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Hoy vamos a hablar de cómo culmina el sistema losó co de Baruch Spinoza, explicando la ética

y la política.

Veremos qué signi ca para Spinoza, dentro de un sistema totalmente determinado por las leyes
de la naturaleza, la nalidad de alcanzar la libertad y felicidad humanas. Qué quiere decir libertad,
cuando por de nición el hombre, no es libre, ya que está inmerso en una cadena de causas y
efectos, y qué puede ser felicidad dentro de esto.

En primer lugar, hay que comenzar situando al hombre dentro de ese sistema metafísico
determinista. Spinoza considera que la naturaleza es como es y en ella no existen nociones de
bien y mal, pero el hombre sí las tiene ¿cómo es posible? Iremos siguiendo las deducciones y
razonamientos de Spinoza, hasta llegar a su conexión con la política.

Dios o la Naturaleza (natura naturans) tiene dos propiedades principales o atributos: pensamiento
y extensión. De ellos derivan in nitas propiedades secundarias o modos (natura naturata)

Veamos.

La Naturaleza existe como sustancia y esto lo ha demostrado, como vimos en el episodio


anterior, de manera a priori, a partir del concepto y existencia de la sustancia como causa de sí
misma. El punto de partida para demostrar el atributo pensamiento es:

“En Dios o la Naturaleza se da necesariamente la idea, tanto de su esencia como de todas las
cosas que se siguen necesariamente de esa misma idea (…) La idea de Dios o la Naturaleza, de
la que se siguen in nitas cosas, en in nitos modos, sólo puede ser única (…) Dios o la Naturaleza
se entiende a sí mismo.” (Ética II)

Así, el pensamiento es un atributo de Dios o la Naturaleza y puede conocerlo todo. ¿Qué


conoce? A todo lo nito y, los seres nitos están formados por cuerpos extensos.

Dice Spinoza:

“El orden y conexión de las ideas es el mismo que el orden y conexión de las cosas” (Ética II)

A este razonamiento de Spinoza se le llama paralelismo entre pensamiento y extensión.

Analicemos:

Es un paralelismo ontológico, porque se re ere a los seres nitos. Es un paralelismo etiológico


porque se re ere a las causas necesarias y, también lo es epistemológico, porque se conocen las
ideas y los objetos a los que representan. Es decir, los atributos y modos son una serie de causas
independientes entre sí, pero que se derivan de aquellos. Puesto que los dos atributos, aunque
distintos entre sí, son una y la misma sustancia, todos sus modos son una y la misma cosa, una
serie total, que es la natura naturata. Todas las series son producidas por la causalidad necesaria.
Por esto hay un paralelismo entre pensamiento y extensión. Todas las series se de nen
re riéndonos siempre a su esencia, que es el pensamiento y, existen, en términos aristotélicos, en
“acto".

El hombre, dentro de todas las series, es un modo de Dios o la naturaleza y, por eso, tiene los
dos atributos, pero ¿por qué su posición en estas series le permite una re exión ética de la que
no son capaces otros seres nitos?

Hay un concepto fundamental dentro de lo que Spinoza entiende por Naturaleza o Dios, que tiene
la máxima relevancia para explicar totalmente lo que es el hombre como parte de esa naturaleza
y, por qué el hombre tiene una re exión ética, donde utiliza los conceptos de bueno y malo.

Este concepto es que Dios o la Naturaleza es potencia.

“La potencia de Dios o la Naturaleza es su misma esencia.” Dice en la Ética I, proposición 34.

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A esto lo llamó “essentia actuosa”. Cuanto más puede, cuanto incrementa su propia realidad, la
naturaleza es más perfecta. La Naturaleza es lo que es, sin nalidad, es un esfuerzo constante y
activo para perseverar en su ser e incrementarlo. A este esfuerzo lo llamó “conatus”, concepto
que implica fuerza, poder, en cierta medida semejante a la noción de physis de Aristóteles.

Todos los seres, según Spinoza, se de nen por su conatus. En el hombre, el conatus es el deseo,
la tendencia a perseverar en su ser.

“ Este conato, cuando se re ere sólo al alma se llama voluntad; pero cuando se re ere a la vez al
alma y al cuerpo, se llama apetito. Este no es, pues, otra cosa que la misma esencia del hombre,
de cuya naturaleza se siguen necesariamente aquellas cosas que contribuyen a su conservación
y que el hombre está, por tanto, determinado a realizar. Por lo demás, entre apetito y deseo no
hay ninguna diferencia, excepto que el deseo suele atribuirse a los hombres en cuanto que son
conscientes de su apetito; y por eso puede de nirse así: el deseo es el apetito con la conciencia
del mismo.” (Ética III)

El deseo en el hombre es el que genera las emociones y los sentimientos, los afectos. Este
conatus, como ley suprema de la Naturaleza, es el que hace que el cuerpo intente mantener su
equilibrio, y también el de el alma. Cuando esa tendencia a perseverar en su ser e incrementarlo,
se cumple, el hombre experimenta alegría; si disminuye, tristeza. De aquí surgen todas las demás
emociones y sentimientos: esperanza, temor, desesperación, valentía, miedo, etc. Pueden darse
in nitos afectos, que varían en cada persona.

Pero ahora debemos detenernos, porque Spinoza llama alegría a: “una pasión por la que el alma
pasa a una mayor perfección.” Tristeza es lo contrario. ¿Por qué pasión? Porque realmente lo que
incrementa nuestra perfección no lo hemos hecho nosotros, nosotros no somos su causa real. Lo
que incrementa nuestra perfección es algo que estamos imaginando, que procede de los
sentidos. No es un conocimiento cierto, es confuso. La alegría pasa a ser efecto de nuestra
actividad, de que seamos nosotros realmente su causa y, así deja de ser pasión para ser acción
(conatus, esfuerzo, essentia actuante) cuando es fruto del entendimiento, de la razón, cuando
estamos ciertos y tenemos un conocimiento adecuado de nuestro afecto. Actuar así, para
Spinoza, es inseparable, de entender de manera adecuada. Depende sólo de la razón.

Así pues, esta distinción entre pasión y acción, le permite a Spinoza, llegar a la ética. Ahora sí
podemos cali car a algo como bueno o malo, para nosotros, claro. Ya que la Naturaleza en sí es
como es y no tiene moral. Pero para el hombre, bueno es aquello que es útil para incrementar
nuestro ser y, esto es aquello que la razón sabe con certeza que es útil. Así la razón es la que nos
dice cuales son los deseos éticamente adecuados.

“Las acciones del alma brotan sólo de las ideas adecuadas; las pasiones dependen sólo de las
inadecuadas.” (Ética III, Proposición 3)

“Quien imagina que se destruye lo que ama, se entristecerá, pero si imagina que se conserva, se
alegrará.” (Ética III, Proposición 19)

“Si imaginamos que alguien afecta de alegría a la cosa que amamos, seremos afectados de amor
hacia él. Si, por contra, imaginamos que le afecta la tristeza, seremos afectados de odio contra
él.” (Etica III, Proposiciones 22)

En estas proposiciones Spinoza habla de las pasiones que derivan de la alegría, pero referidas a
la imaginación que es confusa. Es a partir de la proposición 58 donde habla de esa otra clase de
alegría, la que se re ere a que seamos nosotros la causa de nuestras acciones y, ya no es pasión,
porque es la causa directa del actuar.

“Además de aquella alegría y aquel deseo que son pasiones, hay otros afectos de alegría y de
deseo que se re eren a nosotros en cuanto obramos.” Dice en esta proposición.

Las primeras manifestaciones de esta alegría son la fortaleza y la generosidad. Así, actuar es
inseparable de entender y fortaleza y generosidad dependen sólo del “dictamen de la razón”,
dice.

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Ahora ya sí podemos decir que adecuado para Spinoza es aquello que sabemos con certeza que
es útil para nosotros, porque aumenta nuestra perfección.

Por eso, el conocimiento máximo es el que produce la máxima alegría, ya que es el conocimiento
de la verdad.

Según Spinoza, los hombres debemos dominar nuestras pasiones:

“El hombre que se somete a sus emociones no tiene poder sobre sí mismo, sino que está en
manos de la fortuna, en tal medida que muchas veces es obligado, aunque pueda ver lo que es
mejor para él, a seguir lo que es peor.” (Etica IV, Prólogo)

Sólo quien decide seguir a la razón, será virtuoso y, esta es la máxima felicidad del hombre, a lo
que llamaría ser libre, porque se libraría de las pasiones.

“Obrar absolutamente de acuerdo con la virtud no es otra cosa que obrar bajo la guía de la razón,
vivir y conservar el propio ser sobre la base de lo que es útil a nosotros mismos.” (Ética IV)

Y la máxima felicidad es el máximo conocimiento, el conocimiento total, la intuición de todo el


sistema. Esto es el “amor intelectual a Dios o la Naturaleza” (Ética IV)

Aquí, sin embargo, hemos de decir que se abre uno de los puntos más discutidos de la losofía
de Spinoza. El sistema es “amoral” en el sentido de que no es ni bueno ni malo, sólo es. La moral
humana sólo es posible, precisamente porque no somos libres.

“Si naciéramos libres, no formaríamos, en tanto que siguiésemos siendo libres, concepto alguno
del bien y del mal.” (Etica IV, Proposición 68)

¿Qué signi ca esto? La cuestión ha sido objeto de diversas interpretaciones. Spinoza habla de
adecuado e inadecuado, cuando se re ere al conocimiento. El conocimiento adecuado es el
verdadero. La razón es lo que nos lleva al conocimiento verdadero o adecuado. Pero, si sólo
existiese en nosotros la razón, es decir, si fuéramos realmente libres, no habría bueno o malo,
sólo lo adecuado. No conoceríamos nada inadecuado o malo, y por lo tanto no tendríamos esa
noción. Hablar de bueno o malo, se deriva de nuestra posición en el sistema, la determinación
que hace que no sólo seamos razón, y tengamos pasiones. Pero a la vez, y esto es lo
verdaderamente curioso. Sólo gracias a esas pasiones y sentimientos, el conocimiento adecuado
nos produce alegría y el inadecuado tristeza. La felicidad humana es posible parece, gracias a la
imposibilidad de auténtica libertad, que nos haría desconocer la tristeza.

La ética sólo puede concluir en la política.

Puesto que todos los hombres por la ley necesaria de la Naturaleza, la potencia, tienen conatus,
todos los hombres tienen el derecho natural de conservarse y perfeccionarse. En un estado de
naturaleza sin sociedad civil ni Estado, los hombres seguirían la ley del más fuerte. Los hombres,
piensa Spinoza, están muy expuestos a “ la envidia, al odio, a la ira, y por eso son naturalmente
enemigos.” Dice en el Tratado Político. En este estado de naturaleza, los hombres consideran que
es bueno y justo aquello que les permite conservarse.

El hombre tiene que usar la razón para poder controlar sus pasiones y, para poder vivir con
seguridad, los hombres se necesitan los unos a los otros. Hay así que construir un Estado civil,
basado en un acuerdo de tipo racional.

“Sin la ayuda mutua los hombres apenas pueden soportar la vida y cultivar la mente.” (Tratado
Político)

El acuerdo es, por tanto, necesario y, realmente se basa en el propio derecho natural.

El pacto social debe basarse en la utilidad y en la razón. En este pacto los individuos entregan
sus derechos a un poder soberano. Pero, contrariamente a lo que pensaba Hobbes, en Spinoza
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la búsqueda de la racionalidad se traduce en el respeto a la libertad individual y, en una defensa
de la democracia.

En el Estado civil es la razón la que debe regir. El Estado más libre será el que se rija siempre por
la razón y, por esto, considera que la democracia es el gobierno más próximo a la libertad
racional y de perfeccionamiento determinada por la ley de la naturaleza.

“ En una democracia las órdenes irracionales son menos de temer que en cualquier otra forma de
constitución, porque es casi imposible que la mayoría de un pueblo convenga en un designio
irracional. Y, además, la base y nalidad de una democracia es evitar los efectos irracionales y
poner a los hombres, en la mayor medida posible, bajo el control de la razón, de modo que
puedan vivir en paz y armonía.” (Tratado Teológico-Político)

El año 1656, año de su excomunión, y en el que abandonó la sinagoga en Amsterdam, Spinoza


tenía ya claras las bases metafísicas de su sistema. Ya estaba razonando sus implicaciones
éticas y políticas en algunos de sus escritos.

Para él, el determinismo no es obstáculo para la práctica de la vida auténticamente virtuosa.

“Esta doctrina contribuye a la vida social, en cuanto que enseña a no odiar a nadie, ni despreciar,
ni burlarse, ni irritarse, ni envidiar a nadie; a que cada uno se contente con lo suyo y auxilie al
prójimo, no por una misericordia mujeril, parcialidad o superstición, sino por la sola guía de la
razón.

Finalmente, esta doctrina ayuda también no poco a la sociedad común, en cuanto que enseña de
qué forma deben ser gobernados y dirigidos los ciudadanos, a saber, no para que presten un
servicio, sino para que hagan libremente lo que es mejor.” (Ética II)

La expulsión de Spinoza de su comunidad, y su heterodoxia religiosa, condenó a su losofía a


quedar en los márgenes de las líneas principales de pensamiento losó co europeo. Es cierto
que se escribió con Leibniz, pero se trata de un semiolvidado.

Sin embargo, la coherencia de su sistema, la justi cación de su propia versión del estoicismo que
obtiene como resultado, y su versión del concepto de conatus, harán que resurja con el paso de
los siglos y que in uya en lósofos muy diferentes.

El primero fue Hegel, quien consideró del todo correcto el encadenamiento de causas y efectos
propuesto por Spinoza. Tan sólo le faltaba considerar esta cadena como progreso dialéctico.

Pero luego, fue Nietzsche, quien recoge no sólo los elementos estoicos y la posibilidad de una
cierta libertad dentro del determinismo, sino el concepto de conatus. El conatus de Spinoza es
una energía vital, es la voluntad de poder, es el vitalismo en Bergson, y también el movimiento en
Deleuze. Así Spinoza, acaba estando detrás incluso de las tesis de Nick Land. La Naturaleza no
es buena o mala, simplemente es.

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