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Esta investigación trata sobre la familia Puccio; la misma estaba conformada por el contador

Arquímedes, la profesora Epifanía, Guillermo, Adriana, Daniel alias “maguila”, Silvia y


Alejandro que jugaba el rugby de manera profesional como win en el Club Atlético de San
Isidro.

Es importante ubicarnos en contexto: corren los años 80 y recién pasada la dictadura militar en
una Argentina bastante tensa y violenta donde comenzaban a surgir secuestros extorsivos,
normalmente llevados a cabo por grupos parapoliciales o militares.

Arquímedes se recibió de contador en la facultad de ciencias económicas, fue Vicecónsul en el


Ministerio de Relaciones Exteriores y con tan sólo 20 años cumplió misiones de correo
diplomático en Madrid. En 1973 asistió a la Escuela Superior de Conducción Política y sin saber
nada de deportes terminó siendo Subsecretario de Deportes de la Municipalidad de la Ciudad
de Buenos Aires. Perteneció al batallón 601, fue miembro de la triple A y espía de la SIDE. Se
dice que era un psicópata perverso, un degenerado con los pensamientos más asquerosos que
se puedan imaginar, sin embargo, aparentaba todo lo contrario; siempre se lo podía ver
barriendo la vereda de su casa día y noche, era casi una obsesión para Arquímedes o también
una manera de vigilar que todo esté en orden en el barrio. También iba bastante seguido a
misa junto a toda su familia.

Alejandro tenía un negocio a un costado de la casa llamado “Hobby White”, un local donde
vendía productos náuticos y mientras él estaba ahí, en el primer piso de la casa se llevaba a
cabo una reunión que marcaría el inicio de todo, o para otras personas, el fin de todo.
Arquímedes Puccio estaba reunido con tres hombres; en primer lugar se encontraba el coronel
retirado Rodolfo Victoriano Franco, de 76 años, que fue pasado a retiro en el año 55 después
del golpe militar que derrocó a Perón, huyo a Uruguay y luego a Brasil, pero en el año 59 volvió
al país, Franco sería muy útil para el plan de Arquímedes ya que podía conseguir armas para el
grupo que se estaba formando. En segundo lugar estaba Guillermo Fernández Laborda, de 42
años, que supo ser miembro del servicio de inteligencia de la fuerza aérea, fue integrante de la
resistencia peronista y del movimiento nueva argentina, además fue administrador del
Hospital Municipal Ramón Mejía hasta el año 1976 y por último el tercer miembro reunido era
Roberto Díaz, de 44 años; Díaz era mecánico en la concesionaria de autos de Alberto Armando,
después ascendió a jefe de mantenimiento y comenzó a relacionarse con los jefes de bandas
que quemaban autos para cobrar el seguro. Pero había algo que los cuatro tenían en común,
todos formaban parte de un sector de la derecha peronista y ahora tenían en mente un nuevo
negocio, los secuestros extorsivos. Pero estos no eran secuestros al azar, sino que, eran
secuestros perfectamente planeados y organizados; las víctimas incluso, iban a ser conocidos
suyos y lo más retorcido de todo esto fue que los secuestrados iban a estar encerrados en la
casa de la familia Puccio.

Ya tenían todo planeado en ese momento, hasta incluso tenían en mente el nombre de la
primera víctima, Ricardo Manoukian, dueño de la cadena de supermercados Tanty. Manoukian
era conocido de Alejandro Puccio y la novia de Alejandro, Mónica, era una gran amiga de la
novia de Ricardo, eso los llevó a conocerse y juntos salían a andar en lancha, a comer o a
bailar; incluso Ricardo y su pareja solían ir a verlo a Alejandro jugar. Ricardo vive su vida
normal, sin saber que cada paso que da está siendo controlado y registrado por alguien que
está observando cada movimiento que hace, ya sea ir a la oficina o a la casa de su novia. El
jueves 22 de julio de 1982 Ricardo se sube a su auto camino a almorzar con su familia, pero en
el transcurso por algún motivo se detuvo. Todo indicaría que algún conocido de él
probablemente le hizo señas, Manoukian freno y en un abrir y cerrar de ojos un Ford Falcon
apareció de la nada y estacionó al lado de su auto, de ese Falcon bajaron tres hombres
encapuchados (Arquímedes, Laborda y el coronel), que lo bajaron a los golpes de su auto, lo
subieron a una combi, le ataron las manos, le pusieron una capucha y se los llevaron. Ese
segundo auto manejado por Díaz llegó hasta la casa de los Puccio y tocó la bocina tres veces, el
portón se abrió, la combi ingresó y el destino de Manoukian se selló para siempre. Laborda y
Arquímedes subieron con Ricardo por una escalera caracol que iba desde el patio al primer
piso, de esa manera no era necesario que pasen con un secuestrado por el medio de la casa,
luego lo llevaron hasta un baño que tenía las paredes cubiertas por diarios y el techo por
bolsas de tela arpillera. Acto seguido lo acostaron en la bañera, bañera que pasaría a ser la
cama de Ricardo durante 11 días.

Al otro día Arquímedes Puccio llamo desde un teléfono público a la familia de Ricardo y
comenzó a negociar; mientras tanto el rehén era vigilado por Laborda y Alejandro que lo
miraban encapuchados. A los pocos días, y como la familia de Ricardo estaba exigiendo una
prueba de vida, Arquímedes lo obligó a escribir una carta para ellos, en esa carta Ricardo le
pidió a su familia que sigan las instrucciones al pie de la letra y que no avisen a la policía, que él
se encontraba bien. Puccio dejo esa carta dentro de un paquete de cigarrillos en el baño de un
bar, luego llamó nuevamente por un teléfono público a la familia de Manoukian para avisarles
que la vayan a buscar y de paso les comunicó que el monto que quería a cambio de devolverles
a Ricardo, eran 500.000 dólares. Luego les pasó las direcciones donde iban a encontrar
instrucciones para el intercambio y colgó. Las instrucciones fueron repartidas en postas
meticulosamente elegidas, en cada posta había una lata de cerveza vacía con un papel dentro
y en cada papel la siguiente dirección, de esa manera el clan se aseguraba que nadie esté
siguiendo a la familia. Guillermo Manoukian, el hermano de Ricardo, recolectó el dinero y se lo
dio a su tío, él comenzó a seguir el trayecto de las postas. En una avenida encontró la primera
lata, leyó el papel que está firmado por el Comando de Liberación Nacional y se dirigió a la
segunda dirección indicada, llegó a la segunda dirección y encuentra la segunda lata, y
finalmente llega la última posta, las escalinatas de la catedral de San Isidro a tan solo tres
cuadras de la casa de los Puccio. Una vez en ese lugar dejó el maletín negro con el dinero y se
retiró mirando para abajo como indicaba la nota. Ese mismo día, es el hermano quien recibe
otro llamado de Puccio, le dice que va a soltar a Ricardo al día siguiente a las 6 de la mañana
en un radio de no más de 15 cuadras de su casa.

Mientras Ricardo sigue atado en una bañera en la habitación de al lado, Arquímedes habla con
su grupo, simulan debatir, pero Puccio ya tenía la decisión tomada en su cabeza hace rato. Dos
de los cuatro proponen liberar a Manoukian, pero hay un problema, quizás Ricardo reconoció
la voz de Alejandro en algún momento, quien era el encargado de llevarle comida y a veces de
cuidarlo, incluso se cree que Alejandro fue quien paró el auto de Ricardo en un primer
momento. Finalmente, Arquímedes logra convencer a todo el grupo de su plan inicial y con la
recompensa repartida, deciden matar a Ricardo Manoukian. Lo durmieron con somníferos, lo
sacaron del baño y lo metieron en el baúl del Falcon, lo llevaron muy lejos y cuando bajaron
del auto Guillermo Laborda abrió el baúl y disparó tres veces contra Ricardo. Sin embargo, hay
otra versión que dice que en realidad a Ricardo lo mataron entre Alejandro, Laborda y
Arquímedes; de esa manera la culpa se repartía entre los tres y no había un único asesino, una
especie de rito perverso donde todos estaban en la misma. Acto seguido tiraron en un arroyo
el cadáver junto a la máquina de escribir que utilizaron para hacer las notas. Horas después, la
familia de Manoukian continuaba esperando sentada al lado del teléfono ese último llamado
que les avise que Ricardo había sido liberado, finalmente el teléfono sonó, pero del otro lado
no escuchó la tétrica voz de Arquímedes, sino la de un policía avisándoles que encontraron el
cuerpo de Ricardo en la orilla de un arroyo.

Así fue como en 11 días el grupo secuestró y terminó con la vida de un hombre casi como si
fuese un simple trámite, y luego llegó el turno del siguiente desafortunado, Eduardo Luís Aulet.
Eduardo tenía 25 años, era ingeniero industrial, se había casado hace relativamente poco
tiempo y se acababa de enterar que pasó a ser presidente de la fábrica metalúrgica de su
padre Florencio Aulet. La vida de Eduardo iba bastante bien, pero cometió un error, conocer a
Gustavo Contempomi, un hombre que siempre le proponía diferentes negocios que nunca
iban a ningún lado. Contempomi conocía a Puccio y fue quien le entregó al clan el nombre de
Eduardo Aulet. Como todos los días Eduardo salió de su casa rumbo al trabajo, pero nunca
llegó. La familia lo buscó por todos lados, pero no había rastros ni siquiera en hospitales,
sencillamente se lo había tragado la tierra, hasta que Florencio, el padre de Eduardo, recibía un
llamado. Arquímedes le notificó sobre el secuestro de su hijo y le dijo que esperara el próximo
llamado para recibir instrucciones. Mientras tanto, Eduardo estaba dentro de un pequeño
placar en el despacho de Arquímedes; lo habían secuestrado de forma similar que a
Manoukian. Horas más tarde Arquímedes volvió a llamar a Florencio, le pidió 350.000 dólares y
le indicó dónde encontrar las pruebas de vida. Florencio las buscó y encontró dos cartas, una
dirigida a él, y otra a la esposa de Eduardo. En las cartas recalcaba que lo estaban tratando
bien y finalizaba diciendo “la plata va y viene la vida no”. Pasaron tres días del secuestro y al no
ver el pago, Arquímedes decidió bajar el rescate a 200.000 dólares, y después durante una
semana dejó de contactarse con la familia por completo. Durante siete días los familiares de
Eduardo no tuvieron ninguna noticia de él, ni siquiera podían saber algo tan básico como si
estaba con vida o no. Finalmente volvieron a ponerse en contacto y fijaron otro monto más
accesible, 100.000 dólares. Cuando Arquímedes retomó la comunicación con la familia,
comenzó a hablar directamente con Rogelia, la esposa de Eduardo, y Rogelia que estaba cada
vez más cansada de la situación comenzó a insultar a Arquímedes, en cada llamado le decía
que no iba a descansar hasta que él esté preso y un sinfín de cosas más y eso a Arquímedes, en
vez de asustarlo, le gustaba, se sentía desafiado por Rogelia y comenzó a llamarla a cualquier
hora, unas seis veces por día, ya sean las cinco de la tarde o las tres de la mañana, charlas
eternas de casi una hora donde Arquímedes le decía A Rogelia cosas que Eduardo le contaba.
Le decía que Eduardo le contó que México le había gustado mucho cuando viajaron o que
extrañaba mucho a Sonia, una perra ovejero alemán de la familia. Además, cuando la llamaba
le describía por teléfono lo que ella tenía puesto, lo que implicaba que mandaba a algún
miembro del clan a espiarla, ella lo insultaba, algo que para la perversa mente de Arquímedes
era excelente. Finalmente, y diez días después del secuestro, la familia pagó el rescate, pero
fue en vano, Eduardo ya estaba muerto. El sistema fue el mismo que con Manoukian, la familia
siguió las postas y hasta vieron a lo lejos a Arquímedes levantando la bolsa con los 100 mil
dólares; se quedaron esperando a Eduardo horas y horas, pero nunca apareció. Al día de hoy
no se sabe cuándo decidieron matarlo, se cree que fue el cuarto día del secuestro; lo llevaron
en auto hasta un descampado nuevamente cerca de un arroyo, donde un albañil contratado
por Puccio había hecho un pozo, y días después de una discusión entre los integrantes, mató a
Eduardo disparándole dos veces.
En este punto de la historia, la relación entre el grupo se pone cada vez más tensa. Arquímedes
comenzó a quedarse con un porcentaje bastante mayor de los rescates, por otro lado, Díaz
otro de los miembros ya estaba cansando, se sentía que estaba arriesgando demasiado y
ganando muy poco, sin embargo, nadie del grupo se animaba a enfrentarse a Arquímedes. Es
importante recordar a la familia de Arquímedes, si bien Alejandro formaba parte directa de los
secuestros ya sea como distracción o abriendo la puerta del garaje para que ingrese el auto
con el rehén, el resto de la familia sencillamente vivía en esa casa. ¿Puede una familia entera
no darse cuenta de que hay un hombre privado de su libertad durmiendo durante 11 días en
una bañera en el primer piso?, la respuesta probablemente sea no y lo que menos podían
ignorar era que su sótano estaba siendo reformado. Arquímedes había contratado albañiles
para que construyeran una habitación secreta detrás de un armario; también es importante
saber que para este momento de la historia, Daniel “Maguilla“ Puccio, ya llevaba unos cuatro
años viviendo en Australia vendiendo productos industriales. Además, para esta época, volvía
a la democracia a nuestro país y eso preocupaba a Arquímedes, ya que estaba cada vez menos
protegido por sus poderosos contactos.

Para junio de 1984 el clan ya tenía otra víctima en la mira, Emilio Naum, otro joven empresario
casado con Alicia Vety, con quien tuvo dos hijas. Naum era sencillamente exitoso, era dueño
de cuatro negocios y creador del perfume Mac Taylor. Puccio ya lo conocía, sabía que
manejaba mucho dinero y siempre lo visitaba para hablar de negocios que no iban a ningún
lado. Un día mientras Emilio se preparaba para salir a trabajar, Puccio, el coronel franco, Díaz y
Laborda se reunían en un bar a tomar un café con medialunas, como si fuesen un grupo de
amigos hablando, pero sucedía todo lo contrario, ese grupo de no tan amigos simplemente
cómplices, se estaban preparando para secuestrar a un hombre juntos, decidieron repasar el
plan una vez más. Arquímedes y Laborda iban a simular estar esperando un colectivo, y cuando
Emilio pase, Arquímedes le iba a hacer señas para que se detenga y los acerque a un lugar,
como Naum y Puccio se conocían con anterioridad Emilio no iba a tener problema en hacerle
el favor. Una vez que parara el auto, ellos iban a subir y a punta de pistola obligarlo a manejar
media cuadra donde iban a estar esperando el coronel y Díaz en otro auto. La idea era meterlo
en el baúl de ese segundo auto, llevarlo a la casa de Arquímedes y repetir el proceso,
negociación, pago y muerte. No más de una hora después, el plan ya estaba en marcha; Naum
sube a su auto y va camino a su trabajo, Arquímedes le hace señas, Emilio frena, Puccio y
Laborda suben y le piden que los llevase a la embajada y Emilio accede. Pero en tan solo un par
de metros, cuando el auto de Emilio se acercó al otro vehículo donde estaban Francos y Díaz,
Puccio dijo las palabras que desataron el caos “te vamos a tener que secuestrar”. Acto seguido,
Laborda, que estaba en el asiento de atrás, intentó agarrar a Emilio. Puccio le puso una soga en
la mano derecha, pero Emilio se resistía cada vez más y tenía mucha fuerza. Díaz y el coronel
se dieron cuenta de que todo se había ido de las manos y bajaron a ayudar, cuatros hombres
intentando contener a uno solo en medio de la calle, a plena luz del día. Todo se comenzó a
descontrolar rápidamente, el clan no esperaba esa reacción de Emilio. Naum pegó un
manotazo, y le pegó una trompada a Laborda y entre tanta confusión se escuchó un disparo,
de repente Naum dejó de moverse, Laborda le había disparado. Laborda, Diaz y Francos
corrieron hacia el auto de Puccio, desesperados ante la inminente llegada de la policía, pero
Arquímedes se tomó todo el tiempo del mundo para limpiar con un trapo todas las posibles
huellas que había dejado en el auto.

El fallido secuestro y asesinato de Naum desestabilizó a la banda, fue literalmente un desastre


para Arquímedes, fue bochornoso y pasó a tener a Laborda en la mira, sin embargo, y para
suerte de ellos la investigación policial no avanzaba en nada. El asesinato fue en medio de la
calle y así todo no se conseguían testigos, se comenzaron a barajar hipótesis de lo más
descabelladas: que era un proxeneta que transportaba droga, o que fue un ajuste de cuentas,
incluso comenzaron a acusar a su propia esposa de haberlo matado. Pero Alicia no se quedó
de brazos cruzados y comenzó a hacer su propia investigación, hasta que se encontró con una
empleada doméstica que le confesó haber visto todo y esa mujer describió toda la situación;
hasta mencionó que uno de los hombres tenía el traje gris mal planchado, ese hombre era
Arquímedes. A los pocos días, Alicia recibió un llamado de Arquímedes, le decía que su marido
le debía 290 mil dólares y ahora le exigía a ella 350 mil o corría riesgo su vida y la de sus hijas.
Arquímedes se negaba a abandonar el fallido secuestro de Naum, lo había organizado y
estudiado durante mucho tiempo como para dejar ir el dinero, pero al contrario de los otros
familiares de las víctimas, Alicia decidió hacer lo contrario de lo que Puccio le ordenó y llamó a
la policía, más específicamente a un juez amigo. El juez la puso en contacto con dos hombres
del departamento de extorsiones y estafas de la policía federal y armaron un plan. Alicia
entregaría el dinero, pero todo el lugar iba a estar repleto de policías de civil; finalmente Alicia
recibió otro llamado con la dirección para comenzar el recorrido de postas. Fue al primer lugar,
pero no encontró nada, se cree que algún miembro de la policía avisó a Puccio sobre la
trampa. A Alicia no le quedó otra opción que irse del país, se fue al otro día junto a sus hijas a
Río de Janeiro, no le avisó prácticamente a nadie de su viaje, pero pasó algo escalofriante. En
su casa quedó a cargo una empleada doméstica y el día que el vuelo salió sonó el teléfono,
cuando la mujer atendió nadie habló, pero del otro lado solamente se escuchaba música
brasilera.
En 1985 “maguilla2 Puccio vuelve a Buenos Aires, después de recibir una carta de Arquímedes
donde lo invitaba a formar parte del negocio familiar. Arquímedes no intentaba ni siquiera
disimular sobre el nuevo trabajo, incluso le envió un artículo de un diario sobre el secuestro de
Manoukian; se refería al negocio como “una industria sin chimeneas y con poca mano de
obra”. Para ese entonces, Arquímedes pensaba que Alejandro no estaba haciendo las cosas
bien y al mismo tiempo le regaló a sus hijas y a Epifanía un viaje a Europa. Maguilla decidió
volver y al día siguiente Arquímedes le regaló una camioneta, y le avisó que ya había un nuevo
trabajo en marcha. La nueva víctima propuesta por Díaz es Nélida Bollini De Prado, una mujer
de 58 años dueña de dos de las concesionarias más grandes de Argentina y de una casa
funeraria. El clan cree que tanto a Nélida como sus hijos hacían negocios con Eduardo
Massera, quien formó parte de la junta militar que gobernó de facto nuestro país. Según ellos,
enterraban a desaparecidos de la dictadura militar como NN a cambio de sus bienes, pero se
demostró que eso no era así, pero para Puccio era la excusa perfecta y así es como el 23 de
julio de 1985 la interceptaron en la calle y la subieron a la nueva camioneta de maguila, le
pusieron una capucha y la llevaron directo hacia “la casa del horror”. Nélida fue la primera
huésped de la nueva celda casera ubicada en el sótano de la casa, una celda que al igual que el
baño, tenía las paredes cubiertas por diarios, sólo había un catre, un ventilador y un fardo con
paja, ya que querían que crea que estaba en el campo. Al sótano se podía entrar desde el
patio, estaba lleno de cosas y herramientas; lo más destacable eran botellas de vino y un
armario grande, armario que al correr dejaba ver la celda, celda donde estaba encadenada
Nélida.

Al día siguiente Arquímedes llama a los hijos de Bollini De Prado y les exigió 5 millones de
dólares y los amenazó con supuestos documentos que probaban que ellos desaparecían gente,
acto seguido cortó. Los hijos de Nélida llamaron sin dudar a la policía, mientras tanto Nélida
estaba hambrienta en la pequeña celda, uno de los secuestradores le preguntó si le gustaba el
arroz con pollo y ella con los ojos vendados dijo que sí, acto seguido él se fue a buscar la
comida. Cuando volvió, le dio el plato y le desató las manos para que coma, cuando Nélida
puso las manos sobre el plato se dio cuenta que les llevaron una pata de pollo pelada y un
grano de arroz, el secuestrador se reía mientras ella lloraba en ese húmedo y oscuro cuarto sin
ventanas. Nélida perdió la noción de los días, no sabía cuántos llevaba secuestrada, ni si era de
día o si era de noche, o hasta dudaba de si estaba viva o si estaba muerta; hacía sus
necesidades en un balde que vaciaban una vez al día y además estaba casi todo el tiempo
drogada con somníferos. Mientras tanto, Arquímedes seguía llamando a los hijos, mientras
ignoraba que los investigadores estaban grabando todas las llamadas, y gracias a eso,
descubrieron que el secuestrador llamaba desde distintos teléfonos públicos del barrio de
Flores. Entonces la policía fue registrando absolutamente todo, más de 15 llamadas y
diferentes cartas que dejaron en paquetes de cigarrillos y después de 32 días logran negociar
un monto, una fecha y un lugar de pago: 250 mil dólares, 23 de agosto de 1985 y frente a la
cancha de Huracán. Llegó el día, y en la combi iban Arquímedes, Laborda y maguila dispuestos
a buscar el dinero. Estacionaron en el lugar indicado, bajaron y automáticamente fueron
rodeados por un grupo de policías que les ordenaban tirarse al piso mientras los apuntaban
con armas. Puccio rápido para la improvisación, comenzó a gritar que su casa estaba llena de
dinamita y que si entraban, todo iba a volar por los aires, mientras tanto en otro allanamiento
detenían al coronel y a Diaz en sus respectivas casas. Al mismo tiempo, un grupo de 45 policías
entraba a la casa de los Puccio, se encontraron con Alejandro y su novia viendo una película, y
los redujeron tanto a ellos como Epifanía y a todas las hijas, bajaron al sótano y encontraron a
Nélida encadenada a la pared. En esos momentos personal de defraudaciones y estafas
proceden a abrir las puertas de la finca perteneciente a la familia. Varios vecinos se acercaban
a la policía preguntando si habían entrado a asaltar a la familia, nadie podía imaginar que,
dentro de la casa de una familia normal de San Isidro, que todos los domingos iban a misa, se
planeaban y se llevaban a cabo esos atroces crímenes. En el sótano encontraron un cuaderno
con un listado de nombres e incluso ya estaban marcados con una cruz el nombre de la
siguiente víctima, un empresario de la pesca, además secuestraron dos ametralladoras, una
carabina con mira telescópica, cuatro walkie talkies, capuchas, una cámara de fotos, un libro
llamado “manual del secuestrador”, una edición del libro nunca más y un documento con la
foto de Arquímedes, pero a nombre de José Enrique Rocca. Ese fue el fin del clan Puccio.

Sus fotos aparecían por todos lados, luego vinieron las idas y vueltas judiciales, y los intentos
por lavarse las manos. Alejandro Puccio dijo que no hizo nada, que lo acusaron los compañeros
de su padre y que lo torturaron para que se haga cargo de algunos crímenes. Sus amigos salían
en todos los medios diciendo que Alejandro era inocente.

Arquímedes dijo que a Nélida la secuestraron porque querían saber dónde tenía enterrados a
los desaparecidos que canjeó por dinero y propiedades, comenzó a decir que lo obligaron a
hacer eso y describió a dos hombres inexistentes, decía que fue apretado por radicales y por
las madres de plaza de mayo.

Maguila, por su lado, también negó absolutamente todo; la esposa de Arquímedes, Epifanía, y
su hija Silvia fueron detenidas. Gustavo Contepomi volvió a aparecer y contó absolutamente
todo y por primera vez vinculaban tanto el asesinato de Naum, como el secuestro de
Manoukian y el de outlet con el clan Puccio. Diaz y Laborda también decidieron confesar todo,
a los pocos días llevaron a las autoridades hacia el descampado donde habían enterrado a
Aulet, previamente habían llevado a Sonia, la perra de la familia, a la casa de Puccio y en cada
lugar donde la perra olía rompían a martillazos. Cuando la llevaron al descampado, identificó
rápidamente dónde estaba enterrado su dueño. El albañil que hizo el pozo declaró que
Arquímedes le dijo que era para tirar basura, pero no le creyeron y también lo detuvieron.
Laborda más adelante declaró arrepentirse de no haber matado a Arquímedes Puccio, más allá
de eso y de su primera confesión, no dijo muchas más cosas. Decía que él tenía su verdad, pero
nunca la dijo ya que sufrió un ACV y perdió el habla, murió en enero de 2020 completamente
solo, custodiado por dos guardias. De Díaz no se sabe absolutamente nada, su última aparición
mediática fue en 2015 y luego se le perdió el rastro por completo, sólo se conocen un par de
fotografías de él. El coronel fue el primero en morir, la primera declaración mediática de
maguila fue que su padre era un tirano y un autoritario, maguila estuvo preso dos años y
medio, y cuando lo liberaron mientras esperaban la fecha del juicio, se escapó y se mantuvo
prófugo. Finalmente, en 2013 la causa prescribió y se presentó en tribunales para exigir la
extinción de su causa, nunca cumplió su condena. Alejandro Puccio fue condenado a cadena
perpetua en 1995 intentó suicidarse cuatro veces, primero tragó hojas de afeitar, pero
sobrevivió, después se cortó las venas, pero lo salvaron, luego intentó ahorcarse con una
sábana, pero se soltó la viga donde se había atado y por último se tiró desde el quinto piso de
tribunales, pero también sobrevivió. Escribió varias cartas de suicidio donde decía “me tocó un
padre que no tuve la opción de elegir, es un autoritario, un loco, pero soy su hijo”. Estuvo en
libertad muy poco tiempo, se casó con una mujer que le escribía cartas en la cárcel y vendió
purificadores y filtros de agua hasta el 2008 cuando finalmente murió a raíz de una neumonía.
Arquímedes también fue condenado a cadena perpetua en 1995 y en la cárcel conoció a Sergio
schoklender y formaron un centro universitario. También se reunía con la garza Sosa, y el
gordo Valor que también tuvo charlas con él, y cuando Puccio estaba encargado de la
biblioteca del penal Valor le pidió un libro de química ya que quería preparar explosivos para
escapar. Hasta Fernando Araujo, el líder de la banda que llevó a cabo el robo del siglo, es decir,
el Robo al banco Río de Acassuso se cruzó con Arquímedes en una celda.

En 2002 Puccio recibió prisión domiciliaria, pero a los pocos años el periodista Facundo Pastor
lo descubrió violando el arresto domiciliario para ir a un quiosco, por lo tanto, lo enviaron a
una cárcel en la Pampa. En una entrevista, Arquímedes aseguró que quería pegarle un tiro en
la nuca a Facundo Pastor por, textualmente, “joderle la vida”. En la cárcel se recibió de
abogado, obtuvo libertad condicional en 2008 y se puso de novio con su primera cliente, una
mujer llamada Graciela, pero lo dejo al poco tiempo, ni siquiera el peluquero del barrio accedía
a cortarle el pelo por asesino. Terminó viviendo en un inquilinato en General Pico, La Pampa,
donde a los 84 años sufre un ACV y muere el 4 de mayo de 2013, completamente solo.

Nunca reconoció sus crímenes, porque insistía en que gente poderosa lo obligó a hacerlo. En
sus últimos días lo cuidaba un pastor amigo, le dejó la orden a él y a otro amigo, de que una
vez muerto sigan mandando mensajes de texto a sus allegados, firmados por él. El cadáver de
Arquímedes estuvo abandonado una semana, la policía llamó a una sobrina de él para que se
encargue del velatorio y posterior entierro, pero se negó. Solo se quedó con las pocas
pertenencias que eran de él, libros, revistas, manuscritos, ropa y un celular. Fue enterrado en
un cementerio de esa localidad en General Pico, en el sector que los sepultureros llaman “el
barrio de los olvidados”, tumbas que son iguales entre sí y se diferencian solamente por el
nombre de las chapas, básicamente una fosa común.

Nadie fue a su entierro, la última vez que llamó por teléfono a su exmujer Epifanía, ella le dijo
que prefería verlo muerto. A los pocos días de ese llamado, le avisaron que su hija Silvia había
muerto de cáncer. Días atrás Arquímedes también había intentado reconciliarse con ella, pero
le dijo que hasta iba a cambiar el número de teléfono así no la molestaba más.

Epifanía estuvo presa 2 años, hoy en día tiene 90 años y se sacó el apellido Puccio, la justicia no
pudo probar su participación en los secuestros. Adriana, la menor de la familia, tenía 15 años
al momento de los hechos, nunca se pudo probar que esté vinculada a los secuestros y no tuvo
condena, hoy en día trabaja en un negocio de venta de lanchas.

Para los familiares de las víctimas era imposible que estas ignoren lo que sucedía en la casa,
incluso acusaban a Epifanía de cocinarle a las víctimas. Se sostiene que por la disposición de la
casa era imposible que alguien que viva ahí pueda ignorar lo que ocurría, ya sea en el baño o
en el sótano.

De Guillermo Puccio no se sabe absolutamente nada, se fue a Australia ni bien sospechó que
su padre y su hermano estaban en algo raro y nunca volvió. Maguila es el único miembro
estable del clan que continúa con vida; el 16 de septiembre de 2019 lo capturaron en Brasil por
usar documentación falsa, pero lo liberaron a las dos semanas ya que no había ningún pedido
de captura de interpol contra él, lo que se sabe es que volvió a Argentina y que vive con
Epifanía.

Sobre este caso se hizo una serie llamada “Historias de un clan” y una película “El Clan”, ambas
estrenadas en 2015. La película “El clan” fue dirigida por Pablo Trapero, y protagonizada por
Guillermo Francella. También se publicó un libro, en 2015, llamado “El clan Puccio, la historia
definitiva”.

Nunca se dio a conocer el listado completo de futuras víctimas, se desconoce cuáles eran los
planes futuros del clan, pero teniendo en cuenta las reformas en el sótano se cree que
pensaban continuar con los secuestros por un buen tiempo más. La historia de los Puccio es
una historia más que refleja una oscura época de nuestro país, época que por suerte dejamos
atrás y esperamos que nunca vuelva a ocurrir, un caso que hasta el día de hoy continúa
generando interés y morbo en la gente, quizás porque más allá del psicópata de Arquímedes
hay toda una familia que de alguna manera fue cómplice.

Alejandro y Arquímedes dieron muchas entrevistas declarándose inocentes.

Entrevista a Alejandro Puccio en hora calve:

Alejandro: yo escribí dos cartas más o menos me acuerdo, una dice perdóneme por aflojar no
quiero ser un punching ball pelotudo por cosas que jamás participe, perdóneme por aflojar voy
a estar junto a dios y bueno me tiré de un quinto piso.

Entrevistador: Cuando vive en una casa se supone que uno se da cuenta de ciertos matices.

Alejandro: Esta bien lo que usted dice, pero qué pasa, que ya no convivía con mis padres o sea
si bien era parte de la familia, pero venía a la noche yo hacía mi vida yo prácticamente a veces
que no nos veíamos, estoy hablando de mis hermanos también y bueno, y el hacía en su vida
de la noche a la mañana salía y jamás hubiese pensado una atrocidad semejante. Que ya si
hubiese pasado como el hecho de ver salir a una mujer del sótano de casa, porque sé lo que yo
vi eso yo vi salir a una mujer del sótano mi casa y ahí me entere.

Arquímedes Puccio:

"Éramos una familia muy normal. Estábamos todos unidos. La familia unida, como me
enseñaron mis padres. Nadie nos vio haciendo nada malo. Pero por respeto a mi ex esposa y a
mis hijos no voy a decir una palabra de ellos. Es mi manera de protegerlos. Con tantas
mentiras, nos han destruido. Son todos unos cagones de mierda".

"¡Están en pedo! Mi familia era normal. La hicieron mierda esos hijos de puta. Deberían
ponerse de pie al oír mi nombre. Manga de brutos desagradecidos. Soy Arquímedes Rafael
Puccio, les digo. Y muchos se caen de culo. Se caen de culo. Y yo me cago de risa. Me les cago
de risa

en la cara".
"Nadie escapa a su destino y yo lo pude contar y muchos han quedado en el camino y a mí no
me ha pasado, esto, entiendo, es porque el Señor me ha protegido. Tengo un ángel de la
guarda".

Conclusión:

A modo de conclusión, el presente trabajo nos ha servido para conocer cómo funcionan los
mecanismos de investigación histórica. Este trabajo, basado en la historia del Clan Puccio, a su
vez, nos permitió tener una visión sobre como un clan con ideas maliciosas puede perpetuar
una enorme cantidad de atrocidades, las cuales han dejado huellas profundas en la sociedad
argentina. Esta investigación también deja al desnudo las falencias tanto del sistema de
seguridad, como de la sociedad misma, puesto que los mismos, sabiendo lo que estaba
ocurriendo en esa casa, muy pocos se atrevieron a hablar.

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