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EVALUACIÓN PSICOLÓGICA: ALGUNAS CLAVES PARA EL FUTURO- Rocío Fernández-Ballesteros

La evaluación psicológica es, sin duda, una de las disciplinas de la psicología científica presente
en cualquier actividad del psicólogo, sea éste básico o aplicado. Tras enumerar la más
importante bibliografía relativa al estado actual de la evaluación en España, se examinan
algunas claves de esta disciplina con el objetivo de plantear algunos retos del futuro: vejez y la
multiracialidad como poblaciones objetivo; nuestra posición entre Europa e Iberoamérica; la
evaluación del cambio; los avances tecnológicos; la valoración de programas, y, finalmente, las
normas y los reglamentos desarrollados en este fin de siglo. Finalmente, se incita al Colegio de
Psicólogos al debate y la reflexión sobre algunos de estos temas.

La evaluación psicológica es, sin duda, una de las disciplinas de la psicología científica presente
en cualquier actividad del psicólogo, sea éste básico o aplicado. Los investigadores y
profesionales más conspicuos o menos avezados al hacer psicología han de plantearse, en
alguna medida, la evaluación de determinado individuo humano o grupo, sujeto de su trabajo.
Que esa evaluación sea hecha mediante sofisticados aparatos (tasquitoscopios, polireactígrafos,
polígrafos, etc.) y estrictas mediciones o bien mediante entrevistas nada estructuradas e
inferencias cualitativas, la cuestión es que cualquier tarea psicológica encierra algún momento
evaluativo.

Que esto es así puede examinarse mediante múltiples fuentes de datos; por ejemplo, través de
encuestas sobre las tareas profesionales que realizan los psicólogos (Díaz y Quintana, 1992), la
frecuencia de utilización instrumentos evaluativos (Cohen et al., 1996), así como lo que pudiera
considerarse base del método experimental, piedra angular de los hallazgos psicológicos
generales (Fernández-Ballesteros, 1980)1. De ahí que, por suerte o por desgracia la evaluación
psicológica ha venido siendo el rostro bien conocido de la psicología2.

Todo ello nos permite justificar la inclusión de esta temática en el repaso que, en este número
de Papeles, se pretende dar a la psicología en sus más importantes áreas.

En esta tarea, nos encontramos con un primer problema: en los últimos años se han publicado
muy extensas revisiones de la evaluación psicológica en España por diferentes motivos, como
han venido siendo las periódicas reuniones de profesores de evaluación psicológica (por ejemplo,
Fernández-Ballesteros, 1991), el II Congreso de Colegio Oficial de Psicólogos (1990), el I
Congreso Iberoamericano de Psicología (1992), el 23 Congreso Internacional de Psicología
Aplicada (Fernández-Ballesteros, 1994). En todos estos informes se han presentado las
fundamentales coordenadas teóricas, metodológicas y tecnológicas, académicas y aplicadas de
la evaluación en nuestro país. Dado que todos esos trabajos son fácilmente accesibles y que el
lector puede encontrar en ellos un panorama general y muy amplio de la evaluación psicológica
española, resultaría redundante tratar de hacer un nueva revisión ya que, además, todo lo dicho
en ellos —parafraseando a André Guide— está bien dicho, y volver a repetir lo mismo implicaría
o no haber leído con toda atención tales escritos o, bien, caer en odiosas reiteracciones.

Por tanto, no tenga miedo el lector que no voy a realizar, un nuevo análisis racionalista sobre las
distintas fuentes que nos permiten situar a la evaluación psicológica según distintas perspectivas
(históricas, teóricas, tecnológicas, académicas, aplicadas, etc.). Más bien, lo que pretendo es
enunciar y discutir brevemente lo que creo son algunas de las más importantes claves de la
evaluación psicológica en este fin de siglo con el objetivo de plantear algunos retos del futuro.
NUEVAS POBLACIONES: Envejecimiento y multiracialidad

La evaluación psicológica tiene siempre por sujeto al individuo humano o grupo de individuos.
Como se sabe, su objetivo esencial se ha centrado en la descripción, predicción, pronóstico,
explicación, o cambio del comportamiento del sujeto humano con base en ciertas condiciones o
características psicológicas, psicosociales o ambientales. Pero, a lo largo de este siglo ha habido
grandes cambios sociodemográficos en las poblaciones atendidas por los psicólogos de forma tal
que si bien sigue siendo cierto que el comportamiento del sujeto humano en su contexto es
nuestro objeto de estudio, determinadas condiciones de este sujeto han variado. Veamos dos de
las que más se han modificado.

A principios de este siglo, en España, la esperanza de vida era, en promedio (varones y


mujeres) de 46 años, la natalidad por encima de 4 y, prácticamente, no había inmigración. A
finales de siglo, la España de la Unión Europea tienen una de las más altas esperanzas de vida
de Europa (mujeres 81 años, hombres 73.3), una de las más bajas tasas de natalidad del mundo
(1.15 hijos por mujer) y está empezando a ser un país que recibe tanto a ciudadanos europeos
como a emigrantes del norte de Africa, de Latinoamérica e, incluso, de los países del Este de
Europa. En otras palabras, el envejecimiento de la población española, la entrada de España en
la UE con la libre circulación de ciudadanos y una creciente inmigración han producido
importantes cambios en las poblaciones atendidas por los psicólogos y, como es lógico, la
evaluación psicológica ha de ajustarse a esos cambios.

La psicología emerge fuertemente ligada a demandas sociales y estas demandas están, a su vez,
referidas a las condiciones sociohistóricas de la época. Si examinamos la propia historia de la
evaluación, ésta nace de la mano de Binet y otros evaluadores cuyo objetivo esencial era el
análisis objetivo de ciertas condiciones en la infancia. Esta y otras muchas circunstancias han
influido en que a lo largo de este siglo, se haya hecho más hincapié en la evaluación del niño, el
adolescente y el adulto que en la evaluación en la edad media de la vida o, aún menos, en la
vejez.

El envejecimiento de la población producido a lo largo del siglo XX , pero más específicamente,


en las tres últimas décadas, lleva consigo la necesidad de acomodar a una población más
envejecida el proceso de evaluación (por ejemplo, mayor atención a las variables personales del
sujeto tales como educación, sus condiciones sensoriales, la familiaridad en los tests, etc.) así
como la exigencia de ajustar los instrumentos de evaluación basados en normas a grupos de
población que cubran todo el ciclo de la vida.

En otro lugar (Fernández-Ballesteros, 1997), ponía de relieve la importancia de la utilización de


baremos ajustados a la población mayor, junto a la ausencia de éstos en los más importantes
instrumentos de evaluación así como denunciaba la frivolidad con la que se dice que un
instrumentos ha sido baremado para la población "adulta" cuando, en realidad, el mayor grupo
de edad utilizado en la baremación contaba con el rango de 40-45 años o aún menor edad (ver,
por ejemplo, el WAIS). En resumen, el psicólogo evaluador (así como las empresas dedicadas a
la distribución de tests) tiene una importante tarea por delante: tratar de ajustar su
instrumentación y sus propias perspectivas de acción profesional a una población envejecida que
pertenece a una cohorte alejada en el tiempo, que ha vivido circunstancias distintas (y
distantes) del psicólogo. Acomodarse a una mayor distancia generacional con el cliente irá
paulatinamente siendo un reto para el psicólogo.
Decía además que nos encontramos ante una población inter-racial. Ello procede, esencialmente,
de dos condiciones históricas distintas que han sobrevenido en las últimas décadas del siglo XX.
De un lado, la libre circulación de ciudadanos europeos acreedores de los mismos servicios
psicológicos que los españoles y, de otro, la inmigración que, poco a poco, es más frecuente.
Veamos ambas cuestiones.

La libre circulación de ciudadanos de los países de la Unión Europea (UE), no solo permitirá al
psicólogo español trabajar fuera en otros países de la Unión, sino que está influyendo en la
llegada de ciudadanos europeos jubilados que buscan en nuestro país, climatológicamente
benéfico, mejorar su calidad de vida. En ciertas comunidades españolas (como la Comunidad
Valenciana, Andalucía o Baleares) están asentándose amplios grupos de ciudadanos mayores
europeos que tienen derecho a protección de salud y que bien pueden requerir atención
psicológica. Es de preveer que en el futuro este fenómeno poblacional se va a incrementar.
¿Cómo diagnosticar y asesorar a un alemán de 70 años visitante o residente en uno de los
parajes de nuestra costa? El psicólogo ha de estar preparado para evaluar y atender a
ciudadanos mayores tanto españoles como de otros países europeos. Si no lo hace, otros
psicólogos europeos se trasladaran a esos mismos lugares para ofrecer esa necesaria atención.

Por otra parte, no sólo recibimos a ciudadanos de la Unión sino que, poco a poco, nos estamos
convirtiendo de un país emigrante a un país al que se emigra en búsqueda de mejores
condiciones o, simplemente, como paso para otros países. Ello ha de hacernos reflexionar que,
poco a poco, estamos caminando hacia una sociedad interracial.

Como psicólogos evaluadores, esta condición nos ha de hacer no sólo estar atentos a la hora de
evaluar con instrumentos adecuados que no sean discriminatorios a ciertas minorías, sino que la
cuestión abarca un amplio margen que traspasa incluso el plano profesional y se adentra en
nuestro sistema de valores y creencias. ¿Cómo evaluar y tomar decisiones sobre la petición de
reparación del himen en una joven musulmana que a pesar de haber incorporado valores
actuales y occidentales tiene que transigir con las normas de la propia cultura si quiere ser
aceptada por su grupo de referencia?.

Ello implica muchas cosas: un cambio de mentalidad para ser capaz de entender los valores y
creencias de personas pertenecientes a otros contextos culturales a la hora de hacer evaluación,
diagnóstico, consejo o tratamiento psicológico. Junto a ello, esta realidad debe alertarnos contra
un probable etnocentrísmo, amenaza, al menos potencial, en un país invertebrado en el que
también se practican los más variados "fundamentalismos" y que ensaya una tolerancia más
próxima al "laissez-faire, laissez-passer" que a una verdadera aceptación del otro que, con su
conducta, expresa un sistema de valores distinto y alejado de aquél recién alcanzado por
nosotros.

En resumen, el psicólogo evaluador debe ser consciente de que cada vez en mayor medida ha de
evaluar (y por supuesto, diagnosticar, orientar, tratar, etc.) a sujetos de más edad del propio
país así como de otros países así como también sujetos de distintas culturas. Por todo ello, en
mi opinión, el psicólogo requiere una mayor preparación en psicogerontología y en psicología
transcultural como así, también, se precisa tener en cuenta que nuestra tecnología psicológica,
en términos generales, se ha dirigido esencialmente a la edad infantil y adulta y que, en la
mayoría de las pruebas estándares, no se cuenta con datos normativos a través de los cuales
realizar más ajustados diagnósticos, predicciones, asesoramiento o, incluso, intervenciones.
MIRADA AL ESTE, MIRADA AL OESTE: Europa e Iberoamérica

Desde la configuración actual de la psicología puede decirse que España ha venido


experimentando una enorme influencia norteamericana (Carpintero, 1986). En las últimas
décadas, esto está cambiando y existen pruebas de que la psicología española es plenamente
consciente de su pertenencia histórica al viejo continente europeo así como de sus estrechos y
entrañables lazos con Iberoamérica.

España, no cabe duda, geográfica, histórica y culturalmente mira a (se mira en) dos
continentes: Europa y América. En evaluación psicológica, la cuestión está bien clara y aún
pudiera ser considerada como paradigmática: hemos progresado teniendo en cuenta ambas
realidades.

La Sociedad Española de Evaluación Psicológica (SEEP, creada en 1985) se convirtió en 1990 en


la European Association of Psychological Assessment (EAPA) así como la revista Evaluación
Psicológica/Psychological Assessment se convirtió en 1992 en el European Journal of
Psychological Assessment (aparece en la red APA, Psychlit, Psychalert, Psychinfo, Psychological
Abstract así como en los Social Sciences Current Content). Durante los últimos quince años,
desde esa organización, se han celebrado cinco Congresos de Evaluación Psicológica (Madrid
1985,1987; Barcelona, 1991; Santiago, 1994; Málaga, 1998) así como cuatro European
Conference on Psychological Assessment (Barcelona 1991; Groningen, 1993; Trier, 1995;
Lisboa, 1997, el próximo Congreso europeo tendrá lugar en Patras, Grecia, en Septiembre de
1999).

Así, también, con motivo del I Congreso Iberoamericano de Psicología (Madrid, 1992) se
constituyó la Asociación Iberoamericana de Diagnóstico y Evaluación Psicológica (AIDEP) que
comenzó a publicar, en 1995, la Revista Iberoamericana de Diagnóstico y Evaluación Psicológica.
La AIDEP ha organizado distintos Congresos Iberoamericanos de Diagnóstico y Evaluación
Psicológica el próximo de los cuales tendrá lugar en Salamanca (Noviembre). Además, hay que
resaltar que ambas sociedades han colaborado y colaboran en proyectos comunes.

En definitiva, creo que podemos sentirnos orgullosos al decir que la evaluación psicológica
española es germen de acciones científicas, académicas y profesionales tanto en Europa como
en Iberoamérica. En el futuro esta comunidad científica deberá ser potenciada y seguir adelante
para el cumplimiento de fines comunes.

EVALUACIÓN DEL CAMBIO: La evaluación de las intervenciones psicológicas

En estos últimos años, la evaluación ha estado extraordinariamente unida a la valoración de


intervenciones y, más aún, a la contrastación de los efectos (eficacia o efectividad) de los
tratamientos psicológicos a través del cambio comportamental. Ello es lógico puesto que un
modelo de evaluación psicológica debe conllevar no sólo la descripción, diagnóstico o predicción
del caso sino que debe también incluir la valoración de esas predicciones y, también la
valoración de los resultados obtenidos. De hecho, cada vez han aparecido un mayor número de
textos en evaluación en los que se hace referencia a la importancia de la evaluación a la hora de
la planificación y valoración de intervenciones (por ejemplo, Marush, 1994; Hurt, Reznikoff y
Clarkin, 1991).
Con la evaluación del cambio nos encontramos muy cerca de la valoración de programas desde
luego pero, permítaseme tratar ambos temas separadamente por cuanto la evaluación del
cambio a la que me refiero ahora versa, esencialmente, sobre intervenciones psicológicas
mientras que con la evaluación o valoración de programas nos referimos, más bien, a un amplio
ámbito de acciones sociales. Así pues, en el epígrafe siguiente trataré sobre la importancia del
psicólogo y la evaluación psicológica en la evaluación de programas, tanto si se ven implicadas
variables psicológicas y/o comportamentales como objetivos de cambio como cuando lo son
como variables independientes o potencialmente intervinientes. Sin embargo, a continuación
trataré de la evaluación del cambio comportamental o, en otras palabras, la contrastación de si
las intervenciones psicológicas individuales o grupales producen los esperados cambios lo cual se
ha convertido en un ámbito de trabajo propio de la evaluación psicológica pero de suma
importancia para la psicología, en general.

En estos últimos años se está produciendo un importante debate sobre los "efectos" de nuestros
tratamientos y programas (incluso, en este debate ha terciado recientemente el Presidente de la
APA, Prof. Seligman y ha acuñado una nueva significación para los conceptos de eficacia y
efectividad en los que no podemos detenernos ahora). La evaluación psicológica es la encargada
de poner de relieve estos extremos que posteriormente son analizados mediante meta-análisis
(o mega-análisis) con el fin de contrastar la talla del efecto medio de las intervenciones. Cabe
señalar que el papel de la evaluación psicológica es esencial desde dos perspectivas distintas: 1)
es a través de la evaluación como se toman decisiones sobre qué intervenciones adoptar, y 2)
son instrumentos de evaluación los encargados de evaluar o medir el cambio, una vez aplicadas
las intervenciones.

Recientemente, Lipsey y Wilson (1993) han examinado 302 estudios de meta-análisis de


intervenciones psicológicas, conductuales y educativas. La distribución de la amplitud del efecto
se muestra en la Figura 1. Lo que estos autores ponen de relieve es que los efectos medios
están en torno a .05 (talla del efecto media equivalente a media desviación típica) pero,
también, que la distribución de los efectos está claramente desviada hacia la derecha. En otras
palabras, mientras que aproximadamente un 15% de estudios en los que se valoran
tratamientos psicológicos no presentan ningún efecto (de entre los que aproximadamente un 2%
presentan efectos negativos) una gran parte de intervenciones psicológicas presentan cambios
comportamentales por encima de una desviación típica. En resumen, nuestros tratamientos, en
general, parecen producir cambios o efectos positivos en los comportamientos problemáticos
que tratan.

Pero, esto no es todo, como señala Lipsey (1997), lo importante del meta-análisis es que nos
ofrece una lente para observar un conjunto de evaluaciones. En otras palabras, con el adecuado
sistema de clasificación de estudios y de variables y mediante un meta-análisis nos permite
examinar cuales son los aspectos más relevantes (o de más impacto) de los programas. Así en
la Figura 2 observamos cómo se han descompuesto en 302 estudios evaluativos las variaciones
en efectos observados. Sólo una cuarta parta de tales efectos se deben al programas (es decir,
al tipo de tratamiento, cliente, resultados, etc.). tres cuartas partes están explicadas por el
método, los errores de muestreo y los efectos residuales.

Aparte de que la lente con la que se miran los programas parece estar "empañada", la
evaluación del cambio sistemática y los meta-análisis y los meta-meta-análisis nos permiten
proceder a un examen diferencial de efectos, separando la propia metodología de evaluación y
los que verdaderamente deben ser imputados a la bondad del programa y, en este último caso,
también permite descomponer el tratamiento psicológico en sus partes esenciales con el fin de
comprobar cuáles son sus elementos más activos.

En resumen, la evaluación del cambio es en este final de siglo una de las áreas de mayor
importancia de la evaluación psicológica. No intervenir en nuestro sujeto psicológico sin haber
previamente evaluado lleva consigo, también, no intervenir sin valorar el cambio producido lo
cual es un corolario necesario que debe guiar a cualquier psicólogo en su práctica profesional y
que transciende el cientifismo para adentrarse en la ética por lo que, la evaluación del cambio
debería estar presente en nuestro código deontológico como un mandamiento más.

AVANCES TECNOLÓGICOS: Desde la administración computorizada a la involucración virtual

Resulta claramente difícil realizar una mínima reseña de los avances que la evaluación
psicológica ha experimentado gracias a los desarrollos tecnológicos experimentados a lo largo
del siglo XX (como incontables son éstos). Sin embargo, si parece posible presentar algunos de
los más revolucionarios cambios de la tecnología evaluativa.

1. Los avances de la informática y el ordenador (a través de sus sucesivas generaciones) nos


han provisto de posibilidades miles en la administración, corrección e interpretación de la más
sofisticada tecnología psicológica así como casi ha desbancado —por su precisión y flexibilidad—
a tasquistoscopios, polireactígrafos o polígrafos en la presentación de estímulos y tareas, así
como en el registro de las actividades del organismo.

2. Los avances de las técnicas de neuroimagen junto a los avances de la informática nos han
permitido explorar funcionalmente lo que acontece a nivel neural cuando se administran
determinadas tareas, tests u otros estímulos relevantes. Ello contribuye y contribuirá no sólo a
un mejor conocimiento de los procesos psicológicos sino que suponen fuentes criteriales para la
construcción de tests de indudable e irremplazable valor. En ello están trabajando, entre otros,
distintos equipos de investigación como el de León Carrión en Sevilla o el de Carmen Junqué en
Barcelona.

3. Los microcircuitos y los sistemas integrados han supuesto una revolución en el auto-registro y
en la recogida de información en situaciones naturales. Así, hoy en día, es posible registrar lo
que dice que piensa o siente un sujeto así como sus correlatos psicofisiológicos mediante
sistemas "ambulatorios" (preferiría llamarles "ecológicos") de recogida de información en la
situación natural en donde tales eventos suceden (ver, por ejemplo, Fahrenberg y Myrtek,
1996).

4. Los sistemas expertos son utilizados en la simulación de la propia "mente" del evaluador
permitiendo replicar el proceso de evaluación lo cual es de inestimable valor a la hora de validar
este proceso y, como veremos más adelante, ello nos servirá de base a la hora de "normalizar" o
estandarizar dicho proceso, base de la evaluación psicológica. En esa línea de investigación
investigadores españoles como José Luis Zaccagnini, Pablo Adárraga o Sixto Cubo, están
haciendo trabajos realmente pioneros que tanto permiten evaluar distintas patologías
psicológicas (como la depresión o el autismo) como investigan la actividad epistémica del
evaluador validando algunos modelos del proceso evaluativo.
5. Los avances de la realidad virtual están permitiendo replicar la situación natural, a través de
una análoga en el laboratorio. Ello ha sido un reto desde principios del siglo pasado, desde Jacob
Levy Moreno a la Oficina de Servicios Estratégicos de los EEUU pasando por los psicólogos de la
conducta con sus tests situacionales; hoy en día, mediante situaciones virtuales estandarizadas,
simular situaciones ya no es ciencia ficción, sino pura "realidad". Ello puede ser apreciado en las
investigaciones de Manual de Juan Espinosa (en inteligencia espacial) o Cristina Botella (en
fobias) y, también en los trabajos de TEA —junto con otras compañías de test europeas— que
están tratando de estandarizar situaciones que van a revolucionar la selección de personal.

En resumen, son tantos y tan variados los avances tecnológicos producidos durante este siglo
que un balance en sus postrimerías nos ofrece un variado espectro de repercusiones
extraordinariamente positivas para el quehacer psicológico así, como veremos más adelante, nos
plantean nuevas cuestiones y preocupaciones que habrán de ser reguladas.

5. LA EVALUACIÓN DE PROGRAMAS : Valoración de programas en la España de la UE

En distintos foros he puesto de relieve desde hace más de dos décadas que el sujeto de la
evaluación psicológica no se reduce al sujeto individual (al ser humano) sino que comprende
también la evaluación del cambio comportamental y, por ello, y con ello, la evaluación de
programas. Es éste un ámbito relativamente nuevo de la evaluación psicológica en el que
conviene detenerse. La evaluación de programas tiene un esencial objetivo (amén de ayudar a
contabilidad pública): la mejora de los programas sociales y, en definitiva, la progresión en la
calidad de vida de los ciudadanos. La pregunta esencial es doble: cuál es el papel del psicólogo
y, en particular, del psicólogo evaluador en la evaluación de programas y cuáles son las
perspectivas futuras de la evaluación de programas en la España de la Unión Europea.

Recientemente, en colaboración con Evert y Seyfried (Fernández-Ballesteros, Vedung y Seyfried,


en prensa), he tratado de enfatizar y formalizar la importancia de la psicología y los psicólogos
en la evaluación de programas. Tres son los principales componentes del mardaje entre la
psicología y la evaluación de programas, revisemos brevemente esas tres líneas argumentales.

1. La psicología y los psicólogos son profesionales indispensables cuando los objetivos de los
programas son de naturaleza comportamental. (Seguramente, ésa es la razón por la cual, los
psicólogos españoles aparecen implicados esencialmente en la evaluación de programas
educativos y sociales). Señalaba hace quince años que, finalmente, eran instrumentos
psicológicos los que se utilizaban como medidas de las variables dependientes (operaciones
observables) en gran parte de los programas cuyos objetivos eran comportamentales. La
salvaguarda de las requisitos que han de presentar los instrumentos, las garantías en cuanto a
la administración, corrección e interpretación son áreas esenciales del trabajo del psicólogo
evaluador. El rol del psicólogo en evaluación de programas, ¿se reduce a su actuación en
aquellos programas de contenidos comportamentales? La respuesta es claramente negativa
como se señala a continuación.

2. Uno de los grandes avances de la evaluación en los últimos años se ha centrado en la


evaluación basada en la teoría del programa y no sólo en sus resultados. En gran parte de
programas de contenidos sanitarios, ambientales o jurídicos en los que no se establecen
objetivos conductuales, la importancia del psicólogo o la psicología son indudables también
porque las variables que han de ser manipuladas como variables independientes son de
naturaleza psicológica. Pongamos algún ejemplo. Cualquier programa de prevención tiene,
indudables objetivos sanitarios que, generalmente, van en la línea de reducir algún parámetro
epidemiológico. Sin embargo, con el fin de conseguir el cambio de la incidencia o prevalencia de
algún tipo de enfermedad, siempre y cuando se pretenda lograrlo mediante lo que se ha venido
en llamar "salud comportamental" (o en otras palabras hábitos o estilos de vida saludables) ha
de lograrse también a través del cambio comportamental. Desde esta perspectiva, el psicólogo
no sólo debe estar en la evaluación de los objetivos o efectos de aquellos programas
comportamentales (o variables dependientes de los mismos) sino, también, siempre y cuando se
manejen variables indepedientes o intervinientes psicológica (conocimientos, información,
actitudes, adquisición de hábitos o, en otras palabras, respuestas emocionales, motoras o
cognitivas). Como podemos examinar en la Figura 3, el programa "Póntelo, pónselo", que tiene
por objetivos finales la reducción de indicadores epidemiológicos (la incidencia del SIDA y otras
enfermedades venéreas, etc.) cuenta, en base a su teoría, con una serie de objetivos
intermedios que requieren, también, evaluación (al menos, si se pretende hacer un trabajo
riguroso).

3. Pero ahí no termina la importancia de la psicología y los psicólogos en el amplio ámbito de la


evaluación de programas. Una de las más importantes funciones de la evaluación estriba en su
utilización. En otras palabras en que sirva para el cambio (mejora del programa, cambio
organizacional, etc.). Pues bien, como ha puesto de relieve Vedung en múltiples escritos (por
ejemplo: Vedung, 1995; Fernández-Ballesteros, Seyfried y Vedung, en prensa), las principales
teorías que versan sobre la utilización de la evaluación se basan en modelos psicológicos de
aprendizaje o de cambio cognitivo.

Como conclusión de este apartado podríamos afirmar que los psicólogos están llamados a
ejercer un importante papel en la evaluación de programas. Eso ocurre, realmente, en el mundo
norteamericano en el que ocupan un papel realmente importante en la mayor parte de agencias
de valoración tanto públicas como privadas (Fernández-Ballesteros, Vedung y Seyfried, en
prensa).

ESTÁNDARES Y NORMAS EN EVALUACIÓN PSICOLÓGICA: ¿Reglamentísmo de fin de siglo?

La evaluación psicológica, como actividad humana, profesional y científica, conlleva una serie de
tareas o acciones así como involucra a distintos tipos de colectivos implicados. A través de este
siglo, se han dictado normas a la hora de normalizar esas tareas y actividades profesionales así
como códigos deontológicos con el fin de que el psicólogo auto-regule su conducta.

En la Figura 4 se presenta el conjunto de siete grupos de tareas, de la que se derivan estándares


o garantías así como audiencias implicadas en el amplio ámbito de la evaluación psicológica.
Veamos brevemente esta cuestión.

1. A lo largo de este siglo distintas organizaciones han producido Estándares para la construcción
de tests (APA, 1978, 1985). Se trata de normalizar qué garantías deben reunir los instrumentos
de evaluación psicológica para ser consideradas herramientas científicas y ser adoptados por una
comunidad profesional que pretende ser rigurosa. En este momento la Asociación Americana de
Psicología está produciendo una última versión (revisión de las anteriores) que será editada y
promulgada en breve y que, muy probablemente, va a ser adoptada por la mayor parte de
asociaciones de psicología en el mundo.
2. Pero la construcción de tests es un punto de partida, los tests son productos científicos pero,
también, comerciales que han de ser publicados y distribuidos con ciertas garantías. Por esta
razón, en algunos países, se han promulgado normas para la venta y distribución de tests que
tratan de evitar su mal uso y, en definitiva, el intrusismo profesional. Distintos países han
decidido la adopción de criterios a la hora de la renta y distribución de tests; España no ha
tomado decisiones a este respecto y ello entraña una asignatura pendiente.

3. Los instrumentos de evaluación suele ser construidos desde una específica cultura pero,
frecuentemente, son traducidos y adaptados a otras. Este proceso de traducción a otras lenguas
o adaptación a otras culturas ha sido también regulado, recientemente, por la International
Tests Commission con el concurso de una serie de organizaciones internacionales (ver, por
ejemplo, Hambleton, 1994, ver también Muñiz, 1997).

4. Los tests y otros instrumentos de medida en psicología tienen diversos grados de dificultad y,
por tanto, requieren distintos niveles de formación. Un problema importante, reside en la
regulación de la utilización de los tests donde se involucran los derechos de los psicólogos (al
serlo) y la necesidad de cualificación para aplicar los tests y otros instrumentos de medida. Con
el concurso internacional la International Test Commission está procediendo a regular este
ámbito que parece de extraordinaria importancia. (por ej.: Bartram, 1995).

5. Los clientes o usuarios de la evaluación tienen también sus derechos; dos son los tipos de
regulación sobre este tema: de un lado, los Códigos Deontológicos profesionales agrupan
normas éticas para regular el auto-control del profesional que en su relación con el cliente está
comprometido a una serie de actuaciones, de otro lado, las asociaciones de ciudadanos han
planteado también sus derechos como usuarios de los tests (Fremer, 1997). Sin embargo, en
España no existe regulación alguna a este respecto.

6. Ligado con el punto anterior se encuentran las normas deontológicas que implican el
comportamiento del psicólogo durante el proceso de evaluación y la información de resultados
de la evaluación y que comprende un apartado importante en este tipo de códigos.

7. Finalmente, todo lo dicho hasta aquí (con excepción del punto 6) no entraña ni más ni menos
que aspectos ligados a la construcción, distribución, adaptación y utilización de tests. Sin
embargo, como se ha tratado de expresar en la Figura xx, evaluación psicológica se lleva a cabo
mediante un proceso de toma de decisiones a través del cual el psicólogo solicita información, se
plantea hipótesis sobre el caso, selecciona y decide utilizar una serie de instrumentos de
evaluación y llega a unas conclusiones de las que se derivan orientaciones, intervenciones,
desplazamientos, etc. relativos al caso de evaluación. Este proceso ha sido ampliamente
investigado desde múltiples perspectivas (resolución de problemas, toma de decisiones,
sistemas de experto, etc.) y en múltiples contextos aplicados (clínico, orientación vocacional,
selección, etc.).

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