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Adolescentes de Puerto Rico:

Una mirada a su salud mental y su asociación con el entorno familiar y escolar

Mónica G. Rivera Rivera

Universidad Carlos Albizu Centro de Mayagüez Programa de Maestría en Psicología Escolar

SPSC 516 MZ1: Psychoeducational Interventions with Children

Dra. Nancy Valentín Ansiani

5 de septiembre de 2020
Cómo las dinámicas familiares y escolares son factores o de riesgo o de apoyo para los

adolescentes puertorriqueños.

Concuerdo con lo establecido en la conclusión del artículo y cito:

“Esta investigación puntualiza, una vez más, la importancia del entorno familiar y del
entorno escolar en el desarrollo social y emocional en la adolescencia. Durante esta
etapa de vida se suscitan una serie de situaciones conflictivas con la familia que,
dependiendo de las condiciones positivas o negativas en que se encuentren los
adolescentes, les facilitará superarlas de una manera más o menos adecuada. Incluir a la
familia como aliada para la prevención de condiciones de salud mental entre los
adolescentes redunda en un beneficio para el bienestar del joven. Claramente se resalta
la importancia de la comunicación y relaciones interpersonales en la familia y la
escuela.
Estos resultados también apuntan a la necesidad de desarrollar medidas prácticas y
eficaces que contribuyan al beneficio de los jóvenes en las escuelas de Puerto Rico. Al
igual que otros investigadores del tema han señalado en el pasado, un manejo apropiado
por parte de la familia, la escuela y otros grupos en la sociedad, en colaboración con
el propio individuo, pueden hacer la diferencia en la salud mental de nuestros
niños/as y adolescentes.” (Álvarez et. al. 2016)

La adolescencia es una etapa única y formativa. Los múltiples cambios físicos,

emocionales y sociales que se dan en este periodo, incluida la exposición a la pobreza, el abuso o

la violencia, pueden hacer que los adolescentes sean vulnerables a problemas de salud mental.

Promover el bienestar psicológico de los adolescentes y protegerlos de experiencias adversas y

factores de riesgo que puedan afectar a su capacidad para desarrollar todo su potencial es

esencial tanto para su bienestar durante la adolescencia como para su salud física y mental en la

edad adulta.

La adolescencia es un periodo crítico para el desarrollo y el mantenimiento de hábitos

sociales y emocionales importantes para el bienestar mental, tales como acoger hábitos de sueño

saludables; hacer ejercicio regularmente; desarrollar habilidades sociales, resiliencia ante

situaciones difíciles, resolución de problemas; y aprender a identificar las emociones para poder

conocerse uno mismo a través de todos estos procesos. También es indiscutiblemente importante
contar con un entorno favorable en la familia, la escuela y la comunidad en la que se

desenvuelve. Mundialmente, se estima que entre el 10% y el 20% de los adolescentes

experimentan trastornos mentales, pero estos no se diagnostican ni se tratan adecuadamente.

(OMS, 2007)

Los factores que establecen la salud mental del adolescente son múltiples, pero

primeramente hay que entender que cuantos más sean los factores de riesgo a los que están

expuestos los adolescentes, mayores serán los efectos que puedan tener para su salud mental.

Algunos factores que pueden contribuir al estrés durante la adolescencia son; el querer tener

mayor independencia, presión de grupo de amistades, búsqueda de la identidad sexual y un

mayor acceso y uso de la tecnología. La influencia masiva de los medios de comunicación y la

imposición de normas y estereotipos de género pueden agravar la desigualdad entre la realidad

que vive el adolescente y sus percepciones o aspiraciones para el futuro. Otros importantes son la

calidad de su vida, cumplimiento de necesidades básicas y las relaciones con sus compañeros. La

violencia (concretamente malos tratos e intimidación) y problemas socioeconómicos componen

riesgos registrados para la salud mental. Esto crea que sean especialmente vulnerables a la

violencia sexual, que tiene efectos perjudiciales sobre la salud mental.

Cabe destacar que algunos adolescentes corren mayor riesgo de padecer trastornos de

salud mental a causa de sus condiciones de vida entre ellos se encuentran adolescentes que viven

en lugares inestables, los que padecen enfermedades crónicas, trastornos del espectro autista,

discapacidad intelectual u otras afecciones neurológicas; embarazadas y padres adolescentes o en

matrimonios precoces y/o forzados; huérfanos y los que forman parte de minorías de perfil étnico

o sexual, o de otros grupos discriminados. Por otra parte, los adolescentes con problemas de
salud mental son particularmente vulnerables a la exclusión social, discriminación,

estigmatización (que afecta mayormente a la hora de buscar ayuda), dificultades educativas,

comportamientos de riesgo, mala salud física y violaciones de los derechos humanos.

Ahora bien, proporcionar un cuidado de salud mental adecuado para niños y adolescentes

puede ser un proceso complicado. Esta población se caracteriza por un desarrollo mental y físico

continuo y acelerado por lo que esos cambios pueden precipitar, complicar o enmascarar

problemas emocionales y de comportamiento. Hay que orientarse y auto educarse sobre el proceso

de desarrollo por el cual está pasando el/la adolescente para que poder ofrecer apoyo y soluciones

efectivas cuando este lo necesite. Hay que ayudarle a conocer y a cómo enfrentar los retos de la

vida de manera positiva u optimista. Es sumamente importante establecer una comunicación

efectiva, para esto se puede poner en práctica actividades deportivas en familia e involucrar al

adolescente en la toma de decisiones. Si sospecha de algunas de las señales de depresión, hable

con el/ la adolescente y discutir la posibilidad de buscar ayuda profesional de inmediato. Se debe

mantener una comunicación abierta con los hijos, no juzgar y explorar abiertamente sus

pensamientos. Explorar los posibles conflictos que esté enfrentando. Proveer un espacio para que

el niño o adolescente se exprese libremente. Finalmente siempre se debe tomar las señales de alerta

como algo serio y no permitir que el tiempo corra y buscar la ayuda adecuada.

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