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1.

Educar

Educar es lo mismo

que poner motor a una barca,

hay que medir, pesar, equilibrar...

y poner todo en marcha.

Pero para eso

uno tiene que llevar en el alma

un poco de marino,

un poco de pirata,

un poco de poeta,

y un kilo y medio de paciencia concentrada.

Pero es consolador soñar,

mientras uno trabaja,

que ese barco -ese niño-

irá muy lejos por el agua.

Soñar que ese navío

llevará nuestra carga de palabras

hacia puertos distantes,

hacia islas lejanas.

Soñar que cuando un día

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esté durmiendo nuestra propia barca,

en barcos nuevos

seguirá nuestra bandera enarbolada. (Gabriel Celaya)

2. Si…
Si puedes estar firme cuando en tu derredor
todo el mundo se ofusca y tacha tu entereza;
si, cuando dudan todos, fías en tu valor,
y al mismo tiempo sabes excusar su flaqueza;
si puedes esperar y a tu afán poner brida,
o blanco de mentiras, esgrimir la verdad,
o siendo odiado, al odio no dejarle cabida,
y ni ensalzas tu juicio, ni ostentas tu bondad;
si sueñas, pero el sueño no se vuelve tu rey;
si piensas, y el pensar no amengua tus ardores;
si el triunfo y el desastre no te imponen su ley
y los tratas lo mismo, como a dos impostores;
si puedes soportar que tu frase sincera
sea trampa de necios en boca de malvados,
y mirar hecha trizas tu adorada quimera
y tornas a forjarla con útiles mellados;
si todas tus ganancias poniendo en un montón
las arriesgas osado en un golpe de azar,
y las pierdes y luego con bravo corazón
sin hablar de tus pérdidas vuelves a comenzar;
si puedes mantener en la ruda pelea
alerta el pensamiento y el músculo tirante
para emplearlo cuando en ti todo flaquea
menos la voluntad que te dice: ¡Adelante!
Si entre la turba das a la virtud abrigo;
si marchando con reyes, del orgullo has triunfado;

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si no pueden herirte amigo ni enemigo;
si eres bueno con todos, pero no demasiado,
Y si puedes llenar los preciosos minutos
con sesenta segundos de combate bravío,
tuya es la Tierra, y todos sus codiciados frutos
y lo que más importa, serás hombre, hijo mío. (Rudyard Kipling)

3. Verano
Frutales
cargados.
Dorados
trigales...
Cristales
ahumados.
Quemados
jarales...
Umbría
sequía,
solano...
Paleta
completa:
verano. (Manuel Machado)

4. La sandía

Cual si de pronto se entreabriera el día


despidiendo una intensa llamarada,
por el acero fúlgido rasgada
mostró su carne roja la sandía.

Carmín incandescente parecía


la larga y deslumbrante cuchillada,

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como boca encendida y desatada
en frescos borbotones de alegría.

Tajada tras tajada, señalando


las fue el hábil cuchillo separando,
vivas a la ilusión como ningunas.

Las separó la mano de repente,


y de improviso decoró la fuente
un círculo de rojas medias lunas. (Salvador Rueda)

5. La niña rosa, sentada...


La niña rosa, sentada.
Sobre su falda,
como una flor,
abierto, un atlas.
¡Cómo la miraba yo
viajar, desde mi balcón!
Su dedo, blanco velero,
desde las islas Canarias
iba a morir al mar Negro.
¡Cómo la miraba yo
morir, desde mi balcón!
La niña, rosa sentada.
Sobre su falda,
como una flor,
cerrado, un atlas.
Por el mar de la tarde
van las nubes llorando
rojas islas de sangre. (Rafael Alberti)

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6. El oficio del poeta
Contemplar las palabras
sobre el papel escritas,
medirlas, sopesar
su cuerpo en el conjunto
del poema, y después,
igual que un artesano,
separarse a mirar
cómo la luz emerge
de la sutil textura.
Así es el viejo oficio
del poeta, que comienza
en la idea, en el soplo
sobre el polvo infinito
de la memoria, sobre
la experiencia vivida,
la historia, los deseos,
las pasiones del hombre.
La materia del canto
nos lo ha ofrecido el pueblo
con su voz. Devolvamos
las palabras reunidas
a su auténtico dueño. (José Agustín Goytisolo)

7. Pausa

De vez en cuando hay que hacer


una pausa
contemplarse a sí mismo
sin la fruición cotidiana
examinar el pasado
rubro por rubro
etapa por etapa

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baldosa por baldosa
y no llorarse las mentiras
sino cantarse las verdades. (Mario Benedetti)

8. Soliloquio del farero


Cómo llenarte, soledad,
sino contigo misma...

De niño, entre las pobres guaridas de la tierra,


quieto en ángulo oscuro,
buscaba en ti, encendida guirnalda,
mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
y en ti los vislumbraba,
naturales y exactos, también libres y fieles,
a semejanza mía,
a semejanza tuya, eterna soledad.

Me perdí luego por la tierra injusta


como quien busca amigos o ignorados amantes;
diverso con el mundo,
fui luz serena y anhelo desbocado,
y en la lluvia sombría o en el sol evidente
quería una verdad que a ti te traicionase,
olvidando en mi afán
cómo las alas fugitivas su propia nube crean.
Y al velarse a mis ojos
con nubes sobre nubes de otoño desbordado
la luz de aquellos días en ti misma entrevistos,
te negué por bien poco;
por menudos amores ni ciertos ni fingidos,
por quietas amistades de sillón y de gesto,
por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma,

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por los viejos placeres prohibidos,
como los permitidos nauseabundos,
útiles solamente para el elegante salón susurrado,
en bocas de mentira y palabras de hielo.

Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona


que yo fui,
que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones;
por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos,
limpios de otro deseo,
el sol, mi dios, la noche rumorosa,
la lluvia, intimidad de siempre,
el bosque y su alentar pagano,
el mar, el mar como su nombre hermoso;
y sobre todo ellos, cuerpo oscuro y esbelto,
te encuentro a ti, tú, soledad tan mía,
y tú me das fuerza y debilidad
como el ave cansada los brazos de la piedra.

Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,


oigo sus oscuras imprecaciones,
contemplo sus blancas caricias;
y erguido desde cuna vigilante
soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres,
por quienes vivo, aún cuando no los vea;
y así, lejos de ellos,
ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
roncas y violentas como el mar, mi morada,
puras ante la espera de una revolución ardiente
o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo
cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista.

Tú, verdad solitaria,


transparente pasión, mi soledad de siempre,

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eres inmenso abrazo;
el sol, el mar, la oscuridad, la estepa,
el hombre y su deseo,
la airada muchedumbre,
¿qué son sino tú misma?

Por ti, mi soledad, los busqué un día;


en ti, mi soledad, los amo ahora. (Luis Cernuda)

9. Yo no sé lo que busco eternamente...


Yo no sé lo que busco eternamente
en la tierra, en el aire y en el cielo;
yo no sé lo que busco; pero es algo
que perdí no sé cuándo y que no encuentro,
aun cuando sueñe que invisible habita
en todo cuanto toco y cuanto veo.
Felicidad, no he de volver a hallarte
en la tierra, en el aire, ni en el cielo,
y aun cuando sé que existes
y no eres vano sueño. (Rosalía de Castro)

10. Paseo de los tristes


Entonces,
en aquella ciudad
o en la intuición primera, vaga, de su cuerpo,
el pensamiento aún flotaba en bucólicos careos,
en versos aprendidos sin historia
y no era posible amar
entre unas calles donde todo era sucio,
carne sin brillo,
cuando aún en el mar, la nube y las espigas
sin historia y sin tiempo, vanos,

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estábamos durmiendo
o ignorando
esa gota de sangre que cuelga del amor
-su blanco cuello herido-,
ignorando la clase oscura en que nacimos,
sin consciencia de naves hundidas,
de rubios náufragos,
condenados a vivir una historia perdida
de explotación y soledad, de muerte enamorada,
sin saberlo.

Y sin embargo,
entre los autobuses, el gentío,
en la dulce ignorancia,
fue creciendo una luz
que nos hizo sentir un crujido brillante
después que allí, en la sórdida pensión
donde siempre se asilan viajeros sin destino,
gentes oscuras,
en un lugar sin esperanza,
dos cuerpos se sintieron indefensos
sudando en el asombro de la primera felicidad. (Javier Egea)

11. Sé todos los cuentos

Yo no sé muchas cosas, es verdad.


Digo tan solo lo que he visto.
Y he visto:
Que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan
con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,

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y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos. (León Felipe)

12. Vencidos

Por la manchega llanura


se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar...

Y ahora ociosa y abollada


va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero,
sin peto y sin espaldar...
va cargado de amargura...
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar...
va cargado de amargura...
que allá «quedó su ventura»
en la playa de Barcino, frente al mar...

Por la manchega llanura


se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar...
va cargado de amargura...
va, vencido, el caballero
de retorno a su lugar.

Cuántas veces, Don Quijote,


por esa misma llanura
en horas de desaliento
así te miro pasar...

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y cuántas veces te grito:
Hazme un sitio en tu montura
y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura
caballero derrotado,
hazme un sitio en tu montura
que yo también voy cargado
de amargura
y no puedo batallar.
Ponme a la grupa contigo,
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo
y llévame
a ser contigo pastor.

Por la manchega llanura


se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar... (León Felipe)

13. El gallo y el zorro


Un gallo muy maduro,
de edad provecta, duros espolones,
pacífico y seguro,
sobre un árbol oía las razones
de un zorro muy cortés y muy atento,
más elocuente cuanto más hambriento.

“Hermano”, le decía,
“ya cesó entre nosotros una guerra
que cruel repartía
sangre y plumas al viento y a la tierra.
Baja; daré, para perpetuo sello,
mis amorosos brazos a tu cuello”.

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“Amigo de mi alma”,
responde el gallo, “¡qué placer inmenso
en deliciosa calma
deja esta vez mi espíritu suspenso!
Allá bajo, allá voy tierno y ansioso
a gozar en tu seno mi reposo.

“Pero aguarda un instante,


porque vienen, ligeros como el viento,
y ya están adelante,
dos correos que llegan al momento,
de esta noticia portadores fieles,
y son, según la traza, dos lebreles”.
dijo el zorro, “que estoy muy ocupado;
luego hablaré contigo
para finalizar este tratado”.

El gallo se quedó lleno de gloria,


cantando en esta letra su victoria:
Siempre trabaja en su daño
el astuto engañador;
a un engaño hay otro engaño,
a un pícaro otro mayor. (Nicolás Fernández de Moratín)

14. Nocturno en que nada se oye

En medio de un silencio desierto como la calle antes del crimen


sin respirar siquiera para que nada turbe mi muerte
en esta soledad sin paredes
al tiempo que huyeron los ángulos
en la tumba del lecho dejo mi estatua sin sangre
para salir en un momento tan lento

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en un interminable descenso
sin brazos que tender
sin dedos para alcanzar la escala que cae de un piano invisible
sin más que una mirada y una voz
que no recuerdan haber salido de ojos y labios
¿qué son labios? ¿qué son miradas que son labios?
Y mi voz ya no es mía
dentro del agua que no moja
dentro del aire de vidrio
dentro del fuego lívido que corta como el grito
Y en el juego angustioso de un espejo frente a otro
cae mi voz
y mi voz que madura
y mi voz quemadura
y mi bosque madura
y mi voz quema dura
como el hielo de vidrio
como el grito de hielo
aquí en el caracol de la oreja
el latido de un mar en el que no sé nada
en el que no se nada
porque he dejado pies y brazos en la orilla
siento caer fuera de mí la red de mis nervios
mas huye todo como el pez que se da cuenta
hasta ciento en el pulso de mis sienes
muda telegrafía a la que nadie responde
porque el sueño y la muerte nada tienen ya que decirse. (Xavier Villaurrutia)

15. Cántico doloroso al cubo de la basura


Tu curva humilde, forma silenciosa,
le pone un triste anillo a la basura.
En ti se hizo redonda la ternura,

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se hizo redonda, suave y dolorosa.

Cada cosa que encierras, cada cosa


tuvo esplendor, acaso hasta hermosura.
Aquí de una naranja se aventura
la herida piel silente y penumbrosa.

Aquí de una manzana verde y fría


un resto llora zumo delicado
entre un polvo que nubla su agonía.

Oh, viejo cubo sucio y resignado,


desde tu corazón la pena envía
el llanto de lo humilde y lo olvidado. (Rafael Morales)

16. Lo fatal
Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque esta ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser, y no ser nada, y ser sin rumbo cierto,


y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,


y la carne que tienta con sus frescos racimos
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

!y no saber adónde vamos,

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ni de dónde venimos...! (Rubén Darío)

17. El viaje definitivo

... Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando:


y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostáljico...
Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando. (Juan Ramón)

18. Perdóname por ir así buscándote...

Perdóname por ir así buscándote


tan torpemente, dentro
de ti.
Perdóname el dolor alguna vez.
Es que quiero sacar
de ti tu mejor tú.
Ese que no te viste y que yo veo,
nadador por tu fondo, preciosísimo.
Y cogerlo
y tenerlo yo en lo alto como tiene
el árbol la luz última

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que le ha encontrado al sol.
Y entonces tú
en su busca vendrías, a lo alto.
Para llegar a él
subida sobre ti, como te quiero,
tocando ya tan sólo a tu pasado
con las puntas rosadas de tus pies,
en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo
de ti a ti misma.
Y que a mi amor entonces le conteste
la nueva criatura que tú eres. (Pedro Salinas)

19. Soneto

Desmayarse, atreverse, estar furioso,


áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,


mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,


beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,


dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe. (Lope de Vega)

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20. Recuerdo infantil
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.

Con timbre sonoro y hueco


truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.

Y todo un coro infantil


va cantando la lección:
"mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón".

Una tarde parda y fría


de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales. (Antonio Machado)

21. Las cosas, nuestras cosas...

Las cosas, nuestras cosas,


les gustan que las quieran;
a mi mesa le gusta que yo apoye los codos,
a la silla le gusta que me siente en la silla,
a la puerta le gusta que la abra y la cierre

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como al vino le gusta que lo compre y lo beba,
mi lápiz se deshace si lo cojo y escribo,
mi armario se estremece si lo abro y me asomo,
las sábanas son sábanas cuando me echo sobre ellas
y la cama se queja cuando yo me levanto.
¿Qué será de las cosas cuando el hombre se acabe?
Como perros las cosas no existen sin el amo. (Gloria Fuertes)

22. Nuestra heredad

Juan de la Cruz prurito de Dios siente,


furia estética a Góngora agiganta,
Lope chorrea vida y vida canta:
tres frenesís de nuestra sangre ardiente.

Quevedo prensa pensamiento hirviente;


Calderón en sistema lo atiranta;
León, herido, al cielo se levanta;
Juan Ruiz, ¡qué cráter de hombredad bullente!

Teresa es pueblo, y habla como un oro;


Garcilaso, un fluir, melancolía;
Cervantes, toda la Naturaleza.

Hermanos en mi lengua, qué tesoro


nuestra heredad —oh amor, oh poesía—,
esta lengua que hablamos —oh belleza—. (Dámaso Alonso)

23. Brindis
A mis amigos de Santander que festejaron
mi nombramiento profesional.

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Debiera hora deciros: —“Amigos,
muchas gracias”, y sentarme, pero sin ripios.
Permitidme que os lo diga en tono lírico,
en verso, sí, pero libre y de capricho.
Amigos:
dentro de unos días me veré rodeado de chicos,
de chicos torpes y listos,
y dóciles y ariscos,
a muchas leguas de este Santander mío,
en un pueblo antiguo,
tranquilo
y frío,
y les hablaré de versos y de hemistiquios,
y del Dante, y de Shakespeare, y de Moratín (hijo),
y de pluscuamperfectos y de participios,
y el uno bostezará y el otro me hará un guiño.
Y otro, seguramente el más listo,
me pondrá un alias definitivo.
Y así pasarán cursos monótonos y prolijos.
Pero un día tendré un discípulo,
un verdadero discípulo,
y moldearé su alma de niño
y le haré hacerse nuevo y distinto,
distinto de mí y de todos: él mismo.
Y me guardará respeto y cariño.
Y ahora os digo:
amigos,
brindemos por ese niño,
por ese predilecto discípulo,
por que mis dedos rígidos
acierten a moldear su espíritu,
y mi llama lírica prenda en su corazón virgíneo,
y por que siga su camino
intacto y limpio,

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y porque este mi discípulo,
que inmortalice mi nombre y mi apellido,
... sea el hijo,
el hijo
de uno de vosotros, amigos. (Gerardo Diego)

24. La mejor escuela

Desconfía de aquellos que te enseñan


listas de nombres
fórmulas
y fechas
y que siempre repiten modelos de cultura
que son la triste herencia que aborreces.

No aprendas solo cosas


piensa en ellas
y construye a tu antojo situaciones e imágenes
que rompan la barrera que aseguran existe
entre la realidad y la utopía:
vive en un mundo cóncavo y vacío
juzga cómo sería una selva quemada
detén el oleaje en las rompientes
tiñe de rojo el mar
sigue a unas paralelas hasta que te devuelvan
al punto de partida
coloca el horizonte en vertical
haz aullar a un desierto
familiarízate con la locura.
Después sal a la calle y observa:
es la mejor escuela de tu vida. (José Agustín Goytisolo)

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25. Génesis
A veces me cuestiono
el hecho milagroso del poema,
aquel minuto exacto y sorprendido
por el verso de un joven
retratando la nieve en su cuaderno.

Por qué la tarde quiso ser escrita.


por qué el deseo urgente de un papel
donde apresar la luz
y arrebatar el vuelo de sus copos.
Por qué aquel niño blanco igual que luna
dando cuenta del mundo y su belleza.
por qué a partir de entonces se ha esposado
conmigo la palabra y me acompaña. (J. M.)

26. Cuando el tiempo ya es ido, uno retorna


Cuando el tiempo ya es ido, uno retorna
como a la casa de la infancia, algunos
días, rostros, sucesos que supieron
recorrer el camino de nuestro corazón.
Vuelven de nuevo los cansados pasos
cada vez más sencillos y más lentos,
al mismo día, el mismo amigo, el mismo
viejo sol. Y queremos contar la maravilla
ciega para los otros, a nuestros ojos clara,
en donde la memoria ha detenido
como un pintor, un gesto de la mano,
una sonrisa, un modo breve de saludar.
Pues poco a poco el mundo se vuelve impenetrable,
los ojos no comprenden, la mano ya no toca
el alimento innombrable, lo real. (Fina García Marruz)

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27. Noticias de todo el mundo
A los 47 años de mi edad,
da miedo decirlo, soy solo un poeta español
(dan miedo los años, lo de poeta, y España)
de mediados del siglo XX. Esto es todo.
¿Dinero? Cariño es lo que yo quiero,
dice la copla. ¿Aplausos? Sí, pero no me entero.
¿Salud? Lo suficiente. ¿Fama?
Mala. Pero mucha lana.
Da miedo pensarlo, pero apenas me leen
los analfabetos, ni los obreros, ni los
niños.
Pero ya me leerán. Ahora estoy aprendiendo
a escribir, cambié de clase,
necesitaría una máquina de hacer versos,
perdón, unos versos para la máquina
y un buen jornal para el maquinista,
y, sobre todo, paz,
necesito paz para seguir luchando
contra el miedo,
para brindar en medio de la plaza
y abrir el porvenir de par en par,
para plantar un árbol
en medio del miedo,
para decir "buenos días" sin engañar a nadie,
"buenos días, cartero" y que me entregue una carta
en blanco, de la que vuele una paloma. (Blas de Otero)

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28. Poema 20... Puedo escribir los versos más tristes está noche...

Puedo escribir los versos más tristes está noche.


Escribir, por ejemplo: “La noche esta estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”.

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.


Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.


La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.


Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.


Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.


Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.


La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.


Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.


Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.


Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.


Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

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De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.


Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,


mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque este sea el último dolor que ella me causa,


y estos sean los últimos versos que yo le escribo. (Pablo Neruda)

29. Rima I

Yo sé un himno gigante y extraño


que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de ese himno
cadencias que el aire dilata en las sombras.

Yo quisiera escribirle, del hombre


domando el rebelde mezquino idïoma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.

Pero en vano es luchar; que no hay cifra


capaz de encerrarle, y apenas ¡oh! ¡hermosa!
si teniendo en mis manos las tuyas
pudiera al oído cantártelo a solas. (Bécquer)

30. Piedra negra sobre una piedra blanca


Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-

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tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso


estos versos, los húmeros me han puesto
a la mala y, jamás como hoy, he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban


todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos


los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos... (César Vallejo)

31. Cantares
Vino, sentimiento, guitarra y poesía,
hacen los cantares de la patria mía...
Cantares...
Quien dice cantares, dice Andalucía.

A la sombra fresca de la vieja parra,


un mozo moreno rasguea la guitarra...
Cantares...
Algo que acaricia y algo que desgarra.

La prima que canta y el bordón que llora...


Y el tiempo callado se va hora tras hora.
Cantares...
Son dejos fatales de la raza mora.

No importa la vida, que ya está perdida.

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Y, después de todo, ¿qué es eso, la vida?...

Cantares...
Cantando la pena, la pena se olvida.
Madre, pena, suerte; pena, madre, muerte;
ojos negros, negros, y negra la suerte.
Cantares...
En ellos, el alma del alma se vierte.

Cantares. Cantares de la patria mía...


Cantares son sólo los de Andalucía.
Cantares...
No tiene más notas la guitarra mía. (Manuel Machado)

32. No perdamos el tiempo


Si el mar es infinito y tiene redes,
si su música sale de la ola,
si el alba es roja y el ocaso verde,
si la selva es lujuria y la luna caricia,
si la rosa se abre y perfuma la casa,
si la niña se ríe y perfuma la vida,
si el amor va y me besa y me deja temblando.
¿Qué importancia tiene todo esto,
mientras haya en mi barrio una mesa sin patas,
un niño sin zapatos o un contable tosiendo,
un banquete de cáscaras,
un concierto de perros,
una ópera de sarna?
Debemos inquietarnos por curar las simientes,
por vendar corazones y escribir el poema
que a todos nos contagie.
Y crear esa frase que abrace todo el mundo;

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los poetas debiéramos arrancar las espadas,
inventar más colores y escribir padrenuestros.
Ir dejando las risas en la boca del túnel,
y no decir lo inti1no, sino cantar al corro;
no cantar a la luna, no cantar a la novia,
no escribir unas décimas, no fabricar sonetos.
Debemos, pues sabemos, gritar al poderoso,
gritar eso que digo, que hay bastantes viviendo
debajo de las latas con lo puesto y aullando,
y madres que a sus hijos no peinan a diario,
y padres que madrugan y no van al teatro.
Adornar al humilde poniéndole en el hombro nuestro verso;
cantar al que no canta y ayudarle es lo sano.
Asediar usureros y con rara paciencia convencerles sin asco.
Trillar en la labranza, bajar a alguna mina;
ser buzo una semana, visitar los asilos,
las cárceles, las ruinas; jugar con los párvulos,
danzar en las leproserías.
Poetas, no perdamos el tiempo, trabajemos,
que al corazón le llega poca sangre. (Gloria Fuertes)

33. Amistad a lo largo


Pasan lentos los días
y muchas veces estuvimos solos.
Pero luego hay momentos felices
para dejarse ser en amistad.

Mirad:
somos nosotros.

Un destino condujo diestramente


las horas, y brotó la compañía.

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Llegaban noches. Al amor de ellas
nosotros encendíamos palabras,
las palabras que luego abandonamos
para subir a más:
empezamos a ser los compañeros
que se conocen
por encima de la voz o de la seña.
Ahora sí. Pueden alzarse
las gentiles palabras
-esas que ya no dicen cosas-,
flotar ligeramente sobre el aire;
porque estamos nosotros enzarzados
en mundo, sarmentosos
de historia acumulada,
y está la compañía que formamos plena,
frondosa de presencias.
Detrás de cada uno
vela su casa, el campo, la distancia.

Pero callad.
Quiero deciros algo.
Solo quiero deciros que estamos todos juntos.
A veces, al hablar, alguno olvida
su brazo sobre el mío,
y yo aunque esté callado doy las gracias,
porque hay paz en los cuerpos y en nosotros.
Quiero deciros cómo trajimos
nuestras vidas aquí, para contarlas.
Largamente, los unos con los otros
en el rincón hablamos, tantos meses!
que nos sabemos bien, y en el recuerdo
el júbilo es igual a la tristeza.
Para nosotros el dolor es tierno.

28
¡Ay el tiempo! Ya todo se comprende. (Jaime Gil de Biedma)

34. Nadie está solo

En este mismo instante


hay un hombre que sufre,
un hombre torturado
tan solo por amar
la libertad. Ignoro
dónde vive, qué lengua
habla, de qué color
tiene la piel, cómo
se llama, pero
en este mismo instante,
cuando tus ojos leen
mi pequeño poema,
ese hombre existe, grita,
se puede oír su llanto
de animal acosado,
mientras muerde sus labios
para no denunciar
a los amigos. ¿Oyes?
Un hombre solo
grita maniatado, existe
en algún sitio. ¿He dicho solo?
¿No sientes, como yo,
el dolor de su cuerpo
repetido en el tuyo?
¿No te mana la sangre
bajo los golpes ciegos?
Nadie está solo. Ahora,
en este mismo instante,

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también a ti y a mí
nos tienen maniatados. (José Agustín Goytisolo)

35. A la poesía
Me siento vagabunda de las Letras.
Quiero comer mi pan con el mendigo.
Beber vino de todos.
Tomar el sol
tendida
sobre la hierba húmeda.
Tener una guitarra
con cuerdas de latidos, entregados.
Tocarla por los pueblos.
Que los hombres –de colores distintos–
bailen al son de ella
con sus modales
toscos
y su verdad sencilla
a flor de labio. (María Elvira Lacaci)

46. España, camisa blanca de mi esperanza

España, camisa blanca de mi esperanza,


reseca historia que nos abrasa
con acercarse solo a mirarla;
paloma buscando cielos más estrellados
donde entendernos sin destrozarnos,
donde sentarnos y conversar.

España, camisa blanca de mi esperanza,


la negra pena nos atenaza,
la pena deja plomo en las alas;

30
quisiera poner el hombro y pongo palabras
que casi siempre acaban en nada,
cuando se enfrentan al ancho mar.

España, camisa blanca de mi esperanza,


a veces madre y siempre madrastra,
navaja, barro, clavel, espada;
la muerte siempre presente nos acompaña
en nuestras cosas más cotidianas
y al fin nos hace a todos igual.

España, camisa blanca de mi esperanza,


de fuera o dentro, dulce o amarga,
de olor a incienso de cal y caña;
¿quién puso el desasosiego en nuestras entrañas
nos hizo libres pero sin alas
nos dejó el hambre y se llevó el pan?

España, camisa blanca de mi esperanza,


aquí me tienes, nadie me manda;
quererte tanto me cuesta nada;
nos haces siempre a tu imagen y semejanza,
lo bueno y malo que hay en tu estampa
de peregrina a ningún lugar. (Víctor Manuel San José)

37. Vivir...

Vivir
Es comprender el cuerpo que habitamos,
Conocer el complejo de sus ríos internos,
El fluir de sus aguas hacia el mar
De otro cuerpo

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De otras horas y días,
De otro azar.

Vivir
Es la aventura secreta de conocer el mundo
Que se esconde en las últimas células
En el cuarto que te inventa de noche
Cuando atraviesas el muro que te impide
Ser otro cuerpo,
Otras horas y días,
Otro azar.

Vivir
Es la palabra y su espejo. (María Cinta Montagut)

38. El traje nuevo

Voy a vestirme el traje de etiqueta.


Cuidaré mis maneras.
Perfumaré mi aliento -respirando el estiércol tanto tiempo...-

No. No es correcto. Lo sé,


el presentarme así todos los días.
A mi modo. Rebelde.
Llevando de la mano -igual que las gitanas a la puerta del "Metro"-,
palabras mal peinadas. Andrajosas. Desnudas.
Intentaré acordarlas.
Arcangélica música debe llevar el viento
cuando gira:
"Los oros del otoño", "Las cascadas", "Los trinos".

Pero no. No podré; ¡estos modales...!


Cuando me sienta estrecha aquí en el alma.

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Cuando me pise sin clemencia el Tiempo,
vocearé de nuevo.
Escupiré a la rima -la rima es de burgueses
de la dicha-, y mis zapatos
llevaré ya en la mano. Iré saltando
libre
de su opresión.
Y de verdad lo siento. Debe ser tan hermoso,
con paternal orgullo,
pasear entre gentes -satisfechas
del todo- almidonadas frases
con puntillas
y lazos
de colores vistosos... (María Elvira Lacaci)

39. Defensa de la alegría


Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos
defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias

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defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres
defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y de la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa
defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas del azar
y también de la alegría. (Mario Benedetti)

40. Me he quedado pensando...

Me he quedado pensando
que de pronto una despedida
puede ser un comienzo.
Y he abierto mis manos
y he pensado besarte cuando ya estés dormido
inaugurar el campanario de los besos
dibujar un pañuelo
en la seda del aire
apalabrar la senda
de tus ojos cerrados
quebrantar ese sueño
que ahora habitas
en mitad de la noche
y decirte a los labios
adiós amor

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hoy quiero despedirme
zozobrar para siempre en esta isla
reparar el amor. (Rosana Acquaroni)

41. Autobiografía

Como el náufrago metódico que contase las olas


que faltan para morir,
y las contase, y las volviese a contar, para evitar
errores, hasta la última,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño
y le besa y le cubre la frente,
así he vivido yo con una vaga prudencia de
caballo de cartón en el baño,
sabiendo que jamás me he equivocado en nada,
sino en las cosas que yo más quería. (Luis Rosales)

42. Nocturno

Cuando tanto se sufre sin sueño y por la sangre


se escucha que transita solamente la rabia,
que en los tuétanos tiembla despabilado el odio
y en las médulas arde continua la venganza,

las palabras entonces no sirven son palabras.


Manifiestos, artículos, comentarios, discursos,
humaredas perdidas, neblinas estampadas,
¡qué dolor de papeles que ha de barrer el viento,

qué tristeza de tinta que ha de borrar el agua!


Ahora sufro lo pobre, lo mezquino, lo triste,
lo desgraciado y muerto que tiene una garganta

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cuando desde el abismo de su idioma quisiera
gritar que no puede por imposible, y calla.
Siento esta noche heridas de muerte las palabras. (Rafael Alberti)

43. Disyuntiva
La tentación se llama amor
o chocolate.
Es mala la adicción.
Sin paliativos.
Si algún médico, demonio o alquimista
supiera de mi mal
cosa sería
de andar toda la vida por curarme.
Pues tan solo una droga,
con su cárcel
del olvido me salva de la otra.
Y así, una vez más, es el conflicto:
O me come el amor,
o me muero esta noche de bombones. (Juana Castro)

44. Inocencia

Se acabó la inocencia.
Era una bebida empalagosa y breve,
una comida exótica,
ahora ya lo sé.

La probé.

De esas cosas que se toman un día

36
y siempre las recuerdas,
de esa gente que te encuentras
y no vuelves a ver.

Nunca sabrás lo que pasaría


en el banco de la inocencia.
Con los pies colgando
allí solo vive la gente que no recuerdas,
lo que nunca ha pasado.

Te sentaste un momento
a escuchar desde lejos la orquesta.
Era duro y solitario
el banco de la inocencia.
Demasiada prisa en volver
como para no olvidarte algo.

Ahora ya lo sabes,
la inocencia es esa gente
que se quedó tu chaqueta. (Luisa Castro)

45. “Cuentan de un sabio que un día…”

Cuentan de un sabio, que un día


tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas yerbas que cogía.
«¿Habrá otro», entre sí decía,
«más pobre y triste que yo?»
Y cuando el rostro volvió,
halló la respuesta, viendo
que iba otro sabio cogiendo
las hojas que él arrojó. (Calderón de la Barca)

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46. Las moscas
A un panal de rica miel
Dos mil Moscas acudieron,
Que por golosas murieron,
Presas de patas en él.
Otra dentro de un pastel
Enterró su golosina.
Así si bien se examina
Los humanos corazones
Perecen en las prisiones
Del vicio que los domina. (Samaniego)

47. El libro y la tele


Le dice al libro la tele:
“Estás obsoleto, amigo;
pronto acabaré contigo,
y en cierto modo me duele.
Pero tu aridez repele,
tu sequedad desanima,
eres áspero cual lima,
y cual camino empinado
agotas al más pintado
antes de alcanzar la cima.

Eres gris y silencioso,


incoloro, inmóvil, frío,
difícil, lento, sombrío,
pesado, aburrido, soso,
elitista y pretencioso.
Siempre a tu lector fatigas
porque, digas lo que digas,

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los sentidos se adormecen,
pues tus páginas parecen
una procesión de hormigas”.
Y el libro replica alerta:
“Yo llevo en mí el pensamiento
del autor, que es alimento
para cualquier mente abierta.
Del saber yo soy la puerta.
En los libros se atesora
todo aquello que hasta ahora
el hombre logró aprender:
los libros son su poder,
su memoria emprendedora.

Yo hago pensar al lector


y activo su fantasía,
mientras que tú, amiga mía,
hundes en torpe sopor
al pasivo espectador.
Y por si esto fuera poco
encima comes el coco
con tanta publicidad
que no dice la verdad
y tanto programa loco”. (Carlo Frabetti)

48. La lechera
Llevaba en la cabeza
Una Lechera el cántaro al mercado
Con aquella presteza,
Aquel aire sencillo, aquel agrado,
Que va diciendo a todo el que lo advierte
«¡Yo sí que estoy contenta con mi suerte!»
Porque no apetecía

39
Más compañía que su pensamiento,
Que alegre la ofrecía
Inocentes ideas de contento,
Marchaba sola la feliz Lechera,
Y decía entre sí de esta manera:
«Esta leche vendida,
En limpio me dará tanto dinero,
Y con esta partida
Un canasto de huevos comprar quiero,
Para sacar cien pollos, que al estío
Me rodeen cantando el pío, pío.
Del importe logrado
De tanto pollo mercaré un cochino;
Con bellota, salvado,
Berza, castaña engordará sin tino,
Tanto, que puede ser que yo consiga
Ver cómo se le arrastra la barriga.
Llevarélo al mercado,
Sacaré de él sin duda buen dinero;
Compraré de contado
Una robusta vaca y un ternero,
Que salte y corra toda la campaña,
Hasta el monte cercano a la cabaña.»
Con este pensamiento
Enajenada, brinca de manera,
Que a su salto violento
El cántaro cayó. ¡Pobre Lechera!
¡Qué compasión! Adiós leche, dinero,
Huevos, pollos, lechón, vaca y ternero.
¡Oh loca fantasía!
¡Qué palacios fabricas en el viento!
Modera tu alegría
No sea que saltando de contento,
Al contemplar dichosa tu mudanza,

40
Quiebre su cantando la esperanza.
No seas ambiciosa
De mejor o más próspera fortuna,
Que vivirás ansiosa
Sin que pueda saciarte cosa alguna.
No anheles impaciente el bien futuro;
Mira que ni el presente está seguro. (Samaniego)

49. El burro flautista


Cerca de unos prados
que hay en mi lugar,
pasaba un borrico
por casualidad.

Una flauta en ellos


halló, que un zagal
se dejó olvidada
por casualidad.

Acercóse a olerla
el dicho animal,
y dio un resoplido
por casualidad.

En la flauta el aire
se hubo de colar,
y sonó la flauta
por casualidad.

«¡Oh!, dijo el borrico,


qué bien sé tocar!
¿Y dirán que es mala
la música asnal?»

41
Sin reglas del arte
borriquitos hay
que una vez aciertan
por casualidad. (Iriarte)

50. El mar nunca


El mar nunca propone la nostalgia
porque solo regresa
en busca de un comienzo,
de unos ojos primeros,
de una torre sin marcas de combate,
de unos lentos tobillos indecisos
que lo sientan llegar con la extrañeza
del amor que precede al cuerpo del amor.
Pero tú eliges que las olas vengan
arrastrando fragmentos de un pasado
que simula el murmullo
azul de la memoria
y la alta noche lo corona de fuego
y lo secundan quietas ilusiones perdidas. (Luis Muñoz)

51. Buenas noches, tristeza


La vida siempre acaba mal.
Siempre promete más de lo que da
y no devuelve
nunca el furor,
el entusiasmo que pusimos
al apostar por ella.
Es como si cobrase en oro fino
la calderilla que te ofrece

42
y sus deudas pendientes
-hoy por hoy-
pueden llenar mi corazón de plomo.

No sé por qué agradezco todavía


el beso frío de la calle
esta noche de invierno,
mientras que me reclaman,
parpadeando,
sus ojos como luces de algún puerto.
Por qué espero el calor que se fue tantas veces,
el deseo
por encima de todas las heridas.

Pero acaso me calma una tibia tristeza


que ya no me apetece combatir.

Todo sucede lejos o se apaga


como los pasos que no doy.

La vida siempre acaba mal.


Y bien mirado:
¿puede terminar bien lo que termina? (Ángeles Mora)

52. Introducción
Ya todo está inventado, descubierto;
llego tarde, muy tarde, a vuestro lado;
por eso no me inquieta lo remoto
y voy tras lo sencillo y cotidiano,
llamándole al pan, pan, y al vino, vino...
Aunque no suene bien, ¡es tan humano!

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Miro el jardín y digo: «¡Primavera!»
Y al extender los brazos
con tímido ademán hacia las cosas,
siento un tibio aleteo en cada hallazgo:
un compás repetido,
algo que va, que viene, que es alado.
Siempre será mañana la mañana
y más árbol, el árbol.
No quiero ya en el alma nada nuevo,
que todo esté estrenado.

Acaso la que ansío


es caminar segura
por las antiguas huellas de otros pasos,
o quedarme tranquila aquí, en mi huerto;
saber que ya está todo sosegado:
el corazón, la casa, los recuerdos...
Sentir la azada fiel del hortelano
remover, amoroso, los terrones,
como hicieron en tiempo sus hermanos.

Ya está todo gastado bajo el sol,


a fuerza de pasar de mano en mano. (Concha Lagos)

53. Canción de amor para tiempos difíciles


Difícil escribir te quiero con locura.
Hasta la misma médula. ¿Qué será de mis manos
si les roban la magia sonora de tu cuerpo?
Difícil. Muy difícil un poema de amor en estos tiempos.
Resulta que tú estás. Feroz en tu evidencia.
Resulta que yo estoy. Contrahecha. Acechante.
Y resulta que estamos.
La ley de gravedad no nos perdona.

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Difícil es decir te quiero en estos tiempos.
Te quiero con urgencia.
Quiero hacer un aparte. Sin dudas y sin trampas.
Para decir te quiero. Así. Sencillamente.
Y que tu amor me salva del aullido nocturno
cuando loba demente la fiebre me arrebata.
No quiero que me duela la falta de ternura.
Pero amor. Qué difícil escribir que te quiero. Así.
Entre tanto gris. Tanta corcova junta.
Cómo puedo aspirar la transparencia.
Retomar esta voz tan desgastada.
Esta costumbre antigua para decir te quiero.
Así. Sencillamente. Antiguamente. Digo.
Si todo es tan difícil. Si duele tanto todo.

Si un hombre. Y otro hombre. Y luego otro. Y otro.


Destrozan los espacios donde el amor se guarda.
Si no fuera difícil. Difícil y tremendo.
Si no fuera imposible olvidar esta rabia.
Mi reloj. Su tic-tac. La ruta hacia el cadalso.
Mi sentencia ridícula con esta cuerda falsa.
Si no fuera difícil. Difícil y tremendo.
Plasmaría este verso con su cadencia cursi.
Si fuera así de simple escribir que te quiero. (María Elena Cruz Varela)

54. Rapsodia

Cuando digo mujer quiero decir tus ojos


cuando digo el amor quiero decir tu voz
cuando digo infinito quiero decir un día
y si digo el pasado digo todas las playas
donde estuvimos juntos
y si digo el futuro hablo de tu presencia que

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se propaga por las cosas como un incendio
y si digo silencio quiero decir adiós
cuando digo las noches quiero decir tu cuerpo
cuando digo decir quiero decir tocar saltar
permanecer
cuando digo matar quiero decir tus gritos
tus celos de tigresa merodeando en las noches
y si digo dinero digo mis deudas y tus deudas
y si digo cordura digo tu locura y la mía
y si digo estar vivos quiero decir morirse
y cuando digo ahora digo tiempo
y cuando digo tiempo digo siempre
cuando digo dolor quiero hablar de todo
lo que odiamos juntos
y cuando digo odio quiero decir amar
y cuando digo muerte quiero decirlo todo
cuando digo tu nombre quiero decir tu nombre
y cuando digo vida quiero decir tu amor. (Alberto Vanasco)

55. Aniversario
Cada día mi amor ha ido creciendo
enriquecido en tanta confianza.
Si clausuró su cuenta la esperanza,
más de lo prometido va cumpliendo.

La juventud se fue desvaneciendo


y no el amor que día a día avanza
hacia más perfección y más la alcanza
cuando en el corazón va atardeciendo.

Hay un triste placer, una hermosura


que sosiega el vivir y lo engrandece

46
viendo el tiempo en el rostro de la amada,

cada arruga tornándola más pura,


más bella en la medida que envejece,
más amorosamente codiciada. (Ildefonso Manuel Gil)

56. Brindis por un instante

Voy a bordar de tibias lentejuelas


este instante que es mío,
a tapizar de fresas y esperanzas
su borde inmaculado.

Mientras mañana, o todos los momentos


que velan tras el muro de las horas
permanezcan ocultos,
voy a tomar alegre de la mano
el sol que ya comienza a besar mi butaca,
el vaivén de las hojas
que sobrepasan libres los últimos balcones,
el perro que dormita confiado.
Voy a beber la copa del silencio
que siembra paz y amor en el ambiente
para elevar un brindis de ternura
por el dulce recuerdo
de todos mis amigos.

Ahora, cuando el pájaro del sueño


revolotea lejos de mis cuatro paredes,
voy a gustar el vino sorbo a sorbo
de este instante de luz que me acompaña. (Teresa Berenguer)

47
57. Carta de una mujer perfumada
Para escribir cartas de amor
no es necesaria
la cautela
ni el orden
ni encontrar la perfecta esquela
tan sólo encender la lámpara
como se enciende el cuerpo del amor.
Untarse toda,
perfumarse toda
de mieles y sortilegios
elegir la caligrafía más desvelada,
la más humilde.
Entonces, se extiende
se acaricia el empeine de sus plumajes
y comienzan a recogerse las palabras
como el deseo del amor.

II

Para escribir cartas de amor


es necesario estar reposada
elegir las palabras como si fueran banquetes clandestinos
vestirse toda de rojo, color deseo, color relámpago
y decir: en esta tarde arrodillada de luz
yo te amo, te entrego un manojo de suaves palabras
como la llave de mi alma

III
Me ilumino toda al nombrarte
nada se pierde
con llamarte en el bosque fallido
con escribirte como sonámbula como
maga toda vestida

48
de verde
escribir
más que una carta de amor
basta con extender mi mano hacia la tuya
es esa la
vigencia
del perfume. (Marjorie Agosín)

58. Monólogo del parado


No siembran ni cosechan
las jodidas palomas que se hartan
del maná de las mesas que los bares prodigan
–me alegra que esos niños
interrumpan su cena
detrás de una pelota–.

No hilan ni trabajan esos lirios


que se ponen de agua hasta las cejas
revestidos de lluvia en los parterres,
ni tampoco los árboles que orillan la avenida
ni este horrible mosquito
que succiona mi sangre atribulada.

Yo que siembro los mapas de currículos


y trenzo con angustia las hojas del futuro,
cruzadas las fronteras del Edén
no puedo tan siquiera someterme
al mandato divino
de ganarme sudando el alimento. (J. M.)

59. Leer, leer, leer…


Leer, leer, leer, vivir la vida

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que otros soñaron.
Leer, leer, leer, el alma olvida
las cosas que pasaron.
Se quedan las que se quedan, las ficciones,
las flores de la pluma,
las olas, las humanas emociones,
el poso de la espuma.
Leer, leer, leer, ¿seré lectura
mañana también yo?
¿Seré mi creador, mi criatura,
seré lo que pasó? (Unamuno)

60. La tristeza del mar cabe en un vaso de agua

Los hombres tristes,

que tienen en sus ojos un café de provincias,

que no saben mentir como quien dice,

que se esconden detrás de los periódicos,

que se quedan sentados en su silla

cuando la fiesta baila,

que por zapatos una tarde de lluvia,

que saludan con miedo,

que de pronto una noche se deshacen,

que cantan perseguidos por la risa,

que abrazan, que importunan hasta quedarse solos,

que retornan después a su tristeza

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igual que a su pañuelo y a su vaso de agua,

que ven cómo se alejan las novias y los barcos,

esos hombres manchados por las últimas horas

de la ocasión perdida,

se parecen a mí. (Luis García Montero)

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