Está en la página 1de 200

1

2
MODERADORA
Mir

TRADUCTORAS
Guadalupe_hyuga Walezuca Segundo
3
Karikai Gerald
Sweet Pepper branjelina
AnaVelaM Grisy Taty
Mona

CORRECCIÓN Y REVISIÓN FINAL


Nanis

DISEÑO
Moreline
SINOPSIS 5 14 94

1 6 15 103

2 13 16 110

3 19 17 118

4 26 18 126

5 34 19 134
4
6 41 20 141

7 48 21 152

8 54 22 161

9 62 23 168

10 69 24 178

11 75 25 188

12 82 EPÍLOGO 195

13 87 SOBRE LA AUTORA 199


Traicionar al hombre más poderoso de Nueva York
nunca fue algo que imaginé cuando comencé a jugar con Winston
Constantine. Pero él está involucrado en juegos mucho más peligrosos
que el nuestro, y sus enemigos buscan sangre.
Winston tiene mi corazón, los Morelli tienen fotos incriminatorias y yo
me quedo sin nada más que tres hermanastros que quieren lastimarme y
un futuro en duda. Sabía que Winston no sería mi Príncipe Azul, pero eso 5
no impidió que me enamorara de él.
Después de todo, los zapatos me quedaban bien y me permití creer que
estaría bailando con Winston para siempre.
Hasta que sale a la luz demasiada verdad.
Hasta que me doy cuenta de que, en lugar de gobernar el tablero, yo
solo era un peón.
Al final, solo tengo una pregunta. Cuando termine
su juego conmigo, ¿podré fingir que el zapato de
cristal no encajaba perfectamente?
Winston
D
esde mi fiesta de cumpleaños.
Ese es el tiempo que mi inútil sirvienta, mi asqueroso
juguete, mi Cenicienta, me ha estado ocultando este secreto.
No cualquier secreto, sino conversaciones a mis espaldas con
Leo hijo de puta Morelli sobre sólo Dios sabe qué.
Estoy asqueado. Furioso. Y toda una serie de emociones que no tengo
por qué sentir. 6
Otra lágrima rueda por la mejilla rosada de Ash, persiguiendo a la
anterior.
Una. Dos. Tres. Tantas lágrimas, cada una de ellas un recordatorio de
por qué no hago esto. Por qué mantengo mi corazón congelado e
impenetrable. Porque, por muy bueno que parezca algo con la mujer
perfecta, todo puede derrumbarse con sólo unas cuantas lágrimas saladas.
La traición no siempre es una cascada de mierda como lo fue con
Meredith. A veces es el goteo, el goteo, el goteo de Debí jodidamente saberlo.
Lo sabía.
Sabía que esto era un resultado potencial.
No lo que sea que esté pasando ahora entre Ash y Morelli.
Pero los secretos. Las mentiras. Las tonterías sombrías.
Pasó con Meredith. Juré que no volvería a pasar, y sin embargo aquí
estamos. Nate y mi madre prácticamente me forzaron las advertencias, pero
estuve tan distraído jugando con Ash que no vi que ella jugaba su propio
juego.
Más lágrimas.
Mi sirvienta es bonita cuando llora. Demasiado bonita. Casi me distrae
lo suficiente como para desviar mi atención de la razón por la que está
llorando. No porque hayamos hecho un trato y la esté humillando. No
porque estoy entregando un poco de dolor con placer. No las razones
habituales.
No.
Ella está llorando porque ha estado ocultando algo de mí y
esencialmente mintiendo en mi cara. El hecho de que sus mentiras giren en
torno a un Morelli es lo que lo hace imperdonable. Ella sabe que está jodida.
Realmente.
—Win —empieza, pero la detengo levantando mis dos dedos de la mesa.
—Shh —murmuró—. Deja que te mire así un rato más.
Rota. Devastada. Atrapada con las manos en la masa. La humillación
y el arrepentimiento que brillan en sus ojos es algo que logró ella sola esta
vez. Yo no hice esto. Yo no le pagué por esto. Todo esto ha sido cosa suya.
Su teléfono sigue sonando, pero lo ignora para suplicarme sólo con sus
ojos avellana que se filtran, tristes, y sus labios fruncidos. Los segundos
pasan. Ninguno de los dos mira hacia otro lado.
—¿Vas... vas a dejarme aquí con él?
Porque aquí el monstruo soy yo. Esa pregunta duele mucho más de lo
que me gustaría admitir. Otro recordatorio de por qué no dejo entrar a la
gente. No me gusta hacer daño. Ni siquiera un poco. Los fríos y duros muros 7
de me importa un carajo son los que me han llevado por la vida hasta ahora.
Tendrá que llevarme a través de ella esta vez.
—Eso depende. —Una risa cruel brota de mí cuando se estremece ante
mis palabras—. ¿Quieres que lo haga?
La devastación en su rostro se transforma en irritación haciendo que
los fragmentos verdes de sus ojos color avellana casi brillen.
—No seas idiota.
—Demasiado tarde para eso, señorita Elliott. He nacido así.
Pone los ojos en blanco y, por un instante, nos quedamos solos Ash y
yo. Mi descarada Cenicienta. La chica con la que me he obsesionado. Estoy
decepcionado de mí mismo. Con tanta facilidad me he dejado encantar por
una maldita adolescente.
Mi comportamiento frígido hace que la descarada se retraiga y se
retuerza en su asiento. Sus tetas rebotan ligeramente, tan malditamente
deliciosas en su vestido, pero me niego a reconocerlas y mantengo mi dura
mirada en su rostro.
—Me dijo que no te lo dijera —susurra, con la vergüenza inundando
sus mejillas color carmesí—. Tenía miedo y...
Levanto la ceja y la miro con una expresión de aburrimiento.
—Por favor, continúa —le insto en tono plano—. Por favor, dime por
qué pensaste que era mejor escuchar a esa rata que hablar conmigo. A mí,
el mismo hombre que te rescató de tus asquerosos hermanastros y que tiene
más dinero que Dios. El mismo hombre que podría pisotear todo el imperio
Morelli si se le provoca. Soy todo oídos.
Sueno patético.
Triste.
Molesto.
No lo estoy.
Mentira.
—Yo… —Traga y cierra los ojos—. Las fotos de nosotros. Los videos.
Los textos. Lo tiene todo. No quería ayudarlo, pero dijo que si no lo hacía o
si te lo decía, él...
—¿Él qué? —pregunto fríamente—. ¿Se los enviaría a los paparazzi?
¿Avergonzarme enseñándoselas a mis amigos? ¿Decirle a mi mamá?
¿Y qué demonios significa "ayudarle”?
Me hierve la sangre al pensar que Morelli utilice mi juguete contra mí.
—Win... —Su barbilla tiembla.
Le hago un gesto con un movimiento de muñeca. 8
—Por el amor de Dios, contrólate.
La expresión de la mujer se ilumina con fuego. Bien. Le irá mejor siendo
una zorra que haciéndose la víctima llorona.
—Escucha, pequeña —le digo, inclinándome hacia ella para que pueda
oírme bien—. Vine aquí porque hay un asunto que tenía que hacer. Este
"asunto" entre tú y Morelli no es más que un espectáculo inesperado para
entretenerme esta noche.
Sus cejas se juntan, un ceño fruncido estropea su rostro lloroso.
—Win...
—No he terminado de hablar —digo—, y tú no has terminado de
escuchar. Puedes tener tu fiesta de sollozos cuando estés sola. No mientras
estés conmigo. Lo que sea que Leo piense que va a hacer, déjalo. Me
importan una mierda sus amenazas.
Aprieta los labios como si luchara por no discutir. Lástima. Prefiero
cuando la gatita saca las garras y trata de dar un zarpazo. Este acto de
tristeza, manso y roto, no le sienta bien.
—Así es como se va a hacer —le explico, recorriendo con la mirada el
restaurante abarrotado—. Vas a ver el espectáculo que tenía planeado, vas
a hacer el papel de cómplice voluntario y vas a salir por la puerta como si te
importara un carajo Morelli.
—De acuerdo. —La sospecha se extiende a la palabra murmurada.
—Entrarás en el coche conmigo y nos iremos.
—¿Y luego qué?
La esperanza brilla en sus ojos. No podemos tener eso ahora, ¿verdad?
—No nos adelantemos, señorita Elliott.
Antes de que pueda responder, le hago señas al camarero.
—Por favor, hazle saber al señor Stevens que estoy listo para finalizar
nuestro trato.
El mesero se apresura a transmitir el mensaje al dueño del restaurante.
Ignoro la mirada implorante de Ash mientras espero. Echando un vistazo a
la mesa de los Morelli, me doy cuenta de que Leo está tenso mientras su
hermano mayor, Lucian, está relajado, listo para disfrutar de un jugoso filete
en uno de los mejores asadores de la ciudad.
Mientras espero al señor Stevens, le envío un mensaje a Deborah con
una tarea que requiere atención inmediata. Le hará ganar el nuevo Lexus
que ha estado insinuando. A mis empleados les encanta una buena prima.
Luego, envío un mensaje a mi portero porque el trabajo en equipo hace que
el sueño funcione.
El señor Stevens sale de la parte de atrás con una sonrisa nerviosa
mientras se acerca a nuestra mesa. Me levanto y le ofrezco la mano. 9
—Es un placer hacer negocios con usted. —Le doy la mano—. Pase por
la oficina de Anthony por la mañana. Tendrá todo el papeleo preparado para
usted.
—Gracias, señor Constantine. Es increíblemente generoso por su parte.
—Se ríe, su risa muere cuando mira a los Morelli—. Aunque un poco
despiadado si me lo pregunta.
—Creo que he pagado lo suficiente como para no tener que pedírselo.
Se encoge bajo la advertencia de mi mirada y me hace un rápido gesto
con la cabeza.
—Tiene mucha razón, señor. Buenas noches.
Entonces, tal y como pedí, como si fuera un elemento de un menú muy
caro, el propietario y su personal comienzan a salir por la puerta principal
en una procesión de soldados vestidos con delantales que luchan en una
batalla que ya ha sido ganada por su servidor.
—Win —dice Ash en voz alta.
No le respondo porque mi mirada está puesta en la mesa Morelli.
Tardan tres segundos en darse cuenta de lo que he hecho, cada uno de ellos
se tensa casi simultáneamente con furia.
Sí, imbéciles, he comprado su pequeño y elegante restaurante de carne
y he pagado generosamente para que todos los malditos empleados se vayan
antes de que tengan la oportunidad de pedir. Parece que hay comida china
para llevar en lugar de filete.
—Me encantaría quedarme para los fuegos artificiales, pero tengo que
madrugar. Hoy, señorita Elliott. —Le ofrezco mi brazo—. Es hora de irse.
Se levanta, mete su teléfono en el bolso antes de retirarlo de la mesa y
engancha su brazo con el mío. Su olor me provoca y se burla de mí. Me
molesta que huela tan bien. Ahora mismo, no quiero olerla. Demonios,
apenas puedo mirarla.
El restaurante sigue lleno de clientes. Los rostros de todos son un mar
de confusión mientras se preguntan por qué los empleados se han ido. Pero
no los Morelli. Saben que han sido jodidos públicamente y ahora tendrán
que hacer el paseo de la vergüenza.
Me detengo frente a su mesa, mostrándoles una sonrisa lobuna.
—Ahh, bueno, pero si son los infames Morelli. Qué casualidad
encontrarlos a todos aquí.
—Es poco probable —dice Lucian, con el disgusto escrito en su rostro—
. Nada es una coincidencia cuando se trata de los Constantine.
Especialmente tú.
—Me das demasiado crédito —le respondo con un tono suave—. Debo 10
advertirte, sin embargo. No parece que vayas a cenar aquí esta noche.
Si las miradas pudieran matar, yo sería un hijo de puta muerto. Por
suerte, sus miradas llenas de odio se desprenden de mí sin incidentes. Leo,
sin embargo, echa humo de rabia. La Bestia de Bishop's Landing. Lo llaman
así por una razón. El agarre de Ash en mi brazo se hace más fuerte, y aunque
estoy enojado con ella, no dejaré que ese imbécil le toque ni un cabello de
su linda cabecita.
—¿No te has enterado? —Continúo, con el ceño fruncido—. El edificio
ha sido invadido por ratas. No podemos permitirlo, ¿verdad? Es necesario
un poco de exterminio antes de que podamos arreglar este edificio.
Lucian se pone de pie y me mira con desprecio. Su cabello oscuro está
impecable, y su traje impoluto.
Pero las ratas vestidas de Tom Ford siguen siendo ratas. Infestando la
ciudad como si el dinero las convirtiera en realeza.
—¿Nos estás amenazando? —exige Lucian en un gruñido bajo.
—Los caballeros no tienen que recurrir a las amenazas. —Le clavó a
Leo una mirada mordaz—. Mi padre me educó mejor que eso.
Leo se burla.
—¿Y qué hay de tu madre? Es una verdadera obra de arte. ¿Cómo te
ha criado?
—Cabrón.
La mandíbula de Lucian se tensa con furia.
—Estás empezando algo que no podrás terminar.
Ellos empezaron esto cuando mataron a mi padre. Por supuesto que no
puedo probarlo, pero lo creo. ¿Quién más tiene semejante vendetta contra
mi familia? Independientemente de lo que pasó antes, Leo abrió esta lata de
mierda cuando pensó que estaría bien amenazar algo mío. No le vendí ese
edificio para proteger a Ash. Lo vendí porque si él quería jugar, yo estaba
listo para jugar. Sólo estoy empezando.
—Creo que tu hermano empezó esto cuando rompió nuestro acuerdo
contractual —le digo a Lucian—. Mantén a tu bestia atada.
Leo también se levanta de su asiento, la furia brotando de él en
violentas olas. Ash se estremece, pero a mí no me afecta.
—Esto no termina felizmente para ti —me gruñe Leo y luego le apunta
con un dedo—, ni para ti, princesa.
Ash aspira con fuerza. Casi puedo saborear el miedo que emana de ella.
La pobre chica está aterrorizada. Es hora de que se dé cuenta del mundo en
el que está jugando. 11
Esto no es un cuento de hadas.
Esto es una guerra...
Y sólo los Constantine la ganan.

Tan pronto como salimos del estacionamiento y entramos en la


concurrida calle, pongo la estúpida emisora de rock clásico de Perry para
ahogar lo que sea que Ash quiera decir. Es mejor que no diga nada en este
momento.
Necesito pensar.
Leo Morelli ignoró nuestro trato. Se suponía que iba a dejar a Ash en
paz a cambio de poder comprar el edificio Baldridge. Está escrito en un
maldito documento legal.
No escuchó.
Decidió aterrorizarla de todos modos.
Estaba molesta y aterrorizada después de que él le llenara la cabeza
con amenazas para hacerla cumplir. Descubriré cada detalle de lo que está
pasando. Y una vez que lo haga, habrá un infierno que pagar... para todos
los involucrados.
Llegamos a su edificio de apartamentos una hora más tarde después
de estar sentados en el tráfico intenso. Ella, sabiamente, se mantiene en
silencio. Apago el coche y salgo. Me cuesta apartar la mirada de sus suaves
piernas, pero consigo mantener la polla dentro de los pantalones por una
vez. El viaje hasta el duodécimo piso es silencioso. Ash se mueve como si
quisiera hablar, pero al final no lo hace. Espero a que saque las llaves del
bolso y abra la puerta del apartamento.
—¿Quieres entrar para que podamos hablar? —Se muerde el labio
rosado que siempre me distrae.
—¿Hablar? —Se me escapa una risita oscura—. No te pago para que
hables, Cinderelliott. Te pago para que seas mi juguete indecente. —Hago
un gesto hacia el interior del apartamento—. De ahí el apartamento para
putas.
Todo su cuerpo se estremece como si la hubiera herido físicamente. Yo,
en cambio, no siento nada. Ella es una inversión sexual, no mi novia. Esto
es un juego, no una relación.
—No te preocupes. Te avisaré cuando necesite que me la chupen de
nuevo —le digo, girando sobre mis talones para no ver la angustia en sus
12
ojos. No me afecta. Se lo advertí—. Buenas noches.
La puerta se cierra casi en silencio detrás de mí. Me duele mucho saber
que va a pasar la noche en ese apartamento por lo que ha pasado esta noche,
pero no me duele como claramente le duele a ella. El roce que siento hasta
los huesos es el hombre cuerdo dentro de mí que me recuerda que por eso
no me acerco a la gente. Al final siempre te joden.
Juré que mi corazón nunca estaría abierto al dolor.
Es imposible romper algo que no existe, ¿verdad?
Si tan sólo pudiera explicar el profundo y visceral dolor dentro de mi
pecho.
Creo que lo llaman... arrepentimiento.
Ash
C hirp.
Me encanta mi pajarito. Shrimp es el mejor pajarito del
planeta. Pero, el único sonido que hace no es de satisfacción.
Es de enfado. Dañado. Asustado. Esto, por encima de todo
lo que ha pasado esta noche, es lo más molesto. He decepcionado a Winston.
Y, he defraudado a mi maldito pájaro.
Estúpidamente, me dejé llevar por el pequeño cuento de hadas que 13
imaginé en el que era una sirvienta convertida en princesa que encajaba
perfectamente en el cuento de su asqueroso príncipe. Winston, director
general multimillonario y el soltero más sexy del mundo, me ofreció una
fantasía, no una realidad. Me ofreció un mundo hecho de cristal. Me metí
en esos nuevos zapatos, ciega por el brillo, ansiosa por ser su pequeño
juguete.
Pero el desmoronamiento comenzó.
A la primera señal de problemas, parece que todo se va a romper a mis
pies.
Esta vez no habrá ningún príncipe encantador que me arrastre en sus
brazos.
Me muerdo el labio para no llorar. Estoy cansada de llorar.
Emocionalmente agotada. Harta de ello. Tragándome el dolor en mi
garganta, cierro la puerta del apartamento y me giro para saludar a mi
pájaro.
—Shrimp —digo con una voz áspera y temblorosa mientras tiro el bolso
en el sillón y me quito los tacones—. Bienvenido a casa. —Al apartamento
de las putas.
Mueve las alas con rabia desde el interior de su jaula. Me inquieta
preguntarme cómo ha llegado hasta aquí. Es obvio que Winston lo ha
manejado durante todo el caos de la cena cuando ha estado enviando
mensajes a alguien.
No es sólo mi pájaro.
Sobre mi cama están mi bolsa de aseo, mi mochila y una bolsa de ropa
que definitivamente no me pertenece. No tengo que abrir la cremallera para
saber que está llena de ropa que una vez estuvo colgada en mi habitación
en casa de Winston.
—No llores, no llores, no llores —me digo, incluso cuando salen
lágrimas frescas y calientes.
Desbloqueo la puerta de la jaula de Shrimp para que pueda tener algo
de espacio. En lugar de saltar a mi mano, pasa revoloteando por delante de
mí, dando vueltas por la pequeña zona. Emite un chirrido agudo que indica
que no está contento con su entorno. El pobre pájaro echa de menos su
patio de luces, los techos altos y las enormes ventanas.
—La he jodido —le explico con un gesto de la mano—. No puedo ni
empezar a imaginarme cuáles serán las consecuencias de todo esto.
Y no puedo.
Winston no era precisamente un charlatán. No sé si hemos terminado
o si me espera en el trabajo mañana. No sé si todavía planea interrogarme
sobre Leo o qué. Ahora que está claro que he enojado a Leo, estoy segura de
que mi vida sexual está siendo arrastrada por el barro y por todas las redes 14
sociales mientras me siento aquí sintiendo pena por mí misma.
Gimo al pensar que esos videos de Winston haciendo todas las
obscenidades que me provoca saldrán a la luz para que todo el mundo los
vea. Puede que a Winston no le preocupe su reputación, pero yo no quiero
empezar la universidad en otoño teniendo un escándalo sexual con un
multimillonario en mi haber. Por no mencionar que papá se morirá si se
entera.
Todos los que conozco lo verán.
Mis enemigos. Los pocos amigos que me quedan. Los Constantine.
Las imágenes de Keaton, Tinsley y Perry viendo el video juntos en
diferentes variaciones de conmoción y decepción me revuelven el estómago.
¿Y su madre?
Dios.
Me siento como una idiota. Leo estaba esperando a que cometiera un
desliz, ansioso por dar a conocer esta información al mundo. Permití que
me manipulara porque tenía miedo de lo que la gente sabría de mí y de Win.
Que me paga por actividades enfermas y sucias.
Ah, y me paga bien.
El asco por mí misma me revuelve el estómago. Apuesto a que la
perfecta Meredith estará sentada en su mansión con su estúpido marido
sonriendo como una bruja malvada ante el escándalo. Seguro que está
esperando a abalanzarse para rescatar al príncipe de la traición de su puta.
Shrimp se posa sobre la bolsa de ropa y la picotea. Sigue enojado pero
por suerte no se queda así. Ese pájaro me quiere incluso cuando me fastidia
la vida. Una nota sobresale de un bolsillo parcialmente abierto. La saco,
asustando a Shrimp, y la abro para leerla.
Señorita Elliott,
Si le falta alguna de sus cosas de la residencia del señor Constantine, póngase en
contacto conmigo por correo con una lista. Me aseguraré de recoger cualquier cosa que
se haya pasado por alto y/o reemplazar cualquier artículo.
Sinceramente,
Deborah
Arrugo la nota y la tiro al suelo. Estoy segura de que Deborah estaba
demasiado ansiosa por dejar lo que estaba haciendo para ir corriendo a casa
de Winston a desalojarnos a mí y a mi pájaro.
La ira se instala en la boca de mi estómago. Esto es ridículo. Winston
ni siquiera me ha dejado explicarme del todo o intentar mejorar las cosas.
Mientras el fuego sigue ardiendo en mí, agarro mi teléfono para enviarle un
mensaje. Ignoro los muchos de Leo que me esperan y voy al contacto de Win.
15
Yo: Para alguien a quien no le importa, seguro que estás enojado con
todo el asunto.
Le doy a enviar y me entretengo mientras espero a que me responda.
Win: Si eso es un intento de disculpa, es una mierda. ¿Tu padre no te
ha enseñado modales?
Yo: Sabes que siento no haberte dicho que Leo me estaba acosando, pero
no siento haber intentado mantener nuestros momentos privados fuera de los
medios. Estaba protegiéndonos.
Win: ¿Con tu pájaro guardián? Seguro que los Morelli estaban muy
asustados.
Aunque su falta de respuesta con respecto a Leo se siente como un
aguijón, su disposición a discutir verbalmente conmigo, incluso cuando está
lo suficientemente furioso como para echarme a mí y a mi pájaro de su casa,
me da esperanzas de que no hayamos terminado. Esto es sólo un
contratiempo. Un pequeño bache en el camino. Lo superaremos. Lo sé.
Yo: No metas a Shrimp en esto. No te va a perdonar muy rápido por dejar
que esa bruja lo secuestre de su casa.
Win: Su hogar está con su mami pájaro. Además, estoy esperando con
alfileres y agujas que ese pájaro ruidoso me perdone. Ohhh, es cierto. No lo
hago.
Yo: Tienes suerte de que no sepa leer.
Win: Si has terminado de hacer una rabieta infantil, me voy a casa a
ducharme y luego a la cama. Ah, no sé si lo he mencionado o no, pero no tengo
calentador de toallas.
Miro fijamente su texto con confusión.
Yo: ???
No responde más. Imbécil. Considero la posibilidad de llamar a Perry
para hablar con él sobre lo ocurrido esta noche, pero es el hermano de Win.
No estoy segura de poder soportar el rechazo si Perry me desprecia.
Mi teléfono vibra con otro mensaje entrante, pero no es Winston.
Papá: Los tres van a necesitar cirugía. Manda y yo estamos en el
hospital esperando para hablar con ellos. Sé que probablemente no te importe,
pero Manda está destrozada y muy preocupada.
La culpa se desliza a través de mí, lo cual es molesto. Se merecen todo
lo que tienen. Si Win no los hubiera detenido... no puedo ni empezar a
pensar en lo que Scout habría hecho la noche que intentaron vengarse de
mí por haber perdido Harvard. Estoy segura de que me habría cambiado y 16
roto irremediablemente.
Yo: Mantenme informada.
Porque me gustaría deleitarme con su dolor.
Yo: Y, papá... si sale algo sobre mí en las noticias, no lo veas.
Papá: ¿Qué significa eso?
Yo: Tal vez nada. Tal vez solo sea que me preocupo.
Papá: ¿Qué pasa? ¿Tienes problemas? ¿Te ha hecho algo ese hombre?
Ese hombre.
Winston Constantine es mucho más que ese hombre. Es un dios entre
los mortales. Poderoso, rico, calculador. Un príncipe villano. Las cosas que
me hizo son exactamente lo que temo. Son cosas que ningún humano
normal debería desear y sin embargo estoy claramente en el video rogando
por ello.
Papá: Ash, cariño, háblame. ¿Tengo que llamar al abogado de Manda?
Es culpa de sus hijos que esas fotos y videos llegaran a manos de Leo
Morelli en primer lugar. No, gracias.
Yo: Yo me encargo de esto, papá. Sólo quería darte una advertencia.
No tengo "esto" en absoluto, pero estoy segura de que no voy a dejar
que mi padre se abalance y salve el día. Este es mi lío, lo que significa que
voy a tener que limpiarlo.
Ahora que las lágrimas se han secado y la determinación se ha
impuesto, empiezo a desempaquetar mis cosas. Hay que admitir que el
apartamento es bonito y estoy secretamente agradecida por tener un lugar
donde pasar desapercibida. Lejos de todo el mundo. Sólo yo y mi pájaro. No
estoy segura de cuánto tiempo podré quedarme aquí, sobre todo si Win cree
que va a intentar echarme de su vida por esto, pero lo tengo cuando más lo
necesito y eso es lo único que importa.
Después de una ducha caliente en la que me quito de encima el día de
mierda que he tenido, apago las luces, coloco la manta de Shrimp sobre su
jaula y me meto en la cama. No es tan suave como la que uso para dormir
en casa de Win, pero sigue siendo agradable. Busco en Internet en mi
teléfono durante un rato en busca de un regalo de disculpa. Una vez que lo
compro, cambio la dirección de mi búsqueda. A mí y a Win.
Hasta ahora... no hay ningún escándalo sexual difundido por todo
Internet.
No ayuda a mi ansiedad. Se siente como una bomba esperando a
detonar. La anticipación es peor que la explosión.
Me imagino una versión gigante y ampliada de Winston follando mi culo
en una de las vallas publicitarias de Times Square. Bien, puede que la
17
explosión sea mucho peor que la anticipación. Ugh.
Por mucho que quiera reflexionar sobre lo que Leo puede o no puede
hacer, intento canalizar mis pensamientos en otro lugar. Mi mente se
traslada a una vida más sencilla cuando Tate era mi novio. Las cosas no
eran tan estresantes entonces. Aburridas, sí, pero seguras.
Nada en mi vida es seguro ahora.
Me metí en la cama con un león y estoy aprendiendo que tal vez soy un
ratoncito.
Estoy fuera de mi capacidad.
La soledad me hace recurrir a alguien con quien una vez pude contar.
Tate. Es decir, hasta que los trillizos lo alejaron. Estoy anhelando nuestra
fácil amistad y sus constantes palabras. Como su número no está
programado en mi nuevo teléfono, lo busco en Facebook.
Yo: La vida es una locura estos días. Hay tantas cosas que quiero
contarte. Deberíamos tomar un café y ponernos al día pronto.
Me gustaría que siguiéramos siendo amigos, pero es una cosa más que
los Trillizos del Terror arruinaron en mi vida. Es hora de empezar a
recuperar mi vida. Puedo empezar de a poco. Tate no es como todos esos
otros hombres con los que he tratado. Es una buena persona. Lo conozco.
Me ofrecerá su hombro para llorar y luego me dará la motivación que
necesito para salir de la suciedad.
Eso es exactamente lo que haré yo también.
Levantarme. Desempolvarme. Seguir adelante.
La alternativa es dejar que Leo Morelli me gane. Por mala suerte para
él, he pasado demasiado tiempo con los Constantine. Si he aprendido algo
de esa familia hasta ahora, es que nunca dejes que el enemigo tenga la
última palabra.
Esto no ha terminado.
No voy a dejar que lo haga.

18
Winston
E
sta mañana, me siento como yo.
Por fin.
Sin la presencia de Ash ni de su estúpido pájaro, me las
he arreglado para encontrar la armadura Constantine que
suelo llevar, me he puesto el traje y estoy preparado para la batalla. No hay
tiempo para la debilidad. No ahora. No cuando los Morelli están buscando
sangre. 19
Es temprano. El único personal en el edificio hasta ahora son Deborah
y Perry. Les mandé un mensaje de texto a primera hora de la mañana,
solicitando su presencia inmediata en la oficina. Me alegro de encontrar a
Deborah sentada con su postura perfecta tecleando mientras Perry espera
fuera de mi oficina, con la espalda apoyada en la puerta cerrada, con dos
cafés en la mano.
—Perry. Deborah. —Mi saludo cortante hace que ambos se enderecen.
A Deborah le digo—: Desvía mis llamadas hoy y ponte en contacto con
Anthony. Quiero una reunión con él en las próximas dos horas para discutir
un incumplimiento de contrato en uno de mis negocios.
Deborah entra en acción.
—En ello, señor.
Perry arquea la ceja, pero sabiamente no dice nada hasta que estamos
dentro de mi despacho con la puerta cerrada. Ha sido extrañamente
satisfactorio verlo crecer en sus zapatos de Constantine últimamente. Lo
contraté para que no se metiera en líos y está resultando ser una decisión
acertada. Voy a necesitarlo aún más en los próximos días, eso lo sé. Cada
vez que parpadeo, hay alguien más esperando para joderme. No tiene fin,
carajo. Y aunque es posible que no tenga pruebas inmediatas de mis
corazonadas, siempre las consigo al final. Además, siempre tengo razón con
esas corazonadas. Está claro que las únicas personas en las que puedes
confiar son las que tienen la misma sangre corriendo por tus venas.
Ash corre por mis venas en una vía rápida hacia mi polla, pero esa es
otra historia completamente distinta.
—Esta mañana estás en modo Constantine asesino —reflexiona Perry
y da un sorbo a su café, con una expresión pensativa en el rostro.
Mejor que lo escuche de mí primero.
—Nos encontramos con los Morelli en la cena de anoche.
Perry se ríe.
—No me sorprende.
—Imagina su sorpresa cuando compré el restaurante antes de que
tuvieran la oportunidad de pedir. —Mis labios se tuercen en una sonrisa
sádica—. No estaban contentos.
—Apuesto a que no.
Me reclino en la silla, apretando el nudo de la corbata en mi garganta,
antes de volver a posar mi mirada en mi hermano pequeño. Su traje está
impecable hoy y no noto ninguna arruga. El cabello rubio dorado está
peinado de una forma que se sitúa en la línea entre lo informal y lo
profesional, pero supongo que servirá. La barba que luce, aunque necesita
un poco de control, le hace parecer mayor, lo cual es un aspecto adecuado 20
para él. Perry necesita toda la ayuda posible.
—Leo lleva acosando a Ash desde la noche de mi cumpleaños —digo en
tono frío, observando su reacción con gran intensidad.
Su humor se desvanece mientras la ira se filtra en él. Se sienta, con las
fosas nasales abiertas.
—¿Qué mierda? Lo mataré si le toca un cabello a Ash.
—No ensucies tus bragas, Romeo. Parece que tu querida chica pensó
que podía manejar todo esto por sí misma. Me lo ha estado ocultando. Lo
descubrí anoche y la hice confesar.
Me mira fijamente como si esperara el remate.
—¿Y?
—Y nada. La envié a ella y a su pájaro de vuelta al apartamento de las
putas porque eso es lo que es. Un juguete de entretenimiento al que se le
paga por vivir y respirar.
—Amigo...
—No me llames amigo.
—Joder, Winny. ¿Está bien?
Me erizo y le lanzo una mirada ardiente.
—Es Ash. Por supuesto que está bien.
—Pero tú la echaste.
—No puedes echar a alguien que no vive contigo —gruño, perdiendo
rápidamente la calma—. La eché para no decir algo que la hiciera llorar.
Mentiras.
No confiaba en no volver a arrastrarme a la cama con ella.
Ash me debilita.
No puedo ser el Constantine a cargo cuando tengo una adolescente
peleona distrayéndome.
—De acuerdo. —Su tono está lleno de decepción en un raro cambio de
roles. Tampoco me gusta que suene exactamente como papá—. ¿Así que eso
es todo? ¿Has terminado con ella? ¿Así de simple?
—Te estás perdiendo el gran problema aquí —le explico, con la voz
tensa mientras mi paciencia se rompe—. Concéntrate. Morelli la estaba
acosando. —Acechando como ella dice—. Lo que significa...
—Está incumpliendo el contrato —interrumpe Perry, poniéndose al
día—. ¿Qué vas a hacer?
—Demandarlo hasta la mierda. Naturalmente. Y recuperar mi jodido
edificio.
21
—¿Tienes pruebas?
—Ash está en mi plan telefónico ahora. Hice que extrajeran los registros
y serán enviados a Anthony antes de que llegue a la oficina esta mañana.
Perry asiente, sus cejas se juntan mientras considera sus próximas
palabras.
—Genial. Así que conseguimos joder a Morelli y recuperar nuestro
edificio. Ahora, ¿podemos hablar de Ash?
—Preferiría no hacerlo.
—Qué pena, hombre —dice en un tono autoritario que me hace arquear
una ceja—. Conoces a Ash. Ella no te ocultaría esta mierda, a nosotros, a
menos que estuviera realmente asustada.
Me erizo ante su molesta razón.
—Es irrelevante. Podría haberla protegido y ella lo sabía. No se sabe
qué exigió Leo de ella a cambio de su silencio. Tenía acceso a mi oficina, a
mi casa, a mí. —Aprieto los dientes, odiando la sensación de malestar en mi
estómago—. Ella sabía lo que yo sentía por los Morelli y me lo ocultó de
todos modos.
—La chantajeó. —Perry aprieta los dientes—. Quiero golpear a ese tipo.
A veces es un niño.
—Es un Morelli. ¿Esperabas algo menos? —Mi tono es amargo y mi
sorprendentemente inteligente hermano lo capta.
—Te importa una mierda Morelli —dice, negando con la cabeza—.
Tienes el corazón roto.
—Oh, por el amor de Dios, Perry, debes tener un corazón para que se
rompa.
—Te pareces a mamá ahora mismo.
Se forma un dolor de cabeza y me froto distraídamente la sien.
—Ash traicionó a nuestra familia.
—¿Con qué la amenazó Leo? —pregunta, ignorando mi afirmación.
—Él tiene su teléfono. La noche en que los imbéciles arruinaron su
vestido y tú fuiste a rescatarla, Leo también estuvo involucrado de alguna
manera. O estaba allí con ellos o se lo dieron. —La idea de que Leo Morelli
viera a mi jodida chica llorando con el vestido hecho jirones hace que un
temblor de rabia me recorra la columna vertebral—. Tiene todo lo que podría
necesitar en ese teléfono.
—Que es...
—Videos de mí degradándola. Follándola. Pagándole por actos sucios,
incluyendo el sexo.
—Santa mierda —se atraganta—. ¿Qué demonios, Winny?
22
—Mi vida sexual no está sujeta a tu juicio.
—Me importa un bledo tu vida sexual —suelta, con los ojos azules
encendidos de una ira que rara vez se dirige a mí—. Estoy preocupado por
Ash. Jesús, hombre. Probablemente esté enferma por esto.
Me restriego la palma de la mano por la cara en señal de frustración.
El corazón blando de Perry me está enojando.
—Ash estará bien —gruño.
—Debería llamarla...
—Vuelve a sentar tu culo. —El fuego de mis palabras lo hace caer en
su asiento, con una mirada furiosa en su rostro.
—Entonces, ¿qué pasa ahora?
—Preveo que Leo se enfadará porque, no sólo lo jodí anoche con el
restaurante delante de su padre y su hermano mayor, sino que ahora
también sé de su mierda secreta con Ash. Querrá vengarse. Castigarla a ella
y a mí.
Sus ojos se abren de par en par.
—¿Va a publicar los videos y las fotos?
—Es de suponer que sí.
—¿Cómo estás tan jodidamente tranquilo ahora mismo? —exige Perry,
su cara se pone roja—. Mamá se va a cagar de miedo por esto.
—Mamá es la menor de mis preocupaciones en este momento —le
respondo bruscamente—. La demanda será mi principal preocupación. Si
esas fotos y videos se filtran, serán más pruebas contra Leo y su
incumplimiento del contrato que teníamos. Demandaré a su familia por
todos los malditos edificios de esta ciudad si es necesario.
—¿Por qué no intentar detenerlo antes de que los filtre? —El tono de
Perry se ha vuelto casi estridente. No le conviene—. ¿Vas a dejar que las
fotos de Ash desnuda salgan a la luz para que todos las vean?
La imagen de todos los hombres patéticos de Nueva York
masturbándose con las fotos de mi Cinderelliott es enfermiza. No debería
importarme. No me importa.
Entonces, ¿por qué estoy contemplando el asesinato de toda la especie
masculina en este momento?
—Porque, entonces parecerá que hemos hecho algo malo. Como si
estuviera tratando de ocultar algo. Mi vida sexual y la de Ash es asunto
nuestro. Si sale a la luz, Morelli será el que lanzó las amenazas, chantajeó
a Ash, y cumplió su promesa cuando ella no cumplió con lo que sea que
trató de hacer. El caso será una victoria rotunda a nuestro favor.
Tendré el edificio Baldridge de vuelta al final de la semana y todo lo que 23
quiera de esas ratas.
—¿Ha sucedido ya? —Hace una mueca de dolor, pero me doy cuenta
de que acepta a regañadientes mis planes de dejar que Leo cave su propia
tumba.
—Todavía no, pero imagino que pronto lo hará.
Perry me estudia durante un rato.
—¿Esto es lo que hacemos todo el día? ¿Es esto lo que hizo papá?
Mis ojos se estrechan.
—Explícate.
—Jugar todo el tiempo a estos juegos de mierda tratando de ser más
astuto que tu oponente.
—Estos “juegos de mierda” son los que te enviaron a la escuela
preparatoria en una de las mejores escuelas del país. Estos “juegos de
mierda” pagan tus autos de lujo y tus veleros destrozados. Estos “juegos de
mierda” se aseguran de que a ti, a tus hijos, a tus nietos y a tus bisnietos
nunca les falte nada. Jamás. Si esto no es para lo que has firmado, Perry,
ya sabes dónde está la puerta. Puedes volver a sentarte en el regazo de
mamá y chupar de su teta.
—¿Muy a la defensiva? —Niega con la cabeza—. Entiendo que estés
acostumbrado a que todo el mundo intente joderte porque somos
Constantine, pero no me insultes, Winny. Yo te quiero. Eres mi maldito
hermano. Si son juegos de mierda los que debemos jugar, entonces siempre
estoy en tu equipo, listo para jugarlos. Supongo que no me di cuenta de que
había más en este trabajo que las adquisiciones y la dominación financiera
del mundo. Debería haber negociado un salario más alto.
—Demuéstrame que hablas en serio y puedo garantizarte mucho más
que un salario más alto.
Como una nueva posición. Una mucho, mucho más alta. Sus cejas se
juntan como para interpretar el significado de mis palabras. Con el tiempo,
lo entenderá.
Un golpe en la puerta de mi despacho es mi único aviso antes de que
Nate entre a empujones. Su mirada es intensa cuando nos recorre a los dos,
frunciendo ligeramente las cejas como si no encontrara lo que busca.
Ash no está aquí, amigo. ¿Por qué estás tan obsesionado con ella?
—¿Puedo ayudarte? —Levanto una ceja hacia él.
—Sólo estoy comprobando. Parece que me perdí el memorándum sobre
la reunión.
Perry permanece sorprendentemente tranquilo, con una expresión
impasible en su rostro habitualmente reveladora. Espero a Nate, sin 24
ofrecerle nada. Es al menos una hora antes de lo que aparece normalmente.
—A menos que Deborah esté fallando en su trabajo, no tengo una
reunión programada contigo —le digo con un tono que podría desollar a un
hombre.
Este es el Constantine que se ha estado escondiendo.
Ash suavizó mis bordes cuando no puedo ser más que afilado y
brutalmente duro.
Nate adopta una sonrisa fácil, la tensión abandonando sus hombros.
—¿Supongo que no hay campanas de boda en el futuro?
—Nunca las hubo.
—No, tienes razón —dice Nate, asintiendo—. Por un segundo, me
preocupó que fueras a arruinar tu vida por un buen pedazo de culo. Debería
haberlo sabido. Eres el maldito Winston Constantine. —Sonríe,
recordándome aquellos años en la escuela preparatoria cuando estaba
emocionado después de una emocionante victoria en el campo de rugby.
Perry aprieta la mandíbula, pero no dice nada. Aunque las palabras de
Nate sobre Ash me irritan, las ignoro, haciéndole un gesto de despedida con
un movimiento de muñeca. No es el momento para esto. Ya me ocuparé de
ello más tarde.
—¿No tienes que ir a hacer dinero para mí? Si llegas temprano, mejor
que te pongas a ello.
Nate sonríe.
—Eres tan perra por las mañanas. Ahora que no estás atado a esa
aspirante a bola y cadena hambrienta de dinero, deberíamos salir esta noche
y emborracharnos.
—Adiós, Nate.
—Piénsalo —dice con una risa.
Antes de que pueda salir de mi despacho, Deborah entra corriendo,
como era de esperar, con una expresión de horror en la cara.
Oh, Morelli, ahora sí que la has cagado.
—¿Qué es? —pregunto, la apatía gotea de mis palabras.
—Es... —mueve las manos frenéticamente como si eso fuera a
responderme—. Las noticias... está en todas partes.
—¿Qué? —exige Nate, con las cejas fruncidas.
Deborah me lanza una mirada de impotencia.
Perry saca su teléfono del bolsillo y suspira con fuerza.
—Director ejecutivo multimillonario expuesto en un humillante
escándalo sexual con una adolescente. 25
—Jesucristo —dice Nate, con los ojos muy abiertos.
—Deborah —digo en un tono uniforme—, ¿por qué no haces que
Anthony se reúna conmigo aquí lo antes posible? Parece que el día empieza
temprano.
Ya está en marcha, Morelli.
Bastardo predecible.
Ash
M
e despierta el sonido del despertador con una sacudida.
Tardo cinco segundos en darme cuenta de dónde estoy. En
el apartamento de las putas. Pero Shrimp está aquí,
cantando una melodía de buenos días y eso lo hace un
poco mejor. Me quito la manta de encima y me acerco para desenchufar el
teléfono del cargador y comprobar si hay daños.
Mierda. 26
Basándome en el millón de mensajes perdidos de papá, los crueles que
parecen de Leo, unos cuantos de un número desconocido y varios más de
Perry, diría que la mierda ha llegado al proverbial ventilador.
El miedo se instala en la boca del estómago y me da náuseas. No sé
qué me deparará este día, pero sé que voy a odiar cada segundo. No sé si
debería quedarme en la cama o hacer algo.
¿Qué?
¿Ir a trabajar?
¿Todavía tengo un trabajo?
Antes de que tenga la oportunidad de contactar con Win, me envía un
mensaje de texto. Mi corazón da un pequeño aleteo en el pecho. Sabe a qué
hora suena mi despertador y ha esperado a que me despierte para enviarme
un mensaje.
Son las pequeñas cosas de la vida.
Win: Un auto estará disponible en una hora para recogerte y llevarte al
trabajo.
Yo: ¿Aún tengo trabajo?
Me manda un emoji de ojos en blanco que hace que se me salten las
lágrimas. Estaremos bien. Podemos arreglar esto. Sé que podemos.
Win: No hables con los paparazzi.
Mi estómago da un vuelco doloroso, retorciéndome las entrañas.
Yo: Realmente lo hizo, ¿eh?
Win: Por supuesto que sí.
Yo: ¿Es malo?
Win: ¿Director ejecutivo multimillonario expuesto en un humillante
escándalo sexual con una adolescente? Te dejaré hacer tus propias
deducciones.
Oh. Mi. Dios.
Sin embargo, ¿esperaba algo menos?
Miro fijamente mi teléfono durante un largo rato, dejando que su texto
se asiente. Esto es malo. Muy malo. Todo el mundo sabe de los jodidos
juegos que hago con Win. El intercambio de dinero. El sexo sucio. La
degradación.
Las lágrimas no llegan.
En cambio, una ira ardiente arde por mis venas de forma violenta.
Que le den a Leo Morelli por hacer esto.
¿Cree que me acobardaré y me avergonzaré? Win me endureció hace
semanas cuando empezamos nuestros perversos juegos sexuales. Seguro 27
que puedo enfrentar esta tormenta. Especialmente desde que el gran
Winston Constantine está a mi lado.
Yo: Sabes, realmente traté de protegerte a ti y a tu familia. Aunque no lo
creas.
Win: No necesito protección de una pobre criada. No llegues tarde,
Cinderelliott.
Le envío un montón de emojis con el dedo corazón sobre todo porque
sé que le molestará ver tantos y que he perdido el tiempo pulsando el botón
tantas veces.
Arrojando el teléfono sobre la cama, me levanto y busco mi mejor traje,
el más caro. Si me van a acosar los medios de comunicación, más vale que
me vea digna de estar al lado de Winston. Según el titular que me ha
enviado, lo pintan como un monstruo que se ha aprovechado de una pobre
niña.
No soy quien ellos creen que soy.
Si puedo manejar a Win, puedo manejar cualquier cosa.
Una mirada al espejo y sé que es infernalmente imposible que Winston
me ignore. ¿Y la prensa? Se van a volver locos. Un sentimiento de suficiencia
y victoria me invade. Así debe sentirse Win cuando destruye financieramente
a la gente.
Mi vestido negro de alta costura de crepé Valentino es engañoso. El
escote redondeado y mangas cortas parecen recatados, pero la parte de la
falda plisada y la longitud corta gritan coquetería. Cuando me muevo, la tela
se agita a mi alrededor, atrayendo la mirada hacia mis muslos. Mis zapatos
de tacón Rockstud de color negro con tiras en los tobillos y ribetes con polvos
de colores están tachonados de adornos en color platino que dan al sencillo
vestido un toque de dramatismo con unos zapatos tan atrevidos. Tomo un
pequeño bolso hobo Valentino Garavani 03 Rose Edition Atelier, decorado
con pétalos de rosa de cuero rojo, y meto en él todos mis objetos desde mi
otro bolso.
Había pensado en hacerme unas coletas sólo para fastidiar a Winston,
pero en el último momento decidí no tentar a la suerte. En lugar de eso, me
recogí el cabello en una coleta alta, elegante y sin complicaciones. Me he
maquillado los ojos con un delineado grueso y una máscara de pestañas
pesada. La sombra de ojos ahumada y los labios rojos gruesos completan el
look.
El conjunto no dice, adolescente abusada por multimillonario 28
asqueroso.
Tampoco dice, puta bien pagada.
Ahora mismo, parezco un millón de dólares. Un billón si queremos
ponernos técnicos. La cuestión es que soy una leona, no un ratón. Las
garras están desnudas. Las miradas pueden matar. Voy a destrozar... a
alguien... hoy. Win definitivamente me está contagiando algo.
Hoy no habrá lágrimas.
O vergüenza, o humillación, o pena.
No, esto es la guerra.
Llevo la artillería pesada a la lucha. Elegí un bando, y aunque se volvió
estresante con el chantaje de Leo, sé que no he hecho nada para vender a
los Constantine. Todo lo que le dije a Leo fue una mentira de todos modos.
Sigo siendo Equipo Constantine.
Hasta el final.
Me aseguro de que la jaula de Shrimp esté abierta y de que tenga
mucha comida y agua. Después de darle la habitual cantidad excesiva de
besos de pajarito y elogios, le dejo que explore su nuevo dominio por su
cuenta.
Salgo de mi apartamento y me dirijo al ascensor. Hasta ahora no he
encontrado ningún problema y me niego a mirar el teléfono. Como había
prometido, un Mercedes negro me espera en la acera. Reconozco al hombre
como uno de los conductores de la flota de Win, Daniel. Me hace un gesto
de cortesía y sus ojos se iluminan al ver mi atuendo, antes de abrir la puerta
del auto. Su mirada impresionada hace maravillas con mi ego y avanzo con
la barbilla en alto y una sonrisa de perra.
—Buenos días —saludo, mi voz es uniforme y no nerviosa para mi
sorpresa.
—Buenos días, señorita Elliott. Hoy está muy guapa.
Una sonrisa genuina se abre paso.
—Gracias, Daniel.
Parpadea sorprendido de que sepa su nombre. Soy más que una cara
bonita y por eso le gusto a Winston, aunque nunca lo admitirá. Soy el
paquete completo. Cerebro y un culo asesino.
Bien, tal vez debería reducir el amor propio. Quiero ser como Win, no
convertirme en él. Disimulando mi diversión, me siento en el interior del
vehículo e intento no ponerme nerviosa. El viaje es suave y extrañamente
relajante. Casi puedo oler una pizca de la familiar colonia de Winston en el
aire.
Lo echo de menos. 29
No verlo anoche después de lo que pasó fue duro. Solitario. Triste.
Tengo que creer que no habría sido tan duro si no le hubiera importado.
Winston simplemente no quiere preocuparse. Pero ya me metí dentro de él
igual que él se metió dentro de mí.
Un zumbido de mi teléfono me hace sacarlo del bolso. Es de nuevo el
número desconocido. Lo abro y descubro que Tate me ha estado enviando
mensajes de texto. Después de guardar su nombre, leo sus mensajes.
Tate: ¡Ponerse al día suena muy bien!
Tate: Mierda, Ash, ¿qué ha pasado? Estás en todas las noticias. ¿Estás
bien?
Tate: Estoy muy preocupado por ti. Llámame.
Tate: Al menos hazme saber que estás viva y no muerta en tu bañera.
Me muerdo el labio para mantener mis emociones a raya. Dije que nada
de lágrimas y, maldita sea, hoy no pienso llorar.
Yo: ¿Almuerzo hoy?
Tate: ¡Vive! Sí. ¿Una de nuestras viejas guaridas?
Yo: Echo de menos ese sitio de giroscopios en el que solíamos comer
siempre. ¿Al mediodía?
Tate: Nos vemos entonces. Ten cuidado.
Yo: Lo haré. Lo prometo.
Mis pensamientos sobre el almuerzo se dispersan como hojas en un día
de viento en el momento en que contemplo el salvaje zoológico que es
Halcyon. Cientos de personas se agolpan alrededor de la entrada del edificio.
La seguridad intenta mantenerlos detrás de unas barreras que se han
colocado. Las furgonetas de los medios de comunicación llenan la calle y
todos ellos esperan expectantes con sus cámaras.
—¿Quieres ir a hacer turismo en su lugar, Danny Boy?
Se ríe desde el asiento delantero.
—No sé si mi jefe apreciaría eso.
—Lo que no sepa no le hará daño —me burlo y luego suelto un fuerte
suspiro antes de volver a meter el teléfono en el bolso—. Si me muero de
mortificación, fue un placer conocerte. Eras mi conductor favorito. Dile a
Win que te lo dije. Quizá te suba el sueldo.
Daniel se detiene frente al edificio y se gana la atención de la multitud.
Las cámaras empiezan a parpadear mientras se dirigen hacia el Mercedes.
—No puedo evitarlo ahora, señorita Elliott. Adelante. Acabe con esto.
Imagino que sobrevivirá sin problemas.
Su voto de confianza me hace asentir bruscamente. 30
—Tienes razón. Lo tengo. Pero, si quieres atropellar a unos cuantos
periodistas al salir de aquí, no te culparé. De hecho, te enviaré una lata de
galletas caseras en Navidad.
—Adiós, señorita Elliott.
Gimoteo pero afronto lo inevitable.
Las consecuencias de mis acciones.
Abro la puerta de un empujón, trato de no mostrar a la multitud mi
tanga roja y salgo del auto con el bolso en la mano. Al ponerme en pie, mi
cola de caballo cae detrás de mí y mi vestido baila con delicadeza alrededor
de mis muslos.
Me golpea un aluvión de preguntas y exigencias a la vez. Los focos
parpadeantes son cegadores. Las voces son un estruendo. Lo ignoro todo,
con la cabeza alta, mientras me pavoneo por la zona despejada que han
hecho los agentes de seguridad.
Alguien grita que soy una cazafortunas. El comentario me impacta,
pero no me inmuto. En cambio, finjo que mi jefe-amante no se ha gastado
miles de euros en este atuendo. Intento imaginar que soy alguien que encaja
en el mundo de Win. Alguien como una Meredith o una Manda, pero como
la versión más sexy, más bonita, más inteligente.
Consigo llegar al vestíbulo sin problemas. El temblor de mis manos es
leve, pero mientras subo en el ascensor por el camino largo, calmo los
temblores y enderezo la columna vertebral. No se sabe en qué voy a entrar.
En cualquier caso, tengo que hacerlo. El único camino hacia el otro lado es
a través de este lío. Ya no hay forma de evitarlo.
Una vez que el ascensor suena para dejarme en la planta correcta,
pongo mi expresión más fría a pesar de los nervios que zumban bajo mi piel.
El vestíbulo se queda en silencio cuando varias cabezas se vuelven hacia mí.
Cada uno de los asistentes ejecutivos parece girar a la vez como pequeños
robots. Probablemente Win los haya entrenado así. La idea hace que una
sonrisa se me dibuje en los labios.
Tengo esto.
Todos pueden irse al infierno.
Win y yo follamos. Somos unos raros. Supérenlo.
Los murmullos comienzan cuando paso por delante de cada asistente
con la misión de llegar al despacho de Winston, cuya puerta está cerrada.
Cuando me acerco, Deborah se pone de pie como si fuera a impedirme entrar
a verlo.
Ella no quiere interponerse en mi camino.
Mi gélida mirada debe transmitir ese mensaje porque se estremece
visiblemente. Bien. Sigo caminando y entro en su despacho, ignorando cómo 31
se precipita detrás de mí.
Verlo detrás de su escritorio ondeando con autoridad masculina
coincide con la lujuria que está siempre presente cada vez que veo a este
hombre. Me atrae inmediatamente la perfección de su cabello rubio dorado,
peinado de una manera que podría vender revistas si estuviera en la
portada. Su afilada mandíbula parece más definida que nunca y sus labios
carnosos están apretados en una inclinación cruel. Dios, es jodidamente
perfecto. El traje que lleva es de color azul marino y caro. Parece que los dos
hemos tenido la misma idea esta mañana. Vestirnos como si tuviéramos la
dominación del mundo en el primer punto de nuestra agenda.
El hombre que se sienta frente a Winston, más viejo y un poco
regordete, recorre con su mirada lasciva mi figura y se lame los labios antes
de soltar un silencioso silbido. Si no estuviera tan concentrada en los rasgos
de Win, no habría notado el brillo de sus fosas nasales ni el oscurecimiento
de sus ojos azules.
—Hablando de la adolescente de la que me aproveché... —Win deja que
sus palabras se interrumpan, moviendo la muñeca hacia mí como si mi
presencia le molestara. Cinco dólares a que está duro por mí. Le dirijo una
leve sonrisa de complicidad que hace que sus hombros se tensen.
Ja.
Esto no ha terminado.
—Intenté detenerla —dice Deborah—, pero ella...
—Soy Ash Elliott —le digo al hombre, cortando a Deborah—. ¿Y tú eres?
El hombre está demasiado ansioso por ponerse de pie y estrechar mi
mano.
—Anthony Lambruski. El abogado del señor Constantine.
—Anthony —dice Winston, su voz grave y dominante—. Continuaremos
esta discusión en la sala de conferencias. Busca a Perry y nos vemos allí. —
No tiene que decir nada a Deborah, simplemente le dice con la cabeza que
está bien que esté aquí.
Por supuesto que sí.
Winston es mío.
Anthony agarra su maletín y me da otra mirada, el interés en sus ojos
marrones es evidente. Una vez que se ha ido, junto con Deborah, me
encuentro con la intensa mirada de Winston.
Da la vuelta a su escritorio y mis ojos no pueden evitar dirigirse a sus
pantalones, donde su polla está a media asta, moldeando la costosa tela a
lo largo su grosor. El traje le sienta de maravilla, tal y como sabía que haría.
Su presencia es abrumadora y ondula con autoridad. Está tan cerca que
tengo que levantar el cuello para mirarlo. 32
Me apetece que me toque pero las cosas son frágiles ahora mismo.
La puerta se abre de golpe antes de que Win pueda hablarme o antes
de que yo pueda lanzarme sobre él. Entra Nate, pero Winston ni siquiera lo
mira.
—¿Necesitas ayuda? —pregunta Nate en un tono irritado.
Como si yo fuera un intruso y él fuera el personal de seguridad. Dios,
es un imbécil.
—¿Alguna vez en toda mi vida he necesitado ayuda? —Las palabras de
Winston son gélidas y reprimo un escalofrío—. La respuesta es no.
Nate se queda un rato más antes de murmurar en voz baja algo
parecido a “Espero que sepas lo que estás haciendo”, y salir del despacho.
Una emoción me recorre al saber que tengo toda la atención de
Winston. Que ha dejado de lado a su entrometido amigo para centrarse en
mí.
—¿Y ahora qué?
Su ceja se levanta mientras continúa estudiándome con una mirada
inquisitiva.
—¿Crees que hay más?
—Somos nosotros, Win. Siempre hay más. Parece que nunca podemos
tener suficiente.

33
Winston
E
sta mujer es enloquecedora.
No debería sorprenderme. Lleva demasiado tiempo
conmigo. Todo este asunto del "escándalo sexual" convertiría
a la mayoría de las mujeres jóvenes en un desastre sollozante
y devastado. Sobre todo teniendo en cuenta que no se trata de un escándalo
sexual cualquiera, sino del más notorio de Nueva York. Probablemente no
habrá otro escándalo sexual que supere a éste. 34
Soy un Constantine. Vamos a lo grande o nos vamos a casa.
Eso me hace pensar en el béisbol y en que Ash es la maldita mascota
del equipo Constantine.
La irritación me recorre la carne y le dirijo una sonrisa cruel. Tengo la
intención de despellejarla, pero la chica bonita se limita a sonreírme. Joder.
¿Por qué tiene que verse tan sexy hoy? Está acabando con mi decisión de
poner distancia entre nosotros. Diablos, hace menos de cinco minutos que
la veo y mis dedos se agitan para subir su vestido corto por sus sedosos
muslos y explorar lo que hay debajo.
Ahora mi polla está realmente atenta.
Bastardo traidor.
—Así que, supongo que eso es todo, ¿eh? —Una sola ceja oscura se
arquea y sus ojos color avellana brillan con desafío—. Quiero decir, supuse
que habíamos terminado cuando me dejaste en el apartamento de putas
anoche, incluso enviaste a nuestro pájaro a empacar también. Me pasé toda
la noche pensando en cómo debíamos haber terminado.
No es nuestro pájaro.
—¿Pensaste que esto había terminado, Cinderelliott? Menos mal que
no te pago para que pienses. Te pago para que seas mi sucia y sollozante
criada. Mi sucia niña que se arrodilla y ruega por cualquier cosa que le
arroje. Dinero. Elogios. Afecto. Todavía me necesitas, pero yo nunca te
necesitaré.
Mentiroso.
La chica luchadora con la boca sexy como un pecado se ríe. Se ríe de
mí. Su risa tiene sabor a menta esta mañana y estoy tentado de saborear el
humor directamente de la fuente.
—Te atrapé —dice en tono triunfal.
Me aferro a su garganta y mi polla se estremece ante el pequeño grito
de sorpresa que emite. Todo en mí anhela empujar su bonito vestido por
encima de sus caderas, inclinarla sobre mi escritorio y follarla.
Afortunadamente, me abstengo de ser un neandertal. Apenas.
—Hoy estás jugando con fuego. —Mi voz es un gruñido retumbante de
advertencia—. No estoy de humor para juegos.
El dolor y la incertidumbre brillan en su mirada. Es bueno. Tal vez se
dé cuenta de que esta mierda ha terminado.
—¿Pero no estoy despedida? —pregunta antes de morderse el jugoso
labio inferior rojo.
—Ya tengo suficientes demandas en mi agenda hoy —digo—. No voy a
despedirte.
—Porque todavía me necesitas. 35
—No te necesito. —Aprieto los dientes, tratando de mantener el control.
Ella disfruta haciéndome perder el control.
—Voy a necesitar dinero para un abogado —murmura, acercándose
como si quisiera que le apretara más el cuello. Por supuesto, accedo a su
petición tácita y aprieto lo suficiente como para que su cara se enrojezca—.
¿Hay alguna tarea que pueda completar, señor Constantine, para ganar una
bonificación? —Me mira con sus pestañas muy pintadas, una imagen de
jodida inocencia.
Cinderelliott no es inocente.
Es mi depravada y sucia criada.
—Sabes lo que quiero —gruño, burlándome de ella—. Quiero
humillarte.
—Nuestras cintas de sexo están por todo Internet. Creo que puedo
manejar lo que sea que puedas repartir.
Le suelto el cuello y me alejo. Es difícil apartar la mirada del mohín de
sus sensuales labios. Hoy está preciosa con su conjunto. Estoy molesto e
impresionado a partes iguales. Es lo habitual en mis sentimientos hacia Ash
Elliott.
—Quiero azotarte y hacerte llorar, Cinderelliott. Quiero borrar tu
actitud engreída. Quiero recordarte que no eres nada en mi mundo más que
un entretenimiento pagado.
Pasa junto a mí, rozando mi costado y asegurándose de darme una
bocanada de su dulce y perfumada fragancia, antes de detenerse frente a
mi cuadro en la pared.
—¿Cuánto tienes, viejo?
—Suficiente.
—Puedes azotarme gratis si cenas conmigo esta noche en mi casa.
—No quiero tus limosnas, pequeña. Puedo pagarte.
Me mira por encima del hombro, con un brillo tímido y burlón en los
ojos.
—¿Cuánto me costará llevarte a mi apartamento de putas?
—La última vez que lo comprobé, era mi apartamento de putas. Sólo
vives ahí sin pagar renta por el momento.
—¿Hasta que nos dejes a mí y a Shrimp volver a tu casa?
—Estás dando largas. —Me aflojo el nudo de la corbata, recorriendo
con la mirada su culo y la parte posterior de sus muslos desnudos—. Di tus
condiciones.
36
—Tenemos que hablar de esto. Es lo que hace la gente normal —dice,
pasando el dedo por el borde del marco y luego tiene la audacia de
comprobar si hay polvo.
—Pensé que habíamos establecido que estamos lejos de ser normales.
—Definitivamente una pareja extraña. Eso es seguro.
Se ríe cuando me burlo de la palabra "pareja".
Como una polilla que revolotea hacia la puta llama más caliente, me
acerco a ella, deseando un golpe más. Sólo uno más. Le agarro la cola de
caballo que me ha estado provocando desde que entró en mi despacho esta
mañana como si fuera la dueña del lugar. Grita cuando la retuerzo en mi
puño y tiro hacia atrás para que su oreja quede junto a mis labios. Aprieto
mi cuerpo contra el suyo y la inmovilizo contra los armarios de la caja fuerte.
—Muy habladora para alguien que ha estado confraternizando con el
enemigo. Creo que tu arrogancia te va a traer problemas. —Rozo con mis
labios la concha de su oreja, complacido por su escalofrío de cuerpo entero—
. ¿Por qué me provocas?
—Para que me prestes atención.
Lanzo una carcajada áspera.
—Eres una niña.
—Y tú eres un asaltante de cunas —me contesta—. Quiero que me
azotes, Win. Quiero que me duela. Quiero que saques toda esta rabia de tu
sistema para que esta noche vengas a mi casa y podamos hablar de ello.
Deslizando una palma de la mano hacia su culo, le aprieto la mejilla a
través del material.
—Tus deseos ya no son relevantes.
—Win...
—¿Qué le diste a Leo Morelli?
Lucha contra mi agarre pero soy más alto, más grande, más fuerte.
—Vete a la mierda, cabrón.
Las pelotas de esta mujer.
—Dímelo —gruño, apretando mi erección contra su culo—. Dímelo
antes de que lo descubra.
—Quería secretos internos. Quería saber sobre París. Quería saber por
qué tenía una cita en el spa con tu madre. Quería saber cuál era tu
verdadera obsesión con el edificio Baldridge. —Su cuerpo se agita con
furia—. Quería que husmeara en tus correos electrónicos y en tus archivos.
La ira asoma su fea cabeza dentro de mí. Quiero matar al maldito Leo
Morelli.
37
—Pero no lo hice. Nunca le daría lo que quería —murmura—. Le mentí
y lo evadí. Estaba tratando de averiguar qué hacer, Win. Lo siento.
El despacho se queda en silencio, aparte de su fuerte respiración y el
ensordecedor latido de mi pecho. Mi corazón me pide a gritos que escuche
sus palabras y las crea. Que volvamos a ser como ayer, antes de que todo
nos estallara en la cara. A un tiempo en el que los osos de goma, los pájaros
de colores, las libretas de cupones y una criada descarada ocupaban mi
casa y mi mente.
Me hace débil.
Por mucho que el hombre al que atrajo de alguna manera estas últimas
semanas haya disfrutado con ella, me he acordado de que no soy un novio
enamorado de una chica bocazas con un cuerpo estupendo y un cerebro
agudo.
Soy el maldito Winston Constantine.
Duro. Frío. Impenetrable.
—Nada de cenar en el apartamento de putas —gruño, pellizcando su
oreja—. Has cambiado el juego. Ahora hay nuevas reglas. Es mucho, mucho
más difícil.
Gime cuando vuelvo a apretar mi polla contra ella. Joder, si eso no me
hace perder toda mi determinación.
—¿Cuáles son las reglas? —pregunta.
—No hay citas. Nada de cenas. Nada de dormir fuera de casa.
—Aburrido —se queja.
—Es todo lo que puedo ofrecer.
—¿Qué haremos entonces en nuestro tiempo libre?
—Jugar juegos. Del tipo doloroso.
—¿Así que todavía me azotarás?
—Pero no gratis. Ya nada es gratis. Quiero pagar por cada jodida
sonrisa bonita. Cada toque. Cada polvo. Eres mía porque te pago para que
lo seas. Haces lo que te digo porque tengo dinero. Mucho dinero. Y eso es lo
que necesitas.
—Para que conste —susurra—, te devolvería todo el dinero que tengo
en el banco, el fondo para la universidad, el auto, el barco, todo para cenar
en mi casa.
Retrocediendo, admiro su precioso culo antes de abofetearlo.
—Te lo dije, Cinderelliott. No puedes permitírtelo. Ya no. Las dulces
palabras que anhelas son demasiado caras para ti.
—Bien. —Se gira para mirarme, con su cola de caballo moviéndose de
izquierda a derecha, con una expresión de fuego en su rostro—. ¿Esto es 38
simplemente una transacción?
—Ahora lo entiendes.
—Entonces no te importará que hoy almuerce con mi exnovio. —Me
sonríe con simpatía—. ¿Verdad?
No me importa.
No lo sé.
¿Pero por qué carajo quiere comer con su exnovio?
Al no responderle, la agarro por los hombros y la alejo de la caja fuerte.
Muevo de golpe el cuadro y revelo la puerta de la caja fuerte. Tras teclear mi
código, abro la pesada puerta y me dirijo a los montones de dinero.
—Toma lo que necesites y luego te azotaré.
—¿Mano o cinturón?
—Mano.
Agarra dos pilas gigantes.
—¿Caben en mi bolso?
El brillo perverso de sus ojos color avellana dice que sólo me está
jodiendo.
—Estoy seguro de que, como mi polla, podemos hacer que las cosas
grandes quepan en lugares pequeños.
—El sexo anal costará mucho más que un montón de dinero —dice,
con su cola de caballo balanceándose cuando niega con la cabeza.
—Me lo puedo permitir.
—Los precios aumentaron. Inflación.
—Sobrevaloras tu valor.
Deja una pila de billetes y luego saca unos cientos de la otra pila antes
de volver a colocarla. Lentamente, cuenta seis centenas.
—Seis golpes. Eso es todo lo que tienes. —Con su otra mano, me agarra
de la corbata y me acerca hasta que mi boca está a pocos centímetros de la
suya—. Y, Win, estoy aprendiendo lo que valgo. Es mucho más de lo que
pensaba gracias a ti.
La agarro por la delicada garganta y vuelvo a acercarnos a mi mesa. No
protesta cuando la manipulo y la inclino sobre él. Su agudo silbido al
arrastrar la tela de su vestido por encima de su culo hace que mi polla
palpite de necesidad. Un pequeño y sedoso cordón rojo se coloca
delicadamente entre cada una de sus jugosas nalgas.
Jesucristo, esta mujer está tratando de matarme.
Sin previo aviso, le doy un golpe en la mejilla. Grita y los cientos que 39
tiene en la mano se arrugan cuando los aprieta. Le quito la rojez antes de
darle otra bofetada, esta vez más fuerte. Sus gemidos indican que le encanta
mi castigo. Si no tuviera que apagar el incendio más colosal del mundo, me
tomaría el día libre para pensar en muchos, muchos castigos adecuados
para esta niña mala. La golpeo tres veces más antes de que nos interrumpa
un fuerte golpe en la puerta.
—¿Qué? —me quejo, frotando la carne carmesí del culo de Ash.
—Señor Constantine —chilla Deborah—. Tiene una llamada de...
—¿Qué he dicho?
—Debo desviar sus llamadas, pero es su madre. Ha dicho que o atiende
su llamada o me quita el trabajo.
Ash suelta una carcajada. Le doy un fuerte golpe en el culo para la
última nalgada, haciéndola gritar de indignación.
—La tomaré en un minuto —digo.
Una vez que me aseguro de que Deborah se ha ido, aliso el vestido de
Ash para cubrirle el culo. Ella se levanta del escritorio y se pone de pie. Sus
mejillas —las de la cara— también están carmesí y sus pupilas están
dilatadas. Nada me gustaría más que follarla hasta dejarla sin huesos
funcionales, pero mi cerebro está hoy de buenas y está ignorando las
lamentables súplicas de mi polla.
—Dile a Nate que dije que hoy vas a trabajar con él. —Estudio su cara,
observando la expresión de asco que pasa por ella. Y yo que pensaba que
eran amigos, teniendo en cuenta todas las veces que pasan por mi casa
cuando no estoy—. Seguro que hoy puedes aprender todo tipo de cosas de
él.
—Si tengo que hacerlo —refunfuña mientras mete el dinero en su bolso.
—Lo harás. —Doy un paso adelante, enganchando un dedo bajo su
barbilla e inclinándola hacia arriba—. Y no me importa con quién demonios
vayas a comer. No eres mi novia. —Sus fosas nasales se agitan y sus ojos se
entrecierran con rabia—. Pero llevarás a Perry contigo. Para protegerte de la
prensa. Puede retirarse, señorita Elliott.
Al mencionar el nombre de mi hermano, me sonríe de forma demasiado
tonta.
—Hmm.
—Los hmms me pertenecen.
—Ya no —se burla—. Sabías que aprendía rápido y aun así me
enseñaste todos tus trucos de todos modos. Hasta luego, jefe. —Me hace un
guiño exagerado que hace que me hierva la sangre y me palpite la polla a la
vez.
Esta chica me vuelve jodidamente loco.
40
Trato de no admirar su ardiente determinación o la forma sexy en que
sus labios se mueven en una sonrisa cómplice o lo jodidamente sexy que
está en su actitud de no tomar nada.
También fallo.
Miserablemente.
Ash
M
e duele el culo, pero las cosas entre Win y yo están mejor.
No se acercan a como eran, pero tengo esperanza. Porque
no importa lo enojado que esté conmigo, todavía me
quiere. Todavía se siente afectado por mí.
Quizá nuestra historia no sea la de príncipes, princesas y felices para
siempre. Tal vez la nuestra sea la de un villano malvado y una criada
obscena que son felices por ahora.
41
Todos los pensamientos sobre Win se desvanecen cuando llego a la
puerta del despacho de Nate. Odio tener que trabajar con él, pero hasta que
arregle las cosas con Winston, tengo que darle algo de espacio. Además, no
quiero estar en la misma habitación cuando tenga la conversación sobre el
escándalo sexual con su madre.
Todavía debo tener esa misma conversación con mi padre.
Intento no pensar en todos los mensajes y llamadas que me ha enviado
y que no han sido contestados. Estoy segura de que se está muriendo de
mortificación. No puedo enfrentarme a él en este momento.
Más tarde. Definitivamente más tarde.
Llamo a la puerta de Nate y, cuando escucho su profunda orden de
entrar, me meto en su despacho. Su mirada está fija en su teléfono mientras
envía mensajes de texto. Entro y cierro la puerta tras de mí, esperando a
que reconozca mi presencia. Cuando termina lo que está haciendo, deja el
teléfono y me mira. Cuando ve que soy yo, me vuelve a ver y se pone rígido.
Caramba. Este tipo realmente me odia.
Levantando la barbilla, digo:
—Win me ha pedido que trabaje contigo hoy. Está ocupado haciendo
otras cosas.
Los labios de Nate se curvan en una sonrisa de suficiencia que me
molesta.
—¿El brillante juguete perdió su brillo?
—Algo así —miento porque prefiero que piense que ha ganado a
continuar discutiendo que Win y yo vamos a reparar nuestra relación—.
¿Con qué necesitas ayuda?
Sus ojos me recorren con avidez. Siento que debería darme un baño
después de la forma asquerosa en que me desnuda sólo con su mirada.
—Arrastra una silla.
Dejo mi bolso en la mesa, cerca del sofá, y me dispongo a tirar de la
silla de oficina que hay frente a su escritorio hacia el otro lado. No le
satisface la distancia que he dejado entre nosotros y acerca el asiento.
Apretando los dientes, tomo asiento, sentándome remilgadamente y
deseando como un demonio haber elegido algo más largo para cubrir mis
piernas. El dobladillo se levanta y deja ver más piel de la que me gustaría
mostrar a ese canalla.
Inmediatamente me pone a revisar una pila de contratos en busca de
uno en particular para él. Me da algo que hacer y no tengo que hablar con
él, así que me tomo mi tiempo para hojear cada uno de ellos. Cada vez que
su rodilla roza la mía, un escalofrío de asco me recorre.
—Sabes —dice Nate en un tono de conversación contradictorio con sus 42
palabras—, ya se está cansando de ti. ¿Sabes lo que hace Win cuando está
cansado de alguien?
Le ignoro, mi atención se centra en el contrato que tengo delante.
—Me deja tenerlas —murmura—. Mejores amigos y todo.
—Qué amigo eres para él si te da sus sobras. —Le muestro una sonrisa
gélida que hace que sus ojos se endurezcan.
Una gran mano se desliza sobre mi muslo desnudo y aprieta su agarre.
—Tienes muchos secretos, ¿verdad, Ash? Mucho más que esos labios
chupapollas y ese coño dorado. —Empieza a deslizar su mano por debajo de
mi falda y la golpeo con fuerza—. No te preocupes. Lo tendré muy pronto.
Cuando haya terminado contigo y estés buscando las sobras, mi mano en
tu coño se sentirá como una bendición.
—Tócame otra vez y te ensartaré las pelotas con este bolígrafo —le dije,
agitando el bolígrafo delante de él—. Pruébame, Nate.
Su teléfono zumba sobre la mesa con una llamada entrante de My
Baby. Después de lanzarme una mirada sombría, contesta y se levanta.
—Hola, hermosa. —Una pausa—. Sí, puedo hablar. Espera. —Me
levanta un dedo en la señal universal de que tardará un minuto, antes de
salir de su oficina.
Ni siquiera sabía que estaba saliendo con alguien.
Hay muchas cosas de Nate que no conozco.
Como por ejemplo, por qué me dijo que Win tenía un calentador de
toallas cuando claramente no lo tiene. Al principio, pensé en el mensaje de
Winston de anoche y me pregunté qué significaba, pero después de pensarlo
un poco, me di cuenta de que era la forma que tenía Win de decirme que
pensaba que estaba mintiendo. Pero no era yo. Era Nate. ¿Por qué? ¿Por
algo tan tonto? Nate me molesta. Es muy hábil, demasiado hábil. Mi mirada
se desliza hacia su cajón. Después de echar un vistazo rápido para
asegurarme de que no está en la puerta, abro el cajón, sin saber qué voy a
encontrar. Dentro hay unos cuantos bolígrafos, algunas tarjetas de visita,
gomas elásticas y sus llaves.
Dos llaves y un llavero.
El llavero va a un BMW. Los otros dos parecen ser la llave de una oficina
y la de un apartamento. Estudio la del apartamento y decido que
definitivamente no es la misma que la de Win.
—Hmm.
—¿Buscando algo? —pregunta Nate, su voz es casi un gruñido.
—Goma de mascar —digo, tirando las llaves de nuevo en el cajón—.
Nada.
43
Deja el teléfono y se vuelve a sentar en su silla. Su mano cubre la mía,
empujando el cajón para cerrarlo pero sin soltarlo.
—No toques mis cosas, Ash.
Las frías palabras me hacen temblar, pero logro asentir.
Me suelta y vuelve al trabajo, como siempre. Intento concentrarme en
lo que me está enseñando pero mi mente no puede dejar de lado esas llaves.
¿Le ha quitado Win la llave? Hago una nota mental para preguntarle a Win
cuando no esté enfadado conmigo.
Pasa al menos una hora sin incidentes hasta que alguien irrumpe por
la puerta del despacho. De todas las personas que espero ver, no es a papá.
Su rostro está rojo de ira y la preocupación brilla en sus ojos.
—Ash —gruñe—. Te he estado buscando por todas partes.
Me pongo en pie de un salto y corro hacia él. Papá me abraza con
fuerza. Las lágrimas se me acumulan en los ojos, pero las reprimo. No es el
momento de llorar. No delante del estúpido Nate.
—¿Qué demonios está pasando? —exige papá—. Si Constantine
estuviera aquí, le atravesaría la cara con mi puño.
—¿Lo harías ahora? —gruñe Nate prácticamente—. Quizás debería
llamar a seguridad.
—Está bromeando —le digo a Nate—. Me estoy tomando un descanso.
Tirando del agarre de papá, agarro mi bolso y le hago un gesto para que
me siga. Salimos de la oficina de Nate y lo guío hasta la sala de empleados,
donde la gente aún no está arremolinada con sus almuerzos en el
microondas.
Una vez que estamos fuera del alcance del oído, pido una mesa y tomo
asiento. La expresión de papá es demacrada. La culpa me invade. Se ha
pasado toda la noche despierto con el fiasco de los trillizos y ahora tiene que
lidiar con el mío. Es un doble golpe.
—Lo siento —balbuceo, incapaz de mirarlo a los ojos—. Es una historia
muy larga.
—Y tengo tiempo —insiste papá—. Cuéntame qué pasa.
Me muerdo el labio inferior antes de dejar que todo se derrame. Todo.
El trabajo de criada en el que me atrapó holgazaneando. Cómo llamé la
atención de Win. Nuestros juegos, aunque no tan detallados. Los trillizos y
sus aterradoras amenazas y acciones. Leo Morelli y lo que pasó la noche del
baile de cumpleaños de Win. Incluso le cuento mi día de spa con Caroline y
la cena de anoche, aunque omitiendo convenientemente lo que Winston hizo
a los trillizos. Para cuando termino de explicarle el drama que ha sido mi
vida, su rostro es pétreo e ilegible.
—Papá —susurro—. Sé que lo arruine, pero...
—No lo hagas. 44
Trago con fuerza, luchando contra las lágrimas en mis ojos.
Se acerca a la mesa y toma mi mano entre las suyas.
—Pensé que eras más como yo —dice, con una sonrisa cansada en su
rostro—, pero parece que el drama te encuentra, eres muy parecida a tu
madre.
Oír hablar de mamá hace que me duela el pecho.
—Soy como tú.
—Testaruda como yo, sí. ¿Pero esa capacidad de meterse en locuras?
Eso tiene a Maggie escrito por todas partes.
Tengo curiosidad por conocer esta nueva faceta de mamá. Papá siempre
me la pintó como una santa. Tenía ocho años cuando murió, así que mis
recuerdos son borrosos. Todo lo que recuerdo son unos ojos avellana llenos
de humor y el cabello castaño más suave. Tenía unas líneas de expresión
que me parecían bonitas. Su voz era encantadora. Dios, la echo de menos.
—Una vez tuve que pagar la fianza para sacarla de la cárcel —dice papá,
riéndose.
—¿Por qué? —Mis ojos están muy abiertos por la conmoción. Esta es
la primera vez.
—Indecencia pública.
—No.
—Sí. Quiero decir, fue mi culpa. —Me guiña un ojo—. Pero fue ella la
que se quedó atrapada, ya que estaba en el capó del auto en el que yo estaba.
—¡Papá! ¡Dios mío!
—Lo que quiero decir es que tu madre tenía una vena salvaje. —Su
sonrisa cae—. Fue por eso que tu abuela la desheredó. Bueno, eso, y que se
casó con alguien por debajo de su clase.
—¿Estás pensando en desheredarme?
—Todavía no.
Compartimos una sonrisa y luego me estremezco al pensar que papá
está viendo las noticias sobre mí. Ni siquiera sé lo que están diciendo
realmente. No quiero saberlo. Seguro que no pueden mostrar los videos.
—¿Qué tan malas son las noticias? —pregunto, dejando caer mi mirada
a nuestras manos unidas.
—Al parecer, Constantine es un depredador o tú eres una cazafortunas.
Los medios de comunicación no pueden decidir. Han aludido a videos pero
no han mostrado ninguno porque, y cito, “no es apto para todos los
espectadores”. —Suspira—. Habría pateado en el culo a Constantine, pero
no estaba en su despacho. Sin embargo, si lo veo, le voy a hacer daño.
—No —digo, apretando su mano—. Lo hicimos juntos. Me preocupo por 45
él, papá. Mucho. Todo es un desastre ahora mismo, pero voy a arreglarlo.
—Un desastre dices —gime papá—. Estás en todas las páginas web y
en los telediarios. Esto es más que un desastre. Es una pesadilla.
—Lo siento.
Asiente y sus cejas se fruncen.
—Sully y Sparrow serán dados de alta mañana.
Me estremezco ante su declaración.
—¿Y Scout?
—Manda está tratando de mantenerlo fuera de la cárcel en el momento
en que sea dado de alta.
—Él debe estar ahí —refunfuño, mirándolo—. Esa noche, si Win no
hubiera llamado a la policía, Scout me habría... violado. —Trago con fuerza,
luchando contra las lágrimas que se acumulan en mis ojos—. Sully y
Sparrow tampoco lo habrían impedido. Sé que lo de Win es horrible, pero
me ha protegido hasta ahora. Dejé que Leo se metiera en mi cabeza cuando
debería haber dejado que Win se encargara de eso también.
Los ojos de papá se cierran con fuerza.
—Soy un fracaso. —Su voz se quiebra—. Te traje a su casa. Te presenté
como un maldito regalo.
—No lo sabías —argumento, tragándome la emoción—. No lo sabías.
Pero ahora que lo sabes, por favor, no me hagas volver a ver a ninguno de
ellos.
—Nunca, pero no sé qué hacer con Manda —murmura—. La amo,
aunque esto...
Es demasiado.
Sus hijos son monstruos que han herido a su propia hija.
Elígeme, papá. Por favor, elígeme.
—Debería irme —dice tras una larga pausa—. Manda me necesita.
Te necesito.
Mi corazón se rompe por la mitad.
—Claro, papá. Por supuesto.
—No puedo protegerte como creía que podría. —Sus facciones están
marcadas por el dolor—. Lo siento.
¿Por qué parece que se está rindiendo?
—Ella nunca ha sido buena conmigo —susurro—. Sé que la amas...
Me corta con un fuerte movimiento de cabeza.
—No puedo dejar que tus problemas se conviertan en los míos. Ya eres
un adulto, cariño. Actúa como tal.
46
Me escuecen sus palabras. Manda ha envenenado a mi padre. Nunca
será el padre que me crio. Creo que por fin empiezo a darme cuenta de ello.
El padre que conocí y amé murió cuando salió en esa primera cita con
Manda Mannford y comenzó a agotar mi fondo universitario para
impresionarla. Mi padre se ha ido.
Aprieta los labios mientras me estudia durante un largo rato. Luego, se
levanta, se inclina sobre la mesa y me planta un beso en la parte superior
de la cabeza.
—Deja que Constantine te proteja de esto ya que no estarías aquí en
primer lugar si no fuera por él. Él es el único con los medios financieros. Me
gustaría que fuera diferente, pero cuando tu madre se casó conmigo, nos
despedimos del dinero y elegimos el amor en su lugar. Pensé que sería
suficiente, pero una vez más, esta maldita ciudad me lo restriega en la cara
recordándome que el dinero lo gobierna todo. —Agita una mano a su
alrededor—. Por suerte, el destino te lanza un hueso y te da una oportunidad
que tu propio padre no puede darte.
—No me importa el estúpido dinero —gruño, cruzando los brazos sobre
el pecho.
—No seas tonta. El dinero habla. Escucha lo que dice. —Inclina la
cabeza—. Te amo, pero creo que es mejor que te centres en hacer
desaparecer este escándalo y en enderezar tu vida. Manda necesita mi ayuda
ahora mismo más que tú. Adiós, Ash.
Te amo, pero...
Se supone que el amor no viene con peros.
Se supone que es te amo, punto. Y punto. El fin.
Minutos después de que papá se haya ido, sigo sentada allí, con el
corazón pesado y el temor instalándose en lo más profundo de mis huesos.
La soledad es casi demasiado para soportarla. Casi no me doy cuenta de
que Nate está al acecho, como el asqueroso que es. Su dura expresión me
dice todo lo que necesito saber. Vuelve a pensar que soy una puta
hambrienta de dinero y está claro que ha espiado mi conversación.
Rápidamente, me trago la abrumadora tristeza que amenaza con acabar
conmigo y me endurezco.
Puede que piense que soy una cazafortunas, pero yo creo que es un
amigo sórdido, mentiroso y espeluznante que está demasiado interesado en
la vida de Winston. ¿Quiere tratarme como si no fuera lo suficientemente
buena? Dos de nosotros podemos jugar a este juego.
—¿Cuándo es tu cumpleaños, Nate? —grito—. Pensé en enviarte un
calentador de toallas para tu baño. Me adelanté y pedí uno para Win
también. Ya sabes, desde que deliras sobre ellos todo el tiempo. —Y no tiene
uno como dices, maldito entrometido hijo de puta. 47
Su rostro se ensombrece.
—Te estoy observando, perra.
—Lo mismo digo, imbécil.
Winston
N
ada de control.
Todo lo que hizo falta fue ver a Ash y volví a ser el
bastardo hambriento, deseando tenerla desnuda y debajo de
mí. Tenía que enviarla lejos con Nate, no porque quisiera
castigarla, sino porque si se quedaba cerca de mí, terminaría follándola.
Y eso no iba a suceder.
Al menos no todavía. 48
Necesito poner mis asuntos en orden y controlar mis enloquecedores
pensamientos antes de siquiera pensar en acostarme con Ash de nuevo.
Si realmente fuera un hombre sabio, la dejaría irse por completo. Pero,
como ella me hizo adicto a esos malditos ositos de goma rojos, también me
hizo adicto a ella. Su sabor, su olor, sus pequeños gimoteos sexys cuando
está siendo mala conmigo.
Nadie, y he estado con muchas mujeres, nunca se ha acercado a
complacerme en todas las áreas de mi vida. Ash me hace sentirme completo
en conversación e intelecto. Es divertida, para mi disgusto la mayor parte
del tiempo. La chica es jodidamente sexy con unas tetas perfectas y un culo
redondo y tentador. Ella no es una muñeca y trabaja duro en la oficina. ¿Y
en el dormitorio? Es tan jodidamente insaciable como yo.
Mis gustos son... extraños. Lo sé. Pero es lo que es.
Ash es la única persona que me ve en mi forma más vil. La chica ya ni
siquiera se resiste. Está ansiosa por jugar mis juegos y también es buena
jugando a ellos.
—¿Debería quedarme cerca? —pregunta mi conductor, con los ojos en
el espejo retrovisor.
—Por favor. No anticipo que esto vaya a tomar mucho tiempo.
Me asiente y, antes de que pueda salir, me detiene.
—Por todo lo que importa, señor, espero que acabe con quien hizo esto.
Usted no se merece esto y ella ciertamente tampoco. Nunca le había visto
tan feliz. No deje que le quiten esto.
—No te preocupes, Daniel —digo con una sonrisa maliciosa—. Los
responsables no podrán caminar después de que haya terminado con ellos.
Él se ríe.
—Vaya por ellos, jefe.
Nunca le había visto tan feliz. No deje que le quiten esto.
Feliz. Cierto. Ash me complace pero no me hace feliz. Encuentro placer
cuando jugamos, pero ciertamente no felicidad. Nada me hace feliz.
Mentiroso.
Por alguna razón, pienso en una selfie absurda que Ash se tomó una
vez con su pájaro rosa. Su rostro estaba retorcido con una expresión tonta
y el pájaro estaba borroso, a medio aleteo como si le molestara su maldita
pose cursi. Ella me envió la foto y le dije que no iba a pagar por esa mierda
de baja calidad. Conseguí una imagen seria justo después de que pagara.
Pero la absurda es la que miro a veces.
¿Por qué?
Porque me hace sonreír.
49
Una verdadera sonrisa.
Algo en esa foto me hace… feliz.
Por eso la eliminaré en cuanto tenga la oportunidad. Reenfocando mis
pensamientos, me olvido de la foto y entro a la oficina de Anthony. Cuando
mamá llamó, supe que necesitábamos alejar esta conversación de Halcyon,
que es la razón por la que me reuniré con ellos aquí. Afortunadamente,
Daniel se zafó de los paparazzi en el camino hacia aquí para que no me
bombardearan con cien jodidas cámaras como cuando dejé Halcyon poco
después de que lo hiciera Anthony. Una vez dentro, tomo el ascensor hasta
el piso de Anthony. Tan pronto como se abren las puertas, siento la
presencia de mamá. Su perfume familiar perdura en el vestíbulo. Recuerdo
cuando era un niño pequeño antes de que todos los niños se unieran a la
pelea. Una vez me había portado tan mal como para enojar a mi niñera. Me
advirtió que mi madre me desgarraría el trasero cuando volviera de almorzar
con sus amigas o ir de compras o dondequiera que hubiera estado mamá
ese día. Me había sentado con la nariz en la esquina de la sala del piano que
olía a mi madre. Mismo perfume.
—Winston —dice mamá desde la puerta de la oficina de Anthony—. Ven
aquí.
Es como si estuviera allí de nuevo. Cinco años de edad. No estoy seguro
de cómo reaccionará mi madre ante la noticia de lo que había hecho. Y,
como en ese entonces, me acerco a ella. Esta vez, en lugar de levantar la
mirada a sus rasgos afilados, bajo la mirada ya que me elevo sobre ella
ahora.
—Mamá. —Mi voz es mucho más profunda esta vez, pero tiene el mismo
toque de respeto.
—Yo me ocuparé de eso —dice, su voz fría y cruel.
Dijo esas mismas palabras cuando yo tenía cinco años. Esa niñera fue
despedida en el acto. Mamá me tomó de la mano, me acompañó a través de
la finca y me colocó frente a la ventana con vistas espectaculares. Fue
entonces cuando explicó que los Constantine cometíamos errores, pero la
diferencia entre nosotros y los que no eran nosotros era que podíamos
permitirnos el lujo de hacer que esos errores desaparecieran.
Aunque puedo manejar esta tormenta de mierda, le doy un
asentimiento.
—Gracias, madre.
Frunce los labios, me quita un mechón suelto del cabello oscuro de Ash
de mi solapa y me dirige una leve sonrisa. No una sonrisa suave, cálida y
maternal. No, esta promete dolor y retribución.
Cierro la puerta de la oficina y me siento junto a mi madre en el sofá 50
de la oficina de Anthony. Él termina una llamada telefónica en la que está
antes de unirse a nosotros.
—¿Cuánto tiempo pasará antes de que hagamos desaparecer el
escándalo? —pregunta madre, poniéndose manos a la obra—. Y lo que es
más importante, ¿cuánto? Quiero que esto desaparezca.
Anthony se ríe, una de las pocas personas que pueden reírse de mi
madre y salirse con la suya. Creo que la única razón por la que ella lo
permite es porque él era inseparable con padre en su día. Es prácticamente
un hermano para ella.
—Vas directa al grano, Caroline. —Anthony sonríe—. A Lane siempre
le encantaba cuando te ponías en modo protector de mamá osa. Decía que
lo excitaba. Probablemente por eso ustedes dos tuvieron tantos malditos
hijos...
—Anthony —interrumpo—, puedes dar un paseo por el camino de los
recuerdos más tarde, cuando mi reputación no esté en juego.
No es que me importe mi reputación, pero no estoy de humor para
hablar sobre la vida amorosa de mis padres. Me hará pensar en mi propia
vida amorosa y preferiría que la mía fuera inexistente. Además, mi madre se
ha mostrado susceptible con mi padre desde que él murió. Antes de eso, la
verdad. La sociedad veía su matrimonio como uno feliz. Solo unas pocas
personas saben que hubo infidelidades, pero ella todavía estaba devastada
por su muerte.
—Tan gruñón —dice Anthony en un tono jovial—. Espero que esta
novia tuya valga la pena.
Los labios de madre se presionan formando una línea delgada, pero no
dice una palabra.
—Ella no es mi novia —digo entre dientes—, pero si esa es la forma en
que tenemos que jugar, que así sea.
—Tu viejo trasero podría hacerlo peor. —Se ríe de nuevo—. Ella es una
belleza.
—Estoy menos preocupado por el escándalo y estoy más ansioso por
saber cómo puedo volver a poner mi edificio a mi nombre. —Me recuesto en
el sofá de cuero y cruzo los brazos sobre el pecho—. ¿Qué tan rápido
podemos hacer que Morelli chille como un cerdo?
Madre arquea una ceja.
—Tú y ese miserable edificio. Justo como tu padre. Lo más importante
es que mantengamos los secretos familiares... en secreto.
Algo en la forma en que lo dice hace que aumenten mis sospechas. En
la superficie se refiere a mi relación con Ash, pero casi suena como si tuviera
otros secretos. ¿Qué podría saber Leo de nosotros que yo no sepa? Mantengo 51
mi voz seca.
—¿Qué puedo decir? Me gusta esa propiedad.
—Está justo en el corazón de las propiedades inmobiliarias de Morelli
—dice Anthony—. Esta venganza contra esos gánsteres fue otra cosa que
Lane le transmitió a su hijo mayor.
—Lo quiero de vuelta. Obliga a Leo a devolvérmelo o los demandaré
hasta que se conviertan en ratas sin un centavo. —Le sonrío a Anthony—.
Al final de la semana.
—¿Y qué tienes sobre Leo que hará que esto suceda? Sé que tienes algo,
chico.
Chico.
Trato de no enojarme con el apodo que me ha llamado a menudo a lo
largo de los años. Supongo que siempre seré un chico para él, sin importar
el hecho de que yo pague su salario.
—Registros telefónicos. Prueba de amenazas y chantaje. Comprueba tu
correo electrónico. Lo envié en el viaje en auto hasta aquí. —Me crujo el
cuello y luego digo—: Hay suficiente para probar que violó los términos de
nuestro acuerdo, por lo tanto, anula nuestro contrato. Está escrito
explícitamente que si él violara mis términos, lo que hizo de manera tan
atroz, me vendería el edificio por el mismo precio.
—Parece bastante simple —dice Anthony.
—Son Morelli —dice madre, un tono en su voz—. Y Leo Morelli, en
particular. Nada es simple para él. —Se pasa la palma de la mano por la
falda de tweed, y tengo la sensación de nuevo de que hay corrientes
subterráneas en las aguas oscuras, algún conflicto personal entre ella y Leo
Morelli, aunque no puedo imaginar el qué—. Hablaré con Bryant.
—No —escupo, la ira arde dentro de mi pecho.
—Winston. —Sus ojos son astutos y, a pesar de su pequeña figura, está
preparada para atacar como una serpiente—. Programaré una reunión con
Bryant. Esto tiene que desaparecer. Ahora.
Un sentimiento de inquietud se instala en mis entrañas.
¿Preocupación? ¿Pánico? Algo se aferra a mí hasta el punto de que no puedo
respirar. Tiro de mi corbata, la aflojo y abro el botón superior. Anthony se
levanta y regresa un momento después con una botella de agua. Desenrosco
la tapa y me trago el agua. Tanto mamá como Anthony esperan hasta que
me he recuperado antes de que alguno de los dos hable.
—Yo me encargaré —le digo finalmente con una voz semitranquila—.
Además, mi línea interna de los Morelli dice que Bryant está fuera de
servicio. Manejaré esto con Leo, de hombre a hombre.
—No lo presiones demasiado —dice madre, su voz inusualmente
apaciguadora—. La gente lo llama la Bestia del Desembarco del Obispo por 52
una razón.
Dejo la botella vacía en la mesa frente a mí, ignorando su sugerencia.
—Yo me ocuparé de esto, madre. Por mi cuenta. No voy a negociar.
Estaré condenado si los Morelli se llevan a mi madre también.
Suena el teléfono de mamá. Lo saca de su bolso y responde:
—Hola, Ulrich. ¿Qué tienes para mí? —Una pausa—. Ya veo. —Se pone
de pie y sale de la oficina, llevando su conversación privada a otra parte.
Anthony parlotea sobre su plan de ataque y cómo conseguirá que Leo
se convierta en un buen perro. Confío en sus habilidades, así que asiento
distraídamente durante su monólogo. Cuando termina, miro la hora. Es
cerca del mediodía, así que le envío un mensaje de texto a mi hermano.
Yo: Necesito que cuides a Ash, mientras ella almuerza con su novio.
Perry: ¿Nate?
Su comentario me irrita.
Yo: No. Él la odia. Tate.
Perry: Quién diablos es Tate???
Yo: Deja de recibir consejos de puntuación excesivos de Ash.
Perry: Ni siquiera voy a fingir que entiendo lo que eso significa. ¿Quién
es Tate y se supone que debo matarlo?
Yo: el exnovio de Ash. Quiere abrazarla durante su momento de
necesidad. Asegúrate de que no se ponga muy cariñoso. Si lo hace, rómpele
ambas manos.
Perry: ¿Ya la has perdonado?
Yo: Esta no es la hora de los chismes.
Perry: Quieres que rompa partes del cuerpo del ex de tu novia. Yo diría
que esto es digno de un chisme, Winny.
Yo: Solo si se pone cariñoso y ella no es mi novia.
Perry: LOL... ¿puedes escribir eso con una cara seria?
Le envío varios emojis de un dedo medio que me hacen ganarme una
cantidad desagradable de emojis de llanto y risa.
Yo: eres un niño.
Perry: Y tú estás saliendo con una...
Yo: ¿Has terminado?
Perry: Puedo decir que... podría continuar durante horas, pero tengo una
cita para almorzar con un idiota y mi sexy futura cuñada.
Yo: Recuérdale que somos Constantine. 53
Perry: No te preocupes, hermano mayor. Yo me ocupo.
Mi madre se sienta a mi lado, no tan discretamente mirando mis
mensajes de texto. Me arquea una ceja pero no dice nada. La aprobación
fluye de ella y por alguna razón me relaja. Supongo que cuando juegas bien
con el niño dorado, también te ganas un pequeño favor.
Tengo la misma sensación de luz que cuando miro esa foto de Ash y su
pájaro. La imagen que probablemente no pronto (está bien, nunca) vaya a
borrar.
Aparentemente, los Constantine tienen la capacidad de ser felices.
Desafortunadamente, este Constantine encuentra la felicidad en las
malditas cosas más extrañas y necesita que le revisen la cabeza.
Ash
E
stoy nerviosa.
No porque vaya a ver a Tate, sino porque Perry vendrá
conmigo. ¿Está enojado conmigo? Por alguna razón, puedo
soportar que Winston esté enojado porque es su humor
habitual, pero tener a Perry molesto conmigo hace que me duela el corazón.
Porque es mi amigo.
No tengo demasiados de esos últimamente y realmente he llegado a 54
pensar en Perry como uno. Es una mierda que también pueda haber
arruinado mi amistad más valiosa.
—¿Estás lista? —pregunta Perry, apoyándose en el marco de la puerta
de la sala de conferencias.
Después de mi altercado con Nate, él me envió a la sala de conferencias
para seguir rebuscando contratos, pero “fuera de su camino”. Había estado
muy feliz de alejarme de ese asqueroso.
—Sí. —Apilo los contratos uno encima del otro y los arreglo—. Tengo
que dejarlos de nuevo con Nate.
Perry se queda inusualmente callado y sus facciones son difíciles de
leer. Se forma una roca en la boca de mi estómago. Realmente esperaba ver
su rostro sonriente y juguetón. Toda esta seriedad es estresante.
Agarro mi bolso y la pila de contratos. Perry sale al vestíbulo y me
permite ir delante de él. Mis rodillas tiemblan por los nervios, mientras me
dirijo hacia el despacho de Nate. Está hablando por teléfono con alguien,
pero me mira con el ceño fruncido mientras le devuelvo los contratos. Los
arrojo sobre su escritorio y pronuncio la palabra “almuerzo”. Sin esperar su
aprobación, salgo rápido de su oficina. Perry se queda parado cerca, con las
manos metidas en los bolsillos y la cara inclinada hacia abajo.
Genial.
Ahora me odia.
Apuesto a que quiere matar a Winston por hacer que haga de niñera.
No es hasta que estamos en el ascensor, solos, que Perry empieza a
hablar. Espero que lance palabras de enojo. Para lo que no estoy preparada
es para que estén recubiertas con una preocupación fraternal.
—Jesús, Ash, ¿qué diablos pasó? ¿Morelli? ¿En serio? Deberías haber
venido a nosotros. Win y yo podríamos haber ayudado. Ahora… —Maldice
en voz baja y se frota la cara con la palma de la mano—. Ahora hay un puto
incendio forestal que nunca se apagará.
—Estaba tratando de evitar todo esto —refunfuño, odiando las
emociones que se repliegan dentro de mí amenazando con derramar
lágrimas una vez más.
—¿Estás bien?
Me estremezco ante sus palabras.
—¿Qué?
—¿Cómo estás manejando todo esto?
No lloraré. No lo haré.
Tragando saliva, me encojo de hombros.
—Estoy bien. 55
—Mmm.
Una risa inesperada sale de mí, ligeramente estridente y un poco
enloquecida.
—Te estás convirtiendo en él.
Su sonrisa es juvenil y amplia.
—Nueva York no puede manejar a dos de nosotros. Apenas puede
sobrevivir con solo Winny al timón. —Me estudia por un momento,
poniéndose serio una vez más—. ¿Realmente te echó a ti y al pájaro? ¡Qué
idiota!
—Shrimp no está impresionado —acuerdo—, pero tengo que admitir
que me lo esperaba.
—No, mi hermano es solo un idiota. No te preocupes. Recobrará el
sentido. —Me guiña un ojo—. Realmente no le diste una opción. —Su mano
hace un gesto hacia mi atuendo.
—Tuve que sacar artillería pesada.
—Eso fue lo que hiciste. —Cruza los brazos sobre el pecho y arquea
una ceja—. Háblame de este chico.
¿Chico?
—¿Tate?
Sus fosas nasales se dilatan como si el nombre le repugnara.
—Tu ex. Sí. ¿Qué diablos, Ash? ¿Cómo eso va a ayudar en esto?
Las puertas del ascensor se abren y me da la oportunidad de escapar
de su sondeo. Todavía hay una multitud fuera del edificio. Mi estómago da
un vuelco de ansiedad.
—No respondas a ninguna pregunta —grita, señalando el caos que hay
más allá de las puertas—. La Tarta de Calabaza llegará pronto.
—Oh Dios. Le pusiste nombre —gimo—. Tu madre va a morir cuando
vea tu coche plasmado en todas las noticias.
Se ríe, mientras abre la puerta de cristal para acompañarme fuera.
—No siempre puedo ser el niño favorito. Es injusto para los demás y
Winny lloriquea.
Nuestra conversación es pisoteada por los flashes de las cámaras y los
reporteros que exigen respuestas. Alguien me pregunta si estoy recorriendo
todo el árbol genealógico de Constantine. Necesito de toda mi fuerza de
voluntad para abstenerme de no enseñarle el dedo medio a ese imbécil. Perry
le da a la multitud un gesto arrogante de reconocimiento del que Keaton
estaría orgulloso, como “lárguense, groupies”, mientras me guía a su
monstruosidad naranja que alguien ha estacionado junto a la acera.
—¿Crees que llegaremos a Torino a tiempo para almorzar con Winston? 56
—pregunta Perry, su voz es lo suficientemente fuerte como para ser captada
por algunos camarógrafos cercanos.
—Eso espero —miento.
Me abre la puerta del pasajero y, una vez que estoy asegurada en el
interior, hace un gesto con el puño a un tipo de seguridad que trajo su auto
al frente, antes de entrar al auto. Su motor ruge odiosamente fuerte
mientras quema goma, alejándose de la multitud que lo espera sin siquiera
despedirse.
—¿Torino? —pregunto, arqueando una ceja.
—Cinco dólares a que Winny y Madre comen allí después de su reunión.
Estarán encantados con sus visitantes.
—Eres malvado, Perry Constantine.
—Aprendí del mejor.
No estoy segura si se refiere a Win o a Caroline o a ambos. Están
convirtiendo a mi dulce chico en un monstruo. Esto me hace sonreír.
—No puedes evitar esto para siempre —dice, zigzagueando entre los
autos, tratando de provocarme un maldito ataque al corazón.
—¿El qué? ¿Una muerte temprana?
—No, idiota, Tate —dice Tate, como si fuera leche agria de la que
accidentalmente tomó un trago—. ¿Cómo les va a ayudar esto a ti y a Shrimp
a recuperar a mi hermano?
Como Perry está conduciendo sin rumbo fijo, pongo la dirección del
restaurante giroscópico en su GPS, antes de sentarme y agarrar una de las
rosas de cuero de mi bolso.
—Perdí a todos mis amigos. Los trillizos los echaron a todos. Incluso a
Tate.
—Una razón más para que odie al tipo.
—No puedes odiarlo porque nunca lo has conocido —refunfuño.
—Lo odio por principio. Él es la competencia de mi hermano.
Se me escapa un bufido poco femenino.
—Tate y Winston están en dos ligas totalmente diferentes. Infierno, dos
planos de existencia diferentes. Tate es como una pequeña estrella
parpadeante. Winston es un agujero negro gigante que absorbe todo en su
vacío, incluido el sol y los planetas y todo el maldito sistema solar.
—Pero te acostaste con él.
—No voy a hablar contigo sobre esto. —Le lanzo una mirada fiera—. No
puedes sentirte celoso en nombre de Win.
—Estoy protegiendo sus intereses.
57
—Ahora suenas como él, Perry. No es lindo.
Nos quedamos en silencio. Me gustaría que me dejara tranquila.
—Lo siento —se queja Perry—. Ha sido un maldito día. Quiero que
Winston sea feliz. Este Tate —dice de nuevo con amargura—, es una
amenaza para la única felicidad que mi hermano ha tenido en su vida.
Mi corazón palpita y una sonrisa tonta tira de mis labios.
—Win se moriría si te escuchara decir que lo hago feliz.
—Dile que lo dije y te mataré. —Su sonrisa es burlona y cálida—. Dime
que Tate no va a ser un problema.
—Tate y yo deberíamos haber sido amigos y solo amigos. Es dulce y
divertido, pero un poco tímido. Incluso, raro. No quiero a Tate. Estaba bien
para ser un novio de la escuela secundaria, pero después de estar con Win,
me doy cuenta de que no solo nos faltaba algo de pasión, nos lo estábamos
perdiendo todo.
—Mmm.
Pongo los ojos en blanco porque todavía no está convencido, aunque es
un poco dulce lo dedicado que está a respaldar a su hermano mayor. Me
pregunto si Winston sabe cuánto lo adora Perry.
—Buena suerte para encontrar un lugar para estacionar —digo,
mientras nos acercamos al pésimo antro que tiene la mejor salsa tzatziki del
planeta.
Perry refunfuña, pero salgo y lo dejo solo para solucionar sus
problemas de estacionamiento. Además, me gustaría tener un segundo para
ver a Tate antes de que Perry esté respirando en mi cuello. Dejo atrás a
algunas personas que pasan rápidamente y entro en el restaurante griego
que es rico en aromas de carne salada que provocan que mi estómago gruña.
Tate está parado cerca del mostrador, revisando distraídamente su teléfono.
Su cabello castaño claro está desordenado y le cae sobre los ojos. En lugar
de su atuendo elegante habitual, lleva pantalones cortos tipo cargo,
mocasines y una camiseta azul marino. El aspecto descuidado le sienta
bien. Quizás la edad adulta lo esté tratando bien. Al menos eso es lo que
espero.
—Cuanto tiempo sin verte —canturreo a modo de saludo.
Casi deja caer su teléfono. Su sonrisa es amplia, mientras se lo mete
en el bolsillo antes de abrazarme y hacerme girar. Tal vez si alguna vez
hubiera estado tan emocionado de verme cuando salíamos, hubiera
disfrutado más siendo su novia.
—Maldita sea, Ash, realmente sabes cómo causar un alboroto.
—Soy una buena chica —me burlo, mientras me libera. 58
—Nunca me engañaste. —Su sonrisa es contagiosa—. Parece que no
estás dejando que te afecte.
—No me inquieto fácilmente. Lo sabes. —Lanzo una mirada por encima
de mi hombro—. Mi… uh, el hermano del jefe me acompaña hoy. Lo dejé
mientras intentaba encontrar un lugar para estacionar.
Ambos nos reímos porque no hay manera de que fuera a encontrar un
lugar en esta calle.
—¿Lo de siempre? —pregunta, mientras cada uno agarra una bandeja
y nos ponemos en fila.
—Kebab de ternera sin cebolla. Pero que sean dos. Lo mínimo que
puedo hacer es alimentar a Perry después de abandonarlo allí fuera.
Entramos en una conversación fácil, poniéndonos al día el uno al otro.
Él se fue a Europa con su familia durante un par de semanas después de
graduarse, pero está de regreso en la ciudad hasta que llegue el momento
de irse a la universidad. No es hasta que estamos sentados a una mesa
pequeña, esperando nuestra comida, que Tate se pone serio, sus ojos verdes
se entrecierran con preocupación.
—Los titulares de las noticias decían... —Su voz se apaga—. ¿Quieres
que lo mate?
—Nah, puedo manejarlo yo misma. Winston es un gran tipo debajo de
todo ese exterior de imbécil.
—¿Entonces, se trata de humillación?
—Todos tenemos nuestros problemas, supongo. Él y yo somos adultos
que consienten. Es divertido.
Considera mis palabras por un momento.
—Así que probablemente yo era aburrido en comparación.
—Fuiste un buen amigo para mí. Eso es todo lo que importa.
—Ouch. —Sin embargo, no se estremece. Su sonrisa todavía está en su
lugar—. Hay una razón por la que te mantuve a salvo en la zona de amigos.
—Sus mejillas se llenan de carmesí—. Digamos que descubrí cosas nuevas
sobre mí mientras estaba en una rave en Milán.
—¿Oh? —Me inclino hacia adelante, interesada en este nuevo giro de
los acontecimientos.
Mira a su alrededor como si alguien pudiera escuchar antes de
inclinarse y susurrar:
—Me acosté con un chico.
—¿Qué? —grito—. ¡Ay, Dios mío! ¡¿Eres bi?!
Se muerde el labio inferior y juega distraídamente con el envoltorio de 59
la pajita
—No sé lo que soy. Todo lo que sé es que se sintió más ardiente y real
que cualquier cosa que haya conocido antes.
—Nunca deberíamos habernos acostado juntos —digo, riendo.
—Éramos vírgenes lamentables. Nadie más nos aceptaría.
Todavía nos estábamos riendo cuando Perry aparece y se parece tanto
a Winston que es cómico. Lo saludo y le muestro mi sonrisa más inocente.
—¿Problemas para encontrar un lugar?
Me saca el dedo del medio.
—Acabo de pagar mil dólares a un tipo cualquiera que limpia ventanas
para que conduzca alrededor de la manzana unas cuantas veces. Eres una
idiota, Ash.
—Vaya. —Le hago un gesto a Perry—. Tate, te presento a Perry. Perry,
te presento a mi amigo Tate.
Perry se deja caer en el asiento a mi lado, su expresión arrogante y
engreída es tan exagerada que me dan ganas de golpearlo. Esta actitud tiene
escrita Winston por todas partes.
—Hola, hombre —dice Tate, ofreciéndole la mano.
Perry le da la mano, un poco demasiado fuerte porque Tate se
estremece.
—Hola.
—Estábamos hablando de lo raro que es tu hermano en el dormitorio
—explico, notando el toque de diversión en los labios de Perry.
Tate me patea debajo de la mesa y le frunzo el ceño.
—Entonces —dice engreídamente Perry, su mirada penetrante en
Tate—. Dime qué estás haciendo aquí con la chica de mi hermano.
—Oh, Dios mío —gimo—. Detente o vuelve a la abominación naranja.
—Esperaba que volviéramos a ser amigos. Aunque, Scout dijo...
—Scout está acostado en una cama de hospital, con las dos rodillas
rotas y esperando ir a la cárcel por conducir imprudentemente bajo la
influencia del alcohol. —Perry entrecierra los ojos—. Yo no escucharía una
maldita palabra que diga un Mannford.
Tate me mira boquiabierto, el miedo brilla en sus ojos verdes.
—Yo, eh, no estoy...
—Ignora a Perry. Encontró el palo que estaba en el culo de su hermano
mayor y decidió sentarse en él.
El hombre que tomó nuestro pedido nos deja una bandeja de comida, 60
interrumpiendo temporalmente nuestro tenso almuerzo. Paso la comida a
cada uno de nosotros antes de devolverle la bandeja al chico. Una vez que
se ha ido, ignoro a Perry para concentrarme en mi kebab. Está tan bueno.
Levantando la mirada hacia Tate, éste está sonriendo mientras le pega un
bocado al suyo. Este era uno de nuestros lugares favoritos. No me di cuenta
de cuánto lo extrañaba hasta ahora.
—Eso debería bastar —dice Perry, guardando su teléfono en el bolsillo.
—¿Qué?
Perry se encoge de hombros y desenvuelve su kebab.
—¿Qué es esto?
—No es caviar ni lo que sea que Caroline te diera cuando eras un bebé.
Es un kebab. Tan bueno. Cómetelo y me lo agradecerás.
Mi teléfono suena en el interior de mi bolso que está en mi regazo. La
sonrisa de Perry es lobuna.
—Responde —me anima.
Genial.
Le doy un gran mordisco a mi kebab antes de dejarlo en el plato para
limpiarme las manos y atrapar mi teléfono. Es un mensaje de texto de
Winston.
Win: Levántate y sal por la puerta ahora mismo a cambio de cenar en el
apartamento de puta con el maldito pájaro ruidoso.
Yo: ¿Celoso?
Win: ¿De la foto tuya y del precioso niñito al que le estabas poniendo los
ojos saltones mientras devorabas lo que sea que estuvieras comiendo? No.
Yo: Bien, pero Tate es gay. Solo para que lo sepas.
Win: Dile a tu amigo gay que te vas. Ahora, Cinderelliott.
Le respondo con al menos diecisiete emojis de dedo del medio antes de
presionar enviar. Luego, escribo mi respuesta real.
Yo: Nos vemos esta noche. Trae tu libro de cupones. Aún tenemos que
usar el cupón de la noche de cine.
Win: Quemé el libro de cupones. Además... tu apartamento no venía con
una televisión.
Yo: Mentiroso. Apuesto a que llevas el talonario de cupones en el bolsillo.
(¿Y quién necesita un televisor cuando tienes un portátil?) Me iré tan pronto
como termine mi comida. No es negociable eso, no importa cuánto te quiera en
mi guarida porque este kebab sabe mejor que tú. Siento no sentirlo.
Win: Cinco minutos, pequeña. Devóralo como si fuera mi polla.
Yo: Trato hecho. Te veo pronto, novio.
61
Win: No somos nada. Solo una transacción.
Yo: Hmm...
Win: Cuatro minutos. Ya terminé de hablar con tu culo malcriado.
Le envío algunos mensajes de texto más para tratar de incitarlo, pero
claramente ha terminado de jugar porque no muerde el anzuelo.
Rápidamente, devoro mi kebab en menos de dos minutos y paso los dos
siguientes parloteando con Tate, ignorando todas las burlas o miradas que
Perry lanza en mi dirección.
Win estaría muy orgulloso de su hermano pequeño.
Cuando se acaba el tiempo, le doy un abrazo a Tate, le prometo que me
mantendré en contacto y luego ayudo a Perry a localizar su estúpido coche
monstruoso de color naranja. Comencé el día con un escándalo sexual con
un multimillonario, y terminó resultando ser bastante bueno. Espero que
esta noche pueda convencer a Winston de que lamento haberle ocultado el
chantaje y las amenazas de Leo para que los dos podamos volver a ser Ash
y Win.
Fenómenos indecentes que son más que una transacción.
Mucho más.
Él lo verá. Me aseguraré de ello.
Winston
E
stoy perdiendo la batalla y culpo a Perry.
Esa foto que me envió me enfureció. Le había dicho a Ash
que no me importaba con quién fuera a almorzar, pero soy un
mentiroso. Verla lucir tan despreocupada y feliz con ese niño
me envió al límite. Demasiado para mantenerme calmado cuando se trata
de ella.
Por eso, después de un largo día lidiando con abogados y madre, y la 62
horda de reporteros buitres, estoy parado afuera del apartamento de puta.
Nervioso.
No, molesto.
Sea lo que sea, me pone jodidamente tenso.
Llamo a la puerta con los nudillos. Incluso el sonido de eso es
impaciente e irritado. Como si solo tres golpes le dieran a Ash una vista
previa de mi estado de ánimo. Alerta de spoiler: no es bueno.
Abre la puerta segundos después, con una brillante sonrisa en su
rostro. Hago un barrido con mi mirada sobre su cuerpo, decepcionado de
que ya no esté llevando puesto el vestido sexy que llevaba antes. Mi molestia
se desvanece cuando aprecio su nuevo atuendo. Pantalones cortos de
mezclilla recortados y una camisa delgada de color malva con hombros
descubiertos que muestra un sostén negro debajo. Está descalza, sus lindos
dedos de los pies están pintados de un color rojo anaranjado.
—Hola —saluda—. Adelante. La cena está casi lista.
Gira sobre sus talones dándome una vista perfecta de su culo firme y
redondo que se vislumbra por el bajo de sus pantalones cortos. No estoy
seguro si su intención era volverme loco con unos pantalones cortos baratos
o si fue puramente inocente. Algo me dice que es lo primero. La chica ha
estado jugando un juego fuera de su liga y azotando mi trasero mientras lo
hace. Estaría orgulloso si no me enojara tanto.
Cierro la puerta del apartamento detrás de mí y la bloqueo. Un destello
de rosa me bombardea en picado, chillando rabiosamente. Shrimp aterriza
en mi hombro, chirriando todo tipo de tonterías de maldito pajarito en mi
oído.
—Es su culpa —le explico, extendiendo la mano para acariciar su
pequeña cabeza—. No te preocupes, la castigué antes.
Después de batir sus alas varias veces, se calma y se pone a picotear
detrás de mi oreja como si de repente me hubiera infestado de pulgas
durante la noche sin él allí para cuidarme. Ash está parada en la cocina,
moviendo algo en una sartén. Huele sorprendentemente bien, aunque tiene
un aspecto inusual.
—Emparedados de chili con carne picada y especias —dice—. Estaba
deseando comerlos.
Mi labio se encrespa cuando noto los panes de hamburguesa.
Seguramente ella no espera que me coma esa bazofia en un panecillo.
Cuando empieza a servir dos platos, me doy cuenta de que sí, voy a tener
que ponerme esa mierda de campesino sureño en la boca. Si no oliera tan
bien, probablemente me iría sin decir una palabra más y me llevaría su
pájaro conmigo como castigo. 63
—La cerveza está en la nevera. —Señala hacia ello—. Compré la que te
gusta.
Todo tan doméstico.
Más de lo que nunca ha estado en mi casa. Por alguna razón, esto me
molesta. ¿Cómo se siente más cómoda en el apartamento de puta que en
una de las mejores casas de la ciudad? Shrimp ni siquiera tiene a dónde
volar. Es básicamente un sitio de mierda y Ash está prácticamente cantando
de alegría. Yo pasé todo el maldito día inmerso en estrés mientras ella vivía
su mejor vida.
Shrimp decide que no tengo bichos y se aleja hacia su jaula. Saco un
par de cervezas de la nevera y las dejo en la barra una vez que he abierto
las tapas. Me pregunto cómo diablos se las arregló para comprar cerveza ya
que sólo tiene dieciocho años, pero pensé que con el vestido que llevaba
antes, conseguiría todo lo que quisiera con solo su bonita sonrisa. Ash deja
nuestra comida en el mostrador antes de subirse a un taburete.
—Siéntate —dice, sus ojos color avellana buscando los míos—. Por
favor.
Reprimo un suspiro y me dejo caer en el asiento junto a ella.
—Esta es, sin duda, la comida de aspecto más repugnante que he visto.
—No seas una diva, Win. Come tu cena como un buen chico.
Su brillante sonrisa es lo que me gana lo suficiente como para darle un
mordisco. Es cierto que está bueno. Pero me voy a enojar si averiguo que
viene de una lata...
—¿Quieres saber la receta? —se burla, una sonrisa malvada en sus
labios como si pudiera leer mi mente.
—No —gruño—. Querías hablar, así que habla. No tengo toda la noche.
Su alegría se desvanece y da un sorbo a su cerveza, con una expresión
pensativa en su rostro.
—¿Cómo te fue hoy con tu madre?
No es de lo que esperaba hablar.
—Tan bueno como se puede esperar cuando tienes que aceptar la
ayuda de tu madre para hacer que tu escándalo sexual desaparezca.
—¿Me odia ahora?
—En primer lugar, a ella nunca le gustaste.
Ella considera esto por un momento.
—Mmm.
—No tienes permitido hacer eso. Es lo mío.
—Lo mío ahora. Me gusta ver el pulso de esa vena en tu frente cuando
lo hago. 64
La ignoro mientras acabo la asquerosa y descuidada hamburguesa.
Observa cada uno de mis movimientos mientras me levanto y me preparo
otra ración, fingiendo no ver la lata de Manwich encima de la basura.
Cuando me vuelvo a sentar, inclina su cuerpo hacia mí, abandonando su
comida para estudiarme de cerca.
—Win, dije que lo sentía.
—¿Por qué? No soy tu novio. ¿Por qué te estás disculpando?
La ira brilla en sus ojos.
—Lamento haber roto lo que teníamos. Pero, maldita sea, madura y
deja de hacer pucheros.
—Pucheros. —Suelto una risa desdeñosa—. Has estado tramando con
un Morelli a mis espaldas, Ash. No es hacer pucheros, se llama estar
enojado.
—Y duele. —Se muerde su jugoso labio inferior, lo que me hace querer
morderlo también—. Te lastimé.
No.
Mentiroso.
—A los Constantine no nos lastiman. Nosotros somos los que
provocamos el daño.
—No lo creo ni por un segundo.
—Crees en los cuentos de hadas, Cinderelliott, así que tu opinión es
irrelevante.
—Te lastimé y lo lamento. Pero no te traicioné. Sí, les oculté cosas
porque Leo era aterrador y me amenazaba en todo momento, pero no los
vendí.
—Dije que no me importa.
—Si te importa —argumenta—. Te preocupas por mí y eso te enfurece.
—¿Hemos terminado aquí? —grito—. He terminado de discutir esto. No
me importa. Eres mi jodida empleada. ¿Cuántas veces tengo que decirlo?
Su mirada se endurece.
—Todas las veces que creas necesario para convencerte a ti mismo.
Mientras tanto, no me trago las tonterías que me estás vendiendo.
—Me voy.
—¿Y no me lo vas a hacer pagar? —Se inclina hacia delante, jugando
con mi corbata—. Ese no es tu estilo. Eres el maldito Winston Constantine.
Siempre consigues lo que te deben.
—Mmm.
—Ahí está mi chico —murmura, tirando de mi corbata para acercarme 65
más.
—No soy tu chico.
—Mentiroso.
Sus labios rozan los míos, suaves y dulces. Por un momento, casi me
rindo, besando sus labios carnosos como lo hubiera hecho hace dos días.
En el último segundo, muerdo su labio inferior lleno. Sus ojos color avellana
brillan mientras me mira con el ceño fruncido.
—Idiota.
—Creo que los titulares me llamaron monstruo. ¿O fue depredador?
¿Demonio del sexo?
—Estoy bastante segura de que al menos un artículo te llamó idiota.
—Tu diario no cuenta.
Agarro un puñado de su cabello que ya no está sujeto en una elegante
cola de caballo sino que ahora está sujeto en un moño desordenado. Ella
gime cuando lo retuerzo en mi puño. Lentamente, tiro su cabeza hacia atrás,
exponiendo su cuello cremoso.
—¿Qué puedo hacer para mejorar esto? —murmura, su cuerpo se
estremece mientras recorro con la nariz un camino sedoso en su cuello
hasta su mandíbula—. Quiero que lo arreglemos.
—Nosotros no somos un nosotros, por lo tanto nunca rompimos, por lo
tanto no hay nada que arreglar. —Le muerdo la mandíbula haciéndola
jadear.
—Si encuentro una manera de hacer caer a Leo, ¿eso lo mejorará?
Su nombre en sus labios provoca que un gruñido feroz retumbe en mi
interior.
—Jodidamente, no te atrevas a hablar con él. Nunca más.
Se ríe, de forma sexy y un poco loca.
—Podría contratar a uno de tus sicarios con todo mi dinero. Los tipos
ricos como tú probablemente tienen asesinos a sueldo a mano. ¿Estoy en lo
cierto?
—Ponte de rodillas. Tu boca solo es útil para una cosa en este
momento.
Su cabeza se echa hacia atrás a pesar del salvaje agarre que tengo sobre
su cabello. Con los ojos llorosos por el dolor, me lanza una sonrisa sucia.
—Sólo puedes callarme un rato con esa cosa —bromea—. En cuarenta
segundos, volveremos a discutir cómo te vas a enamorar de mí aunque odies
la idea misma de ello.
—Cuarenta segundos —me burlo, levantándola con fuerza de su
taburete y poniéndola de pie de forma inestable. 66
—Típico de un hombre, esa es la parte con la que te obsesionas.
Ignorándola, digo en mi tono más formal:
—Dime los términos.
—Te la chupo y luego te quedas a pasar la noche.
—Joder, no.
—Por Shrimp.
El maldito pájaro realmente parlotea desde su jaula con si estuviera de
acuerdo.
—Si me quedo, no te permitiré dormir. Te follaré y te usaré como el
juguete por el que pago. Cada agujero, Cinderelliott. Los tres me pertenecen
a mí.
—Quizá el próximo titular sea Sexy Cazafortunas intercambia un anal
por una noche de película con un billonario.
—Como te dije, tu diario no cuenta como una noticia real, pequeña.
Sus manos rozan la hebilla de mi cinturón de cuero y sus labios se
abren. Respiro profundamente porque a veces es demasiado hermosa para
que mi mente funcione correctamente. Como ahora, cuando sus labios están
suplicando envolverse alrededor de mi polla.
—Nuevas reglas —dice ella—. ¿Quieres que esto sea una transacción?
Bien. Pero he terminado de intercambiarlo por dinero. A ti no te importa. Y
honestamente, a mí tampoco.
—Esto debería estar bien —digo en tono impaciente—. Continúa para
que pueda negarme.
Ella pone los ojos en blanco, sus pestañas parpadean ante el
movimiento.
—Y aquí que pensé que te gustaba un desafío.
—He estado jugando con tu odioso trasero desde hace bastante tiempo.
Yo diría que sabes que lo hago.
—Bien —ronronea, desabrochando la hebilla de mi cinturón—. Me
echaste a perder al darme un billón de dólares, un barco, un automóvil y un
fondo para la universidad.
—Hablado como una verdadera mocosa malcriada.
Ella se encoge de hombros.
—No es culpa mía que me hicieras así, Win.
—Pongámonos en ello. No tengo toda la noche.
—También intercambiaremos lo que yo quiera. ¿Quieres meter tu gran
polla en mi culo y decirme obscenidades mientras me muerdes?
67
Mi polla se sacude. Maldita traidora.
Sus ojos color avellana brillan de manera cómplice.
—Bien. Gran. Trato. Sin embargo… —Retuerce sus labios en una
sonrisa maliciosa—. Yo obtengo lo que quiero a cambio.
—Palabras floridas.
—No, Constantine. He mejorado mi juego. Estoy jugando a lo grande
ahora.
—¿Qué podrías querer que yo quisiera darte?
—Sólo a ti.
Aprieto los dientes, clavando mi dura mirada en ella.
—Explícate mejor.
—Si quieres hacer todas las cosas sucias, entonces yo consigo después
todas las cosas que hace un novio. Fin de la historia.
—Este juego es aburrido. Tal vez debería encontrar un juguete nuevo.
—No te va a entretener otro juguete como yo lo hago —responde en tono
arrogante—. Admítelo.
—Alardeando de ser un juguete. Mmm. ¿Eso es todo lo que tienes que
ofrecer?
—Tómalo o déjalo, Win. No cederé en esto. Hay mucho en juego. Yo
estoy adentro.
Estudio su rostro por un momento, sopesando rápidamente todos los
riesgos. Es una tontería jugar un juego tan peligroso con una mujer tan
inteligente, atrevida y ardiente. Ella tiene el potencial de destruirme.
Tendré que mantenerla sollozando y suplicando para que esté
demasiado exhausta como para hacer mucho más. La imagen mental de sus
mejillas manchadas con rímel negro mientras llora, los labios estirados
sobre mi polla son lo que cierra el trato.
—Está bien, Cinderelliott, acabamos de subir de nivel en nuestro juego.
No creo que sepas lo que estás pidiendo. —Le suelto el cabello para agarrar
su delicada barbilla y la aprieto—. Soy un Constantine. Siempre gano.
Sus ojos parpadean con desafío.
—Nunca has jugado con nadie como yo antes. Comienza el juego, Win.

68
Ash
L
a lujuria se refleja en sus ojos azules, pero hay una
vulnerabilidad que se asoma. Algo que él moriría si supiera
que puedo ver. Tenía razón. Le hice daño porque se preocupa
por mí. Puede decir todo lo que quiera que no somos más que
un negocio, pero sé que no es así. Puede que no sea la persona mayor en
nuestra relación, pero no estoy cerrada emocionalmente. Él está ocupado

69
tratando de mantener su guardia en alto que está ciego a lo que está justo
enfrente de él.
Nosotros.
Somos una cosa.
Seremos algo grande si él lo permite.
Me costará mucho convencerlo, pero vale la pena. Debajo del frío
exterior de un imbécil hay un hombre con el que podría pasar mi vida.
Décadas de nuestras ardientes bromas. El sexo más increíble de la historia.
Cada uno de nosotros mostrando al otro destellos de un mundo del que no
saben nada. Win está acostumbrado a tener enemigos a cada paso, pero
quiero demostrarle que sólo porque alguien no sea de tu sangre, no significa
que no te cubra la espalda. No importa lo enojado que esté por Leo, no
cambia el hecho de que lo hice para protegerlo a él y a su nombre.
No es un hombre que crea en las palabras, así que tendré que
demostrarlo con mis acciones. Ahora mismo, la acción que está deseando
es mis labios alrededor de su polla.
—Levántate —murmuro, tocando su polla a través del pantalón. Se
estremece al contacto y sonrío de forma burlona, lo que me gana un ceño
fruncido.
Me empuja para que me arrodille, pero me obedece y se baja del
banquillo. Mirándolo a través de mis pestañas, le desabrocho el botón
superior de los pantalones y le bajo la cremallera lentamente. Shrimp se ha
quedado callado, así que lo único que se oye es el suave tic-tac mientras le
bajo la cremallera.
Quiero desvestirlo por completo para asegurarme de que se quede
conmigo, pero sé que ahora mismo está en modo fanático del control. Querrá
que esto se ponga sucio. Querrá que esté agotada y con los ojos llorosos y
que me deshaga en las costuras. Le bajo los pantalones y los calzoncillos lo
suficiente como para liberar su polla pero no sus pelotas y luego enrosco mi
mano alrededor de su caliente grosor. Una gota de semen brilla en la parte
superior. Lo lamo con avidez y le dirijo una sonrisa de satisfacción.
Sus rasgos son impasibles, como si chupársela fuera la tarea más
aburrida de la que ha tenido que ocuparse hoy, pero el agudo brillo de sus
ojos azules es revelador. También lo es el leve tic de la vena de su cuello. Me
anhela tanto que apenas puede contenerse.
Lamo un círculo alrededor de su punta, burlándome de él, antes de
volver a mirarlo.

—¿Deberíamos hablar de la película que vamos a ver?


Un gruñido retumba en su interior y pierde el control como yo esperaba.
Con un agarre posesivo de mi cabello, me mete la polla en la boca, sin ceder
cuando encuentra resistencia en mi garganta. Lucho contra una mordaza,
pero pierdo la batalla. Se me llenan los ojos de lágrimas calientes, pero no 70
las contengo. Las dejo caer. A Win le gusta que sea su pequeño y
desordenado juguete para follar. Se oye un gemido de placer por encima de
mí, lo que hace que las arcadas y la imposibilidad de respirar merezcan la
pena. Se echa hacia atrás y se desprende por completo de mi boca, como si
quisiera recuperar el aliento.
—Casi cuarenta segundos —me burlo.
Sus labios se curvan en una sonrisa divertida que parece un progreso.
Un pulgar me acaricia el cuero cabelludo con tanta ternura que casi me
inclino hacia él y entonces el vicioso Winston Constantine vuelve a empujar
su polla palpitante entre mis labios. Empuja sus caderas hacia delante, sin
inmutarse por la forma en que mi garganta se contrae mientras lucho por
encontrar aire. Se me escapan más lágrimas. Esta mamada es diferente a la
habitual. Está molesto y me castiga a su manera, pero también es una
prueba. Creo que si consigo llegar al otro lado, volverá a quererme.
Esto dura mucho más de cuarenta segundos. De hecho, me duele la
mandíbula y deseo que acabe en mi cara.
—¿Te estoy aburriendo, Cinderelliott? —No me deja responder, solo
aprieta su agarre en mi cabello, follando mi boca como si fuera la última vez
que se va a correr.
La baba corre por mi barbilla y puedo sentirla dejando un charco
resbaladizo en mis muslos. Tengo los labios entumecidos y me duele la
garganta por sus constantes embestidas. Justo cuando creo que voy a tener
que retirarme para respirar un poco, su polla se hincha y empieza a palpitar.
Sus labios pronuncian mi nombre y juro por Dios que suena como una
oración. Guardo ese sonido en mi memoria. Algo sólo para mí. Algo de lo que
nunca me burlaré porque es demasiado dulce e inesperado. No estoy segura
de que se dé cuenta de que lo ha dicho.
—Al menos sigues siendo decente a la hora de meter mi polla en tu
bonita garganta —dice, aunque sus palabras carecen del veneno de antes.
Se retira, y me pinta los labios con los restos de su esperma.
Beso la punta de su polla, con los ojos clavados en sus intensos azules.
—Ha sido divertido. ¿Listo para el postre?
Sus fosas nasales se ensanchan.
—¿Postre?
—Cálmate —me burlo mientras le vuelvo a poner los bóxers y los
pantalones—. Yo no. Helado. Tengo tu favorito.
—No tengo un favorito.
—Todavía no. —Me levanto y le doy un rápido beso en los labios—. Lo
tendrás.

71

Resulta que al malvado y duro multimillonario le gusta Cherry Garcia.


Deja que Ben & Jerry suavice las cosas con mi tipo hosco. Compré varios
mini tazones de cuatro onzas para que los probáramos. Una vez que probó
el Cherry Garcia, dejó de probar los demás y se apartó cada vez que intenté
robarle un bocado.
Es tan mi novio y aún no se da cuenta.
—No me gusta esa sonrisa —murmura, terminando el resto de su
envase—. Es una sonrisa maliciosa.
Adopto una sonrisa más inocente.
—Sólo estoy feliz, eso es todo.
Se eriza ante la palabra feliz.
—No me gusta.
—Qué pena. —Dejo mi mini tazón de Chocolate Fudge Brownie—.
Acostúmbrate. —Me acerco para poner mi mano en la suya—. Está bien que
tú también seas feliz.
Su teléfono suena en el bolsillo y el alivio inunda sus facciones. Le doy
un poco de espacio para que atienda la llamada mientras limpio el desastre
de la cena y el postre. Saluda a alguien con el nombre de Ulrich y el resto
de la conversación es un montón de gruñidos afirmativos. Para cuando he
guardado las sobras y lavado el último plato, ha terminado su llamada. Miro
a hurtadillas cómo se inclina frente a la jaula de Shrimp, acariciando a
nuestro pajarito en la cabeza.
Shrimp lo adoptó, así que ahora es nuestro pájaro.
Muerdo una sonrisa y me dirijo a él.
—¿Qué película quieres ver?
—Oh, no —dice—. Olvidé el libro de cupones en casa. Supongo que
tendremos que ver las noticias.
Le doy un golpe en el pecho.
—Prefiero mirar la pared. —O a ti.
Debe sentir algo parecido porque su mirada es pesada y penetrante,
cortando en mí como una navaja. Viendo partes de mí que no quiero
compartir. Pero, si él necesita esto, entonces se lo daré. Win necesita
sentirse en control.
—Quítate la ropa —gruñe, sus ojos se detienen en mi hombro
desnudo—. Necesito ver mi inversión. 72
Ignorando su pobre intento de poner un muro alrededor de su corazón,
me quito la blusa. Su lengua se asoma y recorre un delicioso rastro a lo
largo de su labio inferior mientras bebe cómo mis pechos casi se desbordan
del sujetador.
—¿Te gusta lo que ves?
—Es suficiente —retumba, su voz juega a ser desinteresada pero
también fallida.
Me desabrocho los pantalones y me los bajo por los muslos. Se acerca
un paso, con las fosas nasales dilatadas. Los vaqueros caen al suelo a la
altura de mis tobillos. Me quito los pantalones y lo miro.
—Esta tanga roja tiene que ser lo más sexy que has llevado en la vida.
Su confesión hace que mi corazón lata dos veces en mi pecho. Levanto
la mano para desatar su corbata. Entrecierra los ojos y aprieta la mandíbula
cuando se la quito del cuello. De forma burlona, recorro cada uno de los
botones de su camisa y los de su chaleco. Ya se había despojado de la
chaqueta del traje antes del postre, así que lo único que tengo que hacer es
hacerle perder el chaleco y la camisa de vestir. Una vez que le he quitado el
chaleco, dejo que mis manos recorran su camisa, desprendiéndola de sus
pantalones para poder deslizar mis dedos por su dura piel desnuda. Todo
en Winston es tan perfecto.
—Te he extrañado —confieso, estremeciéndome ante el agarre posesivo
de mi culo.
Él me ignora, sin devolverme el sentimiento, y opta por apretarme el
culo con la suficiente fuerza como para que grite. Se inclina hacia abajo, me
agarra el lóbulo de la oreja entre los dientes y tira de él. Su aliento caliente,
que me hace cosquillas en la oreja, me hace sentir un escalofrío de
excitación. Le quito la camisa de los hombros y él me suelta lo suficiente
para quitársela. Una vez que se ha ido, vuelvo a jugar con avidez con sus
abdominales, recorriendo con mis dedos los afilados pliegues.
—Para ser un hombre mayor, tienes los abdominales más bonitos que
he visto nunca.
Me agarra de las caderas, separándome de él, y me empuja a la cama.
Caigo sobre los codos, con el culo al aire. Como el depredador que es, se
abalanza sobre mí, sin perder un segundo. El calor de su cuerpo me
envuelve por detrás. Me premia con la presión de su polla a través de su
ropa contra mi trasero. Su mano grande y capaz se burla de la raja de mi
culo, se engancha al material del tanga y lo aparta.
—¿Te moja saber que todos los putos hombres de la ciudad se están
masturbando al son de tus gemidos esta noche?
Gimoteo ante esa visión.
—Ew, Win. 73
Su dedo se burla a lo largo de mi resbaladiza abertura y apenas
presiona en mi coño.
—Qué sorpresa. Estás mojada sólo de pensarlo. —Empuja más adentro
de mí—. Siempre supe que eras una puta de la atención.
—Tu puta de la atención —le contesto con sarcasmo, deslizándome
hacia adelante y hacia atrás a lo largo de su dedo.
Otro dedo se une al primero mientras me abre, encontrando lugares
dentro de mí que me hacen ver las estrellas. Soy vagamente consciente de
que se quita el resto de la ropa sin perder el ritmo mientras me folla con los
dedos. Se frota contra mi punto G, lo encuentra como si hubiera
memorizado el lugar y me lleva fácilmente a un orgasmo estremecedor. Gimo
su nombre como si fuera el único que conozco. Las piernas me tiemblan
mientras el placer me sigue recorriendo. Apenas he bajado, sus dedos
abandonan mi cuerpo y manchan la excitación de mi culo. Una vez más, me
aparta la tanga, y esta vez es su polla la que entra en mí.
Este hombre es grande.
Tan grande y seguro de su forma de follar.
Arrogante en el dormitorio como lo es en la sala de juntas.
Y me encanta.
Me encanta.
Ayer quise decírselo pero no me dejó. Me detuvo antes de que saliera
de mi boca. Por mucho que quiera soltarlo hoy, muerdo las palabras,
guardándolas para otro día. Un día en el que él esté preparado para
recibirlas.
Su mano se estrella contra mi culo, atrayéndome de mi cabeza al acto
físico. Winston Constantine me consume. Cuerpo poderoso, aroma seductor
y masculino, gruñidos de placer. Me entrego por completo a él, dejando que
me folle la rabia que le arde por dentro. No puede estar enfadado para
siempre. Somos demasiado buenos juntos para distraernos con una
emoción tan poco útil. Cuanto antes vuelva a confiar en mí, mejor.
Me aprieta las caderas con los dedos, magullando mi carne mientras
me golpea con la suficiente fuerza como para que los golpes de nuestra piel
reboten a nuestro alrededor. Aprieto las mantas, abrumada por su plenitud.
Su polla me roza de una forma deliciosa, burlándose del todavía hinchado y
sensible punto G que había frotado hasta el éxtasis hace unos momentos.
Pierdo el control, el mundo gira a mi alrededor mientras grito algo
confuso y frenético. Eso lo pone en marcha, porque con unos cuantos
empujones más se corre dentro de mí, llenándome imposiblemente de más
semen. Sin embargo, pronto se retira bruscamente, dejándome
dolorosamente vacía.
Mi cuerpo se desploma sobre la cama, con el pecho agitado. Se me
74
llenan los ojos de lágrimas. No sé por qué me invade la emoción de repente,
pero tengo que morderme el labio con fuerza para evitar que las lágrimas
caigan. Lo oigo moverse por el apartamento y supongo que se está vistiendo
para salir.
—Chica sucia —canturrea, pasando un paño caliente por mis muslos
y luego entre mis piernas—. Primero ensucias tu vida y ahora ensucias toda
tu cama.
Esta vez sí que se me escapan las lágrimas.
Sus palabras están destinadas a confundirme, pero son tan tiernas
como sus caricias. Tenemos que estar bien. Tenemos que hacerlo.
Porque si no llegamos al otro lado...
No sobreviviré.
¿Cómo se puede tener a Winston Constantine y volver a la vida como
era antes?
La respuesta es que no se puede.
Él me ha cambiado y no quiero volver a ser la persona que era antes de
conocerlo.
Winston
E
stá llorando.
De toda la mierda que debería haberla hecho llorar, estoy
confundido en cuanto a por qué está molesta. Ella consiguió
lo que quería. Me tiene a mí.
Después de limpiarnos, le robo el cargador del teléfono y conecto el mío.
Lo pongo en la mesita de noche antes de deslizarme en la cama. La agarro
75
de los brazos y la arrastro hacia mí. Ella tira de la manta para taparnos y
entierra su cara llena de lágrimas contra mi pecho. Ninguno de los dos
habla. Doy vueltas con mis dedos a un mechón de cabello que se ha soltado
de su moño.
En momentos como este casi me olvido de quién soy.
Cuando hay silencio y ambos estamos satisfechos, puedo desconectar
mi mente y simplemente... sentir. Me gusta la forma en que su suave
respiración me hace cosquillas en el músculo pectoral, apretando mi pecho.
El olor a sexo en el aire persiste, dulce y sudoroso. La forma en que su pierna
se engancha a la mía, como si tuviera la fuerza para encerrarme en su
abrazo para siempre.
Recorro su piel sedosa con las yemas de los dedos, dejando que se
deslicen hasta la raja de su culo. Se estremece, lo que me hace sonreír.
Mi sonrisa cae cuando pienso en la llamada de Ulrich de antes. Tenía
información sobre Manda. Le había pedido que buscara todo lo que pudiera
sobre ella. Es el regalo que continúa dando. Dice que ha encontrado una
foto de Manda cuando estaba embarazada de los trillizos, una foto en la que
aparece Meredith. Se supone que me reuniré con él por la mañana para ver
eso y cualquier otra cosa que haya descubierto.
Manda Mannford y su relación con Meredith debería ser lo último en lo
que pienso. Los Morelli y los malditos medios de comunicación son mis
mayores preocupaciones en este momento. Pero hay un sentimiento
persistente que se instala en mis huesos y que no puedo ignorar. Además,
si Manda se convierte en un problema, con respecto a sus horribles hijos de
puta, tener todo lo que pueda contra ella será necesario.
—¿Win?
—¿Qué?
—Hoy vi a mi padre.
—Encantador.
Puedo sentir su sonrisa contra mi pecho ante mi respuesta de
sabelotodo.
—Dijo que mi madre renunció a su herencia por él.
—No te hagas ilusiones, Cinderelliott. Me gusta mucho ser rico. Tu coño
no es tan adictivo.
—¿Pero admites que es un poco adictivo?
—Siempre pescando.
Se ríe, lo que prefiero por encima de sus lágrimas.
—Quiero a mi padre, pero en cierto modo me ha abandonado. La eligió 76
a ella.
Sé exactamente quién es ella.
Su malvada madrastra.
—¿Le diste un ultimátum?
—Le dije todo... —Hace una pausa—. No lo que le hiciste a los trillizos,
sino todo lo demás. Cómo nos conocimos. Nuestra relación. Que Leo se
involucró. Tu madre y tus hermanos. Y le dije que si no hubieras llamado a
la policía ese día, Scout me habría violado y sus hermanos habrían mirado.
El quiebre en su voz me hace rechinar los dientes.
—¿Y?
—Dijo que tenía que dejar que me protegieras.
—Mejor aún, que mi dinero te proteja.
—Esto viene del mismo hombre que abandonó el dinero por el amor de
su vida. Ahora, todos estos años después, me dice que elija el dinero. Para
poder protegerme.
La irritación me recorre como un cosquilleo en la piel.
—Tu padre ha demostrado una y otra vez ser un bastardo sin carácter
con la nariz tan metida en el culo de Manda que no puede ver el mundo que
lo rodea.
—El caso es que no me importa el estúpido dinero. Debo ser como
mamá porque si estuvieras sin dinero, te seguiría queriendo. Somos
compatibles, Win. Una gran pareja. Me protegerías incluso si fueras pobre
porque eso es lo que eres. Te preocupas por mí.
No quiero imaginar nunca un escenario donde el dinero, y mucho, no
esté al alcance de mi mano.
—Vete a dormir —refunfuño—. No estoy de humor para conversaciones
de corazón a corazón.
Me obedece y se queda en silencio. Durante cinco minutos. Luego, casi
nerviosa, me pasa el pulgar por el pecho. Es molesto, así que tomo su mano
entre las mías pero no la suelto.
—¿Por qué está Nate tan obsesionado contigo?
La pregunta sale tan de improviso que me da un golpe de timón. La
confusión se apodera de mí mientras intento comprender lo que quiere decir
con esto.
—No te entiendo.
—A mí, por ejemplo —dice, su voz apenas un susurro—. Me odia.
—Porque cree que eres una puta buscadora de oro. ¿Pero puedes
culparlo? ¿Has visto las noticias?
Ella resopla de frustración. No se lo admito, porque no sé qué pasa por 77
su cabeza todo el tiempo y con quién lo comparte, pero sé que algo no va
bien con Nate. Su desesperación por separarme de ella es... preocupante.
Por lo que me ocuparé de ello. No es de su incumbencia y puedo manejar mi
propia mierda.
—No me gusta.
—¿Por qué no añades eso a tu diario también, pequeña?
—Estoy hablando en serio. —Se sienta, con el cabello desordenado y
salvaje. Tan jodidamente bonita—. Él es misterioso.
—¿Eso es todo lo que tienes? Para que quede claro, tú también eras
sospechosa. Te atraparon por los barrios bajos con un Morelli. Si estamos
comparando ofensas, la tuya es mucho, mucho peor, ya que sabes lo mucho
que odio a esos cabrones.
—Creo que está tramando algo —continúa, sin inmutarse—. ¿Le has
quitado la llave o era mentira? ¿Qué hay de la mujer de su ''bebé''? ¿Sabías
que estaba saliendo con alguien?
Interesante. Pero todavía no es su problema. Yo me encargaré de esto.
Siempre lo hago. A mi manera. La manera correcta. Ash ha demostrado que
sus métodos —como se demostró con la situación de Morelli— son
jodidamente terribles.
—No me importa la vida amorosa de Nate —miento. Si me está
ocultando secretos, me importa. Y los desenterraré.
—¿De verdad? Porque a él sí le importa la tuya.
—De nuevo, no importa. Nate siempre ha sido así. Desde la escuela
preparatoria.
—Sí —escupe, con un destello de irritación en sus rasgos—. Dice que
se queda con todas tus sobras. —Se estremece, apartando sus ojos de los
míos.
Ese movimiento me hiela la sangre.
—Al menos tienes un par de brazos para aterrizar cuando terminamos
de jugar.
Sus labios chupadores de polla se separan y suelta un grito de
sorpresa.
—No seas imbécil.
—Te lo dije. Ese barco zarpó hace mucho tiempo. Vete a dormir.
—Nunca lo tocaría voluntariamente. —Se encoge al pensarlo—. No es
mejor que mis hermanastros.
Le sostengo la mirada durante un largo rato y luego me desentiendo.
—Si vas a pasar toda la noche tratando de abrir una brecha entre mi 78
mejor amigo y yo, puedes desperdiciar esos esfuerzos en otra persona. Estoy
seguro de que a Shrimp le encantará escuchar todas tus teorías
conspirativas.
— Win...
—Tengo una reunión mañana temprano.
—¿Vas a renegar de tu trato? ¿Desde cuándo, Constantine? —Sus ojos
están calientes de ira—. Este no es tu estilo.
—Y follar con pobres criadas mentirosas tampoco lo es, pero aquí
estamos. Parece que estoy haciendo todo tipo de actividades nuevas que
nunca me imaginé haciendo. —Me deslizo fuera de la cama para empezar a
tirar de mi ropa.
—No puedes hacer esto —sisea, sentada sobre sus rodillas, sexy como
el infierno desnuda y la tentación personificada—. No te vayas. Esto es un
incumplimiento de nuestro acuerdo.
—Demándame. —Le sonrío—. Ambos sabemos que tengo más dinero.
Se te acabará el dinero mucho antes que a mí, pequeña.
—Esto te convierte en un mentiroso, Win. —Su mirada se endurece—.
Esto nos deja iguales.
Me pongo el resto de la ropa y me dirijo a la puerta.
—Enviaré a Daniel de nuevo por la mañana. No llegues tarde.
—¡Winston!
—Vete a dormir, Ash. Por el amor de Dios, vete a dormir y déjame ir.

Resulta que obviamente no quería dormir solo. Mi polla y mi mente me


castigaron después de abandonar a Ash la noche anterior. Me torturaron
con recuerdos de la noche que sólo sirvieron para ponerme la polla dura.
Había dormido mal y ahora estaba más malhumorado que de costumbre.
—Señor —dice Deborah desde mi puerta—, su cita de las ocho está
aquí.
—Hazlo pasar. Y tráeme más café.
Se va corriendo. Segundos más tarde, Ulrich entra. Con sus dos metros
y medio de altura, Ulrich es un gigante ruso que domina a todo el mundo.
Como era alto para su edad, su madre lo utilizaba para ayudar a los
estafadores. Se hacía pasar por su novio maltratador o algo así, y cuando el
blanco acudía en su ayuda, les robaba limpiamente. El pobre Ulrich recibió
muchos golpes en el culo, de ahí su horrible nariz torcida, pero también le
hizo ser un poco intrépido. Una vez intentó estafar a papá, antes de que yo
79
naciera, pero mi padre fue más rápido en atar cabos que la mayoría de los
hombres. Cuando los descubrió, la madre de Ulrich salió corriendo y dejó
que su hijo se enfrentara a las consecuencias. Papá le ofreció un trabajo, al
principio obteniendo información de los enemigos, y a partir de ahí la cosa
no hizo más que aumentar. La única advertencia era que no podía volver
arrastrándose a su manipuladora madre, que lo utilizaba en su propio
beneficio. A cambio, papá cuidó de Ulrich. Ahora, todos estos años después,
soy yo quien cuida de él.
Por suerte, vale su peso en oro.
Ulrich se deja caer en un asiento, apestando a humo de cigarrillo
rancio, golpeando su carpeta sobre el escritorio con un golpe y enviando su
olor hacia mí. Me hace estremecer los ojos al saber que el olor permanecerá.
Si mi criada no fuera tan inútil, le diría que hiciera algo al respecto.
—¿Qué tienes para mí? —pregunto, yendo directamente al grano.
Como había prometido, Ulrich saca una foto de su carpeta y me la
acerca.
—Esto para empezar.
Recojo la vieja fotografía por la esquina y la acerco para poder verla. Mi
corazón da un vuelco de arrepentimiento al ver la imagen de Meredith
cuando era más joven, más o menos a la edad en que dejé de salir con ella,
si tuviera que adivinar. Su cabello rubio dorado se enroscaba por debajo de
la espalda, dándole un aspecto saludable. Poco sabía yo, que todo era una
actuación. No tuvo problemas para atraer a Vincent Morelli a su cama. Mi
mirada se desliza hacia la otra mujer de la foto. Manda. En aquel entonces
era mayor, tal vez diecinueve o veinte años más o menos. No se puede decir
con seguridad que Manda esté embarazada, pero por la forma en que su
mano acuna su estómago, es bastante obvio.
—Se remontan a mucho tiempo atrás —explica Ulrich.
—No sabía que eran amigas entonces.
Deborah se apresura a dejarme el café y mantiene la mirada perdida
mientras lo hace. Cuando se va, Ulrich vuelve a hablar.
—No era de dominio público —dice, lanzando otra foto de ellas, esta vez
con las dos en traje de noche—. Cuando Manda se quedó embarazada,
apenas se estaba haciendo un nombre en el círculo social. Había ganado
algo de dinero, aunque no lo contaba. Después de que tú y ella se separaran,
Meredith había ido a un retiro para mujeres ricas en el norte. —Me empuja
una copia de un correo electrónico—. Las dos estaban allí. Después fueron
inseparables.
Hojeo el archivo. Me sorprende lo ingenioso que es este tipo. Con los
años, ha aprendido algunos trucos y ha hecho algunas conexiones. Además,
tiene una cantidad casi ilimitada de mi dinero para trabajar y hacer que las
cosas sucedan.
80
—Mira esto —dice, golpeando la carpeta—, la mitad de esas cirugías
fallidas que encontré el otro día eran de mujeres que también fueron a este
retiro.
Eso despierta mi interés.
—¿Tienes una lista con todos los nombres?
—Sabes que la tengo.
Escudriño la lista, reconociendo a muchos de ellos.
—Parece sospechoso que esas cirugías también provengan de este
grupo de mujeres. ¿Una especie de venganza gatuna?
—Las mujeres pueden ser unas zorras. Especialmente las ricas. Quién
demonios sabe qué pasó para molestar a Manda, pero yo diría que se las
devolvió con jodidas operaciones de tetas y demás. —Señala otro papel en el
archivo—. Y aquí está esto. Pensé que podría ser útil.
La agenda social de Meredith. Y tiene una cita próxima etiquetada como
almuerzo para hablar de París. Interesante.
No es que me importara antes, pero ahora que sé que está tan
involucrada con Manda, tengo más interés. La mención de París hace que
las ruedas giren en mi cabeza.
—Esto es bueno —le digo—. Averigua los detalles de dónde conoció
Manda al barón Elliott. Quiero todos los detalles de cómo surgió esa unión.
Me guiña un ojo.
—No te preocupes, mi hombre. Tu mamá ya me tiene investigando.
La vida de Ash siempre iba a ser objeto de escrutinio por el simple
hecho de estar involucrada conmigo. Sabía que mi madre acabaría
haciéndola pedazos. Teniendo en cuenta la forma en que se comportó en mi
baile de cumpleaños invitando a Meredith y fingiendo sorpresa cuando le
ofrecieron presentarle a Manda, diría que madre ha estado oliendo este
hueso mucho antes que yo.
—Hazme saber lo que averiguas. Prefiero que me des lo que necesito en
lugar de cruzar notas con mi madre.
—Lo tienes, jefe. —Me inclina la cabeza—. Si están ocultando algo, lo
encontraré. Es lo que se me da bien.
Cuento con ello.
No puedo ser el rey de toda la maldita ciudad si hay serpientes
deslizándose por ahí con secretos que desconozco. El asunto con las
serpientes, sin embargo, es que siempre atacan. Sólo tienes que estar listo
para agarrarlas por la garganta cuando lo hagan.
Y entonces les cortas la cabeza. 81
Ash
T
res días.
Winston se ha escapado ignorándome durante tres días
porque ha estado muy ocupado con reuniones con sus
abogados, un tipo alto y espeluznante, y Nate. Este último es
el que más me molesta por alguna razón.
Después de todo, él es la razón por la que Win me abandonó.
Todavía estoy enfadada porque haya hecho algo así. ¿Desde cuándo se 82
retira de un desafío?
Desde que se convirtió en uno demasiado grande...
Dejo que la duda me atraviese sólo un segundo antes de apartarla. Está
claro que Nate era un tema delicado, lo que me hace querer hurgar más en
él. Estoy tentada de volver a husmear en su despacho, pero la última vez
que me asomé a su cajón, la mirada de puro odio que me lanzó me heló
hasta los huesos.
No toques mis cosas.
No tengo ganas de quedarme encerrada en su despacho con él. Por
suerte, a pesar de que Win me ignora, me ha vuelto a poner con Perry. Al
menos Perry es mi amigo, sin contar cuando se portó como un idiota en el
almuerzo con Tate. La jornada laboral no es tan horrible cuando la paso con
Perry.
—¿Cuándo volverá Win? —le pregunto a Deborah, aunque me mata
tener que hacerlo.
Una sonrisa de suficiencia le hace ver los labios.
—Ha salido con el señor Lambruski. Se está ocupando de... —Se
interrumpe, su labio se curva mientras mueve sus dedos hacia mí—. ¿Ya
sabes qué?
El escándalo que sigue creciendo con cada día que pasa en lugar de
desaparecer. Esta misma mañana, me he horrorizado al encontrarme con
un periodista en la puerta de mi apartamento. Daniel prácticamente tuvo
que meterme en el coche para protegerme del tipo.
Apartamento de putas, corrijo.
Aunque es difícil pensar en él como un apartamento de putas.
Especialmente desde que pasé mi hora de almuerzo ayer comprando nuevas
plantas y decoración para el mismo. Incluso compré una bonita colcha
nueva y una alfombra a juego. Se siente mucho más como un hogar.
—¿Puedes decirle que venga a verme después? —le grité, ya que
tampoco ha respondido a mis mensajes.
Más munición para esta bruja.
—Oh —dice, poniendo una falsa cara triste—, me temo que no puede
hacerlo. Tiene una cita para comer con Layla Reynard. —Baja la voz—. Entre
nosotros, creo que es exactamente lo que necesita para quitarse la presión
de encima. Ella es de su edad y de su mismo calibre. Realmente es lo mejor.
Espero que lo entiendas.
Parpadeo ante ella, sin impresionarme por su intento de echarme.
Winston puede ser un imbécil de proporciones épicas, pero cuando haya
terminado de verdad conmigo, tendrá las pelotas de decírmelo a la cara. No,
esto es algo totalmente distinto. Tengo curiosidad por saber qué está 83
tramando.
—Bien —le respondo—, supongo que debería coger la siguiente mejor
cosa. Ya sabes, alguien más cercano a mi edad. ¿Has visto a Perry por aquí?
—Le enseño una sonrisa socarrona que promete un comportamiento
desviado con él también.
Ella frunce el ceño.
—No soy responsable de su agenda. Eres más que bienvenida a
consultar con Cora.
—¡Perry! —le llamo por el vestíbulo cuando lo veo salir del ascensor—.
¡Ahí estás!
Ahora que hemos suavizado las cosas desde el almuerzo del infierno,
vuelve a ser el de siempre. Se pasea hacia mí con una sonrisa en su hermoso
rostro. Sabiendo que sólo dará a la oficina algo de que murmurar, lo abrazo
y le susurro:
—Finge que estás encantado de verme.
—Ahí está mi chica favorita —dice lo suficientemente alto como para
que Deborah lo oiga—. ¿Qué pasa?
—Sólo te extrañé, eso es todo. ¿Qué hay en la agenda?
Me separo de nuestro abrazo y engancho mi brazo al suyo. Pasamos
por delante de los asistentes ejecutivos, sin mirarlos. Le hablo de mi nueva
sábana, que estoy deseando que vea. Cuando llegamos a su despacho, los
dos ya no podemos contener la risa. Cierra la puerta del despacho y se
sienta. Me dejo caer en el de enfrente.
—Bueno, eso ha sido dramático. ¿En beneficio de mi hermano?
—No está aquí. —Frunzo el ceño y cruzo los brazos sobre el pecho—. Al
parecer va a tener una cita con Layla. —Digo su nombre como Perry dice el
de Tate.
—¿Qué Layla?
—Reynard. Según Deborah, está pasando de mí y utiliza a Layla para
desviar la atención de nuestro sucio escándalo sexual.
Me estudia mientras asimila esta nueva información.
—Win no está pasando de ti. Sólo está siendo un cabrón enojado.
No le he contado a Perry lo de la noche en que Win vino, nuestro trato,
y su posterior marcha antes de cumplir su parte de dicho trato. Todavía cree
que su hermano está enfadado por Leo. Estoy bastante segura de que hemos
superado eso. A estas alturas, creo que Win se pasa todo el día pensando
en formas de estar molesto conmigo para que sea más fácil alejarme.
—Vamos a buscarla —le digo, poniéndome de pie para acercarme a su 84
lado del escritorio—. Quiero ver qué es lo que la hace tan condenadamente
interesante para él como para tener un segundo almuerzo con ella.
Perry enciende su portátil y abre Facebook. Escribe su nombre y
encuentra rápidamente su perfil. Como es Perry, le hace una solicitud de
amistad y ella acepta inmediatamente, dándonos acceso a su vida.
—Tu cara bonita y tu apellido sirven para algo —le digo en broma—.
Ahora veamos cómo es esta señorita.
Ugh.
—No voy a mentir, Ash, está buena. —Perry se ríe cuando me burlo—.
No tan buena como tú, claro.
—Eres un idiota. Concéntrate. —Aparto su mano del panel táctil y
utilizo mis dedos para dirigir nuestra búsqueda hacia sus fotos—. Casada.
Ew.
Pero no tardamos en descubrir que su marido falleció. Tenían un yate
llamado Layla Love y la pareja está orgullosa delante de él. La sonrisa que
luce en esa foto falta en las más recientes. La culpa se retuerce en mis
entrañas.
—Bonita, rica y triste. —Dejo escapar un suspiro—. No puedo odiarla
por nada, excepto porque ella tiene su atención mientras yo no.
—No es su tipo —dice Perry en tono tranquilizador—. Confía en mí.
—Hmph.
—Demasiado dulce. Le gustan sus mujeres llenas de fuego.
Y un puto fenómeno como él.
—Parece un poco vainilla —estoy de acuerdo—. Apuesto a que el sexo
en el yate era lo suyo.
—El sexo en el yate es lo que le gusta a todo el mundo.
—Para los ricos aburridos, sí. No eres mucho mayor que yo, Perry. Dime
que no tienes sexo en un yate. Qué asco.
—¿Las mamadas en yate cuentan?
Le doy un codazo y voy a la barra de búsqueda, cambiando de Layla a
Leo Morelli. Esta vez, Perry me aparta la mano de un manotazo. Cierra la
aplicación en su ordenador y me mira con el ceño fruncido.
—¿Qué? —exijo, llevando las manos a las caderas.
—Así no es como obtenemos información, tonta.
—Literalmente, acabamos de obtener información sobre Layla de esa
manera.
—No digas su nombre así. Te hace parecer una perra.
—Digo Layla de la misma manera que tú dices Tate.
—Tate. —Hace una mueca—. De acuerdo, así que se dicen de la misma
85
manera.
—No tengo nada que decir. Ahora, dime cómo podemos conseguir más
información sobre Leo.
Se restriega una palma de la mano sobre su cara en señal de
exasperación.
—¿Cómo es que me tocó hacer de niñera otra vez?
—Vete a la mierda.
—En serio. ¿No te has metido en suficiente mierda por culpa de Morelli?
—Odio sentarme a mover los pulgares... esperando que pase algo.
—¿Crees que Winny está jugando a algo grande?
—Es la única razón lógica de por qué podría ignorar esto. —Agito una
mano por mi atuendo que tuvo a un tipo en el ascensor hace rato
tartamudeando todas sus palabras mientras trataba de mantener su mirada
de mi escote.
—Juegas sucio. Igual que él. Por eso algún día tendrás todos sus bebés.
Intento ignorar el revoloteo en mi estómago al pensar en estar
embarazada de su hijo. Es una fantasía demasiado dulce. Rápidamente, la
alejo y me concentro en el presente.
—¿Qué pasa con el edificio? —exijo—. Habría pensado que ya habría
hecho su jugada. Todo está demasiado estancado. No puedo soportarlo.
—Calma tus tetas, mujer. —Se ríe de sí mismo y luego dice—: Mi
hermano no anuncia sus movimientos antes de hacerlos. Prefiere ordenar
todas las fichas de dominó y luego hacer la jugada. —Y hace un movimiento
de golpeo—. Ve cómo se derrumban unas contra otras, una por una.
—Win y sus juegos —refunfuño.
—Es una de las cosas que te gustan de él.
Una sonrisa me tensa los labios.
—Esa lista es pequeña.
—Creía que eras Cenicienta, no Pinocho.
—Bien. Disfruto de su inteligencia. ¿Feliz?
—Increíblemente. —Saca su teléfono del bolsillo y me muestra una
sonrisa malvada—. Ahora, ¿qué es lo que quieres saber sobre Leo? Si vamos
a conspirar, tenemos que hacerlo de la manera correcta.
—Que es...
—Ulrich. Estoy bastante seguro de que fue su culo el que me delató por
destrozar el velero de mi padre una vez. Él es el espeluznante ojo de mamá
que todo lo ve.
86
—¿El tipo gigante que da miedo?
—Ese mismo.
—Parece que también ve cosas para Win.
—Te lo dije —dice Perry con una sonrisa.
—Tenemos que averiguar por qué Leo estaba en mi casa la noche del
baile de cumpleaños. ¿Cuál es su conexión con los trillizos?
—Hablando de los psicópatas, ¿qué ha pasado con ellos?
Me encojo de hombros, tratando de no pensar en el hecho de que papá
no ha devuelto mis mensajes desde nuestra visita del otro día. Incluso le
envié la dirección de mi apartamento y lo invité a cenar. El mensaje fue leído
pero no respondió. Ha elegido a Manda y me ha dejado a mi suerte. Me duele
más de lo que me gustaría pensar. Algo en mi cara debe de hacer que el
perspicaz Perry Constantine olfatee mi dolor, porque me lanza una mirada
firme, tan seria como jamás le he visto.
—Ahora eres del equipo Constantine —me asegura—. Nos tienes a
nosotros.
—No a todos ustedes.
—Win entrará en razón. Confía en mí.
Winston
L
ayla Reynard espera junto al mostrador de un bistró de lujo
que es más del gusto de mi madre que del mío. Por lo general,
no me atrae un lugar como este, con quiches, panecillos y tés
de sabores. Pero esto fue idea mía, no de Layla.
Aparentemente es donde todas las perras ricas como Meredith les gusta ir.
Hay un método en mi locura. Siempre lo hay.
—Layla —saludo, ofreciendo mi mano—. Gracias por aceptar comer de 87
nuevo.
—Almuerzo con el hombre más notorio de la ciudad de Nueva York —
dice con una agradable sonrisa—. ¿Cómo podría negarme?
Me río y luego levanto dos dedos a la anfitriona y le digo mi apellido
antes de dirigir mi atención a Layla.
—Mis abogados están trabajando para mantener mi notoriedad a un
nivel más manejable.
—Ciertamente tienen mucho trabajo por delante. —Me muestra otra
sonrisa amistosa.
La anfitriona nos guía hasta una mesa que había pedido con
antelación. Tiene una gran vista de todo el restaurante. Una vez que he
sacado una silla para Layla, me siento frente a ella. Mi teléfono suena y lo
saco para ver si es algo de Ulrich o de mi madre.
Ash.
Es una selfie de ella y Perry. Ambos están discretamente mirando a la
cámara. Estoy medio tentado de enviarle quinientos dólares antes de
recordar que pedí un tiempo muerto para todo lo relacionado con Ash.
—Nunca había visto esa sonrisa en ti, Winston.
Mi ceño fruncido ahuyenta la estúpida sonrisa de mi cara.
—Mi hermano. —Y la maldita chica preciosa que está a su lado.
—Ahh, hermanos. Yo también tengo tres. Son todos muy molestos.
Nuestra conversación se interrumpe cuando el camarero viene a tomar
nuestra orden de bebidas. Por suerte, cuando volvemos a hablar, me he
reagrupado y no me distrae Ash Elliott.
—¿Cómo han ido las cosas?
—Es difícil —admite—. Todo el mundo quiere que siga adelante. Pero...
—No puedes dejar atrás a alguien que fue una parte tan importante de
tu vida. El agujero es demasiado grande.
Su mirada se suaviza y asiente.
—¿Tu padre?
Le doy un asentimiento cortante.
—Han pasado cinco años. Sigue siendo una herida abierta.
—Eres diferente de lo que recuerdo del instituto.
Desde luego, no le digo que no me acuerdo de ella. Lo que era parte de
la razón para querer almorzar con ella de nuevo. Tenía curiosidad por saber
cuáles eran sus motivos en todo esto. Está claro que la han obligado en
nuestra primera cita para comer, pero tengo la sensación de que es una
distracción y nada más. Esta mujer no tiene motivos ulteriores. Sólo un 88
peón en el juego de alguien más.
—Entonces —digo, cambiando de tema—, ¿qué estás haciendo estos
días?
Toma un sorbo de su Martini y suspira.
—Lo que sea para mantenerme ocupada. Quiero volver al yate, pero me
temo que no será lo mismo.
—No lo será —le digo con sinceridad. Hay muchas cosas que no puedo
hacer ahora que papá no está—. Pero encontrarás otras cosas.
—Tal vez —dice, con un destello de interés en su mirada.
Lo siento, Layla, pero tu parpadeo de interés no servirá. No cuando
tengo a una chica enviándome selfies de "fóllame" con mi hermanito para
llamar mi atención. Además, este no es ese tipo de almuerzo. Este es un
almuerzo totalmente diferente.
—Meredith —dice Layla, saludando.
Ahh, la otra razón para querer tener este almuerzo. Matar dos pájaros
de un tiro y todo eso. Me recuesto en mi asiento y observo hacia donde
Meredith me mira atónita con Manda a su lado.
—Layla —dice Meredith cuando se acercan—. Qué casualidad verte
aquí. Y con Winny, además.
Todavía está muy celosa.
Me pregunto si Duncan sabe que su mujer vendería su teta izquierda
para volver a estar en mi gracia.
—Tan al azar —coincido en un tono que dice que esto no es para nada
al azar, sino que está muy orquestado—. Tu cabello se ve bien, Mer.
Mer.
Como era de esperar, Meredith se despeina y me dedica una sonrisa
seductora. Sus ojos se dirigen a Layla, recorriéndola para ver si es una
amenaza o no, y luego se acerca para acariciar mi hombro.
—Eres un encanto. Ten cuidado o me divorciaré de Dunc por ti. —Me
guiña un ojo de una manera juguetona que indica que no está bromeando
en absoluto.
Los labios de Manda se aprietan al lado de Meredith. Dudo seriamente
que sea porque piensa que estoy saliendo con su hijastra. No, a Manda no
le gusta que su mejor amiga se convierta en una fanática Constantine.
¿Fanática Constantine?
He estado demasiado con Perry.
—Deberíamos ir a nuestra mesa ahora —dice Manda, forzando una
sonrisa cortés hacia mí y Layla—. Un placer volver a verlo, señor
Constantine. 89
—¿Cómo están los chicos? —pregunto, fingiendo preocupación—. Me
enteré del terrible accidente. —También lo vi desde el mejor asiento de la
casa.
Manda se eriza, sus rasgos se mezclan entre la vergüenza y la
protección maternal.
—Están en casa recuperándose. Gracias por preguntar. —Se agarra al
brazo de Meredith, pero la mujer tiene los ojos puestos en el premio. En mí.
Ella no va a ninguna parte.
—Supuse que Scout estaría en la cárcel —digo con una ceja
levantada—. Se rumorea que estaba ebrio.
—Los chicos están traumatizados por el accidente. Ha sido como tirar
de los dientes intentar que me cuenten exactamente lo que pasó. —Manda
endereza su columna vertebral—. Los chicos son chicos. Nada que un poco
de dinero no pueda suavizar. Entiendes por ser un Constantine y todo eso.
—Nuestro pozo es interminable —acepto—, pero lamento escuchar sus
recientes demandas.
—¿Demandas? —pregunta Layla, frunciendo las cejas.
—Mala praxis —afirmo mientras Manda resopla—: Malentendido.
—Y toda la gente que conoces desde hace años —le digo, dándole a
Manda una mirada cómplice—. Qué coincidencia. Hace que te preguntes si
fue planeado por esas mujeres. Una conspiración para llevarse todo tu
dinero.
Los rasgos de Manda se oscurecen y sus fosas nasales se agitan.
—Quizá deberías tomarte unas vacaciones de todo esto —sugiero—.
París es genial en esta época del año. Perry y yo acabamos de ir.
Meredith le da un codazo a Manda.
—¿Por qué no pides nuestras bebidas? Iré en un segundo.
—¿Cómo está Ash? —pregunta Manda, con los pies bien plantados a
pesar de que su amiga intenta que se mueva para evitar el enfrentamiento
conmigo. Parece que la tentación es demasiado grande—. Su padre se sintió
terriblemente avergonzado por su comportamiento. Ni siquiera se hablan.
Su puñalada me golpea en el estómago. Se supone que no debo
preocuparme por Ash en este momento, pero una ola de irritación caliente
me invade. Su padre es un idiota si no habla con ella por esto. Había
mencionado que básicamente había elegido a Manda antes que a ella, pero
verlo con mis propios ojos lo hace más real. También me hace querer llamar
a Ash para ver cómo está.
Más tarde.
90
Se me aprieta el pecho. He estado fingiendo que no echo de menos a
esa mocosa, pero cada vez es más difícil mentirme a mí mismo. Empiezo a
decir mis propias idioteces.
—Ash es una joven increíblemente resistente. Ha estado trabajando con
mis colegas y se ha afianzado en la empresa. Es casi como si el escándalo
no la hubiera afectado. Es realmente sorprendente. —Levanto mi vaso de
agua y doy un refrescante sorbo—. Si estamos comparando escándalos, yo
diría que el de tus hijos les ha afectado mucho.
La cara de Manda se pone roja y se marcha sin decir nada más. Me
encojo de hombros fingiendo inocencia.
—¿Fue algo que dije?
—Está pasando por un mal momento —me asegura Meredith—. No
entiende tu sentido del humor. —Se queda un momento más,
permaneciendo en mi espacio como si de repente fuera a elegirla, a jalarla a
mi regazo y a besar las últimas casi dos décadas.
—Me dio gustó verte —le digo, despidiéndola—. Nos vemos.
Su sonrisa de plástico se tambalea.
—Por supuesto. —A Layla le dice—: No dejes escapar a éste. Es un buen
partido.
Layla no dice nada hasta que Meredith se aleja.
—¿Ha sido un extraño intento de utilizarme para poner celosa a tu
exnovia?
Ante esto, me río, genuinamente y en voz alta. La única chica celosa
ahora mismo es la hijastra de Manda.
—¿La adolescente que corrompiste según las noticias?
—Esa.
—Sabías que este no era ese tipo de almuerzo, ¿no?
—Sí. Todavía estás de duelo. No soy un cabrón. Además, los chicos no
van a ese tipo de comida cuando tienen una novia adolescente celosa que
envía selfies cada diez minutos. Eso es sólo pedir un drama.
Se relaja ante mi sinceridad.
—Ahora que hemos aclarado que no estoy intentando salir con nadie,
¿puedo ser sincera contigo?
—Por supuesto.
—Todo el encuentro de hace un rato fue realmente extraño.
—No puedo estar más de acuerdo contigo.
Pasamos a hablar de otras cosas. Ella vuelve a hablar de su marido,
que perdió, y yo también divulgo parte de la pérdida de mi padre. Layla no
es tan mala, pero no es Ash. Incluso si yo estuviera en el mercado y Layla 91
no estuviera todavía dolida por su marido, no seríamos compatibles. Sobre
el papel nos veríamos bien, seguro, pero no hay una química ardiente como
la que tengo con Ash.
Nadie me ha sacado de quicio como lo hace Ash.
Ni siquiera Meredith.
Ash está en todas partes a la vez. No hay forma de escapar de ella. Ni
siquiera estoy seguro de querer hacerlo.
Tras un agradable almuerzo, me encuentro de nuevo distraído por los
mensajes de Ash, esta vez sonriendo ante el más reciente.
Ash: Si no respondes, me veré obligada a llevar a tu hermano de rehén
en un Uber.
Yo: ¿Quién es ahora el villano malvado? Prácticamente soy el héroe por
haber salvado al principito de una muerte segura por una enfermedad
contagiosa recogida en un Ford Focus de placa de petri.
Ash: Tú y héroe no van en la misma frase. Buen intento. ¿Has tenido que
buscar en Google los autos de la "gente normal"? Estoy un poco sorprendida
de que siquiera sepas lo que es un Ford Focus.
Yo: Me estás distrayendo de mi cita para comer.
Ash: Con Layla (dicho con la misma voz que Perry dice Tate). ¿Estás a
medio camino de Las Vegas con tu futura esposa Stepford 1?
Tate. Estoy bastante seguro de que lo digo en mi cabeza con la misma
voz que Perry. Como si supiera a limones amargos, a cera de los oídos o algo
igual de repugnante.
Yo: Sí, te enviaré una postal de mi luna de miel.
Ash: Piensa en mi boca cuando te haga una mamada aburrida para que
te corras de verdad.
Yo: Muy segura de tus habilidades para las mamadas.
Ash: Si necesitas un recordatorio, ya sabes dónde está el apartamento
de putas.
Yo: Apestas a desesperación, Cinderelliott.
Ash: Sé lo que te gusta, Win.
Me envía un emoji de cara de guiño. Yo le devuelvo el dedo corazón.
—Realmente espero que te funcione —dice Layla—. Puedo decir que
estás enamorado.
Me meto el teléfono en el bolsillo y saco la cartera, ignorando su
suposición.
—El almuerzo fue agradable. Volvamos a hacerlo alguna vez. 92
—Trae a tu novia la próxima vez. —Se levanta y me ofrece una sonrisa—
. Echo de menos ese tipo de amor fácil. Es refrescante volver a verlo. Eso no
siempre ocurre en nuestro mundo.
Con esas palabras, me deja boquiabierto en la mesa.
Novia. No.
Amor. No sólo no, sino que joder no.
Entonces explica el estúpido golpeteo en tu pecho por unos pocos textos
juguetones de esa loca y hermosa chica.
No puedo explicarlo.
Después de dejar un fajo de billetes sobre la mesa, salgo a grandes
zancadas del restaurante. Acabo de salir cuando alguien me llama por mi
nombre.
Meredith.
—Quería atraparte a solas —dice, con sus tetas pagadas rebotando
mientras se precipita hacia mí—. ¿Cómo te va? ¿De verdad? Las noticias son
horribles.

1 Hace referencia a la novela de 1972 de Ira Levin “The Stepford Wives”.


El brillo depredador de sus ojos dice que está esperando que muestre
algún tipo de debilidad para poder hincarle el diente.
—Viviré —digo.
—Si alguna vez necesitas hablar —empieza, pero luego frunce el ceño
al ver algo detrás de mí. Su rostro palidece y luego me abraza.
Intento estirar el cuello para ver qué es lo que está mirando, pero
cuando me suelta, no veo nada más que gente apurada que pasa por la
acera.
—¿Quién es? —exijo—. Parece que has visto un fantasma.
Deja caer su mirada hacia el hormigón a nuestros pies.
—Es... un acosador. Estoy muy avergonzada.
—Te avergüenza tener un acosador —digo lentamente—. Como si
tuvieras algún control sobre eso.
Pero ambos sabemos que es una mentirosa.
Le sigo el juego porque es el nombre del juego.
—¿Quieres que llame a tu esposo? —le ofrezco, metiendo la mano en el
bolsillo por mi teléfono.
—Oh, Dios no —sisea, con la cara arrugada por el disgusto—. No vale
la pena. Probablemente me vendería a mi acosador si pensara que podría 93
obtener un buen beneficio.
Pobre, lamentable Meredith.
—Entonces, será mejor que vuelvas a entrar donde sea seguro. —Le
hago un gesto con la cabeza—. Seguro que nos veremos por ahí.
Desaparezco entre la multitud que pasa. De camino a donde me espera
mi chófer, llamo a Ulrich y le encargo una tarea más.
—Necesito una grabación de video delante de un restaurante. ¿Puedes
conseguirlo para mí?
—Puedo conseguir lo que quiera, jefe. Todo lo que tienes que hacer es
pedirlo.
Tus secretos no serán secretos por mucho tiempo, Meredith.
Ash
N
o estamos rotos.
Todavía fracturado, pero no roto.
Sabía que mi amenaza de Uber lo atraparía. Estoy un
poco satisfecha por el hecho de que fui capaz de distraerlo
mientras estaba en su cita de almuerzo. Fue como si el viejo Win estuviera
de vuelta, mi Win.
Nunca volvió de su cita para comer. Aunque me molestó, no dejé que 94
me molestara demasiado. Perry dijo que Layla no es su tipo y que Win tiene
un motivo oculto. Tengo que confiar en eso porque la alternativa duele
demasiado.
—¿Qué pasó en París? —pregunto, levantando la vista del expediente
extendido frente a mí para encontrarme con la mirada cansada de Perry.
—Hoy estás por todas partes —responde, frunciendo el ceño.
—Eso no responde a mi pregunta.
—Nada bueno.
—Sigues sin responderla.
Levanto una ceja, dando a entender que no voy a dejar pasar esto.
—¿Por qué te importa? ¿De dónde viene esto?
—Me di cuenta de que Halcyon hace muchos negocios en Francia. Si
Win tuvo que subirse a un avión para ocuparse de algo, supuse que debía
ser importante.
—Todo lo que hace mi hermano es importante.
Intento no engreírme ante la idea de que se me considere importante
basándome en esa lógica.
Perry me estudia durante un rato, como si pudiera ver dentro de mi
mente para averiguar a dónde quiero llegar con todo esto. En realidad, ni
siquiera estoy segura. Lo único que sé es que los archivos que he estado
examinando hoy están llenos de nombres franceses, como los contratos que
estuve examinando a principios de esta semana con Nate.
—Una gran adquisición en la que estábamos trabajando allí se frustró
en el último momento. Todo iba bien y de repente nos arrolló otro
comprador. —Frunce el ceño—. Nadie supera la oferta de un Constantine.
—¿Y aun así lo perdiste de todos modos? ¿Es por eso que Nate ha
estado indagando tanto en todos esos contratos extranjeros?
Perry frunce el ceño y abre la boca para hablar, pero un ligero golpe en
la puerta lo detiene.
—Está abierto —dice, con una voz llena de autoridad que me recuerda
a la de su hermano.
La puerta se abre y la presencia de Caroline Constantine llena el
despacho como una ráfaga de aire helado, helándome hasta la médula.
—Mamá —dice Perry, poniéndose en pie, con una brillante sonrisa en
la cara.
Se descongela un poco ante su saludo y acepta el abrazo que le da.
Nunca la he visto menos que fría y equilibrada, pero con Perry es un poco
más cálida que de costumbre. Tiene esa forma de ser. 95
—¿Qué pasa? —le pregunta él, apartándose para estudiar su rostro con
un destello de preocupación en sus rasgos—. Winny no está aquí. Cita para
comer con Layla y después quién sabe qué.
El hecho de que ahora diga Layla como si dijera Tate me ha hecho
ahogar una sonrisa.
Como la mujer perspicaz que es, Caroline se fija en mí.
—¿Layla, hmm? Una mujer encantadora.
—Encantadora Layla —dice Perry.
—Ya sabes el nombre de su yate. —Los labios de Caroline se mueven
ligeramente como si fuera a sonreír, complacida por las habilidades de
detective de su hijo.
—Como tú —murmuro, incapaz de callarme.
Sus ojos entrecerrados me encuentran y me desgrana capa a capa. No
tengo nada que ocultar. Ahora no. Win sabe que estaba tratando con el
acosador Leo y todo el maldito mundo sabe de nuestra vida sexual.
—Justo la mujer que he venido a ver —dice Caroline, sus palabras son
frías y rozan la crueldad—. ¿Sería posible robarte?
Eso suena siniestro.
Estoy a punto de decirle que estoy ocupada ayudando a Perry cuando
me lanza una sonrisa de satisfacción.
—Llévatela. Me está haciendo trabajar demasiado de todas formas.
—No podemos tener eso ahora, ¿verdad? —murmura Caroline—. Tu
hermano trabaja lo suficiente como para que el resto no tenga que hacerlo.
—Pero sí trabaja duro. —No puedo evitar defenderlo—. Perry es
inteligente y dedicado como lo es Win. Esto no es un trabajo de poca monta
que consiguió por su hermano. Lo disfruta y es realmente bueno en ello.
Perry se frota la nuca como si estuviera avergonzado y sorprendido a la
vez. Deberían recordarle lo importante que es para su familia. Que no sea
despiadado como Win no significa que no sea un colaborador capaz.
—Vamos, señorita Elliott. Tenemos mucho que discutir. —Caroline se
vuelve hacia su hijo y le quita algo de la solapa, un cabello suelto o una
pelusa antes de decir—: No te esfuerces demasiado, hijo. Estoy deseando
volver a almorzar pronto con mis hijos. Di que lo harás.
—No lo echaría de menos. —Asiente y me doy cuenta de que lo dice en
serio—. No te pases con ella, mamá.
—Oh, dulce, dulce niño —dice Caroline—. Nada es fácil en nuestro
mundo.
96

Otro incómodo viaje en auto con la matriarca del imperio Constantine.


Esto se ve amplificado por el hecho de que ella sabe que he estado haciendo
cosas realmente traviesas con su hijo mayor. Trato de no moverme en mi
asiento, pero resulta imposible cuando los duros ojos de Caroline me
desgarran donde estoy sentada.
—¿A dónde vamos? —pregunto, incapaz de seguir callando.
—De compras. —Sus labios se afinan—. Luego la cena. Yo invito.
La mayoría de las mujeres probablemente morirían por ir de compras
con una Constantine y luego ser invitadas a cenar por ella. Yo no. Quiero
huir lejos, muy lejos. Pero, si planeo quedarme con Win a largo plazo, eso
significa que tengo que jugar bien con su temible mamá.
—¿Qué pasa, querida? Pareces nerviosa.
Suelto una carcajada algo enloquecida.
—Me pregunto si “ir de compras” es un código para algo siniestro como
la estrangulación y “cenar” es un código para tirar mi cuerpo al Hudson.
—Supongo que lo averiguaremos —ronronea, con sus ojos azules
brillando de alegría.
Una broma.
Sabe bromear.
¿Quién lo iba a decir?
Por alguna razón, esto me tranquiliza un poco y me pongo a disfrutar
del ajetreo de la gente en cada acera. En lugar de llevarme a un almacén
para que me dejen, nos detenemos frente a Brookfield Place. Es un centro
comercial en el que he estado muchas veces a lo largo de los años, pero no
me parece exactamente el tipo de lugar que visitaría Caroline.
—Le llamaré cuando hayamos terminado —le dice al conductor cuando
le abre la puerta del auto y le ofrece la mano.
La sigo, aceptando su ayuda, y le lanzo a Caroline una mirada
expectante. Ella mantiene los labios fruncidos. Con una actitud seria y
profesional que me recuerda a Win, se dirige directamente al interior y se
dirige a la primera tienda que quiere visitar. Salvatore Ferragamo. Como no
tengo ganas de comprar un bolso o una cartera nuevos, me quedo cerca
mientras ella pasa el dedo por un bolso de piel.
Como no me habla, decido enviarle a Win una selfie por mensaje de
texto. Su respuesta es inmediata.
97
Win: Compra de bolsos con mi madre. Has caído en lo más bajo,
Cinderelliott.
Yo: Pensé que habíamos decidido subir de nivel. Jugando el gran juego
aquí. ¿Recuerdas?
Win: Y yo que pensaba que el juego había terminado...
Yo: ¿Me ignoraste durante tres días y pensaste que me iría? Es como si
no me conocieras.
Le envío algunos emojis de ojos de corazón, ya que le encantan.
Naturalmente, no responde.
Caroline compra un bolso y nos vamos a la siguiente tienda. Me armo
de paciencia mientras espero a que llegue al punto de todo esto. No soy
estúpida. Ella no arrastra a alguien como yo a menos que tenga una agenda.
Como Winston, le gusta jugar con su víctima primero. Pero, como estoy
acostumbrada a él, dejo que se desahogue.
Pasamos por delante de una tienda de caramelos y un movimiento de
desaprobación de su cabeza me hace saltar. Casi pongo los ojos en blanco,
pero luego recuerdo que se trata de Caroline, no de Win. Esa clase de falta
de respeto podría valerme algo más que unos azotes. Nadar en el Hudson
no es mi idea de diversión.
Me hace pasar a una tienda de muebles y decoración. A pesar de no
estar aquí para comprar para mí, consigo encontrar un bonito juego de
salero y pimentero con forma de pájaro rosa. Su ceño se levanta al ver mi
compra.
—A Win le gustarán —le explico—. Le recordará a Shrimp.
Sus rasgos se contraen mientras trata de interpretar mis palabras.
Finalmente, se da por vencida y señala la caja registradora. Después de
pagar y de que lo hayan embolsado, la sigo de vuelta a la salida de la tienda,
al concurrido centro comercial. Esto dura una eternidad, pero pronto me
acostumbro a su intenso silencio. Me hace echar de menos a mi madre. Si
aún estuviera aquí, probablemente iríamos de compras al centro comercial
todo el tiempo.
Caroline, atenta a todo lo que la rodea, incluida yo, señala una parrilla
de lujo.
—Estoy hambrienta. ¿Servirá este lugar?
Está un poco por debajo de la elección normal de una multimillonaria,
pero huele lo suficientemente bien como para hacer que mi estómago gruña.
—Perfecto —estoy de acuerdo.
Una vez sentadas junto a una ventana que da al puerto deportivo de
North Cove, pide una botella de vino y finalmente dirige su intensa mirada
hacia mí. 98
—Así que —dice, su ojo crítico recorriendo mi frente, tomando cada
pequeño detalle de mí—. Has causado un gran revuelo a mi hijo.
—Bastante. —La inmovilizo con una mirada feroz.
Espera un momento antes de alisar su delicada palma sobre la
servilleta de lino.
—Tu familia debe estar horrorizada.
—No tanto como yo, te lo puedo asegurar.
—Estás avergonzada.
—No de Win.
Sus cejas se fruncen, la ira brilla en sus ojos.
—Por supuesto que no. Quiero decir...
—¿De mí misma? —me burlo—. Las cosas que Win y yo hacíamos eran
cosa nuestra. Estoy segura de que si difundieras la vida sexual de alguien,
sería humillante.
—¿Qué, entonces?
—Me preocupaba lo que pensaría su familia. —Lo que pensarían.
—¿Y por qué te importa?
—Ya sabes por qué.
—Explícamelo, cariño.
—Porque me gusta Win. Realmente, realmente, me gusta de verdad.
Se impacienta con mi uso excesivo de me gusta, pero supongo que es
más aceptable que el amor.
—Ve al grano.
—Equipo Constantine, ¿recuerda?
—Oh, sí, tus tontas ideas de formar parte de mi familia.
—Winston me necesita.
—Winston no necesita a nadie —escupe, con palabras como ácido.
—Eso no es cierto. Necesita a su familia. Necesita gente que le cubra la
espalda.
—¿Y esa eres tú?
—Sí.
Me mira fijamente, esperando que me explaye o le dé más explicaciones.
No lo hago. Eso es todo lo que hay que decir. Me necesita. Porque soy yo y
lo entiendo de una manera que nadie más lo hace. Porque puedo hacer que
baje la guardia y sea normal de vez en cuando. Porque lo humanizo. Lo
entretengo, pero también le doy la oportunidad de ser él mismo sin juicios 99
ni reparos.
—Mi padre me dijo hace poco que él y mi madre renunciaron al dinero
por amor. No todo en este mundo tiene un valor monetario. Algunas cosas
son mejores cuando no les arrojas una tarjeta de crédito de plástico negro.
—Mi AMEX es de metal, pero eso no viene al caso.
—¿Amabas a tu marido?
—Por supuesto —se burla—. ¿Qué clase de pregunta extraña es esa?
—Mucha gente de tu círculo social no siempre se casa por amor.
—Quería mucho a Lane.
—Si fuera pobre, ¿lo habrías seguido queriendo? ¿Si te vieras obligada
a renunciar a los bolsos de cuero italianos y a los chóferes personales y a
las tarjetas de crédito metálicas con dinero ilimitado? ¿Seguirías eligiendo a
Lane?
No responde a la pregunta, pero veo el brillo del amor en sus ojos. El
destello de la pena. Se habría casado con él si fuera pobre. Así que no es la
fría reina de hielo que pretende ser.
—Eso no viene al caso. El amor no dura.
O tal vez es una fría reina del hielo. Algo pasó en su matrimonio. No sé
qué, pero la hizo así. Hastiada.
—Es triste —digo, sin discutir sus palabras. Le pasó a ella, pero eso no
significa que me pase a mí.
—Tú no quieres a mi hijo —dice finalmente—, y él ciertamente no puede
quererte a ti. No lo permitiré.
—¿Por qué? ¿Por lo que hizo Meredith? ¿Nadie es lo suficientemente
bueno para él o sólo soy yo?
—Apenas has estado en su vida y mira todo el drama que has causado.
—Me hace un gesto de desestimación—. Se merece algo mejor.
—Se merece a alguien que se preocupe por él. Alguien que lo haga feliz.
Alguien que luche contra él cuando se comporte como un imbécil. Voy a
cuidar de él, te guste o no.
—¿Tú? —Arquea una hermosa y esculpida ceja—. ¿Tienes los medios
para cuidar de mi hijo?
—Ya me las apañaré —le digo, encogiéndome de hombros.
—Esa es una visión infantil.
—Al menos no es una cínica. Winston cuida de todos los que lo rodean.
Necesita que yo cuide de él de vez en cuando.
—Tu tono roza lo ofensivo y amenazante. Los Constantine no se toman
las amenazas a la ligera.
—Se ha pasado toda su vida siendo sólido como una roca e
100
impenetrable. La única vez que se ablandó, Meredith le mordió el culo —digo
su nombre mucho peor que como digo Layla o como Perry dice Tate—. Se
merece tener momentos tiernos y bajar la guardia.
—Y mira cómo le ha ido contigo —se burla.
—¿Sabes cuál es su helado favorito?
Su mirada es fría pero no dejo que me moleste.
—Él no come helado.
—Cherry Garcia. —Le dedico una sonrisa maliciosa—. ¿Sabías también
que cuando está quieto y no piensa en el peso de su imperio, juega con mi
cabello de una forma tan dulce y distraída que hace que me duela el
corazón? —Se me humedecen los ojos sólo de pensar en él. Estoy cansada
de esta distancia entre nosotros. Lo echo de menos—. Lane no era duro todo
el tiempo, ¿verdad? Apuesto a que a puerta cerrada y con sus hijos, era
cariñoso y tierno.
Gira la cabeza, mirando al puerto deportivo. Admiro su perfil. Incluso
con el sol brillando, resaltando cada detalle, es joven, vibrante y hermosa.
Estoy segura de que Lane estaba enamorado de ella. La gente no tiene tantos
hijos y no disfruta enormemente del otro.
—Puedo hacerlo feliz —digo suavemente—. Una vez que se dé cuenta
de eso, nada nos detendrá. Ni siquiera tú.
Sus ojos se dirigen a mí y me quitan todas las capas, como si vieran
partes de mí que ni siquiera sé que existen. Levanto la barbilla y la miro
fijamente. Mi padre no lucharía por mí, pero yo lucharé por Win. Incluso si
eso significa ir en contra de su temible madre y su obstinado ego.
—Vamos a pedir, cariño. El tiempo se nos escapa.

Caroline toma convenientemente una llamada justo cuando paramos


delante de mi edificio de apartamentos. Es una cosa de Winston. Evitar una
despedida incómoda fingiendo estar ocupado. Pero, como soy yo, interrumpo
su conversación para agradecerle y darle un abrazo. Ella se pone rígida y no
devuelve el abrazo. No me sorprende. El conductor me abre la puerta y salgo.
Una vez que recupera mi bolsa del maletero, me abre la puerta delantera
para hacerme pasar al interior. Me quedo mirando cómo vuelve al auto.
Con el bolso enganchado en un brazo y la bolsa de la compra en el otro,
envío un mensaje de texto a Win de camino al ascensor.
Yo: Deja que te prepare la cena.
Win: Has cenado con mi madre.
101
Yo: No dije que me lo fuera a comer.
Win: Paso. Tus habilidades culinarias son escasas.
Yo: Te echo de menos.
No responde.
Dejo escapar un suspiro de frustración, pero no me rindo. Más tarde le
enviaré una foto que no podrá ignorar. Sonrío cuando me topo con alguien.
—¿Ash Elliott?
Al levantar la cabeza, me encuentro con la mirada de un hombre con
el cabello engominado, un bronceado falso y unos dientes odiosamente
blancos. El mismo tipo al que Daniel tuvo que sacar fuera del edificio el otro
día. Y ahora está dentro de mi edificio.
—¿Eh?
—Soy Clay Povich del New York Daily…
—Sin comentarios —digo, apretando el botón del ascensor.
Las puertas se abren y él me sigue, llenando el espacio con su
abrumadora colonia. Lo ignoro y pulso el botón de la duodécima planta.
—No puedes ignorar a la prensa para siempre —dice, acercándose
demasiado—. Tenemos preguntas y es tu obligación responderlas.
—No tengo que hacer una mierda —gruño—. Vete.
—Una fuente dice que te alojas en este edificio por cuenta del señor
Constantine. ¿Es o no es cierto que eres una acompañante?
¿Cómo puede saber que me estoy quedando aquí y que Win está
pagando por ello?
Me tiembla la mano al marcar el número de Winston. Suena y suena.
Finalmente, me rindo y termino la llamada. Las puertas del ascensor se
abren en mi planta. Salgo corriendo hacia mi apartamento. Clay me pisa los
talones y me hace preguntas. Intento llamar a papá a continuación, pero no
contesta. El tipo se agita cada vez más cuando lo ignoro. Cuando me detengo
de repente delante de mi puerta, se abalanza sobre mí. Como los dos
estamos desprevenidos, cae sobre mí con fuerza. Mi cabeza golpea el marco
de la puerta. Todo queda en negro y sin sonido durante un tiempo
indeterminado.
Al final abro los ojos, haciendo un gesto de dolor contra las
palpitaciones de mi cráneo. Clay está de pie junto a mí, sacando fotos con
su teléfono. Tardo un segundo en darme cuenta de que el vestido se me ha
subido, dejando al descubierto mi braga rosa. Me bajo el vestido de un tirón
para cubrirme y le grito.
—¡Aléjate de mí!
—Sólo quiero respuestas —dice con un tono frío y seguro—, y estas 102
fotos desaparecerán.
—¡Vete a la mierda!
Clay está bloqueando la puerta de mi apartamento con su cuerpo,
haciéndome imposible entrar si decide ponerlo difícil.
—Probablemente harías eso, ¿no? Se rumorea que también te acuestas
con el otro Constantine, Perry. ¿Puedes dejar constancia de que, de hecho,
tienes una relación romántica con el hermano pequeño de Winston
Constantine?
Vuelvo a marcar a Winston, pero no responde. Las lágrimas han
empezado a arder en mis ojos, pero intento desesperadamente que no se me
caigan para que este imbécil no saque fotos de eso también. Le envío a Win
un mensaje rápido.
Yo: ¡Ayúdame!
Winston
N
ate sigue parloteando, pero yo no escucho. Cuando recibí la
llamada de Ash, supuse que la vería pronto. Sin embargo, el
mensaje me hace sentir una ola de pánico.
—Tengo que irme —suelto, colgando a Nate—. Acelera,
Daniel.
Daniel debe percibir mi urgencia, porque acelera, entrando y saliendo
del tráfico. Intento llamar a Ash, pero no responde. 103
¿Morelli?
Si ese hijo de puta le toca un solo pelo, quemaré esta ciudad hasta los
cimientos, empezando por todas las malditas ratas. Cuando llegamos a su
edificio de apartamentos ya estoy lleno de rabia, y me indigna aún más la
gran multitud de periodistas que salen de las furgonetas y empiezan a
agolparse en la puerta.
Hemos sido discretos.
Nadie, salvo un puñado de personas, sabe que está aquí, lo que
significa que alguien les avisó.
Pero no tengo tiempo para preocuparme por eso. Tengo que averiguar
qué demonios está pasando con Ash. En cuanto Daniel se detiene en la
acera, salgo volando del vehículo, desbordando de furia. Como si fueran el
Mar Rojo, se separan para dejarme pasar. Las vibraciones de enojo que estoy
emitiendo deben ser suficiente advertencia.
Una vez dentro, tomo el ascensor hasta el duodécimo piso. Oigo voces.
De hombre y de mujer. Sin pensar en más consecuencias, me abalanzo
sobre el imbécil que se cierne sobre Ash. Este lanza un grito de sorpresa
cuando me oye llegar, y se gira a tiempo para adoptar una expresión de
sorpresa sólo un segundo antes de que mi puño impacte en su cara. Se
desploma en el suelo, gimiendo de dolor. Ya no me preocupa este imbécil,
porque Ash está pegada a la pared, con la cara hundida en las rodillas y las
manos pegadas a las orejas. Bramando, se aleja de mí, frenético, los ojos
llorosos se posan en mí. Si el tipo no estuviera llorando como una perra, le
daría una paliza ahora mismo por haberle hecho esto.
—Hola, cariño —canturreo—. Soy yo. Soy yo. Estoy aquí. Ese imbécil
se va.
Tarda un segundo en comprender que realmente estoy aquí y que nadie
va a hacerle daño. Se arroja a mis brazos y se le escapa un puto sollozo
triste.
—Me siguió y me empujó hacia abajo. Me golpeé la cabeza. —Tiene
hipo, todo su cuerpo tiembla—. Cuando me desperté, mi vestido... y él
estaba tomando fotos...
—Hombre, no fue así —dice el hijo de puta desde detrás de mí.
Suelto a Ash y me abalanzo sobre él, agarrando su ahora magullada
cara con mi agarre castigador.
—¿Has tocado a mi puta novia?
El hombre gime.
—Yo... n-no... yo...
—Dame tu teléfono —gruño—. Ahora.
Me lo entrega. Encuentro varias fotos de ella inconsciente con su braga
rosa a la vista y unas cuantas grabaciones de voz. Después de borrar todas 104
las pruebas de su encuentro con ella, me guardo el teléfono. Ahora es mío.
—Escucha, imbécil —gruño, empujándolo contra la pared—. Te irás de
aquí de una puta vez. Y cuando mi abogado te llame, será mejor que estés
preparado para cantar como un puto canario sobre cómo te enteraste de
que iba a estar aquí y quién demonios te avisó. Tu carrera y tu reputación
dependen de ello. Vete antes de que cambie de opinión y te dé una patada
en el culo por doce tramos de escaleras.
Lo suelto y lo persigo con la mirada mientras corre hacia el ascensor.
En cuanto se va, uso mi llave para abrir la puerta de Ash. Luego, meto su
teléfono, que está en el suelo junto a ella, en su bolso, lo recojo junto con su
bolsa y los coloco justo dentro. Ella se queda en el suelo, visiblemente
agitada. La tomo en brazos y la llevo por el umbral como si fuera mi novia.
No sé qué tiene esta mujer, pero hace aflorar un lado feroz y protector en mí
que no sabía que existía.
Por mucho que me enoje o crea que quiero apartarme de ella, no puedo
ni engañarme. Se siente bien entre mis brazos, llenando mi nariz con su
dulce aroma, y su sola presencia invadiendo otras partes de mí que no
funcionaban antes de conocerla. Mi corazón late salvajemente por ella, y no
sé si podré detenerlo ahora que ella le ha dado una descarga de vida como
un maldito desfibrilador.
La dejo en su cama y cierro el apartamento. Shrimp se vuelve loco de
emoción al verme, pero estoy demasiado concentrado en Ash como para
prestarle atención todavía.
Arrodillándome frente a Ash, coloco las palmas de las manos en sus
caderas e intento leer su expresión.
—¿Estás bien?
—Te he echado de menos.
Por supuesto que a esta maldita chica le importaría más nuestra
relación que el hecho de que un imbécil la aterrorizara en el pasillo.
—Yo también te he echado de menos —admito—. Puedo darte palabras
floridas más tarde. Estoy más preocupado por tu cabeza y por si ese hijo de
puta te ha tocado.
—Has venido. Llamé y viniste.
—¿Qué tan fuerte te golpeaste la cabeza?
—Ya es bastante difícil que sean dos y no me estoy quejando. Es casi
como tener un trío...
La interrumpo con un beso brutal en sus labios carnosos. Al saborearla
de nuevo, un torrente de alivio me recorre. Me siento bien al tenerla en mis
manos una vez más. Le paso un brazo por la espalda y la subo a la cama.
Deja escapar un suspiro cuando acomodo mi cuerpo sobre el suyo. Mis 105
labios vuelven a encontrar los suyos y me tomo mi tiempo para besarla,
volviendo a aprender su lengua y sus labios como si no la hubiera besado
hace tres días.
Estoy durísimo, pero podría conformarme con besarla toda la noche.
¿Eso me convierte en un marica?
Probablemente. Ahora mismo, no me importa. Puede que me arrepienta
más tarde, pero no ahora. Ella no sabe a arrepentimiento, sabe a felicidad y
no puedo devorarla lo suficientemente rápido, hambriento de llenarme de
una emoción tan dichosa que me ha sido negada durante demasiado tiempo.
Me separo de nuestro beso para mirarla. Verla en la oficina pero no
tocarla ha sido una tortura por mi cuenta. He estado ocupado apagando
fuegos y tratando de entender qué es lo que tiene Ash que me vuelve tan
loco. No estoy más cerca de averiguarlo. En cambio, sólo he conseguido que
la eche de menos.
—¿Te has divertido comprando con mi madre?
Mientras ella estaba fuera con mi madre, yo estaba metido hasta las
rodillas en toda la mierda que Ulrich me ha ido descubriendo. Mi día ha sido
productivo, por decir lo menos.
Una sonrisa se dibuja en sus hinchados labios rosados.
—Divertirse es una exageración. He sobrevivido.
—Parece que siempre lo haces cuando se trata de ella.
—No terminé en el Hudson, así que ahí está eso. —Sus ojos color
avellana centellean—. Te he comprado un regalo.
—Le compraste un regalo a tu no-novio.
—Mi novio en negación —corrige.
—Creía que estabas enojada conmigo por haber abandonado nuestro
trato. —Arqueo una ceja hacia ella—. ¿Lo has olvidado?
—Siempre estoy enojada contigo, Win. ¿Qué más hay de nuevo? No
significa que no ame...
Le tapo la boca con la mano, dejando que el resto de la frase se
amortigüe.
—Te golpeaste la cabeza demasiado fuerte, Cinderelliott. Te está
desesperando más de lo normal.
Retiro la mano y vuelvo a besar su bonita boca. Esta vez, el beso se
ensucia rápidamente y me encuentro recorriendo a mordiscos su mejilla y
su mandíbula hasta llegar a su garganta. Sus pechos se agitan con cada
respiración que da.
—Este escote fue cruel —me quejo, bajándole el vestido para poder
maravillarme con sus tetas que han estado casi a la vista todo el día—. Tuve
que irme para no follarte sobre el escritorio de Deborah. 106
—Para ir a comer con Layla.
Muerdo su jugosa teta que está a punto de salirse del sujetador.
—Mmhmm.
—Sin embargo, sólo hizo que me echaras más de menos, ¿verdad?
Ignorándola, tiro de las copas de su sujetador para liberar sus
preciosas tetas. Me meto uno de sus pezones en la boca y me encanta el
gemido que emite. Me voy turnando para chupar cada uno de los pezones
hasta que los dos están duros como piedras. Una vez que estoy satisfecho
con lo rojos y húmedos que están, chupo la piel de sus pechos, con el único
propósito de marcarlos con moretones morados para que me recuerde más
tarde.
—Hazme el amor —murmura, con los ojos pesados y la boca
entreabierta—. Por favor.
—¿Y la compensación? —pregunto mientras me siento para quitarme
la chaqueta del traje.
—Ya me has salvado. Es mi turno de agradecerte.
No discuto esa lógica y me arranco la ropa a una velocidad récord. Una
vez que le he arrebatado el vestido y la ropa interior, bajo a besos hasta su
coño. Su excitada fragancia hace que se me haga la boca agua por probarla.
Me parece que han pasado eones desde que le pasé la lengua por aquí,
cuando en realidad sólo han pasado unos días.
—Abre las piernas y déjame ver lo mojada que estás —ordeno—. Hacer
de damisela en apuros te excita.
Mi sucia chica separa sus muslos, revelando toda su resbaladiza
dulzura para mí. Sonrío mientras me sumerjo, ansioso por tenerla en mis
labios y mi lengua.
—Win —grita mientras mi lengua se desliza por su raja—. ¡Oh, Dios!
Chupo uno de los labios de su coño antes de mover mi lengua entre
ellos buscando su apretado capullo de placer. Ella se estremece ante el
contacto y emite un gemido.
Joder, sabe tan bien.
Como el Starburst de cereza dulce y mía.
Definitivamente sabe como mía.
Le doy un pellizco en el clítoris, lo que la pone al límite, gritando mi
nombre como si estuviera enojada conmigo. Pero por la forma en que vibra
su cuerpo, diría que le gustan mis esfuerzos. Antes de que termine de
recuperarse, acaricio mi polla a lo largo de su coño resbaladizo empujando
dentro de ella con una fuerte y reivindicativa embestida.
Agarrando su garganta con un suave apretón, aprieto lo justo para 107
llamar su atención. Sus ojos de color avellana se fijan en los míos mientras
la follo hasta el olvido. Por mucho que hayamos tenido sexo, me gusta
mirarla mientras meto mi polla en su cuerpo necesitado. Es una descarga
de fuego que me consume todo el cuerpo, que quema todo menos a ella.
Mis labios vuelven a encontrar los suyos y se me hace agua la boca.
Ella grita sus alabanzas mientras yo devoro su lengua y sus labios. Los
sonidos húmedos y jugosos que emiten mis embestidas son una prueba de
lo bien que la hago sentir. Me encanta tener este poder sobre ella.
Sus uñas me revuelven el cabello, desordenándolo. Un tacón me
presiona el culo y me pregunto si me saldrá un moretón. Aprieto las caderas
contra ella, tratando de follar lo más profundo que pueda dentro de ella.
Quiero llenarla de tanto maldito semen que salga de ella durante días.
Esa es una buena manera de dejarla embarazada.
Otra vez con esos pensamientos peligrosos.
Ella me hace esto. Es fácil olvidar quién soy cuando estoy metido hasta
las pelotas en esta niña y pretendo ser su héroe. Puedo imaginar un mundo
en el que ella lleva a mis hijos y sostiene mi corazón. Con esos estúpidos
pensamientos bailando en mi mente, me corro con un gruñido. Su coño se
aprieta al ritmo de cada latido de mi liberación.
No me separo inmediatamente de ella. Me embriaga su olor, su sabor y
su tacto, y entierro mi cara contra su cabeza para poder inhalarla. Mi polla
se ha ablandado y puedo sentir cómo se corre en ella. Lamentablemente, me
deslizo fuera de ella para tumbarme a su lado, pero sólo porque quiero volver
a introducir el semen en su cuerpo. Lleva una sonrisa divertida que ignoro.
—Win...
—Ojos de corazón —me quejo—. No es una mirada bonita.
—Te encanta. —Su sonrisa triunfal sólo se amplía cuando no discuto.
Mañana puedo volver a ser el maldito Winston Constantine. Esta
noche, me gusta ser simplemente suyo. Este hombre. Simple y disponible y
protector. Y, con mis dedos, mojados con mi semen, ahora burlándose de
su culo porque no somos nosotros a menos que nos pongamos un poco
desagradables.
Ya estoy fantaseando con follarme su culo, pero mi teléfono empieza a
sonar desde mi montón de ropa en el suelo. Como estoy esperando a saber
cuándo es mi reunión de esta noche, tengo que contestar. Retiro mis dedos
de su coño y los pongo en sus labios. Con sus ojos calientes clavados en los
míos, chupa el semen como la chica sucia que es.
Maldita sea, nunca me cansaré de esto.
Tonto.
108
Me alejo de ella, concentrado en averiguar quién me llama. El número
desconocido me hace fruncir el ceño, pero contesto de todos modos.
—Constantine.
—Follando con la puta en el apartamento de puta. Así es como lo
llaman ustedes, ¿verdad? Qué bonito —gruñe la voz en la otra línea—. No
puedes vigilarla siempre. Esta noche fue la prueba.
Se me hiela la sangre.
—No me vuelvas a llamar, imbécil.
Scout Mannford. Debería haber sabido que no sería la última vez que
oiría hablar de los jodidos.
—Lo que hiciste... —Aspira un aliento agudo y furioso—. Te haré pagar,
hijo de puta. Te haré daño como me hiciste a mí y a mis hermanos. —Su
risa es cruel—. Empezaré con la zorra de mi hermanastra. Dile que la
próxima vez no dudaré en follármela. Tal vez tengamos un escándalo sexual
propio.
—Tócala y será lo último que hagas —advierto, la malevolencia tiñe
cada una de mis palabras.
—Oh, la tocaré. No puedes protegerla para siempre. Quizá me cuele en
tu piso la próxima vez que te escapes por negocios. Le cortaré la garganta
después de follármela. Diviértete explicando por qué hay una prostituta
muerta en tu cama.
Esa imagen de Scout hiriendo a Ash y luego descuartizándola como
una calabaza me dará putas pesadillas. Volviendo el odio hacia él, siseo:
—¿Puedes hacer todo eso desde una silla de ruedas? —Una pausa
mortal—. No lo creo. Adiós, mocoso.
La línea se corta.
—¿Quién era? —exige Ash, con el cabello revuelto y los ojos
desorbitados por la preocupación.
Ella lo sabe. Por supuesto que lo sabe. Y por la expresión de horror en
su cara, está más aterrorizada por sus hermanastros que por los Morelli sin
ley.
—Empaca tus cosas y tu pájaro. Te vas a casa.

109
Ash
¿A
casa?
Sacudo la cabeza mientras el pánico amenaza con
consumirme. Papá no me habla y Manda me odia. Los
trillizos. Un escalofrío me recorre. No puedo ir a casa.
Nunca más.
—No puedo —digo con voz ronca—. Por favor, Win, no me hagas volver
con ellos. 110
Está a punto de subirse la cremallera del pantalón cuando mis
palabras por fin se registran en su cerebro. Sin camisa y con una expresión
de fuego en la cara, parece un ángel vengativo, hermoso, dorado y perfecto.
—Mi casa, Cinderelliott. Que me condenen si ese enfermo hijo de puta
o sus dos clones se acercan a menos de quince metros de ti.
En casa. Su casa.
Me arrastro por la cama, con su venida todavía corriendo por mi
cuerpo, y me acerco a él. Se acerca a mí y me permite rodearle el cuello con
los brazos.
—¿Era Scout? ¿Qué quería?
Su cuerpo está tenso y vibra con la violencia contenida.
—Algo que nunca tendrá.
La palabra no dicha es "tú". El terror ante la idea de que vuelva a
quedarme sola con Scout es ahuyentado por la protección de Win que me
envuelve. Quiere llevarme a casa. A mí y a nuestro pájaro.
—Déjame ducharme y luego podemos irnos.
Corro por la ducha tratando de controlar el pánico que me invade.
Estúpidamente había pensado que los trillizos ya no eran una amenaza. Son
vengativos y malvados. Ahora que les han quitado todo, harán todo lo que
esté en su mano para devolverle a Winston lo que hizo. Y eso significa yo.
¿Podré liberarme alguna vez de esos monstruos?
Para cuando me visto y salgo del baño, Winston está en modo jefe de
sala de juntas, gritando órdenes a alguien por teléfono. Sería intimidante si
no fuera por el pájaro rosa que se posa en su hombro, cazando bichos en su
cabello. De vez en cuando, Winston se acerca para acariciar a Shrimp en la
parte superior de su cabeza. Me resisto a sonreír mientras recojo mi ropa y
mis cosas de aseo.
Al final cuelga a su interlocutor y deposita cuidadosamente a nuestro
pájaro en su jaula. Una vez que Shrimp está seguro dentro, Winston se
acerca a mí. Me agarra la mandíbula con su agarre castigador y me da un
beso abrasador en los labios. En momentos como este me acuerdo de por
qué aguanto toda la mierda cuando se trata de Win. Porque hay mucho
potencial para que seamos algo fuerte e imparable.
—Es hora de irse, Cinderelliott.
Cuando salimos del apartamento, un tipo enorme y aterrador vestido
de negro nos mira con ojos de odio. Antes de que me dé tiempo a asustarme,
Winston lo saluda con un movimiento de cabeza.
—¿Te has ocupado de los periodistas? —le pregunta Winston,
dirigiéndose a los ascensores, y nosotros dos lo seguimos.
—Xavier lo está manejando —dice el tipo fornido—. Yo soy Todd. 111
Me relajo un poco.
—Ash.
—Encantado de conocerte, Ash. No dejaremos que estos imbéciles se
acerquen a ti. —Me guiña un ojo—. Sólo quédate cerca y no hables con
nadie.
Entramos en el ascensor y Winston es una estatua fría. Me inclino
hacia él, necesitando algo de su fuerza porque me asusta un poco tener que
enfrentarme a más gente como Clay. ¿Y si Scout está ahí fuera? Tiemblo y
Win me planta un beso en la cabeza. Es un gesto tan dulce y sencillo que
haría un novio. Más tarde le echaré la bronca por ello. Pero ahora no. Ahora
lo necesito.
Winston me guía hacia el exterior una vez que suena el ascensor. Una
multitud de periodistas se ha reunido frente al edificio. Mantengo la cabeza
baja y muevo las piernas rápidamente para seguirle el ritmo. Prácticamente
me empuja al vehículo que espera en la acera. Una vez que mi pájaro está
guardado a mi lado, él sube a mi otro lado.
—Señorita Elliott. —Los ojos de Daniel están preocupados en el espejo.
—Todavía te mantengo en nuestra cita turística, Danny Boy.
Se ríe.
—Veré lo que puedo arreglar.
Winston, como el imbécil que puede ser, pulsa el botón para cerrar la
mampara. Lo miro con el ceño fruncido.
—No coquetees con la ayuda, Cinderelliott.
—Yo soy la ayuda y tú haces mucho más que coquetear conmigo —
argumento—. Estoy bastante segura de que tu semen sigue corriendo por
mi pierna.
Sus fosas nasales se dilatan.
—Siempre presionando mis botones.
—Tengo que compensar todos los días que me has evitado.
—¿Todos esos días? Fueron tres. No exageres.
Todo el jugueteo se desvanece cuando tomo su mano, enlazando sus
dedos con los míos. Sorprendentemente lo permite, apretando mi mano una
vez.
—Win, ¿estamos bien?
Una sonrisa malvada se dibuja en una esquina de sus labios.
—No, bebé, no estamos bien. Eso no es como estamos. Estamos mal,
pero no te preocupes, somos muy, muy buenos en eso.
En palabras de Win, somos buenos. 112
—Me llamaste bebé —me burlo, apenas pudiendo contener una risita.
—Si el zapato encaja, Cinderelliott...
—Imbécil.
—Y por alguna razón te gusto.
Oh, no, Constantine. No me gustas. Ni siquiera un poco.
¿Pero el amor?
Es mejor que creas que me he enamorado de ti a pesar de todos tus
intentos de evitar que lo haga. Y voy a arrastrarte conmigo, te guste o no.

Sigo a Winston a su apartamento y me sorprende encontrar a Keaton y


a Perry tumbados en el sofá. Winston coloca la jaula de Shrimp en su lugar
habitual en el salón y luego lo libera. Nuestro pájaro pía alegremente y vuela
directamente hacia su lámpara de araña favorita. Keaton sonríe a Winston
y Perry se limita a sonreírle como un idiota.
—No —gruñe Winston.
Perry se ríe.
—¿Qué? Yo no he dicho nada.
Winston dispara a sus dos hermanos una mirada ardiente.
—No me mires así.
—Sólo estoy sonriendo. —Desvía Perry—. No es un crimen, Winny.
—Y yo sólo trato de entender qué es exactamente lo que acabo de
presenciar —dice Keaton, levantando la cabeza para ver a Shrimp batir sus
alas emocionado.
—Puedes observar al pájaro más tarde, chico —se queja Winston—.
Ahora mismo, tenemos que discutir una mierda de familia.
La mirada de Keaton se dirige a mí. Sus rasgos se tensan cuando
observa mis ojos rojos e hinchados. Estoy segura de que parezco una
absoluta mierda después del día de mierda que he tenido.
—¿Anthony tiene algo preparado? —pregunta Perry, inclinándose hacia
delante en el sofá, apoyando los codos en las rodillas.
Está entusiasmado, mientras que Keaton está recostado con sus
voluminosos brazos estirados sobre el sofá, sin preocuparse por nada.
Dejo las maletas en el suelo y me dejo caer en el cojín entre Perry y 113
Keaton. Winston cruza los brazos sobre el pecho, con el ceño fruncido.
—Hablé con él hace un rato —dice Winston—. Hemos quedado con los
Morelli en un restaurante en territorio neutral.
—Espera... —Me tenso ante sus palabras, frunciendo el ceño—. ¿Te vas
a reunir con los Morelli?
—Voy a recuperar mi maldito edificio. —Los ojos azules de Winston
brillan con victoria—. Leo la ha cagado. Sabía que lo haría y por eso lo até
con un acuerdo vinculante. Esta reunión es simplemente una oportunidad
para verlo hacer un berrinche mientras me lo devuelve.
Su arrogancia, cuando se dirige a mí, es molesta, pero cuando está
jodiendo a alguien que realmente se lo merece, me hipnotiza. Winston
Constantine es un hombre poderoso que consigue lo que quiere sin importar
el costo o el esfuerzo.
—Estás obsesionado con ese edificio —bromeo, disfrutando de la forma
en que sus labios se mueven hacia un lado al oír mis palabras.
—Aww. —Perry me tira de un mechón de cabello—. Tú y Winny se
besaron y se reconciliaron.
—Tenemos que volver a mudarnos —digo con una sonrisa triunfal.
Keaton suelta una carcajada mientras Winston pone los ojos en blanco.
—No puedes volver a mudarte si nunca has vivido aquí en primer lugar
—explica Winston como si fuéramos niños densos y él fuera el papá—. Tú y
el pájaro...
—Nuestro pájaro —interrumpo y Shrimp pía fuerte en acuerdo desde
arriba de nosotros—. Shrimp es nuestro pájaro.
—Tú y el maldito pájaro simplemente están siendo reubicados. —Me
lanza una mirada agitada—. Por el amor de Dios, Cinderelliott, saca los
corazones de tus ojos.
—No es la única que tiene el corazón en los ojos —murmura Perry
imprudentemente a mi lado.
Winston saca el dedo medio y lo agita hacia él.
—Basta ya de esto. Tenemos cosas importantes que discutir. En primer
lugar, ¿alguien filtró el hecho de que Ash se estaba quedando en el
apartamento de putas?
—¿El apartamento de putas? —murmura Keaton, con diversión en su
voz.
—¿Por qué? —exige Perry, poniéndose serio—. ¿Qué ha pasado?
—Un periodista me estaba esperando arriba y... —Me estremece el asco
que me recorre las venas—. Era un asqueroso.
Winston saca un teléfono y se lo lanza a Keaton. 114
—Quiero todo lo que puedas encontrar sobre este periodista. Pon a
Ulrich en ello si es necesario. Luego, quiero que lo destruyas. Los pervertidos
que noquean a las mujeres y luego sacan fotos de su puta ropa interior
mientras están inconscientes merecen mucho más que una simple paliza.
—¿Qué carajos? —gruñe Keaton—. Estoy en ello.
Le lanzo una sonrisa de agradecimiento.
—No mucha gente sabía dónde se alojaba Ash —continúa Winston—,
pero la prensa se enteró. Lo jodidamente alarmante es cómo lo sabía Scout
Mannford. Estoy seguro de que lo filtró, pero la gran pregunta es cómo lo
supo.
Estoy a punto de mencionar a Nate, pero eso no salió muy bien la
última vez, así que en su lugar lanzo a Deborah bajo el autobús.
—Tu secretaria me odia. Dejó mi pájaro y mis pertenencias. Tal vez fue
ella.
—¿Y Nate? —pregunta Perry y yo quiero chocar los cinco con él.
—Hmm. —Es todo lo que dice Winston—. Llegaré al fondo del asunto.
Después de mi reunión con los Morelli. Pero, el mayor problema que
tenemos son las amenazas que Scout me lanzó.
Keaton se inclina hacia delante, con el cuerpo tenso y con ganas de
pelea.
—¿Necesitas que le patee el culo?
—Pronto se ocupará de él —gruñe Winston—. Permanentemente.
Eso suena siniestro, pero en este momento, no me importa. Estoy
cansado de que Scout y sus hermanos intenten hacerme daño a cada paso.
Perry me aprieta la rodilla.
—¿Estás bien?
—Ash está bien. No ha hablado con él y no tendrá que hacerlo. Si se
acerca a ella, que se joda. —La orden de Win se dirige a Keaton—. Necesito
que la vigiles mientras Perry y yo tenemos la reunión con los Morelli esta
noche. Nadie entra en este apartamento.
Winston se pasea delante de la jaula vacía. Suele estar bien controlado,
así que es un poco desconcertante verlo tan desencajado.
—¿Estarán a salvo? —pregunto, atrayendo la intensa mirada de
Winston hacia mí—. ¿De Leo?
Winston se burla.
—Vamos a hacer todo el trabajo en esta reunión. Leo no estará a salvo
de nosotros.
115
—¿Y si Leo se pone en modo bestia y decide darte una paliza? —exige
Keaton, haciendo que mi estómago se retuerza violentamente—. He oído
rumores sobre él. Esto es algo más que un mal negocio. Esto es de vida o
muerte. No me dejes a cargo de esta familia. Juro por Dios que te encontraré
en el infierno y te mataré de nuevo si lo haces.
—Mantén tu braga puesta —dice Winston—. No harán nada en público.
Y si lo intentan, para eso están Xavier y Todd.
Keaton se tranquiliza, pero sólo un poco.
—No los provoques. Sólo agarra tu estúpido edificio y sal de ahí.
—¿Has conocido a Winston? —pregunta Perry, resoplando—. Provocará
a Leo hasta que pierda la cabeza sólo por el valor del entretenimiento.
—Por favor, no —murmuro, clavando los ojos en Winston—. No puedo
criar a nuestro pajarito yo sola. Necesita un papá.
Los labios de Winston se mueven pero no sonríen.
—Me aseguraré de que su herencia sea suficiente.
Keaton se ríe, sacudiendo la cabeza.
—Nunca pensé que vería el día en que...
—Y no verás otra si terminas esa declaración —le suelta Winston a
Keaton y luego a Perry le grita—: Vamos.
Me lanzo desde el sofá y salto a los brazos de Winston. Él me atrapa
por instinto, sus palmas se dirigen a mi trasero. Con mis dedos hundidos
en su cabello, lo beso como si fuera el último. Me complace con una pequeña
acción de lengua y luego me golpea el culo.
—Podemos hacerlo más tarde —refunfuña.
—¿De tu cama? —Bato mis pestañas hacia él—. Por favor. Pagaré
generosamente por ello.
—No quiero oír esto —se queja Keaton—. Voy a ver lo que Francis puede
cocinarme.
Al pasar, Winston me saca de su cuerpo y me pone de pie.
—Lo digo en serio. Nadie entra en este apartamento.
Casi puedo leer la advertencia en su mirada. Ni siquiera Nate. No te
preocupes. No voy a caer en eso otra vez.
—No dejaré entrar a nadie. —Le aliso el cabello que había desordenado
durante nuestro beso—. Y nunca respondiste a mi pregunta.
Perry se ríe mientras se levanta del sofá.
—En ese sentido, yo también me voy. ¿Conduces tú o lo hago yo?
—Daniel —dice Win—. Le dije que esperara en el valet.
—Iré a sentarme en el auto para que los tortolitos se besen. 116
Winston ignora el comentario de su hermano, y en su lugar deja que
su mirada caliente se arrastre hasta mis labios.
—¿Cómo lo vas a pagar?
Le gustan nuestros juegos tanto como a mí.
—¿Qué quieres?
—Es algo peligroso preguntarle a un hombre que lo tiene todo —
advierte—. Puede que sea algo que no puedas darme.
—Encontraré la manera de hacerlo.
—Tan desesperada. —Se acerca y engancha un dedo bajo mi barbilla,
levantando mi cara hacia arriba—. Si vas a estar en mi cama, tal vez debería
atarte para que no te sientas necesitada y te aferres a mí toda la noche.
—Hmm, desnuda y atada en la cama de un multimillonario. Realmente
me has convencido, Win. ¿Dónde me apunto?
Me pasa el pulgar por el labio inferior.
—Tu boca inteligente necesita ser castigada.
—Seré la adolescente desnuda en tu cama esperando a que me
mancilles.
Su mirada es asesina. Sin embargo, me entretengo mucho cuando mi
palma cubre el bulto de su pantalón. Este tipo es mío. Una pareja perfecta
para mí. Siempre dispuesto a hacer las mismas cosas sucias que yo quiero
hacer.
—Por favor, ten cuidado —le digo, poniéndome de puntillas para rozar
un beso sobre su hermosa boca.
—Tú cumple tu parte del trato y yo pasaré esta noche para cumplir la
mía.
Con esas palabras, gira sobre sus talones, dejándome sola, pero
llevándose mi corazón con él.
Será mejor que lo traiga de vuelta.

117
Winston
E
l Manhattan Mile High Club es un elegante restaurante
situado en el piso ochenta de uno de los edificios más altos
que no tengo. Todavía. Pertenece a una familia que lleva en
esta ciudad mucho más tiempo que los Constantine. Sin
embargo, no pueden mantenerlo para siempre. Al final me lo venderán
porque seguiré endulzando el trato hasta que lo hagan.
—¿Crees que esto irá bien? —pregunta Perry, con tensión en la voz,
mientras nos acercamos a la acera frente al edificio.
118
—Lo hará.
—Tan seguro de ti mismo.
—Tengo que serlo —le digo encogiéndome de hombros—. Si dudo de mí
mismo, entonces mi oponente también lo hará. Si entro en cada combate
sabiendo que voy a ganar, ellos nunca tendrán una oportunidad. —Empieza
a abrir la puerta, pero lo detengo agarrándolo del brazo—. Quédate tranquilo
y deja que yo o Anthony hablemos. Entraremos y saldremos pronto. Por
alguna razón, si Leo pierde la cabeza y las cosas se desvían, busca a Xavier
y a Todd y lárgate.
Me mira con el ceño fruncido, con los ojos oscurecidos por las sombras.
—Si las cosas se tuercen, te encontraré y me largaré. No te voy a dejar,
Winny. Nunca.
—Mamá no me dejará oír el final si dejo que maten a su hijo de oro.
—Sé que en el Mundo de Win, eres ese único héroe oscuro que salva a
todos los que están cerca de él, pero en el mundo real, tu hermano, que
puede bancarse tanto o más que tú, te va a respaldar pase lo que pase. No
tienes que hacerlo todo tú solo. —Levanta un puño—. Equipo Constantine,
¿recuerdas?
—No voy a chocar tu puño como si fuéramos adolescentes rufianes. Y
has estado saliendo demasiado con Ash.
Se limita a sonreírme, todavía con el puño en alto como un idiota.
Finalmente lo golpeo, para que salga del maldito auto y continúe.
Entramos en el edificio de Manhattan que, por lo que sé, existe desde
el principio de los tiempos. El vestíbulo es elegante y desprende un aroma
inconfundible y empalagoso a dinero antiguo y privilegio, dulce y un poco
amargo. Mientras que la mayoría de mis edificios han sido renovados y
actualizados con los cambios de los tiempos, este en particular todavía
ostenta el Art Deco de finales de los años 30. Las incrustaciones geométricas
de latón adornan los techos abovedados, los suelos de terrazo brillan como
si hubieran sido pulidos recientemente a la perfección y las puertas de
cristal grabadas a lo largo del pasillo que lleva a los ascensores completan
el aspecto antiguo.
Cuando este edificio sea mío, arrancaré todo esto y le daré un cambio
de imagen muy necesario.
Perry y yo estamos frente a las puertas de latón del ascensor, mirando
nuestro reflejo distorsionado. Desde este punto de vista, podríamos ser
gemelos. Ambos trajeados. Ambos rubios. Ambos de complexión similar. A
pesar de que mi hermano es un niño haciéndose mayor parte del tiempo,
está avanzando considerablemente en lo que respecta a esta familia y a
Halcyon. Tal vez tenga razón. Tal vez no tengo que soportar toda la carga. 119
Una vez, compartí esa carga con papá. Se sentiría bien descargar parte de
ella en Perry una vez que pueda manejarla.
El ligero tintineo del ascensor indica que está listo para nuestro
ascenso a ochenta pisos en las nubes, donde nos espera una familia de
ratas. Los pasos se acercan y, antes de que entremos en el ascensor, dichas
ratas corretean a nuestro alrededor, ahuyentando el olor natural del edificio
con el de la agresión. El cuerpo de Perry se tensa, pero yo los ignoro y entro
en el ascensor. Mi hermano y yo nos ponemos de espaldas a la pared
mientras los Morelli entran en fila.
—Buenas noches, caballeros —saludo, con una sonrisa lobuna—. Si
les gusta el filete, el Manhattan Mile High Club tiene el segundo mejor... —
Me detengo, palmeando mi mandíbula—. Ahora que Edge ya no está,
supongo que el suyo es el mejor.
Lucian no me recompensa con una reacción, permaneciendo rígido y
con cara de piedra. Leo, sin embargo, es previsiblemente un bastardo. Me
mira con una amenaza fulgurante. Lucian debe tenerlo atado porque no dice
nada. El ascensor se llena de gente cuando se les unen varios
guardaespaldas y un hombre con una gruesa carpeta de archivos metida
bajo el brazo. Por lo que parece, es uno de sus abogados estúpidos. Es
ridículo que nosotros dos nos enfrentemos a este ejército de imbéciles.
Seguramente van cargados de armas, mientras que lo único que llevamos
Perry y yo es nuestro poderoso apellido y nuestras pesadas carteras. Los
Morelli son vaqueros temerarios en un mundo que hace tiempo que se les
ha borrado. Mientras que todos los demás en esta ciudad han evolucionado
y se han dado cuenta de que el dinero es la hoja más afilada que existe, ellos
siguen aferrados a sus armas y a sus putas actitudes machistas.
Perry aprieta el botón del piso 80 y luego mantiene las manos enlazadas
frente a él. Me tomo mi tiempo para recorrer con la mirada a cada uno de
nuestros enemigos, observando todas sus imperfecciones una por una.
—¿Sólo ustedes dos? —pregunta Lucian levantando una ceja oscura—
. ¿No están un poco... desprevenidos?
Miro a Leo de forma directa.
—Creo, Lucian, que tu hermano menor fue el que no estaba preparado
cuando empezó a hacer tratos que no era capaz de mantener.
El ascensor suena y se abre en la planta 27, salvándonos de una
explosión de Leo. Una pareja de ancianos en un nivel residencial observa a
la tensa multitud y nos hace señas de que tomarán el siguiente ascensor.
Las puertas vuelven a cerrarse. Mi teléfono zumba y lo saco para leer un
mensaje de Ulrich.
Ulrich: Encontré más cosas para usted, jefe. Se lo di todo a Tony antes.
Yo: Buen trabajo.
120
Los ascensores se abren de nuevo en la planta 68. Un hombre con traje
—mi hombre— sube. Xavier no dice nada mientras su imponente presencia
llena el espacio, por lo demás abarrotado. Ahora ambos tenemos seguridad.
Sé que contratan a los mejores. Nosotros también. Espero que ninguno de
ellos tenga que sacar sus armas durante esta reunión.
El tic en la mandíbula de Lucian me dice que se da cuenta de que sabe
que no debe subestimarme. Mi expresión es de suficiencia. Si lo irrita, se las
arregla para mantenerlo a raya. Nos detenemos en otro piso cerca de la cima,
haciendo sitio a Todd. Mientras Xavier tiende a ser más melancólico, Todd
es un poco más amigable. Sin embargo, esta noche no sonríe. Mis dos
hombres son un muro tenso de músculos que bloquean las puertas del
ascensor. El malestar que desprenden los Morelli es un buen aperitivo antes
de que me dé un festín con su estupidez.
Finalmente, las puertas se abren y nos dejan en la planta 80. Los
sabrosos aromas de la carne de vacuno perfectamente cocinada y el ajo que
flota en el aire hacen que mi estómago gruña. Sin embargo, renunciaría a
cualquier comida de cinco estrellas para comer una hamburguesa con Ash.
Intento no pensar en ella haciendo esa mierda bizarra en mi cocina la
próxima vez, pero los pensamientos irrumpen de todos modos. Descalza y
con un moño desordenado sobre su cabeza. Una sonrisa descarada y
moviéndose como si mi espacio le perteneciera. Es un pensamiento
peligroso, uno que no he estado interesado en entretener hasta ahora.
Las cosas están cambiando.
Estoy empezando a aceptar que Ash es una oponente formidable.
Ella juega mi juego mejor que yo.
Por muy tentador que sea pensar en la chica que irrumpió en mi mundo
dejando un rastro de envoltorios de Starburst, plumas rosas y un montón
de jodida actitud, necesito centrarme.
Tengo que avergonzar a los Morelli.
El maître nos saluda y nos conduce por el concurrido restaurante hasta
una mesa de ocho comensales situada en un rincón con ventanales del suelo
al techo. Está preparada para seis cubiertos. Anthony está sentado junto a
una de las cabeceras de la mesa, con un grueso archivo de papeles sobre el
tablero. Los matones y mis dos hombres flanquean las ventanas a ambos
lados, permaneciendo cerca por si se les necesita, pero fuera del alcance de
nuestros negocios.
Tomo asiento en la cabecera de la mesa junto a Anthony y Perry se
sienta a mi lado. Leo ocupa el otro extremo con su abogado entre él y
Anthony. Lucian se sienta a la derecha, en el lado de la mesa de Perry.
Todos presentes y contabilizados.
—Señores —dice su abogado, yendo al grano—, esta noche
representaré al señor Leo Morelli. Tengo entendido que hay que discutir la 121
venta de una propiedad.
Le hago un gesto con la cabeza.
—Esa propiedad me pertenece ahora.
El pie de Perry empuja el mío, probablemente para recordarme que no
debo provocarlos. Aparto el pie porque va a hacer falta mucho más que las
patadas de Perry para evitar que me meta con los Morelli cuando tengo toda
su atención.
Un camarero se acerca para tomar nuestra orden de bebidas,
deteniendo momentáneamente nuestro juego. En cuanto el camarero se va,
saludo a Anthony con la cabeza.
—El señor Constantine desea que esto sea lo menos doloroso posible.
Se ofrece a comprar el edificio Baldridge de nuevo en el precio de venta
original de treinta y ocho puntos cinco millones de dólares. He redactado
previamente el contrato. —Despliega los papeles de su carpeta y se los
entrega a Evan a su lado—. Es bastante sencillo, como verán.
Leo se burla, pero la dura mirada de Lucian interrumpe cualquier
refutación que pudiera estar dispuesto a lanzar. Eso dura apenas tres
segundos.
—Cuarenta —lanza Leo, inclinándose hacia delante y girando la cabeza
hacia mí—. Tómalo o déjalo.
Me relajo en mi silla, estudiando a Leo durante un largo rato.
—No.
—Tiene suerte, señor Morelli —dice Anthony—, de que no pida rebajar
el precio teniendo en cuenta todo lo que ha hecho.
El abogado de Morelli sacude la cabeza a Leo para que deje de hablar.
—Leo Morelli no admite que haya renegado del trato original. Esta
oferta de venta es simplemente los Morelli entreteniendo a los Constantine.
Anthony saca más documentación.
—Estos registros de texto entre el señor Morelli y la señorita Elliott son
indicativos de los esfuerzos del señor Morelli por amenazar, acosar y
chantajear a la joven cuando se detallaba explícitamente en el acuerdo
original que si esto ocurría, el señor Morelli vendería inmediatamente el
edificio de nuevo a mi cliente.
—No puedes demostrar que fui yo —dice Leo, con voz aburrida,
ignorando los esfuerzos de su abogado por mantenerlo callado. Ni siquiera
mira los papeles—. Ese no es mi número de teléfono.
—El testimonio jurado de la señorita Elliott de que usted se llevó su
teléfono cuando entró en su casa no es más que una prueba —dice Anthony
en tono aburrido—. Sin embargo, también tenemos registros de la compañía
telefónica que relacionan la ubicación de su teléfono robado con la de su 122
residencia, señor Morelli. Además, tenemos documentación de video de hace
unas noches en el antiguo restaurante Edge Steakhouse que demuestra que
fue usted quien utilizó el teléfono robado para amenazar a la señorita Elliott.
Sonrío a Leo, esperando que discuta. Su mandíbula funciona mientras
intenta contener su rabia. El maldito exaltado siempre pierde los estribos y
los nervios.
Anthony continúa:
—Cuando la señorita Elliott no le dio al señor Morelli información sobre
mi cliente...
—No tiene ninguna prueba de esto —dice su abogado.
—Una vez más, el testimonio jurado —dice Anthony—, y los mensajes
de texto son claros en cuanto a que si la señorita Elliott no iba a producir
información con respecto a mi cliente, el señor Morelli filtraría fotos y videos
sexuales privados a la prensa en un esfuerzo por difamar tanto a la señorita
Elliott como al señor Constantine.
—Esto es una mierda —murmura Leo.
—Entonces, firma el contrato —suelta Anthony—, y las mierdas
desaparecen.
Leo empieza a hablar, pero lo interrumpo y mis ojos se posan en su
hermano mayor.
—Lucian, enséñale algo a tu hermano, ¿quieres? Incluso Perry sabe
que hay algunas batallas que no merecen la pena. Esta es una de las que
tu familia no ganará. Hicimos un acuerdo y fue violado. Comportémonos
como adultos y avancemos. —Dirijo mi mirada a Leo, clavándole una mirada
dura—. Créeme cuando digo que arrastraré esto por los tribunales todo el
tiempo que sea necesario. Me encargaré de que todos los oscuros secretos
que poseen los Morelli salgan a la luz.
—¿Amenazas a mi cliente? —Se atreve a preguntar el abogado de
Morelli.
—Simplemente estoy prediciendo su futuro si no juegan con las reglas
acordadas.
Nuestra acalorada batalla de voluntades termina cuando el camarero
vuelve para servir el vino y tomar los pedidos de comida. Los Morelli piden
un filete, porque llevan días deseando uno bueno. El equipo Constantine —
voy a matar a Ash por eso un día— pide también. La humillación y la
aquiescencia de los Morelli son suficientemente satisfactorias, pero yo tengo
hambre.
Mientras deciden los platos de acompañamiento, Anthony me pasa su
carpeta de archivos. La atraigo hacia mí y la abro. Las fotos y la
documentación están bien colocadas en su interior. La información de
Ulrich. Interesante y útil. Como siempre, es muy oportuno. Me aseguraré de
darle a ese hombre una bonificación. 123
Perry se inclina para echar un vistazo a la carpeta y,
sorprendentemente, no revela sus pensamientos una vez que ve lo que hay
dentro. Cierro la carpeta y se la devuelvo a Anthony con un gesto de
aprobación para continuar.
—Cuarenta y esto termina —intenta Leo de nuevo, una vez que el
camarero se va—. Para siempre. Podría sorprenderse de lo que descubra si
lleva esto a los tribunales. ¿Los secretos de Morelli? Claro, los tendrías, pero
algunos tienen que ver con los Constantine.
Mentira. Tiene que ser una mierda, ¿no? Vuelvo a recordar la urgencia
de mi madre por cerrar esto, esa sensación de que está ocultando algo sobre
Leo Morelli. Tanto engaño a mi alrededor. No sería un Constantine, sin
embargo, si no descubriera todo esto. Limpiar la basura, construir los muros
del imperio más alto, y joder a todos los que no comparten nuestro apellido.
—Promesas vacías —digo, tomándome un momento para dar un sorbo
a mi vino—. Has demostrado ser un mentiroso y un cabrón. —Mi mirada se
posa en Lucian mientras dejo mi copa—. La Bestia del Desembarco del
Obispo, ¿verdad?
—Escucha —gruñe Leo, haciendo honor a su apodo susurrado—. No
puedes venir aquí y...
—Suficiente —interrumpe Lucian—. A mi modo de ver, Constantine
está ofreciendo una solución sencilla a un problema que ni siquiera debería
serlo. —Lucian me mira con desprecio desde el otro lado de la mesa—. Por
muy simple que sea, sin embargo, me inclino a resistirme. Está claro que
tienes algún tipo de apego a ese edificio.
—Tu resistencia sería una pérdida de tu tiempo, energía y fondos
limitados —le respondo—. Estoy seguro de que mi madre también lo dijo.
—¿Es legítimo el contrato de venta propuesto? —pregunta Lucian a su
abogado.
Un asentimiento.
—Es sencillo.
—Como era el acuerdo original —les recuerda Anthony.
Leo me mira fijamente. Sí, cabrón, tú has hecho esto difícil, no yo.
—¿De verdad vas a darle lo que quiere? —exige Leo, dirigiendo su
ardiente ira hacia su hermano mayor.
Lucian suspira.
—¿Realmente quieres que todos nuestros secretos sean llevados a los
tribunales? Tal vez Winston viviría para lamentarlo, pero nosotros también.
Una mirada oscura de Leo, pero no la discute.
124
—El señor Constantine comprará el edificio al precio original —dice
Anthony, volviendo a encarrilar nuestra reunión—. Señor Morelli, puede
seguir adelante y firmar en los lugares indicados con una pegatina. Todo
esto terminará pronto.
Leo frunce el ceño ante el documento que se desliza hacia él. Los Morelli
siempre llevan sus emociones en la manga. Leo, en particular, tiene un
temperamento legendario. Los Constantine son conocidos por mantener sus
emociones bajo capas impenetrables de fría indiferencia. El hecho de que
esté ardiendo con mi propia rabia fría no hace acto de presencia en mi
rostro.
Leo escribe su nombre en los lugares indicados. Me devuelve los
documentos y me tomo mi tiempo para leer de nuevo el acuerdo. Luego,
firmo en los lugares necesarios. Harold trasladará el dinero mañana.
—Pasen por mi oficina por la mañana —dice Anthony a los Morelli—,
para recibir su cheque y finalizar el papeleo.
Una vez que el documento firmado está guardado en la carpeta de
Anthony, miro fijamente a Lucian.
—Ahora, para los otros asuntos de negocios. Lo primero y más
importante, vamos a hablar de las consecuencias de las acciones de Leo
cuando publicó esas fotos y videos difamatorios.
—¿Es una amenaza? —interviene el abogado.
—No —digo con un encogimiento de hombros—. Es una conversación.
Seguramente debes saber lo perjudicial que fue para el apellido Constantine
la publicación de esas fotos y videos privados.
—¿Y? —exige Lucian—. El contrato está firmado. Está terminado.
Leo me mira con suficiencia, como si se alegrara de que yo forzara la
situación. La comprensión le llega mucho antes que a su abogado. El
contrato era sencillo. Increíblemente sencillo. Tan simple que no menciona
nada sobre las demandas que planeo presentar por la difamación. Un
asunto completamente distinto.
Tomaron mi palabra al pie de la letra. A la insinuación de que todo esto
desaparecería con la firma del nombre de Leo Morelli. Pero no he terminado
de joderlos.
—Así es como va a ir —digo, mirando fijamente a Leo—. Harás que se
vayan. Quienquiera que sea tu gente en los medios de comunicación,
contacta con ellos. Se reconocerán tus esfuerzos por sofocar el incendio que
tu familia inició. Las demandas que tenemos preparadas para avanzar
quedarán sin archivar. Este problema se desvanecerá tan rápido como lo
harán las historias en las noticias.
Leo, claramente irritado por mis exigencias, se eriza.
—No habrá fotos.
—Procura que sea rápido —afirmo en tono duro—. De lo contrario, el 125
lunes comenzaremos el procedimiento. Tic-tac.
—¿Eso es todo? —exige Lucian—. Nos estamos cansando de tus juegos,
Constantine. Ve al puto grano para que podamos comer en paz.
Me reclino en mi silla, juntando las puntas de los dedos y sonriendo.
—Acomódense, muchachos, apenas estoy comenzando.
Ash
E
n cuanto Winston se fue, cerré la puerta de tras de él, subí
mis maletas y comencé a explorar su espacio, ya que ahora
tengo permiso. Ya había subido antes con la idea de limpiar,
pero me había puesto demasiado nerviosa para husmear
como es debido. Ahora tengo el acceso que quiero.
Me tomo mi tiempo para revisar las otras habitaciones una vez que he
dejado mis maletas junto a la puerta de su dormitorio. Todas las
126
habitaciones están bien decoradas. Seguro que se gasta una fortuna en un
diseñador de interiores. Cuando el dinero no es una opción, puedes tener
cositas que probablemente cuesten más que las casas de la mayoría de la
gente. Me aburro mirando las otras habitaciones, dejando lo mejor para el
final.
Su habitación.
Es de color azul marino oscuro, como el resto de su casa. Techos altos
y una enorme cama tamaño king con ropa de cama gris carbón. Un enorme
televisor cuelga de la pared. Apuesto a que se despierta para ver las noticias
en tamaño súper como un anciano. Riéndome de mi broma, me dirijo a su
gigantesco cuarto de baño. La bañera de patas de garra es preciosa y me
imagino que nos damos un baño juntos.
Sigue soñando, chica.
Al menos ahora tiene toallas calientes. Me maravilla el económico
calentador de toallas que le compré en Internet. Ya lo ha instalado. El
mocoso ni siquiera dio las gracias. Desempaqueto mis artículos de aseo,
asegurándome de dejar todo mi maquillaje y mis cosas para el cabello en la
impoluta encimera sólo para que le dé un tirón de orejas. Satisfecha con mi
presencia en el baño, me dirijo a su habitación. Su armario es enorme y
parece un almacén de trajes más grande que mi piso de putas. Es casi
cómica la cantidad de trajes que tiene Win. Me complace mucho apartar un
grupo de ellos para colgar mis vestidos. Me va a castigar por esto más tarde,
cuando esté atada y a su merced en su cama, y me va a encantar cada
segundo.
Una vez que he deshecho el equipaje, vuelvo a bajar las escaleras. Hago
una parada en el comedor para depositar el par de saleros y pimenteros de
color rosa a juego en el centro de su mesa. Me hace sonreír porque
sobresalen como un pulgar dolorido, pero estoy segura de que no los moverá
porque, a pesar de lo que dice, le encanta nuestro pajarito. Justo cuando
vuelvo a entrar en el salón, alguien llama a la puerta principal.
Scout.
Oh, Dios, espero que no.
El corazón casi se me sale del pecho. Me acerco de puntillas a la puerta
para asomarme por el agujero. El alivio que me inunda es breve, hasta que
el miedo me golpea.

127
Nate.
Hace un gran alarde de hacer sonar sus llaves, su mirada en la mirilla
como si pudiera verme a través de ella.
—Déjame entrar, Ash. Sé que estás ahí.
Me encojo y contengo la respiración como si pudiera oírme.
—Bien —refunfuña—, usaré mi llave y podrás explicarle a Winston por
qué tratas de mantenerme fuera de su casa cuando acaba de decirme que
mueva el trasero hasta aquí para asegurarme de que no estás robando nada.
Moviendo la puerta, finjo que puede ver, y continúo mordiéndome la
lengua. Su puño golpea con fuerza la puerta y yo chillo de sorpresa.
—Puedo oírte ahí dentro, maldita sea. —Sigue agitando las llaves—.
Voy a entrar.
Lo espero.
—Dije que voy a entrar —me dice.
Sin poder contenerme, le digo:
—Pues hazlo ya.
Un tiempo de silencio.
—No seas una perra.
—Demasiado tarde —digo con dulzura—. No tienes llave, Nate.
Sacude la manilla.
—Déjame entrar, Ash.
—Vete —grito, y luego grito cuando sus puños empiezan a golpear con
fuerza la madera.
Keaton sale volando de la zona de la cocina, con el ceño fruncido. Me
llevo el dedo a los labios y digo:
—Nate. —Sus cejas se fruncen de una forma que me recuerda mucho
a Win.
—Por Dios, déjame entrar —ladra Nate, con desesperación en su tono—
. Ahora.
—¿Por qué? —exijo—. ¿Para que puedas husmear en sus cosas? Eso
es lo que estabas haciendo después de todo, ¿no? ¿Qué estabas buscando,
Nate? Lo sé todo sobre tu plan.
No lo sé, pero puedo fingirlo.
—Jódete —me responde—. Eso es rico viniendo de una zorra buscadora
de oro. Eso es lo que estás haciendo, ¿no? ¿Cuál es el problema? ¿Acaso mi
presencia impide tu intento de desangrar a mi mejor amigo?
128
La mandíbula de Keaton trabaja furiosamente, pero mantiene la boca
cerrada.
—¿Sabe Winston que también te estás follando a su hermanito? —Nate
se ríe, cruel y frío.
La mirada de Keaton es asesina. Abre la boca como si fuera a regañar
a Nate, pero le doy una palmada.
—Keaton no está aquí —miento—. Y Win sabe que no debe creer esa
mierda.
—Nunca se fue cuando ellos lo hicieron. ¿Qué pasa? ¿Interrumpí un
rapidito en la cocina?
Se me hiela la sangre y los ojos de Keaton se abren de par en par. Es
como si pudiera vernos. La idea me hace temblar.
—Si has terminado de amenazarme, deberías irte. Tengo una noche
muy ocupada por delante contemplando cómo conseguir que Winston me
regale todo su dinero. Adiós, Nate. Voy a llamar a la seguridad del edificio
ahora.
Su mano golpea la puerta una vez más y entonces se hace el silencio.
Me asomo por el agujero, agradecida de no verle ya allí de pie.
Voy a abrir la boca para decirle algo a Keaton, pero se lleva un dedo a
los labios y niega con la cabeza. Lentamente, se acerca al borde del pasillo
de entrada que se abre al salón y explora el espacio.
Una espeluznante sensación de temor me invade.
¿Nos están observando?
Keaton parece pensar que sí y no estoy muy lejos de él.
Las veces que Nate ha aparecido, ha ido directamente al bar. Me acerco
y le susurro a Keaton que tenemos que comprobar la zona del bar. Me hace
un gesto cortante de comprensión.
—¿Quieres joder y ver una película? —pregunta Keaton, con la voz alta.
El corazón golpea en el pecho.
—Sí, claro.
—Ve a poner una película en tu habitación. Nada de películas de
chicas. Acción. Explosiones. Algo emocionante. —Y fuerte. Tomo nota.
Le sonrío mientras entro en la sala de estar. Luego, me dirijo a mi 129
dormitorio. Cuando enciendo la televisión, subo el volumen y la pongo en
una odiosa película de acción. Al asomarme por la esquina, observo la
espalda de Keaton mientras rebusca para preparar una bebida.
—¿Necesitas ayuda? —pregunto, haciendo señas hacia él—. No soy tan
mal camarera.
Seguimos charlando sobre nada importante mientras preparamos
nuestras bebidas. Ambos buscamos discretamente cualquier cámara o
bicho. Hay una planta hacia el final de la barra. Le echo un vistazo en busca
de algo de interés.
—Aquí tienes —dice Keaton, entregándome una bebida—. Esto es lo
bueno. —Señala una vieja botella de licor al fondo de la colección junto a la
pared—. ¿Qué película elegiste?
Me fijo en el pequeño dispositivo negro pegado al lado de la botella.
Mientras charlo sobre los actores de la película, pongo una botella oscura
delante de la botella con el dispositivo, bloqueando su visión. Seguimos
hablando en dirección al dormitorio. Keaton se inclina y cierra la puerta. La
película reproduce un sonido apagado mientras volvemos de puntillas a la
entrada. Toma nuestras bebidas, las deposita sin hacer ruido en la mesa
junto a la puerta y gira la cerradura en silencio. Se entiende que tenemos
que estar en silencio, así que ninguno de los dos habla mientras salimos a
hurtadillas del apartamento. Keaton vuelve a cerrar la puerta y me agarra
por el codo, indicándome que me aleje del ascensor y me dirija a las
escaleras. Keaton no habla hasta que hemos bajado unos cinco pisos y estoy
jadeando.
—Ni Win ni Perry contestan, pero era de esperar —dice en tono bajo—.
Les mandé un mensaje para que sepan que nos vamos.
—¿A dónde vamos? —pregunto, con el pecho jadeante por el esfuerzo.
Niega con la cabeza.
—Te lo diré en el coche.
Miro por encima del hombro, con la paranoia de que Nate nos siga, pero
no hay nadie. Aunque es inteligente no anunciar a dónde vamos. Me muerdo
el labio y asiento. Para cuando bajamos el millón de tramos de escaleras,
Keaton llamó al valet para que lleve su coche a una puerta lateral. Nos
dirigimos en dirección contraria al vestíbulo y salimos por la puerta al llegar
a la primera planta. En el exterior, un Range Rover negro y engalanado

130
espera en la acera. Un valet le pasa las llaves a Keaton y este le entrega un
fajo de billetes de cien. Los dos subimos y Keaton nos saca de allí.
—Esto es culpa mía —refunfuño, con los pulmones aún gritando en
señal de protesta por haber recorrido el largo camino desde Win's—. Dejé
entrar a Nate. Pensé que tenía permiso para estar allí.
—No me sorprendería que Nate tuviera una llave —gruñe Keaton, —
pero el hecho de que esté vigilando lo que pasa en la casa de Winston es
jodidamente espeluznante.
—Pero no tiene una llave. ¿Y por qué iba a hacer eso? ¿Cuál es su
problema? ¿Está intentando atraparme haciendo algo? —pregunto, la
frustración sangrando en mis palabras—. Ya has visto lo mucho que me
odia.
—No lo sé, pero mi hermano no estará contento.
—Me siento como una idiota.
Keaton suspira mientras pone el intermitente.
—La gente siempre va por nosotros, Ash. Siempre. Cuando estoy en
Pembroke, es diferente. A veces me olvido de lo despiadada que es esta
ciudad. Pero, cada día de fiesta y verano, me lo recuerdan. Ahora que eres
la novia de Winston, sus enemigos se convierten en tus enemigos. Así son
las cosas.
—Pero Nate es su mejor amigo. Su problema es conmigo, no con Win,
¿verdad?
Keaton se burla.
—Cualquiera que se meta con las cosas de Winston tiene problemas
con mi hermano. Él no se toma esa mierda a la ligera.
—Prefiero la novia por encima de las cosas —resoplo.
—Mi punto es que no importa que Nate sea su mejor amigo. Esto es un
grave abuso de la confianza de Winston. —Keaton se encoge de hombros—.
Es posesivo contigo. Si cree que esto es una amenaza contra ti, tomará
represalias de la misma manera.
—No lo sé —argumento—, intenté decirle que Nate es un imbécil de
proporciones épicas y turbio. Nos peleamos por ello. Me dejó y básicamente
me ignoró durante días.
—Hmm.
Una risa brota de mí.
—Esa fue probablemente la primera palabra de cada Constantine.
131
Niega con la cabeza, aunque le hace gracia.
—Vamos a ir al recinto de Constantine. Envié un mensaje a Perry y a
Winston para ponerles al día. Podemos pasar el rato allí hasta que terminen.
—Con tu madre. Genial —dije sin palabras.
—Estoy seguro de que mamá estará ocupada planeando la vida de
quién será el próximo en destruir —murmura Keaton—. Sin embargo,
Tinsley se alegrará de vernos.
—¿Mi pájaro estará bien en casa de Win?
—Francis está allí. Le echará un ojo.
—¿Para qué crees que Nate quería entrar?
—Además de atraparte diciendo o haciendo algo para demostrar que
eres una zorra que roba dinero, no lo sé.
—Creo que ha estado buscando algo. No sólo a mí. —Frunzo el ceño
mientras miro por la ventana—. Cuando apareció, las dos veces quiso subir
a usar el calentador de toallas de Winston.
—Winston no tiene calentador de toallas.
Le hago una mueca con una sonrisa.
—Ahora lo tiene.
—Nunca, ni en un millón de años, entenderé tu relación con él, pero si
nos basamos en lo que he deducido y en los interminables clips de noticias,
es súper jodido.
—Vaya, gracias. Pero tienes razón. Totalmente jodido.
—Y te alegras de ello... —Se ríe—. Bromeó con poner tu pájaro en su
testamento. Ese no es el hermano que conozco.
—Es bastante sorprendente cuando deja de actuar como un total y
completo idiota.
—¿Así que Nate ha estado husmeando en la habitación de Winston?
¿Buscando qué? ¿Para pedirle prestada una aburrida corbata?
—No estoy segura, pero me convenció dos veces de que tenía que subir
allí y lo dejé. —Odio que pueda ser tan ciega a veces—. No me extraña que
Win me mirara como si tuviera tres cabezas cuando le dije que Nate había
venido. Se suponía que no debía estar allí. ¿Por qué no dijo nada?
—Porque mi hermano mantiene sus cartas cerca del chaleco. No suele
salir disparado por una corazonada. Si pensara que algo es sospechoso, lo 132
investigaría sin parar hasta que estuviera listo para moverse.
—Como las fichas de dominó —digo distraídamente—. Perry dijo lo
mismo. Es calculador y un maestro de la estrategia.
—Cuando termine de limpiar el suelo con los Morelli, puede enfrentarse
a Nate y ver cuál es su maldito problema. Lo que sea que esté haciendo Nate
tiene que ser abordado.
Me muerdo el labio inferior, pensando.
—¿Crees que fue Nate quien avisó a la prensa?
—Pero fue Scout quien llamó a Win, ¿verdad?
—¿Conectado?
—Lo dudo. Nate puede estar metido en alguna mierda, pero no se
asocia con imbéciles como los trillizos Mannford.
—Leo Morelli lo hace. Asociarse, quiero decir. Con los trillizos del terror.
—Leo es una basura como el resto de los Morelli —dice simplemente—
. Nate no arriesgaría su amistad con mi hermano para ir a sus espaldas con
ellos. Eso es como el último pecado en el libro de Winston.
—Confía en mí —refunfuño—. Lo sé.
Ojalá tuviera mi teléfono o mi bolso. Me daría algo que hacer además
de retorcerme las manos mientras trato de recomponer el desorden que es
mi vida. Me duele que Winston termine con Leo y vuelva conmigo. En el
pasado, podría haber confiado en mi padre si tenía miedo o estaba
preocupada, pero últimamente es Win quien sigue apareciendo como mi
caballero de brillante armadura.
—No te preocupes —me asegura Keaton—. Sea lo que sea, Win lo
resolverá. Es bueno en esa mierda, bueno en todo, si soy realista. Pero no le
digas que lo he dicho yo. Lo negaré hasta la muerte.
—Tu secreto está a salvo conmigo.
Las bromas aparte, tiene razón.
Winston Constantine es el rey de esta ciudad olvidada por una razón.
Porque pase lo que pase, siempre llega a la cima.
Esta vez, será conmigo y con nuestro pájaro.

133
Winston
E
spero a que el camarero traiga el aperitivo que pidieron los
Morelli. Ellos se dedican a apilar bruschetta en sus platos. La
tensión se apodera del ambiente, pero doy un sorbo a mi vino
como si no me importara nada.
La verdad es que tengo muchas cosas que me preocupan, pero que me
parta un rayo si les transmito algo a estos vividores.
134
Perry me muestra discretamente su teléfono. Son un par de mensajes
de Keaton.
Keaton: Ash y yo tenemos que irnos.
Y luego, unos minutos después.
Keaton: De camino a CC. Estamos bien, pero llámame tan pronto como
puedas. Cámaras en tu casa, así que no vayas a casa.
Por mucho que quiera empezar a exigir saber qué demonios ha pasado,
finjo que los mensajes no me tienen a punto de perder la cabeza. Le hago
un gesto de reconocimiento a Perry. Guarda su teléfono y juntos observamos
a los Morelli devorando la bruschetta.
—Sé que eres amigo de los trillizos Mannford —le digo a Leo, justo
cuando está tragando un trago de su vino.
—¿Adolescentes? No, eso es más tu estilo, Constantine.
—Las imbéciles te dejaron entrar en su casa la noche de mi fiesta de
cumpleaños. Fue entonces cuando robaste el teléfono de Ash. —Ladeo mi
cabeza hacia un lado, intimidando mi camino dentro de su mente con una
sola mirada penetrante—. Son tus amigos.
—Difícilmente —dice Leo, su tono burlón—. Después de la noche que
nos vimos en el club, digamos que tuve un repentino interés por saber todo
lo que había sobre el nuevo juguete de Winston Constantine. Cuando supe
que tenía hermanos, me puse en contacto con ellos para obtener más
información sobre ella y su conexión contigo. Nos reunimos y eso fue todo.
Te reuniste con ellos y conspiraste para aterrorizarla juntos como una
especie de pandilla de imbéciles.
—¿Por qué te importo una mierda? —pregunto.
—Realmente no lo sabes, ¿verdad? —Una dura sonrisa cruza la cara de
Leo—. Las cosas que no sabes sobre tu propia familia te sorprenderían,
Winston. No se trata de ti. Nunca lo fue. No me sorprende que tu madre
nunca le haya contado a su hijo favorito todos sus sucios secretos.
Lucian interrumpe antes de que Leo pueda decir algo más.
—A pesar de lo entretenida que es esta hora de chismes, ¿puedes ir al
grano?
—El punto es —digo, mi mirada aún fija en Leo—, tu hermano aquí no
es el único que amenaza a Ash. Los monstruos de Mannford están fuera de
control.
135
El abogado opta por hablar.
—Los Mannford no son el problema de los Morelli.
—Cuando amenazan a Ash bajo la dirección de Leo, sí se convierten en
su problema —corté—. Esta misma tarde, el explorador Mannford amenazó
la vida de Ash.
Los ojos de Leo se entrecerraron.
—Lamento oír que tu futura esposa ha sido herida en sus sentimientos
por sus malvados hermanastros, pero sigue sin ser nuestro problema.
Diviértete demostrando en los tribunales que lo es. Esto es llegar y lo sabes.
Permanezco en un duelo de miradas con el jefe Morelli. Su arrogancia
hace madurar el aire con cada segundo que pasa. Si quiere regodearse en
una victoria que no ha ganado, le permitiré su momento. Probablemente ha
tenido sueños húmedos durante años para este mismo momento. A medida
que el silencio se alarga, su petulancia se desvanece y la aprensión brilla en
sus ojos oscuros.
Así es, cabrón, te has olvidado de quién tienes enfrente.
Sonrío y bebo un largo trago de vino. Crujiendo el cuello, dejo que el
silencio se prolongue. A lo lejos, se oye el murmullo sordo de las parejas que
tienen una cena romántica. Pero en nuestra mesa hay tanto silencio que se
oyen los débiles acordes del piano en el vestíbulo.
El camarero vuelve con nuestros platos. Me armo de paciencia mientras
espero a que todo el mundo se sitúe. Los deliciosos aromas me hacen rugir
el estómago, pero ya me ocuparé de eso más tarde. Uno por uno, los
hombres cortan su carne para que el camarero se asegure de que está
cocinada a su gusto. Una vez que el camarero se marcha, espero a que
empiecen a comer. Lucian corta un trozo de filete y se lo mete en la boca.
Apenas ha empezado a masticar cuando me decido a hablar de nuevo.
—Los trillizos Mannford son tu problema porque, alerta de spoiler, te
pertenecen. —Sonrío a Lucian, que gruñe—. Bueno, no a ti específicamente,
sino a tu tío, Vincent.
Anthony abre la carpeta, toma las fotos y los documentos que Ulrich le
ha enviado y pasa por encima de su abogado para entregárselos a Leo. Este
los arrebata de las manos de Anthony para mirar con desprecio lo que le
hemos proporcionado.
Pruebas. 136
Y muchas.
Manda Mannford fue una de las jóvenes amantes de Vincent Morelli
mientras estaba en la universidad. A Ulrich le costó un poco de trabajo, pero
encontró fotos de los dos besándose y tomándose de la mano, muchos
recibos de hotel y regalos monetarios a Manda, todo ello alrededor del
momento en que descubrió que estaba embarazada.
Todo se detuvo poco después de que ella fuera al médico para confirmar
su embarazo. Hay fotos de vigilancia de Manda con Vincent la noche de su
cita con el médico entrando juntos en un restaurante. Al día siguiente, los
dos se reunieron con el abogado de él. Según la documentación sustraída
por Ulrich, Manda salió de ese bufete de abogados un millón de dólares más
rica, tenía tres fondos de educación creados y era dueña de un nuevo
Porsche. Todo para callar quién era el padre de sus bebés.
—¿A qué juegas, Constantine? —exige Lucian, ya que su hermano
sigue hojeando la documentación.
Me complace enormemente que todos estén descuidando sus jugosos
filetes, dejando que se enfríen mientras intentan encontrarle sentido a la
mierda de mente que acabo de dejar caer en sus regazos. Aunque eso
signifique que mi filete también se enfríe y se vuelva gomoso.
—Ya se los dije. Quiero que dejen a Ash en paz. Eso es lo que siempre
quise.
—Todo esto es información obtenida ilegalmente —dice Leo.
—Por eso acudo a ti primero —digo suavemente—. No querríamos que
la prensa se enterara de esto porque no les importará cómo obtuvieron la
información. Imagina qué otros secretos podrían descubrir si miran con
demasiada atención. —Niego con la cabeza—. Viniendo de alguien que ha
vivido recientemente un escándalo, debo decir que es caro y lleva mucho
tiempo. Pero si yo puedo frenar la hemorragia financiera, ¿qué puede hacer
exactamente un Morelli? Su mejor opción es cortarlo de raíz.
Claro, tienen dinero, pero también tienen más secretos sucios y
oscuros.
—¿Qué quieres? —exige Leo—. Tienes el edificio y mi palabra de que
los medios de comunicación se ocuparán de tu escándalo sexual y la
promesa de que dejaré en paz a tu novia —gruñe—. Pero eso no es suficiente,

137
¿verdad? Pequeña mierda mimada. Debería llamar a tu farol y hacer que
lleves esto a los tribunales. A ver si te gusta que se descubran secretos sobre
tu madre.
Ignorando su indirecta, me encojo de hombros y tomo el resto del vino.
Le lanzo dos dedos a Lucian.
—Quiero que los reclames.
La mandíbula de Lucian se aprieta, la rabia brota de él.
—¿Los trillizos Mannford?
—Ahora, señor Constantine —comienza el abogado, resoplando—, mi
cliente no...
—No me importa cómo se haga, pero quiero que ponga a los trillizos
bajo el control de Morelli. Al fin y al cabo, son tus primos —le digo, ignorando
al abogado—. Ahora mismo, son inútiles con sus amenazas vanas porque
apenas pueden caminar, pero cuando puedan volver a hacerlo, ten por
seguro que seguirán aterrorizando a Ash. Leo echó a rodar la pelota cuando
conspiró con ellos y ahora tú vas a terminar lo que él empezó.
Leo empezó esta mierda y no nos vamos a ir hasta que no se pongan
de acuerdo para solucionarlo. Es extraño que me mire con un brillo de
satisfacción en los ojos, como si realmente quisiera este resultado. Como si
supiera algo que yo no sé.
—¿Qué más tienes en tu carpeta? —dice Lucian, con un tono duro—.
¿Qué otras sorpresas debería esperar?
—Eso es todo —digo con una sonrisa malvada—, por ahora al menos.
—Primero tendremos que verificar esas afirmaciones. Pruebas de
paternidad.
—Tómense su tiempo. De todos modos, no andarán hasta dentro de
unas semanas. —Aparto mi silla y me pongo de pie—. Pero una vez que se
confirme lo que ya sabemos basándonos en el historial de su tío con las
acostadas, ocúpate de ellos. Son imprudentes y están fuera de control. No
los quiero cerca de mi... novia.
No tiene sentido negarlo ahora. Al reclamarla oficialmente, se verán
definitivamente obligados a retroceder o desataré todos los poderes para
destruirlos que tengo en mi arsenal.
Doy a los Morelli otro minuto antes de rodear la mesa para situarme al
lado de Lucian. Dos de sus hombres fuertes dan un paso adelante, pero no
me preocupan. Xavier podría encargarse de ellos con los ojos cerrados en
caso de necesidad. Los hombros de Leo están tensos y Lucian me mira como
138
si pudiera derretirme solo con su mirada.
A mí.
El hombre congelado en una fría y dura apatía.
No hay suficientes fuegos en este mundo para que eso ocurra.
Le tiendo la mano a Lucian. Donde Leo necesitó un acuerdo por escrito
y aun así renegó de él, la gente como Lucian y yo, preferimos estrecharla.
La palabra de un hombre es vinculante. Ambos somos los hijos mayores de
nuestras familias.
—Hago una tregua temporal —le digo—. Me alejaré de todo lo
relacionado con Morelli una vez que el edificio Baldridge vuelva a estar a mi
nombre.
—Y... —implora Lucian, sin hacer ningún movimiento para levantar la
mano.
—Todo lo que tienes que hacer es mantener a los jodidos trillizos en tu
territorio, bajo tu dominio.
—¿Eso es todo? —se burla Lucian.
—Es muy sencillo. Si no lo haces y esos idiotas van por mi novia, la
tregua se cancelará. No sólo se cancelará, sino que lo veré como un acto de
guerra. No quieres ir a la guerra conmigo.
Haré que toda mi misión sea destruir la vida de cada uno de ellos, uno
por uno, hasta que no les quede nada más que lamentar haber dejado que
una rara tregua de un Constantino se les escape de las manos.
Lucian me hace esperar casi un minuto más. Me quedo de pie,
desconcertado, con la mano en el aire mientras él la mira como si fuera una
pistola cargada. Por fin, me tiende la mano a pesar de los gruñidos de su
abogado. Estrecho la mano de un hombre al que odio, la familia que mi
padre también odiaba. Esto parece un trato sucio y las ganas de lavarme las
manos son fuertes, pero es necesario. Puede que nuestros padres hayan
empezado esta disputa, pero depende de nosotros mantener la paz.
Morelli es sólo otro bastardo en una ciudad corrupta que funciona con
suciedad y codicia.
El trato que hizo es con el diablo que lo dirige todo con puño de hierro.
—Buenas noches, chicos —digo después de estrecharla. Dejo caer un

139
par de billetes de cien dólares para cubrir la comida, dejando que lluevan
sobre el filete frío de Leo—. Un placer hacer negocios con ustedes.
Perry me sigue, pero Anthony se demora, probablemente para ultimar
cualquier detalle por su parte. Xavier y Todd se quedan con él por si necesita
refuerzos. Perry no habla hasta que estamos en el ascensor y bajamos.
—Joder —exhala—. Eso fue intenso. ¿Qué era esa mierda que decía Leo
sobre nuestra madre?
—No lo sé —admito mientras el malestar se me agolpa en el estómago.
Debería llamar a tu farol y hacer que lleves esto a los tribunales. A ver si te
gusta que se descubran secretos sobre tu madre—. Probablemente no sea
nada. Patrañas y mentiras.
—¿Crees que realmente se ocuparán de los trillizos?
—No tienen opción y Lucian lo sabe. Leo la ha jodido y todo desaparece
si se portan bien. Estoy seguro de que los Morelli tienen peces más grandes
que freír que nuestro pequeño guppy, Ash. Una tregua con nosotros vale su
peso en oro. Pondrán a esos imbéciles en cintura.
—Bien hecho —dice Perry, levantando el puño.
Lo golpeo poniendo los ojos en blanco. Por suerte, mi teléfono suena y
me salva de una nueva mierda de vínculo fraternal.
—Constantine —ladro a modo de saludo.
Escucho un poco y luego gruño mi acuerdo antes de colgar.
—Te voy a dejar para que puedas recoger tu coche —le digo a Perry—,
y luego quiero que vayas a ver a Ash y a Keaton. Averigua qué ha pasado y
asegúrate de que están bien. Acaba de surgir algo en la oficina.
Parece que la noche se acaba de poner un poco más interesante.

140
Ash
E
stoy más que encantada de poder ver a la madre de Win dos
veces en un día. Completamente extasiada. Tan emocionada
que apenas puedo contener mi atolondramiento.
Mis intentos de convencerme a mí mismo se ven
aplastados en el momento en que Keaton me lleva al salón donde están
sentadas Caroline y Tinsley. Caroline, en un sillón de cuero, ya no lleva su
traje elegante, sino que se ha puesto lo que debe considerarse informal para
141
ella: un traje deportivo de chándal de terciopelo dorado. Es una cosa de
viejas, pero por supuesto parece que cuesta un millón de dólares. No mil
millones porque, bueno, es un traje deportivo de chándal. Tinsley está
cómoda en el sofá con un pantalón de pijama blanco y una sudadera de
rugby gigante de Pembroke Prep, que si tuviera que adivinar por su tamaño,
es de su hermano.
—Un poco tarde para una visita no anunciada —dice Caroline, dejando
su iPad a un lado en la mesa auxiliar junto a una lámpara, con un tono frío
y malicioso como siempre. Aunque también parece un poco más nerviosa
que de costumbre. Como si estuviera preocupada—. ¿Winston está en su
reunión con Morelli? Están tardando mucho. Le dije que quería que esto se
cerrara. Ahora.
Keaton entra y se sienta al lado de su hermana.
—Él está allí y yo me quedé cuidando a su novia.
Podría abofetearlo ahora mismo. Mientras la atención de su madre
sigue en él, me acarició el rostro con el dedo corazón ganándome una sonrisa
suya de satisfacción.
—Que alguien me lo explique —interviene Caroline, claramente sin
ganas de juegos.
Ya somos dos.
—Después de que me dejaras hoy cuando fuimos de compras...
—Espera —me interrumpe Keaton—, ¿fuiste de compras con mamá?
Las cejas de Tinsley se levantan con sorpresa.
—Sí —murmuro, continuando—. Win necesitaba nuevos saleros y
pimenteros.
Tinsley ahoga una carcajada mientras Keaton sacude la cabeza.
Caroline no está impresionada. Me hace un gesto con los dedos en uno de
los movimientos característicos de Win, indicándome que siga con la
historia.
—Este periodista me estaba esperando junto a mi puerta. Yo, uh,
intenté llamar a mi padre pero... —Me muerdo el labio inferior para no
llorar—. Llamé a Winston. No contestó, así que le dejé un mensaje. El
periodista me empujó accidentalmente o se cayó sobre mí, no estoy segura
y me golpeé la cabeza. Cuando recuperé la consciencia, estaba tomando
fotos. —Un torrente de calor me quema las mejillas—. Mi vestido se había 142
subido y...
—Ya es suficiente —dice Caroline bruscamente, poniendo fin, por
suerte, a ese repugnante relato—. Keaton, llama a Ulrich.
—Ya dos pasos por delante —dice agitando su teléfono—. Le llamé
antes mientras Francis me preparaba la cena.
La mirada de Caroline vuelve a centrarse en mí, buscando respuestas.
—Winston apareció —digo, sin poder evitar la sonrisa en mi rostro—, y
ahuyentó al tipo. Estábamos, eh, pasando el rato cuando recibió una
llamada de mi hermanastro. Debió de ser amenazante, porque entonces Win
me ayudó a recoger mis cosas y a mi pájaro para que pudiéramos volver a
casa.
—A casa —repite Caroline como si la palabra supieran agrias en su
lengua.
—Hizo algunas llamadas —continúo—, obviamente a Keaton y a Perry.
No estoy segura de a quién más. Cuando llegamos a casa de Winston,
estaban allí esperándonos. Keaton se quedó conmigo mientras ellos iban a
su reunión.
Las facciones de Keaton se tornan tormentosas mientras toma el relevo.
—Estaba hablando con Ulrich cuando escuché golpes. Nate intentaba
entrar en casa de Win.
Las cejas de Caroline se fruncen.
—¿Y no lo dejaste entrar?
—Win dijo que nadie debía entrar —explico—. Nate empezó alterarse
con que Win se enfadaría si no lo dejaba entrar. Luego, nos acusó a mí y a
Keaton de estar juntos. También me llamó de todo. Pero, cuando le amenacé
con llamar a seguridad, se fue.
—Él sabía que yo estaba allí —intervino Keaton—. Sabía que no me
había ido con Perry y Winston. Nate siempre ha sido genial, pero estaba
bastante alterado. Tuve una extraña sensación por algunas de las cosas que
había dicho como si pudiera vernos.
Me paseo por el suelo, la culpa me corroe.
—Un par de veces antes, había intentado entrar y esperar a Winston.
Dijo que tenía una llave. Le había creído. Estoy segura de que colocó una
cámara durante una de esas visitas.
—¿Una cámara? —pregunta Tinsley, con los ojos muy abiertos por la 143
sorpresa.
—Fingimos que íbamos por bebidas para ver una película —dice
Keaton—, y la encontramos pegada a una botella de licor.
La expresión de Caroline es ilegible.
—¿Qué piensa tu hermano de esta información?
—Sigue con los Morelli —responde Keaton—. Decidí que este era
nuestro lugar más seguro para pasar desapercibidos hasta que terminen.
—No entiendo por qué Nate pondría una cámara en la casa de Winston
—dice Tinsley, con el ceño fruncido por la confusión—. Viene mucho al
almuerzo familiar y es como un socio o algo así en Halcyon.
—No es un socio —decimos Caroline y yo al unísono.
—Creo que Nate me odia —admito con un suspiro—. Probablemente
está intentando conseguir pruebas de que solo soy una pobre criada detrás
del dinero de Winston. Así Win podrá ser libre de salir con Layla. —Me
aseguro de decir su nombre de forma desagradable para que sepan
exactamente lo que pienso de la viuda rica que a veces va a comer con mi
novio.
—No eres pobre —dice Caroline, ignorando por completo el comentario
sobre Layla—. Ni mucho menos.
—He ganado algo de dinero —admito, sin encontrar su mirada porque
cómo he ganado ese dinero no es algo que quieras contarle a la madre de tu
novio.
—No estoy hablando de ese dinero.
¿Ese dinero?
Como si tuviera montones de dinero por ahí.
—Estuve charlando un poco con Ulrich cuando te dejé hoy —revela
Caroline—. Encontró una información interesante sobre Winston y su
nueva... —Se interrumpe.
—¿Amante? ¿Obsesión? ¿Novia? —ofrezco con un encogimiento de
hombros. ¿El futuro amor de su vida y madre de sus hijos?
—Distracción. —Caroline me muestra una sonrisa depredadora que me
hace temblar—. Tienes muchos secretos, ¿verdad?
La miro con el ceño fruncido.
—Mis únicos secretos fueron revelados esta semana.
144
—Dime —dice Caroline, con frialdad en su tono—, dado que no pudiste
tener tu herencia, ¿pensaste en ir detrás de algo mejor?
Miro a Keaton con confusión. Sus cejas están fruncidas, pero no dice
nada. Tinsley está tan perdida como yo.
—No tengo una herencia —explico lentamente—. Tenía un fondo para
la universidad, pero papá se lo gastó cuando estaba cortejando a la
monstruosa madrastra. —Suspiro, agitando la mano en el aire—. Eso es lo
que me metió en todo este lío en primer lugar.
La mirada de Caroline me desbarata, analizando cada minúscula
expresión que hago. Probablemente puede incluso oír los latidos de mi
corazón, porque es así de espeluznante. Espero a que encuentre lo que sea
que está buscando, lo que sea que cree que estoy ocultando. A mí también
me gustaría saberlo, si es que está ahí.
—Este “lío” siendo una relación con mi hijo. —Su ceja se arquea.
Reprimo una sonrisa y me muerdo el labio inferior con tanta fuerza que
duele.
—“Lío” es la forma educada de decirlo. —El espectáculo fenómenos de
Winston es más parecido a los hechos.
—Siéntate, chica, me está dando dolor de cabeza tener que levantar el
cuello para mirarte —dice Caroline finalmente con exasperación, su fachada
chapada resquebrajándose ligeramente—. Keaton, prepáranos un té.
Le da un codazo a su hermana.
—Ve a preparar un poco de té.
—¿Agatha no está para eso? Yo no sé hacer té. —Tinsley le frunce el
ceño.
—Yo podría prepararlo —ofrezco encogiéndome de hombros.
—Siéntate —ordena Caroline.
No tiene que decirle nada más a Keaton porque se pone de pie, jalando
a Tinsley y murmura:
—Tienes que ayudarme a resolver esta mierda.
Una vez a solas, las facciones de Caroline se suavizan.
—Cuando empecé a investigar a la pobre criada que distraía a mi hijo,
imagina mi sorpresa cuando supe quién era tu abuela.
Mamá no hablaba mucho de ella. Mi abuela murió cuando yo era
pequeña, pero mamá no me llevó al funeral. Siempre supuse que había mala 145
sangre entre ellas, pero nunca pregunté porque mamá nunca abordaba el
tema de su madre.
—Barbara viene de una de las familias más antiguas de la ciudad —me
dice Caroline—. Dinero viejo.
—A mamá no le caía muy bien. Creo que tenían una relación tensa. Sin
embargo, por lo que me contó papá el otro día, mamá renunció a su herencia
para estar con él. Algo romántico, la verdad.
—¿Qué crees que pasó con el dinero? —pregunta Caroline—. ¿Cuando
Barbara murió?
—¿Fue a la caridad?
Ella se ríe, fría y burlona.
—Niña tonta e ingenua. No.
—Ciertamente no fue para mí —exclamo—. De ser así, papá no habría
tenido que robar mi fondo para la universidad.
—Eso es porque todavía está atado a las estipulaciones. —Sus ojos
azules se endurecen y me miran con ojos críticos—. ¿Sabes cuáles eran?
—Umm, no.
—No te encorves —dice Caroline bruscamente, agitando una mano
irritada que hace que mi columna vertebral se enderece—. Puedes quedarte
con todo el dinero viejo de tu abuela. Toda su herencia.
—¿Si qué? —Siempre hay una condiciones.
—Te casas con un Morelli.
Toda la sangre se drena de mi rostro y la habitación da vueltas.
—¿Qué?
—Según lo que Ulrich y Anthony descubrieron para mí, puedes tener
tu herencia si aceptas el mismo trato al que tu madre dijo que no. Casarte
con un Morelli.
—Ew —gruño—. Nunca. Son ratas malvadas y temibles. Son el
enemigo.
Me fulmina con la mirada, continuando con la tarea de despellejarme.
—Anthony sigue investigando una cifra, pero, querida, te haría rica.
Estamos hablando de millones y millones.
Una imagen del apuesto pero aterrador rostro de Leo llena mi mente.
Un escalofrío de cuerpo entero me recorre. Prefiero morir pobre y viviendo
bajo un puente que casarme voluntariamente con uno de esos asquerosos
146
mafiosos.
—Jamás me casaría con un Morelli —digo con fuerza—. No me importa
si Win y yo rompemos. Nada me haría casarme con uno de esos monstruos.
—Los Morelli también tienen dinero —me recuerda, con una mirada
feroz y calculadora—. Pero estás jugando a un juego largo, ¿eh? ¿Por qué
tener el dinero de tu abuela y el de los Morelli cuando podrías ser... cómo
decirlo? ¿Del equipo Constantine?
—No tengo un juego largo. No me importa el dinero.
—Es una apuesta. —Sus ojos azules brillan con el desafío—. Podrías
perder las dos cosas.
—Dije que no me importa —gruño—. Voy a la universidad para hacer
mi propio camino. Winston y yo empezamos como una especie de juego, pero
ya no lo somos. Es complicado para otros, estoy segura, pero es algo que
nosotros dos entendemos. —Le dedico una mirada dura—. No pienso perder
a Win y, sinceramente, no creo que me deje ir. —Una sonrisa curva mis
labios—. Puso a Shrimp en el testamento.
Ella parpadea con fuerza varias veces.
—A nuestro pájaro —elaboro, disfrutando de la forma en que su ceja
esculpida se retuerce.
Ignorando mi comentario, toma su iPad, lo enciende y me lo entrega.
Su olor perfumado me envuelve, amenazando con ahogarme. Le arrebato el
dispositivo y miro fijamente el documento que tengo delante.
Un testamento.
El testamento de mi abuela.
Con curiosidad, lo leo. Caroline tenía razón. Voy a ser la única heredera
de la fortuna de los Huffington siempre que se cumpla una disposición. Debo
casarme con un Morelli. Si no me caso con un Morelli antes de cumplir los
veintiún años o si me caso con otra persona, mi dinero pasa al pariente más
cercano. Hay mucha jerga legal que no entiendo, pero eso es lo principal.
—Como, ¿y si me quedo embarazada? —pregunto, confundida por lo de
“pariente más cercano”.
Caroline Constantine se estremece, realmente se estremece.
—Dios mío, más vale que no estés embarazada. —Se apresura a decir
como si ese pensamiento fuera demasiado horrible para considerarlo—.
Como no tienes hermanos, tu pariente más cercano es tu padre. 147
No me gusta a dónde va con esto.
—Papá puede quedarse con el dinero —refunfuño—. Dije que no me
importa.
—Estoy segura de que contaba con esa actitud infantil —dice
mordazmente, picándome con sus palabras—. Seguramente pensó que
también podría administrar el dinero en tu nombre. Un padre tan noble.
Pero acabas de decir que se gastó tu fondo universitario en Manda
Mannford. Hmm. Algo no cuadra. Eso no parece muy noble en absoluto.
Las lágrimas pinchan mis ojos. Papá no podía saber esto. Él y mamá
renunciaron a la herencia para poder estar juntos. Si no le importaba
entonces, seguro que no le importa ahora. ¿Verdad? El miedo se me agolpa
en el estómago. Desde que Manda entró en escena, papá ha sido diferente.
—Baron lo sabía —dice Caroline, leyendo inquietantemente mi mente—
. Hay documentación de que se puso en contacto con el abogado de tu
abuela cuando aún eras menor de edad para obtener la copia más reciente
del testamento. No mucho después de que empezara su relación con Manda.
Se me hiela la sangre.
—¿Qué estás diciendo?
—Que puede que a ti no te importe el dinero, pero a todas las personas
que te rodean sí. —Su mirada es gélida—. Si estás tan al pendiente de mi
hijo, seguro que te has dado cuenta de que el dinero es el motor de todo lo
que hace.
—No, su familia lo es —interrumpo—. Luego el dinero.
Me estudia durante un rato antes de continuar.
—Lo que quiero decir es que si tienes alguna esperanza de estar con él
a largo plazo, vas a tener que empezar a preocuparte. Su fortuna es su
legado. Es lo que lo hace un Constantine. Ignorar su dinero es ignorar una
parte de él.
—Manda tiene dinero. —Mis cejas se arrugan mientras intento
entender qué significa todo esto—. A ella no le importaría mi herencia. No lo
entiendo, pero ella realmente ama a mi padre.
—¿Lo ama? —pregunta Caroline. ¿O se trata de algún plan? La mujer
tiene un historial de conseguir lo que quiere.
—Papá no se dejaría manipular.
—¿No? —pregunta, arqueando una ceja—. Entonces eso significa que 148
es un co-conspirador.
La ira surge en mi interior.
—¿Un co-conspirador de qué?
—De defraudarte con tu fortuna.
—No voy a casarme con un Morelli —refunfuño—. Según el testamento,
es suyo si no lo hago. Eso no es defraudar. Eso es simplemente la vida.
Caroline sacude la cabeza, frunciendo los labios.
—Vuelve a leer la cláusula de circunstancias atenuantes. O mejor aún,
déjame resumírtela. Esa fortuna es tuya y tu padre la perdió al casarse con
Manda.
—Eso no tiene sentido.
Keaton irrumpe en el salón con su teléfono en alto.
—Ulrich acaba de llamar. Clay ha cantado como un canario. La persona
que le filtró que estabas en el piso de las putas fue Manda Mannford. Tu
madrastra. Así es como Scout debe haberse enterado también.
Un sentimiento enfermizo de pavor hace que la bilis suba por mi
garganta.
—¿Q-qué? —Se suponía que fuera Nate o Deborah. No Manda—. No lo
entiendo.
—Está intentando hacer todo lo posible para destruir tu relación con
mi hijo —revela Caroline.
—¿Pero por qué? Si algún día me caso con Win, la herencia será para
ella y para papá. Debería estar contenta de que me haga cargo de eso por
ella.
—No, cariño —dice Caroline en un tono condescendiente que me hace
tensar con incomodidad—. Manda anuló el testamento al casarse con
Baron. Sus hijos son hijos de un Morelli. No puede casarse con alguien de
su parentesco, ni por sangre ni por certificado de matrimonio legal. Anula
la intención del testamento.
—¿Qué? —exigimos Keaton y yo a la vez.
—Los trillizos son bebés de probeta —murmuro, mi voz tan suave que
estoy segura de que apenas la escuela.
—Qué ingenua —dice Caroline con un suspiro frustrado—. ¿No creerás 149
de verdad que una mujer que está estudiando en la universidad para
convertirse en médico se quedaría embarazada de trillizos voluntariamente
durante ese tiempo?
Está bien, eso no suena nada plausible.
—Significa que tu herencia ya es tuya. Ahora.
—Oh.
—¿Por qué le importa a Manda, entonces, si estoy con Winston? Estaría
fuera de su vista y nunca habría sabido del dinero. Ella podría haber dejado
que se desarrollara todo naturalmente.
Caroline me sonríe, casi de forma bonita, pero entonces me doy cuenta
de que es la misma sonrisa que tiene Win cuando ha ganado algo que le ha
costado mucho.
—Porque sabía que descubriríamos sus sucios secretos. Cuando te
involucraste con Winston, eso puso mi atención en ti. En mi esfuerzo por
saber cada pequeña cosa sobre ti, descubriría sus secretos y el testamento.
Manda trató de mantenerme bajo su control. Dejó que papá drenara mi
fondo universitario para que dependiera de ella para mi educación.
Probablemente por eso hizo que sus hijos ahuyentaran a todos mis amigos
y a Tate para evitar que me quedara embarazada por accidente o algo así. Y
cuando empecé a salir azarosamente con Winston, al principio fingió estar
encantada con la idea, pero no tardó en decirme que no lo merecía. Siempre
me ha odiado y ahora sé por qué.
Dinero.
Ella siempre ha querido dinero.
—¿Cómo supo Manda lo del testamento y lo de mi abuela? —pregunto,
aceptando el hecho de que Manda es realmente la madrastra malvada que
yo creía que era y que papá es complaciente o simplemente está fuertemente
bajo su hechizo.
—Todos tenemos secretos —dice Caroline, con un tono misterioso y
ligeramente triste. Me hace pensar que ella también tiene secretos—. Pero
en realidad, Manda conocía a Maggie. De hecho, fueron juntas al mismo
retiro hace muchos años.
—¿Mi madre le contó lo de ser desheredada?
—Estaban en un retiro de mujeres. Esas cosas acercan a las damas y
a menudo se revelan cosas entre ellas que normalmente no harían. Manda
ha estado esperando años para abalanzarse.
150
—Eso es tan... espeluznante. ¿Por qué? Es solo la herencia de una
mujer.
La sonrisa de Caroline es lobuna.
—Una herencia de una mujer que rivaliza con la fortuna de los
Constantine, querida. Ha estado esperando esto durante mucho tiempo.
—Pero es mía —digo, entendiendo por fin un poco cómo se siente Win
cuando la gente siempre va con él por su dinero. Es frustrante y hace que
quieras ocultárselos desde el principio.
—Buena chica —alaba Caroline—. Ese es el espíritu.
Manda, la perra intrigante, mentirosa y tramposa no recibirá ni un
centavo. No dejaré que eso ocurra y algo me dice que Caroline Constantine,
una improbable aliada, tampoco lo permitirá.
—¿Qué hacemos ahora?
—¿Nosotros?
—Ahora soy del equipo Constantine —le recuerdo.
Ella me sonríe pero no niega mis palabras.
—Keaton, ponte en contacto con tu hermano. Hay mucho por hacer.

151
Winston
H
alcyon bulle de actividad durante toda la semana, de sol a
sol. Por la noche, sin embargo, una vez que los limpiadores
han devuelto las oficinas a su prístina gloria, se convierte
en una tumba silenciosa. A menudo, a lo largo de los años,
he llegado tarde por la noche a trabajar en silencio.
Mientras atravieso el vestíbulo de nuestro piso, inhalo el fresco aroma
a lavanda del limpiador de pisos, encendiendo las luces de camino a mi
152
despacho. Mi reunión improvisada comenzará pronto.
Necesitamos hablar.
He pasado la mayor parte de casi dos décadas evitando “hablar”. No
hay nada que decir. La traición es el pecado máximo. Corta la lengua del
infractor. Las palabras son baratas y yo soy todo menos barato.
Abro mi despacho, entro y me dirijo a mi escritorio. A pesar de lo
molesto que estaba por tener que comer comida griega para llevar de camino
aquí, me alegro de que Perry me haya obligado a hacerlo. No quiero tener
esta conversación con el estómago vacío. Si mi intestino puede soportar la
comida enlatada de Ash, creo que puede soportar el sorprendentemente
delicioso gyro de un restaurante barato que había descubierto
recientemente.
Mientras espero, le envío un mensaje de texto a Keaton.
Yo: Explica tus mensajes.
Los puntos se mueven y se detienen mientras responde. En el vestíbulo
se puede escuchar un eco del zumbido del ascensor. Guardo mi teléfono y
escucho el taconeo. En cuestión de segundos, la mujer que intentó arruinar
mi vida aparece en la puerta de mi oficina.
Meredith Baldridge.
Está tan perfecta como siempre, por fuera. Su cabello rubio está liso y
brillante. Un vestido negro ajustado abraza sus interminables curvas. Los
tacones de aguja la hacen más alta de lo normal. Unas tetas caras casi se
derraman por la escotada V de su vestido.
Su agenda es bastante obvia.
Lástima que no esté mordiendo el gusano que está colgando de su
anzuelo.
—Mer —digo en tono aburrido—. Por favor, toma asiento.
Se echa el cabello por encima del hombro y se acerca pavoneándose. El
dobladillo de su vestido se levanta con cada paso que da.
Impecable.
Meredith siempre ha sido perfecta.
Prefiero desordenada, tonta y descarada como el infierno.
Pensar en Ash casi me hace sonreír. Sin embargo, estaré condenado si 153
dejo que se me escape, y que Meredith crea que se lo ganó. Esta mujer nunca
volverá a recibir mis sonrisas. Tiene suerte de que le dedique mi tiempo
ahora mismo.
—Te ves cansado, Winny —ronronea, tomando asiento frente a mí. Se
inclina hacia adelante, dejando que su vestido se abra un poco para mostrar
el encaje rojo apenas oculto de su sostén.
—Tú también.
Parpadea ante mis palabras y se pone ligeramente rígida.
—Eh, sí. Las cosas son... estresantes últimamente.
—¿Por el acosador?
Sus cejas, perfectamente depiladas, se juntan.
—Eso también. Bueno, en realidad hay muchas cosas.
No lo digas. Eres una perra intrigante, Meredith, y estoy en tu juego.
Ulrich tenía muchas cosas interesantes que mostrarme esta tarde.
—¿Eso me involucra de alguna manera?
—Todo en esta ciudad te involucra —dice con voz coqueta—. Tú lo
sabes. Es una de las cosas que siempre me han gustado de ti. Tu autoridad
inquebrantable. Eres el hombre que lo dirige todo y lo sabe.
Pensar que solía caer en su adulación. Cuando era un adolescente, era
un maldito idiota, demasiado ocupado siendo deslumbrado por su
adoración y sus habilidades para la mamada. Mirando hacia atrás, ella sólo
estaba jugando conmigo. Yo era una herramienta para su uso.
Ahora no soy la herramienta de nadie.
—Me halagas. —Me recuesto en mi silla, arqueando una ceja—.
Supongo que pronto llegarás al punto de esta reunión.
Ella deja escapar un suspiro mesurado.
—Lamento lo que pasó cuando éramos niños. Eso fue hace una vida y
yo era una chica tonta que tomó decisiones tontas. Ahora me doy cuenta.
He pasado años lamentando el día en que te hice daño.
Bla, bla, jodido bla.
—Mmm.
—Hace poco me puse a analizar detenidamente lo que realmente quería
en la vida. —Se inclina de nuevo hacia delante, extendiendo una mano 154
cuidada sobre el escritorio hacia mí—. Tú. Siempre fuiste tú.
Mi expresión sosa e indiferente, o el hecho de que no me acerque para
tocar su espalda, no la disuaden.
—Voy a dejar a Duncan —me dice, levantando la barbilla—. Y no sólo
porque vaya a estar en bancarrota a finales de año. Él es... bueno, es un
idiota inútil que ni siquiera puede levantar su polla la mitad de las veces.
Tan fría esta barracuda viciosa.
—Pobre Duncan —murmuro—. Su esposa no lo quiere porque está a
punto de ser pobre y no puede follar.
—Es mucho más que eso —murmura, indiferente a mi sarcasmo—. Es
débil. Le mencioné que tenía un acosador y ¿sabes lo que dijo?
—Nunca podría presumir de pensar como Duncan, así que no, no tengo
ni idea de lo que dijo.
—Que debería quedarme adentro y dejar de salir tanto. —Su labio se
curva hacia arriba—. Como si eso fuera a detener a un acosador.
—¿De verdad me llamaste aquí para quejarte de tu matrimonio?,
porque si es así, no tengo el tiempo ni la paciencia para eso.
—Lo que quiero decir es que un hombre de verdad protegería a su
mujer. —Se inclina de nuevo hacia delante—. Tú me protegerías.
—Antes de que intentaras joderme cuando éramos adolescentes,
quizás, pero no puedes engañarte seriamente pensando que lo haría ahora.
Sus labios pintados de rojo se fruncen en un puchero.
—Todavía no estás enojado por el pasado. Te conozco mejor que eso,
Winny.
—Tienes razón. Sinceramente, ya no me importa. Sobre ti o sobre esa
época de mi vida.
Ni siquiera se inmuta ante mis palabras.
—¿Por Layla?
—Layla es una amiga.
—Oh, es cierto, por la niña. —Su frente se arruga mientras pone una
cara agria—. Entiendo que tienes casi cuarenta años, cariño, pero ese cliché
de la crisis de la mediana edad de salir con alguien de la mitad de tu edad
está por debajo de ti. —Sacude la muñeca como si quisiera desempolvar el
pensamiento—. Estos son problemas pequeños, igual que mi matrimonio
con Duncan es un problema pequeño. 155
—Pequeños problemas de hecho en el gran esquema de las cosas —
estoy de acuerdo—. Deberíamos discutir los problemas más grandes.
Esto finalmente llama su atención.
—¿Oh?
—Sé de ti y Manda.
Suelta una carcajada que hace que sus tetas se muevan.
—Que es mi amiga. Eso no es un secreto, cariño. Nos conocemos desde
hace mucho tiempo.
—Hace mucho, mucho tiempo. —Levanto una ceja—. La conociste en
un retiro, ¿no es así?
—¿Importa dónde la conocí?
—Creo que es más importante cómo ustedes dos llegaron a ser amigas.
—¿Y cómo crees que es eso?
—Las dos se follaron a ese sórdido bastardo de Vincent Morelli. Pero
mientras tú abortaste, ella llevó el suyo a término. Los tres.
Ella traga, pero su rostro mentiroso permanece por demás impasible.
—No sé de qué estás hablando.
—Apuesto a que fue toda una conversación. Ustedes dos en pijama,
acurrucadas junto al fuego hablando de chicos en el retiro. ¿Cómo sucedió
eso de todos modos? Dijiste, “Hola, soy Meredith. ¿Me follé a una rata?”
Manda confesó que ella también se folló a una rata. Solo tu típico cotilleo de
dama rica.
—No seas ridículo —corta Meredith, perdiendo la calma.
—Ridículo. Mmm. ¿Fue Maggie parte de esta conversación de ratas?
Sus labios se afinan.
—¿Quién?
—No seas ridícula, Mer. Maggie. La madre muerta de mi novia
adolescente. Tú sabes quién. Tu mejor amiga está ahora casada con su
marido.
—¿Qué importa eso? —suelta, clavándome una mueca de enfado que
probablemente hace que Duncan meta su patético rabo entre las piernas
cada vez que lo hace.
¿A mí? No me impresiona su mirada sucia.
—Importa. Dime algo —continúo—. ¿Maggie mencionó su propio y
156
horrible destino que la ató a los Morelli? Aquí las dos se habían quedado
embarazadas de uno, el mismo, de hecho, y a Manda le pagaron dinero para
que guardara silencio sobre sus bebés, pero a Maggie casi la forzaron a
formar parte de su familia y le ofrecieron una herencia considerable para
hacerlo.
—Como si alguna vez quisiera ser parte de esa familia podrida —se
burla—. Sabes que los odio tanto como tú.
Nunca.
Ella nunca podría odiarlos como yo.
—Aun así, tuvo que doler que a ustedes dos no se les permitió entrar a
la familia Morelli. Ni siquiera Manda, que llevó su propia carne y sangre. —
Cruzo los brazos sobre mi pecho y estudio su fachada fracturada. Apuesto
que eso las amargó a las dos. Pudieron compadecerse juntas de lo mal que
les habían hecho. Gemir por todo lo que les debían. Me estoy acercando.
Puedo decirlo por la mirada en tu cara. Entonces, ¿de quién era el plan para
matar a Maggie?
—Te pido perdón —se burla Meredith—. No tengo ni idea de quién crees
que soy, pero no soy un matón que manda matar a la gente. En serio, Winny,
has perdido la maldita cabeza.
—No me insultes —gruño, mi tono es duro y cruel—. Pago buen dinero
por los mejores investigadores privados. Descubren todo lo que hay que
encontrar. Por mucho que lo intentes y te escondas, nada está a salvo
cuando un Constantine va a investigar.
—Yo no la hice matar. ¿No murió por causas naturales?
—¿Lo hizo? —Me encojo de hombros—. Supongo que al final lo
averiguaré con seguridad. Siempre lo hago.
Su teléfono suena en su bolso y aprovecha la oportunidad de distraerse
de nuestra conversación para tomarlo. Lee el mensaje y lo vuelve a meter en
el bolso.
—La idea de matar a Maggie probablemente no sucedió de inmediato,
¿verdad? —la aguijoneo, pinchándola con cada palabra—. Cada año en sus
retiros anuales, probablemente las dos empezaron a resentirse más y más
con ella, especialmente Manda, que tenía que cargar con tres psico-mierda

157
Morelli. Maggie lo tenía todo, una vida cómoda con su apuesto marido al
que amaba y su pequeña princesa. Había optado por el amor antes que por
el dinero y se había despedido de su herencia mientras seguía obteniendo
unos ingresos considerables dando discursos. Todo en su vida iba
perfectamente. No era justo, ¿verdad?
La ira brilla en sus ojos.
—Crees que lo sabes todo.
—Sé que tu acosador no es un acosador en absoluto.
—No sé a qué te refieres.
—Mer, Mer, Mer. Es como si no supieras quién soy. —Hago una pausa,
dejando que eso se asimile—. Así es, no lo sabes. Me conociste íntimamente
como un joven vulnerable. Pero no a este hombre. No sabes de lo que soy
capaz.
—¿A quién crees que viste? —desafía, el desafío hace que sus fosas
nasales se ensanchen.
—Hice que mi chico recuperara la videovigilancia del restaurante el día
que te vi a ti y a Manda. Tu supuesto acosador no era un acosador. Era mi
amigo. Nate.
Mueve la cabeza en señal de negación. Como si eso fuera a
convencerme.
—Fue Nate —gruño—. La pregunta es, ¿por qué mi amigo, mi mejor
amigo, se reunía con mi ex y su mejor amiga? Claramente, intercepté un
almuerzo entre los tres. Algo que se supone que no debía saber. —Hago una
pausa, frunciendo una ceja—. Para hablar de París.
El color desaparece de su rostro.
—Winny...
—Sabes que está en el plan telefónico de la empresa. Nate. Es curioso
que un poco de investigación sacó a relucir un número con el que hablaba
y con frecuencia. Tu número. Dime. ¿Eres su bebé?
—¿Qué? No. —Se atragantó.
Cuando Ash reveló que Nate estaba viendo a alguien, me sorprendió.
Nunca lo había mencionado. Ahora sé por qué. Su bebé era Meredith. Los
registros telefónicos demostraron que se comunicaban mucho. Hay una
tonelada de imágenes de video, que obtuve fácilmente porque Nate vive en
el edificio que poseo, de ella apareciendo en el apartamento de Nate. A veces
pasaba toda la noche. Había muchas fotos de ellos, en las que se les veía
yendo y viniendo juntos, abrazados como si fueran amantes. Tan
158
jodidamente atrevidos.
Hoy, bueno, toda esta semana, ha sido ajetreada y reveladora.
—Tus mentiras se están haciendo viejas, Meredith. Eres una perra
confabuladora. Fin de la puta historia.
Me mira boquiabierta.
—N-no. No lo entiendes. ¡Solo lo veía para acercarme a ti! ¡No
significaba nada para mí!
—Te lo follaste sin motivo porque tu plan no funcionó. ¿Para quién más
te abriste de piernas, Mer? ¿Además de los Morelli? Sabemos que no fue
para tu patético marido.
—Winny...
La derrota brilla en sus ojos, lo que la lleva a hacer lo que cualquier
diva haría cuando no se sale con la suya. Hace una rabieta. Lágrimas y todo.
—¡Winny! ¡Hice esto por nosotros! ¡Todo esto fue por nosotros! —
Gruesas lágrimas caen de sus párpados, recorriendo sus sonrosadas
mejillas. A diferencia de Ash, Meredith usa rímel a prueba de agua. Incluso
cuando le da un ataque, se mantiene maquillada—. ¿Por qué crees que te
llamé esta noche?
Esto llama mi atención. Arqueo una ceja para que continúe.
—Nate no es quien crees que es —murmura—. Él es...
—¿Qué? ¿Malversando a mis espaldas? ¿Jodiendo mis negocios en el
extranjero como en París?
El dinero estaba siendo desviado bajo mis narices, hacia cuentas
internacionales de Halcyon abiertas con mi firma falsificada.
Concretamente, en Francia. Me encontré con algo extraño hace meses y
retiré los contratos para verlos con Harold eventualmente. Pero entonces
apareció Ash, distrayéndome por el momento. Había planeado volver a ello
con el tiempo, llegando incluso a cambiar la accesibilidad en las cuentas
que ahora requieren una serie de contraseñas, diferentes para cada una y
todas guardadas en la caja fuerte de mi casa en mi armario. Cuando Perry
y yo tuvimos que hacer nuestro viaje a París, estaba claro que necesitaba
mover las cosas y puse a Harold a trabajar en ello.
Se levanta del escritorio y se acerca a la estantería para agarrar un

159
pañuelo de papel. Después de secarse las mejillas, me mira con el ceño
fruncido.
—¿Lo sabías?
—Me llevó un minuto, pero sí, llegué a esa conclusión.
También debe haber sido lo que Nate buscaba cuando se presentó en
mi casa y de alguna manera engañó a Ash para que lo dejara entrar. Quería
tener acceso al dinero que cuidadosamente había canalizado para sí mismo.
Si Ash estaba en esto con él, habría obtenido lo que necesitaba porque yo le
di el acceso a él. Pero ella no era su cómplice.
—¿No estás enojado?
—¿Estás loca? Claro que estoy enojado. —Yo también me pongo en
pie—. Gracias por esta maravillosa pérdida de tiempo en la que me has dicho
todo lo que ya sabía. Te convendría desalojar las instalaciones y no volver a
contactar conmigo nunca más.
Se apresura a acercarse a mí, con la cara contraída mientras caen más
lágrimas, su cabeza se mueve de un lado a otro.
—No, Winny. Eso no es todo. Él... ha estado perdiendo la cabeza.
Paranoico de que te vayas a enterar. Desde que las cuentas de París que
había creado de repente requerían contraseñas, entró en pánico. Le
preocupaba que lo supieras y que estuvieras jugando con él. Incluso llegó a
colarse en tu casa para buscarlas, pero nunca pudo entrar en la caja fuerte.
Estaba enfadado porque pensaba que Ash lo estaba estropeando todo.
¿Arruinando todo?
El miedo se enrosca en la boca de mi estómago y no me gusta.
—Empieza a hablar, Meredith, y rápido.

160
Ash
E
stoy ansiosa sin mi teléfono. No sé cómo ha ido la reunión con
los Morelli y eso me está volviendo loca. En cuanto oigo la voz
de Perry, me levanto de la silla para buscarlo. Lo encuentro en
un pasillo, pero Winston no aparece por ningún lado.
—¿Dónde está Win? ¿Cómo le fue?
Perry se detiene, se pasa los dedos por el cabello y suspira. 161
—Fue estresante, pero obtuvimos lo que queríamos. Recibió una
llamada después y tuvo que reunirse en la oficina. Me envió a ver cómo
estaban tú y Keaton.
—¿Con quién se iba a reunir? —exijo, con una sensación de
hundimiento en la boca del estómago.
—No lo sé. ¿Por qué?
—Llévame allí —le digo—. Vamos. Vamos.
—No —gruñe Perry, sonando como su mandón hermano mayor—. Nos
quedaremos aquí hasta que termine.
—¿Y si alguien intenta hacerle daño?
Me sonríe.
—Es Winston. Es prácticamente intocable.
—Perry, estoy preocupada por él.
—Él puede arreglárselas solo. No voy a hacerle enfadar e ir en contra
de sus deseos. —Comienza a caminar hacia la sala de estar—. Vamos.
—Vuelvo enseguida. Necesito visitar el baño de damas.
—Hay un tocador aquí mismo.
—El cuarto de Win tiene un bidé —argumento.
Él resopla, sacudiendo la cabeza y me deja. En cuanto se va, me
apresuro a ir a la habitación de Win. Está inmaculada y hermosa como
siempre. El temor que comenzó en la boca del estómago ha empezado a
infectar otras partes de mi cuerpo, como mi corazón y mi mente.
Algo está mal.
Puedo sentirlo.
Con una rápida pulsación de algunos números, consigo abrir la caja
fuerte de Win. Ha puesto el código delante de mí aquí y en la oficina.
También es el código de la puerta del Escalade que me compró. Son todos
iguales. El hecho de que no haya intentado ocultármelo me da ganas de
llorar. Me confió su Bugatti.
De acuerdo, bueno, quizá no el Bugatti en concreto, pero las llaves
están dentro y me esperan, así que se siente como una suerte.
Tomo las llaves y salgo de su habitación, camino por los pasillos y
termino en el garaje. Después de pulsar un botón para abrir uno de los
compartimentos del garaje, corro hacia la belleza blanca nacarada. El 162
mando abre la puerta de tijera y salto dentro. En cuanto la puerta se cierra,
pulso el botón para encender el motor. Ronronea como un gatito. Me
abrocho el cinturón y salgo del garaje marcha atrás. El corazón late en mi
pecho mientras patino por el camino de entrada, tratando de controlar el
vehículo extremadamente rápido que cuesta más dinero del que podría
soñar tener.
Mentirosa.
Ahora eres una perra rica.
Al menos lo seré después de reunirme con el abogado de mi abuela.
Caroline, para ser normalmente una bruja, estaba ansiosa por ayudarme.
Puso a Anthony al teléfono y empezó a hacer planes. Para la próxima
semana, puedo comprar mi propio maldito Bugatti. O pagarle a Win si
accidentalmente destrozo el suyo.
Mis nudillos están blancos mientras agarro el volante, acelerando todo
lo que puedo y manteniendo el coche en la carretera. Hago el aburrido y
demasiado largo trayecto hasta Halcyon. Cuando entro en el carril de valet,
un hombre se acerca trotando con una expresión confusa en el rostro.
—Win me lo ha prestado. Manténgalo a salvo, por favor —le digo
mientras salgo de un salto y le tiro las llaves.
Me asiente y no espero. Mis zapatos chirrían por los silenciosos pisos
del vestíbulo del edificio mientras me apresuro hacia los ascensores.
Pulso el botón varias veces, impaciente. Mientras espero, me pregunto
qué le diré a Win.
Siento haber interrumpido tu reunión, pero estaba preocupada por ti. Ah,
y robé tu Bugatti. ¿Quieres tener sexo ahora en mis montones de dinero?
Me va a matar si interrumpo algo serio y que no haya amenaza de vida.
Pero tengo un presentimiento enfermizo. Si está reunido con Nate y no sabe
lo bastardeo asqueroso que es, podría estar en problemas. La idea de que
Nate alguna vez supere a Win es casi ridícula Aun así, me sentiría devastada
si algo sucediera y no intentara al menos advertirle.
Los ascensores finalmente se abren. Me pierdo en mi propio mundo
mientras pulso el botón de la planta ejecutiva de Halcyon. Alguien más entra
en el ascensor y llega al decimosexto piso. Las puertas se cierran mientras
levanto la mirada.
No.
163
—Nate...
Me da un golpe en la mejilla, haciéndome chocar con el panel de
botones del piso. Antes de que pueda presionar el botón de la alarma, Nate
me atrae hacia su pecho y me tapa la boca con una mano.
—Shh —gruñe Nate, su meñique acariciando suavemente mi
mandíbula a pesar del agarre castigador que tiene sobre mí—. Es la hora.
¿Es la hora? ¿Para qué?
Lucho contra él, dando patadas, pero me sujeta en el centro del
ascensor para que no pueda alcanzar nada. Está espeluznantemente callado
cuando llegamos al decimosexto piso. Su piso. Un gemido se clava en mi
garganta cuando se abren las puertas. Es tarde, así que no hay nadie en el
pasillo. Con demasiada facilidad, me arrastra a lo que debe ser su
apartamento. Empiezo a chillar detrás de su mano sobre mi boca, arañando
y pateando.
—Así que ayúdame, si no te callas de una puta vez, te romperé el cuello
y te empujaré escaleras abajo.
Me quedo inmóvil ante sus palabras. ¿Qué quiere de mí? Esto va más
allá de que piense que soy una cazafortunas. Esto es una locura. Win tirará
su mierda contra él por haberme golpeado.
Me empuja dentro de su apartamento. Es elegante, pero no tan bonito
como el de Win. Siempre es el segundo mejor. Me pregunto si ese es su
problema. ¿Pero qué va a demostrar secuestrándome? ¿Es un esfuerzo para
chantajear a Winston por su dinero?
—Siéntate y no digas una palabra —gruñe Nate, sus ojos maníacos y
llenos de furia—. Voy a hacer una llamada.
Me empuja al suelo frente a la puerta corrediza de vidrio que da al
balcón. En cuanto mi culo toca el suelo de madera, grito a todo pulmón con
la esperanza de que algún vecino me escuche. Este es un movimiento
equivocado, aparentemente, porque me hace ganar una patada que me
atraviesa la mandíbula. Mi cabeza se golpea contra la puerta de cristal con
tanta fuerza que el vidrio se tambalea y mi visión se oscurece. Parpadeo
tratando de hacer que la confusión a mi alrededor se desvanezca. Un sabor
metálico inunda mi boca. Sangre. Me paso la lengua por el lado de la mejilla
donde me cortaron los dientes.
Gritar sólo va a conseguir que me den una paliza. 164
Piensa, Ash.
¿Qué haría Win?
Lo destruiría con sus palabras.
—Vaya —me burlo—. Sabía que eras patético, pero esto es lo más bajo
que he visto nunca.
Me fulmina con la mirada.
—¿Qué carajo dices?
—Pobrecito Nate. Siempre el segundo mejor. Realmente debe apestar
estar siempre a la sombra de Win. Es una gran sombra. De gran alcance.
Tan oscura. Y tú no eras nada.
Todo su cuerpo se tensa y sé que he tocado un nervio.
—Vete a la mierda.
—Nunca. Sé que te gustan las sobras de Win, pero no te follaría ni
aunque fueras el último hombre de la tierra. Prefiero los hombres poderosos.
No aspirantes. ¿Te hace sentir como un gran hombre el haberte follado a
Meredith?
La sorpresa que se dibuja en sus facciones me dice que estoy en lo
cierto. Bastardo predecible. Básicamente me sirvió esa pepita de
información cuando estaba en su despacho el otro día. Ahora sé que es
verdad.
—¿Te llamó por el nombre de Winston en el dormitorio? —me burlo,
soltando una cruel carcajada—. Apuesto a que ese polvo duró los dos
minutos que tardaste en correrte y luego tú fuiste las sobras porque ambos
sabemos que esa mujer aún está mal por él.
Me agarra por el cabello y me pone de pie.
—No sabes una mierda, zorra. No eres más que una puta codiciosa que
tuvo que meterse en medio de años de puto trabajo. ¡Todo está arruinado
por tu culpa!
Mantenlo hablando.
Alguien habrá escuchado mis gritos y vendrá corriendo. ¿Verdad?
—Winston te destruirá —le advierto—. Es más rico y poderoso de lo que
jamás podrías soñar ser. Se suponía que eras su mejor amigo, pero lo
traicionaste. ¿Por qué? ¿Porque me odias?
Su mano me rodea la garganta, apretándola con tanta fuerza que siento 165
que los ojos se me desorbitan y la cara me va a estallar. Me aferro a su mano
mientras intento desesperadamente aspirar aire a mis pulmones. Agarrando
un puñado de su cabello, lo tiro con fuerza hacia un lado. Ambos caemos al
suelo. Incluso con mis dedos rasgando su cabello, se las arregla para
mantener su brutal agarre en mi cuello.
—Deja de forcejear y te dejaré respirar —gruñe, con el sudor goteando
de su frente y cayendo sobre mi cabello.
Me relajo, sobre todo porque me han abandonado las fuerzas. Por
suerte, él afloja su agarre.
Su cuerpo todavía me inmoviliza contra el suelo duro y me repugna
tenerlo apretado contra mí.
—Ella es más que las sobras —dice, con voz suave—. Meredith. Ella es
mi... todo.
Le creo. Lo había escuchado en su voz cuando habló con ella el otro
día.
—¿Ella lo sabe? —exclamo con rudeza, sin poder evitar burlarme de él,
incluso con tanta desventaja.
Aprieta mis mejillas, su pulgar se clava en el lado que mordí, y aplasta
mi cara mientras acerca su boca a la mía.
—Ella lo sabe. Ella también me ama, perra. —Su mano se relaja—. Voy
a casarme con ella.
—Ella ya está casada —siseo—. Estás delirando.
—Deja de hablar. —Se sienta y me agarra de las muñecas. Chillo y me
retuerzo pero es demasiado fuerte. Fácilmente, me clava dolorosamente las
muñecas en el suelo de madera—. Solo deja de hablar, joder.
Nop.
Ahora no.
No cuando estoy tratando de mantenerlo ocupado hasta que alguien
venga a ayudarme.
—Le arruinaste lo de Paris, ¿no? —grito, odiando que las lágrimas se
asoman a mis ojos—. ¿Cuánto tiempo has estado arruinando los negocios
para él y desfalcándolo?
—¿Desfalcando? —Ladra una carcajada—. Winston es tan jodidamente
rico que no se da cuenta cuando salen millones por su puerta y van a parar
a mi bolsillo. No es desfalcar, es verter puñados de su dinero desperdiciado 166
en mi maldito cubo.
—¿Qué había en la caja fuerte que querías?
—Documentos que necesitaba —se burla—. Tenía que haber
descubierto lo que había hecho. Quería llegar a la caja fuerte de su casa
para conseguirlos. Busqué en todos los sitios que pude. Su oficina tiene
cámaras, así que no pude intentar entrar en esa caja fuerte, pero en la de
su casa es donde guarda sus cosas importantes. Ese era mi dinero y se
suponía que él no se daría cuenta.
—¿Tu dinero? Porque no pudiste ganarlo tú mismo, tuviste que robar
el suyo —le respondo.
—¡Porque mi apellido no es Constantine, maldita sea! Eso es lo único
que tiene sobre mí, lo único que ha tenido sobre mí. Su puto apellido.
—¡Delirante! —siseo—. ¡Lo tiene todo sobre ti! ¡Más inteligente, más
sexy, mejor vestido, más rico, mejor gusto por las mujeres! No eres nada
comparado con él. Nunca serás él, por eso Meredith nunca dejó a Duncan
por ti.
Suelta mi muñeca para golpearme la cara. El dolor es tan intenso que
me ahogo en un sollozo, haciendo una mueca de dolor por la abrumadora
palpitación que está sacudiendo los huesos de mi cráneo. Se me escapan
lágrimas calientes mientras uso la mano libre para protegerme de más
golpes.
—¿Qué me vas a hacer? —lloriqueo—. Winston no dejará que te salgas
con la tuya.
—¿Por qué? ¿Porque crees que te ama? —Nate se burla—. ¿Quién está
delirando ahora? Eres un juguete caro para follar. —Manosea mi pecho—.
Tal vez debería ver por qué está tan malditamente interesado en ti. ¿Son
estas alegres tetas jóvenes? —Su mano se desliza entre nosotros—. O tal vez
sea este coño.
Le llamo alarde y le escupo saliva ensangrentada a la cara.
—No te atreverías. La quieres demasiado.
Sus ojos desorbitados brillan ante el desafío de mis palabras.
—Crees que lo sabes todo, ¿verdad?
—Sé que lo estás arriesgando todo por tu amor a ella.
Sus rasgos se apagan mientras tira del botón de sus vaqueros. 167
—Quizá esto no tenga nada que ver con el amor y sí con el odio. Si te
hago daño, se lo haré a él. —Se baja la cremallera—. Es una retribución por
todo lo que ha hecho. Es la venganza por ser el maldito Winston
Constantine.
Grito hasta ganarme otro golpe brutal en la cara y todo se vuelve negro.
Winston
M
i teléfono suena en mi bolsillo mientras Meredith intenta
recomponerse. Ignoro sus sollozos para tomar mi teléfono.
Keaton debe haber terminado su mensaje antes. Lo leo
primero.
Keaton: Amigo, ¿dónde estás? Está pasando una mierda. Nate te está
jodiendo. Llámame. Alguna mierda de conspiración con tu ex y la madre de
los trillizos también.
168
Luego, hay unas quince llamadas perdidas de Perry. Leo el texto que
también ha dejado.
Perry: Ash se fue en el Bugatti. Estaba preocupada por ti. ¿Llegó a la
oficina?
Yo: No. Averigua dónde está mi coche. Avísame cuando la encuentres.
A continuación envío un mensaje a Xavier.
Yo: Sube a la oficina. Puede que necesite que acompañes a Meredith a
la salida.
—¿Hola?
Al levantar la vista de mi teléfono, veo que las facciones de Meredith
pasan de estar molestas a estar sorprendidas y a tener pánico en el lapso
de unos segundos.
—Nate, cálmate. Lo que dices no tiene sentido. —Una pausa—. ¿La
tienes? ¿Por qué?
Me acerco a Meredith y ella se acobarda bajo mi mirada asesina.
—¿Ash?
Ella asiente, con más lágrimas derramadas.
—Winston...
Le arranco el teléfono de la mano, empiezo a amenazar a Nate, pero ya
no está en la línea. Le devuelvo el teléfono a Meredith y luego troto hacia mi
caja fuerte en la pared.
—¿Dónde está? —exijo mientras empiezo a introducir la combinación—
. Escúpelo de una puta vez.
—Está... está en su casa. Oh, Dios. Nate está perdiendo la cabeza. Oh,
Dios.
Abro bruscamente mi caja fuerte, saco una Glock cargada y la cierro
de golpe. Después de preparar una bala, le digo:
—Camina. Más vale que esperes por Dios que esté bien.
Ella asiente rápidamente y se dirige a la puerta.
—Lo siento...
—¿Por qué tiene a Ash? ¿Por qué está tan jodidamente obsesionado con
ella? ¡Dime, maldita sea!
Meredith chilla ante mis palabras bramadas que resuenan en el 169
vestíbulo de nuestro piso.
—No lo sé.
—Mentirosa. Habla y muévete más rápido —digo bruscamente,
emprendiendo una carrera hacia los ascensores—. No te olvides de nada.
Así que ayúdame, Meredith, si me haces perder el tiempo ahora mismo, te
arruinaré de todas las maneras que pueda.
Le escribo a Xavier una vez que llego a los ascensores y he presionado
el botón.
Yo: Piso 16. Ash puede estar en problemas. Nate la tiene.
—Sigue diciendo que ella lo está arruinando todo —dice Meredith, sin
aliento, cuando se detiene a mi lado mientras espero a que el ascensor llegue
a este piso—. Cree que todo empezó a irse al infierno cuando ella entró en
escena. No se suponía que fuera así. Se suponía que nunca iba a salir
contigo.
Las puertas del ascensor se abren y entro. Aprieto el botón del
decimosexto piso y miro a Meredith con el ceño fruncido.
—¿Mi dinero no era suficiente? ¿También quería joder mi vida
amorosa?
—Tú no la amas —se burla Meredith.
Juro que joder a esta mujer me va a volver loco.
—¿Por qué le importa?
—¡Porque sí! Antes de que esa niña entrara en escena, estabas
adormecido. Un maldito zombi. Tan centrado en ganar dinero que nunca
prestabas atención a nada de lo que te rodeaba. Pero entonces ella apareció
y captó tu interés de la nada. Empezaste a gastar tu dinero tan rápido que
tuviste que ir a involucrar a Harold, lo que puso nervioso a Nate,
especialmente desde que perdió el acceso a esas cuentas. Ash también es
una perra entrometida. Siempre estaba por aquí. Haciendo demasiadas
preguntas. Nate tenía la paranoia de que ella iba a descubrir algo y decírtelo.
Incluso trató de distraerte enrollándote con Layla, pero eso tampoco
funcionó. Le dije que se apartara porque empezarías a darte cuenta, pero no
me hizo caso.
El ascensor se abre en el decimosexto piso y salgo corriendo,
arrastrando mi trasero hasta el apartamento de Nate. Oigo a Meredith correr
para seguirme. Cuando llego a la puerta de Nate, giro el pomo y la empujo
para abrirla.
Rojo. 170
Una furia roja como la sangre nubla mi visión.
Nate, alguien a quien consideraba un hermano, sostiene a Ash contra
su pecho, con un afilado cuchillo de cocina contra su garganta. Quiero
asesinarlo con mis propias manos. Ahora mismo, lo único en lo que puedo
concentrarme es en la forma en que la punta de la hoja se clava en la carne
magullada de su cuello. La ha herido. La hirió mientras yo daba un maldito
paseo por el carril de los recuerdos con Meredith. Y ahora, Ash está
inconsciente, con la cabeza inclinada hacia un lado. Tiene los labios
manchados de sangre y los vaqueros desabrochados.
Lentamente, me acerco a él, esperando como la mierda que no pierda
completamente la cabeza y le corte la garganta.
—¡Nate! —grita Meredith detrás de mí cuando entra en el
apartamento—. ¿Qué estás haciendo? ¡Oh, Dios mío!
Los rasgos de Nate se contorsionan en una expresión de dolor.
—Hola, cariño.
—Suéltala —grita—. Irás a la cárcel por esto.
—¿Cárcel? —Él se ríe—. Nadie va a ir a la cárcel. ¿Verdad, Win?
—Correcto —acepto, mi tono es suave y frío—. Baja a Ash. Está herida,
hombre.
—Pensé que te gustaba hacerla llorar —responde Nate—. Un poco
enfermizo si me preguntas. ¿Quién hace llorar a las perras y se excita con
ello?
Aprieto la mandíbula, conteniendo una serie de insultos.
—Baja a Ash. Vete de aquí. Tanto tú como Meredith pueden irse. No los
seguiré. Incluso te daré las contraseñas de las cuentas en las que has metido
el dinero.
—Nate —suplica Meredith—. Por favor, no hagas esto. Lo estás
estropeando todo.
Él la fulmina con la mirada.
—¿Yo? Todo lo que he hecho es por nosotros, cariño. Todo. ¿Qué has
estado haciendo además de intentar volver a meterte en sus pantalones?
Ash abre los ojos lentamente. Ojos color avellana se encuentran con los
míos y sonríe. Feliz por un segundo. Eso es, hasta que se da cuenta de dónde
está y de lo que está pasando. El terror transforma sus rasgos y deja escapar
un maullido tenso, con lágrimas frescas derramándose por su desordenado 171
rostro. Siempre tan hermosa, especialmente cuando está destrozada.
Voy a rescatarte, Cinderelliott. Puedo ser un príncipe algunas veces.
—Baja el cuchillo —insto a Nate—. Bájalo, coge a tu perra y sal de aquí.
—No me dejarás llegar al final de la manzana —espeta Nate—. Me
arrestarán antes de que pueda respirar. No voy a caer en tus tonterías.
—¿Qué quieres? —exijo—. Podemos llegar a un acuerdo. ¿Quieres
dinero? Di tu precio. ¿Quieres salir del país? Te daré un maldito jet. Solo
entrégame a Ash. Por favor.
—¿Para que puedas dispararme? Vete a la mierda, Win. —Nate asiente
con la barbilla hacia Meredith—. Toma su Glock, cariño.
—¿Q-qué? No, Nate. ¿Qué vas a hacer?
—Así que ayúdame, toma su maldita pistola o le cortaré el cuello a esta
zorra —gruñe Nate—. Ahora, nena. Toma la pistola.
Ash gimotea cuando el cuchillo se clava en su cuello. No espero a que
Meredith me la quite y, en cambio, casi la derribo cuando la empujo contra
su pecho. Ella me quita el arma torpemente.
—Ya está —digo en tono tranquilo—. Pueden salir de aquí.
La mirada maníaca de Nate va de un lado a otro entre Meredith y yo.
—Dijo que dejaría a su marido por ti, ¿verdad?. —Mira a Meredith con
el ceño fruncido—. ¿No es así? ¿La misma frase de mierda que me dijiste a
mí?
—Estás desquiciado —sisea Meredith—. ¿Por qué iba a elegirte a ti si
así es como ibas a terminar?
—Mer —digo—. Detente.
Le molesta mi tono.
—Solo digo que...
—No lo hagas.
Las fosas nasales de Nate se encienden con furia.
—Todavía lo amas. Maldita perra. Me utilizaste. Todos estos años me
usaste para llegar a él. Me jodiste y me hiciste hacer el trabajo de piernas
tuyo y de Manda. Yo fui quien nos consiguió el dinero. Yo. No tú ni Manda.
Yo. Y cuando llegó el momento de arreglar las cosas, no fuiste tú quien se
coló en su apartamento, fui yo. Puse todo en juego. Ni siquiera te molestaste
en divorciarte de tu perdedor marido.
—Nate —gruño—. Solo vete. Ella no merece todo esto. Confía en mí.
172
—Vete a la mierda, Winny —sisea Meredith.
—Lo arriesgué todo por ti —murmura Nate a Meredith, su voz
quebrándose—. Todo era una mentira, ¿cierto? Yo era el peón. Nunca fuimos
los tres los que hicimos esto juntos. Siempre fueron tú y Manda. —Se ríe y
su risa suena vacía—. Supongo que sabemos cómo termina esto.
La finalidad en su tono me hace dar un paso adelante. Con su mano
libre, empuja la puerta de cristal para abrirla. Ash deja escapar un grito de
angustia cuando la hoja se clava más profundamente en su carne. Me
detengo en seco.
—Nate —suplico—. No lo hagas. Por favor, no lo hagas, maldita sea.
—Pueden quedarse el uno con el otro —dice Nate en tono derrotado
mientras sale de espaldas al balcón—. Siempre supe que iba a terminar así.
Simplemente fui demasiado estúpido para creerle. —Luego, dirigiéndose a
Meredith, sacude la cabeza, con asco en el rostro—. Yo te amaba. Desde que
éramos niños. Te amé y tú siempre lo amaste a él. Podrías haberte casado
conmigo pero no lo hiciste. Elegiste a Duncan porque casarte conmigo sería
“demasiado obvio” y nunca conseguiríamos lo que queríamos. Te creí,
Mierda. Maldita sea.
Está demasiado cerca del borde del balcón. El corazón me martillea en
el pecho pero no sé qué demonios hacer. Podría dirigirme hacia ellos pero
probablemente le cortaría el cuello antes de que yo lo llegara.
—Nate —digo entrecortadamente, acercándome lentamente para estar
en el umbral—, podemos hablar de esto, hombre. Solo nosotros. Eres mi
mejor amigo. Las chicas pueden salir de aquí. Podemos tomar una copa y
quitarnos esta mierda de encima.
Por un momento, lo considera y luego hace un movimiento violento con
la cabeza.
—No soy estúpido, Win. No saldría indemne de esta situación. Pero ya
que todo este maldito asunto es culpa de Ash, no creo que ella deba salir
indemne tampoco. Si yo caigo, ella se va conmigo.
Caer.
Caer. Caer. Caer.
No.
—¡Nate! —grita Meredith, señalando a la derecha del balcón donde una 173
pistola le apunta.
En cuanto Nate gira la cabeza, se oye un chasquido ensordecedor
cuando la persona que está al otro lado del arma dispara. Me precipito hacia
delante incluso mientras la cabeza de Nate retrocede, siguiendo cada
movimiento con cálculos agudos. El grito de Ash es de otro mundo cuando
Nate cae por el borde con Ash aún agarrada. Ya me he puesto en marcha,
lanzándome por el concreto, con el brazo persiguiéndolos entre los barrotes
de hierro.
El costado de mi rostro se clava dolorosamente en la barandilla, pero
me importa un carajo porque una pequeña muñeca femenina está en mi
poder. Y está gritando. Está gritando tan jodidamente fuerte. Todavía está
tan jodidamente cerca.
—¡No me dejes caer!
Mi agarre en su muñeca es tan fuerte que siento que los huesos se
rompen por la presión. Grita un poco más, sus palabras están plagadas de
más palabrotas de las que he oído nunca en una sola frase.
—Deja. De. Moverte. Maldita. Sea —gruño—. Te voy a soltar si no paras.
Sus sollozos son mi perdición. Si no puedo encontrar una forma de
levantarla, caerá dieciséis pisos y no vivirá. No puedo perderla. Mierda.
Meredith está llorando histéricamente desde cerca. Cierra tu maldita
boca.
—No la sueltes, jefe —gruñe Xavier—. Voy a bajar por ella.
Aprieto más a Ash, negándome a soltarla aunque le rompa todos los
huesos del maldito brazo. Si tan solo pudiera verla. Quiero ver su rostro.
Necesito ver su rostro.
—Cinderelliott —digo en voz baja—. Te amo.
Sus sollozos se ralentizan y ahoga una risa llorosa.
—Te odio.
—Respuesta equivocada.
—¿Estoy colgando de un edificio y ahora me lo dices? Eres el mayor
imbécil que conozco.
—Quería hacerte trabajar por ello.
Al menos cuando habla, no se mueve tanto. Mi palma está sudada pero
no la suelto. Nunca la soltaré. 174
—Está bien, jefe —brama Xavier desde un piso más abajo—. Ya puedes
soltarla.
—No puedo —susurro—. No puedo verte. No puedo.
—Tienes que hacerlo, hombre. No puedes aferrarte a ella para siempre.
—Mírame hacerlo —gruño.
Ella grita y se siente como si la arrancaran de mi agarre. Mierda.
Mierda. Mierda. Intento sujetarla, pero se resbala. Mi mano está demasiado
resbaladiza por el sudor.
—No —gruño—. ¡Nooo!
—¡Win! —chilla Ash.
Y luego se fue.
Un segundo está en mi mano y al siguiente es arrastrada por la
gravedad.
—La tengo —grita Xavier—. ¡Está en el balcón de abajo!
—Win —grita Ash—. ¡Win!
—¡Ash!
—¡Estoy bien! —solloza y sus palabras están llenas de incredulidad—.
¡Oh, Dios mío, estoy bien!
El dolor me atraviesa el hombro y hago una mueca mientras paso el
brazo a través de los barrotes de hierro. El rostro me empieza a palpitar y
noto que me arde el pecho. Ruedo sobre mi espalda, bajo la mirada para ver
la sangre que se filtra a través de mi camisa de vestir, ahora rota, por haber
patinado sobre el cemento. El hombro me grita como un hijo de puta y estoy
seguro de que voy a tener un moratón del tamaño de Texas en el rostro.
Pero está viva.
Ash, mi loca, molesta y jodidamente hermosa chica del pájaro está viva.
No puedo moverme porque estoy demasiado abrumado por el alivio.
Habría renunciado a todo si eso significara salvarla de una muerte horrible.
El dinero, los coches y la compañía. Es una locura, pero es cierto.
—La amas —gime Meredith desde el interior del apartamento—. La
amas.
—¡Baja el arma! —grita Todd—. ¡Ahora!
Meredith grita y deja caer la Glock con un fuerte estruendo. Empieza a
gritar para que la salve mientras él la tira al suelo. No puedo moverme. El 175
corazón se me acelera y lo único que puedo hacer es mirar el techo del
balcón que tengo encima.
—¡Win!
La voz de Ash es cercana y como una maldita música para mis oídos.
Aparece en la puerta, con el rostro magullado, rojo y lleno de lágrimas. Tan
jodidamente bonita.
—Me encanta cuando estás desalineada —murmuro extendiendo mi
brazo bueno hacia ella—. Ven aquí.
Con su muñeca acunada contra su pecho, cae de rodillas a mi lado. Me
aferro a su cabello enmarañado y la atraigo hacia mi boca. El beso que le
doy es frenético y necesitado y tan malditamente agradecido. Sabe a
Starbursts de cereza y a eternidad.
—Yo también te amo —dice entre besos—. Intenté decírtelo y tu
estúpido trasero no me escuchó.
—Tu boca se mueve mucho y se derraman tantas tonterías que es difícil
filtrar lo importante.
Ella sonríe contra mi boca.
—Me aaaaaaaaaamas.
—Me retracto.
—Demasiado tarde. Ya lo has dicho. El daño está hecho.
La beso de nuevo. Es una forma de hacerla callar. A ella no parece
importarle.
—¿Win? —Su aliento susurrado me hace cosquillas en los labios.
—¿Hmm?
—Gracias por salvarme.
—No te acostumbres al acto de héroe, Cinderelliott.
—Demasiado tarde. Ahora espero muestras de audacia para demostrar
tu amor por mí todo el tiempo.
—Por el amor de Dios.
—Podemos empezar con una noche de películas. En tu cama. Palomitas
y caramelos.
—¿Qué tipo de dulces?
—Ositos de gomita rojos.
176
—Hmm.
Ella levanta la mirada, sus ojos llorosos encontrándose con los míos.
—¿Qué?
—Solo estoy pensando que si me sale una caries por esa mierda que
me das a la fuerza, voy a terminar contigo.
Sus labios se abren en una hermosa sonrisa que espero ver todos los
días mientras viva.
—Eres mi novio. No puedo esperar a decírselo a tu madre. Va a
enloquecer cuando le diga te lo dije.
—Apuesto a que va a enloquecer por completo. —Le acaricio el cabello
con los dedos—. No le digas te lo dije. Ya te he rescatado de una muerte. No
hagamos que sean dos.
Enrosca su cuerpo alrededor del mío, apoyando su cabeza en mi
hombro, que sigue palpitando dolorosamente. Pero no me importa. Estoy
muy contento de abrazarla.
Pronto tendremos que curar nuestras heridas. Tendré que lidiar con la
policía y con el hecho de que el cuerpo de Nate está en algún lugar de la
acera. Está el tema de Meredith y Manda. Tantas tonterías.
Hasta que llegue ese momento, la sostendré todo lo que pueda.
Casi la pierdo.
Mierda.
La gravedad de la situación me golpea como una tonelada de ladrillos.
Ella también debe sentirlo porque llora suavemente contra mi cuello,
aferrándose a mi camisa hecha jirones.
Hemos conseguido superarlo.
Siempre lo conseguiremos.

177
Ash
T
odo duele y estoy muriendo.
Quiero llorar, pero ¿cómo puedo cuando estoy en la
cama de Win viéndolo dormir? Ver su lastimado rostro
relajado y suavizado con el sueño me hace lagrimear. Es una
vista para contemplar cuando está usando sus trajes de tres piezas. Pero,
algo sobre verlo en nada más que calzoncillos negros y cabestrillo a juego,
sus labios entreabiertos y sus pestañas doradas abanicando sobre sus
178
mejillas ligeramente rosadas, es lo más hermoso que alguna vez lo he visto.
Su cabello que está usualmente peinado tan perfectamente está
desordenado y colgando sobre sus cejas. Tan perfecto en este momento.
Estoy ansiando estirarme y tocarlo. Pero no quiero moverme. Luego de
regresar tarde de la sala de emergencias en las horas tempranas de la
mañana antes de que el sol saliera, caímos en la cama completamente
exhaustos. Ni siquiera conseguía disfrutar mi primera pijamada en su cama
porque estaba adolorida y traumatizada luego del día que había tenido.
Nate está muerto.
Me estremezco, la cama entera moviéndose. Me había lastimado y
pensé que podría manejar eso. Todo cambió cuando me arrastró al balcón.
Estaba asustada de muerte. Tan asustada de que nunca vería a Winston o
a mi pájaro de nuevo. No quería morir.
Y sin embargo fui lanzada sobre el balcón.
Apenas había registrado que estaba cayendo cuando una poderosa
mano atrapó mi brazo. Dolió y mis piernas estaban colgando debajo de mí
encontrándose con nada más que el aire.
Me atrapó.
Win me atrapó.
Y rompió mi muñeca en el proceso.
Un pequeño precio a pagar por no morir.
Bajando la mirada al yeso ligeramente azul, sonrío. En sharpie negro,
Winston escribió: PROPIEDAD CONSTANTINE. REGRESAR A WINSTON SI
SE PIERDE.
Cuando mis ojos dejan el yeso y caen a su pecho, hago una mueca de
dolor. Tiene costra. Luce como una abrasión. Como patinó sobre concreto
para atraparme, se destrozó el pecho y se rasgó algunos ligamentos en su
hombro. Es muy probable que vaya a necesitar cirugía, pero sabremos más
cuando se encuentre con un especialista la próxima semana.
—Espeluznante —gruñe Win, su voz gruesa con el sueño.
—¿Qué? —Desplazo mis ojos a los suyos, levantando una ceja
inquisitivamente.
—Tú. Observándome. Por favor no me digas que esto es lo que tengo
que ver en adelante contigo en mi cama cada noche.
Le destello una sonrisa malvada.
179
—Cada noche. Escogiste esta vida, novio. Yo solo estaba ocupándome
de mis asuntos, viviendo mi propia vida, y allí tuviste que ir profesando tu
amor por mí mientras también me salvabas heroicamente de caer a mi
muerte.
—Hmm.
Inclinándome hacia adelante, intento no hacer una mueca por el tirón
de mi piel adolorida debajo de la venda sobre mi cuello, y presiono mis labios
a los suyos. Los dedos de su mano buena se deslizan a través de mi
alborotado cabello, acariciándome de una forma posesiva que hace que mi
corazón se salte un latido.
—¿Podemos quedarnos en la cama todo el día? —murmuro—. Por favor.
Te pagaré un millón de dólares.
Gime.
—¿Esto se irá a tu cabeza, verdad? Ni siquiera tienes tu supuesta
fortuna y ya estás intentando usarla para conseguir lo que quieres.
—Literalmente aprendí eso de ti. Es tu sello personal, Win. Jactándote
de tu dinero sobre los seres inferiores.
—No soy un ser inferior, así que no me insultes.
—¿Un billón?
Mordisquea mi labio inferior.
—En silencio.
—¿Bazillón?
—No es un número real. —Su sonrisa es pícara—. Además, no sabes
qué tanto te llegará. Podrían ser unos miserables quinientos mil.
—Simplemente lo tomaré prestado de ti. Un pagaré.
—No te prestaré dinero para que me lo des.
—Es para una buena causa —digo, provocando su pene con la punta
de mi dedo a través de sus boxers—. Haría valer tu tiempo.
Está duro, así que sé que lo está considerando.
Alguien golpea la puerta de la habitación y dejo salir un chillido, casi
saliéndome de mi piel.
—Francis ya casi termina con el desayuno. Dejen de follar y bajen.
—Perry —gruñe Win—. Tienes un hogar. Ve allí.
180
—Mientras estás en recuperación, soy el Constantine a cargo —
exclama Perry, todo autoritario como si en realidad convenciera a alguien—
. Bueno, hasta que mamá llegue aquí.
—¿Caroline vendrá?
—Estará aquí en cualquier minuto.
Winston suspira, pero en realidad no parece enojado. En cualquier
caso, hay una ligereza en su expresión que no estaba allí antes de ayer. Me
mira ahora como si pudiera desvanecerme, así que sus ojos permanecen por
más tiempo del que deberían. Cada mirada es una caricia de amante que
me hace temblar.
—Bajaremos pronto —le dice Win a Perry.
Hace una mueca cuando sale de la cama. Odio que esté adolorido por
mí pero también estoy agradecida de que le importara lo suficiente para
ponerse en peligro para salvarme.
—Deja de mirar mi trasero y vístete —gruñe, su espalda hacia mí
cuando abre uno de los cajones de su vestidor.
—Es un adorable trasero.
Me lanza pantalones de chándal seguido de una camiseta. Luego, saca
unos pantalones para sí mismo. Como si no estuviera siquiera herido, usa
una mano con una admirable gracilidad para ponerse los pantalones.
Dios, es ardiente.
Incluso rasguñado y lastimado y en un cabestrillo.
Todas las doradas curvas musculosas de la parte superior de su cuerpo
están en total exhibición. Su pene, que sigue duro, sobresale del material
gris, haciendo agua mi boca.
—Mueve tu trasero —ladra, sonando más como él mismo de lo que lo
ha hecho desde el drama de anoche.
Se pasea al baño y puedo escuchar el agua en el lavabo. No soy ni de
cerca tan agraciada como él mientras intento ponerme la ropa. Me tragan,
pero huelen a él, lo que me hace feliz. Esta no es mi mejor apariencia, pero
Caroline solo tendrá que lidiar con ello. Una vez estoy vestida, me dirijo al
baño donde está cepillándose los dientes. No puedo evitar sonreírle a su
sexy reflejo.
—¿Qué? —demanda alrededor del cepillo que está metido en su boca.
—Estás muy sexy justo ahora. Como un chico malo en lugar de un 181
traje. Me pone caliente.
Rueda sus ojos y escupe.
—Haz algo sobre tu cabello, Cinderelliott. Es criminal.
Ignorándolo, cepillo mis dientes y luego lavo suavemente mi rostro con
una mano. Cuando termino de batallar y encogerme contra el dolor, noto
que su irritada expresión se ha transformado en un feroz ceño fruncido.
Agarra mis caderas y me gira hacia él. Intensos ojos azules catalogan
cada hematoma sobre mi rostro. Luego, con tal gentileza que casi sollozo,
acaricia su pulgar sobre mi labio inferior.
—Tan hermosa —murmura, haciendo a mi corazón palpitar
salvajemente. Mueve su pulgar desde mi mejilla adolorida a mi mandíbula—
. Tan mía.
Una sonrisa tire de mis labios y la aparta de un beso. Podría quedarme
así para siempre, envuelta en su cariñoso abrazo con sus poderosos labios
sobre los míos. Da un paso atrás y examina mi cabello.
—Excepto eso. Tu cabello luce como una mierda total. En serio. Ponte
un sombrero.
—Ahí está —gruño mientras capturo mi peine de la encimera—. Ahí
está mi chico.
—¿Tu chico? —bufa, arrancando el peina de mi agarre—. Tu hombre.
Chico me hace parecer como si fuera Tate —dice Tate como yo digo Layla.
Pobre Tate y Layla—. No soy Tate.
Tira de la cola en mi cabello, aflojándola del moño enredado en el que
estaba. Cuando mi cabello cae sobre mis hombros, se mueve a mi alrededor,
peinando los enredos con tal paciencia y cuidado, que decido que me
enamoraría de él justo allí en este momento si no lo hubiera hecho ya.
Pero lo hago.
Y también me ama.
—Esa sonrisa significa problemas —se queja, cejas fruncidas mientras
peina mi cabello.
—Hmm.
—Esa es mi línea.
—Ahora compartimos.
—Vas a volverme jodidamente loco de aquí en adelante, ¿no?
182
—Es una de las cosas que amas sobre mí.
Sus ojos ruedan de nuevo, y sin su poderoso traje de millonario rudo,
luce infantil y mucho más joven de sus casi cuarenta años. No discute mis
palabras, lo que me hace ridículamente feliz.
Como ambos estamos heridos, ninguno de nosotros puede conseguir
volver a amarrar mi cabello, así que se conforma con dejarlo caer sobre un
hombro, ocultando el vendaje que cubre el corte sobre mi cuello. La
enfermera en el hospital no pensó que dejaría una mala cicatriz. De todas
maneras no me importa. Estoy viva y con Win. Eso es todo lo que me
importa.
Win no se pone una camisa, para mi completo deleite. Bajamos mano
a mano a un apartamento lleno de gente. Todos los hermanos de Win,
incluso los que no había conocido oficialmente. Las dos mujeres, quienes
me enteré que eran Vivian y Elaine por una rápida introducción, son
perfectas bellezas como su madre, elegantes pero feroces y vestidas en la
ropa más costosa que el dinero puede comprar. Los hermanos más jóvenes
están usando variaciones de algo cómodo, Tinsley en un vestido sin mangas,
Keaton en pantaloncillos de basquetbol y una camiseta de Pembroke Rugby,
y Perry en pantaloncillos simples que probablemente deberían ser
combinados con un Polo o algo, pero lo ha emparejado con una camiseta
con una mancha de café sobre ella.
—¿Tengo que desayunar mientras miro eso? —pregunta Vivian,
ondeando una cuidada mano hacia el arañado pecho desnudo de Winston—
. Vómito.
La ignora, abandonándome con sus hermanos, sin duda a la caza de
café. Me encorvo junto a Perry sobre el sofá. Su brazo se envuelve a mi
alrededor y la tensión en él se desangra.
—Luces como la mierda, Ash —dice—. En serio. Tan mal.
Elaine sonríe por sus palabras, pero no dice nada desde donde está
situada en una silla.
—Lo dice el tipo usando un atuendo que luce sacado de un basurero
tras Dillard’s —respondo dulcemente.
Keaton y Tinsley se ríen. Shrimp canta desde el candelero como si se
estuviera uniendo. Tan lindo.
—¿Cuándo se supone que llegue mamá? —pregunta Keaton cuando
alguien golpea—. Maldición. Hablando del demonio. —Se pone de pie y
pasea hacia la puerta. Caroline entra, vestida en un vestido a medida, 183
usando tacones demasiado altos, y cabello alisado a la perfección. Sus ojos
me encuentran y de hecho hace una mueca.
Genial. Realmente luzco como mierda.
—Deberías ver al otro tipo —bromeo, pero entonces me muerdo mi labio
inferior porque no es tan gracioso considerando que la mitad de Nate
probablemente tendrá que ser limpiado a presión de la acera.
Caroline frunce sus labios, ignorando mis palabras antes de girarse a
sus hijas mayores.
—Gracias por complacerme al aceptar tener el almuerzo aquí en lugar
de la casa.
Mis pensamientos se desvanecieron mientras todos, menos Perry y yo,
se movían al comedor. Besa la cima de mi cabeza.
—¿Estás bien? —pregunta—. Si no estuviera ya muerto…
Pensé que él y Keaton iban a perder su mierda en el hospital anoche.
Perry estaba más allá de enfurecido. Nunca lo había visto tan furioso. Los
trillizos no contaban como hermanos porque estaban demasiado ocupados
aterrorizándome, pero Perry y Keaton se sentían como hermanos. Eran
protectores donde contaba.
—Deja de besar a mi novia —gruñe Winston, luciendo hermoso y
golpeado y enojado—. Vamos. Francis tiene listo el almuerzo.
Perry se ríe y luego me ayuda a ponerme de pie. Camino hacia Winston.
Me tira hacia su lado bueno. Seguimos a Perry al comedor. Una tabla y sillas
han sido añadidas. En el centro están los saleros y pimenteros de ave rosa.
—Interesante elección de decoración —gruñe Winston.
—Shh —susurro—. Ofenderás al bebé.
—¿Bebé? —chilla Tinsley.
—¿Estás embarazada? —demanda Keaton.
—No —dice Winston bruscamente—. Jesús. ¿De quién fue la idea de
mover este almuerzo a mi casa?
—Mía —dice su madre cortantemente—. ¿Puedes ponerte una camisa,
por favor?
—No. —Se sienta y me lleva a su regazo—. ¿Algunas otras peticiones?
Caroline frunce sus labios con obvio fastidio. No hace ninguna otra 184
demanda cuando Francis trabaja afanosamente alrededor, dejando caer
bandejas de desayuno sobre la mesa. Es un poco caótico cuando todos se
sirven sus platos, pero casi se siente normal. Como si el Equipo Constantine
no fuera siempre un montón de fenómenos perfectos. A veces pueden ser
normales. Algo. Nunca serán realmente normales.
Cuando todos están comiendo, Caroline empieza lo que se siente como
un desayuno de negocios ahora en lugar de una comida familiar.
—He hablado con Anthony esta mañana —explica—, y te representará
en la corte.
Yupi.
Justo lo que quiero discutir cuando apenas he conseguido algo en mi
estómago.
—¿Por el dinero de mi abuela? —pregunto, ofreciéndole a Win un
bocado de mi tocino ya que tiene su única mano libre en la parte posterior
de mi camiseta.
Caroline asiente, sus ojos entrecerrándose cuando chillo. Giro la
cabeza de golpe para fulminar a Win con la mirada, quien tiene una sonrisa
engreída. El bastardo me mordió.
—Mira si te alimento de nuevo, imbécil —farfullo.
—Si ustedes dos terminaron de comportarse como niños. —Caroline
bufa—. Pensé que les daría un adelanto esta mañana.
—¿Sobre? —pregunta Win.
—Manda y Meredith.
Win y yo nos tensamos ante la mención de sus nombres, la noche
anterior chocando de vuelta a nosotros. Me estremezco ante el recuerdo de
colgar del costado del maldito edificio, pero Win aleja los temblores al
acariciar mi espalda desnuda.
—Continua —gruñe Win.
Anoche, Meredith se fue ya que la policía no tenía nada para acusarla.
Había estado más preocupado por llegar al hospital, pero Win estaba
enojado porque la dejaran libre. Si no hubiera estado herido, probablemente
habría hecho más para detenerla.
Afortunadamente, su madre es una víbora.
Cuando está atacando a alguien más, un enemigo, es algo agradable
tenerla de tu lado. Definitivamente conseguía que la mierda se hiciera.
—Ambas han sido arrestadas. —Caroline sonríe con la clase de sonrisa
185
que las reinas lucen cuando le están diciendo a sus esbirros que decapiten
a alguien—. Cargos de malversación son el menor de sus problemas en este
punto. Me aseguré de enviarle a la policía de Nueva York cada trozo de
evidencia que hemos descubierto hasta ahora. Harold y Anthony están
trabajando en el resto. Vamos a hacerlos desear que nunca hubieran
escuchado nuestro nombre, mucho menos intentado robar de él.
—¿Qué hay sobre papá?
La mirada de Caroline pierde algo del duro borde mientras estudia la
forma en la que distraídamente le doy a Winston más tocino.
—Ha escogido su lado.
El de Manda.
—Oh. —Dejo caer mi mirada al plato de comida, mi estómago rodando
violentamente—. ¿Entonces hablaste con él?
—Está aliviado de que estés viva, pero cree que estás equivocada por
querer tomar lo que es legítimamente tuyo. No cree que tu herencia fuera
una ficha de cambio para ser usada por Manda y me dijo un poco rudamente
que lucharía con uñas y dientes para no solo obtener ese dinero, sino
también usarlo para demandarnos cuando la consiga sacar de la cárcel.
Elaine se ríe y Keaton bufa.
—No ganará —declara Perry.
—Capitán Obvio —dice Vivian—. Por supuesto que no lo hará.
Mordisqueo mi labio inferior, ahora desinteresada en el desayuno. ¿En
serio pensé que papá me escogería? La ha escogido básicamente desde el
principio. Débil por permitirle manipularlo. Un día se dará cuenta del error
de sus acciones, pero será demasiado tarde. Sus acciones —sus
inacciones— casi mataron a su hija. Y justo ahora está respaldando a la
mujer que es parcialmente responsable.
—No te preocupes —dice Caroline cuando levanta su taza de té—. Estás
en el lado correcto. Por ahora.
Sus facciones inexpresivas serían ilegibles para la mayoría, pero he
pasado bastante tiempo aprendiendo cada tic facial de Winston. En su
expresión, está diciéndome que aceptará que esté de su lado, pero si lo jodo,
felizmente me aplastará debajo de su tacón.
Le sonrío porque ahora ya no se pueden deshacer de mí. 186
—Equipo Constantine para siempre.
Perry extiende su puño y lo choco con mi yeso. Caroline hace una
mueca cuando lee la escritura de Sharpie de Win sobre mi yeso.
—Te gusta provocarla —acusa Winston cuando la charla empieza a
retroceder de nuevo y ya no soy el enfoque—. Pensé que estabas intentando
no morir.
—Lo hace demasiado fácil.
—Definitivamente intentando morir.
—Pensé en hacernos a todos camisetas idénticas de Equipo
Constantine. Lo amaría, ¿verdad?
—Cierra tu malcriada boca, Cinderelliott, o te arrastraré a tu vieja
habitación y encontraré una forma de hacerlo por ti.
—No puedes hacerme chuparte la polla con tu familia desayunando
justo al final del pasillo.
Ojos azules oscuros con desafío penetran en mí.
—Mírame.
—No lo harías.
—Tienes tres segundos para llegar a esa habitación.
—¿O qué?
—O —gruñe, sus fuertes dedos acariciando mi cadera—, te pondré de
rodillas justo aquí. Eso los sacará de mi jodida casa.
Tenemos una disputa silenciosa, ninguno de nosotros cediendo, pero
cuando me doy cuenta de que habla en serio, vuelo del comedor con poco
más que una despedida.
Mi príncipe villanesco acecha detrás de mí.
En este cuento de hadas, atrapa a la princesa y le hace cosas muy, muy
sucias.

187
Winston
U no s cu a nt o s m e s e s d e sp u é s…

A
lojamiento asequible.
La idea me golpea y casi me rio por la idea. Casi. Nada es

188
divertido cuando se trata de los Morelli, pero que el edificio
que Leo quería tanto, que está localizado en el corazón de un
área que mayormente poseen, ser convertido en apartamentos que la gente
de hecho puede permitirse es casi demasiado bueno para pasarla.
Los medios verán mis esfuerzos como una forma de ayudar a la
comunidad.
El enemigo lo verá como un gigante “jódete”.
Rápidamente envío un correo para hacer rodar la bola y luego llamo a
Deborah a mi oficina. Entra, ansiosa por complacer.
—¿Sí, señor?
—Pensé que te pedí que hicieras entrar a Ash.
Sus facciones se aprietan y bufa.
—Se desvaneció. Un minuto estaba en su oficina al teléfono y al
siguiente se había ido. Perry dice que no sabe a dónde se fue, pero sé que
está mintiendo.
Juro por el jodido Dios que la mayoría de mis días es gastado
rompiendo disputas entre Perry y Ash contra mi secretaria.
—Hmm. —Agarro mis llaves y salgo de mi oficina con Deborah detrás—
. Saldré por el resto del día.
Gruñe sobre tener que reprogramar las citas de mi tarde mientras
cierro mi puerta. Ignorando su quejido, me dirijo a la vieja oficina de Nate
que ahora le pertenece a mi hermano. Perry se sienta en el escritorio, cejas
fruncidas y machacando en su computadora. No me ve de inmediato, así
que me tomo un segundo para observarlo. Desde que la mierda se vino abajo
con Nate, Perry ha intervenido más que nunca. Podría haber perdido una
inmensa parte de mi compañía porque Nate estaba tan involucrado. En
lugar de sentir el golpe como pensé que haría, Perry se ha roto la espalda
para asegurarse de que no lo haría.
—¿Has visto a la mocosa? —pregunto, entrando a su oficina.
Deja de mirar con furia a su computadora para lanzarme una sonrisa
pícara.
—Nop.
—Mentiroso.
—Bien. Tal vez.
—¿Ustedes no se cansan de jugar juegos infantiles todo el maldito día? 189
—De hecho —dice Perry, rascando su desaliñada barba que necesita
cuidado—, no lo hacemos. Como que rompe la monotonía de todo.
—¿A dónde se fue, imbécil?
—Me dijo que te dijera que definitivamente no iría al apartamento de
putas y que no deberías llevarle un gyro sin cebolla.
—Escríbele y dile que me espere desnuda.
—Amigo. No. —Hace una mueca—. En serio.
Me río y le envío ese mismo texto. Su respuesta es inmediata.
Ash: ¿Debería decirle a Danny que se quede o se vaya?
Yo: Que Dios me ayude si Daniel está en el apartamento de putas
contigo…
Ash: ¿Quién más iba a ayudarme a estudiar para mi examen de
macroeconomía?
Yo: Dile a Daniel que no le pago para que te dé clases. Le pago para que
te lleve por la ciudad ya que no puedes conseguir no jugar a los carritos
chocones con el Escalade.
Ash: Eso fue UNA vez.
Yo: Dos. Ambas veces conseguiste golpear TRES autos.
Ash: Pero la primera vez fue tu culpa.
Yo: Seguías detrás del volante.
Ash: La primera vez se lo merecían.
Los trillizos merecían todo lo que consiguieron. A veces me preguntaba
si les estaba gustando su nueva vida con las ratas Morelli y qué pensaban
sobre su madre sentada en prisión aguardando juicio. Entonces recuerdo
que no me importa una mierda.
Baron, hasta ahora, es técnicamente inocente —o solo malditamente
estúpido en mi opinión— porque Ulrich no ha encontrado nada que indique
que estaba en su maquinación. Sin embargo, se quedó con la perra de su
esposa en lugar de su hija. La evidencia de Manda intentando defraudar a
Ash por su herencia es condenatoria. Eso, acompañado con todas las
cirugías chapuceras que son una clara evidencia de venganza contra
mujeres que la criticaron o se burlaron de ella en el pasado, Manda está
aguardando un largo tiempo en prisión.
Meredith tomará la caída por toda la malversación de Halcyon como 190
amante y cómplice de Nate. Me aseguraré de que pase tanto tiempo en
prisión como su malvada mejor amiga. Fue Nate quien se libró fácil. Lo que
le hizo a Ash todavía me hace ver rojo a veces y tengo pesadillas ocasionales
donde cae y no la atrapo.
Ash me envía algunos emoticonos encogiéndose de hombros que me
sacuden de mis pensamientos internos.
Yo: Sí, se lo merecían, pero el minivan, taxi y el Mercedes Benz no se lo
merecían. El tipo conduciendo la minivan era un sacerdote.
Ash: Esas maldiciones que me tiró no eran muy santas…
Seguimos nuestras bromas a través de mensajes mientras dejo
Halcyon, conduzco a través de la ciudad a la tienda de gyro, y eventualmente
llego al apartamento de putas que su alteza real insiste en mantener para
cuando “la fastidio”.
Para el momento en el que llego a su apartamento en el duodécimo
piso, estoy malditamente desesperado de verla. Todo este tiempo pensé que
me aburriría de ella. Que no éramos nada más que una transacción. Que
no era nada más que un juguete que perdería su ilusión.
Estaba equivocado.
Ash es sexy y divertida y demente.
Además, amo a su pájaro.
Desbloqueo la puerta y entro. Ash ya no está usando el tentador vestido
que tenía más temprano en la oficina, sino que se ha cambiado a pantalones
de yoga negros y ajustado top blanco. En realidad está estudiando y sus
libros están esparcidos sobre su escritorio. Afortunadamente, a pesar de su
broma, Daniel no está aquí.
—Debería despedirte —me quejo mientras cierro la puerta tras de mí—
. Solo trabajas cuando tienes ganas.
Ondea su dedo medio hacia mí, sin molestarse en mirarme. Camino
hacia ella y dejo caer la bolsa de comido enfrente de ella.
—Oh Dios mío —gime, escogiendo abrir la bolsa en lugar de
reconocerme—. ¿Alguna vez te he dicho que te amo?
—Solo cada vez que te traigo comida.
Lo que es siempre.
Eso es todo lo que hace estos días.
Comer y comer y comer.
191
—Deja de juzgarme —gruñe mientras devora su gyro—. Estoy comiendo
por dos y es todo tu culpa.
Levanto una ceja hacia ella.
—¿Mi culpa? Se suponía que te metieras en control de natalidad.
—¡Lo hice!
—Y quedarte en ella.
—No me puedes culpar de esto —discute—. Ni siquiera le diste la
oportunidad de trabajar antes de que estuvieras llenándome con tu súper
esperma. Ahora tu mamá en serio va a odiarme.
Madre solo pretende odiar a Ash.
Las citas mensuales al spa y viajes de compras que parecen hacer
encajar lo dejan bastante obvio.
No le hemos dicho a nadie todavía que Ash está embarazada. Ni
siquiera a Perry. Ha hecho un muy buen trabajo en ocultar su pequeño
bulto, pero ahora que estamos entrando en el segundo trimestre, está
empezando a mostrarse.
Mientras Ash sigue quejándose como siempre y devorando su gyro, me
arrodillo junto a ella para frotar su estómago. En un tiempo, nunca vi niños
en mi futuro. Pero en el momento que Ash empujó llorando una prueba de
embarazo positiva hacia mí este verano, supe sin ninguna duda que los
quería. Con ella. La chica me hace un bastardo avaricioso porque quiero
todo con ella.
—¿No se ha movido todavía?
—Sentí un aleteo, pero no sé si es él. —Consume el resto de su gyro y
entonces se inclina para besarme—. ¿No deberías estar trabajando?
—¿Y tú? —provoco, pero solo estoy medio bromeando con ella. Está
tomando un curso completo en NYU y todavía insiste en venir a trabajar un
poco. Es como si ahora que finalmente es jodidamente millonaria luego de
finalmente obtener su herencia, ha decidido partirse su espalda.
—Mi novio barra jefe es un poco imbécil. Me gusta escabullirme a mi
apartamento para ver a mi amante. Él es dulce y me trae comida. Oh, y
estoy llevando a su bebé. Shh, no le digas a mi novio.
Me pongo de pie y la levanto de su silla de escritorio. Me sonríe mientras

192
la cargo a la cama. Soy gentil cuando la bajo porque tiene a mi hijo creciendo
en su interior, pero luego le arranco su apretada ropa para llegar a su suave
piel debajo. Cuando está desnuda, me cierno sobre ella, admirando su
perfecto cuerpo. Sus tetas están sensibles pero creciendo y su estómago es
tan jodidamente lindo.
—Winston Constantine. —Jadea—. Mírate. Taaan obsesionado
conmigo.
Ignorándola, me quito mi chaqueta de traje, encogiéndome ligeramente
por la molestia persistente con la que sigo lidiando de mi herida este verano
que afortunadamente terminó sin necesitar cirugía. La lanzo y luego tiro del
nudo de mi corbata.
—Tócate, Cinderelliott. No vine hasta aquí para verte acostada allí como
un culo perezoso.
Me muestra el dedo medio, pero luego usa ese mismo dedo para
provocar su clítoris, atrayéndome como un maldito demonio. No puedo
quitarme la ropa lo suficientemente rápido, ansioso por estar en su interior.
—Te dejaré decirme cosas sucias y groseras mientras me follas si
podemos conseguir helado después de esto.
Me desprendí del resto de mi ropa y me abalancé hacia ella.
—Trato, mi pequeño jodido juguete. —Aparto su mano de un golpe para
encargarme de frotar su lindo clítoris—. Este necesitado clítoris me
pertenece. Pagué por él hace mucho tiempo. Dices novia, yo digo puta.
Sus dedos se enlazan en mi cabello y tira de mí para un beso. Le
sonsaco gemidos con cada caricia contra su clítoris. Se retuerce, intentando
abrir sus piernas para instarme en su interior.
—Jodida chica codiciosa. —Le niego lo que quiere, susurrando besos
sobre sus labios entreabiertos—. Tu coño está tan húmedo. Probablemente
por soñar sobre mí diciéndote nombre como puta y adicta al semen.
Bufa una risa.
—¡Win!
Muerdo su labio.
—¿Hmm?
—Eres tan sucio.
Cualquier otra palabra que intenta decir es robada cuando pellizco su
clítoris y lo ruedo entre mis dedos. Solo toma unos momentos de esto antes
de que esté saltando con un orgasmo. No desperdicio nada de tiempo
abriendo de golpe sus muslos y alineando la punta de mi pene contra su 193
humedad. Grita cuando me conduzco en su interior con un duro empuje.
La follo duro —mucho más tiempo que cuarenta malditos segundos,
muchísimas gracias— hasta que es un desastre tembloroso debajo de mí.
Con un suspiro feliz, me libero en su interior, llenándola con semen caliente.
No salgo de ella, sino que en su lugar me recuesto sobre mis codos a cada
lado de su rostro para poder mirarla.
—¿Te hago feliz, Win?
Levanto una ceja.
—Pescando cumplidos. Tan poco atractivo.
—Mentiros. Es una de las cosas que amas sobre mí.
—¿Feliz? Hmm. Tal vez muy bien. Me siento bien.
Me golpea.
—Te odio.
—No cuando te doy palabras floreadas —me burlo—. Sí, chica hermosa.
Me haces tan jodidamente feliz. No puedo vivir sin ti. Eres mi todo.
Sus ojos avellana destellan con felicidad.
—Continua.
—Eso te costara.
Su sonrisa es demoniaca.
—Puedo permitírmelo.
—Tan jodidamente arrogante, Cinderelliott.
Esta chica me cambia —calienta partes frígidas de mí que no sabía que
existían— y ni siquiera estoy enojado al respecto.
La beso duro y luego paso el resto de la tarde enseñándole unas
cuantas que no sabe todavía.
Creo que llaman a esto un jodido y sucio felices para siempre.

194
Winston
S i e t e a ño s y m e d i o d e s p u é s . . .

E
quipo Constantine.
Así nos llama Ash cuando intenta reunirnos para salir de

195
casa o para que nuestro grupo coopere. Como nuestra
pequeña animadora familiar. Por supuesto, nuestro equipo
apesta. Lane es muy particular y parece que nunca puede organizar su
mochila como a él le gusta, lo que casi siempre hace que lleguemos tarde.
Es el chico más neurótico que jamás conocerás. Noelle, o No-No como nos
gusta llamarla, es un monstruo. Tiene tres años y es un puto terror. Incluso
el bebé, Tuck, de nueve meses, se comporta mejor que su hermana. Cada
vez que llega la hora de salir para ir al recinto Constantine o a nuestra casa
aquí en los Hamptons o a cualquier otro lugar en el que tengamos que hacer
la maleta, es un maldito zoológico.
—Bien, ¿quién quiere un bocadillo, Equipo Constantine? —dice Ash
desde el centro de la toalla que ha tendido en la arena—. Mamá ha traído
puré de manzana.
Lane, siempre seria y que vive para complacer a su madre, dice:
—Me encanta el puré de manzana.
Sin embargo, No-No grita indignada:
—¡No pudé de mananas! ¡Gomitas!
Esto enfurece a Tuck, que necesita una maldita siesta probablemente
más que su hermana, y empieza a bramar, con gordas lágrimas de cocodrilo
rodando por sus regordetas mejillas.
—Hiciste llorar al bebé —reprende Lane a su hermanita, con sus ojos
azules brillando con rabia—. Chica mala.
Ella levanta la mano como si fuera a darle una bofetada. La agarro
antes de que pueda impactar y la atraigo hacia mis brazos. Sus coletas
marrones están rizadas y sus ojos avellana están llenos de fuego.
Igual que su maldita madre.
Por eso me toca lidiar con ella.
—No pegamos —le explico, con voz severa, mientras la acomodo en mi
regazo.
El aire del mar hoy es salado y las olas son suaves. Es un perfecto y
soleado día de playa. Incluso cuando todos se pelean y lloran, sigue siendo
perfecto para mí.
Noelle frunce la nariz hacia mí.
—Wane es malo. Yo no.
—Nadie es malo. —Le doy un beso en la frente—. Dile a Lane que lo
196
sientes y te daré un regalo.
Su sonrisa cursi hace que mi corazón se derrita.
—Do tiento, Wane. Te quedo.
—Está bien, hermanita —le responde Lane porque es un buen chico—
. Yo también te quiero.
—Lo hice, papi. —Noelle extiende su linda manita, esperando una
golosina.
Ash me sonríe, pero está ocupada tratando de darle a Tuck un bocado
de puré de manzana. Mi esposa, sí, está atrapada para siempre, cree que
malcrío a los niños. Como si tuviera espacio para hablar. Ella está igual de
mimada.
Busco en una de las bolsas que bajamos de la casa a la playa y saco
los ositos de goma. Noelle es todo sonrisas cuando le doy una gomita roja.
Lane me mira con una expresión seria que siempre me mata. El chico es tan
condenadamente adorable, pero algún día le van a salir úlceras si no se
relaja.
Le lanzo uno y rebota en su frente haciéndolo reír. Tuck intenta
agarrarlo, pero Lane es más rápido. Noelle ya se ha comido su golosina y me
tiende la mano para que le dé otra.
—¿A quién quieres? —pregunto, levantando el oso rojo y sin dárselo
todavía.
—¡Mami!
Ash suelta una carcajada.
—¡Eso es! Yo también te quiero, pequeña.
Noelle me sonríe y le doy la estúpida gomita.
—¿Quién más? —insisto, con las cejas levantadas.
—¡El tío Peewee!
No papi. Tío Perry. Jodidamente maravilloso.
—¿Quién más? —gruño, tirando juguetonamente de su coleta.
Se retuerce y sus ojos se abren de par en par.
—¡Abuu!
—Ríndete —dice Ash, riéndose—. Puede pasar todo el día. Apuesto a
que también quiere a todas las gaviotas más que a ti.
197
—¡Gaiotas!
—Gracias por eso, mocosa. —Miro con mala cara a Ash—. Lo pagarás
después.
Cuando los niños estén durmiendo y la niñera se haga cargo por la
noche, ataré a Ash a la cama y le daré unos azotes en su redondo culo. La
dejaré embarazada de nuevo mientras estoy en ello también. Ella dijo que
Tuck era el último, pero ambos sabemos que me dará todos los bebés que
quiera. Y soy un hombre codicioso.
Las pequeñas manos de Noelle se aferran a mi cabello, tirando de mí
hacia ella.
—¡No-No quede papi!
Beso su cara, ahora pegajosa.
—Así es. Papá también te quiere, No-No. Y a Lane, Tuck y mamá.
—¡Y a las gomitas!
—Esos también.
Pasamos la siguiente media hora jugando en la arena y las olas. La risa
de los niños es mejor que cualquier cosa en esta tierra, he decidido. Mejor
que mi nuevo Lambo. Un millón de veces mejor que el ostentoso jet privado
que Halcyon compró el año pasado. Mucho mejor que la casa que estamos
construyendo y que rivaliza con la de mamá. Su risa vale más para mí que
cualquier suma de dinero o cualquier cosa material que pueda soñar. Su
risa no tiene precio.
—Mira, Tuck —dice Ash a mi lado, con una suave sonrisa en la cara—
. Papi vuelve a tener corazones en los ojos.
Paso mi mirada de mi inquieto bebé a mi hiperactiva niña y a mi serio
hijo. Y luego encuentro mi mirada en los perfectos y regordetes labios de mi
mujer que se tragarán mi polla más tarde.
—Sí, Cinderelliott, supongo que sí.

198
K. Webster

199

K. Webster es la autora más vendida de USA Today con más de setenta y


cinco libros románticos en muchos géneros diferentes, incluyendo romance
contemporáneo, romance histórico, romance paranormal, romance oscuro,
suspense romántico, romance tabú y romance erótico. Cuando no pasa tiempo con
su hilarante y guapo esposo y sus dos adorables hijos, está activa en las redes
sociales conectándose con sus lectores.
Sus otras pasiones, además de la escritura, incluyen la lectura y el diseño
gráfico. Siempre puedes encontrar a K. frente a su computadora persiguiendo su
próxima idea y entrando en acción. Espera con ansias el día en que verá uno de
sus títulos en la gran pantalla.
200

También podría gustarte