Está en la página 1de 42

4

Los trastornos de personalidad. El DSM-5


Juliana Stover

En los últimos años el debate en torno a las definiciones y clasificaciones


de los trastornos de personalidad (en adelante, TP) ha constituido un tema
central entre los profesionales de la salud mental. Dos grandes nosologías
se encuentran vigentes: la Clasificación Internacional de las Enfermedades, en su
décima versión (CIE-10), desarrollada por la Organización Mundial de la
Salud (1995), y el Manual de Estadística y Diagnóstico, actualmente en su
quinta versión (DSM-5) elaborado por la American Psychiatric Association
(2013). Se ha planteado, especialmente en torno al DSM-5, una coyuntura
que seguramente representará un hito en las clasificaciones de los TP: en su
sección II se mantiene la nosología oficial categorial -según la cual los
trastornos son síndromes clínicos cualitativamente diferentes-, y en la
sección III se plantea una propuesta mixta que incorpora características de
los modelos dimensionales (de acuerdo a la cual los trastornos representan
variantes desadaptativas de rasgos de personalidad normal). La intención
de añadir esta última clasificación reside en fomentar investigaciones para
producir un viraje hacia ella en futuras ediciones del manual. Todo ello ha
resultado en una polémica instaurada con antelación a la publicación de la
quinta versión del DSM, y continúa tras ella. Por todo ello, los TP se han
establecido como uno de los temas de la psicopatología contemporánea de
mayor debate e intercambio científico para los próximos años (Krueger,
2013).
En el presente capítulo abordaremos esta temática comenzando por las
definiciones y criterios diagnósticos de TP expuestos en las nosologías de
mayor uso (CIE-10 y DSM-5), así como con los tipos de TP en aquellas,
descritos según la clasificación categorial. Posteriormente realizaremos una
revisión de las críticas a dichos modelos para luego abocarnos al modelo
formulado en la sección III del DSM-5.
66 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.)

Definiciones y criterios diagnósticos generales

Al ocuparnos de los TP resulta inevitable que el lector se plantee qué se


entiende por personalidad y que, tras ello, nos ocupemos de sus trastornos.
Si bien este constructo constituye una extensa área de la Psicología,
podemos situar dos posiciones al respecto (Pelechano, De Miguel y
Hernández, 1995). La primera postura entiende la personalidad como
formaciones psicológicas integradas, con niveles de organización y
jerarquización. Se trata de una sección del funcionamiento personal
consolidada, y por ende, resistente al cambio, que posee una generalidad y
coherencia de respuestas en diferentes tiempos y contextos (lo que excluye
entonces cualquier reacción situacional). El segundo enfoque entiende que
la personalidad es todo aquello que identifica a cada individuo a lo largo de
su vida, implicando ello la reactividad situacional y el estilo de vida, las
motivaciones y creencias y concepciones sobre el mundo. Todas las
nosologías que trataremos en este capítulo se ubican en la primera línea de
definiciones, es decir, enfatizan los aspectos duraderos y estables en el
sujeto, y no se ocupan de las reacciones ante situaciones específicas.
Comenzando por las' definiciones expuestas en el DSM, desde la
aparición de los TP en la tercera edición (APA, 1980) no se observan
importantes cambios en las sucesivas versiones (APA, 1987, 1994, 2000). Es
así como en la sección II del DSM-5 se define un TP como un patrón
duradero de experiencia interna y comportamiento que se desvía
marcadamente de las expectativas de la cultura a la que el sujeto pertenece,
resultando generalizado e inflexible. El mismo tiene su inicio en la
adolescencia o adultez temprana, resulta estable en el tiempo y lleva a
malestar o disfunción (APA, 2013). En consonancia con esta definición, para
diagnosticar un trastorno de la personalidad deben examinarse seis
aspectos. En primer lugar, el criterio A postula que debe presentarse un
patrón duradero de experiencia interna y comportamiento -es decir, modos
estables de percibir y de relacionarse con el ambiente y con uno mismo- que
se desvía marcadamente de las expectativas de la cultura del sujeto. En este punto
debemos considerar que al emitir juicios sobre el funcionamiento de la
personalidad deben tenerse en cuenta la etnia y la cultura de los individuos,
así como los antecedentes sociales. Los trastornos no deben confundirse con
problemas asociados a la aculturación debidos a la inmigración o
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 67

a la expresión de hábitos, costumbres, o valores religiosos o políticos


profesados por el grupo de origen del individuo. A su vez, este patrón debe
manifestarse en dos o más de las áreas, tales como cognición, afectividad,
funcionamiento interpersonal y control de los impulsos.
En el criterio B se afirma que ese patrón debe ser inflexible y generalizado
a lo largo de un amplio rango de situaciones sociales y personales.
El criterio C postula que esto lleva a un malestar clínicamente significativo
o a una disfunción en las áreas social, ocupacional o en otras áreas importantes del
funcionamiento personal. Estos criterios implican que aquellas características
de personalidad que pueden presentarse en cualquier individuo -como por
ejemplo, ser ordenado y organizado- se transforman en inflexibles y, por
ende, se vuelven desadaptativas, causando disfunciones significativas en el
quehacer cotidiano o angustia subjetiva (tal es el caso de un individuo al cual
su preocupación por el orden le demanda un tiempo excesivamente superior
al que objetivamente requiere una actividad dada).
El criterio D propone que el patrón sea estable y de larga duración,
empezando en la adolescencia o adultez temprana. De acuerdo con ello, el
diagnóstico de desorden de personalidad requiere una evaluación de los
patrones de funcionamiento en el tiempo, y las características particulares
de personalidad deben ser evidentes ya en la adultez temprana. Esos rasgos
también deben distinguirse de las características que surgen en respuesta a
situaciones específicas estresantes y de otros estados mentales transitorios.
Así, para arribar a un diagnóstico (los clínicos deben establecer la estabilidad
de los rasgos en el tiempo y a lo largo de diferentes situaciones. Aunque, por
definición, un TP requiere un inicio no anterior a la adultez joven, los
individuos pueden no llamar la atención clínica hasta más tarde en sus vidas.
Un trastorno puede exacerbarse a continuación de una pérdida de una
persona que sea un apoyo significativo para el sujeto (por ejemplo, un/a
esposo/a), o de situaciones sociales desestabilizadoras (por ejemplo,
pérdida del trabajo). También cabe mencionar que las categorías de los
diagnósticos de la personalidad pueden aplicarse a niños o adolescentes en
circunstancias en las cuales los rasgos de personalidad desadaptativa sean
generalizados, persistentes y no se limiten a una etapa particular del
desarrollo o a otro trastorno mental. Es importante notar que estos rasgos no
se continúan necesariamente en la adultez. Para diagnosticar un trastorno de
personalidad en un individuo menor de 18 años los síntomas deben eslai
presentes al menos durante un año. La única excepción es td TP imllsiK tal,
que no se puede diagnosticar antes de los 18.
(¡li Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.)

Pasando ahora a evaluar cuestiones de diagnóstico diferencial, según


el criterio E, las características antes mencionadas no se explican mejor como
una manifestación o consecuencia de otros trastornos mentales, y de acuerdo con
el criterio F, no resulta atribuible a efectos fisiológicos de una sustancia u otra
condición médica. Los autores del DSM resaltan que muchos de los criterios
para diagnosticar un TP describen características que también están
presentes en otros desórdenes mentales (por ejemplo, dependencia,
insensibilidad). Por ello, un TP solo debe ser diagnosticado cuando esas
características aparecen antes de la adultez joven y se constituyen como
atributos estables en el funcionamiento del individuo, no apareciendo
únicamente durante un episodio correspondiente a otro trastorno mental
(APA, 2013).
Por su parte, la CIE-10 describe los TP como perturbaciones graves en
la constitución caracterológica y en los patrones de comportamiento que
son la expresión del estilo de vida característico de un individuo y del modo
de relacionarse consigo mismo y con los demás, manifestándose como
respuestas inflexibles. Por lo general involucra varias áreas de la
personalidad, y casi siempre se observa asociado a un trastorno
considerable, personal y social. Estos aspectos pueden surgir
tempranamente en el curso del desarrollo individual, como resultado tanto
de factores constitucionales cuanto de la experiencia social, mientras que
otros se adquieren más tarde en el ciclo vital (OMS, 1995).
Para diagnosticar un TP, según la CIE-10 también deben tenerse en
cuenta seis indicadores. En primer término, según el criterio A deben
presentarse actitudes y comportamientos marcadamente faltos de armonía, que
afectan por lo general a varios aspectos de la personalidad, por ejemplo, la
afectividad, la excitabilidad, el control de los impulsos, las formas de
percibir y de pensar y el estilo de relacionarse con los demás (y ello
representa desviaciones extremas o significativas respecto del individuo
promedio en una cultura determinada). De acuerdo con el criterio B, el
patrón de comportamiento anormal debe ser duradero, de larga data, y no
limitarse a episodios de enfermedad mental. Es decir, los trastornos de
personalidad se diferencian de un cambio de personalidad en su modo de
su aparición: son condiciones de desarrollo que aparecen en la infancia o la
adolescencia y continúan en la edad adulta. No resultan secundarias a otro
trastorno mental o enfermedad neurológica, aunque pueden preceder y
coexistir con otros trastornos. El criterio C afirma que dicho patrón debe ser
generalizado y claramente desadaptativo para una amplia gama de situaciones
personales y sociales. En relación con su comienzo, el criterio D
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 69

propone que las manifestaciones anteriores aparecen siempre durante la


infancia o adolescencia y continúan en la edad adulta (por lo tanto, resulta poco
probable que el diagnóstico sea apropiado antes de los 16 o 17 años). Y
discurriendo sobre las consecuencias de este patrón en la vida del individuo,
el trastorno conduce a una considerable angustia personal, pero solo puede
manifestarse al final del curso del trastorno (criterio E) y resulta,
generalmente, pero no invariablemente, asociado a significativos problemas en
el desempeño laboral y social (criterio F).
En la Tabla 1 exponemos los criterios diagnósticos mencionados
ordenados según su similitud (por ejemplo, el criterio B del DSM-5 resulta
equivalente al criterio C de la CIE-10).

TABLA 1. Criterios diagnósticos de trastorno de personalidad.

DSM-5 (APA, 2013) CIE-10 (OMS, 1995)


A. Patrón duradero de experiencia A. Actitudes y comportamientos
interna y comportamiento que se marcadamente faltos de armonía, que
desvía marcadamente de las afectan por lo general varios aspectos
expectativas de la cultura del de la personalidad, por ejemplo, la
sujeto, en dos o más de las áreas de: afectividad, la excitabilidad, el control
cognición, afectividad, de los impulsos, las formas de percibir
funcionamiento interpersonal y y de pensar y el estilo de relacionarse
control de los impulsos. con los demás.
B. El patrón resulta inflexible y C. El patrón de comportamiento
generalizado a lo largo de un
anormal es generalizado y claramente
amplio rango de situaciones
desadaptativo para una amplia gama
sociales y personales.
de situaciones personales y sociales.
C. Malestar clínicamente E. El trastorno conduce a una
significativo o disfunción en las considerable angustia personal, pero
áreas social, ocupacional o en otras solo este puede ser manifiesto al final
áreas importantes del del curso del trastorno.
funcionamiento. F. El trastorno está generalmente, pero
no invariablemente, asociado a
significativos problemas en el
desempeño laboral y social.
D. Las manifestaciones anteriores
D. El patrón es estable y de larga
aparecen siempre durante la infancia o
duración, empezando en la
adolescencia y continúan en la edad
adolescencia o adultez temprana.
adulta.
B. El patrón de comportamiento
F. No resulta atribuidle a efectos
anormal es duradero, de larga data, y
fisiológicos de una sustancia o a
no limitado a los episodios de
otra condición módica.
enfermedad mental.
70 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.)

En resumen, tal como podemos apreciar en la Tabla 1, los criterios


diagnósticos poseen puntos en común: ambos enfatizan que los
comportamientos, actitudes y experiencias internas se manifiestan en
diferentes áreas, resultando generalizados y llevando a un malestar o
disfunción. A su vez, estas características datan de la infancia o
adolescencia, volviéndose más estables en la adultez.
Concluidos los señalamientos respecto de las definiciones y criterios
diagnósticos principales, en la siguiente sección reseñaremos los cambios
en las clasificaciones categoriales, focalizando en las sucesivas versiones del
DSM. Posteriormente, compararemos las nomenclaturas del DSM-5 y la
C1E-10, para finalizar refiriendo los criterios diagnósticos principales de
ambos sistemas.

Clasificaciones de los trastornos de personalidad


El comienzo de las nosologías de los TP se ubica en 1980 con la
publicación de la tercera edición del DSM (APA, 1980). En ella se incluyeron
once trastornos: paranoide, esquizoide, esquizotípico, antisocial, límite,
histriónico, narcisista, evitativo, dependiente, obsesivo, pasivo-agresivo, y
una categoría que agrupaba los casos que no se correspondían exactamente
con ninguno de los anteriores, llamados atípicos, mixtos y otros trastornos.
Las modificaciones que se sucedieron en los años posteriores resultaron
menores. En la revisión de la tercera edición efectuada en 1987, que dio
lugar al DSM-I1I-R, variaron solo dos nomenclaturas: por un lado, el
trastorno compulsivo pasó a llamarse obsesivo-compulsivo, y en segundo
lugar, los trastornos atípicos, mixtos y otros trastornos se denominaron no
especificados. En el apéndice de esa edición se sugirieron dos nuevos
trastornos -sádico y autodestructivo- sobre los que se estipulaba su posible
inclusión entre los once trastornos si los resultados de investigaciones
aportaban evidencia concluyente sobre ellos (APA, 1987). A pesar de
aquellas propuestas, en la versión IV no se incluyeron los TP sádico y
autodestructivo, que tampoco volvieron a incluirse en el apéndice. A la vez,
el TP pasivo-agresivo se trasladó al apéndice, donde también se añadió el
trastorno depresivo (APA, 1994). En el DSM-IV-R no se efectuaron
modificaciones (APA, 2000).
Finalmente, en la actual edición, DSM-5, solo se introdujeron dos
cambios. En primer término, los TP se ubicaron junto con el resto de las
clasificaciones debido a que se eliminó el diagnóstico multiaxial,
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 71

por lo que dejaron de situarse en el eje II. En segundo lugar, en el apéndice


no se incluyeron recomendaciones dado que en la sección III se dedicó un
extenso capítulo a un modelo alternativo, predominantemente dimensional,
que detallaremos en los apartados siguientes.
Un resumen de lo reseñado puede consultarse en la Tabla 2. En
tipografía cursiva se remarcan aquellos aspectos que sufrieron cambios.

TABLA 2. Clasificaciones de los trastornos de personalidad en las versiones del DSM.

Versión III III-R IV IV-TR DSM-5


Año 1980 1987 1994 2000 2013
Eje 11 II II Sin ejes
Trastorno Paranoide Paranoide Paranoide Paranoide

Esquizoide Esquizoide Esquizoide Esquizoide


Esquizotípico Esquizotípico Esquizotípico Esquizotípico
Antisocial Antisocial Antisocial Antisocial
Límite Límite Límite Límite
Histriónico Histriónico Histriónico Histriónico

Narcisista Narcisista Narcisista Narcisista


Evitativo Evitativo Evitativo Evitativo

Dependiente Dependiente Dependiente Dependiente


Compulsivo Obsesivo- Obsesivo- Obsesivo-
compulsivo compulsivo compulsivo
Pasivo- Pasivo- ~ -
agresivo agresivo
Atípico No No No
Mixto especificado especificado especificado
Otros
trastornos
Apéndice - Sádico Depresivo -
Autodestructiv Pasivo-
o agresivo
(Negativista)
72 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.)

Centrándonos ahora en la clasificación en vigencia, en la sección II del


DSM-5 se describen diez TP: paranoide, esquizoide, esquizotípico,
antisocial, límite, histriónico, narcisista, evitativo, dependiente, obsesivo-
compulsivo. Estos trastornos se agrupan en tres clusters en función de
similitudes descriptivas, a excepción de los debidos a condición médica y
los no especificados que no se ubican en ningún cluster. La clasificación no
ha sido validada, pero en el Manual se la utiliza con fines didácticos y para
servir de guía a investigadores (APA, 2013). En el Cluster A se reúnen los
trastornos paranoide, esquizoide y esquizotípico, dado que en ellos los
individuos presentan una apariencia extraña o excéntrica. En el Cluster B se
sitúan los trastornos antisocial, límite, histriónico y narcisista, en los que los
sujetos se muestran dramáticos, emocionales y erráticos. Por último, en el
Cluster C se ubican los individuos de apariencia ansiosa y temerosa,
descritos en los trastornos evitativo, dependiente y obsesivo-compulsivo
(véase Tabla 3).

TABLA 3. DSM-5. Trastornos de personalidad por cluster.

Cluster A B C
Características Los individuos Los sujetos Individuos que
parecen raros o parecen se muestran
excéntricos dramáticos, ansiosos o
emocionales y temerosos
erráticos
Trastornos Paranoide Antisocial Evitativo
Esquizoide Limítrofe Dependiente
Esquizotípico Histriónico Obsesivo-com
Narcisista pulsivo

Los diez TP del DSM-5 guardan gran similitud con los nueve TP
propuestos en la CIE-10. En la Tabla 4 podemos comparar las
nomenclaturas de ambas clasificaciones observando que:
• Los trastornos paranoide, esquizoide, histriónico y dependiente
presentan los mismos términos de denominación en ambas
nosologías.
• Tres poseen diferentes denominaciones: los trastornos antisocial,
obsesivo-compulsivo y evitativo en la CIE-10 se denominan disocial,
anancástico y ansioso, respectivamente.
• El trastorno límite constituye en la CIE-10 un subtipo del trastorno
de inestabilidad emocional de la personalidad.
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 73

• El trastorno narcisista se incluye en otros trastornos específicos de la


personalidad.
• El trastorno esquizotípico se encuentra ausente.

TABLA 4. Trastornos de la personalidad. Equivalencias de nomenclaturas.

DSM-5 CIE-10
Paranoide Paranoide
Esquizoide Esquizoide
Esquizotípico (Ausente)
Antisocial Disocial
Inestabilidad emocional de la personalidad de
Límite tipo límite
Histriónico Histriónico
Narcisista Otros trastornos específicos de la personalidad
Evitativo Ansioso
Dependiente Dependiente
Obsesivo-compulsivo Anancástico

Pasando a considerar los criterios diagnósticos para cada TP, en las


tablas 5, 6 y 7 los caracterizamos organizándolos según los clusters del tDSM-
5. En cada tabla mencionamos la sintomatología principal según DSM-5 y
CIE-10. Antes de que el lector comience a examinarlas, debemos remarcar
tres cuestiones para evitar un inadecuado uso de la información. En primer
lugar, nuestro lector debe tener presente que solamente se consignan las
características centrales, motivo por el cual debe remitirse a los
correspondientes manuales para su práctica profesional cotidiana (por
ejemplo, por cuestiones didácticas, no se incluyeron los criterios de
diagnóstico diferencial respecto de esquizofrenia, trastorno del estado de
ánimo con síntomas psicóticos u otro trastorno psicótico, trastorno
generalizado del desarrollo, o efectos fisiológicos directos de una
enfermedad médica, tales como los criterios B de los TP del Cluster A). En
segundo lugar, resulta importante aclarar que la organización se efectuó de
acuerdo con los clusters propuestos en el DSM-5, por lo que la clasificación
de la CIE-10 se acomodó a ella por motivos expositivos. En tercer término, si
bien los criterios diagnósticos de ambas clasificaciones no resultan idénticos,
para realizar una guía al lector interesado en
74 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.)

compararlas, tras cada criterio de la CIE-10 mostramos entre paréntesis el


número de criterio del DSM-5 que presenta mayor similitud.

TABLA 5. Trastornos de personalidad. Cluster A.

DSM-5

A. Desconfianza y suspicacia general desde el inicio de la edad


adulta, de modo que las intenciones de los demás son interpretadas
como maliciosas. Aparecen en diversos contextos, como lo indican
cuatro (o más) de los siguientes puntos:
1. Sospecha injustificada de que los demás se aprovecharán de ellos,
les harán daño, los engañarán o explotarán.
2. Preocupación por dudas no justificadas acerca de la lealtad o la
fidelidad de los amigos y socios.
3. Reticencia a confiar en los demás por temor injustificado a que la
información que compartan vaya a ser utilizada en su contra.
4. En las observaciones o los hechos más inocentes vislumbra
significados ocultos que son degradantes o amenazadores.
5. Alberga rencores durante mucho tiempo, por ejemplo, no olvida
PARANOIDE

los insultos, injurias o desprecios.


6. Percibe ataques a su persona o a su reputación que no son
aparentes para los demás y está predispuesto a reaccionar con ira o
a contraatacar.
7. Sospecha repetida e injustificadamente que su cónyuge o su pareja
le es infiel.
CIE-10

Tres (o más) de los siguientes puntos:


a. Sensibilidad excesiva a los contratiempos y desaires.
b. Tendencia a tener rencor persistente, por ejemplo, negativa a
perdonar injurias o desaires (5).
c. Suspicacia y tendencia generalizada a distorsionar la experiencia
malin- terpretando las acciones neutrales o amistosas de los demás
como hostiles o despectivas (4).
d. Sentido combativo y tenaz de los derechos personales al margen
de la situación real (6).
e. Sospechas recurrentes e injustificadas en cuanto a la fidelidad
sexual de cónyuge o pareja sexual (7).
f. Tendencia a experimentarse excesivamente importante, lo que se
manifiesta en una actitud autorreferencial persistente.
g. Preocupación por conspiraciones sin fundamento de eventos
inmediatos para el paciente y en el mundo en general (1).
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 75

DSM-5
A. Un patrón general de distanciamiento en las relaciones sociales y
de restricción de la expresión emocional en el plano interpersonal,
que comienza al principio de la edad adulta y se da en diversos
contextos, como lo indican cuatro (o más) de los siguientes puntos:
1. Ni desea ni disfruta de las relaciones personales, incluido el formar
parte de una familia.
2. Escoge casi siempre actividades solitarias.
3. Tiene escaso o ningún interés en tener experiencias sexuales con
otra persona.
4. Disfruta con pocas o ninguna actividad.
5. No tiene amigos íntimos o personas de confianza, aparte de los
familiares de primer grado.
6. Se muestra indiferente a los halagos o las críticas de los demás.
ESQUIZOIDE

7. Muestra frialdad emocional, distanciamiento o aplanamiento de la


afectividad.

CIE-10

Tres (o más) de los siguientes puntos:


a. Pocas actividades le proporcionan placer (4).
b. Frialdad emocional, indiferencia o afectividad aplanada (7).
c. Capacidad limitada para expresar sentimientos tiernos o de ira
hacia otros.
d. Indiferencia aparente ante halagos o críticas (6).
e. Poco interés en tener experiencias sexuales con otra persona
(teniendo en cuenta la edad) (3).
f. Preferencia casi invariable por actividades solitarias (2).
g.Excesiva preocupación por la fantasía y la introspección.
h.Falta de amigos cercanos o confidentes (o tener solo uno) y falta del
deseo de este tipo de relaciones (1,5).
i. Marcada insensibilidad por las normas y convenciones sociales
predominantes.
ni

DSM-5
A. Un patrón general de déficit sociales e interpersonales asociados a
malestar agudo y capacidad reducida para las relaciones personales, así
como distorsiones cognitivas o perceptivas y excentricidades del
comportamiento, que comienzan al principio de la edad adulta y se dan
en diversos contextos, como lo indican cinco (o más) de los siguientes
puntos:
1. Ideas de referencia (excluidas las ideas delirantes de referencia).
2. Creencias raras o pensamiento mágico que influye en el
comportamiento y no es consistente con las normas subculturales (p. ej.,
superstición, creer en la clarividencia, telepatía o "sexto sentido"; en
ESQUIZOTÍPICO

niños y adolescentes, fantasías o preocupaciones extrañas).


3. Experiencias perceptivas inhabituales, incluidas las ilusiones
corporales.
4. Pensamiento y lenguaje raros (p. ej., vago, circunstancial, metafórico,
sobreelaborado o estereotipado).
5. Suspicacia o ideación paranoide.
6. Afectividad inapropiada o restringida.
7. Comportamientos o apariencia raros, excéntricos o peculiares.
8. Falta de amigos íntimos o desconfianza aparte de los familiares de
primer grado.
9. Ansiedad social excesiva que no disminuye con la familiarización y
que tiende a asociarse con los temores paranoides más que con juicios
negativos sobre uno mismo.
CIE-10

Ausente.
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 77

TABLA 6. Trastornos de personalidad. Cluster B.

DSM-5

A. Un patrón general de desprecio y violación de los derechos de los


demás que se presenta desde la edad de 15 años, como lo indican tres (o
más) de los siguientes ítems:
1. Fracaso para adaptarse a las normas sociales en lo que respecta al
comportamiento legal, como lo indica el perpetrar repetidamente actos
que son motivo de detención.
2. Deshonestidad, indicada por mentir repetidamente, utilizar un alias,
estafar a otros para obtener un beneficio personal o por placer.
3. Impulsividad o incapacidad para planificar el futuro.
4. Irritabilidad y agresividad, indicados por peleas físicas repetidas o
agresiones.
5. Despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás.
6. Irresponsabilidad persistente, indicada por la incapacidad de mantener
un trabajo con constancia o de hacerse cargo de obligaciones económicas.
7. Falta de remordimientos, como lo indica la indiferencia o la justificación
del haber dañado, maltratado o robado a otros.
B. El sujeto tiene al menos 18 años.
C. Existen pruebas de un trastorno disocial que comienza antes de la edad
ANTISOCIAL

de 15 años
CIE-10

Trastorno Disocial de la Personalidad


Trastorno de la personalidad que llama la atención debido a una gran
disparidad entre el comportamiento y las normas sociales, caracterizado
por tres (o más) de los siguientes puntos:
a. Indiferencia e insensibilidad frente a los sentimientos de los demás (5).
b. Actitud marcada y persistente de irresponsabilidad y despreocupación
por normas, reglas y obligaciones sociales (1,6).
c. Incapacidad para mantener relaciones duraderas, aunque no tiene
dificultad para el establecimiento de ellas.
d. Muy baja tolerancia a la frustración y un bajo umbral para la descarga
de agresión, incluida la violencia.
e. Incapacidad para sentir culpa o aprender de la experiencia, en
particular del castigo (7).
f. Marcada propensión a culpar a los demás o a ofrecer racionalizaciones
plausibles de su comportamiento conflictivo.
También puede haber irritabilidad persistente. Estas conductas pueden
presentarse desde la infancia y la adolescencia, aunque no están
invariablemente presentes.
78 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.)

DSM-5
A. Un patrón general de inestabilidad en las relaciones interpersonales, la
autoimagen y la efectividad, y una notable impulsividad, que comienzan
al principio de la edad adulta y se dan en diversos contextos, como lo
indican cinco (o más) de los siguientes ítems:
1. Esfuerzos frenéticos para evitar un abandono real o imaginado.
2. Patrón de relaciones interpersonales inestables e intensas caracterizado
por la alternancia entre los extremos de idealización y devaluación.
3. Alteración de la identidad: autoimagen o sentido de sí mismo acusado
y persistentemente inestable.
4. Impulsividad en al menos dos áreas, que es potencialmente dañina para
sí mismo (p. ej., gastos, sexo, abuso de sustancias, conducción temeraria,
atracones de comida).
5. Comportamientos, intentos o amenazas suicidas recurrentes, o
comportamiento de automutilación.
6. Inestabilidad afectiva debida a una notable reactividad del estado de
ánimo (p. ej., episodios de intensa disforia, irritabilidad o ansiedad, que
suelen durar unas horas y rara vez unos días).
LÍMITE

7. Sentimientos crónicos de vacío.


8. Ira inapropiada e intensa o dificultades para controlar la ira (p. ej.,
muestras frecuentes de mal genio, enfado constante, peleas físicas
recurrentes).
9. Ideación paranoide transitoria relacionada con el estrés o síntomas
disociativos graves.

CIE-10
Trastorno de inestabilidad emocional de la personalidad. Trastorno de
personalidad en el que existe una marcada predisposición a actuar de un
modo impulsivo sin tener en cuenta las consecuencias (2), junto con
inestabilidad afectiva (6). La capacidad de planificación es mínima y es
frecuente que intensos arrebatos de ira conduzcan a actitudes violentas o
a manifestaciones explosivas; estas son fácilmente provocadas al recibir
críticas o al ser frustrados en sus actos impulsivos (8). Se diferencian dos
variantes de este trastorno de personalidad que comparten estos aspectos
generales de impulsividad y falta de control de sí mismo. Trastorno de
inestabilidad emocional de la personalidad de tipo límite. Se presentan varias
de las características de inestabilidad emocional (1). Además, la imagen
de sí mismo, los objetivos y preferencias internas (incluyendo las
sexuales) a menudo son confusos o están alterados (3). Por lo general hay
sentimientos crónicos de vacío (7). La facilidad para verse implicado en
relaciones intensas e inestables puede causar crisis emocionales repetidas
y acompañarse de una sucesión de amenazas suicidas o de actos
autoagresivos, aunque estos pueden presentarse también sin claros
factores precipitantes (5).
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 79

DSM-5
A. Un patrón general de excesiva emotividad y búsqueda de atención, que
empiezan al principio de la edad adulta y que se dan en diversos
contextos, como lo indican cinco (o más) de los siguientes ítems:
1. No se siente cómodo en las situaciones en las que no es el centro de la
atención.
2. La interacción con los demás suele estar caracterizada por un
comportamiento sexualmente seductor o provocador.
3. Muestra una expresión emocional superficial y rápidamente cambiante.
4. Utiliza permanentemente el aspecto físico para llamar la atención sobre
sí mismo.
5. Tiene una forma de hablar excesivamente subjetiva y carente de matices.
6. Muestra autodramatización, teatralidad y exagerada expresión
emocional por las circunstancias.
HISTRIONICO

7. Es sugestionable, por ejemplo, fácilmente influenciable por los demás o


7. Considera sus relaciones más íntimas de lo que son en realidad.
CIE-10
Tres (o más) de los siguientes puntos:
a. Dramatización, teatralidad, expresión exagerada de las emociones (5,6).
b. Sugestionabilidad, fácilmente influenciable por los demás o por las
circunstancias (7).
c. Afectividad lábil y superficial (3).
d. Búsqueda continua de excitación y actividades en las que es el centro de
atención (1).
e. Comportamiento y aspecto marcados por un deseo inapropiado de
seducir (2, 4).
f. Preocupación por el aspecto físico (4).
Rasgos asociados pueden incluir el egocentrismo, la autoindulgencia, el
anhelo de reconocimiento, sentimientos que se hieren con facilidad y
comportamiento manipulador en función de sus propias necesidades.
80 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.)

DSM-5
A. Un patrón general de grandiosidad (en la imaginación o en el
comportamiento), una necesidad de admiración y una falta de empatía,
que empiezan al principio de la edad adulta y que se dan en diversos
contextos como lo indican cinco (o más) de los siguientes ítems:
1. Grandioso sentido de autoimportancia (p. ej., exagera los logros y
capacidades, espera ser reconocido como superior, sin unos logros
proporcionados).
2. Preocupación por fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez,
belleza o amor imaginarios.
3. Creencia de ser "especial" y único y que solo puede ser comprendido
o solo puede relacionarse con otras personas (o instituciones) que son
NARCISISTA

especiales o de alto estatus.


4. Exigencia de una admiración excesiva.
5. El sujeto es muy pretencioso, por ejemplo, con expectativas
irrazonables de recibir un trato de favor especial o de que se cumplan
automáticamente sus expectativas.
6. Es interpersonalmente explotador; por ejemplo, saca provecho de los
demás para alcanzar sus propias metas.
7. Carencia de empatía: es reacio a reconocer o identificarse con los
sentimientos y necesidades de los demás.
8. Frecuentemente envidia a los demás o cree que los demás le envidian
a él.
9. Presenta comportamientos o actitudes arrogantes o soberbias.
CIE-10
Otros trastornos específicos de la personalidad.
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 81

TABLA 7. Trastornos de personalidad. Cluster C

DSM-5
A. Un patrón general de inhibición social, unos sentimientos de
inferioridad y una hipersensibilidad a la evaluación negativa, que
comienzan al principio de la edad adulta y se dan en diversos contextos,
como lo indican cuatro (o más) de los siguientes ítems:
1. Evita trabajos o actividades que impliquen un contacto interpersonal
importante debido al miedo a las críticas, la desaprobación o el rechazo.
2. Es reacio a implicarse con la gente si no está seguro de que va a agradar.
3. Demuestra represión en las relaciones íntimas debido al miedo a ser
avergonzado o ridiculizado.
4. Está preocupado por la posibilidad de ser criticado o rechazado en las
situaciones sociales.
5. Está inhibido en las situaciones interpersonales nuevas a causa de
EVITATIVO

sentimientos de inferioridad.
6. Se ve a sí mismo socialmente inepto, personalmente poco interesante o
inferior a los demás.
7. Es extremadamente reacio a correr riesgos personales o a implicarse en
nuevas actividades debido a que pueden ser comprometedoras.

CIE-10
Trastorno ansioso de la personalidad Tres (o más) de los siguientes
puntos:
a. Sentimientos de tensión y aprensión persistentes y generalizados.
b. Creencia de que uno es fracasado, sin atractivo personal o inferior a los
demás (6).
c. Preocupación excesiva por ser criticado o rechazado en situaciones de
la vida social (4).
d. Resistencia a entablar relaciones personales si no es con la seguridad
de ser aceptado (2).
e. Restricción del estilo de vida debido a la necesidad de tener una
seguridad física.
f. Evitación de actividades sociales o laborales que impliquen contactos
personales íntimos, por el miedo a la crítica, reprobación o rechazo (1).
Rasgos asociados pueden incluir hipersensibilidad al rechazo y a la
crítica.
82 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.)

DSM-5
A. Una necesidad general y excesiva de que se ocupen de uno, que
ocasiona un comportamiento de sumisión y adhesión y temores de
separación, que empieza al inicio de la edad adulta y se da en varios
contextos, como lo indican cinco (o más) de los siguientes ítems:
1. Dificultades para tomar las decisiones cotidianas si no cuenta con
excesivos consejos y reafirmaciones por parte de los demás.
2. Necesidad de que otros asuman la responsabilidad en las principales
áreas de su vida.
3. Dificultades para expresar el desacuerdo con los demás debido al
temor a la pérdida de apoyo o aprobación.
4. Dificultades para iniciar proyectos o para hacer las cosas a su manera
(debido a la falta de confianza en su propio juicio o en sus capacidades
más que a una falta de motivación o de energía).
5. Va demasiado lejos llevado por su deseo de lograr protección y apoyo
de los demás, hasta el punto de presentarse voluntario para realizar
tareas desagradables.
6. Se siente incómodo o desamparado cuando está solo debido a sus
DEPENDIENTE

temores exagerados a ser incapaz de cuidar de sí mismo.


7. Cuando termina una relación importante, busca urgentemente otra
relación que le proporcione el cuidado y el apoyo que necesita.
8. Preocupación irreal de ser abandonado y tener que cuidar de sí mismo.

CIE-10
Tres (o más) de los siguientes puntos:
a. Fomenta o permite que otras personas asuman decisiones importantes
de la propia vida (2).
b. Subordinación de las necesidades propias a las de aquellos de los que
se depende; sumisión excesiva a sus deseos (5).
c. Falta de voluntad para hacer pedidos, incluso razonables, a las
personas de las que depende.
d. Sentimientos de malestar o abandono al encontrarse solo, debido a
miedos exagerados sobre su incapacidad para cuidar de sí mismo (6).
e. Temor a ser abandonado por una persona con la que tiene una estrecha
relación, y ser dejado a su propio cuidado (8).
f. Capacidad limitada para tomar decisiones cotidianas sin una excesiva
cantidad de consejos y reaseguros de los demás (1).
Como rasgos asociados puede presentarse la percepción de uno mismo
como indefenso, incompetente y carente de resistencia.
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 83

DSM-5
A. Un patrón general de preocupación por el orden, el perfeccionismo y
el control mental e interpersonal, a expensas de la flexibilidad, la
espontaneidad y la eficiencia, que empieza al principio de la edad adulta
y se da en diversos contextos, como lo indican cuatro (o más) de los
siguientes ítems: por los detalles, las normas, las listas, el orden, la
1. Preocupación
organización o los horarios, hasta el punto de perder de vista el objeto
principal de la actividad.
2. Perfeccionismo que interfiere con la finalización de las tareas (p. ej., es
incapaz de acabar un proyecto porque no cumple sus propias exigencias,
que son demasiado estrictas).
3. Dedicación excesiva al trabajo y a la productividad con exclusión de las
actividades de ocio y las amistades (no atribuible a necesidades
económicas evidentes).
4. Excesiva terquedad, escrupulosidad e inflexibilidad en temas de moral,
ética o valores (no atribuible a la identificación con la cultura o la religión).

5. Incapacidad para tirar los objetos gastados o inútiles, incluso cuando


no tienen un valor sentimental.
6. Es reacio a delegar tareas o trabajo en otros, a no ser que estos se
sometan exactamente a su manera de hacer las cosas.
7. Adopta un estilo avaro en los gastos para él y para los demás; el dinero
OBSESIVO-COMPULSIVO

se considera algo que hay que acumular con vistas a catástrofes futuras.
8. Muestra rigidez y obstinación.

CIE-10
Trastorno anancástico de la personalidad Tres (o más) de los siguientes
puntos:
a. Excesivos sentimientos de duda y cautela.
b. Preocupación por los detalles, reglas, listas, orden, organización u
horarios (1).
c. Perfeccionismo que interfiere con la finalización de las tareas (2).
d. Rectitud y escrupulosidad excesivas junto con preocupación
injustificada por el rendimiento, hasta el extremo de renunciar a
actividades placenteras y a relaciones personales (3,4).
e. Pedantería y convencionalismo.
f. Rigidez y terquedad (8).
g. Insistencia poco razonable en que los demás se sometan a la propia
rutina y resistencia también poco razonable a dejar a los demás hacer lo
que tienen que hacer (6).
h. Irrupción no deseada e insistente de pensamientos o impulsos.
84 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.)

Como ha podido observarse, la mayoría de los criterios diagnósticos


incluye un punto de corte: se explícita un número mínimo de síntomas
presentes para diagnosticar determinado TP. Esta especie de criterio de
paso desde la normalidad hacia la patología carece de fundamento teórico
o empírico (Pelechano et al, 1995). Esta constituye una de las tantas críticas
al modelo categorial expuesto. En los siguientes párrafos reseñaremos los
aspectos de dicho sistema que despiertan controversia, para luego detallar
el modelo alternativo propuesto en la sección III del DSM-5.

Críticas a la clasificación categorial de los trastornos de


personalidad del DSM
Las críticas al modelo categorial que hemos expuesto se refieren a
varios puntos: la clasificación de los trastornos en categorías, su utilidad
clínica, la excesiva comorbilidad hallada, la heterogeneidad verificada
entre individuos con el mismo diagnóstico, evidencias contrarias a la
estabilidad temporal de los trastornos y falta de evaluación de la severidad
basada en justificación teórica.
Primeramente, varios autores se oponen a la clasificación de los trastornos
en categorías, cuestionando la ausencia de evidencias a favor de las diez
categorías propuestas. En diversas investigaciones se sostiene que las
características de personalidad y las tendencias patológicas no se delimitan
de modo categorial y que no se localizan evidencias que indiquen que la
estructura de la personalidad patológica consista en categorías latentes,
tales como las que se han planteado tradicionalmente en el DSM (Krueger
et al., 2011). En esta clasificación categorial, los TP son considerados como
cualitativamente diferentes de la personalidad normal, a pesar de que los
estudios indiquen lo contrario. A la vez, se los agrupa en clusters de orden
superior sin fundamento empírico, considerando solamente similitudes
temáticas (Hopwood et al, 2011).
En relación con la utilidad clínica, hace años que se llama la atención
sobre una problemática inherente a la práctica cotidiana en la que los
pacientes terminan siendo diagnosticados con determinada nomenclatura,
optando por ella como solución de compromiso ya que realmente los
individuos no se ajustan, por lo general, de modo completo y estricto a los
criterios diagnósticos (Pelechano et al., 1995).
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 85

En repetidas ocasiones se ha señalado una excesiva comorbilidad debido a


que los individuos pueden ser diagnosticados con varios TP; también se ha
aludido a una gran heterogeneidad entre sujetos que, a pesar de presentar el
mismo diagnóstico, poseen características muy diversas (Krueger, 2013;
Skodol etal., 2011).
Además se ha cuestionado la estabilidad temporal de los diagnósticos del
DSM-IV-TR en investigaciones que demostraron que estos varían a lo largo
del tiempo en un mismo sujeto, a pesar de que la estabilidad del patrón de
comportamiento se valora como uno de los principales criterios diagnósticos
(Widiger, 2011). En relación con esto último, es importante destacar que no
se han examinado las raíces de los TP en la niñez o en la adolescencia, a
pesar de que sea ampliamente reconocido que los trastornos en los adultos
tienen sus raíces en una variedad de factores del desarrollo (Mervielde, De
Clercq, De Fruyt y Van Leeuwen, 2006; Widiger, Simonsen, Krueger,
Livesley y Vcrheul, 2005).
Hopwood etal. (2011) enfatizaron la importancia de evaluar la severidad
con un criterio menos vago y con una justificación teórica. Como ya se
mencionara en la sección anterior, el punto de corte para diagnosticar o no
un TP de acuerdo con el criterio A carece de fundamento empírico y teórico
(Pelechano etal., 1995; Skodol etal., 2011).
Como respuesta a lo anterior, muchos teóricos adoptan un modelo
dimensional en el que los TP se consideran condiciones que poseen en
común ciertas dimensiones subyacentes, visión que resolvería varios
problemas, como por ejemplo los de comorbilidad, a la vez que permitiría
conceptualizar mediante un modelo integrativo que sirva de sustento a la
idea de continuidad entre los rasgos de personalidad normal y patológica.
Por ejemplo, se valora el modelo de los cinco factores (véase Capítulo 2)
como el de mayor utilidad para comunicar la información a los pacientes u
otras personas sin conocimientos de psicología, para describir las
dificultades individuales importantes en la personalidad de los individuos,
para proveer información útil a los fines de planificar el tratamiento y para
proveer una descripción global de la personalidad (Krueger et al., 2011;
Bastiaansen, Rossi, Schotte y De Fruyt, 2011; Mullins-Sweatt y Widiger,
2011; Widiger, 2011).
86 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.)

Modelo dimensional alternativo propuesto en el DSM-


5

Teniendo en cuenta las críticas que hemos resumido en el apartado


anterior, tras el DSM-IV-TR (APA, 2000) los encargados de revisar la
clasificación de los TP evaluaron la posibilidad de implementar un modelo
dimensional en las futuras versiones. El cambio al que se apuntaba era tan
importante que incluso el nombre de la nueva versión del DSM presenta
una modificación: los números romanos con los que tradicionalmente se
identificaba cada edición se suplantaron por arábigos, a los efectos de
impactar en la cultura circundante al DSM (Krueger etal, 2011).
Los encargados de diseñar la clasificación habilitaron un debate en la
página web www.dsm5.org, en la que diversos profesionales pudieron
aportar sus opiniones. Lo mismo sucedió en revistas científicas
especializadas y conferencias dedicadas a examinar evidencias a favor del
pasaje de un modelo categorial a otro dimensional (Widiger, Iluprich y
Clarión, 2011; Widiger, Simonsen, Krueger, Livesley y Vcrheul, 2005;
Widiger, Simonsen, Siorvatka y Regier, 2006).
A pesar del extenso debate sobre posibles sistemas dimensionales, en el
DSM-5 se mantuvo la clasificación categorial que anteriormente expusimos.
Sin embargo, en la sección III de este manual se incluyó una propuesta con
varios aportes dimensionales con la intención de promover investigaciones
que permitan migrar hacia dicha clasificación adecuada para futuras
revisiones, intentando proveer así un modelo basado en evidencia empírica
(Hopwood etal, 2013). La propuesta se sustenta, en parte, en el modelo de
los cinco factores (véase Capítulo 2), y fue efectuada con el objetivo de
proporcionar una fundamentación teórica que permitiese focalizar en
múltiples áreas en cada paciente en lugar de identificar solamente una
etiqueta diagnóstica. A la vez, debido a que postula una continuidad entre
la normalidad y la patología, se espera que esto sirva para la planificación
de tratamientos de toda clase de pacientes, se traten o no de sujetos con un
diagnóstico de trastorno de personalidad (APA, 2013).
En este modelo, los TP se caracterizan principalmente en virtud de dos
aspectos. En primer lugar, una deficiencia moderada o grande en el
funcionamiento de la personalidad, tanto en el sí-mismo cuanto en las relaciones
interpersonales. En segundo término, la presencia de rasgos patológicos en la
personalidad. Al igual que en la definición del sistema categorial, se sigue
valorizando que tanto las deficiencias en
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 87

el funcionamiento de la personalidad como los rasgos patológicos se


expresen de un modo relativamente inflexible y generalizado a lo largo de un
amplio rango de situaciones personales y sociales, resultando relativamente
estables a lo largo del tiempo y ubicándose su inicio en la adolescencia o adultez
temprana. Finalmente, se remarca que las deficiencias aludidas no deben
poder ser mejor explicadas por otro desorden mental, los efectos fisiológicos de una
sustancia o condición médica, o considerarse normales de acuerdo al estadio de
desarrollo evolutivo del individuo o por su entorno sociocultural (APA, 2013).
En la Tabla 8 exponemos los criterios diagnósticos de las secciones
II y III.

TABLA 8. Criterios diagnósticos de trastornos de personalidad según secciones del


DSM-5.

Sección II Sección III


Patrón duradero de experiencia Disfunción moderada o grande en el
interna y comportamiento que se funcionamiento de la personalidad con
desvía marcadamente de las relación a sí mismo y a los demás (A).
expectativas de la cultura del sujeto. Uno o más rasgos de personalidad
Este patrón debe manifestarse en dos patológicos (B).
o más de las siguientes áreas:
cognición, afectividad,
funcionamiento interpersonal y
control de los impulsos (A).
Inflexible y generalizado a lo largo Relativamente inflexible y generalizado
de un amplio rango de situaciones a lo largo de un amplio rango de
sociales y personales (B). situaciones sociales y personales. (C)

Produce malestar clínicamente


significativo o disfunción en las áreas
social, ocupacional o en otras áreas
importantes del funcionamiento (C).
Estable y larga duración, empezando
Relativamente estable y larga duración,
en la adolescencia o adultez
empezando en la adolescencia o
temprana (D).
adultez temprana (D).
Ídem Sección II (E).
No se explica mejor como
manifestación o consecuencia de
otros trastornos mentales (E).
88 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.)

No es atribuible a efectos fisiológicos Ídem Sección II (F).


de una sustancia u otra condición
médica
(F).
No se comprende mejor como un
estadio normal del desarrollo del
individuo o el ambiente sociocultural
(G).

Podemos advertir que, en la tabla anterior, las definiciones propuestas


presentan similitudes y diferencias. Comenzando por los criterios centrales,
en la sección II se postula un patrón de experiencia interna y comportamiento,
mientras que en la sección III se analizan dos aspectos (la disfunción de la
personalidady los rasgos de personalidad patológicos). Cabe destacar que si bien
los criterios C y D referidos a la generalización y estabilidad de la
disfunción en el funcionamiento de la personalidad y a los rasgos de
personalidad patológicos resultan muy similares a los criterios B y D de la
sección II, en la sección III se buscó enfatizar especialmente el término
relativamente: se aclara que dicho vocablo resalta el hecho de que, a
excepción de los casos de personalidades extremadamente patológicas,
todos los sujetos muestran algún grado de adaptabilidad. Los restantes
criterios -E y F- resultan prácticamente idénticos. Finalmente, podemos
mencionar dos criterios que figuran de modo exclusivo en cada definición.
El criterio C de la sección II enfatiza el malestar subjetivo, y el criterio G de
la sección III focaliza en algunas cuestiones del desarrollo y del ambiente
de los individuos a las que no se alude en la sección II.
De los criterios mencionados, a continuación vamos a hacer centro en
los dos que presentan mayores cambios respecto de la versión anterior. En
primer lugar, ubicamos el nivel de deficiencia en el funcionamiento de la
personalidad en relación con el sí-mismo y con los otros (criterio A), y en
segundo término, los rasgos de personalidad patológicos (criterio B).
Comenzando con el nivel de deficiencia de la personalidad (véase
Figura 1), vinculado con el sí-mismo, se examinan dos vertientes. Por un
lado la identidad, entendida como la experiencia de uno mismo como único,
con claros límites entre el yo y los otros, implicando una estabilidad de la
autoestima y adecuada autovaloración, y con capacidad y habilidad para
regular un rango de experiencias emocionales. Por otro lado, la
autodirección, que se caracteriza por la búsqueda
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 89

de metas coherentes y significativas, utilizando parámetros internos de


comportamiento constructivos y prosociales, sustentada por la habilidad
para reflexionar productivamente. Luego, en el plano interpersonal también
se analizan dos características. Una de ellas es la empatía, que se
conceptualiza como la comprensión y apreciación de las experiencias y las
motivaciones de otros, la tolerancia hacia diferentes perspectivas y el
reconocimiento de los efectos del comportamiento propio sobre los otros. La
otra característica a tener en cuenta es la intimidad, que implica conexiones
profundas y duraderas con los demás, deseos y capacidad para la intimidad,
así como comportamientos interpersonales en los que se refleja estima mutua
(APA, 2013).

FIGURA 1. Criterio A. Niveles de funcionamiento de la personalidad.

El nivel de funcionamiento se describe como un continuo; por ende,


identidad, autodirección, empatía e intimidad se analizan utilizando una
escala de nivel de funcionamiento de la personalidad. En ella se diferencian cinco
niveles de disfunción que van desde ninguna o poca disfunción hacia la
disfunción extrema, con niveles intermedios (algo de disfunción, disfunción
moderada, disfunción severa). Para diagnosticar un TP, el individuo debe
presentar un nivel de disfunción moderado, severo o extremo en por lo
menos dos de los cuatro aspectos del criterio A. Esto se examina con una
escala Likert para cada uno de ellos (identidad, autodirección, empatía,
intimidad). Por ejemplo, en relación con la evaluación de la disfunción de la
identidad, el nivel cero -ninguna o poca disfunción- se caracteriza por tener un
sentido de
90 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.)

yo único, con una autoestima consistente, con capacidad para experimentar,


tolerar y regular un amplio rango de emociones. En el extremo opuesto, el
nivel 4 -disfunción extrema-, la experiencia de sí-mismo y la autonomía están
virtualmente ausentes, u organizadas alrededor de una persecución
percibida como externa; los límites respecto de los otros resultan confusos
o ausentes, la autoimagen se encuentra débil o distorsionada, las emociones
no son congruentes con el contexto o con la experiencia interna. Se espera
que el profesional evalúe cuánta disfunción presenta el sujeto utilizando la
nombrada escala. Por una cuestión de extensión, remitimos al lector a
consultarla en el Manual (APA, 2013).
La disfunción de la personalidad en relación con el sí-mismo y con los
otros es considerada el centro de las personalidades patológicas. Si bien
ambas dimensiones coexisten en niveles similares, resulta importante
tomarlas en cuenta por separado al momento de formular el diagnóstico y
de cara a la planificación de un tratamiento (debido a que la situación difiere
en el caso de un individuo con una problemática en relación con sí mismo,
en comparación con otro que presenta conflictos con los demás).
En resumen, la disfunción de la personalidad se constituye en el común
denominador de los TP y se vincula con la severidad del cuadro, mientras
que los rasgos patológicos -evaluados según el criterio B- establecen las
diferencias entre los tipos de TP (Bastiaansen, De Fruyt, Rossi, Schotte y
Hofmans, 2013; Bender, Morey y Skodol, 2011; Morey etai, 2011).
Antes de comenzar a ocuparnos de los TP, debemos definir su variante
no patológica: se entiende, por "rasgo de personalidad" una tendencia a
sentir, percibir, comportarse y pensar en un modo relativamente consistente
a lo largo del tiempo y de las situaciones en las que ese rasgo se manifiesta.
En el modelo propuesto se incluyen veinticinco facetas de rasgos que se
consideran patológicos y que se organizan en cinco dominios generales
(afectividad negativa, indiferencia, antagonismo, desinhibición,
psicoticismo). Cabe poner de relieve que también se mencionan los polos
opuestos sanos de dichos dominios, aunque no se aportan mayores
especificaciones al respecto (APA, 2013).
La afectividad negativa se caracteriza por frecuentes e intensas
experiencias de una amplia gama de emociones negativas (tales como
ansiedad, depresión, culpa/vergüenza, preocupación, ira) y por sus
manifestaciones comportamentales (por ejemplo, autodaño) e
interpersonales
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 91

(por ejemplo, dependencia). El polo opuesto de este dominio es la


estabilidad emocional.
La indiferencia implica la evitación de la experiencia socioemocional que
va desde las interacciones diarias con amigos hasta las relaciones íntimas;
también incluye la restricción en la experiencia y la expresión de afectos,
particularmente en cuanto a una limitada capacidad hedónica. Su polaridad
opuesta es la extraversión.
El antagonismo involucra comportamientos que los individuos realizan
para obtener ventajas por sobre otras personas. Los sujetos experimentan un
exagerado sentido de importancia y una concomitante expectativa de trato
especial, así como una insensible antipatía hacia los otros, incluyendo un
desconocimiento por las necesidades y sentimientos ajenos, así como una
preparación para utilizarlos al servicio de su propio beneficio. El polo
opuesto es la afabilidad.
La desinhibición se define como la orientación hacia la satisfacción
inmediata, lo que lleva a un comportamiento impulsivo guiado por
pensamientos sobre el presente, sentimientos y estimulación externa que no
se tienen en cuenta para el aprendizaje del pasado o la consideración de
futuras consecuencias. Su polo opuesto es la escrupulosidad.
Finalmente, el psicoticismo se caracteriza por exhibir un amplio rango de
comportamientos y cogniciones que resultan raras, excéntricas o inusuales
con relación a la cultura del individuo. La lucidez es su extremo opuesto.
Los cinco dominios que hemos mencionado se subdividen en
veinticinco facetas específicas desarrolladas inicialmente a partir de una
revisión de los modelos de rasgos existentes, y avaladas por investigaciones
recientes que aportan evidencia sobre esta clasificación (Morey, Krueger y
Skodol, 2013; Wright et al, 2012), así como sobre su relación con los rasgos
sanos (Gore y Widiger, 2013).
En la Tabla 9 presentamos un resumen de las facetas según dominio.
92 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.)

TABLA 9. Facetas por dominio según DSM-5.

Dominios Afectividad Indiferencia Antagonism Desinhibició Psicoticismo


negativa o n
Polaridad Estabilidad Extraversió Afabilidad Escrupulosi Lucidez
opuesta emocional n dad
Facetas Inestabilidad Apartamien Tendencias Irresponsabi Creencia y
emocional to Evitación a manipular lidad experiencias
Ansiedad de Falsedad Impulsividad inusuales
Inseguridad intimidad Grandiosida Distractibi- Excentricida
de Anhedonia d Búsqueda lidad Toma d
Tendencias de atención de riesgos Desregulaci
separación
depresivas Insensibilid Perfeccionis ón cognitiva
Sumisión
Desconfianz ad mo rígido (o y perceptual
Perseveració
a Hostilidad ausencia del
n
Afectividad mismo)
Tendencias
restringida
depresivas
Desconfianz
a
Afectividad
restringida
(o ausente)
Las facetas se agrupan en dominios porque tienden a ocurrir juntas
(APA, 2013).Hostilidad
Como se pudo observar en la Tabla 9, algunos rasgos -
tendencias depresivas, desconfianza, afectividad restringida, hostilidad- se
presentan en más de un dominio, por lo cual se han resaltado.
En la Tabla 10 exponemos un resumen de las características centrales
de las facetas.

TABLA 10. Facetas de los trastornos de personalidad según DSM-5.

Faceta Características
Tendencias Sentimientos de ser miserable y/o de desesperanza;
depresivas dificultad para recuperarse de tales estados de ánimo;
pesimismo sobre el futuro; vergüenza y/o culpa
generalizadas; sentimientos de baja autoestima;
pensamientos y comportamiento suicidas.
Desconfianza Expectativas y sensibilidad a los signos interpersonales de
malas intenciones o daño; dudas sobre la lealtad y la
fidelidad de los demás; sentimientos de ser maltratado,
utilizado y/o perseguido por otros.
Afectividad Poca reacción a situaciones de carga emocional; indiferencia
restringida y frialdad en situaciones normativamente participativas.
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 93

Inestabilidad Las emociones aparecen con facilidad y resultan intensas


y/o fuera de proporción en relación con los eventos y
emocional
circunstancias.
Ansiedad
Sentimientos de nerviosismo, tensión o pánico en reacción a
diversas situaciones; miedo ante la in certidumbre; se espera
que suceda lo peor.
Inseguridad de Temor a la soledad debido al rechazo o separación de otros
separación significativos, basado en una falta de confianza en la propia
capacidad para cuidar de sí mismo, tanto física como
emocionalmente.
Sumisión
Adaptación de la conducta a los intereses y deseos reales o
percibidos de los demás, aunque hacerlo sea la antítesis de
los intereses, necesidades o deseos propios.
Hostilidad
Sentimientos de ira frecuentes o persistentes; ira o
irritabilidad en respuesta a los desaires e insultos menores;
comportamiento desagradable o vengativo.
Perseveración
Persistencia en las tareas o en una forma particular de hacer
las cosas mucho después de que el comportamiento ha
dejado de ser funcional o efectivo.
Apartamiento Preferencia por estar solo en lugar de con los otros;
reticencia a situaciones sociales; falta de iniciativa para el
contacto social.
Evitación de i Evitación de relaciones cercanas o románticas, lazos
intimidad interpersonales y relaciones sexuales íntimas.

Anhedonia Déficit en la capacidad de sentir placer y tener interés en las


cosas.
Tendencias a Uso de la seducción, encanto, labia o adulación para
manipular conseguir fines propios, manipulando y controlando a los
demás.
Falsedad Deshonestidad y fraudulencia; distorsión del sí-mismo;
embellecimiento e invenciones al relatar los
acontecimientos.
Grandiosidad
Creer que uno es superior a los demás y merece tratamiento
especial; egocentrismo.

Búsqueda de Desarrollar conductas para ser el foco de la atención y la


atención admiración de los demás.
Insensibilidad Falta de preocupación por los sentimientos o los problemas
de los demás; falta de culpa o remordimiento por los efectos
negativos o perjudiciales de las acciones de uno en los
demás.
94 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.)

Irresponsabilidad Incumplimiento de obligaciones y compromisos;


incumplimiento de acuerdos y promesas; descuido de las
propiedades de los demás.
Impulsividad
Acciones como respuesta inmediata a estímulos externos,
sin un plan o consideración de resultados.
Distractibilidad
Dificultad para concentrarse; la atención es fácilmente
desviada por estímulos externos; dificultad para mantener
el comportamiento focalizando en metas, incluyendo la
planificación y la realización de tareas.
Toma de riesgos Participación en actividades peligrosas y potencialmente
dañinas para sí mismo, sin tener en cuenta las
consecuencias; falta de preocupación por las limitaciones y
la negación de la realidad del peligro personal; búsqueda
desenfrenada de las metas sin importar el nivel de riesgo
involucrado.
Insistencia rígida en que todo sea preciso y sin errores o
fallas, incluyendo el rendimiento de uno mismo y de los
Perfeccionismo demás; creencia de que solo hay una manera correcta de
rígido (o falta de) hacer las cosas; dificultad para cambiar ideas y/o puntos de
vista; preocupación por los detalles, la organización y el
orden.
Creencias y Creencias sobre poseer habilidades inusuales, como lectura
experiencias de mente, telequinesis, experiencias inusuales de realidad;
inusuales incluye experiencias similares a alucinaciones.

Comportamiento, apariencia y/o discurso raro, inusual o


Excentricidad
bizarro; pensamientos extraños o impredecibles.

Desregulación Procesos de pensamiento y experiencias inusuales,


cognitiva y incluyendo despersonalización, desrealización y
perceptual experiencias disociativas; experiencias mixtas de estados de
sueño y vigilia; experiencias de control de pensamiento.

El diagnóstico específico de cada TP que puede derivar de este modelo


incluye seis trastornos: antisocial, evitativo, limítrofe, narcisista, obsesivo-
compulsivo y esquizotípico. Se excluyen los trastornos paranoide,
esquizoide, histriónico y dependiente por considerarse que no son de
amplia utilización, por su excesiva superposición con otros diagnósticos y
falta de investigaciones al respecto (Skodol et al., 2011). Este enfoque
también incluye el diagnóstico de TP de rasgos específicos, que puede
realizarse cuando aquella entidad nosológica es evaluada como presente
aunque no cumpla el criterio para ninguno de los seis TP ya
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 95

mencionados. Como ya se habrá inferido a partir de la tabla anterior, es


notorio que si bien el modelo tiene influencia de los enfoques
dimensionales, también mantiene algunas categorías diagnósticas. Es por
ello que algunos autores enfatizan que se trata de un sistema híbrido, mixto
-categorial y dimensional-, en lugar de uno exclusivamente dimensional
(Anderson et al., 2013; Krueger, 2013). Esta combinación se ha decidido con
el fin de guardar cierta continuidad con la práctica clínica vigente hasta el
momento (Skodol, Morey, Bender y Oldham, 2013b).
En la Tabla 11 resumimos la comparación de los TP incluidos en ambas
secciones del DSM-5.

TABLA 11. Trastornos de personalidad según secciones del DSM-5.

TRASTORNOS SECCIÓN II SECCIÓN III


Paranoide Presente Ausente
Esquizoide Presente Ausente

Esquizotípico Presente Presente


Antisocial Presente Presente
Limítrofe Presente Presente
Histriónico Presente Ausente
Narcisista Presente Presente
Evitativo Presente Presente
Dependiente Presente Ausente
Obsesivo-compulsivo Presente Presente

No especificado Presente Se realiza por rasgos

Para efectuar los diagnósticos de cada uno de los seis TP, a continuación
se proponen características para la disfunción de la personalidad -
recordemos que se evalúa con una escala ordinal la identidad, la auto
dirección, la empatía y la intimidad-, de las que deben exhibirse al menos
dos con disfunción moderada a extrema para que se cumpla el criterio
diagnóstico (criterio A). En el criterio B se proponen algunos dominios y
algunas facetas que se presentan en cada trastorno. Al igual que en la
sección II, se establece una cantidad de rasgos a observarse. A continuación
reseñaremos las características centrales (criterios A
96 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.)

y B) de cada TP. Es importante destacar que en el DSM-5 no se establece


una relación entre lo propuesto en las secciones II y III, aunque sus
descripciones resulten similares. A pesar de esta falencia, trabajos previos
a su publicación indican una vinculación entre los diagnósticos propuestos
en ambas secciones (Hopwood, Thomas, Markon, Wright y Krueger, 2012).
El trastorno antisocial se caracteriza por fallas para adecuarse a
comportamientos legales y éticos, egocentrismo, falta de preocupación por
los otros, acompañados por mentiras, irresponsabilidad, manipulaciones y
toma de riesgos. Al igual que en la sección II, el individuo debe tener por
lo menos 18 años. En la Tabla 12 se detallan los criterios A y B.

TABLA 12. Sección III. Criterios diagnósticos del trastorno antisocial.

Egocentrismo
Identidad Autoestima derivada de lograr poder o
placer
Sí-mismo
Metas derivadas de gratificación
personal Ausencia de estándares
Autodirección prosociales, asociado con fallas en lograr
comportamientos legales o acordes a las
normas éticas culturales
A
Falta de preocupación por los
Empatía sentimientos, necesidades o sufrimiento
de otros Falta de remordimiento tras
dañar o maltratar a otros
Interpersonal
Incapacidad para relaciones
mutuamente íntimas, dado que la
Intimidad explotación es el medio principal para
relacionarse con otros, incluyendo el
engaño y la coerción Uso de dominación
o intimidación para controlar a otros
Cantidad 6

Tendencias a manipular Mentiras -


Antagonismo
Insensibilidad Hostilidad
B

Irresponsabilidad Impulsividad -
Desinhibición
Distractibilidad Toma de riesgos
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 97

En el trastorno límite, los individuos presentan inestabilidad en la


autoimagen, las metas personales, las relaciones interpersonales y los
afectos, acompañada por impulsividad, toma de riesgos y hostilidad. Los
criterios centrales se exponen en la Tabla 13.

TABLA 13. Sección III. Criterios diagnósticos del trastorno límite.

Marcado empobrecimiento, pobre


desarrollo o autoimagen inestable, con
Identidad frecuencia asociada con excesiva
Sí-mismo autocrítica, sentimientos crónicos de
vacío; estados disociativos bajo estrés

Autodirección Inestabilidad en las metas, valores o


planes profesionales
Habilidad comprometida para reconocer
sentimientos o necesidades de otros que
se asocian con la hipersensibilidad
A Empatía interpersonal
Percepciones de otros selectivamente
sesgadas hacia atributos negativos o
vulnerabilidades
Interpersonal Relaciones cercanas intensas, inestables
y conflictivas, marcadas por
desconfianza, necesidad y preocupación
ansiosa con abandonos reales o
Intimidad imaginarios Las relaciones cercanas son
frecuentemente vistas en extremos de
idealización y devaluación, alternando
entre un involu- cramiento excesivo y la
indiferencia
Cantidad 4

Labilidad emocional Ansiedad


Afectividad negativa Inseguridad de separación Perseveración
B Tendencias depresivas

Antagonismo Hostilidad
Deshinibición
Impulsividad Toma de riesgos
98 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.)

Los sujetos con diagnóstico de trastorno por evitación eluden situaciones


sociales, manifestando una inhibición en las relaciones interpersonales,
asociada a sentimientos de ineptitud e inadecuación, preocupación ansiosa
con evaluaciones negativas y rechazo, miedo al ridículo o vergüenza. En la
Tabla 14 pueden consultarse los criterios diagnósticos centrales.

TABLA 14. Sección III. Criterios diagnósticos del trastorno evitativo.


Baja autoestima asociada con
autovaloración de ser inepto
Identidad socialmente, persona poco atractiva o
inferior Sentimientos excesivos de
vergüenza
Sí-mismo
Estándares de comportamientos
irrealistas asociados con una reticencia a
Autodirección buscar nietas, tomar riesgos personales, o
comprometerse en actividades nuevas
que involucren contacto interpersonal
A
Preocupación y sensibilidad hacia las
Empatía críticas o el rechazo, asociadas con
interferencias distorsionadas de
perspectivas negativas de otros
Interpersonal
Reticencia a involucrarse con otros a
menos que sea certero que se les caerá
Intimidad bien; disminución de la reciprocidad en
las relaciones íntimas debido al miedo de
ser avergonzado o ridiculizado
Cantidad 3

Afectividad negativa Ansiedad


15
Retraimiento Evitación de intimidad
Indiferencia
Anhedonia

En el trastorno narcisista se experimenta una autoestima muy variable


y vulnerable, que intenta regularse a través de la búsqueda de atención y
aprobación, sumado ello a una grandiosidad pública o encubierta. En la
Tabla 15 exponemos un resumen de los criterios centrales.
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 99

TABLA 15. Sección III. Criterios diagnósticos del trastorno narcisista.


Excesiva referencia hacia otros para la
regulación de la autodefinición y la
autoestima
Identidad Autovaloración exagerada o
disminuida, o vacilación entre los
extremos La regulación emocional
refleja las fluctuaciones en la
Sí-mismo autoestima
Metas basadas en obtener la aprobación
de otros
Autodirecció Estándares personales irracionalmente
n
altos para verse a sí mismo como
excepcional, con frecuencia
desconociendo motivaciones propias
A
Fallas en la habilidad para reconocer o
identificar los sentimientos o
necesidades de otros
Excesiva sintonía con las reacciones de
Empatía
otros, pero solo si en ellas él es percibido
como relevante
Sobre o baja estimación de su efecto en
otros
Interpersonal

Relaciones mayormente superficiales y


que existen para regular la autoestima
propia
Intimidad
Reciprocidad restringida por poco
interés genuino en las experiencias de
otros y el predominio de la necesidad de
obtener beneficios personales
Cantidad 2
B
Antagonismo
Grandiosidad Búsqueda de atención

El trastorno obsesivo-compulsivo se caracteriza por dificultades para


establecer y mantener relaciones cercanas, en asociación con un
perfeccionismo rígido, inflexibilidad y expresión emocional restringida.
Los restantes aspectos relevantes para su diagnóstico pueden consultarse
en la Tabla 1(1.
100 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.)

TABLA 16. Sección III. Criterios diagnósticos del trastorno obsesivo-compulsivo.


A Sí-mismo Identidad
Sentido del sí-mismo deriva
principalmente del trabajo o la
productividad Experiencia y expresión
de emociones fuertes restringida
Autodirección Dificultad para completar tareas y
realizar metas, asociada con normas
internas de comportamiento rígidas e
irrazonablemente altas e inflexibles.
Exceso de meticulosidad y actitudes
moralistas
Interpersonal Empatía
Dificultad para entender y apreciar las
ideas, sentimientos o comportamientos
Intimidad
Relaciones vistas como algo secundario
al trabajo y la productividad Rigidez y
terquedad afecta negativamente las
relaciones con los demás

B Cantidad 3

Afectividad negativa Perseveración


Indiferencia
Evitación de intimidad Afectividad
restringida
Desinhibición Perfeccionismo rígido

Finalmente, el trastorno esquizotípico se conceptualiza por medio de


deficiencias en la capacidad para socializar y para establecer relaciones
cercanas, incluyendo excentricidades en la cognición, la percepción y el
comportamiento, vinculadas con una autoimagen distorsionada y metas
personales incoherentes, así como suspicacia y expresión emocional
restringida. Los aspectos diagnósticos centrales figuran en la Tabla 17.
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 101

TABLA 17. Sección III. Criterios diagnósticos del trastorno esquizotípico.


A Sí-mismo Identidad
Límites confusos entre el yo y los demás
Autoconcepto distorsionado Expresión
emocional a menudo no congruente con
el contexto o la experiencia interna

Autodirección Metas irreales o incoherentes


Ningún conjunto claro de normas
internas
Interpersonal Empatía Pronunciada dificultad para comprender
el impacto de la propia conducta en los
demás
Malas interpretaciones de las
motivaciones y comportamientos de los
demás
Intimidad
Marcado deterioro en el desarrollo de
relaciones estrechas, asociado con
desconfianza y ansiedad

B Cantidad 4
Afectividad negativa Desconfianza
Indiferencia
Retraimiento Afectividad restringida
t Psicoticismo
Experiencias y creencias inusuales
Excentricidad
Desregulación cognitiva y perceptual

Para los casos en que los seis TP que hemos citado hasta aquí observen
otros rasgos presentes que no se encuentren incluidos en los criterios
diagnósticos, existe la posibilidad de añadir especificaciones adicionales.
Por el contrario, si los rasgos resultan sustancialmente diferentes que los
agrupados en los seis TP, se debe diagnosticar un TP de rasgos específicos.
En esta ocasión, para arribar a un diagnóstico positivo debe aparecer una
disfunción en al menos dos áreas -sí- mismo, autorregulación, empatía,
intimidad-, a la vez que presentarse uno o más rasgos patológicos (APA,
2013).
102 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.)

Tras el DSM-5
Del mismo modo que en cuanto a lo comentado sobre la clasificación
categorial, el modelo mixto ha despertado interés y un tenso debate,
comenzado por los propios autores del manual durante su elaboración
(Skodol, Morey, Bendery Oldham, 2013a). Como el lector podrá
imaginarse, la polémica se encuentra en pleno auge debido a la reciente
publicación del DSM-5 (Skodol etal., 2013b).
Podemos situar argumentos en contra, a favor y posiciones intermedias.
Comenzando por los primeros, se critica que la redefinición de los TP en
sectores del sí-mismo y los vínculos interpersonales resulte muy radical y
carezca de una base empírica robusta. También se cuestiona la eliminación
de los trastornos dependiente, histriónico, paranoide y esquizoide,
decidida en virtud de la excesiva comorbilidad observada y de la falta de
estudios relacionados. Los autores que avalan esta postura argumentan que
esta remoción aumentará el número de diagnósticos no especificados y
cuestionan que otros trastornos -como por ejemplo, los de ansiedad o por
abusos de sustancia- también reportan una alta comorbilidad. A su vez, se
enfatiza que la poca cantidad de bibliografía en relación con los trastornos
excluidos de la sección III no constituye un motivo para descartarlos, sino
por el contrario, para continuar investigando (Clark, 2013; Gunderson,
2013; Zimmerman, 2013). Además se discurre sobre si al conservar seis TP
de la clasificación categorial en la nueva propuesta no se está retrocediendo
respecto de los avances científicos que indican que la división categorial
carece de sustento empírico (lacono, 2013).
Por su parte, los autores defensores del modelo aportan evidencia
empírica sobre la clasificación propuesta en la sección, así como sobre su
utilidad clínica -aspectos que hemos intercalado en los apartados en los que
detallamos el modelo de la sección III- (e.g., Anderson et al., 2013; Few et al,
2013; Wright et al, 2012).
Finalmente, en algunos trabajos se mencionan posturas menos
extremas, destacándose que los resultados favorables o adversos al modelo
están ligados a las variabilidades muéstrales y a los instrumentos utilizados
-por ejemplo, se detectan variaciones según se hayan empleado escalas de
autorreporte o un informante externo, y según se hayan operacionalizado
teorías sobre patología o sobre personalidad normal- (Bastiaansen et al.,
2013; Hopwood et al., 2012).
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 103

En relación con este último punto es importante mencionar que varios


instrumentos han sido valorados como de utilidad para examinar el modelo
mixto (Anderson et al., 2013; Hopwood et al., 2013). Tal es el caso del
Inventario de Personalidad para el DSM-5, en su forma de autorreporte
(PID-5; Krueger, Derringer, Markon, Watson y Skodol, 2012) y en la
diseñada para ser administrada a informantes externos (Markon, Quilty,
Bagby y Krueger, 2013); el Inventario Multifásico de la Personalidad
Minnesota R-F (MMPI-2-RF; Ben-Porath y Tellegen, 2008); y el Inventario
de Evaluación de la Personalidad (PAI; Morey, 2007).

Referencias bibliográficas
AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION (1980) Diagnostic and Statistical Manual
of Mental Disorders. Washington DC. American Psychiatric Association.
AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION (1987) Diagnostic and Statistical Manual
of Mental Disorders (Third Edition Revised). Washington DC. American
Psychiatric Association.
AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION (1994) Diagnostic and Statistical Manual
of Mental Disorders (Fourth Edition). Washington DC. American
Psychiatric Association.
AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION (2000) Diagnostic and Statistical '
Manual of Mental Disorders (Fourth Edition, Text Revision ). Washington DC.
American Psychiatric Association.
AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION (2013) Diagnostic and Statistical Manual
of Mental Disorders (5° ed.). Washington DC. American Psychiatric
Association.
ANDERSON, J. L.; SELLBOM, M.; BAGBY, R. M.; QUILTY, L. C.; VELTRI, C. O. C.;
MARKON, K. E. Y KRUEGER, R. F. (2013) “Assessment of DSM-5 personality
traits on the convergence between PSY-5 domains and PID-5 domains
and facets: implications for assessment of DSM-5 personality traits)
Assessment, 20(3), pp. 286-294.
BASTIAANSEN, L.; ROSSI, G.; SCHOTTE, C. Y DE FRUYT, F. (2011) “The structure of
personality disorders: Comparing the DSM-IV-TR Axis II classification
with the five-factor model framework using structural equation
modeling) Journal of Personality Disorders, 25(3), pp. 378-396.
BASTIAANSEN, L.; DE FRUYT, E; ROSSI, G.; SCHOTTE, C. Y HOFMANS, I. (2013)
"Personality disorders dysfunction versus traits: Structural
104 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.)

and conceptual issues" Personality Disorders: Theory, Research, and


Treatment, 4(4), pp. 293-303.
BENDER, D. S.; MOREY, L. C. Y SKODOL, A. E. (2011) “Toward a model for
assessing level of personality functioning in DSM-5, part I: A review of
theory and methods" Journal of Personality Assessment, 93(4), pp. 332-346.
BEN-PORATII, Y. S. YTELLEGEN, A. (2008) Minnesota Multiphasic Personality
Inventory-2 Restructured Form: Manual for administration, scoring, and
interpretation. Minneapolis. University of Minnesota Press.
CLARK, L. A. (2013) "A critique of Gunderson's views of DSM-5:
Commentary on ‘seeking clarity for future revisiones of the personality
disorders in DSM-5” Personality Disorders: Theory, Research, and
Treatment, 4(4), pp. 379-380.
FEW, L. R.; MILLER, J. D.; ROTHBAUM, A. O.; MELLER, S.; MAPLES, J.; TERRY, D. P;
COLLINS, B. Y MACKILLOP, J. (2013) "Examination of the section III DSM-
5 diagnostic system for personality disorders in an outpatient
clinicalsampl e", Journal of Abnormal Psychology, 122(4), pp. 1057-1069.
GORE, W. L. Y WIDIGER, T. A. (2013) "lire DSM-5 dimensional trait model and
five-factor models of general personality) Journal of Abnormal
Psychology, 122(3), pp. 816-821.
GUNDERSON, J. G. (2013) “Seeking clarity for future revisions of the
Personality Disorders in DSM-5) Personality Disorders: Theory, Research,
and Treatment, 4(4), pp. 368-376.
HOPWOOD, C. J.; MALONE, J. C.; ANSELL, E. B.; SANISLOW, C. A.; GRILO, C. M.;
MCGLASIIMA, T. H.; PINTO, A.; MARKOWITZ, J. C.; SHEA, X; SKODOL, A. E.;
GUNDERSON, J. G.; ZANARINI, M. C. Y MOREY, L. C. (2011) "Personality
assessment in DSM-5: Empirical support for rating severity, style, and
traits) Journal of Personality Disorders, 25(3), pp. 305-320.
HOPWOOD, G. J.; WRIGHT, A. G. C.; KRUEGER, R. E; SCHADE, N.; MARICÓN, K. E.
Y MOREY, L. C. (2013) "DSM-5 pathological personality traits and the
Personality Assessment Inventory) Assessment, 20(3) pp. 269-285.
HOPWOOD, C. J.; THOMAS, K. M.; MARKON, K. E.; WRIGHT, A. G. C. Y KRUEGER,
R. E (2012) "DSM-5 personality traits and DSM-IV personality
disorders", Journal of Abnormal Psychology, 121(2), pp. 424-432.
IACONO, W. G. (2013) "Looking forward to the new personality disorder
classification for DSM-5) Personality Disorders: Theory, Research, and
Treatment, 4(3), pp. 284-285.
KRUEGER, R. F. (2013) "Personality disorders are the vanguard of the Post-
DSM-5.0 era) Personality Disorders: Theory, Research, and Treatment, 4(4),
pp. 355-362.
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 10!.

KRUEGER, R. R; DERRINGER, I.; MARKON, K. E.; WATSON, D. Y SICODOL, A. E.


(2012) “Initial construction of a maladaptive personality trait model and
inventory for DSM-5" Psychological Medicine, 42, pp. 1879-1890.
KRUEGER, R. R; EATON, N. R.; CLARK, L. A.; WATSON, D.; MARKON, K. E.;
DERRINGER, J.; SKODOL, A. Y LIVESLEY, J. (2011) “Deriving an empirical
structure of personality pathology for DSM-5” Journal of Personality
Disorders, 25(2), pp. 170-191.
MARKON, K. E.; QUILTY, L. C.; BAG BY, R. M. Y KRUEGER, R. F. (2013) “The
development and psychometric properties of an informant-report form
of the personality inventory for DSM-5 (PID-5)'; Assessment, 20(3), pp.
370-383.
MERVIELDE, I.; DE CLERCQ, B.; DE FRUYT, F. Y VAN LEEUWEN, K. (2006)
"Temperament and personality as broad-spectrum antecedents of
psychopathology in childhood and adolescence" en T. A. Widiger, E.
Simonsen, R J. Siorvatka y D. A. Regier (comps.), Dimensional models of
personality disorders. Washington DC. American Psychiatric Association.
MOREY, L. (2007) Personality Assessment Inventory (PAI). Professional Manual (2°
ed.). Florida. Psychological Assessment Resources.
MOREY, L. C.; BERGIIUIS, FI.; BENDER, D. S.; VERHEUL, R.; KRUEGER, R. F. Y
SKODOL, A. E. (2011) "Toward a model for assessing level of personality
functioning in DSM-5, part II: Empirical articulation of a core dimension
of personality pathology’,’ journal of Personality Assessment, 93(4), pp. 347-
353.
MOREY, L. C.; KRUEGER, R. F. Y SKODOL, A. E. (2013) "The hierarchical structure
of clinician ratings of proposed DSM-5 pathological personality traits”
journal of Abnormal Psychology, 122(3), pp. 836-841.
MULLINS-SWEATT, S. N. Y WIDIGER, T. A. (2011) “Clinician’s judgments of the
utility of the DSM-IV and five-factor models for personality disordered
patients” Journal of Personality Disorders, 25(4), pp. 463-477.
ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD (1995) Clasificación estadística
internacional de enfermedades y problemas relacionados con la salud, décima
revisión. Washington DC. OMS.
PELECHANO, V.; DE MIGUEL, A. Y HERNÁNDEZ, M. (1995) “Trastornos de la
Personalidad” en A. Belloch, B. Sandín y F. Ramos (eds.), Manual de
psicopatología. Vol. II. Madrid. McGraw-Hill.
SKODOL, A. E.; BENDER, D. S.; MOREY, L. C.; CLARK, L. A.; OLDHAM, J. M.;
ALARCON, R. D.; KRUEGER, R. F.; VERHEUL, R.; BELL, C. C. Y SIEVER, L. J.
(2011) "Personality disorder types proposed for DSM-5) Journal of
Personality Disorders, 25(2), pp. 136-169.
106 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.)

SKODOL, A. E.; MOREY, L. C.; BENDER, D. S. Y OLDHAM, I. M. (2013A) "The ironic


fate of personality disorders in DSM-5’) Personality Disorders: 'theory,
Research, and Treatment, 4(4), pp. 342-349.
SKODOL, A. E.; MOREY, L. C.; BENDER, D. S. Y OLDHAM, J. M. (2013F) "When is
it time to move on? Rejoinder for 'The Ironic Fate of the Personality
Disorders in DSM-5”) Personality Disorders: Theory, Research, and
Treatment, 4(4), p. 354.
WIDIGER, T. A. (2011) "Integrating normal and abnormal personality
structure: A proposal for DSM-V') Journal of Personality Disorders, 25(3),
pp. 338-363.
WIDIGER, T. A.; HUPRICH, S. Y CLARION, J. (2011) "Proposals for DSM-5:
Introduction to special section of 'Journal of Personality Disorders’”
Journal of Personality Disorders, 25(2), p. 135.
WIDIGER, T. A.; SIMONSEN, E.; KRUEGER, R.; LIVESLEY, J. Y VERHEUL, R. (2005)
"Personality disorder research agenda for the DSM-V" Journal of
Personality Disorders, 19(3), pp. 315-338.
WIDIGER, T. A.; SIMONSEN, E.; SIORVATKA, P. J. Y REGIER, D. A. (2006)
Dimensional Models of Personality Disorders. Washington DC. American
Psychiatric Association.
WRIGHT, A. G. C.; THOMAS, K. M.; HOPWOOD, C. J.; MARKON, K. E.; PINCUS, A.
L. Y KRUEGER, R. F. (2012) “The hierarchical structure of DSM-5
pathological personality trails" Journal of Abnormal Psychology, 121 (4),
pp. 951-957.
ZIMMERMAN, M. (2013) "What is ironic about wanting empirical support to
justify changes in diagnostic criteria? Commentary on 'The Ironic Fate
of the Personality Disorders in DSM-5”) Personality Disorders: Theory,
Research, and Treatment, 4(4), pp. 352-353.

También podría gustarte