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Lección 3.4.
LA HERIDA DE HUMILLACIÓN
INTRODUCCIÓN
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• Por último, habrás conocido los beneficios que te aporta renunciar
a tu máscara cuando te conectas con tu Yo Esencial.
Cuando te das cuenta de que el ego ha tomado el control te haces consciente de que
llevas una máscara asociada a una de tus heridas.
En este vídeo voy a hablar de cómo el ego toma el control de nuestra mente a través
de la máscara del masoquista.
Cuando tenemos una herida de humillación nuestro personaje, el ego, cree que no
puede aceptarse como es y lucha constantemente por controlar sus deseos. Lo hace
porque se avergüenza de si mismo antes de que lo hagan los demás.
Para evitar sentir esa herida decides actuar y comportarte con la máscara del
masoquista.
Cuanto más profunda sea tu herida llevarás la máscara con más frecuencia.
Cuando la máscara del masoquista llama a nuestra puerta, ese invitado trae un
mensaje para nosotros:
También humillamos a los demás cuando nos avergonzamos de ellos y les tenemos
resentimiento.
Esta herida surge cuando aprendes a comer sin ayuda de los adultos, cuando aprendes
a ir al baño sola, o solo, o cuando aprendes a hablar y comprender lo que te dicen.
El niño se siente comparado o avergonzado a nivel físico por algo que ha hecho como
manchar su ropa, o por algo que tiene como ir mal vestido.
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Sentimos vergüenza cuando consideramos que nosotros somos malos por hacer o no
hacer algo.
Por ejemplo, si alguien hace un comentario desagradable a una persona que lleva la
máscara del masoquista, sobre su forma de vestirse o su peso, no se lo tendrá en
cuenta. Al contrario, puede que se burle de sí mismo y esté de acuerdo con el
comentario.
Normalmente esta herida se activa con la madre, pero puede activarse con el padre si
era tu padre quien se encargaba de ti y era él quien te enseñaba a comer o a lavarte y
estar aseada y aseado.
Esta herida se puede despertar, por ejemplo, si un día escuchas a tu madre decirle a tu
padre lo que acabas de hacer. Hoy la niña se ha hecho pis en la cama, por ejemplo.
O cuando tu madre te descubre tocándote los genitales y te grita que lo que haces es
sucio y que debería darte vergüenza.
Para no sentir la herida, el niño desarrolla la máscara del masoquista. Con esta
protección, el niño aprenderá a castigarse a sí mismo, es decir, aprenderá a humillarse
antes de que lo hagan otros.
Y como lo hace inconscientemente suele buscar esa humillación sin darse cuenta.
El cuerpo de una persona con la herida de humillación suele ser de formas redondas y
llenas, con exceso de grasa.
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Un cuerpo de este tipo avergüenza a quien lleva la máscara del masoquista.
Por eso cuando sientes placer en pareja o haciendo algo, te criticas y te castigas
porque crees que te estás aprovechando del otro.
La persona que lleva la máscara del masoquista le preocupa mucho su relación con
Dios o el poder supremo y creen que el servicio a los demás les hace ser dignos de ese
poder. Cuando recibe las alabanzas de los que le rodean por sus labores generosas y
serviciales se siente bendecida por ese poder supremo.
El masoquista no se da cuenta que ser dignos de Dios es una invención del ego. No
existe un ser superior que decide lo que está bien o mal. Es el ego quien hace juicios no
Dios.
El miedo más grande que tiene el masoquista es a ser libre, así que hace todo lo
posible por estar ocupado mientras ayuda a sus seres queridos.
Si has desarrollado esta máscara, tenderás a ocuparte de los problemas de los demás
antes que ocuparte de ti misma y de ti mismo.
Y a medida que asumes más responsabilidades que no son tuyas más peso coge tu
cuerpo.
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La persona que tiene la máscara del masoquista piensa que ayudando a los demás
evitará que se sientan avergonzados de ella, pero a menudo terminará ella misma
sintiéndose humillada, como si los demás se aprovecharan de su buena voluntad.
Si tienes la herida de humillación no te das cuenta de que haciendo todo por los
demás, acabas humillando a las personas que más quieres, pues les haces sentir que
ellos solos no podrán hacerlo.
Por eso debes aprender a dejar que los demás tomen sus decisiones por ellos mismos
y no transmitirles el mensaje de que tú eres mejor que ellos.
Esto te suele ocurrir porque generalmente no estás en contacto con tus sentimientos
pues tienes miedo de que los demás, o tus padres, se avergüencen de ellos.
Por ejemplo, tal vez a ti te gusta la ropa bonita y cara, pero como crees, de forma
inconsciente, que tienes que pasarlo mal no te permites estos regalos. Esta es la razón
por la que tampoco te permites un masaje o un baño de burbujas.
Eres muy sensible y cualquier comentario crítico puede hundirte, por eso haces todo lo
posible por no herir a los demás, y de este modo te proteges de sus posibles burlas.
Pero cuando te das cuenta de que alguien a quien quieres está triste o se siente infeliz
enseguida te haces responsable de su infelicidad. Esta es la forma que tienes de
culparte por todo y asumir la culpa de los demás.
Esta es tu manera de ser buena persona, sin darte cuenta de que cuando empatizas
con el otro lo que haces es desconectarte de tus propios sentimientos y necesidades.
Por ejemplo, prefieres pintar la casa de tu mejor amigo antes que pintar la tuya propia.
O solo limpias tu casa cuando recibes visitas y no la limpias para tu propia satisfacción
porque no te sientes importante.
Cuando desarrollas la máscara del masoquista te sientes sin valor y tampoco te sientes
merecedora de ser una persona amada y reconocida. Por eso crees que mereces sufrir.
La libertad es muy importante para ti porque ser libre significa no tener que dar
explicaciones a nadie y hacer lo que te dé la gana. Algo que no pudiste hacer cuando
eras niña porque tus padres te controlaban demasiado.
Para ti la forma de sentirte libre es vivir al máximo, sin límites y esto te lleva a tener
comportamientos extremos, sales de copas demasiado, viajas demasiado, gastas
demasiado, ayudas demasiado, etc.
Pero cuando vives sin límites sientes vergüenza porque te sientes humillada y
humillado por los comentarios y las miradas de los demás.
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Por eso te da miedo ser libre, y saboteas tu libertad de muchas maneras.
Por ejemplo, para sentirte libre puedes tener varios compromisos, pero sufrirás mucho
para cumplirlos todos y organizar tu agenda.
O si tienes una madre muy controladora, te buscarás dos trabajos o varias ocupaciones
para estar siempre fuera de casa. Creerás que eres libre, pero te engañas, porque sales
de una prisión para meterte en otra.
Ø Aprende, entonces, a tomarte tiempo para sentir tus propias necesidades antes
de decir sí a las peticiones de los demás. No respondas enseguida, por ejemplo.
Puedes decir: Me lo pensaré y mañana te digo una respuesta.
Cuando permites que el ego se siente en el sillón de la conciencia (el lugar que le
corresponde al Yo Esencial) solo puedes acusar a los demás o acusarte a ti misma y a ti
mismo. Es decir, pierdes el centro y permites que el ego piense y actúe en tu lugar.
• Seguirás siendo una persona servicial, pero serás capaz de discernir cuándo es
bueno para ti ayudar a los demás y cuando no lo es.
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• Sabrás respetar la libertad de los demás, dejarás de pensar que tienes que
solucionar sus problemas y les permitirás que ellos los resuelvan por sí mismos.
• Cuando alguien te pida ayuda tendrás en cuenta tus propias necesidades antes
de decir sí.
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• Por último, la frase que puede resumir esta herida y su actitud en la
vida adulta es: “me haré daño yo, antes de que me lo hagas tú”
Ubuntu!!!
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