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Serie Abrazo Enemigo 03

Réplica
Aubrey Ross
Agradecimientos

Al grupo de traducción Seshat:

A Kat1517 por la traducción, a Patty por corrección, a Taeva


lectura final de este libro.

A Jeantte por el diseño.

Y a todas las personas que nos apoyan día a día.

¡Disfruten de la Lectura!
Argumento

Decidido a dejar atrás su pasado decadente, Matt, el famoso juguetero, se


embarca en un viaje de auto descubrimiento. Una vez creo auxiliares de placer y
compañeros sexuales y ahora es una “réplica” de sí mismo. Y aunque primitiva y
supersticiosa, la tribu Perrlain, tiene el secreto para su supervivencia o al menos para
su cordura.

Después de la ascensión sumamente erótica de Serena a la condición de


sanadora espiritual, la incomodidad aumenta rindiéndose a la liberación sexual. Los
sacerdotes de la tribu ven una oportunidad para que Matt y Serena se ayuden entre
ellos. Matt volverá a introducir el placer carnal en ella y Serena va a equilibrar el flujo
de su alma en él.

La atracción de Matt y Serena pronto pasa del placer físico, pero enemigos
mutuos revelan que Matt es una “máquina sin alma”. A Serena se le ha enseñado que
la tecnología es mala, pero su corazón se niega a creerlo. Ahora se ve enfrentada a una
elección imposible, honrar las enseñanzas sagradas o traicionar a su tribu para estar
con el hombre que ama.
Prologo

Reuniendo su cabello hasta la cintura en una fuerte torsión, Serena envolvió la


pesada masa alrededor de la corona en su cabeza y lo mantuvo allí cuando la
sacerdotisa acomodando el tocado justo en su lugar.

— Soy la única acolita ascendiendo esta noche. Todos sabrán quien soy.

Hyalee no discutió. — Cada aspecto de la ceremonia se ha diseñado para


centrar nuestra atención en la ascensión. Nada debe distraernos de los cambios que la
Deidad está a punto de obrar en ti. — Ellos ya habían rodeado sus ojos con hollín y
usado el rojo oscuro de la planta tersatta para pintar sus labios. La suma sacerdotisa
aseguró una máscara a través de la mitad superior de la cara de Serena y dio un paso
atrás para mirarla.

Pocos eran testigos de la ascensión de una acolita. Era el más sagrado de todos
los rituales Perrlain. Serena había despertado esta mañana con una combinación
inquietante de excitación y temor. Todo el mundo había intentado calmarla, pero toda
la vaga confianza de Hyalee no había aliviado la tensión que se apretaba en el vientre
de Serena.

Aunque pequeña en estatura y complexión, la suma sacerdotisa emanaba


autoridad. Ella había apartado su pelo rubio miel de la cara y se había hecho una
simple trenza. — Todavía pareces dudosa. No se asciende a menos que estén listos.

— Estoy lista. — Serena tomó aire profundo y dejó que las palabras rodaran en
su mente. Esto era lo que había esperado por toda su vida. ¿Así que por qué no podía
quitarse el miedo?

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— Tienes una gran capacidad de energía divina. He sentido esto por un tiempo.
¿Tienes alguna idea del regalo que la Deidad va a derramar sobre ti? Tu madre estuvo
teniendo sueños antes de la ascensión.

Serena sacudió su cabeza. — Sólo siento que mi vida nunca será igual después
de esta noche.

Hyalee la estudió por un largo y silencioso momento. — De todos los acólitos,


hombres y mujeres, se espera que se abstengan de relaciones sexuales durante su
entrenamiento. Algunos, como tú, experimentaran las relaciones sexuales por primera
vez durante su ascensión, pero la mayoría han experimentado el placer carnal de una u
otra manera mucho antes de eso. ¿Estás asustada de lo que va a suceder?

— Por supuesto que no. — La mayoría de los rituales Perrlain incluían


expresiones sexuales. El apetito carnal era un parte elemental y placentera de la vida
adulta. Aun así, Serena quería que su sacrificio fuera especial. Suprimió su deseo lo
mejor que pudo y se comprometió a aliviar la tensión solo con su propio toque. —
Estoy ansiosa por expresar mi sexualidad, pero… — Serena lanzó un tembloroso
suspiro. — No estoy segura de lo que me preocupa.

— Lo desconocido siempre es aterrador. Mirar a otros cumplir con sus apetitos


carnales es diferente a entregar tu virginidad. Me aseguraré de que los participantes
tengan especial cuidado para excitarte antes de que el Elegido entre en tu cuerpo.

— ¿Cuántos van a participar? ¿Tendré permitido tocarlos, o solo se espera que


me someta? ¿Quién fue Elegido para mí? ¿Puedo saberlo?

Hyalee levantó la cortina tejida de la ventana y miró hacia el bosque. — Vas a


tener las respuestas a todas tus preguntas tan pronto como nos unamos a los otros. —
La persiana cayó ligeramente contra el marco de la ventana cuando la sacerdotisa la
soltó. — Ha caído la noche. Es hora de irse.

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Serena trató de no entrar en pánico. Solo los sacerdotes y las sacerdotisas tenían
permitido participar en la ascensión. Todos los asistentes habían pasado por esto
mismo, incluyendo a Hyalee.

El sol se cernía en el horizonte, proyectando sombras misteriosas por entre los


altos árboles. Para mantener a su gente centrada en las maravillas de la Deidad, la
Tribu Perrlain se habían asentado profundamente en el desierto de Templo Tuttle. El
puesto de avanzada por completo estaba dedicado a la espiritualidad, pero a diferencia
del resto de los colonos, la Tribu Perrlain rechazaba la tecnología y se mantenía
aislado del mundo materialista. La Deidad los proveía con todo lo que necesitaban,
por lo que los Perrlain pasaban sus vidas en adoración y celebración.

Siguiendo a la suma sacerdotisa, Serena se abrió paso por el estrecho sendero


que conducía a los acantilados de Enarre. Las antorchas rodeaban el claro cubierto de
hierba, sus llamas bailaban con la brisa de la tarde. Las tres cascadas caían desde los
dramáticos acantilados, reflejando la escasa luz y la formación de espuma luminiscente
en el lago más abajo.

Los adoradores estaban de pie en un círculo, alternando con sacerdotes y


sacerdotisas. Mientras Hyalee se acercaba, los adoradores se apartaron, permitiéndoles
pasar. El sumo sacerdote Kapali, estaba en el centro de los adoradores. Su cabello
castaño claro caía en pulidas ondas hasta los hombros, enmarcando sus robustos
rasgos. Al igual que su hermana Hyalee, él no hizo intento por ocultar su apariencia.
Kapali creaba la impresión de fuerza sin la necesidad de los músculos abultados de un
guerrero. Sus brillantes ojos oscuros veían todo con sólo un vistazo, y Serena
sospechaba que nadie conocía la totalidad de su poder.

— Nos hemos reunido para celebrar la ascensión de nuestra hermana. Ella


ascenderá de acolita a sacerdotisa. — Su voz resonó en el claro y los adoradores
hicieron eco con una frase que Serena no entendía. Se le enseñaría las palabras y
evocaciones antiguas una vez que su ascensión estuviera completada. Él la miró a los
ojos.

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— ¿Estás lista y dispuesta para este cambio?

— Lo estoy. — Serena sonó más firme de lo que se sentía.

Los sacerdotes y sacerdotisas llevaban túnicas idénticas, un manto envolvente


de color rojo y dorado. Kapali y Hyalee usaban batas similares, pero estás eran negras
y rojas. Serena miró su túnica blanca con adornos dorados y se dio cuenta que sería la
última vez que la usara. Cuando dejara el claro esta noche, estaría vestida en rojo y
dorado.

Su mirada recorrió el círculo de adoradores. A pesar de sus tocados y máscaras,


trató de identificar tantos como podía. Los sacerdotes también habían pintado las
partes inferiores de sus rostros, haciendo más difícil identificar sus rasgos. El primer
sacerdote a su lado derecho tenía que ser Baylott. Su estatura superaba la de los demás
por media cabeza. ¿Cuál había sido Elegido para ella?

Kapali hizo señas tras él, llamando su atención hacia los gruesos postes que
habían sido enterrados en el suelo. — Si estás lista, quítate las prendas de acolito y
toma tu lugar.

Con los dedos temblando, se desató el lazo a la altura de la cintura y dejó a la


túnica deslizarse hasta el suelo. Los adoradores comenzaron un suave canto lírico.
Serena absorbió el ritmo, dejando que pasase sobre ella como suaves ondas. Esta era la
culminación de su formación. No había razón para su miedo. Se movió entre los
postes y miró a Kapali para instrucciones.

— Levanta tus brazos en súplica y sujeta los lazos para mantenerlos elevados.

Alzando sus brazos por encima de su cabeza, metió las manos a través de los
lazos de cuero. No estaría sujetada de ninguna manera. Su sacrificio debía ser
voluntario. Hyalee llevó una taza de madera a sus labios y Serena bebió un tentativo
sorbo. Jugo de Tersatta. El frío líquido rodó por su lengua, difundiendo calor junto con

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el sabor picante y dulce. Hyalee vertió más jugo en su boca y luego pasó la copa hacia
Kapali.

Kapali tenía un cepillo de mango largo en una mano. Uno de los adoradores se
lo debió de haber dado. No lo tenía momentos antes. Kapali mojó el pincel en el jugo y
volvió a aplicar el líquido en los labios de Serena, pero no se detuvo allí. Audazmente
descendió a lo largo de su cuerpo, pintó sus pezones, su ombligo y sus pliegues
femeninos. La caricia suave y rasposa del cepillo la hizo temblar y jadear.

El aire cálido de la noche secó el jugo mientras Kapali y Hyalee rodeaban a


Serena. Sus pezones se estremecieron y sus pliegues picaron. La sensación no era del
todo desagradable, sólo más intensa de lo que habría esperado. Podía sentir a los
adoradores contemplando su cuerpo desnudo. Uno de estos sacerdotes iba a tomar su
virginidad. Su vagina se apretó ante la perspectiva de ser por fin llenada. Muchas veces
ella había visto a otros tocar y probar, disfrutar de la libertad de un verdadero creyente.
Había sido testigo de muchas variaciones de la expresión sexual mientras su cuerpo
permanecía vacío e insatisfecho.

Deteniéndose delante de ella, Hyalee la miró a los ojos.

— Para ascender, debes superar tus miedos, liberar el dominio sobre ti misma y
entregarte. Debido a tu inexperiencia, vamos a comenzar con lo básico. — Ella sonrió
y luego bajo la máscara de Serena sobre sus ojos, cubriéndola con el perfecto material.

La reacción inmediata de Serena fue de desatarse las correas y quitarse la venda


de los ojos. Pero peleo con el impulso inicial, sin embargo, se concentró en los otros
sentidos. Las dulces flores del firmine perfumaban la brisa y el sonido de la ropa le
indicó que alguien se acercaba. Una mano tocó su hombro derecho, el contacto era
firme y cálido. La punta de los dedos le rozó la parte inferior de su brazo desde el codo
hasta la axila. Se estremeció cuando la estimulación pasó de hormiguear a hacer
cosquillas y viceversa. Una mano ahuecó su pecho y otra acarició su trasero. Tantas
manos. ¿Eran tres o cuatro personas? ¿Eran hombres o mujeres? ¿Importaba?

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El calor se hinchó en ella, mientras que un nudo de aprensión contuvo su
placer. Alguien movió sus piernas y le acarició los muslos internos. Sintió el golpe del
pincel mojado trazar la línea de su trasero.

Unos dedos rodearon sus pezones, intensificando su dolor. Serena retorció las
caderas y arqueó su espalda, necesitando… No sabía que necesitaba, pero su núcleo
latía y la tensión se apoderaba de su abdomen. En todas partes que el jugo la tocó
sintió un hormigueo, y los adoradores que no podía ver intensificaban la sensación con
sus respiraciones.

Una boca se cerró alrededor de su pezón mientras unos dedos masajeaban su


otro seno. El masaje era casi calmante mientras la succión enviaba pulsos de necesidad
cayendo como cascadas por su cuerpo. El calor de agrupaba entre sus muslos. Serena
apretó los músculos internos, perdida en la maravilla del descubrimiento.

Otra boca se unió a la primera, copiando los profundos y rítmicos tirones en su


otro pezón. Un aire húmedo y caliente la rodeaba mientras los adoradores cambiaban
de posición. Serena sintió dedos deslizándose por su torso y espalda, una estimulación
sincronizada. Sus pezones aún seguían siendo succionados, por lo que debía de haber
al menos cuatro adoradores. Su imaginación se encendía, tratando de imaginar cada
rostro y la forma en que se colocaban a su alrededor.

Los dedos que se deslizaban alcanzaron sus objetivos al mismo tiempo. Una
mano trazó la hendidura de su trasero mientras la otra siguió el femenino pliegue. Con
un grito agudo, retorció las caderas y se estabilizó. Ellas se aventuraron más. La mano
en su espalda encontró su apretado orificio y jugueteó sin empujar dentro. El otro
adorador rodeó su pasaje delantero, llamando su atención al doloroso vacío.

¡Pronto! Ella sentiría carne dura y caliente llenándola, estirándola y liberando


su potencia sexual.

Manteniendo sus labios externos abiertos, uno de los adoradores frotó su


clítoris. Los dedos pasaron de un lado hacia el otro, en la parte superior y luego un

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suave apretón. Serena se retorció y sacudió la cabeza. Su propio toque nunca se había
sentido así.

Con un húmedo “pop”, los labios soltaron el agarre en sus pezones y


comenzaron a lamerle los capullos con sus lenguas en su lugar. Se convirtió en una
caricia rítmica. Sofocantes sensaciones se disparaban desde los puntos de lanzamiento,
aumentando la intensidad con cada paso. Sus músculos se tensaron y su espalda se
encorvó mientras el fuego ardía más caliente. Sin tener nada que apretar, sus músculos
internos se apretaron por sí mismos. Los dedos se cerraron alrededor de su clítoris y
rodearon el sensible nudo, tirando ligeramente. Ella gritó y se estremeció. El placer se
derramaba sobre ella y luego subió a través de ella, dejándola aturdida y sacudida.

Sus rodillas se doblaron y se agarró de las asas, apenas manteniéndose en


posición vertical. Un fuerte brazo la envolvió alrededor de su cintura desde atrás,
manteniéndola firme hasta que su fuerza regresó. Serena jadeó y se estremeció
mientras las réplicas se deslizaban a lo largo de su columna vertebral. Esto era por lo
que las mujeres gemían y los hombres gruñían. Los pequeños espasmos que había
liberado de sí misma habían sido presagio claro de la expresión sexual verdadera.
Descansó la cabeza contra el hombro del hombre tras ella y Hyalee le quitó la máscara.

— Lo hiciste muy bien, Hermana, — los sumos sacerdotes dijeron con una
sonrisa. — Ahora el Elegido probara tu pasión antes de que ofrezcas el último
sacrificio.

Serena asintió. Había visto a las personas darse placer entre ellos con sus bocas.
Parecía ser la forma de estimulación favorita entre la Tribu Perrlain. El Elegido
lamería su vagina y chuparía su más íntima carne hasta que sintiera esas maravillosas
sensaciones de nuevo. ¿Por qué habría de oponerse?

Una sonrisa entreabrió sus labios y miró más allá de los sacerdotes, buscando al
Elegido. El claro estaba distorsionado. Serena parpadeó, tratando de enfocar. Todo lo
que podía ver eran sombras en la oscuridad, siluetas delineadas por sinuosas líneas de

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color claro. Ella miró de un adorador a otro con el miedo aumentando cada vez que
movía su mirada.

— Relájate, — susurró Kapali en su oído. Era su brazo el que se envolvía


alrededor de su cintura. — Libera tus inhibiciones y ofrécete sin reservas.

Uno de los sacerdotes se colocó delante de ella y se quitó la bata. Era de


estatura mediana, indistinguible entre los otros sacerdotes. Su torso había sido cubierto
con pintura, con patrones ondulados en rojo y dorado. El jugo de Tersatta acentuando
sus planos pezones masculinos y creando una espiral a lo largo de su eje. La cabeza de
su pene había sido revestida con jugo, dándole un aspecto inflamado y… enojado.

Esperando tranquilizar su corazón que latía con fuerza, arrastró la mirada de su


erección a su cara. Solo su boca y mandíbula no estaban ocultas por la máscara y la
pintura distorsionaba a un más su apariencia. Sus ojos oscuros brillaban a la luz de las
antorchas y sus labios se curvaron sin separarse.

Él tomó su polla y lo acarició desde la base a la punta mientras decía una


evocación, palabras secretas solo conocidas por los sacerdotes. Su cabeza latía e hilos
de colores lo rodeaban, volviéndose más brillantes mientras su excitación crecía. Los
colores eran hermosos, pero el tejido se retorcía cada vez más complejo. Las hebras se
cerraban y los colores se oscurecían, mezclándose hasta volverse pequeñas fibras de
color que pasaban a través de un cordón negro y espeso. Él empujó sus caderas hacia
ella y fijó sus miradas. El azul de sus ojos entró en erupción con el fondo de sus ojos
oscuros.

Serena se encogió contra Kapali cuando el sacerdote desnudo avanzó. ¿Por qué
sus ojos brillaban azules? ¡Sólo el Wikoli tenía los ojos así! Girando su cabeza hacía el
sumo sacerdote, habló en un frenético susurro. — No quiero que él me toque.

— Estarás bien. — Kapali le acarició un costado de la cara y apretó su cuerpo


contra su espalda. — Todo el mundo se asusta la primera vez.

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— No es eso. Yo…

El hombre se arrodilló ante ella y levantó los brazos, llamando a la Deidad. Su


voz sonaba familiar. Conocía a todos los sacerdotes, los había conocido desde su
nacimiento. Él habló de nuevo, un poco más fuerte esta vez, e identificó su voz. Era
Gelmont. Serena soltó la respiración reprimida y se relajó contra Kapali.

Gelmont ahuecó sus pechos, inclinándose hacia adelante para poder presionar
su rostro contra la unión entre sus muslos. Lo escuchó inhalar su aroma y sintió su
cálido aliento entre sus pliegues. Un temblor persistente disipó el destello de calor
antes de que pudiera aumentar. Los otros se unieron al canto. Kapali frotó las manos a
lo largo de sus brazos elevados, por sus costados hasta las caderas y luego hacia arriba.
Utilizó su toque para calmarla, transmitiéndole paz y apoyo mientras el otro hombre
se volvía más audaz.

Serena tomó aire por la nariz y lo soltó a través de la boca. ¿Por qué quería
patear y retorcerse? Gelmont era el Elegido. Él entraría en su cuerpo y aceptaría su
sacrificio final. Gelmont rodó sus pezones, tirando de sus tiernas crestas hasta que ella
hizo un sonido angustiado. Alejando el rostro de su sexo, metió la mano entre sus
muslos. Trazó la hendidura con su dedo medio como el otro adorador lo había hecho.
Luego empujó contra su himen, sonriendo cuando encontró la barrera intacta.

A pesar de su determinación de dejar el miedo, temblaba y se mordía el labio


inferior. Él rozó su pulgar contra el clítoris. Nada de lo que hacia la lastimaba. Sólo se
sentía mal. Serena soltó las asas y lo empujó lejos lo más fuerte que pudo. El sacerdote
cayó en la hierba con un gruñido sobresaltado mientras los adoradores se sumían en el
silencio.

— ¡No eres Gelmont! — exclamó Serena. — ¿Qué nadie más puede ver los
colores?

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Kapali avanzó hacia el sacerdote caído. El impostor pateó hacia atrás, y se puso
de pie. — Ella ha tomado demasiado jugo de Tersatta, — él exclamó. — Todos ustedes
me conocen.

— ¡Es Wikoli! — Serena gritó. — Lo vi en sus ojos.

Su advertencia sacudió a los demás de su sorprendido estupor. Kapali abordó al


impostor mientras otros dos sacerdotes se unieron a la refriega. El impostor dio un
codazo en el estómago de Kapali y pateó salvajemente a los demás. Los adoradores
restantes formaron un círculo protector alrededor de Serena mientras la lucha
continuaba.

— ¡Alerta a los guardias! — gritó Hyalee, y uno de los sacerdotes corrió a


hacerlo.

Lubricado por la pintura y la desesperación, el impostor se liberó y huyó al


bosque. Dos sacerdotes corrieron tras él mientras Kapali luchó para recuperar el
aliento.

— No pudo haber hecho esto solo. — El sumo sacerdote forzó las palabras
mientras luchaba por ponerse de pie. — Habría necesitado de otros para reforzar la
ilusión.

Serena se apoyó en uno de los postes y cruzó los brazos sobre sus pechos.
Incluso rodeada por el escudo de personas, no podía dejar de temblar. ¿El impostor
quería profanar un rito sagrado o era un ataque personal? ¿Había puesto algo en el jugo
de Tersatta? Aún podía ver las extrañas luces.

— ¿Estás bien? — Le preguntó Hyalee con cuidado.

Serena levantó una mano para mantener a la suma sacerdotisa atrás. Si alguien
la tocaba justo ahora, perdería el control. — ¿Cómo supo él de la ascensión? — Agarró
la bata de la hierba y la aferró a sus pechos. — Solo un sacerdote sabe las evocaciones.

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— Vamos a encontrar al impostor y al que sea que lo estuviera ayudando, —
dijo entonces Kapali con la comprensión brillando en sus ojos. — ¿Dónde está
Gelmont? — Hizo un gesto hacia dos de los sacerdotes. — Comprueben su casa y el
jardín de meditación. Incluso los dibujos en su cuerpo eran idénticos. Debieron haber
insertado al impostor después de que la preparación de Gelmont estuvieron
completadas. — Kapali volvió a su lado, sus movimientos rígidos y cuidadosos. —
¿Qué es exactamente lo que viste?

Ella tragó el nudo en la garganta y se obligó a mirar al sacerdote. Kapali estaba


lo suficientemente cerca para que la luz de la luna revelara sus rasgos, pero las cintas
de color todavía lo rodeaban. — Todo el mundo es brillante. Puedo ver hebras de color
rodeándole. Hay movimiento en las hebras. Parece que fluyeran. Las hebras del
impostor se enredaron hasta que el color se perdió. — Con murmullos de especulación
los otros la rodearon. Serena se encogió contra el poste. — ¿Qué me está pasando?

— Eres una vidente de almas. — El tono de Hyalee se llenó con asombro. — La


Deidad no ha dado este regalo desde hace muchas generaciones.

— No creo que quiera ver las almas. — Serena envolvió sus manos alrededor de
sí misma y bajó la mirada a sus pies. Al menos el pasto no estaba brillando. — ¿Cómo
hago que se detenga?

— Si no fuera por este regalo, habrías sido tomada por el impostor. — le


recordó Hyalee. — Este es un regalo raro y maravilloso. No podemos permitir que se
alejen de tu agarre. — Ella palmeó el hombro de Serena, pero la convicción llenaba su
tono. — Siempre había percibido que estabas destinada para grandes cosas.

Eso hizo que la cabeza de Serena se alejara del poste.

— ¿Por qué no sintieron al impostor? ¿Por qué nadie notó que él no era
Gelmont?

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— Esto no fue obra de un solo hombre, — subrayó Kapali. — Todos sabemos
que los Wikoli pueden crear ilusiones, pero para influenciar todas nuestras mentes, se
necesitarían varios brujos trabajando juntos. Nunca he oído hablar de tal cosa.

— Debimos estar preparados. — Las lágrimas picaron en los ojos de Serena y


rápidamente parpadeó. ¡Uno de ellos la había tocado y había estado a un pelo de
distancia de robar su sacrificio, a plena vista de mitad de la Orden!

Nadie hablaba de ello abiertamente, pero la madre de Serena había sido violada
por un guerrero Wikoli y Serena había resultado del ataque. Otros especulaban que la
violación no tuvo nada que ver con la concepción de Serena. Todo lo que Serena sabía
era que el ataque había destruido cualquier esperanza de paz entre las dos tribus, y los
lideres Wikoli habían estado tramando la manera de reclamar su descendiente desde
entonces. El potencial de Serena para dones divinos había aumentado enormemente su
resolución por robarla lejos de los Perrlain.

— Debes completar tu ascensión, — le dijo Hyalee silenciosamente.

— No puedo hacer esto hoy. — Serena se arrancó su tocado y máscara,


arrojándolos al suelo. — Él no estaba tratando de secuestrarme. ¡Estaba intentando
tomarme! ¿Por qué intentarían algo tan despreciable? Este es un ritual sagrado.

— Ellos habrían exigido tu ascensión para la Orden Wikoli. — Hyalee le puso


las manos sobre los hombros a Serena y habló en un tono tranquilo y calmado. — Les
hubiera dado el legítimo derecho a apartarte de nosotros. No puedes permitir que estos
villanos roben tu destino. Nuestros guerreros encontraran al impostor y al que lo
estaba ayudando. Serán castigados por lo que intentaron esta noche. Sin embargo,
Serena, si rechazas el regalo de la Deidad, puede ser que nunca sea ofrecido de nuevo.
Una vez que aprendas a interpretar estas hebras, serás capaz de guiar a otros a través
de sus conflictos íntimos. Un vidente de almas puede curar desde adentro. Ellos
restauran la salud y el equilibrio en aquellos que lo necesitan desesperadamente. Piensa
en todas las personas que puedes ayudar. Este es tu llamado divino.

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Pasando las yemas de sus dedos por sus párpados, Serena se limpió el hollín.
¿Cómo podría seguir adelante como si nada hubiera pasado? Todavía podía ver la
mirada azul y astuta del impostor en la suya. — ¿Qué pasa con Gelmont? No puedo
ascender sin el Elegido.

Kapali y Hyalee se alejaron unos pasos y hablaron en urgentes susurros. Serena


los observó con atención, incapaz de imaginar lo que estaban discutiendo. Sin
Gelmont, la ascensión no podía progresar, ¿verdad? Hyalee llamó a un sacerdote alto y
delgado, y reanudaron su conversación en voz baja. Los otros sacerdotes y sacerdotisas
merodeaban en grupos desordenados, sin saber si serían necesarios o no.

El sacerdote alto era Baylott. Su altura y anchura de sus hombros no podía ser
disimulad con la máscara. Las proezas sexuales y la naturaleza tolerante de Baylott lo
hacían popular entre hombres y mujeres. Muchas veces su mirada se había ido hacia él
y a la pareja de su elección en las celebraciones. Él no se avergonzaba para nada de su
sexualidad. ¿Lo designarían a él como el nuevo Elegido? A pesar de la ansiedad de
Serena, su cuerpo se despertaba, tarareando con anticipación.

Hyalee dio un paso atrás, con expresión tensa e incierta.

— ¿Estás seguro? — Preguntó a su hermano.

— No hay otra opción.

Aceptando su decisión con un gesto rígido, la sacerdotisa se volvió hacia


Serena. — Solo un sumo sacerdote puede facilitar una ascensión sin la preparación
formal.

Serena miró a Kapali y se esforzó por ocultar su conmoción. — Nunca he visto


a Kapali expresar su sexualidad con una mujer.

— Ha pasado un tiempo desde que encontré placer en el cuerpo de una mujer,


— Kapali admitió, — pero estás son circunstancias extraordinarias. Baylott ha estado

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de acuerdo en asistirnos. Él va añadir su energía a la mía y juntos vamos a completar
tu ascensión.

— Ustedes dos….

— No. — El sumo sacerdote sonrió. — Voy a aceptar tu sacrificio en nombre


de la Deidad y Baylott va…

— Voy a follar a Kapali mientras él te toma a ti. — Suavizó Baylott la


declaración gráfica con un guiño juguetón. — Me aseguraré de que estén más que
listos antes de llegar a ese punto.

— Aprecio tu sinceridad, — le dijo Serna, aun así, la incertidumbre azotaba su


compostura. No podía purgar de su mente la mirada azul del impostor o aceptar
alegremente estos inesperados cambios. Esto no era como lo había imaginado que
sería su ascensión, y no podía evitar sentirse engañada. Sin estar dispuesta a soltar su
bata, asintió hacia ellos. — Me sentiré más segura si no estamos a la vista.

— Es muy peligroso dejarte sin protección, — dijo Hyalee. — Pero esta noche
ellos actuaran como guardias, no participaran en la celebración.

Baylott tomó la mano de Serena mientras la sacerdotisa situaba a todos


alrededor del claro. Después de rozar los nudillos de Serena con los labios, le desplegó
los dedos y le dio un beso en el centro de la palma. Kapali le acarició el pelo de la cara
y soltó su túnica con la otra mano.

— Estás a salvo ahora, — susurró Baylott. — Cuidaremos de ti.

Serena sabía quién era Baylott, pero su máscara era una barrera indeseable.
Quitándole el tocado, Serena usó su máscara para limpiar la pintura del rostro de él y
le pasó los dedos por el cabello.

— ¿Mejor? — le preguntó él.

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Serena asintió y él se quitó la túnica, atrayéndola a sus brazos antes de que
tuviera una vista de su cuerpo. Sus dedos se curvaron alrededor de su nuca mientras
sus labios se posaban sobre los de ella. Kapali descartó su bata, y se posó al lado de
ella. Instintivamente, Serena envolvió su brazo alrededor de su espalda y Baylott hizo
lo mismo. Se movieron, alineando sus cuerpos para tocarse piel a piel.

Sus pezones se endurecieron mientras los hombres se frotaban contra ella. Unas
manos le acariciaban la espalda y su trasero. En lugar de liberar su boca para besar a
Kapali, Baylott trajo los labios de Kapali a los suyos. Moviendo su boca a la del sumo
sacerdote y de vuelta, Baylott estableció la conexión necesaria. Pronto la lengua de
Kapali se unió al beso, deslizándose dentro de su boca tan a menudo como la de
Baylott. Ella siguió su ejemplo, devolviendo los besos con igual fervor.

La tensión se derritió por sus músculos, sustituida por un lento calor. Kapali era
fuerte en los designios de la Deidad, y Baylott era un maestro del placer carnal. ¿Podía
pedir una mejor ascensión? Debía sacar todo de su mente menos este momento y los
sentimientos que se despertaban en su interior.

Los hombre se apartaron, dejando espacio para las manos impacientes. Perdió
la noción de quién la estaba tocando y donde. Todo se sentía maravilloso. Kapali le
rodeó un pezón mientras Baylott se inclinaba sobre su otro pecho. Sintió la mano de
Baylott empujar por su muslo y se dio cuenta que estaba acariciando la polla de
Kapali. Una sacudida de lujuria apuñaló su cuerpo, albergándose entre sus muslos.

— Quiero verlos tocándose el uno al otro, — susurró ella, envalentonada por el


hambre que se desplegaba en su interior.

Ninguno de los dos se opuso. Serena se dejó caer en la hierba y atrapó su labio
inferior entre los dientes. El cabello de Baylott era varios tonos más claro que el de
Kapali. El sumo sacerdote era mayor y mucho más serio. Se acercó con reverencia y
respeto mientras Baylott reía de a tanto y le gustaba bromear.

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Ellos mantuvieron su cuerpo inclinado hacia ella mientras disfrutaban de un
largo y profundo beso. Baylott agarró el eje del sacerdote mientras Kapali ahuecaba los
testículos de Baylott. Serena miró sus manos, fascinada por el contraste en la manera
en que se tocaban y las reacciones de su cuerpo. Como el resto de su cuerpo, la polla
de Baylott era largo y delgado en comparación con el grueso de Kapali, fuerte y
venoso. De repente deseó que Baylott entrara en su cuerpo en lugar del sacerdote.

Mientras se excitaban entre ellos, las hebras de sus almas se intensificaron. Los
colores de Kapali eran más abundantes mientras que los de Baylott ardían más
brillantes. Los patrones entrelazados entraron en foco y Serena se tapó la mano con la
boca. Los pensamientos y las impresiones inundaron su mente, las revelaciones acerca
de los dos hombres. Con un suave suspiro, ella apartó la mirada y se quedó en la
oscuridad. Eran pensamientos privados y anhelos secretos, cosas que ella no tenía
derecho a saber.

Baylott se rió y dio un paso atrás, atrayendo su atención a su sonrojado rostro.


— ¿Dónde está la pasta de tersatta? Creo que nuestro acolito se está poniendo inquieta
— Y a juzgar por el tamaño de su erección ella no era la única.

— Si no completamos la ceremonia, ¿el don desaparecerá? — preguntó ella


mientras Kapali encontraba el recipiente con la tersatta triturada.

— ¿Por qué considerarías siquiera que eso pasara? — Baylott se arrodilló frente
a ella y tomó sus manos entras las suyas. — Seguramente te das cuenta que no tienes
que temer de nosotros.

— No tengo miedo de expresar mi sexualidad. Los Wikoli no se detendrán ante


nada para capturarme. No noté eso hasta esta noche. ¿Cuánto más incrementara su
determinación una vez se enteren de mi don?

— El conflicto te ha rodeado desde el momento de tu nacimiento. — Kapali le


extendió el recipiente a Baylott y se unió a ellos en el pasto. — Si vives tu vida con
miedo los Wikoli habrán ganado.

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Estuvo de acuerdo con su lógica, pero la espiral de tensión dentro de ella se
negó a liberarse.

— Recuéstate, — le indicó Baylott. — El jugo de Tersatta estimula la


sensibilidad y la pulpa de la planta proporciona humedad cuando se necesita más. —
Serena se reclinó en la hierba y él le inclinó las rodillas, separando sus muslos y
exponiendo su sexo a la brisa, y al calor de su mirada. Tomando un poco de la tersatta
triturada en la punta de sus dedos, pasó la fría pulpa entre sus muslos y alrededor de la
entrada de su pasaje. — Además, sabe maravilloso.

Manteniendo sus piernas separadas, él se inclinó y trazó su vagina con la


lengua. El abdomen de Serena se estremeció. Había soñado con esto durante tanto
tiempo, había imaginado la cálida caricia de los labios de un amante y el inquisitivo
toque de su lengua.

Ella apenas había comenzado a disfrutar de las sensaciones cuando Kapali


apareció ante sus ojos.

— ¿Te gusta eso, pequeña acolita? — La voz del sumo sacerdote se escuchó un
poco aterciopelada mientras miraba a Baylott lamerla. — ¿Su boca se siente tan bien
en tu vagina como se sentía en mi pene?

Los hilos de su alma se entrelazaron y los colores se oscurecieron. Kapali se


preocupaba más por Baylott de lo que el sumo sacerdote alguna vez admitiría.

— ¿El sabor de ella es bueno, hermano?

La afilada nota el tono de Kapali hizo que Baylott mirara hacia arriba.

— Ella nunca antes ha conocido un hombre. Necesita estar extremadamente


excitada antes de tomarla. ¿Te gustaría probarla mientras te atiendo a ti?

Kapali cruzó los brazos sobre su pecho y miró a lo lejos.

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— Continua. Yo procurare no distraerte de nuevo.

Baylott besó sus muslos internos y luego usó sus pulgares para mantenerla
abierta.

— Cierra los ojos. No pienses en nada excepto en lo bien que esto se siente.

Serena bajó los parpados y él reanudó la magnífica caricia. Exploró sus pliegues
y luego se concentró en su clítoris. El calor aumentó y un hormigueo giró en espiral
por su abdomen. Sacudió sus caderas, frotándose contra su boca. Sí, eso era. Solo un
poco más y…

Un gruñido de sorpresa escapó de Baylott e interrumpió su íntimo beso. Serena


abrió los ojos y se encontró a Kapali arrodillado detrás del joven sacerdote. Los dedos
de Kapali estaban recubiertos de la pulpa de tersatta y el sumo sacerdote estaba
empujando dentro y fuera del culo de Baylott. La posesividad ardiendo en su mirada
hacia eco a los hilos de su alma. ¿Baylott se daba cuenta de lo mucho que Kapali se
interesaba por él? Y teniendo en cuenta la frecuencia con que veía a Baylott con otros
compañeros, tenía serias dudas de que la devoción de Kapali fuera correspondida.

Baylott se torció hacia atrás y tomó la muñeca de Kapali.

— ¿Vas a ser capaz de hacer esto?

Serena escuchó la alarma en el tono de Baylott. Kapali agarró el cabello de


Baylott y tiró de él en su beso salvaje, todo al tiempo que sus dedos eran transportados
adentro y fuera del trasero del joven. La polla de Baylott se movía al ritmo que lo
penetraba, y ella no podía apartar su mirada. Su vagina palpitaba y su corazón se
aceleró. Se sentía por completo como una intrusa.

— Más tarde, — Baylott gruñó, y esquivó el empuje de Kapali. — Estamos aquí


por Serena.

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Apoyando las manos sobre sus muslos, Kapali respiró hondo varias veces, con
la cabeza ligeramente inclinada. Serena sintió una extraña contracción en su pecho.
¿Alguna vez alguien la miraría con tal pasión ardiente?

Baylott tomó en su mano el triturado de tersatta y lo frotó a lo largo del eje de


Kapali. El sumo sacerdote se estremeció con el toque de la mano de Baylott. Esto era
lo que Kapali quería, lo que deseaba con cada pulso de los hilos de su alma. Kapali
gruñó cuando Baylott dejó el cuenco a un lado e hizo un gesto hacia Serena.

— No quiero herirla. — Las palabras de Kapali apenas fueron un susurro, pero


de alguna manera estas llegaron a los oídos de Serna. Esto era tanto un sacrificio para
Kapali como lo era para ella. — Ella merece algo mejor para su primera vez.

— Te ayudaré a conseguirlo luego nosotros haremos el resto juntos.

Con un tenso asentimiento, Kapali se movió entre sus piernas. Encontró su


abertura con la punta de la cabeza de su polla y la miró a los ojos.

— Desearía que Baylott pudiera hacer esto en mi lugar. Tu ascensión debería


ser placentera.

Serena aceptó su declaración con un incierto asentimiento. La intensidad de los


hilos de su alma se había estabilizado, entonces trató de relajarse. Baylott rodeó su
clítoris y acarició sus delicados pliegues mientras Kapali empujaba dentro de ella.
Gimió y volvió su cabeza hacia un lado. ¿Se suponía que esto doliera tanto?

— No te tenses, dulce acolita. Ofrece tu sacrificio. — Baylott giró su cabeza de


nuevo y cubrió su boca con la suya.

— Ella e…es tan apretada. — Kapali gimió y luego empujó más fuerte, y
Serena gritó. Baylott capturó el sonido con su boca abierta.

La sensación aguda de desagarró se desvaneció gradualmente y ella lanzó un


suspiro tembloroso. Ya estaba hecho. Le había entregado su virginidad. Kapali se

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relajó sobre ella y enterró la cara en su garganta. ¿Por qué no se movía? Había visto las
suficientes parejas para saber que sus caderas debían moverse.

Baylott se arrodilló tras Kapali y le sonrió mirándola a los ojos. Se detuvo para
cubrir su polla con la pulpa de tersatta que luego separo las mejillas del trasero del
sumo sacerdote. El lento y constante impulso de las caderas de Baylott obligó a Kapali
a ir un poco más hondo. Ella estaba tensa alrededor de su erección. ¿Se sentía Baylott
así de grande dentro de Kapali?

Serena movió sus piernas y acarició la parte de atrás del cabello de Kapali. Esto
era difícil e incómodo. ¿No debería sentirse completa, para ascender? Tal vez eso
sucediera al final.

— Juntos, mi Hermano. — Baylott agarró las caderas de Kapali y tiró hacia


atrás, luego lo obligó a avanzar mientras penetraba más profundo. En un movimiento
extendido. En un movimiento prolongado ambos se movían. Dentro y fuera. Dentro y
fuera.

Serena cerró los ojos y se concentró a plenitud en el desconocido deslizar.


Kapali sostenía su peso sobre ella, balanceándose sobre sus antebrazos y rodillas. Era
más como si Baylott estuviera usando el cuerpo de Kapali para tomarla.

Liberada por la idea, abrió los ojos y vio las expresiones de Baylott. Él apretaba
los dientes al final de cada embestida luego gemía cuando empujaba de nuevo hacia
adelante. Sus espesas pestañas se cerraron y su cabeza se echó hacia atrás cuando
aumentó la velocidad. Kapali lo imitó embestida tras embestida, tomándola mientras
Baylott lo tomaba.

La energía pulsaba alrededor de ellos. Los hilos de sus almas iluminando la


noche. En un impulso, Serena levantó los brazos y empujó sus dedos dentro de los
hilos de Kapali. Sus brazos se estremecieron y su vagina ondeó. Podía sentir lo cerca
que estaba de llegar al orgasmo y cuanto había pasado desde que había disfrutado con

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Baylott. Kapali temblaba con la necesidad de venirse, sin embargo, luchaba contra
cada fibra de su ser, sin querer que el maravilloso momento pasara a la memoria.

Serena arqueó su espalda y alcanzó alrededor de Kapali, y tocó los colores que
rodeaban a Baylott. El placer giró a través de su cuerpo, a una intensidad asombrosa.
Baylott había abandonado todo pensamiento, duda o recelo. Sólo sentía placer, lento y
maravilloso placer. Pero era impersonal, vacío. Él podría esta con quien fuera.

Enterrando por completo su longitud en Kapali, Baylott echó su cabeza hacia


atrás y gruñó. Serena absorbió la cima de su liberación y luego devolvió sus dedos al
sumo sacerdote. Kapali se estremeció, su polla masturbándose en su interior. Las
explosiones de energía saturaban sus sentidos y su cuerpo recibió su semilla.

Temblando en el borde del orgasmo, Serena se maravilló de lo que había hecho.


Sus sensaciones habían sido increíblemente reales. Había absorbido sus pensamientos
y emociones mientras los sentía un poco ella misma. Moviéndose a un lado, Baylott
arrastró a Kapali con él.

Serena miró hacia las estrellas, su cuerpo doliéndole con una necesidad
insatisfecha. ¿Era esto lo que significaba ser un vidente de almas? ¿Sólo experimentaría
las emociones desviando las de los demás? ¿Por qué sus orgasmos no habían disparado
el de ella? Los de ellos habían sido lo suficientemente fuertes.

Hyalee se arrodilló a su lado y alejó la mirada de Serena del cielo.

— ¿Estás bien? — Todo lo que Serena pudo hacer fue asentir. Los sumos
sacerdotes la ayudaron a sentarse y le alcanzaron una bata roja y dorada.

— Felicitaciones, sacerdotisa Serena, ya no eres más una acolita.

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Capítulo Uno

Matt Sterling estaba al borde la villa Perrlain, preguntándose cuanto tomaría


que alguien lo notara. Miranda le había advertido que el asentamiento era minimalista,
pero Matt no había esperado que las condiciones fueran así de primitivas. Las
peregrinaciones a Templo Tuttle habían sido siempre populares, y la reciente aventura
de Ashton VinDerley y su prometida, sólo había añadido magia al lugar. Sin embargo,
el asentamiento Perrlain estaba rodeado por densas selvas y traicioneras montañas.
Solo los peregrinos más aventureros se arriesgaban a la ardua caminata por el desierto.

Los forasteros eran atraídos por los rumores de los ritos sexuales y las orgias
ceremoniales, la iluminación a través de la sensualidad, y una especial libertad que los
habitantes materialistas de Halley Prime no podían siquiera imaginar. Matt era
escéptico de las costumbres de los Perrlain, pero no estaba aquí en un peregrinaje. Sus
razones para la búsqueda de la Orden eran más duras y desesperadas. Después de casi
un año de búsqueda de orientación, los Perrlain eran su último recurso.

Las chozas en forma de domo poblaban la selva alrededor de una gran hoguera.
Cada pequeña estructura había sido colocada donde los arboles lo permitían, en lugar
de hacer espacio para las viviendas.

Un grupo de mujeres con el pecho desnudo caminaba por un oscuro camino no


lejos de Matt. Luchó contra una sonrisa y miró hacia abajo a su traje de senderismo,
botas de montaña, pantalones sueltos y camisa negra. Estaba definitivamente muy
vestido para este asentamiento. Una de las mujeres dio un doble vistazo antes de que el
grupo girara hacia el interior de la villa. Sus ojos se abrieron y sus pasos dudaron. Las
otras notaron la reacción y una de ellas gritó.

Él estaba únicamente ahí de pie mirando. Ni siquiera estaba armado. Le habían


dicho que lo Perrlain recibían peregrinos. ¿Qué demonios había de malo con él?

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La mujer salió corriendo, gritando advertencias en su lengua nativa. Matt
apoyó su brazo contra un árbol y esperó a que los guardias llegaran. Si Lutton no
estaba cerca, la comunicación sería complicada. Matt no había podido encontrar un
registro con el idioma de los Perrlain y solo los sacerdotes y sacerdotisas hablaban
Shardrake, el idioma oficial de la Coalición Cometa.

En cuestión de minutos, estuvo rodeado de flagrantes guerreros que llevaban


largas y afiladas lanzas. El líder dijo una frase que Matt interpretó como “mueve tu
trasero” y lo llevaron al centro del asentamiento.

— Lutton, — dijo Matt mientras se acercaban a la hoguera. — Necesito hablar


con Lutton.

— ¿Quién eres?

Emocionado al escuchar palabras que entendía, Matt giró su cabeza y se


encontró con una pequeña rubia que lo evaluaba abiertamente. A diferencia de las
hilachas de telas que las mujeres ataban alrededor de sus caderas, un delgado traje
negro y rojo cubría con gracia su cuerpo. Ella había apartado su cabello rubio miel de
su cara y se las había arreglado para lucir amenazante a pesar de su estatura.

— Estoy tan contento de que pueda entenderme. — Le ofreció su sonrisa más


encantadora. — Mi nombre es Matt Sterling. ¿Lutton está disponible?

Su oscura mirada recorrió su cuerpo antes de asentarse en su rostro.

— ¿Cómo conoces a Lutton? Y por demás, ¿cómo lograste encontrar nuestra


villa?

— ¿Eres una sacerdotisa de la Orden?

— Nuestra villa está cerrada a peregrinos. Nos pareció que la afluencia era
destructiva. Puedes encontrar una guía espiritual entre los Wikoli. Ellos estarán más
que felices de comerciar contigo.

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— No vine por dirección espiritual. — Miranda había sugerido que afirmara
haber conocido a su hermano en la universidad de Shardrake, pero estaba la
posibilidad de que Lutton no siguiera el juego. — Miranda Keaton es una amiga mía.
Voy a explicarle el resto a Lutton.

— Si realmente fueras amigo de esa persona, sabrías que no se nos es permitido


pronunciar su nombre, y mucho menos seguir sus órdenes.

— Ella me dijo que dijera que conocía a Lutton de sus años en las Universidad
de Shardrake. No quería que las primeras palabras que salieran de mi boca fueran
engañosas.

Sus delicadas cejas se arquearon y cruzó los brazos sobre su pecho.

— No quisiste arriesgarte a la reacción Lutton ante la mentira. Tu decisión no


tiene nada que ver con la integridad. — En lugar de desaprobación, ella sonaba
divertida. — Debiste haberte detenido mientras llevabas la delantera.

Pasándose su manga por la frente, se desabrochó la correa en la cintura de su


maleta y le permitió deslizarse por sus hombros. — Creo que eso fue hace dos días. —
La mochila chocó contra su trasero, luego le dio la vuelta frente a él y lo bajó al suelo
entre sus pies. — ¿Está Lutton aquí? Y si no, ¿hay un lugar donde pueda refrescarme
mientras esperó por él?

Ella dijo algo a los guardias y estos bajaron las armas.

— Ven. Voy a ver si Lutton tiene tiempo para atender a un forastero.

Él cargó el equipaje y se puso a caminar a su lado. Un grupo de risueños niños


hizo una pausa para mirar como pasaban. La rubia camino sin hacer comentario
alguno y sin reaccionar.

— ¿Puedo saber tu nombre?

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— Suma sacerdotisa Hyalee. — Ella miró hacia él, guardando cuidadosamente
su expresión. — No es fácil llegar a nuestra villa. ¿Por qué hiciste todo el camino si no
estabas seguro de que te recibirían?

— Miran… Mi amiga parecía convencida de que tu gente me ayudaría.

Se detuvo y se giró para mirarlo.

— ¿Ayudarte con qué?

— Es personal. Le explicaré mi situación a Lutton y él podrá decidir quien más


necesita ser involucrado.

Llegaron a una cabaña un poco más grande que las otras. — Espera aquí. —
Ella grito en el interior en su idioma nativo y luego abrió la cortina tejida y entró a la
casa de campo.

Dejándolo a solas en el tranquilo asentamiento, Matt deslizó sus manos al


interior de sus bolsillos y miró alrededor. Las aves trinaban en la distancia y criaturas
invisibles murmuraban en el frondoso dosel alrededor, cargado de aromas frescos y
limpios, el húmedo aire acarició su rostro. Se rehusó a analizar la única combinación
de olores y en su lugar solo disfrutó su aroma.

Atrapó el estruendo de voces masculinas e intensificó la sensibilidad de sus


receptores de audio. Desafortunadamente, escuchar el rápido intercambio no le ayudó
para entender sus palabras. Hyalee ofreció varias respuestas luego unos pasos se
movieron hacia la puerta. Rápidamente devolviendo su audición a lo normal, abrió su
maleta y sacó la carta que Miranda le había dado.

Hyalee salió de la cabaña, seguido de un hombre de pelo oscuro. Matt buscó


por características familiares, pero el cabello oscuro y la piel teñida de cobre eran las
únicas similitudes entre este hombre y Miranda.

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— Soy Lutton. — Recorrió a Matt con una mirada igual de evaluadora que la
de Hyalee había sido. — ¿Eres un amigo de mi hermana o uno de sus clientes? —
Disgusto agudizó la última palabra.

— Me gustaría creer que soy ambas. Inicialmente contacté con ella por las
capacidades profesionales, pero conocemos muchas de las mismas personas. Nuestros
caminos simplemente parecieron cruzarse. — Le tendió la carta cuidadosamente
doblada. — Esto debería ayudarte a entender porque estoy aquí. — El mensaje estaba
escrito en Perrlain, por lo que Miranda no se había molestado en sellarlo. Su hermano
leyó la hoja suelta y para la gran sorpresa de Matt, se la paso a la suma sacerdotisa.

— Mi hermana fue expulsada de la tribu. Para todo el caso, ella está muerta
para nosotros. — Cruzó sus brazos sobre el pecho y esperó porque Hyalee terminara.

Con una enigmática sonrisa, la suma sacerdotisa extendió la carta de nuevo a


Lutton.

— ¿Fue ella quien te habló de Serena o su poder ha aumentado desde que se


fue?

— Por lo que sé, Serena no la ha contactado, — dijo Lutton, — y sólo una de


mis hermanas se atrevería.

— Entonces esta es la voluntad de la Deidad, a pesar de los dictámenes de los


ancianos.

Lutton inclinó la cabeza mientras la picardía brillaba en sus ojos oscuros. — Tú


eres la autoridad final en todas las cosas divinas. Los ancianos querrán saber cómo el
visitante llegó a nosotros, pero dejaré el resto a ti y a Kapali.

— Tu hermana sugirió que Matt tal vez te había conocido durante tu temporada
en la Universidad.

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— Una explicación razonable. — Lutton tendió la carta de vuelta a Matt. —
Destruye esto. Serás visto con hostilidad si el contenido de esto sale alguna vez a la
luz.

— ¿Qué dice? — Metió la carta en el bolsillo, queriendo sacar respuestas de


ambos. ¿Qué estaba pensando Miranda enviándolo a la mitad de la nada? ¿Cómo
gente tan primitiva iba a entender su tormento, y mucho más a terminarlo?

— Miranda cree que podemos ayudar a otros y estoy inclinado a eso. Hyalee te
explicara todo. — Sin más discusión, Lutton volvió al interior de la cabaña.

Hyalee curvó su mano alrededor del codo de Matt, y después de que levantó su
maleta, lo llevó por el serpenteado camino principal a través de la villa.

— Solo un puñado de nuestra gente entiende tu idioma, por lo que podemos


hablar libremente. ¿Qué te inspiró a buscar los servicios de Miranda?

— Es una terapeuta. Lo haces sonar de mal gusto.

— Es una terapeuta que usa los dones divinos para lucrar. En mi opinión, eso es
de mal gusto.

Matt no discutió. Todo el mundo tenía derecho a ganarse la vida. Por lo que
había visto, Miranda usaba sus “dones divinos” para ayudar a las personas a superar
sus conflictos emocionales y él no tenía problema con eso. Si no fuera por su ayuda, no
estaba seguro de que hubiera hecho en los últimos meses.

— No contestaste mi pregunta, — le recordó Hyalee.

— Sobreviví a una enfermedad que todos, incluido yo, esperaba que me matara.
— Se detuvo, tratando de resumir sus pensamientos. La culpa, la vergüenza, los bucles
espontáneos de la cabeza. ¿Cómo podría explicar en unas cortas frases las fuerzas que
habían reconfigurado su vida? Incluso Miranda conocía lo suficiente como para darse
cuenta de que estaba más allá de la razón. — Mirar la muerte a los ojos hace algo en ti.

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Al menos lo hizo en mí. Miranda me dio la impresión de que había alguien aquí que
podría ayudarme. ¿Estaba equivocada?

— Por lo poco que reveló la carta, parece que necesitas un vidente de almas. —
Le soltó el brazo y espantó una especie de insecto de su rostro. — Un vidente de almas
es un verdadero guía espiritual. No de la clase con la que solemos entretener a los
turistas, sino un sanador de gran poder.

— ¿Hay un vidente de almas en su villa? — Demonios, esta gente disfrutaba


siendo evasiva.

— La Deidad otorgó recientemente el don a la hermana menor de Miranda,


Serena. Hubo complicaciones con la ceremonia, sin embargo, ella quedó con un
importante miedo a usar su habilidad.

— ¿Cómo se enteró Miranda de esto si no ha hablado con Serena?

— Es posible que ella haya estado en contacto con Orillia. Orillia


frecuentemente ignora las prohibiciones y se comunica con su hermana, pero es más
probable que la persona innombrable haya tenido una visión profética. Tu amiga es
excepcionalmente dotada. Es una lástima que no pudiera aceptar las expectativas de
nuestra Orden. Podríamos haberla ayudado a entrenar y fortalecer sus habilidades
naturales.

Matt había sido testigo de las habilidades de Miranda, por lo que no estaba
sorprendido por la explicación de Hyalee. También había vislumbrado su
temperamento fogoso una o dos veces. — Lutton dijo que podíamos ayudarnos
mutuamente. ¿Qué quería decir?

— Serena compara su don con su expresión sexual y su primera experiencia con


el sexo fue menos de lo que debió haber sido.

— Creo que no me gusta hacia dónde va esto. — Matt cambió su maleta a su


otro hombro y suspiró. — ¿Quieren que la seduzca?

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— La carta se refiere a ti como un kavis laren, un conocedor del placer. ¿Quién
mejor para socavar sus ideas falsas que alguien que sabe exactamente lo que se necesita
para complacer a una mujer? Miranda parece creer que esto será… me atrevo a decir,
¿terapéutico?

Sexo sin sentido y el sexo carnal eran parte del pasado que ahora lo
atormentaba. Quería llevar su vida permanentemente en otra dirección. Se frotó los
ojos con los dedos, resistiendo la urgencia de negarse y caminar de vuelta a la jungla.
Las indeseables imágenes lo seguirían. Él no podía escapar de esto y Miranda lo sabía.

— Digamos que ayudo a Serena a aceptar su sexualidad, y no estoy diciendo


que lo haré. ¿Qué sucede entonces?

— Una vez ella que pueda expresar libremente su sexualidad, su don le


permitirá guiarte a través de tu confusión interna y restablecer el equilibrio en el flujo
de tu alma.

— Eso suena bastante simple, — él se mofó. La suma sacerdotisa no tenía ni


idea de lo que estaba hablando. Pero Miranda había puesto esto en marcha y el
confiaba en Mirando implícitamente. — ¿Dónde puedo encontrar a Serena?

— Sus guardianes le permiten una hora de privacidad cada tarde para bañarse y
relajarse en las cuevas de vapor.

— ¿Sus guardianes?

— Ellas han sido su compañía constante desde su ascensión. A pesar de sus


frecuentes quejas, el jefe Amayis se niega a ceder.

— ¿Por qué necesita guardianes? ¿Y qué demonios es una ascensión?

— Cuando alguien termina su entrenamiento como sacerdote o sacerdotisa,


pasan por una ceremonia llamada la ascensión. Uno de nuestros enemigos atacó a

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Serena durante su ascensión. No se vio físicamente afectada, pero el incidente la dejo
temblando y apartada.

— ¿Es por eso que no puede disfrutar del sexo? ¿Casi fue violada? — Sonaba
como que Serena necesitaba a Miranda, no a un extraño tratando de seducirla.

— Es complicado. El ataque del impostor es solo un parte de eso. — Ella se


detuvo, la tensión aumentando en su expresión. — Por qué no vas a las cuevas de
vapor y lo decides por ti mismo. Si no crees que Serena se beneficiaria de tu
experiencia, nadie te presionará.

Sabiendo que tendría que burlar a los guardianes de Serena, Matt dejó su
maleta con Hyalee. Siguió la pequeña corriente del rio como la suma sacerdotisa le
había indicado y vigilando los alrededores mientras se deslizaba entre los árboles.

Miranda había hablado de estas personas con una combinación de


resentimiento y arrepentimiento. Ella no había estado de acuerdo con muchas de sus
creencias, pero era obvio que extrañaba su complicado estilo de vida y su habilidad
para saborear cada momento.

Vio a un grupo de guerreros practicando en un pequeño claro y escuchó la risa


distante de los niños. El humo se elevaba en el aire y él buscó la fuente. Las mujeres se
apiñaban alrededor de un fuego ardiente, extendiendo finas tiras de pescado a través de
una rejilla carbonizada. La transpiración le humedecía el cabello y hacia su piel brillar.
Que tarea tan miserable para una tarde tan cálida.

¿Por qué siquiera estaba considerando esta seducción? Si Serena se había


sometido a un encuentro sexual desagradable después de haber sido casi violada, sus
dudas emocionales podrían tardar años en superarse. Él no dudaba de sus habilidades.
Su paciencia, por otro lado, era una cuestión diferente. Nunca había entendido el
atractivo de las vírgenes. Tenerla debajo y sucio con una mujer ansiosa y
experimentada era más su estilo.

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El rio se volvió más caudaloso al final de una larga y constante inclinación, y
las cuevas se encontraban en la curva del río. Matt fácilmente ubicó el área que Hyalee
había descrito y luego se dio cuenta de que estaba en el lado equivocado del río.

Matt vaciló entre las sombras de los árboles. Días, a veces semanas se pasaba
pensando en los detalles de su nueva existencia. Funcionó sin esfuerzo. Estaba vivo,
fuerte y saludable. ¿La salud podía ser atribuida a la maquina? Abriendo y cerrando
sus puños, vio la réplica de su mano obedecer instantáneamente a las órdenes de su
neuro procesador.

Estas alojado dentro de un robot, Matthias. Tu desperdiciado e inerte cuerpo fue


incinerado de regreso en Halley Prime. El famoso fabricante de juguetes se ha convertido en uno.
¿Puede haber algo más irónico?

Él mantuvo sus botas puestas y se apresuró a cruzar la orilla cubierta de hierba.


No había nada más que hacer si quería entrar a las cuevas. El lecho de rocas crujió
bajo sus botas cuando se metió en el río. La corriente era rápida y un escalofrió corrió
por su espina dorsal, o la retransmisión de su sensor primario, si quería ponerse
técnico. Cada sistema en su interior se cerró herméticamente y su membrana externa
actuó como una barrera secundaria. Sin embargo, sumergir su nuevo cuerpo en el agua
lo llenaba de terror.

El tirón fresco del agua contra las piernas se sintió sorprendentemente


refrescante. Había programado su cuerpo para responder a su ambiente. Si el calor era
incómodo para un ser humano, su membrana externa sudaba. Cuando hacía frío se
estremecía. Sus dedos y sus labios incluso podían volverse azules. Eran estas respuestas
simuladas lo que ayudaba a Matt a olvidar que era una réplica.

En lo más profundo, el agua sólo llegaba a la cintura. Matt caminó hacia la


orilla y se dirigió a una roca plana, con la intención de vaciar sus botas empapadas. El
murmullo de voces atrajo su atención a los árboles circundantes. Se mezcló entre las
sombras y amplificó el sonido.

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— ¿Estás segura de que se mantendrán lejos? — preguntó una voz femenina.

Matt entendió las suaves palabras con acento. El flujo constante de peregrinos
había motivado a la Orden a enseñar Shardrake a sus sacerdotes y sacerdotisas. La
actitud de Hyalee hacia parecer que el cambio había sido inoportuno. ¿Entonces quién
estaba contando secretos en la lengua extranjera?

Usando la voz como guía, se acercó más al sonido.

— Este es mi tiempo privado, — contestó una segunda mujer, también en


Shardrake. — Solo intervendrán si los llamo específicamente.

Una larga pausa siguió y Matt activó su escáner de detección de calor. Dos
formas pequeñas se sentaron juntas a su izquierda, mientras dos figuras más grandes
estaban a una corta distancia a la derecha. ¿Las mujeres se daban cuenta lo cerca que
estaban los guardias?

Es por eso que probablemente están hablando en un idioma que los guardias no podían
entender. Matt se movió sin hacer ruido hasta que encontró una posición desde donde
podía ver a las mujeres. Ellas se sentaron lado a lado en un tronco caído. Una estaba
vestida en una túnica roja y dorada, muy parecida a la Hyalee. La otra llevaba solo un
trozo de material atado a las caderas.

— Lutton está preocupado por ti, — la mujer con los pechos desnudos le dijo.
— Todo estamos preocupados por ti.

La sacerdotisa se colocó de pie y se pasó su largo y oscuro cabello por sobre sus
hombros. — Estoy haciendo todo lo que puedo para que mi cuerpo coopere con mi
mente. Esto se ha vuelto un juego para los hombres de la villa. No me sorprendería si
hubieran apuestas sobre quien puede hacer que corra primero.

La ira arremetía a través de su tono, pero el dolor en los ojos claros de Serena
sacudió el corazón de Matt. No tenía ninguna duda de que la sacerdotisa era Serena,
¿pero la otra mujer era un familiar o una amiga?

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— Presentaste tu cuerpo a regañadientes a medida que ellos avanzaban con los
movimientos. Va tomar más que eso para que superes lo que sucedió durante tu
ascensión.

— ¿Qué sugieres? — Espetó Serena. Era más mayor de lo que Matt había
esperado. No era una virgen cohibida saliendo del colegio. — Mi evaluación final es
en la siguiente luna llena. Si no puedo… sentir algo para entonces, la Orden me
echará.

— Déjalos, — la otra mujer insistió, la rebeldía brillando en sus oscuros ojos. —


Si la Orden te da la espalda por este fiasco, no merecen tu tiempo.

Serena cruzó los brazos bajo sus pechos y sonrió.

— No los has perdonado por Miranda.

— Y nunca lo haré. No solo me robaron a mi hermana, sino que desterraron a


mi mejor amiga. — Ella soltó un suspiro y se enfocó de nuevo en Serena. — Lo siento.
Esto no es sobre el pasado. ¿Has dejado que una mujer te toque? Tal vez…

— Lo he intentado todo.

— Tuviste dos orgasmos durante tu ascensión. Sabemos que tu cuerpo puede


con la sensación. — Serena asintió. — Si estas relajada y los demás no te están
mirando, esperando a que te corras, tal vez suceda de nuevo. — Metió la mano tras el
tronco y sacó un pequeño paquete, que extendió en su regazo. — Esto es pulpa de
tersatta. — Ella extendió el pequeño recipiente a Serena. — Me imagino que la usaron
durante tu ascensión.

— Lo hicieron, pero yo…

Ella le pasó a Serena un segundo objeto y Matt no pudo evitar sonreír. Tallado
en madera oscura y pulida, el consolador era delgado pero detallado. — Esto te
proveerá de plenitud y movimiento mientras lo empujas dentro y afuera. Usa la pulpa

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de tersatta no solo para insertarlo, sino también para mantener tus dedos deslizándose
suavemente alrededor de tu clítoris.

— ¿Quieres que use esto para penetrarme a mí misma? — Serena sonaba


verdaderamente sorprendida.

— En las culturas que carecen de libertad sexual, esto no es inusual. Una vez
que te entrenes a ti misma para aceptar el placer de nuevo, no necesitaras, — ella
apuntó incómodamente hacia el consolador, — el sustituto.

— ¿Hyalee sabe que estas sugiriendo esto? No estoy segura de que este
permitido.

— No me importa lo que la Orden encuentre permitido, — ella espetó. — Perdí


una hermana por sus ridículas ideas. No me arriesgare también contigo. Esos idiotas
son los responsables por tu miedo. Si hubieras disfrutado una iniciación gradual como
todos los demás, esto no sería un problema. — Se levantó y sacudió su falda. — Me
voy asegurar de que tus guardias no te molesten por un buen rato. Recuerda, mucha
pulpa de tersatta y no te rindas. Sucederá.

Ella corrió hacia los árboles y Matt se centró en Serena. Su cabello fluía como
una cortina de seda hasta su cintura, tan ricamente negro que brillaba. Gruesas y
oscuras pestañas llamaron su atención de inmediato a sus exóticos ojos. Dado su
cabello negro y su piel de color cobre, sus ojos parecían de cristal esmerilado. Él
amplificó la imagen para ver el color exacto y se encontró con una única combinación
de plata y azul.

Cuando movió el consolador de un lado a otro, su expresión confundida era


casi cómica. Masturbarse no era una mala sugerencia, pero ella no necesitaba el
consolador. Un vibrador hubiera sido de más ayuda o solo sus resbaladizos dedos.

Serena metió el juguete dentro del bolsillo de su túnica y un dedo movió sus
cabellos lejos de su cara. Sus movimiento eran tensos e impacientes, pero el dolor

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brillaba en sus ojos. Su expresión era también muy familiar. La desesperación teñida
de soledad, Matt había visto esa espantada mirada cada vez que miraba un espejo.
¿Cómo dos almas heridas podrían sanarse una a la otra?

Necesitando un momentáneo descanso de su encanto, volvió a activar sus


sensores de calor y miró a los guardias. Ahora eran tres figuras. Una arrodillada al
frente de las otras dos. La hermana de Serena no tenía ningún problema expresando su
sexualidad. Estaba succionando la polla de uno de los guardias mientras trabaja el del
otro con la mano.

Cuando volvió a mirar a Serena, estaba frotando la brillante y roja pasta en uno
de sus pezones. La bata estaba abierta por el centro, pero no se la había quitado.
Incluso en la difuminada luz del claro su piel se veía increíblemente suave. Sus pechos
eran llenos y redondos, los pezones de un profundo rosado sin la necesidad de la pasta.
Después de la profunda curva de su cintura, su cuerpo se expandía en unas caderas
suavemente curvadas. Esta no era una chica asustada. Aun ahora el deseo hervía en
sus ojos, ¿entonces que le impedía alcanzar el orgasmo?

Intrigado se enfocó en el depilado monte. Los pliegues oscuros asomaban por


entre sus labios mayores. ¿Alguien había lamido su vagina, la había mantenido abierto
y succionado su clítoris? Muchas mujeres respondían a la gentil caricia de una lengua
cuando los dedos no liberaban las sensaciones necesitadas. Si otra mujer la había
tocado, era probable que eso hubiera sido un intento.

Serena se reclinó en la ladera y subió un pie sobre el tronco caído. Colocando la


pulpa de tersatta a una corta distancia, sacó el consolador de su bolsillo y exploró la
esculpida longitud. Estaba lista y curiosa, más lista que para una pareja.

El deseó agarró el vientre de Matt y apretó sus bolas. No había ninguna duda de
que estaba completamente funcionando. Una reciente modificación le permitía llenar
su eyaculación con espermatozoides, aun así nunca había activado la función. De
hecho, difícilmente había pensado en la habilidad desde que el procedimiento había

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sido completado. ¿Por qué le había llegado la posibilidad a la mente mientras miraba a
Serena?

Dejó escapar un suspiro inestable y ajustó su posición, haciendo espacio para su


erección en rápido crecimiento. Si ella lo conseguía con el consolador, regresaría
donde Hyalee y le explicaría que su ayuda no era requerida. Su simulado pulso dio un
salto de desaprobación ante la idea. Obstinadamente ignoró la reacción. Sería mucho
menos complicado si ella misma encontraba su camino a la realización sexual. ¿Por
qué estaba esperando más allá de toda esperanza que no tuviera éxito?

Serena cerró sus dedos alrededor de sus pezones y giró los capullos. Después de
aplicar una segunda capa de la pasta roja, tiró suavemente y pellizcó sus pezones entre
sus dedos índice y pulgar. Ella necesitaba su boca lamiendo y succionando la pasta. Si
ella podía relajarse mientras él la acariciaba, esto sería mucho más estimulante.

Aparentemente insatisfecha con el resultado, continuó. Sus dedos crearon líneas


rojas a lo largo de su torso mientras se movía hacia abajo y metía una mano entre sus
muslos. Acunó su montículo, apretando mientras sacaba más de la roja pasta del
recipiente. Separando sus labios externos con una mano, pintó su carne con la otra.

Matt no podía apartar la mirada. Había visto más vaginas de lo que le


importaba recordar, pero era como si la suya fuera la primera. Una sensación de
asombro se expandió en él hasta que su corazón latió dolorosamente. Sus muslos
atraían sus caricias y sus delicados pliegues se pusieron rojo brillante cuando sus dedos
extendieron la pasta. Empujó los dedos en su núcleo y sus nalgas se apretaron. Matt se
dio cuenta de que su cuerpo estaba imitando el movimiento e inconsciente relajó sus
músculos.

Sus dedos exploraron por unos pocos minutos, luego aplicó la pasta
directamente a su clítoris. Serena tembló mientras masajeaba la sustancia en su
sensible nudo.

Eso es, cariño. Mantente así y estarás bien.

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Al igual que con todas sus otras exploraciones, era metódica y rápida. Hizo una
pausa para untar el consolador con la pasta y luego colocó el juguete entre las piernas.
Matt negó con la cabeza, ella necesitaba recibir una estimulación al mismo tiempo. La
penetración sólo la distraería de lo que necesitaba sentir.

Serena trazó su hendidura con el juguete y Matt se frotó la cara con sus manos.
Era todo lo que podía hacer para no salir de entre los árboles y arrebatarle la cosa de
las manos. Cierto, ella no estaba lista para la plenitud, pero su objeción era más
complicada. Él quería excitarla hasta la locura y luego llenarla con su polla. ¡O por lo
menos manejar el maldito juguete!

Manteniendo sus piernas en un ángulo amplio para poder maniobrar entre sus
piernas, encontró la entrada con la punta redondeada. Matt apretó sus manos en puños
y su mirada se fijó en su centro mientras ella empujaba el consolador dentro. Solo tenía
la cabeza adentro cuando buscó por más pasta.

¡No estás lista! Necesitas ser atendida y acariciada, besada y seducida. En ese momento
aceptó lo inevitable. Iba a liberar a Serena de sus demonios sexuales. Incluso si tomaba
todos los trucos que acechaban su malgastado pasado, volvería a despertar su pasión.

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Capítulo Dos

Serena tiró el pene de madera en la tierra, murmuró una maldición y cerró la


bata sobre sus pechos. Esto era inútil. Estaba dañada. Con el primer cosquilleó de
deseo carnal las odiadas imágenes venían, los brillantes ojos azules y una abrumadora
sensación de temor. El impostor nunca había sido detenido. No podía dejar de sentir
que todavía estaba allí mirándola, esperando por la siguiente oportunidad para
perturbar su vida.

Orillia tenía buenas intenciones con su sugerencia, pero nada ayudó. En los seis
ciclos de la luna desde la ascensión de Serena, había intentado todo lo que podía
imaginar para desbloquear sus emociones y liberar su naturaleza sexual. Soltando un
suspiro de frustración, se puso de pie y sacudió la parte de atrás de su túnica. Había
otras maneras en que podía servir a la comunidad. Tal vez no estaba destinada a ser
una sacerdotisa.

Tan solo el pensamiento le hacía doler el corazón. Toda mujer de su familia,


desde hacía tanto tiempo que nadie recordaba, poseía alguna clase de don divino.
Nunca había existido una duda si ella seria bendecida. Todos se preguntaban que don
la Deidad le daría a ella. Y ahora lo sabía, era una vidente de almas, el más venerado
de todos los sanadores. O lo seria, tan pronto como superara su miedo.

Un ronco gemido reveló el medio que Orillia había elegido para distraer a los
guardias. Vitik y Fyn eran dos guerreros consumados, fuertes y dominantes en su
mejor momento. La clase de amante que Orillia prefería. Fyn era también un sacerdote
y Serene no tenía duda de que informaría cada uno de sus intentos fallidos de
expresión sexual a la Orden.

Ya se había bañado y meditado en una de las cuevas de vapor evitando su usual


súplica. Sabiendo que no era prudente ir más lejos, deambuló junto al rio. Su cabello

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aún estaba húmedo, por lo que extendió los largos mechones con los dedos,
fomentando el aire a través de estos.

La luz del sol salpicaba las hojas y brillaba sobre el agua que fluía rápidamente.
La tranquilidad la rodeaba, sin embargo, su espíritu daba vueltas, inquieta e insegura.
Un sonido extraño atrajo su atención hacia los árboles más allá de la orilla del río
cubierta de hierba. Miró hacia atrás por donde había venido. ¿Aún podrían sus
guardias oírla desde esta distancia?

Los arbustos crujieron y la luz se reflejó en un objeto metálico. Serena se volvió


y camino apresuradamente antes de que el hombre saliera de las sombras frente a ella.

— No era mi intención asustarla. — Él levantó ambas manos de manera no


amenazante.

Su acento pronunciado y las palabras revueltas evitaron que gritara. Todos los
Wikoli hablaban Perrlain sin esfuerzo. ¿Trataría de detenerla si corría? Su intento de
comunicación hizo poco para calmar sus instintos. Hyalee había cerrado la puerta a los
peregrinos, entonces ¿qué hacia uno de ellos aquí?

La camisa húmeda del desconocido se aferraba a su esculpido torso, revelando


cada bulto y ondulación. Y cada centímetro de la cintura para abajo estaba cubierto.
Nadie que viviera en este clima llevaba tanta ropa. Su cabello había sido cortado hasta
las orejas, la parte de atrás rizándose en su nuca. Vetas doradas artificiales pasaban a
través de los hilos de color marrón claro y su piel parecía que rara vez había conocido
el cálido beso del sol. Nunca había visto a alguien como él.

— Lutton… Vine a… Demonios.

Él estaba claramente tratando con las palabras Perrlain. Ninguno de los otros
peregrinos había intentado comunicarse en su idioma. Ellos esperaban alegremente
que sus necesidades fueran cubiertas a cada paso. Ella podría sacarlo de su miseria y

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responder en Shardrake. Si era un amigo de uno de sus hermanos, podría venir de
Halley Prime.

Para no dejar nada al azar, convocó a los hilos de su alma. Eran tan débiles que
apenas podía verlos, los colores entretejidos aparecieron. ¿Estaba su habilidad
desapareciendo? Reprimió su pánico y se concentró en lo que podía ver. Azul brillante
y un rico verde hoja salpicado de carmesí. El patrón se repetía sin problemas en su
mayor parte, sin embargo, varias constricciones distintas obstaculizaban el flujo. Las
heridas del pasado y el profundo remordimiento creaban esta constricción. No vio
ninguna evidencia de maldad o crueldad, por lo que centró su atención en el hombre
mismo.

Robusto, casi con una dureza masculina, sus rasgos eran tan diferentes de los
ángulos elegantes de los hombres Perrlain. Su pecho esculpido y su tonificado
abdomen que terminaban en una esbelta cintura. El material húmedo de sus
pantalones se aferró a sus piernas largas y las botas encerraban su pie. Superaba a
Baylott por lo menos media cabeza y Baylott era el hombre más alto de su pueblo. Y
esos brazos… su mirada se detuvo en sus bíceps muy desarrollados y sus hombros
anchos. Solo unos pocos guerreros tenían un cuerpo de lejos tan imponente como este
extraño.

Ignorando su ruda mirada, él renunció a su débil intento de hablar su idioma y


frases Shardrake simples combinados con unos gestos de la mano dijo. — Hyalee. —
Él esperó por si ella respondía a su nombre.

— ¿Lidante Hyalee nar itareen ordesta? — Ella preguntó cómo conocía a Hyalee la
suma sacerdotisa.

Sus labios se apretaron y exhaló por la nariz. ¿Qué se sentiría estar envuelta por
esos fuertes brazos y apretada contra ese amplio pecho? ¿Su sensual boca reclamaría la
suya con demandante pasión o la convencería y juguetearía pacientemente esperando
por una respuesta? Una inesperada ola de placer barrió por su cuerpo y sus pezones se
irguieron contra la tela de su transparente túnica.

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¿Era esto un buen augurio o debería correr en la dirección opuesta?

— Hyalee dijo que me relajara en las cuevas. — Él apuntó más allá de la línea
de árboles. — Muy caliente. — Abanicó sus manos frente a su rostro. — Necesito
enfriarme. Estoy sudado.

Intrigada por su determinación de hablar con ella, le dio un poco de lastima. —


¿El río no te refrescó? Tus pantalones aún están mojados.

Sus oscuros ojos se estrecharon un momento luego sus labios se separaron en


una deslumbrante sonrisa.

— Hablas Shardrake. ¡Gracias a Dios! Me sentía como un verdadero idiota.


Miranda me dijo que Lutton era el único que conocía nuestro idioma. Me alegro tanto
de que se equivocara. — Pasó los dedos por su cabello mientras su mirada se movía
sobre su rostro. — Soy Matt Sterling y no quise asustarte. Ya envié a un grupo de
mujeres gritando a la villa hoy. Preferiría no hacer eso de nuevo. ¿Cuál es tu nombre?

— ¿Conoces a Miranda? ¿Cómo está ella? Han pasado años desde que pude
enviarle un mensaje escondido.

— Lo está haciendo de verdad muy bien. Su práctica está floreciendo y parece


verdaderamente feliz.

Serena miró el cuerpo viril de Matt y no pudo evitar preguntar.

— ¿Eres su amante? — El cálculo brilló en sus ojos oscuros y luego sacudió su


cabeza.

— Somos muy buenos amigos. ¿Cuál es tu conexión con ella?

— Es mi hermana.

— Debí darme cuenta. Lutton debe de haberte enseñado como hablar


Shardrake. ¿Eres Orillia o Serena?

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— Serena.

El brillo volvió. — La enérgica.

Su tono juguetón le trajo recuerdos felices. Lutton las perseguía a través del
bosque, mientras ellas chillaban y reían, fingiendo tener miedo. Había sido hace
mucho tiempo y ambas habían cambiado desde esos días despreocupados. Los
rumores se convirtieron en especulaciones y el consejo envió lejos a Miranda.

— Provoque más que mi parte de problemas cuando era una niña. — Serena
disipó el pasado con un suspiro de pesar. — Sin embargo, Miranda se ha ido mucho
tiempo. — El silencio se extendió ante ellos mientras lo miraba a los ojos. No podía
recuperar el aliento y sus pezones se raspaban contra la túnica con cada intentó. —
¿Qué te trae a nuestro pueblo? ¿Conoces también a mi hermano, o estaba…? por favor
dime que no eres un peregrino. Todos hemos tenido nuestra ración de turistas.

— No soy un peregrino. La razón de mi viaje es… complicado. — Miró hacia


el río y suspiró. — ¿La corriente siempre es así de fuere? En serio quiero refrescarme.

— ¿Lutton sabe qué estas acá? — Su actitud esquiva la hacía lo suficiente


curiosa como para presionar. — ¿Lo conociste en Halley Prime o en d’Arrest?

— Lo conocí por primera vez hace un momento, pero Miranda sugirió que
alegara conocerlo hace más. Tenía miedo de que ser su amigo no me abriera muchas
puertas.

— Estaba en lo cierto. Estoy sorprendida de que Lutton te siguiera la corriente.


Eso no es normal en él.

— Decidí no usar el engaño. La suma sacerdotisa respondió al desorden


causado por mi llegada. Ella me llevó con Lutton, pero él estaba en una clase de
reunión. Él le pidió cuidar por mi comodidad mientras esperaba. La sacerdotisa sugirió
que disfrutara las cuevas termales y mi imperfecto sentido de la orientación me trajo
aquí.

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La sospecha cosquilleó por la espalda de Serena. Hyalee sabía su rutina diaria.
¿La suma sacerdotisa había enviado a este intrigante extraño a su camino?

— Vi las cuevas al otro lado del río, entonces a regañadientes pase el rio, —
continuó Matt cuando ella no hizo ningún comentario.

¿Cuándo tiempo había estado él en el área? ¿Era posible que la hubiera visto
tocándose? Un hormigueante rubor se arrastró por su cuello al imaginarlo mirando a
través de las hojas mientras se exploraba entre los muslos.

Se dio un sacudón mental a si misa y continuó la conversación.

— No es que nadas mucho, ¿verdad?

— Me aterroriza el agua. — Se rió, pero los hilos de color negros serpenteaban


a través de las cadenas de su alma.

Serena lamió sus labios y miró a lo lejos. No había mirado intencionalmente a


sus hilos, ¿entonces por qué había visto el repentino cambio? El negro podía indicar
muchas cosas, miedo, mentira, incluso muerte. La culpa y el dolor incluso podían
producir el color. El completo cambio en el patrón era una verdadera indicación del
aumento de un color aislado.

— No nos bañamos en el río. Como puedes ver, la corriente es rápida y no


queremos contaminar el agua. Ven, te mostraré.

— Guíame.

A medida que comenzaron a caminar por los árboles, Serena alcanzó la mente
de Orillia. ¿Puedes darme un poco más de tiempo? Nos vemos debajo de las piscinas de baño.
Tengo una idea.

Si sigues intentándolo, seguiré distrayendo a estos dos toda la noche. Solo tienes que
avisarme cuando sea seguro soltarlos.

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Serena sonrió ante el alarde de su hermana. Vitik y Fyn eran lujuriosos, sin
duda alguna, pero también estaban dedicados a su protección. A pesar de la confianza
de Orillia, su tiempo era limitado.

— ¿Hyalee está esperando por ti? — ella le preguntó a Matt. — Estoy


sorprendida de que no te enviara con un escolta.

— Probablemente no quería someter a nadie más al olor. — Se rió de nuevo. El


ruido sordo era el cálido y atractivo. — No estoy acostumbrado a este calor.

— Bueno, vamos a refrescarte. — Ella señalo a su izquierda. — No es muy


lejos.

— ¿Supongo por tu túnica de que eres una sacerdotisa como Hyalee?

— Hyalee es una suma sacerdotisa. Yo tan solo una ascendida.

— No estoy familiarizado con ese término. — Se puso a caminar detrás de ella


mientras emprendía su camino por el sendero apenas visible.

— Acabo de completar mi entrenamiento. Cuando la luna llena suba de nuevo,


mi tiempo para la evaluación terminara. Si no soy aceptada por la Orden
permanentemente necesitaré elegir otro camino.

— Suenas ansiosa. ¿Existe algún tipo de evaluación final?

Dándole la espalda, estaba libre de dejar salir su frustración.

— La evaluación final, como la llamas tú, usualmente no es nada más que una
celebración. Desafortunadamente, aún estoy luchando con algunas de las mis
habilidades.

— ¿Qué se espera de ti?

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Ella había traído el tema, por lo que no se sentiría invadida con la pregunta. Sin
embargo, sus barreras emocionales aparecieron en su lugar. — Es complicado.

Esa risa sexi surgió de nuevo cuando llegaron a un pequeño claro.

— Supongo que me merezco eso. Si te digo más de mí, ¿me explicaras porque
estas preocupada por la evaluación?

Nunca estaba cómoda hablando con hombres. Incluso desde su ascensión había
pasado la mayor parte de su tiempo en soledad, meditando o mejorando su habilidad
para convocar los hilos de alma. ¿Entonces por qué este extraño la ponía tan cómoda?

— Aquí es donde mi gente se baña. — Señaló la pared del acantilado cubierto


de viñas y la serie de piscinas de poca profundidad. — Estamos en la parte de atrás de
las cuevas de vapor. Un manantial subterráneo fluye por debajo de la montaña.
Nosotros canalizamos el agua de lluvia en una cisterna ubicada en la cámara superior
de las cavernas. Después de que se calienta con el vapor, el agua fluye a través de tubo
de madera a estos dispensadores.

— ¿Duchas calientes en medio de la selva? — Lucia verdaderamente


sorprendido. — Nunca lo habría imaginado.

— Lutton hizo muchos cambios desde su regreso desde d’Arrest. Desde que
insistió en que separáramos el agua con que nos bañábamos de la que tomábamos,
hemos visto disminuir mucho las enfermedades.

— Es maravilloso.

Serena sonrió. — Estoy de acuerdo. Usamos extractos de plantas para limpiar


nuestra piel y cabello. Estos están almacenados en canastas atadas entre las viñas. ¿Te
gustaría mi ayuda? — Matt dudó mirando al área de baño y luego a ella. ¿Por qué
estaba siendo tan audaz? Así no era ella. — Los Perrlain no tenemos vergüenza por
nuestros cuerpos desnudos. Somos la última expresión creativa de las habilidades de la
Deidad. Estamos maravillosamente hechos y toda la vida esta para celebrarla.

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— Creo que me sentiré más cómodo si te me unes, en lugar de servirme. ¿Eso
está permitido?

Ella no perdió el desafío en su mirada. ¿Muéstrame lo tuyo y te muestro lo mío?


Divertida por su reticencia, se desabrochó la bata y se dirigió a un árbol cercano.
Entretener invitados se había vuelto responsabilidad de la Orden. Muchos de los
sacerdotes y sacerdotisas disfrutaban interactuando con personas de otras culturas.
Serena observaba mayormente. Se quitó la única prenda y la colgó de una de las
ramas.

Su mirada se entrecerró cuando miró sus senos y ella se encogió. La pasta de


tersatta le había dejado líneas rojas en la piel, sus pezones brillaban rojos. ¿La había
visto él aplicarse la pasta o solo estaba curioso por la decoloración? Ignorando el
impulso de cubrirse a sí misma, apuntó hacia el árbol.

— Puedes dejar tus prendas acá. Las tendré limpias y te las regresaré.

— Me las dejaré puestas mientras me baño, así mataremos dos pájaros de un


tiro.

— Vivimos en armonía con todas las formas de vida. Es un sacrilegio…

— Lograremos dos tareas al tiempo de una, — aclaró mientras él se acercaba


bajo el árbol. — No lo quise decir literal.

— Lutton ha incorporado tales frases a su hablar desde que regresó de Halley


Prime. ¿Todos en tu planeta hablan con metáforas?

— Hasta cierto punto, supongo que sí. Apuesto a que hay proverbios Perrlain
que no tendrían sentido para mí.

Matt estaba haciendo tiempo. Ella miró su fuerte cuerpo de la cabeza a los pies
y sacudió la cabeza. — No tienes nada de qué avergonzarte. Tu cuerpo está muy bien

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moldeado. — Sus labios se apretaron y sus fosas nasales se abrieron. — Lo siento.
¿Qué fue lo que dije?

— Nada. — Matt tiró de su camisa por sobre su cabeza y la dejó sobre una
rama antes de sentarse y desatar sus botas. — Estoy cansado, acalorado y gruñón. No
hiciste nada malo.

Necesitando un momento para componer su expresión, Serena se movió a una


de las piscinas de baño. Las marcas verdes eran poco profundas y anchas, permitiendo
que el suelo pudiera absorber el agua antes de llegar al río. Soltó una de las cestas y la
bajó, sacando lo que podría necesitar. Los productos de limpieza se hacían a partir de
una variedad de ingredientes, creando diferentes esencias. Escogió una popular entre
los guerreros y espero por su reticente invitado.

Matt se desvistió dándole la espalda, inclinándose desde la cintura mientras se


quitaba los pantalones. Su espalda se estrechaba dramáticamente hacia unas delgadas
caderas y largas piernas musculosas. Sus nalgas eran esculpidas y espolvoreadas con
un poco de vello dorado. Qué extraño. La mayoría de los Perrlain tenían poco o nada
de vello corporal.

Después de pasarse los dedos por el bruñido cabello, poco a poco se dio la
vuelta. Nunca había conocido a un hombre más reacio a revelar su desnudez. La
mayoría de los hombres de su tribu se pavoneaban y le llamaba la atención sobre sus
dotes en todas las formas posibles.

— Escogí un jabón que creo te gustará. Si la fragancia no va contigo, hay otras


que puedes probar.

Con un tenso asentimiento, cruzó el claro, su paso era largo y girando como el
de los poderosos gatos salvajes que merodeaban en las montañas más allá de su valle.
Todo en él parecía más grande y mucho más… su vaga mirada se posó en el vértice de
sus muslos y sus pensamientos se dispersaron. Desde un nido dorado surgía la más

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larga y gruesa polla que había visto en su vida. Era fácilmente tan largo como Baylott y
tan grueso como Kapali, ¡y aún no estaba del todo duro!

Tragándose su sorpresa, se giró hacia la canasta y jugueteó con los frascos y


tarros. Si todos los hombres de su tribu… El resto de su cuerpo estaba… Divinidad
santa, nunca había imaginado que los hombres crecieran en tales proporciones.

Su cálida mano tocó ligeramente su hombro. — Noté que soy un poco más alto
que cualquiera en tu tribu y que fácilmente supero al guerrero más grande. Sospeché
que el resto de mí era… inusual. No soy tímido, Serena. No quería asustarte.

— No estoy asustada. — Se sacudió la incomodidad y enderezó sus hombros.


— Tu cuerpo es tan perfectamente proporcionado como la Deidad quería. Si mis
tonterías te avergonzaron, me disculpo.

Matt le giró la cara hasta que ella lo miró a los ojos. — No estoy avergonzado.

— Bien. — Le quitó la tapa al frasco y se lo entregó. Era el invitado de su


hermano, un huésped de su villa. Era su responsabilidad como hermana de Lutton y
como sacerdotisa hacerlo sentir cómodo. — ¿Encuentras esto placentero?

Después de oler la esencia, se la devolvió. — Es muy agradable.

— Está bien. Muévete cerca de las enredaderas. — Serena pasó su mano más
allá de él y levantó la trampilla, liberando el agua en el alargado dispensador. El
extremo de la madera tallada había sido perforado con una multitud de pequeños
agujeros. Pequeños riachuelos fluían de los agujeros, bañando a Matt con agua tibia.

— Oh, esperaba que estuviera más caliente. Esto es agradable.

— Podemos controlar la temperatura, pero la mayoría siempre encuentra esto


una agradable combinación.

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Matt levantó los brazos y apartó su cabello del rostro. Los músculos de su
espalda se ondularon, atrayendo su mirada a su trasero. ¿Qué se sentirían esas
apretadas nalgas bajo sus manos mientras el empujaba entre sus muslos? Ella había
visto marcas de uñas de mujeres en la piel de sus amantes en más de una forma.

No había costumbres establecidas de cómo los baños de los visitantes debían ser
atendidos. Algunas sacerdotisas se quedaban atrás, entregando discretamente los
suministros. Otras no solo se unían a los extranjeros sino que los lavaban con sus
manos y los complacían con la boca como parte del ritual de baño.

¿Cómo reaccionaría si lo tocaba? — ¿Te gustaría que te lavara el cabello?

— Sólo si puedo lavar el tuyo.

La excitación se curvó a través de su vientre. Su cuerpo no había sentido


ninguna de estas sensaciones desde antes de su ascensión. Él no conocía su vergüenza.
Matt sólo la conocía como la hermana de Lutton. Tal vez esto era lo que necesitaba.
Alguien que no conociera todo lo que sucedido.

— Eso suena como algo justo. — Serena llenó su palma con el líquido ámbar y
luego colocó el frasco a un lado. Moviéndose tras él, alzó las manos hacia su cabello.

— ¿Puedes alcanzarme?

— Apenas. — Ella se tambaleó hacia él mientras le frotaba los dedos por el


grueso cabello. Sus pezones se rozaron contra su espalda y a lo largo de su columna,
acariciando su piel a su paso.

Matt se giró en un suave movimiento y la jaló contra su pecho. Sosteniéndola


ahí con un brazo, encontró el agua con la otra y movió su cuerpo bajo la ducha. — Eso
huele maravilloso.

Sus ojos estaban cerrados y su mano se deslizó arriba y abajo por su espalda.
No era realmente un abrazo, ¿entonces por qué se sentía tan estimulante?

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— Mi turno, — dijo en un suave y gutural susurro. Su pecho se rozó contra ella
cuando se inclinó y tomó el pote de la hierba que los rodeaba. Siguiendo su ejemplo,
recubrió sus manos con el jabón y luego pasó sus dedos a través de sus largos
mechones. — Tu cabello es increíble. Pensé que el de Miranda era el más hermoso
hasta que vi el tuyo.

— Le cortaron el cabello cuando fue desterrada. Lo soportó en un estoico


silencio, pero Orillia y yo lloramos. — Sus dedos se detuvieron en su cuero cabelludo.
— Lo siento. No se supone que deba hablar de esos hechos.

— ¿Por qué fue desterrada? Me dijo que no era más bienvenida entre su gente,
pero nunca explicó por qué.

— Las mujeres de mi familia se mueven libremente con los dones de la Deidad.


Miranda fue inusualmente dotada incluso para uno de mis parientes. Y en lugar de
aceptar la llamada y entrar en la Orden, como estaba destinada, ella….

Matt le colocó los dedos sobre sus labios.

— Estas recitando lo que escuchaste decir a los otros. ¿Por qué crees que
Miranda fue desterrada?

— Ella se negó a seguir las costumbres simplemente porque eran habituales.


“Esa es la manera en que siempre ha sido” no era una justificación aceptable para mi
hermana y los ancianos no podían permitir que su actitud influenciara a otros.

— Estaban asustados de ella.

— Aún lo están. Los ecos de sus actos aun causan descontento hoy día.

— Eso la complacería gratamente si se enterara.

— Lo sabe. Orillia se ha asegurado de que se entere de todos sus triunfos


accidentales.

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Serena se quedó en silencio mientras él le pasaba los dedos a través del cabello,
abriéndose camino desde la raíz a la punta y de nuevo. ¿Cómo era posible que algo tan
sencillo se sintiera tan… decadente? Cerró los ojos y sintió la espuma deslizarse entre
las mejillas de su trasero y hacia abajo entre sus piernas.

Sus dedos le rozaron la espalda y las caderas. Serena se tambaleó hacia él,
sorprendida por la facilidad con que sus cuerpos se deslizaban juntos. Su rodilla se
insinuó entre sus muslos y ella se quedó sin aliento.

Con el más gentil de los apretones, le tiró su boca hacia atrás y selló su boca
sobre la suya. Su otra mano le ahuecó un pecho y Serena tembló. Sus labios se
apretaron contra los de ella, sus lenguas jugaron sin llegar a entrar en su boca. Le tocó
la punta de la lengua con la suya, frustrada por su paciencia. Su boca se abrió,
invitándola a jugar. Sabia caliente y extraño, exótico y salvaje.

Serena se puso de puntitas y le enmarcó la cara con las manos, profundizando


el beso y frotando su pubis contra su muslo. El calor se desplegó en su interior y sus
pezones se estremecieron.

Unos ardientes ojos azules perforaron su memoria. La malicia, la lujuria y el


odio hicieron añicos el hechizo sensual. Con un pequeño gemido, ella arrancó su boca
de la él y se movió a un lado.

— Lo siento, — susurró él. — No quise asustarte. — Su brazo permaneció


alrededor de su cintura y presionó contra su espalda. — Relájate. Vamos a enjuagar el
jabón de tu cabello. — Él extendió su cabello sobre su brazo y dejó que el agua mojara
su longitud.

Su toque cambió. Matt era amable pero aun así impersonal. Serena sintió el
dulce dolor alejarse y cerró los ojos ante la pérdida. Girándose de nuevo, ella colocó
las manos contra el pecho y lo miró a los ojos.

— No quiero estar asustada. No puedo permitirme estarlo.

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— Pero lo estás. El miedo rara vez ha querido a la sumisión. Se necesita tiempo
y…

— Ya le he dado tiempo. Estoy corta de tiempo. — Se cubrió el rostro con las


manos a medida que la vergüenza se apoderó de ella. — No sé qué más hacer.

Sus brazos la rodearon y Matt presionó su mejilla contra su pecho, acunando su


cabeza bajo su barbilla. — ¿Por qué deberías hacer algo?

— Si no puedo superar este miedo, fallare en mi ascensión, — ella admitió.


¿Por qué le estaba contando a este extraño su secreto más vergonzoso? Estar entre sus
brazos se sentía bien y natural.

— ¿Estás segura de qué quieres entrar a la Orden? Tal vez tu miedo viene de
algo más fundamental. Si el miedo permanece, puedes evitar un llamado no deseado.

Serena movió su cabeza hacia atrás. — Ahora suenas como Miranda.

— Si honestamente quieres lograr esto, te ayudaré. Pero tienes que querer


enfrentar lo que te asusta. Nadie puede hacerlo por ti. Puedo apoyarte y guiarte, pero
en últimas tú harás el cambio.

— ¿Entiendes lo que está mal conmigo?

Su sonrisa era gentil, su mirada conocedora.

— Tengo una buena idea. Miraste mi cuerpo como si quisieras devorarme, aun
así un beso te deja temblando de miedo. No seré un entrenado terapeuta, pero puedo
comprender de qué se trata.

— ¿Estás seguro de que Miranda no te envió a mí?

— Creo que nos envió el uno al otro.

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Capítulo Tres

— Debes transformarme.

Drey Fon se tensó ante la orden y se giró hacia Ratauni. Su relación era
simbiótica. Ella no podía acceder a sus poderes en esta dimensión sin su energía
Wikoli, y su esencia demoniaca desataba habilidades que ningún hechicero ordinario
podría alcanzar.

— Debo hacer lo que me plazca y nada más. — Juntó las manos en la espalda y
lo miró audazmente a los ojos. — Yo te llamé, no al revés.

— Entonces envíame de vuelta, — espetó ella, la luz demoniaca ondulaba bajo


sus delicados rasgos. — Prefiero regresar a mi propia dimensión que servir a un tonto.

Con un gruñido furioso, se volvió hacia ella, quien ni siquiera se inmutó. Su


mano pasó justo frente a su rostro y su piel instantáneamente se ampolló. Aulló y se
aferró la mano al pecho, meciéndose de atrás a adelante.

— Mi existencia puede que este unida a la tuya, mortal, pero no soy tu esclava.
Puedo sentir a los sacerdotes Perrlain volverse más fuertes. ¿Por qué dudas? No puedes
penetrar sus hechizos de protección. Chaos lo sabe, lo has intentado.

— Cada vez que te permito transfórmate, le doy otra oportunidad a los Perrlain
para determinar mi fuente de poder.

— ¿Y qué? Ellos están indefensos contra ti, contra nosotros.

Deseaba compartir su confianza. Si la Orden aislaba la fuente de su poder, ellos


podrían combatir sus acciones con mucha más precisión. Ellos conocían a alguien
entre los Wikoli que había desarrollado habilidades más allá de la brujería ordinaria.
Pero todavía tenían que identificar cuál de los místicos se había desviado del verdadero

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camino, o en la dirección que había vagado. Había siete dimensiones demoniacas,
cada uno con habilidades únicas y riesgos distintos. Algunos místicos encontraron los
beneficios igual a los peligros.

— Tengo un último conjuro que quiero probar antes de enviarte.

Ella carraspeó y cruzó la vivienda, quitándose el vestido mientras caminaba. Su


forma corpórea era agradable. Él había formado su apariencia cuando la llamó,
entonces no era de sorprenderse que luciera tan parecida a Serena.

Por desgracia el parecido terminaba ahí. Ratauni, una forma abreviada de su


demoniaco nombre, era cruel y exigente, agresiva e impaciente. Había anclado
sabiamente su existencia a esta casa de campo aislada en la selva que separaba a los
Wikoli de los Perrlain. Solo podía salir cuando le permitía adoptar otra forma. Incluso
entonces, la transformación era temporal y su alcance limitado.

Ella acarició sus senos mientras avanzaba hacia la hoguera. A pesar del
sofocante calor, Ratauni insistía en que el fuego ardiera constantemente. Se sentó a
horcajadas sobre el pequeño incendio y cerró los ojos mientras su cuerpo absorbía el
calor. Balanceándose y ondulándose, se folló las llamas. No había otra manera de
describir lo que estaba haciendo. Sus manos se movieron de sus pechos hasta los
muslos en un patrón hipnótico, a la vez que sus caderas se mecían y su abdomen se
estremecía.

Él se apartó del espectáculo con un gemido y reunió lo que necesitaba para


invocar el conjuro. Serena. Su nombre envuelto alrededor suyo y se dejó llevar por él,
lo que le aceleró el pulso y le endureció la polla. Desde antes de su concepción, había
sido destinada para él.

Su mentor Gyan había pasado la mayor parte de su vida traduciendo los


antiguos pergaminos. Había descubierto hechizos y ritos secretos que los demás
abandonaron siglos atrás. Gyan había llamado primero un ser de la esfera exterior
cuando Drey Fon era tan sólo un niño. Drey aún podía recordar el hedor y el terror.

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Cuando Drey Fon tenía catorce años, Gyan lo sentó y le explicó lo que se
proponía. La Orden Perrlain siempre había sido más fuerte que la Wikoli. Y la Deidad
era especialmente generosa con las hembras del linaje Naneka. Gyan aparecería ante la
compañera del jefe con la forma de su esposo y plantaría una niña en su vientre.

— Esta niña crecerá en una mujer madura de un poder y una belleza


excepcionales. Y en la noche de su ascensión, tú tomaras su sacrificio.

— Ellos nunca permitirán tal cosa. ¿Cómo podre…?

— De la misma manera que Naneka me permitirá tomarla. Una ilusión.

Drey Fon tembló. Esa única palabra había definido el propósito de su vida.
Había aprendido todo lo que podía sobre crear ilusiones, sobrepasando incluso las
habilidades de su mentor.

El verdadero problema de molestar a los reinos demoniacos había sido revelado


a Drey Fon en grafico detalle hacia seis veranos. Gyan abrió un portal a la tercera
dimensión y una entidad hostil surgió. En menos de un segundo, la criatura lo
despedazó miembro a miembro y desapareció. El macabro incidente motivó a Drey
Fon como nada más pudo. Estudió los textos antiguos, asimilando cada fragmento de
información.

Ratauni gritó, trayendo la atención de Drey Fon devuelta del pasado. Estaba
arrodillada ahora, una rodilla a cada lago de la fogata. Las llamas lamían su sexo
mientras ella temblaba y gemía.

Tomó un recipiente poco profundo y llenó la parte inferior con agua turbia.
Sobornar a la guardia de Serena no había sido fácil. Incluso bajo la influencia de los
trucos mentales de Ratauni, Vitik se negó en poner en peligro a su amante. Una jarra
de agua del baño de Serena le había parecido una petición extraña, pero el guerrero no
vio problema en su cumplimiento, especialmente cuando la zorra del demonio lo
recompensó con una hábil boca.

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Revolviendo el agua de baño con la punta de sus dedos, Drey recitó el conjuro.
Las antiguas silabas rodaron por su lengua, convocando eróticas imágenes y liberando
sensaciones primitivas. Su cerebro hizo eco con el golpeteó constante de su corazón.

Enfocarse.

Recordar.

Proyectar.

Formó una perfecta imagen de Serena en su mente, exacta en cada detalle. Esta
se puso de pie delante suyo desnuda, los brazos levantado en señal de súplica mientras
él acariciaba su carne más íntima. Su olor, la suavidad de sus pliegues femeninos, él
recordó de todo.

Encuéntrala, fúndete con ella, deslízate más allá de tus defensas. La orden provenía de
dentro de él, pero la voz no era suya, estas eran pronunciadas en el idioma de los
antiguos. Se estremeció y cerró los ojos, manteniendo sus dedos aun dentro del agua,
absorbiendo su energía.

Durante un largo momento, se quedó suspendido en una oscura tranquilidad.


Su señal erosionaba la oscuridad, la sensación débil y distorsionada. Unos brazos la
sostenían, unos labios se acariciaban y el deseo comenzaba a crecer.

¡No! Ella no debía superar su miedo hasta la luna llena. Todos sus planes se
perderían si alguien completaba su ascensión. Él saturó su mente con furia, malicia y
odio, apagando la llama de pasión antes de que se apoderara de ella.

El frágil vínculo se rompió como una rama seca. Sacó sus dedos del agua y
abrió los ojos. — Ella está con alguien, alguien que no la asustaba.

Ratauni se rió y ella apretó sus manos en puños. ¿Por qué la diablesa insistía en
provocarlo?

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— Pensé que habías perfeccionado la compulsión, — ella dijo. — Si el miedo se
desvanece, estás condenado.

— Gracias por ese innecesario recordatorio. Había olvidado por completo lo


que está en juego.

— Transfórmame. Averiguare que despertó su pasión.

— ¿No te satisface el fuego? — Drey se apartó de la mesa de trabajo y fue hacia


ella.

— Nada me satisface por mucho tiempo. Esta dimensión me vuelve loca.

Él sospechaba que la locura había comenzado mucho antes de que la llamara,


pero ella estaba menos interesada en sus opiniones de lo que él en las suyas.

— De rodillas.

Se dejó caer de rodillas y bajó sus hombros hasta el suelo, presentando su sexo
en una descarada invitación.

— No es eso lo que quise decir y lo sabes. Quiero tu boca.

— Y yo quiero tu polla embistiendo dentro de mí.

¿Cómo podía discutir con eso? Se abrió su túnica y se arrodillo tras ella,
trazando su hendidura con la punta de su polla. Su cuerpo siempre estaba caliente y
complaciente, pero su carne había retenido algo del calor del fuego. Drey gruñó, con el
placer agudizándose a lo largo de su eje y quemando en su vientre. Ella empujó hacia
atrás, tomándolo profundamente con un fuerte movimiento.

Él gritó. Su vagina se apretó, intensificando el ardor. Su miembro terminaría


con ampollas así como sus dedos si esta perra se salía con la suya. Agarrando sus
caderas, se estrelló contra ella, duro y rápido. Al tercer golpe ya estaba loca, arañando
el suelo y sacudiendo la cabeza.

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Esto serviría para ella si él se contenía, saciando su hambre. Ratauni no se
podría transformar hasta que él se corriera. Sin embargo ella estaba apretada y caliente,
y él se inquietó. Enterrando sus dedos en las lisas caderas, se imaginó a Serena
inclinándose ante él, abandonándose a su deseo salvaje.

— ¡Ahora, mi amor, ahora! — La suplica urgente de Serena completaba su


fantasía y Drey Fon perdió el control. Empujándose hasta los testículos, bombeó su
caliente semilla dentro del demonio.

Ella gritó. El sonido se retorció, transformándose desde un grito humano hasta


el desesperado grito de un ave. Su cuerpo fluctuó entre la sustancia y la energía. Sus
manos se hundieron en el suelo mientras la transformación sucedía desde los pies a la
cabeza, reestructurándola en un único y suave movimiento.

Las alas aleteaban, removiendo la suciedad y cenizas en los ojos. Se arrastró


hasta la puerta y la abrió. Con un último gritó el halcón se escapó en el brumoso
crepúsculo.

*****

Serena caminaba junto a Matt, sorprendida de lo a gusto que se sentía con él.
Siempre después de un fallido intento de intimidad apenas podía mirar a la persona a
los ojos. Matt la había besado y tocado, y todavía tenía el impulso irracional de
acurrucarse a su lado.

Él lucia maravilloso en una soratti tejido, el traje que usaban la mayoría de las
personas. El estilo envolvente acentuaba sus delgadas caderas y sus largas y
musculosas piernas. Y su pecho nunca debería ser cubierto. Era una falta de respeto a
la Deidad no mostrar algo tan atractivo.

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— ¿Cuánto tiempo te vas a quedar en nuestra villa? — le preguntó cuándo
llegaron al anillo externo de viviendas.

— No estoy seguro. No sabía que los extranjeros no eran más bienvenidos. —


Una sonrisa juguetona se curvó en la esquina de su boca.

— No eres un extranjero. Eres amigo de mi hermano, ¿recuerdas?

Llegaron a la zona común de la villa en un corto tiempo después y su atención


se centró en un grupo de niños que luchaban en el césped. Serena tomó ventaja de su
distracción para contactar a Orillia.

Cambio de planes. Estoy de vuelta en la villa. Puedes liberar a los guardias cuando sea
que termines con ellos.

Un momento pasó antes de que Orillia contestara. Obviamente estaba más


activamente involucrada en su distracción de lo que lo había estado la primera vez que
Serena la contactó.

¿Tuviste… éxito?

Serena casi podía imaginar a su hermana y los guardias. No había nada que
Orillia no amara más que ser presionada entre los cuerpos de dos fuertes hombres.

Digamos que he hecho un prometedor avance. Te explicaré todo cuando regreses.

— ¿Estás bien?

Ella sonrió hacia Matt y pasó su cabello tras sus orejas. — Estoy bien. Tan solo
estaba contactando con Orillia.

— ¿Todos los Perrlain son telepatas?

— No. Muchos en la Orden pueden hablar mente a mente, pero no todos.

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— Eso es cierto. Las mujeres de tu familia son particularmente dotadas por la
Deidad.

— ¿Estas burlándote de mí?

— Para nada. Después de conocer a Miranda, no tengo duda de que tus


habilidades son verdaderas. — Su mano se posó en parte baja de su espalda, su toque
era suave y casual. — ¿Cuáles son tus habilidades?

— Soy una sanadora, de todo tipo. Es…

— ¿Complicado? — él terminó por ella.

Lutton salió a la vista a través de la zona. Hyalee y Kapali caminaban justo tras
él, perdidos en su conversación.

— ¿Quién está con la suma sacerdotisa?

— Su hermano. Su nombre es Kapali y es un sumo sacerdote de la Orden.

— ¿Cómo uno se convierte en sumo sacerdote o sacerdotisa?

Serena miró hacia él. ¿La simple curiosidad motivaba sus preguntas o había
otro propósito en querer saberlo? Si supiera porque estaba aquí, podría ser menos
desconfiada. Las prácticas de la Orden estaban bien documentadas. Así que no vio
razón para no explicarle.

— Cada cinco años se vota entre la Orden. Ambos, Hyalee y Kapali fueron
recientemente elegidos por segunda vez.

— Matt, mi viejo amigo, — dijo Lutton con una jocosa sonrisa. — ¿Por qué no
te doy una vuelta por la villa mientras Serena habla con Hyalee?

— ¿Está bien para ti?

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— Por supuesto. — Su preocupación era dulce, pero ella no tenía razón para
temer a Hyalee.

Matt dio un paso hacia Lutton y luego avanzaron por el camino.

— ¿Dónde están tus guardias? — preguntó Kapali.

La curiosa mirada de Hyalee hizo eco a la pregunta, aun así su expresión reveló
más. Especulación y… ¿satisfacción?

— ¿Enviaste a Matt a las cuevas de vapor sabiendo que estaba allá? — ella le
preguntó a la suma sacerdotisa.

— Si tus guardias estaban haciendo su trabajo, no debería ser un problema, —


murmuró Kapali. Desde su ascensión, había sido más protector que Lutton.

— ¿Orillia o tú se han comunicado con tu hermana desde tu ascensión? —


preguntó Hyalee.

Una cálida brisa movió el cabello de Serena, pasando las largas hebras por su
cuello. — No lo he hecho, pero no puedo hablar por Orillia. ¿Qué tiene que ver eso
con Matt?”

— Ella lo envió aquí.

— Lo sé. Me lo dijo.

— ¿Te dijo por qué?

— Dijo que era complicado. — Serena se cruzó de brazos, la actitud defensiva


emanaba de ella. Aparentemente, Matt le había dicho más a Hyalee que aquella
criptica frase. — ¿Por qué lo enviaste fuera por mí?

— ¿Preferirías si le asignó una guía diferente?

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— ¿Ha venido en busca de guía espiritual?

— Por decirlo de alguna manera. A diferencia de los peregrinos, no está aquí


para ser entretenido. Necesita un vidente de almas. ¿Conoces a algún otro?

Sus hilos habían fluido sin necesidad de llamarlos. Él la tocaba y a ella no le


daba miedo. ¿Cómo podría ignorar las señales? La Deidad los había reunido. El
propósito final aun debía ser revelado, pero no podía ignorar la oportunidad.

— Sabes que se espera que demuestres tus habilidades. Es el paso final en


cualquier ascensión.

Serena asintió.

— ¿Matt va a ser mi misión?

— Sí. Tienes hasta la luna llena para balancear el flujo de su alma. Parte de la
misión es hacerlo sentir lo suficientemente cómodo para que confíe en ti. Nunca
podrás ayudarlo hasta que descubras la verdadera fuente de su trastorno.

Hyalee se detuvo para mirar a su hermano. Una comunicación silenciosa


sucedía entre ellos. Serena no podía escuchar sus pensamientos, pero no tenía dudas de
que estaban discutiendo. Kapali sacudió su cabeza y salió enfurecido por la dirección
en que habían venido. Hyalee había ganado esta ronda.

— No tienes mucho tiempo, — continuó la sacerdotisa. — Kapali dará


instrucciones a tus guardias para que tomen posición a tu alrededor. Me tomé la
libertad de mover las posesiones de Matt a tu cabaña. Será tu invitado.

Serena comenzó a objetar. Su cabaña sólo tenía un cuarto, y una cama. — ¿Es
eso sabio?

Hyalee sonrió, una mirada conocedora brillando en sus ojos. — Creo que es
esencial para su éxito.

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La suma sacerdotisa dejó a Serena en la zona común de la villa. El crepúsculo
se había desvanecido dando paso a la oscuridad y la gente se congregaba en torno a las
cenas comunitarias. Una sombra pasó a través de la luz de la luna, atrayendo la
mirada de Serena hacia arriba. Una gran ave daba vueltas alrededor de la zona
comunitaria, un solo aleteo ocasional lo mantenía al vuelo. Qué extraño. Las aves de
presa tendían a permanecer donde pudieran acechar a sus víctimas, en campos abiertos
y montañas estériles. Y a excepción de la zona común, toda la villa estaba llena de
árboles superpuestos. ¿Entonces que había llamado la atención del halcón?

Perturbada por la incongruencia, un escalofrío pasó por su espalda.

— Ahora que estoy bien y fresco, tu estas temblando. — Matt se movió a su


lado. Lutton ya no estaba a la vista.

— Ese fue un recorrido rápido.

— Creo que cumplió su propósito. ¿Qué dijo la sacerdotisa que quería?

— Vas a ser mi huésped durante tu estancia en el pueblo. — Ella hizo un gesto


a su derecha. — Mi casa está por este lado.

Matt atrapó su mano y la llevó a sus labios

— No necesito quedarme en tu cabaña. Puedo acampar cerca o….

— Criaturas inhospitalarias deambulan esta área en las noches. Estarás a salvo


dentro de mi cabaña.

— ¿Y qué hay de ti? ¿Qué te haría sentir a salvo?

— Espero que podamos descubrir eso juntos.

*****

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Matt aceptó de Serena el plato con trozos de fruta, frutos secos y el pescado
ahumado. Su convertidor de nutrientes le permitía procesar los alimentos como
energía, aunque la pasta de proteína altamente concentrada que tenía en su mochila
proporcionaba una mayor carga de duración.

Serena se arrodilló en la hoguera frente a él, comiendo de su propio plato.

— ¿Había algún tipo de banquete esta noche? Me di cuenta de que las personas
se reúnen en frente a varias a de las casas más grandes.

Después de entregarle una copa de madera llena de un aromático jugo, le


explicó.

— Mi pueblo vive en una verdadera comunidad. Sólo los ancianos tienen


parejas designadas y estas son principalmente para el propósito de procrear. Todos los
otros ofrecen apoyo y acompañamiento a la tribu entera.

— ¿No hay familias, ninguna pareja?

— No hay divisiones. Compartimos todas las bendiciones divinas libremente y


celebramos la maravilla del descubrimiento.

— ¿Qué pasa si dos personas quieren formar una pareja? ¿Está prohibido?

— Por supuesto que no. Algunos de los Perrlain expresan su sexualidad con tan
sólo una o dos personas, pero es más común para ellos encontrar el placer con una
variedad de compañeros.

— Dices que los ancianos tienen parejas designadas. ¿Por qué esa doble moral?

— Ser un anciano requiere sabiduría, inteligencia y dones divinos. Muchos de


estos dones pasan de padres a hijos, por lo que los ancianos deben elegir con quien

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procrean muy cuidadosamente. Así los niños nacen, asegurando así el futuro de toda la
tribu, los padres son libres de volver a sus actividades sexuales normales.

Una sonrisa tiró de la comisura de su boca. Matt suprimió la rebelde expresión,


no queriendo que ella pensara que se burlaba. Pocas sociedades considerarían
“normal” lo que ella acababa de describir. El resto de la coalición ponía mucho énfasis
en la monogamia. Las relaciones permanentes eran un objetivo que pocos conseguían,
pero la mayoría de las personas en su conocimiento pasaban su vida buscando a “el
indicado.”

— ¿Qué hay de los niños? — Matt dejó el plato a un lado, mucho más
interesado en la conversación.

— Los niños son criados juntos y cuidados por una gran cantidad de personas.
Son alimentados y se les enseñan habilidades que contribuyan a la comunidad. —
Serena tomó un sorbo de su jugo y movió sus piernas a un lado. — Los Perrlain no
tienen posesiones. Todo lo que ves pertenece a toda la tribu.

— ¿Cómo saben todos dónde dormir?

Serena se rió. — Estas haciéndolo muy complicado. Dormimos donde sea que
elijamos hacerlos y compartimos placer con aquellos con que nos sentimos
complacidos. Es difícil para nosotros entender porque los demás tergiversan la
sexualidad con una combinación de temor y vergüenza. El sexo es natural y el afecto
debe fluir tan libremente como el agua.

— ¿Tu gente nunca está celosa?

— ¿Celosa de qué? Nosotros no poseemos nada.

— ¿Ninguna de las otras mujeres siente celos de tu belleza o de tus dones


divinos?

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— Mis dones pertenecen a las personas. Todos en la Orden están disponibles
para cualquiera que necesite ayuda. Ese es nuestro propósito, nuestra vocación.

— ¿Y tú belleza?

Serena dejó su plato a un lado y se giró hacia la ventana abierta. Una cálida
brisa voló a través de cabaña, ondeando su cabello. — Si inspiro alguna emoción, es
lástima. ¿Qué clase de sacerdotisa tiene miedo de que la toquen?

Matt dudaba de que ella quisiera hacerle una invitación. Sin embargo, no podía
resistirse. Con una larga zancada, cruzó la hoguera y se sentó a su lado.

— ¿Puedes decirme lo que sucedió durante la ascensión?

Colocando su cabello sobre uno de sus hombros, peinó los cabellos en una larga
trenza. — Viniste donde nosotros por ayuda. No para ser agobiado con mis…
insuficiencias.

— Estas muy lejos de ser insuficiente. — Matt acarició su mandíbula con el


dorso de sus nudillos, sin arriesgarse a un toque más íntimo. — ¿Qué tal si jugamos
algo?

— ¿Qué clase de juego? — Serena giró su rostro y lo miró.

— Te hago una pregunta y tú decides si la contestas o me dejas tocarte.

— Parece un juego de un solo bando.

— Bien, vamos a alternar. Yo te pregunto, luego tú me preguntas. Cada uno de


nosotros tiene la opción de pagar con una prenda física en lugar de contestar la
pregunta.

— ¿Sabremos que es la prenda física antes de decidir?

— Parece lo justo.

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Serena levantó las piernas delante de ella, cubriéndolas cuidadosamente con la
bata.

— ¿Quién va primero?

— Normalmente insisto en que las damas son primero, pero soy tu invitado
después de todo.

Ella sonrió.

— ¿Cuál es tu pregunta?

— ¿Alguna vez has tenido un orgasmo?

— Estas yendo directamente al punto en cuestión. ¿Y cuál es la prenda?

— Podre besarte en la boca por tanto tiempo como quiera.

Su mirada se enfocó en sus labios y su lengua salió apenas rozando sus labios
inferiores. Dios, esperaba que le dejara besarla.

— Sí, he tenido un orgasmo.

— Demonios. Que desperdicio. — Matt se rió ante su horrorizada expresión. —


No tu orgasmo. Mi pregunta. Déjame ver si lo puedo hacer mejor esta vez.

— Es mi turno.

— Sí, lo es.

— ¿Qué haces para vivir?

Una mejor pregunta de lo que la suya había sido. Matt no se oponía a explicar
su inusual línea de trabajo, sin embargo, se sintió obligado a preguntar.

— ¿Cuál es la prenda?

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— Te recuestas en tu espalda y desatas tu soratti. Luego acarició tu pene y
testículos hasta que calme mi curiosidad. No permitiré que te corras, pero vas a tener
que dejarme tocarte hasta que quiera.

— ¿Has jugado antes este juego? — Matt no podía quitar la risa de su tono. —
¿Qué tal si contesto tu pregunta mientras exploras mi cuerpo? Me encantaría tener tus
manos sobre mí.

— ¿Incluso si no te permito correrte?

— El orgasmo es el destino, pero siempre disfruto todo el viaje.

— Está bien. — Su mirada azul claro lo recorrió del rostro hasta su regazo y
devuelta. — Estamos jugando algo diferente. Te toco en cualquier lado que quiera, por
tanto como quieras, por tanto me dices lo que quiero saber.

El deseo se precipitó a través de Matt en una oleada de hormigueo. ¡Se suponía


que él la sedujera!

— Suena como un juego de un solo lado.

— Para nada. Quiero saber más de ti, y tú quieres mis manos sobre ti. ¿Por qué
no deberíamos ambos lo que queremos?

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Capítulo Cuatro

Serena contuvo la respiración mientras Matt se movía al otro extremo de la


cabaña y se sentaba en el borde de la cama. Mucho de los habitantes dormían en
hamacas tejidas. Sin embargo, ella siempre había preferido la comodidad de una cama.
Era una frívola extravagancia, pero estaba segura de que la Deidad se lo perdonaría.
Relleno con hojas de palma y densas fibras de firmine, el colchón proporcionaba tanto
suavidad como apoyo.

— ¿Duermes aquí todas las noches?

— Esta cabaña fue asignada para mi uso cuando la ascensión se acercaba. La


Orden quería asegurarse de que tuviera mucho tiempo para meditar y hacer las
preparaciones sin las usuales interrupciones. ¿Por qué preguntas?

— Todavía estoy tratando de comprender como vive tu gente. Es realmente


fascinante, pero muy diferente al resto de la coalición. ¿Estás segura de que son
descendientes de Shardrake?

Los peregrinos habían estado de igual manera intrigados por la estructura social
de los Perrlain. No le debería sorprender que Matt aun estuviera luchando con los
conceptos.

— ¿Tienes una pareja permanente?

— Por supuesto que no. No te hubiera besado si estuviera unido a alguien más.

— Tus padres sólo se unieron entre ellos.

— No. — Era evidente por la resignación de su tono que se había dado cuenta
hacia donde se dirigía la conversación. — No puedo pensar en nadie que conozca que
haya formado una relación con éxito que durara toda la vida.

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— En lugar de complicar nuestras vida con expectativas poco realistas,
permitimos que las relaciones fluyan. No hay presión, no hay culpa. Nos centramos en
crear un ambiente de amor para todo el mundo en lugar de aislarnos en unidades
familiares. — Hizo un gesto hacia su soratti. — Pensé que íbamos a jugar.

— Si no me vas a dejar tocarte, ¿al menos puedo mirar? Eres increíblemente


hermosa.

Serena sonrió. Su deseo la afectaba más que su adulación.

— Tu primero.

Matt desató el soratti y lo dejó caer al lado de la cama antes de recostarse en


sobre su espalda.

— Estoy por completo a tu merced.

Razón por la cual ella no tenía miedo.

Deslizando su bata, la colgó de un gancho en la pared de la cabaña antes de


unirse a Matt en la cama. Él levantó los brazos y cruzó las manos tras su cabeza. La
posición mostró los gruesos músculos de sus brazos y la reducción dramática de su
torso. Serena deslizó su dedo desde la base de la garganta hasta el ombligo,
maravillando de los lejos que estaban ambos.

— ¿Todos los hombres de tu tribu son tan grandes?

Matt se rió.

— ¿Estamos hablando de altura o de algo más?

Serena le pellizco un pezón, ignorando deliberadamente sus impresionantes


dotes.

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— Olvida que pregunté. Quiero que respondas mi primera pregunta. ¿Cómo te
ganas la vida?

Después de una corta pausa, le dijo.

— Desarrollo juguetes que ayudan a las personas a expresar su sexualidad.


Hago consoladores sencillos, hasta androides de servicio completo y todo lo que hay
en medio.

— ¿Las personas tienen sexo con… maquinas?

Su abdomen se endureció y su expresión se tensó. Él estaba claramente


disgustado con su reacción.

— Es difícil para ti entender mi mundo, así como para mi entender el tuyo.


Trabajó en un lugar donde las personas van a experimentar todo tipo de placeres. La
tecnología juega un papel muy importante en los servicios que proveemos.

— ¿La tecnología? — Serena se sentó en sus talones, con los dedos extendidos
contra su cadera. — ¿Qué clase de tecnología?

— ¿Has pretendido alguna vez que estas en otro lugar mientras estás haciendo
el amor?

— Si ese fuera el caso, buscaría un amante más atento.

Matt sacudió la cabeza.

— No quise decir eso. Un simulador engaña al cuerpo para que piense que está
en un lugar al que quiera ir, una playa iluminada por la luna o suspendido en el
espacio.

— Eso es extraño.

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— Y la persona puede estar con cualquier persona que elija, una celebridad, un
personaje histórico o con una colegiala.

— Pero en realidad no están con nadie. ¿Es eso lo qué me estás diciendo?

— Algunas personas están más cómodas… No sé cómo hacerte entender.


Ahora estás tan alejada de las complicaciones de mi mundo.

— Mi mundo tiene sus propias complicaciones. — Matt parecía frustrado con


su actitud, pero no estaba segura de cómo calmarlo. Ciertamente no quería pasarse
toda la noche comparando sus culturas.

— ¿Alguna vez has conocido a una mujer que disfrute de estar con dos hombres
a la vez?

El calor subió por su cuello y Serena asintió.

— No hay nada que mi hermana Orillia disfrute más.

— Es una fantasía común, sin embargo pocas mujeres quieren el reto emocional
de estar realmente involucradas con dos hombres. Entonces, creé un robot de placer
que puede dar esa sensación… y muchas otras.

Serena se lamió los labios y acarició los pechos, incapaz de mirarlo a los ojos.
Era obvio que él quería que ella viera el atractivo en tales dispositivos, pero se negaba a
ser deshonesta.

— Orillia me dio un pene artificial. Pensó que me daría un orgasmo, que me


sentiría más cómoda la próxima vez que alguien me tocara. El juguete se sentía frio
y… ¿Cómo alguien puede encontrar placer con tal cosa?

Matt se sentó y atrapó su mano mientras ella trataba de alejarla.

— ¿Y si no hubiera sido frío? ¿Qué si este pulsara dentro de tu vagina y vibrara


contra su clítoris?

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— ¿Vibrara? — Serena juntó sus muslos, sintiéndose inquieta e insegura.

— Sé que no puedes imaginarlo y no tengo manera de demostrártelo. — Matt


envolvió sus brazos alrededor de su cintura y la guío hasta su regazo, una rodilla a
cada lado de sus caderas - ¿Alguna vez jugaste juegos de fantasía de niña?

— No sé lo que quieres decir.

Matt rozó sus labios con la punta de sus dedos.

— No estoy seguro de si eso es admirable o la cosa más triste que he escuchado.


Nunca usaste tu imaginación para… — Hizo a un lado su especulación con un suspiro.
— Vives en el paraíso. ¿Por qué necesitarías pretender que estas en otro lado?

— Ninguna cultura es perfecta. Nuestros mundos tan sólo son diferentes.

— Supongo que no me había dado cuenta cuan diferentes.

Serena imitó su toque, con la mirada fija en sus labios. — ¿Eso quiere decir que
ya no quieres jugar mi juego?

— Puedes tocarme todo lo que quieras, pero necesito tocarte también. — Él


pasó sus dedos por su cabello y presionó un beso en cada comisura de su boca. — Tu
conduces. Yo sigo.

Serena no estaba segura de que quería decir, hasta que movió la mano hasta su
hombro. La mano de él se asentó igual en el suyo. Serena acarició un lado de su cuello
y su mano repitió la caricia como si estuvieran conectados por un hilo invisible.

Intrigada, se acercó y se sentó entre sus muslos, envolviendo sus piernas


alrededor de sus caderas. ¿Imitaría cualquier movimiento que hiciera? Serena exploró
su torso, sus hombros y espalda, hipnotizada por la repetición de sus movimientos.
Apretó sus muslos y él apretó los suyos. Siguió el contorno de sus musculosos
pectorales y él trazó la curva superior de sus pechos.

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— No te detengas ahora, — susurró Matt. — Muéstrame cómo quieres ser
tocada.

Sus guturales palabras la volvieron audaz. Le pasó el pulgar por sobre su pezón,
sabiendo que sus dedos estarían a un latido de hacerlo. ¿Sus manos se sentirían tan
bien como las de él en ella? Serena capturó su pezón entre su dedo índice y pulgar y
esperó por su respuesta. Apretó y luego apretó más fuerte. Matt obedientemente imitó
cada movimiento.

La emoción giró en su interior, insidiosa e intensa. Como no quería perder el


calor de sus manos, ella acarició el camino alrededor de su espalda y presionó sus
pechos con el suyo. Sus pezones se habían endurecido bajo su toque y el vello de esa
zona rozaba contra sus sensibles picos.

— ¿Por qué se siente tan bien? — preguntó Serena.

— No pienses en el porqué. Sólo acepta que es bueno.

Inclinando la cabeza, Serena cubrió su boca con la suya. Acarició sus labios y él
la mordió. Los afilados y pequeños mordiscos enviaron chispas de placer rebotando
por su espalda. Él estaba técnicamente rompiendo las reglas, pero a ella no le
importaba. Serena abrió sus labios y Matt aceptó la invitación con un lento y rizado
movimiento de su lengua.

— Tócame, — susurró Serena en su boca. — Tócame ahora.

Su mano se deslizó entre sus cuerpo mientras el beso seguía y seguía. Serena se
aferró a sus hombros y se arqueó hacia atrás, ofreciendo a su mano un movimiento
más libre. Con tiernas caricias, él acarició desde sus pechos hasta su vientre y de
vuelta. Cada descenso lo llevaba más cerca de su objetivo. Matt acarició su monte con
los dorsos de los dedos, su toque era juguetón y ligero. Serena se movió, tratando de
llevar uno de sus dedos en contacto directo con su clítoris.

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Muy lentamente, trazó su hendidura, cavando entre sus pliegues un poco más
con cada toque. Paciente, sin piedad e innegablemente hábil, Matt esperó hasta que la
ansiedad aumentara antes de pasar al siguiente nivel de intimidad.

Sus dedos inquisitivos llegaron a la entrada de su cuerpo. En lugar de empujar


hacia adentro, giró su muñeca y acentuó su necesidad con el giró juguetón de sus
dedos. Serena giró sus caderas, siguiendo su mano, ansiosa por la dulce penetración.

Calientes y acuciantes sensaciones se deslizaron en cascada por su abdomen.


Serena gimió y luego jadeó cuando su dedo pasó hacia adelante y hacia atrás por su
clítoris.

— Por favor, — respiró cada palabra. Matt la mantuvo ampliamente abierta


mientras su dedo medio empujaba dentro de su palpitante centro. Todo el tiempo su
pulgar mantuvo el gentil masaje.

Un grito agudo sonó en los árboles fuera de la casa. Serena arrancó su boca de
la suya y miró hacia la noche.

— ¿Qué fue eso?

— Sonó como un ave.

Serena se estremeció, recordando el halcón. Unas hojas crujieron y unas ramas


se rompieron y el iracundo grito volvió a escucharse.

— ¿Cuál es el problema? — Con un suave suspiro, movió su mano en sus


muslos y esperó a que se relajara. — Tú misma me dijiste que hay todo tipo de
criaturas en la selva.

— Algo no se siente bien.

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Matt giró su rostro hacia la ventana. — Las cosas se sentían bastante bien hace
unos segundos. — Serena trató de bajarse de su regazo. Y Matt atrapó sus caderas,
evitando que se alejara del todo. — Háblame, Serena. ¿Qué sucedió esa noche?

La sola mención de su ascensión aumentaba su miedo. Todo lo que tenía que


hacer era cerrar sus ojos y todo volvía con gran detalle. El temor paralizante, el
destello de los ojos Wikoli y la dolorosa desolación cuando Kapali aceptó su sacrificio.
¿Por qué no podía desvanecer los recueros o superar su miedo?

— Nada puede lastimarte aquí, — él dijo enfáticamente. — Te mantendré a


salvo. ¿Crees eso?

— Quiero hacerlo.

— ¿Soy más grande que cualquier persona de esta villa?

Serena sonrió un poco. — Más grande y más alto.

— ¿Te sorprendería saber que soy más fuerte que la mayoría de las personas de
mi tamaño?

— Cualquier que te vea podría decir que eres fuerte.

— También estoy familiarizado con muchas técnicas de combate mano a mano.

— ¿Estas tratando de reemplazar a mis guardias? — Se removió sintiéndose


incomoda ahora que el momento de fugaz pasión había menguado.

— Estoy tratando de convencerte de que estás a salvo. Te protegeré de cualquier


amenaza, incluyendo pájaros locos.

— La fuerza física no puede protegerme del mal y toda la Orden no fue lo


suficientemente fuerte como para mantenerme a salvo. No quiero hablar de eso.

— Creo que lo necesitas.

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Serena sacudió su cabeza. — Eso no ayudará.

— O me dices lo que pasó esa noche o vamos a tener que usar una estrategia
más diferente. — Su voz adquirió un acerado tono que nunca antes había escuchado.

— ¿De qué estás hablando?

— Algunas veces las personas deben ser obligados a enfrentar sus miedos antes
de poder superarlos. Preferiría guiarte a través de esto amablemente. Pero ya dos veces
has permitido que tu cabeza supere los instintos naturales de tu cuerpo.

Serena miró alrededor de la cabaña, sin mirarlo a él. Matt era el epitome de un
hombre viril, fuerte y con una sexualidad descarada. ¿Cómo podía no responder a él?

— ¿Cómo me obligaras a encarar mis miedos?

— Obligarte fue la palabra equivocada en este caso. Voy a usar tu cuerpo para
superar a tu mente, permitiéndote ver más allá de tu miedo.

— No funcionara. Otros lo han intentado.

Matt la metió bajo él en un abrir y cerrar de ojos, sujetando sus brazos en el


colchón por encima de su cabeza.

— No voy a hacerte daño, pero no voy a parar hasta que te entregues por tu
voluntad. — Tomando ambas muñecas con su gran mano, le agarró la barbilla con los
dedos. — ¿Confías en mí?

— Esto no tiene nada que ver con confianza.

— Tiene que ver todo con la confianza. — Matt le rozó los labios con el dedo
pulgar y la miró directo a los ojos. — No te voy a lastimar. ¿Me crees?

Serena asintió.

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— Necesito escucharte decirlo.

— Sé que no me vas a lastimar.

— Abre tu boca.

La boca de Matt cubrió la suya cuando ella abrió sus labios. El beso era oscuro
y demandante, muy diferentes de lo que habían sido los anteriores. Él la probaba y
compartía su aire con ella a la vez que rozaba su pecho con el de ella.

Matt soltó sus manos por un momento mientras movía sus piernas por sobre sus
brazos. Antes de que Serena tuviera idea de lo que pretendía, sus manos la empujaron
a lo largo de la espalda y luego rápidamente se curvaron alrededor de sus brazos. Él
sacó los brazos por debajo de su cuerpo, cruzando sus muñecas en la parte baja de la
espalda.

Serena se movió y giró, pero su propio peso la retenía así como su ligero agarre.
La posición arqueaba su espalda, empujando sus pechos hacia afuera abriendo
descaradamente sus piernas. Él estaba firmemente alojado entre sus muslos,
haciéndole imposible verse más modesta.

Matt bajó mordisqueando levemente por un lado de su cuello.

— No tienes que retenerme. No voy a pelear contigo.

— Sí lo harás. — Sus labios continuaron por la curva superior de su pecho. —


Relájate. Prueba que me equivoco.

¿Cómo se suponía que se relajara en esta absurda posición? Matt cerró los labios
alrededor de un pezón y succionó. Serena cerro sus manos en puños, dividida entre la
necesidad de acariciar su espalda o golpearlo. ¿Cuán difícil seria rendirse al placer?
Había estado muy cerca antes.

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Sus labios estaban calientes. Él combinaba la firme succión con el aterciopelado
toque de su lengua. Serena cerró sus ojos y su boca la soltó.

— Mantén tus ojos abiertos. Mírame, si puedes. Es importante que sepas quien
te está tocando.

Matt esperó porque sus ojos se abrieran antes de regresar a sus senos. Su lengua
se movió alrededor de un pezón mientras su mirada estaba en ella. La determinación
estaba clara en sus ojos, pero ella veía una pasión posesiva aumentar también. Matt
tomó la punta húmeda entre sus dientes, apretando hasta que la dejó sin aliento. La
aguda sensación penetró en su incertidumbre, fijando su atención por completo en su
cuerpo y las sensaciones allí creadas.

La presión en sus brazos aumentaba a medida que avanzaba más abajo. Serena
se extendió antes él, abierta y accesible. No podía hacer nada contra su fuerza y estaba
vulnerable a su mando, pero aun así se sentía completamente libre. Matt mordisqueó
su camino a través de su tembloroso vientre y a lo largo de su muslo. Tomando sus
manos con un solo puño, liberó el otro para propósitos más íntimos.

— Di mi nombre. — Su aliento cálido flotó entre sus pliegues cuando le dio la


orden.

— Matt.

Separó sus labios externos con su dedo y pulgar y luego presionó su boca contra
los pliegues. — Tan suave. — Su lengua se movió contra su carne y rodeó su entrada.
Su clítoris palpitó, ansioso por atención.

— Oh. — Serena jadeó y se alzó ante su tórrido beso. La tensión aumento,


deslizándose a lo largo de sus muslos internos e irradiando a través de su abdomen.
Sus ojos se cerraron mientras un orgasmo se acercaba y una luz azul se encendía detrás
de sus parpados.

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Un miedo helado la recorrió antes de que el placer estallara dentro de ella.
Serena siseó un suspiro y sacudió la cabeza. ¿Esto nunca terminaría?

Matt no se detuvo. Su boca moviéndose contra ella, su lengua rodeando su


clítoris. Ella tiró contra su agarre, más humillada que temerosa.

— No funcionará.

Ignorando su protesta susurrada, enterró sus dedos dentro de su vagina. Atacó


su clítoris con su lengua y flexionó sus brazos, moviendo sus piernas a sus hombros.
Líquido fluía a través de su pasaje, permitiéndole a sus dedos deslizarse libremente.
Serena apretó sus músculos interiores mientras él sacaba sus dedos y los relajaba
cuando empujaba. Cada golpe de su lengua lanzaba chispas de placer a través de su
cuerpo.

Estaba cerca, tan cerca.

Las imágenes flotaron, ecos y recuerdos. Con un grito de frustración e


impotencia, sintió como la tensión bañaba su cuerpo de nuevo. Giró su cabeza a un
lado y apretó los dientes. No había caso. Estaba defectuosa, dañada, inservible…

Empujando sus rodillas, Matt permitió que una de sus piernas se deslizara de su
brazo. La subió y la extendió ampliamente, inclinando su pelvis para una invasión más
íntima. Sus dedos salieron de su pasaje y la penetró con su lengua. El movimiento era
tan demandante, tan posesivo, que ella gimió. Podía ver su rostro de nuevo, y su
expresión era tan salvaje como sus acciones.

— Mírame. — Sus labios se movieron contra su sexo mientras daba la orden.

Sus miradas se encontraron y él la penetró con la lengua. Sus músculos internos


se contrajeron y su clítoris palpitó. ¡Sí! El placer comenzó a crecer de nuevo. Dentro y
fuera, dentro y fuera su lengua desaparecía dentro de su cuerpo y luego aparecía
cubierta de su esencia.

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Suspendida y controlada por él, no tenía más opción que rendirse. La ansiedad
se deslizaba a su alrededor y él tomó su clítoris entre sus labios, chupando el sensible
capullo hasta que una neblina roja flotó ante sus ojos.

Matt soltó sus muñecas y movió sus dos manos hacia sus caderas.
Manteniéndola estable comenzó una rítmica combinación. Empujó su lengua dentro
de su vagina y luego lamió su clítoris. Tocar, empujar, tocar, empujar, una y otra vez.

Serena sacudió la cabeza, perdida en el sensual ataque. Él la llevó más allá de


los pensamientos, más allá de la preocupación, más allá del miedo. Gritó y jadeó y
después y volvió a gritar.

Las sensaciones estallaron a través de ella y luego volvieron a bajar, liberando


una reserva de emoción contenida. Las lágrimas se deslizaron por el rabillo de sus ojos
mientras su cuerpo temblaba. Las duras explosiones convulsivas dieron pasó a unas
oleadas. La boca de Matt se suavizó acariciándola con movimientos lentos y delicados.
Le soltó la pierna y bajó sus caderas a la cama, besando el camino hacia el norte de su
cuerpo.

— ¿Estás bien?

Era una pregunta tonta. Matt debía de saber que ella había acabado de tener el
orgasmo más maravilloso de toda su vida. Se sentía viva y feliz y… ansiosa por más.
Quería experimentar todos los placeres que había visto disfrutar a los otros. Quería
envolver sus piernas alrededor de sus estrechas caderas y sentir su gran miembro
llenándola hasta que gritara de placer.

— Nunca he estado mejor. — Se giró a un lado y presionó su cuerpo contra el


de él. Balanceando sus caderas contra las suyas, confirmó sus sospechas de que aún
estaba duro. — ¿Cuándo debo regresar el favor?

*****

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Un fuerte golpeteo llamó la atención de Drey Fon hacia la puerta de su casa
secreta. Cuidadosamente envolvió una tela sobre el antiguo pergamino antes de
caminar lejos de su mesa de trabajo. Podrían ser cazadores que habían tropezado con
su escondite, y si era así, ¿eran Wikoli o Perrlain? Él había apagado el fuego poco antes
de que Ratauni se hubiera transformado. La luz de la lámpara o el humo persistente
debían de haber alertado a alguien de su presencia.

Él se acercó hasta la puerta, deseando poder ver a través de la barrera.

— ¿Qué quiere? — dijo.

— Creo que he recuperado algo que te pertenece

La voz masculina era familiar, sin embargo, no podía identificar al orador. —


Sólo déjalo en la puerta.

— No estoy seguro de que se quede ahí.

Drey cerró sus ojos por un momento, abriendo sus parpados a la vez que abría
la puerta tan sólo lo suficiente para ver a través de la oscuridad. Sus ojos se ajustaron,
aun así la figura encapuchada permaneció en las sombras. El visitante levantó los
brazos y el corazón de Drey Fon se tambaleó en su pecho. Envuelta en los brazos del
extraño estaba un gran halcón, con el cuello colgando en un ángulo antinatural.

— ¿Qué ha hecho? — él gritó, tomando el ave de las grandes manos del


extraño.

— La encontré así. ¿Hice mal en traértela?

Drey entró corriendo a la cabaña y el extraño lo siguió, cerrando la puerta una


vez que estuvieron dentro. — Quítate la capucha. — Drey se arrodilló junto a la

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hoguera y con cuidado dejó el ave en la tierra apisonada. — ¿Qué te hace pensar que
esta ave me pertenece?

El extraño alzó las manos y se quitó la capucha hasta los hombros. Drey Fon
luchó por mantener una máscara inexpresiva mientras el temor y la expectación se
retorcían en su interior. ¿Qué estaba haciendo Kapali aquí?

— Reconocí tu esencia en Serena la noche de su ascensión. Sé que tú eras


nuestro rebelde.

— ¿Por qué me lo dices? Si estas tan seguro, ¿por qué no me expusiste antes tus
ancianos o al menos alertaste a los demás en tu orden? — Drey Fon encendió las
llamas con una orden mental.

— ¿Qué te hace pensar que no lo he hecho? Los miembros de mi Orden podrían


estar rodeando esta cabaña ahora mismo.

— Hubiera percibido tal intrusión. Los Perrlain no son los únicos capaces de
hacer conjuros de protección.

— Ni siquiera me sentiste. — Kapali cruzó la cabaña, sus pasos eran tensos y


vacilantes a pesar de sus valientes palabras.

— No sentí ningún peligro inminente, no representar peligro para mí. ¿Por qué
estás aquí?

— Tus ilusiones son perfectas, pero son tan sólo ilusiones. Esa criatura no es de
este mundo. ¿Cómo es que llegó aquí? ¿Cuánto han progresado tus poderes?

Drey Fon reconoció el hambre en la expresión de Kapali. Esto era más que una
curiosidad normal. Kapali estaba inquieto y disgustado. Sin embargo, era un sumo
sacerdote de los Perrlain. La vergüenza y la obligación podían ser motivadores
poderosos. Sería un tonto si revelaba demasiado muy pronto.

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— Gracias por devolverme mi mascota. Debes irte ahora.

Kapali lo agarró el brazo, y se inclinó mientras él chasqueo. — Ella no es tu


mascota y su fuerza de vida casi ha desaparecido. ¿Puedes salvarla o no?

Liberando su brazo del agarre de Kapali, Drey Fon extendió sus manos.

— No puede sentir nada de vida en ella. ¿Puedes aún sentir su ser?

— Muévete.

Cuando no lo hizo de inmediato, Kapali lo empujó a un lado. Fascinado, Drey


Fon observó al sacerdote. La energía demoniaca aún latía a través del halcón. Ratauni
no estaba en peligro. Todo lo que Drey Fon tenía que hacer era saturarla con energía
Wikoli y regresaría a su forma humanoide. ¿Kapali podría transformarla?
¿Respondería a la energía Perrlain cuando la Wikoli la había invocado?

Kapali cantó suavemente, sus manos se cernían sobre el ave. — Puedo sentir su
ser. — Él se quedó sin aliento. — Ella es voraz. Transfórmala.

Drey Fon se puso de pie y tomó un ungüento de firmine de un estante cercano.


Metido en un pedazo de malignari, la pasta aceitosa era usada generalmente para evitar
infecciones en las heridas. También era un lubricante maravilloso.

— Ella responde mejor a la energía sexual. Sugiero que la alimentes.

— Pero cómo… — Kapali hizo un gesto hacia el ave.

— Ya pensaras en algo.

Con el desafío ardiendo en los ojos, Kapali se desabrochó la bata y abrió los
muslos. Se cubrió la palma con el ungüento de firmine luego se tomó la polla con la
mano.

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Drey Fon miró cada movimiento, revelando la humillación de su enemigo. —
¿Por qué estás aquí? — Enfrentando a Kapali al otro lado de la hoguera, Drey Fon se
metió en su mente. Sus escudos mentales eran fuertes. Por lo que Drey Fon empujó
más fuerte.

— Podría estar interesado una alianza. — Su mano se deslizaba subiendo y


bajando por su grueso eje, su pulgar curvándose en la punta al final de cada recorrido.

— ¿Qué me puedes ofrecer que no pueda tomar?

— Serena. — Se detuvo y miró a Drey Fon a los ojos. — Ella es tu objetivo


final, ¿verdad?

En un instante de desenfoque, Drey Fon estuvo junto al sacerdote, su mano


agarrándole la parte de atrás de su cabello.

— ¡Tú me robaste su virginidad! Debería matarte tan solo por eso.

— Bajare mis escudos y te permitiré compartir mi recuerdo. Puedes sentir sus


lágrimas bajo su primer embiste y como te rodea su caliente vagina.

Drey gruñó, furioso por la tentación. — No tendría que compartir un recuerdo.


Yo debería haber sido su único y primer amante. Ella fue concebida para unir nuestras
tribus.

— Si Gyan fuera su padre. Incluso Naneka nunca estuvo segura.

No dignificó la especulación con una reacción. Lo que Naneka sabía o creía


saber era irrelevante. Gyan estaba muerto y su manto había pasado a él.

— Cualquier acción contra Serena te marcara como un traidor. Serás echado


por los Perrlain y los Wikoli no confiaran en ti. ¿Y se supone que debo creer que estás
listo para semejante sacrificio?

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— Sé que influenciaste a uno o dos de sus guardias. Y supongo que tu éxito se
vio truncado por nuestros hechizos de protección.

— No son los únicos responsables de los hechizos.

— No, pero puedo contrarrestarlos. Puedo darte total acceso a sus guardias e
incrementar tu influencia sobre la misma Serena. Como no soy el único responsable de
los conjuros, nadie sabrá como fallaron en proteger a nuestra preciosa Serena.

Drey Fon pensó la oferta. Tenía sentido. Kapali podía hacerse a un lado,
lavarse las manos, y lamentarse por el destino de la pobre Serena. Nadie sospecharía
de su papel en el asunto. — Alimenta a mi ave. Quiero ver tu rostro transformarse con
horror cuando ella se transforme.

La mano de Kapali reanudó los movimientos. — ¿Es así de grotesca?

— Lo verás por ti mismo tan pronto como te corras. — Soltó el cabello del
sacerdote. Tal vez debería escanear la memoria de Kapali. La virginidad de Serena no
podía ser devuelta. Revivir el momento sería mejor que… ¡No! La memoria
compartida era interactiva. Kapali tendría acceso a su memoria todo el tiempo que
pasara en la suya. — Más rápido. Apenas lo haces fuerte.

— Esto es desconcertante. Nunca lo he hecho bien bajo órdenes.

Lo hiciste muy bien la noche de la ascensión de Serena. ¡Temblaste y te quejaste


mientras tomabas a mi pareja!

Kapali se detuvo de nuevo. — No me dejaste opción. Si no hubiera completada


su ascensión su don se hubiera ido. Serena es hermosa, sí, pero presumo que también
estas interesado en el poder que posee.

Drey Fon miró a Kapali. — Mis intereses no son de tu incumbencia. ¿Qué


quieres a cambio de Serena?

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— Sé lo que es querer a alguien que no puedes tener. — Kapali cambió su
posición ligeramente y continuó estimulándose a sí mismo. Usó ambas manos, tirando
sus testículos hacia abajo antes de deslizar su puño golpeándolas con velocidad.

— ¿Cómo una alianza te ayudara a asegurar a este amante renuente?

Sus compulsiones eran poco confiables. Ratauni era el único que podía
doblegar a otro a su voluntad. Sin embargo, Kapali no necesitaba saber los detalles.

— ¿A quién vas a influenciar si te enseño el hechizo?

— Tú obtienes el objeto de tu obsesión y yo el mío. Eso es todo lo que necesitas


saber.

Drey Fon vio la polla de Kapali endurecerse y sus rasgos se tensaron. Pensar en
su renuente amante era más excitante que su propio toque.

— Quiero saber. Dime o no habrá una alianza.

El sacerdote gruñó exasperado y abrazo sus manos con sus muslos. — Necesito
concentrarme. ¿Quieres que tu mascota muera?

— Mi mascota no está en peligro. Puedo transformarla con relativa facilidad.


Sólo estoy curioso por saber si respondería a la energía Perrlain.

— ¿Esto es un experimento? — Él junto los lados de su bata y comenzó a


levantarse.

— Si te levantas, terminaremos nuestra negociación.

— Esto no es una negociación. Te estás divirtiendo a mis expensas.

Drey Fon se rió. — Puedes hacer mi objetivo final más fácil, lo admito. Pero no
tengo duda de que puedo tener éxito, incluso si encuentran tu cuerpo sin vida en la
selva.

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— ¿Ahora recurres a amenazas?

— Sellaste tu destino cuando admitiste saber que yo era el intruso. Si no


trabajas para mi te mueres.

Con el pecho agitado y la furia ardiendo en sus ojos, Kapali abrió su bata y sacó
su miembro.

— ¿A qué dimensión has accedido, que capacidades trajo esa criatura consigo?

— Puedes preguntar tan pronto como se transforme. Ahora cuéntame de tu


obsesión. Es otro hombre, presumo. — Se agarró las manos tras su espalda y pensó en
la ascensión de Serena. Ratauni lo había escudado de los Perrlain hasta que el ritual
estuvo completo. Ni siquiera habían dejado el claro. — ¿Sigues deseando a Baylott? —
La mirada de Kapali voló a la suya y Drey Fon se rió. — Eso es patético. Baylott se
folla a todo lo que se mueve. ¿Por qué habrías de perder tu tiempo…?

— Ha cambiado. Desde que Lutton se llevó a Baylott a la cama, solo han


estado el uno con el otro. Baylott siempre dijo que nunca sería feliz con una persona,
que su cuerpo demandaba variedad.

— Y mientras él entierre su polla en un agujero conveniente. No te sientes


traicionado.

— Él mintió. — Kapali cerró sus ojos y meció sus caderas. Una gota de
humedad se formó en sus caderas. — Él puede dedicarse a un solo amante.

— Sólo que no tú.

El semen salió desde de la polla de Kapali, cayendo sobre y alrededor del ave.
Una luz azul brilló a través de las plumas en cada punto de contacto. Las vibraciones
pasaban a través del halcón. Su cuello se enderezó y extendió las alas.

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Kapali observó la transformación con los ojos amplios y asustados. Drey Fon
estaba intrigado por la reacción del sacerdote así como él por el familiar cambio. La
energía se acumuló, deslizándose desde las garras del ave hasta su pico. El halcón se
desintegró en una ola de luz brillante. Unas largas piernas enmarcaron la hoguera,
abiertas mientras que el fuego lamía su sexo. Ella arqueó la espalda y arañó el suelo de
tierra, con los brazos extendidos a cada lado de su cuerpo.

— Tómame, — ella susurró. — ¡Tómame ya!

Drey Fon rió cuando Kapali jadeó sobresaltado. — Luce como Serena.

— La atrapé en esta forma cuando la convoqué. — Él agarró el tobillo y tiró de


ella de la llamas. — Si quieras más, zorra caliente, vas a tener que chuparme. — Ella
no dudó. Moviéndose a su lado, se sentó sobre sus piernas y lamió sus labios.

— ¿Siempre es así de demandante?

Ella abrió la parte inferior de la túnica de Drey Fon y succionó su polla en su


boca. — No tienes idea. — Gruñó mientras sus labios húmedos, calientes y su lengua
se arremolinaba sobre su floreciente polla.

Era un ciclo peligroso. Cuanto más fuerte se hacía, más codiciosa, lo que la
hacía más fuerte. Kapali tembló, obviamente sintiendo la compulsión sexual. El sudor
salpicaba su frente y su polla se endureció a una velocidad sobrenatural. Gritó,
agarrándose el inflamado apéndice con ambas manos.

— ¿Lo hiciste tú o ella? — El tono de Kapali era ronco sin poder creerlo.

— Ella tiene su manera de conseguir lo que quiere. — Drey Fon le tomó la cara
entre las manos y empujó más rápido. Ratauni meneó su trasero, con gemidos de
necesidad escapando alrededor de su eje. — La presión aumentara hasta que estés en
agonía. Haría uso de ese culo blanco si fuera tú.

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— ¡Ella es un demonio! — Acariciándose a sí mismo con frenética
desesperación, Kapali intentó resolver el problema por sí mismo. Agarró el ungüento
de firmine y cerró sus ojos.

— No te permitirá correrte de esa manera. Sentiste su hambre. Pretende que es


Baylott y ambos tendrán lo que quieren.

Captando su sutil sugerencia, Ratauni lo rodeó con la ilusión. Drey Fon ya no


se metía en la boca de Serena, en su lugar estaba Baylott, castigándolo por su parte en
la ascensión de Serena.

— Chupa más fuerte, perro Perrlain insignificante, — dijo Drey Fon


dramáticamente. — Vas a lamentar el día que tomaste a mi compañera.

La mano de Kapali se detuvo y sus ojos se abrieron. El miedo retorció sus


rasgos. — Esto no es real.

— Empuja tu polla dentro de su culo y repítelo.

Se movió hacia ellos con pasos lentos, Kapali negó con la cabeza. — No voy
tomar a un demonio.

— Tomaras a Baylott. Esto es lo que quieres, por lo que estas arriesgando tanto.

Kapali apenas había puesto su polla en posición, cuando Ratauni se movió,


empalándose a sí misma con un fuerte empuje. El sumo sacerdote gritó. — ¡Quema!
Me va consumir.

Baylott se disolvió y Drey Fon estaba de nuevo en la boca de Serena. Hasta que
la luna llena ascendiera, él estaría contento con esta ilusión. Kapali por otro lado, se
retorcía y aullaba. Ratauni fácilmente seguía sus frenéticos movimientos.

— Ella necesita tu semen, — murmuró Drey Fon, concentrándose en su propio


placer. — Embestir disminuye la quemazón. — Su boca succionaba y se deslizaba,

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gobernando sus sensaciones. El fuego se acumuló en sus testículos y él saboreó el
abrasador placer. ¿Cómo podría estar contento con la pasión humana después de esta
intensidad? Como si de una respuesta se tratara, Ratauni transformó sus ojos. Él miró
dentro de los ojos azul brillante de Serena mientras bombeaba su semilla dentro de la
garganta del demonio.

Tambaleándose, Drey Fon no se sorprendió cuando su polla se endureció


inmediatamente. Las aventuras de Ratauni más que cansado lo dejaban voraz. Él miró
a Kapali llenar su trasero, cada embestida como una amarga rendición.

Recuerdos de la ascensión de Serena rodaron por su mente. Este bastardo había


tomado su virginidad, había sentido el firme agarre de su núcleo antes que cualquiera.
¡Merecía morir!

— Muerte o sumisión, — dijo en una calmado y claro tono.

— Alianza. No seré tu esclavo.

— Sumisión no es esclavitud. Un esclavo no tiene opción. Tendrás la voluntad


de obedecer todas mis órdenes o Ratauni sacara la vida de tu cuerpo.

— Esa no es una opción. Es un ultimátum. — Ratauni debía de haber


aumentado el calor por que el sacerdote gritó. — Dile a esta perra que me suelte y haré
lo que sea.

— Córrete y ella te dejara ir.

— ¡No puedo!

— Ratauni, llena su cabeza con imágenes. Tengo otros planes para él ahora.

Kapali sacudió la cabeza y un sonido gutural más que un gemido escapó de su


garganta. Él la golpeó una y otra vez, de repente más salvaje y exigente. Drey Fon
cruzó los brazos sobre el pecho, divirtiéndose con el espectáculo. Ratauni era la mejor

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herramienta de negociación que jamás había procurado. Con un furioso rugido, el
sacerdote empujó hondo y se corrió fuerte, con fuertes espasmos. El demonio tembló y
suspiró, colapsando sobre su vientre.

Aún sobre sus manos y rodillas, Kapali jadeaba y gemía.

— Ofréceme tu culo.

Kapali miró por sobre su hombre, con la mirada ardiendo de odio y


resentimiento. — No hay razón…

— Nunca voy a repetir una orden. Si realmente quieres ser mi aprendiz, me


debes obedecer en todas las cosas.

— Aléjate de mí, — Kapali gritó al demonio. Una vez que esta se había
trasladado a un extremo de la hoguera, el sacerdote dio la espalda y se abrió así mismo
para Drey Fon.

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Capítulo Cinco

Matt lamió sus labios, saboreando el delicioso sabor de la esencia de Serena.


Ella presionó su monte contra su muslo, casi rogándole que continuara lo que habían
empezado.

¿Tienen sexo con… maquinas?

La repulsión en su tono hacía eco en su mente incluso ahora. Si ella supiera que
era un androide, ¿se encogería y temblaría? Si cuerpo era biométrico, pero sus
recuerdos y personalidad no habían sido programados, habían sido transferidos.

Él le apartó el cabello del rostro y le besó su ceño.

— Creo que hemos tenido suficiente progreso por una noche.

— ¿Progreso?

El dolor en su voz era inconfundible. Sin embargo, reforzó su determinación.


Era lastimarla ahora o destruirla después. Si se enteraba de lo que era después de haber
tenido relaciones sexuales, nunca podría recuperarse de la conmoción. No estaba
seguro de lo que había pasado en la ascensión, pero su miedo se basaba en la
desconfianza. No podía tenerla hasta que supiera la verdad y no tenía ni idea de cómo
prepararla para tal revelación.

— Serena, te encuentro muy atractiva, pero debemos enfocarnos en nuestras


metas. Tú tienes que ser capaz de expresar tu sexualidad para así poder acceder a tu
don. Estoy más que dispuesto a ayudarte, pero algo más causaría problemas
innecesarios.

— Tienes razón. — Ella desenredó sus piernas y se apartó de él. — La


objetividad es fundamental para nosotros. Pido disculpas. Debería haber sido más…

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Matt le colocó los dedos sobre los labios. — No tienes que disculparte. Esto es
un intercambio. Tú sanas mi espíritu y yo me aseguro de que estés lista para tú
celebración.

Serena asintió, sus ojos abiertos y brillantes. Matt no podía ver más su
decepción, pero sospechaba que había suprimido el dolor, más no había aceptado la
situación.

Bajándose por el extremo de la cama, Serena tomó su bata del gancho de la


pared. Tenía ganas de detenerla, atraerla a sus brazos. No, era mejor para los dos si se
mantenían a una distancia emocional. Matt se acercó al borde de la cama y encontró
sus simples ropas, envolviéndolas en su regazo.

— ¿Miranda te dijo que era una vidente de almas? — Regresó, sentándose a los
pies de la cama, con las piernas a un lado y la bata envuelta a su alrededor.

— Lutton usó primero el término. Después de que Miranda decidió que no


podía ayudarme, sugirió que viniera aquí y continuara mi tratamiento.

— ¿Por qué empezaste a ver a Miranda?

— Sufrí una enfermedad que casi me mata. Mientras creía que iba a morir,
reevalué mi vida. — Miranda tenía una manera de extraer detalles sin pedir
información específica. ¿Serena usaría la misma táctica? ¿Cuánto necesitaba saber? —
¿Qué hace exactamente un vidente de almas?

— Veo una representación del ser interior de las personas. Muchas culturas
reportan un fenómeno similar. Algunos ven anillos, otros dicen que la sombra de las
personal revelan su verdadera naturaleza, otros sienten lo que hay bajo la apariencia
física.

— ¿Qué forma toma esta representación?

97
— Yo veo hilos de color, entrelazándose y fluyendo con pulsos de energía. Los
patrones, así como los ritmos en que fluyen, son tan importantes como el color de los
hilos.

— Tú puedes ver estos hilos del alma y determinar… ¿Qué exactamente te


dicen estos hilos? ¿Puedes verlas alrededor de todas las personas que conoces?

— Aún tengo que encontrar a alguien que no pueda leer, pero Hyalee me
advirtió que sucedería.

— ¿Puedes leer los hilos de mi alma?

— Son débiles, pero puedo verlos. — Serena sonrió y miró sus manos. —
Tenemos algo de trabajo que hacer.

¿Quería decir que aún tenía un alma? Débil y contorneada era mejor que sin
alma. Era sensible y adaptable, pero muchos no lo considerarían vivo. Se tomó un
momento para componer su expresión. No sería bueno que se diera cuenta de lo
contento que estaba por su comentario. No podía admitir su dilema sin explicar la
causa de su incertidumbre.

— ¿Cómo me ayuda tu habilidad? Ya sé que estoy arruinado.

Su mirada brilló con alguna diversión secreta. Como desearía poder leer su
mente.

— No sólo puedo ver los hilos del alma. Puedo manipularlos. Si trabajamos
juntos, podremos desenredar tus hilos y balancear tu flujo de energía.

Matt se pasó una mano por el cabello y soltó un cansado suspiro.

— Creo que tomaste la ramita más corta. Ayudar a que una apasionada mujer
sienta placer es mucho más fácil que desenredar lo que está dentro de mí.

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Serena no discutió y no lo presionó por detalles de su pasado. Hablaron sobre
Halley Prime y su relación con Miranda. Ella le explicó más sobre la estructura de la
Orden y la vida diaria en la villa Perrlain. Era un paso más productivo que una
pequeña charla pero aún estaba a años luz de las cosas que necesitaban hablar.

Su mirada lo recorría de vez en cuando, a pesar de que se mantenía atenta. No


estaba exactamente recorriéndolo a él, sino al espacio que lo rodeaba.

— ¿Qué estas mirando? — le preguntó, cuando se expresión se nubló por cuarta


vez.

— Se puede aprender mucho al observar las respuestas de las personas en una


conversación vana.

— ¿Estas estudiando los hilos de mi alma? ¿Son visibles todo el tiempo?

— Tengo que activar la habilidad. Los hilos de almas puedes ser hipnotizantes.
No quiero verlas todo el tiempo.

— ¿Qué has aprendido hasta ahora?

— No mucho. Eres una persona muy reservada. — Ella jugueteó con la punta
de su cinturón. — ¿Puedo hacerte una pregunta de mal gusto?

— Sospecho que tendrás que hacerme muchas si tenemos alguna esperanza de


resolver este desastre.

— ¿Cuántos años tienes?

— Mucho más viejo de lo que parezco.

Serena asintió. — Hay muchas más experiencias en los hilos de tu alma para un
hombre en sus veinte. ¿Cómo mantienes tu apariencia joven?

99
— Tecnología. Hay muchos procedimientos en Halley Prime que extienden la
vida y la juventud.

— ¿La tecnología fue la responsable de tu recuperación?

— Mucho. — Matt abrió su boca luego la cerró. Era mejor traerla a esto paso a
paso. — La enfermedad con la que luché hubiera destruido tu villa entera, y hubiera
paralizado a los que no mató. Crees en la divina providencia, ¿no? ¿Las enseñanzas de
la Orden me hubieran condenado a muerte?

— Nosotros tratamos nuestras enfermedades y atendemos nuestras heridas. No


sé qué quieres decir.

— Ashton VinDerley es un amigo mío.

El resentimiento llenó su mirada, haciendo que sus ojos brillaron como cristal
azul.

— ¿Es alguna clase de juego para ustedes? Tratamos a Ashton con respeto. Él
no estaba familiarizado con nuestras costumbres, entonces Lutton le enseñó. ¡Y como
resultado hemos sido inundados con turistas! Los peregrinos bromean, se ríen y
mancillan lo que es sagrado.

— Eso no fue culpa de Ashton. Bueno, no del todo. Un joven llamado Palmer
Boehme estuvo involucrado en la crisis que trajo a Ashton a tu villa. Palmer comenzó
a circular historias sobre sus aventuras, esperando aumentar la consciencia sobre los
demás puestos de avanzada.

— ¿Por qué necesitaban incrementar la consciencia?

— Las condiciones de Templo Tuttle, son primitivas por diseño. Muchos de los
otros planetas estaban padeciendo negligencia. Palmer tenía buena intención, pero no
anticipó las consecuencias a largo plazo de sus acciones.

100
Serena acomodó su túnica más apretada alrededor de sus piernas, claramente
incomoda con el tema actual.

— La villa está cerrada a peregrinos. No fue hecho ningún daño permanente.


¿Qué tiene que ver esto contigo?

— Cuando el malignari disparó sus púas a Ashton, los ancianos querían dejar
que muriera, ¿verdad?

— La nave de Ashton se estrelló en la jungla. Cuando eso no lo mató, la


Deidad envió un malignari para terminar el trabajo. ¿Es tan difícil entender por qué los
ancianos creían que debía morir?

— Si alguien contrae una enfermedad agresiva mientras lleva a cabo negocios


criminales, ¿estaría recibiendo lo que merece?

Serena no respondió de inmediato. Él ni siquiera le había dicho a Miranda


como contrajo el virus, sólo que casi había perdido la vida. ¿Estaría de acuerdo con los
ancianos? Su opinión no debería importar. Independientemente de la forma en que se
había logrado, estaba vivo. ¿Por qué le importaba lo que ella pensara?

— ¿Crees que deberías haber pagado con tu vida por tu mal comportamiento?
— Su tono era bajo y pensativo.

Parte de él debía de estarlo o su cabeza no estaría inundada de recuerdos e


imágenes inconexas. ¿Quién habría pensado que un androide podía tener pesadillas?
Pero él no era un androide ordinario. Su cuerpo no requería sueño. Simulaba el
proceso así como simulaba muchas otras cosas. En los últimos meses, cuando activaba
la subrutina, su programación intuitiva accedía a sus recuerdos, formando imágenes
reales y extrapoladas.

La programación intuitiva en su neuro procesador era su mayor logro. No sólo


podía experimentar emociones y acceder a recueros, sino que podía aprender
experiencias, adaptarse y cambiar. O al menos esa era su esperanza.

101
— Lo que pienso es irrelevante. — Su tono reflejó el de ella. — Pregunté por lo
que tu Orden enseña. ¿Hubiera sido la voluntad de la Deidad que muriera?

— Aparentemente no. Aún estás muy vivo.

— Estoy vivo por la tecnología, no por un poder más grande.

— La Deidad revela las plantas que alivian el dolor y como preparar tés para
bajar la fiebre. Lutton aprendió muchas cosas durante su temporada en la universidad
y todas las hemos aprendido.

— Pero los Perrlain se oponen a la tecnología.

— No nos oponemos a la tecnología. Simplemente tenemos prioridades


diferentes.

Él quería creerle, pero la experiencia de Ashton con estas personas decía algo
diferente. — Si Orillia sufriera una enfermedad y los sanadores no pudiera curarla,
¿alguien buscaría tratamiento médico para ella en algún otro lado?

— Pocos de nosotros algunas vez dejamos el valle, pero no hay una prohibición
para tal cosa. ¿Has recaído en tu enfermedad? ¿Necesitas tratamiento médico?

— No. No es nada de eso. — Matt se quedó en silencio por un largo tiempo,


considerando todo lo que le había dicho. Había mucho más en conflicto que su cuerpo
cibernético. Tenía que concentrarse en los otros componentes que contribuyen a su
descontento. Se frotó el pelo con las dos manos y apoyó la cabeza contra la pared. —
Dijiste que la prueba final tendrá lugar con la próxima luna llena. ¿Cuándo es eso?

— La última luna llena fue hace ocho noches.

— ¿Entonces tenemos tres semanas, para esa noche?

— ¿Cuántas noches hay en una… semana? — Serena dudó ante la desconocida


palabra.

102
Matt sonrió. El tiempo tenía menos relevancia para los Perrlain.

— Siete noches conforman una semana. Cuatro semanas conforman un mes. Y


en doce meses hay un año.

— ¿Por qué necesitan tantas designaciones? ¿Cómo se mantienen al corriente de


todas?

— A menudo trazamos nuestras actividades en algo llamado calendario o


ingresamos notas en nuestras computadoras.

Serena se lamió los labios en un fútil intento de esconder su risa. — Parece


bastante tonto.

— ¿Has estado alguna vez fuera del valle? — Ella sacudió la cabeza. — Es difícil
entender algo cuando nunca lo has experimentado. — Dejándose caer, se relajó contra
las suaves almohadas. Se sentía tan fuera de lugar en esta primitiva cabaña así como
ella se sentirían en una de las opulentas suites del Palacio del Placer. — Ha sido un día
memorable. ¿Por qué no tratamos de dormir?

Su mirada se deslizó por su cuerpo, demorándose en su boca, el pecho y


finalmente la ingle.

— Nunca he dormido con un hombre.

— ¿Tu miedo ha regresado?

— Por supuesto que no. — Se arrastró sobre el colchón y se acurrucó a su lado.


Incluso a través de la bata su cuerpo era cálido y acogedor. — Vas a tener que
permitirme que te toque en algún momento.

Él no había pensado en nada más desde que la vio. Sin embargo, mantener una
distancia emocional sería mucho más difícil si ella lo tocaba. — ¿Por qué?

103
— Después de que haya demostrado mis habilidades, la celebración se
desarrolla en tres etapas. Se espera que reciba placer ante los sacerdotes y sacerdotisas.
Luego el placer será compartido por toda la tribu. Es el formato habitual para la mayor
parte de nuestros rituales. Por esta razón, es imperativo que supere mi miedo.

— ¿Tienes que compartirte con cada miembro de la tribu?

— No necesariamente. Ellos presencian mi placer y la demostración de mis


habilidades. Mi compañero o compañeros me pertenecen.

— ¿Todas sus ceremonias son tan… eróticas? — Ashton se negó a dar


especificaciones, pero todos sabían que la Celebración de la Vida involucraba sexo.

— La culminación de esta ceremonia es muy parecida a lo que Ashton y Corry


pasaron.

Matt no dejó que las palabras salieran, pero la idea de alguien más tocándola lo
dejaba frío. La necesidad de ponerla bajo él y empujarse dentro de su acogedor calor
era casi abrumadora. El deseo ardía en sus ojos. No quería perder el impulso que
habían ganado, pero se negó a apresurarse.

— Dar, recibir y compartir, — él dijo con una sonrisa. — Creo que podemos
manejar eso.

*****

Serena se apoyó sobre su codo y miró el pacifico rostro de Matt. La luz de la


luna revelaba los planos y ángulos de sus robustos rasgos y reflejaba vetas más claras
de su cabello. Se había acurrucado a su lado hasta que su respiración se tranquilizó y

104
profundizó. Incluso entonces, había esperado hasta que el más leve ronquido escapara
de su garganta antes de cambiar de posición para poder verlo.

Se sentía libre y con poder, ansiosa por explorar. Orillia le advirtió que iba a
sentir un vínculo especial con la primera persona que tomara su cuerpo. Matt en
realidad no la había tomado, pero los sentimientos que había liberado eran aún más
intensos que lo que había experimentado durante su ascensión.

¿Era este cálido letargo nada más que una novedad? No podía obligarse a
aceptar una conclusión tan desalentadora. Si Matt lo hubiera permitido, tenía la
certeza de que se hubieran pasado el resto de noche complaciendo el deseo mutuo.

Acariciando su mejilla con el dorso de sus dedos, disfrutó del pequeño


cosquilleo a lo largo de la línea de su mandíbula. Ese vello había raspado contra el
interior de sus muslos mientras devoraba su vagina. ¿Cómo reaccionaría si usaba su
boca para sacarlo poco a poco de su sueño? Tener su duro eje deslizándose contra su
lengua era más que atractivo. Serena ansiaba su sabor y la emoción de verlo perder el
control.

Por costumbre, convocó los hilos de su alma. Algunas partes estaban tan
firmemente apretados y tan débiles que apenas podía ver los colores. ¿Qué había
causado aquello? ¿Había hecho más que interactuar con criminales? La vergüenza era
un jugador destacado en su estructura psicológica, la vergüenza y el arrepentimiento.

Matt se agitó y se movió, la sabana que cubría sus caderas se apartó. Haciendo
caso omiso de la tentación de su cuerpo musculoso, le apartó el cabello de la frente y
susurró su nombre. Las pesadillas eran algo común en espíritus inquietos. ¿Debería
despertarlo o sería más productivo intentar sumirlo en el sueño? Tanto Miranda como
su madre podían unir sin esfuerzos sus consciencias a la de otros. Durante su
ascensión, Serena había sentido lo que Baylott y Kapali estaban experimentando. Esto
era diferente, pero probablemente estaba en su poder.

105
Ella se concentró en los hilos, permitiendo que el flujo de colores la arrullara. El
terror atacó a través del vínculo telepático y ella se quedó sin aliento. Sintió la
emoción, entendió cuan profundamente afectaba a Matt, pero se mantuvo alejado del
miedo.

Sus cadenas se cerraron alrededor de los dedos y luego se hundieron en su


carne. Serena gimió cuando la intensidad aumentó. Su determinación hizo retroceder
el miedo a una imagen tenue brillante en su mente. Brumosa, la escena quedaba fuera
de foco a pesar de su lucha para aclarar la imagen.

Vio una cama, no el ancho espacio de descanso de un hombre saludable, sino la


cama de tratamiento ajustable de un inválido. Un hombre se dejó caer contra el
colchón, demacrado, muriéndose. A pesar de los tubos que le sobresalían de la cara y
el cuerpo, se esforzaba por respirar y se estremeció de dolor.

¿Quién era él? ¿Por qué Matt estaba soñando con este anciano?

Una sombra cayó sobre la cama. El anciano movió su mirada cansada a una
persona que Serena no podía ver.

— ¿Viniste a regodearte? — Su voz era delgada y rasposa.

— Mi vida no comenzará hasta que la tuya termine. — Serena no podía ver a


Matt, pero reconocía su voz.

— Entonces termina con ello. ¿Qué estas esperando?

Unos fuertes y largos dedos se envolvieron alrededor de la garganta del anciano.


Sus ojos se abrieron y luego se volvieron salvajes, retorciéndose y arañando las manos,
arqueándose y corcoveando.

Serena había visto suficiente. Se bajó de la cama, empujó la manta y se sentó a


su lado. Matt se retorció en la cama, luchando con el asaltante invisible. Se movía

106
como si fuera el hombre que estranguló. Se quedó sin aliento, con la respiración
sibilante y limitada.

— Matt. — Ella lo sacudió de los hombros. — Despierta. Estas soñando. — Él


empujó con sus manos a los lados y la tiró hacia atrás. — ¡Matt, despierta! — No
queriendo encontrase bajó él con sus manos alrededor de su garganta, lo golpeó con
una almohada.

El segundo golpe lo sacó de su pesadilla. Lo levantó de la cama y parpadeó


varias veces.

— ¿Dónde…? ¿Qué paso?

— Estabas retorciéndote como una animal salvaje, murmurando en sueños. ¿Te


acuerdas del sueño que tenías?

Él la miró con los ojos abiertos y cuidadosamente, luego negó con la cabeza. —
Era sólo un sueño.

Serena no podía preguntarle sobre el anciano sin admitir que había estado en su
mente. — Era un sueño muy violento. ¿No recuerdas nada?

— Creo que alguien trataba de estrangularme.

O tú estabas tratando de estrangular a alguien. Sus hilos pulsaban rítmicamente,


llamando su atención a la inusual torsión. No había señal de engaño, sólo frustración y
conflicto.

— ¿Por qué alguien querría estrangularte? ¿Tienes enemigos?

-No de la clase de los que te acechan y te estrangular en tus sueños. — Expulsó


una respiración entrecortada. — Siempre he sido mi peor enemigo.

— ¿Cuan a menudo tienes pesadilla?

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— Mucho más a menudo de lo que creería posible. — Dejando la sabana sobre
su cadera, se movió hasta apoyarse contra la pared. — Dame un minuto para aclarar
mi mente y estaré bien.

— ¿Te gustaría algo de tomar? Si mezcló el jugo de tersatta con el de té de


hertinel tiene una cualidad calmante.

Matt sacudió la cabeza. — Sólo háblame.

Se sentó frente a él con las piernas cruzadas frente a ella. La longitud de la bata
le cubría las piernas a pesar de su indecente postura. — Sabes más de mí de lo que sé
de ti. ¿Tienes familia? ¿Qué haces cuando no estás desarrollando robots funcionales de
placer?

— No hay mucho que contar. — La tensión liberó su postura, pero las sombras
permanecían en sus ojos. — Sabes sobre mi trabajo y mi trabajo fue mi vida por mucho
tiempo.

— ¿Tienes hermanos? ¿Tus padres están vivos aún?

— Fui aceptado por los ciudadanos de Halley Prime cuando cumplí diecinueve.
Mi padre había sido asignado a Chiron durante la evacuación, pero la vida de un
granjero no tenía atractivo para mí.

Serena había escuchado historia de la destrucción de su planeta natal, pero todo


había sucedido antes de que siquiera naciera. Cada puesto tenía un único propósito
con la coalición, proveer una necesidad especifica. Al menos esa era forma en que
debía funcionar.

El Templo Tuttle, era el centro espiritual de la coalición, había permanecido


neutral, gracias a Dios quitado de la reciente rebelión.

— ¿Tu padre permaneció en Chiron?

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— Hasta el día que murió. — Matt frotó sus ojos. La fatiga en su expresión la
hizo pensar en el anciano. — Aseguré pases de visitante para él muchas veces. No
tenía interés en dejar Chiron. La vida era dura, pero él decía que era un “trabajo
honesto”.

— ¿Queriendo decir que la manera en que tú lo hacías no lo era?

— La manera en que hice mi vida. Es por eso que estoy aquí. Debo dejar mi
pasado atrás de una vez por todas o este me destruirá.

*****

En el nivel subterráneo del Palacio del Placer, Petra se abrió paso entre los
escombros del laboratorio quemado. Los recuerdos le llegaron de todo lado. El
entusiasmo que había burbujeado en Matthias cada vez que le mostraba un nuevo
invento. Sonreía con facilidad aunque los secretos acechaban sus ojos. Ella había
compartido su vida, tal vez su afecto, pero nunca la devoción de su corazón. Había
una parte de él que nunca le había permitido ver, mucho menos experimentar.

Aunque el hollín cubría el suelo y todo dentro de las habitaciones había sido
reducido a escombros carbonizados, las paredes eran estructuradamente sólidas.
Cuando había construido su imperio, había sido para que durara, y Matthias había
estado bajo sus faldas, construyendo sus dominios justo bajo el Palacio del Placer.

El acuerdo había funcionado de maravilla por años. Matthias mantenía el


anonimato que quería y ella tenía control sobre el escurridizo juguetero. Entonces,
¿cómo era que todo había terminado tan terriblemente mal? Sus insignificantes
indiscreciones habían sido un intento de recuperar su atención. ¿Por qué él no había
podido notar eso?

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Matthias había puesto fin a su carrera con el evasivo drama por el que era
conocido. Se había ido, literalmente, en un resplandor de gloria, dejándola aislada y
sola.

— Pensé que te encontraría aquí.

La profunda y retumbante voz, pertenecía a Ebon, su jefe de seguridad. Él


había sido un popular Maestro del Placer antes de anunciar su retiro. Conocer el
Palacio de adentro hacia afuera le había permitido meterse sin esfuerzo en el papel.
Petra, por otro lado, estaba aún dolida por la traición de su predecesor. No tenía razón
para dudar de Ebon. Le había servido lealmente por años. Sin embargo, pasaría mucho
tiempo antes de que ofreciera confianza a alguien.

— ¿Hay algo en particular que necesites? — Giró su rostro hacia Ebon,


luchando por suprimir la pena en sus ojos. Él era alto y musculoso, un hombre apuesto
diez años después de su mejor época.

— ¿Por qué no sellas este nivel y acabas con eso? — Cruzó los brazos sobre su
pecho, un indicio de impaciencia brillando en su oscura mirada. — No hay nada aquí
excepto recuerdos.

— No puedo soportar los cabos sueltos. Necesito saber cómo lo hizo.

— ¿Cómo hizo qué? Viste su cuerpo, Petra. Matthias ha muerto.

— No hay manera de que cayera en el olvido sin una frase de despedida. — Se


giró describiendo un pequeño círculo, haciendo una búsqueda visual en los restos
carbonizados. Ninguna pista, ni una chatarra para investigar. Matthias no había
dejado nada atrás. — Lo único que tiene sentido es que desaparecer fuera su
despedida.

— Necesitas dejarlo ir. Incluso si está vivo, lo que es imposible, esta obsesión
no es saludable. Matthias es parte de tu pasado. Concéntrate en el futuro.

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— Matthias está ahí afuera. Puedo sentirlo.

— Sólo para aclarar el tema, digamos que lo encuentras. ¿Qué vas a hacer? He
estado alrededor tanto como tú. Sé que Matthias consideraba su relación terminada
mucho antes de que desapareciera.

Petra lo miró y apartó el cabello de sus ojos. — ¿Tratas de hacerme enojar?

— No, trató de que dejes de perder el tiempo en recuerdos. La vida no es muy


atractiva cuando estas continuamente en el pasado.

Él se giró y partió tan abruptamente como había llegado. Sabía que tenía razón,
pero eso no ayudaba. Había tratado de superar a Matthias. Se había ocupado a sí
misma con trabajo y tórridos romances. Nada alivió el dolor. No importaba que
hiciera, su terco corazón se rehusaba a dejarlo ir.

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Capítulo Seis

Serena y Matt pasaron el día siguiente con conversaciones casuales. Cada vez
que ella sacaba el tema de la pesadilla, cambiaba de tema y todas sus preguntas con
respecto a su pasado recibían corteses respuestas evasivas. A su vez, ella evitó los
detalles de su ascensión. Era un baile frustrante. Daban vueltas el uno al otro en una
distancia constante, sin mostrarse vulnerables.

Después de un abundante almuerzo, sugirió que subieran a uno de sus lugares


favoritos, una meseta que dominaba el valle. Reunieron los suministros básicos para la
larga caminata y pusieron todo en su maleta. A medida que avanzaron por la selva,
Serena se decepcionó por el silencio de Matt. Él se rezago detrás de ella, su estado de
ánimo pésimo e introspectivo.

— ¿He hecho algo que te ofendiera? — Lo encaró, con las manos puestas en las
caderas. En deferencia a lo accidentado del terreno, se había puesto una camisa de
manga corta de color rojo y dorado a juego con los pantalones cortos de color negro.
Botines de cuero protegían sus pies y había trenzado su largo cabello.

— Tus guardias me ponen incómodo. — Matt usaba unos shorts, una camisa y
las mismas botas que le había notado la primera vez que salió de la selva.

— ¿Cuáles guardias? Lutton despidió mis guardias.

— Ellos estaban afuera de tu cabaña anoche y han estado siguiéndonos todo el


día. ¿Dudas de mi habilidad para protegerte?

Antes de que pudiera tranquilizarlo, se quitó la mochila y la dejó caer en el


suelo a sus pies y luego salió corriendo entre los árboles. Unas ramas se rompieron y le
siguieron una gruñidos. ¿Qué estaba haciendo? Como para responder su pregunta,
Matt volvió a aparecer más tarde, llevando a Fyn del cuello.

112
Matt empujó al guardia a sus rodillas mientras Vitik volaba hacia él desde la
dirección opuesta. Con una patada firme, Matt envió a Vitik volando hacia atrás entre
los matorrales. Matt le arrebató la lanza a Vitik y la rompió con su muslo.

— Soy perfectamente capaz de cuidar a Serena. ¡Infiernos déjenos a solas!

Fyn se puso de pie jadeando. Serena repitió la orden de Matt en Perrlain.

— No te dejaremos con este extraño. — Fyn le entregó a Vitik las mitades rotas
de su lanza y miró a Matt con una combinación de humillación y desconfianza. — Es
nuestro deber jurado garantizar tu seguridad.

— Y es mi deber balancear su energía espiritual. ¿Cómo se supone que haga eso


si están distrayéndolo?

— No te dejaremos, — insistió Vitik. — La orden viene del mismo Jefe


Amayis.

— Entonces aléjense. Mantengan la distancia. Sólo tienen que estar lo


suficientemente cerca para oírme gritar.

— Hay muchas clases de gritos, — dijo Fyn con sonrisita. — ¿Cuál deberíamos
interrumpir?

— Si necesito su ayuda, me aseguraré de que lo sepan.

Dejaron a los guardias quejándose en la mitad del camino. Matt agarró su


bolsa, y miró a los guardias con el ceño fruncido antes de seguir por el estrecho
sendero.

— ¿En serio estás en peligro, o tu padre está siendo paranoico? — preguntó un


momento después. — Dime que está sucediendo.

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Tal vez si ella le confiaba sus secretos, él se abriría a ella. Hyalee le había dado
ya una idea de lo ocurrido. Serena sólo necesitaba llenar los detalles para liberarse del
incidente para siempre.

— El Jefe Amayis no está siendo paranoico, y él no es mi padre.

Matt se detuvo y la miró. — ¿De qué estás hablando?

— Fui concebida cuando uno de los hechiceros Wikoli forzó a Naneka. Él


apareció ante ella como el Jefe Amayis, pero ella vio a través de la ilusión y trató de
luchar.

— Lo siento. — Él sonaba sincero. — No tenía idea.

— No fue un acto de violencia al azar. Creemos que fue una violación


cuidadosamente planeada, con el fin de que naciera.

Matt tomó su mano, la ternura era inusual pero bienvenida. — ¿Tu madre sabe
quién la atacó?

Serena negó. Habiendo vivido con la vergüenza toda la vida, podía poner
distancia con los eventos. — Sólo sabe que era un Wikoli.

Él miró hacia las sombras. — Es casi demasiado horrible sugerirlos, pero el


mismo hombre podría…

Serena sabía lo que estaba pensando. La vil posibilidad de que su padre


biológico hubiera invadido su ascensión había cruzado su mente más de una vez. —
Sentí al villano antes de que pudiera lastimarme. Estoy a salvo. Eso es lo que importa.

— Estoy de acuerdo, pero ¿por qué los Wikoli se meterían en este lio? ¿Los
videntes de almas son tan únicos?

— No estoy segura si esto tiene que ver con mi habilidad. La persona que atacó
a mi madre no tenía manera de saber que habilidad poseería.

114
— Él sabía que las mujeres de tu familia son fuertemente dotadas por la Deidad.
Como dijiste, esto requiere de preparación.

Serena estudió su perfil por un momento, confortada por su fuerza y sin duda
consciente de su masculinidad. — Casi suena como si creyeras todas estas tonterías
supersticiosas.

— Si no hubiera conocido a Miranda y presenciado sus habilidades, podría ser


más escéptico.

Caminaron por un momento en silencio. Retuvo las ramas cuando el camino


estaba cubierto y la ayudó a subir sobre las rocas escarpadas en su camino a la cima.
Encontró sus cuidados encantadores, sin embargo, su reticencia a hablar la frustraba.

Una fresca brisa enfrió sus mejillas y secó el sudor que corría por entre sus
pechos. Miró el cielo azul claro, con un poco de miedo de encontrarse al halcón dando
vueltas.

— ¿En qué se diferencian los Wikoli de los Perrlain? — Su tono meditabundo le


sacó la mirada del cielo. — ¿Cuánto hace que la tribu está en guerra?

— En una época, no hace mucho, estábamos todos en una tribu, — ella le dijo.
Él caminó detrás de ella a medida que el camino se empinaba. Su mano tomó su codo
presionándolo contra su espalda de vez en cuando, manteniéndola consciente de la
corriente que fluía. — El Templo Tuttle fue puesto antes de que el cometa chocara con
Shardrake. Mis ancestros vinieron buscando una vida simple y enfocada en la
espiritualidad.

— ¿Quién inició las hostilidades?

— Los Wikoli han tomado nuestras creencias y las han cambiado. Ellos
rechazan el materialismo, al igual que nosotros, pero su enfoque no es para traer honor
a la Deidad. Los Wikoli sólo viven para complacerse a si mimos.

115
— No estoy seguro de que eso conteste mi pregunta.

— En realidad no estamos en guerra con los Wikoli. No ha habido campañas


agresivas o batallas violentas. A medida que el tiempo pasaba, desarrollamos diferentes
filosofías. Nosotros nos acercamos como comunidad, sin permitir que personas ajenas
mancharan nuestras creencias. Los Wikoli buscaron beneficiarse de la curiosidad que
hay fuera del planeta.

— ¿Entonces los Wikoli reciben turistas?

— Definitivamente. Realizan ansiosamente el trueque y… Eso es todo el punto.


No deberías interactuar con los Wikoli y tampoco lo haré. — Serena miró por encima
de su hombro y suspiró. — Dos veces te he ofrecido una visión honesta. Las dos veces
has respondido alejándote de mí.

Matt se rió. — Te dormiste anoche en mis brazos después de que te besara en


una de las maneras más íntimas que un hombre puede besar a una mujer. No veo
cómo podemos estar más cerca.

— Cuéntame sobre Halley Prime. — Serena mantuvo su tono tranquilo y


conversador, sin querer que esto se volviera una discusión. — ¿Cuál era el nombre del
sitio donde inventaste tus…?

— ¿Juguetes? Una vez fui el mejor juguetero de toda la galaxia. Mis inventos
tenían gran demanda. Nadie podía igualar mi trabajo o mi ingenio.

— ¿Saber que otras personas encontraban placer con tus juguetes te llenaba
como persona?

— Como mi reputación creció, tuve la oportunidad de establecer contacto con


otros científicos. Aplicamos mis tecnologías en actividades no sexuales.

Ella trató de alejar la confusión de su expresión, porque no quería volver su


atención a lo diferentes que era sus mundos. Matt la miró y se rió entre dientes.

116
— No estoy explicándolo muy bien. La tecnología biométrica puede ser usada
para reemplazar brazos, piernas e incluso órganos internos.

— Nunca he visto a nadie con un miembro artificial.

— No que estuvieras consciente. Los miembros biométricos son diseñados para


que no se distingan de los reales. Los más sofisticados incluso sudan y sangran.

Llegaron a la cumbre poco después. Serena vio la reacción de Matt ante su


hogar. La maravilla en su expresión hizo que todo pareciera nuevo. Él miró las verdes
colinas y los ríos serpenteantes antes de que su mirada se posara en el lejano esplendor
de los acantilados de Enarre.

— Esto es asombroso, — él murmuró, apoyando la cadera contra una roca


saliente, mientras tomaba un trago de agua de la bolsa en su hombro.

— Es una ardua caminata, pero siempre he creído que vale la pena.

Matt asintió, observando a través de la majestuosa vista.

Le había permitido esquivar sus preguntas lo suficiente. Mucha gente quería


reformar su vida después de la muerte. Necesitaba entender porque la pena se insertaba
a través de los hilos de su alma.

— ¿Otros salieron heridos cuando te enfermaste? — Matt no contestó de


inmediato, entonces preguntó. — ¿Perdiste a alguien importante?

— ¿Me mostraste a los tuyos, ahora debo mostrarte los míos? — Él continuó
mirando por el valle, pero una sonrisa curvaba sus labios.

— En muchas maneras.

Después de una rápida mirada de soslayo, comenzó su relato. — El Palacio del


Placer abastece a los ciudadanos más ricos de Halley Prime. Por el precio correcto, te
pueden dar un placer inimaginable.

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Serena no podía imaginarse pagando por placer sexual, pero mantuvo la
objeción para sí misma. Ya habían establecido las diferencias entre sus mundos.

— Mi negocio era legal. Muchos discutirían la moralidad en lo que hacía. Sin


embargo, me cuidaba de permanecer en el lado correcto de la ley. — Él soltó un
suspiro y la miró, descansando su cadera contra la roca. — Petra es la dueña del
Palacio del Placer y sus convicciones morales son muy diferentes a las mías. Su único
criterio era la cantidad correcta de créditos. Ella no hacía preguntas y aseguró el
anonimato de todos sus clientes sin importar cuán corruptos fueran.

— Trabajabas para Petra, entonces eran…

— Trabajaba con Petra. No me controlaba tanto como le gustaba creer, y desde


luego no me poseía. Sin embargo, tu punto es válido. Debido a que ella eligió hacer los
negocios con elementos que hubiera rechazado, me atrajo más y más en… — Matt
sacudió la cabeza y se apartó de la roca, la ansiedad revelaba su inquietud. — Me
llevaría años contar mi caída en espiral. Basta con decir, que pequeños compromisos se
alargaron hasta que difícilmente me reconocí. No culpo a Petra de esto. Quiero dejarlo
claro. Soy responsable de mis decisiones. Todo lo que ella hizo fue darme
oportunidades para mi mal comportamiento.

— ¿Estabas involucrado románticamente con ella?

— No sé si lo que tuvimos fue romántico. Era sexual, intenso y destructivo.

— ¿Quién terminó la relación?

— Yo… en una manera muy cruel. Habíamos terminado y vuelto varias veces
antes de que tuviera suficiente. Quería asegurarme de que entendiera que no había
esperanzas de reconciliación.

Serena no pidió detalles. Podría maniobrar los hilos de su alma con la


información que le había dado. Su curiosidad demandaba cada detalle, pero este era
un comienzo alentador.

118
— Cuéntame sobre los criminales. ¿Fue esa la primera vez que estuviste de
acuerdo en hacer negocios con esta gente?

— No eran sólo criminales. Eran amorales y muy violentos. Su principal


negocio eran las armas, pero encontraron un mercado para mis juguetes. Sabía que me
estaba hundiendo bastante, pero hice el trato. Cuando entregué el primer embarque,
me dieron un extra inesperado junto con mi generoso pago.

— ¿Te infectaron intencionalmente?

— No. No me di cuenta de que negociaban con armas biológicas así como con
tradicionales. Su líder había mutado con antiguo virus Terran llamado poliomielitis
paralitica. — Matt sonrió, aceptando un alivio momentáneo de la tensión. — Estoy
seguro que eso no significa nada para ti. Es más comúnmente como poliomielitis
degenerativa. Era una enfermedad terrible antes de que él se metiera con ella. Para el
momento en que terminó, era de rápida actuación y letal.

— ¿Cómo evitó esta persona enfermarse?

— Se vacunó a sí mismo y a su equipo antes de empezar a manipular el virus.


La vacunación lo previno de sufrir los efectos de la enfermedad, pero se volvieron
portadores. En el regreso a Halley Prime, me sentí enfermo, así como mi equipo. Los
biosensores de la estación detectaron la contaminación y fuimos puestos en
cuarentena.

— ¿Los traficantes de armas fueron arrestados?

— Sí, pero ninguno de los miembros del equipo sobrevivió.

— Excepto tú. — Matt respondió con un tenso asentimiento. Entender su


arrepentimiento era solo el principio. Debía de perdonarse a sí mismo para vivir
cuando los otros habían muerto. — ¿Cuándo comenzaron las pesadillas?

— Después del radical tratamiento que salvó mi vida.

119
No la sorprendió. — ¿Este tratamiento no estaba disponible para los otros en tu
nave?

— Se deterioraron muy rápido. — Soltó un largo jadeo, como si pudiera sacar


de su cuerpo todo lo malo. — Fui responsable de sus muerte, aun así fui el único que
sobrevivió al fiasco. Después de aceptar que tenía una segunda oportunidad, supe que
tenía que cambiar mi vida. Si continuaba como era antes, habrían muerto por nada.

Serena se detuvo por un momento, dándole la oportunidad de componerse a sí


mismo antes de continuar. — ¿Específicamente, qué estas determinado a cambiar?

— Todo. — Su dedo pulgar peinó la masa dorada y desordenada de sus


cabellos. — Quiero que mi vida sea más que ayudar a las personas a follar.

Escogiendo sus palabras con cuidado, Serena se preparó para oponerse a él.
¿Por qué las personas de otros mundos menospreciaban la importancia de las
relaciones sexuales mientras construían palacios para satisfacer su necesidad de placer?
¡Despilfarraban fortunas para satisfacer una simple función corporal a través de la
tecnología! La contradicción no tenía sentido. El sexo era tocar y ser tocado, conectar
y compartir con otro ser vivo, una persona.

— Si te pasas la vida aprendiendo a cocinar y perfeccionando tus recetas para


que las personas disfruten tus comidas, ¿te sentirías avergonzado? — Matt tan sólo la
miró, así que ella completó la analogía. — Tu proporcionas a las personas el sustento
para sus apetitos carnales. ¿El deseo sexual es menos relevante que el hambre física?

— Una persona puede vivir sin sexo. Moriría sin comida.

— Tal vez sobreviviría, pero no experimentaría la vida de la forma en que


Deidad quiere. Si no hubiéramos sido hechos para expresar nuestra sexualidad, no se
sentiría tan bien y no lo querríamos tanto. Reímos, lloramos, comemos, tenemos
relaciones y al final morimos. Todo es parte del ciclo interminable de la vida.

120
Matt volvió a la saliente y cruzó los brazos sobre el pecho, mirando al otro lado
del valle. — No eres para nada lo que esperaba.

— Lo tomaré como un cumplido.

Serena se quedó atrás por un momento, contenta de mirarlo. Ayudándola,


impulsándola a través de su miedo, él le permitía sentirse confiada y audaz. Él estaba
tan limitado por la pena así como ella por el miedo. Era tiempo de que ambos lo
dejaran ir.

— Quiero compartir esto contigo porque tú compartiste algo maravilloso


conmigo. — Con cuidado de obstruir su vista, se acercó. — Déjame tocarte, Matt.
Déjame darte placer mientras te deleitas con la obra de la Deidad.

Sus miradas se encontraron y el corazón de Serena se aceleró. Él abrió sus


labios como si quisiera decir algo importante. En un abrir y cerrar de ojos la intensidad
desapareció, siendo reemplazada por puro deseo.

— Eso me gustaría mucho, — él dijo en cambio. — Desafortunadamente, tus


perros guardianes aún están mirando y yo siempre he sido más un voyerista que un
exhibicionista.

Desconcertada por su declaración, miró a su alrededor. No había visto a sus


guardias desde que les había ordenado que les dieran algo de privacidad. La saliente
detrás de Matt era la única inconsistencia en la redondeada cumbre.

— Somos los únicos aquí.

— Están escondidos en el camino y lo han estado desde que llegamos. Están


tratando de no llamar la atención, pero puedo oír sus voces.

Serena gritó en un agudo tono. Después de una pausa incomoda, Fyn se


levantó, se sacudió las rodillas y esperó por la orden. Vitik tomó un momento más para
aparecer.

121
— Vayan al comienzo de la montaña, — les dijo con firmeza en Perrlain. —
Nos reuniremos abajo cuando hayamos terminado de disfrutar la vista.

Vitik miró más allá. — No me siento cómodo dejándote aquí con…

— No era una sugerencia. El camino es el único camino hasta aquí. Estoy


perfectamente a salvo.

— Los intrusos no son mi única preocupación, — él insistió.

— Vete. — Serena esperó hasta que desaparecieron de la vista antes de girarse a


Matt. — ¿Ya se fueron?

Él asintió. — No me sorprendería si doblan de regreso, pero se dirigen por la


ladera de la montaña.

— Siempre tuviste un oído tan agudo, — dudó antes de añadir, — o tus oídos
son…

— Mis oídos fueron mejorados durante uno de los procedimientos.

Serena aceptó la respuesta con un vago asentimiento. ¿Qué clase de tecnología


permitía a la personas escuchar sonidos a media montaña más allá? Curiosa, pero sin
querer divagar, regresó a la saliente y le tocó el brazo.

— Incluso si tienen que devolverse, no quiero que te distraigan. Mis guardias


son muy conscientes de los retos que me esperan. Siempre y cuando sepan que estoy
participando voluntariamente, no van a interferir.

— Que reconfortante, — él refunfuñó.

Moviéndose frente a él, envolvió sus brazos alrededor de su cuello y se presionó


contra su alta figura. — Déjame ver si puedo soltar algunas de tus inhibiciones.
Nosotros disfrutamos de observar y ser observados. No hay vergüenza en expresar
nuestra sexualidad, por lo que hay elementos eróticos en nuestras tradiciones. —

122
Serena tenía que pararse en las puntas de sus pies para alcanzar su boca, lo que hacía
que sus pechos se rozaron contra su pecho. Sus labios se separaron al primer toque de
su lengua y su pulso se aceleró. Nunca antes había tomado la iniciativa, nunca había
tenido el control.

Matt separó sus muslos, encajando sus cuerpos más estrechamente con el suyo.
Su polla presionaba contra su vientre y sus manos acariciaban su espalda. Girando y
acariciándose, sus lenguas bailaban de su boca a la suya. Serena sacudió sus caderas y
las manos de Matt le acariciaron el trasero, levantándola levemente para que su sexo se
alineara con la base de su longitud.

La anticipación apretó su núcleo., sin embargo la determinación sometía su


necesidad. Quería tocarlo y probarlo, complacerlo a él tan egoístamente como la había
complacido.

Liberando su boca de la suya, besó el camino bajó su cuello y hasta la amplia


extensión de su pecho. Le subió la camisa y exploró su cálida piel, vagando siempre
hacia abajo. Dejando su camisa envuelta alrededor de su torso, se arrodilló y
desabrochó sus shorts. Matt agarró la roca a cada lado de sus caderas, su mirada
perforó la suya.

— Se supone que disfrutarías la vista, — ella le recordó con una sonrisa.

— Eso hago.

Una alegría se apoderó de ella, inesperada y embriagante. Había soñado


probándolo, sintiendo el demandante deslizar de su polla contra su lengua desde que lo
vio desnudo por primera vez. Inclinando la cabeza, escondió el hambre en sus ojos y se
concentró en su placer. Quería que fuera tan bueno para él como su carnal beso lo
había sido para ella.

123
Serena acarició cada ondulación de su abdomen. ¿Cómo un científico habría
esculpido semejante perfección? Separando la parte delantera de sus pantalones, los
bajó más allá de sus caderas. No usaba nada debajo.

La parte superior de sus muslos era ligeramente bronceada y estaba


espolvoreada de vello color castaño claro. Sus testículos se acurrucaban entre sus
muslos mientras su polla se levantaba a su encuentro. Deslizó una mano entre sus
piernas acarició sus sacos, sorprendida por el cálido peso de ellos.

— ¿Te gusta ser tocado aquí? — La voz de Serena se escuchaba trémula.

— Me gusta que me toquen.

Serena se lamió la otra mano, mojando su palma así como sus dedos.

— Tienes un cuerpo maravilloso. — Cerrando sus dedos alrededor de su eje, la


deslizó de la punta hasta la base y luego se devolvió. — He querido tocarte desde que
te presionaste contra mí en las piscinas de baño.

Serena lo acarició de arriba y abajo, cambiando su mirada desde su vigoroso


rostro hacia su creciente erección.

— No tienes ni idea lo difícil que fue detenerme con nada más que un pequeño
beso. — Matt se rió, con un profundo y gutural sonido. — Tientas como una ninfa, sin
embargo eres tan inocente.

Serena se inclinó y sopló la cabeza de su polla. — No soy tan inocente como


parece.

Matt atrapó su rostro entre sus manos y condujo su mirada a la suya. — Eres
más inocente de lo que sabes. No te apresures en hacerlo a un lado.

124
Su mirada se llenó de tristeza, una neblina cansada del mundo que le dieron
ganas de llorar. Al igual que los hilos de su alma, sus ojos eran más viejos que su
rostro.

Manteniendo una mano en su erección, presionó la otra en el centro de su


pecho.

— Aquí no hay pasado o futuro. Nada de miedos ni arrepentimientos. Por todo


lo que nos quedemos en la cima de esta montaña, nadie más existe.

Enmarcando su rostro con sus manos, él miró sus ojos.

— Debimos haber traído más comida. Puede que nunca me quiera ir.

Serena abrió sus labios a la vez que el rostro de él descendía. Besar nunca había
sido tan atractivo hasta que conoció a Matt. Muchas cosas habían sido poco
impresionantes hasta que tropezó con Matt en su vida. Sus labios se movían contra ella
y Serena deseó que estuvieran desnudos. Incluso acariciar su miembro no era tan
emocionante como tenerlo sobre ella, frotándose contra su cuerpo y empujando en su
interior.

— Te quiero desnudo. — Su urgente susurro hizo eco en sus pensamientos.

Sin molestarse con todos los botones, él le desabrochó los primeros y luego tiró
de su prenda superior por encima de su cabeza. Matt se paró y se quitó los pantalones
antes de quitarle la prenda y dejarla sobre la roca. Luego se quitó su propia camiseta y
la dejó junto a la de ella. Eso sólo dejaba sus zapatos y sus shorts.

— El suelo es bastante áspero, — él murmuró. — Mejor nos dejamos los


zapatos.

— ¿Nuestros pies necesitan protección del suelo? — Serena miró la ropa tirada
sobre la roca, luego sus pies y de vuelta a la ropa. — ¿Cómo pretendes hacer esto?

125
— Pretendo sentarme en esta roca y mirar a la mujer más maravillosa que
jamás he conocido, darme placer con su boca. Después de eso, lo decidiremos juntos.
— Se sentó al borde de la roca, con los brazos a los lados, las piernas extendidas, y
esperó.

El sol bañaba su cuerpo en una luz dorada, acentuando las líneas de su cabello
y el feroz poder de su cuerpo. Su interior se despertó, derritiéndose de expectación y
necesidad. Dejó caer sus pantalones entre sus piernas, arrodillándose en la delgada
barrera.

Su intencional mirada era excitante e intimidante. ¿La estaba comparando con


el resto de sus amantes? ¿O estaba simplemente ansioso de que empezara? Optó por
creer lo último y alargó la mano. Con su ropa fuera, había mucho por explorar. Le
pasó las manos por las pantorrillas y sobre las rodillas. El tenue vello le hacía
cosquillas en los dedos. Metió sus pulgares en la curva de su rosilla, y miró su rostro.
Ella era sensible ahí. ¿Sus caricias lo complacían?

Matt se acercó más, apoyándose más en la roca, sentándose realmente en ella.


Serena le acarició los muslos y las caderas, mirando cómo se endurecía y sonrojaba.
No la apresuraba, la dejaba descubrir y tantear.

Para el momento en que cerró sus dedos alrededor de su pene, estaba tan duro
como una roca, sus venas se distendían. Se inclinó hacia él, pasándole la lengua por la
parte inferior de su pene. Su salvaje gemido envió una ola de lujuria a través de su
cuerpo. No era de extrañar que hubiera disfrutado tanto lamiéndole. Dar placer era tan
excitante como recibirlo.

Serena chupó la ancha cabeza, girando la lengua a su alrededor mientras sus


labios creaban un perfecto sello. Matt soltó otro sonido de necesidad y empujó sus
manos a través de su cabello. Esperaba que él tomara el control, que tomara su boca
hasta que lanzara su semilla al interior de su garganta.

126
Matt se arqueó levemente, levantando su trasero de la roca y luego se relajó.
Sus manos se quedaron en su cabello, pero no hizo movimiento alguno o emitió
ninguna orden. Su entusiasmó se intensificó, la confianza endulzo el deseo que ardía
en ella. No la obligaría a nada. Harían esto juntos.

Sus labios se aflojaron y deslizó su eje más abajo en su boca. Incluso con su
cabeza inclinada hacia atrás, no podría tomarlo del todo. Serena tomó sus testículos
con una mano y con la otra acarició su eje.

Orillia le había dado instrucciones detalladas y ella había visto el acto


desarrollarse incontables veces. Sin embargo, imaginar algo nunca era como hacerlo de
verdad. Sólo la cabeza de su polla casi llenaba su boca. ¿Cómo iba a meterlo dentro de
su garganta?

— No quiero correrme así. — Matt trató de salir de su boca.

Serena apenas había empezado. No había manera de detenerla ahora. Meneó la


cabeza, saboreando el contraste entre la dura carne y la suave piel, la energía
masculina y la absoluta vulnerabilidad.

Succionando firmemente hasta llegar a la punta, a la vez que acariciaba los


sensibles pliegues donde la pequeña hendidura se formaba. Un líquido agridulce mojó
su lengua. Matt tenía el sabor a vino de firmine y a algo que no podía definir. ¿Cómo
era posible? Orillia le había advertido esperar por un fuerte y claramente salado chorro.
¿Había soltado su semilla? Había esperado más fluido.

— ¡Detente! — Moviendo los brazos a sus hombros, la apartó. Su polla salió


libre de su boca, aun completamente erecto. — Soy imposible de tragar. Prefiero
correrme dentro de ti de todos modos.

— Estabas dentro de mí, — ello lo desafió.

— Sabes lo que quiero decir. — Su pecho se hinchó y sus mejillas estaban tan
rojas como la cabeza de su pene.

127
— Bebimos vino de firmine en la comida de mediodía. ¿Por qué tu… Sabes a
vino.

— No hagas esto ahora. — La atrajo hacia él, escondiendo su expresión con la


proximidad de sus cuerpos. — ¿No podemos sólo disfrutar del otro?

— ¿Me imaginé el sabor? — No estaba segura de que porqué esto era


importante, pero una voz interna la hacía insistir.

128
Capítulo Siete

Matt relajó su agarre y permitió a Serena levantarse en sus talones. Todo había
sido perfecto. Su abnegada expresión de pasión había sido más emocionante que
cualquier cosa que pudiera recordar. No quería nada más que continuar con esto, para
hacer el amor con ella en una increíble combinación de intensidad y ternura que se
retorcía en su interior, incluso ahora. Su fragmentado honor no le permitiría fingir.

Ella tenía que saberlo. Antes de unir su cuerpo con el de ella, tenía que hacer
que entendiera lo que era. Si se apartaba con repulsión, haría todo lo posible por
superar los malentendidos, pero tenía que decirle.

— Yo… — el suspiró, sus palabras se evaporaban cuando la miraba a los ojos.


No era un buen comienzo.

— ¿Qué sucede? — Serena apoyó las manos en sus muslos.

No había ningún artífice en Serena. Ella decía lo que pensaba y peleaba con
fuerza por las cosas en que creía. No la engañaría.

— La enfermedad que mencioné antes fue peor de lo que puedes imaginar. Mi


cuerpo se desgastó y mis órganos internos fallaron hasta que no hubo más opción que
reemplazarlos.

Su mirada se entrecerró y su ceño se frunció. Esto debía ser muy difícil de


comprender para ella.

— ¿Esto es como el brazo artificial que mencionaste antes? ¿Partes de tu cuerpo


fueron fabricadas?

129
Esperando para ver cómo reaccionaba ante el concepto antes de revelar algo
más, Matt asintió.

— Mi sistema reproductor no pudo ser salvado. Cuando me preparo… ahora


para venirme, mi sistema biométrico crea el fluido que necesita de lo que sea que haya
bebido recientemente.

— ¿Es por eso que sabias a vino? — Un disgusto se deslizó por su cara. — ¿No
es eso tomarse lo del reciclaje muy en serio?

Matt se rió a pesar del sonrojo que subía por su garganta. — Si el sistema
hubiera sido diseñado de otra manera, hubiera tenido que añadir el líquido apropiado
cada vez que fuera a tener sexo. Eso hubiera sido incomodo por decir poco. ¿No crees?

Su expresión se tornó distante y pensativa, la incomodidad momentánea se


alejaba.

— ¿Puedes tener hijos o esa habilidad se destruyó con la enfermedad?

— La concepción seria complicada como mínimo. Mi semen fue extraído y


congelado, así que hay un número limitado. Llevó cuatro micro encapsulados
conmigo. Si quiero intentar la concepción, liberó una de estas balas cuando eyaculo.
La capsula se disuelve, descongelando los espermatozoides y ahí espero lo mejor. Si las
cuatro balas fallan, puedo “recargar” o explorar otras opciones hasta que todo mi
esperma haya sido usado.

Serena sacudió la cabeza, luciendo más confundida que nunca. — Entendí


como la mitad.

Animado por su calma, fue un poco más allá.

— Muchos de mis sistemas fueron destruidos. Tengo mucha tecnología en mi


interior, no creo que tu tribu me considere una persona. Te dije que el tratamiento fue
radical. Sólo quiero que entiendas cuan radical fue.

130
— Fue por esto que me preguntaste por Ashton y el malignari. ¿Sin estas
tecnologías, estarías muerto?

La pregunta era más profunda que eso, pero ella se arrodilló entre sus piernas,
desnuda. Y su polla no estaba de humor para una discusión filosófica sobre la vida.

— No quiero ir más lejos hasta que entiendas que no soy como los otros
hombres.

Serena sonrió y envolvió sus dedos alrededor de su polla medio dura.

— Noté eso en las piscinas de baño.

— No es eso a lo que me refiero.

— Lo sé. Aprecio tu preocupación. Esto solo refuerza lo que he sospechado


desde el principio. Eres extraordinario. Fuimos unidos por la Deidad, y no tengo
intención de rechazar el regalo. — Su mano comenzó un lento movimiento de bombeo
que lo hizo gemir.

Matt le cubrió la mano, deteniendo el tentador movimiento. — ¿De verdad


crees que esto fue ordenado por un poder superior?

— El poder superior podría ser sólo Miranda, pero eso está bien para mí.

Liberando el agarre en su mano, luchó con los persistentes restos de duda. Él le


había dicho, bueno, le había dicho la mayoría y ella aún lo estaba tocando.

— Todavía estás distraído. ¿Necesita liberar tus miedos? — Cerrando sus labios
alrededor de su polla, succionó con voraz demanda. — Me gusta el vino de firmine. —
Sus labios se movieron contra él a la vez que hablaba. — Dame más.

La tentación lo atravesó, hasta acelerar su pulso y apretar su abdomen. Le


apartó el cabello de la cara mientras su boca obraba su magia. Lo que le faltaba de

131
habilidad, lo compensaba con entusiasmo. Su lengua giraba y sus labios se deslizaban,
apretados y cálidos alrededor de su dolorido eje.

Necesitaba besarla y sentir sus suaves senos presionados contra su pecho. —


Suficiente. — Pasando las manos bajo sus brazos la puso de pie.

Serena envolvió sus brazos alrededor de su cuello y le ofreció su boca con un


cálido suspiro. Matt inclinó su cabeza y la besó, emocionado por su entusiasmo. Sus
pechos se sentían cálidos y pesados en sus manos, el pezón ya apretado en un firme
pico. Matt giró la tierna cresta entre su pulgar e índice, exaltado por su grito gutural.

Su piel era sedosa bajo sus dedos, su sabor adictivo para su lengua. Matt inhaló
profundamente, necesitando imprimir su aroma en su cerebro, así lo único que tendría
que hacer seria cerrar sus ojos y estaría rodeado por ella.

Besando hacia abajo por su cuerpo, se deslizó cuidadosamente en el suelo. La


roca raspaba su espalda y sus nalgas, la sensación era extrañamente excitante. —
Coloca tu rodilla en mi hombro y tus manos sobre la roca, es mi turno de probarte.

— Estoy cansada de ser tentada y de tentar. Quiero que me tomes, que de


verdad me tomes.

— Quiero tu esencia en mi boca cuando te llene con mi polla.

Serena tembló. Un sonido sobresaltado, parte grito y parte chillido, se le escapó


cuando le inclinó la rodilla y la puso sobre su hombro. Desequilibrada por el brusco
movimiento, se inclinó hacia adelante y se apoyó sobre la roca, para terminar
exactamente en la posición que él había descrito.

— Tu coño es tan suave. — La delineó con las yemas de los dedos, hipnotizado
por su delicada carne. — Nunca me cansaré de tocarte, nunca tendré suficiente. —
Con una lentitud deliberada, encontró su abertura y empujó dentro. Su pasaje se apretó
alrededor de su dedo medio, caliente, húmedo y hospitalario.

132
Lo retrocedio un poco, con su esencia brillando en su piel. El deseo aumentó en
su interior, hinchándose y consumiéndolo. Ahuecó su trasero con una mano y añadió
un segundo dedo. Serena se arqueó sobre él, sus pechos fuera de su alcance.

Encontrando su clítoris con su lengua, rodeó la pequeña e hinchada


protuberancia. Ella comenzó a gemir mientras la acariciaba. Giró y sacudió, pero fue
un movimiento de arriba hacia abajo que la enloqueció. Lamia por un lado mientras
empujaba sus dedos y la acariciaba con otro.

— ¡Oh, oh! — Serena agarró su cabeza e inclinó sus caderas. Matt entendió lo
que necesitaba. Con sus dedos enterrados en su interior, cerró sus labios alrededor de
su clítoris y chupo.

Ella gritó con fuerza, su cabello rozaba sus manos y su espalda se arqueaba. Sus
músculos internos apretaron sus dedos con las profundas contracciones a los mismos
compases de su boca. La esencia corriendo por sus dedos hasta su mano. Debía de
tomar ventaja de su respuesta para aligerar el camino a su interior.

La guío hasta su regazo con sus rodillas a cada lado. — Estas muy apretada, —
él murmuró contra su cabello. — Tendremos que ir despacio.

— También estoy muy mojada. No me lastimaras.

— Tienes razón, no lo haré. — Era una promesa, incluso si ella no se daba


cuenta. Separó sus pliegues y se acomodó contra su entrada. — Bésame.

Mientras ella se inclinaba para obedecerle, Matt condujo la cabeza de su


miembro dentro de ella. Serena jadeó y sus músculos internos se apretaron. Le acarició
la espalda con una mano y su sexo con la otra. Rodeando su clítoris y cubriendo sus
pliegues con su esencia, la preparó para más de él.

Su beso era lento y juguetón. Matt mordisqueó sus labios y luego succionó su
lengua, animándola a jugar. Tomando ventaja de su distracción, acunó su trasero con
ambas manos y se empujó más dentro de su calor.

133
Serena tembló cuando Matt la empaló. La extendía más y más. Aliviado por su
excitación, su cuerpo le abrió camino hasta el mismo centro de ella. Ella arrancó su
boca de la de él y dejó caer la cabeza sobre sus hombros. Matt la llevaba más allá del
placer. Le dolía y quemaba a medida que empujaba más profundamente, implacable,
pero increíblemente suave.

— Sólo un poco más, — susurró Matt, y ella rió. ¿Cómo podía haber más? Él se
lo demostró un instante después cuando su ingle se presionó contra la suya. — Si no
quieres que me mueva, puedo correrme así, sólo sigue apretándome y me correré.

Ella se movió en su regazo deslizándose hacia adelante para poder envolver sus
piernas alrededor de él mientras su cuerpo se ajustaba. — Déjame recuperar el aliento.

— Tómate todo el tiempo que necesites. — La sostuvo con un brazo,


inclinándola hacia atrás para poder alcanzar sus pechos. Su boca trazó un pezón y
luego el otro, en largos y fuertes tirones que hicieron palpitar su clítoris.

Girando sus caderas, Serena exploró la reacción de su cuerpo a la abrumadora


plenitud. El más pequeño movimiento acentuaba su necesidad de moverse, de sentir el
deslizar inconfundible de su dura carne masculina dentro de ella.

Las manos de Matt se deslizaron por su húmeda piel, sin detenerse en algún
lugar por mucho tiempo. El lazo de su trenza se deslizó y una brisa fresca la deshizo.
Las hebras giraron alrededor de ellos, como una sedosa caricia.

Matt agarró sus caderas y la subió lentamente, probando la facilidad con la que
se podría mover. Su núcleo se agitaba y ella se abrazó contras sus hombros.

— ¿Estás bien? — le preguntó Matt.

— Eres enorme, — ella admitió con un suspiro. La sostuvo mientras ponía sus
piernas bajo ella de nuevo. Girando sus caderas y levantándola en las rodillas, subió su
cuerpo sobre la longitud de su eje y luego bajó lentamente.

134
Matt acarició sus pechos y jugueteó con el pliegue entre sus nalgas. Se miraron
a los ojos el uno al otro, perdidos en la emoción del descubrimiento.

Toda su vida había querido expresarse libremente, abandonar las inhibiciones y


pensamientos. La mirada de Matt ardía con pasión y ternura. La combinación la hizo
enloquecer.

— Fóllame, — susurró contras sus labios. — Te quiero ahora sobre mí.

Con una sonrisa traviesa, la afirmó a su pecho y la giró sobre su espalda. Sus
fuertes brazos controlaron su descenso, dándole un momento para asentarse sobre el
pasto antes de continuar. Arrodillándose entre sus muslos, envolvió sus piernas por
sobre sus brazos.

Matt tiró su cadera hacia atrás. Serena levantó los brazos sobre su cabeza,
saboreando el apretado deslizar de su miembro. Deteniéndose con tan sólo la punta
dentro de ella, la miró a los ojos.

— Nunca nada se ha sentido tan bien. — Se empujó profundamente, quitándole


el aliento.

Matt lucía como si quisiera decir más, pero luego sus pestañas bajaron y todo lo
que pudo ver fue deseo. La llenó una y otra vez, cada embestida como una particular
posesión. Sus manos agarraban sus caderas mientras se movía entre sus muslos.

Serena miró más allá de él hacia el cielo azul, volando como un ave al viento.
El placer corría a través de ella, cosquilleando en su piel y reuniéndose en su núcleo
femenino. Lo apretó con sus músculos internos y se rindió a la unión.

Los hilos de su alma cobraron vida a su alrededor, sus colores eran vibrantes.
Alzó los brazos y dejó que las hebras volaron a sus dedos. Sus emociones
bombardearon su mente a la vez que un segundo nivel de sensaciones magnificaba su
placer.

135
La necesidad era clara en su mirada, por lo que la emoción no la sorprendió.
Matt sentía lujuria y posesividad, pero a través de las oscuras emociones flotaba la
esperanza, dulce y pura como una lluvia de verano. Moviendo las manos a su rostro,
llevó su boca a la suya. La esperanza era preciosa y frágil, y demasiado extraña.

Sus movimientos se aceleraron. Él empujó sus piernas arriba y de vuelta,


elevando sus caderas del suelo. Sus empujes eran agudos, moviendo su cuerpo con
cada impacto. Ella disfrutaba de la intensidad, liberada por la profundidad de su
conexión.

Se corrieron juntos, Matt apretando sus dientes, y Serena gimiendo por los dos.
Él la apretó contra su pecho y la fuerza de su liberación sacudiendo su cuerpo. Serena
envolvió sus piernas y brazos alrededor de él, subiendo por la cresta una y otra vez.

*****

— Cephus vino a verla, señora.

Petra se encogió ante el título. Ebon sabía que el “señora” la hacía sentir vieja y
desaliñada. Ella había insistido en que se le llamara “Querida” incontables veces desde
que él había tomado la seguridad en el Palacio del Placer. Sin embargo, él prefería
“olvidarlo”.

Saliendo de detrás del escritorio, se levantó y enderezó la estrecha falda de su


brillante vestido azul. Cephus era una de las pocas personas que podía intimidarla.
Ebon era tan sólo molesto.

— Mándalo.

136
Se pasó el cabello color zafiro por detrás de las orejas y se acomodó el escote,
revelando únicamente la curva superior de sus pechos. Usualmente, ella usaba sus
atributos físicos sin dudarlo. Cephus, sin embargo, era la última persona que deseaba
excitar. Había sospechado que llegaría hoy. ¿Por qué no se había puesto algo menos
extravagante?

La puerta se abrió y Cephus entró a la oficina. Estaba vestido en un impecable


traje de negocios; sus fríos ojos grises la ubicaron con una mirada y luego miró el
cuarto con fingida indolencia. Petra sabía por experiencia que él podía atacar sin
advertencia, rápido y letal. Los pómulos pronunciados y la firme mandíbula creaban
un rostro elegante y cruel.

— ¿Puedo ofrecerte algo de beber? — La habitual pregunta parecía trivial dada


su amenaza sin ningún esfuerzo.

— Mi tiempo es limitado. Prefiero que pasemos de las cortesías.

Apuntando con su mano las sillas puestas frente a su escritorio, esperó que él se
sentara antes de volver a su asiento.

— ¿De qué te has enterado?

— Cuando contrató mis servicios, le dije que mi tarifa era el doble.

Ella aceptó lo dicho con un asentimiento, pero no dijo nada más.

— Habíamos acordado la compensación monetaria. La segunda parte de mi


tarifa es información.

Cuando había sugerido que quería más que dinero, había esperado que su
demanda fuera sexual. Había pasado muchos años en el negocio del placer,
aparentemente. — ¿Qué es lo que sé que te interesa?

137
— Insisto en que cada uno de mis clientes revele cierta información sobre sí
mismo. Esto me protege, por si alguno de mis clientes trata de manipular la relación.

La ira hervía bajo su tranquila fachada. Hasta que ella supiera lo que él sabía,
no tenía más opción que seguía el juego. — ¿Cómo sé que lo has descubierto tiene
tanto valor como para revelarte algo de mí?

— Aceptaré la mitad de mi tarifa como avance y la otra mitad cuando estés


satisfecha. — Apoyó las manos en los brazos de la silla y finalmente la miró a los ojos.

Había contratado dos investigadores antes de Cephus y ninguno había


descubierto nada útil. — ¿Qué quieres saber?

— ¿Cuál era la naturaleza de tu relación con Matthias?

Él tendría que hacerlo mejor que eso si esperaba ponerla incomoda. — Éramos
amantes.

Él se mantuvo quieto y vigilante. Petra no se dejó engañar. Conocía a un


depredador cuando lo veía.

— ¿Quién terminó la relación? — preguntó.

— ¿Cuál momento? — Ella hizo a un lado el tema con un gesto de la mano. —


Nuestro romance fue inestable desde el principio.

— ¿Qué la hacía inestable?

Un escalofrió se deslizó por su columna. Él había escarbado hasta que reveló


algo condenable. Que así sea, le daría un vistazo de su cansada alma. Cuanto antes
satisficiera su morbosa curiosidad, más pronto podrían continuar.

— Me gustan los hombres. — Ella sonrió abiertamente. — Encuéntrame de


buen humor y también me gustan las mujeres. Matthias era demasiado posesivo para el
tipo de relación que soy capaz de ofrecer.

138
— ¿Lo llevo a creer que permanecía fieles a él?

— No fue un engaño. Sinceramente, intenté cambiar por él, pero me gustan los
hombres. — A pesar de su tono casual, el dolor afilaba su respuesta.

— ¿Alguna vez te atrapo en el acto?

— Sí.

— ¿Más de una vez?

— Sí.

— ¿Y aun así te aceptó de vuelta? — La sombra de una sonrisa curvó sus labios.
— Debes ser un demonio o una maldita… ¿O sólo era muy tonto?

— No voy a ir más lejos hasta que me digas que has descubierto.

— Muy bien. — Se desabotonó su chaqueta y cruzó sus piernas. — Mostrare


mis cartas, pero sabré esto. No dejaremos esta habitación hasta que tenga respuestas
honestas a todas mis preguntas.

Él salía humillando a otros, no tenía duda al respecto. Estar al tanto de los


secretos de una persona ofrecía cierta seguridad, pero Cephus quería ver a sus clientes
retorcerse. Ella iba a determinar cuan dispuesta estaba a retorcerse cuando oyera sus
descubrimientos. Cruzó las manos sobre el escritorio y esperó a que empezara.

— La Fundación Renacimiento, ella incitó cuando él continuó estudiándola. —


¿Qué pudiste averiguar?

— Matthias no tenía parientes vivos, así que estableció la Fundación


Renacimiento cuando se dio cuenta de que se estaba muriendo.

— Ya sabía eso.

139
Él se rió. — ¿Siempre eres tan impaciente?

— Depende de la situación.

— Veamos qué podemos hacer para aligerarte el humor.

Aligerar su humor era la última cosa que le pasaba por la mente. Él o tenía
información importante o no la tenía. Estaba cansada de su juego.

— Estoy escuchando.

— En el exterior, la fundación es una organización benéfica dedicada a la


rehabilitación de personas amputadas y la recuperación de aquellos que necesitan
órganos artificiales.

De nuevo, nada que no supiera. — Dijiste en el exterior.

Él inclinó su cabeza. — Así como las obras de caridad, la fundación es un


mecanismo a través del cual se filtran los ingresos del juguetero.

— ¿Por qué Matthias necesitaría filtrar su dinero? Todos sus inventos estaban
patentados. Sus ingresos son legítimos.

— Legales y legítimos son dos cosas diferentes. — Su mirada brillo por un


momento antes de enfriarse de nuevo. — Muchos consideran la industria del sexo
como de mala reputación.

Petra se frotó el puente de la nariz. Ella no estaba interesaba en la legitimidad


de la industria del placer. Si se encogiera cada vez que alguien la llamaba puta, hubiera
adaptado la postura permanentemente. — Continua.

— Las labores cotidianas son supervisadas por un consejo de administración.


Siguen un estricto plan de negocios que se indica en los estatutos de la fundación.

— En otras palabras, ¿son marionetas sin poder propio?

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— Básicamente. — Se lamió los labios, el gesto indudablemente como el de un
reptil.

Ignorando su creciente aversión, preguntó. — Si el consejo avanza simplemente


por los movimientos, ¿quién tira de las cuerdas?

— Tras desmantelar la fundación y sus numerosas empresas, descubrí el


silencioso benefactor tras todas ellas. Matt Sterling posee un detallado pasado y un
currículo impecable, pero así como la Fundación Renacimiento, él es más que todo
humo y espejos.

Petra se movió hasta el borde de su silla, escondiendo cuidadosamente su


excitación. ¡Finalmente! ¿Había encontrado un criminal que valiera su precio? Tomó
aire profundamente antes de hablar. Él no debería enterarse la verdadera razón de su
interés.

— ¿Has encontrado a este hombre? ¿Tienes una descripción física?

— ¿Estaría aquí si no lo hiciera? — Sacó un cuaderno de datos de su bolsillo y


activó una imagen holográfica.

Su mirada se amplió un instante antes de controlar la reacción. Al menos evitó


que su mandíbula cayera.

— ¿Conoce a este hombre? — Preguntó Cephus.

— Lo he visto antes. Decía ser uno de los empleados de Matthias.


Aparentemente su relación era mucho más íntima de lo que me hizo creer.

La curiosidad se escurrió en su cara. — ¿Estás insinuando que Matt y Matthias


eran amantes?

— ¿Por qué otra razón Matthias le dejaría su fortuna a un completo extraño?

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— Por cierto. ¿Qué tan segura estás de que Matthias está muerto? La aparición
de Matt coincide perfectamente con….

— Vi su cuerpo, y créame, lo conozco lo suficientemente bien para reconocer su


identidad. El juguetero está muerto, pero que me condenen si voy a ver como un
cachorro ingrato malgasta su fortuna.

— ¿Tu interés es puramente financiero? — Cephus no parecía convencido.

Ella se puso de pie. Una pregunta más y esta enervante conversación


terminaría. — ¿Dónde está?

— Debe pensar que soy un idiota. Le dije que mostraría una parte de mi baraja,
no todas mis cartas.

Petra tragó. Dejando pasar la humillación. Había soportado cosas peor por una
ganancia menor.

— ¿Qué quiere saber?

— ¿Quién es Tamara?

El choque la golpeó tan fuerte que se le debilitaron las rodillas. Apoyándose en


el borde de su escritorio, tembló. Durante veintiocho años había guardado el secreto,
había sacrificado tanto, para que Tamara pudiera…

— ¿Dónde escuchaste ese nombre? — Apenas y podría pronunciar palabra.

— Sé que has estado cuidado de ella desde que eres rica, pero ella cree que su
madre ha muerto. ¿Estás avergonzada de tu hija, o te preocupa que se avergüence de
ti?

— Ella no tiene nada que ver con esto.

142
— No estoy seguro. — Él también se levantó, apoyando las manos sobre el
escritorio. — ¿Matthias sabía que tenía una hija?

Él estaba un poco fuera de base con su conclusión, pero los detalles no


importaban. Nadie amenazaba a Tamara. Durante un largo y tenso momento, lo miró
a los ojos. — No me amenace ni a mí o a cualquiera bajo mi protección. No estoy sin
recursos.

— No es una amenaza. Algunas veces mis clientes me ofrecen sus secretos,


otras los encuentro por mi cuenta. Supuse que sería menos comunicativa que la
mayoría. Tamara solo será amenazada si yo lo soy. ¿Nos entendemos?

— ¿Dónde está Matt Sterling? — Soltó la pregunta con los dientes apretados,
incapaz de ocultar su furia.

— Le sugiero que haga una peregrinación al salvaje Templo Tuttle. Tal parece
que podría salir de vacaciones.

143
Capítulo Ocho

Serena se arrodilló en el claro cubierto de hierba en la base de los Acantilados


de Enarre. Matt en frente de ella, con los ojos cerrados y los rasgos relajados. Tres
cascadas caían a una turbia piscina. El estruendo era rítmico y relajante.

Estudió los hilos de su alma con una sensible determinación. Se habían pasado
los últimos tres días complaciendo su sexualidad. Cada vez que la tocaba, sentía su
don desplegarse un poco más. Ella había podido convocar los hilos de almas durante
su ascensión, pero nunca antes había podido manipularlas.

Manipular no era la palabra exacta para lo que ella intentaba hacer. Nadie
podía forzar a nadie a cambiar, pero su don le daba la percepción y la sensibilidad para
guiar a los demás a través de su evolución espiritual.

Cerrando sus dedos alrededor de uno de los nudos, intensificó la restricción. —


¿Puedes sentir eso?

— Sí. — Su tono era forzado y tenso.

— Voy a apretar aún más fuerte. Quiero que comprendas la diferencia entre este
nudo y el libre flujo de energía.

— Está bien.

Ella usó ambas manos y se encogió cuando Matt se estremeció y gimió.

— Esto es arrepentimiento. No puedes cambiar el pasado. Nadie puede. Sólo


puedes controlar tu influencia en los acontecimientos de tu futuro.

— He intentado olvidar pero no puedo.

144
Liberando el agarre en sus hilos, le tocó el hombro y esperó hasta que abriera
los ojos.

— No dije nada sobre olvidar. La única manera de dejar atrás un recuerdo es


aceptar que es parte de ti y determinar que no te herirá más. Cuanto más trates de
olvidar algo o a alguien, más energías desperdiciaras en ello.

— ¿No crees en el remordimiento?

— No dije eso. Arrepentimiento, remordimiento, pena, como sea que lo llames,


nos permite examinar nuestros errores y aprender de ellos. Si gastamos todo nuestro
tiempo y energía reviviendo los eventos pasados, nada cambiara. — Se acercó más, sus
rodillas presionando las suyas. — El primer paso en la recuperación es el perdón, y
algunas veces nos debemos perdonar a nosotros mismos. Cierra los ojos. Intentémoslo
de nuevo.

Le tomó un momento a Matt abrir su mente. Sus hilos parpadearon y pulsaron,


su ritmo era difícil e inconsistente. Ella bajó sus manos sobre la corriente. Su energía
fluía a través de ella, revelando su determinación y la fortaleza de la persona entre los
nudos.

— No hables. Escucha mi voz y deja que tu mente responda. — Sus dedos


cosquillearon y los colores danzaron frente a sus ojos. — Escoge un recuerdo, un
incidente en tu pasado que te haga feliz. — Sus hilos brillaron y aparecieron. Usando
las áreas sanas como guía, desenredó el nudo más grande, sosteniéndolas firmemente
mientras su interior registraba el cambio. — ¿Puedes sentir eso?

— Sí, es maravilloso.

— Memoriza la sensación. Absórbela en tu interior. — Sus hombros se


relajaron y su respiración se hizo más uniforme. — Bien. Si sientes el pasado
volviendo, date cuenta de este momento, esta memoria. Recuerda lo que se siente
recordar algo tranquilizante y calmante.

145
Sus ojos se abrieron y los hilos se atenuaron. — ¿Por qué no sólo rememoro el
feliz recuerdo?

— Porque tu pensamiento es más complejo que eso. Debes establecer nuevos


caminos hacia tus recuerdos. Es importante para ti aceptar lo malo con lo bueno
mientras que aprendes cada cosa. — Esperó hasta que sus ojos se cerraron de nuevo
antes de añadir. — En lugar de tratar de controlar tus recuerdos, vamos a enseñarte
una manera diferente de recordar.

— No estoy seguro de entenderte, pero intentémoslo.

Sus hilos se intensificaron con cada respiración profunda. Serena hizo un ajuste
final y luego movió su mano. — Voy a dejarlo ir gradualmente. Concéntrate en el
nuevo ritmo. Trata de mantener la sensación. — Ella relajó su agarré en la zona
dañada, disminuyendo el agarre hasta que las hebras flotaron libremente alrededor de
sus dedos.

Matt suspiró. — No puedo creer la diferencia.

Serena sonrió, complacida por el progreso. — Hacemos ajustes al primer signo


de constricción. Déjame saber de inmediato si sientes la presión de vuelta. — Matt
asintió y una soñadora sonrisa apareció en sus labios. Tuvo que contenerse para no
inclinarse y besarlo. Una vez que hubo estabilizado esa sección, trabajaron en los
otros nudos, pero este era un maravilloso comienzo.

— ¿Estás segura de que no has hecho esto antes? — Abrió los ojos y movió los
hombros. — Eso fue bastante asombroso.

— Esto es sólo el comienzo. Si bajas la guardia, volverás a estar dentro del viejo
patrón. Piensa en ello como un ejercicio emocional. No vendrá naturalmente al
principio.

— Entiendo.

146
— Bien. Volvamos a la villa. Necesito reportarme con Hyalee.

Matt la ayudó a pararse y cerró sus dedos alrededor de los de ella. — ¿Necesitas
una referencia? Estaría feliz de verificar tu habilidad.

Cruzaron el claro mano a mano y fueron por el estrecho camino. —


Desafortunadamente, no puede tomar tu palabra. Debo demostrar mis habilidades a
toda la Orden.

— ¿Cómo es eso posible si nadie puede ver los hilos del alma?

Los pasados tres días habían sido asombrosos. Había aprendido más del mundo
exterior desde que conociera a Matt que en todas las temporadas anteriores. Miranda
era renuente a compartir detalles de su vida en Halley Prime. No quería ser
responsable por el descontento de sus hermanas. La temporada de Lutton fuera había
enriquecido sus vidas, sin embargo su actitud permanecía sospechosa. La mayoría de
los Perrlain sentían que era mejor si nunca interactuaban con los extranjeros y Serena
siempre había estado de acuerdo. Ahora no estaba tan segura.

Nunca había encontrado a nadie tan fascinante como Matt. Él contestaba


pacientemente sus interminables preguntas, hablando libremente de su mundo. Su
curiosidad pronto se apartó de su ambiente y se asentó en el hombre en sí mismo.
Quería saber quién era y que lo hacía feliz, no sólo lo que lo complacía.

— Hyalee puede proyectar su ser dentro de otros por un breve periodo de


tiempo. — Centró sus caprichosos pensamientos en el tema que los ocupaba. — Ella
podrá ver lo que veo y saber lo que sé.

— Eso debe ser interesante. — Matt sostuvo en alto una rama y le permitió
pasar por el camino.

— Es extremadamente peligroso. Si se queda demasiado tiempo fuera de su


cuerpo, no podrá regresar.

147
— ¿Cómo sabe cuándo se le acaba el tiempo?

— Usualmente siente la conexión desvaneciéndose, pero habrán momentos


cuando no sienta nada hasta que trate de regresar. También la deja vulnerable ante
otros peligros.

— Entiendo que no te refieres al tipo físico.

— No, espíritus posesivos e influencias oscuras tienen una puerta abierta cada
vez que se proyecta.

Matt la miró de soslayo lleno de confusión y preocupación. — ¿Entonces por


qué lo hace?

— Es su responsabilidad como suma sacerdotisa. Para eso es que la Deidad le


dio el don.

— ¿Cada suma sacerdotisa puede proyectar su consciencia dentro de otros?

— Es un prerrequisito.

— No parece importar lo mucho que este expuesto a tus habilidades, aún es


difícil creer que estás cosas de verdad sucedan.

Serena sonrió. — Estoy segura que sentiría lo mismo, si fuera a visitar Halley
Prime. — Matt se detuvo y la encaró. La noche se acercaba rápidamente. No era
prudente quedarse en la selva.

— ¿Te gustaría visitar Halley Prime?

— No lo sé. Nunca antes fue una posibilidad.

Él pasó su mano por la curva de su codo y comenzó a caminar de nuevo.

148
— Si me quedara hasta después de la luna llena, ¿se te permitiría acompañarme
fuera del planeta?

Su corazón latió ante el pensamiento de viajar con él. Matt podría mostrarle
cosas que difícilmente se imaginaria y… — ¿Podríamos visitar a Miranda?

— Por supuesto. Sé que ella estaría emocionada de verte.

Tan rápido como aumentó su emoción, está se desplomó. Era una vidente de
almas. Su obligación era con la Orden, su lealtad debía ser para su gente.

— Es una maravillosa fantasía, pero tengo responsabilidades.

— ¿Tu gente no puede prescindir de ti por unas pocas semanas?

Sospechaba que su atracción por el mundo exterior la mantendría alejada por


muchas más que eso. Matt era sin duda una tentación y las historias de Miranda
siempre le había hecho querer… algo más.

— Concentrémonos en tu recuperación y culminación de mi ascensión.


Ninguno de nosotros puede distraerse ahora.

Llegaron a las afueras de la villa. Matt envolvió su brazo alrededor de su cintura


y la sacó del camino. Inclinándola sobre el tronco de un árbol, se presionó contra ella.

— Te veo como más que una distracción. Pensé que esta atracción iba a
disminuir una vez…

— ¿Una vez qué? — Acarició su pecho, disfrutando de la textura del áspero


vello en su piel. — ¿Una vez el desafío se fuera?

— Me gustaría creer que no soy tan superficial, pero ya ha sucedido antes.

149
— Y una vez que yo pudiera expresar mi sexualidad, no debería encontrarte
más uso. — Serena se estiró y lo beso. — Ninguno de los dos respondió de la manera
en que Hyalee y Lutton pretendían.

— Lo que me lleva a la pregunta inicial. — Sus manos se metieron debajo de la


bata y acunaron su trasero desnudo. — ¿Tendrás permiso para acompañarme?

— Siempre podrías quedarte aquí conmigo.

No respondió de inmediato con una excusa. La miró a los ojos y movió una
mano a su cabello. — No es la manera como imaginé el resto de mi vida, pero estoy
dispuesto a considerarlo.

Tal vez nunca había sonado así de dulce.

*****

— ¿Cómo puede vivir la gente así? Petra le dio un manotazo a un gran insecto
volador y se acercó más Ebon. Las naves espaciales no tenían permitido aterrizar sobre
la reserva salvaje, por lo que se habían visto obligados a caminar a través de opresiva
selva. No tenía ni idea en que se estaba metiendo cuando Cephus le sugirió ir de
peregrinación.

— No creo que esto esté en la descripción de mi trabajo, — gruñó Ebon,


haciendo girar una gran machete con una atemorizante precisión. — Es difícil asegurar
la seguridad del Palacio del Placer cuando estoy en un planeta diferente.

— Tu principal responsabilidad es mi seguridad. Ni siquiera lo olvides.

— Incluso si encontramos esta solitaria tribu, ¿qué te hace pensar que Matt aún
estará ahí?

150
— Mi fuente lo rastreó hasta aquí y no hay indicación de que se haya ido.

Ebon le lanzó una mirada impaciente. — ¿Y Cephus podría no estar


equivocado?

— Su información ha sido impecablemente precisa. No tengo razón para dudar


de él.

— Tienes miedo de él.

— También lo tendrías si supieras la mitad de lo que sé sobre ese hombre.

— Bien, así que Cephus es una dechado de maldad. ¿Qué demonios hacemos
aquí?

— No seas tonto, — ella espetó. — Sabes muy bien porque estamos aquí.

— Sé que estamos buscando a una persona llamada Matt Sterling. En realidad


eso no responde el porqué.

— Sólo haz lo que se te dice y mantendrás tu trabajo.

— Si salimos vivos de esto, voy a esperar una buena bonificación.

— Bien.

— Y una mamada.

— Cualquiera de las Amantes te chupara hasta dejarte seco cada vez que
quieras.

— Soy muy consciente de ello, cariño. Te quiero a ti de rodillas.

Ella no discutió ni cedió. No había manera que pudiera hacer este viaje sola,
pero aún necesitaba encontrar a Matt.

151
Una lanza voló frente al rostro de Ebon y se clavó en una árbol cercano con un
golpe en seco amenazante. Petra observó la lanza bambolearse mientras Ebon saltaba
en movimiento. La empujó al suelo, se inclinó sobre ella, con la pistola de pulso lista
para destruir a su atacante invisible.

— ¡Drintal pev arnstin caribom talli mon!

Petra no tenía idea de lo que significaban las palabras, pero la profunda voz
sonaba como un látigo. — Somos peregrinos, venimos a ofrecer alabanza. — Había
dicho las palabras con calma a pesar de la agresividad del nativo.

— No parecen peregrinos. — El mismo hombre respondió con un fuerte acento


de Shardrake. Su forma aún permanecía en sombras.

— Venimos a hacer un trueque. — Ebon apuntó hacia la nave. — ¿Quieres ver


lo que ofrecemos?

Cuatro indígenas se acercaron, blandiendo tres lanzas. El portavoz se mantuvo


ligeramente apartado de los demás, su oscura mirada evaluándolo abiertamente. Ebon
fue a la parte de atrás de la nave y les permitió a los hombres inspeccionar la variedad
de mercancía que tenían, tela, cuerda, utensilios de cocina y especias.

— ¿Son ustedes Wikoli o Perrlain? — Preguntó Petra, con la atención fija en el


portavoz.

— Si fuéramos Perrlain, estarían muertos. Se han vuelto extremadamente


intolerables con los peregrinos últimamente.

— ¿Actualmente tienen algún otro visitante? — preguntó. Cephus no había


sabido el destino de Matt, solo que estaba en la salvaje reserva de Templo Tuttle.

— Estábamos de regreso de cacería. Los llevaré con Drey Fon. Él sabe todo lo
que sucede en el valle.

152
— ¿Es su líder?

— A él le gusta pensar que lo es.

Fueron un paso atrás de los cazadores Wikoli. Un río lo guío hasta la villa y
Petra miró alrededor con horror. Las cabañas estaban separadas por caminos de tierra
y fogatas. No había nada que mostrara el menor indicio de civilización. Uno de los
cazadores le habló al líder y los cuatro rieron.

— ¿Qué dijo? — Petra tenía la clara impresión de que había sido objeto de una
broma.

— Estaba curioso por saber si todo tu cabello es azul.

Estaba demasiado enojada para contestar, pero Ebon le colocó una mano en el
hombro.

— No sabes lo que ellos percibirían como una invitación, — le advirtió.

Llegaron a una cabaña un poco más grande que las otras. El portavoz llamó en
su lengua nativa y un hombre de cabello oscuro y la piel de un tono cobre salió desde
el interior. Como los cazadores, él usaba tan solo una pieza brillantemente colorida
envuelta alrededor de las caderas. Y a diferencia de los cazadores, unas elaboradas
decoraciones doradas en sus antebrazos y garganta.

— Tenemos visitantes, — le dijo el cazador en Shardrake.

— Eso veo, — contestó en el mismo idioma.

Después de inclinarse un poco, el cazador volvió por donde había venido.

— ¿Qué los trae a nuestra villa? — La voz del otro hombre era bien modulada y
casi libre del gutural acento del cazador. Miró hacia ella, con sus oscuros ojos fijos en
su rostro.

153
— Las historias sobre su cultura han estado zumbando en Halley Prime desde
que mi sobrino Ashton VinDerley se encontró con algunos de los Perrlain.

— No somos Perrlain.

La hostilidad en su tono la sorprendió. ¿Las dos tribus estaban en guerra? — Su


amigo me dijo que probablemente estaría muerta si lo fueran.

— Él exagera. Los Perrlain son cobardes, felices de pretender que el resto del
universo no existe.

Estos salvajes tenían una o dos cosas que aprender sobre la hospitalidad. Estaba
cansada, sudando y muerta de sed. — Trajimos cosas para intercambiar, pero en serio
me gustaría refrescarme antes de negociar. — Con ayuda, esto sería lo suficientemente
claro para este imbécil.

— Tenemos una cabaña para visitantes. Los llevaré allí. — Le indicó a Ebon la
dirección que el cazador había tomado - Tu deberías dormir con los hombres.

— Voy donde ella vaya. Sin excepción alguna. — Su mano cubrió su pistola de
pulsos, pensando que no le molestaría usarla.

— Como desee.

Los llevó por otro camino, este aún menos tolerable que los otros. Los
pequeños rayos de luna que antes había disfrutado ahora eran cubiertos por los densos
árboles y las retorcidas enredaderas. Ebon encendió una linterna y su anfitrión, ella no
podía recordar como el cazador le había llamado, se la arrebató de la mano.

— Es mejor dejar dormidas a las criaturas de la noche. Caminen rápido y en


silencio.

— Tal vez sería mejor si nos quedáramos en la villa. — Petra había tenido
suficiente de su rudeza.

154
— Casi llegamos.

— ¿Cuál es tu nombre y tu papel en esta villa?

— Puedes llamarme Drey Fon.

— Soy Petra. Él es Ebon.

Drey Fon aceptó la presentación con un tenso asentimiento, todavía negándose


a revelar su papel.

— ¿Cerraste la nave espacial? — le preguntó a Ebon. Sería difícil negociar si


llegaban a la villa y encontraban todos sus bienes perdidos.

— Los Wikoli no somos ladrones. — Drey Fon sonó verdaderamente ofendido.

Un débil resplandor separaba la vivienda de la oscuridad circundante. ¿Alguien


había encendido la fogata con este calor? Sería el colmo de su suerte quedar atrapada
en una cabaña sudorosa con este desagradable…

La puerta se abrió y la luz del fuego se derramó en la noche, perfilando una


mujer de pie en el umbral. No había duda de que era una mujer. A pesar de su largo
cabello negro, la curvilínea figura era revelada en glorioso detalle.

— ¿Esta desnuda? — susurró Ebon.

— No encontramos vergüenza en nuestra desnudez. Los hallamos a ustedes


extremadamente vestidos para nuestro clima.

La mujer se apartó de la puerta, lo que les permitió entrar a la cabaña. A pesar


del fuego que ardía en el pequeño hoyo, el interior de la cabaña estaba
sorprendentemente confortable. Una simple mesa y un banco a juego eran el único
mobiliario. Al otro lado de la hoguera había un montón de ropa de cama. Mantas
tejidas a mano y colchas bordadas así como pieles de animales eran probablemente el
resultado de los trueques.

155
El inventario sólo le tomó un momento a Petra, dejando sólo a la extraña mujer
y al hosco hombre. Obvió a Drey Fon sin darle importancia, por lo que su mirada se
centró en la mujer.

— ¿Tienes un nombre?

— Ella no habla su idioma, — dijo Drey Fon.

— Puedes llamarme Ratauni, aunque ese no es mi nombre.

Petra le lanzó una desafiante mirada a Drey Fon a medida que la mujer se
acercaba. El grueso cabello negro azulado caía en una sedosa película hasta sus
caderas. Ella podría hacer una fortuna como Amante del Placer con esa voz
demandante y esos firmes, y altos pechos. Ratauni le tomó la mano a Petra y la guío a
su pecho. Apartando su mano, Petra soltó una nerviosa sonrisa.

— Tienes un hermoso cuerpo. Tal vez disfrute viéndote, pero no quiero tocarte.

— Mientes. — Un fuego azul brilló por un instante en las profundidades de sus


oscuros ojos.

— Ratauni, déjala. Mira si su amigo está interesado.

Los ojos de Ebon se abrieron cuando Ratauni se acercó a él.

— He visto el rostro de Petra antes, pero eres desconocido para mí.

¿Qué demonios quería decir eso? Petra comenzó a protestar, pero luego se calló.
Algo más que la sensibilidad sexual crepitaba en este cuarto. Ella sentía… maldad.
Mirando alrededor con un renovado interés, tomó nota del contenido de las sencillas
estanterías y burdos instrumentos dispuestos sobre la mesa de trabajo. ¡Drey Fon era
un brujo!

— Gracias por tu hospitalidad. Nos vamos a quedar en la villa. — Petra dio un


paso hacia la puerta y Drey Fon la cerró con un movimiento de su mano.

156
Ebon se abalanzó hacia él y Drey Fon lo estampó contra la pared opuesta antes
de que el guardia pudiera sacar su arma. Un gruñido bajo escapó de Ebon mientras
caía al sucio suelo.

— Ratauni, ¿qué sabes de esta mujer? — preguntó Drey Fon.

— Mientras el hombre dorado lamía a Serena, la vio en su cabeza. — Su


sonrisa se volvió cruel cuando volvió a mirada Petra. — Sólo sintió furia y odio, hasta
que la desterró de su mente.

Drey Fon se acercó tan rápido a Petra que ni siquiera lo vio moverse. Su mano
agarró la parte posterior de su cabello y ella gritó.

— No te he herido… aún. ¿Estás buscando a alguien?

Sí. Un hombre de piel bronceada y cabello castaño. Algunos podrían llamarlo


dorado. — Su agarre era firme. Sólo lastimaría si tiraba contra él.

— ¿Por qué buscas este hombre?

— Tomó algo que me pertenece.

— Miente, — se burló Ratauni. — Ella quiere follarlo tanto que tiembla de sólo
pensarlo. Esta es lujuriosa. Me gusta.

— Muéstrale el hombre dorado. Mira si es el hombre que busca.

Ratauni alargó la mano y Petra se retorció, tratando evitar el contacto


inminente.

— ¿Qué quieres hacer? ¿Qué es ella?

— ¿No eres curiosa? Hiciste todo este camino.

157
La sostuvo firmemente mientras Ratauni entraba a su mente. Petra gritó,
batallando contra la invasión con todo lo que tenía. Sintió el poder de Ratauni y su
naturaleza demoniaca y era rechazada por su maldad.

— Deja de pelear, — insistió Drey Fon. — No te lastimara si la dejas.

Asqueada tanto por su impotencia como por la mancha del demonio, Petra
sintió la bilis en la parte posterior de la garganta.

— Mira, — susurró Ratauni. — Este es el hombre dorado.

Todo lo que vio al principio fue el delgado cuerpo de la mujer arqueándose y


revolviéndose mientras el hombre se daba un festín entre sus muslos. Una de sus
piernas le pasaba por el hombro y el cabello negro se desplegaba a su alrededor como
tinta derramada. Lucía como Ratauni, sin embargo no del todo. Ella…

— El hombre, — le recordó Ratauni, — mira al hombre.

La mujer gritó, su cuerpo se sacudía con un poderoso orgasmo. Él dejó que su


pierna se deslizara de su brazo, pero continuó lamiendo su vagina. Sus labios brillaban
con su esencia y la pasión ardía en sus oscuros ojos. ¡Justo como había pensado! Era
Iram. O al menos era lo que él se había llamado cuando entró al laboratorio de
Matthias.

— Sí, ese es el hombre que estoy buscando. — Petra empujó al demonio y se


volvió a Drey Fon. — ¡Por qué no me dice porque su mascota se parece a esa mujer!
¿Puede ser que queramos la misma cosa?

— Ratauni, despierta a Ebon y haz que te alimente. Petra y yo necesitamos


hablar.

La diablesa desfiló a través de la cabaña y se arrodilló junto a Ebon.

— ¿Lo lastimara si la folla? Me imagino que así es como se alimenta.

158
— ¿Por qué sería esa tu primera impresión? — La miró fijamente. — Vi el
reconocimiento en sus ojo. ¿Tal vez es que has incursionado en las artes oscuras por ti
misma?

— He incursionado en muchas cosas. Ahora cuéntame de la mujer.

Ratauni desabotonó los pantalones de Ebon y lo despertó con la boca. Después


de un sorprendido jadeo, él cerró sus ojos y aceptó su ansiosa atención.

— Tengo una mejor idea. — Drey Fon deslizó su brazo alrededor del hombro
de Petra, negándose a soltarla mientras ella se retorcía y se arqueaba. — Dime todo lo
que sabes del hombre dorado de Ratauni y puede que le pida que se detenga antes de
que ella literalmente succione la vida de tu compañero.

159
Capítulo Nueve

Matthias se detuvo paralizado en la puerta, maldiciéndose a sí mismo por ser tan tonto
mientras su corazón se rompía por segunda vez. Petra agarró la cadera de uno de sus amantes,
tomándolo más profundamente dentro de su boca mientras el otro la tomaba fuertemente desde
atrás. Matthias había sentido su incertidumbre crecer, había sentido la reserva en sus emociones.
¿Por qué se había imaginado que podía satisfacerla cuando tantos antes lo habían intentado y
fallado?

— ¡Mierda! — El hombre que disfrutaba de su boca corcoveó hacia atrás y alcanzó sus
pantalones. El que follaba su vagina no paró. Sus giros contundentes empujaban sus pechos y
llenaban el cuarto con el inconfundible sonido del golpe de carne húmeda contra carne húmeda.

¿Conocía a estos hombres, o los había elegido del cuarto de entrenamiento del Palacio del
Placer? Ella miró a un lado y lo vio de pie en la puerta. Su ceño se elevó y la culpa nubló su
mirada.

— Lo siento, — ella murmuró un instante antes de que Matthias azotara la puerta.

Corrió, huyendo de la ira, tratando de distanciarse de su propia estupidez. Un frustrado


grito salió de su garganta mientras las manos le temblaban. Una voz distante lo llamaba por su
nombre. Pero no era su nombre, no realmente…

— Matt, despierta, — le instó Serena. — Estas soñando de nuevo.

Haciendo a un lado el pasado, se sentó en la cama. El sudor se deslizaba por su


espalda mientras el latido de su corazón hacía eco en sus oídos.

— ¿Estás bien?

— ¿Un sueño? Era sólo un sueño. — Él jadeó. — ¿Qué me sucede?

160
— No es para nada inesperado. — Serena acarició su cabello alejándolo del
rostro y llevó su mirada a la suya. — Mientras rompemos tus defensas, las emociones
más fuertes aparecerán.

La luz de la luna entraba por la ventana, brillando en su cabello y en sus ojos.


Su corazón saltó dentro de su pecho mientras su belleza lo acariciaba. ¿Cómo era que
había llegado a significar tanto para él en tan poco tiempo?

Matt la estrechó entre sus brazos, acomodándola a horcajadas sobre su regazo.


Su aroma lo tranquilizó y su calor lo sedujo. Quería saborearla en su boca y que su
figura se imprimiera en su cuerpo. Presionándola contra su pecho, envolvió sus brazos
alrededor de ella y esperó para que la urgencia pasara. Era adrenalina, un efecto
secundario de la pesadilla.

Entonces por qué se sentía tan perfecta en sus brazos?

— ¿Mejor? — ella susurró.

— Me tomara toda una vida acumular estos… demonios. Supongo que no


puedo esperar que desaparezcan en una noche.

Serena se inclinó hacia atrás, mirándolo a los ojos. La ternura que vio allí era
humillante. Él no había hecho nada para merecerla.

— Lo estás haciendo muy bien. Cada vez que llamó los hilos de tu alma estas
son brillantes y fluyen más suavemente.

Matt pasó su dedo índice desde su cien hasta su barbilla.

— Y tu expresas libremente tu sexualidad cada vez que te toco. Supongo que


Miranda sabía lo que hacía.

— ¿Puedo hacerte una pregunta?

161
La duda en su tono hizo que el temor ondulara a través de él. — Siempre
puedes preguntar.

Serena sonrió. — ¿Pero tú no estás obligado a contestar?

— ¿Qué quieres saber?

— Cuando estudio los hilos de almas, puedo absorber lo que la persona está
sintiendo y ver imágenes si estás son específicamente fuertes.

— ¿También lees mentes así como auras? — bromeó, esperando distender la


conversación.

— Supongo que esa descripción se ajusta tan bien como cualquier otra. — Se
revolvió inquieta, su expresión repentinamente cuidadosa.

— ¿Viste mi sueño? — No le era muy difícil imaginar porque estaba inquieta.

— Sí, pero no entendí lo que vi.

— Encontré a mi antigua amante con otros dos hombres. ¿Qué hay de confuso
en ello?

— Podía ver a la mujer. — Ella acunó los lados de su rostro mientras su mirada
analizaba sus rasgos. — También te podía ver a ti. Esta no es tu apariencia natural,
¿verdad?

Matt sabía que este momento llegaría. Había hecho todo lo que podía para
prepararla para la revelación final. Si ella pensaba en él como una tarea, lo que estaba
por contar no importaría. Pero si sus sentimiento se habían profundizados, ella tenía
derecho a saber la verdad, toda la verdad.

Sus sentimientos habían trascendido el deseo mutuo la primera vez que la sintió
moviéndose a través de su mente. Serena era vibrante e inteligente, cuidadosa y aun así

162
poderosa. Enamorarse de ella había sido la cosa más natural del mundo, construir un
futuro juntos tal vez sería más difícil.

— ¿Cómo te explico esto? — La necesidad fortalecía su resolución. Tenía que


hacerla entender.

— He visto otras imágenes. Tal vez esté más cerca a entender de lo que crees.

— ¿Otras pesadillas? — Serena asintió. — ¿Qué viste?

— Una escena ha ocurrido varias veces. El hombre que está ante mí ahora,
lucha con el hombre que vi observando a su infiel amante. Estrangulas al otro hombre
y le dices que no puedes vivir hasta que él muera. — Lamió sus labios y miró a otro
lado antes de preguntar, — ¿Tú… tomaste el cuerpo de otro hombre?

— En cierto modo. Estaba trabajando en mi androide más sofisticado cuando


me entere que estaba muriendo. Sé que mi epifanía no era única. Muchas de las
personas que enfrentan la muerte reevalúan su vida. La diferencia está en que yo tenía
la habilidad de darme una segunda oportunidad. Cuando mi cuerpo murió, transferí
mi memoria, mi personalidad y… mi alma a mi última invención.

Siguiendo el contorno de su rostro con sus dedos, Serena descendió a lo largo


de su cuello, luego por sus brazos. Matt retuvo el aire, esperando por su reacción.

— ¿No eres… real? — susurró.

Él soltó un tembloroso suspiro.

— Puedes verme, tocarme, olerme. Claro que soy real.

— ¿Pero no eres humano?

— ¿Esto hubiera sido menos molesto si me hubiera transferido dentro del


cuerpo de alguien más?

163
Serena se bajó de su regazo, moviéndose a los pies de la cama. Había esperado
el rechazo, sin embargo, su corazón dolía… Él no tenía corazón. Tenía una bomba
pulmonar un latido simulado. Sacudió lejos su tristeza momentánea, dándose una
sacudida mental. ¿Cómo iba hacer que se fijara más allá de su cubierta biométrica si él
mismo se fijaba en ella?

— Nada ha cambiado, Serena. Soy la misma persona que era.

— ¿Eres una persona o una maquina?

— Pienso, experimento emociones. Por el amor de Dios, tengo pesadillas. Todo


lo que me hacia Matthias aún está presente en Matt.

Después de cubrirse los pechos con su cabello, subió la manta por su regazo.

— Es por eso que los hilos de tu alma son tan débiles.

Su comentario había sido quedo y pensativo, pero su mente se enganchó en el


pensamiento.

— Pero tengo hilos de alma. ¿Las maquinas tienen alma?

— No lo sé, — ella susurró.

— Sí lo sabes. Has tocado mi mente, fundido con mi espíritu. ¿Soy tan sólo una
maquina?

— ¡No lo sé! — Moviendo sus pies al suelo, se apresuró a cruzar la habitación y


tomó su bata. — Toda mi vida me han enseñado que la tecnología es un signo externo
de la ambición del hombre y de sus retorcidas prioridades.

— ¿Crees eso?

— No realmente. La tecnología no hace mala a la gente, y aquellos que no la


tienen puedes ser incluso más malvado que… — Sus labios temblaron y las lágrimas

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brotaron de sus ojos. — No sé cómo se supone que me sienta. Fuimos reunidos por
una razón. No tengo duda de ello. Pero…

— Nada ha cambiado. — Se deslizó hasta el borde de la cama, ansiando


abrazarla, pero sin saber si estaba lista para que la tocara.

— Necesito pensar.

— Necesitas sentir. Todas las respuestas están en tu corazón. — No había nada


más que decir hasta que ella tuviera tiempo para analizar sus emociones. Tomó su
soratti y salió de la cabaña, montando guardia fuera de su puerta.

*****

Petra envolvió sus brazos alrededor de su torso y se meció de atrás a adelante,


perdida en el frenesí sexual. Después de decirle una versión fragmentada de la verdad a
Drey Fon, este se había unido a los otros dos en la improvisada cama. Ebon yacía de
espaldas, con los brazos levantados por encima de la cabeza mientras que el demonio
lo montaba con fuerza.

Con seguridad el Palacio del Placer continuamente inundaba a Petra con actos
sexuales y rara vez sentía algo más que un fugaz cosquilleo. El hambre pulsaba
alrededor de ella hora, salvaje y cruda. Indefensa contra la compulsión, se desabrochó
la parte delantera de los pantalones y se metió la mano en el interior, apoyándose en la
rustica mesa.

— Quítatelos, — le ordenó Drey Fon. — No te obligaré a participar, pero


quiero ver lo que estás haciendo. — Se sentó a horcajadas sobre el pecho de Ebon y
empujó su polla dentro de la boca de Ratauni mientras esperaba que Petra obedeciera.

165
El demonio agarró las caderas de Drey Fon, controlando sin esfuerzo a los dos
hombres con su delgado cuerpo. Se empalaba a sí misma en Ebon y succionaba a Drey
Fon alternando los turnos. Sacudida por su violento balanceo, su cabello se azotaba y
arremolinaba alrededor de su torso desnudo.

Petra empujó sus pantalones más allá de sus caderas y los sacó. Drey Fon la
miró fijamente. Ella desbrochó los dos primeros botones de su blusa y luego la sacó
por encima de su cabeza.

Debajo de su ropa de senderismos, llevaba un sostén sin copa y una tanga de


seda. Al ver la provocativa ropa interior de Petra, Drey Fon salió de la boca de
Ratauni y regresó al lado de Petra.

— ¿Qué clase ropas son esas? — Su erección se balanceaba, aún húmeda de la


boca del demonio.

Atrapó uno de sus pezones y lo presionó hasta que ella jadeó.

— Una mujer sólo usaría estas ropas si espera que su amante las vea. Dijiste
que Matt no era tu amante.

— No lo es. Le robó dinero a mi socio. Te lo expliqué.

— ¿Entonces a quien pretendes provocar con estas prendas? — Agarrando su


otro pezón, presionó ambos, la sensación yendo del placer al dolor y de vuelta.

— ¿No adivinas? — Hizo un gesto hacia Ebon. — Él asegura mi satisfacción así


como mi bienestar.

— ¿Lo haces? — Él le dio la vuelta y la inclinó sobre la mesa. Esperaba que


abriera sus muslos y se empujara dentro de su vagina. Dios sabia, que estaba lo
suficiente mojada para tomarlo. En cambio, él examinó su tanga. Trazó cada lado y
luego metió los dedos por debajo de la banda media y siguió por entre las mejillas de
su trasero.

166
— Estás muy mojada. — Su aliento le agitó el cabello mientras le susurraba las
palabras al oído. Se movió de un lado a otro, arrastrando el trozo de material a través
de sus pliegues para descartarla luego destruida. — Separa las piernas.

¿Qué haría él si se negaba? Había dicho que no la forzaría, siempre y cuando la


viera tocarse sin ropa. Petra estaba adolorida, necesitaba sus dedos, o mejor aún, su
polla moviéndose fuerte y rápido dentro de ella. Con un gemido de derrota, le hizo
espacio entre sus muslos.

Él trazó su pliegue y jugueteó con su ano, aumentando su excitación sin


empujarse en su interior. Ella sacudió sus caderas y se acomodó en una silenciosa
invitación. La mano que tenía libre la agarró por la nuca, manteniéndola quieta,
mientras sus dedos separaban sus pliegues.

— ¿Quieres mis dedos o mi polla?

— ¿Quién dice que quiero algo? — Se sintió obligada a mostrar cierta objeción.

En un instante, su mano la liberó y le dio una fuerte palmada a su nalga. Ella


gritó y luego gimió. El calor la inundó como si fuera un aguijón, volviendo la
sensación más profunda. Tembló y su centro ondeó. ¡Dios, se sentía tan bien!

— La mentira es castigada. Tu esencia se derrama por tus muslos. Me quieres


dentro de ti. No puedes negarlo.

Drey Fon abofeteó su otra nalga, deteniéndose mientras su cuerpo registraba


todo el alcance de placer y dolor. Sus dedos se curvaron en el extremo de la mesa y
separó sus piernas.

— ¿Tu cuerpo responde al placer así como al dolor?

La segunda bofetada casi la había hecho correrse. La negación era bastante


inútil.

167
— Sí.

— Oh bien. Ratauni no me permite lastimarla. — Se detuvo por un momento,


luego regresó una delgada lamina flexible.

Petra tembló, la anticipación era casi insoportable. ¿Él sabía lo que hacía?
¿Podía controlarse bien a sí mismo para evitar cualquier daño real? El miedo giró
dentro de ella, era casi tan estimulante como la lujuria.

La lámina silbó cuando la bajó contra su trasero. Ella gritó, el dolor era mucho
más intenso de lo que había esperado. Él se detuvo.

— ¿Muy fuerte?

Su clítoris palpitaba y la mesa raspaba sus pezones.

— Casi. — Estaba sorprendida de que él se preocupara en preguntar.


Expertamente dejó caer el segundo golpe en el delicado pliegue donde su trasero se
encontraba con sus muslos. — ¡Sí, oh Dios, sí!

Ebon gimió afiladamente, el sonido de su clímax era inconfundible.

El núcleo de Petra se apretó, necesitado y vacío. Drey Fon encontró su clítoris y


tiró del nudo, acentuando el palpitar en su interior.

— Ratauni, no lo dejes descansar. Usa tu boca para ponerlo duro de nuevo.


Quiero ver a Petra tomarlo. — Acentuó el comentario con la lámina.

La lujuria giraba en espiral a través de Petra. Su necesidad era tan demandante,


no le importaba quien la llenara siempre y cuando estuviera llena. Incluso el dolor
había sido una broma. Drey Fon rodeó su abertura vaginal abriéndola con los dedos,
esparciendo la esencia para lubricar su trasero. Ella tembló cuando tocó su esfínter.
Sólo un par de toques en su clítoris y ardería en llamas.

— Por favor, — ella gimoteó.

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Sus dedos se deslizaron dentro y fuera, dentro y fuera, jugueteando con ella con
su velocidad pausada.

— ¿No se siente bien? Estás apretada, pero no tanto. Obviamente has hecho
esto antes.

— Necesito correrme.

— Sé que sí. — Sacó sus dedos y la apartó lejos de la mesa. — Eso está bien,
Ratauni. Ahora quítate. Petra necesita esa polla.

El demonio soltó a Ebon con un gruñido, obviamente disgustada con la orden.

— Ponte a trabajar antes de que se duerma. — Le dio un pequeño empujón. —


Ratauni tiene una tendencia a usar a las personas.

Ebon lucía un poco mareado, pero su polla se arqueaba cerca de su ombligo. Él


alzó sus brazos mientras ella se movía hacia sus caderas.

— ¿Estás bien? — Su voz estaba ronca, su preocupación era entrañable.

— Estoy bien. — Ella levó su miembro a su entrada y se hundió en su dura


longitud. La dichosa plenitud empujó dentro de ella, calmando el dolor y haciendo
temblar todo su cuerpo.

Drey Fon rebuscó en los estantes al otro lado de la cabaña. Petra no tenía ni
idea que estaba buscando. Ratauni se reclinó contra la pared, sus piernas ampliamente
abiertas mientras empujaba sus dedos dentro y fuera de su vagina.

Ebon igualó sus movimientos a los de Ratauni, alargando cada golpe. ¿Ebon se
daba cuenta de la compulsión o simplemente estaba respondiendo al frenesí? Petra
sintió el apretó deslizar de su polla mientras miraba los dedos de Ratauni. La realidad
comenzó a desdibujarse.

169
Esto era peligroso. Si se rendía por completo a Drey Fon y su mascota, no había
manera de decir por cuanto la controlarían o lo que le haría hacer. Petra se concentró
en Ebon. Él estaba a salvo. Era predecible. Era parte de su mundo.

Arrodillándose tras ella, Drey Fon la empujó hacia adelante, acostándola contra
el pecho de Ebon. Ebon agarró sus caderas y se mantuvo embistiendo, incapaz de
detenerse siquiera por un momento. El miedo cosquilleaba a través de su deseo. ¿Drey
Fon se tomaría su tiempo o empujaría brutalmente? Su carne aún picaba por la lámina.
Obviamente el disfrutaba infringiendo dolor.

— Mantenla quieta hasta que entre, — espetó Drey Fon.

— Entonces apúrate. ¿Tienes lubricante? — Ebon sonaba confuso. — No dejaré


que la lastimes.

Drey Fon se rió. — Como si pudieras detenerme. — Él separó las mitades de su


trasero y esparció algo frio alrededor y dentro de su otra abertura.

Petra trató de relajarse, para aceptar lo que sea que siguiera. La tensión sólo
haría las cosas peor. Movió sus caderas, empujándose contra Drey Fon cuando se
condujo en su interior. Sus músculos internos se apretaron, apretándose alrededor de
Ebon mientras se acomodaba alrededor de ambos hombres. Ebon apretó sus dientes,
sus rasgos se contorsionaron mientras peleaba por control.

— Eso se siente… ¡demasiado bien! — Jadeó las palabras entre sus


quebrantadas respiraciones.

— Imita mis empujes, — le ordenó Drey Fon. — Llenémosla tanto que no


pueda más que gritar.

Sus pollas se estrellaron dentro de ella, llevando su placer tan alto como nunca
había estado. Luces estallaron ante sus ojos y los espasmos explotaron por todo su
abdomen. Se vino fuerte, y luego se vino de nuevo, la energía demoniaca aumentando
su excitación.

170
Un afilado grito escapó de Ratauni, llamando la atención de Petra. El demonio
se acurrucó contra la pared, temblando visiblemente. Sus miradas se encontraron y los
pensamientos de Ratauni aparecieron. Ayúdame. La suplica hizo eco en la mente de
Petra, angustiada y desolada.

*****

Serena levantó la parrilla quemada del cuenco ceremonial y llenó el cuenco con
el fragante aceite. Permitió que el aroma familia la calmara, enrolló una tira de tela a
través de la ranura en el centro de la parrilla y la amarró en el extremo. Apoyó la
parrilla en el cuenco y esperó que las fibras absorbieran el aceite.

Encender una llama de meditación era una las primeras habilidades de una
acolito entrenado. Reunía la energía en su pecho y la canalizaba a través de su dedo
medio. La mecha se encendía con un sutil chasquido y Serena apoyó las manos en sus
muslos.

Se arrodilló en el suelo al lado de la cama, intranquila. Mirando la pequeña


llama, enfocó su ser y puso en blanco su mente.

¿No deberías estar en la cama? La familiar voz de Miranda hizo sonreír a Serena.
De hecho, note que tenías compañía en esa cama ahora. ¿Dónde está Matt?

Serena y Miranda siempre habían compartido un cercano lazo telepático. La


distancia que las separaba hacia la comunicación difícil. Sin embargo, interactuaban
más de lo que cualquiera se enteraba.

Matt está afuera y nunca he estado más confundida.

Puedo usar mis habilidades profesionales o puedes decirme que sucede.

171
¿Hace cuánto conoces a Matt? Serena cerró los ojos, encontrando así más fácil
mantener el lazo mental.

Siete, no, ocho meses. ¿Por qué?

¿Qué especie es él?

Ah. ¿Te lo dije, o sentiste que no era del todo humano?

Él no está para nada… ¡vivo!

Eso es basura y lo sabes. Él está tan vivo como tú o como yo. No respondiste mi pregunta.
¿Por qué no está contigo?

Ha tenido sueños donde su ser robot estrangula a su ser humano.

Sabía que tenía pesadillas, pero nunca me dejó ir más allá de sus escudos mentales.

Una larga pausa siguió. Serena inhaló la esencia del aceite y permitió que la
imagen de Matt llenara su mente. Sus ojos brillaban con ternura y risa, mientras sus
labios se abrían en una sexi sonrisa.

¿Qué sabes a ciencia cierta?

Serena suspiró. Era un juego de muchos años, una manera simple de


desenredas problemas complejos. Sospechaba que Miranda lo había incorporado a su
práctica en Halley Prime.

Sé que fue honesto cuando mentir hubiera sido más fácil.

¿Qué más?

Sé que me protegería con su vida. Sé que sólo tenía el mejor interés de corazón desde que
llegó. Sé que es amable y gentil cuando necesito que lo sea, sin embargo, es increíblemente fuerte
también.

172
Continua.

Sé que me afecta más profundamente que cualquier que haya conocido.

Parece que lo conoces mucho. ¿Cómo te afecta eso?

Esa no es una de las preguntas mágicas. Serena sonrió. Sólo puedes preguntar lo que sé,
lo que siento y lo que quiero.

Está bien, ¿cómo te sientes con respecto a Matt?

Estoy enamorada de él.

¿Entonces por qué tenemos esta conversación? El temperamento de Miranda afloró a


través del lazo telepático. Se pertenecen el uno al otro. Lo supe desde el momento en que lo vi.
Sólo lo mantuve en terapia por meses porque quería saber que estaba ocultando antes de dejarlo
acercarse a mi hermanita menor.

¿Y el hecho de que sea una réplica no te detuvo?

No después de descubrir como su muerte lo había cambiado y lo que planeaba hacer con
su segunda oportunidad. Pregúntale sobre la Fundación Renacimiento. Si dejas que los perjuicios
Perrlain arruinen esto… No me hagas ir por ti.

Serena le envió un abrazo mental a su hermana. ¿Qué haría sin ti?

Una mejor pregunta es qué haría Orillia sin ti

¿Qué significa eso?

Miranda se rió. No te asustes. Esa no fue una predicción. Sólo dile a Orillia que sus días
de vaga están por terminar. Ella sabrá lo que quiero decir.

La comunicación se desvaneció y Serena sopló la llama de meditación. No


estaba segura de lo que eso último quería decir, pero entregaría el mensaje.

173
Cruzando la cabaña, tomó aire profundamente y abrió la puerta. Matt se giró
para verla, su expresión era tensa.

— ¿Te gustaría volver a entrar?

La curiosidad le hizo fruncir el ceño y luego asintió y entró a la cabaña. — ¿Qué


huele tan bien?

— Estaba a punto de meditar, ver si podía ordenar algo del revoltijo de mi


mente.

— ¿Estabas a punto de?

— Tan pronto como encendí la llama Miranda se contactó conmigo.

— ¿Miranda y tu pueden hablar telepáticamente?

Ella asintió. — Ella es mucho más fuerte que yo, pero nuestro lazo siempre ha
sido fuerte.

— ¿Qué quería decirte?

— Que soy una tonta si dejo que los perjuicios arruinen mi futuro. Ella dejó
Templo Tuttle por la inflexibilidad de la Orden.

Una lenta y sexi sonrisa curvó sus labios. — Sabía que había una razón por la
que me caía bien. — Él se detuvo y su sonrisa desapareció. — Me importa un demonio
lo que el resto de la tribu piense de mí. ¿Qué piensas tú de mí?

La pregunta era tan similar a una de las preguntas “mágicas”, ella no pudo más
que reír.

— Creo que me gustaría escuchar de la Fundación Renacimiento.

— Miranda tiene una gran boca. — Él hizo una mueca juguetona.

174
— ¿Esto tiene que ver con palabras que implican, renacimiento, renovación, y
devolver vidas juntas?

— Sí. He estado usando una buena porción de mi dinero como el juguetero


para mejorar la vida de aquellos que no se pueden permitir mi tecnología.

— Les estás dando juguetes sexuales a…

— ¡No! Nada de eso. Estoy patrocinando personas que necesitan miembros


artificiales y reemplazo de órganos.

Serena se rió, sintiéndose tonta y aun así emocionada de que su error lo hubiera
horrorizado.

— ¿Matthias era parte de la industria del placer y Matthias está muerto?

— Exactamente. No soy lo suficientemente tonto como para pensar que mi


pasado no me perseguirá. Tengo demasiado fantasmas en mi armario. Pero estoy
determinado a mover mi vida en una dirección diferente y te quiero a mi lado.

175
Capítulo Diez

El tiempo se detuvo para Matt mientras miraba los ojos de Serena. Nunca había
lucido más bella y nunca la había querido más. Pero esperó, esperando que ella hiciera
el siguiente movimiento, esperando que aceptara a la réplica así como al hombre.

— También quiero eso. — Su voz era un susurró y la incertidumbre nublaba sus


ojos. — Mis dones pertenecen a la gente. No ha habido un vidente de almas por
mucho tiempo.

— No estoy diciendo que renuncies a tu vida para vivir la mía. Podemos hallar
un compromiso. Yo debo de comunicarme con otros planetas, pero podemos
quedarnos en Templo Tuttle. Voy a establecer una oficina en Sanctuary y podemos
viajar al valle cada vez que quieras. Tal vez haga bien a los otros que se amplíen los
horizontes un poco.

Las lágrimas se agruparon tras sus pestañas y sus labios temblaban. — No van a
dejar que vaya contigo. Sé que no lo harán.

Él limpió sus lágrimas mientras caían y acunó su barbilla. — Cariño, si me


quieres, no habrá poder en el universo que nos separe.

— Nunca he querido nada más.

Sin necesitar otro estimulo, la tomó entre sus brazos y se dirigió al otro lado de
la pequeña habitación. Su boca se selló sobre la de ella en un beso intenso y tierno.
Tenían el resto de sus vidas para explorar la ferocidad de su pasión, esta noche era una
oración en voz baja, un voto. Se adorarían el uno al otro con sus manos y consumarían
su futuro con sus cuerpos.

176
Acarició sus labios con su lengua y después exploró el interior de su boca. Ella
lo siguió cuando se retiró, su lengua tan audaz como la suya.

La dejó al pie de la cama y abrió su túnica. Serena se quitó la ropa y tomó los
lazos de su soratti.

— Eres tan hermoso, — ella susurró antes de que pudiera decir las palabras en
voz alta.

— Esa es mi línea.

Serena acarició su pecho y apretó sus hombros, su mirada siguió sus manos.

— Me intoxicas.

Emocionado por su entusiasmo, la dejó jugar. Se frotó contra él y luego se


movió hacia atrás para ver el efecto que su cuerpo tenía en su anatomía. Se endureció
de inmediato, sus testículos se apretaron y dolieron.

Se sentó en la cama y lo atrajo hacia ella, la picardía brillando en sus ojos azul
cristal. — No me voy a detener esta vez.

— Que amenaza. — Él se rió.

— Quiero que te pares ahí, tiembles, gimas y me confíes tu placer.

Matt entrelazó las manos tras su espalda. — Estoy a tu merced.

Serena deslizó una mano entre sus piernas y acunó sus testículos. Su mirada
llena de intención. Cerró los dedos alrededor de su eje, le acarició desde la base hasta
la punta, hasta que la punta de su polla se sonrojó y se erizó con la sensación.

— Lámeme, — él susurró.

— ¿Así? — Giró su cálida y húmeda lengua, alrededor de su engrosada punta.

177
— Dios, sí. — Levantándolo, trazó la vena marcada en la parte inferior de su
eje y luego cerró los labios alrededor de su corona. — Más. Chupa más fuerte.

Su mirada prometía un caos mientras lo succionaba en su boca. El círculo


apretado de sus labios se deslizaba de arriba abajo por su eje, mientras que bombeaba
con su puño. Soltó sus muñecas y apretó los puños, necesitando tocarlo, sin embargo
dejándola explorar su recién encontrado poder. El control le había sido arrebatado en
su ascensión. Matt juró que ella nunca más se sentiría impotente de nuevo.

Serena se deslizó de la cama y se arrodilló ante él, inclinando su cabeza en un


mejor ángulo. Así podía empujarse más profundo. Sin embargo, dejó que ella llevara la
velocidad. Las uñas de sus dedos se enterraron en sus caderas y su boca exigía su
rendición.

La tensión se acumuló en su ingle y subió hasta su polla. Un par de caricias más


y estaría listo.

— ¿Estás…segura?

Serena lo hundió más y echó la cabeza hacia atrás, tomándolo en su garganta.


El reflejó de sus arcadas se tensó y él se deslizó más profundo. El calor y la tensión se
combinaron en un abrasador placer. Le tomó la cara entre las manos y explotó en
rítmicos chorros.

Tragando y lamiendo, Serena prolongó los espasmos hasta que no pudo


soportar más.

— ¿Intentas matarme? — Matt gruñó y salió de su boca.

Serena se lamió los labios, fascinada por el sabor de su pasión. Vino de firmine y
algo que no podía identificar. — Matarte sería algo contraproducente, ¿no crees?
¿Estabas bebiendo jugo de tersatta?

— Había un tazón de bayas rojo brillante cerca a la puerta.

178
— Orillia debió haberlas dejado. — Trató de ocultar su sonrisa traviesa, pero él
atrapó su barbilla y la miró a los ojos.

— Explícate.

— Las bayas son preparas en una bebida ligeramente embriagante, pero


también son usadas… Si esparces la pulpa de baya sobre ciertas aéreas especificas del
cuerpo, puede ser muy estimulante.

Sin explicación salió de la cabaña y regresó con las bayas. El mensaje era claro.
Le había dejado salirse con la suya, ahora era su turno de hacerla rendirse.

— A la cama.

No era exactamente una orden, pero si lo suficiente para que el calor bajara
como en cascada por su cuerpo. Su agresividad la excitaba casi tanto como su ternura.
Amaba cada faceta de su personalidad, las sonrisas distraídas, la risa estruendosa, la
feroz posesividad.

Se dejó caer en la cama y alzó sus brazos por encima de su cabeza. Si él quería
atarla, no tendría objeción alguna. Tal vez después, cuando él aceptara que no era tan
frágil como parecía, podrían explorar estos oscuros impulsos.

Matt tomó varias bayas y las aplastó contra su palma, luego pinto sus labios con
el jugo.

— Si lo calientas con tu aliento, mis labios van a cosquillear, — ella explicó.


Después de lamer la primera capa, él probó sus palabras con la segunda. Exhaló y sus
labios se calentaron. — Bésame.

— No.

Serena gruñó. Si lo hubiera planteado como una pregunta para simplemente


probar sus labios, estarían besándose. En cambio, él lamio el camino por su cuello y

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recubrió sus pezones con la pulpa de tersatta. Los picos se tensaron y hormiguearon
antes de que su boca alentara la respuesta. Dejó uno de ellos húmedo y ardiente
mientras succionaba el otro y luego cambio. Ida y vuelta, succión y sensación, se
combinaron enloqueciéndola.

— Ábrete para mí. Quiero probar tu centro.

Subiendo sus rodillas, dejó que sus piernas se abrieran hasta ofrecérsele
descaradamente. Sus dedos recubiertos de la baya acariciaron sus pliegues, la pulpa
acentuando el más leve toque.

— Espera, — ella jadeó. — Arde.

— ¿Aquí? — Arrastró su lengua desde su ano hasta su clítoris, aliviando el


ardor y aumentando el cosquilleo. Devolviéndose, descubrió cada delicado pliegue.

Enredando sus dedos en su cabello, Serena trató de guiar su cabeza donde más
lo necesitaba. Él ignoró sus gemidos y la suplicante elevación de sus caderas y fue por
más bayas. Aplastándolas entre sus dedos, las empujó dentro de su núcleo. Ella sólo
sintió un ligero calor por un momento y después sus músculos internos se apretaron
con fuerza.

Serena gritó y él la alzó hacia su boca, succionando y lamiendo, calmándola y


excitándola, devorándola con el hambre de su pasión. Un abrupto orgasmo se rasgó a
través de ella, arqueando su espalda. Matt lamió los jugos que salían de su sexo. Su
cabeza daba vueltas y ella temblaba, laxa y sin peso en sus manos.

— Demonios, sabes muy bien. — Empujó su lengua profundamente varias


veces, antes de continuar. — ¿Use demasiada?”

— Pensé que sí al principio, pero fue bastante asombroso.

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Con confortables caricias, lamió su camino hacia su clítoris. Pasó su lengua
sobre y alrededor de ella, volviendo a despertar el sensible nudo. Sus labios
gentilmente la tocaron mientras empujaba dos dedos dentro de su pasaje.

— Ya me corrí. ¿Por qué sigues tentándome?

— Me gusta hacerlo. — Succionó un poco más fuerte. — Y a ti te gusta que lo


haga. — Para probar su punto, su mano bajo un poco más, cubriendo el camino hacia
la parte trasera.

Serena sabía que hombres y mujer usaban su otro pasaje como si fuera una
vagina, pero Matt era grande.

— No vas a… — Su dedo se deslizó dentro de ella y un hormigueo subió en


espiral por su cuerpo. — Oh Dios.

— Confíame tu placer.

¿Cómo podía discutir con sus propias palabras?

Con suavidad succionó su clítoris mientras deslizaba su dedo dentro y fuera.


Después de la sorpresa inicial, la sensación era placentera. Continuó lenta y constante
durante un largo rato y luego levantó la cabeza y la miró a los ojos.

— Déjalo ir.

Se sentía raro, extraño. ¿Por qué…? Sus dedos rodearon su clítoris, la presión
era mucho mayor que la de sus labios. El empujaba rápido y salía lento, girando sus
muñecas así sus dedos tocaban diferentes áreas dentro de ella.

— Confía en mí. — Esta vez era una orden, su mirada demandando su


rendición.

Sus dedos apretaron con fuerza y una lanza de dolor la llevó al orgasmo,
chispas de un cosquilleo de placer se derramaron sobre ella. Serena gritó,

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estremeciéndose a medida que las sensaciones azotaban su cuerpo. Matt sacó su dedo,
extendiendo la última onda de placer.

Ahuecando su trasero con ambas manos, encontró su entrada con su polla y se


empujó dentro. Serena no estaba segura de sí el orgasmo continuaba o uno nuevo
estallaba, pero sus músculos internos se apretaron alrededor de él y una agudo grito
salió de ella haciéndolo sonreír.

— ¿Necesitas un minuto?

— ¡No! Ahora. Duro. Por favor. — Añadió la última palabra en un susurro sin
aliento mientras su mirada se entrecerraba sobre su rostro. Matt retrocedió y enterró
toda su longitud dentro de su tembloroso cuerpo. Ella elevó sus piernas hacia arriba
contra sus costados, ofreciéndole todo.

Fuertes y profundos empujes le robaron el aliento y la llenaron de asombro. Él


era perfecto. Ellos eran perfectos.

Matt se movió más rápido, extendiendo sus brazos mientras sus caderas se
movían con más fuerza. Sus pechos saltaban y ella giraba su cabeza de un lado a otro.
Con una impecable sincronización, se inclinó y capturó su grito de placer en su boca.

*****

Petra estaba de pie en la puerta dejando que el viento nocturno acariciara su


cuerpo desnudo. Después de la última ola de sexo hedonista, los otros se habían
tendido en la improvisada cama. Se habían tomado el uno al otro en cada forma
posible. Ninguno había quedado insatisfecho, ninguna combinación había quedado sin
explorar. El tiempo se había desvanecido en una continua mezcla de dedos, lenguas y
miembros. Honestamente no podía decir quién había tocado dónde ni cuánto tiempo

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se había perdido en este abismo sexual. ¿Era aún la misma noche o el hechicero tenía
alguna forma distorsionada del tiempo?

Con una mano temblorosa, alcanzó la libertad. Sus dedos cruzaron el umbral y
un punzante dolor se disparó en su brazo. Hizo caso omiso de la sensación, forzando
la mano a través de una barrera invisible. Tenía la piel cubierta de ampollas y el hedor
de la carne quemada le llenó la nariz.

¡Era sólo una ilusión! Cerró los ojos, pero el dolor se intensificó y la imagen se
manifestó en su mente.

— Estás desperdiciando tu tiempo.

Alguien tocó la pierna de Petra y ella alejó la mano de la puerta. Al mirar hacia
abajo, a través de las lágrimas de frustración, se encontró a Ratauni arrodillada a su
lado. El brazo del demonio rodeaba el muslo de Petra y Ratauni presionó su mejilla
contra la cadera de ella.

— Sé que en realidad no está quemándome. — Petra frotó su brazo. La piel era


suave y sin daño alguno, pero un escozor se mantenía. — Si no puedo forzar mi
camino a través de…

— El hechizo te atacara. Correrás gritando a través de la jungla cubierta en


llamas que consumirán tu carne.

— No puedo quedarme aquí. — Se cubrió los ojos para ocultar sus lágrimas
mientras la desesperanza la rodeaba. — ¿Por qué nos retiene aquí?

— No es él. Soy yo

Sorprendida por la casual revelación, Petra desenredó al demonio y la empujó


hacia atrás. — ¿Por qué? ¿Por qué nos retienes prisioneros?

— Quiero ir a casa.

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Era la misma patética voz que Petra había escuchado en su mente la noche que
llegaron. ¿Acaso era un cruel truco? Miró a Drey Fon. Estaba dormido, uno de sus
brazos descansando sobre el abdomen de Ebon.

— ¿Qué te detiene? — Sabía la respuesta. Si Drey Fon había convocado a


Ratauni de uno de los reinos externos, estaba atada a él. Aunque lejos de ser
impotente, estaba sometida a su voluntad hasta que él la liberara o muriera.

— Tu voz me suena familiar. He visto tu rostro una o dos veces. — La ráfaga


de luz azul en los ojos del demonio y todos los rastros de la niña indefensa
desaparecieron. — No eres ajena a nuestras cosas.

— Eso fue hace mucho tiempo. — Petra tragó, sin poder suprimir los recuerdos.
Uno de los Maestros del Placer había estado usando hechizos y coacciones mentales
para aumentar su popularidad. Cuando ella intentó terminar su trabajo, él se había
ofrecido para enseñarle cómo manejar el poder de los mundos externos. La tentación
había sido demasiada para resistirse, al principio. — Aprendí rápidamente que no hay
nada en sus dimensiones que me interese.

— Sabes lo que soy. Sabes lo que me está haciendo. — Ratauni se agachó en


frente de ella, su naturaleza demoniaca girando bajo su fachada humana.

— ¿Cómo te va ayudar esto? No soy tan fuerte como para matarlo.

— Serena lo es, o lo será pronto. — Ratauni siseó y se sacudió la cabeza como


si los recuerdos de la persona le causaran dolor físico.

— ¿Quién es Serena?

— La obsesión de Drey Fon. Ella no lo sabe, por supuesto, pero la desprecia


tanto como la quiere. Algo así como tú al hombre dorado.

— ¿Es la mujer con quién Matt estaba cuando me mostraste su imagen, la


mujer a la que te pareces?

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— Sí. — Ella se balanceó sobre sus manos y rodillas, inclinó su cabeza a un
lado. — Ella se vuelve más fuerte con cada día que pasa. Debemos dejar que su poder
se construya.

— ¿Y luego qué? ¿Cómo hacemos que Serena…? — Ella miró hacia Drey Fon.
Él se giró en su espalda, pero sus ojos aún estaban cerrados. — ¿Por qué nos ayudaría?

— Ella ya tiene una motivación. Sólo debemos darle una oportunidad.

Petra sacudió su cabeza. — Pocas personas están dispuestas a matar como tú


piensas.

— Entonces Drey Fon debe amenazar al hombre dorado. Serena mataría por él
sin dudarlo. Nunca he visto una conexión tan fuerte como la de ellos, nunca probé
amor tan vil. — Ratauni tembló de nuevo. — Fue desagradable.

Petra sintió un escalofrió bajar por su espalda. ¿Alguna vez había inspirado esa
clase de conexión? ¿Un demonio se sentiría disgustado por su amor? No importaba.
Ella estaba aquí para llevar a Matthias a casa. Pasarían por el resto una vez regresaran
al Palacio del Placer.

— ¿Qué están tramando ustedes dos? — Drey Fon gruñó en una profunda voz
somnolienta. — Si quieres lamerla, Ratauni, tráela aquí.

— ¿Alguna vez tienes suficiente? — espetó Petra, su postura mostrando


valentía. Estaba atrapada entre un demonio y la misma imagen de ella, y no podía
decir que la sublevaba más.

Él bostezó y estiró los brazos por encima de su cabeza. — Ayer por la noche fue
bastante confuso. No llegué a verlas darse placer una a la otra. — Luchando para
ponerse en pie, se tambaleó un poco antes de estabilizarse. — Inclínate contra puerta y
deja que Ratauni te lama. Su lengua se siente como fuego.

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— He tenido suficiente fuego para una vida. — Ella se frotó el brazo y volteó el
rostro, mirando la noche a la luz de la luna. — He tenido suficiente de todo.

Acercándose tras ella, envolvió sus brazos alrededor de su cintura.

— Podemos encontrar algo que no hayamos hecho.

— ¿Eres en serio tan tonto? ¡No hay nada que no hayamos hecho! — Ella se dio
la vuelta hacia él y lo empujó del pecho. — ¡Hemos estado aquí por sólo Dios sabe
cuánto tiempo, mientras tu mascota nos follaba a todos!

Él soltó a Petra tan rápidamente, que chocó contra la mesa de trabajo.

— ¿Qué has hecho? — Agarró a Ratauni del cabello y la arrastró a los pies.

El miedo apretó el corazón de Petra. ¿Había acabado de cometer el error más


grande de su vida? Aunque Ratauni hablara de Serena como si fuera una especie de
diosa. ¿Cómo se suponía que iba a competir contra eso? No, funcionaria mejor si Drey
Fon tenía a la diosa y ella al hombre dorado.

— La luna está casi llena, — él gruñó. — ¿Honestamente creíste que no me


daría cuenta?

— No abrí la puerta. — Ella le ofreció una sonrisa completamente arrepentida y


él la estrelló contra el suelo.

— No interfieras en mis planes de nuevo o nunca te dejaré libre.

— No tienes intención de liberarme y ambos lo sabemos, — espetó Ratauni.

— Intenta uno de tus trucos, y nunca vas a saberlo. Harás exactamente lo que te
diga, nada más ni nada menos. ¿Me entiendes?

Ella miró a Petra por un largo y silencioso momento antes de responder. —


Entiendo.

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Capítulo Once

Serena se sentó en la cama con un grito asustado.

— ¿Qué sucede? — Matt la jaló entre sus brazos, colocando su cuerpo entre ella
y la puerta.

Su instinto protector era casi suficiente para calmar sus miedos. — Los escudos
acaban de caer. Algo está mal.

— ¿Qué escudos?

— La Orden ha mantenido escudos protectores a mí alrededor desde mi


ascensión. Se supone que no se disolverían hasta que la luna llena ascendiera.

— Aún faltan tres noches para eso.

— Lo sé. — De mala gana se alejó de él. — ¿Entonces qué le pasó al escudo?

Él bajó sus pies al suelo y tomó sus ropas. Después de tenderle la bata a ella, se
ató su soratti alrededor de sus caderas.

— Debemos ponerte a salvo hasta que sepamos que provocó el cambio.

— La Orden usa…

— No. Si el escudo ha caído, la Orden está comprometida.

Un golpe en su puerta pareció verificar sus palabras. Serena se apretó el lazo en


su cintura y esperó junto a la cama.

— Es Hyalee, — la suma sacerdotisa alertó desde afuera antes de entrar a la


cabaña. — Escucha cuidadosamente, y no hagas preguntas hasta que te diga todo lo

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que vine a decir. Pusimos una trampa a Drey Fon, pero algo salió mal. Intentamos
usar tu última prueba para hacerlo salir, pero él…

— ¿Drey Fon me atacó? — El estómago de Serena se revolvió mientras las


imágenes salían a la superficie. Tener un rostro para ponerle a los brillantes ojos azules
hacia todo más real. — ¿Desde hace cuánto lo saben?

— Tuvimos sospechas desde el principio. Fue sólo cuando Kapali intentó hacer
una alianza con Drey Fon que pudimos…

— ¿Intentaron usar a Serena como cebo otra vez? — Las manos de Matt se
apretaron en un puño y se acercó más a Serena.

— Él estará aquí antes de que pueda explicarte si sigues interrumpiéndome.


Kapali se acercó a Drey Fon y ganó su confianza. Como sospechábamos, Drey Fon se
ha metido profundamente en ritos prohibidos. Ha convocado un demonio. Así fue
como pudo crear una ilusión tan grande la noche de tu ascensión.

Serena cruzó sus brazos sobre su pecho y dejó que la determinación saliera
entre los recuerdos. Nunca más se dejaría controlar por el miedo. — ¿Cómo lo
detenemos?

— Detenemos es la palabra clave. Necesitaremos que cada miembro de la Orden


trabajé para terminar esta amenaza.

— Soy una vidente de almas, aparte de atraerlo a la pelea, ¿qué puedo hacer?

— ¿Has comenzado a manipular con Matt?

— Sí.

— ¿Cómo ha resultado?

— Demasiado bien, — dijo él. — Es asombrosa.

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Hyalee aceptó el comentario con un asentimiento y luego se giró a Serena.

— Así como has liberado las atadura en Matt, podrás crearlas en otros. Cuando
una persona siente ira, ellos deben aprender a disminuir el flujo de energía a través de
ese hilo del alma.

— Tiene sentido, — dijo Serena.

— Dependiendo del tamaño de la atadura, puedes reducir el poder de alguien.

Serena se rió, sonaba un poco susceptible a sus oídos. — ¿Y Drey Fon y su


demonio sólo van a quedarse ahí de pie mientras ato los hilos de su alma en nudos?

— No los veras, pero cada miembro de la Orden ha sido enviado a diferentes


sitios a los largo de camino.

— ¿El camino a dónde? — preguntó Matt.

— Hemos esperado el tiempo suficiente y no hemos llegado a nada. — La


sacerdotisa apuntó hacia la puerta abierta. — Esta noche pelearemos con el enemigo.

Ellos esperaron lo suficiente para ponerse los zapatos y agarrar las armas de
Matt. Serena ansiaba enfrentar a su atacante desde que se había escapado esa noche.
Era fuerte, mucho más segura de sí, y no estaba sola. Matt caminaba a su lado, su
postura relajada y vigilante.

— ¿Dónde está Kapali? — Serena preguntó mientras entraban a la selva. Los


árboles se tragaron la luz de la luna, haciendo casi imposible ver el camino. Las
criaturas de la noche corrían alrededor y la brisa de la noche estrujaba las hojas.

— Drey Fon lo llamó poco después del anochecer. Me advirtió que hiciera los
preparativos que pudieran hacer falta para hacer una demostración de su lealtad.

— ¿Crees que él desactivó el escudo? — preguntó Matt, sin sonar muy


complacido.

189
— Él es el único lo suficientemente fuerte para desvanecerlo. Ni siquiera yo
hubiera podido hacerlo.

Serena no perdió el desliz en el tono de Hyalee. Puso una mano sobre el brazo
de la sacerdotisa.

— ¿Drey Fon lo lastimó? ¿Qué no nos estás diciendo?

— Poco después de que los escudos cayeran, sentí… creo que lo sentí morir.

— Lo siento.

— No dejes que su muerte sea en vano, — insistió Hyalee.

Caminaron juntos, internándose más en la oscuridad. Un ave trinó desde un


dosel de viñas retorcidas. La luz de la luna cortó a través de las sombras y luego
desapareció.

— Este es un horrible escenario para una pelea, — gruñó Matt. — Incluso un


científico puede ver eso.

— ¿Un científico? — Hyalee miró por encima de su hombro. — Pensé que eras
un guerrero.

Unos susurros le advirtieron a Serena que no estaban solos. La suma


sacerdotisa había dicho que otros miembros habían sido enviados para ayudarlos.
¿Entonces por qué estaban siendo tan descuidados?

— Haz que se mueva, — aunque era una sonido susurrado, Serena escuchó las
palabras.

— No es tan fácil como suena.

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Una pequeña trifulca se escuchó y Hyalee y ellos corrieron hacia la orilla del
río. La zona estaba más despejada, pero la línea de los árboles los cubría directamente
desde atrás. La estrategia de Hyalee no había sido tan deficiente como Matt temía.

El río no era especialmente hondo aquí, pero era bastante turbulento. Y Matt
estaba aterrorizado por el agua. Serena trató de no desalentarse por la idea. Drey Fon
todavía tenía que aparecer en la orilla opuesta.

— Sé que estás ahí, Wikoli cobarde, — gritó Hyalee. — ¡Muéstrate!

Una figura solitaria surgió de la cubierta de árboles al otro lado del río. Serena
miró. La luz de la luna era más brillante aquí, pero lo único que podía ver era una
silueta. Este no era Drey Fon. El corazón le dio un vuelco en el pecho. ¿Podría ser esto
un demonio?

La luz se reflejaba en el cabello liso de la mujer. Su rostro aún estaba en


sombras.

— ¿Matthias, de verdad eres tú? Muévete a la luz para poder verte.

La sorpresa hizo retroceder a Serena. Esta era la amante infiel de las pesadillas
de Matt. La propietaria del Palacio del Placer. ¿Qué estaba haciendo aquí?

— El dolor es algo horrible, señora, — dijo Matt mientras daba un paso más
cerca del río. — Sé lo mucho que Matthias significó para usted, pero tiene que aceptar
el hecho de que se ha ido.

— ¿Se ha ido? ¿No muerto? — Ella colocó sus manos en sus caderas. — Te
creaste a ti mismo en tu propia imagen. ¿Alguien más tendría la ironía? La primera vez
que te vi, te dije que te parecías a su hijo. No tenía ni idea lo cerca que estaba de la
verdad.

— Petra, se acabó. Matthias está muerto. No puedo ser más claro que eso.

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— Me puedes acompañar a Halley Prime como mi invitado, o haré que te
arresten por fraude y estafa. Sé que has estado lavando dinero a través de la Fundación
Renacimiento.

— Haz que tus abogados hablen con los míos. Pueden discutirlos durante una
comida.

Ella hizo un sonido de exasperación y se volvió hacia los árboles a la orilla del
río.

— Él no esta tan enamorado como tu creías. ¿Verdad? — Se burló Drey Fon.


Éste salió de las sombras con Kapali pegado a su lado. La luz de la luna hizo brillar la
daga que sostenía en el cuello del sumo sacerdote. — Tienes algo que quiero y yo
tengo algo que quieres. ¿Qué tal un intercambio directo?

— No negocio con criminales, — dijo Hyalee con calma. — Suelta a mi


hermano de inmediato o atacaremos.

— Haz un movimiento y terminaré con su vida antes de que se te mojen los


pies.

Kapali se retorció y luchó contra el agarre de Drey Fon, pero sus movimientos
parecían lentos y desorientados. ¿Drey Fon lo había drogado?

Serena convocó los hilos de su alma y parpadeó. Anudadas y retorcidas como


nunca había visto antes, cada hilo era del mismo color azul infrahumano.

— Ese no es Kapali, — ella susurró.

El demonio se rió y salió de las manos de Drey Fon. — Parece que no se


intimida con la misma facilidad como pensabas. ¿No es así?

— ¿Dónde está mi hermano? — Exigió Hyalee.

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— Lo follé hasta la muerte después de drené al guardia de Petra. Se necesita
una gran cantidad de energía para este tipo de transformación. De todas las muertes
posibles, no es una mala manera de morir.

Hyalee gritó con rabia y angustiada y se abalanzó hacia el río. Serena la agarró
del brazo y la detuvo.

— Todavía no. — No siento a los otros.

— ¿Qué otros?

El corazón de Serena dio un vuelvo. ¿Cómo era que un demonio había


interceptado sus pensamientos? Únicamente los sacerdotes y sacerdotisas podían
acceder al vínculo. Matt alejó a la afligida sacerdotisa del conflicto para que Serena
pudiera concentrarse en el problema. Ella estudió la aparición de Kapali más de cerca
y cuidadosamente escondió su reacción. Debajo de los hilos color azul se curvaban
unas segundas hebras, débiles pero diferentes.

— ¿Qué quieres de mí? — Le preguntó al demonio.

— No quiero nada de ti. Tu pelea es con Drey Fon. — Ella dijo las palabras con
un preciso énfasis, como si supusiera que Serena podría obtener un significado especial
de esa afirmación.

— Suficiente, — espetó Drey Fon. — Ven conmigo ahora y nadie saldrá herido.

Matt se burló. — Excepto Serena, por supuesto.

— Ella no te pertenece, y nunca lo hará. Mi mentor la creó especialmente para


mí.

Serena jadeó. Toda su vida había escuchado rumores y sabía que su madre no
mentiría sobre algo tan doloroso, pero oírle presumir de la violación era más de lo que
podía soportar.

193
— Terminaría con mi propia vida, antes de pertenecerte, incluso por una noche.

— Ya veremos. Ratauni, tráemela.

El demonio se echó al río como si no fuera un obstáculo. Matt se puso frente a


Serena y Hyalee la arrastró hacia los árboles.

Matt levantó su pistola de pulso y el demonio la sacó volando de su mano. Un


gruñido molesto fue todo lo que Matt logró con sus poderosos puños. Ratauni empujó
a Matt a un lado y avanzó. Matt abordó al demonio desde atrás, envolviendo los
brazos alrededor de las piernas de Ratauni. Rodaron por la hierba en una ráfaga de
patas y fuertes golpes.

¡Ve por Drey Fon, tonta!

La orden del demonio sacó a Serena de su estupor. Drey caminaba a orillas del
río, su mirada fija en la pelea. Ella convocó los hilos de su alma. Su patrón era casi tan
retorcido como el del demonio. Eligiendo cuidadosamente la ubicación más estratégica
para los nudos, fue contra la corriente y vadeó el río.

Un violento escalofrío se le escapó cuando el agua le llegó a los muslos. Su pie


resbaló y extendió sus brazos para mantener el equilibro. Los sacerdotes y sacerdotisas
se deslizaron en su mente, ofreciéndole apoyo y equilibro. Ella aceptó la ayuda sin
distraerse con ello.

— Llama a tu criatura, — ella le dijo cuándo Drey Fon la sacó del río.

— Una sensata decisión.

Serena subió su pie a la orilla del río y metió las manos en los hilos del alma de
Drey Fon. Convocando toda su fuerza y confianza, las apretó.

— ¿Qué estás haciendo? — Él jadeó y agarró sus muñecas. La conexión se


mantuvo, arrastrándola con él no importara cuan violentamente se torciera.

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— ¡Basta! Qué… ¡Ratauni, haz que se detenga!

Él se sacudió y gruñó, el color sangrando en su cara. Envolviendo sus manos


alrededor de su garganta, la estranguló así como ella lo hacía. La fuera fluyó en ella,
alimentando sus órganos vitales a pesar de la fuerte presión. Serena se mantuvo
enfocada, completamente imperturbable.

— No puedes matarme, — él dijo entre dientes mientras su rostro se volvía gris


— Eres una sanadora.

— ¡Pero yo no! — La furia llenó la voz de Matt cuando llegó tras él y quebró el
cuello de Drey Fon.

Serena soltó a Drey Fon y lo dejó caer al suelo. La energía de sus hilos
desapareció, vacilando por un momento y después disolviéndose por completo. Nunca
antes había visto morir a una persona, pero tenía que saber que realmente se había
terminado.

Matt le dio la vuelta y la presionó contra su pecho. Ella envolvió sus brazos
alrededor de su espalda y su soratti acarició sus piernas.

— Estás todo mojado.

— Me metí al río tan pronto como vi sus manos alrededor de tu garganta.

— ¿Cruzaste el río por mí?

— ¿Por qué te sorprende? — Él soltó su espalda y besó su frente. — Te dije que


no hay poder en el universo que nos separe.

Un pulso de energía apareció sobre sus cabezas. — Yo no estaría tan seguro de


eso.

195
— Petra, en serio necesitas conseguirte una vida, — dijo Matt. — Eres rica,
atractiva y tienes información de todos los hombres poderosos. ¿Por qué no puedes
superar esto?

— Ella está tan obsesionada contigo como Drey Fon con Serena. — Él
demonio caminó junto a ellos, pasando junto a Petra con una amenaza evidente. —
Todo lo que tenía que hacer era esperar unos días más y hubiera entregado a Drey Fon
en la trampa de Kapali.

— Aléjate de mí. — Petra marcó la orden con una ráfaga de su arma mientras
retrocedía.

— Sólo hay una cura para esta clase de obsesión. — Un halo azul se formó
alrededor de Kapali. Su cuerpo se estremeció y un gemido escapó de su garganta. La
neblina se fusionó en un instante, disparándose por el centro del abdomen de Petra
antes de desaparecer en la noche.

Petra se quedó boquiabierta, su pistola de pulso se deslizó de sus manos. Ella


presionó ambas manos sobre la herida en su vientre y cayó de rodillas. — No se
suponía…que terminara…así.

Serena se cubrió la boca con la mano mientras Matt se arrodillaba al lado de la


mujer moribunda. Hyalee se apresuró a través del río, alcanzando a Kapali mientras se
dejaba caer al suelo. Matt movió a Petra a un lado y apartó el cabello de su rostro.

— Tamara.

— ¿Qué dijiste?

— Debes proteger a Tamara.

— Petra, tu hija está… — Matt pareció notar lo innecesario del comentario y


dijo, — la protegeré. No necesitas preocuparte por nada.

196
— Ella no está muerta. — Petra atrapó su muñeca con una mano, manchando
su piel con sangre. — Cephus la encontró cuando te encontró a ti.

— Contrataste a Cephus. Mierda. ¿Dónde está ella?

— D’Arrest.

— ¿Esta en la Universidad de Shardrake? No es demasiado vieja para…

— Profesora. Llévala a Jericho…Jones.

Matt sonrió a pesar de la pena que llenaba sus ojos con lágrimas.

— ¿Quieres que la esconda con la competencia?

— ¡Promételo!

— Lo prometo. Nadie lastimara a Tamara.

Sus dedos se deslizaron de su mano y su cabeza cayó hacia un lado. Serena


cerró los ojos y dijo una oración por la muerte de Petra.

Un canto rítmico llenó el aire, llamando su atención a la orilla del río. Los
sanadores rodeaban ahora a Kapali. Hyalee acunaba su cabeza en su regazo mientras
los otros lo alimentaban con energía. Sus hilos de alma aún estaban débiles, pero todo
rastro del demonio se había ido.

— ¿Se recuperará? — preguntó Matt.

— Eso creo.

Dos sacerdotes pasaron a su lado rápidamente, moviéndose más dentro de la


jungla.

— ¿A dónde van?

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— A quemar las posesiones de Drey Fon, — ella explicó. — Podría ser que el
demonio no fuera su única fuente de energía.

— ¿El demonio puede encontrar otro huésped?

— No funciona de esa manera. Drey Fon convocó el espíritu de una de las otras
dimensiones. La conexión se terminó con su muerte.

— ¿Alguna vez has…?

— ¡No! Irrumpir en las otras dimensiones está prohibido por una razón. Se nos
enseñan los fundamentos como una advertencia. — Miró a Petra propensa a sentir
algo, pero sólo sintió alivio. Una tardía punzada de vergüenza le recordó que toda vida
era preciosa, sin importar cuán corrupta fuera. Aunque la muerte de Petra había sido
por la seguridad de otros. Algunos fragmentos de humanidad se habían quedado en su
interior. — ¿Tamara está viva, y quién es Cephus?

— Cephus es el secuaz de un grupo de criminales despiadados. Nadie lo


contrata a menos que esté dispuesto a sacrificar una gran parte de su alma. — Él sujeto
pequeño objeto en la mano y usó su soratti para limpiarle la sangre. — En cuanto a
Tamara, no lo sé. Petra la dio a luz cuando tenía quince años, mucho antes de
conocerla. Se había escapado de casa y había estado con la gente equivocada. La típica
historia. Había una parte oscura de Petra que deseaba peligro y alejó las influencias
buenas. Incluso con un bebé en camino, se negó a contactar a su familia.
Eventualmente lo hizo con su hermana, pero despreciaba a sus padres.

— ¿Ella dio la bebé en adopción o trató de criarla por sí misma?

— Mantuvo a Tamara con ella hasta que la niña tenía como cinco años, pero
Petra tenía una manera de hacer enfadar a la gente. Siempre pensé que Tamara había
sido asesinada por uno de los enemigos de Petra. Si lo que Petra dijo es verdad, parece
que ella arregló la muerte de Tamara para darle una nueva vida a su hija.

Él siguió jugando con el dispositivo pequeño, por lo que Serena preguntó.

198
— ¿Qué es eso?

— El control de la nave de Petra. — Matt miró a Petra y suspiró. — Puedo


activar el piloto automático y la nave regresará al Palacio del Placer. Odio hacer esto,
pero la mejor manera de asegurar la seguridad de Tamara es que Cephus se entere de
la muerte de Petra.

— Si el cuerpo de Petra regresa al Palacio del Placer, ¿no serás culpado por su
muerte?

— Cephus debe ser el único que sabe porque Petra estaba aquí. Ella tendía a ser
muy misteriosa.

— ¿Cephus vendrá por ti?

— Su negocio era con Petra. No tiene razón para involucrarse más si está
muerta.

— Lo que nos lleva de vuelta Tamara. Una vez que Cephus se enteré de la
muerte de ella, ¿Tamara aún estará en peligro?

— Ni siquiera sé si aún está viva.

— Pero tienes que averiguarlo.

Él asintió.

Serena envolvió sus brazos alrededor de su cintura, dividida entre la alegría y el


tormento.

— Prometiste que la protegerías. Tienes que honrar tu palabra.

— También prometí protegerte. — Él acunó su rostro entre sus manos y rozó


sus labios contra los de ella. — ¿Cómo cumplo ambas?

199
— Ya no estoy más en peligro. ¿Cuándo te tomará esto?

— Un par de días, como mucho. Regresaré para tu prueba final.

— ¿Lo prometes?

— Lo prometo. — Él selló la promesa con un beso.

200
Capítulo Doce

Serena estaba de pie en la ventana de su cabaña y miró la luna llena con el


corazón apretado. La noche había caído y Matt aún no había vuelto. No tenía duda de
que lo haría, pero lo anhelaba para que compartiera este monumental evento.

Alguien tocó la puerta y ella soltó un suspiro. Hyalee la llevaría hasta el claro
sagrado y la ceremonia comenzaría. El tiempo, oficialmente, se había acabado.

Abriendo la puerta, Serena encontró a Orillia esperándola. La confusión frunció


su ceño y preguntó.

— ¿Qué haces aquí?

— También te amo. — Orillia se rió.

— Estaba esperando a Hyalee.

— La enviamos adelante para explicar que había un pequeño retraso.

Completamente confundida, Serena sacudió la cabeza.

— ¿Qué retraso, y quienes la enviaron?

— Tengo una sorpresa para ti. — Orillia se movió a un lado y Miranda salió a
la vista.

— ¡Miranda! — Serena echó sus manos alrededor de su hermana mayor,


abrazándola fuertemente.

— Tu obtienes gritos de alegría, y yo un “¿qué haces aquí?”. Eso no me parece


muy justo.

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Entraron a la cabaña de Serena, dejando la puerta abierta a la brisa.

— No puedo creer que realmente estés aquí. Esto es maravilloso.

— Y Orillia no tiene nada que ver con ello. — Mirando apuntó hacia afuera
con una sonrisa. — Tuvimos que aterrizar sobre la reserva del desierto para que Matt
llegara a tiempo.

— ¿Matt está aquí? — Serena fue hacia la puerta, una brillante sonrisa
separando sus labios. Sus hermanas la jalaron de regreso.

— Los sacerdotes lo están preparando para que participe en tu celebración, —


explicó Orillia. — Te verá en el claro.

Las lágrimas nublaron su visión y Serena abrazó a sus hermanas, un brazo


alrededor de cada una. — Mi corazón va a explotar.

Miranda se rió. — Espero que eso sea bueno.

— Nunca he sido tan feliz. — Serena dio un paso atrás y trato de acomodar un
poco su compostura. — ¿Sabes si… si consiguió lo que salió a hacer?

— Se negó a explicar, pero parecía satisfecho con el resultado.

— Bien. — No podía dejar de sonreír. — Está es la noche más maravillosa de


toda mi vida.

— No, este es el comienzo de tu nueva vida. — Toda la alegría abandonó la


expresión de Miranda y ella le lanzó una mirada a Orillia. — Tu futuro está abierto.
Puedes ser cualquier cosa que quieras.

La evaluación final pretendía solidificar su camino. Ella aceptaría su llamado y


pasaría el resto de sus días al servicio de la tribu. — Soy una vidente de alma. Mi don
pertenece a la gente.

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— Tonterías.

Orillia se rió ante la palabra de Miranda. — Tengo una confesión que hacer.

— Una confesión que debiste hacer hace años, — insistió Miranda.

Serena miró de Miranda hacia Orillia mientras la tensión se reunía en su


vientre. — ¿Qué es?

— Comencé a ver los hilos de almas la primera vez que tuve sexo, — admitió
Orillia. — A diferencia de Miranda, no tengo deseos de dejar el valle, pero estoy muy
segura como el infierno de que no seré una esclava de la Orden. Fue egoísta de mi
parte negar mi don. Estaré feliz de ayudar a cualquiera que me necesite siempre y
cuando Hyalee y sus secuaces me dejen tranquila.

— Lo que está diciendo es, — Miranda subrayó, — es que eres libre de seguir tu
corazón. Si dejas el valle, no estarás robando a la tribu su único vidente de almas.

— ¿Alguien más sabe esto?

— Mamá lo sabía. Y Fyn ha estado enseñándome algunos principios básicos de


control. — La sonrisa traviesa de Orillia hacía alusión a otras lecciones también.

Serena elevó sus manos al cielo. — ¿Qué se supone que haga ahora? Toda la
Orden está esperando en el claro, a la expectativa que finalice mi llamado.

— ¿Qué es lo que sabes? — El ceño de Miranda se arqueó en un sutil desafío.

— Sé que lo amo.

— ¿Qué sientes? — Se unió Orillia.

— Siento de todo cuando estoy con él. Me siento importante y fuerte.

— ¿Y qué quieres? — Preguntó Miranda.

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— Quiero hacerlo tan feliz como él me hace a mí. Quiero pasar el resto de mi
vida a su lado.

— Entonces el resto es sencillo, — le dijo Orillia. — Te pararás frente a la


Orden y les dirás todo lo que nos has dicho.

— ¿Vendrán conmigo? — No era que necesitara apoyo, ella quería compartir su


felicidad con ellas.

Miranda sacudió la cabeza. — Ninguna de nosotras es bienvenida en la Orden.


Estaremos esperándote aquí mientras regresas.

Después de otra ronda de abrazos, Serena se dirigió hacia el claro sagrado.


Cuando había hecho este viaje junto a Hyalee, había estado llena de aprehensión,
ahora su corazón se elevaba con anticipación y alegría.

La luz de las antorchas brilló en la distancia. Serena aspiró los aromas frescos
de la noche, el humo, la vegetación bañada por la lluvia y la rica tierra fértil. La
Deidad era generosa y comprensiva. Estaba realmente bendecida.

El círculo de sacerdotes y sacerdotisas se separó, recibiéndola en el claro. Su


mirada de inmediato ubicó a Matt, alto, diferente y demasiado guapo. Su pulso salto y
el deseo crepitó a través de su torrente sanguíneo. Se había puesto un tocado
ceremonial y un soratti rojo y dorado.

Kapali estaba a un lado de Matt, Hyalee al otro. Los sumos sacerdotes se


acercaron más.

— Nos hemos reunido para celebrar la fase final de la Hermana Serena. — Su


voz carecía de su poder usual. Había estado en reclusión por los pasados días. Serena
estaba animada de ver como se había recuperado. Él la miró a los ojos, su expresión
era solemne como esta parte de la ceremonia dictaba. — ¿Estás lista para el inicio de la
ceremonia?

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Ella empezó a decir que la ceremonia estaba cancelada, cuando los hilos de su
alma flotaron a la vida. Horrorizada por los daños dejados por el demonio, pospuso su
explicación. Usaría esta noche para purgar la mancha de Drey Fon.

— Estoy lista, — ella dijo.

— ¿Has elegido a una persona con la que darás y recibirás placer? — Preguntó
Hyalee.

Serena miró hacia Matt y sonrió.

— Oh sí. — Ella extendió su mano hacia él.

— Presenciaremos tu ofrenda. — La voz de Kapali corrió a través del claro y


los sacerdotes y sacerdotisas comenzaron a cantar.

Matt tomó su rostro entre sus brazos y rozó sus labios contra los de ella. — Te
dije que estaría aquí.

— Te extrañé. — Ella se frotó contra él y abrió sus labios para su lengua. Matt
la ayudó a quitar su túnica y se quitó su soratti sin romper el contacto de sus labios. Sus
manos se movieron audazmente por su cuerpo, acunando sus senos y frotando su
espalda.

— ¿Hay alguna manera en particular en que debamos hacer esto? — susurró


contra sus labios.

Ansiosa de compartir sus noticias con él, decidió acelerar las cosas.

— Propongo que demos y recibamos a la misma vez.

— Nunca discutiría esa decisión.

Él jaló de ella hasta que se recostaron sobre la hierba. Serena se dio la vuelta y
se acomodó sobre él, con las rodillas a horcajadas sobre su rostro. Con sus manos la

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agarró de las caderas y bajó su sexo hasta su boca antes de que ella pudiera ir hacia
adelante y capturar su polla.

Serena creó un refugio privado con su cabello, lo que le permitió disfrutar de su


atención y reducir al mínimo la exposición. Su eje estaba rosa y pesado, listo para su
atención. Separando sus labios, lo tomó en su boca y chupó firmemente la hinchada
punta. El deseo corrió a través de ella. Ellos estaban terminando una etapa de sus vidas
y comenzando otra.

Sus labios se movieron sobre y contra ella a medida que su lengua hurgaba
entre sus pliegues. Le encantaba la forma en que la sujetaba firmemente mientras su
boca la devoraba. Era como si no pudiera tener suficiente, como si ella lo mantuviera
con su esencia. Se estremeció y meció contra él, emocionada por su entusiasmo.

Lo tomó tan profundamente como pudo, usando su lengua para enloquecerlo.


Succionando y rodeándolo, lo sintió crecer aún más.

Matt ubicó su boca contra su clítoris y empujó un dedo dentro de ella. Serena
apretó sus músculos internos. No, esos eran dos dedos. Aun así no era suficiente.
Tomándola gentilmente con esos dos dedos, pronto la tuvo abalanzándose con cada
golpe, desesperada por más que este leve jugueteó de penetración.

Tomando su polla con una determinación implacable, chupó con fuerza y usó
una mano mientras se sostenía con la otra. El canto se hizo más fuerte, un grito
ocasional indicaba a los otros la activa participación de su ofrenda.

De repente, Matt cambió su acercamiento. Empujó su lengua dentro de su


centro y rodeó su clítoris con los dedos. Un orgasmo explotó dentro de ella. Gritó
alrededor de su polla mientras los rítmicos estallidos rebotaban por todo su cuerpo.

Cuando el último espasmo pasó, trepó por su pecho y se concentró por


completo en su placer. El nuevo ángulo le permitía moverse más libremente y tomarlo
más profundamente. Él se sacudió contra su lengua y se arqueó cuando se acercó a su

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clímax. Sabiendo que los otros necesitarían presenciar su liberación, echó su cabeza
hacia atrás y apartó su cabello.

Un sabor extraño anunció su inminente orgasmo y ella retiró su boca. Lo


bombeó rápida y fuertemente y un líquido brotó de él como un geiser. Un coro de
aplausos siguió a su erupción y ella se bajó de su pecho.

Rápidamente Matt tomó su soratti, confirmando la sospecha de Miranda de que


él lo hacía porque la amaba. De igual manera se vistió y esperó que Kapali hiciera su
siguiente pregunta.

— ¿Estás lista para demostrar tus habilidades como vidente de almas?

— Sí.

— Parte del valor de un vidente de almas es su habilidad para saber quiénes


necesitan su ayuda sin que estos acudan, — dijo Hyalee. — Mira a tu alrededor. ¿Hay
alguien aquí que se beneficiaria de tu ayuda?

— Hay muchos. — Serena suavizó el alarde con una juguetona sonrisa. — Veo
una persona en particular.

— Por favor, procede.

Ella tomó aire profundamente y se acercó a Kapali. Todos aquí sabían de su


reciente trauma, pero ella no quería avergonzarlo.

— Nunca pude agradecerte lo que hiciste por mí. ¿Aceptarías, por favor, mi
ayuda?

Él cerró sus ojos por un momento y después inclinó la cabeza.

Convocando los hilos de su alma, encontró las áreas más enredadas y se acercó
más al sumo sacerdote.

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— No voy a tocarte, pero sentirás mi presencia de una manera extraña. ¿Está
bien?

— Sí. — Él mantuvo sus ojos cerrados.

Lentamente movió los dedos hacia la corriente de su alma. Esperando


encontrar una ráfaga furiosa de emociones volátiles, fue gratamente sorprendida con lo
que sintió. Gran parte del caos emocional se había dispersado por su bien disciplinada
mente.

Desenredando el peor de los enredos, sintió un repentino estallido de furia.


Imágenes sin sentido revelaban la degradación que había sufrido en la casa de Drey
Fon. Meticulosamente suprimió su reacción y se centró en Kapali. Devolvió los hilos a
su patrón natural, y los sostuvo con suavidad en sus manos.

— ¿Esta mejor? — susurró.

Él soltó un tembloroso suspiro y asintió.

— Mucho. — Sin que tuviera que decirle, absorbió la sensación, desenredando


varios nudos en el proceso.

— Muy bien.

La realidad se desvaneció mientras trabajaba. Meticulosamente unió sus hebras,


reparando el daño y fortaleciendo la corriente. Después de un largo tiempo, sus manos
se cerraron alrededor de sus muñecas y ella lo miró a los ojos.

— Te vas a agotar, — él dijo con una sonrisa.

Serena asintió y dio un paso atrás, permitiendo que los hilos de su alma
desaparecieran de su vista.

— Su habilidad es innegable, — añadió Hyalee con una brillante sonrisa.

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Matt deslizó sus brazos alrededor de su cintura y la apretó con fuerza a su lado.

— ¿Por qué no pareces feliz? Acabas de pasar tu evaluación final.

— Porque no te gustará lo que estoy por decir.

— ¿Estás lista a abrazar la línea de vida? — preguntó Hyalee. Era la pregunta


final. Si Serena estaba de acuerdo, se convertiría un miembro permanente de la Orden.

Fortaleciendo su resolución lanzó una larga mirada a los oscuros ojos de Matt,
Serena contestó.

— Estoy más que lista para aceptar mi camino en la vida, pero mi camino a
tomado un inesperado giro.

— Serena, — le advirtió Hyalee. — Piensa bien antes de hablar. Las palabras


dichas en el claro sagrado te ataran para siempre.

— Entiendo. Se me ha dado un raro y maravilloso don, y estoy muy


agradecida. Voy a dedicar mi vida sirviendo a los otros como la Deidad quiere.
Aliviare el sufrimiento donde pueda y ayudaré a los otros a restaurar el equilibrio que
hayan perdido. Sin embargo, — se detuvo y miró con una sonrisa a Matt, — he sido
llamada más allá del valle. No estoy segura aún a donde iré, pero sé con absoluta
certeza quién me acompañara.

Ella esperaba que Matt le devolviera la sonrisa. En cambio, tomó su mano y se


llevó a los labios besando sus nudillos.

— No quiero que hagas este sacrificio por mí. Te dije que encontraríamos un
compromiso, alguna manera de…

— Recientemente me he enterado que no soy la única vidente de almas en la


aldea.

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Hyalee jadeó. — ¿En serio? ¿Quién oculta tal don? —Ella miró a su hermano y
ambos llegaron exactamente, a la misma conclusión. — ¡Orillia!

— Orillia me ha asegurado que prestara su don a quien lo necesite.

— Ella debe entrar a la Orden, — insistió Hyalee.

— No. — Kapali colocó sus manos en los hombros de su hermana. — Se le


permitirá hacer el camino de su vida, y también a Serena. Aquellos tan inflexibles
como para doblarse terminan rompiéndose.

Matt tomó su barbilla con una mano. Sus rasgos aún estaban tensos, pero la
ternura brillaba en sus ojos.

— ¿Estás segura de que es esto lo que quieres?

— No quiero nada más. — Envolvió sus brazos alrededor de su cuello y se


presionó contra su cálido pecho. — No sabía lo que era la alegría hasta que llegaste a
mi vida. Quiero levantarme entre tus brazos y envejecer a tu lado. Te he mostrado las
maravillas de mi mundo, junto con los horrores. Estoy lista para experimentar la vida
más allá del valle.

Su boca exigió la de ella en un profundo y consumidor beso. Ella respondió con


igual fervor, su devoción creciendo con cada latido de su corazón.

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