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LUCEROS

Escucha pueblo mío mi enseñanza,


inclina el oído a las palabras de mi boca,
que voy a abrir mi boca a las sentencias
para que broten los enigmas del pasado.
(Psalm 77, 1)

NARRADOR- En unos tiempos de discordia, de


reinos y de imperios en guerra, esclavos de su propia
ambición; tiempos en que la venganza fue la reina
que gobernó sobre todas las coronas del orbe,
echando sus grises eslabones sobre los cuellos de
tantos hombres, haciéndolos prisioneros de la
traición y las ansias de poder. No dejaban de verter
ríos de sangre, por los que corrían juntamente la
injusticia y la inocencia. En tiempos en que los reyes
hipnotizaban a súbditos y vasallos con falsos
paraísos terrenales, cuando tendían velos de
promesas para ocultar sus torcidos deseos, para
ocultar la corrupción de sus pensamientos y sus
podridas entrañas a unos hombres ya resignados a la
fatalidad.
En unas tierras ya baldías por la constante pugna
entre las naciones; unas tierras que han sacrificado la
espesura de sus bosques, la paz de sus valles y la
belleza de sus jardines; Unas tierras que han
olvidado su ancestral fertilidad en pro de la masacre.
En ese tiempo y lugar las gentes desesperan. Unos se
venden a la miseria de la moral, otros se entregan a
la codicia, a la ambición, otros se resignan a morir
de tristeza mientras se despliega ante sus ojos la
terrible imagen de un mundo donde no cabe la paz,
ni la esperanza de algo… un poco mejor. La apatía
se une a la desazón en los pechos de esos hombres y
no pueden, siquiera, llorar.
En ese tiempo y lugar tres hombres, no obstante,
alzaron sus ojos por encima de las torres de este
mundo y descansaron la mirada en los astros
luminosos que la noche brinda. A cada uno a su
tiempo, el firmamento se les dirigió y dibujó para
ellos un extraño trazo, un símbolo, un mensaje, una
palabra… la extraña profecía de un llanto… un
llanto… que es preciso escuchar.
ESCENA 1
Aparece Teokeno escribiendo una carta
TEOKENO – Debo hacer un viaje, quizá el último
viaje. Quién sabe si podré volver. Me voy en busca
de una respuesta, pues creo que la hay, creo que
existe una solución a toda esta barbarie que
contemplamos. Tú y yo hemos reinado sobre estas
tierras desde hace ya mucho tiempo. En estos años la
situación ha ido cada vez a peor, me pesa la
responsabilidad. No quiero ver cómo se derrumban
las grandezas que aún quedan de este reino. Si algo
queda en pie, debe permanecer. Nosotros no
podemos hacer nada, nuestras manos no tienen la
fuerza para impedir que sus viejos muros se
derrumben. Pero debe haber quien pueda impedirlo.
Después de tanto tiempo consultando las
constelaciones creo haber hallado algo. Entre Sahu y
Orión me ha parecido descubrir una nueva
constelación. Parece hablar de un rey, un rey lejano
cuya historia será nuestra historia y la historia de su
pueblo será la historia de nuestro pueblo. ¿Será la
constelación de las tres vírgenes? Necesito saber
más, necesito observar mejor esa constelación. Por
eso debo ir al monte Vaus, allí veré mejor. Debo
irme así, a escondidas, es del todo necesario que
vaya solo, sin séquito alguno, sin caravanas, sin
súbditos, incluso sin mujer. Sé que lo comprenderás.
No te preocupes por nuestras coronas, las he cogido
yo, las he mandado fundir para hacer una sola pieza
de oro. Es preciso algún obsequio.
Se despide, un tanto avergonzado por tener que
hacerlo así, pero totalmente convencido de que
cumple con su deber más noble.
Teokeno.

Se levanta del escritorio y mira por el balcón su


reino.

Me despido, vieja ciudad, con un gran dolor, pero


con una gran esperanza. El dolor de ver cómo la
guerra lo destruye todo, tus murallas, tus casas y
calles, pero el dolor más intenso aún de ver cómo tu
peor lepra brota de tu misma carne. Veo cómo te
pudre poco a poco por dentro, mortalmente por
dentro. No hay edificio que pueda reconstruir para
reparar el daño de esa cruel enfermedad. Pero me
voy con una esperanza. Que esas estrellas que he
visto nos traigan el remedio que ha de sanarte.
Se va
ESCENA 2
En otro país no muy lejano.

El escenario vacío. Se ve la puerta grande al fondo,


cerrada. Empieza a sonar la música del robo.
Sair asoma la cabeza dentro del escenario, desde
otra puerta, comprobando que no hay nadie. Mueve
la cabeza de un lado a otro. Tras comprobar que no
hay nadie entra con sigilo. Cuando está en el centro
se oyen unos golpes, unos pasos, se asusta.
Aspavientos exagerados y silenciosos, se echa al
suelo y se tapa los oídos. Unos segundos. Abre los
ojos, comprueba que no ha pasado nada, vuelve la
música. Sigue buscando algo que no encuentra. Se
oye una voz potente:
- ¡Sair! ¡Sair! ¿Dónde estás?
Se vuelve a asustar, se esconde, con un dedo en la
boca le dice al público que no digan nada, espera
unos segundos. Vuelve la música, vuelve al centro
del escenario. Se para la música de golpe. Se
enfada, increpa con la mirada al cielo, vuelve la
música, sonríe, sigue.
Se abren las puertas del fondo, solemnemente y
música celestial. Se ve una sala muy solemne,
pequeña, que guarda en el centro entre
almohadones y telas un recipiente precioso, valioso.
Sair exulta de alegría y se acerca con cuidado para
cogerlo.
- ¡Noo!
Lo deja en su sitio
- ¡No, no, no! ¡No voy a ponerme ese traje tan
estrecho!
Lo vuelve a coger, aliviado de que no le han
descubierto.
ESCENA 3
En otro país no muy lejano.
Está Mensor meditativo, sentado,
con algo entre las manos
Entra Axum
AXUM- Noble señor, lamento interrumpirle, pero es
urgente que se encargue de algunos asuntos.
Comprenderá que el reino le necesita.
MENSOR- Claro Axum, disculpa… estaba
pensando
Ax- No se preocupe mi señor, es normal que esté
afectado, ha sido una gran pérdida para todos. Sin
duda su padre ha sido uno de los más grandes
gobernantes de estas tierras de pastores. Se le honra
por haber hecho de sólo un pueblo, todo un reino.
Sus murallas no abarcarían tantos pueblos si no
hubiera sido por la determinación y valentía del
rey… quiero decir, del antiguo rey… El nuevo rey
no debe ser menos valiente y arrojado que su padre.
M- Lo sé, pero sabes que siempre he sido muy ajeno
a los asuntos reales, mi padre siempre me lo
reprochó. Ahora esto me queda demasiado grande
¿Cómo gobernar todo un reino? ¿Cómo encomendar
a una sola persona la dirección de tantos hombres?
Hacia dónde debo dirigirlos, de qué peligros
protegerlos.
Ax- No se preocupe, mi señor, para eso estoy yo
aquí. No olvide que llevo muchos años siendo el
consejero de su padre. Si me escucha y hace caso, no
sólo conservaremos el esplendor y la riqueza de
estas tierras, más aún, las aumentaremos hasta
límites impensables.
M- Riquezas… esplendor… muerte. Todo acaba con
la muerte. Axum ¿sabes qué es esto? Es incienso, es
el incienso real de mi familia. Lo guardamos desde
hace muchas generaciones, reservado para el dios
más noble. ¿te has fijado cómo se desvanece en un
instante sobre los carbones en ascuas? Piedras que se
transforman en humo, haciendo figuras que
ascienden levitando en busca de otras regiones más
allá de este mundo, regiones eternas donde honrar a
los dioses. El esplendor del incienso no dura mucho.
Perdona, Axum, estoy cansado.
Ax- No se preocupe, señor. Descanse, mañana
trabajaremos, si le parece bien.
M- Sí, será mejor. Descansa tú también, honrado
sirviente.
Se va a acostar. Axum cambia el rostro, de amable
en duro, y va a otra estancia del palacio.
Mensor en su dormitorio reza:
M- Padre, he quedado solo. No sabría enfrentarme a
esto si no fuera por vuestro ejemplo, que me anima a
continuar una tarea ya empezada por vos. Mas si la
misión que he de emprender es demasiado alta para
que yo la acometa, invoco vuestra buena fama y
vuestro espíritu de honrosa virtud para que vengan a
sostener mi noble deseo. ¡No hay tiempo que perder!
¡Axum! ¿Dónde estás Axum? ¡Manos a la obra!
Sale buscándole
Le oye hablar con otro funcionario de palacio
(vamos introduciendo Rifugio, poco a poco)
Ax- Creo que será fácil de manejar. El pobre joven
vive en una mentira, lo mejor será que siga en ella.
Ha estado toda su vida alejado del palacio real y más
alejado aún de la gente, ese no se ha acercado a uno
de nuestros rebaños en su vida. Ahora lo importante
es que no le lleguen las quejas de toda esa calaña de
pastores y lavanderos.
FUNCIONARIO- No te preocupes, tenemos todo
pensado para tenerle bien distraído…
Ax- Sí, él no es como su padre, no entendería cómo
se ha de forjar un reino poderoso e indomable. Con
yunque y martillo.
Intercalamos música rifugio
Nosotros mientras hemos de seguir ejecutando las
últimas ordenes de su padre ¿Dónde está? No lo
encuentro… ¡Aquí!
Buscando unos papeles, los pone sobre la mesa.
Mira, otro de esos nigromantes del levante ofrece
2.000 dáricos a cambio de 30 nuevos hombres.
F- ¡2.000 dáricos! Eso son casi 20 Kilos de oro.
Increíble, ¡así se forja un reino! Pobres hombres, qué
clase de sacrificios harán con ellos esos
hechiceros…
Ax- Ya tengo pensado de donde sacar otros 30. Hay
un campamento de esos pastores nómadas bajo
nuestro dominio, nuestro “buen gobierno”. El rey ya
tenía pensado que fueran ellos
Música
Ya sabes cómo va…
F- Si… se les invita a una real audiencia…
Ax- …y ellos aceptarán encantados, es un privilegio
poder encontrarse con el rey…
F- …les recibimos con todos los honores que se
merecen, regalos, obsequios…
Ax- … con una gran sonrisa y con los brazos bien
abiertos…
F- …y cuando crucen la puerta principal y se cierren
tras ellos los portones…
Ax- ¡Las cadenas caerán, el yugo les aplastará,
nuestra voluntad les someterá! Y tendrán el honor de
ser sacrificados en pro de la grandeza real y la
majestad de nuestro palacio.
F- 30 más ¿qué importa? ¿cuántos van ya? Miles,
sólo en el último reinado.
Ax- Lloremos la muerte de nuestro rey, tapemos los
ojos de su hijo, y sigamos haciendo nosotros… lo
que su padre nos dijo
Música
Mensor con cara de espanto, ellos se van y él entra.
Se sienta en la mesa y va mirando los papeles con
rostro de espanto
M- ¿cómo es posible? No me lo puedo creer, debe
ser mentira, mi padre jamás… -Mira los papeles- es
su firma, de puño y letra ¡No! –tirando los papeles
con rabia- Musica, mientras llora.
Pero no he de sucumbir. Este rey reniega de la
corrupción de su propio trono. Reniega de la riqueza
impura, repulsa el oro manchado con sangre
inocente. Este rey no será una víctima más de la
corrupción. Debo hacer algo, impedirlo…
No es posible ¿qué puedo hacer? ¡Cielos! ¿Qué
puedo hacer? Lo tienen todo totalmente dominado,
cómo puedo tomar el control. Yo no puedo, necesito
ayuda. Pero esto no puede seguir así, y sin embargo,
ellos tienen más autoridad sobre el ejército y
acceden al tesoro real más fácilmente que yo. -Ve el
incienso- El incienso… Dios… sois mi última y más
poderosa ayuda. Pero ¿dónde buscaros? ¿Dónde
consultar la voz de los cielos?... En los cielos… Sí,
recuerdo la historia de las vírgenes y la
constelación…
Se acerca a una estantería y coge un libro.
Busca
Tres vírgenes contemplaban las estrellas. Una
constelación en particular, la observaban y les
guiaba en sus fiestas. Esperaban la estrella de Jacob,
que anunciara la llegada del Dios verdadero. Debo ir
inmediatamente al monte Vaus, allí las
constelaciones son más visibles.
Se va corriendo, vuelve a coger el incienso y se va.

Transición musical
ESCENA 4
Aparecen T. y M. mirando y señalando al cielo,
observando.
Entra S.
SAIR- ¡Madre mía! ¡qué cansado! Ya no puedo
más… ¿y esos dos? ¿qué hacen ahí pasmados? Les
va a dar algo, así, en el cuello.
Se acerca, no se dan cuenta, S. se junta y les mira
dando vueltas a su alrededor. No se percatan de su
presencia.
SAIR- ¡Eh! –se asustan- Hola ¿qué hacéis?
TEOKENO- Estamos haciendo cosas importantes,
chico, no molestes. –siguen a lo suyo-
SAIR- ¡Eh! Estoy buscando un monte, seguro que
podéis ayudarme…
MENSOR- Eres extraño, hablas extraño, tienes un
color extraño… debe ser un pobre indígena.
SAIR- ¡Eh eh! Sin ofender hermanos, somos
morenitos no mas… Oye, me he perdido, estoy
buscando el monte Vaus. Como esta cima es la mas
alta supuse que desde aquí se vería la cima que
busco ¿Podéis ayudarme? ¿Cuál de esas es?
MENSOR- le coge la cabeza y le baja la mirada al
suelo- ¿ves eso de ahí?
SAIR- ¡Sí, sí, lo veo!
MENSOR- Esta es la cima del monte Vaus.
SAIR- ¡Vamos! –un rato de silencio- ¿y ahora qué?
TEOKENO- ¿Y ahora qué… qué?
SAIR- ¿y ahora qué toca?
TEOKENO- ¿qué toca de qué?
SAIR- Ke ke ke ke, y luego soy yo el que habla
extraño… parece una cacatúa el viejo –al publico-
Yo debía llegar hasta aquí, pero ahora no sé qué
debo hacer
T. y M. se hablan al oído
TEOKENO- Chico, creo que el destino nos está
haciendo una broma y nos ha juntado aquí a los tres.
Cuéntanos ¿por qué has venido hasta aquí?
SAIR- Vean ustedes, yo soy príncipe de un reino
que está muy muy lejos. Mi tío es el rey, pero yo
voy a heredar la corona, de hecho, quizás a estas
alturas ya la he heredado. No andaba muy bien de
salud ¿saben?
Antes de ser familia real, hace muchos cientos de
años, mis antecesores pertenecían a un sencillo
pueblo de pescadores, a las orillas del pequeño mar
Basora. Desde tiempo inmemorial mis ancestros
habían desempeñado la función de sepultureros. Año
tras año, década tras década, siglo tras siglo,
guardamos en el seno de nuestro hogar el arte de
tratar a los muertos, la técnica para elaborar los
ungüentos con que embalsamarlos y la misión de
sepultarlos.
Siempre que alguien del poblado fallecía, le tocaba a
mi familia hacer su trabajo. Sin nosotros quererlo,
con el tiempo, mi familia se convirtió en el signo de
la muerte, aunque lo único que hacíamos era tratar
con el mayor respeto el último recuerdo del hombre
vivo. Por eso nos esforzábamos por hacer el mejor
ungüento que pudiera elaborarse en la tierra.
Un día, una catástrofe arrasó con el poblado y con la
vida de todos los hombres, menos unos pocos de mi
familia. Hicieron, entonces, lo que debían:
elaboraron cientos de litros de ungüento a base de
mirra, embalsamaron a todos los hombres, mujeres y
niños y los enterraron con sumo cuidado.
Sobraron varios barriles de aquél ungüento. Desde
entonces lo guardamos y sólo se usa para
embalsamar a los miembros de mi familia. Se
convirtió en algo sagrado. Es el recuerdo de que toda
vida que empieza, ha de tener su necesario final.
De aquella reserva de ungüento ya sólo queda esto.
Lo guardábamos como un tesoro de mi real familia.
Pero hace poco tiempo tuve un sueño. Aparecía la
mirra, este monte y un niño recién nacido llorando.
Así que robé la mirra y vine hasta aquí. El llanto del
niño no sé lo que significa.
La historia es un poco tétrica, pero mi tío siempre
dice que el contacto con la muerte nos hace sonreir a
la vida –sonríe-
TEOKENO- Pues bien, los tres hemos venido
buscando algo o alguien y no es casualidad que
hayamos coincidido esta noche los tres. Yo vengo
buscando un rey, una autoridad que pueda salvar a
mi pueblo.
MENSOR- Yo vengo en busca de Dios, del único
Dios.
SAIR- Entonces, lo que falta de mi sueño es el niño,
busco a un recién nacido, un hombre… -pensativo,
mira la mirra de su mano- Me temo que soy la voz
de un mal augurio, pues quien como hombre nace,
como hombre ha de morir. Extraña es esta vida, que
consigo lleva siempre a su verdugo. No se le da a un
hombre la vida sin que con ella reciba la muerte.
Fogonazo en el cielo
MENSOR- ¿qué ha sido eso?
TEOKENO- ¡Mirad! Allí. Esa estrella no estaba ahí
hace un momento. Es joven y brillante, alegre, casi
infantil.
SAIR- Oye, señor anciano, yo no soy un experto en
eso de la astrología, pero ¿no se está moviendo?
TEOKENO- Es verdad, indica una dirección.
Sigámosla, rápido, sin retrasarnos.
- Dulce niño, has de nacer…
SAIR- ¡Ay! Nacer para morir
TEOKENO- ¡Nacerá! Porque la vida
Con urgencia necesita
la promesa de existir.
Si el hijo del astro aquél,
que inmortal aún permanece,
quiere nacer y padece,
su tal muerte habrá de ser
de los hombres renacer.

MENSOR- Entonces, esa es la estrella de Jacob, y el


niño recién nacido es un mesías anunciado desde
antiguo, esperado desde siglos.
TEOKENO- Es fantástico, existe una solución, la
salvación es posible. No estamos destinados a la
corrupción. Desde algún lugar, más allá, alguien
vela por nosotros.
SAIR- Me encanta. ¡Mi primera aventura! ¡y qué
aventura! –entre medias de ambos, les pone la mano
en la espalda- Un viejo, un blanco y un negro
caminando detrás de una estrella… lo presiento…
vamos a hacer historia.
ESCENA 5

NARRADOR- Nuestros tres amigos comenzaron un


viaje singular. No obstante, no sería un camino tan
sencillo como se imaginaron en un principio. Sería
un camino largo, lleno de incertidumbres. ¿A quién
buscan exactamente? ¿Dónde y dónde han de
buscarle? El ímpetu surgido en aquella cima les dio
fuerzas al principio para caminar detrás de una
estrella sin cuestionarse por las circunstancias.
Pasaron días, semanas, meses. Pasaron por valles,
ríos y praderas, que tentaban con sus comodidades,
pero también por escarpados montes y áridos
desiertos que debilitaban su fortaleza. Las piernas
cada vez les pesaban más, él ánimo flaqueaba. Pero
esa estrella luciendo en el firmamento les animaba a
seguir, fuese lo que fuese, noche tras noche, ahí
estaba el lucero para guiarles y animarles. Pero
vayamos con ellos, algo está a punto de suceder.
Entran los tres
SAIR- Mirad ¡Qué extraña ciudad! Mira que hemos
pasado por muchas, y muy raras… pero como esta…
TEOKENO- Se nota que cada vez estamos más lejos
de nuestras tierras. Hace ya varias semanas que no
vemos la estrella. No sé cómo interpretarlo.
SAIR- ¡Anda que llamarle a eso casas! Y la gente,
mira qué gentes, qué caras… son bien extraños. De
aquí no puede salir nada bueno
TEOKENO- No te adelantes, joven Sair. No
venimos para elegir un salvador, venimos para
encontrarlo, quizás sea aquí. ¿Dónde estará el
palacio real? Los reyes nacemos en palacios ¿no?
MENSOR- Venga, nos separamos e intentamos
encontrar algo. Por separado abarcaremos más,
quiero terminar ya esto, estoy muy cansado
Salen T y S
MENSOR- No sé cómo he llegado a estos callejones
abandonados. Esto está muy solitario, no creo que
nadie vida en estas casas. Parece que se
derrumbarían con sólo soplarlas. Y está muy oscuro.
Se oyen pasos, golpes, gritos
VÁNDALO 1- ¡Eh! No, para, ha sido injusto.
VÁNDALO 2- Aquí todo se paga, si no es con la
moneda es con la vida. Estabas avisado, no vas a
jugármela con otra de tus tretas, ya sabes cómo
funciona.
VANDALO 1- Piénsalo, de qué te sirve un cadáver,
ya llevas demasiados, amigo. Además, ha sido un
error, yo no pretendía nada de esto, venga hombre,
somos amigos…
VANDALO 2- ¿Amigos? ¡Ja Ja Ja! ¿qué significa
esa palabra para ti? Lo siento, se acabó, para ti no
habrá un mañana – se dispone a matarlo con un
cuchillo-
MENSOR- ¡Eh, alto!
Se asusta, se le cae el cuchillo y sale corriendo. El
otro lo recoge del suelo
VANDALO 1- Esto me vendrá bien.
MENSOR- ¿Estás bien? ¿qué ha pasado?
VÁNDALO 1 – Tú eres extranjero, te recomiendo
que elijas sitios mejores para tus paseos nocturnos,
esto es peligroso
MENSOR- Estoy buscando a alguien
VÁNDALO 1- ¡Bien! Aquí todo el mundo encuentra
algo, aunque no siempre es lo que se espera… ¿eso
de ahí es valioso? ¿te gustan los negocios… el
juego… un trago… las mujeres?
MENSOR- ¿Te dice algo el nombre de Jacob? Estoy
siguiendo su estrella, es importante.
VÁNDALO 1- Sí, estrella, te entiendo, yo también
voy detrás de una estrellita, es la más bonita de por
aquí, ya me entiendes, se llama…
MENSOR- No, una estrella de verdad, un mensaje
del cielo, una profecía, un enviado de Dios… ¿sabes
algo de esto, por favor?
VÁNDALO 1- Uhh, tú estás chalado, eres un mago
de esos. ¿Y para qué buscas profecías, enviados y
voces en el cielo? ¿eres un pobre infeliz acaso?
MENSOR- ¡Infeliz yo! Si no fuera por mi ahora
mismo estarías muerto
VÁNDALO 1- Vivo, muerto, en fin ¿qué importa?
¿A caso merece la pena este infierno? Porque la
pena es grande ¿En serio crees que muerto estarías
peor de lo que estás ahora? Mira, no hay estrellas en
el cielo, no sé cuál buscas, pero no está ¿A quién
pretendes salvar? ¿Qué esperas de todo esto? Por la
cara que pones, ni tú lo sabes. Oye, la conversación
está interesante, pero tengo que irme. Me has caído
bien, forastero. Ten cuidado eh.
Se va
MENSOR- La estrella… no está… ¿Merece la
pena…? ¿Qué espero de todo esto?
Oye ruido, se esconde, se queda mirando
Aparece vándalo 2
VANDALO 2- Mi cuchillo, dónde está mi cuchillo –
alterado, con ansia-
Aparece vándalo 1 a sus espaldas
VÁNDALO 1- ¿Buscas esto? Creo que se te cayó
antes, ya sabes, cuando ibas a…
VÁNDALO 2- No, hombre, sabes que no lo haría,
tranquilo, ya te he perdonado la vida antes ¿no?
¿Somos amigos no?
VÁNDALO 1- ¿Amigos? ¿Qué significa eso? Ese
fue tu problema, has perdonado demasiado, pero no
todos somos tan idiotas como tú. No existe el
perdón, no existe la piedad. Venganza, sangre, dolor.
Ya la siento, ya se huele ya lo oigo.
Se lo ha ido llevando fuera
Se escucha cómo lo mata

M se va, se encuentra con T y S.


TEOKENO- ¿Habéis encontrado algo?
SAIR- Yo no ¿Mensor?
MENSOR- Nada
SAIR- Tendremos que seguir buscando. He visto no
muy lejos de aquí una población, en nuestra
dirección
TEOKENO- Pero antes debemos descansar.
Acamparemos aquí mismo. Mensor, debemos
descansar.
MENSOR- Ahora voy.
Cuatro astros colocados allá arriba, lejanos,
indiferentes, inmutables desde la eternidad de los
tiempos, ciegos al correr de los siglos de este mundo
terrestre, sucio, inquieto, corrupto. Cuatro astros
inmortales ajenos a la muerte de los hombres.
¡Míralos! ¡Brillando allí arriba! Como si aquí abajo
no fuera todo oscuridad ¡Nada! ¡No son nada!
Luceros insensibles que se burlan con su luz de
nuestra miseria, haciéndonos soñar. ¡Nada! ¡No sois
nada! Y de la nada, nada puede esperarse, nada nos
trae. Si acaso la locura a la mente del hombre que se
afana por hallar respuestas.
Se acuesta
Música: Emmanuel
Se encienden las luces, amanece, T. y S. se levantan,
pero M. no

TEOKENO- A levantarse.
SAIR- ¡Ya! en pie. vamos Mensor… un poco
perezosillos sois en tu barrio… Venga, que tengo
ganas ya de llegar. ¿No has oído la música? ya es
hora de despertarse. pero de pie hombre, venga, que
hemos de llegar.
MENSOR – esta noche ya no puedo levantarme,
Sair, déjame. vete si quieres ¡Iros los dos! dejadme
SAIR – Pero Mensor, no podemos dejarte aquí,
vamos, incorpórate, de momento sólo incorpórate,
debe ser el cansancio decía lo de la pereza en broma.
MENSOR – No, Saír, no quiero, ya no puedo más.
SAIR – De momento sólo incorpórate, poco a poco
¡Ven, vamos! –mientras tira de él para levantarle.
MENSOR - ¡Déjame! ¿Qué pretendes? ¿Pará qué?
¿para qué te levantas? ¡No sabemos a dónde vamos!
Sólo seguimos una falsa ilusión, un fantasma. No sé
qué rey judío… ¿Y si fue una ilusión, una broma de
la divinidad…? no tiene sentido ya…
SAIR- ¿Cómo no va tener sentido? ¿de qué hablas?
¡te has rendido! no seas cobarde
MENSOR- ¡Déjame, eres un crío, no sabes nada de
esta vida, no has visto lo que yo he visto! ¡es una
locura!

discusión, hablan a la vez lo siguiente.


SAIR- No te das cuenta de que un terrible miedo
quiere ensombrecer lo que vimos, nuestra certeza,
nuestra mayor seguridad, nuestra esperanza, el astro
luciente de la mañana ¡Cuánto sentido tiene la
noticia! Se nos pide fidelidad, hemos visto lo
imposible, se nos ha dado la esperanza de una vida
con sentido.
MENSOR- No te das cuenta de que no tenemos ya
nada que hacer, lo que vimos fue un puro fantasma,
nuestra ilusión más loca y absurda, ¡el astro luciente
de la mañana! La absoluta mentira de nuestra
imaginación desquiciada, no hemos visto nada, sólo
nos queda la certeza de una muerte sin sentido.
SAIR – Si tuvo sentido algún día el seguir una
estrella de lo alto para encontrar un salvador… hoy
sigue teniendo sentido. Si fuimos cuerdos ¡¿Acaso
nace la locura del cansancio?!
MENSOR - Empiezo a creer que es eso… locura.
SAIR - ¡No! no, y darles la razón a todos los que se
han burlado sin cesar.
MENSOR – Quizás tuvieran razón, Sair…
SAIR – Abandonar es darle la razón a muchos
hombres que dejamos atrás. Dar la razón a la muerte,
a la injusticia, es darle la razón a todos los que se
resignan a la apatía y la desazón, que no quieren
salir de su miseria por miedo. Es darle la razón al
miedo. Yo no quiero hacer eso… Mensor ¡ten
esperanza!
MENSOR- ¿esperanza? ¿por qué debo tenerla?
SAIR- Hubo una estrella ¿No? La hubo, brilló en el
cielo y nosotros la vimos y nos ha traído hasta aquí
¿puedes negar lo que tus ojos vieron?... La hubo, y
volverá.
TEOKENO – Mira que esto no tiene que ver contigo
y conmigo, es algo más grande que nosotros. Que el
cielo no torna su rostro inmutable para hablarle sólo
a tres magos. Algo tiene que decirle a la tierra, una
palabra. ¿Qué palabra? Lo ignoro, pero ya ha
comenzado a balbucear… y una voz que viene de
aquellas regiones… ¿no quieres tú escucharla?
¿Acaso no te ha vibrado el alma con ella? Aún está
por oírse lo que el cielo quiera decir, de momento
sólo ha abierto los labios, está apunto de hablar.
Hemos de escucharlo, Oriente debe escucharlo.
Hemos de seguir caminando.
MENSOR- se derrumba- Yo quisiera seguir,
Teokeno, pero no puedo. Mis piernas no quieren dar
un paso más, mis ojos están cansados de escrutar el
cielo en busca de esa estrella perdida y el alma me
ha quedado ensombrecida. Sólo quiero volver a mi
palacio y dejarme seducir, poco a poco, hasta que la
carne se me pudra en la vejez y al fin muera.
TEOKENO- No te preocupes, joven amigo mío,
valiente, osado, pero inquieto y precipitado. Tan
rápido te lanzaste a caminar como rápido pierdes el
rumbo y te niegas a seguir. Se ha nublado la vista, se
nos ha nublado a todos. Por eso no es tiempo de
retroceder, es tiempo de esperar. Cuando el cielo
encendió aquella luz, nos estaba haciendo una
promesa. Ahora sólo debemos esperar a que cumpla
su palabra. Paciencia.
SAIR- Salimos fiados de ella, fiados de ella
debemos seguir. –le ofrece su mano para levantarse-
TEOKENO- ¿te acuerdas de la historia que te conté
hace unas semanas? Cuenta la historia de un joven
muchacho que ansiaba desde que era niño navegar
muy lejos en un navío y contemplar la belleza del
mundo y tener mil aventuras. hasta que un día lo
consigue:
Quien diga que no existe Oh fantasma inverosímil,
algún ardor más intenso tú, inalcanzable sueño,
que el fuego que envuelve al al que debí esperar,
Sol ignorante, largo tiempo,
se convierte en embustero. hoy me vienes tan cercano
No digan, por intangibles que te siento entre mis
las estrellas mil del cielo, dedos.
hermosas, altas lejanas, Hoy al fin me echo a la mar
que no es cierto el sobre mi ansiado velero,
firmamento. que cruzar nuestras fronteras
No se niegue la esperanza, y navegar hasta el cielo
la Verdad, el Bien, lo bello, vale jugarse la vida,
el destino de los hombres merece correr el riesgo
que a la mar abren su pecho. por traer, de allí al mundo,
… el más precioso lucero.

MENSOR-

Gracias, amigos. Perdonadme. Os seguiré hasta


donde vayáis. Debo llevarle este incienso al niño.
SAIR- Sensei, la roca. ¡Di que sí!
TEOKENO- Sí, debemos encontrar a ese niño recién
nacido. cada uno debemos hacerle nuestra ofrenda.

ESCENA 6
música de Herodes
HERODES –
¿qué es lo que vos queréis? Decidme, viejo
¿cómo es que con aspecto tan atroz
osáis cruzar la puerta del perplejo
castillo que os contempla…? Oye mi voz…
¿qué es eso que escondéis? ¡de qué me quejo!
Si ha venido hasta mí el persa feroz
con el mejor de su oro a hacerme oferta.
Hete aquí, pues, mi palma muy abierta.

TEOKENO –
Viejo vos me habéis de sus padres en su pecho
llamado, ni el placer que le brindó
y habéis hallado acierto. ni los lujos de su lecho
Mas arrugas en mi piel anegar la valentía
y las canas en mi pelo que le arrojara al desierto.
no han quitado al moribundo Ni siquiera la ternura
los fervores de su anhelo, que le dejaba en sus besos
ni ha podido la nobleza y su abrazo su mujer.
Porque espera llegar reino A rendirle el homenaje
más noble, grande y pacífico De mi sable y de mi yelmo.
que conciba el pensamiento. ¡Y si debo a mi buen rey
obsequiar lo que poseo…
aquí traigo honra y corona
Es verdad que tantos años
del anciano Teokeno!
me han convertido ya en
Toda la honra de sangre
viejo…
que mis ancestros me dieron,
mas si viejo, soy anciano,
toda la real valía
y puedo mirar el tiempo
que en mi corona vertieron
con la luz que dan los años.
en sus cien quilates de oro,
Si la vejez a mi cuerpo
en sus joyas cual luceros,
lo resiente y me corrompe
la he querido deshacer
hasta el polvo de mis huesos,
en las entrañas de fuego,
avisándole un destino
de metal y rojas llamas,
de polvo, ceniza y suelo,
en los hornos del herrero.
venerable ancianidad
Mas no se extravió riqueza
le custodie a Teokeno
entre las ascuas del fuego,
las pupilas que ya saben
que hemos sacado un lingote
observar desde los cielos.
del dorado más perfecto.
Y en la altura de esas
Pues el oro es de los reyes,
cumbres
al Rey de reyes lo llevo.
¡Oh! Con qué claridad veo
Que hoy no encuentra este
que no existe rey humano
rey
que colmara mis deseos
más altura en su gobierno
de honradez, de honestidad,
que dejar su oro a los pies
de paz y de buen gobierno.
del rey de todos los reinos.
Siendo yo, de sangre, rey,
Vengo buscando otro cetro
HERODES –
¿Pero qué cosas dices viejo loco?
¿Rey de reyes? ¿Un horno? Nada entiendo…
Mas algo temo, viejo. De aquí a poco,
este pueblo judío anda diciendo,
cada umbral, puerta, casa, calle, zoco,
hasta el último hogar hebreo, siendo
regido por el rey tan esperado,
será del puño de Roma librado.

No me gusta…

¡Que pasen los siguientes, que me aclaren!


Pase sólo el menor, al otro paren.
¿Tenéis palabras que me sosegaren?

SAIR-
¿Palabras yo? No, ninguna.
Si más bien yo la buscara,
la que Oriente pronunciara.
De Salem en brecha alguna
nos espera en una cuna.

A la vida que ahora empieza


yo le traigo sepultura,
que aun deidad y realeza,
tendrá por suerte futura
la de toda criatura.

Que ni en Roma ni en Numancia


ha nacido un hombre tal
que a los llantos de su infancia
no responda en su final
el sollozo sepulcral.

¡Miradla a la vista nuestra!


Es mirra, el heraldo ungüento
que equipara en la palestra
a todos sin miramiento
Decid ¿la queréis por vuestra?

HERODES-
¡Quitadla ya de mi real presencia!
¿O es que no sabéis que quien sirve a Roma
gana para sí la inmortal esencia?

SAIR-
Si no la queréis, no es vuestra;
ni os corresponde la estrella.
Erráis a zurda y a diestra
al presentarle querella
a la muerte que nos sella.
No ha de hacer omiso caso
Aquél por quien yo he salido;
Al destino presta oído
y al ungüento del ocaso
prestará su cuerpo herido.

HERODES-
Nada aclara su extraño ministerio
¡Rabia!¡Ira! Quieren doblar mi frente
¡Y podría matarlos…! Se prudente…
Pase el tercero y acabe el misterio.

¡Hablad!

MENSOR-
¿Qué puede Mensor decir,
hombre cuya voluntad,
ante la cruel tempestad,
sólo supo sucumbir?

¡Pobre de mí, ignorante!


al cielo ayuda pedí,
mirando arriba no vi
que Dios anda por delante.

Preso fui de la ceguera


si he buscado sobre mi
a quien tan cerca de aquí
a nuestros pies se rindiera

Busco dar el homenaje


de incienso que Dios merece
su templo es, me parece,
el más humilde paraje

y su altar quién sabe qué


si el Dios del astro radiante
por buscarme se hizo infante
¡Ay! me pesa, pues dudé.

Pero la alegría avanza


que a mis llantos de dolor
respondió de puro amor
con los suyos de esperanza.

HERODES- está bien, está bien, ya basta. De acuerdo, os


doy la libertad para buscar ese niño que buscáis. Y
volved aquí, que yo también quiero ir y adorarle cuando
sepa dónde está. Yo también quiero llevarle muchos
regalos.
se van
¡Esto de repente está plagado de reyes! ¿Y quiere nacer
uno más? Estos judíos sucios, rastreros, mentirosos, ya
veo lo que pretenden. Pero a mí nadie me mueve del
trono. ¿Quiere nacer un hombre? ¡Mueran mil! ¿No
saben que con un solo gesto de este puño puedo
arrebatarle la vida a millares? ¡Traeré aquí el mismísimo
infierno! ¡Ved cómo lloran las madres! ¡Ved cómo
mueren! ¡Cómo dejan de vivir sin haber nacido! ¡Ved el
dolor sin sentido! La vida será tan cruel que nadie querrá
vivirla.

ESCENA 7- LOS REYES LLEGAN AL PORTAL

TEOKENO- ¡Mirad! la estrella, ha vuelto a aparecer, y


debemos estar ya muy cerca, se ve más cercana que
nunca, mira, se acerca a nosotros.
SAIR- Mirad, debe ser allí, hay algo. Son unas ovejas,
unos hombres y una luz muy blanca.
TEOKENO- No, mira, allí, se ha posado sobre aquella
gruta
MENSOR- ¿puede ser? un lugar tan humilde…
SAIR- ¿qué? tu querías algo más lujoso eh, a ti te va la
pasta eh… Pero en serio, mirad allí ¿no son alas blancas?
MENSOR- ¡Que no hombre! mira, es allí
SAIR- Ohh ¡qué pasada! Por fin hemos llegado. Ya no
podía un paso más. Vamos ¡Qué ganas tengo de verle!
¿Vosotros no? ¡Vamos! ¿no tenéis ganas? ¡Bah! Viejos,
habéis perdido todo el entusiasmo.
música de villancicos a violín
mientras entran en la cueva

TEOKENO, MENSOR Y SAIR-

Óigase indefenso llanto


¡Oh! Qué lágrimas benditas,
vedlas claras cual cristal
caer al heno divinas
y romper en mil pedazos
sobre la tierra baldía.
¿No hará el corazón lo mismo,
despedazarse en mil trizas,
al ver cómo Dios el llanto
en sus ojos asimila?
¡Quien pensara que en llorar
tanta esperanza traería!
Que tú lloras, mi buen Dios,
y en mí no cabe alegría…
de ver tal Dios, tal amor,
tal infancia, tal mesías.

MENSOR- No hay que perder tiempo, volvamos


SAIR- ¿qué? ¡¿Ahora hay que volver?!
TEOKENO- Claro ¿qué esperabas?
SAIR- ¿han sido diez meses de viaje! ¿No podemos
quedarnos un ratito más? Yo me quedo con ellos

hace ademán de volver a la cueva, pero le agarran del


hombro

TEOKENO- Déjales, no les molestes, de momento


necesitan intimidad. Faltan años hasta que este niño se
convierta en hombre. Nosotros le hemos visto, y le
hemos traído lo que era suyo. No hace falta más. Hemos
traídos nuestros pobres tesoros para llevarnos a Oriente
uno mayor.

MENSOR- Adelantaos vosotros, ahora os sigo.


En fin, he aquí la victoria de la luz sobre la oscuridad,
del Bien sobre el mal. He aquí la victoria de un bebé
indefenso sobre la crueldad de la humanidad entera. He
aquí, en Belén, el destino feliz de todos los hombres.
Esta es la Palabra que el cielo ha pronunciado, no
esperaba yo encontrarla así, entre lágrimas infantiles.
Yo debo irme, pero vosotros os quedáis aquí, disfrutad
de esta noche maravillosa en que Dios ha nacido al
mundo. ¡Hasta la próxima!

FIN

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