Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
BP1 - en
BP1 - en
Walkiria
Eglan Walkiria
Dayi Cullen
ó
Bibliotecaria70 Jhovi
Walkiria
ñ
PrisAlvs
Índice
í
í
Sinopsis
Sasha tiene una regla cuando se trata de citas, nunca salir con un
músico. Ella sabe cómo pueden terminar las cosas, por lo que no permite
empezarlas. Cuando su buen intencionada mejor amiga le arma una cita,
ella pone el freno antes incluso de ponerse en marcha.
Jesse tiene una regla sobre salir a demasiadas citas, nunca dejar
escapar una buena. Y se da cuenta de inmediato que con Sasha, vale la
pena, la persecución, sin importar cuál sea su distorsionado estereotipo
sobre los músicos.
Sasha sabe que debería darle una oportunidad, ¿pero es que vale la
pena? En el pasado le ha salido todo muy mal. Él la abandonara cada vez
que tenga una gira, y no hay nada que pueda hacer al respecto. Pero a
medida que él continúa con ella, empieza a cuestionar su regla y se da
cuenta de que está empezando a dejarlo entrar, sin importar si está lista.
Capítulo 1
Traducido por Walkiria
Corregido por Bibliotecaria70
2Snob: se denomina así a una persona que imita con afectación las maneras, opiniones, etc. de
aquellos a quienes considera distinguidos o de clase social alta para aparentar ser igual que
ellos.
―Solo te necesitaba para que me sacaras de allí. Puedo hacer el resto
del camino sola.
―No. ―Elevo el mentón hacia adelante―. Mi código moral insiste en
que acompañe a todas las doncellas en peligro por todo el camino hasta
sus puertas.
UF. Alerta de adulador. Suspiré y comencé a caminar otra vez.
―Lo que sea.
―Tenemos clases en común, ¿verdad?
―Sr. Wracks.
Jesse se apoyó en mi hombro.
―Sí. Siempre te sientas en la parte delantera. ¿Eres una nerd?
―Llegué tarde el primer día y era el único asiento disponible. Ahora
es solo por costumbre.
Caminamos en silencio después de unas manzanas.
―Así que ese tipo que te estaba besando. ¿Sois algo?
―¡No! ―lo dije con brusquedad, y luego me recuperé―. Solo somos
amigos.
―Amigos con…
―Ni siquiera lo digas. No, no hay beneficios por ser mi amigo.
―Qué bueno, porque quería invitarte a salir.
Me detuve bruscamente y gire para enfrentarme a él.
―¿Estás loco?
Sus cejas se levantaron en un arco perfecto.
―No lo creo. Me gustas y quiero pasar más tiempo contigo.
Crucé mis brazos y mis ojos se entrecerraron.
―¿Pero te habrías conformado siendo amigos con beneficios?
Levanto sus manos, con las palmas hacia fuera.
―No. Dios no, solo no quería que estés con ese tipo.
¿Demasiado celoso?
―No salgo con músicos.
Jesse empezó a caminar.
―Sí, yo tampoco. ¿Así que mañana por la noche?
―No. ―Solté y seguí― ¿No escuchas? No salgo con músicos.
―Soy solo un chico en tu clase de literatura.
―Y un músico.
―Estoy seguro de que tienes un pasatiempo que no me gustará. Así
que estamos iguales.
―UF. ―Levante mis manos―. Ni siquiera estás escuchando.
―¿Ves? Eres muy gruñona, eso anula totalmente lo de mi banda.
Mis ojos se ampliaron.
―¿Ya me estás colocando sobrenombres?
―Eres gruñona, simplemente dije eso. ¿Te parece bien el domingo?
Podemos almorzar juntos.
―Nosotros no vamos a salir.
―O desayunar, mañana por la mañana. A las siete. No es una cita.
Me frene al final de la vereda.
―No vas a detenerte, ¿verdad?
Jesse me mostro todos sus dientes con esa irritante sonrisa. Indico
con su pie derecho en la acera.
―Nos vemos aquí.
―Gracias por acompañarme.
―Fue un placer. ―Se volvió y caminó de regreso por la acera.
Lo observé hasta que giró en la esquina, luego sacudí mi cabeza y me
fui adentro.
Capítulo 2
Traducido por Walkiria
Corregido por Bibliotecaria70
3 KOA: Son campamentos con lugares cómodos para armar una tienda o estacionar una
caravana o tráiler.
―Una vez ―Jesse apoyo sus manos sobre la mesa y se rió―,
estábamos nadando en aguas termales naturales y mi hermano mayor,
Stu, encontró un enorme filamento de este material de algas laminarias.
Es un bromista completo y vive para molestar a Miranda. Mi madre
apenas la había convencido de que se metiera en la piscina, diciéndole
que eso no arruinaría su nuevo traje rosado. Estaba nadando y Stu
apareció detrás de ella, con las algas y ella creyó que era un monstruo que
la estaba atacando. ―Se rió bastante fuerte lo que llamó la atención de las
mesas cercanas―. Ella gritó y nadó por su vida, le dio una patada a Stu en
la cara y le rompió la nariz.
Mis manos volaron a mi boca.
―¡Oh no!
Se inclinó de nuevo, apenas era capaz de hablar, se reía tanto con el
recuerdo.
―Fue impagable. No habló con él por el resto del viaje.
―¿Tus padres se enojaron?
―No. Solo trataron de no reírse porque Miranda estaba tan molesta,
estaba histérica. Creo que fue uno de mis viajes favoritos.
―¿Por el monstruo del mar?
Se rió entre dientes, no podía dejar de pensar en ello.
―Ese pequeño balneario estaba rodeado por montañas. Parecía
como si un gigante literalmente había tallado un bolsillo por el lado de la
montaña. Fuimos en pleno verano, así que los campos estaban repletos de
flores silvestres. Nunca había visto nada igual. ―Había un tono nostálgico,
y genuino bajo la risa―. Escribí mi primera canción allí.
Podía oír la expectativa en su voz. Quería preguntarle acerca de la
canción, o podía ruborizarlo y retarlo para que la cante. Pero era un
territorio muy conocido. Y no era un lugar en el que quisiera entrar otra
vez.
―Suena hermoso.
―Mucho. ―Sus ojos me envolvieron―. Me gustaría volver.
Tragué y me obligué a no sentirme incomoda por su presencia.
La camarera llegó y dejó tres platos delante de mí y una pila colmada
de panqueques frente a Jesse. Sonrió y agarró a su tenedor.
―A comer.
Llené todas los waffles con una precisión metódica. Miré a Jesse y le
reté a comentar. Mantuvo la cara pasiva y tomó la botella de jarabe,
lanzando una espiral en la parte superior de sus Waffles y luego por los
lados.
Pele una salchicha, la sumergí en el jarabe y sople un poco porque
estaba caliente. Los sabores inundaron mi boca y me lamí mis labios. Jesse
dividía una torre de Waffles y un silencio agradable descendió en el
espacio mientras comíamos. Entre bocados, puso sus cubiertos sobre la
mesa y se limpió la boca con una servilleta.
No era tan horrible comer frente a un tipo con modales.
Verdaderamente, no había mucho de Jesse que fuera horrible. Le
eché un vistazo por debajo de mis pestañas. No se podía negar su buena
apariencia, pero sabía que había un montón de chicos guapos que no eran
divertidos ni entretenidos. Jesse no tenía la típica vida de la mayoría de
los chicos malos que se revelan en contra de su familia, él parecía llevarse
genuinamente bien con sus hermanos y padres. Lástima lo de la música,
pero tal vez podríamos ser amigos.
Mi corazón se retorció. Necesitaba encontrar a Axel hoy y arreglar las
cosas con ese amigo antes de preocuparme por hacer una nueva amistad.
Corté los waffles con jarabe agrupados en mi plato. Y los lleve
apresuradamente hacia mi boca antes de que gotearan. Mientras
masticaba, mi teléfono sonó. Limpie mis manos y leí el texto.
¿Trey es un idiota? ¿Dónde estás? Apareció en la pantalla el mensaje
de Kerri.
―¿Todo bien? ―preguntó Jesse.
―Kerri y Trey deben haber peleado esta mañana. ―Miré alrededor en
busca de la camarera―. Tengo que irme.
Jesse le hizo señas a la camarera.
―No tienes que irte ―dije cuando empujé mi plato lejos―, en serio.
―Está bien.
No, realmente. No necesitaba compañía mientras trataba de
averiguar lo que había hecho Trey ahora. Esto era un evento semanal más
para los dos. Lo que Kerri necesitaba era un poco de atención y Trey
aparecería en un par de horas con flores y disculpas.
La camarera trajo nuestro recibo y Jesse pidió cajas. Ella se alejó
apresuradamente y yo deslicé mi mano dentro de mi sostén para sacar el
dinero que guardaba allí cuando salía a correr.
Los ojos de Jesse se ampliaron.
―¿Qué?
Aclaró su garganta y luchó con una sonrisa.
―Nada.
La camarera nos guardó nuestra comida y le añadí otro poco de
jarabe antes de cerrar la tapa. La sonrisa de Jesse se amplió.
―¿Has pensado en unirte a un grupo de apoyo para los adictos al
jarabe?
Sonreí a pesar de sus burlas.
―Tengo un problema. Lo admito libremente. Por eso corro.
Levantó en sus manos.
―Hey, es tu adicción.
En la caja trató de pagar, pero le empujé a un lado y le entregue mi
dinero al cajero.
―Separa los gastos, por favor. ―Le eché un vistazo sobre mi
hombro―. No es una cita.
Le guiñé un ojo y me di la vuelta. Iba a tener que hablar con él, si
íbamos a ser amigos.
Jesse pagó y mantuvo la puerta abierta. Había un lugar vacío entre
dos autos para cruzar el estacionamiento.
―Comienzas a caerme mejor. ¿Podemos ser…? ―Un trozo de la acera
se desmorono debajo de mí cuando pise. El tobillo se dobló. El asfalto
había destrozado mi piel y mi tobillo palpitaba. Cuando caí, se abrió la
tapa de mi caja para llevar. Los waffles y el jarabe cubrían la mitad
inferior de mi pierna y toda la acera de debajo. Gruñí y agarré mi tobillo.
El dolor comenzaba a expandirse.
Jesse se agacho junto a mí, con una mano en mi hombro.
―¿Estás bien?
Me acomode contra la llanta de un Prius rojo.
―No. No realmente. ―No podía relajar mis dedos. Me sujetaba
firmemente alrededor del tobillo, casi blanqueando la piel que estaba
debajo.
―Déjame ver. ―Jesse cubrió mis dedos.
Gemí, y eche hacia atrás la cabeza, apretando fuertemente los ojos.
―Está bien.
―No está bien. ―Me dijo mientras me quitaba las manos del tobillo.
Los filamentos de jarabe se aferraron en mis manos. Miré de reojo.
Apretando mis ojos aun más.
―¿Qué significa eso?
―Necesitas un médico.
Entrecerré un ojo y abrí el otro. Mientras que había estado allí, mi
tobillo había crecido hasta el doble del tamaño. No podía ver ni siquiera
mi hueso del tobillo. Pero podía sentirlo. Grité y retorcí mi pierna. Jesse
me había apretado suavemente. No me di cuenta de que habían sido mis
manos.
―¿Quieres que llame a una ambulancia?
Hice una mueca.
―No. Dios, no. Ayúdame a ir a mi casa.
Se arrodilló junto a mí y limpio los waffles que habían caído sobre
mis zapatillas.
―Creo que el desayuno está acabado. ―El jarabe goteaba por mis
zapatillas―. Prometo que no doy de mala suerte.
Me obligué a levantarme, aprovechando para apoyar mi hombro
contra el parachoques del auto. Jesse me sostuvo hasta que estuve parada.
De todas las personas para pedir ayuda, tenía que ser él. Debíamos girar
por el estacionamiento y me agarró la mano. Deslizó un brazo alrededor
de mi cintura.
―Te tengo.
El suelo estaba plano, pero cedí contra su pecho.
―Estoy bien, solo dame un segundo.
Jesse no soltó su agarre. Cambié mi peso y toqué con el pie en el
suelo. Grité de dolor por mi pierna entera, tambalee entre los autos. Mi
estómago se sacudió.
―Eso no es bueno. ―Jesse se inclinó hacia adelante, deslizó una mano
detrás de mis rodillas y me llevó en sus brazos.
Todo giraba y me apreté contra sus hombros. Me miró y esperó.
―Estás verde.
―Estoy bien. ―Mi cabeza cayó sobre su hombro. Unos fuertes brazos
se apretaron por alrededor de mi espalda.
―Vamos a casa. ―Jesse cambió mi peso. Otra ola de náuseas me
obligó a cerrar los ojos. Entrelacé mis manos detrás de su cuello y me
concentré en cada uno de sus pasos, los movimientos de mi tobillo no se
sentían.
Ya en el otro lado de la calle, su respiración era más pesada y más
rápida.
―Probablemente soy pesada.
Su mirada vagó sobre mí y sonrió.
―Ligera como una pluma.
Me retorcí y me acunó más cerca. Olía a menta con un toque de
tocino y jarabe de arce. Estudié mis rodillas. Debajo de ellas, mi piel
escocía por donde me sostenían sus brazos.
Un perro se lanzó detrás de un arbusto, ladrando y gruñendo. Jesse
se apartó, golpeando mi pie contra un buzón de correo. El dolor eclipsó mi
visión y me robó el aliento. Quería gritar pero me apreté al cuello de Jesse
y enterré mi cara en su hombro en su lugar.
―Lo siento. Lo siento. ―Apretó su mejilla contra la mía. Él estaba
temblando, o era yo. Me abrazó más fuerte y duplicó su velocidad―. Ya
casi llegamos. Aguanta.
Así es. Mis brazos me dolían de agarrarle tan fuerte el cuello. Si un
pequeño toque como el buzón de correo era suficiente para hacerme
tanto daño, era imposible que esto fuera algo que se curara rápidamente.
Jesse desaceleró y miré hacia arriba. Por fin habíamos llegado a mi
casa. Kerri corría por las escaleras, con los brazos abiertos. ¿Quién sabe
cuánto tiempo había estado afuera esperando a que llegue a casa?
―¡Espera! ―gritó Jesse―. Creo que su tobillo está roto.
Las manos de Kerri volaron hacia su boca.
―Oh, Sash. ―Dio un paso al costado para que Jesse pueda llevarme
adentro.
―Espera un momento, ¿estuvisteis juntos? ―Kerri miraba a Jesse
mientras me apoyaba sobre el sofá.
―La conocí mientras corría.
Kerri se arrodilló al lado del sofá y me acaricio la frente.
―¿Necesitas que te lleve al hospital?
Jesse murmuro.
―Sí. Inmediatamente. La llevaría pero no tengo un auto.
Miré hacia arriba soñolienta.
―¿No tienes un auto?
Él miró a la distancia.
―No.
―Puedo llevarla. ―Kerri corrió al mostrador y recogió las llaves―.
¿Pero la puedes meter en él?
―Advil4 ―le espete.
Kerri camino con las llaves de un lado a otro.
―Sash, creo que tienes que llamar a tu madre.
―De ninguna manera. ―Me erguí desde mi posición en el sofá―.
Absolutamente no.
―¿Estás segura? Es decir si tienes que ir al hospital, vamos a
necesitar un seguro. Van a hacerte todo tipo de preguntas.
―Te dije que no, Kerri.
Jesse salió mientras discutíamos. Una llama dorada brilló en la
mañana gris, luego encendió la punta de su cigarrillo. Lo mire a él a través
de la pared y luego volví a Kerri.
―Por favor no se lo digas, Ker.
―Bien. ¿Jesse, la llevarías? ―Pisoteo el cigarrillo, exhalo una enorme
nube de humo que flotó por encima de su cabeza y entró a la casa.
―Sí. ―Me levantó del sofá, con sus dedos suaves bajo mis piernas. El
humo del cigarrillo se había aferrado a su piel y ropa. Arrugue la nariz.
Olía horrible.
Siguió a Kerri afuera y me colocó en el asiento, suavemente me
levantó ambos pies sobre el asiento y me abrochó el cinturón de
seguridad alrededor de las caderas.
―Gracias. Supongo que te veré más tarde ―le dije.
Cerró la puerta y corrió alrededor de la parte delantera del auto,
deslizándose en el asiento del pasajero. Kerri ajustó el espejo y me sonrió.
Me reí.
―Eso es tan Trey.
―Lo sé, ¿no? ―dijo con una mirada melancólica en sus ojos.
―¿Qué pasa con las chicas? ¿Cuál es el atractivo de un tipo que las
trata como basura? ―preguntó Jesse.
Kerri suspiro.
―No siempre me trata como una mierda.
―Está bien, si alguna vez te trata como basura, quién te dice que no
lo hará una vez más. Te mereces respeto, no humillación.
Parpadee. ¿Quién era él para dar consejos sobre relaciones? El Sr.
Fumador-Bebedor-Bragas-en-el-asenso-a-estrella-de-rock. Por favor.
Sabía muy bien cómo era esta vida.
Él se inclinó hacia adelante y apoyo el otro brazo en la cama.
―No, soy serio. No entiendo lo que las atrae. Sé mejor que nadie qué
las chicas van a por los hombres que pretenden ser un chico malo.
Yo me burle.
―¿Finges? ¿Así que esto es un acto de rockstar y chico malo?
Él cambió su mirada a la mía y la sostuvo.
―No lo sé. He estado haciendo esto por mucho tiempo, no estoy
seguro ya. ―Cerró la boca―. Hablábamos de Kerri. ―Alejo la vista―. Kerri,
no te conozco muy bien, pero pareces ser una buena chica. Si Trey no te
trata como se debe, necesitas deshacerte de su trasero.
Las lágrimas inundaron sus ojos y parecía ausente. No podía dejar de
mirar a Jesse. ¿Quién era?
―Tu inmortalizas totalmente esa actitud ―le dije, volviendo a hablar
de su vida en lugar de la de Kerri.
Se recostó en su silla y cruzó los brazos sobre su pecho.
―¿Cómo lo sabes?
―Oh Dios mío. ¿Hablas en serio? Hola. ¿Cuántas chicas diferentes
conoces por noche? Toda tu banda está completamente rodeada de
groupies todo el tiempo. ―Mi tobillo palpitaba y la habitación se inclinaba.
Suspiré e incliné mi cabeza hacia atrás. Odio a los músicos. Los odio.
―Sasha, eso no fue muy agradable ―dijo Kerri, arrastrando su silla
más cerca a la cama en caso de que debiera intervenir.
―Está bien, no puedes decirme que no te defienda.
―No voy a detenerte pero no hay por qué ser grosera. Ha sido muy
útil.
Jesse nos miró sin hacer comentarios.
Una enfermera empujó a través de las cortinas.
―Está bien, vamos a chequear algunos signos vitales. ―Dejó una
docena de paquetes de plásticos en la bandeja al final de mi cama―.
Primero la presión arterial. ―Sacó un tensiómetro. Jesse le facilitó su silla
y se colocó en los pies de la cama, colocando sus dedos calientes
alrededor de mi rodilla. Me hacía cosquillas, pero no podía moverme muy
lejos, sin pasar a llevar mi tobillo roto. Aunque ahora mismo, no me
importaría romperle la barbilla.
La enfermera sacó un monitor de oxígeno y envolvió los lados
pegajosos alrededor de mi dedo. Comprobó el monitor, tomó mi
temperatura y apretó mi hombro.
―¿Qué estabas haciendo, cariño?
―Se cayó en la acera ―dijo Jesse.
Amplié mis ojos y le dirigí una mirada como diciéndole ¿Qué haces?
―Es bonito que tus amigos te vinieran a acompañar ―dijo la
enfermera, mientras introducía datos en el ordenador―. Ese tobillo tiene
mala pinta. ¿Crees que se ha roto?
Miré a mi tobillo hinchado, gigante.
―No estoy segura. Nunca me he roto un hueso antes.
―¿En serio? ―Alcance a ver la mano de Jesse haciéndome círculos
sobre la piel en la parte posterior de la rodilla. Todavía no habíamos
tenido la conversación de 'solo amigos'. Necesitaba darme prisa. Al
parecer, sostenerme en sus brazos tres veces seguidas fue suficiente para
que piense que tocarme estaba bien.
―El doctor vendrá enseguida, cariño. ―La enfermera se apresuró a
salir y lancé un suspiro.
No recordaba dónde había quedado con estos dos. Jesse no parecía
tener ninguna prisa para iniciar la conversación otra vez. Invirtió la
dirección de los círculos. Moví mi pierna.
―Basta.
―¿Qué?
―Deja de tocarme.
Levantó sus dedos lejos de mi rodilla pero no saco su mano de mi
pierna.
―En serio, Jesse, no estamos saliendo, nunca lo haremos.
―Lo sé, lo sé, solo estamos siendo amigos. Estaba masajeándote la
pierna.
―Eso no es un masaje.
―Te daré un buen masaje cuando lleguemos a casa. Esto fue solo el
comienzo.
Me relajé en la cama y cerré los ojos. El teléfono de Kerri chirrió. Casi
podría verla sonreír detrás de mis párpados.
―¿Qué te está diciendo Trey? ―le pregunté.
―Solo dejó rosas en la casa y quiere saber si quiero ir a cenar con él.
Los dedos de Jesse se apretaron en mi pierna.
―¿Vas a ir?
Abrí un ojo. Kerri se encogió de hombros.
―Estaba pensando sobre lo que me has dicho. Tal vez, pueda
tomarme un descanso por un tiempo.
Cerré mis ojos. ¿Iba a hacerlo?
―Al parecer tienes su número, así que todo lo que tienes que hacer es
escribirle y decirle que esta vez no perdonas todas sus estupideces.
―Odiaba admitirlo, pero lo que había dicho Jesse estaba lleno de cosas
que yo hubiera querido decirle a ella durante mucho tiempo. No lo había
hecho porque la única vez que había insinuado lo que sentía, no me habló
durante una semana. Dos cosas buenas podían salir de esto: deshacerme
de Jesse si enojaba lo suficientemente a Kerri, o deshacerme de Trey.
―Ya lo sé. ―Ella gesticulo las palabras.
―¿Quieres que lo haga yo? ―Jesse se inclinó en la cama, con su brazo
estirado.
Kerri tiró el teléfono fuera de su alcance.
―Puedo hacerlo.
―Adelante, quiero verlo.
Sus bromas juguetonas me confundieron. En público y en las fiestas,
Kerri jugaba bastante bien su papel de chica. En privado, era
completamente diferente, prefería leer, estudiar y resolver problemas de
matemáticas irresolubles. Normalmente, no estaría escuchando a Jesse, y
menos teniendo en cuenta sus sugerencias. Claramente, él tenía una
manera de tratar a las mujeres. No sé por qué no me sorprendía que Kerri
no fuera inmune a sus encantos.
Mis entrañas se retorcían y fruncí el ceño. No me gustaba esa
reacción. ¿Por qué debería preocuparme si Kerri estaba interesada en
Jesse?, yo no lo estaba.
No es mejor que Trey y probablemente es peor. No lo había visto
entrar en una pelea aún, y ese era el modus operandi de Trey.
Jesse tenía un montón de demonios. Lo que necesitaba Kerri era un
tipo dulce, dócil, agradable como Axel.
―¡Oh Dios mío! ―Me senté en línea recta―. Kerri, me olvidé de
hablarte de lo que pasó anoche en la fiesta.
Tomó su teléfono y lo cerró.
―¿Por qué te fuiste?
―Sí. ―Golpee la mano contra mi frente―. Bese accidentalmente a
Axel.
Los dedos de Jesse comenzaron a dibujar círculos en mi pierna de
nuevo. No entró en pánico, como cuando Kerri dijo que llamaría a Trey,
pero parecía posesivo.
―¿Cómo besas accidentalmente a alguien? ―preguntó Kerri.
―Ese era mi siguiente pregunta ―añadió Jesse suavemente, luego se
sentó atrás para escuchar nuestra conversación.
―Oh Dios mío, cállate. Sabes que lo beso en la mejilla todo el tiempo.
―¿Y? ―dijo Kerri.
―Accidentalmente moví mi cara. Intentó besarme en la nariz. Pero
nuestros labios se encontraron. Fue horrible.
―¿Horrible, como si no lo disfrutaras, o?
―No, horrible como besar a Axel. Sabes que tiene una cosa conmigo.
Ahora, obviamente creerá que realmente tengo algo con él.
―¿Tienes algo con él?
―¡No! Dios, no me estás escuchando.
―Así que ¿por qué lo besaste?
―Kerri, escucha. No lo besé. Es decir, lo besé. Lo besé. Pero no, yo no
quise. Nuestros labios, en serio, como que nos topamos. Pero me asusté
porque no quiero confundirlo. Me cae bien. Somos amigos. Es genial. No
necesito desdibujar esa línea. Jesse, quita tu mano de mi pierna. Hablando
de desdibujar las líneas. Somos amigos. No hay ni besos, caricias, ni nada,
deja de acariciar mi pierna.
Levanto ambas manos.
―Lo siento, lo siento.
Cuando las bajó, una todavía terminó peligrosamente cerca de mi
pantorrilla.
―Así que ¿qué vas a hacer? ―preguntó Kerri.
―No lo sé. ¿Qué debo hacer?
―Ignorarlo ―dijo Jesse.
Kerri y yo lo miramos.
―¿Cómo hago para hablarle ignorándolo? ¿O tienes un curso sobre
cómo ignorar?
Se encogió de hombros.
―Sí, ignóralo. Si dices algo le vas a tener que explicar lo mucho que
odiaste el beso. Eso no va a hacer ningún favor a vuestra amistad. No
puedes explicarlo. Cualquier conversación que trates de tener sobre ello
solo le va a llamar más la atención. Ignóralo.
Levanté una ceja.
―¿Pero qué eres el Señor ayuda de repente?
Levanto un hombro y lo dejo caer.
―Axel es genial. No creo que debas ir a romperle el corazón ―añadió
Kerri.
―¿Pero cómo se lo que piensa, si no hablamos de eso otra vez?
―No pasara nada, si no lo besas otra vez.
El doctor entró a interrumpirnos.
¿Era realmente la mejor manera de manejarlo, solo ignorarlo? ¿Jesse
tenía razón? No quería arruinar la relación que tenía con Axel. Estuvo ahí
para mí siempre. Supongo que solo iba a tener que ver lo que pasaba la
próxima vez que estuviéramos juntos.
―¿Te duele?
―¡Sí! ¡Wow, sí! ―Me agarré de los lados de la cama. Jesse había
cubierto mis dedos con los suyos y se los apreté.
―Bueno, sí, estoy seguro de que te has roto un hueso. ―La enfermera
vino enseguida―. Llévenla a rayos x ―pidió el médico.
Durante la hora siguiente, fui transferida de una habitación a otra y a
otra. Kerri fue a romper con Trey cara a cara, después de que Jesse le
aseguró que la acompañaría a casa. Hicieron el acuerdo mientras me
enyesaban, así se aseguraban que no pudiera protestar.
Con una bota rosada encerrando mi pierna izquierda por completo,
Jesse empujó mi silla de ruedas hacia la acera. Kerri salió del auto cuando
nos vio llegar al estacionamiento. Ella había estado llorando.
Jesse me cargó en el auto y me incliné hacia adelante en cuanto pude,
acaricie a Kerri en el hombro y en el pelo.
―¿Estás bien, cariño? ―le pregunté. Ella meneó la cabeza. Las
lágrimas brotaron y cayeron por sus mejillas.
Jesse abrió la puerta.
―Yo conduzco.
Ella asintió.
Cuando todo el mundo se acomodó, Jesse nos dirigió a casa y me
ayudo a subir. Escribió su número en un post-it y lo pego en el centro de
la mesa de café.
―Espero que las chicas me llamen si me necesitan. Soy un experto
repartidor pizzas, helados y películas. ―Kerri lo recompensó con una
sonrisa entre las lágrimas.
Él le alborotó el pelo.
―Es lo mejor. Te lo prometo. Voy a buscarte un buen tipo. Tal vez
Axel.
Entrecerré los ojos ante su tono. ¿Por qué estaba tratando de
emparejar a Axel con Kerri? Su reacción en el hospital todavía me
molestaba. Me había visto besarlo y ni siquiera habíamos sido novios,
alguna vez.
―Y tú, coja... Voy acompañarte a todas tus clases esta semana.
―No, gracias, estoy bien.
―¿Acaso aún no aprendiste que no puedes negarte a mi
caballerosidad?
Me dio un beso en la frente.
―Adiós, dulce chica.
Lo vimos salir, seguro de sí mismo. Kerri se limpió la nariz, haciendo
un sonido fuerte con el pañuelo y ambas nos reímos.
Capítulo 3
Traducido por Walkiria
Corregido por Jhovi
5 Acupresión: Es una técnica de la medicina tradicional china que consiste en hacer presión
en determinados puntos del cuerpo, ubicados en la palma de la mano, en la planta del pie y en
el pabellón auricular, utilizando los dedos u otros dispositivos.
—No soy un maniático sexual. Fue sólo un beso, Sasha. Ni eso, sólo
una recompensa.
Con un suave toque, él tomo mi mano y presiono suavemente la parte
blanda de mi pulgar. — ¿Dolor de cabeza o en la pierna?
Yo me incliné apoyando mi mejilla contra el cojín. —Ambos.
—Primero la cabeza entonces, será más rápido—. Presiono la zona
entre mi dedo pulgar y el índice, masajeando como si tuviera un nudo.
Dolor y alivio al mismo tiempo. Después de que el nudo se disipó, frotó
suavemente una y otra vez sobre ese punto, calmando la molestia.
Entonces comenzó a masajear cada dedo, pellizcando las puntas de los
dedos. —¿Todavía tienes dolor de cabeza?
Acaricio mi mejilla. —No. Vaya, gracias. Ahora haz eso con mi pierna.
—Exigente.
Sonreí. —Tú te ofreciste...
—Lo hice—. Dejo la mano en mi pecho y se paró. —Déjame
acomodarme primero. Esto tomara más tiempo y no quiero perderme la
película.
Se colocó debajo de mis piernas, tomó mi mano contra su pecho. La
acuno, y comenzó a masajear diferentes puntos. Aliviándome el dolor en
la pierna. Cuando se lo dije, él asintió, pero no se detuvo. —El hueso
todavía está roto. Estoy trabajando en eso ahora.
—¿Puedes arreglar su hueso roto?— Pregunto Kerri.
Él se encogió de hombros. —No al instante, pero sí, puedo activar
ciertas áreas que lo ayudarán a sanar más rápido.
Un par de veces, pensé que estaba activando puntos directamente al
norte de mis piernas, pero cuando saque mi atención de la pantalla, él
todavía estaba viendo la película, con cara impasible. Después de todo
eso, mi cuerpo se sentía como jalea, bajó mi mano y paso a dibujar
círculos en mi rodilla buena. No quería saber si estaba relacionado con
remendar mis huesos, así que lo dejé.
Jesse arremolinaba sus dedos alrededor de mi rodilla. Un hormigueo
estallo en mi vientre y se extendió hacia el exterior. Le recordé a mi
cuerpo que él era un músico, con un talento al que no iba a renunciar, sin
importar lo que le dijese.
A mi cuerpo no le importaba.
Me mordí la cutícula del dedo pulgar hasta que sangró, luego cambie
de mano. Jesse la cubrió con la suya y la presiono. Apoyo su otra mano en
mi pierna.
Maldita sea, ahora probablemente creería que sus caricias me hacían
destruir mis dedos. No importaba si era cierto, no necesitaba que él lo
pensara.
—Ve la película, Sasha, — susurró. —Deja de pensar en ello.
Me obligué a mirar a Meg Ryan. —Estoy viendo.
Me apretó las manos suavemente. —No te reíste en la parte más
divertida.
El calor se arrastró hasta mi cuello.
—Los medicamentos comenzaban a hacer efecto—. No es por ti. No
es por lo bueno que eres. No es porque trajiste pizza y una película para
hacernos sentir mejor a Kerri y a mí. Eres un músico. Tienes groupies.
Él sonrió y volvió a mirar la televisión. —No siempre lo hago con las
groupies.
Me moví. No podía creer que había dicho eso en voz alta.
Kerri resopló. —No has sido nada agradable esta noche, Sasha. Jesse
no ha sido más que amable.
—No quise decir eso.
—Está bien—. Paso por debajo de mis piernas. —Deberías descansar
un poco. ¿Te quedaras durmiendo aquí, o necesitas que te ayude a llegar a
tu habitación?
Mis ojos me quemaban. No quería admitir si era por vergüenza o
frustración, o humillación, así que me di por vencida. Estire el cuello hacia
atrás para mirarlo a los ojos por primera vez desde que me besó. No eran
tan brillantes. Le había hecho daño con mi comentario, a menos que esto
sea una actuación más de esas que le hacía a sus groupies. Pero no lo
creía. Esta noche no había sido más que sincero, incluso cuando me había
apostado por el beso.
Uno que hubiera querido de todos modos.
Levanté mis brazos. —Estoy lista para ir adormir. ¿Me das mis
muletas y me ayudas?
Él camino hacia el sofá y deslizó sus manos suavemente debajo de
mis rodillas y hombros. Me levanto y se dio vuelta. — ¿A dónde?
Kerri sonrió. Era evidente que estaba en su mundo, emocionada por
lo que estaba viendo. Por la manera en que Jesse sujetaba mis piernas, yo
creo que era su ecuación perfecta. —La última puerta a la derecha.
—Toc, toc—. Axel golpeó a la puerta.
Capítulo 4
Traducido por Meme Pistols
Corregido por Jhovi
Me puse rígida.
—¿Quedarse o irse? —murmuro Jesse en mi oído.
Kerri murmuro: —¿Qué debo hacer?
Suspire. —Tengo que enfrentarlo en algún momento.
—Necesitas descansar —dice Jesse con su mejor voz de “Hazme
caso”. Puedo sentir la vibración del timbre sobre su pecho.
Lo que necesitaba era algo de tiempo y que Jesse no me tocara, así
podría entender por qué mi corazón se aceleraba, su aliento me hizo
cosquillas en la oreja.
Axel volvió a golpear la puerta.
—¡Espera! —grito comprometiéndome. Mire a Kerri y sacudí la
cabeza hacia la puerta.
—Adelante.
Su mirada se dirigió a la de Jesse.
—Ayúdame a alcanzar mis muletas —me moví para bajarme pero
Jesse me aferro rápido.
Kerri abrió la puerta y Axel se precipito dentro, luego se detuvo. —
Oh —Él miro de Jesse a Kerri y de nuevo hacia mí. —Pensé que estabas
aquí sola esta noche,—Había flores en sus manos, colgando flácidamente
a su lado.
Jesse me acomodo en sus brazos —¡Hey, Axel!
Los hombros de Axel se tensaron y su pecho se inflo. ¿Qué demonios
era eso? En todo el tiempo que habíamos pasado juntos, él nunca jamás
me había traído flores. Ni siquiera como una broma. Yo sabía que ese beso
iba a arruinarlo todo. Debí de haberme quedado anoche y haber hablado
con él sobre eso, precisándole a él con firmeza en la zona de amigo.
Mientras me azotaba mentalmente, él al parecer tuvo tiempo para
recomponerse. —Hey, Jesse. Trey me dijo que estabas con ella cuando se
lastimo.
Me muevo de nuevo y hago palanca con mis piernas contra sus
brazos. —Bájame —le susurre.
—Sí. Fuimos a correr por la mañana.
Oh. Mi. Dios. ¿Por qué lo hacía sonar como si hubiera sido una carrera
post-sexo?
Kerri se sacudió de su estupor y agarro mis muletas. Metió una
debajo de mi axila y miró fijamente a Jesse. —Creo que ella está bien.
Él siguió mirando a Axel en algún energético enfrentamiento de
testosterona. Aparentemente Regresar-a-la-zona-de-amigos-de-Sasha era
solo un título. Porque ahí era donde ambos estábamos. Siempre.
Jesse finalmente rompió la guerra de miradas y me miro. No me
gustaba su miraba más que la de Axel. Gracias a la intensión que estaba
cocinándose a fuego lento debajo de ella. Él me estaba reclamando.
—Por favor, ponme abajo. —le susurre. No me gustaba cuan
impotente y suplicante sonaba.
Sus labios se separaron y luego se cerraron. Un musculo en su
mandíbula sobresalía. Me bajo y me sostuvo hasta que puse todo mi peso
en mi pie bueno. Sus dedos rozaron la curva de mi seno y una llama de
calor corrió directamente a mis pezones. Me estremecí y tambalee, pero
eso solo hacía que sus brazos se apretaran alrededor de mi espalda y mis
pezones se fruncieran. Tengo que dejar de tomar estos medicamentos.
Kerri se metió entre nosotros, apoyando la muleta restante debajo de
mi otro brazo. Me hundo contra ella, de repente agotada. Jesse busca
lugares para poder mantener sus dedos debajo de mi brazo. Trato de
sacudírmelo. —Estoy bien.
—No, no lo estas —dijo Axel, agarrando mi otro brazo. ¿Todos
necesitaban estar tocándome?
—Estas verde.
La habitación se inclinó y me agarre de las esponjosas asas de las
muletas. —Estoy bien. Vamos afuera.
Tome una respiración profunda y otra. La habitación dejo de actuar
como si fuera un velero en un monzón. Los tres me acompañaron hasta la
puerta, como si temieran algo, dos de ellos estaban delante de los juegos
olímpicos de Sasha. Siempre serviciales.
Kerri me toma del codo y logro abrir la puerta. Axel lanzo las flores
sobre el mostrador mientras caminábamos ninguno sin perder su agarre
en mi brazo, y Jesse frotaba su mano de arriba abajo sobre mi espalda.
En la puerta, me detuve. —Está bien, deténganse. Kerri, estoy bien
para tener un minuto a solas con Axel —me gire—Jesse, vete a casa.
Él lucia como si lo hubiera abofeteado. No podía calmar sus
preocupaciones en este momento. Necesitaba hacerle frente a Axel, quería
más medicinas y el dulce olvido del sueño. La energía escapaba de mí
como una vasija con un enorme agujero en el fondo. Tendría suerte si
podía soportar toda la conversación con Axel.
Jesse debió haberlo visto, porque no me discutió. Controlo de nuevo
su expresión facial y se inclinó para besar mi mejilla. —Llámame si me
necesitas —susurro, haciendo que mi corazón palpitara rápido de nuevo,
sin importar si tuviera energía o no.
Me obligue a mantener la calma mientras hacíamos contacto visual.
La brillante lujuria ardía debajo de su preocupación. —Gracias por esta
noche. Por hacer eso por Kerri. Ella lo necesitaba —le dije.
Él se sacudió, el dolor surgió de nuevo en sus facciones. Abrió la boca,
luego la cerró de nuevo y asintió con la cabeza. —De nada.
Kerri revoloteaba en la puerta. Él se inclinó y le revolvió el cabello. —
Llámame.
Ella sonrió. —Lo que dijo Sasha. Gracias.
Él sonrío y bajo saltando las escaleras. Me quede detrás de él,
cojeando hacia el patio. A pesar de que nos dijo que esta cosa de chico
malo era un acto, no le habría creído si no hubiera visto toda esa gama de
emociones. Tal vez él no era lo que yo pensaba que era.
Pero aún era un músico.
El agarre de Axel en mi codo se tensó, trayéndome de regreso a la fea
actualidad. Asentí con la cabeza hacia Kerri y ella cierro la puerta.
Salte con mis muletas por el camino a nuestra área de asientos de
mimbre y me tambalee hasta detenerme. Axel me ayudo a sentarme y, a
continuación, él no sabía si sentarse junto a mí o en la silla de enfrente. —
Solo siéntate, Axel —mi tono se ajustó a la energía para esta conversación.
Iba a ser, al parecer, corta y bastante contundente. No sé cómo iba a hacer
esto. No importa lo había pasado, él seguía siendo uno de mis mejores
amigos. Y quería que lo siguiera siendo.
—Lo siento — comenzó él.
Levante la mano. —Espera —acomode mis caderas en la esquina y
apoye mi yeso sobre un cojín. Una ola de dolor se apodero de mí y cerré
los ojos.
Se tambaleo fuera de su silla y se arrodillo a mi lado. — ¿Qué te
puedo conseguir?
Agarrando su hombro, me esforcé para dejar de flotar en el tsunami
de dolor. —Dame un segundo.
—Debí estar allí.
—Nadie debería haber estado allí —el dolor menguo y mis dedos
liberaron sus músculos. —Me caí. Me quebré el pie, no hay problema.
—¿Me perdonas? —paso un brazo detrás de mí y apoyo su cabeza en
mi estómago.
El agotamiento me agarra de nuevo y mi cabeza se apoyaba contra el
duro mimbre. Mis manos se apoyaron en su cabeza y mis dedos se
enroscan en su cabello. —No podemos ser más que amigos, sabes eso
Axel.
—No quise que esto ocurriera, Sasha. Pero no me arrepiento de ello.
He querido…
—Shh. Por favor. ¿Podemos olvidar lo que paso?
Sus dedos acariciaban mis caderas. Al parecer los medicamentos
habían desaparecido lo suficiente para no volverme una maniática
lujuriosa porque su toque no me incitaba a ninguna arremolinada piscina
de calor.
Levanto su cabeza y busco mi cara. —No quiero hacer nada que te
lastime. Y si ser tu amigo me permite abrazarte y pasar el rato contigo, me
conformo con eso. Por ahora.
Acune su rostro entre mis manos. La barba de tres días picaba en mis
manos. —Para siempre. Significas mucho para mí.
La tristeza dibujo las esquinas de su boca hacia abajo, pero forzó una
sonrisa. —Necesitas dormir. ¿Te puedo llevar adentro?
Kerri abrió la puerta. —Sash, ya puedes tomar tus medicamentos.
—Oh, te amo.
Ella brillo por mi delirante exclamación.
Volví mi atención a Axel. —Si, por favor.
Él asintió, entonces se dio cuenta de que estaba respondiendo a su
pregunta. Inclinándose, tomo mis muletas y se las entregó a Kerri, luego
me levanto.
Mis manos estaban demasiado cansadas para ponerlas alrededor de
su cuello, así que las doble en mi regazo e incline mi cabeza en su hombro.
Me llevo atreves de la puerta y del pasillo. Kerri recogió mi cobertor y
apoyo las muletas contra la mesita de noche. Ella ya había conectado mi
teléfono y lo dejo al lado de mi almohada. Me dio dos pastillas y me
extendió un vaso de agua. Acabe con ambos. Los dos se inclinaron y se
turnaron para besar mi frente. Me sentí como si tuviera seis años.
Axel cerró la puerta, y creo que comienzo a interrogar a Kerri sobre
Jesse, el momento de oscuridad hundió mi pequeño barco de dolor. Los
medicamentos me vencieron de inmediato, tal vez estar en mi cama
amplificaba el agotamiento. De cualquier manera, me sentí bien por
primera vez en todo el día.
Mi teléfono sonó y a tientas lo busque. Jesse me había enviado un
mensaje. BN6. Espero que todo haya salido bien con tu charla. ¿Nos vemos
mañana?
Cerré mis ojos. Si le respondía, él sabría que la charla con Axel no
llevo mucho tiempo y no estaba segura de como quería que él se sintiera
con esa relación. Lo cual debería molestarme. Si Jesse y yo íbamos a seguir
siendo amigos, debía comportarme cómo me comporto con mis otros
amigos con quienes tengo cero atracción o lo que sea que esté pasando
entre nosotros. Pero aun así, algo me hacía vacilar. Probablemente mis
maravillosos medicamentos.
El sueño me reclamo.
El tener que desplazarme de un lado a otro hacia las clases, fue peor
de lo que imaginé. Los lunes para mí eran mis días más pesados, y el día
de hoy no fue la excepción. Después de un intento fallido de pretender
ducharme, me rendí y me enjuagué el cabello, después me las arreglé para
ponerme unos pantalones de chándal y una camiseta.
Era casi imposible que sostuviera mi bolsa y cada tanto tiempo esta
se deslizaba cayéndose, así que hacía que perdiera el equilibrio.
Agréguenle cuatrocientos estudiantes los cuales todos iban en el camino
contrario y fue un milagro que no hubiese golpeado algunas rodillas con
mis muletas.
Para el momento en que mi clase de laboratorio de química se
llevaba a cabo, estaba a punto de llorar.
No podía esperar a llegar a casa y dejarme caer en el sofá. No he
hablado con Kerri en todo el día, y Jesse no me mando ningún mensaje de
texto anoche. El día de hoy anduve a la deriva, sola.
Aparentemente, todo el mundo tenía un lunes de porquería porque
tenía el laboratorio de química prácticamente para mi sola. Había hecho la
mayor parte de mi trabajo la semana pasada, así que no tenía prisa para
terminar todo. Tenía mucho tiempo libre, incluso si solo tomaba
laboratorio.
Mi teléfono sonó y miré de reojo el reloj. Guao. Perdí por completo la
noción del tiempo. Eran después de las seis.
—Hey, ¿estás saliendo?
¡Oh! Me hundí de nuevo en mi taburete. Olvidé completamente el
partido de Drew. Maldición. Lentamente bajé la frente hacia la mesa. Es
evidente que este equipo no funcionaría si realmente Drew pensaba que
esta era una cita. Si era posible, me veía peor que ayer.
En el otro extremo de la línea, Drew le gritó a alguien.
—Uh, Si. Estoy a punto de terminar. En seguida salgo.
—¡Genial! Estamos muy emocionados por este juego. Me alegro de
que estés allí cuando los aplastemos.
—Sí. —Traté de infundir algo de entusiasmo en mi voz, pero esta se
escuchó plana.
Drew colgó y gruñí. Mi pie palpitaba, lo que debería hacer es irme a
casa, ponerlo en alto y volver a tomarme mis medicamentos hasta caer en
la inconsciencia. Debería de haberme disculpado para no ir al juego.
Me puse de pie, recogí mis libros y guardé mis tubos de ensayo. No
tenía ni idea de cuánto tiempo duraba un juego de rugby, pero esperaba
que pudiera escapar a casa a las nueve.
Mi bolsa me golpeaba en la parte posterior, así que la cambié de
posición, lanzándomela hacia la izquierda. Tal vez antes de que terminara
la semana, podría dejar las muletas, o podría ingeniármelas para vaciar
mi bolsa. Hice una mueca y me dirigí hacia el estacionamiento.
Drew estaba sentado en un Tacoma7 de color azul. Las enormes
ruedas gigantes y lo elevada que estaba me hicieron sentir oh-tan-deseosa
de intentar escalarla. Drew saltó y agarró mi bolso.
—Dámela, vas a necesitar una mano.
Sonreí. Drew olía bien y saltaba alrededor como un golden retriever8.
―Gracias.
Rodeamos hacia a la parte trasera de su camioneta y me levantó
hacia el asiento, luego saltó alejándose y después cerró la puerta. Miré la
enorme brecha entre el suelo y la puerta, luego giré mi mano alrededor
del cinturón de seguridad y me lo coloqué. Mi pie lastimado resbaló y se
golpeó contra el marco de la puerta. Para ese momento, ya me había
convertido en casi inmune a los dolores punzantes. Me mordí el labio y
9 Moshpit: forma de “baile” en la que se crea un círculo donde las personas se mueven alocadamente y
tiran golpes sin control.
—Estoy encantado de que estés aquí. —Sus manos se quedaron en
mi rostro, luego se alejó.
Indiqué con mi barbilla a la multitud.
—Parte el mar.
—¡Discúlpame! Invalida en camino.
Reímos todo el camino. Nada podía arruinarme esa noche. Nada.
Fue necesario algo de manipulación y coqueteo, pero finalmente
pasamos por seguridad y llegamos a la izquierda del escenario. Moví la
mano y Jesse se apresuró a llegar.
—Casi empezamos. —Me besó.
—Rómpete una pierna.
Él sonrió y le gritó a un guardia de seguridad.
—Consíguele un taburete, ¿sí?
El tipo frunció el ceño, luego vio mi yeso.
—Ella te dejara firmarlo —canturreó Kerri con su mejor voz.
Su rostro se suavizó y desapareció, regresó unos pocos segundos
después con dos taburetes. Kerri y yo nos acercamos tanto como pudimos
al escenario mientras el baterista tocaba la introducción. Mi corazón se
hinchó cuando la melodiosa voz de Jesse me envolvió. Ahora que había
dejado mi pasado ir, finalmente podía disfrutar su música y talento sin
prejuicio. Él había sido bueno antes, pero lo había visto a través de un
cristal teñido. Esa noche, nada se interponía ante mi apreciación por el
talento puro.
Quizá mi pasado no sería un obstáculo. Sí tenía un montón de
contactos que podrían ayudar a un chico como Jesse. Pero ellos aún tenían
que librarse de ese bajista. Mi cabeza se levantó de golpe cuando Jesse me
señaló.
—Si no les importa chicos, me gustaría traer a alguien especial para
el siguiente número.
—Oh no, no lo hizo —susurró Kerri.
Creo que lo hizo. Seguía demasiado sorprendida para hablar mientras
él caminaba por el escenario ante tormentosos aplausos. Negué con la
cabeza.
—No quiero salir ahí —siseé.
Él sonrió y tomó mi mano, luego tiró de mí.
—Toma el taburete —gritó sobre su hombro al guarda de seguridad.
Los aplausos aumentaron y las personas chiflaron y creo que alguien
gritó mi nombre. Jesse me acomodó en el taburete y le lancé a Kerri una
mirada suplicante. Ella levantó sus manos y se encogió de hombros.
—Todos, esta es Sasha.
—¡Hola, Sasha! —gritaron todos.
—No iba a cantar esta próxima canción, pero Sasha me convenció de
hacerlo. —Hizo sonar su guitarra—. Espero que les guste.
Él tomó otro taburete de enfrente de la batería y se sentó entre la
multitud y yo.
Mis ojos se llenaron de lágrimas y tragué con fuerza mientras él
cantaba las primeras notas de la balada de la noche anterior. Todos los
demás desaparecieron, y solo éramos nosotros dos, sentados solos en el
escenario. Cada palabra se marcó en mi corazón.
La canción terminó y él me besó para otra ronda de salvajes
aplausos, luego hizo una reverencia y me llevó fuera del escenario.
Kerri se levantó y aplaudió con fuerza.
Tomamos mis muletas y nos dirigimos al pasillo detrás del escenario
lleno de bandas y cuerpos. No podía dejar de sonreír. Jesse me bajó y
recuperé el equilibrio. La audiencia creció e hizo más ruido. Una de las
bandas más grandes debía dirigirse hacia nosotros. Si no nos
apartábamos rápidamente sería duro. Aún no era tan buena con las
muletas.
—Le dije a los chicos que aguardaría si ellos se derribaban, para
poder ir a nuestros asientos y ver a las otras bandas.
Lo besé.
—Esta noche fue sorprendente.
—¿Mejor que anoche?
—Doscientos por ciento.
Él sonrió y me hizo dar una vuelta, susurró contra mi oreja:
—Espera hasta que cante el resto de las canciones de hoy.
Me sonrojé y levanté la mirada para guiarme. La multitud se abrió
para que la siguiente banda se moviera al escenario.
Me doblé como si alguien me hubiese golpeado.
Ante mí estaba el único hombre que había amado. El único que había
destrozado mi corazón y nunca miró atrás. La razón por la que odiaba a
los músicos.
Él sonrió y estiró una mano hacia mí.
—Hola, princesa.
—Hola, papá.
Fin
Próximo Libro
Sobre la autora
Elizabeth escribió su primera novela romántica a los quince años
cuando descubrió que escribir acerca de los chicos era mucho más fácil
que en realidad hablar con ellos. Desde entonces, sus habilidades de
coqueteo y técnicas de relación han ayudado a cientos de otros.
Después de obtener un título de maestría en enseñanza secundaria
de la UNC, Elizabeth Nelson ha trabajado en el extranjero enseñando
Inglés, siendo bar-tended en clubes nocturnos de Chicago, y continúa con
sus diversos proyectos filantrópicos que se enfocan en el
empoderamiento de las mujeres. Pero su amor por la escritura nunca ha
cambiado.
A pesar de que siempre fue de tener un espíritu libre, en la
actualidad vive en Los Angeles con sus dos perros. Si no está trabajando
en su más reciente historia, se la puede encontrar leyendo, mirando algún
reality en la televisión, o cayendo en su no saludable adicción que son los
conciertos de rock.
Traducido, corregido
y diseñado en…