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Tielle St.

Clare – El Fuego del Dragón

Tielle St. Clare

El Fuego del
Dragón
Dragon's Fire
2º La Sombra del Dragón

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Argumento

El poder viene de la pasión.

Aquellas palabras obsesionaban las noches de Tiana. Una bruja sin poderes. Tiana es
rechazada y compadecida por su gente. Está contenta viviendo una tranquila existencia al borde de
la tierra matriarcal hasta que la princesa Merena rapta al Príncipe Rainek de Xicanth para
usarlo como esclavo sexual. Viendo su fuerte y desnudo cuerpo encadenado a la pared, Tiana
descubre deseos y necesidades que nunca esperaba conocer y la pasión que fluye entre ellos tiene
resultados inesperados.

Paciencia.

Denith, el dragón que comparte la mente de Rainek, llevaba toda la vida predicando
paciencia, y Rainek no quiere oírlo más. Él desea que la maldita bestia elija a una compañera.
Después de treinta años célibes, era un frustrado y agotado virgen y ahora ha sido capturado y
encadenado dentro de un calabozo por el capricho de una princesa. Pero cuando una cosa pequeña
entra para lavarlo, Denith y Rainek la reconocen como la única.
Ahora Rainek tiene que liberarse, raptar a su compañera y convencerla de que la vida con
un dragón era lo que siempre había deseado.

Sencillo.

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Prólogo

Rainek no podía contener sus gemidos cuando sus labios se cerraban sobre su polla,
tomándolo profundamente en la boca. Acostado sobre su espalda, luchaba contra el impulso de
embestir hacia arriba. Se mantuvo inmóvil, dejando que ella se moviera sobre él. El caliente
movimiento de la lengua a través de su piel era como un húmedo latigazo de fuego, poniéndolo
increíblemente duro.
Aferró las sábanas bajo él y aguantó. La dejaría tener el control, la dejaría tomarle. Ella
apartó su boca y él casi gritó de frustración. Pero ella avanzó, deslizando su cuerpo hasta sentarse
a horcajadas sobre sus caderas.
—Quiero que te vengas dentro de mí —susurró ella, el sonido danzó a través de su piel.
Sus manos se deslizaron por su torso, acariciando su pecho y estómago—. Quiero montarte
mucho tiempo y con fuerza.
—Sí. Hazlo —gruñó por entre los dientes apretados.
Ella sólo se rió. Un seductor sonido profundo que endureció aún más su polla. Pero,
gracias a los Dioses, siguió su movimiento ascendente hasta que su coñito estuvo justo encima de
su erección. Su diminuta mano rodeó el grueso eje y lo colocó contra su abertura. La caliente
humedad femenina lo sedujo, llamándole. A pesar de sus buenas intenciones, empujó,
necesitando estar dentro de ella.
Su provocadora risa se burló de él mientras ella se alzaba, alejándose.
Ella vaciló apenas el tiempo suficiente para hacerle temer que lo abandonaría, luego con
una sonrisa que decía que conocía sus pensamientos, descendió aceptando el duro miembro en su
cuerpo. Su gemido suave, satisfecho, fluyó sobre su piel como seda líquida. La apretada tensión
de su coño no se parecía a nada de lo que Rainek hubiera imaginado alguna vez. Ella era
perfecta… le sostenía tan apretadamente dentro de su cuerpo, caliente, mojado y suyo.
Rápidamente estableció un torturante ritmo, montándolo despacio como si quisiera
saborear cada pulgada de su miembro. Sus tensos y firmes pechos, saltaban cada vez que ella se
hundía. Quería alzarse y tocarla pero sus manos estaban atadas a la cama, encadenadas por la
visión encima de él.
—Sí —murmuró ella, descendiendo con fuerza hasta que él estuvo acomodado
totalmente dentro de ella otra vez. Hizo girar sus caderas en círculo.
—Eso es, nena. Móntame —gimió la desesperada orden.
Su ritmo aumentó. La lenta y larga penetración dejó lugar a empujes rápidos y menos
profundos. Ella gimió y revoleó su pelo hacia atrás. Vamos, quería ver su cara. Quería poder ver
sus ojos cuando ella culminara. Su rápido aliento llenaba el cuarto. Podía sentirlo, ella estaba
cerca. Las dulces vibraciones de su coño alrededor de su polla le dijeron que se venía.
—Explota dentro de mí, Rainek. Lléname.
La súplica era demasiado seductora para resistirse y Rainek echó atrás su cabeza y soltó su
semilla.
Despertó con una sacudida mientras se venía —su semen chorreando entre sus dedos,

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sobre las sábanas—. Siguió acariciando su pene, sintiendo el último vestigio de placer
desvanecerse. Mientras se dejaba caer contra las almohadas escuchó la suave risita que resonaba
en su cabeza.
—Maldita sea, Denith.
Necesitabas alivio, respondió la santurrona voz.
—Necesito una esposa. Si movieras el culo y escogieras una, ambos seríamos mucho más
felices. —Se arrastró de la cama y fue hacia la palangana para limpiarse. Esto había estado
sucediendo más frecuentemente cada vez. El maldito dragón que compartía su mente —y a veces
su cuerpo— se burlaba de él con imágenes vagas de su futura esposa. La mujer nunca era la
misma —su cuerpo cambiaba de noche a noche y su cara estaba escondida de su vista—. Pero
eso no detenía al deseo.
Cuando encuentre a la mujer correcta para nosotros, lo sabré. Hasta entonces, tendrás que conformarte
con tus liberaciones nocturnas.
Pero ese era el problema. No estaba satisfecho. Su cuerpo se aliviaba pero la liberación
física no era suficiente para calmar el dolor dentro de él. Él la quería, quería a la única mujer que
los complacería tanto a él como a Denith.
—¿Estás buscando una clase específica de mujer? —preguntó suavemente. No tenía por
qué hablar en voz alta para que Denith le oyera, pero por lo general lo hacía. Lo hacía parecer un
poco más verdadero. Aunque había vivido con esto toda su vida, sabía que el resto del mundo no
compartía pensamientos con un dragón.
La reconoceré cuando la encuentre.
Denith había estado diciendo lo mismo desde que Rainek había llegado a la pubertad y
había comenzado a tener impulsos claramente sexuales. Impulsos que Denith no permitiría que
Rainek satisficiera con ninguna mujer sino con la que el dragón eligiera como su compañera. De
este modo, a la madura edad de treinta veranos, Rainek permanecía virgen. Un reacio y frustrado
virgen.
Sentía los deseos de un hombre joven —incluso más, debido al muy sexuado dragón que
formaba parte de su personalidad—, pero no había ningún alivio. Lo había intentado —había
acompañado a mujeres hermosas—, con la esperanza de que Denith seleccionaría la elegida.
Incluso había llegado tan lejos como meterse en la cama con una o dos de ellas. Había estado
excitado, sus compañeras también lo deseaban, pero su cuerpo no había respondido. Si no fuera
por las erecciones nocturnas y los clímax matinales, habría pensado que tenía algún problema.
Algo además de tener un dragón en su cabeza. Pero no, sus problemas eran a causa del dragón.
—Sabes, mi padre era capaz de follar mujeres antes de que él conociera a mi madre. —La
queja sonó petulante e infantil pero Rainek se estaba poniendo desesperado. Si no follaba con
alguien pronto, iba a explotar.
Es porque Nekane no había aparecido todavía, y no había seleccionado a Lorran como su compañera.
Paciencia.
Rainek sacudió la cabeza. Un dragón le estaba aconsejando paciencia. Nadie en el mundo
lo creería. Los dragones eran conocidos y temidos como peligrosas criaturas salvajes. Y Denith le
decía que fuera paciente.
Los sonidos en el patio alejaron su atención de los pensamientos irritantes. Una risa clara
le dijo que su hermana Kayla estaba despierta, y dado que el sol estaba alto, significaba que Bren
estaría fuera de la cama. Su hermano mayor se levantaba siempre antes que el sol y trabajaba
bastante más allá de su puesta.
Rainek se deslizó rápidamente dentro de su ropa y salió para encontrar a sus hermanos.
Estaban más próximos que la mayor parte de los hermanos. El hecho de que cada uno de ellos
fuera mitad dragón los había apartado de otros niños, por lo tanto se habían aferrado unos a
otros.
—Buen día —saludó, su voz todavía soñolienta. Como había predicho, Bren estaba allí

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—prolijamente vestido—, pareciendo notablemente tenso para ser tan temprano.


Kayla alzó la vista y sonrió cuando él entró en el patio. Su brillante vestido amarillo estaba
ya manchado de tierra y lo que parecían ser rastros de jalea de jazmín.
—Te has levantado temprano —dijo Bren, ofreciendo a Rainek un bollo.
—Quiero partir temprano —dijo él, sin ganas de revelar que Denith había estado jugando
con sus sueños otra vez. Aunque si alguien pudiera entenderlo, serían sus hermanos.
—No puedo creer que aceptaras la invitación. —Kayla echó su pelo hacia atrás sobre sus
hombros. Parecía joven y delicada, pero no había forma de esconder la inteligencia en sus ojos. O
la preocupación.
—¿Por qué no? La reina Leika tiene seis hijas. Quiere casarlas. Todo lo que voy a hacer es
conocerlas. —Y esperar que alguna de ellas satisficiera al dragón dentro de él.
—¿Y qué pasa si Denith no elige una? ¿Cómo explicarás a la reina que no estás
rechazando a sus hijas? Es sólo que tu dragón no ve a ninguna de ellas como una compañera
adecuada. —Ella dio un codazo a Bren—. Díselo, Bren. Esto podría causar desavenencias entre
los dos reinos.
—Estoy de acuerdo, Kayla, pero Rainek ha decidido hacerlo, así que no podemos
detenerle.
Rainek tuvo el vago deseo de agitar sus brazos encima de su cabeza para hacerles notar
que todavía estaba en el jardín con ellos.
—Pienso que simplemente tendremos que confiar en la diplomacia de Rainek. —Miró
intencionadamente a su hermano menor—. Para no enfadar a la reina si no elige esposa entre sus
hijas.
—¡Ja! ¿Rainek? ¿Diplomacia?
—Muy gracioso —interrumpió finalmente Rainek—. Seré cuidadoso. —Inclinó la cabeza
y contempló a su hermana. Tenía más preocupaciones que su incapacidad para ser cortés—. ¿Por
qué estás tan preocupada?
—Son brujas. Todas ellas.
—Nosotros no somos exactamente normales. Y no puedo creer que escuches esos
rumores. Además, dudo que intenten algo contra un príncipe. Quieren una alianza entre nuestras
naciones.
—Quieren alianzas con todas las naciones —indicó Bren. Había seguido la pista de la
situación política en los Siete Reinos. Aunque no era oficialmente parte de los Siete Reinos y no
era miembro del Consejo de Reyes, el Matriarcado de Thearna constituía una entidad potente.
Las hermanas de la reina estaban casadas con reyes y príncipes de todas las tierras y manejaban
un gran poder. Ella, obviamente, tenía la intención de hacer lo mismo con sus hijas.
—Estaré bien. ¿Estás seguro de que no quieres ir conmigo? —preguntó a Bren—. Tal vez
no una de las princesas, pero es una nación de mujeres. Seguramente Tynan podría encontrar una
compañera entre ellas.
Los labios de Bren se curvaron hacia abajo.
—Si lo hiciera, no importaría.
Kayla fulminó a Rainek con una mirada sobre la cabeza de Bren y Rainek mentalmente se
pateó su propio culo. Por un momento, lo había olvidado. Bren no había esperado a que el
dragón seleccionara una mujer. Había conocido a una dama dulce y agradable e instantáneamente
había perdido el corazón. Lamentablemente, Tynan no había estado de acuerdo. Desde entonces,
Bren no había estado interesado en encontrar una compañera.
—¿Cuándo te marchas? —preguntó Kayla, obviamente tratando de cambiar de tema.
—Tengo todo listo y preparado para partir.
Bren buscó bajo su chaleco de cuero. Rainek sintió un agudo aguijonazo contra su
esternón y el cuarto alrededor de él vaciló durante un momento. Kayla se enderezó en su silla y
Rainek supo que había sido sacudida por la misma sensación. Ambos miraron a su hermano

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mayor.
—Sólo quise asegurarme de que ambos usaban los suyos —dijo Bren.
Rainek colocó su mano en el medallón que colgaba de su cuello. La cadena de Kayla
desaparecía bajo la parte superior de su vestido. El medallón tenía la forma —como era de
esperar— de un dragón. Los tres hermanos los tenían y los llevaban sin falta. Con el poder
mental de los dragones y un poco de sangre de Nekane, un hechicero había sido capaz de hacer
los amuletos, permitiendo a los tres hermanos conectarse entre ellos a través de largas distancias.
—Sólo quise asegurarme de que estarás a salvo.
Rainek asintió. Bren era un poco estrecho de miras, pero muy protector.
—¿Cuántos hombres llevas? —le preguntó.
—Sólo una pequeña guardia. Cinco.
—¿Estás seguro de que es suficiente? Una vez que cruces las fronteras del Matriarcado,
estarás en su mundo.
Rainek rió y sacudió la cabeza.
—¿Tú, también? ¿No creerás seriamente los rumores de que ellas secuestran a viajeros
machos y los usan como esclavos sexuales, verdad? Ni siquiera el Matriarcado se atrevería a eso.
—¿Estás enterado de los rumores sobre nuestra familia? —preguntó Bren, bebiendo
tranquilamente a sorbos su café.
Rainek asintió.
—La mayor parte de ellos son verdad.
—Estaré bien —dijo con la arrogancia de un hombre criado para mandar—. Soy un
príncipe de Xicanth y soy mitad dragón. Denith no dejará que nada malo me suceda.

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Capítulo 1

El palpitar dentro de la cabeza de Rainek y el furioso dolor de sus brazos le advirtieron,


incluso antes de que abriera los ojos, que había puesto demasiada confianza en la capacidad —o
la buena voluntad quizás— de Denith para mantenerlo apartado de los problemas. La débil luz
de la antorcha perforó su cerebro cuando sus párpados se entreabrieron. Por todos los Infiernos,
¿qué le había pasado?
Manteniendo sus movimientos al mínimo, para limitar las molestias en su palpitante
cabeza, miró alrededor. Bien, era fácil ver por qué sus hombros dolían. Bandas de metal rodeaban
sus muñecas y estiraban sus brazos hacia arriba y hacia paredes opuestas. Las bandas estaban
conectadas con gruesas cadenas, cada eslabón del tamaño de la palma de un hombre, y
enganchadas a enormes pernos alojados en los muros de piedra. Tiró con fuerza,
experimentando. El metal cortó su piel pero no causó impacto alguno en la cadena. No es que
hubiera esperado mucho. Cuando uno usaba cadenas para sujetar a un prisionero, no empleaba
metal blando.
Prisionero. El pensamiento asustó a Rainek durante un momento. Era prisionero de
alguien. ¿Pero de quién? ¿Y por qué lo secuestraría cualquiera? Por los Infiernos, ¿quién tendría
las pelotas para secuestrarlo? Su familia era rica, pero exigirles un rescate sólo atraería la ira de un
dragón sobre sus cabezas. Pocos querrían arriesgarse a eso por algo de oro.
Un ligero roce apenas perceptible de aire fresco atrajo su atención hacia abajo. Estaba
desnudo, despojado de sus ropas y atado a la pared en cuatro puntos. Una mirada rápida sobre su
hombro reveló espacio abierto tras él también. Estaba situado en el centro del cuarto, casi como
si estuviera puesto en exhibición.
Rainek sacudió otra vez las cadenas y gruñó cuando se mantuvieron firmes.
Paciencia, le predicó el dragón.
—¡Sí, claro! —dijo Rainek sin rencor y volteó el brazo para envolver su mano alrededor
de un eslabón. Usando toda su fuerza, tiró y se levantó del suelo. Las esposas gemelas en sus
tobillos le impidieron elevarse más de un centímetro. Con un gruñido, se relajó.
Maldita sea, ¿qué tenía de bueno ser parte dragón, si el dragón decidía dormir cuando
eran atacados?
No puedo estar despierto todo el tiempo. Además tú estarías despierto todo el tiempo.
Rainek decidió no hacer caso de aquella muestra de lógica de dragón. No necesitaba a la
maldita bestia dentro de su cabeza para indicarle la verdad. Habían sido emboscados y capturados
mientras dormían. Seguramente un dragón debería haberlo visto venir.
Si me hubieras dejado tomar mi forma, podría haberlo hecho.
Rainek cerró los ojos. Denith mencionaría eso, por supuesto. Durante el viaje de cuatro
días hacia las tierras del Matriarcado, Rainek no había dejado a Denith tomar su forma corpórea
cuando se habían parado por la noche. Los hombres de su guardia encontraban inquietante tener
un dragón entre ellos. La mayoría de los guardias sabían que Rainek era en parte dragón, pero ver
ese hecho manifestarse era una situación completamente diferente. Tener un dragón de más de

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quince metros compartiendo su fogata era más de lo que la mayoría estaban dispuestos a
aguantar.
No valía la pena explicar que el dragón no tenía ningún interés en nadie de la guardia, en
tanto no atacaran a Rainek. Siendo el caso que no había ninguna mujer en su guardia y que el
dragón no veía a ninguno de los hombres como compañero potencial, había escasas posibilidades
de que Denith los notara siquiera.
Hablando de eso, ¿qué les había pasado a sus hombres? Él estaba sólo en la cámara.
Habían establecido el campamento justo fuera de los límites del Matriarcado. Dos días más de
dura cabalgata los habría llevado a la fortaleza de la reina.
Rainek contempló la cámara. Parecía improbable que hubiera sido llevado hasta el castillo
de la reina. A pesar del dolor de cabeza, no sentía que hubiera estado dormido durante dos días.
El último recuerdo que tenía era la carpa encima suyo desapareciendo y un dolor agudo en su
pierna.
Y luego despertar, desnudo y encadenado a las paredes de una gran cámara. La débil luz
habría permitido que un humano normal viera poco más allá del pequeño espacio delante de él,
pero los sentidos del dragón eran más agudos. Sólo las sombras más oscuras estaban ocultas para
él. Mostradores y mesas se alineaban a lo largo de las paredes, con hierbas e instrumentos de los
que no quería saber el uso, desparramados en cada superficie disponible.
Para lo que fuera que esa cámara era usada, no parecía agradable.
—¿Supongo que no querrías tomar tu forma ahora y romper estas cadenas? —le preguntó
a Denith.
Denith estaba silencioso y Rainek casi podía oír a la bestia considerando la opción.
Imprudente, contestó el dragón. Si las bandas alrededor de tus muñecas no se rompen, podría
terminar sin pies cuando aparezca. Esperemos a ver quién nos ha capturado.
Rainek tiró de las cadenas aunque reconocía la futilidad de ello. Le proporcionaba un
modo de descargar su frustración. No le importaba quién infiernos le había capturado. Sólo
quería ser libre.
Paciencia.
—Deja de decir eso —gruñó Rainek.
La única reacción fue la silenciosa risita del dragón. Un día de estos iba a conseguir su
venganza sobre la bestia.
Rainek echó un vistazo abajo, a su pecho. Junto con su ropa, su amuleto había
desaparecido. No había ningún modo de ponerse en contacto con su familia. Pero conocía a su
hermano. Bren era metódico y un poco aburrido, pero era el protector de la familia. Si Rainek no
se reportaba en unos días, Bren vendría a por él.
El largo, lento crujido de una puerta abriéndose, rompió el irritado silencio en su cabeza.
Tal vez esa era su respuesta. Aspiró profundamente y se irguió en toda su altura sobre sus pies
desnudos. Quienquiera que fuese, no iba a estar desmayado y débil cuando entrara.
Movió bruscamente su cabeza hacia la puerta, manteniendo su cara impasible, esperando
sorprender a sus captores.
Se esforzó mucho para esconder la sorpresa cuando una mujer ingresó al calabozo… su
alta figura ataviada con un vestido azul profundo. Sus pechos eran pequeños, pero bien
levantados y casi libres fuera del apretado corpiño. El indicio de un rosado pezón era visible. El
brillante pelo negro caía justo hasta su barbilla, fluido y lacio y con una suave oscilación mientras
ella avanzaba hacia él. Confianza y poder emanaban de ella.
Indicios de movimiento detrás de ella distrajeron a Rainek. Miró más allá, curioso por ver
quien más había entrado en el cuarto. Podía ver unos centímetros del borde de un vestido gris
pero el resto de la persona permanecía oculta en la oscuridad. La mujer que estaba frente a él
avanzó un paso, obviamente deseando su atención.

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A su mente le tomó un momento darse cuenta, pero la realidad cayó de golpe sobre él
con enfermiza vergüenza masculina… ¡Había sido capturado por una mujer!
La idea chirrió en su sensibilidad de guerrero, pero la lógica le ayudó a dejar de lado su
molestia y lidiar con la situación.
Había sido secuestrado por el Matriarcado. Tal vez los rumores fueran ciertos.
Rainek sintió que sus labios se curvaban en una reluctante sonrisa. Ellas estarían
decepcionadas cuando se enteraran de la verdad sobre él. Era el hombre equivocado para usar
como esclavo sexual.
Ocultó el conato de sonrisa e intensificó su mirada, preparado para afrontar a sus
captoras.
—Por los Oscuros Infiernos, ¿qué crees que estás haciendo? —exigió él.
Dio un contundente tirón a las cadenas para mostrar que lo decía en serio.
—¿Dónde están mis hombres?
—No te preocupes por tus guardias. Están seguros y disfrutan de nuestra hospitalidad
mientras hablamos. —La voz de la mujer era baja y seductora, atrapando su atención con la
oscuridad que se insinuaba bajo sus palabras—. Raramente encontramos necesario hacer daño a
aquellos que vienen a nosotras. Encuentran mucho placer mientras están aquí. Como tú lo harás.
—El tono ronco y las intrigantes palabras le atrajeron, tentándole por un momento a olvidar que
estaba encadenado a una pared de piedra.
Ella se acercó. Era muy hermosa… su cuerpo alto y esbelto, con pechos altos y caderas
apenas pronunciadas. Brillantes ojos azules relucían bajo largas pestañas mientras ella observaba
atrevidamente su figura desnuda. Su examen se demoró mucho tiempo en su entrepierna.
Incómodo, Rainek cambió de posición bajo su fija mirada. No se avergonzaba de su
cuerpo, pero la descarada inspección era impertinente. Era como si ella fuera a comprar un
semental.
Ella levantó su mirada azul clara hasta la suya y él pudo ver la aprobación en sus ojos.
Volvió la cabeza, rompiendo el contacto visual que tenía sobre él. No le molestaban las mujeres
atrevidas, realmente las encontraba intrigantes, pero esto ya pasaba de la audacia a la agresión.
—Soy la Princesa Merena, la sexta hija de la Reina Leika. Bienvenido.
El anuncio envió una onda de choque por su sistema. ¿Por qué iba una princesa del reino
a secuestrarle? En particular cuando el objetivo de su visita era reunirse con las princesas y
posiblemente seleccionar una esposa.
Pero nada de eso cambiaba el hecho de que había sido capturado.
—No puedo decir que haya sido un placer hasta ahora, Princesa.
—Cambiaré eso —dijo con la misma voz ronca—. Nunca querrás marcharte. —El modo
sensual en que habló era convincente y perturbador.
Más molesto después de un rato.
La evaluación de Denith rompió el seductor hechizo e hizo sonreír a Rainek. La princesa
pareció darse cuenta de que se reía de ella. Dio un paso atrás y sus ojos perdieron algo de su
centelleo.
Él decidió que era tiempo de continuar la ofensiva.
—¿Por qué me has traído aquí? —preguntó, erigiéndose en toda su altura entre sus
cadenas.
—Todo se aclarará más tarde. —Caminó frente a él, sus caderas balanceándose
suavemente.
Irritado con la vaga respuesta, Rainek inspiró profundamente y la fulminó con la mirada.
No necesitaba un…
Un exótico perfume invadió sus pulmones… dulce, delicado, cálido.
Delicioso.

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Al instante, su polla se endureció. Estando desnudo no había ningún modo de ocultarlo.


Su cuerpo sabía lo que quería y quería a quienquiera que exhalaba esa fragancia tentadora. Su
miembro siguió llenándose y comenzó a elevarse.
Incapaz de resistir, inspiró otra vez a pleno pulmón y saboreó el distintivo perfume. Era
ella. La había encontrado. Su compañera. Denith gruñó su aprobación y Rainek apenas pudo
evitar gritar su triunfo. El irritante dragón había escogido finalmente a una mujer.
Un segundo olor luchaba contra el que lo atraía pero Rainek lo apartó. Nada lo distraería.
Después de treinta años, Denith había elegido finalmente una mujer. ¡Una compañera!
¡Puedo tener sexo!
Rainek apenas podía contener su alegría y enfocó su atención en la mujer ante él,
observándola realmente. La belleza de la princesa Merena era legendaria en los Siete Reinos. Y las
leyendas no habían exagerado. De todas las hijas de la reina, Merena era el nombre pronunciado
con deseo y pasión. Su belleza, su sensualidad habían atraído a reyes y príncipes para suplicar su
mano. Ella había rechazado más ofertas que estrellas en el cielo, o eso decían los rumores.
Mirándola ahora, Rainek bien podía creerlo.
Era impresionante… alta, elegante y casi sin culo. De haber sido consultado, habría
solicitado un poco más en materia de trasero, algo de lo que agarrarse mientras se impulsaba
profundamente, pero ella serviría. Esperaba que estuviera dispuesta a tener un poco de dura
jodienda, porque no creía poder contenerse. Su fría belleza no daba la impresión de alguien a
quien le gustara hacer arder las sábanas, pero tenía que creer que Denith sabía lo que hacía.
Su polla se irguió más aún, impaciente por su coño. Ella sonrió y Rainek sintió bajar por
su columna vertebral un extraño temblor de preocupación. El helado color de sus ojos no
cambió.
—Hmmm, bien, este es un agradable comienzo —dijo ella, su voz triunfante y burlona,
desaparecido todo indicio de cortesía.
Ella se apartó y Rainek ahogó el gruñido que comenzaba en la base de su garganta. Ella
caminó hacia las sombras y habló. Unos segundos más tarde el delicioso aroma se había ido.
Mía. Tráela de vuelta.
No te preocupes, susurró Rainek al dragón. Está regresando.
La pesada puerta metálica se balanceó, cerrándose mientras la princesa caminaba de
regreso a la luz. Sus caderas se balancearon provocativamente mientras avanzaba. El destello
predador en sus ojos hizo a Rainek aferrar las cadenas con más tensión aún, pero se mantuvo
quieto. Esta era su compañera. Era hermosa y era una princesa. Concentrándose en esos
aspectos, todavía se descubrió tensándose cuando ella se acercó más.
Sin un preludio, ella extendió la mano y la envolvió alrededor de su polla en rápido
crecimiento y… su miembro comenzó a marchitarse.
Él buscó en su cabeza la presencia de Denith, exigiendo sin palabras una respuesta. No se
suponía que esto pasara. No ahora. ¿Cómo podía follarla si su polla no permanecía dura?
No es ella, contestó Denith, aunque su tono implicaba que estaba tan aturdido como
Rainek.
Merena miró su mano y su polla blanda, luego levantó la mirada a los ojos de Rainek. La
determinación y la furia encendían el hermoso azul, pero nada de lujuria.
Esa era la mujer equivocada. ¿Dónde estaba su compañera?

Tiana tiró de la puerta cerrándola tras ella cuando salió de la cámara de entrenamiento.
Sin duda Merena estaría dentro mucho tiempo. No había ninguna razón para que Tiana se
quedara.
Pero no podía obligarse a alejarse.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Se apoyó contra la pared y contempló la puerta.


Podían pasar horas antes de que Merena decidiera que había terminado con el príncipe. Si
el rápido crecimiento de su polla era algún indicador, él estaba listo e impaciente y Merena sacaría
partido de ello.
Antes de que Merena la echara, Tiana tuvo la posibilidad de ver un indicio apenas de su
tamaño completo. Era largo y grueso… y aún creciendo. El calor corrió por su piel y su sexo
comenzó a gotear. Se removió, frotando su culo contra la pared, tratando de combatir la imagen
del atractivo, desafiante príncipe.
Tonterías, estaba a punto de conseguirse una incómoda noche de sueños insatisfactorios.
Con visiones del guapo príncipe bailando a través de su sueño, por la mañana se despertaría
dolorida y necesitada de liberación.
Tiana tamborileó sus dedos contra la piedra. Cuando Merena había llegado dos días antes,
había traído con ella una docena de esclavos sexuales. Tal vez hubiera alguno que Tiana pudiera
usar en la noche.
Tiró del canesú de su vestido, repentinamente demasiado apretado. El brusco
movimiento raspó sus pezones, haciéndolos endurecerse y presionar contra la áspera tela de lana.
Se había vestido apresuradamente, esperando alcanzar a Merena antes de que entrara en la cámara
de entrenamiento y había olvidado ponerse la camisa. Con cada aliento los gruesos pezones
rozaban contra el vestido. Tiana dejó caer la cabeza contra la pared y dejó salir el aliento en un
suspiro largo y vigoroso. A pesar de sus esperanzas, no habría alivio esta noche. Debería esperar
aquí a que Merena se fuera y entonces encargarse del cuidado del príncipe.
Ella no compartía la confianza de Merena de que el Príncipe Rainek de Xicanth sería su
esclavo voluntario por la mañana. Merena tenía reputación de seducir fácilmente a los hombres,
pero el príncipe parecía más difícil que la selección habitual. Por supuesto, eso no explicaba por
qué había pasado del desafío a una erección casi completa en segundos.
De una manera u otra, Merena se divertiría con él. El príncipe era hermoso, todo
músculos firmes y pronunciados, marcados. Hombros anchos que se estrechaban hasta una
cintura esbelta —pero no demasiado delgada—. Muslos gruesos, poderosos, que daban la
impresión de que podría pasar horas bombeando entre las piernas de una mujer. Reaccionando
ante la imagen en su cabeza, Tiana reacomodó su postura.
Y todavía mejor, él estaba muy bien dotado.
Tan pronto como el pensamiento llegó a su cabeza, Tiana lo desechó. No importaba qué
tan bien parecido, musculoso o incluso dotado fuera el prisionero. El hecho era que le pertenecía
a Merena. Ella lo había capturado.
Tiana hizo una mueca. Y ella lo trajo a mi casa. El Torreón era un remoto puesto de
avanzada del Matriarcado, normalmente usado como un campamento base para partidas de caza
o por miembros viajeros de la Familia Gobernante.
O para esconder a cautivos muy especiales.
Tiana apretó la palma de la mano contra la piedra al lado de sus caderas. Imposibilitada de
pedirle a la guardia que la ayudara en su captura, por miedo a que la reina descubriera lo que
había hecho, Merena había reclutado a Tiana para que le ayudara. Mientras Merena lanzaba un
pesado hechizo de sueño sobre su guardia, Tiana se había encargado del príncipe Rainek. Sus ojos
se habían abierto por un momento cuando la tienda fue convertida en polvo. Había pinchado la
aguja en su muslo y él se había dormido pacíficamente durante todo el viaje al Torreón. No se
había movido ni despertado, ni siquiera cuando lo desnudaron y encadenaron en posición dentro
de la cámara de entrenamiento.
Su coño se contrajo ante el recuerdo de desnudarlo de las recias y funcionales pieles que
cubrían su cuerpo. Debajo había descubierto músculo duro, sin nada de grasa, el cuerpo de un
guerrero. Éste no era un príncipe blando que mandara sin involucrarse él mismo. Los callos en
sus manos indicaban que pasaba largas horas entrenando con la espada.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Su guardia había sido bien organizada y eficiente, pero la magia de Merena era fuerte.
Después de haber recogido al príncipe, habían mandado a la guardia a buscar a sus hombres.
Ahora mismo, estaban siendo lavados y alimentados y serían llevados a las cámaras de esclavos
para ser usados.
Como Merena había dicho, los hombres no serían dañados, con tal de que cooperaran.
Tiana suspiró e hizo una nota mental para averiguar sobre ellos también cuando hubiera
terminado la tarde. De alguna manera sabía que el príncipe Rainek no sería feliz si su guardia
fuera víctima de abuso.
Vagó unos pocos pies por el vestíbulo antes de dar la vuelta y regresar. Sabía que debería
irse pero no tenía otra parte donde estar.
Ella no encajaba con las mujeres que vivían en la corte o con las que hacían guardia en las
bases del Matriarcado, fuera del Torreón. Le era difícil conectar con otras. Había demasiadas
posibilidades de que su secreto quedara expuesto. Eso la dejaba sola la mayoría de las veces. Y en
algunas ocasiones, solitaria.
Mientras asimilaba las molestas palabras autocompasivas, llegó a ella la imagen de Rainek,
desnudo y ansioso. Él podría aliviar su soledad. La fantasía creció en su mente, humedeciendo su
ya necesitado sexo. Qué bonito que sería. Cerró los ojos y dejó que la improbable imagen se
filtrase a través de sus pensamientos.
Ella, arrodillándose encima de él, tomando su polla en el coño. Dándole una lenta
cabalgada sensual. Él se sentía tan bien, tan grueso. Deseaba que durara pero necesitaba acelerar
el paso. Colocó las manos en sus hombros preparándose para una larga y salvaje follada. Él gruño
su aprobación, el cálido fuego de sus ojos ámbar contemplándola desde abajo. Ella clavó los
dedos en sus hombros y empezó a moverse. Sus pechos se mecían con cada empuje. Las manos
de Rainek estaban libres y él se estiró para alcanzarlos, tomando sus pezones entre los dedos y
tirando ligeramente, alternando cada penetración con una caricia excitante. Las sensaciones
alternadas repercutieron a través de su sexo. La presión creció, hasta que pensó que gritaría por la
necesidad de correrse. Sólo un poco más profundo, más duro…
Una puerta se abrió de golpe y Tiana se volvió hacia el sonido.
La furia iluminaba la cara de Merena mientras ella caminaba majestuosamente fuera de la
cámara de entrenamiento y por el corredor.
—¿Qué es lo que anda mal? —preguntó Tiana, avanzando y desacelerando a la
tormentosa princesa—. ¿Qué pasó? —Había visto a Merena irritada, molesta, incluso enojada,
pero raras veces Merena permitía que sus emociones llegaran hasta la furia.
—Nada —contestó Merena a través de dientes apretados. Sus ojos destellaron como la
dureza del diamante—. No pasó nada.
Giró alejándose, la pesada seda de su vestido creaba un delicado sonido deslizante
mientras se movía. Tiana clavó primero los ojos en la puerta de la cámara de entrenamiento y
luego en la princesa que pisaba fuerte corredor abajo. La curiosidad la impulsó a salir en
persecución de Merena.
Cuando finalmente la alcanzó, Tiana se adaptó a su paso.
—¿Qué pasó? —Preguntó otra vez, sintiéndose audaz por su papel en el secuestro del
príncipe. Estaba tan involucrada en esto como Merena—. ¿Te hizo daño?
Merena se detuvo y se volvió hacia Tiana. No sólo era furia lo que brillaba en sus ojos.
Podría haber sido descrito como agravio pero Tiana estaba segura de que era indignación.
—Un hombre nunca podría lastimarme —gruñó la princesa Merena—. Él implorará por
permitirme tenerlo. Suplicará.
Tiana no dudaba que fuera cierto. Conocía los métodos de Merena. Eran poderosos y
convincentes, si bien no muy éticos.
—Le daré la noche para que piense lo que realmente quiere y mañana por la mañana
tomaré mi placer en él. —El sombrío tono sonó muy alejado del placer pero Tiana la conocía lo

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

suficiente como para hacer comentarios—. Prepáralo y límpialo —pidió—. Y asegúrate de que
nadie le toque. Él no tendrá alivio a menos que yo se lo dé, ¿entendido?
Tiana asintió y después se dio cuenta de lo que estaba haciendo.
—Espera. ¿Yo? ¿Quieres que yo me encargue de él? —Bañarlo, limpiarlo, tocarlo. Una banda
invisible se envolvió alrededor de su pecho, que la atravesó tomando un profundo aliento. Ella
era miembro de la casa de la reina, no una criada esclava—. ¿No hay alguien más que pueda
hacerlo? ¿Alguien más apropiado? —¿Alguien no tan fascinada con su cuerpo?
La mirada de Merena mostró una variedad de emociones —piedad, diversión, quizá
incluso algo de simpatía—, luego sus ojos se endurecieron.
—Mientras menos personas sepan que él está aquí, mejor. La reina comprenderá cuando
me presente ante ella con mi consorte, pero hasta que estemos oficialmente unidos y esté
embarazada con su… hijo, me gustaría mantener la noticia de su presencia entre nosotras.
Entiendes, ¿verdad? —Ella se estiró y colocó la mano en el antebrazo de Tiana—. Tú, entre
todas las personas, deberías entender lo que es guardar un secreto. Un secreto que podría ser
perjudicial si el mundo se enterara de él. —Aunque las palabras se dijeron con simpatía, Tiana
oyó la amenaza detrás de ellas. Merena guardaría el secreto de Tiana si ella guardaba el suyo.
Un familiar dolor cruzó su pecho pero Tiana lo aplastó como lo había hecho tantas veces
antes. No había nada que pudiera hacer. Merena sabía la verdad. Tiana aspiró profundamente y
dejó que el aire húmedo fluyera por su cuerpo. Sólo el lento proceso de respirar le daba fuerzas.
—Me encargaré de él por ti. —Merena sonrió con una especie de orgullo triunfal que
hacía a Tiana querer gritar. En verdad hacía a Tiana querer darle puñetazos a la bonita princesa
pero esa sería una mala jugada. Merena no era compasiva con aquellos que se cruzaban en su
camino.
A ella le gustaba tener a la gente en su poder, y porque conocía el secreto de Tiana, Tiana
haría lo que le había ordenado. Como si Merena pudiera ver los pensamientos de Tiana, se rió
suavemente.
—Regresaré al amanecer. Espero que esté limpio, lubricado, y duro para mí. —La risita
baja contenía una profunda crueldad que hizo que Tiana se estremeciera de temor. Merena
quebrantaría el espíritu del príncipe para conseguir lo que quería—. Sé que puedo confiar en ti,
Tiana.
Merena poso sus suaves dedos a lo largo de la mejilla y la barbilla de Tiana.
—El poder proviene de la pasión, después de todo.
Tiana se mantuvo estoica ante las burlas de Merena.
Ella tenía razón, por supuesto. Tiana era probablemente la persona más confiable en el
Torreón. Añade a eso el miedo a que su secreto quedara al descubierto y Merena podía estar bien
segura de que Tiana guardaría su distancia. Con una sonrisa final, Merena continuó corredor
abajo. Su zancada ya no era furiosa, como si burlarse de Tiana hubiera mejorado el estado de
ánimo de la princesa.
La propia irritación de Tiana no eliminó el ramalazo de envidia mientras observaba a
Merena alejarse. El femenino balanceo de sus caderas —resaltado por el movimiento sutil de sus
faldas— llamaba la atención dondequiera que Merena fuera, atrayendo la mirada de hombres y
mujeres por igual. Con un suspiro, Tiana apartó el pelo de su cara y se volvió de nuevo hacia la
cámara de entrenamiento.
La envidia sólo fue algo momentáneo. Había aprendido mucho tiempo atrás que su fuerte
era la organización y permanecer en el trasfondo para asegurarse de que todo marchaba sobre
ruedas en el Torreón. Sólo en raras ocasiones se encontraba deseando tener la confianza que
Merena tenía. La confianza para acercarse a un hombre y esperar que él cayera a sus pies, muerto
de lujuria.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

La imagen hizo sonreír a Tiana por primera vez en toda la tarde. No podía imaginar al
príncipe Rainek de rodillas delante de nadie. En particular, no delante de ella. Se acercó a la
cámara cautelosamente, mirando primero a hurtadillas por el borde de la puerta abierta.
Rainek permanecía erguido, ferozmente mirando y tirando de las cadenas que lo
mantenían atado a la pared. Tiana se deslizó adentro ocultándose en las sombras, observándolo
luchar contra sus ataduras.
Invirtió considerable esfuerzo en no relamerse los labios ante el delicioso banquete
desplegado ante ella. Gruesos y sólidos músculos se tensaban a través de su pecho y hombros,
músculos poderosos acostumbrados al trabajo arduo, ahusados hasta un delineado, ondulado
estómago.
Su oscuro pelo castaño colgaba hasta los hombros, enmarañándose por el sudor mientras
él luchaba contra las esposas. Sus brazos firmes se tensaban, como si estuviera tratando de
arrancar las cadenas de la piedra. Surcos estrechos delineaban los músculos de su estómago,
contrayéndose con cada tirón de sus hombros.
La imagen entera era de fortaleza, desde la determinación en su cara hasta el poder de sus
hombros. Y más. Incluso encadenado a la pared exudaba peligro.
Mientras lo observaba se preguntó cuánto tiempo podría durar el desafío. De alguna
manera, esta noche se las había arreglado para despachar a Merena sin que obtuviera lo que
quería. Eso no duraría mucho. A Merena le gustaba que sus hombres se sometieran a ella y había
quebrantado a otros, sin dejar atrás más que un caparazón entrenado para seguir cada una de sus
órdenes. Cuando Merena terminara con él, quedaría poco del poderoso y orgulloso guerrero. La
tristeza invadió el pecho de Tiana ante la pérdida. Él no se merecía esto.
Sus ojos descendieron. La gruesa y pesada longitud de su pene colgaba entre sus piernas.
Tiana no pudo resistirse a contemplarlo por un momento y preguntarse cómo se sentiría, lleno y
duro dentro de ella, deslizándose profundamente mientras ella lo montaba.
Incapaz de evitarlo, gimió con el más suave de los suspiros.
—¿Quién está ahí?
Tiana se maldijo mentalmente a sí misma por haber sido atrapada, pero sabía que estaba
bien escondida entre las sombras. No había manera de que él la pudiera ver.
Sus ojos inmediatamente la encontraron en la oscuridad.
—Muéstrate —ordenó él con una arrogante elevación de su barbilla. Aunque fuera él
quien estaba encadenado, Tiana siguió sus instrucciones, avanzando hacia la luz. Un parpadeo de
sorpresa fluctuó en sus ojos. Obviamente él esperaba a Merena o a alguien similar.
La atenta concentración de su mirada la hizo vacilar.
—¿Quién eres tú? —preguntó él, su voz bajando a un susurro.
—Oh, soy Tiana. Se me ha asignado, hmm, tú sabes, cuidarte. —Bañarte, limpiarte, tocarte.
Arrastrando sus pensamientos lejos de esa peligrosa dirección, refregó sus manos en el frente de
sus faldas. Sus palmas parecían estar sudando. Extraño. No tenía razón alguna para temerle. Él
no podía alcanzarla, ni podía dañarla. Pero eso no detuvo el lento vuelco de su estómago
mientras daba otro paso adelante.
El príncipe Rainek se irguió usando las cadenas y se inclinó hacia ella como si quisiera
estar más cerca. Casi se había separado del piso.
Tiana gesticuló con las manos para atraer su atención.
—No puedes romper las cadenas y sólo te lastimarás si lo intentas.
Sus ojos se dilataron y ella sintió de lleno el peso de su mirada. Pero él parecía mirar
dentro de ella, a través de ella, más allá de ella, dondequiera menos a ella.
Hizo otro intento.
—Merena hechizó las cadenas. Son irrompibles.
—Más cerca.
—¿Qué? —Él no parecía estar escuchándola.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

—Acércate.
Ella miró alrededor del cuarto.
¿Estaba siquiera hablándole a ella? No viendo a nadie más, caminó hacia adelante. Sus
piernas temblaban mientras se movía. Sabía que él no podría liberarse pero aún así, él irradiaba un
poder que Tiana sintió profundamente en el centro de su ser. No le temía; pero tampoco podía
resistirse a su orden.
Ella se acercó, parándose a poco más de medio metro frente a él y esperó. Los nervios
rebotaban dentro de su estómago.
—¡Tú!
Tiana miró por encima de su hombro otra vez. Todavía estaba sola, así que se encogió de
hombros y contestó.
—Ehh, sí.
—¡Mía!
Ella negó con la cabeza.
—Uhh, no.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Capítulo 2

—¡Mía! —repitió él.


Tiana saltó hacia atrás ante la gutural palabra que se desprendió de su boca. Prácticamente
estaba babeando.
Suspiró suavemente. Qué pena. Era lindo, pero parecía incapaz de usar palabras con más
de dos silabas. Todos los adorables eran locos o estúpidos. Tiró fuertemente de las cadenas que ella
acababa de decirle que no podría romper. Ése parecía ser las dos cosas.
La lujuria se encendió en sus ojos y su polla saltó hacia adelante como estirándose hacia
ella.
Guapísimo, loco y lujurioso.
Y ella iba a pasar la noche con él.

Rainek clavó los ojos en la mujer, su mujer. Su compañera.


Sí. Mía. Denith se empeñaba en liberarse, hacer a Rainek romper las cadenas para llegar a
ella.
Paciencia, Rainek tuvo la satisfacción de decirle al dragón. Está aquí. La tendremos.
El dragón retrocedió pero eso no alivió el constante latido en su ingle. Tenía la sensación
de que nada lo aliviaría, solo clavarse en el mojado coño de su compañera. Aspiró profundamente
y la olió. El delicioso olor de su sexo, apenas perceptible y dulce, lo alcanzó primero, y luego la
suave fragancia floral de su champú y el jabón que usaba para lavar su piel.
Delicioso.
Rainek no contribuyó, sino que estuvo de acuerdo con la opinión del dragón. Casi podía
saborearla. Deseaba saborearla.
—¿Estás bien?
Él hizo una mueca y asintió. Necesitaba mantener bajo control a Denith o ella correría
gritando del cuarto. Parecía una pequeña cosa tímida. Realmente no podía imaginarla
arrodillándose encima de él y montando su polla con abandono lujurioso, pero tal vez había algo
allí que no veía aún. Había más calor definitivamente en ella que en Merena. Las emociones de
esa mujer se reflejaban en sus ojos verdes, su sonrisa acogedora, su confusión.
—Estoy bien —le aseguró, intentando sonar como un caballero en lugar de la delirante
bestia que quería tomarla hasta que no pudiera caminar. La aceptación de Denith de ese plan,
completado con imágenes mentales, lo distrajo hasta que el dragón dejó de enviar imágenes y
dejó a Rainek regresar al presente. Ella aún tenía los ojos clavados en él. Curiosa, pero mucho
más cautelosa.
Cuando había entrado en el cuarto, había estado tan aturdido por su olor y el
conocimiento de que su compañera había regresado, que no la había mirado realmente. No lucía
nada como la princesa. Rubios rizos alborotados rodeaban su cabeza y caían sobre su espalda en

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

un encantador estado de desarreglo. Era pequeña, casi de apariencia delicada, hasta que uno le
miraba los pechos y el trasero. Estaba bien dotada en ambos sitios. Un puñado perfecto para sus
grandes manos. En lugar de ropa, traía un vestido gris pálido que había visto mejores días. No le
preocupó. Abrigaba planes de mantenerla desnuda por largo tiempo.
No importaba que su mujer fuera una plebeya, en lugar de la princesa que él había ido a
buscar. Su familia la aceptaría solamente porque Denith lo había hecho.
No era lo que había imaginado cuando se había tomado el tiempo para soñar acerca de su
esposa, pero eso no importaba. Ella era suya.
Ella solo no lo sabía. Aún.
—¿Cómo dijiste que te llamabas? —preguntó él.
Había estado demasiado distraído por su llegada para oír las palabras saliendo de sus
labios. Él lamió los suyos preguntándose lo que se necesitaría para convencerla de acercarse a él.
—Tiana.
Denith aporreó a través de su cabeza diciéndole que la tomara. Rainek se esmeró por
ignorarlo. Había oído las historias del «cortejo» de sus padres y todo lo que había atravesado
Nekane para proteger y reclamar a su compañera. Rainek tenía un poco más de control sobre
Denith. El dragón había estado durante los treinta veranos de Rainek. Rainek sencillamente había
tenido que convencerlo que era tiempo de tener relaciones humanas. El dragón tendría pronto su
oportunidad con ella.
Denith aulló su aprobación y Rainek sintió su pene endurecerse hasta el punto de tener que
encontrar la manera de salir de esas cadenas y entrar en su coño pronto. Ni él ni el dragón
aceptarían poco menos.
Tiana se quedó con la mirada fija sobre el príncipe cautivo. Le había preguntado su
nombre y no había reaccionado, aún cuando se lo había escuchado decir. Esperó, y después de
algunos momentos, él pareció recobrar la compostura. Sus ojos enfocaron la atención en ella y
podía notar que la veía en verdad. Cualquier ataque que él hubiera hecho, había pasado.
Le dirigió una rápida sonrisa comprensiva, entonces se alejó dando la vuelta, absorta en
recoger un paño y un cuenco de agua caliente. Necesitaba limpiarlo y alistarlo para la llegada de
Merena. No habían sido exactamente rudos con él cuando lo habían capturado, pero algunas
lesiones fueron inevitables. Era un hombre grande y aún para ambas, ella y Merena alzándolo,
habían tenido que arrastrarlo la mayor parte del camino hacia la carreta. ¿Quién hubiera
sospechado que sería tan grande? ¿Y pesado? Todos esos músculos pesaban una tonelada.
Mientras llenaba el cuenco de agua, sigilosamente volvió a mirar de nuevo hacia él.
Hablando de grande… sus ojos regresaron a su polla. Él había estado fláccido cuando había
entrado, pero la bestia había continuado hinchándose e hinchándose. Su coño palpitó ante la
posibilidad y el reto de meter un pene tan voluminoso. Un profundo dolor vacío avanzó
sigilosamente en su sexo. Esa era la polla que quería. Rechinó los dientes y se regresó al lavabo.
Tal vez a cambio de tener cuidado con el príncipe, Merena le permitiría usar un esclavo. Había
otros asignados permanentemente al castillo, pero Tiana evitaba utilizarlos siempre que era
posible. Encontraba extraño montar a un hombre una noche y luego pedirle que cortara leña al
día siguiente.
Después de bañar al príncipe definitivamente necesitaría que algo la relajara.
Quitando ese pensamiento fuera antes de que la distrajera aún más, recogió lo que
necesitaba y volvió a su lado. El peso de su mirada penetrante la había seguido a cada paso.
Cuando finalmente se encontró con sus ojos, él sonreía. Como si estuviera sencillamente feliz de
verla.
—¿Estás bien?
Nunca había visto a un cautivo reaccionar así. Estaban asustados o enojados, como había
parecido estar cuando Merena primero había entrado. Ahora, parecía definitivamente alegre.
—Estoy maravillado. Simplemente tan complacido por haberte encontrado.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Ella no pudo detener su sonrisa sardónica.


—Bueno, tuvimos suerte de encontrarte a ti, si te acuerdas.
Rodó un carrito al lado de él y colocó encima el cuenco y los trapos. Le tomó toda su
fuerza no gemir mientras veía la tarea delante. Obligándose a moverse hacia adelante, sumergió
un paño en el agua, lo exprimió y lentamente se puso de rodillas. La seductora posición sumisa
hizo a su coño contraerse de renovada necesidad. Ante él, sobre sus rodillas, su polla estaba
prominente y dura y tan cerca. Descubrió que estaba mirándolo fijamente y que su lengua
chasqueaba el interior de sus labios, movió de un tirón su mirada hacia el piso. Tenía que
mantenerse distante y ausente mientras acariciaba, oh, restregaba, el trapo sobre su piel. Entonces
comprendió que se estaba demorando tanto como podía, comenzó a lavar su tobillo derecho.
El polvo se había convertido en pedazos de lodo. Con un suspiro, añadió más agua. Todo
el objetivo era mantener su atención en el trabajo y la suciedad, y no en la carne firme bajo la
mugre.
No se suponía que fuera una experiencia sensual. Le daba a un prisionero un baño, una
tarea usualmente reservada para las criadas esclavas. Pero mientras la suciedad se desvanecía y su
piel aparecía, bronceada y rosada, se encontró alargando sus caricias, extendiéndose desde su
rodilla hasta su tobillo y de regreso arriba otra vez. Sería tan fácil inclinarse hacia adelante y
colocar su boca en la de él.
Avanzó a saltos de regreso, no dejándose a sí misma completar el pensamiento.
Necesitaba que algo la distrajera. Algo para mantener su mente ocupada así es que no vagó en la
fantasía de cobijar los labios alrededor de esa solidez.
Tragó saliva y se esforzó en encontrar su voz.
—¿Cuál es tu color favorito? —preguntó.
Sacándose de encima sus reservas interiores, miró hacia arriba, deliberadamente mirando
más allá de su erección y ofreciendo una sonrisa alegre hacia el príncipe.
Como si fuera sacudido de su mundo sensual, él parpadeó y entonces sacudió la cabeza
como para limpiar algún pensamiento descarriado. Tiana tragó profundamente ante la idea que
tuviera las mismas fantasías que ella tenía. Por supuesto, si una mujer estuviera arrodillada a los
pies de un hombre desnudo, era más que probable que tuviera esa fantasía.
Se forzó por apartar ese pensamiento deprimente y observó su cara por un momento.
Podía verlo pensando, analizando, preguntándose por qué lo preguntaba, sin duda. Difícilmente
podía explicar que ella le hacía esas preguntas sin sentido para abstenerse de ponerlo en el suelo,
montarlo y cabalgarlo como al semental de esa temporada. Sus mejillas se calentaron ante el sólo
pensamiento. Bajó la vista y se obligo a sí misma a regresar a su tarea.
—No lo sé que haya tenido uno. ¿Cuál es el tuyo?
Ámbar, como el color de tus ojos. Mantuvo esa respuesta solamente en su mente y se encogió
de hombros.
—Púrpura, supongo. Es un color real.
Él se rió suavemente como si su respuesta formara parte de algún chiste privado, pero
Tiana se rehusó a mirar su cara para ver su diversión.
—A ti te gusta el púrpura, ¿verdad? Excelente.
Exprimió el agua de la tela y comenzó a lavar el muslo. Intentó hacer a sus movimientos
firmes y eficientes, pero fue difícil. La línea de músculo apretado llamaba largas e interminables
caricias. Se encontró volviendo a trazar el ya limpio camino hacia abajo, en la parte inferior de su
pierna y luego regresando.
—Creo que mi color favorito acaba de convertirse en un delicioso rosa profundo.
Sabiendo que la observaba, sintiendo su mirada en ella, casualmente levantó la cabeza
mientras se estiraba hacia arriba para hacer correr el agua hacia abajo por su muslo.
—¿Por qué rosa?
—Por el color de tus labios.

19
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Ella vio sus ojos sumergirse hacia abajo, hasta su pecho y de alguna forma supo que
estaba pensando sobre el color de sus pezones. O es lo qué quería que pensara.
Todo acerca de él era sexual, desde el calor en sus ojos hasta su incontrolable pene grueso
y esforzándose por atención.
Tiana se sentó sobre sus talones, apretando sus labios y dejó caer la tela en el cuenco.
—Por favor detente. —Aunque intentó sonar irritada, lágrimas no derramadas brotaron e
inmediatamente obstruyeron su garganta. Podía no ser la belleza que Merena era, pero eso no
quería decir que pudiera ser embaucada con algunas palabras sedosas—. Sé lo que estás haciendo
y eso no funcionará. Podré parecer un blanco fácil pero no soy estúpida. —Sus ojos perdieron su
humor y sus labios se separaron como si él fuera a hablar—. No puedes seducirme para que te
deje ir, así es que sólo detente con los cumplidos y el coqueteo. Soy tu… —Hizo una mueca—
…guardiana por la noche. Eso es todo.
Hubo un momento de sorprendido silencio.
—Lo siento —dijo él. En realidad sonó contrito pero luego sonaba realmente excitado, así
es que supo que el príncipe Rainek era un supremo actor—. Sinceramente, no quise faltar el
respeto.
La sinceridad colmaba sus palabras y Tiana se encontró cediendo.
—Eso no importa —dijo rechazándolo. No podía dejar mirar su polla, entonces movió
de un tirón su mirada de regreso a sus rodillas—. Merena regresará por la mañana y entonces
podrás conseguir lo que quieres.
—Te deseo a ti. —Su oscura voz rasposa era áspera y envió una advertencia a su columna
vertebral.
—Bueno, no puedes tenerme —descartó. No era un juguete con el cual jugar sólo porque
él quería joder ahora que había despedido a Merena—. Tú le perteneces a Merena.
—¡Mía!
Su voz cambió con el grito y Tiana levantó la mirada. Con una sacudida definitiva de su
cabeza, ella habló:
—No. Tú le perteneces a Merena.
La tensión pasó como un relámpago por su cuerpo en una repentina ola, empezando en
sus hombros firmes y fluyendo hasta los músculos delgados de sus pies. Las cadenas rechinaron
mientras jalaba sobre sus cadenas. Tiana saltó hacia atrás, moviéndose bien fuera de su alcance.
Los músculos gruesos de sus hombros se contrajeron. Sus manos se volvieron rojas y luego
blancas por el esfuerzo excesivo. Un chorro de sangre se resbaló de debajo del puño alrededor de
su muñeca.
—Por favor, detente. Te lastimarás. —Dio un paso más cerca. Él sacudió su cabeza hacia
arriba y clavó la mirada en ella sus ojos estaban negros. Nunca había sabido que el negro pudiera
ser tan cálido. Sus labios estaban echados hacia atrás y sus dientes apretados con fuerza como si
luchara por contener algo dentro de él.
—Por favor, ¿hay algo mal? ¿Príncipe Rainek?
Ella colocó la palma de su mano sobre el pecho de él.
Él se congeló como si estuviera aturdido por su toque. Ella separó su mano de nuevo, sin
desear causarle más dolor. Tan pronto como sus dedos dejaron su piel, comenzó a pelear otra
vez.
—No, un momento, por favor, Su Alteza. Te lastimarás. —Necesitando al menos un
momento de respiro, regresó su mano a su pecho.
Sus forcejeos se detuvieron otra vez, pero aún se quedó con la mirada fija con esos ojos
insondables y la tensión cruel en su cuerpo. Sin saber qué más hacer, siguió hablando, diciendo su
nombre y acariciándolo gentilmente con su mano a lo largo de su pecho, apaciguándolo.
Continuó el camino hasta su estómago, fascinada por la exhibición de sus músculos y la
sensación cálida de su piel debajo de la de ella. Sería tan fácil alcanzar hacia abajo y curvar su

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

mano alrededor de su polla. Aún mientras lo pensaba, notó a su mano avanzando poco a poco en
esa dirección. Estaba tan grueso. Sus dedos no alcanzaban a rodearlo todo. Se requería las ambas
manos para sujetarlo.
Con una inspiración rápida y una mirada rápida a su cara para ver si él notaba su
vagabundeo, dirigió su toque hacia arriba. Ella brincó ante su lasciva disposición de ánimo. El
hombre obviamente estaba teniendo algún tipo de ataque y ella solo pensaba en acariciarlo. Las
palmas de sus manos parecieron calentarse ante la imagen. Si el calor venía de él o de ella no lo
sabía, pero continuó con sus largas, tranquilizadoras caricias.
Sus ojos rodaron atrás en su cabeza, de dolor o de éxtasis, no podía decirlo. El cambio
fue lento, pero sintió su transformación. Después de mucho tiempo, comenzó a respirar de alivio
y Tiana sabía que la misteriosa crisis había pasado. Sus hombros se estremecieron mientras
aspiraba un aliento largo, depurador. Echó su pelo atrás, sobre su hombro, y la miró con risueños
ojos llenos de lujuria.
—Tus manos son como fuego líquido —susurró.
Tiana alejó sus manos, reparando en que era lo correcto. Sus manos ardían con un calor
extraño. Discretamente miró sus palmas mientras daba un paso atrás. No se veían nada
diferentes. Pero una fiebre parecía haber invadido sus palmas mientras lo estaba tocando.
Con una rápida respiración vigorizante, regresó a su usualmente eficiencia.
—¿Estás recuperado?
Él se rió suavemente y un nuevo rojo fluyó en sus mejillas, estaba sonrojado.
Observándolo, notó que era atractivo. No sólo bien parecido o poderoso sino que había un poco
de timidez que lo hacía atractivo.
—Nunca he estado mejor.
Las palabras salieron seductoras y dulces y Tiana las sintió dentro de su cuerpo. Sintió sus
propias mejillas calientes pero sabía que no podía permitirse caer bajo no importaba qué hechizo
él tejiera. Tenía sus obligaciones.
—Me disculpo por mí… arrebato —dijo él.
La luz en sus ojos había cambiado otra vez, brillando intensamente como oro debajo del
sol.
—Tengo ciertas reacciones que no puedo controlar.
Ese comentario la hizo dirigir una mirada hacia su entrepierna y la incontrolada polla aún
esforzándose por el alivio.
Rainek se rió ahogadamente.
—Sí, eso también.

Mientras Tiana asentía y retrocedía, Rainek hizo una mueca. Demonios, la había asustado.
Era extraño que el dragón que había pasado la mayor parte de su existencia predicando paciencia
tuviera pocos deseos de esperar ahora que había encontrado a su pequeña compañera. Su
eventual anuncio de que no podía tenerla, hizo saltar a Denith con furia. Había requerido de toda
la fuerza de Rainek para mantenerlo contenido.
Quiero lo mío.
Y la tendremos, le aseguró al dragón. Pero no si la asustamos y la hacemos correr de la habitación.
Denith masculló, pero dejó la dirección a Rainek.
El gorgoteo lento de agua atrajo su atención de regreso a su mujer. Ella enjuagó la tela y
otra vez se dejó caer de rodillas, delante de él. Era todo lo que podía hacer para no empujar sus
caderas adelante, encontrando la manera de insertar su polla entre esos labios rosa profundo.
Apretando los dientes contra la dulce tortura de sus manos, calientes y delicadas contra su
piel, Rainek la observó. Parecía perdida en sus pensamientos mientras corría la tela sobre sus

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

piernas, lavando y enjuagando. A veces su toque parecía impersonal pero en otros momentos
tenía una distinta impresión, la que de ella lavaba y relavaba su piel simplemente porque así podía
tocarlo. Diablos, quería sus manos sobre él, sin ese condenado trapo. Cuando había acariciado su
pecho, había enviado llamas de necesidad a su ingle.
Denith entró rápidamente en el juego, ofreciendo a Rainek una imagen clara y nítida de
Tiana con ambas manos envueltas alrededor de la polla de Rainek, acariciándolo, apretándolo.
Rainek gimió. La habilidad del dragón para visualizar con precisión hacía difícil resistir sus
fantasías.
Él aseguró silenciosamente a Denith que deseaba lo mismo pero que tenían que
cortejarla. No podían sólo agarrarla y follarla locamente.
Ella es delicada y frágil, advirtió al dragón.
No tan frágil, contestó Denith e implantó una imagen de Rainek encima de Tiana,
metiendo su polla una y otra vez en su coño. En su sueño, ella empujaba hacia atrás con igual
fuerza.
Rainek sofocó un gruñido y enfocó su atención a su pareja mientras ella seguía su tarea.
Todos los rumores que había oído sobre las mujeres del Matriarcado eran que satisfacían
sus deseos sexuales con abandono. Que los hombres que secuestraban eran usados, compartidos
y desechados cuando ya no actuaban. Pero Tiana no había mostrado ninguna hambre sexual que
habría esperado. Parecía decidida en suprimir aquel lado de su naturaleza. Él podría verlo
zumbando bajo la superficie. Los breves destellos de lujuria de sus ojos le dieron la esperanza que
ella quisiera pasar largas horas bajo él. O encima de él. No tenía ningún problema con que ella
montara su polla.
Cada sucesiva imagen provocaba el endurecimiento de su eje. Ante el menor toque,
explotaría. Apretó sus labios, resistiendo al impulso de pedir aquella caricia a Tiana.
Ella terminó de lavar sus piernas, evitando atentamente su entrepierna, luego frotó cada
miembro con una toalla. Finalmente, se puso de pie, mirando fijamente bajo sus hombros y
encima de su cintura. Obviamente, se sentía demasiado incómoda para encontrar su mirada.
Era una cosa íntima el bañar a otro de tal modo. Intentando aliviar sus miedos, Rainek
cerró los ojos, poniendo un poco de distancia entre ellos. La miraba por debajo de las pestañas.
Sus hombros se relajaron un poco.
Ella atrajo el carrito más cerca y volvió a empezar su limpieza metódica, golpes largos y
lentos a través de su pecho y estómago, bajando por sus brazos. De vez en cuando la sentía
repetir el movimiento, como si realmente le estuviera acariciando. Estos toques le daban la
esperanza que ella no era inmune a él.
—¿Tienes una gran familia? —preguntó él, manteniendo sus ojos casi cerrados. Ella se
sacudió ante el sonido de su voz. Rainek hizo todo lo posible para esconder su sonrisa.
—Uhm, sí. Tengo seis hermanas.
—¿Ningún hermano?
Ella negó con la cabeza.
—No. Nuestras mujeres raramente tienen niños y cuando los tienen… —Su voz se
volvió sombría—. El niño es abandonado hasta morir o desterrado a otra tierra.
Rainek abrió los ojos y la miró fijamente.
—¡¿Qué?! ¿Cómo pueden hacer eso? —No pudo esconder el tono horrorizado de su voz.
—Es la costumbre del Matriarcado. Un niño podría intentar tomar el trono.
—No estás de acuerdo con esta práctica.
Ella maneó la cabeza.
—Sé que tiene que ser de este modo, pero aún así… mi madre dio luz a dos niños. Ellos
fueron desterrados al nacer. Siempre me he preguntado que les había pasado y como habría sido
tener hermanos.
Queriendo apartar su pena, él se rió entre dientes.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

—Son un tormento y una irritación.


Ella respondió como él había esperado, con una suave sonrisa. El dolor se descoloró de
sus ojos.
—¿Entonces tienes hermanos? —Ella se levantó, estirándose para lavarle las muñecas.
Sus pechos empujaban contra el basto material de su vestido. Con un leve movimiento, él podría
inclinarse y capturar un delicioso pico entre sus labios.
Resistiendo a la tentación que ella puso tan cerca de su boca que babeaba, él volvió a su
conversación.
—Uno —dijo él—. Y una hermana. Pero mi hermano no era el atormentador. —Ella le
observó y él le guiñó—. Era yo.
Ella se rió, arrastrando la tela por su brazo, hacia su hombro.
—Lo admites.
—Sí —gimió él, más en respuesta a sus finas manos que se movían por su cuerpo, el
modo en el que acariciaba la sensible piel de debajo de su brazo. Denith retumbó en su cabeza.
Rainek sujetó fuertemente al dragón, respiró hondo y continuó contando su historia—. Me salí
con la mía, torturando a mi hermano tan a menudo como podía. Él es un poco aburrido, tienes
que entenderlo. Tiene un plan para todo. Nunca he encontrado una persona más controlada.
Pero es un buen hombre y un buen hermano. Será un rey excelente.
—¿Y tu hermana?
—Ah, ella sería un rey malísimo. —Se sintió satisfecho cuando Tiana se rió de su
broma—. De verdad, ella es un terror, pero al ser una chica, ella recibe más que yo. Mi padre la
idolatra terriblemente. —Él continuó contando sus historias, entreteniéndola mientras ella le
lavaba, cualquier cosa para mantenerla cerca. Denith estaba mucho más tranquilo con ella a su
lado. Ella se puso de puntillas para lavarle el cuello. Rainek no podía pararse. Él se inclinó,
saboreando el delicioso perfume de su pelo, la dulce curva de su mentón. Su caliente fragancia
impregnaba su ser. Podría olerla, su excitación, su lujuria por él. Casi podría probarla. Tiana hizo
una pausa y durante un momento él pensó que se daría vuelta y le ofrecería sus labios pero en
cambio, retrocedió. Ella dejó caer su trapo en el hondo plato y juntó el resto de sus artículos de
baño.
Temiendo que ella se marcharse, se retorció cuando ella se movió detrás de él.
—Solo permanece erguido —instruyó ella, con voz suave y sin aliento. El acalorado olor
que emanaba desde su entrepierna, creció.
Era un buen signo. Ella se excitaba tocándole.
Pero no le gustaba que se hubiera movido detrás de él. No podía verla desde allí.
Tiana agradeció a sus Diosas que ahora estaba detrás de él. Él no podía verla desde allí. La
intensidad de su mirada le pesaba. Él obedeció su orden de dejar de coquetear con ella pero esto
no había disminuido el impacto de su atención. Todavía podía rastrear sus movimientos con ojos
hambrientos y mirada depredadora. Se sentía como un conejo bajo la vista de un halcón.
Trajo agua limpia y puso el cuenco en el carro. Él también era asombroso de espaldas. Su
trasero fuertemente curvado hizo que sus palmas la dolieran, no con una extraña incineración,
sino por la tentación de extender la mano y apretar.
Con él incapaz de mirarla, podría mirar bien. Tomó la oportunidad en cuanto se le
presentó. Pocas veces podía observar un espécimen masculino tan delicioso. Hizo todo lo posible
para permanecer distante y fría pero era difícil. Su espalda era igual de fuerte como por delante.
La hacía querer montar su trasero y frotar su cuerpo por todas partes de él.
Un quejido se escapó de su garganta antes de que ella pudiera pararlo. Por las Diosas, él
era hermoso.
—¿Estás bien, Tiana?
—Por supuesto, Su Alteza. Sólo tenía algo en la garganta. —Mi corazón.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Se obligó a volver a su trabajo, moviéndose rápidamente. Era más fácil ser eficiente
cuando él no la miraba. Cuando ella acabó, dejó caer el trapo en el cuenco y empujó su carro
hacía delante. La decidida sonrisa de su cara le hizo difícil hablar pero ella lo hizo.
—Allí. Todo hecho.
Él negó con la cabeza.
—No realmente, mi amor.
Ella presionó instintivamente su mano contra su barriga, tratando de aliviar el dolor que la
asaltó ante sus palabras.
—¿Qué quieres decir?
—Hay un lugar que te queda por lavar. —Él echó un vistazo hacia abajo luego volvió a
mirarla. Donde antes había broma y risa en sus ojos, ahora había desafío—. No querrías que
Merena pensara que has eludido tu deber, ¿verdad?
Ella empujó sus hombros hacia atrás.
—Por supuesto no, Su Alteza.
Él podría verla tragar como si juntara su coraje. Mojó el trapo en el agua. Rainek sostuvo
su aliento cuando ella se adelantó y empezó a gotear el agua por la parte inferior del estómago,
hacia abajo, a su polla. Rainek no podía soportar más. Dejó caer a su cabeza hacia atrás y soltó el
gemido que se creaba cada vez ella le tocaba.
Como si el sonido la hubiera decidido, ella envolvió su mano cubierta de tela alrededor de
su eje y empezó a acariciar. Él abrió sus ojos, incapaz de resistir ante la vista de ella tocándole.
Ella se mordió el labio inferior mientras contemplaba su polla. El calor que él había visto en sus
ojos, se encendió y sonrojó de rosa sus mejillas. El calor fluyó por el trapo como si sus manos,
irradiaban fuego. Ella bombeó la longitud de su polla y era más de lo que él podría tomar. Rainek
se sujetó de las cadenas que le sostenían y gritó cuando derramó su semilla en la tela.
El cuarto estaba silencioso, lleno sólo del sonido de sus alientos desiguales. Los dos se
quedaron quietos, absorbiendo el momento. Entonces ella se retiró despacio, limpiando su semen
y alcanzando entre sus piernas para lavar sus bolas antes de alejarse. Rainek se hundió en las
cadenas. El orgasmo le había debilitado las piernas.
Si esto es lo qué se siente al correrse en su mano, ¿cómo voy a sobrevivir a su coño? Se preguntó él
retóricamente.
El dragón contestó de todos modos. Con placer.
Tiana tardó mucho tiempo pero Rainek no protestó. Necesitaba un momento para
recuperarse. Qué embarazoso. Se habían necesitado apenas dos caricias de su mano —y no
menos que una mano envuelta en la tela— para hacerle acabar. Él se comportaría como un
chaval novato cuando realmente se acercara para joderla. A pesar de lo que realmente era, de
hecho, nuevo en el sexo, él odiaba la idea que ella le creería un hombre sin control.
Tiana volvió, quedando a unos pies de distancia, sus ojos mirando cualquier parte menos
a él. Probablemente la había mortificado corriéndose en sus manos. Ella arrugaba su falda entre
sus dedos.
—Uhm, necesito que te acuestes para que estés listo. Para uh, mañana. Cuando volverá
Merena. —Sus mejillas se pusieron un rojo profundo, uno que complementaba el clavel oscuro
de sus labios.
—Tiana, sobre…
Ella maneó la cabeza, ordenándole silenciosamente que parara. Rainek rechinó los dientes
e hizo lo que ella le pidió. No quiso avergonzarla más.
—Ahora voy a acostarte. —Agitó las manos hacia el espacio entre sus piernas y si él
pensaba que sus mejillas no podían hacerse un poco más rojas, se equivocó—. Uh, necesito que
des un paso con cada pie. —Con la cabeza agachada, ella se giró y se acercó hacia la pared
opuesta. Una serie de palancas destacaban del panel de piedra. No entendiendo lo que pasaba, él
siguió sus instrucciones, curioso a ver donde le llevaría.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

—Será más fácil si puedes mantenerte de pie más tiempo posible. —Con aquel
enigmático consejo, tiró de una de las palancas hacia abajo.
Y la tierra debajo de él desapareció. Sus pies todavía estaban en la piedra, pero cuando
desapareció el suelo, apareció un agujero entre sus piernas. Él envolvió las manos alrededor de las
cadenas de sus muñecas y se levantó. El fuerte ruido de metal contra metal volvió a atraer su
atención hacia Tiana. Una segunda palanca fue bajada y una ráfaga de aire se arremolinó
alrededor de sus tobillos.
El espacio vacío se llenó lentamente cuando una superficie larga y plana se elevó del
agujero negro. La mesa que apareció era tan amplia que tenía que estirar las piernas.
—No luches contra las cadenas —gritó ella; su voz era comprensiva y le dio fuerza. Él no
se avergonzaría delante de su compañero. Al menos esperaba no hacerlo. Escuchó más ruido
cuando las bandas que rodeaban sus tobillos tiraron hacia delante, levantando sus pies de debajo
de él. Se agarró, sosteniendo las cadenas que ligaban sus muñecas cuando las dos esposas lo
levantaron, hasta que se quedó horizontal. Entonces fue bajado despacio encima de la larga y
negra mesa. El proceso duró tan solo unos momentos. Cuando se acabó, él estaba estirado,
yaciendo boca arriba. Las cadenas se deslizaron hasta que sus brazos estuvieron extendidos.
Siguió otro ruido metálico y aparecieron unas mesas de apoyo, dándole un lugar para descansar
las manos y hombros. En conjunto, no era terriblemente incómodo. Mientras tuviera a Tiana
cerca de él.
Ella se acercó al lado de la mesa, apartando sus desordenados rizos rubios de la cara
mientras miraba hacia abajo, a él.
—Lo siento, por esto. Te acostumbrarás a ello. Este cuarto está diseñado para entrenar a
los esclavos. Las palancas hacen posible tenerte erguido para tu entrenamiento y también de
espaldas cuando tu ama quiera montarte.
Rainek casi se tragó la lengua ante su despreocupada descripción. Entonces Denith repitió
la imagen de Tiana arrodillada sobre él, montándole, su coño envolviendo su polla una y otra vez.
—Sí.
Una descarga de desilusión llenó el pecho de Tiana. La sensación la sorprendió y
confundió. ¿Qué importaba que él estuviera excitado por Merena, que volviera para montarle?
Solo que parecía un poco extraño que después de rechazar a Merena esta noche, estuviera feliz
por su regreso mañana. Especialmente después de que él acabara de correrse en tu mano. Ella no hizo caso
de aquel vil pensamiento, dispuesta a alejar el recuerdo hasta más tarde, cuando pudiera disfrutar
de él, repasándolo.
Tal vez Rainek planeaba jugar hacerse el difícil con Merena.
Tiana se sintió obligada a advertirle de que no funcionaría.
—Sobre mañana —dijo ella, mirando fijamente en sus calientes ojos de ámbar—, cuando
vuelva Merena, realmente es mejor que le des lo que quiere.
—No Merena. Te quiero. —Su voz había vuelto al mismo tono gruñido y las palabras
entrecortadas que casi la hicieron creerle cuando él dijo que la quería.
Por suerte, la lógica vino a su rescate e indicó que el príncipe pensaba claramente que ella
era un mejor objetivo para la compasión y todavía trataba de convencerla de liberarlo.
Ella sonrió fuertemente.
—Esto es un sentimiento encantador. Merena volverá mañana y te montará. —Ella
maneó la cabeza—. No sé lo que hiciste antes para enojarla pero ella es muy poderosa. Sólo dale
lo que quiere y te salvarás de mucho dolor.
Tiana acarició su mano. Estaba por dejarlo en la noche. Volvería por la mañana y le
acariciará para excitarlo. No, ahora que él necesitaba cualquier ayuda. Su polla estaba otra vez
llena y en recta posición.
Ella suspiró. Había mucho que podría hacer con una polla así a su disposición. Arrastró
su lengua a lo largo del interior de su labio.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

—Déjeme probarte.
La cabeza de Tiana se levantó de golpe.
—¿Qué? —Era casi como si él pudiera oír sus pensamientos. Ella comenzó a alejarse,
pero se paró. Él estaba tan duro y listo. El dolor de su sexo se profundizo.
—Quiero probarte —repitió él.
Ella sintió que sus ojos se ensanchaban. Él realmente no podía querer decir…
—Un beso para empezar. ¿Es demasiado pedir?
Un beso no era tan difícil. Y él parecía tan hambriento. Ella comenzó a inclinarse,
imaginando su boca en la suya, el delicado y lento deslizar de la lengua de él en su boca. Ella
retrocedió con un movimiento brusco. Él lo hacía otra vez.
—Te dije. No puedes seducirme para liberarte —cruzó los brazos bajo sus pechos—.
Merena despellejaría la piel de mi espalda si lo hiciera.
—No tengo ninguna intención de suplicar para que me liberes —sonrió él—. Al menos
no por liberarme de estas cadenas.
Tiana alejó la mirada. De alguna manera este hombre sabía cómo tentarla, seducirla. Supo
que era peligroso desde que lo vio por primera vez. Ahora sabía por qué. Él podría tocar la
sensualidad de una mujer y jugar con sus emociones.
Juntando su hundido coraje, le miró a los ojos. La abierta honestidad de su mirada
fijamente derritió su cólera.
—Te doy mi palabra como príncipe de Xicanth, como hijo del Rey Kei, que esta noche
no intentaré escapar, que mis palabras no son destinadas para seducirle para liberarme. Me
gustaría que te quedaras conmigo. Te deseo. Déjeme tocarte, probarte.
Un poco de miedo y sospecha se desvaneció ante su solemne promesa. Parecía tan
sincero… y su polla estaba tan dura. Ella se lamió los labios. Nunca había tomado la polla de un
hombre en su boca. La posibilidad la intrigaba.
—Supongo que un beso estaría bien. —Durante un momento, echó un vistazo a su
erección antes de sonreír vacilantemente hacia su cara.
Rainek se mantuvo tenso, oponiéndose a la espectacular fuerza del dragón, esperando
cuando ella puso las manos en la mesa, al lado de su cabeza y se dobló hacia adelante.
Sus labios eran suaves y ligeros. Él permaneció inmóvil y la dejó rozar su boca contra la
suya, emparejando sus caricias, uniéndose lentamente, abriéndose. Denith se estremeció de placer
y Rainek pudo sentir que el dragón absorbía su sabor, capturándolo en su memoria.
El delicado estallido de su lengua contra sus labios envió un nuevo dolor a su entrepierna.
La paciencia y la restricción desaparecieron y Rainek se empujó, abriendo su boca y hundiendo su
lengua entre los labios que esperaban. Ella no huyó como él había temido. En cambio, lo
encontró, golpe con golpe, sus manos bajaron detrás de su cabeza y le sostuvieron cuando ellos
se saquearon las bocas el uno al otro. Él pellizcó su labio inferior, necesitando algo para soltar la
presión de dentro de él. Ella gimió y el delicado ruido se movió de su boca en la suya.
Él la alcanzó. Las enormes cadenas repiquetearon, coincidieron con la silenciosa música
de sus bocas y alientos profundos.
Tiana saltó hacia atrás. Su pecho se elevaba y bajaba con una frenética lucha por más aire.
Rainek no pudo menos que contemplar sus pechos. Aunque totalmente ocultos en su abrochado
vestido, el tamaño y la forma eran obvios y cabrían bien en sus manos grandes.
Ella puso su mano en el pecho y se alejó otro paso. Denith gruñó y Rainek podía sentir
como el dragón se levantaba.
—Por favor —jadeó él.
Tiana echó un vistazo a la puerta como para confirmar que estaba cerrada, luego miró
hacia atrás. Sus ojos se posaron primero en su polla, luego se deslizaron hasta su cara.
—Quizás pueda aliviarte.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Capítulo 3

El calor en sus ojos hizo que su coño se tensara de necesidad incluso cuando ella
comenzaba a lamentar su oferta. No se suponía que hiciera eso. Merena había dado órdenes
directas de que él no obtuviera ningún alivio esa noche, pero no podía abandonarle así.
Tiana echó un vistazo a las hierbas y pociones en el mostrador. Obviamente, Merena le
había dado alguna clase de afrodisíaco. No había otro modo de explicar cómo podía haber vuelto
a tener una erección completa momentos después de haberse corrido.
Una rápida recuperación con tal intensa necesidad sólo podía significar una poción: zumo
de reconi.
Maldijo silenciosamente a la princesa. A pesar del hecho de que era ilegal usar el zumo de
reconi en cualquiera, excepto en esclavos de placer contratados, era sabido que Merena lo
administraba a los hombres que capturaba.
Era una bebida común entre las mujeres del Matriarcado. Además de servir como un
modo de prevenir embarazos, les causaba un ligero aturdimiento y aumentaba sus necesidades
sexuales. En los hombres, la reacción era más definida y dolorosa. El afrodisíaco hacía que un
varón se excitara, endureciendo su miembro hasta dejar al hombre suplicando por liberación. El
dolor no se retiraría hasta que se le permitiera llegar al clímax repetidas veces. A veces se
necesitaban horas para aliviar la necesidad sexual.
Tiana atrapó su labio inferior entre sus dientes y contempló al hermoso hombre ante ella.
¿Podía realmente hacerlo? Sería tan simple. Pero habría consecuencias. De todos modos, no era
justo abandonarle atado y erecto toda la noche. Tiana podía darle la liberación que necesitaba y
luego seguramente en la mañana su polla se pondría dura otra vez con el toque de Merena.
Faltaban horas para que Merena volviera. Había dicho: Con las primeras luces, pero Tiana sabía que
Merena nunca había visto el alba, ni siquiera por un hombre como Rainek.
Inconscientemente, Tiana paseó la mano por su pecho. Perfectamente podía imaginarse
levantándose temprano para tener su placer con Rainek, o quedándose despierta hasta la llegada
del alba. Quedándose sobre él… durante toda la noche.
Apretó sus labios para acallar un gemido. Parecía como si el desesperado dolor en su sexo
se reflejara en sus manos, el extraño, hormigueante calor, había vuelto. Sus caderas se
balancearon en un intento inconsciente de emparejar la creciente necesidad entre sus piernas.
Con una sacudida rápida de su cabeza para ordenar sus dispersos pensamientos, tomó
una decisión. No podía tomar placer de él pero tampoco le abandonaría así.
—Déjame ayudarte —susurró en el silencio del cuarto.
Las palabras simplemente le salieron del alma, con el desigual sonido de su aliento
acompañándolas.
Despacio, las yemas de sus dedos se deslizaron rozando a través de su estómago,
deleitándose en los músculos apretados y la suave seda de su piel. La dulce libertad de tocarlo la
distrajo durante un momento y dejó que sus manos volvieran sobre sus pasos hasta que la
atracción de su formidable polla se hizo demasiado para resistirla. Después de vacilar un

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

momento, avanzó poco a poco sus dedos hacia adelante, introduciéndolos en el nido de pelo que
aguardaba. Los rizados hilos se enroscaron alrededor de sus dedos, sujetándola mientras frotaba
la base de su miembro. Rainek inhaló bruscamente.
Apartó la mirada de la deliciosa vista de su polla dura y contempló su cara. Los ojos de
Rainek estaban apretadamente cerrados, sus manos convertidas en puños, tensándose contra
ataduras irrompibles. Como si luchara por alcanzarla.
Sus ojos se abrieron de golpe y la contempló fijamente. El ámbar se desvaneció de sus
ojos, dejando paso al negro ardiente. La caricia visual se sentía tan real como una física. Penetró
su coño, haciéndola mojarse y debilitando sus rodillas. Ningún hombre la había mirado alguna
vez de esa forma. Como si sólo la quisiera a ella, como si la deseara únicamente a ella.
Voces casi inaudibles le advirtieron que no la deseaba a ella, querría a cualquier mujer que
le jodiera. Merena le había hecho eso, y por la mañana, Merena le tendría.
Una extraña rebeldía que Tiana nunca había sentido antes burbujeó en su pecho.
Pero yo le tengo esta noche, pensó ella.
Tiana abandonó la dulce maraña de su pelo y deslizó sus dedos por la longitud de su
polla. Era una caricia tan simple, pero tan poderosa. Rainek empujó hacia arriba sus caderas y
gimió ante la aguda sensación. Aunque estaba tentada de envolver sus dedos alrededor del grueso
miembro, se apartó y consideró la situación.
Podía haberle acariciado otra vez hasta el clímax pero quería más. Algo más profundo y
más satisfactorio, sin permitirle realmente acceso a su sexo. Estaba dispuesta a desafiar a Merena
hasta cierto punto, pero el hecho de montar al cautivo de otra mujer era equivalente a la traición.
Tiana contempló la polla de Rainek y sintió que sus labios se abrían ligeramente. Sabía que
algunos hombres encontraban placer en la boca de una mujer pero nunca lo había intentado en
realidad. Pocas mujeres en el Matriarcado hablaban siquiera de la práctica. Los hombres estaban
diseñados para complacerlas a ellas, no a la inversa, y el pensamiento de poner la boca en su polla
debería haberla repugnado. En cambio, estaba fascinada. ¿Cómo se sentiría contra su lengua?
Ese pensamiento le dio ánimo para tomar una decisión.
—He visto a otras hacer esto, aunque nunca lo he hecho yo misma. —Antes de
permitirse volver a pensar sobre la locura de sus acciones, subió a la mesa para conseguirse un
mejor ángulo. Las piernas masculinas estaban extendidas, constreñidas por bandas alrededor de
los tobillos. Se sentó a horcajadas sobre un masivo muslo y contempló la furiosa polla ante ella—
. Avísame si te lastimo, o hago algo incorrecto —susurró.
Odiaba ese sentimiento de inseguridad, esa incertidumbre sobre cómo seguir, pero el
deseo de sentir la gruesa barra entre sus labios la hizo continuar.
Cerró sus ojos durante un momento y trató de imaginar a las criadas usando sus bocas en
los cautivos, excitándolos de modo que una mujer de la clase dirigente pudiera tomar su placer.
Pero todo lo que podía recordar eran los gemidos y súplicas masculinas por más.
Confiando en el instinto, colocó las manos a los lados de sus caderas y bajó la boca hacia
la gruesa asta. Su lengua se deslizó entre sus dientes y con una lamida breve y delicada acarició la
parte de abajo de la gruesa cabeza. El siseo de aire aspirado entre dientes apretados la hizo mirar
hacia arriba. No quería hacerle daño. Quería liberarle. Complacerle.
El calor explotaba en sus ojos y la animaba a seguir. Se inclinó más hacia abajo, puso su
lengua contra su miembro, y la arrastró despacio hacia arriba. Esa vez no se retiró cuando él se
tensó. Presionó la boca contra él, sintiendo su calor y el pulso de vida bajo sus labios. Era
asombroso, esa carne lisa, encantadora, tan sólida y fuerte. Tan frágil. Se perdió en la sensación,
aprendiéndole, descubriendo el punto sensible en la base que le hacía gemir. Probó su placer con
caricias largas y con rápidos y pequeños lametones, como los de un gatito. Los músculos de su
pierna se tensaron bajo su mano y ella ocultó una sonrisa. Él quería más. Ella también. Envolvió
los dedos alrededor de su eje y empujó la gruesa cabeza entre sus labios.
—Sí, Tiana, dulzura, chúpalo, por favor.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Con su boca todavía cubriendo las primeras pulgadas, pasó su lengua a lo largo de la parte
de abajo del miembro y miró cómo se hinchaba su pecho. La energía aumentó en su sexo.
Diosas, quería montarle. Sabiendo que eso era imposible, le daría placer. Abrió sus labios
un poco más y se hundió hacia abajo. La gruesa vara llenó su boca casi ahogándola mientras
engullía tanto de él como podía.
—¡Tiana! —El grito fue acentuado por un mínimo bombeo de sus caderas.
Relajó su garganta y aceptó más de su polla. Entonces comenzó a moverse, subiendo y
bajando, descubriendo un ritmo que hizo gemir a Rainek. Temblores de placer bajaron por su
propia columna mientras lo succionaba, disfrutando el deslizamiento de su eje entre sus labios.
Dirigida por la ondulación rítmica de sus caderas, bombeó más rápido, concentrándose en ese
dulce punto en la base de la cabeza.
—Dulzura, estoy a punto de correrme.
Retorcía sus caderas como si quisiera apartarse, pero no se lo permitiría. De él, quería
disfrutarlo todo. Agarró sus caderas, dejando que sus dedos jugaran con la curva de su trasero,
sosteniéndole en el lugar. Sus uñas se clavaron apenas en la carne con una mordedura diminuta
mientras mantenía su frenético ritmo, sintiendo que estaba al borde de su propia liberación.
—¡Tiana! —Él explotó en su boca.
Ella tragó, dejando que su semen bajara por su garganta. Esperó hasta que cada pulsación
hubo pasado, entonces se retiró, lamiendo el camino hacia arriba por su polla y dando un
lametón a las gotas restantes.
Algo completamente sexual floreció dentro de ella. Levantó sus ojos. Su mirada la
esperaba. El vibrante poder de sus ojos la hizo retroceder. Se lamió los labios, saboreándole a él
todavía en su boca. La lujuria corrió por el cuerpo masculino como un relámpago. Y ella tenía el
control de su placer. Su boca se curvó en una lenta sonrisa. Sabiendo que él miraba, colocó un
delicado beso en la punta de su polla. Precisamente entonces se dio cuenta que todavía estaba
erecto. Merena debía haberlo sobremedicado.
Tiana miró el anhelante destello esperanzado en sus ojos y no pudo resistirse a dedicarle
otro lametón. Miró sus párpados apretados y sintió los deliciosos temblores trenzándose por su
cuerpo. Le pertenecía. Era suyo para complacerle. Y para atormentarle. El impulso por hacerle
acabar se desvaneció, y comenzó a mover su boca a lo largo de su eje, en un recorrido lento.
Haciéndole gruñir y adorando cada vez que gemía su nombre. El calor ardió en sus palmas, pasó
la mano entre sus piernas, acunando el pesado sacó que colgaba abajo. Se demoró acariciando sus
bolas, tratando de capturarlas en su boca.
—Tiana, dulzura, déjame tenerte.
Su coño, ya húmedo, se hinchó de necesidad. Inconscientemente onduló sus caderas,
necesitando algo que aliviara el salvaje dolor entre sus muslos, pero era imposible. Darle
liberación era bastante malo, pero tomarle dentro de su cuerpo… Merena nunca perdonaría eso.
Deslizó hacia abajo su mano, apretando el vértice entre sus piernas, esperando algún
alivio, pero nunca había sido buena en darse satisfacción por sí misma. Sus dedos nunca
encontraban el roce correcto. Siempre terminaba ansiando la sensación de plenitud de una polla
dentro de ella.
Su sexo tembló de anticipación, pero Tiana puso freno a esa sensación. No podía tenerle.
Inspiró profundamente y se concentró en su polla. Le llevaría al clímax una vez más, luego se
marcharía.
—Da la vuelta.
Aturdida y perdida en su propio mundo sensual, la suave orden de Rainek apenas penetró
en su mente. Abrió la boca y sorbió de nuevo su polla, dejándola acariciar el interior de su boca y
golpear contra su garganta.
—Maldición, dulzura, por favor, gira. Déjame tener tu coño.

29
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

En aquella ocasión, su pedido pareció alcanzarla. Levantó la cabeza y Rainek sintió que su
cuerpo entero se tensaba.
Sus labios estaban enrojecidos y llenos, ella no tenía la menor idea de cuan sexy se veía.
Sus vagas fantasías acerca de su futura compañera chupando su polla habían sido borradas por la
exótica realidad de su boca. Sabía exactamente cómo lamerle, llevándole a la excitación más
ardiente que alguna vez hubiera imaginado. De alguna manera el dragón lo había sabido, era
perfecta para él. La confusión se pintaba en su cara. Había estado totalmente concentrada en
chupar su polla y parecía considerar su llamada una inoportuna distracción.
—Ven y ponte sobre mí así puedo probarte, también —mantuvo la voz baja.
Entre su necesidad de joder con ella y el deseo del dragón de rasgar las cadenas de las
paredes y reclamarla como propia, Rainek estaba sorprendido de estar siendo tan coherente.
Su aliento acariciaba su polla enviando a sus ingles ondas de placer demasiado suaves.
Quería que lo chupara otra vez. Llenar su dulce boca con su polla había colmado sus sueños pero
también le desgarraban otras necesidades. No quería asustarla, pero el deseo de probarla le
dominaba. Tenía que sentir el dulce jugo de su coño en su lengua. Denith lo necesitaba.
—Déjame probar tu coño —dijo de nuevo.
Esa vez, podía darse cuenta de que le había oído. Sus ojos se despejaron y se enderezó. Se
recostó en sus talones, las faldas de lana áspera escondían la dulce coño que quería reclamar.
—No debería —dijo ella, sacudiendo su cabeza—. Yo…
—Déjame tenerte. Ahora.
La baja y oscura demanda no era la dulce seducción que la mayor parte de las mujeres
habrían deseado. Se tensó y Rainek aferró las cadenas, anticipando la respuesta de Denith si ella
se negaba.
En vez de alejarse, se incorporó sobre las rodillas y arrastró sus faldas por encima de su
cintura. Sus manos temblaban mientras levantaba el material, exponiendo sus muslos suavemente
curvados.
Rainek la miraba fijamente, sin querer perderse ninguna parte de ella, hambriento de la
primera vislumbre de su delicioso sexo. Denith casi jadeaba por la necesidad de probarla. Trató
de calmar al dragón con el pensamiento de que pronto estaría abierta para él, pero la paciencia del
dragón estaba tocando su fin. Ella mordisqueó su labio inferior durante un largo momento, luego
comenzó a moverse, avanzando lentamente sobre su cuerpo. Cada susurro suave de su piel en la
suya, incluso el roce de su vestido a través de su piel, era un tormento burlón. Pronto, muy
pronto, juró, la sentiría completamente contra sí, y su polla dentro de ella.
El seductor perfume que emanaba de entre sus piernas se intensificó a medida que se
acercaba. Podía sentir su vacilación, pero además percibía su excitación. Ella quería eso. Tiana
vaciló en el borde de la mesa.
—Ven a mi boca —instruyó—. Déjame probarte.
Un estremecimiento exquisito corrió por su cuerpo. Estaba anticipando ya su sabor.
Estaba cerca. Casi la tenía. La necesidad lo invadió mientras ella lo observaba, la mirada
concentrada en sus labios. Podía ver sus pensamientos trabajando, imaginando como se sentiría
su boca contra su piel. Casi de mala gana, ella apartó sus ojos y los deslizó hacia abajo por su
cuerpo como si no pudiera decidir qué deseaba más, su boca o su polla.
—Date la vuelta y podrás tener ambos.
Se estremeció como si la sorprendiera que hubiera leído su pensamiento. Entonces
pareció captar la idea y sonrió. Moviéndose despacio, sin duda para prevenir caerse de la mesa, se
giró hasta enfrentar sus pies, levantó una rodilla y la balanceó sobre su cabeza. La oscuridad le
rodeó durante un momento mientras sus faldas colgaban, cubriendo su cabeza. Oyó su risa
apagada y el pesado material fue levantado. Ella se inclinó hacia adelante y le dirigió una sonrisa
tímida.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Rainek le devolvió la sonrisa. Su pequeña compañera no era tan delicada como había
pensado al principio.
Intentó alcanzarla, olvidando durante un momento que sus manos estaban atadas.
—Baja.
La carne suave del interior de sus muslos se acomodó alrededor de su cabeza y su aroma
impregnó su ser. Denith aulló su placer y Rainek se estiró, encontrándola cuando venía hacia él,
chasqueando la lengua suavemente contra su sexo, saboreando el sabor caliente, almizcleño, de su
coño. Ella jadeó ante el primer toque y se retorció, hundiéndose más abajo, ofreciéndole
completo acceso.
Rainek gimió. Era deliciosa, mojada y caliente. Abierta para su festín. Su deseo de
descubrir despacio su carne quedó oscurecido por la desesperada necesidad del dragón de
saborearla, de hacerla correrse. Deslizó la boca por la longitud de su raja, probando su sabor,
prometiéndose más. Levantando la cabeza, puso los labios en su clítoris y comenzó a succionar.
Su ahogado gemido se convirtió en un quejido y Rainek no pudo evitar sonreír. Podía darle tanto
placer.
Tiana sentía que sus ojos ardían mientras su mirada se perdía en el espacio. Lo que fuera
que le estaba haciendo, creaba las más asombrosas sensaciones en su sexo. Había tenido
pequeños orgasmos antes, liberaciones menores de presión, pero la creciente tensión dentro de
su coño ya era mayor que cualquier cosa que hubiera sentido antes. Había subido a esa mesa para
darle liberación, ahora él la estaba complaciendo a ella. Y parecía como si eso fuera un placer para
él también.
Rainek perseveró, succionando firmemente su clítoris. Ella cerró los ojos y dejó que las
sensaciones subieran en una espiral más y más alta. Murmuraba suavemente mientras la chupaba.
Las diminutas vibraciones la hacían contener el aliento. No disminuía el ritmo, seguía con fuertes
y continuas succiones de su boca. Parecía desesperado por su clímax y ella no pudo resistir más.
En un punto claro, agudo, la tensión que había crecido dentro de su coño explotó.
Tiana jadeó y se dejó caer hacia adelante, agarrándose de la mesa. Su vestido bajó, otra
vez cubriendo la cabeza de Rainek. Eso estaba bien. No estaba segura de poder mirarlo a la cara
aún.
La claridad mental regresó mientras su ritmo cardíaco reducía la marcha, y se dio cuenta
de que realmente estaba arrodillaba encima de un cautivo, ofreciendo su abierto sexo a su boca.
Incluso sin nadie más en el cuarto, se sintió ruborizar. No es que eso fuera un acontecimiento
poco común. Incluso la mesa en la cual se arrodillaba había sido diseñada para esa actividad, con
cavidades talladas a ambos lados del elevado reposacabezas, perfectas para que una mujer se
arrodillara encima de un hombre y se hiciera lamer su coño sin tensión en sus rodillas o en el
cuello masculino. Tiana conocía a otras que habían utilizado esa característica, pero nunca se
había encontrado personalmente en tal posición. Tener la cara de un hombre entre sus piernas
era algo demasiado íntimo, pero de alguna manera, esa noche se sentía correcto. Se sentía
necesario.
—Más. —Incluso a través de la cortina de su vestido, oyó la demanda y se dio cuenta de
que cuando había llegado al clímax se había apartado de él. Recogió hacia arriba el dobladillo de
su falda, no deseaba que se asfixiara, y respirando hondo, bajó despacio hasta que casi pudo
sentirle. La sensación todavía era muy nueva pero ahora conocía el placer que era posible
experimentar. No había modo de que pudiera resistirse.
Comenzó de nuevo, más despacio esa vez, como si su necesidad hubiera sido aliviada al
mismo tiempo que la suya. Una lenta y larga lamida de su lengua circuló por los pliegues
interiores de su coño. Su respiración se hizo un nudo al final de su garganta. El toque era tan
ligero que estuvo segura de que lo había imaginado. Él repitió el suave movimiento, más
profundo y más largo. Su crema se deslizó fuera de su abertura, dejando un rastro cálido. Él lo
probó con su lengua.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Delicioso.
Tiana oyó la palabra en su mente y expresó silenciosamente su acuerdo. Sí. Balanceó sus
caderas, descendiendo más hasta que él tuvo completo y total acceso a su sexo. Su lengua
revoloteó sobre su carne dando ligeros golpes.
Apretó sus dientes y trató de luchar contra el placer. Eso era casi peor que la intensa
succión en su clítoris. La subida hacia la liberación era más lenta pero la caída sería mayor. El
calor fluía por su sexo, cada lamida, cada caricia una nueva sensación encendida, crecía en espiral
desde su coño y parecía encontrar un hogar en sus palmas. El ardor había vuelto, más caliente y
más fuerte. Las delicadas caricias se desvanecieron despacio y comenzó a trabajar en su clítoris,
rodeando el tenso bultito antes de chuparlo.
Tiana sintió que sus ojos se ponían en blanco. Gruñó y arqueó sus caderas, ofreciéndole
más, dándole todo el acceso que quisiera. Él chupó y tiró y pulsó los puntos más sensibles hasta
que las sensaciones fueron demasiadas, demasiado fuertes para ser contenidas en un área tan
pequeña.
Sus caderas ondularon involuntariamente, buscando una conexión más intensa, deseando
un toque más profundo. Empujó la lengua dentro de su carne y Tiana lanzó un grito. La
liberación fue aguda y salvaje, una nueva forma de calor llenó su cuerpo, comenzando en su
corazón y extendiéndose por sus miembros. Sus codos se tambalearon bajo el peso de sostener
su cuerpo. Aguardó, jadeando desesperadamente por obtener el aire necesario, escuchando cómo
su corazón se calmaba a medida que el placer se desvanecía, yendo a la deriva como el humo en
una noche calma. Tiana abrió los ojos, sin darse cuenta de haberlos cerrado.
Su gruesa polla se estiraba larga frente a ella, alzándose sobre su estómago, hacia ella,
como si pidiera atención. El deseo de tomarle otra vez en su boca y llevarle al clímax creció
sigilosamente dentro de ella. Una vez más. Se permitiría tomarlo en su boca una vez más.
Y un orgasmo más para ella.
Rainek no se detuvo. Deslizó su lengua desde su clítoris a su pasaje, hundiendo la punta
de la lengua en la apretada abertura. Tiana gimió y devolvió el favor, colocando la boca sobre su
asta tanto como podía y deslizándose por ella hasta que pudo capturar la cabeza entre sus labios.
Su gemido retumbó a través de su coño. Absorbió dos pulgadas de polla en su boca y
chupó ligeramente, enfocando su atención sobre la punta. Rainek bombeó su lengua dentro y
fuera de su coño, haciendo vibrar la endurecida punta contra sus paredes interiores. La deliciosa
sensación la distrajo pero no la disuadiría de sus propósitos.
Quería buscar su polla, acariciarla y rodearla con sus dedos, sabiendo que podía darle
placer de esa manera, pero se contuvo. El príncipe no podía usar las manos. En cambio, le
succionó más profundamente, enviándole al fondo de su garganta con la fuerza de su avance. Las
caderas masculinas saltaron, pero su boca no redujo el ritmo.
Mordisqueó sus labios externos, alternando esos toques sutiles con duras incursiones en
su coño. Obviamente no necesita sus manos, pensó ella.
La repentina y aguda inminencia de su propio clímax distrajo su atención de su polla. Se
enderezó e hizo girar sus caderas en lentos círculos, esperando obligarle a darle lo que necesitaba.
La curva de su boca contra su piel la alertó de su juego sensual. La había atraído alejándola de su
premio. Con renovada determinación, devolvió su atención a la hambrienta polla ante ella, otra
vez chupándola en su boca, atrayéndola profundamente, volviendo a la misma presión sutil que le
había empujado hasta el borde la vez pasada. Su sordo gemido fue seguido de un intenso asalto a
su coño, su lengua en todas partes, acariciándolo todo, sin aflojar.
Tiana le tomó más profundo y comenzó a bombear repetidamente, vaivenes rápidos,
chupando cada vez que retrocedía. No sabía cuánto tiempo lo trabajó, pérdida en la doble
sensación de la polla en su boca y la lengua en su coño, pero sintió que el cuerpo viril se contraía
como si estuviera luchando contra la liberación. No podía permitirlo, no cuando su propio
cuerpo gritaba hacia aquel objetivo. Determinada a que él se viniera primero, extendió la mano y

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

deslizó la punta del índice a través de su piel, primero por dentro de su muslo, después bajo hasta
sus testículos. El calor parecía manar de sus manos pero no tenía idea de si lo sentiría, o si sólo
estaba en su mente. Sus caderas se agitaron cuando hizo girar la yema del dedo alrededor de los
sacos gemelos. Mantuvo el ligero toque, contrastando con sus fuertes caricias orales, más rápidas
y más profundas. Su boca dejó su coño y sus caderas se movían ahora en bruscos golpes
ascendentes. Su aliento áspero se clavaba contra su piel mientras le succionaba con fuerza,
conduciéndole hacia la liberación.
Un gemido largo, fuerte precedió al primer estallido de su semilla, llenando su boca por
segunda vez. Tragó, aceptándolo como algo merecido.
Sólo tuvo un momento para saborear su éxito antes de que la boca volviera a su sexo. No
hubo ningún escarceo. Pegó su boca alrededor de su clítoris y comenzó a chupar. Su cuerpo,
forzado por la fuerza de su lengua, vibró y explotó, enviando el placer hasta la punta de sus
dedos. Ella se izó sobre sus manos, dejando caer hacia atrás la cabeza y soltó un gemido que sonó
sospechosamente parecido a un aullido. Sus caderas siguieron agitándose, rozando contra su
lengua, su boca, mientras ella se tensaba por más. Y el más estaba allí. Otro clímax siguió
rápidamente al segundo. Cuando ese se desvaneció, se dejó caer, colapsando sobre él, su aliento
como un pesado fuelle.
Boca abajo, la mejilla descansando en su cadera, trató de restaurar el dominio de su mente
sobre el cuerpo. Finalmente, el latido de su corazón aminoró, su respiración se hizo más fácil. Y
luego, comenzó otra vez. Su boca se movió sobre su sexo, tranquilizadora y sensual al mismo
tiempo. Tenía el presentimiento de que sería una larga noche.
Apenas con fuerza suficiente para erguir su cabeza, miró sus manos. El dolor era
increíble, como si hubiera colocado las palmas contra una estufa caliente. Imaginó ver una voluta
de humo elevándose mientras ella observaba.
Más. Déjame tener más.
La voz suplicante dentro de su cabeza exigía su atención. Y una respuesta.
—Sí —suspiró ella.

Sollozando, Tiana se dobló hacia adelante.


—Tienes que detenerte. Por favor. —Había perdido la noción del tiempo, apenas podía
recordar su nombre, aunque recordaba el de él. Lo había gritado bastantes veces a lo largo de la
noche.
No podía tomar más. Calor y fuego abrasaban sus venas con cada orgasmo. Pero Rainek
no se detuvo. La punta de su lengua volvió, se deslizó de nuevo en su coño, masajeando el borde
interior hasta que ella pensó que explotaría, otra vez. No, no podía ocurrir. Era demasiado.
Ningún cuerpo podía contener tanto placer.
Encontrando una fuerza que no sabía que tenía, se empujó sobre sus rodillas y se bajó de
la mesa. En uno poco elegante aterrizaje, se vino abajo al suelo y aterrizó tumbada
desgarbadamente sobre su trasero. Un gruñido bajo, completamente contrariado, hizo eco a
través de la cámara. Los frascos de vidrio en el mostrador lejano temblaron por las vibraciones.
Tiana se quedó mirando arriba en la mesa. ¿Había hecho Rainek ese sonido? ¿Cómo había hecho
ese sonido?
Jadeó en cuatro respiraciones superficiales antes de que ella aún intentara pararse. Y
entonces encontró a sus piernas demasiado débiles para sostenerla. Los músculos se
estremecieron mientras agarraba el borde de la mesa de entrenamiento y se jalaba en posición
vertical.
Se inclinó hacia adelante, y sus pezones rozaron contra su muslo enviando otra ola de
placer en su coño. Había perdido su vestido en algún punto.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Había un vago recuerdo de frustración mientras se mantenía dentro de su camino y


entonces se lo arrancó fuera para así poder sentir el roce de los pechos contra su piel. Su pelo
colgaba largo y salvaje alrededor de sus hombros, cayendo en una masa enmarañada alrededor de
su cara. Lo alisó todo hacia atrás y clavó los ojos en el hombre que había pasado las últimas horas
con su cara entre sus piernas. El destello de sus jugos sexuales brillaba alrededor de su boca.
—Más —demandó él.
Ella sacudió la cabeza. Podía querer más, pero no podía tomarlo. Su cuerpo estaba a
punto de colapsar.
Y sus manos. El dolor había empeorado con cada hora que pasaba. Dobló los dedos en
sus palmas y sintió el calor rebotar a través de su piel. Algo estaba mal con ella, pero no sabía qué.
Sólo que tenía algo que ver con el príncipe Rainek. Esa fiebre extraña había comenzado cuando él
había llegado y había comenzado a lamerla. Sus rodillas se bambolearon y enderezó los codos
para mantenerse firme.
—Merena quiere… —Ella miró a su polla. Estaba duro otra vez. Todavía. Le había
chupado completamente dos veces y se había venido bajo su mano dos veces más. La mayoría de
los hombres habrían estado más que satisfecho o al menos al borde del cansancio. Aclaró su
garganta, encontrando difícil hablar con las imágenes de la noche todavía reproduciéndose en su
cabeza—. Merena estará aquí dentro de poco.
—Te quiero a ti. Sólo a ti. —Se relamió los labios—. Deliciosa. Mía.
Las palabras fueron como un relámpago en su sexo. No había duda de que lo creía. No
había manera de fingir la lujuria que ponía vidriosa su mirada.
Tiana se marchó dando media vuelta, resistiendo la tentación, sabiendo que no podía
soportar ver el deseo en sus ojos. Parecía tan real, tan desesperado.
Las cadenas cascabelearon y sabía que trataba de alcanzarla, pero no volvió la mirada
atrás. Era demasiado peligroso. Su cuerpo temblaba por la debilidad del placer extendido, pero el
de él estaba todavía fuerte. Ella contempló las ventanas altas, estrechas. El sol acaba de iluminar
el cielo y Merena sin duda llegaría pronto a reclamar su premio.
—Merena estará pronto aquí y debes permitirle a ella… permitirle joderte. —Era como si
clavara sus manos a una pared, pero siguió comentando casualmente—. Te esperará duro y listo
para ella.
Tiana escuchó los suaves rumores más allá de las paredes de la cámara. El personal de
toda la casa se despertaba y se preparaba para el día.
—Sólo a ti.
La determinación en su voz atrajo su mirada de regreso a él. La observó con los mismos
ojos ardientes que la habían tentado la primera vez. Las cadenas que lo sujetaban atado fueron
jaladas tensas. La quería.
Ella sacudió de su mente los desabridos pensamientos. Estaba drogado. Tenía que estarlo.
Jodería a cualquiera. Lamería a cualquiera. Pero era extraño. Nunca había oído que el jugo del reconi
le hiciera eso a un esclavo. Estaba diseñado para ponerlos duros, hacerles desear joder. Pero
¿hacerlos querer lamer su coño? No parecía estar bien, pero no había explicación.
Más.
Tiana oyó la palabra distante y extraña. Un sonido que ningún humano podía haber
hecho. Miró hacia abajo en Rainek. Sus ojos negros se quedaron mirándola de regreso. Nunca
había visto ojos que cambiaran de color tan dramáticamente.
Los de él se alternaban entre el ámbar y el negro, siempre ardientes, siempre mirándola.
Los primeros rayos de luz se introdujeron en la ventana y crearon cuchilladas doradas en
el piso. Era hora de que ella se fuera.
Tiana encontró el montón arrugado del material que fue su vestido y lo jaló de nuevo
sobre su cabeza. La burda lana no se fruncía así que no había ningún indicio de arrugas de haber
pasado la noche en el piso. Dejó caer el vestido por su cuerpo. Su coño, todavía húmedo de sus

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

jugos y la boca de Rainek, cosquilleó mientras el suave material revoloteó contra de su sexo.
Incapaz de detenerse, apresuró a sus dedos hacia abajo, veloces a través de su carne sensible.
Quería más. Clavó los ojos en la mesa. Deseaba esa polla dentro de ella.
—Tiana.
El deseo que se enlazaba en su voz envió una sacudida de dolor en su coño. Necesitaba
más de él. El calor estalló en sus manos. Dándole la espalda a Rainek, desenroscó sus dedos. El
fuego brotó de su piel.
Fuego auténtico.
Llamas diminutas explotaron de sus palmas y brincaron un pie en el aire.
Tiana gritó y cerró de golpe sus manos.
Oh, Diosas, ¿qué estaba ocurriendo? Había sólo una explicación de lo que ocurría y eso
no podía ser. No podía estar ocurriendo.
—¿Tiana? —El ruido de cadenas acompañó el llamado de Rainek—. ¿Estás lastimada?
—Estoy bien. —Caminó dentro de la esquina lejana del cuarto, en su mayoría fuera de la
vista de la mesa de entrenamiento, y sostuvo sus manos ante ella. Esa vez despegó cada dedo por
separado, hasta que sus palmas estaban abiertas.
Ningún fuego brotó. Tiana suspiró. Tal vez era un acontecimiento de una sola vez. O su
imaginación. Había estado imaginando voces en su cabeza toda la noche, ¿por qué no el fuego en
sus manos?
Fervientemente, esperaba que fuera su imaginación, porque le daría demasiado miedo
pensar acerca en la realidad, Tiana bombeó agua fresca a un cuenco. Tenía que volver a lavar
ciertas partes del príncipe Rainek antes de que Merena llegara.
Antes de que Merena llegara para joderlo.
La mandíbula de Tiana comenzó a doler y comprendió que apretaba los dientes. Con un
suspiro de disgusto de sí misma, agarró un paño y lo sumergió en el agua.
El agua siseó y el vapor ascendió mientras sus manos atravesaban la superficie.
Clavó los ojos en el cuenco. Eso no podía estar pasando. Luego de todos esos años no
era posible.
El lento sonido metálico de la puerta siendo abierta la congeló en el tiempo de un
momento eterno. Merena obviamente no había estado bromeando cuando había dicho que
llegaría al amanecer.
Agarrando el agua y el trapo, Tiana corrió a la mesa.
Rainek la observó con ojos curiosos. La lujuria estaba todavía allí, pero estaba moderada
por la preocupación.
—¿Estás completamente bien?
—Sí. Merena está aquí —dijo rápidamente, mientras envolvía su mano cubierta con la tela
alrededor de su eje, entonces acarició el interior de sus muslos y el estómago, hasta que todas las
huellas de su semen fueron limpiados. Sus manos temblaron mientras acariciaba su polla. Alisó el
trapo entre sus piernas, ahuecando otra vez las bolsas firmes antes de seguir adelante. Sus
músculos se apretaron mientras ella lo lavaba.
—Por favor, no menciones anoche. Yo…
—Por supuesto que no lo haré, Tiana.
La puerta se abrió. Tiana se deseó no estar tensa. No reaccionar a la llegada de la princesa.
Tiana miró abajo en Rainek. Un brillo tenue de humedad permanecía alrededor de su boca
anunciando su vergüenza para cualquiera que lo viera. Pasó la tela húmeda a través de sus mejillas
limpiando cualquier huella de su presencia. Rainek se quedó inmóvil, resistiendo sus manejos
mientras la observaba.
Esperando que las altas ventanas abiertas mantuvieran el olor del sexo ardiente y la
excitación lejos de persistir en el cuarto y alertara a Merena de cómo habían pasado la noche,
Tiana dejó caer el paño en el cuenco y esperó.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

—¿Tiana? ¿Qué estás haciendo aquí?


Se dio la vuelta lentamente y enfrentó a Merena.
—Yo, uhm, terminando con… con él—. Ella asintió con la cabeza hacia la mesa.
La línea gruesa de su polla estaba dura y firme. Bien. Merena estaría encantada.
—¿Te tomó toda la noche para lavarlo? —La incredulidad y la burla en la pregunta de
Merena le advirtieron a Tiana que tuviera cuidado con su respuesta.
—Claro que no. Simplemente pensé que si era arreglado esta mañana, estaría fresco para
ti. —Ofreció una sonrisa débil.
Merena frunció sus labios juntos y lentamente asintió. Ella miró alrededor de Tiana hacia
la ingle de Rainek.
—Y se ve fresco, ¿verdad?
—Sí. —Fue una lucha para que Tiana mantuviera el tono insolente apartado de su voz.
Sus manos dolían otra vez. El alivio momentáneo de zambullirlas en agua fría no había
durado.
—Pues bien, puedes dejarnos ahora.
Tiana asintió y comenzó a reunir todos los artículos que había usado para lavar a Rainek.
Merena se marchó dando media vuelta, paseándose hacia los frascos de hierbas que se alineaban a
la pared.
Tiana se inclinó abajo.
—Recuerda lo que dije —susurró ella.
—No la quiero.
—Aprende a quererla. Te quiere y Merena siempre obtiene lo que quiere. No importa cuán
doloroso sea. —Ella volvió a mirar de nuevo hacia la princesa. Merena combinaba líquidos y
poderes. Lentamente la poción se volvió de un verde vivo. Mezclaba una forma potente del jugo
de reconi. Tiana volvió la mirada de nuevo hacia Rainek, y resistió el deseo de alisar retirando su
pelo de su cara. Sólo tuvo tiempo para una advertencia más. Él era un guerrero. Entendería—. Sé
que a ti se te ha preparado para luchar a muerte —dijo—. Pero perderás esta batalla. Costará
menos esfuerzo para todos si cedes ahora. —Caminó hacia la puerta—. Adiós, príncipe Rainek.
—¡Tiana!
Su grito sacudió la puerta de metal pero ella lo ignoró y se alejó caminando. Ella detectó
la presencia de Merena tras ella mientras entraba en el corredor.
—Tiana. —El tono firme de la voz de Merena la hizo detenerse. Nadie ignoraba a la
princesa cuando ella hablaba así—. ¿Por qué gritaba mi cautivo tu nombre?
El calor ardió lentamente en sus palmas y era todo lo que Tiana podía hacer para
mantener los dedos doblados y escondidos.
—No le diste liberación anoche, ¿verdad?
Tiana suspiró. No tenía tiempo para tratar con eso. Sus manos estaban encendidas,
literalmente encendidas, y Merena estaba preocupaba por si su cautivo podría mantener su
erección.
—¿Parece que lo hice? Está duro y esperando, como ordenaste. —La cólera le dio a
coraje y se marchó dando media vuelta—. Tengo que irme.
No volvió la mirada atrás, con la seguridad de que Merena la observó caminar alejándose.
Tiana dobló la esquina y colapsó contra la pared. Su corazón se sentía como un montón
de roca en su pecho y sus palmas ardían con los fuegos de cada nivel del infierno, pero se obligó
a enderezarse y regresar a sus habitaciones. Rainek le pertenecía a Merena ahora y no había nada
pudiera hacer excepto vivir de las recuerdos.
Rainek/Denith se quedó mirando cómo Tiana se marchaba caminando.
¿Se fue? ¿La mía se fue?
El grito vibró a través de su cráneo mientras su cerebro estaba rebotando contra el hueso.
Esa era la primera vez que alguna vez había oído a Denith usar el barbárico grito de pánico de un

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

dragón a punto de perder a su compañera. Nekane era conocido por eso. Denith siempre había
sido casi filosófico sobre la situación. Para ser un dragón.
Pero ahora que la había conocido, la había saboreado, no iba a dejarla librarse de él.
Rainek sintió el ascender de la furia del dragón y no había nada que pudiera hacer para
contenerlo. Sin su orden, sentía a sus hombros tensarse y a sus manos envolverse alrededor de las
pesadas cadenas.
Ella regresará, prometió Rainek silenciosamente.
La quiero ahora. ¡Mía!
La recuperaremos. Vas a arrancar mis brazos de las articulaciones. El Dragón vaciló por un
momento.
La puerta rechinó abierta y Merena se paseó de regreso dentro del cuarto, sus caderas
meciéndose de una baja manera seductora. Se aproximó a la mesa con un sospechoso brillo en
sus ojos entonces atrevidamente clavó los ojos en su polla.
—Muy agradable —murmuró.
Denith gruñó.
Déjame pasar por esto, le pidió Rainek silenciosamente a Denith.
El dragón gruño su desaprobación.
Una vez que nos deshagamos de ella, podremos ir tras de Tiana.
La promesa tranquilizó al dragón y Rainek se sintió relajar los hombros. Denith confiaba
en el olor de una persona para enterarse de su carácter. Rainek respiró profundo, recogiendo su
olor por instinto.
Un picante olor floral obstruyó su nariz. Denith lo rechazó en seguida y se marchó dando
media vuelta.
Él va a enfurruñarse hasta que consiga que Tiana regrese. Rainek miró a la princesa y fue
golpeado de nuevo por su belleza. Sus pechos eran altos y apretados. El complemento perfecto
para su figura alta, elegante. Preciosa, pero no era Tiana. No podía imaginarla arrodillándose
sobre su amante chupando su polla mientras él le enterraba la lengua en su coño.
O los gritos dulces, conmocionados que Tiana hizo cuando se corrió, como si llegar al
clímax fuera semejante sorpresa. Sonrió ante el recuerdo. Podía darle tantos clímax que ella
llegaría a esperarlo, a exigirlo de él.
—Veo que Tiana te dejó tal como había pedido. Limpio y duro. —Envolvió la mano
alrededor de su polla dura. Y se marchitó ante su agarre.
Su boca se abrió involuntariamente mientras clavaba los ojos en la vara floja. Dirigió su
feroz mirada a la de él. Rainek levantó las cejas y sonrió. El dragón tenía algunos hábitos.
La mandíbula de Merena se apretó y los músculos diminutos ondearon a lo largo de su
cuello mientras luchaba por contener su irritación.
—No se preocupes, Su Alteza —susurró ella en un tono suave de arrullo que puso los
nervios de Rainek en el borde—. Tengo justo la cosa para hacer esa vara dura y ardiente.
Lo soltó y se alejó de la mesa. Entonces con la confianza de una mujer acostumbrada a las
miradas de admiración de los hombres, aflojó el frente de su túnica y jaló los lados hacia atrás.
Las pálidas curvas de sus pechos fueron visibles. Eran preciosos. Con un rápido encogimiento de
hombros, deslizó el material más abajo hasta que sus pechos fueron dejados al descubierto. Sus
ojos parpadearon abajo, hacia su polla como para observar su respuesta.
Rainek hizo lo más que pudo para no sonreír. Ella intentaba su seducción y todo en lo
que podía pensar era sobre Tiana y sus pechos llenos y los picos apretados que clavaban contra
de su estómago mientras yacía sobre él, su boca envuelta alrededor de su polla. El recuerdo
inspiró a Denith y Rainek sintió a su polla crisparse en respuesta.
Merena se rió suavemente. El sonido fue seguido por la reptación de la seda mientras
dejaba su túnica caer al suelo.
Su polla se relajó otra vez. Él quería a Tiana.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Trae lo mío.
No necesitaba la urgencia de Denith. Rainek aspiró profundamente y se encontró
comparando a las dos mujeres. Físicamente eran opuestas, Tiana era pequeña y curvilínea,
mientras Merena era alta y delgada.
Merena extendió la mano otra vez y acarició su polla. Sus dedos fríos eran largos,
delgados y suaves. Las manos de Tiana eran cálidas con parches ásperos, sin duda de trabajo
duro. Quería las manos de Tiana sobre él.
Denith, por su parte, ignoró a Merena. Tramaba su escape y cómo capturar a Tiana.
Rainek podía imaginar fácilmente al dragón deambulando impacientemente en su cráneo. Pero
era molesto. Denith se mantenía poniendo imágenes en su cabeza, de Tiana contorsionándose
debajo de su contacto. Del palpitar en su coño. La sensación dulce de su boca en su polla. Quería
zambullirse en su boca, empujar sus caderas y obligarla a tomar más, sentirla aceptar su
eyaculación. Sentir su ajustado coño alrededor de su polla.
Apenas notó a Merena parada al lado de la mesa hasta que levantó su cabeza.
—Aquí, Su Alteza, bebe esto. Te hará sentir mejor.
Echó el líquido en su boca y tragó para dejar de atragantarse. El fluido empalagoso fluyó
abajo de su garganta, pero fue la sonrisa orgullosa de sí misma en la cara de la princesa lo que
hizo que sus entrañas se apretaran. No estaría tan confiada si no tuviera algún plan.
—Bueno, ahora, esto no debería tardar.
Un pulso extraño comenzó a latir en sus riñones y sintió a su polla comenzar a llenarse.
¿Qué diablos estaba ocurriendo?
Merena sonrió y acarició con sus dedos fríos abajo de su eje creciente.
Denith gruñó y deseó que la rigidez se fuera.
El dragón no aceptaba substitutos.
Los ojos de Merena se volvieron amplios por un momento, entonces se inclinó hacia
adelante. Sujetando su vara en la mano, arrastró su lengua sobre su longitud. La mirada burlona
en sus ojos fue suficiente para aplastar cualquier placer que Rainek pudiera haber encontrado. No
estaba haciendo eso para complacerlo o a sí misma, sino solamente para ponerlo lo
suficientemente duro para hacerlo joder. Abrió la boca y empujó la gruesa cabeza adentro. El
lento remolinear de su lengua no era ni interesante ni excitante. Suspirando, Rainek se mantuvo
quieto hasta que ella se aburriera de sus intentos. No se tardó mucho.
Pero la furia iluminaba sus ojos cuando ella se echó para atrás.
—Te tendré —anunció mientras se enderezaba.
Remolineó sus manos sobre su cuerpo, se concentró sobre su pene. El poder penetró en
su cuerpo, tentando a su polla a endurecerse. La feroz excitación de no importa qué poción que
le hubiera dado combinó el efecto y se quedó mirando con horror cómo su polla comenzaba a
levantarse. Denith la combatió, aplastando la sensación.
Merena susurró más palabras y sujetó sus manos encima de su ingle. Por Dios, pensó, los
poderes de la bruja eran fuertes.
El hechizo de la princesa fluyó en su polla haciéndola crecer y alargarse. Otra vez, Denith
resistió el tirón. Rainek tenía la impresión de que era rasgado entre dos poderes. El dragón dentro
de él combatía a la magia que Merena reunía, resistiendo con cada pizca de fuerza que poseía. El
atractivo de Merena aumentaba y Rainek sintió un grito arrastrarse de su pecho. Mirándola
furioso, se unió a Denith en su pelea, pero la poción y su magia eran adversarios poderosos.
Riéndose de su triunfo, ella trepó sobre el tapete.
—Bien, mi príncipe, parece que me deseas después de todo. Disfrutemos con esta
primera unión.
Él apretó los dientes, combatiendo el condenado tirón de sus hechizos y el afrodisíaco
que había ingerido.
—Nunca, Princesa.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Ella levantó su vista y el odio en su mirada lo conmocionó. Si le odiaba tanto así, ¿por qué
quería joderlo? No tenía sentido.
—¿Merena?
La voz suave, familiar traspasó el pecho de Rainek como una flecha.
¿Mía? preguntó Denith buscando la presencia de Tiana. Rainek miró hacia la puerta. Ella
estaba en la abertura oscura, su pelo cepillado y recogido, su vestido ordenado y limpio. El
dragón comenzó a jadear y Rainek sintió a su polla endurecerse, de verdad esa vez.
Tiana no le miró. Clavó los ojos en la princesa.
—¿Qué? —Merena contestó bruscamente.
—Siento mucho interrumpir pero tenemos a una visita.
Merena, agachada sobre la polla de Rainek, batió su cabeza alrededor.
—¿Quién? —gruñó ella.
—Una visita importante.
Con un suspiro irritado que estaba al borde de ser un gruñido, Merena gateó al extremo
de la mesa y descendió rápidamente. Ni siquiera volvió la mirada atrás, hacia él, mientras recogía
su vestido y lo tiraba sobre su cabeza.
Tiana entretanto, parada ante la puerta, sus ojos descendieron a su polla, nunca apartando
la vista. Su lengua dio un golpecito afuera, rozando el borde interior de su labio.
Rainek pensó que podía venirse allí mismo.
—Vamos —anunció Merena, agarrando a Tiana por el brazo y arrastrándola hacia el
vestíbulo.
La puerta de la cámara se cerró de golpe. Denith gritó, exigiendo la presencia de Tiana.
Con Merena ausente, el dragón bajó la guardia. La polla de Rainek se levantó, rebotando
contra su estómago. Dejó caer su cabeza hacia atrás contra la mesa y gimió. Necesitaba
liberación. Necesitaba a Tiana.
Denith se cerró en ese pronunciamiento y comenzó a rasgar las cadenas, ordenándole a
los músculos de Rainek tirar.
—Tiana nos advirtió que las cadenas no pueden ser rotas —gruñó Rainek.
La pared puede.
Rainek alzó la cabeza y clavó los ojos en los muros de piedra.
El dragón tenía un buen punto.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Capítulo 4

Tiana condujo a Merena al vestíbulo, su corazón palpitaba por la escena que justo
acababa de presenciar, la polla de Rainek dura y llena, y Merena arrodillándose sobre ella, lista
para tomarlo en su cuerpo. El propio sexo de Tiana se apretó con fuerza. No quería que ninguna
otra lo tuviera.
Era una tonta por pensar eso por los susurros seductores de un hombre que juraba, nadie
más. No es que le hubiera creído, por supuesto. ¿Qué hombre podía resistir la belleza de Merena?
Esperó hasta que la puerta estuvo cerrada entonces se volteó y enfrentó a Merena.
Era egoísta que lo supiera pero estaba encantada de verdad de haber podido inmiscuirse
un poco en el placer de Merena.
—Siento mucho interrumpirte. —Se sintió compelida para decir, aunque no fuera
precisamente cierto.
—No hubo nada que interrumpir. No habíamos empezado aún.
Le extrañó cómo alivió esa seguridad la tensión de Tiana.
—¿Qué es lo que quieres?
—Su Majestad está llegando.
—¿Qué? —Merena dio un paso atrás y comenzó a andar por un pequeño camino a lo
largo del vestíbulo—. ¿Qué está ella haciendo aquí? Se supone que está en la ciudad preparándose
para la llegada del príncipe.
Tiana se encogió de hombros. No tenía ni idea por qué la reina Leika visitaría el Torreón.
Era un aislado puesto de avanzada, raras veces usado por miembros viajeros del Matriarcado, o
cuando una princesa quería esconder a su víctima secuestrada, pensó desagradablemente. ¿Por
qué su casa era siempre invadida cada vez que alguien quería hacer algo, cuando no querían que la
reina tuviera conocimiento? Pero ahora la reina estaba aquí.
El fuego en las manos de Tiana revoloteó. Perfecto. Como si no tuviera suficientes problemas,
tenía que servirle a la reina. La reina Leika normalmente ignoraba la existencia de Tiana, dejándola
vivir en la paz del Torreón.
—Ve a saludarla —ordenó Merena—. No digas nada de mi invitado. Quiero asombrar a
su Majestad cuando sea el momento correcto. —Recorrió la mirada hacia la puerta de la cámara
de entrenamiento—. Lo veré más tarde. Para entonces estará sumamente deseoso de hacerme
montarlo. —La represalia en la voz de Merena envió escalofríos abajo de la columna vertebral de
Tiana.
—Merena, ¿qué has hecho?
—¿Preocupada por el pobre pequeño príncipe? —Merena se burló—. No lo hagas.
Disfrutará de todo lo que le haga.
—Merena, es ilegal obligar a un cautivo.
Merena rechazó la objeción de Tiana con un gesto.
—Formo parte de la Familia Gobernante. Yo hago las leyes. Es decisión de otros seguirlas.
No te preocupes por el príncipe. Me encargaré de él. Tú deberías prepararte por tu reina.
Tiana asintió y observó cómo Merena dio vuelta alrededor y se alejó.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Mientras desaparecía alrededor de una esquina, Tiana cayó hacia atrás contra la pared.
Apenas había tenido una hora para ir a su cuarto, bañarse y lavarse la cabeza antes de que las
criadas hubieran llegado con el informe de que la reina estaba aproximándose.
Así que, ahora tenía a un príncipe escondido en la cámara de entrenamiento, la reina en su
entrada, y después de veintisiete años de creerse una bruja sin poderes, había descubierto que era
una bruja de fuego. Tiana abrió sus palmas y observó el calor aumentar de su piel en ondas
apenas visibles.
El poder proviene de la pasión.
La burla de Merena de la noche anterior regresó a Tiana mientras clavaba
inexpresivamente los ojos en el piso. Los poderes de una bruja eran usualmente revelados
durante sus años de adolescencia o a más tardar al inicio de sus veinte. Tiana había pasado esos
años y más sin llamear de poder. Era un secreto a voces que los más cercanos a ella ignoraban,
escogiendo el silencio por la piedad.
Pero eso era incluso peor. No tener poder era raro y la gente te despreciaba, pero ser una
bruja de fuego era peligroso. La mayoría de las brujas de fuego eran ajusticiadas o desterradas. El
poder era demasiado grande, demasiado peligroso.
Tiana rápidamente imaginó alisar sus manos sobre la polla dura de Rainek, y los gritos
resonando mientras él ardía bajo su contacto.
¿Cómo había ocurrido eso?
El poder proviene de la pasión.
Y anoche había experimentado su primera verdadera pasión. Oh, había jodido antes, pero
nunca los sentimientos habían estallado dentro de su cuerpo. Cada orgasmo había hecho la
concentración de fuego, la necesidad más grande. Ahora el fuego corría a través de sus venas y no
había nadie para ayudarla.
Las mujeres del Matriarcado temieron ese poder tanto que alguien atrapado usando poder
de fuego contra otro era inmediatamente proscrito o puesto a morir.
El único consuelo de Tiana era que el poder era fácil de esconder, con tal de que no
tocara a nadie y con tal de que permaneciera célibe.
Eso no sería difícil. Se las había arreglado la mayor parte de sus veintisiete años. Tan
pronto como Rainek se fuera con Merena, se habría ido la tentación que representaba.
Eso era, decidió ella. Sólo tenía que mantenerse lejos de Rainek. Él había inspirado ese
problema en primer lugar. Si lo evitaba, el poder que actualmente surgió a través de su cuerpo
debería desaparecer.
Orgullosa de su decisión, Tiana palmeó sus manos contra la pared tras ella. El vapor
ascendió de debajo de sus palmas y un sonido suave de chisporroteo hizo eco a través de las
piedras. Dejó a su mano quemarse contra de la piedra, sintiendo fluir el poder de su cuerpo.
—¡Tiana! —El grito de Rainek hizo eco bajo el vestíbulo y la apartó lejos de la pared. La
llamaba.
Sacudió la cabeza. Merena lo había drogado. Llamaría a que cualquier mujer que lo
jodiera.
Doblando las manos en decididos puños, Tiana se marchó dando media vuelta. No sería
atraída de nuevo a su sensual telaraña. Era demasiado peligroso. Para todos los involucrados.

Tiana avanzó lentamente hacia la puerta. La Juerga estaba en plena actividad y duraría
unas horas más. Su presencia no era necesaria. Había cumplido con su deber. Había organizado la
fiesta, se había asegurado de que hubiera comida y bebida para quienes asistían, y le había hecho
su reverencia a la reina. Nadie se fijaría si se esfumaba. Su corazón golpeaba dentro de su cabeza.
Necesitaba algunos momentos a solas.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

La llegada de la reina había impulsado la Juerga, atrayendo a cada mujer por encima de lo
más común al Gran Vestíbulo para la celebración. Merena se había encargado la fiesta, diciendo
que la mera presencia de la reina Leika era razón suficiente. Incluso había ofrecido sus propios
esclavos de placer, y aquellos de la guardia de Rainek, para que sirvieran como regalo.
Si la reina Leika se sorprendió al encontrar a Merena en el Torreón, lo había escondido
bien. En lugar de eso, había accedido a la fiesta y había pasado la tarde con sus damas, mientras
Tiana había organizado el maldito acontecimiento.
Pero ahora, casi se había acabado. Para ella, al menos. El resto de las parranderas
continuarían a través de la noche, escogiendo a hombres para montar, intercambiando historias
de previos amantes. Bebiéndose todo el vino del Torreón, Tiana pensó con algo de rencor. Trabajaba
duramente para mantener las bodegas de vino bien abastecidas para recompensar a la guardia
situada en ese puesto de avanzada lejano. Ahora, sus reservas estarían reducidas drásticamente y
los residentes beberían bazofia hasta que pudiera acumular más.
Tiana dio otro paso hacia la puerta, su escape tan cerca, y tropezó con el pecho desnudo
de Harkan, uno de los favoritos esclavos de placer.
—Lo siento, Harkan —se disculpó.
El esclavo le transmitió una practicada sonrisa sensual.
—Ama, es mi placer tocarte en cualquier modo.
Era todo lo que Tiana podía hacer por no poner los ojos en blanco mientras él se alejó.
Harkan estaba demasiado bien entrenado y disfrutaba de su trabajo aquí en el Torreón. Las otras
mujeres amaban las constantes alusiones sexuales en un esclavo bien entrenado pero Tiana lo
encontraba extenuante.
Sabía que él le habría dicho lo mismo sin importar quién fuera. Miró hacia abajo, a su
rustica túnica verde y la blusa blanca de algodón que vestía. No hacía juego con las sedas
vibrantes y los rasos de los vestidos de otras mujeres, pero Tiana sabía que podía ser llamada a
trapear un derramamiento de un momento a otro. Esa no era exactamente la vida para la que
había nacido, pero disfrutaba de la existencia tranquila. Si el precio de esa existencia
ocasionalmente era de desempeñarse como anfitriona para las parranderas de la Corte de la reina,
podía aceptarlo.
Observó cómo Harkan coqueteaba abiertamente con tres mujeres sentadas sobre cojines.
Las miradas hambrientas de las mujeres le dijeron a Tiana que estaban considerándolo para más
adelante. Podía ser interesante tener una verdadera conversación con un hombre. Una que no
implicara sexo. Sus pensamientos volvieron instantáneamente de vuelta a Rainek. Había hablado
de su familia y la manera en que había torturado a su hermano mayor. Sonrió, recordando sus
historias. Él aún no se había enterado de que las mujeres no estaban interesadas en los
pensamientos de un hombre, sólo su cuerpo.
Tan pronto como su mente vagó hacia el guapo príncipe, se sacudió con fuerza de
regreso. Estaba evitándolo, física y mentalmente. Sus manos dolieron con calor nuevo. En
verdad, sería mejor que evitara a todos por algún rato. Se movió furtivamente más cerca de la
salida, casualmente moviendo sus pies hasta que estuvo a pulgadas de la puerta.
—¿A dónde vas? —preguntó Merena de sobre su hombro izquierdo.
—La fiesta está yendo bien. —Tiana ofreció una brillante sonrisa, esperanzadamente
inocente—. Pensé que podría regresar a mis habitaciones. Tuve a una tardía… —a la mañana
temprano y con su majestad saliendo mañana de regreso a la ciudad, debería dormir bien durante
la noche.
—Necesito que vayas a revisar al príncipe Rainek.
—¿Qué? —Tiana no podía mantener el pánico alejado de su voz.
—He estado entretenida con la reina todo el día. Alguien debería averiguar sobre él. —
Sonrió burlonamente—. Está probablemente más bien incómodo para esta hora.
Maldita sea. Tiana mantuvo en privado la maldición.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

—No puedo ir por unas pocas horas o más. Como anfitriona, se espera que me quede.
Tiana no señaló que había hecho toda la planificación, la reunión y el servicio, pero Merena
estaba considerándose la anfitriona. No lo dijo, pero pensó acerca de eso. Entonces su mente se
deslizó de regreso hacia Rainek, extendido en esa mesa. Polla dura y ansiosa.
—No puedo creer que no lo hayas regresado. No es un cautivo común —advirtió
Tiana—. Tarde o temprano su familia va a venir buscándolo. No creo que estén encantados
cuando reporte que estaba muy hambriento y drogado.
La sonrisa arrogante, ligeramente cruel de Merena hizo que el pelo a lo largo de los brazos
de Tiana se erizara.
—Con unas cuántas de mis hierbas especiales y un hechizo o dos, no recordará nada de lo
que le haya hecho. No recordará ni su propio nombre.
Tiana tembló. El poder de Merena era influenciar mentes. Así fue cómo había podido
mandar a dormir a los hombres de Rainek para que así pudiera ser capturado. Tiana no tenía
duda de que Merena podía hacer todo lo que ella declaraba. Excepto que eso todavía dejaba
dolorido a Rainek. Contorsionándose en sus cadenas, su polla dura, esperando ser jodido. El
calor se encharcó entre sus piernas.
Merena recorrió la mirada alrededor de la habitación, asintiendo mientras las fiesteras
atrapaban su atención. Los hombres estaban todos desnudos excepto por el taparrabos ocasional.
Pronto, esos también serían retirados y las mujeres comenzarían a montar a sus favoritos. La
reina escogería primero, entonces Merena, como anfitriona, se esperaría que escogiera al de ella.
—Yo debo quedarme aquí. Ve a comprobarlo. —Sonrió burlonamente doblando sus
brazos debajo de sus pechos—. Estoy segura que está realmente deseoso de verme. —Se relamió
los labios—. Creo que me privaré de las ofertas de la Juerga y lo tomaré en lugar de eso.
Tiana sintió un puño invisible en su estómago ante el recordatorio de que Rainek le
pertenecería a la princesa.
—Ve a ver que esté alimentado y preparado. Dile que su placer comenzará pronto.
Tiana quería objetar pero no podía. Al menos podía alimentarle, dejarlo aliviarse y
entonces asegurarle que Merena vendría pronto para aliviar la presión sexual.
Asintió y se marchó dando media vuelta. Se deslizó de la habitación y se apresuró
vestíbulo abajo, una emoción imperativa la conducía hacia él. No importaba que la lógica y la
autoconservación dictaran que debería mantenerse alejada de él, algo dentro de ella deseaba
ardientemente la visión de él. Su espíritu necesitaba verlo. Se detuvo ante la puerta, anticipando la
primera vislumbre de su cuerpo desnudo, estirado sobre la mesa. Su centro se derritió un poco
más y el calor en sus palmas flameó. Eso no se hará, mentalmente se reprendió a sí misma. Tú no
estás aquí para el placer. Tú estás aquí para alimentarlo y reconfortarlo.
Empujando hacia atrás sus hombros, abrió la puerta y gritó agudamente.
Se había ido. Realmente se había ido.
Merena iba a estar furiosa.
Más allá de eso, todo el mundo tendría que estar impresionado. Tiana se quedó mirando
la destrucción del cuarto. Los pernos que habían conectado las cadenas a los muros de piedra
fueron arrancados. Los trozos de roca estaban esparcidos por todos lados a través del piso. Las
cadenas gemelas que habían sujetado a Rainek estaban amontonadas en la mesa de
entrenamiento.
Alisó su mano sobre su pelo y se mordió su labio inferior. ¿Cómo iba a explicarle eso a
Merena? Nadie se había escapado de la cámara de entrenamiento. ¿Lo había enfurecido el jugo de
reconi de tal forma que había tenido fuerzas para derribar literalmente las paredes?
—Mía.
Escuchó la profunda voz segundos antes de que las pesadas manos se agarraron
fuertemente de los hombros y la hicieran girar. Aterrizó contra la pared y se quedó con la mirada

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

fija en sus ojos ámbar. La sorpresa y la confusión la asaltaron. Se había quedado. Había tenido la
posibilidad de escapar, pero se había quedado en la habitación.
—Rainek… —Nunca tuvo posibilidad de averiguar lo que iba a decir. Él estaba allí, su
boca en la suya, su lengua profundamente en su boca. La invasión derrumbó de nuevo sus
sentidos, aturdiéndola. Los ligeros besos gentiles que habían intercambiado la noche interior no
eran nada comparados con ese asalto a su boca. Su voluntad para rechazarlo se debilitó y decayó
aún más mientras él enredaba la lengua alrededor de la de ella.
Deliciosa.
Ella ignoró la extraña voz en su cabeza, tan distraída por el dominio de Rainek de su
boca. No podía combatir el deseo de sentirlo todo de él. Le dio un golpecito con su lengua contra
de la de él, aceptando y devolviendo su beso dominante.
Más. Déjame tener más.
La súplica reverberó en el hueco de su estómago y eso la sacudió del placer abrumador
por el beso de Rainek. Merena llegaría pronto para tomarle. Su ardiente y caliente boca dejó a
Tiana y viajó a lo largo de su mandíbula, rodeando abajo de su garganta.
—Rainek, tienes que detenerte. —La suspirada protesta parecía falsa, aún dentro de su
cabeza. Pero ¿cómo se suponía que resistiría el delicioso deslizarse de sus labios a través de su
piel? Él mordió, lamió y saboreó mientras se movía hasta que descubrió su pulso frenéticamente
palpitante. Entonces se detuvo y se demoró, remolineando su pecaminosa lengua a través del
punto diminuto del pulso. Un temblor se movió errática y ligeramente desde ese lugar a través de
su piel hacia sus pezones, apretando los picos.
Saborearte. Déjame saborearte.
Ella inclinó su cabeza dándole mejor acceso aún mientras trataba de encontrar la fuerza
para detenerlo. Había tantas razones para empujarlo de su camino pero ninguna era tan
convincente como sus besos. Él se movió desde su cuello hacia abajo, a través de su clavícula,
separando hacia atrás la frágil blusa blanca. Tenía que detenerlo, darles a ambos una probabilidad
para retirarse. Él tenía que entender que era la droga lo que lo ponía tan excitado… y necesitaba
un momento cuando sus labios no estuvieran en su piel para recobrar el juicio.
Su lengua dio un golpecito afuera, barriendo una larga caricia a través de su pecho, cerca
pero sin tocar su tenso pezón. ¿Cuándo se volvieron sus pezones tan sensibles?
¿Y cuándo se habían resbalado sus manos debajo de sus faldas?
Jadeó mientras una enorme palma ahuecaba su trasero desnudo, jalándola cerca,
poniéndola en contacto con la gruesa línea de su polla. Instintivamente abrió las piernas,
preparando un lugar para él. Él se deslizó en la «v» que ella había creado para él y empujó
gentilmente su dura polla embromando a su sexo. Tiana inhaló lentamente. Tenía que asumir el
control. Verdaderamente hacerlo. Y lo haría… tan pronto como dejara de frotar ese eje malvado
entre sus muslos.
Hizo otro intento.
—Por favor, príncipe Rainek, no entiendes…
—Te quiero —gruñó.
—No, no lo haces. Si me dejarás… —Su mano descendió rápidamente entre sus piernas,
metiendo su dedo en su sexo húmedo—. Uh, no, Rainek, no entiendes… no se supone…, oh
por las Diosas. —Él acarició la parte de adentro de su sexo, embromándola. Amándola.
—No, realmente, no entiendes… —Él repitió la misma inquietante acción—. Oh mi…
—Otra ola la golpeó, enviando su cabeza contra la pared tras ella. Agradecida por su soporte,
colocó una mano en la pared y una en su hombro, los dos sólidos objetos en su mundo—. Por
favor, Rainek. —Tenía que hacerle entrar en razón. Antes de que ella hiciera algo estúpido. Como
dejarlo acabar dentro de ella.
Sería malo en tantos niveles.
Su pulgar se movió hacia adelante, acariciando su rígido clítoris.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Y tan bueno para otros.


—Rainek, debes detenerte. Merena te dio una… una droga. Eso es lo que te hace
querer…
Mía. Ella supo que algo estaba mal. Las voces en su cabeza se volvían más altas pero aún
no se detenía la palpitante necesidad entre sus piernas. Él añadió un segundo dedo dentro de su
coño y comenzó a bombear, lentamente adentro y afuera. Intentó ignorar la presión seductora y
enfocar la atención en lo que necesitaba decir.
—Rainek, por favor, la poción que Merena te dio era una droga… un afrodisíaco. Eso es
lo que te hace querer… joder.
—A ti. Te quiero a ti.
—No, es la droga.
A ti.
La voz era insistente. Y en ese momento comprendió, no alucinaba. Él le estaba
hablando… sin hablar de verdad. Sacudió la cabeza y clavó los ojos en Rainek. Como si él notara
su observación, levantó el cuello y miró directamente a sus ojos. Se sobresaltó ante el cambio.
Ausente era la mirada ámbar calentada al fuego que había admirado antes. En su lugar era negra,
desalmada oscuridad. Antes de que pudiera gritar, se había ido y el color volvió. Rainek pareció
haber vuelto junto con ello.
—Déjame tenerte. Tengo que tenerte. —Sus palabras eran suaves y derribaron lo último
de su resistencia con la furia de un huracán. No podía oponerse a eso—. Déjame tenerte —dijo
otra vez.
Aunque sabía que era la droga hablando, por la que estaba así de desesperado por
cualquier mujer que hubiera entrado en la cámara, no podía encontrar la voluntad para resistir.
Rainek supo el momento que ella lo aceptó. Su miedo la dejó y su pasión superó a sus
preocupaciones. Se inclinó y otra vez capturó su boca en un largo beso de unión de lenguas.
Más. Déjame tener más.
Rainek obligó al dragón a salir de su cabeza. Mía, gruñó él, dirigiéndole el pensamiento a
Denith. Tiana le pertenecería primero. La bestia empujó pero no le doblegó. Sabía que Denith
podía, si lo elegía, ordenarle al cuerpo que compartían. Pero el dragón se contuvo, exigiendo sólo
que Rainek siguiera adelante.
Quiero mi turno con ella, quiero mi lengua en ella.
Rainek asintió, dándole a Denith la promesa silenciosa de acceder al delicioso coño que
los llamaba a ambos.
Rainek empujó sus faldas más fuera de su camino. El delicioso olor de su sexo lo llamaba,
había sido tan caliente y receptiva cuándo la había saboreado, pero necesitaba sentirla envuelta
alrededor de su polla, necesitaba sentir la dulce adherencia de las paredes de su coño sujetándole.
Continuó acariciándola con sus dedos. Estaba mojada y resbaladiza.
—Déjame tenerte —susurró él contra su cuello—. Necesito venirme dentro de ti.
Ella gimió e inclinó su cabeza a un lado, permitiéndole el acceso a la curva sensitiva de su
garganta.
—Sí. —Su acuerdo era tan suave que casi se lo perdió pero su cuerpo escuchó.
Se estiró abajo y agarró las largas faldas pesadas que la cubrían. Necesitaba ver las dulces
extremidades, sentir su trasero presionado contra él mientras bombeaba en ella. Jaló al vestido
arriba y sobre su cabeza, lanzándolo casualmente tras él. La blusa blanca de algodón se quedó
atrás, apenas alcanzando la parte superior de sus muslos. El contorno de sus pezones apretados
era claro contra el material. Parpadeó arriba, hacia él por la sorpresa.
Rainek sonrió. Parecía aturdida, pero no se había escapado de él. Él arqueó sus caderas
adelante, deslizando su eje entre sus piernas, sin entrar en ella, pero sintiendo el líquido dulce de
su coño goteando, cubriendo sus muslos y lubricando su polla.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Sus ojos verdes parpadearon mientras él bombeaba su eje en la profunda hendidura entre
sus muslos. Ella quería eso. Su alma gritaba por eso como lo hacía la de él. Lo podía ver en sus
ojos, en la forma hambrienta en que lo observaba. Pronto, prometió silenciosamente, dirigiéndole
la promesa a ella y a su dragón.
Tiró de la abertura delantera de su blusa, rasgando los cordones que sujetaban su corpiño,
y reveló sus pechos llenos, pesados. No los había saboreado antes, sólo su delicioso coño, pero
ahora lo haría. Una pequeña muestra ahora. Más tarde pasaría las horas adorando sus pechos. Se
inclinó y chupó en su boca el pico apretado. El contener sorprendido de su aliento lo hizo repetir
el movimiento y esa vez ella gimió.
Delicioso, alentó Denith.
Sí. La tentación para demorarse en sus pezones tiró de él, pero sabía que tenía que resistir.
La otra bruja podía llegar en cualquier momento, pero no podía irse antes de que se hubiera
venido dentro de Tiana. Había esperado demasiado tiempo… y Denith ya no esperaría.
Rainek retrocedió, arrastrando su polla lejos del calor de su coño. El roce suave de su
vello lo embromó y lo hizo alargarse para conducirse dentro de ella, pero la necesitaba de otro
modo. Necesitaba montarla duro. Treinta años de frustración habían construido una intensa
necesidad en su cuerpo. Sería un amante gentil, caballeroso más tarde.
Ahora, necesitaba joderla.
—Mía —anunció, enganchó su mano en su cadera y la hizo girar alrededor. Las palmas de
ella se pegaron contra la pared, atrapando su peso mientras la volteaba. Un sonido débil de
chisporroteo como si alguien hubiera arrojado carne sobre un fuego llenó la cámara, pero la dulce
curva de su culo contra su estómago alejó sus pensamientos del ruido.
Tiana soltó un suave y quejumbroso suspiro y presionó sus caderas atrás como si le
ofreciera su coño. Una niebla roja flotó sobre su mente. Afloró un recuerdo ambiguo de la
descripción de su padre de hacer el amor con su compañera bajo la influencia del dragón. Rainek
lo apartó para considerarlo más tarde. Necesitaba joder a su mujer.
Colocó la cabeza de su polla contra su abertura. El tenue control que había mantenido
hasta ese momento se rompió mientras sentía su caliente pasaje, húmedo para él. Condujo
adelante, empujando profundo, penetrando en su coño. Su bramido rebotó contra las paredes de
la cámara mientras ella le daba la bienvenida a su entrada, aferrándose a él. Se mantuvo quieto,
saboreando el apremiante agarre, escuchando su aliento, llegando en rudos jadeos de sus labios.
Se aproximó a sus caderas adelante, situando su eje una fracción más profundo. Una diminuta
respiración atrapada en la parte de atrás de su garganta lo hizo vacilar.
—¿Te lastimé? —preguntó, encontrándose sólo capaz de hablar en los gruñidos de una
sílaba de Denith.
Ella negó con la cabeza.
—Se siente bien —contestó en el mismo jadeante modo—. Grande. —Estaban parados,
cada uno en espera de una señal del otro para continuar.
Rainek inclinó la cabeza y comenzó a colocar besos ligeros a lo largo de su cuello, sus
hombros, intentando echar mano de la fortaleza humana, resistiendo el deseo del dragón por
cogerla hasta que no pudiera caminar. Esperó, entonces lo sintió, un pequeño rodar de sus
caderas como si ella quisiera más, queriéndolo más profundo. El delicado movimiento inundó sus
sentidos.
No tenía la fuerza o la paciencia para una delicada y lenta follada. Sostuvo sus caderas, sus
dedos clavándose en su curvilínea carne, y la jaló atrajo hacia sí. Con un empuje largo, duro, entró
de golpe en ella. Y fue recompensado con un gemido de aprobación.
—Sí —lloriqueó ella, presionándose contra la pared y moviéndose en dulce oposición.
Cada caricia lo envió más profundo. Y ella lo tomó, tomó todo lo que él le daba. Las
profundidades de su alma brotaron de triunfo. Esa era la mujer hecha para él. La mujer que
deseaba su polla tanto como él deseaba su coño.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Años de abstinencia lo empujaban a correrse, pero quería que ella también gozara el
momento. Se estiró y colocó su mano contra su montículo, encontrando rápidamente la carne
hinchada de su clítoris. Ahuecó su coño y la sujetó, dándole algo contra que rozara mientras se
movían juntos. Las suaves sacudidas en su aliento se hicieron más fuertes, cada empuje
tomándolo más adentro. Eso era para lo que él estaba hecho, estar dentro de esa mujer.
Convirtiéndose en uno con ella.
Tiana no podía meter suficiente aire en sus pulmones o suficiente distancia en su mente.
Cualquier cosa que le estuviera haciendo ella había capturado todos sus sentidos, dominando su
voluntad, su deseo. Había pasado más de un año desde que había permitido que alguien entrar en
ella y ahora la penetración completa de su polla era mucho más de lo que alguna vez hubiera
experimentado. Arqueó su espalda, necesitándole más profundo, queriendo más de él.
Su mano presionaba contra su clítoris. Ella bombeó hacia abajo, amando la fricción
deliciosa de sus dedos a lo largo de su sexo, su polla llenándola, sus dedos acariciando la suave
carne.
—Más duro —susurró ella—. Más.
Él empujó más profundo, más rápido. Más duro. Tiana se sujetó y lo dejó golpear en ella.
Era lo que quería. La liberación estaba cerca. La podía sentir y podía tratar de alcanzarla. La
presión remolineó alrededor de su clítoris, llamando adelante por su contacto y el empuje
frenético en su coño. No podía mantenerlo atrás. El malvado placer se estrelló dentro de ella,
mientras una cascada esparció resplandecientes gotas brillantes a través de su coño y en sus
extremidades. Jadeó y se encorvó contra la pared, su mejilla rozando la superficie fría.
—Oh, cariño, te sientes tan buena alrededor de mi polla. Córrete para mí de nuevo.
Acaba para mí.
El toque en su clítoris era leve, como si supiera lo sensitiva que estaba aún mientras
bombeaba más profundamente dentro de ella.
En los bordes moribundos de su clímax, dio otro golpe. Enderezó sus rodillas y forzó sus
caderas atrás, conduciéndolo más profundamente dentro de ella.
—Déjame correrme dentro de ti.
—Sí —dijo, su voz ronca y baja.
Con un largo gemido pesado, él soltó su simiente. Fluyó dentro de ella en ondas calientes,
pulsando en su sexo.
Las manos de Rainek cubrieron las de ella, sus dedos entrelazándose con los de ella
mientras se presionaban contra la pared. Se apoyó alrededor y colocó besos ardientes a lo largo
de su cuello. Su polla estaba todavía dura dentro de ella.
—Mía —susurró contra su oreja.
Temblores bajaron corriendo por su columna vertebral. Había algo peligroso acerca de
esa palabra. Su mano rozaba a través de su hombro.
—Perdóname —dijo él.
La negrura cubrió su mente.

Rainek soltó un pellizco sobre su hombro mientras Tiana se hundía en el suelo. Odiaba
hacerle eso, pero tenía que sacarla de aquí, y mientras ella había parecido bastante dispuesta para
follarlo, no pensaba que estaría tan dispuesta para ayudarlo a escapar. Había mantenido su
palabra. Le había prometido la noche anterior que no trataría de escapar aquella noche. Era una
nueva salida de la luna y eso le permitía salir para liberarse.
Denith había estado en lo correcto sobre las paredes. Se habían desplomado bajo la
increíble fuerza del dragón. Y aún las bandas alrededor de sus muñecas habían chasqueado con

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

bastante presión. Era obvio que la princesa sólo había embrujado las cadenas. No había pensado
sobre las otras partes de la ecuación.
Durante las horas después de que se había liberado, había registrado el cuarto y había
recogido algunos artículos que necesitaría. Una manta, un cuchillo, una taza para agua. Los dejó
caer en un sacó tejido junto con un par de odres usados que había encontrado llenos en una
alacena. Sus ropas se habían ido pero agradecidamente su amuleto se había quedado atrás.
Consideró contactar a su hermano pero no quería la distracción. Bren insistiría en saber de Tiana,
y Rainek quería disfrutar de ella por un poco más de tiempo antes de que la compartiera con su
familia.
Lanzando la bolsa sobre su hombro, se inclinó, alzó a Tiana en sus brazos y entró en el
vestíbulo. Dejando que los sentidos de Denith trabajaran, escuchó las voces alborotadas en el
extremo más alejado del corredor. Una fiesta. Aún mejor. Nadie vendría a buscarlo.
Rainek llevó a su compañera por el vestíbulo y tomó el primer pasaje que olía como aire
fresco. En el momento que logró salir del edificio, colocó a Tiana en el suelo y puso la bolsa al
lado de ella. Con un suspiro, dejó a su cabeza caer hacia atrás.
Odiaba eso.
El poder del dragón aumentó dentro de él. Denith explotó, llenando el crepúsculo de su
grito y deshaciéndose de su forma corpórea. Rainek sintió momentos de desorientación, entonces
regresó para encontrarse encerrado en el cuerpo del dragón.
Denith meció su cabeza hacia Tiana y su lengua vaciló afuera.
Mía.
Sí, pero sácanos de aquí, urgió Rainek. Entonces la puedes tener.
El dragón estaba irritado pero no ilógico. Recogió gentilmente en las garras a su diminuta
compañera, la sujetó contra su pecho y se lanzó de un salto al aire.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Capítulo 5

Tiana se despertó despacio, deslizándose de la vigilia con la vaga noción de que no estaba
en su cámara, dentro de su cama llena de bultos. Estaba sobre una superficie dura. Dura como
piedra. Y su cuerpo le dolía, su cabeza latía y sus hombros estaban rígidos. Aún sin abrir los ojos,
supo que estaba atada. Atada con las manos estiradas por encima de ella. Una débil brisa se
deslizó sobre su piel advirtiéndole que estaba desnuda. Sus pezones se tensaron bajo el aire
fresco. Definitivamente, estaba desnuda.
La situación parecía misteriosamente familiar y su corazón comenzó a palpitar
fuertemente en su pecho.
Lo último que recordaba era estar entrando a la cámara de entrenamiento.
Rainek. Tiana se permitió abrir los ojos. La oscuridad la rodeaba sin darle ningún indicio
de donde estaba. ¿Estaba todavía en el Torreón? Trató de recordar lo que había sucedido.
Se había quedado mirando la destrucción de las paredes cuando él la había agarrado,
besado, follado —y la había hecho correrse dos veces— y entonces su memoria se quedó en
blanco. Obviamente, él la había traído aquí, la había desnudado.
Una indeseada excitación revoloteó por su sexo. Rainek. Él la había tomado duro, y con
una intensidad salvaje. Como un niño con un juguete nuevo. Por supuesto, este niño tenía una
polla de veintitrés centímetros que era gruesa y dura.
Y había estado dentro de ella. Profundamente dentro de ella. Comenzó a calentarse entre
las piernas ante el recuerdo.
Incapaz de contenerse, gimió suavemente.
¿Estás dolorida? ¿O es tu deseo el que te hace gemir?
Ella jadeó y levantó la cabeza, intentando investigar la oscuridad, buscando a quienquiera
que hubiera hablado.
No había nadie allí. Al menos nadie que pudiera ver.
Una débil antorcha encajada en una grieta en la pared iluminaba la pequeña área cerca de
ella.
Estirando hacia arriba la nuca, escudriñó el espacio que podía ver. Suelo de roca, muros
de roca, techo de roca. Estaba en alguna clase de caverna toscamente tallada. Aunque no podía
verla toda, parecía ser enorme. Tiró de las cuerdas y encontró que cedían fácilmente, dejándola
colocar sus manos en el suelo de rocas al lado de ella. Se impulsó hacia arriba para sentarse y miró
alrededor.
La luz tenue de la entrada de la caverna le molestó en los ojos, pero algo parecía cubrir la
abertura. Nada se movía. Nadie hablaba. Estaba sola.
Excepto por la voz en su cabeza.
Movió hacia adelante las manos pero no había suficiente juego en las cuerdas para
permitirle juntarlas. Volvió a recostarse. Una manta había sido puesta bajo ella, ofreciéndole
cierta protección contra el suelo de piedra. Mientras levantaba las manos delante de su cara y se
concentraba en los nudos alrededor de sus muñecas, se dio cuenta de que la sensación de ardor
había desaparecido. Tenía un débil recuerdo de fuego mientras Rainek estaba dentro de ella, pero
el sueño parecía haber aliviado el dolor.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Como tantas otras cosas, empujó ese pensamiento en un rincón de su mente,


prometiéndose a sí misma que lo analizaría más tarde, después de que consiguiera liberarse. Y
asesinar al Príncipe Rainek. ¿Cómo se atrevía a secuestrarla y atarla? Desnuda. Su conciencia
inmediatamente le señaló las similitudes entre su situación y la de él. Bueno, lo admitía, Merena le
había hecho prácticamente lo mismo a él, pero eso no justificaba que Tiana pagara el pato. Había
colaborado, pero sólo bajo coacción.
Rainek no sabe eso, le señaló su híper desarrollada conciencia. Demonios, no ganaba nada
culpándolo. Él sólo quería su venganza. Pero, por los Infiernos, ese plan no le pertenecía. Ella
había estado en la periferia de ese complot.
Justo hasta el punto en que lo dejaste follarte. Dio un respingo. Eso iba a conseguir meterla en
problemas.
Seducir a un consorte era uno de los crímenes más altos en esas tierras. No importaba que
ella no le hubiera seducido —que el seductor hubiera sido él— el resultado sería el mismo. A
menos que consiguiera salir de aquí. Entonces lo peor que podrían achacarle era haberlo dejado
escapar. Y después del daño hecho a las paredes, no creía que alguien la culpara. Por las Diosas,
¿cómo había logrado hacer eso? Había arrancado las piedras de la pared.
Sus dedos forcejearon en las cuerdas pero los nudos se mantuvieron firmes. Separó los
labios y gruñó de frustración.
¿Estás lastimada?
Ella se detuvo. La voz llenaba su cabeza, sin hacer eco a través de la habitación. ¿Qué
estaba pasando? Se esforzó en escudriñar las sombras pero todo era oscuridad. El susurro de
escamas sobre la piedra despertó su interés. ¿Escamas? ¿Por todos los Infiernos, qué era lo que había allí
afuera?
—¿Quién eres tú? —preguntó—. Sal para que pueda verte.
El crujido se volvió más fuerte. Tiana observó mientras la criatura más grande que se
hubiera imaginado alguna vez caminaba hacia adelante, bloqueando la débil luz del sol de la
entrada de la caverna.
La cabeza púrpura y azul de la bestia era tan grande como su cuerpo entero — con
blancos y afilados —muy afilados— dientes. No necesitó ver más allá de los resplandecientes
ojos para saber que había sido capturada por un dragón.
Oh Diosas. ¿Cuándo había ocurrido eso? ¿Dónde estaba Rainek? ¿Estaba herido?
¿Muerto? Quería revisar la oscuridad, para buscar el cuerpo roto de Rainek, pero no se atrevió a
apartar sus ojos de la enorme bestia parada delante de ella.
El dragón continuó su paso lento y desmañado hacia adelante, hasta que se paró justo
frente a sus pies. Su gran cabeza se inclinó hacia ella, gravitando sobre su cuerpo inclinado. La
larga lengua rosa-oscuro emergió y recorrió los bordes de la boca de la bestia.
Tiana sintió que su corazón llegaba de un salto a su garganta. Había oído historias. Ella
siempre se había preguntado si eran ciertas. Ahora, con una de las criaturas cerniéndose sobre
ella, comprendió que podría convertirse en la víctima de un dragón.
Los cuerpos ensangrentados y maltratados de mujeres que habían sido martirizadas por
los dragones eran leyenda. Nadie sabía exactamente lo que los dragones les hacían a las mujeres,
sólo que muchas preferían morir. Si sobrevivían, a menudo quedaban dementes, cambiadas para
siempre, quebradas y suplicando por regresar con el dragón. Pero para entonces el dragón se
había marchado.
Tiana tiró de las cuerdas, clavando las uñas en los nudos en sus muñecas. Si sólo pudiera
liberarse podría tener alguna posibilidad. El Gran Bosque que rodeaba el Torreón —y ella tenía
que creer que el príncipe Rainek no la había llevado demasiado lejos, más allá de las tierras del
Matriarcado— la ampararía para escapar. De alguna manera no creía que el dragón pudiera
moverse rápidamente en medio de los árboles.
No te hagas daño. Le dije a Rainek que no era necesario amarrarte pero no me creyó.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

¿Rainek? ¿Conocía al dragón? ¿La había secuestrado con la intención de sacrificarla a un


dragón? Tiana ignoró la baja y melodiosa voz en su cabeza que le aseguraba que estaba a salvo, y
continuó tirando. Su pánico le dio fuerzas. Demasiadas historias se alborotaban en su cabeza.
Sería asesinada o destruida por esta bestia.
Por supuesto, ¿las sacrificadas al dragón no tenían que ser vírgenes? Ella no se calificaba.
No se habría calificado antes de la noche anterior, pero definitivamente no lo hacía después de
tener a Rainek dentro de ella. Había sido verdadera y completamente bien follada. Otra sacudida
de recordado placer recorrió su sexo.
Tenía que salir de aquí. Giró su mano alrededor y agarró la cuerda que la conectaba a la
pared. Tal vez la podría deshilachar.
Hmmm. Puedo oler tu deseo. Delicioso.
La voz cambió, haciéndose más profunda, con un hambre que resonó a través de su
cuerpo. Fue casi la misma sensación que cuando Rainek había suplicado por su coño.
Tenía que salir de aquí, lejos de la bestia voraz que iba a desgarrarla de arriba a abajo.
Tiana continuó su frenética lucha por la libertad, pero mantuvo sus ojos en la criatura.
El dragón inclinó su cabeza y observó serenamente su lucha, como si estuviera divertido
por sus intentos. Con un suspiro fatalista, ella se derrumbó finalmente. No había manera de
liberarse y aún si lo conseguía, el dragón bloquearía su escape.
—Bien, mátame. —Sintiéndose noble y valiente, volteó su cabeza a un lado y esperó por
el golpe mortal.
Sonó casi como una risa ahogada en su cabeza y, por los Infiernos, el ruido le sonaba
familiar.
¿Por qué querría hacer eso?
La pregunta fue seguida por un lengüetazo deliberado del dragón a través de su muslo, y
sobre la punta de su sexo. Su jadeo hizo eco a través de la caverna silenciosa. Abrió los ojos. La
cabeza del dragón se cernía sobre ella. Mientras lo observaba, la larga lengua rosada se asomó
fuera y se remolineó alrededor de su pezón, convirtiéndolo en un extremo apretado.
A pesar de sus mejores intenciones, su coño empezó a mojarse. El recuerdo de la boca de
Rainek y su polla —hundiéndose en ella, montándola profundamente— le recordó lo que podía
ser el verdadero placer. Se ordenó a sí misma bloquear los deliciosos recuerdos y continuó
tirando de las cuerdas. Le daba algo que hacer además de mirar a la bestia que estaba a punto de
devorarla.
El siguiente roce atormentador trasladó su atención lejos de sus manos… y justo entre
sus piernas. La lengua asomó de su boca y se deslizó a través de la parte interior de su muslo.
Delicioso.
Tiana esperó, sabiendo lo que estaba a punto de suceder pero todavía impactada por la
posibilidad. ¿Sin duda alguna él no iba a…? Los lentos lametazos continuaron entre los pliegues
de su sexo y chasqueando con delicada intensidad sobre su clítoris. No pudo detener el bajo
ronroneo de placer que se inició en su garganta.
—Por favor —imploró, intentando retorcer sus piernas y cerrarlas. El dragón la miró y
Tiana recibió otra sorpresa. Él se veía herido, como si su rechazo lo angustiara.
¿Por qué? ¿No lo deseas? ¿No sientes el placer?
La tristeza en sus palabras la distrajo un tiempo lo suficientemente largo como para que él
se inclinara y otra vez insinuara su lengua entre sus piernas. Esta vez la ágil longitud se abrió
camino dentro de su coño, provocando el interior de su pasaje. El aliento se le atascó en la
garganta y se quedó con la mirada perdida en el techo de piedra. Debería estar luchando,
resistiéndose, pero su cuerpo no respondía a las lógicas órdenes de su mente. Su toque se sentía
bueno, demasiado bueno para resistirse. Como si percibiera su conformidad, el dragón empujó
hacia adelante, sumergiéndose aún más dentro de ella.
Ella jadeó y agarró las cuerdas que la sujetaban, manteniendo su cuerpo tenso.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Ábrete para mí.


La orden susurrada fue acompañada por un profundo retumbo dentro de su sexo.
Siguiendo la demanda de su cuerpo que pedía más, abrió las piernas. El dragón tomó ventaja de
inmediato y la acarició con su hocico, presionando contra la unión de sus muslos.
Disfrutaste de la polla de Rainek. La voz del dragón retumbaba con placer. Ahora, es mi turno
de tenerte.
Ella apenas entendió las palabras pero podía sentir el deseo de la criatura. Él bombeó su
lengua dentro de ella, imitando el movimiento de una polla, hundiéndola profundo y acariciando
las paredes interiores muy adentro de su coño.
Masajeó la pared superior de su pasaje, llegando adonde nadie lo había hecho antes. La
sensación atravesó como un relámpago su coño. Tiana gritó, su clímax la golpeó como una
brillante llamarada. La humedad fluyó de su sexo. El sonido de su gemido se mezcló con el
gruñido satisfecho del dragón. Ella parpadeó e intentó recuperar su alma.
¿Cómo había hecho eso la criatura? Y, por lo que parecía, no había finalizado aún.
Sí. Más. Dame más.
Él se retiró de su pasaje y lamió su coño, capturando y haciendo aparecer más del cálido
líquido viscoso que fluía de su coño.
Todavía inundada de sensaciones, ella no podía protestar. Él lamió su rendija, trazando
delicados patrones a través de su carne mojada, saltando para rodear su clítoris.
Sus manos ardían pero ella no tenía manera de controlarlo, no mientras el dragón
continuara. El tiempo se desdibujó. Ausentemente fue consciente de que la luz en la entrada de la
caverna era más brillante, pero el dragón consumía sus sentidos, lamiéndola y saboreándola hasta
que se estremecía con cada caricia, retorciéndose para conseguir más de él.
Él pasó la lengua por el interior de sus labios exteriores, la ligera abrasión alerto cada
nervio. Se demoró largo tiempo, dibujando su vulva, provocándola y tentándola, zambulléndose
en su coño y masajeando el borde interior. Parecía saber dónde tocar para mantenerla al borde
del clímax, sin permitirle ese bendito alivio.
—¡Por favor! —finalmente imploró ella.
Él rodeó su clítoris, atrayéndolo fuera, entonces cubrió el apretado bulto con su lengua,
estimulándolo con pulsaciones diminutas, delicadas. Era casi como si él lo estuviera chupando,
pero la sensación era más profunda.
Tiana sintió que sus ojos se abrían aún más. Clavó los ojos en la oscuridad e intentó
impedir el estallido de su cuerpo, pero la inexorable succión del dragón en su clítoris aplastó su
resistencia. Jadeó, intentando aspirar suficiente aire. Sus caderas bombeaban al compás de sus
lamidas. Doblando las rodillas, se abrió inconscientemente. La bestia gimió de placer y pareció
recompensarla, metiendo la lengua en su coño.
La profunda penetración la arrojó otra vez a la brillante explosión del clímax. Oyó un
gemido y supo en alguna parte de las profundidades de su mente que el sonido provenía de ella.
Regresó en sí misma para encontrar al dragón lamiendo el interior de sus muslos, como si
se entretuviera hasta que ella estuviera tranquila otra vez. Se quedó mirando hacia arriba con
asombro. Los negros ojos resplandecieron amarillos por un momento, un tono ámbar
extrañamente familiar.
Antes de que pudiera asimilar la información, él comenzó de nuevo, empujando dentro
de su pasaje. No la llenaba en la forma en que Rainek lo hacía pero la presión era increíble,
remolineaba la punta muy hondo dentro de su coño, excitando las paredes más profundas de su
sexo. Como si el propio centro de su ser estuviera siendo acariciado. Tiana se incorporó de golpe,
sus rodillas cerrándose alrededor de la cabeza del dragón. Se quedó mirando a la criatura,
asombrada de que pudiera crear tal energía, inspirar tantas sensaciones en su cuerpo. Él no se
detuvo. Murmuró su placer y el sonido vibró dentro de su coño.

52
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Apretó los dedos alrededor de las cuerdas que la sujetaban y sintió comenzar las llamas.
En tan solo unos segundos, las retorcidas hebras habían desaparecido, quemadas por su fuego.
Dejó caer sus manos liberadas al suelo de piedra debajo de ella, manteniéndose erguida mientras
soportaba más y más. Él no permitía que el placer se detuviera. Con cada golpecito de su lengua,
la empujaba más alto.
Mía. Dame más. Del centro de su cuerpo brotó líquido, mientras alcanzaba otro pico. El
grito que estaba agazapado detrás de su garganta salió como un quejido, mientras su cuerpo
alcanzaba su límite y ella colapsaba encima de la manta, sus piernas desplegadas, abiertas para
cualquier cosa que el dragón quisiera. Su cuerpo, su mente, su espíritu estaban vacíos. Un
cansancio excesivo que iba mucho más allá de lo físico la arrastraba.
La tibia y húmeda caricia de su lengua lamiendo la parte interior de su muslo la hizo
gemir. No podría soportar mucho más, pero tampoco podía rehusarse. Él no hizo ningún
movimiento para entrar en ella, o siquiera cosquillear su clítoris. Su caricia fue suave, casi
reconfortante. Ella dejó que sus manos cayeran al suelo de piedra, y sus párpados se cerraran.
Sí, duerme ahora, mi elegida. Después más.
Aunque no fue una pregunta, ella gimió su aceptación. Habría más después. El toque
suave la indujo al sueño, donde los sueños la perseguían. Sueños de dragones y fuego.

Rainek estaba sentado sobre una roca y miraba malhumorado a la mujer que dormía
delante de él. No estaba disgustado con ella. No era su culpa que Denith la hubiera follado hasta
el agotamiento. Pero no había forma de mirar furiosamente al dragón dentro de su cabeza.
Rainek se removió, su polla dura y tirante contra las pieles demasiado pequeñas que había
robado del Torreón. No había tenido tiempo para revisar que le quedaran bien y, demonios, no
había espacio para su polla. Especialmente cuando estaba dura. Que lo estaba, y lo había estado
desde que Denith se había retirado y Rainek había regresado a la forma humana. Aunque él no
hubiera estado al mando cuando Denith había follado con la lengua a Tiana, había estado
presente y pudo sentir la excitación del dragón y la satisfacción por haberla hecho llegar al clímax
tantas veces. Aún el sabor de su sexo permanecía, demorándose en su boca.
Él quería saborearla por su cuenta, sin el velo del dragón entre ellos. Pero no podía. No
hasta que ella estuviera descansada.
Denith gruñó satisfecho en su cabeza. Rainek casi podía imaginar al dragón acurrucado en
una esquina de su mente, suspirando y sonriendo. La excitación y la necesidad de un dragón eran
satisfechas por los fluidos del coño de una mujer.
Y Denith ciertamente había recibido bastante de Tiana como para mantenerlo saciado
durante algún tiempo.
Quiero más.
Rainek puso los ojos en blanco.
—Tendrás que esperar. —Agitó su mano hacia las mantas—. Mira lo que has hecho.
Ninguno de los dos la puede tener. —Ella había logrado de alguna manera desgarrar las cuerdas
que había usado para atarla y estaba enroscada de lado, la cabeza descansando sobre el brazo. Sus
piernas estaban encogidas, revelando la rotunda curva de su trasero y un indicio del sexo,
encantadoramente rosado y húmedo, que Denith había probado. Rainek se lamió los labios y el
recuerdo de Denith se situó en su lengua.
Sí. Más. Tomemos más.
La excitación del dragón actuó en combinación con la de Rainek, endureciendo más su
polla y poniéndola aún más incómoda.
—Ella necesita dormir —dijo. Frotó su mano sobre su entrepierna, incapaz de detenerse.
La gruesa piel bloqueaba la mayor parte de la sensación. Los sonidos de los suspiros de Tiana y

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

ese perverso jadeo cuando ella se corrió colmaron su mente. Los ruidos pronto fueron
acompañados por imágenes de ella retorciéndose en el piso, cerca del orgasmo.
Denith.
Aunque no le había ocurrido realmente a Rainek, los recuerdos del dragón se hicieron
suyos mientras la criatura los volvía a reproducir en su mente, repitiendo varias veces los
momentos de impactante placer de ella.
Sintió la sangre huir de su cabeza y parecía que toda fluía hacia su ingle. Las imágenes
continuaban reproduciéndose. Sin pensar, abrió las pieles y sacó su polla. Tiana gimió
suavemente en su sueño. ¿Estaba volviendo a vivir la experiencia en sus sueños? Sabiendo que
sólo se pondría más incómodo pero incapaz de detenerse, comenzó a acariciar su polla, mirando
fijamente hacia ella, recordando como el dragón le había hecho el amor. Ella se dio la vuelta,
descansando sobre su espalda, sus manos curvándose al lado de su cabeza mientras sus piernas se
abrían involuntariamente. La acción fue seguida por un gemido descontento, como si ella no
quisiera ser despertada. Él clavó los ojos en el penacho de pelo rubio que cubría su sexo.
Más. Tomemos más.
Rainek notó que ante la insistencia de Denith se estaba levantando, pero rápidamente
volvió a plantar su trasero en la roca.
—No puedo. Ella necesita descansar.
Ella nos necesita. Mira. Está mojada. Deliciosa.
Rainek sostuvo su polla en una mano, necesitando asirla con firmeza mientras observaba
a su mujer. La débil luz hizo brillar el líquido alrededor de su sexo. ¿Estaba mojada? Extendió sus
sentidos, usando la visión y el olfato superiores de Denith, y estuvo instantáneamente inundado
de frescos estímulos. Su olor, el color de su carne y la preciosa humedad femenina le llamaron.
Dejó que las sensaciones lo llenaran. Dios, la quería.
Concentrado solamente en ella, se levantó, se quitó las pieles y las dejó caer en el suelo de
piedra. Se movió más cerca, necesitando simplemente estar junto a ella. Denith permaneció
silencioso pero Rainek sintió el presumido triunfo del dragón. No le importaba. Tenía que
tenerla. Tenía que saborear la carne entre sus piernas y penetrarla con su polla. Llenarla de su
semilla.
El impulso era demasiado fuerte para ignorarlo. Lentamente, colocó la mano en su
tobillo. El calor estalló en su palma.
Sólo una probadita.
—Sólo una probadita —repitió Rainek. Acarició con los dedos el interior de sus piernas,
cosquilleando la parte de atrás de sus rodillas. Ella se removió ante el ligero roce,
inconscientemente extendiendo sus piernas más abiertas. Rainek clavó los ojos en su coño.
Continuó llevando hacia arriba las caricias, alentándola silenciosamente a abrirse más para
él.

Tiana respiró profundamente e intentó no reaccionar. Se suponía que ella estaba dormida.
Y lo había estado hasta que había oído a Rainek hablando. No podía imaginar a quién le hablaba,
pero asumió que era al dragón. De alguna manera el príncipe Rainek había logrado domesticar un
dragón.
Había esperado oír sus planes para ella, pero en lugar de eso él había hablado sobre
dejarla dormir antes de tomarla otra vez. A pesar de sus mejores intenciones, su cuerpo había
respondido. Su coño estaba mojado. Y dolorido. Por asombroso que pareciera, quería más. De
nada servía que su mente lógica le dijera que había sido secuestrada y atada, y que ella no debería
desear esto. El recuerdo de la polla de Rainek la inspiraba a desear más.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Mientras ella yacía inmóvil, él le abrió bien el sexo con sus dedos y colocó la punta de la
lengua contra su clítoris. Con delicada seguridad, masajeó un lado, enviando ráfagas de intenso
placer a su sexo. No pudo refrenar el gemido que se agazapaba en su pecho. Ella lo sintió sonreír
contra su piel, pero las constantes caricias continuaron, cada caricia dándole más placer. No sabía
cuánto más podría soportar. Su cuerpo estaba débil luego de la casi cruel lamida que el dragón le
había dado, y ahora comenzaba de nuevo.
Presionó los dedos en sus palmas. El calor era increíble. La pequeña siesta que había
tomado no había hecho nada para reducir el fuego en sus venas y ahora Rainek lo estaba
empeorando. Tendría suerte si no incendiaba la caverna para cuando él hubiera terminado.
Pero si las rocas se quemaban alrededor de su cabeza, sólo podría culparse a sí mismo,
pensó con aire satisfecho. Después de todo, él era quien había secuestrado a una bruja de fuego.
Sus caricias eran diferentes de las que le había dado el dragón, pero no menos poderosas. Y ella
no quería que se detuvieran. Todavía no.
Prescindiendo de todo fingimiento de estar dormida, meneó sus caderas despacio,
silenciosamente demandando más. Él abrió la boca sobre su clítoris y chupó, gimiendo mientras
jalaba el apretado botoncito de carne entre sus labios. Tiana se arqueó hacia arriba, apoyándose
en sus hombros, mientras las pulsaciones brotaban violentamente de su sexo.
Él paseó su lengua por su rajita, como si recogiera una última probadita antes de seguir
adelante. Su agotado cerebro gritó en protesta. No podía detenerse ahora. Ella necesitaba más.
Tenía que haber más.
Rainek colocó un beso suave en su montículo y luego se alzó sobre ella. Sus piernas se
curvaron instintivamente para acoger sus caderas mientras él se arrodillaba entre ellas. Ella se
quedó mirando abajo entre sus cuerpos. Su polla se erguía dura y oscura, lista para follar. Él
colocó la gruesa cabeza junto a su entrada, frotando la punta contra el clítoris que acababa de
chupar hasta despertarlo.
Rainek observó a su bella compañera. Había estado muy ardiente y deliciosa, pero ahora
lo observaba con ojos cautelosos. Como si no entendiera lo que iba a ocurrir. Un momento de
pánico atravesó su corazón. ¿Se disponía a apartarlo? La preocupación fue instantáneamente
captada y magnificada por Denith, mientras el innato temor al rechazo del dragón explotaba.
—Mía —se oyó gruñir a sí mismo Rainek—. Toma lo mío.
Tiana se sobresaltó y se echó hacia atrás, si no físicamente, al menos sensualmente.
Rainek le ordenó a Denith que se retirara y entonces se inclinó hacia adelante, sosteniéndose
sobre ella pero sin entrar en ella. Aunque su cuerpo gritaba por follarla, sabía que tenía que ir
lento. No quería una compañera que le temiera.
Colocó un beso gentil en su boca.
—Eres tan deliciosa. ¿Quieres mi polla dentro de ti?
Sin darle una oportunidad de contestar, la besó otra vez, su boca, sus mejillas, amándola
gentilmente a pesar de la impulsiva necesidad de follarla. Se movió hacia abajo por su cuerpo. Sus
pechos llenos eran pesados. Los había imaginado llenando sus manos.
Apoyándose sobre sus rodillas, él acunó los pechos en sus palmas, apretando gentilmente,
luego con más fuerza mientras ella suspiraba. Los apretados picos asomaban arriba. Un nuevo
sabor que disfrutar, pensó él mientras se inclinaba hacia adelante y deslizaba ligeramente su
lengua, primero sobre un pezón y luego sobre el otro.
El dulce suspiro de Tiana le dejó saber que a ella le gustaba el suave roce de su lengua en
los pechos. Abrió la boca y capturó su pezón, aplicándole la misma succión que le había dado a
su clítoris. Ella gimió y agitó las caderas como si suplicara por su polla.
Él se inclinó de nuevo y envolvió la mano alrededor de su miembro, dirigiendo la cabeza
hacia su coño. Mientras comenzaba a deslizarse adentro, ella se tensó debajo de él. De nuevo.
—¿Qué sucede, cariño? —detuvo su penetración—. ¿No me deseas? —Silenciosamente
juró que estaba dispuesto y que sería capaz de retroceder si ella le decía que no, pero no tenía

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

certeza de que fuera verdad. Aún con la débil luz, Rainek podía ver un sonrojo apenas perceptible
en sus mejillas. Ella se retorció y tres centímetros de su polla se hundió en ella.
La sensación los detuvo a ambos pero entonces ella levantó la mirada hacia él.
—No sé cómo hacer esto.
Recorrió con la mirada las mantas, sus cuerpos, su polla, su coño. Luego regresó a su cara.
—Lo hemos hecho antes —dijo, completamente confundido. Ella lo había hecho
perfectamente cuando la había poseído en la cámara de entrenamiento. Y cuando Denith la había
tomado.
—No… — Ella indicó la potencial conexión de sus cuerpos —…Así.
Él sacudió la cabeza.
—Contigo sobre mí. Nunca lo he hecho antes.
Rainek sintió que sus labios se estiraban en una amplia sonrisa. No pudo controlar esa
reacción. Las mujeres de su mundo estaban acostumbradas a montar a los hombres. La idea tenía
mérito y Rainek sabía que también quería disfrutar de esa posición, pero en este momento
necesitaba empujar. Necesitaba poder moverse y hundirse profundamente en ella.
—Es la primera vez que estoy encima de ti. —Acomodó sus caderas contra las de ella,
empujando más centímetros de su polla dentro de ella. Estaba resbalosa. No había perdido
interés. Su coño estaba muy mojado para él—. Pero sabes que encajamos bien juntos. —Él besó
su boca, su barbilla, a lo largo de su mandíbula—. Me sujetas tan apretado dentro de tu hermoso
coñito. —Buscó entre sus cuerpos y cosquilleó su clítoris con la punta del dedo—. Juntos
encontraremos la forma de hacerlo funcionar.
La confusión abandonó su mirada y rápidamente regresó la vidriosa mirada de pasión.
Rainek estaba a medio camino dentro de ella. Se detuvo y esperó. Se sentía tan bien que
quería meterse profundo dentro de ella, pero esperó, necesitando su aprobación. Necesitando su
permiso.
Observó cómo sus ojos se entornaban y el corazón casi estalló en su pecho. Era una
criatura tan sensual. Continuó penetrándola, empalándola. Cuando la había poseído en la cámara,
había estado concentrado en follarla —en correrse dentro de ella—, ahora, podría disfrutarla,
podría sentir cada pulgada de su coño.
Lentamente se retiró, haciendo una pausa sólo por un instante, antes de hundirse de
vuelta en ella. Se introdujo más profundo, permitiendo que más de su polla se hundiera en ella.
Mantuvo la penetración lenta y constante, cada vez tomando más de ella.
Su resbaladizo pasaje cedía con cada empuje. Se sentía tan bien, la adorable estrechez de
su coño apretándose sobre cada pulgada suya. Casi completamente dentro de ella, retrocedió y
empujó de regreso dentro.
Tiana arqueó su cuello y aferró las mantas debajo de ella. Los músculos en sus brazos y
hombros se estiraron tensos mientras tiraba fuertemente de la tela debajo de sus caderas.
Reconoció la pasión en sus ojos pero quería sentir sus manos en él, sentirla sujetarlo y apretarlo
contra ella.
—¿No te gusta la sensación de tenerme dentro de ti? —susurró, meciendo sus caderas
para acomodarse más profundo. Se ajustaban tan apretadamente que no podía detenerse—.
Dime, cariño. ¿Quieres que salga?
Podía sentir el desasosiego de Denith, pero Rainek sabía la respuesta. El cuerpo de Tiana
le decía la verdad, aunque no hubiera pronunciado las palabras.
Él comenzó a apartarse, necesitando las palabras, necesitando algo más de ella.
—¡No! —sus manos revolotearon como si ella intentara alcanzarlo, pero se detuvo. Sus
piernas se envolvieron alrededor de su cintura y sus talones se le clavaron en el trasero—. No me
dejes.
No había manera de resistir su súplica, ni la mirada colmada de lujuria de sus ojos
entrecerrados.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Él se zambulló en su coño y se perdió en el impulso de follarla. Nada más importaba.


Sólo Tiana, con sus gritos llenando sus oídos, gritos de placer y ruegos pidiendo más.
Años de frustración estallaron a través de sus caderas. Este era el sexo que había soñado.
Sus piernas rodeándolo, empujándolo profundamente dentro de ella tan profundo como podía
llegar. Su coño resbaladizo dándole la bienvenida a cada empuje. Él la escuchó gritar y sintió los
suaves estremecimientos de su orgasmo pero no se detuvo, no podía detenerse. Necesitaba más.
Continuó montándola, provocando clímax tras clímax en ella hasta que estuvo lánguida y
sollozando, suplicando más, implorando que se detuviera. Los dulces ruegos masajearon su
miembro como un puño y él se impulsó dentro una última vez. El agudo y completo placer de su
orgasmo trepó por su columna vertebral como las garras de un gato y explotó en su polla,
llenando a su compañera con su semilla. Cayó encima de ella, enterrando la cara en su cuello
mientras gemía la profunda satisfacción del alivio.
Tiana aceptó su considerable peso sobre ella, acunándolo entre brazos y piernas. El
frenético latir de su pulso pasaba a través de su pecho al de ella, asumiendo el control de su
corazón y haciéndole palpitar al mismo ritmo. Cuando desaceleró, el de ella lo hizo también.
Estaba casi segura de que se había quedado dormido encima de ella. Dentro de ella.
Sus ojos se cerraron y consideró seguirlo a ese bendito estado. El sueño le haría bien. Su
cuerpo estaba exhausto y sus manos quemándose como los Infiernos. Si lo tocaba, sin duda le
prendería fuego.
Sería una forma de escapar, pensó, pero inmediatamente desechó la idea. Ella no podía
lastimar a Rainek. No le había hecho daño. Todavía no. Bueno, había dejado que un dragón la
tocara, pero el dragón tampoco la había lastimado. Tiana curvó los dedos en apretados puños,
conteniendo las llamas.
La boca de Rainek rozó su cuello y recorrió su mandíbula. Finalmente levantó la cabeza y
sonrió. La mirada deslumbrada, casi atontada de sus ojos hizo que su corazón palpitara.
—Eres asombrosa. —Besó sus labios—. Lo tomas todo de mí y ofreces tanto a cambio.
Se sintió sonrojar ante el extraño cumplido. Rainek rodó a un lado, retirando su cuerpo de
encima de ella y su ablandado miembro de entre sus piernas.
—Necesitas dormir —susurró él—. Déjame sostenerte. —Para acompañar sus palabras,
la arrastró sobre él colocándola prácticamente encima para yacer debajo de ella. Su pecho era casi
tan duro como el piso de piedra, pero mucho más caliente.
Momentos antes, el pensamiento de dormir había sido una visión tentadora, ahora, tiraba
de ella con fuerza inexorable. Abrigada y mimada, no pudo resistir su atractivo y se encontró
cayendo en esa dulce oscuridad.

Tiana despertó lentamente ante el sonido de crujidos. No era el siseo de las escamas del
dragón sino el sonido de alguien moviéndose. Abrió los ojos y vio a Rainek arrodillado junto a un
pequeño fuego. Él arrojó una delgada rama a las danzarinas llamas. Observó durante un
momento antes de que se volteara hacia ella. Su rápida sonrisa envió nuevos temblores por su
columna vertebral. La había poseído, la había follado hasta que sus muslos estuvieron
magullados. Y todavía estaba con ella, sonriendo. Cuando vio que estaba despierta, se incorporó y
fue a su lado.
—¿Te gustaría comer algo? Hay algunos árboles frutales de dahla cerca. —Colocó un
poco de la suave fruta verde sobre un pequeño trozo de tela junto a ella. Levantando la manta, se
cubrió hasta el pecho y se enderezó. No estaba acostumbrada a semejante descarada desnudez.
No importaba que Rainek la hubiera visto desnuda ni que hubiera tocado su cuerpo en las formas
más íntimas.

57
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Rainek sonrió como si su modestia fuera algo dulce, luego sacó una daga y comenzó a
rebanar la fruta, despegando la gruesa corteza y revelando la carne negra debajo. El jugo goteó de
sus dedos. Tiana se relamió los labios imaginando el pegajoso sabor dulce en su boca. Sus
pezones se endurecieron mientras lo observaba.
Cada acción era un festín sensual, cada movimiento, lento y deliberado.
Aceptó la fruta que había pelado para ella y usó el momento de respiro sexual para pensar
acerca de su situación. En la semioscuridad de la caverna, no había manera de distinguir cuánto
tiempo había pasado. Las horas se confundían mezcladas, volviéndose nebulosas por el placer.
Había sido secuestrada durante la noche. Pero cuando el dragón había aparecido, la luz
matutina se arrastraba a través de la entrada de la caverna. Miró en esa dirección. La oscuridad
llenaba el espacio más allá del fuego. Eso quería decir que era de noche. O que el enorme dragón
bloqueaba la entrada.
A pesar de todo el placer que había recibido del dragón y de Rainek, tenía que regresar al
Torreón. Sólo podría esconder su condición poco tiempo más, prácticamente ardiendo. Al menos
en el Torreón se podría aislar. Eventualmente las llamas se desvanecerían. Y si ella permanecía
célibe, era probable que no regresaran. Obviamente, ni siquiera tenía que permanecer
completamente célibe.
Sus previos amantes no habían despertado su poder. Sólo Rainek.
Cuanto antes se apartara de él, antes volverían las cosas a la normalidad.
Pero eso significaba no volver a follar con Rainek. El dolor llenó su pecho y se hundió
abajo, en su sexo. Nunca más lo tendría dentro de ella.
Dio otro mordisco a la fruta e intentó ignorar el dolor. A menos que quisiera pasarse la
vida escondiéndose de otros, tendría que apartarse de él.
De alguna manera tendría que sobreponerse a Rainek y al dragón. Sólo que no sabía
dónde estaba el dragón en ese momento. Probablemente esperando fuera mientras Rainek la
follaba.
—¿Dónde está el dragón?—Le dio un mordisco a la dulce fruta y le observó. Rainek
vaciló por un momento y luego se encogió de hombros.
—Está cerca.
Esa respuesta era totalmente poco esclarecedora.
—¿Por qué lo haces? —Él parecía un hombre honorable, aún estando aquí.
Rainek tragó y sacudió la cabeza.
—¿Hacer qué?
—Secuestrar mujeres y sacrificarlas a los dragones.
No esperaba su estallido de risa.
—¿Sacrificio? —La sonrisa arrogante que curvó la boca de Rainek le hizo erizar los
diminutos vellos de su cuello. Se burlaba de ella—. No fuiste exactamente una víctima renuente
—señaló, la risa rondando justo debajo de sus palabras.
Sus ojos se volvieron redondos y Rainek supo que había cometido un serio error táctico.
—¿Estabas observando? ¿Sabías lo que él estaba haciendo y no lo detuviste? —Dejó caer
la manta bajo la que había estado ocultándose, rodó y se paró en un fluido movimiento. Por un
momento él pensó que huiría, pero no lo hizo. Lo miraba encolerizadamente. Parecía haber
olvidado que estaba desnuda. Rainek no. En particular cuando su coño estaba a pulgadas por
encima de su boca y Denith estaba plantando específicas sugerencias acerca de lo que podría
hacer—. ¿Cómo pudiste pararte ahí y observar a esa… esa criatura haciéndome eso?
La irritación en sus palabras atrajo su atención más arriba, a sus ojos que echaban chispas
de furia.
Se reclinó, poniendo sus palmas contra el piso detrás de él. Era una gran posición para
clavar los ojos en ella. Su polla dio una sacudida.
—Parecías disfrutarlo. Además, tú no lo detuviste.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Cruzó los brazos debajo de sus pechos y se apoyó en una cadera. El resplandor en sus
ojos no había menguado.
—Es un dragón. ¿Cómo se supone que lo detendría?
Rainek se encogió de hombros.
—Pudiste decir no.
Su simple comentario la conmocionó más que la cólera. Clavó los ojos en él y se sintió
como si el mundo alrededor de ellos se hubiera vuelto silencioso.
Por supuesto que había dicho que no. Le había dicho que se detuviera. ¿O no? Aunque
había sido hacía sólo algunas horas, le costaba mucho recordar con exactitud lo ocurrido.
Excepto por los orgasmos. A ellos los recordaba bastante bien. Pero seguramente había
protestado. Recordaba haberle dicho que la podía matar y que el dragón había reído, pero más
allá de eso no podía recordar si le había dicho que se detuviera o no.
—¿Eso es todo lo que habría hecho falta?
—Probablemente. No puedo decir que no habría intentado seducirte para que lo dejaras
tomarte, pero no te tocaría si tú dijeras no. —La comisura de sus labios se elevó—. Por supuesto,
entonces tendrías entre manos un dragón haciendo pucheros y eso es realmente fastidioso.
Ella quedó boquiabierta. ¿Cómo podía pensar él que eso era gracioso? Estaban tratando
con un dragón. Una bestia feroz que secuestraba y mataba incontables vírgenes.
—Tiana, no te lastimará. Y moriría antes de permitir que cualquier otra cosa lo hiciera.
Su tono era serio y lacónico. Era el mismo tono que había usado allá en la cámara de
entrenamiento, cuando le aseguró que no intentaría escapar ni seducirla para que lo dejara ir.
Había sido honesto acerca de eso. Hasta cierto punto. Había mantenido su promesa de no
escapar «esa noche» y aunque la había seducido, no la había usado para escapar.
En lugar de eso, había tocado su cuerpo y le había enseñado a desearlo ardientemente. En
menos de dos días, se había vuelto adicta a su toque.
—¿Por qué lo hace?—Preguntó ella, oyendo temblar su propia voz. —¿Obtiene alguna
clase de placer de eso?— Ella conocía el placer que había recibido, pero ¿qué podría conseguir el
dragón de lamer su sexo por tantas horas?
Rainek pensó su respuesta por un momento, entonces dijo suspirando:
—Los dragones tienen necesidades especiales. El líquido de una mujer… —él vaciló,
aunque sabía que había explicado lo mismo antes. Se lo había explicado a ella. Comenzó de
nuevo—. El líquido del cuerpo de una mujer es particularmente atractivo para un dragón. Como
un agradable néctar. Lo desean ardientemente y los excita. Para un dragón, darle a una mujer un
orgasmo con su lengua es igual a tener su propio clímax.
—Oh. —Tiana no sabía cómo responder a eso. Al dragón le gustaba lamerla porque
encontraba placer cuándo ella sentía placer. Eso quería decir que probablemente querría más. Un
hormigueo, abajo en su estómago, señaló la voluntad de su cuerpo de recibir más del dragón—.
¿Cuánto tiempo has estado consiguiendo mujeres para este dragón? —preguntó ella,
desprendiéndose de los pensamientos preocupantes y con curiosidad por saber cuántas mujeres
antes de ella habían sucumbido a su tosco y desesperado acto de amor y cuántas habían sido
entregadas al dragón.
—Eres la primera en la que ha mostrado interés. —Lo dijo tan casualmente como si
tratar con un dragón no fuera un suceso extraño. Se puso de pie y le ofreció más fruta. Su
estómago retumbó, así que aceptó el regalo y le dio una pequeña mordida.
Mientras comía, él envolvió las manos alrededor de sus caderas y la jaló hacia adelante. La
roma cabeza de su polla empujó contra su estómago. Tiana aspiró profundamente. Sus palmas
eran cálidas y tranquilizadoras mientras acariciaba su piel. Él no intentó profundizar la caricia.
Como si sólo quisiera tocarla.
—¿Qué hay sobre ti? —preguntó.
Él se llevó su mano a la boca y lentamente lamió el jugo de fruta de sus dedos.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

—¿Qué hay acerca de mí?


—Si yo te dijera no, ¿lo aceptarías?
Sonrió y chupó un dedo dentro de su boca. Remolineó la lengua alrededor del extremo
antes de contestar.
—Sí, pero también intentaría seducirte para que cambiaras de opinión.
—¿Y por qué creo que serías aún más fastidioso que un dragón que hace pucheros? —
Tiana no podía creer que esas palabras hubieran salido de su boca. No se suponía que ella
coqueteara con él.
—Soy mucho más fastidioso —estuvo de acuerdo con una sonrisa abierta. Inclinó su
cabeza y colocó besos en su hombro, su nuca, su mandíbula. Con esos toques leves, simples,
Tiana se encontró cayendo otra vez bajo su hechizo.
—¿Te gustaría tomar un baño? —Sin esperar respuesta, la guió hacia fuera de la caverna.
Las estrellas brillaban intensamente contra la negra noche. Ella rápidamente escudriñó el cielo,
espiando en busca del dragón e intentando determinar su ubicación. Eventualmente, tendría que
intentar escapar y necesitaba tener alguna idea de dónde la había llevado.
La luz de la luna rielaba sobre el lento movimiento del río. El río serpenteaba hacia la
derecha, entrando en un cañón de altos muros de piedra. A su derecha, estaba el campo abierto.
Tenía una idea bastante clara de donde estaba. A cerca de diez millas de distancia del Torreón,
había un río y un acantilado como éste justo más allá del Gran Bosque, el cual servía como límite
este a las tierras del Matriarcado. Cuando el momento llegara, ella sabría en qué dirección correr.
Rainek la guió más adentro del cañón, bajando por la ribera, a una pequeña piscina.
Le levantó las manos y gentilmente desató los nudos, últimos remanentes de las cuerdas
con las que la había atado. Las abrasiones causadas por el roce de la soga surcaban su piel, y él
colocó suavemente su boca sobre las marcas.
—Lamento que estés lastimada. —Transfirió su atención a la otra muñeca y la trató de
manera semejante. Sabía que era simplemente un consuelo para niños, pero descubrió que el roce
de su boca realmente hacía que sus dolores se aliviaran—. Temía que te fueras mientras dormía.
—Y ahora no tienes miedo —preguntó, sorprendida de encontrar su voz.
Le dio un golpecito con su lengua sobre la muñeca y la miró directamente a los ojos.
—No te dejaré ir.
Era una promesa, similar a las otras que le había escuchado decir. Y hasta ahora, había
resultado ser fiel a su palabra.
Con un toque gentil, la empujó hacia la piscina. Ella esperaba que se le uniera pero en
verdad encontró más inquietante tenerlo sentado sobre las rocas, observándola con ojos ansiosos.
Rápidamente se metió en el agua fría, intentando cubrirse. Rainek cruzó sus brazos sobre
sus rodillas levantadas y la observó.
—¿No vas a tomar un baño?
—Ya lo hice.
—¿Sólo vas a sentarte allí y vigilarme?
Rainek sonrió y asintió.
—Sí.
Ella se arrodilló sobre el fondo del río e introdujo algo de arena en su mano. Debajo del
agua, se restregó los brazos y piernas, enjuagando su simiente de entre sus muslos.
Pero él no se limitó a sentarse allí… él habló.
—Cuando era joven… —comenzó Rainek. Repartiendo su atención entre ella y las
estrellas encima de ellos, le contó historias de su infancia, acontecimientos aparentemente
elegidos al azar, destinados a hacerla reír o sonreír.
Tiana continuó su baño, escuchándolo al mismo tiempo. Era verdaderamente un hombre
encantador, cuando no estaba secuestrando mujeres o permitiendo que fueran usadas por un

60
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

dragón. Cautivada por la historia de cuando su hermana y él habían subido a la guarida de un


dragón a buscar tesoros, ella se olvidó de su baño.
Rainek la miró.
—¿Terminaste?
Asintió.
—Sal del agua. —Él se paró y le tendió la mano. No tenía nada con que cubrirse. Rainek
no se movió, no se marchó dando media vuelta. Esperó. Finalmente, se levantó del agua fría y se
estiró hacia él. El frío debía haber atenuado el fuego en sus manos porque él no se sobresaltó
mientras la colocaba sobre la roca, a su lado.
—No traje una toalla, así que déjame secarte.
Gentilmente removió las gotitas de agua de su piel, recorriendo sus pechos con la mano,
bajando hacia su estómago y sus piernas, instándola a separar los pies para poder llegar entre sus
muslos. Después se incorporó, su mirada ámbar resplandeciendo a la luz de la luna.
—Me dejé una. —Se inclinó y sorbió una gota de agua de su pecho. Lentamente, siguió el
rastro por su cuerpo, lamiendo y bebiendo de su piel. Finalmente, se arrodilló ante ella. Abrió la
boca y acarició con su lengua a lo largo de su mojada rendija.
Tiana se estremeció, su cuerpo preparado por su seductor tratamiento. Su coño goteaba, y
él parecía concentrado en capturar ese líquido también.
—Rainek —gimió ella.
Levantó la mirada.
—Necesito más de ti. —Su voz era baja y poderosa.
Parecía pedirle permiso, y recordó sus palabras. Podría alejarlo si simplemente le decía no.
Aún sabiendo que esa era la decisión sensata a tomar —para su corazón y para sus crecientes
poderes— no podía. Lo quería, lo necesitaba.
—¿Puedo tomarte, amor?
Asintió. Rainek se incorporó y la condujo de regreso a la caverna y sobre la manta, antes
de instalarse él mismo en su lado. Deslizó la mano bajando por su cuerpo, desde su cuello a su
montículo, pasando suavemente los dedos por su piel. Este toque era diferente. El desesperado
follar era reemplazado por roces gentiles y susurrantes caricias.
Cuando finalmente ocurrió, la lenta penetración de su polla fue dulce, casi gentil, mientras
la llenaba.
—Déjame tenerte —susurró. Tiana suspiró y se abrió a él.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Capítulo 6

Tiana se despertó sobresaltada, su corazón golpeaba como si hubiera sido arrancada de


un sueño aterrador. Abriendo los ojos, comprendió que no era una pesadilla. La realidad se había
vuelto mucho más fantástica que cualquier sueño, largas horas pasadas con la polla de Rainek o la
lengua del dragón dentro de ella. Sus manos ardían como un recordatorio poderoso. Abrió las
palmas y clavó los ojos en la diminuta llama azul que se estaba girando por la superficie de su piel.
No tenía ni idea de cuánto tiempo había estado dormida pero había hecho poco para aliviar el
fuego surgiendo a través de su cuerpo.
Encima de eso, estaba exhausta. Rainek había empezado con un lento, sensual amor pero
después de la primera vez, había sido feroz y duro, empujando pesadamente entre sus piernas
hasta que ella gritó. Y le suplicó hacer más. Le había dado la interrupción ocasional para comer y
descansar pero él siempre estaba allí, acariciando, tocando, como si la mera conexión de su carne
fuera importante para él.
Avanzando lentamente por sus músculos cansados, se enderezó y escudriñó la caverna.
La antorcha atorada en una grieta en la piedra todavía iluminaba una pequeña área pero el resto
eran sombras. El fuego que Rainek había levantado había muerto dejando un frío leve en la
caverna.
La manta a su lado estaba vacía. Estaba sola. La había dejado. La declaración envió una
puñalada afilada en su pecho, la cual deseó que fuera miedo, pero sabía, que era pena. Rainek se
había ido y el dragón… se quedó mirando en la oscuridad de la caverna. ¿Estaba allí? ¿Oculto en
las sombras? Rodó y se arrastró para pararse, usando el muro de piedra para soportar sus
inestables piernas. El interior de sus muslos dolía por haber sido abiertos por tanto tiempo. Y sus
músculos temblaban de cansancio excesivo. Había tomado todo lo que Rainek le había dado,
respondiendo a cada empuje.
Con un suspiro, alisó la masa enmarañada de su pelo de su cara y miró con atención en
las sombras. El silencio y la oscuridad la saludaron pero podía sentirlo. Esperándola, justo más
allá de la pálida luz.
Después de una inspiración profunda, esperando que su coraje rebotara, se alejó de la
pared y dio un paso adelante. Podía enfrentar a esa criatura. Si lo qué Rainek dijo era verdadero,
todo lo que tenía que hacer era despacharlo. Nunca había pensado sobre sí misma como
particularmente valiente. A Tiana le agradaría más que estuviera de pie y al menos haber esperado
escapar. Desafortunadamente, la única salida se situaba en alguna parte más allá del dragón. Las
enormes garras rasparon a través del piso de la caverna. La bestia venía por ella.
Un sonido recientemente familiar de las escamas crujiendo contra la piedra envió tensión
en sus hombros. Las seguridades de Rainek perdieron un poco de su poder. El dragón estaba
fuera de allí.
Esperando a que despiertes, esperando para poner su lengua entre tus piernas y lamerte.
Apretó sus labios para suprimir un gemido. Era extraño que su cuerpo deseara las
atenciones del dragón, pero con cada paso de bebé hacia adelante, sentía su coño contraerse con
anticipación.

62
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Los brillantes ojos negros del dragón resplandecían en la oscuridad. Tiana empezó una
lenta retirada, retrocediendo los diminutos pasos que había dado adelante. ¿Qué iba a hacer? No
tenía manera de protegerse. Ese era un dragón.
Continuó avanzando lentamente hacia atrás, nunca apartando la vista fuera de la criatura
frente a ella. Se agachó abajo y la siguió, paso a paso. Una roca dentada se clavó en su espalda.
Asentó la mano contra de la pared de la caverna. Estaba atrapada. No había ningún lugar para ir.
Él no te lastimará.
Las palabras Rainek no tuvieron el efecto tranquilizador que habían tenido antes. Le había
dicho que sólo tenía que decirle que se detuviera. Que el dragón no la tocaría si ella le decía que
se detuviera. Clavando los ojos en la criatura que avanzaba, eso no parecía probable. Él estaba
atento a ella. Intentando tenerla.
Su coño se agitó de anticipación, demasiados recuerdos de esa malvada lengua haciéndola
llegar al clímax. Su cuerpo nunca había conocido tal poder, excepto cuando Rainek estaba dentro
de ella. Entre ellos dos, había descubierto sus poderes y los había sentido crecer.
El dragón dio un paso adelante, parándose al borde de la luz. El animal llenó la mitad de
caverna pero su largo cuello se levantó a través del espacio.
Delicioso.
La malvada boca dio un golpecito fuera de su boca.
Mi turno por más de ti.
Ella sacudió la cabeza, rechazando su voz dentro de su cabeza. Seguramente esa vez él la
mataría. No importaba lo que Rainek había dicho, ese no era Rainek. Esa era una enorme bestia
púrpura y azul que se relamía como si ella fuera su comida favorita. Bueno, según Rainek, era su
comida favorita.
Sus palmas se calentaron. Y Tiana jadeó. Tenía una manera de defenderse.
Tiana dejó a su mirada balancearse más allá del dragón. No había nadie allí para
presenciar el uso de su energía. Y tenía que protegerse. El dragón esperó, todavía a una buena
distancia lejos.
Una punzada de conciencia se arrastró sobre ella. No quería lastimar a la criatura. Una vez
había sido humano y si lo que Rainek había dicho era verdadero, el dragón sólo estaba haciendo
lo que sus instintos le decían. Alargó una mano, dirigiendo su palma arriba. Aspirando
profundamente, deseó que el fuego fluyera libremente. El calor llenó su cuerpo mientras dirigía la
energía a sus manos. Las llamas brotaron violentamente desde su palma, estrellándose contra el
techo de piedra por encima de la cabeza del animal. Brasas calientes se esparcieron por todos
lados y las chispas se dejaron caer, cayendo en una lluvia naranja sobre el hocico del dragón.
El dragón se sobresaltó, sacudiendo con fuerza su cabeza hacia atrás, crispándose como si
algo extraño hubiera subido rápidamente a su nariz. Se quedó mirando arriba en el techo,
entonces miró curiosamente hacia ella. Tiana se quedó paralizada. Lo había hecho. Había usado
su poder contra otro ser. La culpabilidad que intentó introducirse en su cabeza desapareció
cuando comprendió que la bestia no se había movido. No parecía estar asustado en lo más
mínimo. De hecho, pensó ver la risa bailando en los ojos morados. Tiana negó con la cabeza.
Imaginaba cosas, dándole a la criatura demasiado crédito para entender. Era solamente un animal.
Pero había una extraña inteligencia en su mirada que la preocupaba.
Las brasas dejaron de arder y los ojos de Tiana rápidamente se reajustaron a la casi oscura
caverna. Todavía podía ver el contorno de la criatura, podía ver su forma lo suficientemente bien
como para saber que no estaba huyendo como había esperado.
La cabeza gigante del dragón retrocedió, entonces crujió hacia adelante. Las enormes
mandíbulas se abrieron y el fuego explotó desde su garganta y fluyó sobre ella. Ella gritó y se
puso en cuclillas, cubriéndose la cabeza mientras las llamas la engullían. Tiana se tensó,
esperando, esperando, anticipando el ardor de su carne, el dolor.
El calor fluctuó a través de su piel, como dedos diminutos.

63
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Levantó la cabeza y clavó los ojos en su piel. El fuego cayó sin causar daño alguno hacia
el suelo y el aire a su alrededor se enfrió. Estaba ilesa. El fuego del dragón no la había quemado.
Había sentido que las llamas rebotaron contra su piel, ¿por qué no estaba quemada? Contempló
al dragón. Él todavía estaba delante de ella, sus ojos brillando intensamente.
Antes de de permitirse recapacitar, se puso rápidamente en pie y arrojó su mano hacia
adelante. Esa vez, dirigió las llamas en el sólido pecho del dragón. El fuego salió en tropel sobre
él, entonces chorreó al suelo dejando atrás una bocanada de humo que flotó arriba. Cuando se
despejó, Tiana podía ver una débil marca de quemadura sobre la piel del dragón. El dragón miró
hacia abajo, a su pecho, entonces se levantó ante ella. Otra vez, la curiosidad y la inteligencia
llenaban su mirada.
Un gruñido bajo que sonó casi como risa retumbó desde la garganta de la bestia y
segundos más tarde otra ráfaga de llamas la cubrió. Se sobresaltó de nuevo. El calor era más
fuerte esa vez, pero todavía sin quemar. Entonces olió algo extraño. Pelo quemándose. Miró
hacia abajo y las puntas de su pelo rubio estaban negros. ¡La criatura había incendiado su pelo! Le
dio rápidamente palmadas en los extremos chisporroteados, ahogando las flamas.
Su tranquila risa ahogada hizo eco a través de la caverna. Y rompió el control de Tiana.
Mantuvo en alto ambas manos y bombardeó al dragón con cada pizca de fuego que había
quedado en su cuerpo. Las llamas se dispararon al frente, alumbrando el espacio, iluminando la
sorpresa en la cara del dragón mientras el fuego se estrellaba contra ese pecho. La criatura cayó
atrás dos pasos. Tiana le siguió, quedándose con la mirada fijamente mientras liberaba las llamas
de sus manos. La potencia fluyó a través de sus venas. Era fuerte y peligrosa.
Un gorgoteo de risa brotó de su garganta.
Un gruñido le saludó desde atrás de la pared de llamas y Tiana supo que podía tener éxito.
No se detendría. Derrotaría al dragón que…
La corriente de fuego se derramaba de sus palmas se volvió delgada y comenzó a
hundirse. Las llamas se encorvaron y cayeron, como agua de una manguera que hubiera sido
cerrada, hasta que nada, sino chispas diminutas, gotearon de sus dedos.
Volteó sus manos alrededor y miró sus palmas. El fuego se había ido, el calor se
desvanecía.
El dragón se arrastró hacia adelante, sus negros ojos resplandecían con un fuego extraño.
Antes de que pudiera gritar, hubo otra ráfaga de fuego. La pared de llamas se curvó alrededor de
ella, conduciéndola hacia la pared. Ella corrió de regreso hasta que no podía ir más allá. Las
llamas del dragón se volvieron más cercanas, más calientes.
—¡Rainek dijo que no me lastimarías! —gritó sobre el fuerte chisporroteo.
El fuego se evaporó y ella se encontró cara a cara con el dragón.
Ningún daño. Placer. Ganando el juego. Quiero mi premio.
¿El premio? ¿Qué quiso decir él con «premio»?
Su larga lengua dio un golpecito fuera, azotando a través de la punta de su seno. Mientras
la dulce sacudida de placer se movió en espirales desde su pezón hacia su clítoris, entendió. Ella
era el premio. O más precisamente, su coño era el premio. Había fracasado en escaparse y él la
deseaba otra vez, buscado frotar esa larga lengua húmeda a través de su cuerpo, lamiendo su
humedad, tentando para que fluyera más. Su latido rápido inundó su cuerpo, haciéndola sentirse
llena y madura.
Un último pensamiento de precaución le dijo que escapara. Dirigió la mirada hacia la
entrada pero el camino estaba casi completamente bloqueado por el cuerpo del dragón. Nunca
podría pasar más allá de él. Y la verdad sea dicha, había perdido la pelea, y eso requería una
rendición de algún tipo, ¿o no? Era apropiado para una señora darle al campeón su regalo,
justificó silenciosamente, ignorando la risa disimulada de su conciencia.
Su lengua susurró sobre el interior de su muslo, como si pidiera permiso de saborearla y
Tiana se permitió bajar al suelo.

64
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

El dragón no se alejó de nuevo mientras ella se descolgaba para el piso, su espalda


apoyada contra el muro de rocas. Deslizándose debajo de la enorme cabeza, se situó en las
mantas que Rainek había dejado. Aspirando profundamente, abrió las piernas e intentó sentirse
como un sacrificio. La luz negra en sus ojos resplandeció y él agachó la cabeza.
Los primeros toques fueron ligeros, casi tranquilizadores, mientras él acariciaba con su
lengua sobre su estómago, hasta sus pechos. Lamió los llenos montículos, llegando cerca, pero
sin tocar los puntos sensitivos. Ella contuvo el aliento, la boca del dragón estaba tan cerca de su
cabeza, de su cuello. Con un rápido golpe él podía matarla, pero eso parecía ser lo último que
quería hacer. En lugar de eso, continuó las largas caricias pausadas, sobre sus pechos, arriba de su
cuello, embromando la sensible piel detrás de su oreja.
Ella apretó los dientes juntos y prometió ser estoica. Resistiría su toque. Le permitía su
«premio» porque ciertamente había perdido la pelea, pero no disfrutaría de él. No le daría la
satisfacción de satisfacerla.
Rainek había dicho que el dragón encontraba placer en los jugos de su coño. Si se podía
mantener distante, resistiría el placer, y quizá él se alejaría de ella.
Su lengua azotó fuera y remolineó alrededor de sus pezones. Las rápidas provocaciones
bruscas enviaron calientes estremecimientos a su vientre. No. Se rehusaba a encontrar placer
en… él vagó abajo desde su estómago hasta la parte superior de su coño. Ardiente y mojado, él
embromaba la primera pulgada sensitiva de su pasaje. Tiana sabía de antes lo poderosa que era la
caricia.
Delicioso. Mi premio.
La apreciativa voz llenó su cabeza mientras la malvada lengua cosquilleaba su coño,
sensación sobre sensación, hasta ella quería gritar con la necesidad por la liberación. Su cuerpo
rápidamente brincó por el sentimiento, deseando ardientemente los placeres que sabía, yacían
cerca. Retorció sus caderas, bombeando hasta conducir al dragón en ella, para detener los
frustrantes estímulos. Él gruñó y el fragor se movió a través de su cuerpo. El miedo intentó
vencer su excitación para advertir que podía hacer enojar a la bestia, pero no lo podía resistir.
Necesitaba más, necesitaba…
—Por favor —susurró.
Los resplandecientes ojos negros se clavaron en ella, más brillantes de lo que hubiera
visto antes. Su lengua todavía la trabajó, construyendo el placer casi al punto del dolor, pero
nunca dándole lo que necesitaba.
—Por favor. Déjame acabar —imploró. Desesperada por la liberación, ensanchó sus
muslos, jalando sus rodillas—. Te necesito.
El dragón retrocedió, alzó su cabeza y bramó. Antes de que tuviera posibilidad de
reaccionar, él regresó, clavándole su lengua profundo en su coño. Con cada empuje, le dio un
golpecito con la larga punta contra de las paredes interiores de su pasaje, profundamente dentro
de donde sólo él y Rainek habían alcanzado alguna vez.
Tiana se arqueó arriba en sus hombros, contrarrestando cada empuje con uno suyo. Un
susurro ambiguo en la esquina de su mente le dijo que sólo no había perdido su distancia, estaba
activamente follando al dragón. No importaba. Todos lo que importaba era la liberación que la
llamaba, que el dragón le podía dar.
—Sí —gimió—. Más.
El dragón contestó su llamada y empujó más profundo antes de echarse para atrás y
rodear la punta de su lengua alrededor de su clítoris, entonces se movió de nuevo dentro de ella.
La estimulación doble la empujó arriba, más alto, sus caderas ondeando en el aire, su coño
abierto a su uso.
Mía.
El zumbido que acompañó la palabra fue simplemente el golpe ligero que su cuerpo
necesitaba. Incapaz de gritar, su aliento ausente, lloriqueó mientras la liberación traspasaba su

65
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

sexo. No era una sacudida dura, sino un trueno bajo, no diferente al gruñido del dragón, que
comenzó en su coño y rodó a través de su cuerpo levantando olas mientras se estremecía hacia
sus extremidades. Las sensaciones casi dolorosas lavaron su pecho, apretando sus pezones, y
pasando a través, hasta que alcanzó las mismas puntas de sus dedos.
La diminuta esquina de su mente, todavía capaz de pensamiento racional, se dio cuenta
que el dragón había alzado su cabeza, apartado su lengua de su coño, pero ella no hizo
movimiento para cerrar sus piernas. El dragón podía querer más de ella.

Ella apretó las piernas alrededor de la cabeza del dragón y gritó mientras otro clímax se
estrellaba contra ella. Su mundo se movía como si la tierra debajo de ella temblara en respuesta a
su orgasmo. Cerró los ojos y colapsó de nuevo sobre el suelo. No había nada más que pudiera
hacer. El cansancio excesivo tiraba de ella. El placer la abrumaba. Necesitaba descansar.
Necesitaba paz, pero suponía que si él regresaba, lo aceptaría. ¿Qué estaba ocurriendo con ella?
Se había convertido en una compañía dispuesta del dragón. Una puta del dragón. Era lo que el
mundo llamaba a esas mujeres.
Todavía, descansando sobre el piso de piedra, jadeando, desesperada por aire, no podía
obligarse a lamentarlo.
Había perdido la noción del tiempo y cuántas veces la criatura la había hecho acabar.
Parecía no haber fin para su necesidad, o su deseo, pensó con una mueca de disgusto. Se volvió
claro que en cualquier momento podía apartar al dragón si sólo tuviera las fuerzas para hacerlo.
La fuerza para negar a su cuerpo el placer increíble que él le dio. Mientras su corazón se
desaceleraba, notó que el dragón no estaba comenzando de nuevo. ¿La había dejado? La pena
llenó su pecho. Trató de hacerla a un lado, de sentirse feliz de que la criatura hubiera terminado
con ella, pero evocar esa emoción era imposible cuando su cuerpo estaba flojo por tantos
deliciosos orgasmos.
Dejó a sus abiertos ojos avanzar lentamente, insegura de lo que sentiría si el dragón se
hubiera ido.
El púrpura y azul del dragón se había ido, pero en su lugar estaba Rainek, desnudo
arrodillándose entre sus muslos extendidos, su larga polla, gruesa, y dura. Una punzada de
culpabilidad pinchó su conciencia. No había pensado en él todo el tiempo que el dragón la había
estado follando. Era casi como si lo hubiera traicionado, dejando al dragón disfrutar de su
cuerpo. Y para disfrutar de sus toques también.
Se empujó hacia arriba sobre sus manos.
—Rainek, yo…
No tuvo una oportunidad de hablar. Él se inclinó hacia adelante y la besó. El desesperado
impulsar de su lengua en su boca conquistó sus sentidos y borró sus preocupaciones. Parecía
imposible, tras todo lo que el dragón había hecho, después de la multitud de orgasmos que él le
había dado, que pudiera encontrar deseo en cualquier parte, pero mientras Rainek envolvía la
lengua con lo de ella, sintió una nueva prisa de necesidad.
Aislada en un mundo donde el placer mandaba, Tiana se permitió ser atraída por el beso y
respondió con igual fuerza, sintiendo una intrepidez que nunca esperó de sí misma. Aunque había
tomado a otros amantes, ese era diferente. Más poderoso, más intenso. Aún su beso era diferente.
Eso era mucho más que una follada casual.
Rainek deslizó su boca lejos, plantando besos a lo largo de su mejilla, su mandíbula, abajo
de su cuello.
—Déjame tenerte —él imploró contra su piel.
Dio seguimiento a la demanda con un bombeo de sus caderas. La línea dura de su verga
presionó la parte interior de su muslo.

66
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

—Sí —susurró ella, repentinamente desesperada por la gruesa penetración de su polla,


tan diferente a la larga lengua delgada del dragón.
Rainek se levantó y se condujo adelante, empujando profundo en su sexo, duro y lleno.
Estaba apretado. Su polla estaba tan gruesa que ella se estiró alrededor de él, pero el ligero dolor
sólo aumentó su deseo. Eso era lo que necesitaba, él llenándola, acariciando ese eje duro dentro
de su coño.
Mi coño.
La voz llenó su cabeza, aún mientras Rainek se zambullía en su sexo.
—Eso es, bebé, tómame. Todo de mí.
Quería darle todo lo que ella pudiera. Atrajo sus muslos arriba hasta que sus rodillas
estuvieron dobladas cerca de sus hombros. Rainek retrocedió, saliendo de su coño. Tiana
lloriqueó ante la pérdida. La apaciguó con sonidos sin sentido mientras tomaba sus tobillos y los
cruzaba, presionando sus pies contra su estómago y sujetándola en una posición deliciosamente
indefensa. Sus rodillas estaban extendidas y empujadas contra su pecho, su coño alzado y abierto.
Ella se quedó mirando en sus ojos, fluctuando de ámbar a negro y de regreso otra vez,
nunca perdiendo su calor. Él se estiró abajo y presionó su polla de vuelta en su abertura. En un
largo empuje, estaba dentro de ella otra vez.
La posición abierta de su sexo le permitió montarla profundo, cada golpe apretando
completamente su clítoris. Nuevos escalofríos pasaron a través de su coño cada vez que la
llenaba. Intentó agarrarse de la parte superior del brazo, necesitando sujetarlo, reclamándolo
como la parte estable de su mundo. Sus uñas le dieron un mordisco a su piel. Él se sacudió con
fuerza, como si alguien le hubiera golpeado con fuego.
Tiana quitó de un tirón sus manos, la realidad de su maldición regresó a ella. A ella se le
había olvidado. No podía tocarlo. No se había preocupado por el dragón, él parecía inmune al
fuego pero la piel humana de Rainek se quemaría fácilmente. No podía soportar la idea de
lastimarlo.
Rainek apretó los dientes mientras ella arrancaba sus manos. Maldita sea. Quería sentirla
aferrada a él, necesitándolo. Pero era como si no pudiera soportar tocarlo. El dolor apuñaló en su
corazón.
Ella había aceptado que Denith la amara y parecía darle la bienvenida a que Rainek la
follara, pero se mantenía separada, aún distante.
Empujó en ella, usando la suave sensación de su coño envuelto alrededor de su polla para
distraerlo del miedo de que ella no lo aceptara.
Sabía que debía detenerse. Tenía que estar exhausta. Denith la había hecho acabar muchas
veces, pero ahora la necesidad de Rainek era igual de grande. No sabía si sería por el dragón o por
causa de su propio deseo humano, pero el dolor de llenarla de su simiente y atarla a él, lo
empujaba en cuando la cortesía lo habría obligado a detenerse.
Su única alegría era que ella lo aceptó, ansiosamente. Con sus piernas dobladas hacia
arriba contra su pecho, podía empujar arriba contra él, no podía controlar cualquier acción, sino
que el estable rodar de sus caderas le dijo que ella quería eso tanto como él lo hacía. Y los dulces
quejidos de necesidad que llegaban de sus labios.
Su pelo estaba desparramado y salvaje, extendido alrededor de su cabeza, como una nube
de luz del sol. La humedad se aferraba a su labio superior mientras ella luchaba por empujar
arriba. Podía no amarlo, decidió Rainek, pero le deseaba y él comenzaría con eso.
—Por favor —susurró ella, sus dedos cavando en la manta al lado de sus caderas—. Por
favor. —La súplica era suave y delicada.
Rainek la quería fuera de control. Desaceleró sus empujes, deslizándose casi afuera de ella
antes de empezar a empujar profundo de nuevo dentro. Cada vez que se hundía abajo, se
inclinaba hacia adelante, añadiendo presión a su clítoris. Su aliento cambió, de quejidos diminutos

67
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

a pesados jadeos. Ella se retorció, como si intentara liberar sus piernas. Él colocó su pecho contra
sus espinillas, sujetándola en el lugar y continuando la lenta penetración.
Aunque su cuerpo le pedía a gritos follarla duro y profundo, la vista de sus ojos vidriosos
de pasión hacía que la tortura valiera. Se deslizó fuera y se hundió de nuevo dentro,
manteniéndose en puño dentro de ella. Entonces remolineó sus caderas.
Sus ojos se ampliaron y una rápida cogida de aliento le dijo que a ella le gustaba la nueva
sensación. Pero él no lo prolongó. No había terminado con ella aún. Fue de nuevo a lentos
empujes constantes.
—Maldita sea, Rainek.
Miró furiosamente arriba en él. La suplicante voz suave se había ido. Ahora le ordenaba.
—Déjame acabar.
Él sonrió y tuvo que combatir el deseo instintivo de satisfacer su necesidad. Pero tomó su
paso, conducido por sus propios deseos, así como también los de ella. Ella gimió y él le dio más
de que ella quería. No lo suficiente como para hacerla acabar, pero fortaleciendo la ya salvaje
necesidad que podía ver en sus ojos.
Se hundió en ella, llenándola de nuevo y otra vez, su pasaje aferrándose a él cada vez que
se retiraba.
—Por favor, Rainek, por favor.
Clavó las uñas en el suelo, sus uñas rasguñando la roca debajo de ellas. Era demasiado. El
dulce sonido de su súplica, el tirón resbaladizo de su coño. Volvió a tirar y comenzó a golpear en
ella.
—¿Es esto lo que quieres, cariño? —preguntó.
—Sí, por favor, Rainek, más.
Se inclinó hacia adelante, presionando sus rodillas en su pecho, mostrándole su sexo aún
más a él. Ella gritó mientras él chocaba contra ella y el sonido reverberó en su cabeza. Su mente
se volvió roja de necesidad. No podía detenerse.
Empujó en ella, necesitando cada golpe en su polla. Su primer grito fue seguido por un
quejido y contracciones suaves de su coño a lo largo de su eje.
Repentinamente sus manos estaban en él, agarrando sus brazos, sujetándolo mientras la
llenaba. El calor fluyó desde su piel encendiéndole. Arqueó la cabeza y empujó una última vez,
sintiendo su simiente brotar de su cuerpo en la cuna acogedora de su compañera.

Tiana yacía en la oscuridad, escuchando el silencio. Su cuerpo estaba devastado, doliendo


por la cama de piedra debajo y por Rainek encima. Su suave ronquido retumbaba gentilmente en
su oreja mientras él dormía. Él también tenía que estar exhausto. Aunque el sueño tiraba de ella,
resistió su atractivo. Él dormía, era su momento para escapar.
El pesado peso de su pierna yacía a través de sus caderas y un brazo estaba envuelto
alrededor de su tórax, sujetándola casi debajo de él, como si quisiera tenerla en posición cuando
despertara.
Su coño se crispó ante la idea. Tiana intentó decirse a sí misma que era de miedo, pero
nunca había sido hábil en particular en mentirse. Quería más de Rainek.
Y del dragón.
Ahora los escalofríos eran reales. Como el dragón, Rainek no se había contentado con
tenerla una vez. Después de ese primer clímax, se había retirado de ella y había pensado que se
alejaría. En lugar de eso, había embromado su cuerpo con seductoras caricias hasta que le rogó
que regresara dentro de ella. Y lo hizo. Sentía dolores para probarlo.
¿Cómo ocurrió eso? En el pequeño espacio de dos días había pasado de ser una bruja sin
poderes a tener uno de los poderes más peligrosos. Había desafiado una orden directa de la

68
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Familia Gobernante y había permitido follarla a un príncipe y a un dragón. La histeria amenazaba


y sólo el pensar que sus gritos despertarían a Rainek y le prohibiría su escape le permitió a ella
suprimirlos. Sus manos vibraban con calor.
No era que su fuego hubiera lastimado al dragón. Había pensado que jugaban.
Compitiendo. Y ella era el premio. Apretó los muslos, intentando desvanecer el nuevo calor. Sólo
lo empeoró. Tenía que irse, mientras su cordura, y al menos algo de su dignidad quedara.
Trabajó primero en su brazo, quitándolo de su piel y metiéndolo gentilmente para que
estuviera entre sus cuerpos. Tenía que moverse lentamente. Si lo despertaba ahora, estaría sobre
ella antes de que alcanzara la entrada a la cueva.
¿Y eso sería malo, por qué…? Preguntó su cuerpo fácilmente seducido.
Desafortunadamente, no tenía una buena respuesta. Ninguna que satisficiera su lado
sensual.
La parte superior de su cuerpo quedó libre de su agarre, se enderezó y usó sus brazos para
mover hacia atrás sus caderas, esperando poder deslizarse fuera desde debajo de su pierna. Los
roces deliciosos de piel sobre piel debilitaron su determinación. Así lo hizo la polla maciza que se
estiraba desde su cuerpo.
Una vez más.
Se lamió los labios y clavó los ojos en el eje, imaginándolo espesándose delante de sus
ojos.
Podría tenerlo un vez más, dentro de ella, montándola. Y luego el dragón, él regresaría y
la tomaría de nuevo, follándola con esa ágil lengua.
Sus uñas se enterraron en la manta mientras combatía físicamente la necesidad de
estirarse y acariciarlo. Enfocando la atención en lo práctico, continuó arrastrándose fuera de su
agarre, contoneando sus caderas arriba y atrás, haciendo lo mejor posible para no arrastrar la
manta con ella mientras se retorcía.
Estaba casi libre, sus rodillas yaciendo donde sus caderas habían estado, cuando ella lo
notó. Su polla, creciendo, hinchándose y desperezándose. Arriesgó una mirada hacia su cara, pero
él todavía estaba dormido. Estaba poniéndose duro, aún dormido. No sabía si era por cualquier
cosa que hiciera con ella o si eran los rastros que quedaban del jugo de reconi, pero de cualquier
manera, era tentador.
Sus dedos se crisparon ante el recuerdo de acariciar su grueso eje. Lo había tocado esa
tarde en la cámara, pero no desde entonces. Quería sentirlo, pero no podía arriesgarse. No podía
arriesgarse a herir esa polla magnífica con una caricia casual.
No se permitió entretenerse en eso. Tiró una pierna de la jaula que había creado el cuerpo
de Rainek, luego rodó las caderas a un lado y comenzó a sacar su segunda pierna. Las puntas de
los dedos del pie amasaron la parte interior de su muslo.
Tiana se congeló. Contuvo el aliento. Rainek estaba todavía relajado en el sueño, pero
ahora había el indicio de una sonrisa en sus labios. El calor se enroscó dentro de su estómago
mientras se preguntaba sobre qué, o quién, estaba soñando. Mientras observaba, él se puso boca
arriba.
Su polla ahora dura se levantó, estirándose hacia su estómago. Un bajo dolor derritió el
centro de su cuerpo. Sería tan fácil montarlo, montarle en la forma que un varón debería ser
cabalgado. Casi lo podía sentir, podía imaginarse arrodillándose encima de él, bombeando su culo
de arriba abajo, dejando esa deliciosa polla tocarla mientras ella lo decretara. Se lamió los labios,
los cuales habían quedado secos de sus pesadas respiraciones. Era tentador. Él era tentador.
Fuego azul explotó de su mano derecha. La llama cayó sin posibilidad de daño alguno
contra la roca, pero sirvió como la advertencia que ella necesitaba. Rainek y sus orgasmos habían
causado ese fuego en su cuerpo. Si se mantenía lejos de él, quizá se apaciguarían y podría regresar
a su antigua vida.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Primero, tenía que regresar al Torreón. Merena iba a estar furiosa de que su cautivo
hubiera escapado, pero al menos Rainek estaría libre de no importa qué complot ella hubiera
elaborado en secreto para él. Tendría que haber una razón particular para que Merena hubiera
escogido a Rainek. ¿Por qué si no le tendría secuestrado arriesgándose a secuestrar a un príncipe
de semejante poderoso reino?
Repentinamente se encontró libre, y un poco fría por la pérdida del calor de Rainek. Tiana
se paró, sus músculos rígidos y doliendo por la cama de piedra. Su larga camisola estaba colgada
sobre la esquina de una roca. Ninguna de sus otras ropas había llegado con ella. Rainek le había
quitado su sobre-vestido antes de follarla contra la pared en el Torreón. La larga camisola de
algodón colgaba hasta arriba de sus muslos, dándole al menos alguna cobertura. Se apretó los
cordones en el corpiño intentando ignorar los recuerdos de las manos de Rainek arrancando esos
mismos cordones.
Las cuerdas que había usado para atarla colgaban en la pared de la caverna. Brevemente
consideró atarlo, pero se decidió en contra de eso. Corría el riesgo de despertarlo mientras lo
estaba haciendo, y había visto la destrucción de la cámara de entrenamiento. Si él pudo arrancar
las cadenas de un muro de piedra, no tendría ningún problema desgarrando la cuerda a trizas.
Era el tiempo. Nada estaba deteniéndola… excepto la imagen tentadora de Rainek
despertándose y encontrándola. La innata honradez la compelió a admitir que estaba parada, casi
esperando que la capturara de nuevo.
Sometiéndose otra vez a la formal sabiduría, empezó a caminar hacia la entrada. Sus pies
se retrasaron mientras alcanzaba la puerta. Una última mirada. ¿Qué daño podría hacer?
Su forma estaba todavía relajada, el sueño satisfecho de un león bien saciado.
—Adiós, Rainek —susurró.
Las largas sombras creadas por la luz de la tarde se metieron en la caverna haciendo más
oscura la entrada. Llegó al borde de la luz del sol, avanzando lentamente a lo largo de la pared,
tratando de localizar al dragón. ¿Estaba él esperando allí afuera? ¿Vigilando mientras Rainek
tomaba su turno con ella? Deseaba que sonara más siniestro de lo que verdaderamente era.
Rainek había sido maravilloso, un amante poderoso que parecía disfrutar dándole placer. A ella
no le había importado del todo no estar encima.
Dio otro paso. Estaba fuera de las tierras del Matriarcado y por consiguiente fuera de su
protección. Había bandidos en esas áreas que patrullaron el borde del Matriarcado, yendo en
busca de mujeres fuera de rumbo. Una vez que dejaban los límites del Matriarcado, la reina sentía
poca compulsión por proteger a sus súbditos.
Por supuesto, ¿cuál era la probabilidad de que un grupo de bandidos estuviera en esa área en
particular? preguntó Tiana silenciosamente, intentando convencerse que estaría segura si iba allí
afuera.
Tiana aspiró profundamente y se alejó de las rocas. Estaba tranquilo. Ningún grito
mental, ninguna voz llamándola para que se detuviera. Ningún susurro de las alas del dragón.
Miró a través del bajo río que corría fuera de la caverna. En la distancia lejana estaba el
comienzo del bosque que señalaba las tierras de su reina. Los árboles le darían su protección.
Dado el tamaño del dragón, no podía volar o perseguirla una vez que estuviera dentro del
bosque. El sol se hundía rápidamente. Tenía cerca de una hora hasta la completa oscuridad. No
podía estar en descampado después del anochecer. Si los rumores eran ciertos sobre la visión
nocturna de un dragón, y hasta ahora habían sido notablemente precisos, era en particular fuerte.
Pero no había nada entre su posición y el borde del bosque. Eso significaba correr a
través de una llanura abierta, hecha de duro suelo y poca vegetación. También significaba que
tenía que moverse rápido… y la velocidad nunca había sido su punto fuerte.
Aspirando aire para llenar los pulmones, salió galopando a través del río. El agua helada
salpicó arriba de sus muslos enfriándole la sobrecalentada piel, e incitando a sus sentidos
acalorados. Consideró detenerse y lavar la evidencia de hacer el amor con Rainek, pero sabía que

70
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

no tenía tiempo. Rainek despertaría pronto y el dragón podía regresar. No podía estar en ningún
lugar cerca cuando eso ocurriera.
Sus cortas piernas la llevaron con pasos torpes a través de la llanura. Había pastado su
vida adulta manejando el Torreón. Ahora, deseaba haberse unido a Sierra y sus guardias en unas
cuantas de esas caminatas más largas. Había observado el entrenamiento de las guerreras y deseó
haber tenido su resistencia.
Sentía los suaves dolores entre sus muslos por el empuje del robusto Rainek mientras
corría. Se permitió mirar ocasionalmente detrás para ver si el dragón la perseguía, pero no había
nada. Estaba sola.
Ya exhausta antes de que aún hubiera empezado, se cansó rápidamente. Rainek y el
dragón habían tomado la fuerza de sus piernas. Se sintió desacelerar mientras el sol comenzaba a
hundirse bajo el horizonte. Estaba a menos de la mitad. La masa oscura del Gran Bosque estaba a
la vista, pero nunca lo conseguiría antes de la puesta de sol.
Su única esperanza era que el dragón no notara que se había ido.
Creyó escuchar el sonido de las alas del dragón flotando en el aire. En lugar de eso, el
retumbar de pezuñas a través del suelo árido la alcanzó, haciendo que el pelo en la parte de atrás
de su cuello se erizara.
No es un dragón.
Bandidos.
No dejó de correr, el pánico le daba nuevas fuerzas a sus piernas. Si la atraparan antes de
que alcanzara el bosque, desearía que el dragón la hubiera encontrado primero. Corrió, pero el
suelo se sentía como pasta bajo sus pies. ¿Cómo iba a escapar? ¿Dónde estaba el dragón
cuándo…?
Una banda de cáñamo1 voló sobre su cabeza y cayó, cerrándose con un chasquido
alrededor de su cintura, sus brazos atrapados a sus lados. La cuerda se sacudió con fuerza,
tirándola hasta detenerse. Tiana tropezó, sus pies todavía moviéndose mientras se estrellaba
contra el suelo.
Sin sus manos para detenerla, se retorció y aterrizó sobre su hombro. El aliento salió de
sus pulmones en una ráfaga y ella no parecía poder reemplazarlo. Sacando su mejilla del polvo,
jadeó, concentrándose en poder respirar. Finalmente, la constricción en su pecho se alivió y notó
que estaba sobre su estómago con su trasero al aire, sin duda desnudo para sus captores.
La autoconservación y la modestia prevalecieron sobre el miedo y se dio la vuelta, lista
para afrontar a los bandidos. Miró hacia abajo para asegurar que su camisa estuviera cubriéndola
lo suficiente, entonces elevó su barbilla y levantó la vista hasta el criminal que la había capturado.
Él vestía una chaqueta fina de seda que colgaba hasta sus botas mientras estaba sentado
sobre la silla de montar labrada de cuero.
Se ve un poco demasiado bien vestido para ser un bandido.
—Pues bien, parece que hemos atrapado algo de carnada viva.

1
Cáñamo o cáñamo industrial es el nombre que reciben las variedades de la planta Cannabis sativa y el nombre de la fibra que
se obtiene de ellas, que tiene, entre otros, usos textiles.

71
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Capítulo 7

El hombre burlón en ropa elegante movió deliberadamente su mirada hacia abajo, por su
cuerpo, demorándose sobre sus largas piernas. La camisa blanca no cubría mucho más allá de su
entrepierna.
—¿Eres lo mejor que el matriarcado pudo sacrificar? No es extraño que el dragón se
quedara atrás. —Su labio superior se dobló hacia arriba mientras hablaba como si ella tuviera la
culpa de algo.
Tiana ignoró la mofa en sus palabras. Sabía no era la mujer más bonita en la tierra pero
Rainek —y el dragón— parecían disfrutar de ella. Ella se aferró a esa extraña pizca de comodidad
y levantó la barbilla desafiante. Usando un tono que le había oído usar a Merena muchas veces
con esos que ella consideraba estúpidos, Tiana dijo:
—No fui sacrificada. No creemos en eso…
—¿Fuiste a él voluntariamente?
—No. —Su pregunta la sacudió por su fingida arrogancia—. Fui secuestrada —se
defendió.
—Aún mejor. El dragón te escogió. Él te querrá recuperar —anunció él.
—No lo hará. Fui simplemente un rehén conveniente. —Y una follada conveniente para
los dos. Ella recorrió la mirada de nuevo por el camino por el que llego, buscando alguna señal
del dragón. Los dragones eran notablemente crueles para los hombres. No es que ella esperara
compasión de su grupo más nuevo de secuestradores pero parecía desaconsejado irritar a un
dragón—. La reina pagará bien por mi regreso.
—Oh, te devolveremos sin rescate.
Un segundo jinete cabalgó adelante. Él se quedó con la mirada en ella tan bien y la misma
mirada de repugnancia marcaba su cara. Tiana hizo lo mejor que pudo para no encogerse de
miedo delante del enorme hombre enojado. En lugar de eso, mantuvo levantada la barbilla. Ella
no se acobardaba delante de criminales.
—Sí —estuvo de acuerdo el recién llegado—. ¿Por qué queríamos a una puta del dragón
en nuestras tierras? Nuestras mujeres son puras. No necesitan ser infectadas por la lujuria.
Dos cosas golpearon a Tiana a la vez: ella había estado tratando de escapar, así es que ella
no pensaba que calificara como una «puta del dragón» y estos hombres pensaban que la lujuria en
una mujer era algo ofensivo. Su extrema intolerancia le dio fuerza. No podía esperar a ser
devuelta al Torreón. O al dragón. Cualquier cosa era mejor que esto.
—¿Qué van a hacer conmigo? —La cólera —irritación realmente— le dio fuerza para
mostrar algo del desafío que escondía de su gente.
El segundo en llegar brincó de su caballo y tomó otro trozo de cuerda. Sin una palabra,
aflojó el nudo alrededor de su cintura lo suficiente como para liberar sus manos y entonces las
tiró detrás de ella. Las apretadas hebras cortaron en sus ya sensibles muñecas. Su pecho se
empujó hacia adelante. Sus pechos llenos se presionaron contra la tela de su camisa.
El primer hombre clavó los ojos de ella y una mala y burlona sonrisa curvó su boca.
—Tal vez pueda comprender por qué te escogió el dragón. Tienes un bonito juego de
tetas.

72
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Su segundo raptor deslizó una mano arriba y apretó su pecho.


—Bonito y firme, también, Gaynor. —Su voz envió un temblor de repugnancia a través
de su piel y Tiana no podía esconder su reacción. Ella se inclinó lejos, intentando librarse de su
toque—. Qué, perra, ¿prefiere tener a esa criatura follándote que a un auténtico hombre?
Tiana apretó los labios y volteó su cabeza. Nunca podría explicarlo, y nunca lo
entenderían, que el dragón había sido más caballeroso con ella de lo que alguna vez ellos serían.
Habiendo encontrado a estos hombres, sabía que las palabras de Rainek eran verdaderas. Podía
haber detenido al dragón simplemente diciendo que no.
—Déjala estar, Maris —mandó Gaynor—. Ella es el cebo. Si hay cualquier cosa que
quede después de haber matado al dragón, nos permitiremos cada uno tener un turno con ella.
No les preocupa el olor de otro sobre sus putas. —Él habló con tanta maldad que el estomago de
Tiana dio un vuelco.
Maris jaló la cuerda alrededor de su cintura tirante y entonces tiro. Tiana tenía que
tropezar para permanecer de pie o arriesgarse a ser arrastrada por del suelo. Él condujo el
extremo de la cuerda al otro lado de Gaynor y le dio el pedazo.
—Te dejaré montar conmigo —anunció Gaynor, mirando duro a Tiana—. Pero no
pienses que me convencerás para dejarte ir. Soy insensible a tus encantos de una mujerzuela.
Tiana sintió que su mandíbula caía.
—Estaba tratando de apartarme de él, en caso de que no lo notaras.
Las palabras fueron fuertes y un poco sarcásticas. Tiana no sabía de dónde habían llegado
pero ella sospechaba que era de la experiencia de tener a un príncipe secuestrándola y a un
dragón follándola. Ella se había vuelto insolente durante todo el proceso. Además, ¿ella que tenía
que perder? Estos cretinos iban a utilizarla como «cebo» sin importar nada. No merecían la
cortesía común.
Los labios de Gaynor se apretaron y las ventanas de la nariz se extendieron amplias como
si oliera algo asqueroso.
—Es igual. Tú le permites tocarte.
—¿Se lo permito? —Las palabras salieron de su boca en un chillido. Está bien, entonces
ella se lo había permitido, lo había alentado aún, pero de algún modo decirle eso a sus captores
no parecía sabio.
Él continuó como si ella no hubiera hablado.
—Mejor que hubieras muerto que someterte al toque de esa criatura.
Tiana asintió. No dando su acuerdo, pero percatándose que no había nada más que decir
a este hombre. Y agradecer a las Diosas que ella nunca estaría casada con un hombre como este.
Sólo podría imaginar la cama matrimonial para su esposa. Los ojos cerrados, soportando el
bombeo rápido hasta que él pudiera derramar su simiente.
Ahora Rainek, ése hombre sabía cómo hacerlo placentero para su amante.
Y ella lo había dejado. Estar aquí —capturada y atada por bandidos— el haber escapado
de Rainek parecía una idea bastante mala. Al menos sabía qué esperar de él.
Finalmente, Gaynor la tiró hacia adelante. Con un tirón rápido de su muñeca, apretó la
cuerda alrededor de su cintura hasta que ella no pudo respirar. En un complicado movimiento él
se inclinó hacia bajo, la arrojó arriba, y la colgó a través de la silla de montar. Los faldones de su
camisa revolotearon alrededor de su trasero y ella sabía que estaba con el trasero expuesto al
mundo. Gaynor aflojó la cuerda, aliviando la presión en su pecho pero con sus brazos atados a su
espalda, no tenía manera de estabilizarse a sí misma. Cada paso del caballo mecía su cuerpo. Su
nuevo secuestrador golpeó sus talones y el caballo arremetió hacia adelante.
—¿Podría tener algo con que cubrirme? —preguntó ella, girando la cabeza y mirando
hacia arriba. Y esperando que no fueran lejos. Ésta era una posición incómoda en la que estar.
—No. El dragón será tentado por tu olor de puta y lo seguirá.

73
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Ella se hundió hacia adelante y dejó al rebote del caballo golpear la frustración de ella
antes de intentar de nuevo.
—¿De dónde eres? —preguntó ella, curiosa sobre los bien vestidos cazadores del
dragones.
El hombre vaciló como si no fuera a contestar, entonces habló.
—Soy Gaynor, líder del Concilio en Wranne.
Ella reconoció el nombre del pueblo como uno cerca de los límites del Matriarcado. El
pueblo era dirigido por un concejo masculino que no aprobaba el Matriarcado y se negaba a
hacer negocios con mujeres. Tiana suspiró. No les permitían a sus mujeres mucha libertad pero al
menos sabía con quién estaba tratando.
—Así que, ¿ha hecho este dragón una buena cantidad de daño? —Ella no tenía ni idea de
donde había ido el dragón mientras Rainek estaba dentro de ella.
Gaynor gruñó, entonces dijo:
—No. Ésta es la primera vez que hemos visto a la bestia en nuestra área.
Ella levantó la cabeza y se quedó mirando sobre su hombro hacia él.
—¿Entonces por qué vas tras de eso si nunca les ha hecho hago a ustedes?
—Es un dragón. Los dragones son engendros del demonio. Matan nuestro ganado,
queman nuestras casas y convierten a nuestras mujeres en mujerzuelas.
Era una visión creída comúnmente. Y Tiana no podría decir nunca que hubiera
escuchado acerca de un dragón agradable, domesticado pero parecía injusto atacar a una criatura
antes de que hubiera hecho cualquier mal.
No la había matado cuando tuvo la oportunidad. No, estaba demasiado ocupado poniendo su
lengua entre tus piernas para pensar en matarte.
Y convierten a nuestras mujeres en mujerzuelas. La declaración dio vueltas a través de su cabeza.
¿Fue eso lo que le sucedió a ella? Parecía una exageración. Ella no se sentía como una mujerzuela.
Había disfrutado de lo que el dragón le había hecho, estaba dispuesta a admitir eso, pero eso no
la hacía una mujerzuela. Tenía pocas ganas de follar a cualquiera de los hombres actualmente a su
alrededor.
Cabalgaron por otra hora. El sol estaba completamente establecido cuando se detuvieron.
Tiana escudriñó el cielo mientras era levantada fuera del caballo. Si el dragón fuera a perseguirla,
sería capaz de ver en la oscuridad.
¿Pero si él fuera a perseguirla, dónde diablos estaba?
Gaynor ordenó atarla a una roca, con sus brazos encadenados encima de ella y sus piernas
extendidas ampliamente. Se le permitió conservar la camisa, para evitar «tentar» a sus captores.
Puso los ojos en blanco ante ese comentario y se dispuso a esperar. No era una roca en particular
cómoda pero al menos no era un caballo y sabía que una de dos cosas ocurriría. Ya sea que se
quedara acostada allí hasta que fuera de mañana cuando esperanzadamente sus captores se
percatarían que el dragón había seguido a otra mujer y ella sería puesta en libertad. O el dragón
viniera por ella… y realmente no había decidido cómo ese escenario terminaría.
Los hombres que viajaban con Gaynor se agazaparon debajo detrás de las rocas que
rodeaban su escenario. Con una advertencia de no advertirle a su «amante» dragón, Gaynor se
unió a sus hombres.
Ella quiso protestar que el dragón no vendría tras ella —que ella había estado al alcance—
pero ella contuvo su voz. El dragón parecía posesivo con ella. No pudo detener el
estremecimiento que bajó corriendo por su espalda. Su voz en su cabeza, pidiendo más.
Declarando que ella era suya. Mía. Nunca una palabra la había llenado de semejante emoción,
miedo y anticipación. Lujuria.
No, si el dragón los encontraba, no tenía dudas de que él tendría cuidado de sus
asaltantes.
Y entonces él se dirigiría a ella.

74
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Rainek aflojó su mano hacia abajo a su lado y curvo su palma y sus dedos alrededor de su
polla endurecida. Tiana. Quería soñar con ella un poco más tiempo. Había sido tan dulce, tan
perfecta para él.
No abrió los ojos, sabiendo que él sería severamente desilusionado si se despertaba en su
cama, si éste hubiera sido un elaborado sueño creado por Denith.
¿Mía?
Ante la pregunta de Denith, Rainek abrió los ojos. Denith la hubiera detectado si
estuviera cerca. Él miró el espacio a su lado. Vacío. La quietud de la caverna le advirtió que ella
estaba verdaderamente ausente.
—Infiernos, ella ha escapado.
¿Nos dejó?
Otra vez el salvaje pánico del dragón inundó la voz usualmente lógica de Denith.
Rainek intentó calmar a la bestia frenética pero el dolor del dragón se movió a través de
él. Tenía que encontrarla. Encontrarla.
No tenía ni idea de cuánto tiempo hacia que se había ido o dónde se había dirigido pero
ella estaba allí afuera en alguna parte. Rainek dio un paso hacia la naciente luz de la luna y aspiró
profundamente. Denith inmediatamente reconoció su olor y lo apuró. Rainek detuvo el intento
del dragón, manteniéndolos en el lugar.
—Espera. Pensemos en esto.
Mía. Quiero lo mío, fue la única respuesta de Denith.
—La traeremos. Ella no va a alejarse de nosotros. —Él se paró, culpándose
silenciosamente por no seguirle mejor la pista. Estaban a millas de distancia de cualquier cosa.
Salió fuera. ¿Dónde podría ir? Denith enfocó sus sentidos, recogiendo el sabor distintivo de
Tiana a través del aire. Rainek reconoció su fragancia particular —el olor delicioso de su coño—
entonces advirtió a otros mezclados con Tiana. Olores masculinos.
Antes de que él pudiera parpadear, el dragón se hizo cargo, consumiendo su conciencia y
estallando en su forma corpórea completa.
La transición era siempre un impacto para Rainek, una sacudida mientras su cuerpo
desaparecía y se formaba el dragón. Y esa sensación extraña cuando ocurría, que él era el viajero
en la mente de otro, presente, pero sin tener el control.
Rápidamente Denith recogió su esencia. El rastro era débil pero la mezcla de Tiana —con
una huella del olor de Rainek todavía en ella— lo guió hacia el cielo. Con un grito que vibró en el
agua que fluía, él dio de un salto en el aire y se movió a gran velocidad hacia los densos bosques.
Su fragancia se robusteció mientras el dragón iba velozmente. Entonces Rainek notó un
cambio. El olor húmedo de su sexo cambió de seducción a miedo. Denith voló más rápido,
necesitando a su compañera, necesitando capturarla y saborearla.
Su ruta era una línea recta, se dirigió hacia el Gran Bosque, entonces giró al norte. Denith
dio vuelta con eso. El rastro se robusteció mientras perseguía a hombres y caballos. Y a Tiana.
Rainek no podía pensar lo suficientemente claro. La pasión de Denith se filtraba a través de sus
pensamientos cada vez que intentaba razonar a través de la situación. ¿Había ido Tiana con ellos
voluntariamente?
¡Mía! El dragón gritó furioso, negando la sola posibilidad y mentalmente devolviéndole el
golpe a Rainek.
Una luz débil —fuego— llamó su atención. Denith se apresuró, pensando sólo en
reclamar a su compañera.
Ver a través de los ojos del dragón era diferente a la visión humana. Los colores eran
diferentes —apagados— pero las líneas definidas y explícitas. La blusa blanca de Tiana
resplandeció como una estrella contra la piedra oscura. La luz pálida de su carne la reveló
extendida fuera de posición.

75
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Denith liberó otro grito como para romper hueso y se fue en picada. Rainek no hizo nada
para desacelerar a la criatura. Si hubieran tocado a Tiana, Rainek los destruiría. Si hubiera
cualquier cosa que quedara cuando Denith terminara.

Estirada como ella estaba —y llena con pensamientos de lo qué podría ocurrir— era
imposible que se relajara. Ella tiró de las cuerdas. Por las Diosas, he pasado una buena cantidad de
tiempo en esta posición durante los últimos dos días. Ella clavó los ojos en sus manos deseando que se
calentaran y quemaran a través de las fibras pero no hubo nada. El excesivo cansancio parecía
haber reducido drásticamente el fuego de su sistema. Y después de todo el placer que había
recibido de Rainek y el dragón, eso decía algo.
No sabía cuánto tiempo yació allí: sus piernas abiertas, sus secuestradores observando
desde sus escondites.
Entonces, ella lo escuchó el pesado precipitar de alas. Alas grandes. Alas de dragón. Y un
grito que sacudió las cuerdas que la ataban.
La criatura era negra contra el cielo nocturno, descendiendo rápidamente hacia el
afloramiento de rocas. Ella tragó profundamente, inhalando para sustentarse cuando sin duda
fuera el aliento espantado de ella. El feroz grito se repitió mientras pasaba rápidamente,
aterrizando en las rocas debajo de sus piernas.
El dragón no miró alrededor. Una luz furiosa resplandeció en sus ojos morados mientras
clavaba los ojos en ella.
¿Te tocaron?
Le tomó un momento para que asimilara el significado de su pregunta pero ella supo
inmediatamente lo qué les ocurriría a los hombres si dijera que sí. El dragón los quemaría a todos.
—Cuidado, ellos… —no tuvo la posibilidad de terminar su advertencia. El primer
hombre atacó, arrojando una larga lanza en el costado del dragón. El dragón gritó y fustigó
alrededor lanzándole un golpe al hombre. Los otros emergieron de sus escondites de entre las
rocas; espadas y dagas brillando intensamente en la brillante luz de la luna.
Se movieron hacia él en oleadas coordinadas, atacando y retirándose, sólo para ser
atacado del lado contrario. El dragón batió su cola alrededor, golpeando a tres hombres en las
rocas, pero no fue suficiente. Había demasiados apuñalando y perforando su dura piel. La sangre
comenzó a fluir de la miríada de heridas de su costado.
Tiana tiró de las cuerdas que la sujetaban. No podía permanecer observando esto.
Estaban matándolo.
El calor llameó en sus manos. El miedo no había sido suficiente. Se había requerido
cólera. Mientras el fuego fluía través de su cuerpo, agarró las cuerdas y liberó la repentina
sacudida de calor en sus palmas. El cáñamo se desintegró bajo las llamas. Rasgó las ataduras de
alrededor de sus tobillos y se levantó. No se detuvo a pensar, no se detuvo a considerar su
secreto. Abrió las palmas y le golpeó al hombre más cercano con toda la cólera y la furia dentro
de ella.
Las llamas estallaron y lo golpearon hacia detrás, arrojándole contra las rocas. Él se cayó
al suelo, sus ojos estaban cerrados.
—¡Es una bruja de fuego! —se escuchó un grito. Tiana lo ignoró y envió otra ráfaga de
fuego hacia los hombres que cortaban el costado izquierdo del dragón. Sus llamas los rodearon y
sus gritos llenaron la noche. Ella observó cómo se retiraban, apagando el fuego y las chispas de
sus cueros y sedas.
El dragón se aprovechó y se dio la vuelta para enfrentar al otro grupo. Con un rápido
movimiento de su enorme cabeza, los tiró volando. Los cuerpos cayeron con sonidos terribles

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

contra las rocas. Él abrió su boca y los envolvió en llamas. Tiana adelantó, su pelo flotando ante
el viento de la noche, formando salvajes remolinos de hebras alrededor de su cara.
Una extraña energía brotó dentro de ella. Era fuerte y poderosa. Una diosa guerrera
protegiendo a su amante. Siguió a los hombres mientras corrían, enviando sacudidas de fuego
hacia ellos, obligándoles a retirarse. Como si el fuego dentro de ella fuera ilimitado, envió ola tras
ola de llamas, encontrando venganza en sus gritos de dolor. La lujosa ropa de cuero y seda se
quemó rápidamente. Ella tuvo el cuidado de dirigir su fuego hacia el cuero, pero sabía que
algunos de ellos se quemarían.
Los persiguió a través de las rocas hasta que dejaron caer sus espadas y se escaparon. Se
paró y observó la oscuridad, hasta que la noche estuvo quieta. Se dio la vuelta y regresó al claro.
Se acercó cautelosamente, sin saber quién se había quedado. El dragón estaba solo. Los
cuerpos yacían en estrujados montones en los bordes de las rocas. Algunos respiraban. Otros no.
Cuando ella se bajó de la roca, el dragón movió con dificultad la cabeza para mirarla.
Mía.
Esta vez, la voz era diferente. Más suave, más débil.
¿Te tocaron?
Aunque su voz era susurrada débilmente, ella supo que la respuesta era importante.
—No. Solo me trajeron aquí. —Sacudió la cabeza para acompañar sus palabras—. No me
lastimaron. —Una débil chispa de cólera estalló en los ojos del dragón—. O me complacieron —
añadió ella rápidamente. Sus captores habían sido suficientemente castigados. En cierta forma la
reprimenda potencial del dragón pareció demasiado ruda. Ella dejaría a la reina tratar con los
merodeadores una vez que regresara al Torreón.
¿Mía?
La pregunta fue un mero siseo mientras el dragón se hundía en el suelo. Tiana sofocó un
grito cuando él se derrumbó, la enorme lanza sobresalía de su costado. Sangre marrón-negra,
iluminada a la luz de la luna, fluía libremente de las heridas que tenía en el costado y en el cuello.
—Oh, no. ¿Dragón?
Denith.
Ella sacudió la cabeza, sin entender.
—¿Qué es Denith?
Yo. Denith.
—¿Denith? ¿Es ese tu nombre? —preguntó ella, sintiéndose responsable por la muerte de
esta criatura magnífica.
Sí.
—Bien, aguanta, Denith. Pensaremos en algo. Simplemente no mueras.
La bestia no contestó. El negro en sus ojos se desvaneció y apareció un indicio de ámbar.
Ella había escuchado decir que los ojos de un dragón cambiaban de color pero no comprendía el
significado. ¿Qué era lo que ella se suponía que hiciera? ¿Cómo se suponía que sanaría a un
dragón? Él había sido atacado intentando salvarla —o recuperarla— y de todos modos él estaba
herido por su culpa.
Se arrodilló al lado de su cabeza y acarició la sólida mandíbula. Sus escamas eran muy
suaves bajo su mejilla.
¿Mía?
Sabía lo que quería decir así que contestó.
—Sí, estoy aquí. —Se apoyó contra su cuello, sintiendo su calor penetrar en su cuerpo. El
silencio llenaba el cielo nocturno pero Tiana no se movió. Se puso a su lado, su cabeza contra su
cuello, sintiendo su pulso palpitaba bajo su mejilla.
¿Te quedaras?
—Por supuesto que me quedaré. No te dejaré. —Le tocó el costado, mirando el asta.
Tenía que extraerla. Tal vez habría alguna forma para detener la hemorragia si sacaría el arma.

77
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Los otros cortes sangraban pero la herida más peligrosa era obviamente la de la lanza, que había
penetrado profundamente.
Amuleto.
Esta palabra pareció venir de una fuente distinta. La voz era clara y más humana. Ella
miró a su alrededor. El dragón no llevaba amuleto. ¿Qué quería decir?
—Oh, bien. Voy a arrancar la lanza y veré su gravedad.
Amuleto, susurró él otra vez.
Le ignoró totalmente y se puso de pie. Denith gruñó cuando ella se alejó, así que le
susurró que no se alejaría. Manteniendo una mano en su hombro, para dejarle saber que estaba
cerca, trepó por sus piernas hasta llegar donde la lanza sobresalía de su costado.
—Dolerá —le advirtió mientras envolvía las manos alrededor del largo palo. La fuerza y
la energía de antes se habían desvanecido cuando había visto derrumbarse a Denith. La
necesitaba ahora.
Invocando sus agotadas reservas, tiró con todo lo que había quedado. Se resistió, rozando
la parte interior de la herida mientras salía como lo hizo al entrar. El dragón gritó pero Tiana no
se detuvo. Tenía que quitarle. Apretando los dientes, continuó su constante tirón y finalmente,
sacó la lanza. El rojo cubría la mitad inferior del mástil.
Y nueva sangre brotó de su costado.
El dragón empezó a brillar tenuemente. El gemido que se escapó de la garganta del
animal estaba lleno de dolor y luego se encogió. La enorme masa se derrumbó e
instantáneamente se transformó en un cuerpo humano. El cuerpo de Rainek.
La sorpresa la dejó sin aliento. ¿Qué había ocurrido? ¿Dónde había desaparecido el
dragón? Su mente intentaba entender. ¿Rainek y el dragón eran la misma criatura? Sabía, como
todo el mundo, que los dragones eran formados por un ser humano mordido, pero nunca había
escuchado de un dragón convirtiéndose en un humano.
La sangre continuó fluyendo de la profunda herida, ahora en el costado de Rainek. Él
estaba sangrando. Mal Entendería más tarde, aclararía cómo era que Rainek y Denith eran la
misma criatura. Después de que lo hubiera curado.
La plata brilló a través de su pecho, plata con forma de dragón. Un amuleto. No sabía lo
que se suponía hacer con ello, sólo que Rainek parecía pensar que era importante. Tal vez era
mágico.
La magia existía. Ella sabía eso. Era una bruja después de todo. ¿Pero había magia lo
suficientemente fuerte para sanarle?
Dándole la vuelta, le quitó rápidamente el amuleto. La forma del dragón estaba caliente
en su palma, dándole esperanza de que hubiera algo de magia en el. Agitó el amuleto sobre la
herida. No pasó nada.
Apretando el amuleto contra su pecho, cerró los ojos y les rogó a las Diosas que la
protegían que le mostraran cómo utilizarlo para curarlo.
Su mundo giró durante un segundo y cuando abrió sus ojos, contempló a un extraño. El
hombre saltó de su escritorio y la miró fijamente. Sus ojos la miraban con la misma intensidad de
Rainek.
—¿Quién eres? —demandó él—. ¿Dónde está Rainek?
Ella bajó la mirada hacia el amuleto que tenía en las palmas y vio que ella era muy
transparente. Aligeró su agarre en el medallón del dragón y la imagen de delante de ella flaqueó.
Apretó el amuleto y la imagen se estabilizó.
—¿Dónde está Rainek? —repitió rudamente el hombre.
—Rainek está herido. El dragón fue atacado.
—¿Denith fue atacado? ¿Dónde estás?
Ella miró alrededor intentando definir claramente su posición.
—En el límite sur del Matriarcado. Necesitamos ayuda. ¿Dónde estás tú?

78
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

—En el castillo de Xicanth.


Rainek gimió y dejó caer su cabeza hacia un lado.
Tiana soltó el medallón. Ahora comprendía su poder. Llamaba a la casa de Rainek pero
no la ayudaba. Estaba muy lejos. Rainek necesitaba ahora la ayuda.
Ella deslizó la cadena del amuleto sobre su cuello, el medallón del dragón colgó bajo entre
sus pechos. Lo cuidaría por Rainek y se lo regresaría a él cuando estuviera curado, juró, porque
iba a ayudarlo. Él no iba a morir por causa de ella.
Se quitó la camisa y enjugó la sangre. Casi inmediatamente, más tomó su lugar. La herida
era tan profunda que la mera presión no la detendría.
Necesitaba algo que para detener la sangre.
Fuego.
Ella abrió sus palmas. Las llamas llamearon a través de su piel. Tenía una fuente de fuego.
Sin saber si lo mataría o lo sanaría pero sabiendo que tenía que intentarlo, se arrodilló al
lado de sus caderas. Sus ojos se abrieron, pero sabía que no la veía. Puso las manos sobre la gran
herida dejada por la lanza. El fuego bailó a través de sus palmas. Rezando que sus Diosas y
Dioses que lo protegieran, por la fuerza y el conocimiento, cubrió el profundo hueco y soltó el
calor de sus manos, dejando fluir pequeños chorros de flamas en la herida. La lenta liberación fue
casi dolorosa mientras el fuego suplicaba arder libremente pero ella se contuvo, moviéndose
lentamente, primero rodeando los bordes. Ella alejó las manos para comprobar el progreso. El
negro rayaba el borde del desgarro donde había quemado la carne. Pero la hemorragia se detuvo
donde su fuego había tocado.
Esperando no lastimarlo más, metió los dedos en la herida y soltó de nuevo llamas
diminutas. Trabajando lenta y delicadamente, se movió a través de la sangre y cauterizó las venas
más profundas.
Perdió la noción del tiempo, sólo sabiendo que la luna ascendía y que su espalda se
tensaba pero no podía detenerse. Finalmente retrocedió, después de que había trabajado cada
área. La sangre cubría sus manos, su piel, y su camisa pero parecía haber funcionado. No volvió a
aparecer sangre nueva.
Pero no había manera de saber si sobreviviría.
El aplastante agotamiento hasta los huesos después de un día casi sin dormir sueño,
seguido por ser capturada y dejada como cebo, sin mencionar el combate de fuego de después, se
arrastró en su cuerpo y su alma. Solo quería dormir. Cada pizca de fuerza había sido drenada de
su cuerpo. Pero se obligó a continuar. Comprobó sus otras heridas, dejadas por las espadas y
dagas de los hombres, y pasó una suave llama sobre muchas de ellas.
La fuerte piel de Denith había podido desviar la mayoría de las espadas, pensó con
satisfacción.
Acabando finalmente, se sentó en el suelo y miró inexpresivamente al hombre que estaba
a su lado.
La amenaza había desaparecido y Rainek estaba tan curado como lo pudo hacer. Su
mente cansada repasó todo lo que había ocurrido y la revelación que todavía la aturdía, que
Rainek podía cambiarse de humano a dragón y de vuelta. Que la criatura que había pasado tanto
tiempo con la lengua entre sus piernas y el hombre que le gustaba follarla era el mismo ser.
Una ligera brisa envió escalofríos sobre sus brazos. Viendo que Rainek estaba dormido,
recogió los restos de leña que sus captores habían recogido para alimentar la señal de fuego.
Después de arrastrarlo hasta al lado de Rainek, apiló la leña y sonrió mientras tendía su mano. Las
llamas surgieron instantáneamente de su palma, sólo la cantidad adecuada para encender las
ramitas que había puesto en la base. Pronto, el fuego ardía alegremente con las rocas y la noche
detrás.

79
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Empieza a gustarme este poder, pensó mientras se sentaba detrás de Rainek. Manteniendo su
parte delantera hacia el fuego, se curvó alrededor de su espalda, envolvió sus brazos alrededor de
su pecho y lo sujetó. El calor de su cuerpo fluyó en el de él y ella lo abrazó fuertemente.
Se obligó a permanecer despierta. Los hombres obligados a huir —ya sea de su fuego o el
de Denith— podrían reunir refuerzos y regresar.
En las tardes horas de la noche, uno de los heridos —dejado atrás por sus camaradas—
se despertó, su gemido llenando el cielo silencioso. Tiana se alejó de Rainek y se puso de pie,
preparada para proteger al hombre que amaba. Ella tropezó con una grieta inexistente en la roca.
¿Amor? no le podía amarlo. Apenas le conocía. La había secuestrado y follado. Él era un príncipe,
con una dulce sonrisa y un obvio amor por su familia.
El asaltante se puso de pie, distrayéndola del camino que tomaron sus pensamientos. Él
prácticamente ignoró a Tiana mientras escudriñaba el paisaje. Estaba buscando al dragón pero,
menos mal, no parecía ver el cuerpo de Rainek yaciendo en el suelo. Él la notó finalmente,
esperando. La venganza y el poder se deslizaron en la mirada del hombre mientras recogía una
espada caída. Pensaba que estaba sola, sin protección; y una puta de dragón. Él dio dos pasos
hacia ella.
Su respuesta inicial fue retroceder, pero se mantuvo firme. En los pasados dos días había
afrontado cosas peores que un cobarde que tendería una trampa a una magnífica criatura como
Denith. Se enderezó y extendió la mano, con la palma abierta y de frente. Se concentró en la
llama, forzándola concentrarse en una bola.
Él retrocedió, tropezando mientras lo hacía, reconociendo la no tan sutil advertencia. Sin
apartar la mirada de ella o de la bola de fuego que quedaba suspendida en el aire sobre su mano,
él se arrastró, dando la vuelta y corriendo, en cuanto alcanzó la cima de las rocas.
Tiana suspiró, una combinación de alivio e irritación. No dudaba que él regresaría junto
con todos sus amigos asesinos de dragón. Tendrían que irse tan pronto como Rainek estuviera
despierto.

El sol se arrastró sobre el horizonte, aliviando con su calor mañanero el frío que se había
instalado en los huesos de Tiana. Rainek yacía inmóvil a su lado. Durante toda la noche puso los
dedos contra su cuello y suspiró de alivio al sentir el fuerte y estable pulso. De alguna manera él
había sobrevivido la noche. Todavía cubierto manchas de sangre, se veía pálido pero vivo.
Pero con el sol, podrían regresar los hombres que le habían lastimado. Sin duda que
cuentos de un dragón y una bruja de fuego trabajando juntos habían llegado a la ciudad. Ahora,
los ciudadanos tenían el doble de razones para temerles. Tenían que ponerse en movimiento.
—¿Rainek? —mantuvo la voz suave pero empujó su hombro con la base de su mano—.
Rainek, tenemos que irnos.
Sus párpados se agitaron pero no se abrieron. Ella le dio otra vez un codazo y habló un
poco más fuerte.
—Rainek —dijo ella, esperando empujar el dolor que le mantenía encerrado en su mente.
Sus párpados se agitaron otra vez pero esta vez, los levantó y se quedó mirándola
fijamente. Durante un momento, las profundidades de ámbar estuvieron nubladas y confusas
como si todavía estuviera soñando. Luego sus ojos se aclararon.
—Tiana. —Se estiró hacia ella. El abrupto movimiento lo hizo estremecerse.
—No te muevas. Estás muy herido.
Él gimió e hizo una mueca ante el dolor.
—Puedo notarlo. ¿Qué pasó?
—Fuiste apuñalado. O mejor dicho, Denith fue apuñalado.
Rainek puso la mano encima de la profunda herida.

80
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

—¿Sabes de Denith? —Su voz estaba tensa y temblorosa.


Ella asintió luego vio una mirada ausente en sus ojos, como si él escuchara una voz que
ella no podía oír. Comprendió que oía al dragón.
—¿Recuerdas que había sucedido? —preguntó ella.
Rainek sacudió la cabeza.
—Poco. Recuerdo a Denith aterrizando y entonces se desataron todos los infiernos. —
Respiró superficialmente—. Recuerdo el fuego. Mucho fuego. —Tiana asintió pero no dijo
nada—. Denith al mando. La mayor parte es bastante vago. —Miró la herida de su costado. Un
fresco chorro de sangre comenzó a fluir.
Ella jadeó y se estiró hacia adelante. Él la alejó con un gesto.
—Estará bien. Denith se cura rápidamente.
Su cuerpo se tensó y ella supo que él se preparaba a ponerse de pie.
—Mejor nos vamos —gimió él—. Esos hombres estarán probablemente de regreso a ver
lo que queda del dragón y no estamos preparados para luchar contra ellos.
Ella se puso de pie y se agachó para ayudar a Rainek. Otra vez, él la alejó con un gesto y le
pidió retroceder. Mucho. Un poco herida porque él había rechazado su ayuda, hizo lo que le
pidió y se alejó hasta que él le señaló que se detuviera. Luego, delante de sus ojos, él desapareció.
Hubo una luz trémula y un destello, y Denith estaba ante ella, sus escamas brillando intensamente
púrpura y azul en la matutina luz del sol.
Una herida roja todavía manchaba su costado pero ella podía ver que la herida se estaba
curando en la bestia gigante.
El dragón la miró, su lengua se deslizó y lamió un lado de su boca. Fue muy fácil recordar
la sensación de él en su coño, curvándose alrededor de su clítoris. Ni aún el excesivo cansancio
eliminó la respuesta en su cuerpo, su sexo relajándose y humedeciéndose, sus rodillas temblando.
El negro resplandor de los ojos de Denith se iluminó como si él pudiera sentir su
excitación. El rojo reptó lentamente hacia arriba por sus mejillas pero antes de que ella pudiera
humillarse en la vergüenza total, Denith dio un paso hacia delante. A pesar de saber que este era
Rainek —en alguna parte profundamente dentro—, tuvo que obligarse a no retroceder. Le
tomaría algún tiempo hasta acostumbrarse a que un dragón se acercara a ella.
Denith se inclinó hacia adelante, lamiendo la parte interior de su rodilla, y más alto, a lo
largo de su muslo y luego a la punta de su coño. Con un lametazo rápido como si se embromara
a sí mismo con su sabor, deslizó su lengua a lo largo de su raja y luego se apartó.
Delicioso. Te necesito.
Ella no tuvo posibilidad de responder cuando él se sentó sobre su cadera, intentando
alcanzarla con sus macizas garras delanteras. Su cuerpo se crispó instintivamente, preparándose a
ser rasgado por sus garras afiladas. Cerró los ojos y esperó pero no sintió dolor. Cojincillos
cálidos y suaves la rodearon. Ella se sintió elevada del suelo. Él la tiró cerca, acunándola contra su
pecho, y su contacto era tierno. Abrió los ojos pero no podía ver nada más que el morado de su
pecho. Sus músculos se apretaron y se expandieron y él saltó en el aire.
El estable pulso de sus alas golpeó al tiempo con su corazón, apaciguándola mientras el
aire frío pasaba de prisa. Temblando ligeramente, ella se acurrucó en el calor de Denith,
aferrándose al dragón mientras volaba.
Debería haber estado aterrorizada pero supo que estaba a salvo. Denith la sujetó en sus
brazos y él no la dejaría ir.
El carácter definitivo de esa declaración aguijoneó su mente cansada pero ella la ignoró,
sabiendo que tendría que ocuparse más tarde de la realidad. Que Rainek, aún si era en parte
dragón, era un príncipe y requería de una esposa como Merena. Y que los dragones eran notorios
por usar mujeres durante breves períodos de tiempo para luego matarlas o desecharlas. Su tiempo
con Rainek y Denith era breve. Si el dragón no la rechazaba, entonces Merena se apropiaría de
Rainek. Aún sabiendo que estaba poniendo su corazón en riesgo, Tiana tomo la impulsiva

81
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

decisión de disfrutar. Frotó la mejilla contra del pecho firme y oyó un ronroneo profundo de
debajo de su oído.
Se acercó a la bestia, yendo a la deriva en un sueño ligero, con el reconfortante ritmo de
su corazón bajo de su oreja, despertándose sólo cuando sus poderosas piernas la dejaron en el
suelo. Parpadeó y levantó su cuello. Estaban de regreso al río. Denith descendió hacia abajo.
Ella extendió la mano, tratando de encontrar el suelo antes de que lo golpeara, pero en
lugar de eso se hundió en agua helada.
—¡Ahh! —no tuvo posibilidad de detener al dragón cuando la soltó. El frío se disparó a
través de su cuerpo mientras su trasero aterrizaba en una gran roca lisa sobre el fondo del río.
Jadeando en busca de aire, intentando contrarrestar el choque, se quedó mirando hacia arriba.
Denith inclinó su cabeza hacia un lado como si estuviera confundido por su reacción.
Obviamente, los dragones reaccionan en forma diferente al frío, pensó ella.
¿Lavarte?
Ella asintió con la cabeza y tembló al mismo tiempo. Un baño sonaba maravilloso pero
no recordaba que el agua estuviera tan fría cuando Rainek le había permitido bañarse el día
anterior. Denith retrocedió, encontrando un lugar más profundo en el río. Ella observó con
fascinación como el dragón rodaba y se retorcía en el agua clara.
Tiana se enderezó, sus pechos descansando encima del agua. Un temblor la asaltó
mientras una corriente fresca de agua embromaba sus pezones.
El dragón podría contentarse con agua gélida pero ella no lo haría.
Ella clavó los ojos en el remolino lento en el que el dragón la había colocado. Tal vez ella
podría calentarlo. Asentó la mano justo debajo de la superficie y soltó algo de calor. El calor
brotó hacia arriba y fluyó alrededor de ella. Moviéndose rápidamente, reunió un poco de arena
del fondo del río y comenzó a fregar su piel. Tuvo que recalentar la piscina tres veces antes de
que estuviera completamente satisfecha con su baño pero finalmente se paró y dejó escurrir al
agua de su piel. El sol la acarició mientras dejaba caer la cabeza hacia atrás, dándole la bienvenida
al calor matutino en su cuerpo.
Cuando abrió los ojos, Denith estaba allí. La lujuria irrumpía en su mirada y Tiana sabía lo
que necesitaba sin ser dicho. Moviéndose a las rocas que delineaban al río, se sentó, rodando
hacia su espalda y abriéndose de piernas, presentándole el sexo desnudo.
Denith gruñó suavemente, un sonido que ella escuchó hacer eco en su coño, y se inclinó
hacia adelante. Un golpetazo deliberado de la lengua del dragón barrió su muslo y la punta de su
sexo.
Esa es mi bonita compañera. Tan deliciosa. Tan hambrienta de mí.
El dragón agachó su cabeza y empujó su lengua en su pasaje. El orgasmo que pasó como
un relámpago por su cuerpo fue imposible de contener. Ella gritó mientras él empujaba en ella.
El sonido fue puro placer. Su cuerpo zumbaba de sensaciones, como fuegos de artificio desde el
centro de su coño revoloteando afuera a través de su sangre hasta que era demasiado para que su
cuerpo lo contuviera.
Mía.
Tiana oyó la voz en su cabeza del mismo modo que su cuerpo aceptaba la hambrienta
pasión que fue arrojada sobre ella. Le dio la única respuesta que podía.
—Sí.
Mía, repitió él y regresó con intensidad a su coño. Con nada a que aferrarse, ella puso las
manos en la cabeza del dragón y lo dejó tomarla.

Tiana se derrumbó, su espalda frotándose contra la piedra del río. Denith clavó su lengua
en ella, sobresaltándola con otro clímax, hasta que su cuerpo gritaba de demasiado placer. Cada

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

caricia burlona enviaba una nueva ola de escalofríos por su cuerpo. No quedó nada para
ofrecerle. Él había tomado todo.
—¿Tiana?
Sus ojos se abrieron lentamente, Rainek estaba arrodillado a su lado.
—¿Denith? —preguntó ella, sin saber dónde se fue el dragón cuando apareció Rainek.
Rainek hizo una mueca.
—Él se ha ido. Por ahora.
Demasiado exhausta por la constante presión de su sexo, no pudo hacer nada más sino
asentir y suspiró cuando Rainek la levantó en los brazos, sujetándola con seguridad contra su
pecho. Se curvo en su calor y sonrío. Le recordaba al calor del dragón.
Aún con sus ojos cerrados, notó cuándo la luz del sol desapareció y la oscuridad los rodeó
otra vez. Él la puso en el suelo y ella sintió la aspereza familiar de la manta de lana. Estaban de
nuevo en la caverna.
Ella le sonrió, lista para dormir, pero Rainek sacudió la cabeza. Le ahuecó la mejilla en su
enorme mano y la obligó a mirarle.
—¿Puedes permanecer despierta un poco más? Déjame traerte un poco de agua y comida.
—Sus dedos acariciaron su mentón—. No te cuidé muy bueno. Lo siento.
Ella quiso protestar que él la había cuidado excelentemente. Su cuerpo nunca se había
sentido tan vivo como cuando él o Denith la tocaban, pero no podía encontrar las palabras para
decírselo.
Rainek puso un rápido beso en su boca y luego se paró. Tiana no podía hacer nada, solo
yacer allí, deslumbrada y asombrada, cansada en mente y cuerpo de los pasados tres días. ¿Habían
sido sólo tres días? No podía recordar su vida antes de Rainek.
Observó mientras él encendía de nuevo la antorcha, luego le llevó agua y más fruta y se
arrodilló a su lado. Su piel desnuda era una mezcla de oro y sombra en la pálida luz de la antorcha
y Tiana sintió su boca hacerse agua. Él era hermoso. Aún en su estado, ella sintió su sexo
apretarse ante la vista dulce. Delicioso. Se lamió los labios, queriéndole más de lo que quería la
fruta. El recuerdo de chupar su polla en el Torreón se filtró en su conciencia. Abrió la boca
mientras él le ofrecía algo de fruta, atrayéndola adentro, imaginando que era su eje. Él le dio agua
y bebió obedientemente pero no podía apartar la mirada. Observó fascinada el suave juego de la
luz del fuego a través de su piel.
—Ahora, nada de eso —protestó él, aunque había risa en su voz—. Estás exhausta.
—Eres hermoso —contestó ella, sobresaltada por el profundo tono ronco que provino
de su garganta.
La luz en sus ojos flameó, volviéndose por un momento en un negro ardiente luego él
negó con la cabeza.
—Más tarde. Después de que hayas descansado.
La decepción curvó su boca hacia abajo y Rainek sintió levantarse a su polla.
Demonios, ella se veía a punto de hacer pucheros. Denith retumbó dentro de su cabeza,
enviando su aprobación a la dirección de los pensamientos de Tiana. Rainek aplastó las
sugerencias del dragón. Era su culpa que estuviera en este desastre, con Tiana tan exhausta que
apenas podía mantener los ojos abiertos.
Deslizó otro trozo de fruta entre sus labios y se maldijo silenciosamente a sí mismo y a
Denith por su uso de ella. Pero no podía haber detenido al dragón. Los recuerdos de la noche
pasada —con hombres amenazando a su compañera— habían regresado junto con la dulce
sensualidad de verla tomar un baño y Denith se había vuelto desesperado. La única manera de
tranquilizar a un dragón alterado era permitirle acceso al coño de su compañera. Porque era sólo
el peligro para una compañera que pusiera al dragón en ese estado de ánimo.
Rainek no podía recordar cuántas veces se había corrido ella bajo la lengua de Denith
pero había estado pidiendo misericordia a gritos para cuando el dragón había terminado con ella.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Pero ahora había algo diferente en sus ojos. La lujuria estaba allí pero había desesperado
otra cosa. ¿Una emoción más profunda tal vez? Rainek se burló de sus pensamientos. Su corazón
estaba tratando de ver amor en sus ojos, buscándole cuando se habían conocido el uno al otro
durante tres días, dos de los cuales habían transcurrido en esta caverna. Sabía que le gustaba
follarlo —y él estaba condenadamente contento por eso— pero pronto, su parte humana
anhelaría más.
Él ya estaba enamorado de ella. Parcialmente por la naturaleza intuitiva del dragón, pero
también por su risa gentil y su sonrisa rápida. Lo había aceptado, no sólo al tomar su cuerpo
dentro del suyo, sino al no alejarse cuando vio que él y Denith eran la misma criatura. En lugar de
escapar, le había sanado. A los dos.
Nunca se hubiera imaginado enamorado de alguien como ella. Siempre había esperado a
alguien más duro, una mujer más guerrera. Tiana era más de casa y chimenea y él encontró que lo
deseaba ardientemente. La deseaba ardientemente.
La miró a los ojos y vio un reflejo de sus deseos. Los descartó. Ella no podía querer más.
Tenía que estar agotada. Sus ojos miraron su cuerpo, y diablos, deseaba que dejara de lamerse los
labios como si quisiera saborearle. Su polla ya estaba dura, el recuerdo de la lengua de Denith en
su coño persistía en sus pensamientos. Había pasado demasiado tiempo desde que había estado
dentro de ella.
Rainek reprimió la sensación y continuó alimentándola. Necesitaba cuidarla. Era su
compañera, su mujer. Desafortunadamente, aún verla comer era una experiencia sensual y se tuvo
que refrenar para no inclinarse y lamer el jugo de fruta de su boca.
Cuando se llenó, Rainek empujó los restos de fruta a un lado y levantó la manta sobre sus
hombros. Acariciando su pelo, comenzó a alejarse. Tenía que escaparse. El deseo de montarla
otra vez estaba surgiendo a través de su cuerpo y ella no estaba haciendo nada para disminuir ese
deseo.
El parpadeo de plata contra su piel pálida atrajo sus ojos. El amuleto. Que ella lo pudiera
llevar puesto era increíble. Además de los tres hermanos nadie fue capaz de tolerarlo durante
mucho tiempo. Viéndolo contra sus pechos cremosos, él supo que lo quería para siempre en su
piel.
Extendió la mano y pasó su dedo a lo largo del dragón de plata.
Mía. La voz de Denith hizo eco en los muros de piedra.
La culpabilidad se precipito en sus mejillas y Tiana agarró la cadena.
—No estaba intentando conservarlo…
Rainek cubrió sus manos con la de él.
—No. Él no hablaba del amuleto. Él hablaba de ti.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Capítulo 8

Tiana sintió sus mejillas calentarse ante la suave declaración de Rainek. Tenía vagos
recuerdos de Denith diciendo la misma cosa… y ella concordando.
¿Pero qué significaba? ¿Parecía que el dragón la había reclamado; pero y el hombre? ¿Y
cuánto tiempo duraría la posesión del dragón? Tiana no supo si podía hacer aquellas preguntas.
No estaba segura si quería conocer las respuestas. No tenía mucho tiempo con él y no quería
gastar aquel poco tiempo preocupándose por el futuro.
No haciendo caso de las preocupaciones que trataban de empujarse a la superficie, dejó
que la condujera la sensualidad de los tres días pasados. Se puso de puntillas y lo besó. Era la
primera vez desde aquella noche en la cámara que ella había venido a él. El poder era delicioso.
Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello y embromó la lengua en su boca. Él al instante se
unió en la caricia. Los duros músculos de su pecho excitaron los picos de sus pechos y ella tuvo
que controlarse fuertemente para contener un gemido.
Él ahuecó su trasero y la levantó, tirando hacia adelante, hasta que su erección estuvo
acunada entre sus muslos que encendieron de nuevo el fácil deseo de posesión del dragón. Su
pierna montó encima de la suya hasta que ella se enrollo alrededor de su cadera. Rainek arrancó
su boca y tomo un profundo aliento.
—No podemos. Tú tienes que estar exhausta.
—Más —susurró ella contra su cuello, abriendo su boca y mordiendo su piel tensa.
Rainek dejó caer su cabeza de lado y rió.
—Mira, esto es lo que pasa cuando uno introduce una virgen al sexo realmente caliente.
Ellas no quieren parar.
Tiana se soltó y miró hacia arriba. Su sonrisa burlona la hizo estremecer. La virginidad era
un premio entre los reinos pero ella no podía engañarle.
—Uh, Rainek… yo no era virgen cuando acabamos juntos.
Él se estremeció como si estuviera asustado por su declaración y ella mentalmente
suspiró. ¿Qué era esto de los hombres? Todos ellos querían vírgenes, vírgenes experimentadas,
eso es. Él se rió entre dientes.
—Uh, no, dulce, lo sé. Yo quise decir…
Ella dejó caer su pierna y retrocedió, no haciendo caso durante un momento que su coño
estaba mojado y dolorido.
—¿Qué?
Él se encogió de hombros.
—Yo era virgen.
—¿Cuándo? —No lo creía. No podía creerlo. ¿Un hombre como este? Él tendría mujeres
abalanzándose sobre él desde la cuna. Estaba mintiendo. Ningún hombre, y ciertamente ningún
hombre tan bien parecido como él y que follaba como él, habrían esperado treinta veranos antes
de tener sexo.
Pero el indicio rosado en sus mejillas la hizo dudar.
—Aquel tiempo en la cámara, cuando yo te tenía contra la pared.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Tiana sintió sus palabras como un recuerdo potente en su coñito.


—Fue la primera vez que yo tuve sexo.
—Esto es imposible. —Él había estado demasiado bien. Había durado demasiado
tiempo.
Él rió otra vez, pero había poco humor en el sonido.
—No, esto es ser medio dragón. El dragón consigue el control de aquella parte de tu
cuerpo. Pregúntale a mi hermano —su voz todavía espera.
—No lo creo. —Ella dobló sus brazos bajo su pecho, que sirvió para empujar sus pechos
altos y hacia adelante. Los ojos de Rainek bajaron y luego más abajo, tardando durante un
momento en el ápice de sus muslos.
La irritación ardió intermitentemente dentro de su pecho. No había ningún modo que él
fuera inexperto. ¿Pero por qué mentiría sobre algo así?
Necesitando de nuevo su atención a la conversación muy confusa, Tiana dejó caer una
mano y cubrió su coño. El movimiento centro su respaldo.
—Perdón —dijo él sin sinceridad. Ella no hizo caso de ello.
—Ahora, dime la verdad —insistió ella.
—Esa es. Denith no iba a dejarme tener sexo hasta que él hubiera encontrado a la mujer
correcta. —Él anduvo de nuevo hacia las mantas y se lanzó a la tierra, sentándose en el suelo de
piedra. A pesar del modo despreocupado de sus palabras, su polla todavía estaba gruesa y dura.
—Mi madre estudió a los dragones durante años antes de que ella encontrara a mi padre.
Él había sufrido una mordedura de dragón y entre ellos dos, descubrieron que la misión de un
dragón en la vida es encontrar a su compañera y hacer a más pequeños dragones. Así es como
comenzó el sacrificio de las vírgenes. Si el dragón pudiera encontrar a una mujer que le guste, él
estaría mucho más contenido, y es menos probablemente que robara su ganado y quemara sus
tierras de labranza.
—Pero con nosotros —mi hermano y yo— puesto que el dragón ha estado alrededor
desde el principio, nacimos buscando a la compañera del dragón. Hasta que él no la encuentra,
nada de sexo para mí. —Él sonrió y la sensualidad traviesa que atravesó sus ojos renovó la
necesidad en la cima de su estómago—. Hasta ahora.
—¿Por qué ahora? —¿por qué yo?
—Denith eligió su compañera. Hemos estado buscando desde que puedo recordar a una
mujer que pudiera satisfacerme a mí y al dragón.
Una extraña sensación, cercana a miedo, llenó su pecho.
—¿Compañera? ¿Los dragones escogen a una compañera? —Era demasiado difícil de
entender. Todo que ella había oído alguna vez era que los dragones robaban y follaban a mujeres
indiscriminadamente. Y pensó que había sido una de aquellas. Haber sido elegida por el dragón…
ella no estaba segura como sentirse sobre esto. Los varones humanos normales raramente la
habían mirado dos veces pero de alguna manera el dragón la encontró aceptable—. ¿Qué
significa esto ahora que él ha escogido a una compañera?
La sonrisa perezosa Rainek hizo que sus tripas se derritieran. Él se inclinó atrás en un
codo como si se presentase para su inspección.
—Tú serás amada, bien y a menudo por Denith y por mí, por supuesto.
—¿Cuánto tiempo?
La expresión de Rainek dio vuelta de perezosa a confusa.
—¿Cuánto tiempo, qué? ¿Cuánto tiempo nos aparearemos?
Ella sacudió la cabeza. No pensó que la pregunta era extraña. Si el dragón fuera a
mantenerla, ella deseaba saber el plazo de tiempo.
—Para siempre. No habrá ninguna otra mujer. Sólo tú. No tengo ningún deseo de alguna
otra. Ni Denith.
Tiana no podía aguantar su respiración. Nunca había imaginado oír aquellas palabras…

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

no dichas a ella. Incluso los acoplamientos sancionados por la reina estaban abiertos. Nadie
esperaba que una mujer tuviera a un sólo amante en su vida. Generalmente se creía que las
mujeres no estaban hechas para ser monógamas. Habían tantos hombres impacientes por servir.
Pero Tiana sabía que nunca querría a otro amante. Había sostenido a Rainek dentro de su
cuerpo y nunca habría otro como él.
—No entiendo. —Las palabras se escaparon.
—Tú serás la única mujer con la cual haré el amor.
—Pero Merena…
Rainek sacudió su cabeza.
—Sólo tú. Para siempre.
El concepto era totalmente extraño. Un hombre que quería estar solamente con ella. Ella.
Era algo para pensar.
Por supuesto, él no era completamente un hombre, pero de alguna manera no importaba,
no cuando la contemplaba con tal intensidad.
Él sostuvo su mano.
—Ven, necesito más de ti.
Ella no sabía lo que la atrajo pero no podía resistirse. Los pensamientos hicieron ruido en
su cabeza; sus compañeros y dragones, Rainek y el sexo. Cuando él la llamó, su cuerpo reaccionó.
Ella caminó a su lado y se arrodilló.
Sus manos le quemaron, su poder inflamado por la corriente estable del placer que le
había dado el dragón. Sabía que era mejor no tocarle. No hizo caso de su mano extendida y se
sentó, yaciendo a su lado.
Rainek se dio vuelta, enfrentándola. Alcanzó y ahuecado su barbilla con la palma. La
acción era tan suave, tan sensible, que Tiana sintió lágrimas en sus ojos.
Nunca antes tuvo un amante que la tratara como si fuera una criatura delicada. Rainek
dejó que su mano pasara rozando su cuerpo, haciendo una pausa para ahuecar sus pechos y
embromar sus pezones. Ella miró la medio sonrisa que encorvaba su boca cuando los picos
empujaron hacia arriba, buscando más de su atención.
—Hermosa —dijo él.
Tiana sintió en su corazón el poder de aquella palabra. Se sintió hermosa en un modo
como nunca antes. Él siguió las caricias errantes lentas, deslizándose hacia su cintura, sobre su
cadera y a lo largo de su pierna. Él no paró, como ella lo había esperado, en su coño; en cambio,
él guió un largo dedo a través de su muslo, creando un camino de calor a través de su piel cuando
la adorno con líneas invisibles de fuego.
Con un golpe suave en su cadera, él la hizo rodar sobre su espalda. Tiana separó las
piernas, anticipándose a la petición. Otra vez él sonrió, pero todavía bordeaba su sensible
corazón. La lenta exploración se amplió, alcanzando más allá, como si él simplemente quisiera
aprenderla, tocarla. Darle placer. Se volvió de nuevo, dejando un rastro en su estómago y en el
valle entre sus pechos.
Se inclinó y colocó un beso suave en su boca, pero cuando ella abrió los labios para
aceptar más, se retiró.
—A Denith le gustaría tenerte.
A pesar de lo que había visto, no entendió completamente como él y el dragón podrían
habitar el mismo cuerpo. ¿Los escuchaba ahora el dragón?
—Todavía está aquí —le aseguró él—, pero le gustaría sentirte como sólo puedo yo. ¿Lo
permitirás?
Tanto había resultado en los tres días pasados que estuvo de acuerdo.
—¿Reconoceré la diferencia? —preguntó ella.
—Mis ojos. Cuando Denith está presente, cambian mis ojos.
Cuando las palabras dejaron su boca, esto pasó. El encendido ámbar desapareció y todo

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

fue negro. El negro encendido de los ojos del dragón. Él se inclinó hacia adelante y cubrió su
boca con la suya. El beso era profundo y desesperado como si él tuviera que juntar
inmediatamente todas las sensaciones. Ella jadeaba, pero no se preocupó porque su boca se sintió
tan bien; él se retiró y la miró.
—¿Denith?
Él asintió despacio.
—Te tengo. —Era la voz de Rainek pero había una sutil diferencia como si él no
estuviera seguro de que inflexión dar a sus palabras—. Voy a acabar dentro de ti, mi compañera.
Mía.
Ella permitió que sus piernas se abrieran. Él aparto la vista, mirando su coño como si
fuera el objeto más hermoso que había visto alguna vez. Tiana disfrutaba del hambre desesperada
en sus ojos. Él no se movió.
Ella se sentó y enganchó su mano alrededor del cuello de Rainek, atrayéndole hacia ella.
Ligeramente, puso su boca contra la suya. Él esperó, permitiéndole hacer lo que quería. La
pulsión de estas sensaciones eran nuevas para el dragón.
Ellos estaban de lado, uno al otro, sólo besándose y acariciándose. Denith parecía
fascinado por la piel de encima de su rodilla. Ella nunca había pensado en ello como un lugar
particularmente excitante, pero cuando él se inclinó hacia abajo y rozó el área con un beso, ella
cambió de idea. Su lengua paso rápidamente por el mismo punto.
—Delicioso. —El sentimiento era todo de Denith. Ella tembló cuando él lavó su piel con
su lengua, mezclando las caliente caricias con besos, moviéndose constantemente hacia su coño.
A anticipación creció, sabiendo de la afición del dragón al sexo oral.
A diferencia de Rainek, no parecía que Denith sabía embromar, se movió directamente,
colocando la boca en su coño, acariciando con su lengua la longitud de su raja. Un
estremecimiento traspasó su cuerpo y Tiana sintió que resonaba en el suyo. Parecía que su
gemido le animó y él volvió a su sexo como si anhelara su gusto.
Los pulsos impacientes de su lengua eran diferentes a las caricias de exploración de
Rainek, pero no menos emocionantes. Jadeó cuando él sepultó su cara en su sexo. La hizo subir,
rápido y alto, enviando un orgasmo que relució por su cuerpo, luego lamiéndola, le inundó la
humedad con su lengua.
Mirando hacia el techo, trató de volver a este mundo. Denith/Rainek todavía la lamía
pero quería más. Quería sentir su polla.
—Espera —dijo ella. Él no le hizo caso así que ella siguió la orden con un tirón de su
pelo y se retorció cerrando sus muslos un poco con éxito. Él levanto su cabeza, con una mirada
descontenta en su cara—. Quiero tu polla —dijo ella deliberadamente en voz baja, con un tono
esperanzado, atractivo.
El dragón parpadeó. El ámbar vaciló en la oscuridad de sus ojos y ella supo que Rainek
no los había abandonado totalmente.
Sonrió y le tiró hacia arriba, hasta que él casi estuvo sobre ella. Antes de que se pudiera
ponerse encima, ella empujó el hombro, haciéndole rodar sobre su espalda. El negro volvió a sus
ojos y él retrocedió contra el suelo de piedra. Ella contempló su pecho, amando los brazos
musculosos y gruesos.
La herida de su costado llamó su atención y durante un momento la sacó de su niebla
sensual. El sitio estaba rosado y curado, aunque hubiera una cicatriz. Obviamente, el dragón se
curaba más rápido que el humano. Ella puso besos calientes a lo largo de su pecho, permitiendo
que sus pechos le rozaran él. Él gimió; un sonido crudo, animal.
La miró con ojos avaros como si no quisiera perderse nada. Ella alejó los rizos húmedos
de su cara y sonrió.
El poder se levantó otra vez en ella. Tenía a dos criaturas peligrosas y fuertes que la
esperaban, a su misericordia.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

—Quiero montarte —dijo ella, amando sus ojos en ella.


Se subió y, despacio, balanceó su pierna sobre él hasta que quedó sentada a horcajadas
sobre sus caderas. Su caliente mirada encendió otro estallido de deseo dentro de ella. Finalmente
iba a montarlo. Así era como le habían enseñado a follar a un hombre y el pensar de tenerlo bajo
ella, listo para darle placer, envió un nuevo temblor a su sexo. Su polla estaba dura y arqueada,
casi apretando su estómago. Ella quiso envolver sus manos alrededor de ella, acariciar su hermosa
longitud. Había olvidado el peligro de su toque durante un momento pero la verdad volvió.
Tocarlo convertiría su pasión en dolor. En cambio, se deslizó hacia abajo, hasta que sus rodillas
rodearon sus muslos y su polla estuvo exhibida antes ella.
—¿Quieres sentir mi boca en ti? —Ella dejó que su voz fuera un susurro cuando se
inclinó. No esperó su respuesta cuando colocó el dorso de su lengua en la parte inferior y dirigió
la longitud caliente, llena. Con cuidado, usó un dedo para levantar la punta y sorbió rápidamente
la gruesa cabeza en su boca, cosquilleando la parte inferior con su lengua. El recuerdo de sus
pesados gemidos en la cámara de formación volvieron. Sabía que hacer para darle placer y ahora
lo usó en él, chapándole, lamiéndole. Embromándolo pero nunca permitiéndole satisfacción. Se
perdió en la sensación de tenerlo en su boca, en su poder.
Los pesados gemidos que manaron de sus labios le dieron coraje y se hundió más
profundo, tragando tanto de él como podía. Inconscientemente, rodó sus caderas, imaginando el
grueso eje dentro de ella. Ansió sentirlo dentro, pero estaba poco dispuesta a soltar su premio; él
se sentía demasiado delicioso en su boca.
—¿Mía? —La pregunta la hizo retroceder y sentarse.
La luz en sus ojos ya no era negra, ni ámbar, sino roja.
—Mío, creo —dijo ella con un golpe final de su lengua. Suspirando con pena, levantó sus
caderas y avanzó lentamente, sus pechos colgaban cerca de su boca y su coño otra vez sobre su
eje. La brillante humedad dejada por la chupada brilló en la pálida luz, destacando la sombra
profundamente morada de su polla.
—Ponlo dentro de mí —demandó ella, levantándose en sus rodillas y colocando sus
manos inocuamente en sus muslos. Sus ojos vacilaron y llamearon con entusiasmo cuando él
alcanzó y cogió su polla. Dirigió la punta a su apertura mojada.
—Despacio —pidió ella, luego arremolinó sus caderas, embromando la punta de su polla
en su clítoris. Su aliento silbó por sus dientes fuertemente apretados y Tiana sabía que no podía
abandonarlo en el dolor mucho más largo, no mucho más largo.
Sabiendo que esta sería la primera vez de Denith de follarla, ella lo miró. Había montado
antes a hombres pero esta vez era diferente. Sus anteriores amantes la habían mirado con lujuria
ocasional o hambre. Pero Denith la miraba fijamente y era como una flecha profunda en su
pecho profundo y duro… y permanente. Estaba más allá de la lujuria o el mero deseo.
Abrió sus piernas más amplio, aún sosteniéndose cuando Rainek dirigió la polla a su
apertura. Su mano libre se abrigó alrededor de su cadera para así sostenerla en el lugar, luego la
tiró hacia abajo al mismo tiempo que arqueaba sus caderas. Las primeras pocas pulgadas de su eje
se deslizaron en su coño. Era asombroso, la extraña mezcla de lo nuevo y familiar. Sabía como
cabía dentro de ella, pero, cuando lo montó, él se sintió más grande que antes. Y mientras ella
debería haber estado en control, sus calientes miradas le advirtieron que él estaba al límite.
Permitió que la dirigiera hacia abajo, llevando más de él dentro de ella. No se precipitó pero
tampoco se paró. El color de sus ojos cambió al ámbar y de vuelta al negro.
Ambas criaturas luchaban por el control.
Una oleada de poder femenino se disparó en ella.
Se rió y empujó hacia abajo, metiendo dentro de ella los últimos cinco centímetros.
Rainek jadeaba, al igual que ella. Ahora que él estaba dentro, no sentía ninguna razón para
apresurarse. Movió despacio las caderas, frotando su clítoris contra la base de su polla.
Rainek se tensó y agarró sus caderas. Ella se heló y apartó la vista de él.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

—Mío —anunció ella. Esto sería su joder y su polla.


Rainek separó sus manos y las dejó caer en la manta.
Con cuidado para no tocarle, ella se inclinó adelante y colocó sus manos en el suelo de
piedra al lado de su cabeza. Levantó sus caderas y comenzó a bombear corto y superficial, sólo
bastante para frotar aquel punto profundamente dentro de su paso. Al principio, ella se movió así
porque sabía que él se volvería loco por sentir un empuje profundo, pero luego se perdió en el
movimiento. Necesitaba más. La estable presión dentro de su coño se construyó hasta que sus
caderas aporrearon las suyas.
Tiana se empujó atrás, sentándose y conduciéndole totalmente dentro de ella. Se paró otra
vez. Rainek levantó sus ojos hacia los suyos con pánico. Ella se permitió la indirecta de una
sonrisa sólo para atormentarle.
—Te siento tan bien dentro de mí —susurró ella, su voz rebotando a lo largo de las
paredes de piedra.
Puso las manos sobre sus muslos, sintiéndose como los legendarios guerreros de su tierra,
su cautivo debajo de ella, listo para servir a su placer. Rainek y Denith, le habían dado esta fuerza.
Sus ojos se cerraban al notar la fuerza de él dentro de ella.
—Mírame. —Sus párpados se abrieron y su mirada fija se encontró con la de él—.
Quiero ver a quién poseo. Ver quién goza dentro de mí. —Ella deslizó un dedo por su
estómago—. ¿quieres gozar dentro de mí?
—Tiana —el profundo modo en que gruñó su nombre fue como una orden.
Pero ella estaba al mando por el momento. Y disfrutaba de esto demasiado. Era
asombroso que su cuerpo todavía fuera capaz de funcionar, todavía quiso aceptarlo dentro pero
ella era astuta y siguió empujándose hacia abajo, empalándose en su polla.
—¿Tú? ¿Quieres gozar dentro de mi coño?
—Sí. —Su gemido era dulce y ella le dio un poco más. Sus pechos saltaron cuando ella se
movió en él. Sabiendo que la miraba, ella alcanzó y ahuecó los montículos con sus manos.
Sus dedos agarraron las mantas para guardarse de asirla. Ella se inclinó adelante,
necesitando sus brazos para realizar la acción de palanca para montarle realmente. Su aliento se
entremezcló cuando cada uno de ellos tiró para su liberación.
Sus caderas se alzaron cuando ella palpitó. Se sentía tan bien teniéndole dentro de ella.
Necesitaba su clímax pero quería su rendición. Luchó contra el placer, conteniéndolo cuando
bombeó repetidamente más rápido.
—Por las Diosas, córrete —mandó ella, aunque esto sonara casi a una súplica.
—Me correré cuando tú lo hagas —contestó él casi desafiándola.
Sobresaltada por su tono áspero, burlón, ella encontró su mirada fija y asintió. Ellos se
movieron juntos, una vez, dos veces y en el tercer golpe, ella hizo presión, obligando a su clítoris
a mantener la penetración. Él gritó cuando estalló dentro de ella. Sus gritos se sumaron cuando
ella aceptó su proceder y sintió que su propia liberación se rompía dentro de su sexo.
Demasiado agotada para mantenerse derecha, se derrumbó hacia abajo, cayéndose en su
pecho. El tiempo pasó borrosamente mientras se esforzaba por recobrar su aliento. Rainek
acarició su espalda, ahuecando su trasero y tardando allí. Él presionó su dureza contra ella,
manteniendo su polla en su coño y rodó, empujando su espalda sobre la tierra.
Ella parpadeó mirándole aunque no estuviera sorprendida. Él no necesitaba mucho
tiempo para recuperarse.
—Queremos más de ti —susurró él segundos antes de que se inclinara y cubriera su boca
en un profundo y seductor beso. Tiana no podía hacer nada más que responder dándole lo que
todos querían. Cerró los ojos y dejó caer su cabeza. Rainek estaba encima de ella, todavía dentro
de ella, sus piernas todavía se enredaban alrededor de su cintura. No quería dejarle ir. Nunca. Él
sepultó su cara a lo largo de la curva de su cuello y suspiró. Por el momento ella no sabía si era
Rainek o Denith y no importaba.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Obviamente, su cuerpo no se preocupaba. La habían tomado cada uno, la habían amado


con diferentes estilos; Rainek tentador hasta que ella gritaba por su liberación, y Denith
golpeando duro con el ansia de una criatura que complacía al máximo sus sentidos. A veces, en el
medio, uno asumía el control del otro.
La lucha por el poder que veía en sus ojos era fascinante y seductora. Dos criaturas
poderosas que querían poseerla. Y ella les había dejado. Los quería. Y su cuerpo no le dejaría
olvidarlo. Su garganta estaba sensible de los gritos y gemidos inspirados por sus orgasmos. Sus
manos se quemaron con la llama azul; las ondas de calor que irradiaban de sus palmas. Ella se
estiró y colocó sus manos contra la pared de la cueva. La roca chisporroteó bajo sus palmas. La
liberación hizo poco para aliviar su dolor pero al menos no prendería fuego a la manta si la
tocaba por casualidad.
Después de algunos momentos, se relajó y dejó caer sus manos, palma para arriba en la
piedra al lado de su cabeza. Se durmió con una cabezada ligera, ganada finalmente por el
agotamiento.
Los sonidos fuera de la cueva llegaron como susurros, tan suaves que Tiana no los
reconoció hasta que fue demasiado tarde. En unos segundos el cuarto estaba lleno de gente, los
guerreros de la guardia de Merena formaron un semicírculo a su alrededor, de flechas melladas y
retiradas. Rainek se separó de ella; la oscuridad en sus ojos la alertan de que Denith estaba
presente y dispuesto a protegerla. El grito del dragón rasgó la cueva y chocó contra las paredes.
Dos de los guerreros se estremecieron, cubriendo sus oídos cuando él gritó.
El ruido cubrió el sonido vibrante de un arco y el golpe seco de una flecha que perforaba
el muslo de Rainek. Él apartó la vista del extraño objeto. Tiana se sentó, lanzándose delante de
Rainek.
—Dejarlo en paz.
—Oh, lo haremos. —La línea se separó y Merena apareció. Parecía fuera de lugar con su
pálido largo vestido y con sus pies calzados en el suelo de piedra—. Él no nos dará más
problemas.
Tiana miró alrededor. Rainek estaba en sus rodillas contemplando la flecha en su pierna.
Él parpadeó y se balanceó y sus ojos comenzaron a nublarse.
—¿Qué le has hecho? —exigió Tiana.
—Simplemente me aseguré de que no haya ningún problema para conseguir de nuevo la
descendencia.
Los ojos ámbar de Rainek quemaron y luego se quedaron en blanco. Él se desmayó,
cayéndose con fuerza al suelo. Sus ojos se cerraron y a los pocos segundos estaba caído en la
tierra.
Merena suspiró.
—Esto probablemente le magulló. Bien, parece que tendré más heridas que calmar en su
delicioso cuerpo.
Tiana fulminó a la princesa con la mirada.
—Aléjate de él. —Ella oyó el zumbido suave de la tensión de las cuerdas del arco y sabía
que ahora las flechas estaban dirigidas a ella.
—No seas tonta. El veneno de las puntas de flecha sólo le incapacitará durante poco
tiempo. Pero tú sólo eres humana. Esto te matará.
—¿Tú lo sabes? —susurró Tiana.
Merena se rió y el sonido pareció clavarse en la carne de Tiana.
—¿Por qué piensas que le capturé? —Merena se inclinó hacia adelante hasta que sólo
Tiana podía oír sus palabras—. Imagina la fuerza de mi sangre cuando mi niño herede mis
poderes y la fuerza del dragón.
Y todo cobró sentido. Esta era la razón por la que Rainek había sido capturado, por lo
que Merena quiso arriesgarse a secuestrar a un príncipe de otro reino. Y por lo que ella sabía, la

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

reina aprobaría su opción. Merena no había ido a por un juguete sexual de buena familia, ella
buscaba un consorte real. Y un dragón para incrementar el poder de su sangre.
Tan pronto como entendió el plan de Merena, Tiana recordó la confusión política de
hacia unos meses cuando la reina había ofrecido a una de sus hijas a Kei para el matrimonio con
uno de sus hijos. Las hijas de la Reina Leika eran apreciadas alrededor del mundo pero el Rey Kei
rechazó el acuerdo, diciendo que sus hijos elegirían a sus propias esposas. Rainek había estado a
punto de encontrar a una de las hijas de Leika cuando Merena le había secuestrado. Ella
obviamente no pensaba en la posibilidad de que Rainek pudiera rechazarla.
Pero el único modo en que la reina podría obligar a contraer un matrimonio era si hubiera
un niño de por medio.
—Tratabas de robar su semilla.
Merena se rió y retrocedió.
—Él probablemente ya lo habrá dispersado a los cuatro vientos. Tomaré apenas un poco
de él y comenzaré una dinastía. Seguramente esto merece unos cuantos polvos. —Ella sonrió y
Tiana sintió que un escalofrío recorría su espalda—. Me aseguraré de que lo disfrute. —Ella
saludó con la cabeza hacia Tiana—. Se deduce de las señales en su cuerpo que él es un amante
imperioso. Debe ser interesante. Una vez que estemos casados, podría dejarle montarme en vez
de hacerlo de otra manera.
La planes de Merena de joder con Rainek y llenarse con su semilla hicieron revolver el
estómago de Tiana.
Merena miró sobre su hombro a Sienna, la capitán de la guardia.
—Aprésala.
Sienna vaciló.
—¿Ccuál es el cargo?
—Traición. —Merena miró con suficiencia a Tiana—. Ella secuestró a mi consorte y le
sedujo.
Sienna asintió y ordenó que dos de las guardias que tomaran a Tiana. La capitán se acercó
cuando ellas tiraron los brazos de Tiana detrás de su espalda.
—No luches contra nosotras. No queremos hacerte daño —susurró ella.
Tiana asintió con la cabeza. Ellas simplemente hacían su trabajo. Tranquilamente, se puso
de pie y les dejó atar sus muñecas.
—¿Hay algo que podamos darte para taparte cuándo entramos en las tierras del Torreón?
—preguntó Sienna.
Merena sonrió con satisfacción.
—No. Ella es una puta que sedujo a un consorte real. El mundo debería saber cuáles son
sus delitos.
Tiana se sonrojó, pero mantuvo su boca cerrada. Una camilla fue traída y cuatro esclavos
machos, vestidos con taparrabos y con cadenas al cuello, colocaron a Rainek en ella y se lo
llevaron. Tiana no podía parar de mirarle cuando salieron de la cueva.
Merena la miró.
—No te preocupes. Una vez que tenga a su heredero dentro de mí, él puede follar a
quienquiera. Él hasta podría querer volver contigo. Nuestros exploradores escucharon una
muestra de su entusiasmo cuando esperaban la llegada de la tropa. Eres una amante enérgica si
los gritos que ellos describieron son alguna indicación. Tal vez te condene a trabajar como esclava
en la casa de esclavos. Pero después de que te hayan tenido todos, dudo que Rainek te quisiera de
vuelta.
Su labio superior se curvó cuando contempló el cuerpo desnudo de Tiana. Entonces sus
ojos aterrizaron en el medallón alrededor de su cuello.
—¿Qué es esto? Esto no es algo que te pertenezca.
Tiana trató de retroceder pero las guardias estaban detrás de ella. Merena extendió la

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

mano y levantó la cadena pesada sobre la cabeza de Tiana.


—Es encantador. ¿Parece algo que una novia debería llevar, no piensas así? —Ella coloca
la cadena alrededor de su cuello y deja caer el amuleto en sus pechos—. Ay. —Ella lo separó. El
rojo marcó su piel donde el medallón la había tocado. La sospecha enturbió sus ojos cuando
finalmente alzó la vista hacia Tiana. Tiana echó un vistazo a sus propios pechos. El amuleto no
había dejado ninguna señal en su piel—. Bien, no va con mi vestido. —Ella se quitó la cadena y la
sostuvo en su mano—. Tráiganla —ordenó, luego se dio la vuelta y salió de la caverna.
Con la insistencia de las guardias, Tiana la siguió unos momentos más tarde. Había
sucedido todo tan de repente. Había pasado de diosa sexual a presa. Un poco de pena encogió su
corazón cuando dejó la cueva. No por lo que había hecho, sino porque su tiempo con Rainek
había terminado.
El carro de oro de Merena brillaba contra el cielo azul. La mala princesa sostuvo la puerta
abierta hasta que Tiana salió de la cueva, el tiempo suficiente para que ella pudiera ver dentro,
para ver que Rainek se sentaba con los hombros caídos en el asiento, su cuerpo apoyado contra la
pared lejana. Merena extendió la mano y dirigió la yema de un largo dedo bajo su polla, luego
arrastró su dedo hasta su propia boca. Sin otra palabra, dio un portazo y ordenó al conductor que
arrancara. El barro arrojado por las ruedas del carro salpicó los tobillos de Tiana.
—Vamos —dijo Sienna, dando un codazo a Tiana—. Tenemos un largo paseo por
delante. —Merena llegaría en un décimo del tiempo que les tomaría andar la misma distancia a
Torreón. Para entonces ella tendría a Rainek despierto y probablemente acabando dentro de ella.
Tiana sintió su corazón caer en picada en su estómago y comenzó a andar, arrastrando
sus pies con cada paso. Rainek había jurado que no aceptaría a Merena, que él no la poseería.
Había afirmado que Tiana era su compañera y que él no tendría a ninguna otra.
Su corazón se aferró a aquella esperanza aún cuando quiso desterrarlo de su mente. No
quería pensar en él o mantener ese sueño inútil. Merena le drogaría. Otra vez. Y él sería incapaz
de resistirse.
Incluso sabiendo lo poco que hizo sobre Rainek, sabía que era honorable. Si Merena
quedara embarazada de su niño, se casaría con ella. No importaba lo que dijera el dragón.
Sienna se cayó. Tiana echó un vistazo a la capitán de la guardia. Ellas eran amigas pero la
traición era un precio que las hizo enemistarse. Nadie quiere ser asociada con un enemigo del
Matriarcado. Tiana había roto una de las reglas más fundamentales de su mundo: guarda tus
manos del hombre de otra mujer. No, él nunca había pertenecido a Merena, se defendía
mentalmente Tiana. Si Rainek dijera la verdad, él era virgen cuando se habían reunido.
Pero había aprendido rápidamente, pensó con una sonrisa autoindulgente. Los ojos de
Sienna se apretaron en la confusión. Se suponía que uno no sonreía cuando estaba siendo llevado
a la prisión. Añade otro pecado a mis delitos.
—Sabes, Tiana, nunca pensé que serías acusada de traición. ¿Qué te hizo pensar que
podrías seducir a un consorte?
Tiana contempló a su amiga pasmada de asombro.
—Sienna, no creerás seriamente que yo pude secuestrar a aquel hombre. Él rasgó las
cadenas de la pared de la cámara. ¿Qué podría yo haber hecho para obligarle a venir conmigo?
—No creo que lo raptaras —reconoció Sienna—. Quizás no fuiste con él de buena gana,
pero yo estaba en el equipo de búsqueda. Os oí dentro de aquella cueva. —La mitad de su boca
se elevó—. Aquellos no eran gritos de protesta.
—No —suspiró Tiana. No se arrepentía. Fueron tres días de puro placer.
Sienna echó un vistazo a su alrededor para asegurarse de que estaban solas y entonces
bajó la voz.
—Sólo entre tú y yo, ¿lo has fingido? ¿O él es muy bueno?
Tiana sonrió abiertamente y no se molestó en esconder la satisfacción de su voz.
—Es muy bueno.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Capítulo 9

—¿Príncipe Rainek? —La voz suavemente seductora viajó como un susurro a través de
su piel, deslizándose en su cabeza—. Despiértate, querido. Estás en casa.
Sus ojos abiertos intentaron adaptarse rápidamente a la pálida luz dorada que iluminaba el
elegante dormitorio. Una extraña niebla cubría su mente, desde sus pensamientos a su visión
borrosa.
¿Dónde estaba? ¿Quién era él? Rainek. Ella le había llamado Rainek. El príncipe Rainek.
El nombre le parecía familiar.
Volvió su cabeza y contempló a la mujer que había a su lado. Le pareció vagamente
familiar también, pero su mente no podía traerla a la memoria. Se acostó en la cama al lado de él,
las mantas cubrían su cuerpo hasta sus hombros desnudos. Su hermoso pelo negro brillaba a la
luz de la vela.
El pelo negro colgaba hasta su barbilla liso y recto y oscilaba suavemente cuando ella
paseó delante de él.
Le alcanzó un recuerdo borroso. Conocía a esa mujer. Sólo que no sabía por qué. O
porqué estaba en la cama con él.
—¿Querido, estás bien? —La preocupación llenó su voz.
—Creo que sí —dijo él, no queriendo admitir que no recordaba nada de eso… ni a la
mujer que le llamó querido.
Ella acarició ligeramente su pecho desnudo. El tacto de sus dedos se sentía extraño, como
si sus manos debieran estar calientes.
—Sé que has tenido una terrible experiencia, pero ahora estás a salvo. Volviendo donde
perteneces.
¿Y dónde está eso?
Él trató de empujar a través de la niebla pero parecía que se hinchaba hasta que el cuarto
comenzó a girar alrededor de él.
—¿Qué pasó? —preguntó, cerrando sus ojos, tratando de reducir la marcha del
movimiento circular.
—Fuiste secuestrado por una de nuestras criadas, pero no te preocupes… que has vuelto
donde perteneces. —Ella había dicho eso antes—. Aquí conmigo. —Su mano bajó más lejos
hacia abajo, hasta que los dedos largos se aferraron alrededor de su polla y comenzaron a
acariciarlo—. Te he echado de menos. Tenerte dentro de mí.
No. No mío.
La voz extraña en su cabeza gritó, pero el sonido vino a él vago y distante.
Abrió los ojos agradecido porque la sala había dejado de girar cuando las cortinas fueron
echadas atrás. La mujer se levantó en un lento movimiento, seductor, hasta que se arrodilló al
lado de él. Ella siguió acariciando su flácida polla, pero en vez de la lujuria que había oído en su
voz… vio la determinación en sus ojos. Ella parpadeó y eso desapareció.
—¿No quieres, cariño? —Ella separó la mano de su ingle y lo colocó en su propia piel.
Usando ambas manos, ahuecó sus altos pechos apretados. Era hermosa, Rainek lo reconoció,

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

pero de todos modos, no había ninguna reacción en su polla—. Te he echado tanto de menos.
Pareciendo a un talón por la incapacidad de satisfacer a la señora, él gruñó y suspiró.
—Creo que todavía estoy cansado.
Ella dejó caer sus hombros y un duro destello llenó su mirada.
De repente, pareció mucho más familiar, pero no podía entender por qué.
Entonces, como antes, en un abrir y cerrar de ojos se le fue.
—Entiendo. —Su voz era suave y con un aire de sonsonete que le calmó—. Voy a darte
algo que te hará sentirse mejor. —Ella le dio un vaso lleno de un líquido verde brillante—. Toma
tu medicina. —Él acabó la bebida de un trago. El vaso fue tomado de su mano y al instante le
colocó otro allí. Esa vez estaba claro—. Sólo un poco de algo para ayudarte a dormir —animó.
Rainek no entendía nada. No necesitaba nada para ayudarle a dormir. Estaba agotado. Y
confundido. Pero lo bebió. El líquido quemaba mientras fluía por su garganta.
—Sueña ahora y volveré después de que hayas descansado. —Se levantó y se puso un
traje de seda largo alrededor de su cuerpo desnudo. Otra vez, él fue golpeado por la elegante
belleza de ella… y su propia carencia del deseo—. Está muy bien tenerte de vuelta donde
perteneces.
Donde perteneces.
Pertenezco aquí. Con ella.
No, de alguna manera, no parecía correcto.

Tiana contempló las barras que componían su casa temporal. El Matriarcado tenía pocas
prisiones, pero aunque carecían de cantidad, compensaron en la calidad. Habían pasado años
desde que alguien había sido colocado en esas celdas y el polvo, la mugre y los excrementos de
ratón eran pruebas de eso. Ella había necesitado un día entero para limpiar la celda para no
estornudar cada vez que se movía.
Por suerte, las guardias le habían dado agua y harapos. La actividad la había mantenido
también ocupada. Lamentablemente, el trabajo era bastante monótono y le dio tiempo para
pensar en lo que hacía Merena con Rainek. Y lo que Rainek hacía con Merena.
Prometió que sólo estaría conmigo.
Aquella voz maldita siguió fastidiándola siempre que trataba de expulsarle de sus
pensamientos. Eso sólo lo empeoró. Sería más fácil si sólo pudiera reconocer que Rainek
terminaría por casarse con Merena y producir a dos perfectos pequeños bebés de dragón. Sabía
bastante bien que Merena nunca arriesgaría su figura teniendo más de dos niños.
Tiana se levantó y juntó su balde y harapos. No había nada más para hacer. Comenzó a
pulir las barras, lavando años de mugre.
—¿No es dulce? ¿La esperanza de ser tratada como una criada cuándo seas liberada? —
Merena dio un paso en la luz—. Esto nunca pasará. Nadie te querrá. No pueden confiar en ti,
incluso alrededor de los varones atados a otra mujer.
Tiana no se acobardó y siguió limpiando.
—Sí, una acusación de traición, hasta una falsa, tiende a colgar en una —dijo ella por
causalidad.
—¿Falsa? —Merena dobló sus brazos a través de su pecho y la fulminó con la mirada—.
¿Niegas que le follaras? Después de que sabías que me pertenecía.
No importaba que fuera encarcelada o hasta que Merena fuera a tomar lo que ella
necesitaba o si Rainek quería darlo o no, Tiana dejó caer su trapo y cruzó sus brazos en una
posición que reflejaba a Merena.
—Él nunca te perteneció. Y nunca lo hará. —Era la oratoria de falsa confianza, inspirada
por aquella maldita esperanza que no dejaba su pecho.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

—Oh, él. De hecho, lo hace. Ni siquiera ha preguntado por ti. —Ella bajó sus manos y
vagó por delante de la celda—. Han sido tres días y pregunta a cualquier persona… Que las
hemos pasado todas juntas, dentro de su dormitorio.
La esperanza que había oscilado con insistencia en su pecho durante tres días, vaciló.
—Quiero ver a Rainek. —Tiana no podía creer que la demanda hubiera venido de su
boca, pero tampoco podía creer que él la hubiera abandonado allí.
Incluso si él no la quería, no habría permitido que ella se sentara en una celda. No cuando
compartía la responsabilidad de lo que la había puesto allí. Conocía lo bastante de él y de Denith
como para saber que uno de ellos vendría a por ella.
—No estoy segura de que esto sea posible. El príncipe Rainek ha estado bastante
ocupado en los últimos días. —Ella masajeó sus caderas para dar a Tiana una idea de lo que
Rainek había estado haciendo.
—Quiero verle. —Ella tenía que oírlo de su boca.
Merena la miró fijamente por mucho tiempo y entonces suspiró.
—Bien. Las guardias te escoltarán para que te limpies y luego te levarán a su cámara. ¿Te
satisfará esto?
Los músculos en sus hombros se apretaron. Merena se sentía demasiado confiada. Nunca
permitiría que Tiana hablara con Rainek a menos que estuviera segura del resultado. Sin embargo,
Tiana no podía resistirlo. Por qué se torturaba con eso, no sabía, pero tenía que verle. Tenía que
ver por ella misma que él había aceptado a Merena. Había parecido tan sincero cuando le había
jurado que no habría ninguna mujer excepto Tiana.
La compañera de un dragón.
Todo era por su culpa. Nunca había considerado atarse a un hombre, pero el modo en
que había hablado, prometiéndole … la había enamorado de un sueño y ahora se agarraba a ello
como su única cuerda de salvamento.
—Tú no estás siendo liberada, entiendes. Eres culpable de traición a la patria, después de
todo. —Ella observó de arriba a abajo el cuerpo desnudo de Tiana. Tiana no se estremeció.
Después de tres días en la celda y tres días con Rainek, estaba acostumbrada a no estar vestida—.
Irás a su cámara y lo verás por ti misma.
Merena encorvó sus labios en una mofa de una sonrisa entonces se giró y se alejó.
La guardia se adelantó e indicó a Tiana que debía marcharse.
Se apresuró a su cuarto, agradecida de que todo lo hubieran dejado como estaba. Quería
bañarse corriendo para ver pronto a Rainek, pero la última vez que se había bañado totalmente
fue en el río, fuera de la caverna, hacia tres días. Le llevó un rato lavar y peinar los enredos de su
pelo y tres lavados antes de que se sintiera limpia. Finalmente, se puso su vestido más bonito,
Rainek no la había visto vestida así, sólo con lana áspera o nada, y abrió la puerta de su casa.
Sienna, la capitán de la guardia, la esperó. La mirada severa de su cara no era de buen
agüero.
—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —preguntó ella—. Ellos han estado juntos
constantemente y cada informe dice que él está contento donde está.
—Tengo que verle —dijo Tiana con convicción.
Sienna se encogió de hombros y la llevó por el pasillo. Tiana sabía el camino, por
supuesto, pero siguió detrás de Sienna. Pasaron a un grupo de mujeres en el pasillo. Las mujeres,
anteriormente simpáticas con Tiana, fruncieron el ceño cuando la vieron. A medida que se
alejaban, susurros furiosos se hicieron eco de Tiana y su guardia.
En sus ojos, había visto su pecado, seducir al amante elegido de otra mujer.
Levantó su barbilla y siguió andando. A ella no le importaba lo que pensaban. Sus
pensamientos estaban completamente centrados en ver a Rainek y averiguar si había cumplido
con sus promesas
Alcanzaron la puerta de la cámara. Sienna se detuvo brevemente e hizo una pausa

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

silenciosa mirando a Tiana. Tiana asintió y Sienna golpeó.


—Adelante —dijo la voz sensual de Merena.
La puerta se abrió de golpe y Tiana sintió que su corazón desaparecía.
Rainek estaba desnudo en la cama, con Merena igualmente desnuda a su lado. Su
hermoso cuerpo musculoso estaba estirado en el colchón con Merena que se inclinaba hacia él.
Sus labios envolvían el pezón, chupando suavemente.
—Oh, lo siento. Estabas tan asquerosa, que pensé que tardarías más. —Merena alisó el
pelo de Rainek, luego se inclinó atrás, dando a Tiana una vista completa de él.
La plata brilló alrededor del cuello de Merena y Tiana observó que ella llevaba el amuleto.
Tiana aplastó el dolor y furia e hizo todo lo posible por no hacer caso de la princesa.
—¿Rainek? —Quería ir hacia él y rasgarle de los brazos de la otra mujer, pero estaba
congelada en el lugar.
Rainek volvió su cabeza al oír el grito de Tiana. Él miró a través de la habitación y la miró
fija y directamente.
—¿Sí? —preguntó él con curiosidad.
La pregunta golpeó el poco aliento que ella tenía libre en su pecho. Él la observó,
inclinando su cabeza como si estuviera confuso en por qué ella estaba de pie en su habitación.
—Bastardo. —Ella susurró la maldición y giró lejos, andando con paso majestuoso fuera
del cuarto.
Todas sus promesas rotas aplastaron el parpadeo de esperanza que se había quemado con
insistencia en su pecho.

—¿Quién era? —preguntó Rainek cuando la puerta se cerró de golpe detrás de la bonita
rubia.
Mía.
No hizo caso de la voz dentro de su cabeza, que se hacía cada vez más persistente con
cada día que pasaba.
—Ah, ella es sólo una criada. Nadie importante. —Merena sonrió y acarició con sus
dedos el largo de su frente.
—Parecía enojada conmigo. —Sintió que sus palabras se enturbiaban un poco cuando
habló.
Según Merena, era el resultado de su secuestro y se desvanecería finalmente, pero quería
que eso fuera ahora… para ser capaz de pensar claramente. Algo parecía incorrecto, pero no
podía trabajar por delante de la niebla.
—Ella no está bien, mentalmente. Tratamos de mantenerla lejos de los invitados.
—¿Pero no soy realmente un invitado, verdad?
Los ojos de Merena se abrieron de par en par.
—Ah, no, por supuesto. Pero de alguna manera ella está muy concentrada en ti. Tiende a
molestarte mucho. —Ella agarró su labio inferior con sus dientes, pareciendo adorable e
inocente—. Ahora, ya hemos hablado bastante sobre ella. Estábamos en medio de algo.
Él miró hacia sus coquetos pechos, apretados. Había estado chupando sus pezones
cuando habían sido interrumpidos, pero francamente, no podía reunir mucho entusiasmo para la
tarea. No parecía familiar, ni interesante.
Y cada vez que había tratado de sostener su entusiasmo, era como si algo dentro de él lo
aplastara. Sintió que luchaba contra su propia naturaleza para endurecer su polla con fuerza para
joder a la mujer con la cual se supuso que él se casaba.
No haciendo caso de su fracaso de seguir, Merena envolvió su mano alrededor de su polla
y comenzó a acariciarla. Por suerte, no parecía impacientarse porque él no podía empalmarse.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

—Tal vez algo pasó mientras fui herido esto lo hace… —Él señaló con la cabeza hacia su
ingle—. Ya sabes.
Merena asintió con la cabeza y otra vez sus ojos se volvieron verde piedra.
—No te preocupes —dijo, aunque su voz hubiera perdido aquel tono calmante, seductor.
Casi sonó como si hablara con los dientes apretados—. Estoy segura que haremos éste trabajo.
Sólo relájate.
Él hizo muecas, pero hizo lo que ella pidió. Se echó para atrás y miró fijamente para
arriba al techo. Todavía tenía momentos en que el cuarto giraba, pero parecía que la niebla se
despejaba ligeramente. Y con ello vinieron emociones extrañas. Cólera, furia, miedo.
—Estás tenso, cariño. Déjame cuidar de ti. —Su voz había vuelto al susurro ronco que
usaba siempre que hablaba con él. El sonido era irresistible y trató de seguir su consejo, dejando a
la neblina alcanzar su mente. Un cuadro se formó en su cabeza, de la mujer rubia que había
estado de pie en la puerta, los ojos brillantes, con fuego, heridos.
Ella estaba desnuda. ¿Cómo sabía él como era ella desnuda? Sus pechos llenos se
balancearon con cada paso, haciendo su boca agua. Los pezones rosados apretados excedieron
los picos deliciosos. Aquellos eran los pezones que él quería chupar. Él sintió una agitación en su
polla, un apretamiento, tal vez hasta un endurecimiento.
—Sí, eso es —susurró Merena con impaciencia.
El sonido de su voz le sacó de su fantasía y se aflojó.
Él abrió sus ojos y comenzó a pedir perdón pero ella se alejaba ya.
—Creo que necesitas más de tu medicina. —Ella le dio otro vaso con líquido verde—.
Esto debería dar en el quid —dijo con suficiencia, sentándose en la cama al lado de él—.
Esperaremos sólo durante unos minutos e intento otra vez.
Él asintió su acuerdo aunque estuviera claro que ella no lo necesitaba.
La contempló fijamente durante un momento, esperando recuperar un poco de memoria,
algo sobre su vida anterior. Había hecho un buen trabajo de guardar su dolencia de ella, pero
cuando se recuperara y tuviera que relacionarse con otros, iban a descubrir que él no recordaba
nada.
Merena apretó sus labios y golpeó ligeramente con sus dedos en el colchón, obviamente
impaciente. Después de largos momentos silenciosos, ella extendió la mano y frotó su polla. Sus
dedos estaban frescos y él tenía la extraña visión de que la mano que debería tocarle debía estar
caliente.
—¿Notas algo? —preguntó ella.
Él sacudió su cabeza. Merena suspiró y alcanzó la jarra de su medicina. Él gimió
silenciosamente. Pensó que lo que ella le daba no ayudaba.
Ella se enderezó y él oyó un golpe sordo contra su pecho. Merena silbó y movió de un
tirón la pieza de plata alejándola de la piel. Ella rápidamente arrancó el collar y comenzó a
colocarlo en la mesa al lado de la cama.
—¿Qué es esto? —preguntó, esperando distraerla.
Ella sostuvo la cadena.
—Es un collar que llevo. Tú me lo diste.
—Es un dragón. —Sus ojos todavía no enfocaban bien así que tuvo que acercarse para
verlo.
Extendiendo la mano, acarició la plata con su índice.
El dolor se disparó por su mano, su brazo y en su pecho. Se cayó de nuevo en la cama
jadeante luchando contra las ondas de agonía.
—¿Rainek? ¿Estás bien? ¿Qué pasó?
La voz suave y susurrante se había ido y en su lugar había una mezcla de pánico e
irritación.
—Estoy bien —contestó, su mente se arremolinaba con luces y colores.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Eso era diferente. La niebla se había ido. Cada imagen ahora era clara.
Y la voz dentro de su cabeza gritó.
¡Mía!
Como si el tacto del medallón hubiera quemado el veneno de su cuerpo o lo hubiera
vuelto a conectar de nuevo con su alma, su vida volvió a él. Con un dragón irritado.
¿Me escuchas, ahora? exigió Denith.
Sí.
No podía abrirme camino.
Lo sé.
—¿Qué pasa, querido?
Su estómago se revolvió con el término afectuoso. No era su querido. Lo era de Tiana.
Ah no. Tiana.
¿Mía?
Tal vez nunca más, pensó él. No después de verle en la cama con Merena.
—¿Rainek? —El tono duro de Merena exigió una respuesta.
—Lo siento. Debo tener un músculo tenso de cuando estuve contigo. Creo que debo
descansar.
Ella apretó los ojos con suspicacia pero sonrió.
—Te dejaré dormir. Aquí tienes —le dio un vaso del líquido claro.
Lo llevó a su nariz y pudo oler el veneno, pero sabía que no tenía ninguna elección. Su
mente estaba clara pero el resto de su cuerpo todavía estaba bajo la influencia de sus pociones.
Bebió el contenido de un trago, y le devolvió el vaso. Inmediatamente ella se levantó y se puso su
vestido. Con una sonrisa tensa, se dio vuelta y dejó el cuarto.
Rainek esperó hasta estar seguro de que se había ido, luego agarró el orinal de abajo de la
cama y vomitó tanto del líquido como pudo. Cuando hubo vaciado el contenido de su estómago,
se sentó en el costado de la cama. Estaba débil y tembloroso. Con lo que fuera que ella hubiera
estado drogándole, había drenado la fuerza de su cuerpo.
Pero su mente estaba clara, por primera vez en tres días podía pensar.
Tenía que recobrar sus fuerzas y encontrar a Tiana.
Denith estuvo su acuerdo, Rainek nunca había estado tan contento de oír al dragón en su
cabeza.

Hicieron falta otros dos días para que fuera capaz de andar alrededor del cuarto sin
fatigarse. Merena siguió drogándole con el afrodisíaco y con pociones para dormir. El afrodisíaco
no tenía ningún efecto y él era capaz de vomitar la mayor parte de las pociones de sueño.
Al mediodía del tercer día, contempló a Merena con la vaga expresión que había
perfeccionado y se encogió de hombros.
—Lo siento. No sé qué anda mal conmigo.
Ella suspiró y quitó la mano de su entrepierna.
—Está bien. Aquí tienes. —Bruscamente puso otra copa de zumo de reconi en su mano.
Había abandonado toda apariencia de ser dulce y cariñosa. Él lo bebió y trató de parecer
confundido e indefenso. Odiaba ese menjunje, pero había aprendido a contrarrestar los efectos.
Simplemente no se permitía pensar en Tiana mientras Merena estaba cerca. Tan pronto como ella
dejara el cuarto, Denith aullaría y la verga de Rainek se pondría tan dura que pensaba que gritaría
de necesidad por copular con su compañera.
Las pociones eran relativamente fáciles de resistir. Los hechizos eran más difíciles de
combatir. El poder de Merena era fuerte, pero ella se aburría rápidamente. Probablemente porque
había desperdiciado tres días tratando de convencer a su polla a levantarse. Ella hizo bailar sus

99
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

manos sobre su ingle. La presión aumentó. Rainek mantuvo la cara inexpresiva pero ayudó a
Denith en su pugna.
Un suave golpe a la puerta apartó a Merena. Abrió la puerta y escuchó mientras una de las
criadas hablaba en susurros.
Con una inclinación de cabeza, Merena cerró la puerta. Sin hablar, se puso el vestido y se
peinó con los dedos. Entonces se dio vuelta y sonrió.
—Mi madre está aquí.
Rainek sintió que sus ojos se aclaraban durante un momento.
—¿Cómo dices?
—Mi madre, la Reina Leika está aquí y le gustaría conocerte. —Merena se paseó hasta la
cama—. Aún no te conoce pero está deseando realizar la Ceremonia de Unión mientras está aquí.
¿La Ceremonia de Unión? Sobre mí drogado cadáver.
—Doy la bienvenida a la llegada de la reina —dijo en cambio.
Pareció aliviada por su respuesta.
—Bien. ¿Necesitas ayuda para vestirte?
Él vaciló y luego negó despacio con la cabeza. La ilusión que había creado debía ser
mantenida. Aparte de todo lo que había aprendido, sabía que Merena era peligrosa. Tiana le había
advertido que Merena haría cualquier cosa para conseguir sus deseos. Nunca habría supuesto que
alguna mujer pudiera ir tan lejos para casarse con él. Podía haber sido halagüeño si pensara que le
amaba o por lo menos le deseaba. Pero no podía imaginar ninguna razón para su obsesión. No
era el heredero de su padre. Ella no se convertiría en reina de Xicanth.
Merena esbozó una sonrisa y salió. La puerta se cerró de golpe detrás de ella. Rainek
permitió que la tensión fluyera de su cuerpo. No había modo alguno en que pudiera unirse con
aquella mujer, pero si pudiera hablar con la reina, podría solicitar a Tiana.
Y luego podría pedir perdón a Tiana.
Denith tronó su acuerdo. El dragón había permanecido notablemente contenido en los
pasados días, sin obligar a Rainek a perseguir y reclamar a su compañera.
Rodó de la cama y corrió al armario. Su ropa, obviamente traída cuando fue originalmente
secuestrado, había sido colgada con esmero, manteniendo la ilusión de que él vivía con ella.
La ilusión estaba a punto de romperse delante de la Reina Leika.
Su hermano no estaría feliz, Bren confiaba en la diplomacia de Rainek, después de todo,
pero entendería. El deseo de un dragón por su compañera tenía prioridad sobre todo. Por
supuesto, Rainek estaba bastante seguro de que después de rechazar a Merena, la relación de su
familia con el Matriarcado estaría muerta.
Un golpe le devolvió a la realidad. Una mujer joven abrió la puerta y sonrió tímidamente.
Iba vestida con un traje gris claro y su pelo colgaba liso alrededor de su cara. Ella bajó los ojos en
el momento en que él la miró.
—Su Alteza, Su Majestad está lista para recibirle ahora.
Rainek asintió y se recobró, manteniendo tenso control sobre Denith. Siguió a la criada
por los pasillos y fue conducido a una cámara grande que obviamente servía como salón del
trono de la reina. La criada le hizo entrar con una reverencia.
Anduvo hacia el frente del salón. La reina sentada en su trono, inclinada a un lado en
tranquila discusión con Merena. Con aspecto paciente, Rainek esperó a que su presencia fuera
reconocida. Finalmente la Reina Leika y la Princesa Merena se volvieron hacia él.
—Bienvenido, Príncipe Rainek. Envío mis saludos a sus padres.
—Ellos también enviaron sus saludos, aunque no estoy seguro de que hubieran usado tal
cortesía de haber sabido que me encontraría con vos bajo éstas circunstancias. —La
preocupación y el miedo cruzaron a través de la cara de Merena.
La reina Leika simplemente sonrió con serenidad.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

—Sí, mi perversa hija. —Miró indulgentemente a Merena—. Acaba de contarme acerca


de su estadía aquí. Tenemos tradiciones diferentes aquí en el Matriarcado. Estoy segura de que os
acostumbraréis a ellas, con el tiempo.
Dijo lo último con énfasis que Rainek no podía ignorar, pero simplemente meneó la
cabeza lentamente.
—Ahora, dejadme aseguraros que vuestros hombres han sido liberados. Algunos de ellos
han solicitado quedarse aquí y unirse a nosotros. Estoy segura de que más adelante podréis
arreglar con ellos lo necesario para liberarlos de sus deberes con el gobierno de vuestro padre. —
Se puso de pie y avanzó, su elegante porte anunciando su rango incluso sin una corona sobre su
cabeza—. Ahora, hablaremos de los arreglos para vuestros esponsales y vuestra unión con mi
hija, Merena.
El rugido del dragón llenó su cabeza barriendo por un momento todo pensamiento
coherente. Cuando volvió en sí, la Reina Leika todavía hablaba, exponiendo las glorias de
Merena.
—Reyes y príncipes de muchas tierras la han querido, suplicado su mano. Que ella os
haya elegido es un gran honor.
—Lo siento, Su Majestad —dijo él con calma—. No soy capaz de casarme con la
Princesa Merena. Estoy atado a otra.
Leika miró sobre su hombro. Merena se puso de pie y avanzó hasta donde estaba su
madre. El parecido entre las dos era asombroso. La misma fuerza y elegancia, pero ninguna
bondad o suavidad en su porte.
—Sí, oí sobre vuestra aventura con Tiana. No os preocupéis. En nuestro reino tenemos
una visión muy liberal del matrimonio. Una vez que Merena esté embarazada, podréis tener a
quienquiera que deseéis en vuestra cama, recordando siempre que no se permitirá gobernar a
ningún niño nacido bajo esas circunstancias. ¿Ahora, hablaremos de una dote?
—Su Majestad, no entendéis. No me casaré con la Princesa Merena.
El bajo siseo de Merena casi se perdió bajo sus palabras. Acababa de darse cuenta de que
él ya no estaba bajo el poder de sus drogas y conjuros.
Los labios de la reina se apretaron.
—¿La habéis comprometido, verdad? ¿No habéis yacido con ella, no ha tomado ella
vuestro miembro en su boca? Éstos no son actos de un hombre inmune a una mujer.
Él se estremeció interiormente ante sus palabras. Todas aquellas cosas eran verdad,
técnicamente. Merena había intentado chupar su polla y había yacido sobre él, tratando de hundir
la blanda polla dentro de su coño.
—Su Majestad…
No tuvo oportunidad de terminar aquella oración. La puerta por la que había entrado fue
abierta de golpe y dos hombres altos entraron majestuosamente, la furia colgando sobre ellos
como una nube. Las dos mujeres que caminaban detrás de ellos se veían más pequeñas, pero no
menos enojadas.
—¿Cómo se atreven a entrar en el salón del trono? ¿Quiénes son ustedes?
Rainek sonrió.
—Ésta es mi familia.
Sin dar a la reina la posibilidad de contestar, Rainek avanzó a su encuentro. Su padre, Kei
y su hermano Bren se dirigieron a él, ignorando a la reina y concentrándose en Rainek.
—¿Estás lastimado? —preguntó Kei.
—No.
—Lo estabas —dijo Bren.
—Sí, pero estoy curado.
—¿Dónde está la mujer? —Kei giró y exploró con la mirada el salón del trono—. Tengo
entendido que era una rubia con hermosas… —Curvó sus manos delante de su pecho.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Lorran le dio una palmadas en el brazo.


Rainek sonrió abiertamente.
—Sí. Son preciosas. Pero ella no está aquí ahora mismo.
—¿Perdón? —La estridente voz de la Reina Leika interrumpió su conversación—. ¿Qué
pretenden ustedes al ingresar en mis dominios sin mi permiso?
Rainek casi se compadeció de ella cuando Kei y Bren giraron para enfrentarla. Bren
podría ser un diplomático de nacimiento, pero Kei era más dragón que rey en ese momento.
—Mi hijo… —Kei cruzó los brazos sobre el pecho y fulminó con una mirada de arriba a
abajo a la alta y elegante reina—. Ha sufrido cierto daño mientras estaba en sus tierras.
La reina Leika levantó las cejas, pero su voz era agradable cuando habló.
—Ningún daño. Creo que ha disfrutado de la compañía de mi hija. De hecho ha pasado
cinco días en sus habitaciones particulares. Hablábamos justamente de los detalles de la
Ceremonia de Unión cuando ustedes entraron de manera tan oportuna. —La reina frunció los
labios en un mohín y sonrió a Kei como si supiera que él no podría contradecirla.
Lorran obviamente no tenía ningún problema en hacerlo.
—¿Un matrimonio? ¿Entre Rainek y su hija? —preguntó su madre.
—Sí. Seguramente después de pasar tanto tiempo en forma íntima, estará de acuerdo en
que lo adecuado es que ellos se unan.
—Pienso —anunció Lorran con igual arrogancia que la reina—, que nos gustaría
disponer de una cámara donde podamos hablar de esto en familia. Si debe haber una Ceremonia
de Unión, necesitamos prepararnos.
Rainek comenzó a abrir la boca para protestar que no habría ninguna forma en ninguno
de los círculos del Infierno de que él fuera a unirse con Merena. Ninguna paz política merecía
aquella miseria. Pero antes de que las palabras pudieran salir de sus labios, su madre le dirigió una
majestuosa mirada que le hizo tragarse la protesta.
Con esa silenciosa mirada le dijo que no estaba satisfecha con la situación y que trataría
con él en privado.

—Entonces, explícanos qué está pasando, ¡por todos los Oscuros Infiernos! —exclamó
Bren con calma—. Desapareces, no das señales de vida y luego una mujer desnuda aparece en mi
cámara, con tu amuleto apretado entre sus manos, diciendo que has sido herido. ¿Quién era, a
propósito? ¿Y cómo pudo usar tu amuleto? ¿Y qué quiso decir con…?
Rainek levantó la mano, parando el continuo flujo de preguntas de Bren.
—Esa mujer es mi compañera, Tiana. —Entre felicitaciones y abrazos, Rainek no tuvo
posibilidad de seguir.
Bren fue el primero en volver a la conversación.
—¿Entonces quién es la mujer de pelo oscuro que afirma que te casarás con ella? La reina
Leika parece bastante involucrada en el asunto.
Rainek les dio una versión rápida de lo que había pasado desde que había dejado la casa.
No excluyó nada. Su familia comprendió el impulso del dragón hacia el sexo y entendería
completamente su nulo deseo de desempeñarse con otra mujer.
Su hermana Kayla se rió suavemente cuando él describió su predicamento cada vez que
despertaba y descubría la boca de Merena en su polla.
—No es gracioso.
—Sólo pensaba qué extraña es nuestra familia. Cualquier otro hombre estaría en éxtasis.
—Cualquier otro hombre no tiene un dragón furioso dando vueltas dentro de su cabeza.
Su madre colocó una mano consoladora sobre su hombro.
—Sé que es difícil, querido, pero la has encontrado. Ahora sólo tienes que conseguirla.

102
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

—Preferentemente sin causar un incidente importante entre las dos naciones —añadió
Bren.
—¿Aparte de cuatro de ustedes asaltando el salón del trono, quieres decir?
Kei sonrió y Lorran se sonrojó suavemente.
—Ahora, creo que puedo lograr sacarnos a todos de aquí sin necesidad de derribar las
paredes del castillo, cosa que por experiencia sé que puede conseguirse. —Miró a su familia—.
Necesito que todos ustedes mantengan a la reina ocupada mientras tengo unas pocas y escogidas
palabras con la Princesa Merena.

Entrar en la cámara de la princesa no fue ningún problema. Obviamente había dicho a sus
criados que él estaba admitido. La princesa estaba sentada delante del espejo, alisando su pelo ya
perfecto cuando él apareció detrás de ella.
—Sabía que finalmente vendrías a mí.
Él la miró de soslayo.
—¿Por qué habrías de pensar algo así?
—Porque tengo lo que quieres. —El tono satisfecho le hizo querer estrangularla.
—Devuélvemela.
Merena meneó la cabeza.
—No antes de que me folles. Estoy en medio de mi ciclo ahora, probablemente
concebiré. Si no, seguirás cubriéndome hasta que lo haga. Y luego liberaré a Tiana. —Ella soltó lo
que él supuso debería ser una risita ronca, seductora—. Si todavía la quieres para entonces. —Se
levantó despacio, girando para estar frente a él.
Cada movimiento estaba calculado para lucirse de la mejor manera. Su vestido era de
escote bajo, mostraba una gran extensión de sus pechos, apenas cubriendo sus pezones.
Junto con la hermosa imagen ante él, sintió la presión de la magia. Ella intentaba otro
sortilegio sobre él.
Rainek suspiró.
—Conozco tu reputación. Has seducido a reyes y príncipes de las más diversas y lejanas
tierras, has dejado a los hombres suplicando tu mano, pero los has rechazado a todos. Entonces,
¿por qué me quieres a mí?
Ella dejó salir una risita grave que él sabía estaba diseñada para ser seductora.
—Quiero unir tu línea sanguínea con la mía. —Se acercó—. Imagínalo. Mi poder y el
tuyo, combinados juntos. La fuerza de la bruja más poderosa del reino y tu dragón, mezclados.
Nuestro niño gobernará no sólo ésta tierra, sino la tuya y cualquier otra que queramos controlar.
La luz febril de la lujuria llenaba sus ojos. Era de eso de lo que ella tenía hambre: el poder.
El miembro de ningún hombre podría inspirar alguna vez esa clase de reacción en ella.
Él meneó la cabeza.
—Eso no sucederá.
—Entonces nunca verás a tu preciosa Tiana otra vez. —Sus ojos se volvieron granito.
Denith gritó dentro del cerebro de Rainek y el sonido se filtró en el cuarto. Los ojos de
Merena se abrieron un poco mientras ella retrocedía.
Permanece tranquilo, dijo Rainek al dragón. No dejaré que nada le pase a Tiana.
Volviéndose hacia Merena, cruzó sus brazos frente al pecho.
—Soltarás a Tiana, inmediatamente. Valoras tu reputación entre los Siete Reinos. Tu
madre siente orgullo por su hija que seduce y rechaza a reyes y príncipes de cada tierra. ¿Qué diría
el mundo si se enterara de que usaste pociones y hechizos para lograrlo? ¿Que ninguno de tus
amantes eligió follarte? Los obligaste a ello.
—Eso no es verdad.

103
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Sus ojos se abrieron inocentemente, pero Rainek sólo hizo una mueca irónica.
—Sé por experiencia personal que lo es. Y el mundo me creerá. Y mi familia. —Parecía
que Merena iba a abrir la boca para responder pero Rainek la detuvo—. Y por si acaso ésta
amenaza no te convence de soltar a Tiana ilesa, te proporcionaré otra. —Se inclinó hacia
adelante—. ¿Quieres la fuerza del dragón? Sentirás cada parte de ella cuando derribe las paredes
alrededor de ti. Mantener a un dragón alejado de la mujer que quiere es arriesgado para
cualquiera.
Denith se hizo eco del pensamiento, jurando silenciosamente que su venganza sería
indecible si su deliciosa compañera era dañada.
Merena suspiró y se encogió de hombros dramáticamente.
—Muy bien, haré que la traigan al salón del trono.
Denith gritó su placer, pero Rainek no estaba tan seguro. Merena había cedido un poco
demasiado fácil.
Asintió con la cabeza y se dio vuelta, manteniendo sus sentidos alertas detrás de él por si
ella decidiera atacar. Su familia permanecía en el salón del trono y por el aspecto de sus caras y de
la Reina Leika, la conversación no había sido entretenida. Su padre, madre, hermano y hermana
estaban de pie en una esquina del cuarto, de brazos cruzados contemplando a la reina y sus
cortesanos. Las damas de la reina estaban envueltas en finas vestiduras y los hombres sólo
llevaban taparrabos, muchos de ellos con cadenas alrededor de sus cuellos. Las mujeres del
Matriarcado miraban a la familia de Rainek con ojos cautelosos. Y no era sorprendente. Su familia
parecía preparada para la batalla.
Bren aferraba su espada y estaba con las piernas separadas. La luz en sus ojos parpadeaba
de verde a negro, advirtiendo que él permitía que Tynan estuviera presente. Kayla llevaba arreos
de batalla apropiados para un hombre y estaba de pie al lado de su madre. Incluso Lorran, aunque
vestida de forma conservadora, tenía la mirada de un guerrero, lista para luchar para proteger a su
hijo.
Entonces él miró a Kei. Incluso aunque mantuviera su forma humana, Rainek sabía que
Nekane se cernía a momentos de explotar en escena.
Ellos habían sido toda cortesía cuando los había dejado hace poco.
—¿Qué pasó? —preguntó Rainek.
—La guardia de la reina anunció que cualquier hombre traído a la presencia de su
majestad debía ir vestido sólo con una pequeña tira de cuero. Luego la Reina Leika ofreció a
Madre el uso de uno de sus esclavos de placer —explicó Kayla.
—Ah.
—Sí. Las cosas se han puesto un poco tensas. ¿Lograste encontrar a tu compañera?
Asintió.
—La están trayendo aquí.
La tensión que había en su familia se aflojó, incluso la peligrosa luz en los ojos de su
padre se desvaneció hasta un color normal. Bueno, normal para un dragón.
Rainek frotó sus palmas y contempló a su familia.
—Oigan, antes de que Tiana llegue aquí, debería advertirles sobre ella. —Separó sus
manos—. No se parece a nosotros. Ella es…uh, diferente.
—Como una vez indicaste, no somos exactamente una familia normal —dijo Bren.
—Pero ella es diferente de otra manera. Es tranquila. Delicada. —Vaciló—. Frágil
incluso.
Su madre soltó un sonido que era una mezcla de un suspiro y una risa. Una sonrisa
comprensiva iluminó sus ojos.
—No vamos a ser crueles con tu compañera, Rainek.
—Bueno, probablemente ella no es lo que habrías esperado que eligiera. O incluso que
Denith eligiera.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

—Rainek, la amaremos porque tú la amas. —Lorran colocó la mano sobre su brazo.


Todo lo que él pudo haber dicho fue cubierto por el retumbar de la puerta abierta de
golpe. O más exactamente, cuando la puerta se prendió fuego y se quemó hasta las cenizas en una
fracción de segundo.
—Probablemente es ella.
El alivio borró cualquier otra preocupación de su cabeza. Estaba ilesa. Estaba allí. Denith
tembló en éxtasis y Rainek contuvo a la bestia.
Bren se enderezó y puso su mano sobre el mango de su espada, listo para defenderse
contra el ataque.
Tiana avanzó con paso majestuoso por la puerta abierta, caminando sobre las pilas de
rescoldo en llamas. Exploró la habitación rápidamente, haciendo caso omiso de la reina y sus
damas, parando solamente cuando sus ojos atracaron en Rainek.
Un fuego invisible se desencadenó a través de su cuerpo. Rainek sonrío y se dirigió hacia
ella. Dio dos pasos antes de que abriera su palma y las llamas dispararon en una línea al otro lado
de la habitación, apuntado directamente en su cabeza.
—¡Tú bastardo! —Su grito fue seguido por un segundo estallido del fuego. Se agachó y el
tapiz sobre la pared detrás de él estalló en llamas. Se enderezó y alzó sus manos, esperando
calmarla, y probar que estaba desarmado.
—Ahora, Tiana, cariño, hablemos de esto. —Estaba obviamente todavía disgustada por
verlo en la cama de Merena. Le explicaría tan pronto como dejara de tratar de incendiarlo.
—Mi único amor. Mi compañero es un dragón. —Se adelantó y abrió su mano. Los
fuertes ataques verbales compitieron hacia él. Arremetió mientras él se escondía detrás de un
sofá. El tapizado encima de su cabeza empezó a quemarse—. Y entonces te encuentro follar a mi
hermana. Casi lo creí. Te creí.
—Déjame explicártelo…
—No quiero escuchar más de sus mentiras. —Dibujó su brazo hacia atrás.
El tiroteo que había tenido con Denith le había enseñado que debía estar al borde de su
límite, que su poder se moriría pronto, pero sintió que no se debilitaba. Su cólera le dio la fuerza.
Un hondo dolor se reflejó en el centro de su estómago.
Había llorado durante dos días después de verlo encerrado en un abrazo con Merena.
Ahora, cuando los guardianes le habían pasado un traje y liberado de su celda hacía instantes,
diciendo que Merena la declaró libre, sabía la verdad. Merena había conseguido lo que quería, otra
vez. Estaba embarazada del niño de Rainek. No podría haber ninguna otra explicación.
El dolor de Tiana se había convertido en cólera.
Bastardo.
Sus horas dentro de la celda le habían dado el tiempo de practicar su destreza recién
descubierta. Había aprendido a contener el fuego en esferas y lanzarlos.
Rainek gateó de detrás del sofá en llamas. Envió una pelota de la llama en el piso a
centímetros en frente de él y saltó hacia atrás. Apenas notaba a los otros en la habitación, aunque
sabía que la reina Leika y su tribunal estaban presentes. Y algunos otros, incluyendo dos hombres
a quienes no reconocía. No importaba. Su dolor necesitaba soltarse. Enfrentaría las
consecuencias de sus acciones después. Pero acabaría con Rainek antes de que eso ocurriera.
—Ahora, Tiana, si tan sólo tú…
Echó su brazo hacia atrás lista para tirar la mayor cantidad que fuertes ataques en su
dirección, cuando fue atada de repente, incapaz de moverse cuando dos brazos masculinos se
envolvieron alrededor de su pecho, entrelazando sus codos a su cuerpo.
—¿Tu futura esposa es una bruja de fuego? —preguntó a Rainek el inmenso hombre que
sujetaba sus brazos.
El orgullo en los ojos de Rainek la distrajo de su rabia durante un momento.
—Sí —respondió con media sonrisa.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

No parecía sorprendido. Parecía contento. Impresionado.


—Bien —dijo Kayla caminando y agitó su mano para retirar algunos de los rescoldos que
todavía quemaban el sofá—. Es exactamente como la describiste. Silenciosa, delicada, incluso
frágil.
Rainek rechinó los dientes y miró furioso a su hermana menor. El sarcasmo no era
necesario ahora mismo.
La dejó de lado y se dirigió hasta su compañera. Estaba vagamente consciente de las otras
voces que rugían en la habitación, pero hizo caso omiso de ellas.
—¿Ahora, me dejarás explicarte? —Le exigió cuando Tiana todavía estaba inmovilizada
por Bren.
—Juro que me habría podrido en esa cárcel antes que verte acostarte con mi hermana y
embarazarla.
—Pero, no embaracé a nadie. —Inclinó su cabeza al equipo y se corrigió—. Bien,
podría…
Los labios de Tiana se retiraron de sus dientes y gruñó. Echó un vistazo a sus manos
inmovilizadas. Otra pelota de llamas se estaba formando sobre su palma.
—No me quemes con eso —le advirtió Bren—. Todavía tengo necesidad de mi polla,
incluso si acabas con la de él.
Rainek miró furioso a su hermano y se concentró en calmar a Tiana. La tomó por sus
muñecas; debía confortarla y disuadirla de atacar a alguien más.
—Tiana, cariño, no dormí con… Espera, ¿dijiste hermana? ¿Merena es tu hermana?
—¿Qué? ¿Lo hace peor si es mi hermana? —Tiró contra su agarre, pero no la soltó.
Aunque tuvo cuidado de no lastimarla, la mantuvo sujeta—. Te acostaste con ella —dijo. Detrás
de su cólera, escuchó el dolor. Y puede que sí algunas lágrimas—. Juraste que serías fiel. Sabía
que estabas sexualmente obsesionado, pero no pensaba que no podías esperar estar entre las
piernas de alguna mujer algunos días. Un virgen. ¡¡Ah!!
Rainek hizo una mueca. No sólo Tiana estaba realmente enfadada, pero Kayla nunca lo
dejaría olvidar esa conversación pública sobre su vida sexual. Pero Tiana había empezado allí la
conversación. Tenía que terminarla.
—Tiana, no lo hice, no he podido acostarme con ninguna mujer más que contigo. Tú eres
la compañera de Denith.
—Lo vi.
—No, tú… —Paró, recordando su conversación con Merena. Había jurado guardar
confidencialidad de sus prácticas si liberaba a Tiana, qué había hecho. Guardaría su trato—.
Cariño, tienes que creerme. No lo haría, incluso si podía. Nunca te traicionaría de ese modo.
Vio la cólera desaparecer de su cuerpo y relajándose un poco en los brazos de Bren.
La condena en su cara vaciló y Rainek sintió su miedo. Le estaba escuchando, pero eso no
impidió que levantara tercamente su barbilla y los ojos normalmente tranquilos lanzaran llamas en
su dirección.
—Merena dijo que te liberaría cuando tú la hayas dejado embarazada.
Rainek se inclinó hacia ella, así podía ver mejor en sus ojos.
—Esa era su demanda, pero la convencí por otra. —Él tiro de ella hacia adelante,
inclinando la cabeza hacia Bren para que soltarla—. Incluso si quería dormir con Merena… —El
fuego estalló detrás como latigazos. Agitó su cabeza rápidamente para añadir la fuerza a sus
palabras—. Lo cual no lo hice. En absoluto. Pero incluso si lo quisiera, no podría. Denith y yo te
queremos solamente a ti
Lo consideró por mucho tiempo entonces se inclinó hacia adelante.
—¿Eso es verdad, Denith? —preguntó, mirando en lo profundo de sus ojos.
Rainek sintió la presencia del dragón cubriendo la suya como una telaraña de seda fina.
Podía mirar, pero no tenía ningún control.

106
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

Te quiero solamente a ti.


El velo se aclaró muchos segundos después y Rainek estaba al cargo. Lorran puso su
mano sobre la muñeca de Tiana.
—Confía en él, mi querida. Biológicamente, tienes el marido más fiel de por aquí.
Tiana echó un vistazo a Lorran luego a Rainek.
—Tiana, ésta es mi madre, Lorran.
Tiana jadeó.
—¿Te ataqué en frente de tu madre?
Se río entre dientes y envolvió su brazo alrededor de su cintura, atrayéndola contra su
cuerpo. Denith tembló de placer ante su olor tibio y seductor. Rainek trató de hacer caso omiso
del endurecimiento de su polla.
—No te preocupes. Te querrá de todos modos. —Asintió con la cabeza hacia Bren—.
Has conocido a Bren. Él impidió que incendiaras la habitación O el resto de ella, de todos
modos. Ésa es mi hermana, Kayla y… —La llevó hacia adelante—. Papá, ésta es Tiana, mi futura
esposa y la compañera de Denith.
—Encantado de conocerla jovencita y bienvenida a nuestra familia.
Está embarazada.
Tiana escuchó las palabras dentro de su cabeza, donde acostumbraba a escuchar a Denith,
pero no era Denith. Era una nueva voz. Echó un vistazo a los dos otros hombres. ¿Sería posible
que también fueran dragones?
Lo sé, respondió Denith orgullosamente.
Con todas las voces en su cabeza, tardó un momento en ajustarse al lo que el primer
dragón había dicho.
—Estoy ¿qué? —Miró a Rainek.
Sus ojos eran negros cuando la miró fijamente, como si el sol estuviera saliendo dentro de
él, la oscuridad desapareció y el brillo de color ámbar regresó.
—Estás llevando a mi niño —dijo sin hacer ruido.
El anuncio silencioso resonó por la cámara.
Tenían solamente un momento antes de que un chillido hiciera añicos el silencio
pasmado.
—¿Estás embarazada y eres una bruja de fuego? —Merena salió violentamente del
estrado y avanzó con paso majestuoso hacia ellos. Rainek mantuvo a Tiana cerca. No quería
lastimar a una mujer, pero nadie dañaría a Tiana otra vez—. Pero siempre has sido impotente. Es
por eso qué estabas escondida en aquella pila abandonada de rocas. ¿Cómo es que de repente eres
la bruja más poderosa en la región?
Tiana empujó sus hombros y sonrío a su hermana.
—El poder viene de la pasión.
La cara de Merena se enrojeció. Se dio vuelta y miró hacia la reina.
—Sedujo mi escolta y ahora lleva la semilla que es por derecho la mía.
—Recuerda lo qué dije, Princesa —dijo Rainek en una voz silenciosa que solamente
Tiana podía oír.
Merena abrió su boca, luego la cerró. La cólera todavía iluminaba sus ojos, pero
retrocedió. Tiana no quitó los ojos de su hermana, pero echó una mirada rápida hacia Rainek. Iba
a tener que preguntarle de qué había hablado con Merena. ¿Qué causaría que ella claudicara tan
fácilmente?
La reina Leika avanzó. Inspeccionó a Tiana con ojo crítico. Había sido desterrada al
Torreón debido a que era demasiado vergonzoso para la reina tener una hija sin poderes y había
hecho caso omiso de ella. Ahora, había un centelleo avaro en sus ojos cuando miró a su hija.
—¿Por cuánto tiempo has tenido tus poderes? —preguntó.
—Algunos días.

107
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

—Y ya eres muy fuerte. —Tarareó sin hacer ruido—. Este es un desarrollo estupendo.
—No comprendo. Las brujas de fuego son temidas y odiadas.
—¿Odiadas? No creo, pero temidas, sí. —Los ojos de la reina Leika se agrandaron—. ¡Es
un rasgo estupendo para que lo posea una reina! —Miró a Rainek—. ¿Piensas casarte con el
príncipe?
La realidad de su poder volvió a Tiana y agitó su cabeza.
—No, Vuestra Majestad.
—¿Qué?
Rainek se movió en frente de ella, bloqueándola de la mirada intensa de la reina.
—Por supuesto que vas a casarse conmigo.
—Rainek, no puedo —dijo, encontrando su voz.
—Pero me quieres. —Hizo una pausa y vio un momento de vulnerabilidad—. ¿O no?
—Sí, pero…
—Y toleras a Denith lo suficientemente bien.
—Adoro Denith, pero…
El contento estruendo del dragón agitó las ventanas.
—Entonces no hay razón para no casarte conmigo.
—Soy una bruja de fuego. ¿No te das cuenta de lo qué eso representa? —Obviamente
no—. Ahora que he encontrado mis poderes… —Hizo una mueca cuando echó un vistazo
alrededor de la habitación, marcas de quemaduras decoraban las paredes de piedra—. Mis manos
parecen siempre como fuego. Quemo lo que toco. Soy un peligro para todos. Incluso para ti. No
podía aceptar la idea de lastimarte. —Jadeó—. ¡Nuestro niño! Lastimaré a nuestro niño.
Rainek agitó su cabeza.
—Dame tus manos. —Sujetó las suyas, con las palmas hacia arriba.
Se alejó, cruzando sus muñecas a sus espaldas. El grande cuerpo de su hermano bloqueó
su escape. A decir verdad, su familia parecía constituir un círculo alrededor de ellos. Era extraño.
Repentinamente rodeada por tres hombres altos y musculosos. Tiana no se sentía nerviosa. No la
lastimarían. A menos que lastimara a Rainek.
—¡Ven ya!, cariño, confía en mí —la animo él.
Sus dedos temblaron y juró silenciosamente que apartara las manos a la primera señal del
dolor, se estiró para encontrarlo, el calor de sus palmas ardía sin control. Miró sus ojos, y movió
poco a poco sus dedos hacia los suyos. Las puntas de sus dedos se tocaban.
No gritó. A decir verdad, ni siquiera se estremeció. Frotó su mano hacia adelante,
sintiendo su palma deslizarse bajo la suya. El fuego se desencadenó en su piel, pero no parecía
sentirlo. Levantó sus manos libres y miró fijamente las suyas. Ninguna rojez, o carne chamuscada.
—¿Cómo…?
—Soy un dragón. Somos criaturas del fuego. —Regresó sus manos a las suyas y sonrío—.
Todo lo que siento es tibieza y pasión. Y amor.
Tiana asintió con la cabeza, su corazón se conmovió.
—Y por supuesto, debes casarte con él, mi hija. Llevas a su hijo. —Nadie podía
confundir el regocijo en la voz de reina Leika. Cuando cada ojo en la habitación giró hacia ella,
sonrío. Tiana podía ver el placer en sus ojos. Parecía lista por aplaudir con sus manos como un
niño pequeño al que le daban un regalo—. Celebraremos la Unión ahora, pero cuando el niño
nazca, tendremos un evento inmenso con todas las naciones invitadas. —La reina se ofreció y
extendió la mano a Tiana, teniendo cuidado al poner sus manos sobre los hombros de Tiana—.
El poder de una bruja de fuego y la fuerza de la sangre de dragón. ¿Puedes imaginar qué fuertes
serán tus hijas?
Un grito desde el trono llamó la atención de todos y se volvieron justo a tiempo para ver
a Merena desplomarse sobre el piso.
—No es justo. Se supone que debía ser mi hijo.

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Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

La reina Leika dio vueltas sus ojos y agitó su cabeza.


—Me disculpo por mi hija más joven. Siempre ha sido un poco mimada. Ahora, si me
disculpan, pediré vino y comida y planearemos la Ceremonia de Unión para mañana.
Cuando la reina Leika se alejó, Tiana se encontró rodeado otra vez por la familia de
Rainek. Esa vez su madre y hermana se reunieron con ellos.
—Bienvenida a nuestra familia —anunció Lorran.
Con una sonrisa leve, dijo:
—Tendrás que aprender a controlar tu humor porque no quiero mis tapices quemados,
hechos cenizas. —Tiana se ruborizó, pero asintió con la cabeza—. No te preocupes, querida.
Estoy segura que tan pronto como te darás cuenta de que Rainek te pertenece sólo a ti, no habrá
causa para berrinches como éste.
—No, Vuestra Majestad.
—Por favor, llámeme Lorran. Estoy tan emocionada de conocerte por fin. —Enganchó
su brazo alrededor del codo de Tiana y empezó a caminar con ella.
Rainek miró por un momento, antes de que se diera cuenta de que su madre estaba
esperando tener una conversación larga con su novia. Denith se quejó en su cabeza.
—Uh, mamá, tengo que robarte Tiana un momentito. —Denith gruñó otra vez—. Un
rato bastante largo, en realidad.
Lorran parpadeó, sus ojos ondeando inocentemente cuando miró su hijo.
—¿Por qué?
—Uh, han pasado cinco días ya que Denith y yo tenemos… estuvimos cerca de Tiana. —
Caminó hacia adelante y llevó la mano de Tiana en la suya, tirándola de su madre—. Realmente
tenemos que pasar un poco de tiempo a solas.
Kei envolvió sus brazos alrededor de la cintura de su esposa y la tiró contra él.
—Continúa, hijo. Tu madre comprende.
Lorran se río y puso su cabeza sobre el pecho de Kei.
—Después de treinta y dos años con un dragón, supongo que sí.
—Gracias. —Rainek agitó la mano a sus padres luego la agarró y salió corriendo de la
habitación.
—Quizás también podemos encontrar nuestra cámara, mi amor —murmuró Kei, no tan
silenciosamente, en la oreja de su esposa.
Con una risa, tomó su mano y lo siguió.
Kayla suspiró cuando observó a sus padres partir, miró a su hermano:
—Parece que nos dejaron —dijo ella. Pasarían horas, si no era hasta el otro día, antes de
que vieran a sus padres o su hermano otra vez—. ¿A menos que tu vayas a buscar a tu
compañera entre las mujeres brujas? —preguntó.
Sus ojos se llenaron.
—No. No tengo ninguna intención de aceptar que el dragón elija una compañera.
Kayla sabía los sentimientos de Bren sobre el tema y se dejó caer.
—¿Quieres jugar al ajedrez?
—Me parece bien. —Juntos doblaron y caminaron hacia la puerta.
—Rainek parecía feliz sin embargo —guardaba un deje de tristeza en su voz.

—Pareces feliz —dijo Tiana, reconociendo la misma emoción en ella.


Rainek le había explicado sobre Merena y sus pociones y embrujos. Ella podía creer eso.
Tenía sentido, si Tiana no hubiera estado viendo al mundo a través de un corazón roto, ella lo
habría reconocido como uno de los complots de Merena.
Tiana apartó las hebras largas de su pelo fuera de la cara de Rainek y lo miró.

109
Tielle St. Clare – El Fuego del Dragón

—¿Por qué no debo ser feliz? —preguntó con una sonrisa apacible—. Te tengo. Denith
está contento. Vamos a tener un hijo.
Él cambió de posición, conduciendo su polla una fracción dentro en ella. Ella suspiró por
la deliciosa necesidad que se movía a través de su coño.
—¿Y mencioné… que te tengo?
Tiana sonrío a pesar de su broma, tratando de esconder su duda.
—¿Qué pasa? —preguntó él, sin dejarse engañar por su intento.
—Es sólo éste poder mío. —Puso sus manos sobre su espalda pero ligeramente,
tranquilizándose que no lo dañaría—. Se incrementa con la pasión. —Sentía que sus mejillas se
encendían—. Si me quedó contigo voy a incendiar todo. El mobiliario. Mis ropas. ¿Y nuestro
niño?
Como si no pudiera resistir un poco de movimiento, atrajo sus caderas y luego empujó,
otra vez entrando dentro de ella.
—Nuestro hijo será parte de cada uno de nosotros. Dudo que el fuego pueda lastimarlo.
—Sonrió abiertamente—. Realmente, probablemente sería una niña ¿no lo crees?
Tiana se rió del recordatorio que su gente daba a luz principalmente a niñas.
—Y en cuanto a la casa, conseguiremos mobiliario metálico, y te ayudaré a vestirte. Y
desnudarte. —Su cara se puso seria. La honestidad en sus ojos la golpeó otra vez. Cuando la
miró, sabía que él hablaba desde las profundidades de su alma—. Lo haremos funcionar porque
no puedo estar sin ti. Te amo.
Las lágrimas se asomaron a los bordes de sus ojos y comenzaron a rodar por las mejillas.
Como si la vista de sus lágrimas lo asustara, Rainek vaciló.
—Ah, amorcito, por favor no llores. Por favor no lo hagas. —Besó las lágrimas y luego
arrastró su boca hacia su cuello, pellizcando su piel para distraerla. Funcionó. Cuando ella se
retorció bajo él, comenzó a empujar despacio, deslizando su polla en ella y sin esforzándose por
llegar al punto culminante, moviéndose simplemente dentro de ella. Ella acarició su espalda, a
través de su pecho, amando la sensación de su piel bajo sus manos. Finalmente podría tocarlo,
tocarlo como deseaba.
Se amaron lentamente y durante mucho tiempo, dejando que la necesidad se construyera
entre ellos hasta que ya no pudo ser contenida entre sus dos cuerpos y explotó.
Ella suspiró con placer, sintiendo a Rainek correrse dentro de ella y luego aceptando su
pesado cuerpo cuando se derrumbó.
Él se quedó en aquella posición, acariciándole el cuello con la nariz, hasta que Tiana notó
que se había dormido.
Envolvió sus manos alrededor de su espalda y le sostuvo contra ella.
—Eres mío —susurró.

Fin

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