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I. LA ANTROPOLOGÍA
«¿Quién soy yo?»; «¿qué he de hacer de mi vida para que sea una vida plena?»; «¿existe
otra vida después de la muerte?»
el hombre cuanto más conoce la realidad y el mundo tanto mejor se co- noce a sí mismo
como ser único en su género,
Sófocles «muchas son las cosas misteriosas, pero nada tan misterioso como el hombre»
Y San Agustín mismo afirmaba: «Ni yo mismo comprendo todo lo que soy»
el hombre es el único ser de la naturaleza que se cuestiona acerca de sí: «Preguntar por su
propia esencia sólo el hombre puede hacerlo.
Tipos de Antropología:
a) Antropología física o natural (etnografía). Es el estudio del hombre des- de el punto de
vista físico; es decir, estudia los rasgos corporales, morfológicos y fisiológicos de los
individuos o grupos humanos, según las diversas localizaciones geográficas y climáticas.
Para evitar la ambigüedad del término «Antropología» nos referiremos a ella también como
«Filosofía del hombre»
La Filosofía del hombre, en cuanto disciplina filosófica, se propone como objeto de estudio
el hombre en sus dimensiones esenciales. Es decir, mira al hombre no desde sus aspectos
accidentales o cambiantes, sino desde la unidad que proporciona el saber último sobre la
realidad. La parcialidad del objeto de estudio es propia de las ciencias particulares, que con
diversos métodos se proponen analizar algunas dimensio- nes específicas de su objeto.
a. el existencialismo de Sartre niega que exista una esencia del hombre. Una
concepción del hombre —típicamente moderna— coloca lo más específicamente
humano en el hecho de que el hombre posee una «plasticidad» tal que puede
comportarse «como un dios o como una bestia». Gracias a su libertad, el hombre es
dueño de su propia existencia y pue- de «hacerse a sí mismo». No posee, por tanto,
una naturaleza fija y estable: el su- jeto humano, mediante su obrar libre va
configurando su propia esencia.
b. Imposibilidad de conocer al hombre como objeto: Max Scheler es el filósofo que
con mayor claridad se planteó esta dificultad. Según él, la persona humana es
«inobjetivable» desde el conocimiento intelectual. A diferencia de lo que sucede
con el resto de los seres naturales, el hombre no es un «objeto» sino un «sujeto».
Considerarlo como un «objeto» lleva consi- go la pérdida de su especificidad. El
hombre no es una «cosa» en el mundo (un qué) sino una «persona» (un quién).
Conocer «objetivamente» no significa «hacer un objeto del hombre»; quiere decir
que, como sucede con cualquier otra realidad, al hombre puedo «ponerlo frente a
mí» (obiectum) y, a través de su obrar llegar a descubrir algunos aspectos esenciales
que me sirvan para responder de manera cada vez más plena a la pregunta radical
¿qué es el hombre? Es cierto que no podemos tener un conocimiento pleno del
sujeto personal, pero «el problema no está, por tanto, en la objetividad, sino en el
carácter parcial de ella. El objeto no se nos da nunca de modo pleno, ni intensiva ni
extensivamente. Captamos aspectos»
c. Culturalismo: la naturaleza humana no existe como tal, porque siempre se
encuentra concretada en una determinada cultura. Cada cultura es autónoma con
respecto a las demás, y posee unos parámetros propios (de tipo estético, social,
moral, etc.) que no son accesibles a otras culturas. Si se apela a una instancia su-
perior (la naturaleza humana) en realidad se está erigiendo una realidad cultural
como modelo universal, sin tener en cuenta que cada cultura es en sí misma valio-
sa, independientemente de los valores de otras culturas. Como se puede observar el
culturalismo es en el fondo un relativismo cultural; el único modo de superar el
relativismo es mediante la reflexión filosófica, la cual tiene por objeto la verdad en
sí misma, más allá de las condiciones históricas o culturales. Es cierto que la
filosofía nace y se desarrolla en una cultura determinada, pero la trasciende.
d. Un posible reductivismo es el materialismo. Para el materialismo el hom- bre sólo
se compone de un principio, la materia, de tal manera que no existe una diferencia
esencial entre el hombre y los demás seres vivos. Toda la realidad es materia, que
existe desde siempre y por lo tanto no ha sido creada por nadie. La materia
evoluciona según unos procesos inmanentes y en sus estados más avan- zados se
presenta como conciencia. En realidad, lo que denominamos alma o es- píritu no
son más que «epifenómenos» (manifestaciones) de la materia. Además, si el hombre
es nada más que materia, entonces es susceptible de ser completa- mente
comprendido desde las ciencias experimentales, que se caracterizan por el uso
exclusivo del método empírico-positivo.
Para acceder a lo esencial del hombre es preciso partir de su obrar, que es lo más
manifiesto para nosotros. Este proceso de acceso a la realidad esencial del hombre es lo
que constituye el método o modo de proceder de la Antropología filosófica.
para poder formularse este interrogante, el que pregunta antes debe tener una idea de sí
mismo […] «En la medida en que buscamos conocer lo que somos, ya lo sabemos […]
Si podemos distinguirnos, es que nos conocemos. Y, sin embargo, no. Ante un in-
terrogatorio mínimamente agudo, no sabemos dar cuenta con precisión de lo que somos
y de quiénes somos. Esa distancia entre el saber y el no saber obliga a ca- minar, a
cubrir ese tramo, y eso es el método. Para ponerse a andar, a reducir la paradoja de que,
sin duda, sabes, pero caes en la cuenta de que no sabes, hace falta primero de todo
tropezar, quitarte la seguridad primera, y así caer en la cuenta de que no sabes».
Una visión equilibrada que integra las otras dos vías se la debemos a Tomás de Aquino,
para quien el hombre se encuentra en el horizonte entre la realidad espiritual y la
material, entre la eternidad y el tiempo. En definitiva, para acceder a la realidad humana
hemos de distinguir diversos planos de estudio:
Metodología de la AF:
La metodología propia de la Filosofía del hombre requiere trascender el plano de la
experiencia (ya sea objetiva o subjetiva) hasta alcanzar un conocimiento último de
la compleja realidad humana.
Humanismo cristiano:
el estudio antropológico nos revela que el hombre es un ser abierto al infinito, un ser con
ansias de eternidad, llamado a una plenitud (en el orden inte- lectual y volitivo) que no se
ve consumado plenamente en este mundo. El carácter finito de la persona humana que
reclama la infinitud que colme sus deseos de felicidad muestra que todo hombre posee al
menos implícitamente el deseo de Dios.
en la tradición cristiana la pregunta sobre el hombre está entrelazada con la pregunta sobre
Dios. En efecto, desde la Revelación judeo-cristiana se afirma que el hombre es «imagen y
semejanza de Dios». Por lo tanto, para el pensamiento cristiano acceder al misterio del
hombre es ac- ceder al misterio de Dios, a través de su imagen en el hombre: podemos
conocer mejor a Dios a través de la comprensión de la persona humana ya que ésta es
imagen divina.
Debate:
1. ¿Qué es el hombre?