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INSTITUTO TECNOLÓGICO SUPERIOR DE ALVARADO

Contador publico

Asignatura: fundamentos de derecho

1to Semestre

Unidad: 1

Temas: naturaleza del derecho

Producto: reporte y cuadro comparativo

Quiñones Duarte Carlos Alberto 216Z0497

Profesora: DR. Pablo de la llave marcial

Medellín de Bravo a 26 de Agosto del 2023


Normas Normas Morales Normas Normas Sociales
Jurídicas Religiosas
Disipaciones Formado por el La religión Responde a la
que el poder conjunto de cuales quiera denominación de
público por principios rectores establece una usos sociales
medio de sus internos de serie de - Reglas de
órganos conducto humana disposiciones tratado externo
legislativos que indican las para que sus es las
señala como acciones buenas o fieles alcanzan convenciones
obligatorios a la malas. una meta sociales.
obediencia. determinada.
En caso de no Los deberes Si el individuo En caso de
ser obedecida interiores o morales no da el incumplimiento, no
las hace cumplir no tienen más cumplimiento existen sanciones
los órganos sanciones en el debido a uno de judiciales, sino que la
judiciales. caso de estos procesos acción será.
incumplimiento, que religiosos el
el fuero interno, en castigo será de
el remordimiento de tipo espiritual.
conciencia.
Bilaterales Unilaterales Unilaterales Unilaterales

Externas o Incoercibles/internas Incoercibles/ Externas/incoercibles


coercibles internas
Heterónomas Autónomas Autónomas Heterónomas
Reporte sobre la naturaleza del derecho
EN TORNO A LA DOBLE NATURALEZA DEL DERECHO DE ROBERT ALEXY
ABOUT THE DUAL NATURE OF LAW BY ROBERT ALEXY Edgar Cruz Acuña*
RESUMEN Se desarrolla el argumento central de la tesis de Robert Alexy sobre la
naturaleza dual del Derecho que comprende una dimensión real o fáctica, y otra,
ideal o crítica. Dicha tesis es incompatible tanto con el positivismo jurídico
excluyente como con el positivismo jurídico incluyente, y con algunas tesis del no-
positivismo en su versión extrema. La naturaleza dual del Derecho se expresa y
justifica, de un lado, por la fórmula del iusfilósofo Gustav Radbruch que manifiesta
que la “injusticia extrema no es Derecho” y, de otro lado, por el argumento de
corrección moral. Como consecuencia de este análisis, la definición del Derecho
es algo que depende tanto de los hechos sociales como de aquello que el
Derecho debe ser.
Principales Tesis de Robert Alexy sobre el Concepto y la Naturaleza del Derecho
La Filosofía del Derecho es una disciplina similar a la Meta-ética, pero con un
objeto distinto. Su objeto de estudio no es la Ontología ni la Moral ni la
Epistemología, sino el Derecho. En este sentido, la diferencia entre la Dogmática
Jurídica y la Filosofía del Derecho parece ser análoga a la diferencia que existe
entre la Teoría moral normativa y la Metaética. La primera se ocupa de problemas
morales clásicos como aquellos a los que se refieren las preguntas: ¿Qué es lo
debido desde el punto de vista moral? ¿Qué tipo de acciones son lícitas o ilícitas?
¿Qué diferencia hay entre actos del hombre y actos humanos? ¿Qué tipo de
personas debemos ser? ¿Cuáles son las virtudes morales? ¿Qué son los valores
éticos? ¿Qué es aquello que exige la justicia? ¿Qué es la justicia? O ¿Cómo
debemos vivir nuestra vida? Responder a alguna de estas preguntas implica llevar
a cabo afirmaciones de tipo moral o afirmaciones acerca de lo que es válido desde
el punto de vista moral.

Derechos de la naturaleza: una aproximación desde la práctica


jurisprudencial
Daniela Herrera Moreno, Galo Daniel Marmolejo Rodríguez, Valeria Pérez Barajas,
Patricio Ávila Castillón
El surgimiento del Estado constitucional ha significado profundas transformaciones
en el orden jurídico. En particular, podemos advertir que la “rematerialización del
orden jurídico”, así como la garantía judicial de los derechos, son dos de las notas
distintivas de aquellas constituciones que surgieron a partir de la segunda
posguerra (Prieto Sanchís, 2013, pp. 11-19). Como se sigue, el constitucionalismo
contemporáneo se ha caracterizado por incorporar un denso contenido sustantivo
o material a través de un género de normas que reciben el nombre de derechos
fundamentales, cuya justiciabilidad no solamente es producto de su positividad,
sino de la existencia de tribunales capaces de adjudicarlos.
En esta tesitura, el derecho comparado permite notar la creación de algunos
derechos fundamentales que, por sus particularidades, han significado un
replanteamiento del discurso y las nociones tradicionales de derechos humanos.
El reconocimiento de la naturaleza como un elemento que tiene valor por sí mismo
—o bien los denominados “derechos de la naturaleza”— es un fenómeno cada vez
más frecuente en el paradigma mencionado.
En el presente trabajo nos proponemos examinar el significado de los derechos de
la naturaleza, a partir de su desarrollo en las legislaciones nacionales e
instrumentos internacionales, así como su adjudicación en sede jurisdiccional.
Finalmente, describiremos algunas de las dificultades prácticas que pueden
presentarse en el contexto de su justiciabilidad.
1. Postulados filosóficos que sustentan los derechos de la naturaleza
Durante la década de 1970, algunos fenómenos como el desarrollo tecnológico e
industrial, el surgimiento de las economías globales, así como el crecimiento
poblacional, dieron lugar a nuevas reflexiones en torno a la relación entre la
especie humana y la naturaleza.
Aun cuando existieron tradiciones, concepciones teleológicas y valorativas que
fuera de Occidente y con siglos de anticipación concibieron a la humanidad y a la
naturaleza como una sinergia necesaria e indisoluble, en Estados Unidos,
Australia y Noruega estas nociones comenzaron a adquirir un carácter científico y
formal, para dar surgimiento a lo que hoy se conoce como “ética ambiental” (The
Stanford Encyclopedia of Philosophy, 2022).
La ética ambiental, como su nombre adelanta, es la rama de la filosofía que tiene
por objeto estudiar la relación moral de los seres humanos con el medio ambiente
y su contenido no humano, así como su valor y estatus moral. Aun cuando
podemos encontrar importantes divergencias teóricas entre los principales
exponentes de esta rama filosófica (Paul W. Taylor encabezó los debates sobre
ética ambiental tras la publicación de su obra Respect for Nature: A Theory of
Environmental Ethics en 1986; por su parte, J. Baird Callicott fue profesor titular de
la primer cátedra sobre ética ambiental en 1969 y a partir de 1994 dirigió la
International Society for Environmental Ethics, en donde hasta hoy se gestan
importantes reflexiones sobre el tema), lo cierto es que todas y todos se
propusieron responder a las siguientes interrogantes: ¿de qué manera debemos
entender la relación entre los seres humanos y el resto de las especies? ¿Estas
últimas deben estar subordinadas a los fines humanos?, ¿o acaso se trata de una
relación simbiótica, en la que los ecosistemas y los seres humanos están llamados
a relacionarse armónicamente? (The Stanford Encyclopedia of Philosophy, 2022).
A partir de lo anterior, tanto la doctrina especializada como los tribunales han
advertido tres aproximaciones teóricas o posturas filosóficas que pretenden dar
respuesta a la manera en que se desarrolla la relación entre los seres humanos y
la naturaleza.
En primera instancia, el antropocentrismo se trata de una de las tradiciones
filosóficas más extendidas en Occidente, pues considera que los seres humanos
son los únicos entes con valor intrínseco. Desde un enfoque antropocéntrico, el
ser humano es el único sujeto con consideración moral; mientras que el medio
ambiente únicamente posee un valor instrumental, en la medida que aporta
beneficios a los seres humanos y permite su subsistencia (Jamieson, 2001, pp.
164-165).
Por otra parte, el biocentrismo ha tenido como punto de partida el
antropocentrismo; pues si bien considera que la naturaleza debe encontrarse bajo
cierto umbral de protección, ello solamente responde a la necesidad de lograr el
bienestar de las generaciones futuras y la humanidad en general. Como se sigue,
el biocentrismo no considera que la protección de la naturaleza es un objetivo
importante por sí mismo, sino por los beneficios que esta salvaguarda puede
generar para los seres humanos (Corte Constitucional Colombiana, sentencias C-
339 de 2002, C-449 de 2015 y T-622 de 2016).
Finalmente, el ecocentrismo consiste en una corriente crítica de la visión
antropocéntrica que ha imperado en Occidente, en tanto niega —en mayor o
menor medida, como veremos— la superioridad moral de los seres humanos
frente a la naturaleza (Palmer, 2003, pp. 33-34). En síntesis, reconoce que la
naturaleza tiene un valor intrínseco, más allá de la utilidad que pueda representar
para las personas.
Al respecto, debe destacarse que dentro del propio ecocentrismo existen posturas
moderadas y otras más radicales, en atención a los seres vivos que reconocen
como entes merecedores de protección por su valor intrínseco. Por un lado,
encontramos aquellas que afirman que esa extensión debería abarcar a los
animales sintientes, también conocidas como éticas animalistas (Singer, 1975;
Regan, 1983); aquellas que incluyen a todo organismo vivo en lo individual,
denominadas igualmente como éticas biocéntricas (Taylor, 1986), y otras más que
consideran a especies en su conjunto y ecosistemas, con un enfoque holístico
(Callicot, 1998; Johnson, 1993).
2. Fundamento y desarrollo jurisprudencial: una historia inacabada
Los derechos de la naturaleza comenzaron a gestarse con la Carta Mundial de la
Naturaleza, aprobada el 28 de octubre de 1982 por la Asamblea General de las
Naciones Unidas. En ella, los Estados firmantes se comprometieron a adoptar
medidas encaminadas a respetar y conservar el entorno natural, mediante el
reconocimiento del valor intrínseco de todos los seres vivos.
Asimismo, es importante notar que han existido importantes esfuerzos para
reconocer, por vía legislativa, los derechos de la naturaleza. Muestra de ello son
las Leyes Te Urewera (2014) y Te Awa Tupua (2017), mediante las cuales el
Parlamento Neozelandés reconoció al Parque Nacional Te Urewera y al Río
Whanganui como entidades legales con todos los derechos, poderes, deberes y
obligaciones de una persona jurídica, estableciendo un consejo encargado de
ejercer su representación legal.
Por su parte, el denominado “nuevo constitucionalismo latinoamericano” ha
transitado también hacia el reconocimiento de los derechos de la naturaleza
(Estupiñán, 2020 pp. 127-143). En 2008, Ecuador se convirtió en el primer país en
reconocer, expresa y constitucionalmente, que los entes de la naturaleza son
sujetos o titulares de derechos, bajo la premisa de que Pacha Mama, como
elemento vital para la existencia de todas las especies en su conjunto, debía ser
protegida a través de una Constitución ecológica. A partir de la tendencia iniciada
por Ecuador, países como Bolivia y Colombia iniciaron procesos de cambio
constitucional mediante los cuales no solamente dieron reconocimiento a los
derechos de la naturaleza, sino que establecieron, como garantía para su
protección, la posibilidad de que toda persona y autoridad pública pueda exigir su
cumplimiento. (En el caso de Bolivia, dan cuenta de estas transformaciones el
artículo 33 de la Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia, la Ley 71
de Derechos de la Madre Tierra de Bolivia y Ley 300 Marco de la Madre Tierra y
Desarrollo Integral para Vivir Bien. En el caso de Colombia, la naturaleza
encuentra reconocimiento constitucional indirecto, a través de las disposiciones
que consagran el derecho a la vida, salud, agua, seguridad alimentaria, ambiente
sano, cultura y territorio indígena).
Más allá de su reconocimiento en el derecho positivo, los distintos sistemas
jurídicos han emprendido importantes esfuerzos para asegurar que los derechos
de la naturaleza no se conviertan en normas programáticas, sino en derechos
perfectamente exigibles en sede jurisdiccional. El estudio comparado de la
práctica jurisprudencial permite dar cuenta de varios casos en los que las altas
cortes han reconocido a ecosistemas concretos como titulares de derechos.
La Corte Constitucional Colombiana ha sido un ejemplo en América Latina
respecto a la manera en que es posible reconocer, en sede jurisdiccional, los
derechos de la naturaleza. Mediante el fallo T-622 de 2017, la Corte Constitucional
Colombiana resolvió reconocer la personalidad jurídica del Río Atrato, derivado de
una acción de tutela promovida por diversas comunidades asentadas en la cuenca
del río, quienes alegaron que la explotación minera había causado un severo
grado de degradación ambiental.
Para reconocer al Río Atrato como sujeto de derechos, el Tribunal Colombiano
realizó un detallado estudio de los derechos bioculturales y del principio
precautorio para concluir que todas las formas de vida deben ser entendidas como
merecedoras de protección en sí mismas. En cuanto a los efectos de la sentencia,
el tribunal ordenó —además de la adopción de medidas encaminadas al
saneamiento del Río— la creación de una comisión de guardianes del Río Atrato,
caracterizada por la pluralidad en su composición. Participaron entidades públicas
y privadas, universidades, organizaciones ambientales y grupos de la sociedad
civil.
A partir de este leading case, la Corte Constitucional Colombiana ha construido
una sólida doctrina jurisprudencial en torno a los derechos de la naturaleza, lo cual
abrió la posibilidad de que otros tribunales procedieran a su adjudicación. Tal es el
caso de la Corte Suprema de Justicia, que en 2018 reconoció la personalidad
jurídica de la Amazonia colombiana y ordenó, para su protección, la creación del
Pacto Intergeneracional por la Vida del Amazonas Colombiano (PIVAC).
En el ámbito del sistema interamericano de protección de los derechos humanos,
debe resaltarse que si bien la Corte Interamericana de Derechos Humanos no se
ha pronunciado en torno a la posibilidad de reconocer los derechos de la
naturaleza a través del corpus iuris interamericano, ni ha reconocido a algún
ecosistema en particular como sujeto de derechos, recientemente ha señalado
que los componentes del medio ambiente son intereses jurídicos en sí mismos, y
merecen protección jurídica no solamente por su relación con los derechos
humanos, sino por su importancia para los demás organismos con los que se
comparte el planeta (Corte IDH, OC 23/17).
Finalmente, en el caso de México, el Congreso federal no ha reconocido la
protección de los derechos de la naturaleza a la Constitución ni a la legislación
ordinaria, cuya expedición corresponde de manera exclusiva. No obstante lo
anterior, es posible notar que algunos congresos locales han tomado la iniciativa
de reconocer los derechos de la naturaleza en sus constituciones. La primera de
ellas fue la Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Guerrero, que en
enero de 2014 reformó su artículo 2, el cual señala que el Estado deberá
garantizar y proteger los derechos de la naturaleza. A ella se han sumado las
constituciones de Ciudad de México en 2017 (artículo 13, apartado A, párrafo 3);
Colima, en 2019 (artículo 2, fracción IX, inciso a), y Oaxaca, en 2021 (artículo 12).
Si bien la Suprema Corte no ha reconocido a ningún ecosistema como titular de
derechos, lo cierto es que poco a poco ha transitado a una perspectiva ecocéntrica
que reconoce la importancia de proteger a los organismos vivos con los que se
comparte el planeta, “no solamente por su conexidad con una utilidad para el ser
humano […] sino por su importancia para los demás organismos vivos con
quienes se comparte el planeta, también merecedores de protección en sí
mismos” (amparo en revisión 307/2016).
Para concluir, haremos un somero diagnóstico de las dificultades prácticas —tanto
procesales como sustantivas— a las que pueden enfrentarse los tribunales
mexicanos en el momento en que pretendan adjudicar los derechos de la
naturaleza.
3. Retos en su justicia validad
Como adelantamos, la justicia bilidad de los derechos de la naturaleza en México
puede significar algunas dificultades en términos procesales y desde el punto de
vista sustantivo. Aun cuando existen medios ordinarios a través de los cuales es
posible atribuir responsabilidad por los daños ocasionados al ambiente, así como
la reparación y compensación por dichos daños (Ley Federal de Responsabilidad
Ambiental), consideramos que, dado el diseño del sistema institucional, la
instancia idónea para exigir el reconocimiento de entes de la naturaleza como
titulares de derechos es el juicio de amparo.
En primer lugar, debemos recordar que el juicio de amparo se rige por el principio
de instancia de parte agraviada, de tal manera que sólo podrán acudir al juicio
constitucional quienes demuestren que al acto u omisión reclamada genera una
afectación a su esfera jurídica —entendida, por supuesto, en sentido amplio—.
Ésta es la primera barrera a la que se enfrentaran los operadores jurídicos y los
justiciables.
Al resolver la contradicción de tesis 111/2013, el Tribunal Pleno de la Suprema
Corte se pronunció en torno a las diferencias entre el interés simple —el cual
comprende un interés general por la constitucionalidad de los actos de autoridad y,
por ende, resulta jurídicamente irrelevante para efectos del juicio de amparo—, el
interés jurídico y el interés legítimo. En el caso de los derechos de la naturaleza,
estimamos que las personas, al no ser titulares de éstos, solamente podrán acudir
al juicio de amparo demostrando un interés legítimo. Lo anterior se traduce en la
obligación a cargo de la parte quejosa de aportar elementos a partir de los cuales
puedan demostrar al tribunal que se encuentran en una especial situación frente al
orden jurídico y, concretamente, que la falta de reconocimiento de los derechos de
la naturaleza pueda generarles una afectación.
La Suprema Corte se ha pronunciado en diversos casos sobre la forma en que
opera el interés legítimo cuando se reclama la violación del derecho a un medio
ambiente sano (amparo en revisión 307/2016, recurso de queja 132/2019, amparo
en revisión 953/2019, recurso de queja 35/2020). Como señalamos, acudir al juicio
de amparo requiere, necesariamente, que el acto u omisión reclamada produzca
una afectación en la esfera jurídica de la parte quejosa. Por lo tanto, cuando se
trata de afectaciones al ecosistema derivadas de un acto u omisión de autoridad,
la parte quejosa debe demostrar un vínculo con el ecosistema en cuestión, distinto
al que tenemos el resto de las personas, pues de lo contrario estaríamos frente a
un interés simple.
A partir de lo anterior, ha sido un criterio reiterado por la Suprema Corte que para
demostrar ese vínculo con el ecosistema, esa especial situación frente al orden
jurídico, la parte quejosa debe ser beneficiaria de los servicios ambientales que
produce el ecosistema en cuestión. Y finalmente, el criterio para determinar si la
parte quejosa recibe estos beneficios del ecosistema supone verificar si se
encuentra dentro del entorno adyacente al mismo, es decir, dentro del espacio
geográfico en que se ubica el ecosistema que se pretende proteger.
En esta tesitura, el acceso a la justicia en materia ambiental ha permitido que se
reconozca la legitimación de las personas sin que necesariamente se les exija
demostrar un perjuicio de carácter individual, sino que basta con demostrar un
perjuicio a los intereses de carácter colectivo (Calderón y Recinos, 2022, pp.109-
110).
Otra de las dificultades que derivan del propio diseño del juicio de amparo tiene
que ver con las limitadas facultades que tienen las juezas y los jueces de amparo
en cuanto a lo que pueden ordenar a las autoridades responsables mediante sus
sentencias. El hecho de que la Ley de Amparo disponga que solamente es posible
ordenar la restitución del derecho violado limita la posibilidad de reparar
integralmente la violación de los derechos de la naturaleza.
Ciertamente excedería la extensión del presente trabajo determinar si es posible
ordenar, a través del juicio de amparo, medidas de satisfacción, rehabilitación, así
como garantías de no repetición. Sin embargo, estimamos que la adopción de un
enfoque de reparación integral es un paso necesario para ordenar la adopción de
medidas que permitan a las autoridades y a las comunidades posiblemente
afectadas contribuir a la realización de los derechos de la naturaleza.
Finalmente, desde el punto de vista sustantivo, es importante reconocer que aún
cuando los derechos de la naturaleza tienen fundamento expreso en algunas
constitucionales locales —e incluso, en ejercicio de su vocación interpretativa, la
Suprema Corte pudiera concluir que los derechos de la naturaleza forman parte
del parámetro de regularidad—, estimamos que la falta de técnica legislativa con
la cual éstos fueron formulados ha resultado en que se conviertan en normas
programáticas, es decir, en “buenos deseos legislativos” carentes de juridicidad.
Dada su particular complejidad, el alcance y contenido de los derechos de la
naturaleza debe estar plenamente definido para que tengan algún sentido práctico.
Aun cuando la interpretación que pudieran realizar los jueces sobre aquellos
contribuiría a su optimización, lo cierto es que corresponde, en principio, al
legislador definir con claridad qué es lo que los ciudadanos pueden exigir en sede
jurisdiccional. Como ejemplo de lo anterior estimamos sumamente relevante que
se defina, en vía parlamentaria, un ámbito competencial en torno a los derechos
de la naturaleza, con la finalidad de que las personas conozcan cuales son las
autoridades competentes para reconocer a determinado ecosistema como sujeto
de derechos, así como las conductas adicionales que pueden ser exigidas a
dichas autoridades.

Daniela Herrera Moreno es estudiante de la Licenciatura en Derecho en la


Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente colabora en la Ponencia
del ministro Juan Luis González Alcántara Carrancá en la Suprema Corte de
Justicia de la Nación.
Galo Daniel Marmolejo Rodríguez es estudiante de la Licenciatura en Derecho en
la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente colabora en la
Ponencia del ministro Javier Laynez Potisek en la Suprema Corte de Justicia de la
Nación.
Valeria Pérez Barajas es estudiante de Derecho en la Universidad Nacional
Autónoma de México. Actualmente forma parte de la Ponencia del ministro Arturo
Zaldívar Lelo de Larrea en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Patricio Ávila Castillón es estudiante de Derecho en la Facultad de Derecho de la
Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente colabora en el Instituto
de Investigaciones Jurídicas.
Bibliografía
https://blogs.ugto.mx/contador/clase-digital-2-teoria-de-las-normas-juridicas-y-su-
jerarquia/
extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://www.marcialpons.es/media/
pdf/100834983.pdf
INSTITUTO TECNOLOGICO SUPERIOR DE ALVARADO
IÓN DE CUADRO COMPARATIVO
RUBRICA DE EVALUAC
CARRERA: NOMBRE DE ASIGNATURA:
LA
UNIDAD: TEMA:
NOMBRE ALUMNO: OBSERVACION ES:
1.- 1.-
2.- 2.-
3.- 3.-
4.- 4.-
5.- 5.-

EN FORMA
ACEPTABLE NO SE INCLUYE
CATEGORIA PARCIAL
100% 30%
70%
Concepto -- 10%Contiene los conceptos a tratar en el
cuadro de forma clara y ordenada
Definiciones -- 15%Define los conceptos a tratar
claramente de manera resumida.
Características -- 15%Define las características de cada
concepto.
Ventajas y desventajas -- 20 %Describe las ventas y
desventajas de cada concepto.

Similitudes y diferencias -- 20 %Describe las similitudes y


diferencias de los diversos conceptos.
Otros conceptos -- 10 %En caso de ser necesario
identifica otros aspectos relevantes en el cuadro
comparativo.

Aportaciones -- 5 %El alumno realiza aportaciones


relevantes e importantes de cada concepto.
Redacción -- 5 % No hay errores de gramática, ortografía
o puntuación.
Puntualidad Fecha, pero
Fecha y hora
fuera de hora Un dia de
programada
programada - retraso -10%
0%
5%

TOTAL

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