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Qué Es El Hombre - Coreth
Qué Es El Hombre - Coreth
Emerih Coreth
“Sólo el hombre es capaz de preguntar; cosa que no pueden hacer ni la piedra ni la planta ni tampoco el
animal” (Coret, 1991, p. 29).
El animal está determinado por el dato concreto de los fenómenos; no puede alzarse y preguntar por las
razones ocultas (p. 30).
“Todos los demás seres tienen una existencia o presencia inconsciente y, por ende, ajena a cualquier
problemática” (p. 30).
“El interrogador en exclusiva es el hombre que pregunta a todo y hasta a sí mismo por su propia esencia; con
lo cual trasciende la inmediatez de la realidad dada buscando su fundamento” (p. 30).
El hombre se pregunta por su propio ser 1. Lo cual sólo es posible porque se caracteriza por la conciencia y la
comprensión de sí (p. 31).
Autocomprensión originaria: Lo que el hombre sabe acerca de sí mismo de modo inmediato, pero que todavía
no ha logrado expresar de manera explícita por falta de reflexión (p. 31).
Todos nuestros conocimientos, lenguajes y actuaciones de carácter explícito y objetivo deben iluminarse y
explicarse mediante una reflexión de lo que nosotros mismos somos y de lo que experimentamos y
entendemos continuamente (p. 31).
Realizar tal reflexión es mucho más difícil de lograr que el conocimiento empírico-objetivo. Aquí se requiere
rodeo y análisis, que pueden conducir a interpretaciones unilaterales y deficientes del ser humano. Para no
perderse hay que tener la mirada puesta en la totalidad de la existencia humana. Sin embargo, las preguntas
de la humanidad jamás van a quedar reducidas al silencio (p. 32).
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¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?
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En la actualidad existen gran número de ciencias particulares de carácter empírico al servicio de la
investigación antropológica: biología, fisiología, psicología, sociología, etnología, antropología cultural y
religiosa. Sin embargo, estas ciencias están limitadas en su contenido y método. Pueden aportar aspectos
parciales muy interesantes del hombre, pero hay necesidad de una disciplina que integre todos los datos en
una totalidad, para que puedan contribuir a una comprensión general del hombre. La antropología filosófica
tiene la tarea de abarcar y analizar la totalidad del ser humano (pp. 32-33).
¿Esto significa realizar una síntesis de los todos los resultados de la investigación científica para construir una
“imagen del hombre”? No. Realizar una síntesis así sería muy problemático: ¿de dónde tomaría la síntesis su
principio unificante y ordenador de las diferentes partes heterogéneas? (p. 33).
La tarea filosófica consiste en desarrollar sistemáticamente la supuesta totalidad. Una simple colección de
resultados científicos particulares que no alcancen unidad y coherencia (totalidad) no puede ser todavía una
antropología filosófica (p. 33).
Si un conocimiento empírico-científico pretende tener algún relieve antropológico, ha de partir de una pre-
comprensión de lo que significa ser hombre.
Por ejemplo, si un biólogo realiza un descubrimiento importante sobre el genoma humano, ese conocimiento
no le dice lo que es el hombre (o si es bueno para el hombre; aquí nace la necesidad de la bioética), tiene que
saberlo con anterioridad para conocer el alcance antropológico de su descubrimiento (pp. 34-35).
Otro ejemplo: el médico no espera de su ciencia una respuesta a la pregunta de ¿qué es el hombre?; es por
saberlo antes y por saberse obligado al hombre por lo que estudia y busca todos los remedios posibles para
ayudar al paciente. También el psicólogo se guía por un conocimiento preliminar del hombre en su
investigación empírica y concreta, y es ese conocimiento el que despierta su interés por los procesos psíquicos
(p. 35).
Estos ejemplos presentan una nota en común: un objeto de conocimiento empírico-científico particular no
tiene importancia antropológica porque no expresa lo que es el hombre; los conocimientos empíricos
alcanzan un significado antropológico por el hecho de que nosotros sabemos de antemano,
experimentándonos y comprendiéndonos a nosotros mismos como hombres, lo que significa ser hombre (p.
35).
“[…] los conocimientos científicos particulares no ofrecen a la antropología ningún auténtico punto de
partida filosófico” (p. 35).
Aunque el hombre derive y sea muy parecido genéticamente a unas formas de vida animal, no se sigue
por ello que sea un animal más evolucionado. Debemos saber qué es el hombre para poder formular
con sentido la pregunta de cómo ha llegado a serlo (p. 36).
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Para poder comprender al hombre partiendo del animal es necesario haber comprendido al animal a
partir del hombre. El hombre debe ponerse en la piel del animal para intentar después entenderse a sí
mismo desde el animal (p. 36).
Nosotros sólo podemos entender y explicar las manifestaciones y modos de conducta del hombre
primitivo desde nosotros mismos, dentro del horizonte de nuestra autocomprensión (p. 37).
¿Por qué? Porque el ser humano es una conciencia integradora de una pluralidad de fenómenos (símbolo),
como un algoritmo que organiza y unifica un conjunto de partes heterogéneas 2. “El todo es más que la suma
de sus partes”.
Un ser humano es mucho más que simplemente la suma de sus partes biológicas individuales (células, tejidos,
órganos, etc.). Cuando todas estas partes trabajan juntas, dan lugar a capacidades como la consciencia, el
aprendizaje, y la capacidad de realizar una amplia variedad de tareas físicas y mentales, que ninguna de las
partes por sí sola podría hacer.
Antes de cualquier conocimiento y comprensión explícitos y determinados existen unos datos concretos, que
constituyen un TODO al que lo particular está preordenado3 (p. 37).
TODO: visión panorámica que abarca los contenidos aislados y los comprende en el sentido total de su
conjunto; magnitud atemática que constituye el fundamento que da sentido a los acontecimientos
sistemáticos particulares.
El TODO no se da como objeto, ni puede entenderse ni ser tratado objetivamente, es decir, como un objeto
empírico singular (p. 37). Sin embargo, el TODO determina nuestro conocimiento, comprensión teórica,
voluntad y actuación práctica. El TODO es el horizonte donde nos realizamos a nosotros mismos (p. 38).
El TODO no es un puro a priori, sino un a priori concreto, derivado de la experiencia común que sacamos de
nosotros mismos al realizarnos en nuestro mundo. Esta experiencia se desarrolla constantemente. Esto
ocurre por las nuevas experiencias y decisiones particulares que van configurando nuestra comprensión
preliminar (pre-comprensión), desde la que abordamos y procesamos los contenidos particulares de la
experiencia. Desde el TODO nosotros entendemos y explicamos las partes.
“[…] el hombre es una totalidad concreta que fundamenta la pluralidad en una unidad que contribuye a su
comprensión” (Coreth, 1991, p. 39).
El TODO se abre y se hace accesible desde los fenómenos particulares de los que es condición y fundamento
(p.38). En los fenómenos particulares se revela la totalidad del ser humano:
su pre-compresión,
decisión preliminar,
norma valorativa y
criterio de selección.
Método de acceso al TODO: pon atención a los fenómenos privilegiados que se caracterizan por el hecho de
resguardar las concepciones fundamentales de la existencia humana, por ejemplo, los fenómenos de la
búsqueda y del conocimiento humanos, de la experiencia de la conciencia, de la libertad y del amor (p. 38).
Se pueden tomar como punto de partida (p. 39):
“Las situaciones límite” (Jaspers)
“La angustia y ansiedad existenciales” (Heidegger)
“El estar arrojado y caído” (Heidegger)
“El ser-para-la-muerte” (Heidegger)
“La relación yo-tú” (Buber)
“La comunicación y participación interpersonal” (Marcel)
La pluralidad de fenómenos particulares revela el TODO sólo cuando dicha pluralidad ya ha sido entendida
desde la totalidad estructural preestablecida y evidenciada de antemano (Coreth, 1991, p. 39-40). El mundo
que me rodea es un espejo de mí mismo. Todo lo que me pasa sale de mí y vuelve a mí.
“[…] jamás se da un punto de partida absoluto y libre de condicionamientos desde el que pudiera desarrollarse
una antropología filosófica […] No podemos saltar por encima de nosotros mismos” (Coreth, 1991, p. 40).
“Siempre cargamos con nosotros mismos: con nuestra situación histórica, nuestra concreta experiencia de
nosotros mismos y del mundo, con nuestro horizonte comprensivo” (Coreth, 1991, p. 40).