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i. Los patriarcas conocían el nombre de Yahveh (es usada unas 160 veces en Génesis); pero la gran
aplicación al que se refiere el nombre de Dios el cual guarda y cumple el pacto: También establecí mi pacto
con ellos. “Los patriarcas solamente tenían las promesas, no las cosas prometidas.” (Kaiser)
c. Como Dios Omnipotente: En suma, aunque los patriarcas conocían a Dios Omnipotente (El-Shaddai),
ellos no le conocían a Él tan extensamente ni íntimamente de la forma que Él se revelaría a Si mismo a
Moisés y a su generación. Ellos conocían el poder de Dios, pero no tuvieron la misma relación personal y la
revelación que Moisés llegaría a conocer.
i. Para nosotros, Dios quiere ser más que Dios Omnipotente – Él quiere que nosotros le conozcamos a Él
personalmente, como al Dios que hace promesas y las cumple, en el cual podemos confiar para cualquier
cosa. Los creyentes se debieran de preguntar a sí mismos si en realidad conocen a Dios por dichos nombres.
ii. “La suprema necesidad en cada hora de dificultad y depresión es una visión de Dios. El verle a Él es el ver
cualquier otra cosa en una proporción y perspectiva apropiada.” (Morgan)
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EL ESPÍRITU SANTO Y LA PRESENCIA DE DIOS EN SU PUEBLO
Observando el rol del Espíritu en el Antiguo y Nuevo Testamento
13 OCTUBRE, 2016 | MICHEL GALEANO
Hoy en día se habla mucho acerca del rol del Espíritu Santo, lo cual es
algo que celebro. Sin embargo, gran parte de lo que escucho sobre
el tema me ha llevado a hacerme la siguiente pregunta: ¿Qué es lo
nuevo del Espíritu Santo en el Nuevo Pacto? Me gustaría desarrollar la
siguiente tesis en este artículo: La presencia de Dios en el nuevo pacto
es más que su presencia con su pueblo en el antiguo pacto. Ahora, por
la obra de Cristo, su presencia habita no solo con sino en su pueblo por
medio del Espíritu.
El Dios que mora con su pueblo
Dios siempre se ha propuesto habitar con su pueblo en el templo por
medio del Espíritu. Jesucristo —quien es el verdadero templo— ora
cuando su obra es terminada para que el Padre envíe al Espíritu. Dios
contesta esa oración y ahora el pueblo de Dios es el templo del Espíritu
de Dios (Juan 14:16-17).
Lo primero que hay que reconocer es lo difícil que es este tema. Como
podemos ver en la siguiente tabla, la Biblia usa diferentes palabras para
hablar sobre la presencia o manifestación de Dios:
Caer sobre: Hechos
Poner: Isaías 42:1 (el Siervo)
10:44; 11:15
Antiguo Testamento Nuevo Testamento
Poner dentro: Ezequiel
Llenar: Hechos 13:52
36:27; 37:14
Ver cómo Dios habita en su pueblo no es una tarea fácil, pero sí es
posible. Debemos entrar en el estudio con una perspectiva escatológica
sobre las promesas dadas en el Antiguo Testamento y su cumplimiento
en la persona de Cristo.
Usualmente la pregunta que surge en este tema es, Si los santos del
Antiguo Pacto no disfrutaban de la presencia de Dios en ellos sino
solo con ellos, ¿cómo eran salvos?
Misma regeneración por medio de los pactos
¿Qué es la regeneración? Jim Hamilton dice, “La regeneración es la obra
de Dios de otorgar a seres humanos la habilidad para escuchar,
entender, creer, obedecer, entrar en el reino”. Así, la regeneración es la
obra de Dios, por medio del Espíritu Santo, para darle un nuevo corazón
a su pueblo. En el Antiguo Pacto y el Nuevo vemos que Dios obró la
misma regeneración. Vemos esta promesa en lugares
como Deuteronomio 30:6; Jeremías 24:7, 29:10-14, 31:31-34, 32:36-
41; y Ezequiel 36:26-27.
La promesa de la circuncisión del corazón es algo que disfrutamos en un
espectro más amplio en el Nuevo Pacto. En el Antiguo Pacto Dios le dio
al remanente un corazón para amarlo y amar su Palabra. En el Antiguo
Pacto vemos las promesas de la circuncisión aplicadas solo en el
remanente, pero en el Nuevo Pacto son aplicadas a todo miembro de la
Iglesia de Cristo. La circuncisión del corazón es lo que permite a una
persona amar y atesorar a Dios sobre todas las cosas, a ejercer fe en lo
que Dios ha hecho a nuestro favor en su Hijo; todo esto es aplicado a
nuestros corazones por medio del Espíritu Santo.
Esta transformación ocurre en un instante, y continúa con la obra
de santificación por medio de la gracia y la fe en Dios (Hechos
7:51; Romanos 2:22-29; Efesios 1:13; Colosenses 2:11).
También vemos la obra del Espíritu Santo en la regeneración en Juan
3:5-8; y Tito 3:3-7. Debido a esto, podemos concluir que la
regeneración es la misma por medio de los pactos: En el Antiguo Pacto,
vemos al remanente ser salvo por el Espíritu Santo, mientras ellos
ponen su fe en la obra venidera de Dios por medio de su Hijo (Hebreos
11). Sin embargo, a continuación veremos que, a pesar de que la
presencia de Dios es la misma —porque Él no cambia—, el lugar en el
que su presencia habita ha cambiado.
Diferente morada por medio de los pactos
En el Antiguo Testamento vemos que existe una morada temporal de
Dios en el templo físico (Éxodo 40:34; 2 Crónicas 7:1-2). También
vemos cómo la presencia de Dios deja el templo por causa del pecado
del pueblo (Ezequiel 8-11).
¿Cómo puede ser que el Espíritu Santo no habita en los santos del
Antiguo Pacto? Hamilton me ha ayudado mucho a entender la gran
verdad de la residencia del Espíritu en la Iglesia. Él dice, “En el Antiguo
Pacto, Dios permaneció fiel a su pueblo, acompañándolos en una
columna de fuego y de nube, y después habitando en medio de ellos en
el tabernáculo y en el templo. En el Nuevo Pacto, el único templo es la
comunidad de creyentes, y Dios habita no solo en la comunidad
corporativa, sino también en cada miembro individual”.
Hamilton explica la venida del Espíritu sobre o con algunos lideres
políticos, “apoderaba al juez para un trabajo en particular, marcando
como alguien distinto”. Así que el Espíritu daba discernimiento a lideres
políticos para guiar al pueblo de Dios.
La presencia permanente de Dios en su Pueblo
Cuando leemos la promesa de la circuncisión en Ezequiel 36:25-26,
inmediatamente nos damos cuenta que Dios promete su presencia en su
pueblo, “Pondré dentro de ustedes mi espíritu y haré que anden en mis
estatutos, y que cumplan cuidadosamente mis ordenanzas” (v. 27).
Esta promesa escatológica de la residencia del Espíritu en el pueblo de
Dios está conectada a la promesa del Nuevo Pacto que Cristo compraría
con su sacrificio en la cruz. Por ejemplo, vemos
en Isaías 11:2; 42:1; 61:1; Lucas 4:18-19; y Juan 1:14 que Jesús
estaba lleno del Espíritu de Dios. De esta manera cumple la profecías
que el Mesías estaría lleno de la presencia de Dios por medio del Espíritu
Santo, siendo el nuevo templo.
La conexión entre la gloria de Dios llenando el templo y la gloria de Dios
mostrada en el Hijo nos muestra que Jesús es el verdadero templo, en
donde la presencia de Dios habita continuamente. Pero ¿cómo se
conecta la morada de la presencia de Dios en Cristo por medio de su
Espíritu con su Iglesia?
En Juan 2:19-22; 7:39; 14:15-17; y 16:17 vemos con más claridad lo
nuevo del Espíritu Santo en el Nuevo Pacto. En Juan 14:17 nos damos
cuenta que el Espíritu no solo estaría presente de la misma manera que
en el Antiguo Pacto (“con” el pueblo de Dios), sino también de una
manera completamente nueva: El Espíritu “en” o “dentro” del pueblo de
Dios como una congregación corporativa, pero también en cada persona
de forma individual.
La Iglesia como el templo de Dios tiene poder para ser testigo del
evangelio glorioso de Dios en Cristo y por medio del Espíritu (Joel 2:28-
32; Hechos 2:17-24; 1 Corintios 2:12; 6:19-20). La Iglesia es el templo
del Espíritu de Dios y como el templo anticipamos la nueva creación, la
cual tomará forma de un templo, (Apocalipsis 21-22).
El templo del Espíritu
Desde el Antiguo Pacto, el deseo de Dios de estar con su pueblo
permanece. Sin embargo, la promesa de que Dios habitaría en su pueblo
es una bendición escatológica que los creyentes en el Antiguo Pacto no
disfrutaban. Los creyentes del Nuevo Pacto vivimos y disfrutamos esta
bendición de la presencia de Dios en nosotros, ya que Cristo es el
templo y nos ha unido a Él.