Asiento hacia la
recepcionista, una mujer madura de aspecto impecable, después de que da
mi dirección y me indica que espere afuera.
Estoy por subirme a él cuando escucho el sonido de una voz tras de mí.
A pesar de lo mal que me siento giro el rostro hacia la voz que se encuentra
llamándome y una sonrisa se adueña de este a ver a Grace rodar su silla de
ruedas con rapidez hacia mí, rechazando la ayuda del botones cuando este
se acerca para empujarla con la excusa. Dejándole en claro que no tengo
pensado irme, muevo mis manos en señal de interrogación y la espero.
Respira con dificultad cuando se detiene frente a mí. Durante el poco
tiempo que estuve en la suite solo tuve ojos para mi esposa y cabeza para
mi hermano, así que no pude apreciar cuán adorable se ve con su vestido
naranja con brillos.
Mis amigos.
Afirmo.
A pesar de que no sé si esté listo para hablar de esto con alguien, empiezo
a abrirme porque es un cáncer que ha estado consumiéndome por dentro
desde hace ya varios años.
―Lo deduje.
―¿Cómo?
―No es solo eso. Es como si se tomara en serio la vida cuando ella está ahí.
No hay humor negro o sarcasmo. ―Sus labios hacen una mueca―. ¿Eso es
lo que ha estado destruyéndote? ¿Celos? ―Llevo mi vista hacia el exterior,
contemplando los edificios de afuera, y la sensación de su mano sobre la
mía hace que lleve nuevamente mis ojos a los suyos―. Está bien si no sabes
cuál es su vino favorito. Estoy segura de que sabes cosas como cuál es su
pizza o su golosina favorita.
―Tienes razón.
Nunca sabes cuán podrida en realidad puede estar por dentro mientras todos
dicen que brilla por fuera.
Eso es lo que nos caracteriza a los hombres del árbol familiar Reed.
****
Le hago una seña a Casper para decirle que continúe hacia la cafetería sin
mí antes de acercarme.
Tanner me ha hecho una seña con el dedo para que espere, como si fuera
otro de sus clientes y no su hermano, y se aleja unos pasos de mí. Espero
como un imbécil a que termine de hablar antes de obtener una respuesta, lo
que me lleva a esperarlo con atuendo deportivo para el frío sentado en la
acera.
―Me voy.
Las temperaturas son frías, pero el brillo del sol es tan potente sobre
nosotros que tengo que entrecerrar uno de mis ojos para observarlo bien.
Mi tono de voz es despreocupado, pero por dentro me estoy rompiendo
porque ha estado diferente conmigo desde esa conversación en la cárcel.
Se encoje de hombros.
―Eso sigue siendo así, ¿o acaso has visto al dueño de Adidas o Nike
pegados al culo de los deportistas que modelan sus marcas? ―pregunta y
niego―. Tengo cosas que hacer en Texas. Tengo una importadora que
manejar. Tenemos, en realidad, por si llega el momento en el que decides
recordar que no solo se vive de sueños. Está bien tenerlos, pero por lo
general la gente trabaja para lograrlos.
Me pongo de pie.
Su expresión se endurece.
―Sí, eso está bien, pero me refiero al hecho de que ese trabajo que haces
va acompañado de la preocupación de en dónde dormirán esa noche o cómo
pagarán las cuentas si su dinero se acaba. La mayoría de ellos no tienen un
hermano que puede servirles de colchón en el caso de que la cartera se les
vacíe demasiado rápido.
Trago.
―¿Me estás sacando en cara todo lo que has hecho por mí?
Tanner niega.
No respondo.
****
Cuando llego a la suite de Savannah son las seis de la tarde. El sol a penas
empieza a ocultarse, pero estaba ansioso por verla y arreglar las cosas entre
nosotros. Con tener problemas con una de las personas más importantes
para mí a la vez es más que suficiente. Al verla levantarse de la silla en la
que se encontraba sentada, sin embargo, sé que algo anda mal. Su cabello
cae lacio sobre su espalda. Sus mejillas están rosadas. El enterizo para
esquiar que usa resalta su cuerpo de manera sobrenatural. En teoría nada
está mal visualmente con ella, pero lo siento en mis malditas venas.
Niego.
―Yo también, pero lo sentiría mucho más si pierdo más que un matrimonio
y también te pierdo a ti. ―Se sienta en mi regazo y me abraza. No puedo
contenerme y escondo el rostro en el hueco de su cuello, sintiendo las
lágrimas deslizarse por mis mejillas. Alza mi rostro después de un rastro―.
Quiero volver a ser tu amiga. Quiero que vuelvas a ser capaz de decirme las
cosas. Quiero que ambos estemos bien y cumplamos todas nuestras metas
sin que el otro represente ataduras para ello. ―Acaricia mi rostro con
cariño―. Nunca cortaría tus alas, así que no cortes las mías. Lo que más
añoro ahora es sentarme a diseñar sin sentir el peso de la responsabilidad
de tener que hacer algo para que estés bien, pero no tener idea de qué, y el
desgaste que conlleva hacer eso las veinticuatro horas.
La contemplo.
Respirar de nuevo.
No tengo que leer el documento para saber que proviene del despacho de
Ryland.
―Irme de aquí. ―Besa mi frente―. Sun Valley es bonito, pero los climas
míos no son los míos.
―¿Regresarás a Texas?
―¿Los gays?
―Sí, pero no son gays. Son bi. ―Pone los ojos en blanco―. ¿Cuántas
veces debo explicártelo?
Rueda los ojos mientras se limpia las lágrimas, lo cual me hace sonreír con
un sentimiento cálido y a la vez desgarrador en el pecho. Estoy seguro de
que llorará toda la noche de la misma manera en la que yo lo haré, deseando
poder embriagarme, cosa que no puedo hacer ya que las bebidas alcohólicas
están prohibidas en el complejo, pero también de que estaremos bien porque
la conexión que hay entre nosotros sigue ahí a pesar de que acabamos de
divorciarnos. Mi sonrisa triste se transforma en una risa cuando sostiene el
documento de divorcio y lo agita en el aire de manera victoriosa.
Su expresión se vuelve seria, así que dejo de reír y se lo arrebato con el ceño
fruncido.
―¿Te quedaste con la casa y con los autos? ―La observo asentir―. ¿Por
qué?
Su nariz se arruga.
Pero niega.
―¿Por qué?
―Sav…
Salvaje.
Alocada.
Apasionada.
Extrañaba esto.
―Menos tú.
Capítulo 27
Tomando en cuenta todo lo que ha pasado, eso habría sido más allá de
egoísta de mi parte.
Ya es demasiado.
Aunque me muero por quedarme con ella contemplo a Sav dormida sobre
mi pecho, sus ojos tan hinchados como los míos debido a que pasamos la
última hora llorando, borrachos, y acaricio su mejilla antes de juntar sus
labios con los míos una última vez. Intenté esconderlo, pero renunciar a la
chica de mis sueños me está matando por dentro debido a muchas causas.
Nuestro divorcio para mí se siente como un mal necesario debido a que
sentía que no podía seguir arrastrándola conmigo al fondo del pozo en el
que me encuentro sumido porque de lo contrario ni siquiera yo podría salir
de él.
A pesar de que la amo con todo mi corazón, solo que no como merece.
No sinceramente.
El problema está en que nunca supe que hacer con todo lo demás.
Que esto siempre me intimidó porque solo soy un patético jugador que
depende de su cuerpo para ganar dinero, un tipo con la mentalidad de un
parquero con millones en su cuenta, como dice Tanner, y ella es la mujer
más impresionante en la que algún pobre bastardo podría fijarse.
―Gracias a ti.
Afirmo.
―Le dijo a él que no lo tomaría porque pensaba que eso podría lastimarte
y ser malo para tu recuperación, pero la junta directiva de Reed Imports es
la que está esperando una respuesta escrita. Tanner se ha mantenido
apartado de todo porque no quería incomodarla y son ellos los que le
buscarán un reemplazo si no responde. Hay un plazo para hacerlo. ―Mira
hacia el piso―. Savannah me pidió que lo rechazara porque no podía
hacerlo por sí misma, pero yo no he enviado la carta oficial aún. Planeaba
hacerlo cuando faltaran unos días en el caso de que cambiara de opinión.
Una oportunidad como esta es… Dios. Malcolm, ella tiene que aceptarlo.
Sé que es complicado, pero debe hacerlo. Le daría a Campbell & Co lo que
necesita para dejar de solo diseñar casas bonitas y lujosas. Ninguna
constructora o idiota en la industria podrá aplastarnos después de formar de
algo así.
Asiente.
―Sí, ¿lo necesitas? Hasta donde sé sigue en la pista. Puedo hablar con
Ryland para que lo aliste.
Afirma.
―Mal…
Suspira.
―Bien. ―La abrazo una última vez, alzándola, a lo que grita y Ryland se
asoma en la puerta―. Gracias, Is ―susurro en su oído antes de correr en
dirección a las escaleras del hotel.
―¡Lo sé y por eso la cuido cada maldito segundo de mi vida! ¡Para que no
me pida el puto divorcio!
Después de que golpeo varias veces su puerta, este abre usando una pijama
azul con estampado de hojas de marihuana. Su cabello rubio está revuelto
en la cima de su cabeza. Separa los labios a penas me ve, preocupación en
sus ojos, pero entro en su habitación y busco una mochila o algo donde
pueda guardar ropa. La encuentro en su armario y finalmente respondo a
sus preguntas.
Me mira, parpadeando.
―¿Es dinero? ¿Tienes una caleta? ―Lo miro con el ceño fruncido, sin
responder, y niega―. Estos heterosexuales y sus bienes mancomunados.
¿Por qué no solo hiciste una maldita ceremonia espiritual en Fiyi, hombre?
Eso es lo que hacen todos los tipos inteligentes con dinero.
Traga, viéndome.
Su ceño se frunce.
―Entonces supongo que eso lo hará más sencillo. ―Cuelga la mochila de
sus hombros―. Por cierto, eres todo un pequeño hermano menor
consentido, ¿te lo han dicho? ―Tanner me lo dijo. No con esas palabras,
pero lo hizo―. Malcolm. ―Se detiene cuando llegamos a la salida,
inclinando su cuerpo hacia el pasillo dónde están las oficinas principales
del complejo. La oficina de Callaghan, quién estará feliz de saber que
Savannah ya no estará ahí para amenazarlo con dinero para lograr que haga
todo lo que queramos―. No podemos irnos todavía. Soy solo un
fisioterapeuta y necesitas un permiso médico.
Trago.
Casper niega.
Necesito ir a Texas.
Necesito estar en mi casa una última vez antes de que Savannah llegue y
haga lo que hacen las mujeres que acaban de divorciarse, como cambiarla
o venderla.
O demolerla.
Por primera vez desde que la vi siento algo de atracción hacia su cuerpo, no
puedo evitarlo y más aún con las palabras de Savannah y la fantasía de ellas
dos fresca en mi mente, pero es demasiado pronto.
Lo cual no significa que no sienta una conexión con Grace Taylor que no
haya sentido con nadie más.
Mierda.
Mierda.
―Estaba nadando por debajo del agua hasta el borde. Es más fácil para mí
hacerlo por debajo. Por encima es más trabajo para mis brazos. ―Me
detengo junto a ella―. ¿Por qué están aquí?
De mi parte sé que la amaré por siempre y que siempre será importante para
mí.
―Lo siento mucho por eso, Malcolm. Espero que todavía puedan ser
amigos. Sav es genial.
Su frente se arruga.
―Necesito ir a nuestra casa en Texas y hacer algo antes de que Sav llegue.
Se va mañana, así que necesito irme ahora mismo en el avión de mi
hermano. ―Trago―. Y necesito que me acompañes.
Grace niega.
Niego.
―El vino también embriaga y estamos hablando de una cosecha que tiene
dos siglos fermentándose.
Niego.
―Necesito estar en Texas antes de que Sav llegue. Dijo que se iría por la
noche, ¿pero y si cambia de opinión? ¿Y si se da cuenta de que el avión en
el que vino ya no está?
Su expresión se suaviza.
―Debe haber algo que quieras. Algo que nadie haya podido cumplir para
ti hasta ahora o que te haya sido negado. Casper quiere ver el mar y tengo
planeado llevarlo de regreso. ―Grace mira hacia la cocina, dónde veo a
Casper preparar emparedados para llevar como si ya supiera que nuestro
sigue en pie, y regreso su atención a mí girando su rostro con suavidad―.
Dime qué es y lo haré realidad.
―Dímelo, Grace. Dime lo que quieres para que pueda cumplirlo. No soy
mi hermano, pero soy un maldito Reed y nadie nunca me dice que no.
Ella traga, resistiéndose, pero finalmente cede y eso me hace sentir como
una mierda por usar mi apellido y los usuales medios de mis genes para
lograr algo.
Tras oír sus palabras no queda más por decir, así que me echo hacia atrás.
―Hecho.
Capítulo 28
El viaje a Houston nos toma cuatro horas.
Cuando el chófer se detiene frente a mi hogar y todos nos bajamos del auto
me tomo un tiempo para contemplar la hermosa mansión que Savannah creó
para nosotros. No puedo evitar verlo todo como si fuera la primera y la
última vez que voy a estar aquí. Todos los detalles entre clásicos y
modernos. Toda la hermosa naturaleza a su alrededor con el amanecer
apareciendo tras de ella.
―Ya entiendo por qué no querías quedarte en Sun Valley ―silba Casper―.
Tu casa es más grande.
―Es una casa muy bonita ―susurra Grace tras alcanzarnos, viendo hacia
mí con preocupación.
―Linda forma sutil de recordarnos que eres rico ―gruñe Casper tras de
mí.
Ya que no estoy de ánimos para hablar con si quiera una pizca de humor,
lo ignoro y continúo con mi camino hacia la puerta principal. Tras tocar mi
ex ama de llaves se asoma, preparada para recibir a Sav y conmocionada al
observarme a mí en su lugar después de tantos meses.
Bien.
―Hola. Solo vine a buscar algo. ―La rodeo para entrar en la mansión en
el mejor código postal de Houston―. Ellos vienen conmigo. Por favor,
dales de comer mientras lo resuelvo.
Muchas preguntas se asoman en su mirada, pero no me quedo para
responderlas.
Lo imprimo.
Mientras el papel está listo me doy cuenta de que hay más correos entre ella
y ellos acerca del programa, pero ni siquiera los reviso. Me enfoco en mi
trabajo y en escribirle una carta que le diga todo lo que no fui capaz de
decirle ayer viéndola a los ojos, una explicación para mis actos que
entenderá.
Pero algo que el mundo debe aceptar es que eres talentosa, Savannah.
Con amor,
Malcolm Reed.
La gente a veces piensa que los malos son los peores, pero si es así es porque
nunca han sentido la nostalgia de saber que nunca volverás a ser tan feliz
como esa vez o a estar tan en paz como esa vez.
―Los espero en el auto ―les digo antes de salir, ignorando los llamados
de la ama de llaves para que me les una y coma ya que mi estómago en este
momento se encuentra cerrado.
―¿Malcolm? ―llama una voz, abriendo la puerta para verme del otro
lado―. ¿Está todo bien?
Más allá noto a Casper trotar hacia nosotros con un recipiente de comida
para llevar.
Desvío la mirada hacia la calle, cansado de la vista de mi viejo hogar.
Asiente, en shock.
Cuando alza su rostro hacia mí veo lágrimas deslizándose por sus mejillas
llenas de pecas.
Una vez se separa de mí veo su nariz arrugada mientras se limpia los ojos.
―¿Por qué siempre me dices Grace Taylor? ¿Por qué no solo Grace o
doctora Taylor?
Se encoje de hombros.
Ríe suavemente.
―Lo sé. Mi madre estaba ebria cuando me lo puso.
―¿Dando a luz?
―Sí.
―Lo siento por eso. ―Me acomodo sobre el asiento para verla mejor
mientras charlamos―. Contestando a tu pregunta, no tengo ni idea de por
qué te llamo Grace Taylor. Me recuerda a un personaje femenino del salvaje
oeste y amo esas películas. Solo me gusta cómo suena.
―Creo que es muy tarde para que empecemos a ser formales. No me siento
como si fueras superior a mí en ningún aspecto, Grace Taylor. Los dos
provenimos del mismo infierno. La pérdida nos hizo almas gemelas. ―Su
expresión se torna nerviosa al desviar la mirada y tragar, por lo que me
fuerzo a explicarme mejor―. Somos iguales. Nunca aceptaría un señor
Reed o un Reed de tu parte.
Grace niega.
*****
Tengo una parada más que hacer antes de continuar con los próximos dos
destinos de nuestro viaje. Sigo sin estar seguro acerca de ello, pero las
palabras de Tanner tampoco abandonan mi mente. El entrenador Dawson
me ayudó a arreglarlo y a permitir que me dejaran entrar al estadio, pero me
enfrento por mí mismo a mi viejo equipo cuando todos ellos se encuentran
en los casilleros. Casper y Grace insistieron en acompañarme, a lo que me
negué e hice el chófer aceptara darles una vuelta por Houston antes de
bajarme del auto y enfrentar uno de mis mayores demonios.
―Lo sé. ―Aprieto su hombro―. Muchas gracias por haberme sacado del
agua ese día.
―Fue un infierno para todos. No solo para ti, Malcolm. Todos la pasamos
mal, sobre todo Sav.
Niego.
―Solo estoy aquí haciendo unas cuantas diligencias. Debo regresar al
complejo. ―Llevo mi mirada a su rostro de nuevo―. Nos divorciamos.
―Su frente se arruga con una mezcla de sorpresa y preocupación―. Pero
seguimos siendo amigos. Es lo mejor para ella, ¿sabes? Merece más.
Afirmo.
―Déjalos hablar, Ky. Se necesitan bolas para venir aquí. ―Mira hacia mi
brazo―. ¿Cómo está eso?
―En recuperación.
―¿Lo que dicen sobre la lesión es cierto? ¿Tienes la triada? ―pregunta
Maximilian, un rubio de herencia italiana―. ¿No podrás volver a jugar
jamás?
Niego.
―Estoy aquí para pedir disculpas si los hice sentir así con mi retirada. No
fue personal. Solo buscaba cumplir mis metas y nunca pensé que les estaba
haciendo algún mal al dejarlos atrás. ―Trago―. Quizás no merecía ser
abandonado en el campo de esa manera, pero ustedes no merecían eso.
Fuimos un buen equipo mientras duró. Logramos dos Súper Bowls
seguidos. Fuimos la maldita sensación.
―Nueve.
Esta vez son los otros jugadores los que se adelantan en su defensa, pero
Twoson los detiene.
―Si así es como tratas a tus hermanos me alegra haber sido hijo único
―sisea alguien por algún lugar, pero no le presto atención más allá del picor
que eso ocasiona dentro de mi pecho.
―Discúlpanos, hombre.
―Yo también lo siento. Tienes razón. Me sentía como una mierda por dejar
al equipo. No por abandonar a los Kings, sino por dejarlos a ustedes, pero
soy de los cobardes que prefieren empujar el arrepentimiento al fondo de
su mente para no sentirlo. Simplemente llega un momento en el que son
demasiadas acumuladas allá atrás y una de ellas alcanza la luz, revelando la
existencia de las demás.
Twoson afirma.
―No tan bueno como antes, pero estoy entrenando para las rondas de
reclutamiento.
―Apuesto todo lo que tienes a que con tu lesión sigues siendo mejor que
nuestro nuevo mariscal ―dice Maximilian―. Es solo un chico y están
llenando su cabeza de mierda. Le están haciendo creer que puede ganar un
juego sin el resto de nosotros y no es así. Ese es privilegio de unos cuantos.
―No nos pueden echar a todos al mismo tiempo, ni pueden perder a todos
sus jugadores al mismo tiempo. A penas están recuperándose de haberte
perdido a ti. ―Mira mi brazo izquierdo―. Estuviste aquí antes, Malcolm,
¿crees que tienes alguna posibilidad? ―Asiento―. ¿De cuántas yardas
hablamos?
―Setenta.
―¿Cómo es posible?
Trago, negando.
Se trata de mí.
El Dallas ya no significa nada. Con hacer lo que amo me basta.
―Yo también ―dice Marcus a mis espaldas, lo que me hace girar hacia él.
Se encoje de hombros.
―Solo me aceptaron porque así irías tú. Con el único con el que me llevo
bien es Ibor. Me dejarán ir.
―¿Pero puedes empezar ahora mismo? Queremos ver de lo que eres capaz.
¿Las mismas personas que te lastimaron pueden ser las mismas que te
sanen?
Ahora puedo ver que los lastimé tanto o más de lo que ellos me hirieron a
mí.
*****
Isla.
―Malcolm ―responde ella del otro lado―. ¿Has hablado con Sav?
―Mi teléfono no ha sonado hasta ahora, ni he hablado con ella desde ayer,
¿por qué?
―Se fue a Texas en auto. Dijo que necesitaba pensar y pasar tiempo a solas.
―Asiento debido a que eso sería algo propio de Sav. Ella ama conducir―.
Pero anunciaron una tormenta de nieve en Sun Valley hace dos horas. El
clima está horrible, no hay señal y no responde. Ryland está cuidando a
Jenna, pero Jenna no deja de llorar porque quiere que esté con ella y no
puedo porque no sé dónde está Savannah. Larissa y Will tampoco dejan de
llamar. Ya saben del divorcio y…
―Gracias.
―Bien.
―Te voy a colgar para hacer una llamada y luego te llamo, ¿sí? Sé de
alguien que la va a encontrar.
Le cuelgo.
―Lo sé.
―Gracias.
―Sí. Ella lo hizo. Nos divorciamos ayer. Estoy en Houston haciendo unas
cosas.
―No.
―Bien.
Capítulo 28.5
SAVANNAH
Sea cual sea la fuerza que me mantiene unida a ellos es cruel y mi alma es
necia.
Trago.
Extiendo mi mano para apagar la voz porque estoy gastando batería, pero
la canción me lo prohíbe.
Ya han pasado dos horas desde que me accidenté y noté que mi teléfono no
tenía señal.
Cualquiera merece más que tener tanta mala suerte en el amor, pero solo
me queda volver a intentarlo.
―¡No! ―grito―. ¡No puedo bajarme sin un gancho tirando del auto! Estoy
en el borde del risco.
Veo su sombra pasar por delante del capó y confirmar lo que le digo.
―Savannah ―dice, su voz más dura y seria que nunca―. Necesito decirte
algo, pero también necesito que no entres en pánico. ¿Entiendes lo que
acabo de decir? Si lo haces dímelo, por favor.
Trago.
―Te entiendo.
―La mitad derecha de tu auto pasó la línea del abismo. La rueda derecha
de atrás está por colapsar también. El viento lo está empujando cada vez
más, así que no podemos esperar por una grúa. Debemos sacarte de aquí.
Rápido. ―Afirmo, de acuerdo, pero luego recuerdo que él no puede verme
y doy mi consentimiento en voz alta―. Necesito que le pases el seguro a la
puerta y necesito que tomes mi mano a penas te bajes en el caso de que el
auto decida irse. Eso es todo lo que necesito que hagas. ―Su voz se vuelve
ronca―. ¿Puedes hacerlo, Sav? Sé que estás asustada y con frío, ¿pero
puedes?
Asiento, sollozando.
Creí que solo era una rueda, pero están por ser dos.
Dos y luego mi auto entero, conmigo dentro.
―Sí.
―Bien, pasa el pestillo, por favor. Te tomaré a penas pueda. Prometo que
no te dejaré ir.
Eso empeora cuando un sonido tras nosotros nos hace alzar el rostro y ver
el auto en descenso por el acantilado de nieve, a lo que solo puedo
permanecer con los labios entreabiertos, en shock.
Tanner asiente.
En otro momento lo habría abofeteado por hablarme así, pero ahora solo
puedo darle la razón.
No estaba pensando.
―Ningún auto que no haya salido hace dos horas va a lograrlo. Están
sumergidos en la nieve.
Niego.
―Puedo esperar por ayuda aquí. No creo que sea correcto que vayamos ahí.
Me estremezco, impactada por sus palabras ya que llevaba tres años sin que
me hablara así.
Tanner lleva sus lentes para esquiar, así que no le molesta como a mí.
―Creo que ya has perdido la cordura. No entiendo por qué no solo llamaste
a la policía.
Niego.
―Te lo follaste por tres años, Savannah ―repite, acechándome―. Por tres
años me hiciste creer que lo amabas, pero las cosas se pusieron difíciles y a
penas luchaste por quedarte a su lado.
Niego.
―¿Lo dices por Grace Taylor? ¿Por esa bonita doctora? No voy a fingir
que no entiendo la decisión de Malcolm. ―Sus ojos negros brillan―. Su
maldito encanto hace que te olvides de su discapacidad.
A limpio.
A orden.
A control.
No logra terminar.
La sensación de mis labios sobre los suyos antes de que mi lengua explore
su boca.
―¿Crees que Grace Taylor u alguna otra mujer pueda hacerte sentir de esa
manera?
No responde.
Se inclina hacia abajo para besarme, pero lo detengo con mis manos.
―Esto solo será cuestión de una vez. No quiero tener nada que ver con los
Reed luego de esto.
Varias emociones pasan por sus ojos al oírme, pero no identifico ninguna.
Por alguna razón sus palabras hacen que nuevamente mis ojos se llenen de
lágrimas, pero lo olvido cuando guía la punta de su miembro a mi entrada
y agacha la cabeza para sumergirla en mis tetas. Enredo mis dedos en su
cabello, forzándolo a mirarme cuando empieza a entrar en mí con los
pantalones desabrochados, sin camisa. Quiero que tenga nuevo material
para los siguientes años que pase sin tenerme. Por si existe una próxima vez
en el futuro en la que estoy desconsolada y me apetezca usarlo como uno
de mis amantes. Como uno más de mis juguetes, porque en eso se convirtió.
En uno más.
Tras solo dos estocadas en las que no puedo evitar gemir, se estremece.
Y se corre.
Es solo morbo.
Todo el fuego que había ahí alguna vez se extinguió, dando origen a este
hielo que nace de ambos.
O sus palabras.
Esto que siento en este momento me recuerda por qué no pudo ser.
―¿Ya no me odias?
―Nada de lo que dije fue una mentira, pero quizás exageré en algunas cosas
y definitivamente no te odio. No cuando estamos solos o cuando estás frente
a mí. ―Se sienta, cubriendo su desnudez con su manta mientras me mira―.
Tengo dos teorías sobre ti, Savannah. Me sentiría mejor conmigo mismo si
tan solo pudieras decirme la verdad para así poner todo en orden y
continuar.
Afirmo.
En su tono de voz detecto que solo dice eso porque eso nos quitaría tanto
de encima a los dos.
―¿Por qué sigo cometiendo errores? ―sollozo―. ¿Qué está mal en mí?
―No es lo que esté mal en ti, Savannah. Es lo que está mal en los demás.
Deja de sentirte mal por las cosas que haces. Nada de lo que haces un error.
Es parte de la vida. Las personas se divorcian todo el tiempo. Me hubiera
gustado que mis padres lo hicieran, pero no pasó. ―Sus dedos acarician mi
piel―. Para de buscar ser buena porque así como eres, un maldito agujero
negro para todos, eres perfecta y un día llegará un hombre que lo valore y
no tema perderse en ti. Serás su mundo entero. Ni siquiera pensará en otra
estando o no tú en una habitación. Es posible que lo logres, Sav, así que no
te conformes con menos. ―Presiona sus labios contra mi frente―.
Lamento no haber podido ser ese hombre para ti y me disculpo en nombre
de mi hermano porque tampoco lo fuera. Ambos esperábamos más de él.
―Se pone de pie, extendiendo su mano―. También lo siento por antes. Por
cómo terminó todo entre nosotros y por cómo te hablé hace un momento.
La situación me volvió un desquiciado.
Pero ya se acabó.
Deja en el mesón las dos latas con frijoles verdes que consiguió y se acerca.
Pero ahora me es más imposible que antes idear uno en el que acabemos
juntos y felices.
No por mi yo de ahora, sino por mi yo de antes. Ella esperó tanto por esas
palabras.
Necesito saber que mis deseos serán respetados sin que tenga que haber un
Reed de por medio.
―Lo que suceda en esta cabaña ―le digo, mis dedos presionados contra su
mejilla al mismo tiempo que siento los suyos desabrochar nuevamente mi
sujetador. Acabamos de terminar de follar como animales sobre la
alfombra, pero ambos claramente queremos más―. No saldrá de aquí
jamás. Necesito que me jures que será otro más de nuestros secretos,
Tanner. Otro más para el baúl.
―Sí, Sav. El puto fin con letras mayúsculas y subrayado ―jadea antes de
tomarme en brazos y estamparme contra la pared, a lo que tiro de mi cabeza
hacia atrás y río por la forma en la que deposita besos en mi cuello,
haciéndome cosquillas, y luego desciende por mi abdomen, arrodillándose.
Su boca se desliza por mis muslos―. Este es nuestro maldito fin y siempre
será así.
Enredo mis dedos en su cabello oscuro, gimiendo cuando me baja las bragas
para sumergir su rostro en mi carne y lamer con hambre, no como un
preámbulo. Una vez me roba suficiente el aliento, se incorpora y junta
nuestros labios. Extiendo mi mano hacia atrás para buscar la manija de la
puerta. Al encontrarnos es como si una fuerza externa nos empujara dentro
y hacia la cama que no sabemos a quién diablos pertenece, pero hemos
decidido rebautizar como nuestra por el momento. Estamos lejos del fuego
de la chimenea, así que me encuentro agradecida cuando me cubre con su
pie. Ahora que su veneno se ha disipado, se toma su momento
recordándome por qué estaba tan obsesionada, lo cual se se siente como un
recuerdo lejano y familiar, besando cada centímetro de mi cuerpo antes de
estrecharme contra él y animarme a incorporarme mientra nos besamos y
se adentra en mí.
Mis sentimientos pueden seguir congelados, pero sigue siendo buen sexo y
buen sexo de despecho.
Lo que sí es igual es que no puedo evitar ver a Tanner como algo más que
el enemigo.
Una hipócrita.
Una mentirosa.
Un impostor.
A Savannah Campbell.
Hay tantos sitios a los cuales me desearía ir que a penas puedo decidirme
por uno.
―¿Conocerme?
―No ―murmuro y se separa para que caiga boca arriba sobre el colchón,
a lo que puede verme―. Iría con la Sav de trece años y le diría que no
entrara en esa habitación. Que no fuera a esa fiesta. Que no fuera tan
estúpida. ―Su expresión se endurece y paso mis dedos por encima de ella,
comprobando que todavía tengo el poder de suavizarla―. ¿A dónde irías
tú, Tanner? ¿Tienes tantos lugares como yo?
Niega.
―Solo uno.
―¿Cuál es?
―¿Y qué cambiarías? ―continúo con las preguntas, pero él solo niega.
―No importa si fue por Malcolm, gracias por ser el hijo de puta que me
salvó.
―De nada.
Capítulo 29
Paso el resto de la noche llamando a Isla e intentando convencer a las
autoridades de Sun Valley con las que puedo comunicarme de ir por
Savannah y Tanner, quién tampoco aparece luego de irse del sitio en el que
estaba quedándose para ir por mi ex esposa. Una parte de mí sabe que la
encontró, que conmigo fuera del escenario encontrará la manera de volver
a regresar a ella, pero la otra á aterrada de que las dos personas que más
quiero en el mundo estén desaparecidas. No duermo pensando en ello.
―Chico, las malas noticias viajan rápido. Si algo les hubiera pasado ya lo
sabrías ―dice mientras se detiene bajo el umbral de mi habitación con una
pila de mantas―. Duerme un poco. Cuando duermes el tiempo pasa más
rápido. Por la mañana tendrás noticias de ellos. Te lo prometo.
―Gracias, Zoe.
Lo intento.
Cierro los ojos, pero las náuseas a penas me permiten acostarme por unos
segundos antes de que tenga que incorporarme de nuevo. Hace veinte
minutos hablé con Ryland y este seguía sin tener noticias de Sav o Tanner.
El avión de Reed Imports no puede salir de la zona debido a la tormenta y
tampoco conseguí un vuelo habilitado, privado o público, en el que
pudiéramos regresar. Estoy de brazos cruzados al otro lado del país
esperando que las dos personas más importantes para mí aparezcan.
―¿Malcolm?
Grace Taylor.
Una de las razones por las que se perdió en la nieve y mi hermano la siguió.
No quiero su maldita compasión. Quiero que ellos estén bien para poder
estar bien también.
*****
―¿Los encontraron?
―Sí. Las líneas volvieron y Tanner pudo ponerse en contacto con las
autoridades. Encontró a Savannah. Están esperando que limpien el camino
de la carretera para buscarlos. Fue una tormenta que ocurre cada veinte
años, ¿puedes creerlo? ―Niego, la emoción obstruyendo mi garganta―.
Ellos están bien. Puedes seguir con tu viaje. ―Hace una pausa―. ¿Tú estás
bien?
―¿Ahora te importa?
Suspira.
―¿Por qué demonios me das las gracias, hombre? ¿Por estar casado y
cederte el puesto del soltero más codiciado de Texas? Si es así, de nada. No
fue una pérdida. Ahora soy el hombre casado más deseado.
No le permito responder.
Cuelgo.
Como un zombi me dirijo hacia el baño para obtener una ducha y lucir
presentable cuando le diga a todos que mis familiares aparecieron, pero mi
teléfono no tarda en sonar y en hacer que me regrese al interior de mi
habitación. No tardo en tomarlo y en responder al ver el nombre de Tanner
en la pantalla.
Río, feliz como nunca antes lo había estado de escuchar su odiosa voz.
―Si no hubieras aparecido probablemente pude haberlo hecho ―le
devuelvo la broma.
―Bien.
―¿Hola?
Mis extremidades se aflojan al oír su voz, así que tengo que sentarme.
Trago.
―Estoy reunido con los Kings. Pidieron disculpas. Yo también les pedí
disculpas por abandonarlos.
No me doy cuenta de que estoy llorando hasta que saboreo mis propias
lágrimas.
―¿Él fue un imbécil contigo, Sav? ―No responde, pero escucho cómo se
aleja, probablemente porque donde está Tanner puede oírnos. Su silencio
contesta por ella―. Mi hermano solo es así de imbécil cuando lo lastiman
o cuando está asustado. El sarcasmo y todo lo que dice son su escudo.
―Lo sé, Malcolm. Conozco a Tanner. El asunto es que alguien como él...
no es para aguantar a diario.
Ríe.
Savannah piensa que solo hablo de los míos, pero me refiero a ambos.
―Él fue el que te encontró. Creo que sería el único en encontrarte en medio
de una tormenta.
―Sí.
Antes de que Sav responda, cuelgo y continúo con mis planes de alistarme
para irnos de Texas.
Niego.
Afirma.
―Lo pensaré.
―Hazlo. ―Se queda en silencio por un momento―. Por cierto, lo siento
por tu matrimonio.
Me tenso.
Afirmo, levantándome.
La estrecha.
Amo el fútbol, pero no sé si deseo que todo vuelva a ser como antes.
Quiero más.
*****
Nos toma tres horas y media en un vuelo privado llegar a New York. A
penas ponemos un pie en el aeropuerto guío a Grace a la salida, Casper
caminando todo el tiempo frente a nosotros tomándole fotos a todos. Aquí
hace frío, pero no tanto como en Sun Valley. Sonrío cuando Grace me pide
que la acerque a la orilla de la acera en el exterior para alzar su brazo y pedir
un taxi al estilo neoyorquino.
―La hija de la señorita Evegnia y ella eran mis vecinas cuando éramos
niñas. Gracias a ella aprendí a patinar. Mis padres eran las parias del
condado en el que vivía. Nunca estaban pendientes de mí y siempre se
metían en problemas. Me hacían sentir sucia y denigrada, todo lo contrario
a lo que sentía al estar en una pista de hielo. ―Me observa, sus ojos en tono
miel llenos de tanta ilusión y esperanza que a penas puedo soportarlo. Lleva
un abrigo marrón por encima de un vestido con flecos. Su cabello rojo se
ve más brillante que nunca. También usa labial. Se preparó para la
ocasión―. Le debo todo.
―¿Incluso tu dolor?
―Sí.
Me encojo de hombros.
―Yo solo tomé la dirección que me dieron. ―Me bajo del auto mientras
Casper le paga al taxista. Saco la silla de ruedas y nuestras mochilas del
maletero. El rubio viene a mí con Grace en brazos. El humo y el desastre
que nos rodea a penas nos permite respirar―. Es ese edificio de allá. ―Se
lo señalo al rubio antes de caminar hacia una construcción de ladrillos con
una barbería y un estudio de tatuajes abajo. No entramos todos en el
pequeño elevador, así que Casper se queda abajo―. ¿Grace? ―pregunto
mientras andamos por el pasillo del piso nueve, el cual tiene algunos
roedores.
―¿Sí?
―Espera aquí ―le indico a pesar de que todo lo que nos rodea me hace
querer llevármela lejos.
―Por los tríos son doscientos. ―Se levanta―. Aunque a un tipo tan guapo
como tú no le cobraría.
Su frente se arruga.
Ella se paraliza cuando se detiene frente a Grace, sus ojos llenos de shock
y dolor.
No lástima.
―Printsessa ―llora, viéndola, y Grace también lo hace. Se abrazan―.
¿Qué te pasó?
―¿Qué te pasó a ti? ―solloza Grace―. ¿Por qué vives en este lugar?
¿Dónde está Danielle?
―Con su padre. Mientras yo elegí dejar de patinar para ser madre, ella
siempre lo eligió a él. También los escogí a ellos sobre ti y no sabes cuánto
me arrepiento de eso cada día de mi vida ―llora―. Debí aceptar ese trabajo
en Lake Placid. Debí haberme quedado contigo y haberte entrenado. Corté
cualquier comunicación con el patinaje una vez vine a New York, pero me
arrepiento tanto de haberlo hecho.
―Me lesioné ―llora la pelirroja, volviéndose esto tan íntimo que empiezo
a salir del departamento.
―¿Qué sucede?
―Es medicinal y Grace seguro tardará ahí adentro, ¿por qué no?
Capítulo 30
No sé qué esperaba que saliera de la conversación entre Grace y la señorita
no tan señorita Evegnia, pero definitivamente no era ver a esta última con
un par de maletas de mano al abrirse la puerta de su departamento un par
de horas después. Su rostro está oculto por un sombrero de aspecto antiguo
y caro, quizás cosas que quedaron de su matrimonio, y cuerpo por un abrigo
blanco con algunas manchas de lavado. Aunque es como si usara un disfraz,
se ve mucho mejor que en bata e insinuándose por unos cientos de dólares
que de todas maneras saco de mi bolsillo cuando extiende su mano hacia
mí.
―Gracias.
Me detengo para mirar a Grace, quién alza su rostro hacia mí con una
sonrisa tímida.
En ese momento supe muy dentro de mí que no podía negarle nada a esa
sonrisa.
Grace asiente.
―Será bueno para ella salir de aquí. ―Su frente se arruga―. ¿Dónde está
Casper?
Las personas en New York llevan un ritmo de vida muy agitado para
alguien como Grace. Las calles están llenas, no como en Sun Valley, y cada
quién está estrictamente enfocado en lo suyo. A decir verdad a mí tampoco
me gusta. Prefiero vacacionar en pueblos pequeños, en Los Ángeles o
Miami y vivir en Texas, dónde en cualquier momento puedo escapar a
alguna de mis propiedades. En nuestro corto matrimonio Savannah me
convenció de invertir un poco de mi dinero en bienes raíces, así que poseo
algunos ranchos y mansiones en distintas zonas de nuestro estado.
Tanner no tiene idea de ello por obvias razones.
Asentí.
―Regresaremos a Texas.
Mi frente se arruga.
Se encoge de hombros.
Su nariz se arruga.
No.
Sav era la chica de mis sueños mucho antes de saber lo suyo con mi
hermano.
Yo la entendí y la aprecié primero, cuando él solo la hería.
―No ―respondo mirando por la ventana―. Tanner no tuvo que ver con
eso.
Lo tuvo que ver todo y Grace está en lo correcto, pero no me presiona para
que continúe hablando sobre ello, decidiendo en cambio apoyar la parte
posterior de su cabeza en el asiento y cerrar los ojos.
******
―Iré a dar una vuelta ―dice colocándose las gafas―. Grace está en la
habitación y…
―Grace Taylor es una buena persona. No es como tú. No es como yo. Ella
puede confiar en ti cuánto quiera porque yo no lo haré, lo que significa que
mantendré un ojo sobre ti, Evegnia. Te está dando una segunda oportunidad
en la vida y si no la valoras vamos a tener un problema. ―Libero la puerta
para ella―. Soy menor que tú, así que no voy a jugar a ser tu padre, pero te
quiero aquí a las nueve para ir a cenar. Grace te adora y estoy seguro de que
le encantará pasar un buen rato contigo.
―Eres mucho más atractivo cuando te pones los pantalones, niño. Esa
charla en el auto sobre estar a la sombra de tu hermano… ―Niega, su
acento ruso causándome náuseas por cómo lo usa de forma seductora―.
Eso no fue sexy. ―Me mira de arriba abajo―. Esto sí es sexy. Incluso ya
no quiero irme.
Retrocedo.
―¡No la trates como una inválida! ¡Ella no necesita alguien que la cuide!
―dice, pero no la escucho.
Lleva un vestido blanco, así que su falda también estaba hacia arriba.
Ignoro el hecho de que por un momento vi sus muslos, así como el inicio
de sus bragas, pero sus mejillas se encuentran rojas debido a que también
se dio cuenta de ello. Tras alisar su falda hacia abajo, mantiene sus ojos
color miel en los míos y responde.
―Sí. ―Ve hacia la ventana―. Desde aquí puedo ver las olas.
―¿Sinceramente? Solo fui a la playa una vez con mi abuela. Tenía seis.
―Aunque se ve un poco avergonzada por ello, pide ayuda―. ¿Podrías
llevarme? Mi silla de ruedas no llega hasta la orilla.
Forzándome a salir de mi estupor porque sino pensará que tengo algún otro
trastorno del cual no se ha percatado, me extiendo hacia ella, pero en lugar
de pasar mi brazo por debajo de su rodilla como sería habitual cargo con su
cuerpo sobre mi hombro izquierdo, lo cual me permite correr por la casa y
luego hacia las olas. Me quito los zapatos una vez mis pies se hunden en la
arena. Sus gritos de emoción son música para mis oídos. Nos arrojo al agua
con un seco chapuzón en el que me doy la vuelta, ella sobre mí, para recibir
todo el impacto del golpe. Quizás no es muy caballeroso o delicado de mi
parte, pero algo en mí sospecha que Grace Taylor está cansada de ser tratada
con cuidado.
Todo lo contrario.
Grace escupe agua y parpadea para alejar la sal de sus ojos, pero sus labios
sonríen.
Dejan de hacerlo cuando deslizo mi mano por su frente para alejar el cabello
rojo de esta.
Sin saber si estoy enviando todo a la mierda con eso, me inclino hacia abajo
y la beso.
Se siente bien.
No debería sentirse tan bien querer follar a un ángel o una condena segura
al infierno.
―Malcolm ―vuelve a jadear cuando una ola hace que empuje mi pelvis
contra ella.
―Quiero más ―murmura cuando ya van dos dedos dentro de ella―. Estoy
cansada de tocarme. Quiero sentirte dentro de mí a ti, no a tus dedos. Quiero
algo más grande que eso.
Quiero llevarla a la arena, pero una parte de mí sospecha que se siente mejor
aquí dentro.
Más libre.
―¿Estás segura? ¿Entiendes que no estoy listo para una relación de nuevo
y que en este momento solo se trata de tu placer, Grace Taylor? ―pregunto
y asiente, sus dedos yendo nuevamente a mi nuca.
Las olas solo causan que mis embestidas sean más hondas.
Cuando gime y se estremece, corriéndose, la sigo.
Aún dentro del agua siento mi semen chorrear de su centro debido a cuánto
tiempo ha pasado desde la última vez que mantuve relaciones sexuales con
alguien o que estuve de ánimos para masturbarme.
Fue intenso.
―¿Qué tal si nos damos una ducha y vemos si Casper despertó? Estaba
ansioso por probar sus prótesis.
Niego.
―Puedo verte desde la orilla, pero no te dejaré sola. Las olas están salvajes.
―Me di cuenta.
Sonrío, soltándola en una parte un poco menos honda, y salgo del agua.
Tenía pensado sentarme en la arena y simplemente verla, pero dichos planes
se van al traste cuando me giro y noto un ligero rastro de rojo ir desde el
agua hasta la posición en la que me encuentro. Impactado, observo que este
proviene del sitio en el que el botón y la cremallera de mis vaqueros se
encuentra. Ya que no sé cómo demonios reaccionar ante el hecho de que
Grace Taylor acaba de darme su virginidad y evidentemente no quiere que
lo sepa, troto hacia la casa para cambiarme antes de que se percate de que
lo sé.
Las luces alrededor del muelle alumbran su rostro cada vez que lo gira hacia mí.
―Pauline.
―Ibor y su esposo.
―¿Por qué Savannah estaría con ellos mientras tú estás aquí, Malcolm?
―Fuiste rápido.
―Iré al parque de atracciones con Raze para que puedan hablar ―dice y ella
asiente―. Hey, Malcolm.
―Hola.
―¿Y eso te libra de la culpa? Supongo que lo hizo porque fuiste el esposo del
año.
Trago.
―Los dos decidimos no luchar. No eres quién para juzgarme. ―Bajo mi voz―.
¿Te recuerdo que todo el tiempo que estuviste con mi hermano lo hiciste sabiendo
que Savannah sentía cosas por él? ¿Que no eras tan buena persona antes y que
quizás sigues sin serlo todavía? La lastimaste antes, Pauline, así que no tienes
derecho a venir y decirme que estás enojada por cualquier cosa que le pase a
Savannah.
Pauline se estremece ante mis palabras, pero aparta su mirada furiosa de la mía.
―Las personas cambian, Malcolm, y las únicos a los que les debía una disculpa
ya me han perdonado. El resto puede odiarme y no podría importarme menos.
Quizás desde afuera se ve poco sano o hipócrita, pero es el resto quién ha decidido
quedarse en los errores del pasado. No nosotros. Nosotros hemos cambiado. Quién
no lo crea no vio a Savannah llorar conmigo cuando Raze nació, ni a tu hermano
preocupado por su salud o por sacarme de la cárcel. Quién no lo cree no siente el
dolor que yo siento en el corazón ahora, ni la decepción, ante el hecho de saber
que Sav no tuvo su final feliz a tu lado. Nunca me has caído bien y siempre he
pensado que no mereces a Tanner, que lo que le hiciste al ir tas la mujer por la
que sentía cosas fue detestable, pero te soportaba porque Sav se veía tan
convencida de que eras el indicado que nos convenció a muchas al punto de por
lo menos fingir alegría. ―Trago, sin entender por qué mierda esta pequeña mujer
me dice todo esto―. Tal vez piensas que no me corresponde a mí decir esto, pero
te equivocas. Ellos son mi familia. Son la familia que escogí.
Se da la vuelta para caminar hacia dónde Reece y Raze se encuentran con Grace,
pero la detengo colocando una mano sobre su hombro, a lo que se gira con rapidez.
La suelto ya que nunca sabes cómo podrá reaccionar Pauline ante algo. Es la
versión oscura y retorcida de una mojigata.
―¿Por qué todo el mundo me echa la maldita culpa cuando lo único que he hecho
es intentar reparar lo que mi hermano destrozó? Algo en lo que claramente fracasé
porque a tu amiga le gusta la mala vida. Es la persona más sana que conozco.
Quién ha llevado una infancia más feliz. Quién lo ha tenido todo. Nada de eso
importa, su ausencia de problemas paternales, porque por alguna razón Savannah
es una maldita adicta al dolor. Desperdicié tres años intentando hacer que quisiera
algo mejor, pero no lo logré. Sus ansias por retorcerse en el lodo como un puerco
siguen ahí. ―Sus pupilas se dilatan ante mis palabras. Me acerco más. Mis
movimientos no la intimidan, sino todo lo contrario. Pauline se mantiene en su
lugar―. ¿Crees que soy estúpido, Pauline? ―siseo―. ¿Crees que no sé que ya se
cogió a Tanner? ―No puedo evitar elevar la voz, a lo que veo por el rabillo del
ojo cómo Grace y Reece miran hacia nosotros. Me fuerzo a bajarla porque lo
menos que quiero es un alboroto. Sé que estoy diciendo cosas de las que me
arrepentiré más tarde y que incluso estoy sonando peor que mi hermano, pero no
puedo evitarlo. Las llevo adentro y de no hacerlo simplemente explotaré, dañaré
de nuevo mi brazo, o ambos, y no habrá más Malcolm Reed porque habré saltado
de un puente―. ¿Qué opinas de eso, Pauline? ¿Qué opinas de que le haya firmado
el divorcio a Savannah hace un par de días y ya esté en su cama? ―exijo saber―.
¿Qué mierda tienes que decirme acerca de mi hermano follándose a mi ex?
Se pone de puntillas, sus labios rozando los míos y no de una forma romántica.
Sí de una manera en la que podría ahorcarla.
―El karma.
Su tono de voz me hizo sentir como me sentía cada vez que recibía un mensaje de
una persona en particular antes de la lesión. Una persona que debió haber estado
lo suficientemente cerca como para saber cosas privadas acerca de mí. Esta vez
cuando intenta soltarse de mi agarre no se lo permito.
Ni siquiera lo niega.
―Sí. ―Alza el mentón como si fuera algo de lo que estar orgullosa―. Lo era
hasta que Savannah me dijo que necesitabas ayuda y apoyo para no volver a
intentar suicidarte. ―Tira de su brazo tan fuerte que se escapa de mi mano. El
shock me impide retenerla―. Pero después de esto cuenta con que el propósito
inicial de mi cuenta regresará. No porque seas estúpido, algo que no eres, o porque
seas tan superficial que siento asco al verte, reduciendo durante estos tres años a
Sav una mujer que admiro, a un adorno que colgar de tu brazo o a un trofeo, sino
porque crees que eres mejor que nosotros y sé, en el fondo de mí, que no solo no
lo eres, sino que eres peor. Si no es así mírame a los ojos y niégalo y te juro por
Dios y por lo más sagrado en mi vida, que es mi hijo, que me retractaré.
Yo soy mejor.
Ninguna palabra sale de mi boca, estas se atoran en mi garganta, y sus ojos brillan
con satisfacción. Se da la vuelta para recoger a su hijo, quién viene caminando
hacia ella con pasos cortos, rápidos e inestables, una sonrisa en su rostro de
mejillas rojas y llenas de vida. Es rubio, como ella, pero regordete, lo cual se ve
aún más acentuado debido a su traje de marinero, el cual le queda pequeño.
―¡Mami! ―grita cuando lo alcanza y por alguna razón estoy tan concentrado en
el niño, en el dolor que inunda mi pecho al recordar que Sav y yo estábamos a
punto de intentar tener hijos cuando todo pasó, que no me percato del momento
en el que Reece se me acerca y golpea mi cara con su puño.
―Por si se te vuelve a ocurrir volver a sujetar a Pauline o alguna otra mujer como
lo hiciste.
Me levanto.
―Tu mujer es una asesina. No creo que no sepa cómo defenderse de cualquiera.
―Lo es, Reed, y yo fui su cómplice, así que deberías tener más cuidado con quién
te metes. Tanner me dio motivos para considerarlo de la familia, pero tú solo lo
eres por ser su hermano y estoy seguro de que no le molestaría olvidarlo si le
dijera la manera en la que acabas de tratar a Pauline.
Dicho esto me doy la vuelta, planeando regresar a casa porque no hay manera en
la que pueda quedarme aquí, y por unos segundos casi me olvido de Grace. He
avanzado unos pasos cuando debo regresar para tomar el mango de su silla, la cual
arrastro rápidamente por el muelle en silencio. Cuando regresamos al auto que
guardo en el garaje de la casa, un Audi de lujo, me tomo mi momento antes de
encenderlo. Grace no dice absolutamente nada, limitándose a verme desde el
asiento copiloto hasta que la tensión es demasiado evidente en el aire y me fuerzo
a mí mismo a aclarar mi garganta.
―Pauline es la ex esposa de Tanner ―murmuro, pero su mirada sigue viéndose
confundida―. Ellos estaban juntos cuando Savannah inició su relación con mi
hermano. Ella era la otra. Él la trataba como la mierda y ahora yo ahora quieren
hacerme sentir como el culpable de que ella se sienta así. ―No puedo evitarlo.
Tengo el maldito corazón roto y las lágrimas se deslizan por mis mejillas sin que
pueda contenerlas. Ni siquiera las siento―. Estoy seguro de que pasó algo entre
ellos en Sun Valley, pero sigue siendo mi culpa ―río, tirando de mi cabeza hacia
atrás―. Sigue siendo mi culpa porque por mí él está en su vida. ―Giro el rostro
hacia ella―. Savannah es impulsiva por naturaleza. Hace las cosas y luego se
arrepiente. Desde la primera vez que la vi sabía que me rompería el corazón y aún
así se lo serví en bandeja de plata, pero en este momento es como si dos personas
lo hubieran pisoteado, ella y mi hermano, y eso no es lo que me quema ahora,
Grace. ―Se extiende hacia mí tanto como puede y me abraza, a lo que no puedo
evitar sumergir mi rostro en su pecho―. Lo que lo hace es que lo que yo le hice.
Lo que yo le hice a Tanner, lo cual es exactamente lo mismo que me hicieron
ahora.
―Mal ―susurra, sus dedos deslizándose por mi cabello. Me siento culpable por
ensuciar su vestido con bordados, pero no puedo evitarlo―. Te diría que te aman
y que su intención no es lastimarte, pero sé que eso ya lo sabes. ―Su voz se vuelve
suave―. No estoy confundida y en silencio por eso, sé lo que es que te rompan el
corazón y cuán difícil es recuperarte de eso, sino por cómo te comportaste en el
muelle. ―Me obliga a mirarla presionando mis manos contra mis mejillas―.
¿Quién eres y en dónde quedó el dulce jugador de fútbol que me trata como si
supiera exactamente como quiero ser tratada?
Trago.
Sus deseos son órdenes, gracias a su voz vuelvo a sentirme en calma, así que
pongo en retroceso el auto y abandono el estacionamiento del muelle.
*****
Compramos tres botellas de vino, chocolate y papas con queso en un mini market
antes de regresar a casa. Esa es nuestra cena, lo cual apresura que caigamos
borrachos sobre la cama de Grace después de cuarenta minutos de haber llegado.
Ni siquiera siento el golpe en mi pómulo. Me acaba de contar la historia sobre
cómo su primer beso fue con una chica, lo que encuentro caliente, clichés básicos
de un hombre de los que no puedo escapar, y termina en mi cuerpo sobre el suyo
mientras la beso.
―Me alegra lo segura que te oyes al decir eso ―murmuro intentando que olvide
esa conversación inclinándome hacia ella para volver a besarla, pero me aparta
presionando mis manos contra su pecho.
―Malcolm ―advierte.
―No creo que estés lista para conocerme y verme sin odio después de hacerlo.
Oculto mis ojos por un momento con mi brazo, todo el fiasco de la noche
regresando a mí.
Si hay alguien con quién alguna vez haya sentido que pueda abrirme, esa es Grace
Taylor.
Trago.
―Bien.
Capítulo 32
Cometemos el error de pensar que solo existen malos y buenos en una historia.
Pero a veces la realidad es tan compleja que ni siquiera deberías tomarte la
molestia de intentar entenderla porque nunca conocerás todas sus caras. La verdad
es que el destino es salvaje y la manera en la que te enseña lecciones sobre cómo
es estar en los zapatos de los demás perversa. Yo solo sé que he pasado toda la
vida intentando no parecerme a mi padre y a mi hermano, pero terminé siendo
peor que ellos. Un Reed en toda su esencia cuando nadie está mirando.
Mismos genes.
Toda la vida crecí odiando a Tanner. No me quedó más remedio que hacerlo. La
sociedad me robó cualquier elección al respecto al convertirme en su sombra.
Ante mis ojos tenía la vida perfecta mientras yo tenía absolutamente nada, por lo
que fue un completo choque para mí darme cuenta siendo un adolescente de que
nada era como nuestro padre decía o como parecía. Mi hermano era adorado, pero
no porque fuera un Reed. Ser un Reed no tenía nada que ver con eso. Mi padre y
yo éramos la evidencia de ello. Las personas querían a Tanner porque todos
querían tenerlo de su lado y él ni siquiera tenía que esforzarse para ello, solo ser
él mismo.
Darme cuenta de eso me llevó a un sitio más oscuro que en el que estaba antes.
No importaba cuán fuerte lo intentara o cuánto entrenara, los reclutadores nunca
estuvieron interesados en mí hasta el día en el que mi hermano tomó mi puesto.
―¡Aquí voy! ―grita Casper antes de arrojar todo el peso de sí mismo sobre una
tabla de surf, su cuerpo dentro de un traje entero de natación color verde,
dejándonos a Grace y a mí atrás. Estamos en un corredor de cemento sobre el cual
chocan las olas. Dejamos su silla en el auto, así que se halla sobre mi espalda y
sus brazos rodean mi cuello mientras mis manos sujetan sus piernas por detrás de
sus rodillas. Su mejilla está apoyada en mi hombro y de vez en cuando frota su
nariz contra mi cuello―-. ¡Eso es, Poseidón, toma entre tus brazos de nuevo a uno
de tus súbditos!
Mis labios se curvan al oír sus palabras momentos antes de que una ola lo arrastre.
Me preocupo solo por unos segundos ya que no tarda en aparecer de nuevo en la
superficie soltando un sonido lleno de felicidad. Llevo mi atención de nuevo a
Grace una vez nos encontramos al final del corredor y nos sentamos en el borde,
nuestros pies hundidos en el agua. Lleva un bikini naranja. Yo solo bermudas. Por
unos minutos su silencio es reconfortante, pero luego hace que me pregunte si
algo ha cambiado entre nosotros después de ayer. Después de presenciar lo que
pasó con Pauline y de oír lo que nadie más que ella, mi dulce e inocente
traumatóloga, sabe de mí.
―Sí ―murmura y después sonríe, pero el gesto no llega a sus ojos―. ¿Por qué
no lo estaría?
Pero ella solo niega, lo cual percibo por el rabillo del ojo.
―No es eso.
―¿Entonces qué es? ―pregunto llevando mis ojos de nuevo a los suyos, a lo que
traga y niega―. ¿Grace? ―insisto―. ¿Te estás arrepintiendo de haberte
involucrado con uno de tus pacientes? ―Vuelve a negar, sus labios curvados
hacia arriba como antes, y la tensión desaparece un poco de mis hombros―.
¿Puedes decírmelo?
Aunque le toma unos segundos, finalmente asiente.
―Me pregunto cómo me sentiré cuando tengas que volver a Texas. ―Inclina su
rostro hacia atrás para verme mejor. A veces olvido que es un tercio de mi
tamaño―. Ni siquiera se me ha pasado por la mente que seas mi paciente desde
que todo comenzó. Es obvio que he hecho más que encariñarme contigo,
Malcolm, pero sé que es diferente para ti. ―Sus hombros se hunden―. No estás
listo para una relación y de estarlo dudo mucho que algo entre nosotros funcione.
Tu vida está en Texas. La mía está en Idaho. Pertenecemos a dos mundos
completamente diferentes. Quizás la Grace antes de la lesión te hubiera seguido
el ritmo, pero yo no puedo.
No.
Aún así agacho la cabeza para juntar sus labios con los míos por un momento tras
asegurarme de que Casper no está mirando hacia nosotros. Sus pupilas se dilatan
y no puedo evitar deslizar mis dedos por un lateral de su rostro, apreciando su
textura. Grace es hermosa, pero es como una flor que no quiero arrancar de su
habitad natural porque si lo hago me temo que tarde o temprano terminará
marchitándose.
―Eres especial para mí, Grace Taylor. No quiero ensuciarlo pensando en eso.
Cualquier nombre que pudiera ponerle a la conexión que he tenido contigo se
siente insuficiente, ¿sabes? Y sé que no volveré a sentirla con nadie más. ―Tomo
sus manos entre las mías y las beso―. Muchas gracias por haberme sacado del
pozo.
Algo de furia asoma en sus ojos marrones al oírme, pero la disfraza rápido con
aceptación y resignación, mirando nuevamente hacia el agua tras conseguir sus
manos se regreso sobre su regazo. Si mi pecho no estuviera entumecido desde
hace tiempo estoy seguro de que ardería en este momento por no poder
corresponderle.
―¿Cómo lo sabes?
―Solo lo sé.
*****
Después de varios intentos Casper por fin pudo montar una ola. Fue un momento
glorioso que me llenó de paz que se repitió hasta que el agotamiento lo hizo
desmayarse dentro del agua. Luego de eso decidimos dar una vuelta por Corpus
Christi antes de regresar a Idaho. Casper aún trae su traje para el agua y sostiene
su tabla en su contra con orgullo. Grace contempla todo a su alrededor como no
pudo hacerlo anoche cuando vinimos al muelle anoche. Vamos a almorzar a ese
bonito restaurante italiano con pantallas en las que veo un partido de fútbol
mientras comemos. Termina y aún estamos allí. El noticiero tras él y estoy
tendiéndole un canasto de pan con ajo a Grace cuando la noticia en la pantalla
llama mi atención, haciendo que la deje caer contra la mesa.
Sabía que mi divorcio sería mediático, pero no sabía que sería de esta manera.
Que involucraría a alguien más que a nosotros o esta maldita historia amarillista.
Me levanto.
―Supongo que estás viendo lo mismo que yo ―dice tras el primer timbre.
―Sí.
Suspira.
―Intentaré hacer que los medios se callen, pero ya el daño está hecho. Lo que me
importa en este momento es saber quién mierda nos delató. La prensa tiene
detalles sobre nosotros que solo una persona dentro de nuestros círculos de
confianza sabría. ―Hay silencio por un momento―. Confío plenamente en el
mío, ¿qué hay del tuyo? ¿Se te viene a la mente el nombre de alguien que pudo
haberte vendido?
Separo los labios para decirle que nadie que conozco me delataría, pero luego
recuerdo nuestro viaje en taxi desde el departamento de Evegnia al aeropuerto en
New York y cierro la boca. Confío en todos, sobre todo en Casper y Grace, pero
no en ella y la mujer estuvo lo suficientemente cerca como para oír todo lo que
dije.
La salpica más que a todos, en realidad, ya que la prensa optó por etiquetarla como
la causante de todo el daño. Como la mujer que destrozó un matrimonio y que
envió el suyo propio, perfecto ante los ojos de todos, a la borda en mi peor
momento. Tanner simplemente quedó como el fruto prohibido y la tentación
hecha hombre. Yo como el cornudo. Pauline como una pobre víctima.
―Bien ―dice y por un momento creo que eso será lo único, pero luego añade―:
Oí que te fue bien con los Kings. Supondré que volverías con ellos si te lo pidieran.
―Sí.
Mi garganta se cierra.
―¿Qué decía?
Trago.
―Bien.
―Tienes tres días para pensar en una respuesta, Malcolm. La doctora o tu sueño.
Soy tu hermano, pero también soy tu representante y la verdad es que aunque sean
unos hijos de puta, no vas a tener una oportunidad como esta en bandeja de plata
tan pronto. Prácticamente lo retomarás en donde lo dejaste.
A diferencia de Tanner ella responde al último timbre y el alivio que siento hacia
la idea de no hablar con mi ex esposa me hace sentir culpable. No debería ser así.
No cuando Sav no ha hecho nada para merecérselo.
―Hola, bebé.
De fondo escucho algunas risas infantiles, así que supongo que ya está con Ibor y
su familia. Sav no habla mucho de ello, pero sé que ya la idea de ser madre está
en su cabeza. Es amorosa y exitosa. Su empresa es una de las mejores en Texas
en materia de diseño de interiores. Podría ser madre sin la necesidad de un padre
si quisiera.
―Estoy en la piscina con Weston Jr. Sus papás salieron a ver una presentación de
ballet de su hermana ―explica―. ¿Pasó algo, Malcolm? No te oyes bien. Puedo
ir en el primer avión a dónde sea que estés si es grave. Solo debo esperar que
lleguen.
Tras oírla solo puedo pensar que todo habría sido más fácil si Sav fuera más hija
de puta, pero la verdad es que la mujer que todos creen inalcanzable es tan bonita
por dentro como por fuera. También me gustaría decirle que no pasa nada, pero
no puedo permitir que la noticia de lo que está sucediendo la tome por sorpresa.
―No ―susurro.
Niego.
Suspira.
―No te confundas.
Mi frente se arruga.
―Si no estuviera tan cansada de pelear contra este tipo de cosas estaría
contactando a mis propios abogados, pero la estoy pasando muy bien con Weston
Jr, ¿no es así, pequeño West? ―El niño murmura un tierno sí y Savannah ríe
suavemente. Él también lo hace y no puedo evitar que la escena me enternezca.
Estoy seguro de que será una buena madre en un futuro―. Eres un pequeño niño
rubio con esos ojos tan dulces. Ven y abrázame. ―Tomo una profunda respiración
y eso le recuerda que sigo en la línea―. Adiós, Malcolm. Gracias por avisar. Fue
dulce de tu parte hacerlo y si te lo preguntas, no te culpo.
El alivio se apodera de mi pecho al saber que está bien, pero no sé por qué me
sorprendo. Ella siempre encuentra la manera de estarlo.
―Adiós, Sav.
Capítulo 33
GRACE
El tiempo pasaba y la idea de volver al hielo se hacía cada vez más lejana.
Tras la muerte de la abuela me quedé increíblemente sola. Mis padres volvieron
y fingieron ser buenos conmigo por un tiempo, pero solo querían dinero. El doctor
Callaghan me salvó de ellos y me acogió en el centro, tratándome como su hija.
Se convirtió en mi guía debido a su pasada relación de amistad con la abuela.
―No.
―No soy estúpido, Grace. Sé que tienen algo y no necesitas ver lo que veía.
―¿Desde cuando….?
Trago.
―Sí.
―Él sigue enamorado de su ex esposa, Grace.
―Lo sé.
Malcolm puede estar confundido. Puede no saber lo que quiere. Puede tener
demasiado odio y envidia hacia su hermano en su interior, pero es exactamente
como yo. Nadie puede decir que es mejor o que es peor cuando los dos fuimos
hechos de la misma manera y por el mismo material. Una vez Casper vuelve a
tomar su teléfono ante el silencio que se establece entre nosotros, lo tomo por
desprevenido cogiendo su celular. Me dije a mí misma que no me dejaría afectar
por este tipo de cosas, pero no puedo evitar la opresión en mi pecho al ver un viejo
vídeo de Savannah, hermosa y completa, corriendo hacia Malcolm después de que
este termina de jugar un partido. Las cámaras los enfocan, al igual que las luces
del estadio, y no hay manera en la que no pueda decir que no son la pareja perfecta.
Ella con su cabello largo y negro y escultural figura dentro de una camiseta ancha
de los Kings. Él siendo el hombre más hermoso que alguna vez he visto en
rehabilitación portando el uniforme y las protecciones de su viejo equipo.
Yo no.
―Sí ―responde poniéndose de pie, pero antes de que si quiera nos alejemos del
restaurante Malcolm regresa a nosotros con el cabello castaño oscuro, no negro
como todos piensan, desordenado debido a la brisa salina.
Solo verlo y saber que es inalcanzable como lo que es, una estrella, resulta
doloroso.
******
Es estúpida la manera en la que sabemos que algo nos lastimará o que algo está
incorrecto, pero aún así lo hacemos como si hubiera una fuerza mayor que nos
empujara sin descanso hacia ese camino. No solo se trata del amor. También está
en cómo gastamos el dinero cuando no deberíamos. En cómo confiamos en
alguien y le brindamos nuestro apoyo incondicional a pesar de que vemos todas
las señales.
No pienso encarcelarla o tratarla como otro más de mis pacientes que necesita
rehabilitación, pero se supone que habíamos llegado a un acuerdo y que no se
deshacería de esta manera. Que teníamos una gran meta que cumplir juntas.
Con su viejo abrigo blanco, sus ojos azules se llenan de pesar al verme.
―A Miami.
La miro intentando recordarle todas nuestras metas, así como lo que pasó la última
vez que las dejó de lado por un hombre, pero desvía su mirada de la mía como si
no pudiera soportar esto y ya fuera oficial que escogió el camino fácil, como
siempre.
Trago.
―Te visitaré a penas tenga una extensión de su tarjeta de crédito con mi nombre.
Lo prometo. ―Se levanta y camina hacia sus maletas, a lo que solo puedo
contemplarla sintiendo el mismo ardor en mi pecho que sentí cuando se fue y me
dejó siendo una niña. Dolió más que la ausencia de mis padres debido a que
Evegnia me enseñó a esperar cosas buenas de ella. Ellos no―. Adiós a todos y
gracias por el viaje ―dice tras escuchar el sonido de un claxon afuera.
*****
El abandono es lo seguro.
*****
Comprobando mi teoría, el rostro de Malcolm se torna extraño cuando llega el
momento de regresar a casa y nos encontramos en el avión privado que alquiló
para nosotros. Pudo haber pedido el de su hermano, pero tengo la idea de que las
cosas han estado tensas entre ellos desde la tormenta en Sun Valley. Ambos
permanecemos en silencio durante todo el viaje, cada uno apoyado contra la
ventanilla de su fila de asientos, y Casper es el único que intenta entablar
conversación, pero se rinde y se duerme al darse cuenta de que no lo logrará.
Cuando por fin el avión aterriza en Idaho y el frío hace que deslice una manta por
encima de mis hombros, Malcolm finalmente se acerca a mí tras pedirle a Casper
que nos deje a solas. Sé que algo está a punto de pasar cuando me ve fijamente, a
lo que llevo rápidamente mi mirada a otro lugar porque no puedo verlo
directamente a los ojos sin recordar lo que hicimos entre las olas.
Afirmo.
―Sí.
―Evegnia es una zorra ―dice y no puedo contradecirlo, así que no lo hago, pero
me sorprenden esas palabras viniendo de él ya que nunca pensé que insultaría a
una mujer, pero tampoco pensé que lo vería pelear con una y estuvo a punto de
perder el control con esa chica rubia en el muelle. Recordar la manera en la que
su pequeño hijo corrió hacia ella al percibir la tensión entre ellos, preocupado,
todavía revuelve cosas oscuras en mí―. No porque se prostituya o se vaya a ir
con otro tipo que evidentemente solo quiere su cuerpo, sino por dejarte de nuevo.
Me encojo de hombros.
―Si quitáramos de la ecuación la palabra dejar todo sería más fácil, ¿no crees?
Tanto para el que se va como para el que se queda. Cada quién sigue el camino
que escogió, ya sea el que alguien más le impuso o no, y tendrá sus razones, así
como las tiene el que deja atrás para no seguirlo. ―Veo fijamente hacia sus ojos
marrones, sabiendo a qué viene todo esto―. ¿No te quedarás aquí, verdad?
Supe que sería difícil para él regresar al frío de Idaho después de verlo en su
elemento en el calor de Texas. Firmó autógrafos y charló con cada persona, con
cada fan que se consiguió, como si el tiempo entre su lesión y el hoy no hubiera
existido y nuevamente fuera Malcolm Reed, el número treinta y uno de los Kings.
―No, Grace Taylor. Recibí una oferta de los Kings ―murmura―. Lo siento.
Afirmo.
―Está bien.
Deseando poder levantarme y colocar distancia entre nosotros tan rápido como
pueda debido a que cada segundo a su lado se siente como un año menos de vida,
llevo mi mirada a la pista de aterrizaje donde Casper me espera con mi silla.
―¿Casper…?
Lo hay.
Algunos se estancan.
Se rinden.
Otros se levantan sin importar cuántas veces lo empujen de vuelta al suelo.
―No lo hay ―susurro, las lágrimas deslizándose por mis mejillas ante lo que
estoy a punto de hacer―. Si me voy contigo terminaría convertida en otra
Savannah o en otro Tanner, Malcolm, y no lo merezco. Nadie merece que sigas
depositando todo el peso de tu felicidad sobre sus hombros, lo cual es lo que haces.
Aunque no niego que se sintió bien lo que vivimos, no fue lo suficientemente
bueno como para que me guste ser asfixiada de esa manera. A nadie le gusta. ¿Por
qué crees que ellos se fueron a la menor oportunidad? ―Traga―. Ya no te
soportan y yo no quiero llegar a ese punto. Eres mi paciente y te tengo un cariño
especial porque pasamos por situaciones similares, pero a parte de eso… no hay
nada más. ―Niego, sintiéndome horrible debido a todas las emociones en su
rostro―. Lo siento, pero no voy a renunciar a todo lo que construí por un hombre
que sigue enamorado de su ex.
Por el poco tiempo que llevo conociéndolos he descubierto que estos son hirientes.
Se levanta tras pasar sus manos por debajo de mis rodillas y alzarme.
―Bien, porque nunca serás como ella. Savannah era la chica de mis sueños.
Aunque no debería dejarme llevar por las emociones dentro de mí, estas me
dominan y termino diciendo algo de lo que me arrepiento a penas las palabras
salen de mi boca. Estamos en la pista y el frío nos rodea como un tornado,
prácticamente congelándonos, pero no hay nada que podamos hacer. Pasamos del
mar durante un cálido día de verano a estar sumergidos en un río helado.
Mientras me deja en el asiento trasero de un auto, hago que lleve sus ojos a mí.
―Los sueños son solo sueños si no se hacen realidad y resulta que la realidad es
la que importa ―susurro―. Pero tú has mentido tanto que ya no sabes ni dónde
vives, ni quién eres o a dónde vas y estarás perdido, Malcolm, hasta que digas la
verdad.
Tras depositarme sobre el cuero se echa hacia atrás como si lo acabara de empujar.
―Adiós, Grace.
*****
No necesito a nadie.
Se ven igual.
Solo unas gotas de sangre sobre ellos delatan la gran tragedia a la que
sobrevivieron. Las ignoro y barro las mejillas fuera de mi rostro antes de
ponérmelos y tomar un abrigo. Son las dos de la mañana, así que esquivo a la
seguridad del complejo saliendo por la puerta trasera. Esto no debería ser una
prisión, pero así se siente. Callaghan intenta disfrazarlo, pero sé que para él
también soy un activo.
Un proyecto.
Un bien.
El Uber me mira con las cejas arriba cuando le digo que me deje cerca de un
parque que a estas horas se encuentra abandonado, pero que posee un corredor
por el cual se me hace más fácil transitar. Hacelo por la nieve en silla de ruedas.
Me pregunta si desea que me espere, pero niego y sigo adelante a pesar de que en
el trayecto la resistencia del camino hace que mis dedos sangren debido a la fuerza
que necesito emplear para alcanzar la pista de hielo natural que se creó a partir de
una pequeña laguna artificial. Muchas familias vienen aquí de día, pero en este
momento es solo mía.
A penas me ve se detiene.
―Tengo dos días aquí esperando por ti ―dice frenando con gracia frente a mí―.
Intenté encontrarte en el complejo, pero Callaghan no me permitió acercarme.
Tienes razón sobre él, printsessa. Ese hombre no te ve como un ser humano.
―Se enojó conmigo cuando descubrió que usé su tarjeta de crédito para un viaje
en primera clase y para este abrigo. ―Gira sobre sí misma, haciéndome reír―.
¿Te gusta? Es de una nueva marca de ropa de lujo que casi nadie conoce. Venice.
―Es hermoso.
―Te adoro, printsessa, pero no eres el motivo por el que estoy aquí. ―Mis dedos
se aferran a los suyos cuando los toma y tira de mí hacia ella―. Estoy aquí porque
abandonarte fue la representación de abandonarme a mí misma y no puedo
permitir que suceda de nuevo. ―Su agarre viaja a mis muñecas para volverse más
fuerte y enseñarme a hacer lo que más amo en el mundo de nuevo―. ¿Lista?
―Sí.
Cierro los ojos.
Aunque el único lugar en el que me permito a mí misma estar de pie sin miedo es
el agua, todo mi cuerpo se siente en paz cuando descubro que sobre el hielo es lo
mismo. Evegnia patina en retroceso y me arrastra con ella. Cuando siento su
agarre deslizarse fuera del mío como una caricia maternal que ha llegado a su fin,
abro los ojos y enderezo mi espalda al darme cuenta de que estoy patinando.
Por qué aunque no pueda decir que exista amor entre nosotros, nos merecemos
entre sí.
Capítulo 34
GRACE
La cirugía de la que le hablé a Malcolm frente al lago sigue
siendo mi realidad.
No le mentí. Tomé una cirugía similar años atrás, pero para
recobrar la movilidad de mis piernas del todo necesito volverme
a someterme a los mejores expertos, a los avances tecnológicos
y al cuidado absoluto de Callaghan. No hay nada que desee más
que volver a caminar sobre tierra firme sin tener que recurrir a
una andadera para dar dos pasos que agotarán todas mis
energías y dejarán en evidencia la atrofia de mi sistema
nervioso, óseo y muscular, pero el riesgo sigue siendo
demasiado alto. No debería ser tan cobarde siendo médico, pero
son los médicos quienes más miedo sienten a veces debido a
que conocen cuáles son las cosas que podrían salir mal tras una
intervención o durante ella.
Podría perder la movilidad absoluta de mis extremidades.
Podría quedarme en una cama para siempre.
Podría perder todo por lo que he trabajado tan duro.
¿Pero eso esta es la vida que quiero?
Aunque si fuera por mí pasaría toda la noche deslizándome por
el hielo con ayuda de Evegnia, noto el cansancio en sus ojos y
en mi propio cuerpo, así que inclino la cabeza hacia una
montaña de nieve y esta nos guía hacia allí. Prácticamente nos
arrojamos sobre ella una vez la alcanzamos. Mi corazón está a
miles de kilómetros de distancia, en Texas, pero mi mente está
en un beso de años atrás. En Corinne y nuestro beso. En cómo
rompió mi corazón luego con una revelación hiriente de la
misma manera que Malcolm lo hizo al recordarme que nunca
sería como su ex.
El amor nunca ha sido duradero para mí, sino más bien como
una caricia que termina con uñas enterradas en mi piel, pero que
de todas formas añoro porque la otra opción es no sentir nada
en lo absoluto. Si eres de las personas que creen que no hay
nada peor que el odio, estás equivocado. La indiferencia mata.
La ausencia de amor en tu vida te consume.
Pasar toda la vida anhelando que llegue tu turno es una agonía.
Tal vez suene cliché, pero fue bueno mientras duró.
―¿Grace? ―pregunta Evegnia junto a mí tras sacar un paquete
de cigarrillos de su abrigo y encender uno de ellos,
tendiéndomelo. No fumo, pero algo me lleva a aceptarlo
después de que toma una calada. Ella ríe cuando toso a raíz de
ello, ahogándome, y se lo devuelvo―. Del uno al diez, ¿qué tan
enamorada estás?
Tras recobrar el aliento concentro mi atención en las estrellas.
Sé que Malcolm está lejos de ser el mejor, pero también sé que
se muere por mejorar y que lo destroza no lograrlo. Sé que
nunca me lastimaría, al menos no de forma intencional, y sé que
jamás he sentido que alguien me comprende como él lo hace.
Pero también sé que nunca me amará de la manera que quiero.
Que de no haber estado roto por unos minutos, nunca se habría
fijado en mí.
¿Eso me convierte en una aprovechada?
Quizás.
Pero estoy segura de que todos en esta vida nos hemos
aprovechado de alguien.
De mí lo han hecho millones de veces.
―No creo que exista un número ―murmuro, lo que hace que
Evegnia suspire.
―Estaos tan jodidas.
Río.
―Conocí la historia de una pareja que está aún más jodida que
yo, pero aún así sospecho que incendiarían el mundo entero con
tal de estar juntos. ―La miro―. Si Malcolm se sintiera así por
mí haría lo mismo, pero sé que él no lo hace.
Gira su rostro hacia mí tras liberar una secuencia de anillos de
humo.
―¿Cómo puedes estar segura de eso? Por lo que vi ni siquiera
él sabe lo que siente.
―Si me amara lo sabría.
Yo lo supe a penas lo vi.
Supe que había algo en él que me destrozaría.
―Algunos hombres son estúpidos, Grace Taylor.
Llevo mi mirada de nuevo a las estrellas, recordando nuestro
tiempo juntos y buscando señales de que ese fuera el caso.
Recordando cómo fue la primera persona que no me hizo sentir
incómoda al arrastrar mi silla. Cómo lavó mis pies. Cómo me
ayudó a bailar sobre sus zapatos en el bar y cómo se arriesgó a
golpear a un hombre por burlarse de mí, terminando en prisión,
aunque su hermano le había dejado claro que podía perjudicar
su carrera. En ese entonces podría haberme casado con él al día
siguiente porque, bueno, es uno de los hombres más hermosos
de los Estados Unidos y que te cuide de esa manera tiene su
efecto en ti, pero luego apareció su ex esposa, una de las
mujeres más hermosas de la Galaxia, y la caída dolió debido a
que recordé que nunca podría hacer más que observarlo.
Luego se divorció, pero me enseñó su lado oscuro.
Y aún así todavía me habría casado con él en otras
circunstancias.
En otro momento.
En otra época.
―Quiero ser la persona que corra hacia él después de acabar un
partido ―susurro de repente, oyendo las lágrimas que se
deslizan por mis mejillas en mi voz―. Eso es lo que quiero. Esa
a es la historia que me muero por vivir. No esta, Evegnia.
Sus propios ojos se llenan de lágrimas cuando me ve.
―Luchaste tanto por tus sueños, printsessa. No merecías nada
de lo que te pasó.
Extiendo mi mano para estrechar la suya.
―Tú tampoco lo merecías.
Apaga su cigarrillo contra la nieve.
―No, pero me lo busqué. ―Se sienta, su rostro ladeado para
verme―. ¿Qué es lo que te detiene de tomar esa cirugía de la
que me hablaste? ¿Callaghan?
Aunque volver a la época en la que Callaghan controlaba cada
aspecto de mi vida, lo cual también hace ahora, pero de forma
menos sutil, me causa escalofríos, sé que ningún médico
superaría sus capacidades y que haría hasta lo imposible por
obrar un milagro conmigo. A su forma retorcida e idealizada en
la que se ve a sí mismo como un Dios curandero me quiere, así
que no es eso lo que temo.
―La soledad. Estoy tan sola que no puedo pensar en lo que
vendrá si algo sale mal.
Casper se fue con Malcolm. Aunque me escribió millones de
veces para disculparse por no haberme contado antes, sigo sin
responderle. Mis padres nunca estuvieron ahí. Mi abuela, la
única que sí lo hizo, murió mientras se destrozaban mis sueños.
Lo que más temo no son las consecuencias de la operación.
Es la soledad si algo sale mal.
―Estoy aquí, printsessa ―dice atrayéndome contra sí―. Y esta
vez no me iré.
A pesar de que suena segura de ello, ya se ha ido antes.
Quiero hacerlo, pero no le creo.
*****
Mi enojo dura más de lo que duró mi enojo después del
incidente en las Olimpiadas.
Por el momento van tres meses.
Lo único que sé de Malcolm vía televisión, noticieros e internet
es que ya forma parte de los Kings de nuevo y está ganando más
partidos que antes con su brazo izquierdo. El milagro, lo llaman
ahora, y están en lo cierto. Su recuperación fue un milagro. Las
posibilidades que alguien tiene de alcanzar el éxito de esa
manera dos veces en una misma vida son casi nulas, pero él lo
logró. Una persona convencional con el corazón roto se sentiría
mal por él, pero yo no soy así. Viendo sus partidos con Rufus
sentado en mi regazo me siento mal debido a que es obvio que
su camino nunca volverá a cruzarse con el mío, pero también
estoy sumamente feliz por él.
No importa que ya sea un titular de la prensa que está saliendo
con la madre de uno de los niños que conoció en Sun Valley y
Reed & Campbell acogió bajo su ala.
Rufus araña mi brazo, sacándome de mi ensoñación, cuando el
medio tiempo del Super Bowl en el que se presenta The
Weeknd por segunda vez en la historia inicia y Save Your Tears
comienza a inundar mi departamento. Los Kings son dueños del
marcador con 13 puntos. Tras cepillar mi cabello frente al
espejo de la entrada, ruedo mi silla de ruedas hasta el ascensor
y le permito el acceso a la persona del otro lado. Mis labios se
curvan al ver a Evegnia con el uniforme de personal del
hospital. A pesar de que oficialmente forma parte del equipo de
limpieza, extra oficialmente solo se dedica a cuidar nuestro
departamento y a mí.
Y a molestar a Callaghan, con quién tiene una vibra intensa.
Muy intensa.
El hombre enviudó hace tres años y Evegnia recobró su belleza
con más fuerza que antes entrenando conmigo en la pista de
hielo, aunque lo único que sigo haciendo es mantener el
equilibrio sobre mis patines, así que no me extrañaría que
terminara bajo el encanto ruso de mi mentora, pero confieso que
me parecería repugnante.
―¡Sorpresa! ―dice haciéndose a un lado, lo que delata la
presencia de otras personas tras ella. Trago al notar a Joseph y
a quién lo acompaña. Evegnia deja una botella de vino sobre mi
regazo―. ¿Pensaste que te dejaríamos sola viendo ese
espantoso show? Nos tardamos porque empezó a nevar de
camino aquí y teníamos que buscar a alguien en el aeropuerto.
―Si me hubieras dicho que necesitarías comprar todas estas
cosas para esta noche habría enviado a alguien a la tienda más
temprano, Evegnia, pero te gusta hacer que trabaje como un
maldito obrero. ―Joseph se detiene frente a mí, sus ojos suaves
al notarme. Después de que Evegnia le gritara en más de una
ocasión la manera en la que me sentía empezó a tratarme de
forma diferente. Más como una persona y menos como un ave
en su jaula, su herramienta o un caso de caridad. Me preocupó
la idea de lastimarlo, pero por lo demás todo fue bien. Nuestra
relación mejoró aunque ahora todo el tiempo me mire como si
necesitara pensar dos veces en lo que va a decir antes de
hacerlo―. Pensé que te gustaría… ¿cerrar el ciclo?
O más bien reabrirlo, gruño en el interior de mi mente.
―Gracias.
Joseph, quién me conoce como un padre, acaricia mi cabeza
antes de quitarse el abrigo y reunirse con Evegnia en la cocina,
dejándome a solas con una morena unos años mayor que yo y
el cabello negro en un corte pixie. Lleva jeans y un suéter blanco
cuello de tortuga bajo un abrigo negro en el que mantiene las
manos escondidas. Botas para nieve. Al igual que cuando era
joven no puedo evitar sentirme desgarbada en comparación,
pero también he atravesado por tanto y he trabajado tanto en mí
misma que eso es lo último que pasa por mi mente.
Ella se agacha para tomar su maleta antes de avanzar hacia mí.
Girl, take me back’cause I wanna stay
Save your tears for another
I realize that I’m much too late
And you deserve someone better
Save your tears for another day
―Hola, Grace ―dice ella deteniéndose frente a mí, su mirada
nerviosa.
Save your tears for another day.
―Hola, Corinne.
*****
Aunque fue doloso regresar al pasado y escuchar cómo su
madre la obligaba a ser mala con las demás, incluyéndome,
Callaghan tenía razón. Escucharla decir que no se aprovechó de
mí simplemente porque así lo quiso se sintió bien. También
liberador. Después del momento incómodo que representó eso
con The Weeknd de fondo, terminamos de ver el Super Bowl.
Los Kings ganaron, lo cual no fue ninguna sorpresa, al menos
para mí, y tras el partido la nueva novia de Malcolm corrió hacia
él. Él, siguiendo claramente un patrón, la atajó y dio vueltas con
ella en el aire.
Con la mirada atenta de todos en mí, incluso Corinne, tomé una
honda respiración como si lo estuviera haciendo tras recibir una
puñalada.
Eso también se sintió como cerrar un ciclo.
―Voy al baño ―anuncio, apresurándome en alcanzarlo y en
dirigirme al inodoro.
Prácticamente me arrojo en el suelo frente a él antes de liberar
el contenido de mi estómago, segura de que los sándwiches de
Evegnia me cayeron mal, en su interior. Cuando termino de
vomitar y mi mundo dando vueltas hace que termine acostada
sobre las baldosas, cierro los ojos para tranquilizarme. He
estado muy enferma en los últimos meses debido a la depresión
y la ansiedad, lo cual incluye vómitos. No es nada raro que lo
esté ahora también, en especial cuando acabo de aceptar que lo
que viví con el menor de los Reed fue solo una ilusión, un
momento de debilidad de su parte ya que su tipo son las
morenas, y que mi primer amor ha aparecido en mi puerta para
decirme cuán especial soy y disculparse por romperme el
corazón.
Es demasiado.
―¿Grace? ―pregunta Joseph desde el umbral de la puerta,
haciendo que abra los ojos y me deslice hacia atrás para agarrar
fuerzas e incorporarme. Él se detiene frente a mí y libera sus
anteojos de su rostro, enseñándome directamente su mirada
preocupada y ansiosa―. Me dijiste que no tenía por qué
preocuparme por tus nauseas. Me dijiste que no eran un motivo
de preocupación. ―Arremanga su camisa y presiona una toalla
por encima de mis labios para limpiar el vómito que quedó
deslizándose de la comisura de de mi boca―. ¿Por qué me
mentiste?
―Tu psicólogo dictaminó que eran normales durante los
ataques de ansiedad.
Su barbilla se endurece.
―Un psicólogo no es un maldito médico. A la mierda la
psicología. ―Presiona una mano sobre mi frente. Tras
observarme un poco más, pasa sus manos por debajo de mi
cuerpo y me lleva a mi habitación. Me siento mal, pero ello no
tiene un origen somático. Si me hicieran una placa en este
momento, mi corazón no mostraría evidencias de estar roto.
Una vez llegamos a mi habitación con Evegnia y Corinne
pisándonos los talones, me deja sobre mi cama y me arropa con
una manta que envuelvo apretadamente a mi alrededor. No
tengo fiebre, pero siento tanto frío―. Espera aquí. Voy a
tomarte una muestra de sangre.
―Bien ―susurro.
Callaghan retrocede, pero termina mirándome desde el umbral
de la puerta antes de irse.
―La peor cosa que alguna vez hice durante mi carrera como
médico no fue a un paciente, sino a una colega ―murmura,
viéndose atormentado consigo mismo―. Nunca debí haberlo
aceptado en este complejo. Tú solías ser feliz.
Trago, negando, pero no se queda para ver este gesto, trotando
hacia la salida.
No era feliz.
Estaba sola.
Incluso si ahora duele, al menos no me siento así.
Los tengo a Evegnia y a él junto con la certeza de que ninguno
se irá.
―Te prepararé un té de Casper ―dice la rubia tras presionar
sus labios contra mi frente, su lado maternal saliendo a la luz
conmigo.
Danielle no sabe de lo que se pierde.
―¿Qué sientes? ―pregunta Corinne recostándose junto a mí.
Es graciosa la forma en la que vuelvo a sentirme como si tuviera
dieciséis años cuando la veo, lo cual se debe, en parte, a que
luce y suena igual como en aquel entonces. Como un sueño
inalcanzable y una princesa de hielo de cabello negro. Me contó
que estuvo casada hace unos años y que ese hombre exigía
cosas de ella que no podía darle, pero que ahora es libre y que
se alegró cuando Evegnia la contactó. Tenía una propuesta de
trabajo para enseñar patinaje en Sun Valley desde hace años que
finalmente aceptó para alejarse de su pasado y retomar nuestra
amistad justo donde la dejamos, confesión que me hizo
sonrojar.
Justo donde lo dejábamos estábamos besándonos en la nieve.
Pero aunque suene un poco Malcolm de mi parte y siga
considerando a Corinne como una de las personas más
atractivas, no estoy lista para eso.
―Como si los trozos de mi corazón nunca pudieran unirse de
nuevo.
Se acomoda junto a mí, su hombro acariciando el mío.
―Sé cómo es ―murmura―. Pero aunque suene cliché, tu
corazón volverá a juntarse. Es más fácil cuando alguien más te
lo rompe. ―Ladea el rostro para mirarme y yo también lo hago,
apreciando su nariz puntiaguda―. Lo difícil es cuando te lo
rompes tú misma. ―Sus ojos se llenan de lágrimas―. Mi
corazón fue lo que nunca pude darle a Christian, ¿quieres saber
por qué? ―Niego, pero de todas formas me lo dice―. Porque
mi corazón se quedó hace diez años en una habitación de
hospital en Londres. ―Trago, también llorando―. Lo siento,
Grace. No estaba lista para admitir que me había enamorado
irremediablemente de mi contrincante.
Mi barbilla tiembla.
―No cumpliste tu promesa. No ganaste.
Sus labios se curvan hacia arriba mientras sonríe.
No puedo evitar deslizar mi cuerpo hacia el suyo cuando me
abraza.
―Estaba enojada con mi madre y conmigo misma. No lo
merecía.
―Lo merecías más que nadie, Corinne.
―No más que tú ―susurra en mi oído. No puedo evitar soltar
una risita, moqueando un poco, cuando empuja mi hombro
hacia las sábanas y se posiciona sobre mí sin aplastarme―. La
escuela de patinaje para la que voy a empezar a trabajar… ellos
necesitan un traumatólogo de confianza. No tendrías que dejar
tu trabajo aquí.
Aunque la idea de trabajar con patinadoras debería ser
insoportable, me sorprendo cuando encuentro que me gusta la
idea de regresar a ello de alguna manera.
―Me encantaría ―murmuro, sus labios sobre los míos, pero
cualquiera que se al rumbo de nuestra conversación se corta
cuando Callaghan regresa.
Rufus nos mira desde la puerta como si quisiera asegurarse de
que estoy bien, pero no deseara mostrar su debilidad. Es un gato
tan extraño. Aunque pensar en el apellido Reed me causa dolor,
definitivamente es Tanner versión gato. Mi frente me arruga
cuando me percato de que Callaghan no trae un torniquete, ni
agujas, sino algo completamente diferente que trae de nuevo
bilis a mi boca.
―¿Qué es eso? ―pregunto, incorporándome, y se acerca para
tomarme en brazos de nuevo, dejándome sobre el retrete del
baño de mi habitación.
―¿Te saltaste la clase sobre pruebas de embarazo de la Escuela
de Medicina al igual que lo hiciste con la de métodos
anticonceptivos? ―gruñe él―. Es una prueba de embarazo,
Grace, y creo que ya sabes lo que tienes que hacer ahora.
Trago, observándola sobre el lavado.
Sin hacerla ya sé el resultado.
¿Cómo no pensé en eso antes?
Al momento en el que la idea se instala en mi mente, trayendo
lágrimas de angustia y de felicidad a mis ojos, la pantalla de mi
teléfono abandonado junto a la pasta de dientes se alumbra. Me
extiendo para tomarlo, sorprendiéndome por segunda vez en la
noche al ver que he recibido un mensaje por directo de
Instagram.
Varios.
savannahcampbell: Lamento mucho que lo suyo no haya
funcionado.
savannahcampbell: Malcolm es un idiota.
savannahcampbell: Estás mejor sola.
savannahcampbell: Y si no quieres estarlo puedes llamarme.
savannahcampbell: Iremos por hombres.
savannahcampbell: ¿Alguna vez has ido a un club de
strippers?
savannahcampbell: ¿Hay si quiera alguno en Sun Valley?
Sonriendo de forma temblorosa, le respondo a la mujer con el
mejor cabello que he visto en mi vida, al igual que con el mejor
corazón aunque todo en su actitud diga lo contrario. Otra me
habría odiado por babear tras su esposo como evidente y
bochornosamente lo estaba haciendo. Ella me dejó el camino
libre porque se negó a humillarse a sí misma luchando por su
amor. Viendo todo en retrospectiva y tras conocer a Malcolm,
ahora lo entiendo. Entiendo que no vale la pena mendigar.
No cuando te superan tan fácil.
dragracetaylor: ¿Cómo ha funcionado para ti?
savannahcampbell: ¿El qué?
dragracetaylor: La soledad.
savannahcampbell: Me ha ido bien. He pasado todos estos
meses diseñando y de vacaciones con mis amigos o solo
meditando en casa.
dragracetaylor: ¿Y eres feliz?
Su respuesta tarda un poco más en llegar.
savannahcampbell: Lo seré.
savannahcampbell: Y tú también.
Sus palabras me hacen sonreír, la esperanza adueñándose de mí,
pero luego esa sonrisa se deshace cuando me doy cuenta de que
me guste o no tengo que hablar con Malcolm. Tras encontrar su
perfil, el cual he seguido y dejado de seguir en múltiples
ocasiones, abro la sección de mensajes y le escribo por primera
vez.
Borré su número, así que solo puedo contactarlo a través de
aquí.
dragracetaylor: Estoy embrazada.
dragracetaylor: Y no quiero tener que decirle a mi hijo que su
padre es un impostor.
dragracetaylor: Aunque lo nuestro no haya funcionado no
deseo que él se decepcione de ti, Malcolm.
A pesar de que pensé que le tomaría meses a su equipo leer el
mensaje y enseñárselo, me sorprende la rapidez con la que lo
lee y responde.
Capítulo 35
La vida tiene curiosas formas de poner todo en su lugar.
Tras un año de mierda, salvo por algunos momentos llenos de una luz cegadora,
fui feliz como nunca antes corriendo por el campo en búsqueda del balón. Como
resultado de todo el entrenamiento que he recibido y de la fisioterapia de Casper,
más los doctores que consiguió Tanner, los Kings ganamos nuestro tercer Súper
Bowl 31 a 26. Ni siquiera puedo describir la euforia que me embarga por dentro
cuando se anuncia el final del juego y todo el equipo se reúne para saltar y
celebrar.
Mi brazo derecho arde debido a una caída antes de llegar al medio tiempo, pero
sé que no es nada que Casper no pueda solucionar y mientras no sea el izquierdo,
todo estará bien. Twoson palmea mi espalda, felicitándome por el lanzamiento
que nos concedió la victoria, y Edward se acerca para darme las gracias, pero
niego como cada vez que se acerca con ese brillo en sus ojos. Una de las
condiciones que impuse para regresar al equipo después de que se dieron cuenta
de que definitivamente podía hacerlo, fue que le dieran una segunda oportunidad
a él también. Ese gesto hizo que todos volvieran a confiar en mí.
No fue adrede.
Darme cuenta de ello me hizo darme cuenta de cuán manipulador puedo llegar a
ser sin darme cuenta, lo que ya hago, pero no es como si los demás sufrieran
debido a ello. Al menos no en este caso. Una vez termino de intercambiar
felicidades con el resto de los jugadores, mis ojos se dirigen a la hermosa morena
de ojos azules esperando por mí tras la barra del equipo. Tanto ella como su hijo
corren en mi dirección y acorto el camino para atajarla y girar con su cuerpo entre
mis brazos.
Una sensación de deja vu me embarga, pero la ignoro y junto mis labios con los
de Julia tras dejarla sobre el césped, mis manos enguantadas dirigiéndose a su
cintura. Salimos desde hace un mes. No sé si es el amor de mi vida, pero encajo
bien con ellos y ellos encajan bien conmigo. Lincoln y yo pasamos mucho tiempo
entrenando juntos después de que entrara en el programa. Todo con Julia empezó
cuando empezó a traer muestras de lo que aprendía en la Escuela de Cocina, a la
que ahora podía asistir gracias a la ayuda de Tanner, a los entrenamientos y nos
pedía nuestra opinión sobre ello. Luego fue una cena en su nuevo hogar.
Julia, en cambio, me hace sentir como un dios con cada maldita mirada. Deslizo
mis dedos por su espalda hasta que terminan envueltos en su cabello negro y tiro
suavemente de su cabeza hacia atrás para besarla frente a todos. Un collar de
diamantes que salió de mi arreglo se halla alrededor de su cuello, el cual casi
nunca se quita cuando salimos. Cuando termino y prácticamente se deshace entre
mis brazos, trayendo un oscuro sentimiento de satisfacción a mi pecho que se
siente correcto, me enfoco en Lincoln y despeino su cabello oscuro. Sus anteojos
están empañados debido a la emoción y su rostro se encuentra eufórico.
Mi medio para devolverle a la vida todo lo que me dio y equilibrar la balanza para
no perder de nuevo frente al karma.
―¡Ganamos, Malcolm!
Lincoln me sonríe, pero luego enfoca su atención en el resto del equipo. Ellos lo
llaman, así que lo suelto para que corra sobre el césped. Exhausto, pero extasiado,
llevo mis ojos a Julia e inclino mi cabeza hacia los casilleros.
―¿Me acompañas?
Luego llamadas.
Afirma.
―Está bien. ―Sus labios gruesos y rosados sonríen―. Iré por Lincoln. ―Se gira,
sus mejillas rojas al concentrarse en Tanner―. Hola, Tanner. Espero que estés
bien.
Una vez Julia se va, se acerca a mí con el chico de las entregas. Mis labios se
curvan hacia arriba cuando sostengo la tarjeta y leo lo que mi ex esposa escribió
en ella.
Con amor,
Sav.
Aún no le he hablado de Julia, así que debe estar odiándome por la forma en la
que me expuse con ella en la televisión, más tomando en cuenta que siempre evité
sus preguntas sobre Grace y qué sucedió con ella.
En otra vida.
―¿Crees que fue buena idea exponer a tu nueva novia de esa manera?
―¿Por qué lo dices como si Julia fuera una más del montón?
Su rostro se contrae.
―¿De nuevo tus tendencias suicidas o son los esteroides?
Me encojo de hombros.
―Creo que me lo dijo porque tiene una sorpresa preparada para mí.
¿Qué mierda le hice a la única persona que ha dado todo por mí?
―¿Y te besaste con otra en televisión nacional? ―cuestiona Tanner y casi puedo
ver el tic en su ceja―. Maldición, Malcolm. No he querido decirte esto porque
son palabras duras, pero cada vez te pareces más a Wagner y ni siquiera te crió.
Lo hice yo. ―La decepción en su mirada es evidente―. Entiendo que no estés
con ella porque no te dé la regalada gana, pero le debes el respeto que nuestro
padre no tuvo por tu madre o por la mía, maldito imbécil. ―Se aferra a los bordes
de la mesa, ya absolutamente fuera de sí―. Pero tu hijo ni siquiera ha nacido y ya
tienes una suplente para su madre, ¿qué tan bien crees que le sentará esta historia?
Estos están llenos de tensión hasta que finalmente traga y se sienta de nuevo, a lo
que Savannah lo imita. Luego de eso ambos, mi mejor amiga y mi hermano,
concentran sus ojos en mí y trago, mi garganta completamente seca.
―No tengo una explicación para lo que pasó con Grace más que el hecho de que
tuvimos sexo y la embaracé. No estamos juntos, pero es especial para mí y mi hijo
también lo será. ―Veo a mi hermano―. Te prometo que les daré su lugar. ―Sus
hombros pierden algo de tensión, pero continúa viéndome con resentimiento. Mi
mirada se dirige entonces a Savannah―. Los invité a ambos aquí porque hay algo
que quiero decirles. ―Tomo una honda bocanada de aire―. Hace ocho años
estaba resentido con la vida por preferir a mi hermano para todo. Nadie me notaba
salvo para compararme con él dentro y fuera del fútbol. Eso cambió cuando tuve
una pequeña lesión durante un partido y se hizo pasar por mí. Con el casco nadie
lo notó y un reclutador por fin hizo una propuesta, pero no fue debido a mis
méritos. Eso me destrozó ya que comprobaba mi teoría de que Tanner era el
elegido para todo y yo el puto bastardo con mal olor. ―Miro a Savannah―. Ese
día mi hermano me invitó a una de las fiestas que organizaba su fraternidad y
decidí hacerme pasar por él. No pude resistirme a la idea de saber cómo se siente
ser un dios cuando una chica en un vestido negro se acercó. ―Ella se tensa,
asimilando la información, y empieza a negar, pero extiendo mi mano y sujeto la
suya―. Estuviste conmigo, no con él, Sav, y no lo recuerdas con detalle porque
estabas drogada. ―Miro a mi hermano, quién se ha quedado en blanco―. No lo
sabía cuando estuve con ella, de otra manera no la habría llevado a la cama, pero
esa noche los escuché a ti y a Freck hablando acerca de alguien drogando a sus
chicas. Sav no estaba borracha, pero bebió del vaso de una persona antes de venir
a mí. Yo la vi. ―Sintiendo mi corazón romperse, pero mis pulmones llenos de
oxígeno de nuevo, los veo a ambos―. Lo siento.
No.
Trago.
Duele, pero algunos dolores son necesarios y este se siente de esa manera.
―No creo poder soportar esto ―dice Corinne junto a mí, haciendo ademán de
querer vomitar antes de ofrecerle una mirada de disculpa a Grace y salir corriendo
de la habitación dentro de un traje quirúrgico, lo cual me deja a mí con la pelirroja,
quién a su vez me mira como si estuviera a punto de llorar.
Me gustaría tener las palabras adecuadas para hacer que todos sus miedos
desaparezcan, pero no hay nada que no le haya dicho ya. Trago el nudo en mi
garganta debido a que debo ser un hombre ahora más que nunca y transmitirle
seguridad a la madre de mi hijo aunque por dentro me esté muriendo de nervios.
―Lo sé, Grace Taylor, pero vamos a estar aquí. ―Limpio su frente. La anestesia
le impide sentir el dolor de la cesárea, pero sigue consciente. Debe sentir parte de
lo que el médico hace allá abajo, sin embargo, ya que sus dientes se aprietan y su
ceño se frunce de vez en cuando―. Esperando para cuidar de ti con nuestro hijo.
Solloza, lo cual hace que deslice mis dedos hacia sus pulgares.
Unos segundos después parpadea para alejar las lágrimas de su rostro y sonríe.
Me encuentro a mí mismo haciendo lo mismo al escuchar el llanto de nuestro hijo,
un saludable niño de casi tres kilos y medio que afectó desfavorablemente el
estado de la columna de su madre. Aunque todos estuvimos más preocupados que
ella durante el embarazo por ello, a Grace ni siquiera le interesó. Mi tiempos se
dividió en partes iguales entre Idaho y Texas a penas supe que estaba esperando a
mi bebé.
Estuve presente, pero está claro que ella se sacrificó más por el niño que ponen en
mis brazos, retorciéndose para escapar de su manta. Al sentirlo en mi contra no
puedo soltarlo, mirándolo fijamente a los ojos. No son míos o de Grace.
No son café.
―Felicidades, señor Reed, tiene un hermoso niño de casi cuatro kilos. ―Acaricia
el cabello de Grace, quién solo puede mirarnos mientras escucha a nuestro hijo
llorar―. Felicidades, Grace. ―Su tono de voz se vuelve suave―. Lo hiciste tan
bien.
―Es hermoso ―susurro dejándolo caer con cuidado sobre el pecho de su madre.
―Está tan calentito ―dice ella mirándome antes de concentrarse por completo
en él. Yo apoyo mi mi mano sobre su espalda para mantenerlo en su lugar―.
¿Logan? ―pregunta―. ¿Crees que tiene cara de Logan o de Francisco?
Definitivamente no es un Francisco.
Tampoco será un Malcolm porque no permitiré que cometa mis mismos errores.
―Estoy de acuerdo ―susurra Grace, lo que me hace sonreír debido a que nos
prometimos no tomar ninguna decisión con respecto a nuestro hijo sin que el otro
diga esa frase. Corinne, su prometida, nos ayuda tanto como puede, pero tratamos
de no poner ninguna responsabilidad sobe sus hombros porque Logan es la
nuestra. Lo mismo sucede con Julia, con quién continúo saliendo. Ella y Lincoln
vendrán en unos días a conocer al bebé y a Grace. Estoy nervioso por ello ya que
le di el ultimátum de que mi hijo y su madre siempre irán primero y sé que no lo
tomó bien, pero necesitaba advertirle dado que he notado sus celos hacia ella y mi
hijo y no puedo permitirlo por mucho que los quiera a ella y a Lincoln―. Es
perfecto, Malcolm.
―Sí ―murmuro.
―Sí.
Logan Reed es un niño tan afortunado al tener dos chicas que lo darán todo por
él.
―Lo cuidaré. ―Sonrío hacia Corinne al verla entrar de nuevo con una filmadora
en mano. Cualquier color azul ha desparecido de su rostro y le tiendo a Logan
cuando extiende sus brazos, sus ojos brillosos―. Creo que se parecerá a su madre.
―Tiene su color de cabello, pero su rostro es igual al bebé en las fotos que nos
enseñó Claudia. Es precioso ―susurra. A pesar de la ausencia de dos de las
personas más importantes para mí, la sala de espera está llena con familiares y
amigos. Casper. Evegnia. Algunos chicos del equipo que viajaron solo para
acompañarme, entre ellos Marcus, Twoson y Edwards―. ¿Cuál es su nombre?
¿Ya lo decidieron?
―Logan Reed.
Al principio no era su persona favorita, ella tampoco la mía, pero luego de que
ver cuán duro me esforzaba por estar ahí para Grace y para nuestro hijo empezó a
tolerarme. Formó parte de esto tanto como nosotros y aprendí a apreciarla. Ahora
la considero parte de mi familia y por la forma en la que mi hijo presiona la palma
de su mano contra su mejilla, reconociendo la voz que le dijo durante todo el
embarazo qué hacer para no ser un idiota como su padre, sé que Logan también.
―Es bonito.
―Estoy tan feliz de que los tenga a ambos para cuidar de él ―dice Grace,
trayendo nuestra atención a ella, y mi garganta se cierra. Corinne me tiende a
Logan antes de inclinarse para juntar sus labios y acariciar su rostro. Grace
murmura algo hacia ella, pero luego nos mira a Logan y a mí. No sé qué será de
mi hijo ni de mí si algo malo le sucede y ni siquiera quiero pensar en eso, así que
no lo hago―. Regresaré pronto ―llora―. Quiero enseñarle a patinar y si no llego
a hacerlo quiero que se lo digas. ―Afirmo aunque eso me destroza―. Los amo a
los tres.
Yo también.
A pesar de que mi corazón está roto, tengo un motivo para respirar a través de la
herida al cual le sonrío con una pared de cristal entre nosotros hasta que finalmente
una enfermera me invita a pasar a la sala de neonatos para alimentarlo.
Un nuevo Reed.
Una nueva oportunidad para hacer las cosas bien incluso si hacer las cosas bien
significa dolor y aceptar que no eres el bueno.
La tomo tras pedirle al repartidor que deje las flores con las otras.
Aunque me hace sentir como una mierda, no puedo evitar sentir envidia de mi
propio hijo tras leer, pero tampoco estar agradecido al saber que la persona que
más estuvo ahí para mí y la que más decepcioné siempre estará ahí para él
también. Quizás Logan sea más inteligente que yo y siga sus consejos.
Ahi estaré para aceptarlo tal y como es una y otra vez como el lo estuvo para mí.
Nota de Autora y Agradecimientos
Ok.
En primer lugar, sé que muchas esperaban un final y una
historia diferente.
Es por eso que ante todo quiero recordarles que esta historia
trataba de Malcolm, no de los demás, y que si hubieron algunos
extras o puntos de vista de otros fue porque su participación en
la trama era importante ya que, en el caso de Savannah y
Tanner, son vitales para él. Y después de todo lo que hemos
visto en Impostores claramente este libro no iba a tratarse de él
y Sav jugando a la casita feliz. Si hubiera sido así ni siquiera me
hubiera molestado en escribirlo porque no está en mí escribir
una historia sin motivo alguno.
En este sentido, la historia de Malcolm trató sobre envidia.
Trató sobre cómo esta puede ser tan grande que puede cegarte,
hacerte ver las cosas de manera equivocada a pesar de que
claramente no es así como suceden las cosas y convertirte en un
imbécil aunque no lo seas.
Con respecto a Mal, lo que lo destruía en los últimos años era
saber todo el daño que le estaba haciendo a Savannah y a Tanner
y no poder decirlo. Una vez se casó con ella y logró lo que
quería, tener a la chica de sus sueños, no sabía cómo decir la
verdad sin perder a las dos personas más importantes para él.
¿Amó a Sav? Sí, solo que de una manera completamente
diferente a lo que ella y Tanner tenían. ¿Por qué renunció a ella
tan fácil? Porque la culpa lo estaba comiendo vivo ya que para
él era cada vez más obvio que ella no era la única que se había
obsesionado a raíz de su engaño. Su hermano también y
Malcolm no solo le había quitado a Tanner lo que más quería,
sino lo único que él había visto que él quería.
Y en su relación con Tanner simplemente era más fácil para él
sentir odio a culpa.
A darse cuenta de que estaba equivocado.
En lo referente al pasado, lo único que diré es que todos son
culpables de terminar en ese bucle y la vida para ustedes sería
más fácil si simplemente lo ven de esa manera en lugar de
buscar señalar a un solo personaje. Malcolm lo inició, pero
Tanner, Pauline, Sav y el resto lo siguieron.
Y todos son impostores, incluso quién lee esto.
Muchas gracias a todo el fandom tóxico (con amor) de la saga
por estar ahí siempre.
Este libro, al igual que el resto, solo se lo puedo dedicar en
verdad a ustedes y a todo el amor que sienten por la trama, el
cual les confieso que a veces es incluso mayor al que yo siento
porque escribir sobre estas personas a veces me pone enferma.
Pero así es la belleza de la fealdad de la naturaleza humana.
Te hace querer vomitar, pero aún así no puedes evitar abrir un
poco un ojo para apreciarla.
Con amor,
Oscary.
Siguiente Libro
Título desconocido (Impostores #4):
La vida nos ha enseñado que cuando finalmente crees que
conoces a una persona solo estás escalando en la punta del
iceberg de lo que es.
No juzgues.
No asumas.
Solo lee y conoce lo poco de mí que te compartiré porque me lo
has suplicado.
Si no te gusta nadie te está obligando a quedarte.
Lees esto bajo tu propio riesgo. Por culpa de tu curiosidad y de
tus ansias de jugar con fuego. ¿Y qué es lo que dicen de la
curiosidad y de esos juegos? No tengo que repetir ningún
estúpido refrán. Ya lo sabes.
Y yo también.
(Abril 2022).
Escena postcréditos
Corpus Christi, Texas.
Seis meses antes.
A pesar de que sigo sin reproducir en mi mente lo sucedido en
ese restaurante de mariscos, no puedo evitar sonreír ante el
sonido que hace Casper al deslizarse de su tabla debido a la
fuerza de la ola que intentaba montar, cayendo al mar, y Lincoln
ríe viéndome y señalándolo. Subo mis gafas y achico mis ojos
debido al sol.
Ellos están aquí desde una semana con Julia, disfrutando de las
vacaciones de Lincoln de la escuela, y yo me reuní con ellos
aquí ayer porque estaba asegurándome de que todo estuviera
bien con Grace. En un par de semanas iré a visitarla de nuevo y
quizás me quede un mes o dos mientras busco una casa allí.
Quiero un sitio en el que la madre de mi hijo pueda estar con
tranquilidad y que no se parezca en lo absoluto a la jaula de
Callaghan, la cual sugirió ampliar.
Mi hijo no será una ave presa en su centro.
Su madre tampoco seguirá siéndolo, ni su odiosa ex con la que
al parecer tiene algo. Corinne es desagradable y odiosa, pero
intento ser cordial con ella por Grace Taylor. Se nota en sus ojos
cuánto la quiere y no deseo hacer nada que la lastime.
Más, al menos.
―Cariño ―dice Julia saliendo de mi casa en Corpus en un
bikini rojo, su cuerpo cubierto con un poco de harina en ciertos
lugares ya que se encontraba amasando el pan para las pizzas
caseras del almuerzo―. Te llaman.
Me tiende mi teléfono, el cual acepto tras ponerme de pie y
besarla.
Mi frente se frunce al identificar un número desconocido en la
pantalla.
―Dame un minuto y te acompaño.
―Bien ―murmura, sonriendo, antes de regresar al interior de
la casa.
Con mis ojos puestos en su bonito trasero, respondo.
―¿Buenos días?
―Buenos días, señor Reed. Lo contacto del Hospital Quentin
de Houston porque su nombre aparece en la ficha médica de
nuestra paciente, Savannah Campbell, como su esposo y
número de contacto en el caso de no poder contactar con ella,
el cual es el caso. ―Mi frente se arruga. Separo los labios para
decirle que ya no estamos casados, preocupado por Savannah y
considerando llamarla o ir a verla por un segundo, así me odie,
pero la enfermera se me adelanta―. Y también quiero
felicitarlo.
Mi ceño se frunce todavía más.
―¿Por qué me felicitaría?
―¡Porque usted será padre! ¡Hay un pequeño Reed en camino!
¿Qué...?
Mi garganta se seca.
Mi mundo entero empieza a dar vueltas.
No pude haber embarazado a dos mujeres a la vez.
Mujeres que actualmente no son mi pareja, sino Julia.
Sin importar cuán buen padre sea, siempre seré el imbécil que
no controló su pene, lo cual es gracioso tomando en
consideración que llevaba meses sin tener sexo con Savannah
antes de divorciarnos y que solo lo hice con Grace una vez.
Soy algo así como el mujeriego que ha tenido menos sexo.
―¿Cuántos meses?
Hay un sonido de papeleo antes de que responda.
―Tres y…
―Gracias por la noticia. Le enviaré el número del Reed al cual
debe notificarle esto.
Cuelgo, exhalando con alivio.
Un embarazo a la vez para manejar es más que suficiente.
Un Reed nuevo al año también debería serlo por el bien de la
humanidad.
Pero ahora son dos.
Al menos mi hijo tendrá un primo de su edad con el cual jugar
si sus padres lo permiten, pienso mientras tomo asiento
nuevamente en la tumbona y miro hacia Lincoln y Casper están
intentando procesar la noticia que acaban de darme.
Seré tío.
Tanner será padre.
De un hijo de Sav.
Mierda.
Final