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TEMA 3: LOS MOVIMIENTOS DE VANGUARDIA Y EL NOVECENTISMO

INTROCCIÓN
Con la crisis de fin de siglo se pierden los valores espirituales y hay un rechazo al pensamiento
burgués. También surge el descontento por las promesas incumplidas de un mundo mejor, unido
a la Primera Guerra Mundial. Esto hace que surjan el Novecentismo encubado en el periodo de
entreguerras y las Vanguardias con la Primera Guerra Mundial, que son dos movimientos que
responden al mismo sentimiento de rechazo a la realidad de esos años.
El 98 intentó la “regeneración” del país, pero sería la generación posterior la llamada a
conseguirlo. Asistimos a la modernización de España, que entronca con la cultura y el
pensamiento occidentales. Los jóvenes se formarán en un ideal europeizante, sin
tradicionalismos, y los nuevos intelectuales tomarán parte activa en la vida pública, por lo que
asistiremos a una revisión del pensamiento y actitudes anteriores.
DESARROLLO
Durante el primer tercio del siglo XX se producen, casi de forma simultánea, varios
movimientos literarios: el novecentismo, las vanguardias y la generación del 27. Aunque
presentan importantes diferencias, el novecentismo o generación del 14 y las vanguardias tienen
una nueva actitud ante la obra artística, derivada de un ideal europeizante y de modernización
de España.
Esta nueva generación, la generación del 14, nacida en torno a la Primera Guerra Mundial, está
formada por filósofos, críticos, historiadores, y profesores que propiciarán un nuevo clima
intelectual. Los autores persiguen el concepto de la palabra puesta al servicio de la idea, clara y
eficaz en la búsqueda de la abstracción. El resultado será una literatura difícil, a pesar de su
aparente sencillez; una producción que nace de una élite y que en la práctica se dirige a sí
misma, a una minoría culta.
Los novecentistas comparten una sólida formación intelectual, saben idiomas y fundan revistas,
periódicos y editoriales donde plasman sus inquietudes intelectuales. En cuanto a su concepto
de arte, buscan la pureza estética y cultivan una literatura culta, no contaminada de los
problemas sociales. Ortega y Gasset decía al respecto: “el poeta empieza donde el hombre
acaba” o “el placer estético tiene que ser un placer inteligente”. Todo ello con un estilo muy
cuidado que responde a la idea de “la obra bien hecha”, que en algunos escritores. Tendrán
como guía intelectual a Ortega y Gasset, aunque también reseñamos el peso de Eugenio d´Ors.
Las grandes inquietudes políticas e intelectuales de esta generación se dan a conocer gracias al
ensayo. José Ortega y Gasset es la figura más representativa. Entre sus ideas destacan el
equilibrio entre razón y vida. El arte no debe confundirse con la realidad, pues de este modo se
renuncia al placer estético. En sus escritos aborda reflexiones que van de lo político, como
podemos observar en su obra España invertebrada (1921), a lo literario, como manifiesta en La
deshumanización del arte (1925). Destaca también La rebelión de las masas (1927), obra en la
que Ortega expone su concepto del “hombre-masa” y de la “minoría selecta''.
En cuanto a la narrativa novecentista, abandona el realismo y huye del subjetivismo. Por un
lado, se busca ahora la experimentación por medio del lirismo, del que Gabriel Miró fue el
maestro. Entre sus obras destacamos Nuestro padre San Daniel (1921) y El obispo leproso
(1926). Por otro lado, no debemos olvidar la novela de tono intelectual caracterizada por el
idealismo y la abstracción. En su inicio plasma su propio aprendizaje vital en novelas como
A.M.D.G. (1910), para finalmente tratar temas más universales como la injusticia, el amor o el
odio en obras como Berlamino y Apolonio (1921).
En lo que se refiere a la producción poética, destacamos a Juan Ramón Jiménez, premio Nobel
de Literatura en 1956. La poesía, la belleza, el amor, la naturaleza, Dios y el ansia de eternidad
son los principales temas de sus composiciones. Su obra camina desde la juventud modernista o
etapa sensitiva en Arias tristes (1903), Jardines lejanos (1904), a la depuración intelectual, que
elimina lo superficial en Diario de un poeta recién casado (1916); y, por último, hacia la
suficiencia o etapa verdadera de la poesía desnuda y esencial con tono místico en Espacio
(1954) y Dios deseado y deseante (1949).
Frente al “teatro burgués”, encarnado en figuras como Jacinto Benavente o los hermanos
Álvarez Quintero, podemos encontrar manifestaciones de un teatro para minorías, a veces
crítico, otras veces innovador, que, en la mayoría de los casos, no llegó a ser representado. Entre
sus cultivadores encontramos a Unamuno, Azorín o Jacinto Grau; pero, sobre todos ellos,
destaca Valle Inclán que, aunque ha sido considerado noventayochista y modernista en gran
parte de su obra, va a ser el máximo representante de esta nueva realidad teatral, adelantándose
en algunos aspectos a las corrientes vanguardistas posteriores.
Mientras tanto, en Europa, durante los primeros años del siglo XX, surgen diversos
movimientos artísticos que se oponen a la tradición estética imperante y al orden social que la
sustenta. Se caracterizan por la defensa de lo irracional y la total oposición al realismo; la
proclamación de la autonomía del arte, liberado de compromiso ideológico, de valor moral e
incluso de sentimiento. Se apuesta por el mundo moderno y por la búsqueda de nuevas formas
de expresión artística. Hablamos de los movimientos de vanguardia, entre los que destacamos:
el expresionismo (1905); hace hincapié en la expresión de la angustia, el miedo y la opresión en
un mundo moderno masificado e inhumano; el futurismo, introducido por Marinetti (1909) que
lanzó una estética que ensalzaba la civilización urbana y las máquinas; el dadaísmo (1917),
liderado por el rumano Tristán Tzara, que rechazaba no sólo los valores estéticos aceptados,
sino el desastre de la Guerra Mundial, reivindicando la negación total, la rebeldía pura y la
destrucción del arte tradicional; el cubismo (1907), que procede a deshacer la realidad para
recomponerla libremente, mezclando conceptos, imágenes y frases al azar, como podemos ver
en los caligramas de Apollinaire; y, por último, la más influyente de todas las vanguardias, el
surrealismo, cuyo creador, André Bretón (1924) pretendió descubrir y reflejar la auténtica
realidad, la “superrealidad” que estaba reprimida.
Debemos destacar la figura de Ramón Gómez de la Serna. Fue el creador de un género
denominado “greguería”, que él mismo definía como metáfora y humor. Los movimientos
vanguardistas propiamente españoles más importantes fueron el ultraísmo, con autores como
Guillermo de la Torre, y el creacionismo, cultivado por Gerardo Diego. El primero aunó
elementos futuristas y dadaístas hasta llegar al caligrama; el segundo no pretendía reflejar o
imitar la realidad, sino “crear” una realidad dentro del poema; a través de la superposición de
imágenes y la creación rítmica. Por otro lado, se observan ecos futuristas en poemas dedicados a
los deportes (fútbol o ciclismo) de Gerardo Diego y Alberti. Pero, de todos las vanguardias, el
surrealismo dejó una huella más fuerte, por su impacto en los poetas de la generación del 27,
como Alberti o Lorca

CONCLUSIÓN
En definitiva, el novecentismo y los movimientos de vanguardia dibujan un panorama artístico
inédito y rompedor que tendrá como consecuencia la configuración de un grupo poético
inigualable: una generación de poetas e intelectuales que iluminarán nuestra historia literaria
con un fulgor tan intenso que llega hasta nuestros días.

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