Está en la página 1de 31

Dramatis Personae

Soledad: Poetisa, desde luego solterona, pero raramente hermosa, con unos
cuarenta y cinco años
Fausto: Muchacho que a veces demuestra inteligencia
Simón: Vejete, calvo, irritable, desdentado; es padre del anterior. Tendrá unos
setenta y mas años. Impaciente, desbaratado pero persona melancólica
por dentro
Constan: Mujer de Simón, que ha sufrido contagio. Es un animalito manso y
resignado
Leticia: Una muchacha que quiere ser feliz y es fea
Moveo: Especie por extinguirse, con sotana
Irene: Mujer misteriosa por ser bella, pero no tiene misterio alguno
Jonás: Segundo a bordo, afable, condescendiente, Treinta y pico de años, bien
cuidado
Oliver: Militar retirado, obeso, casto
Manuela: Rara avis, mujer del anterior, simple como una vocal consonante con su
marido
Trapaza: Visionario, defensor de la Naturaleza
Valentín: Veinte años y blue jeans, aprendiz de borracho, levemente afeminado
Elena: Muchacha que pertenece al gremio de los tristes
Morris: Todo un carácter británico, capitán del navío. Célibe, bien parecido

ESCENA PRIMERA
A bordo de El Arca de Noé, una mañana de septiembre de 1963.
Estamos en la proa. Varias sillas de reposo. Fausto, de espaldas, en el suelo, torso
desnudo.
Soledad, gafas oscuras, lo mide y observa.
Las velas, hinchadas por el viento, son averno de mujeres encinta que corren al
encuentro del mediodía

Soledad: ¿No quiere usted fumar? (El muchacho indolente se da media vuelta, se ríe
y muestra la dentadura sin caries) ¿No sabe donde nos hallamos?
Fausto: En el mar
Soledad: Claro que estamos en el mar! Hemos zarpado esta mañana
Fausto: “Viento en popa, a toda vela” (y se ríe a carcajadas)
Soledad: De veras, ¿No le apetece fumar? (el muchacho se levanta perezoso, va
hacia la solterona)
Fausto: Si insiste… Me aburro ¿Sabe? El mar me enferma es una cosa insufrible
Soledad: ¿El mar es una cosa?
Fausto: ¿Y que mas puede ser?
Soledad: Admiro la riqueza de su vocabulario ¿A qué se dedica usted?
Fausto: Soy un hombre que se aburre y nada más
Soledad: ¿Por qué se ha mezclado con nosotros? Va a echar a perder esta aventura
inolvidable
Ya, vamos que estoy esperando ese cigarrillo
Soledad: Ah, si… téngalo ¿Fuego? Yo diría que usted es un muchacho magnífico
aunque un tanto apagado ¿No practica alguna religión, algún deporte?
Fausto: Fumo cuando las mujeres me brindan
Soledad: ¿Le brindan, ha dicho? Vaya con el niño vanidoso! No me hace gracia
alguna lo que ha dicho
Fausto: Y yo me siento muy bien a su lado
Soledad: Tengo algo más de treinta años
Fausto: ¿Cuantos más?
Soledad: Los que usted no ha vivido… ¿Viaja solo?
Fausto: Eso quiere decir que aun no ha conocido a mis padres
Soledad: No los he visto; es decir, todavía no he tenido el placer de ser presentada.
¿Forman ellos parte del grupo?
Fausto: Son una pareja adorable: mi padre, enfermo consuetudinario, y mi madre
un poco mística…
Soledad: Esas son palabras extrañas (su voz empreñada de ironía).
Fausto: Vea primeramente a mis padres para que sepa qué es raro o extraño. Lo
demás son pendejadas
Soledad: Ah si, la generación agriada! Limón entre los dientes y alguna palabrota… y
la infalible goma de mascar
Fausto: ¿Y usted a qué se dedica?
Soledad: Es un poco descortés esa pregunta. Soy poetisa
Fausto: (riéndose) Una mujer haciendo versos! Serán versos crudos.
Soledad: Se equivoca, los sé guisar muy bien. Y sé barrer las metáforas y coser las
estrofas rotas, y limpiar las frases, sé arreglar el poema, y regar las floras y
cuidar de esas criaturas que son mis libros. Soy una mujer! Además, el sol
es mi dios. ¿Usted qué piensa al ver el sol?
Fausto: Cuando estoy romántico, pienso que es un huevo frito. Claro señora! Un
amanecer con huevo frito. ¿No cree que si usted me enseña todo, todo…
pueda llegar a poeta?
Soledad: La gente que teme la soledad, jamás llegará a conocerse.
Fausto: Y eso ¿qué es? ¿Filosofía? Al diablo con todo eso!
Soledad: ¿Como se llaman sus padres?
Fausto: Le intrigan mis padres…. Eso era de esperarse deberían vivir en las Islas
Encantadas, son especie única.
Soledad: Me dijo que su padre está enfermo.
Fausto: Lo que yo he dicho es que mi padre tiene la costumbre de enfermarse.
Ayer fue un cólico, hoy es neuralgia, mañana úlcera. En el fondo, es
malestar continuo; el odio a la gente sobretodo a los jóvenes. Detesta la
vida.
Soledad: ¿Egoísmo?
Fausto: Reumatismo sentimental. Los padres son animales extraños. Siempre viven
en el día de ayer, pero un ayer de hace un siglo. Se necesita estudiar
prehistoria para entender a los viejos. Yo envidio a uno de mis
compañeros, cuando voy a su casa, me presenta a sus padres, y ellos están
callados, muy callados, colgados en una pared retratos al óleo, sesenta por
noventa. Eso es un hogar de verdad
Soledad: No me gustaría posar para esa eventualidad
Fausto: Cuando mi padre se siente enfermo, mi madre la comedia -hasta ese
momento, nada ha sucedido- y llora, zapatea, lo arrulla, lo desviste, lo baña
lo arropa.
Soledad: ¿Se aburre mucho an contármelo?
Fausto: Como siempre

Soledad: Las leyes de la herencia


Fausto: Usted tendrá ocasión, antes de terminar el día , de conocer al viejo. Y a mi
madre santa y abnegada, con la bacinilla detrás de él. Es una hermana de la
caridad.
Soledad: ¿Y por qué escogieron precisamente las islas galápagos? ¿No cree que
serán los días mas aburridos para dos enfermos?
Fausto: Seguramente oyeron que hay un remedio infalible para todos los males:
extracto de iguana, Porque también recurren a los remedios caseros! Todo
empieza a medianoche: mi padre se desvela y tantea en seguida el fin del
mundo: esto le hace pensar que le duele una eternidad la espalda, que es
un purgatorio la cistitis que padece desde el principio del mundo… !oh, por
favor! Si el remedio casero no surte el efecto deseado, venga a llamar al
médico y después a pagar las cuentas…
Soledad: ¡Cuanto duele escribir!
Fausto: Y ahora viene la señora Constancia
Soledad: ¿Quién?
Fausto: La constancia vence lo que la dicha no alcanza; es decir, llega a mi santa
madre. Llega sola. Va a hacer una escena de teatro antiguo y dirá sin más
que hay otra novedad: mi señor padre ha tenido pesadillas. (Entra
Constancia y se sorprende al ver a su hijo en esa grata compañía)
Constan: Tu padre no ha dormido bien
Fausto: (ceremonioso) Mi señor padre está muy enfermo, señora.
Soledad: ¿De qué padece?
Fausto: Algún remedio que le sentó mal
Constan: El pobrecito pasará el día en cama…. y hace un tiempo tan bueno…
Soledad: Triste es la soledad impuesta. Pero permítame, señora: el aire de mas es
tonificante.
Constan: Si ¿verdad? Es que tengo la cabeza en el aire…. Entonces, ¿me decía usted?
Es que el médico ha dicho…
Fausto: Mamá, no se precipite; diga cual de ellos
Constan: (a Soledad) Usted debe perdonarlo. Es un muchacho (a Fausto): si la salud
de tu padre no te importa, cállate.
Fausto: (Se pone en pie, va a primer término) También el mar está enfermo
Constan: ¿Es cierto que viaja un carita entre nosotros?
Soledad: ¿Será de mal agüero?
Constan: No sabría decirlo. Yo soy racista: no me agradan ni los negros ni los curas
Soledad: Bueno, los muchachos prefieren a una sotana, un bikini
Fausto: Los curas son gallinazos. Aparecen cuando el enfermo o la sociedad
comienzan la agonía. Esto no lo pienso yo, pero imagino que la señora
poeta lo piensa así.
Soledad: ¡Yo soy poetisa, soy hembra, muchachito de porquería! No me avergüenzo
de serlo, y escribiré hasta que la muerte me lo impida
Constan: Yo conocí noches atrás a un gran poeta
Fausto: Ah, si , hay algunos poetas son conocidos por atrás
Soledad: (a Constancia) Debo felicitarle por la educación que ha dado usted a su hijo
!Con que conoció a un gran poeta! ¿No sería en un cementerio? Los poetas
han muerto, y ahora cual mas, cual menos, rumia en la oscuridad.
Constan: Hasta el amor ha muerto
Fausto: No debe hablar así, mamacita… Pensarán que se refiere a su esposo
Constan: ¿Cómo puedes pensar tan torcidamente) Hablo de como lo que nace,
fenece
Fausto: He aquí una palabra bonita que gustará a la poetisa
Soledad: (ironizando): A mi me divierte mucho la incultura.
Fausto: Mamacita: ¿por qué no le cuenta a la señora de lo que padece mi
progenitor? !Sería augurio espléndido para este viaje! (a Soledad): ¿Ha
oído cómo empleo palabras novísimas?
Soledad: ¿A cuál isla llegaremos primero?
Fausto: Es una isla desierta
Soledad: Si mira al mar, también es un desierto…. Hay que saber mirar, ver; pero un
corazón envanecido, nada puede. (aparece Simón Viene arropado hasta las
orejas, pese al clima)
Fausto: !Papacito!
¿Como te has atrevido Simón?
Simón: (que se sienta en seguida) !Hay sol, carajo!
Fausto: ¿Quiere decir que está bien de la vista, papaíto?
Constan: (acomodando a su esposo) !Cálmate, cálmate!
Soledad: El mar, el mar…. la cama…. sólo el corazón está intranquilo. Dígame
jovencito ¿la juventud es sólo espuma?
Constan: Me parece una imprudencia
Simón: ¿Qué?
Constan: Que te hayas levantado. El primer día deberías haber pasado en tu
camarote
Simón: Ratas.
Soledad: ¿Hay ratas?
Fausto: (a Soledad, en secreto) Mi padre insulta por lo bajo.
Simón: Sabandijas
Constan: La señora, querido, es una amistad nuestra; es decir, la acabamos de
conocer…. uno de los placeres de los viajes, y ¿sabes? hace versos
Simón: ¿Versos?
Soledad: Parece que al señor no le gustan los versos
Simón: Versos
Soledad: Prometo no leérselos
Simón: Mujeres
Fausto: Perdone usted a mi padre si habla en demasía
Soledad: Su padre, seguramente, sabe el valor de cada palabra.
Simón: (muy nervioso): ¿Dónde está mi remedio?
Constan: ¿Cuál remedio?
Fausto: Es la pregunta mas sabia que podía usted formular mamita.
Constan: (a Soledad): Las pastillas azules son para el asma; las amarillas, para el
hígado. Tiene un hígado más grande que un estadio. (a Simón): ¿O te
refieres a las pastillas para las monilias?
Simón: Monilias.
Soledad: ¿Monilias…?
Constan: Las monilias son hongos. Tiene hongos, resultado de tanto antibiótico -ha
tomado decenas de antibióticos-, desde el esófago.
Simón: Hasta el ano
Constan: !Simón! Respeta a la señora.
Simón: Este culo es mio.
Soledad: (poniéndose de pie): Voy a mi camarote. De repente me he sentido
mareada.
Simón: Duerma
Soledad: Es lo que haré, dormir. Si, me siento horriblemente mareada, confundida.
Fausto: Pero si este mar es una taza de leche
Simón: Leche con bastante agua.
Fausto: Si no se siente bien, papacito, debería volver al camarote.
Simón: (abre los ojos desmesuradamente): ¿Con la poetisa? Me parece que
podríamos rimar.
Soledad: Usted es una imagen muy vieja, con perdón (sale)
Constan: Ay, amor mío, eres incorregible. Has espantado a la señora y ella tiene el
alma delicada…. Una mujer tan culta…. Pertenece a varias sociedades, y
creo que va a entrar en la Academia de Lengua….
Simón: Será por su lengua.
Constan: Escribe en muchos periódicos, me lo ha dicho…
Fausto: No se lo ha contado nadie, usted lo acaba de inventar. Es una solterona
cursi, vieja.
Simón: Rica
Constan: ¿Como lo has sabido?
Simón: Las joyas.
Fausto: Entonces, las cosas cambian. Es una dama intelectual.
Simón: Vieja
Constan: Si está de muy buen ver… A lo mejor, no me pasa con muchos años
Simón: Es muy poco
Constan: Pensándolo bien: Tiene patas de gallos
Simón: Plumas. (De pronto recuerda algo. grita gesticula) Me ahogo, !las pastillas!
Fausto: ¿De cual color?
Simón: ¡Azules, maldita… sea!
Constan: Fausto, ve por las pastillas.
Fausto: (adrede) Esas pastillas que se parecen a
Simón: Tu madre.
Constan: ¿o prefieres que yo mismo las busque?
Simón: Mujeres
Constan: Haz un esfuerzo supremo y habla, habla…
Simón: Mier-da
Constan: Fausto, de prisa. Las pastillas están sobre el velador
Fausto: Anda tú, mamá
Constan: ¿Por qué me has tuteado?
Fausto: Es que es-toy ma-re-a-do.
Simón: Voy a vomitar. !La bacinilla!
Constan: (a Fausto) Ve por la bacinilla. (a Simón) ¿Te ayudo?
Simón: No
Fausto: El barco se mueve mucho
Simón: Pensándolo bien, que vomite tu madre
Constan: ¿Por qué te pones contra mi? (a Fausto, llorosa) Anoche no quiso
hablarme, me dijo que no podía hacerlo porque cruzaríamos la linea
ecuatorial…. Soy tan desdichada
Simón: Constancia
Constan: Sí, vida mía
Simón: (da un alarido) !Las pastillas negras!
Constan: ¿Las de la próstata?
Simón: No, maldita sea no, las negras son para los riñones.
Constan: Voy de inmediato (a Fausto); Cuidalo, vuelvo en seguida. (sale)
Fausto: Papacito: le ha puesto nerviosa.
Simón: Es.
Fausto: No puede ser. Le sirve con abnegación, y usted le paga con palabras
sueltas, con monosílabos. No debe ser tan egoísta.
Simón: Amén
Fausto: Cualquier día, por su culpa, me iré de esta casa.
Simón: Cojudo, es barco.
Fausto: Me arrojaré por la borda
Simón: ¡Bravo!
(entra Leticia)
Fausto: ¡Dios mío, aire puro, una sonrisa, el cielo!
Leticia: ¿Tú eres Fausto? ¿Y ese viejo horrible como una foca?
Fausto: Esa foca que gruñe es mi padre, bella sirena.
Leticia: (se acerca a Simón y lo acaricia, mientras él trata en vano de esquivar esa
mano generosa) !No puede ser, es un viejito tan lindo! Yo debo parecer
una foca. y usted un bombillo. Si es un lindo viejito en onda.
Simón: Usted es una ola irresistible.
Leticia: (a Fausto): ¿Y por qué no usas jeans?
Fausto: Prefiero ir desnudo. Papá, esta gente está uniformada. Quieren distinguirse
y se confunden con el resto
Simón: Restos
Leticia: ¿Está mareado el señor?
Simón: Bien puede ser que el de arriba. Este señor está jodido. ¿Dónde se… habrá
metido la vieja?
Fausto: Fue a buscar sus pastillas, las negras.
Leticia: ¿Se siente mal?
Simón: Como todo el mundo. Estamos mareados de ir tanto tiempo dentro de un
mundo que da tumbos y más tumbos.
Leticia: La juventud está en el corazón
Simón: Necedad. El mundo está viejo y carece de corazón
Leticia: ¿Has oído? Tu padre es un razonador. Bueno (a Fausto) vamos a
menearnos un poquito.
Simón: ¡Largo!
Leticia: Si se siente mal, grite. Le hará bien a los pulmones
Fausto: Además, mi madre no puede tardar.
Simón: Si, tiene cara de reloj

Leticia: Además, ya tiene compañía, mire…


(Leticia se refiere al padre Moveo. Las autoridades eclesiásticas, por ser ya
viejo e inservible, han creído que lo más conveniente es enviarlo a las Islas
Encantadas)
Moveo: Bueno, hagamos compañía
Simón: ¡El diablo me lleve! ¿De la compañía?
Moveo: Cura suelto
Simón: Lo envidio. Yo soy casado sin remedio. Siéntese lejos.
Moveo: (cuando los muchachos salen) La juventud se ha alejado. Siempre lejos está
la juventud…. Bueno, me sentaré, pero usted tiene mala cara… Yo también
estoy mareado. Hasta el amanecer, el mar era una taza de leche y de
repente somos una criatura en el vientre desconocido…
Simón: Fetos!
Moveo: ¿Por qué va a Galápagos?
(Simón lo mira duramente, como si no entendiera qué puede hacer un cura
en ese viaje).
Simón: ¿Tiene un cigarrillo?
Moveo: Desde luego. Es mi vicio favorito. Los curas viejos somos solteronas: los
anafrodisias fuman para ver sus sueños que se desvanecen, y yo fumo para
espantar los mosquitos.
Simón: Yo fumo porque me han prohibido
Moveo: Enfermo… quizás…
Simón: Si será el sepulturero…
Moveo: A lo mejor, un cáncer.
Simón: (Se rebela) ¿Cáncer?
Moveo: ¿Cuantos años tiene usted señor?
Simón: Tantos que me olvido adrede.
Moveo: Aparenta más. Debe ser algo grave.
Simón: ¿Qué es más peligroso que vivir?
Moveo: No vivir, quedarse medio dormido. No todas las enfermedades avisan. Hay
dolencias que matan sin que el paciente se entere. Y ademas, la muerte
tiene sus mensajeros, los médicos. Por ejemplo, yo estoy con cáncer.
Simón: ¡Usted es cura!
Moveo: Mi cáncer no tiene cura.
Simón: Y le envían a morir en una isla.
Moveo: Todos morimos en una isla
Simón: Yo creía que sólo Napoleón
Moveo: La muerte nos rodea. Morimos solos, apartados de la vida y el ruido,
completamente solos. Solos y Dios.
Simón: ¿Dios?
Moveo: Sí, hay alguna duda al respecto, pero parece que existe. Para eso son estos
viajes de turismo, para ver si Dios existe. A lo mejor, es una especie que
creemos extinguida…
Simón: ¿Dios? !El dinosaurio!
(callan un momento ambos. Se oyen risas lejanas y el mar, el movimiento
eterno)
Moveo: ¿Y usted sabe por qué este barco se llama El Arca de Noé?
(es en tal momento cuando entra Elena)
Elena: Con que el padrecito se pregunta el porqué de un nombre.
Moveo: (dándole la mano) Moveo, cura, y el señor Timón…
Simón: ¡Simón!
Moveo: Lo siento; de pronto creí que usted era el personaje de Shakespeare. ¿Lo
ha leído? ¿No lo ha leído? ¿Y la señorita?
Elena: Elena
Moveo: La gracia de Dios en usted, señorita.
Simón: (para si) Mujeres
Moveo: Con gusto le cederé mi asiento. El señor ¿sabe? no se encuentra muy
bien… !conque Elena! Hace muchos años tuve una dulce Elena, hija de
confesión.
Simón: (para si) Hija de puta y madre de otro pecador.
Irene: ¿Dijo algo el señor?
Simón: Un mucho dije, que es poco. Y ahora, con perdón. Voy a mi camarote
porque esa desvergonzada no trae las pastillas.
(sale el viejo, Elena se acomoda en proa)
Elena: Sujeto infeliz!
Moveo: ¿Qué ser humano no necesita de compasión? De las bestias creadas por
Dios. ¿hay otra mas miserable? Es la razón, hija mía, la razón que nos
vuelve más temibles y al mismo tiempo la especie de seres menos
perspicaces
Elena: Yo soy mujer, y no quiero la compasión de persona alguna. Eso lo dejo a los
hombres débiles desde la cuna, y altaneros, necios.
Moveo: Todo es cuestión de saber tomar sobre si un nombre. Mi madre se llamaba
Caridad. Mi hermana muerta se llamaba Amor
Elena: Tampoco me interesa ese sentimiento.
Moveo: ¿Amó y fue desgraciada? Oh, no me importa gran cosa la respuesta. Los
seres humanos que no han sentido amor o caridad, son más infelices que
las gallinas ¿Hay un animal que le supere en torpeza?
Elena: La mujer, por creer en las palabras del hombre
Moveo: Ahora caigo, esta nave se llama el Arca de Noé porque sus tripulantes son
seres sin amor.
Elena: Ustedes, los curas renuncian voluntariamente al amor
Moveo: Incompatibilidad de profesiones… Si, una nave donde viajan los animales
mas raros de la creación. Seguramente el capitán presiente que estamos en
vísperas del nuevo diluvio.
Elena: Curioso, muy curioso… pues desde hace un tiempo pienso que el mundo
está naufragando Oh Dios mío! Entonces este viaje supondría que somos
los elegidos… seres cuyo egoísmo, fealdad es menos. !menos! repugnante
que el egoísmo y la brutalidad de otros individuos.
Moveo: El mundo que contemplamos nosotros no puede ser más odioso, menos
bello. Los seres humanos hemos deshecho la obra divina. La razón nos ha
llevado a la destrucción total….
Elena: (mueve su cabeza irrazonablemente) ¡Al demonio con esa tentación!
Somos turistas y vamos a Galápagos….Mire usted el horizonte, vea el mar.
Todo regresa… ¿Acaso, al viajar, no volvemos?
Moveo: Regresamos a morir
Elena: Alguien me dijo que usted se halla muy enfermo
Moveo: Y que es mi último viaje, señorita. Es cierto
Elena: ¿Y sonríe de ese modo? lo compadezco sinceramente, padre.
Moveo: ¿Siente piedad de este vejete con cáncer?
Elena: Yo me he reído de todos los hombres
Moveo: Yo he llorado por todos los seres humanos
(es cuando entra el segundo a bordo, un mocetón con un diente de oro y
un espíritu de plomo)
Jonás: El día es magnífico. Buenos días a usted, señorita. ¿Cómo va nuestro
padrecito?
Moveo: Mejor sin el diminutivo (Jonás no entiende y sonría)
Elena: (da unos pasas cautivadora) Ya lo vé, capitán… el primer día de un viaje: la
gente se presenta como en una comedia. Saluda al respetable público,
causa buena o mala impresión, mira al mar, se aburre cuando está en
compañía, se ríe para cumplir socialmente… Es lo más lógico
Jonas: Será un viaje estupendo, les aseguro.
Moveo: Así lo creemos, ¿Verdad, Elena? El capitán Morris es inglés, y nadie como
los ingleses para conocer el mar, su historia y sus secretos ¿no es así?
Elena: Hablábamos con el padre sobre el nombre de esta nave
Jonás: Nombre perfecto, exacto.
Moveo: Es lo que decíamos ¿Cuál es su explicación?
Jonás: No deseo ofender a la señorita… pero…
Elena: Le conmino a decirlo.
Jonás: Bueno, la teoría pertenece al capitán. El nos decía anoche que le da la
impresión…
Elena: !Dígalo ya!
Jonás: El señor Morris cree que el mar no es el mar, sino excremento. Los
culpables somos nosotros.
Moveo: Claro, claro. Cada animal con su pareja para salvar a esas bestias de un
naufragio asqueroso. Yo le entiendo, pero, dígame usted ¿hay una mujer
enferma para mi? ¿Dónde está mi pareja?
Jonás: Sería muy curioso -la historia no tiene por qué repetirse- que este viaje no
tuviese término, no regresáramos jamás a la costa ¿no lo creen?
Moveo: No sería la nave de Noé, sino la embarcación funérea de Caronte (se ríe
para si mismo y murmura): Oh, un mar de mierda!
Elena: El guapo capitán Morris no puede ser Caronte. Para ese rol buscaría a un
afeminado. porque la muerte no tiene sexo. (al padre) ¿le molestó?
Moveo: Sinceramente, desde que estoy enfermo he pensado que la muerte es una
mariconada.
Jonás: Pues yo no temo… la muerte.
Elena: Cuánta vanidad! Ser hombre de verdad, pienso, es tener miedo.
Jonás: Todo lo he dicho, en broma, señores….
Elena: Me agrada el humor negro.
Jonás: ¿Han conocido ya a los otros pasajeros?
Elena: Conozco a casi-todos, me falta el coronel
Moveo: Es gordo, el mapamundi, y por lo que le he escuchado, mentiroso y
fanfarrón
Jonás: ¿Habla un cura así?
Moveo: A los curas los quisiera la gente castrados y callados. Pues no, señor, que
boca tengo! ¿Sabe por qué digo que es mentiroso? Porque al verme en el
puente me ha dicho que se me ve saludable.
Elena: (a Jonás); Y el viaje entre las islas es agradable?
Jonás: Nos moveremos apenas. Es como un sueño tranquilo. No hay vientos de
presagio. El mareo que ahora sienten es casi natural, y un barco es el
asiento maternal. Les recomiendo beber el zumo de un limón en ayunas y
beber después de las comidas algo fuerte. O quizás un poquito de agua sal.
que es un viejo remedio
Moveo: Conmigo, no hay medicina que me valga. Mi madre cuando me esperaba
dicen que era como un barco ebrio
Elena: De este mareo, yo me curo… que hay otra clase de embriaguez (mira a
Jonás), orgullo, vanidad, esos trastornos de los hombres altivos, que son a
los que más afecta la altura (a Moveo). Y usted es un curita encantador.
Moveo: muchas gracias, pero el diminutivo me hace triste
Elena: Perdóneme, señor.
Jonás: (quien se presta al mutis): Hasta más tarde, señores.
Elena: No me ha escandalizado (se ríe abiertamente). Pero más sabe el diablo por
viejo que por diablo… ¿qué diría si de verdad éste fuera nuestro último
viaje?
Moveo: Nadie ha comprado la vida con un boleto. Hay una sentencia sobre cada
uno, y si supiéramos cuando debe cumplirse, se haría insoportable nuestra
vida.
Elena: Imagino que un hombre que se entrega a un oficio divino no tiene mucho
para preocuparse.
Moveo: ¿Lo cree de verdad? Voy a confiarle un secreto que pocos los curas lo
cuentan: guardar el voto de castidad, es fácil; el de pobreza, cuesta mucho;
para obedecer… Dios santo! (riendo) Soy tan frágil como usted, señorita, y
al Obispo no le guardo rencor, pero si me gustaría que le diese prupito.
Que se rasque el buen señor! ¿Sigue usted pensativa?
Elena: Sería vano eludir el problema… Morir ahogada!
Moveo: Tanta gente se ahoga en un vaso de agua! al menos usted me ha
convertido en su amigo
Elena: Por lo menos sus palabras son valientes.
Moveo: La gente se burla también de los curas estamos en una época, señorita en
la que los imbéciles se burlan de todo cuanto hay de sagrado. Ya nadie
cumple sus deberes…. Ni los niños en la escuela.
(marchando, en voz baja) Un, dos tres… Voto de castidad, voto de
obediencia…
Elena: ¿Murmura usted, reverendo padre?
Moveo: Rezaba por nosotros. Si hermosa señorita: tiempos de miseria. Los únicos
que ganan son los hombres públicos.
Elena: Tiene razón: que hasta las mujeres públicas andan mal.
Moveo: ¿Un cuento? El abecedario…La lucha contra el demonio…
Elena: Lo que me he perdido….
Moveo: ¿Ironiza, hermosa sirena?
Elena: No hay duda. Todos los pasajeros somos un tanto raros.
Moveo: La belleza, me vuelve locuaz y arriesgado.
Elena: Y si pecó por la belleza, debieron ser pecados minúsculos.
Moveo: ¿Lo cree? (se ríe falsamente, herido)
(entra Simón distraído, con un frasco de remedio)
Simón: Gente.
Elena: ¿Me perdonan? Quisiera retirarme.
Moveo: ¿Encontró sus pastillas, don Simón?
Simón: No las del hígado; pero éstas dan lo mismo.
Elena: ¿Está mareado el señor? Pues para el mareo nada como ponerse un
periódico en la barriga.
Simón: Póngaselo. Yo me siento y se acabó.
Moveo: (a Elena) La verdadera mujer lucha junto al hombre
Simón: Guerra!
Moveo: Y paz
Elena: Tolstoi o la paloma, ésa, la de la
Simón: Compasión
Moveo: (pensativo) Ah las palomas que volaban sobre el patio de la casa de los
abuelos. Nunca les dimos paz.
(hay unos instantes de puro silencio. Elena va hacia proa; canta, y su voz es
dulcísima. Moveo está arrobado; Simón mueve los labios, repitiendo lo que
ella entona):
Elena: “¿Podrá volver al mar la arena muerta, la noche ser el día?
Porque toda esperanza es una incierta
fé en lo que nunca se ha de realizar…”
Simón: (desde su silla cantando):
“No quiero ser de nadie, ni quiero hacerte mía…”
Elena: (se vuelve sorprendida ligeramente; habla con dulzura):
¿Donde aprendió mi canción?
Simón: (que canta nuevamente por toda respuesta a la curiosidad de Elena)
“Cada noche el amante
inventa las caricias y la amada
rechaza la invención”
(silencio brevísimo y entonces cantan Irene y Simón):
“porque el amor se muere encadenado,
y el corazón necesita volar hacia otro día,
no quiero ser de nadie, ni quiero hacerte mía…”
ESCENA SEGUNDA

El mismo escenario: la proa del Arca.


Han transcurrido cinco días. Hay oscuridad: solo la luz débil de un farol Cerca del
público, sentado en el suelo, medita el doctor Trapaza. Habla a solas, pero el público
no puede escucharlo. De repente, bullicio, una tropilla de cuatro muchachos. Trapaza,
sabio auténtico, se levanta de prisa y huye: carcajadas de los muchachos. Únicamente
Elena, indiferente, calla. Quien sabe si, dentro de sí, solloza.

Valentín: Ese tipo es loco.


Elena: O un hombre en su propio silencio.
Leticia: Huyó como si hubiera visto al diablo en persona, y yo, al menos, soy
un angelito. (a Fausto): ¿no es verdad, muñeco?
Fausto: Con que no se caigan las alas al desvestirte después…
(a Valentín): Pásame un trago.
Valentín: Este niño ha bebido demasiado y comienza a marearse. Quiero beber
yo, beber hasta la borrachera total, hasta que el mundo se haga
mierda. ¡Miren las estrellas!
(risotadas salvajes de la juventud)
Elena: Solo me doy cuenta de ser triste.
Valentín: El mundo es una porquería, las estrellas apestan a luz.
Fausto: Con una vieja rica, no hay mundo malo.
Valentín: Yo bebo hasta que la muerte se desnude. La muerte es una puta
excelente. Y ahora voy a aullar a la luna… ¡Auuu!
¡Mueran los reaccionarios!
Leticia: Elena no reacciona.
Valentín: Mira, nena, reaccionarios son los que no comprenden que todo es
una mentira. Nosotros debemos destruir el mundo, es nuestra
obligación. Nos engañaron los padres.
Elena: ¿Estoy triste o mareada?
Fausto: Reaccionarios son los maricones, los que reaccionan cuando les
tocan. Tú estás muerto, Valentín.
Valentín: ¿Te crees la divina pomada, no? Sonríe, idiota, que te voy a hacer
trizas la cara. Tú sonríes como un cura o una madrecita buena. Mira
la luna: es una perra.
Leticia: A mí la luna me parece chévere y tú parece que hubieras salido de
una película aburrida y en francés.
Valentín: ¡Diez sobre diez! La niña de las monjitas ha hablado.
Fausto: Estas mamado y melodramático, hijueputa.
Valentín: Ya te advertí: voy a hacerte parir los dientes, voy a hacerte cagar del
miedo. El que diga que la vida es hermosa que se ponga delante de
mí.
Elena: Sí que eres macho. Los machos son enfermos, nada más.
(se oye música rock)
Valentín: ¿Oye esa música? ¡Pura miel, carajo!
Elena: Miel para las moscas. Esa es música para torturar a los prisioneros.
Leticia:Es música chévere.
Fausto: Música para avergonzar a los ángeles que lloran detrás de la luna.
Valentín: Voy a contarles un cuento de Caperucita roja ¿o ya lo saben?
Entonces les contaré la historia singular de Valentín tiene una madre
preciosa, una verdadera joya. Se casó, al dejar a mi padre, con otro
hombre porque quería joyas y mi padre era un pobre maricón pobre,
empleado del Gobierno. Pero mi padrastro es un diamante en bruto,
más bruto que diamante, claro. ¡Rían, carajo! Cuando Valentín cuenta
un cuento, los demás tienen que reírse. El padrastro, el marido
perfecto, hace el dinero, y mi madre gasta el dinero. Mi nuevo padre
es un hombre muy instruido: él lee muchas revistas para hombres,
pero se escandaliza con Play Boy. Yo llego a la casa y mi madre habla
por teléfono con la abuelita, la que debió haberse comido el lobo… A
lo mejor la comió y la vomitó. Y Valentín va a su habitación y llora, o
escucha música solo para él (Toma a Elena en sus brazos) ¿Bailamos
niña? ¿Damos vueltas juntitos? (La rechaza súbitamente). Tú no
bailas, mueves el cuerpecito al son de las canciones de la mamita.
¡Odio tu mansedumbre! Y todavía, esta cojuda me mira como
borrega…
Elena: Eres malo y cobarde.
Valentín: (remedándola) Porque eres malo y cobarde (a Fausto): Y a ti ¿qué te
pasa? ¿Por qué me desafías, estúpido?
Fausto: Porque estoy muerto. Yo soy un reaccionario.
Valentín: Claro, un corbatita de pájaro.
Leticia: Esto es horrible. No existe alegría.
Elena: Nunca ha habido alegría.
Valentín: Así se ruge, preciosa. No hay alegría, nunca más lo habrá. Nuestros
Padres han ensuciado la tierra con sus lágrimas. Hay que barrer la
tierra.
Fausto: Cuidado, Valentín, que se puede despertar tu padrastro…
Valentín: Era un maricón. ¿Saben lo que me contó este niño precioso? Que le
gusta la vieja esa que hace versos y tienen mucho dinero.
(Fausto le arrebata la botella)
Leticia: Fausto, deja la botella.
Fausto: Tú no me puedes mandar. Soy mi propio patrón.
Valentín: Ya es grandecito el cojudo…
Leticia:¿Hay derecho? Están estropeando la noche.
Elena: Todas las noches son tristes.
Fausto: ¿Por qué estás en este barco, Elenita de un cuerno?
Elena: Por mis padres…
Fausto: Tiene razón Valentín. Son los padres los culpables.
Valentín: (se apropia otra vez de la botella y danza malévolamente)
¡Qué mueran los curas, los militares, los maestros, las madres… y
todo este mundo de impostores!
Leticia: ¡Qué lata!
Valentín: (cada vez más en sí mismo): Yo voy a las Galápagos en viaje de
placer, para hacer el amor con una foca. Mis padres van a Galápagos
para ver como copulan los animales prehistóricos. Mi nuevo padre ya
no bebe, pero tampoco habla. Nadie habla en casa. Cuando habla mi
madre conmigo es porque desea hacer alguna caridad: le sobra el
dinero, le falta algo… ¿verdad? Y mi padre, el otro, se emborracha
que mi madre le dejó por inútil, y ahora se acuestan y se levantan sin
hablar, y yo escribo en las paredes de mi casa deshabilitada. Nadie
sabe hablar. Aprenden inglés, pero no hablan con nadie. Todos nos
sonamos correctamente las narices, decimos mentiras por necesidad.
Todos usamos desodorantes bucales, axilares, testiculares y
vaginales. Y yo apesto a gritos. ¿Saben lo que es apestar hasta el
cielo? Si yo no hablo con ellos, ni ellos hablan conmigo, ¿por qué no
divorciarnos? Yo quiero divorciarme de mis padres, de los tres…
¿Saben cuáles son las causales del divorcio?
Elena: Dilas…
Leticia:Sí, sí, deben ser muchas y me encantaría saber.
Fausto: Permítame: mi padre es escribano, mi abuelo fue jurisconsulto. Yo
soy autoridad. Señoras y señores: las causas del divorcio son:
1. miseria y egoísmo. Egoísmo en la cama, en la sala, en…
2. el dinero cuando falta, y el dinero cuando sobra.
3. tardarse mucho en el servicio higiénico.
Elena: ¿No sirven las palabras?
Fausto: Para engañarnos los unos a los otros.
Valentín: Eso es, un nuevo mandamiento. ¡a la mierda con el mundo que nos
han dejado los mayores, los adultos circunspectos, los maestros
hambreados, los curas satisfechos! (a Fausto): ¿Dónde están en este
momento los padres de los hijos de blue jeans? Tu padre bebe en
este rato un litro de agua de manzanilla y se traga siete pastillas para
los siete pecados capitales.
Leticia:Mi padre suela en las batallas donde nunca estuvo y en las medallas
que robó.
Elena: (de repente iluminada): ¡Silencio, callen por favor, se me ha ocurrido
una idea bestial! ¡Volemos este barco!
Fausto: Pero el capitán es tu padre…
Elena: ¿Cuál gloria puede haber para un marino inglés, que morir en alta
mar, en su propio barco?
Leticia: Pero es que yo todavía quisiera ser feliz…
Elena: La felicidad es otra mentira. Y tampoco es cierto que dos más dos son
cuatro. ¿Qué horas son?
Leticia: Las tres y media.
Elena: ¿te das cuenta? (la risa de los otros se levanta)
Valentín: Repite esa idea, es preciosa…
Elena: Sí, ahora siento las cosquillas de una dicha muy rara…
Fausto: Piensa en lo que propones. Yo creo que es locura, estás dando cuerda
a un miserable engañador, Valentín es un destacado.
Valentín: No me cansaré de decírtelo: ¡reaccionario!
Fausto: Si alguna vez me dejo arrebatar, lo siento. Sí, soy reaccionario, soy
todavía capaz de reaccionar aunque haya estado, por ustedes, al
borde mismo de la histeria. Y tú Valentín, deja de ser gallito, de nada
te sirve los pantalones descosidos. En el fondo, eres nadie.
Elena: ¿Alguien vale en este barco?
Valentín: Una vieja poetisa que rima tierra con perra, un cura enfermo, que se
arrastra, un viejo cascarrabias, inútil como pastilla y su mujer que es
un enema, un capitán estúpido que te hizo el pobre regalo de la vida
inútil, un segundo a bordo que es un bodoque que masca goma todo
el día y por la noche lo guarda en la suela del zapato, tú, Fausto que no
eres remedio para tus padres, un coronel que nunca se ha disparado y
una mujer que es una charretera deslucida, perdona Leticia… Y yo,
¿quién soy yo?
Fausto: El cobarde, que como todo cobarde, grita y grita…
Elena: Yo hablaba un poco de poesía. ¿Lo piensas hacer de veras¿
Fausto: (a Elena): ¡ya lo has visto! Ahí está el “juguete rabioso”. Volveremos,
querida, gracias a tu poesía, volaremos embarrados de sesos y tripas.
Elena: Pero si yo lo dije porque estaba muerta de tristeza.
Fausto: Ahora morirás feliz.
Leticia:Yo quiero todavía ser feliz.
Valentín: ¿Con que creía la princesa que yo hablaba en broma? Que los viejos
hablen en broma, bien está; que sueñe una loca, lo admito… Pero me
dieron una linda idea y no pienso retroceder.
Fausto: Porque no piensas.
Leticia:Sería un crimen. Yo no quiero aparecer en el periódico como una
Demente, sino en la página social.
Fausto: Vamos a ver, Elena, cómo dañas el juguete, lo descompones y lo
guardas…
Leticia: Callen… (todos miran a un extremo); Viene el curita ése.
Valentín: Los curas viven en la lejanía, nada les importa. Y ése está ya en las
últimas. Que venga él bendecirá mi obra destructora. Que bendiga la
nave… y ya.
Fausto: Sería mejor que te rociaras gasolina y te quemaras vivo. Tu cara misma
es una antorcha. Vamos, quémate. Yo Traeré la gasolina. ¿Alguien tiene
cerillos?
Leticia: ¡El padre Moveo en persona!
Moveo: (entra sin ver a nadie, con su brevario) O tempora, o mores.
Fausto: ¿Es latín de misa?
Valentín: (que se ahoga de risa) ¡Por la puta, en latín! Padrecito: ¿usted reza en
latín?
Moveo: ¡Ojalá pudiera rezar!
Valentín: ¿Bromea el santo sacerdote?
Moveo: Oculto tras el bote de salvación ha aprendido mucho de la juventud… si
ustedes son los representantes… Yo quería volar al cielo, y este joven
con pantalones gastados ha prometido que me va a ayudar. ¡Volaremos
todos!
Fausto: ¡Qué orejas las del padrecito!
Moveo: Oreja de cura, que oye todo lo que no se debería oir.
Valentín: Óigame, curita: usted no dirá media palabra, porque…
Moveo: Me atreveré un poquito: mier…
Valentín: (al cura): Eres un gusano.
Moveo: Certísimo, pero no quiero arrastrarme más.
Valentín: (saca la navaja) ¡Te voy a hacer la barba, cabrón!
Elena: No, no, Valentín… conmigo lo que quiera.
Moveo: ¿Y de qué podría hablar, hijo mío?
Valentín: Del vuelo interplanetario que vamos a hacer juntitos… ¿Me has oído? Tú
y yo, abrazados y felices hasta llegar al sétimo cielo.
Moveo: Yo hablo de ese vuelo en todos mis sermones… hijo mñio
Valentín: ¡Eso quisieras! Soy hijo de nadie.
Moveo: Por eso hijo mío. Antes se insultaba así: hijo de cura.
Valentín: Te lo digo de otro modo: esto es un secreto de confesión.
Fausto: Falta saber si volaremos todos al cielo…
Valentín: Todos, y al que se raje, cuhillo (a Moveo): entonces, me pondré de
rodillas para que me absuelvas.
Moveo: ¿Para qué? Más bien da la vuelta. No sería la primera vez que pateo un
trasero.
Leticia: Padre Moveo, yo…
Valentín: te callas mocosa, o…
Fausto: ¡Basta, no puedes amenazar a mi muchacha!
Valentín: (a Moveo): ¿Ves como son las cosas? Este par se ha casado cuando
estabas de espaldas.
Leticia: Padre, yo nunca quise volar.
Moveo: ¿Te faltan las alas hija?
Valentín: Se le cayeron por ser de cera.
Elena: Nadie me hará cambiar: la vida es demasiado triste, tanto que yo no
quisiera la otra vida.
Leticia: Yo me voy a acostar. ¡Qué noche!
Fausto: Te acompaño. (a salir): Te haré compañía.
Valentín: Yo también me largo; me he cansado de acolitar al señor cura, a más de
estar hasta no sé donde con el latín.
Moveo: Será muy fácil aprender tu lengua.
Valentín: Hasta vernos en el infierno, donde dicen que hay muchos curas.
Moveo: Así sea…
Elena: (quien vuelve a entrar): Quiero confesarlo, padre, que a mí nada me
importa.
Moveo: Te sientes muy importante…
Fausto: ¿Monsergas?
Moveo: Vete contigo mismo, que pronto te has de aburrir. Pero si te vas en este
momento, tu salida tendrá un efecto teatral algo deplorable.
Fausto: Yo no represento papel alguno.
Moveo: ¿Acaso puedo dudarlo tras de tu confirmación?
Fausto: Quiero que sepa que jamás me gustaron las vidas de los santos ni los
dramas religiosos.
Moveo: También a mí me escandalizan. Dios no puede ser inquisidor. Yo soy un
triste humano.
Fausto: Ah… ¿Trata de conquistarme?
Moveo: Dudo de mis atractivos.
Fausto: Hace el ridículo con tal advertencia.
Moveo: No lo niego. Un cura es ridículo porque es hombre.
Leticia: Pero usted, que es sacerdote; no reniegue.
Moveo: No, querida niña, no. Tu amigo se va a acostar y a llorar mordiendo las
almohadas. Es la vieja receta que no falla, que no quiero pelear con otro
niño.
Fausto: Buenas ncohes.
Leticia: Así no puede ser, que está aclarando. (sale Fausto. La escena se colma
de un vago resplandor, y es el día, por fin el averio, todas las aves del
cielo dicen que la tierra está cerca, quizás…)
Moveo: Ustedes volarán más pronto que esas aves.
Leticia: ¿cuáles aves? (sonríe a su pesar). Ustedes se imaginan que son aves. No
lo son.
Moveo: (Incrédulo, mientras mira al cielo) ¿No son aves , gaviotas de la costa?
Leticia: Mire usted: deben ser las palomas que el capitán tenía prisioneras.
Seguramente él las ha liberado porque ha escuchado algún rumor. Es
una vieja costumbre. No es la mañana todavía.
Moveo: Tal vez eran nubes. También las nubes vuelan y hace un ruido semejante
al de las aves al venir la luz. Mañana estaremos de veras cerca…
Leticia: ¿De la costa, Galápagos?
Moveo: De lo que cada cual desea. A lo mejor este momento mismo ya eres lo
que soñaste.
Leticia: ¿Qué quisiera ser yo?
Moveo: Algo que ni te gusta admitir. Tú quieres ser más buena que hermosa (se
detiene con cierto horror): ¿Sabes una cosa? Ya no me siento bien.
Pronto avisa a alguien.
Leticia: (alarmada): Aquí ni hay médico.
Moveo: (Impaciente): Claro que no hay. Trapaza, el doctor después de haber
salido de la cárcel.. puede ejercer.
Leticia: Por lo menos siéntese (Moveo la obedece) ¿Está mejor?
Moveo: No sea insensata, cada momento peor. Pronto.
Leticia: (que sale dando voces): ¡El médico, el médico!
Moveo: (solo): Bonita broma este dolor. Dolor que entra en mi cueroi,
silencioso. “Padre, muy buenas noches”. La vieja me ponía muy
nervioso. Y los zapatos sobre la mesa, el colmo. Una solterona es lo que
era, solterona he sido estos largos años. “Y esto es para la misa de
mañana”. La vieja que pedía que en la misa metiera a doscientas
personas de su digna familia. ”Ahora está más fuerte, pero no creo
conveniente que haga ese viaje.”
Ay, ahora me está picando una pulga justo en… y ahora salta.
Endemoniada pulga buscando mi bolsa… ¡Si no tengo dinero! Ah, no me
hagas cosquillas, ya te has metido pungida, vale, mas no a un pobre cura
pobre. Bueno, yo no pienso en ti, Señor, en este rato. La vieja se reía
como me rio yo con esta pulga enviada por el de los cuernos. Pulga de
un cuerno: ¡si yo he hecho voto de castidad, y vienes y le enredas con
pendejos!... La vieja reía mostrando la ausencia de las muelas, vieja
canosa, Y después los priostes con las velas enormes, y aunque llueve o
truene la vieja procesión. No aguanto más: ni el santo Job tuvo que
soportar a un tiempo dolor (se toca el pecho) y comezón (se toca las
partes pudendas). No y no, yo tengo que vivir por lo menos quince años
más. ¿Por qué me tiene que pasar la sopa helada¿ Vieja cazurra, viejo
trate, perol que me golpeas el hambre. Pero ella se dice “no es más que
un cura viejo que se va a morir de un momento a otro.” ¡Por fin,
desgraciada, ya te di caza! (Aplasta entre sus dedos a la pulga
entrometida no se sabe de dónde). Por fin, asesina de mi calma, más fea
pulga que la muerte misma (se ríe feliz, y en ese instante entra Leticia y
Trapaza).
Trapaza: Soy el médico (como Simón se ríe, lo encara): Médico a quien pesare. Y
médico hasta la muerte. Si he salvado perros de la rabia, ¿por qué no
puedo arrancar un cura del hocico de la parca?
(se inclina y examina al cura. Simón se pasea por la proa, de este lado a
ése).
Simón: Bestia.
Trapaza: (al enfermo siempre) Respire.
Simón: Respira.
Trapaza: ¿Dónde está el dolor?
Simón: Sonde nació.
Moveo: La pena está en el alma.
Trapaza: ¿Eh? Esto es mucho peor que la rabia. Diga a.
Simón: A
Trapaza: ¿Eh?
Leticia: El padrecito tiene n cáncer.
Simón: Lo matará.
Trapaza: Francamente, francamente.
Simón: No sabe.
Leticia: Ya se muere…
Trapaza: (pensativo) No.
Leticia: Por lo menos, cabe la esperanza.
Trapaza: Respire.
Moveo: Si es hora de la gimnasia
Trapaza: Otra vez.
Simón: Lo mata.
Moveo: Mi visión es borrosa.
Simón: Claro, es un cura. ¿Qué puede ver un cura?
Trapaza: (hundiendo los dedos en la barriga) ¿Y aquí?
Moveo: Llamas.
Leticia: No puede ser, si fue un santo.
Moveo: Me abraso, que me abraso.
Trapaza: Respire.
Simón: Aun respira.
(entra Soledad en bata de acostarse, casta y sencilla)
Soledad: ¡Oh muerte, avergüénzate!
Leticia: (a Soledad): Tiene el padre un dolor de película.
Trapaza: Respire.
Simón: Animal.
Trapaza: Todo el mundo, lejos, no puedo ver nada.
Simón: Ciego.
(pasa un momento de total silencio. El médico deja al paciente, viene
hacia proa y habla)
Trapaza: Creo honestamente, pese a la prohibición de ejercer que llevo, que este
hombre vestido de cura, está de verdad vivo.
Leticia: ¡Viva!
Soledad: ¡Oh triunfo del espíritu! ¿Tiene alguno de ustedes una rima para
espíritu?
Simón: Culo.
Soledad: (al viejo): ¡Impío, sátiro! Una rima, señor ignaro, es la palabra que
termina.
Simón: ¡Acabe!
Soledad: ¡Cuán incomprendidas somos las poetisas!
Moveo: ¿No tengo cáncer?
Trapaza: He visto muchos animales, perdón, con lo mismo.
Moveo: ¿Qué?
Trapaza: Alergia al color negro. Es la sotana.
Simón: (pensativo): Racista.
Moveo: (se pone de pie y se quita su ropaje): ¡Gaudeamus!
Trapaza: Ite, misa est.
Simón: Siempre lo dije. Las iglesias enferman. Las capillas son nefastas.
Trapaza: Mis ex colegas los médicos, porque tuve por colegas a tales ignorantes,
y ellos fueron los que me llevaron a la cárcel por haber dado una
pequeña ayuda a un moribundo, poquita cosa: apresuré la muerte de un
ser que padecía demasiado antes de irse al infierno para padecer sin
horario… Bueno, mis ex colegas, como siempre, erraron. Lo que tiene el
señor es tristeza de cura. Y el único remedio está en vestirse como
cualquier ser humano, pues ya lo dijo el refrán: el habito no hace al
monje.
Moveo: Es verdad. Me siento otra persona.
Trapaza: Si alguien tiene deseos de enfermarse, que me avise.
Simón: Yo estoy enfermo desde mi nacimiento.
Trapaza: Histeria.
Simón: Dudo.
Trapaza: Nervios.
Simón: Insomnio.
Trapaza: Suprima la siesta.
Simón: Y dolores, multitud de dolores.
Trapaza: Huya de la multitud.
Simón: (indignado): Pero sobre todo insomnio.
Trapaza: (muy seriamente) Busque un trabajo nocturno.
Simón: Y falta de apetito.
Trapaza: No coma (se vuelve a los demás): ¿han visto como este viejo se queja en
vano? Este señor tiene algo más grave y no lo sabe.
Simón: (aterrado): ¿Qué?
Trapaza: (se acerca a Simón y le dice en secreto): Curioso…
Y ahora me perdonan: debo curarme a mi mismo. Padezco de
incontinencia.
Leticia:Es un orate.
Moveo: Orate frates… Digo yo. No le creo ni media palabra. Yo siento que voy a
recaer y moriré.
Soledad: Para mi tiene todas las trazas del poeta moderno. Ignora lo que es una
rima, no tiene metro.
Simón: Pulgadas, yardas, qué sé yo.
Soledad: Y usa una prosa ridícula. Es arbitrario al hablar. Sí, un poeta moderno,
un creacionista.
Leticia: Quien sabe si es feliz… ¿Vieron ustedes su camisa?
(entra Oliver, muy agitado)
Jonás: Lamento interrumpir, mas las noticias son inquietantes.
Soledad: Los navegantes aman el peligro, pero no siempre perecen en el peligro.
Moveo: Desde ahora digo que no hay por qué preocuparse. Esos niños no harán
daños. Me lo prometieron, u además si fuera otra juventud… ¡Son niños
viejos!
Jonás: El jovencito aquel, de los pantalones manchados y apedazados, al
parecer murió en el mar. Se dice que estaba borracho y subió por la
mesana y cayó a la oscuridad. Terrible, verdaderamente terrible… En la
campaña.
Leticia: (interrumpiéndole brutalmente) ¡Valentín, no puede ser!
Moveo: Por el palo de mesana… sí, el joven no andaba por las ramas. Lo empujó
la desesperación.
Leticia: Me siento culpable, dijimos cosas horribles.
(vuelve Trapaza)
Trapaza: De modo que la juventud ha muerto.
Jonás: Yo creo que ha perdido un combate.
Trapaza: Desorientado, torpe, atolondrado, buscando en la noche y en la
oscuridad al enemigo, y el enemigo único se agazapa en el fondo de uno
mismo (se acerca a Jonás)¿Aconsejaría buscarlo?
Jonás: en esta lucha constante por la vida… A veces es mejor huir del enemigo.
Soledad: Huir de uno mismo, no es bravura, es comodidad.
Moveo: Para mí que Dios ha hecho una advertencia, un guiño…
Jonás: Si Dios ha guiñado un ojo, que no cierre los dos.
Moveo: No hay peligro.
Soledad: ¿Por qué tendremos los poetas que alimentarnos del dolor?
Moveo: Le felicito por su dieta.
Soledad: Yo hablaba de encerrarme para hacer un soneto a la muerte de ese
muchacho. La dificultad, como siempre, es la rima. No me queda otro
remedio que hacer versos libre… (sale).
Leticia: El pobre Valentín que en el fondo amaba a la vida.
Simón: Cobarde. Y por Soledad Que la encierren…
Jonás: No hay duda ya. Estará en el fondo de un gran cetáceo.
Simón: Sabia naturaleza…
Moveo: Voy a rezar por esa alma descarriada… o quién sabe, a lo mejor, él ruega
por nosotros.
Leticia: Así sea.
(vuelve Soledad)
Soledad: (a Moveo) Quiero una rima difícil para muerte.
Moveo: Perdóneme, “señora del egoísmo”, no tengo rimas, tengo pena (sale).
Simón: Extraño, un cura que siente pena por otros…
Jonás: (a Leticia): te veo marchita, hija mía, yo creo que deberías retirarte.
Leticia:¡Malditos hombres egoístas!
Simón: Vivo estoy…
Soledad: ¿Por qué nos alegramos de saber que estamos vivos, si vivir es regresar?
Jonás: La vida es sólo un vasto campo donde…
Leticia: ¡Oh, no, ya basta!
(sale la chica)
Simón: Un nuevo día para un par de viejos.
Jonás: Nuevos esfuerzos.
Simón: Respiro.
Jonás: Quien sabe… de repente he creído que la vida puede ser hermosa.
Simón: No.

ESCENA TERCERA

Días después en la proa. Es de tarde.


Elena está sola, sentada, cuando llega Jonás, pero no hay neblina.

Jonás: Hermoso atardecer.


Elena: ¡Oh, que gusto verlo! Todos los días me he preguntado por qué huye
usted de los pasajeros.
Jonás: Es mi naturaleza, un modo ser. ¿Me permite tenderme a su lado? (ella
consiente de buen agrado, y él lo hace)
dentro de nuestra tradición, guarda distancia y un poco de reserva.
Elena: Pues nunca lo he visto como un hombre distante. Yo lo definiría a usted
como un ser solitario.
Jonás: si tuviera un hijo viviría por el
Elena: eso es un poco de miedo a vivir. En esos casos un hijo resultaría buena
excusa, ¿Qué nombre le pondría?
Jonás: me gusta el nombre Leticia es como que va más allá de la vida y la
muerte porque el mío Jonás amenos de que me meta dentro de una
ballena
Elena: soledad va bien a la poetisa
Jonás: Es un sol enorme. Me encantan los crepúsculos. El color de las nubes y
el color…
Elena: Ah, no, a mí me gustan las puestas de sol.
Jonás: Espero que esas bromas no le hayan inquietado.
Elena: En absoluto, no. Usted sabía que yo estaba aquí desde el primer día y lo
esperaba.
Jonás: (nervioso apenas): ¿Eso es verdad?
Elena: ¿Siempre le corresponderá a la mujer decir la palabra final?
Jonás: ¿Usted vive en Quito o en Guayaquil?
Elena: Si me preguntan dónde, deberé contestarle que en un castillo, en una
choza, en un barco, en una playa. En realidad, hay seres que no tenemos
patria señalada. Ni hogar, y solo un poco de amor que reservamos para
la mejor ocasión.
Jonás: ¿Té o café?
Elena: Prefiero el té de China, a las cinco y sin azúcar.
Jonás: Encantado, panecillos y mermelada de fresas.
Elena: Aun no me ha dicho que está enamorado de mi.
Jonás: ¿De veras? (pausa embarazosa; al fin, él se decide y le toma la mano:
pretende leerle): Usted tendrá una larga vida al lado de un hombre que
amará en usted cada detalle, cada gesto. ¿Hijos?
(VOZ EN OFF: mar gruesa, mar gruesa…)
Elena: ¿Le agradan, entonces, los niños?
Jonás: ¡Oh me encanta la forma de hacerlos!
Elena: ¿Me promete que nunca cambiará este velero por un yate moderno y
de otro nombre?
Jonás: Siempre velas hinchadas por el viento.
Elena: Conrad.
Jonás: (negando con la cabeza) Melville, pero da lo mismo si dos personas
aman la lectura. Yo la he amado desde el momento en que zarpamos.
Usted es para mi la más bella lectura…
Elena: Y yo lo amo desde que compré el pasaje.
Jonás: Ah, su vestido azul y los brazos desnudos…
Elena: Usted, en el puente, con su gorra…
Jonás: Su elegancia.
Elena: Su leve ironía. Y su cachimba, el humo leve…
Jonás: Sí, seremos muy felices, si el tiempo lo permite.
(entra Simón y Constancia, caminan lentamente, en semicírculo, en la
proa).
Constancia: Me siento mal…
Simón: Contagio.
Constancia: ¿Y dónde estará mi Faustito?
Simón: Por ahí.
Jonás: Buenas tardes, señora. Don Simón, ¿cómo está?
Simón: Excelente.
Elena: Pero… ¿es posible, está seguro de sentirse bien?
Simón: Ex.ce.len.te
Jonás: ¿Contagio?
Simón: Cambio de rumbo
Jonás: Pero la señora…
Constacia: Ay, me siento mal, pero muy mal. Tengo dolor de cabeza, esta mañana
me dolía la rodilla, tengo cólico de gases.
Simón: ¡Asfixiantes!
Constancia: Tengo principios de angina, me duele el esternón, y tengo calambres, y
un dolor a los riñones que para qué les cuento.
Simón: No les cuentes.
Constancia: Tengo dolor de muelas. ¿Ven está? Tengo caries, y sufro principios.
Simón: Este es el fin.
Constancia: De vértigo, me duelen los ovarios, vagos trastornos al sistema
neurovegetativo. He tomado esta mañana veinte gotas de
Simón: Ácido abutilocicinconinico. Diez de tiamina, gotas nasales, hepadesicol,
vitamina B, la seis, la nueve, la doce, y píldoras anticonceptivas.
Constancia: ¡Simón!
Simón: Por si acaso.
Constancia: Ay, me siento a la muerte, ay…
Simón: ¡Carajo, cállate!
Contancia: Tú no sabes lo que es mi padecimiento.
Simón: ¿Cómo voy a saberlo si no soy usted?
Constancia: Pero a usted señorita se le ve… linda, con colores en la cara, y hasta me
parece enamo-rada. Oh si… ¿he dicho alguna indiscreción? Yo no qui-se,
¿me per-do-na?
Simón: Parece.
Jonás: Sigan ustedes, no se preocupen, que hay muchas formas de ser felices.
Constancia: Por lo menos la caída del sol es linda. ¿Es un sol maravilloso, verdad?
Jonás: El ocaso.
Constancia: También me duele, pero me aguanto.
Elena: También deseo su mejoría…
Simón: ¿Cuánto mejorará?
(salen los vejetes)
Jonás: Nos han interrumpido.
Elena: Tal la vida. Nos interrumpen cuando estamos solos y felices. Sufrir a
nuestros semejantes…
Jonás: Eso es sentido del humor, querida.
Elena: Se ha puesto el sol.
Jonás: La pasajera misteriosa y bella…
Elena: La tierra será siempre triste. Prefiero este vagar sin rumbo, este tocar la
arena y volver a partir.
(entra a gatas Trapaza, que hará el mismo juego de la pareja anterior).
Trapaza: La iguana es un reptil saurio, parecido al lagarto, con la lengua
simplemente escotada en el extremo y no protáctil, los dientes
aplicados a la superficie interna de la mandíbula, está generalmente
provisto de una gran papada y de una cresta completamente espinosa a
lo largo del torso; alguna de las especies llega a alcanzar hasta un metro
de longitud. Es indígena de la América meridional y su carne y huevos
son comestibles… ¡Qué asco yo no comería jamás una de esas deformes
iguanas! (olfatea el suelo): ¿Indígena? La iguana es un reptil saurio
indígena… o, dioses venerados ¡una raza en pleno subdesarrollo! Hay
que salvar a esa raza ofendida. Hay que pensar en la reinvidicación del
indio, (continua el gateo de pronto se detiene, recuerda); El oro es un
ave del orden de las trepadoras, de unos 35cm desde lo alto de la cresta
hasta la extremidad de la preciosa cola (imita un loro enjaulado):
Buenos días, dr. Trapaza, ¿Sige mejor de las almarranas? Le han venido a
ver muchos pacientes, unos menos pacientes que otros, pero usted
estaba encerrado en el servicio higiénico… Lorito cojo, urruri, turua,
turua… y 6cm de envergadura; pico fuerte, energético, muy encorvado,
patas con tarzos delgados y dedos muy largos con los que coge el
alimento para llevarlo a la boca ¡Loro asqueroso, cochino! (se detiene,
jadea, y sigue): Plumaje amarillento en la cabeza, amarillento azuloso en
la apariencia de verde profundo en resto del cuerpo, color encarnado en
el encuentro de las alas, y en el extremo de las dos remeras principales.
Es propio de los países donde se baila el son y la rumba, la samba y el
merengue, pero puede vivir en domesticidad como los seres humanos y
aprende a decir palabras, pronunciar discursos, transmitir partidos
deportivos, por lo cual es sumamente apreciado, tanto que su valor
oscila entre muchas gracias y algunos dólares. Hay muchísimas especies
con plumajes muy diversos, pero siempre de colores brillantes, tales,
que se los cree a ellos mismos brillantes, y aprende computación. Las
especies son: Lorito real, alo, papagallo, cacatúa, guacamayo, diputado,
perico, alcahuete, colipoterra… (y murmura otros nombres que son
escuchados mientras gateando sale de la escena).
Jonás: Qué raros son los científicos y los poetas…
Elena: El doctor Trapaza se define a sí mismo analista.
Jonás: Qué humildad.
Elena: ¿O me dijeron que fue un Herborista?
Jonás: ¡Ahora recuerdo! Es un ex’presidiario, y mató por amor a quien no lo
amaba. Sucede, querida. No por los celos, se entiende. Conoció de tal
manera las leyes de los hombres, que ahora las desprecia. Tanto buscó a
un Dios, que hoy se confiesa presunto extraterrestre.
Elena: ¿Dónde vio la luz? ¿En donde aterrizó?, preguntaría…
Jonás: Lituania. Se nacionalizó amazónico. Es un hombre genial que cree que la
bomba atómica no es suficientemente poderosa para destruir el mundo,
y a inventado un atomizador para el cabello, y por odio a la humanidad,
ha inventado asimismo los desodorantes.
(entra Trapaza)
Trapaza: Tierra a la vista.
Elena: ¿Será una basurita en el ojo?
Trapaza: Lo menos que deseaba era importunarla… Siento mucho.
Jonás: El deber me llama. Qué tierra inoportuna…Puedo darle una buena
noticia, también. El mar está agitado y el puerto es inseguro…
Pasaremos la noche a bordo. Esto se pone feo. Habrá tempestad,
seguro.
(entra Soledad)
Elena: ¿Misión cumplida, un soneto?
Jonás: Señora poetisa creo que esta noche tendrá motivos suficientes de
inquietud y dará a la luz muchos versos tormentosos.
Soledad: (para sí) Viento y aliento; cada y abrasa; tempestad y mareo, Moveo;
barca y la horrorosa parca (a Jonás): La idea es excelente: quedarse en el
camarote y ver la tormenta, los dioses indignados…
Elena: Va a moverse mucho usted mientras escribe…
Jonás: Corremos de veras peligro.
Soledad: La vida es un riesgo y no lo veo dispuesto.
Jonás: Mi responsabilidad son las otras vidas.
Soledad: No tema. Cada pueblo, cada raza, tiene sus cualidades. Lo que para
usted es un defecto, bien puede ser la mayor cualidad. Por ejemplo, en
su arrogancia, yo distingo a un hombre muy tierno.
Elena: (para sí) Y ella ya madura. (se levanta y se dispone a salir): Voy a mi
camarote, de repente, el aire helado me ha llegado…
Jonás: si estarás más segura ahí
Elena: mientras no lleguen otras noticias desfavorables… Con perdón (hace
mutis)
Soledad: Una mujer mujer.
Jonás: Prefiero la mujer que no se siente superior.
Soledad: (que inicia su juego): ¿Soltero aún?
Jonás: Las mujeres no sienten gusto junto al marinero de tierra firme. Un
marido en casa, lo dice el pueblo, es la pulga en la oreja.
Soledad: Usted necesita de alguien que cuide sus sueños.
Jonás: Digamos…
Soledad: ¡Dígalo! Yo estoy a la espera de una confesión atrevida.

He vivido toda mi existencia en un dique flotante…


Soledad: Debe hacerse a la mar. Quien dice que no haya una isla encantada que
lo espera…
Jonás: ¿Y si la tempestad me aleja de ese refugio ideal?
Soledad: El corazón de una dama enamorada es una brújula.
Jonás: El corazón es hechicero. Me siento confundido.
Soledad: Siéntese a mi lado, y a mi lado, escúchelo: es el llamado de la distancia.
Jonás: ¡Veo tan poco!
Soledad: Miopía singular de quien aún no conoce el océano.
Jonás: No quisiera, por razón alguna, herir sus sentimientos.
Soledad: (vivamente emocionada): ¿Desea hacerme una proposición poco
frecuente? ¡Venga esa confesión! ¿Vivir sin casarse porque el amor no
quiere cadenas? Yo soy una mujer madura.
Jonás: Mis sentimientos están todavía verdeciendo.
Soledad: Ramas verdes y frutos rojos, amigo mío. Usted es un barco navegando a
la deriva. ¿No quiere agua fresca de… mis labios?¡Los navegantes tienen
sed, los barcos están ebrios…! Yo soy brisa para tus velas.
Jonás: Creo que necesito un whisky.
Soledad: Bebe en mi garganta el vino añejo…
Jonás: (aparte) Ni que yo fuera pendejo. (a ella): La sed se me ha quitado de
repente. Además, sin ánimo de ofenderla, pienso que es un poquito,
solo un poquito más vieja que este servidor.
Soledad: Yo seré de ti como una madre… de la caridad.
Jonás: ¡Una monja, Dios mío, perdió hasta don Juan! Además, tengo recelo,
puede venir el capitán.
Soledad: ¿No ves cómo a mi lado ya haces versos?
Jonás: Es decir… el reglamento.
Soledad: ¿Sabes dónde madrugan las moscas? ¡Pues manda allá el reglamento!
Para que venzas tu timidez, cerraré los ojos.
Jonás: Es mejor que los abra, regresa la señorita Elena.
Soledad: (cerrados los ojos). ¡Yo soy Elena, la de Troya!
Jonás: La hija del capitán, y donde manda capitán…
(ella bruscamente despierta del “ensueño”)
Soledad: ¡Tentación humana, te ordeno retirarte!
Jonás: Yo cumpliré sus órdenes, señorita.
Soledad: Odio que me digan señorita. Es una palabra compasiva, como la del
poeta, si es hembra quien escribe. no es en la cama donde se es señora.
Elena: Perdóneme, Jonás. Mi padre dice…
Soledad: Su padre puede decir lo que le venga en gana.
Jonás: Habrá que arriar las velas.
Soledad: O acercar otra vela a San Antonio; pero usted, mi bello, no pida ayuda a
los santos. Yo me ofrezco…
Jonás: No me fio de los ofrecimientos. Voy al punto…

Soledad: Hombre cobarde, que hasta el bien le temes.


Elena: Todos somos débiles y tristes criaturas.
Soledad: Nunca he llorado delante de otra mujer. puedo bañar con mis lágrimas a un
hombre, que toda madre lo ha hecho. mas oj puedo lavar el rostro de otra
mujer por mínima que sea mi vergüenza !Juega niña al amor que aun es
hora!
Elena: La vida es triste.
Soledad: (melodramática en el mutis): !Niños, adiós!
Jonas: Me viniste a salvar, ha querido que yo me declarase, y lo hice, pero en
huelga.
Elena: Me alegro Jonás.
Jonas: Esa ballena nunca me habría vomitado y yo estuve cerca…
Elena: ¿De qué, amigo mío?
Jonas: Es que me corto
Elena: Yo lo veo muy pálido ¿Algo le ocurre? Límpiese ese repudio y
acérquese ¿Por qué tendremos que ayudar siempre a los hombres, si
después son tan resabiados? Usted no pasa de ser un niño malcriado.
Jonas: (de espaldas y temeroso) Yo la amo
Elena: !Que tonto!
Jonas: ¿No me ama?
Elena: Imbécil!
Jonas: (volviendo a ella) ¿Puedo guardar esperanzas?
Elena: No las guarde usted, dámelas. ¿No ha visto como mis ojos le mandaban
señales inequívocas?
Jonas: Nada he visto, que el amor es ciego
Elena: Vamos a ver: !declárese como macho!
Jonas: !El amor verdadero, el verdadero amor, nos confunde, nos vuelve
pordioseros!
Elena: Dejemos a un lado esta comedia. Usted me ama yo lo amo. Estamos
equidistantes del lecho conyugal. ¿No lo cree?
Jonas: !Tenemos que ser alegres, deberemos amarnos a pesar de todo!
Elena: Nada tenemos, nada tememos…
Jonas: Eres una chica brutal y yo te amo bestialmente !Hasta que la muerte nos
separe!
Trapaza: En el libro de higiene matrimonial, dice que los santos padres se lavan la
boca antes del coito, y que lasmuejeres… iban con flores al altar (lee un
libro que lleva en su mano): “Dedicatoria del santo a los feligreses de
Constantinopla: para los que sienten como yo, que la mayor tristeza no es
perder una madre, sino perder una muela” (Revisa el libro y se detiene):
Esto es la reverencia verija. deberé leerlos cuando regreséis de la luna.
Elena: !Doctor Trapaza!
Trapaza: Le prohibo, querida señorita, interrumpirme. Soy un hombre genial, el
abominable hombre de los mares. Bien: estamos a punto de descubrir un
misterio: el porqué de los dolores agudos a la neurona de la izquierda en la
señora de Simón el Fatalista
Jonas: Según fuentes autorizadas, se trata de contagio.
Trapaza: Se levanta, con dolor de cabeza. En las escrituras dice “Cuando se presenta
un dolor de cabeza… veamos, veamos, he aquí la página… dice: cuando los
dolores de cabeza o parte se trate, se deben eliminar las causas probable
del embarazo, para lo cual se impedirá que el hombre pene”. Esto es raro
rarísimo, Si este tratamiento. dicen las Escrituras, falla, se eliminará la
cabeza… Buenas noches, hijos míos…. (intenta el mutis y se detiene) Tened
cuidado con el amor, que definiera Plinio el Viejo, para quien dicho amor es
sólo una de las acostumbradas lluvias de la sierra y en especial de Quito,
reino que fuera descrito por Juan de Velasco en su aventura literaria…
Ahora surge una cuestión de mucha monta: ¿Noé habrá metido en el arca
una pareja de ladillas? ¿Habrá admitido en la monstruosa nave una pareja
de invertidos? ¿Habrá invertido los papeles? Ya se sabe, según Pablo, el
apóstol: el mejor papel higiénico es una marca amor. Queda esta sesión
clausurada (sale)
Jonas: Creo que la primera noche me tocará estar en la popa
Elena: Me dolerá muchísimo: !en la popa!
Jonas: Tengo deberes, mi querida Elena ¿No lo entiendes?
Elena: Una cosa es entender y otra gozar
Jonas: Es el cura Moveo, que insiste en desembarcar.
Elena: ¿Pese a la tempestad?
Jonas: Odia al Obispo. Ha dicho que no le importan mucho ni el Obispo ni la
tempestad, ni la mar agitada.
(las olas son escuchadas en multitud sobre los puentes, y gritos, horror las
acompañan)
Elena: Pero… ¿a quién veo? Si es el mismísimo cura en calzoncillos….
(entra Moveo en ropa interior)
!Padre, jonas se me declaró hace un momento!
Moveo: Los dioses contra mi… un loco quiere la felicidad en medio de la desdicha
general.
Jonás: (melodramático) Adios, amor.
Elena: (arrebatada) Quien lo diría, acabo de encontrar el amor, y ya los vientos y
la noche me lo arrancan!
Moveo: Voy a lanzarme al mar
Jonás: !Papista del demonio! Yo protesto…
Moveo: Proteste lo que quiera, hijo de Enrique Octavo
Jonás: Que bajen la chalupa. El segundo abordo lo acompaña…
Moveo: Otro es mi padre y él me ha llamado.
Elena: Hágase el sordo, diga que volverá después de un rato.
Jonás: Pensando bien, yo esperaría hasta mañana
Elena: (que mira desde el extremo en proa): !Qué olas!
Moveo: No exageremos, niña
Elena: ¿Y si hay una ballena escondida en el angra?
Moveo: Déjeme usted con dos marinos zafios, que este muchacho ha de cumplir
otra misión.
Jonás : El desembarco es imposible. Mire esas manchas
Moveo: ¿Manchas? Usted debe estar enfermo del hígado
Jonás: !Son los arrecifes!
Moveo: Dios nos guie
Jonas: (a voz en cuello): Hacia el sur, demonios!
Moveo: En vos confío, Señor
Jonás: Muy reconocido, pero repito que es una estupidez.
Elena: Llueve, que es bestial!…
(entra Simón)
Simón: La mar esta indigesta.
Moveo: Usted que tantas veces estuvo enfermo ¿cree que corro peligro o tiento al
Señor?
Simón: Tienta
Jonás: (a gritos) !Al sur!
Simón: !A la mierda!
(entra Constancia muy agitada, en ropa nada adecuada)
Constan: (a Simón) ¿te has convertido en loco?
Simón: (en voz baja a ella) Trato de salvarnos y echar un cura al agua (grita): Cura
al agua…
Constan: ¿Todos se han desbaratado?
(cambio repentino en Moveo, quien está observando el mar)
Moveo: !Este paisaje es maravilloso!
Constan: Yo nada veo
Jonás: Confiemos en la suerte
Simón: En Dios
Jonás: (a Elena) Confía en mi. Y si perecemos, que el mar sea para siempre
nuestro lecho
Simón: Cama
Elena: A mi, la lluvia me parece triste
Jonas: Oh, no querida…. !Hay algo maravilloso este momento!
Simón: El diluvio
Constan: Este tiempo me hará mucho daño, te prevengo
Simón: Calla
(entran de la mano Fausto y Leticia)
Constan: ¿Y dónde estaban ustedes?
Fausto: En en en…
Leticia: Es el viaje mas bello de mi larga vida
Jonás: A lo mejor de esta no regresamos…
Leticia: (abrazando a Fausto): Señor capitán, cásenos
Jonás: Puesto que así dispuso el tiempo… (todos callan. En el silencio augusto
Jonás da unos pasos y habla con voz grave) Yo les declaro ante la muerte,
mujer y marido.
Simón: Hasta la muerte
Fausto: Qué hermoso… morir siendo amado
Simón: Devorado, dirás, bribón
Fausto: !Viejo!
Simón: !Incauto!
Elena: Tal vez nadie en verdad desea regresar al mundo…
Jonás: Un mundo enfermo, aburrido, triste….
(entra Soledad con un pliego inmenso en sus manos)
Soledad: Escuchen mi poema….
Simon: Si usted nos lee un solo verso, la echaremos a los tiburones
Soledad: (abatida) ¿Nadie ha de escucharme?
Simón: Nadie, porque nadie escucha a los poetas
Elena: Más nubes negras en el horizonte.
Jonás: !Silencio, hay algo extraño! (todos callan hasta volver insoportable la
pausa. Entonces se escucha, lejana, cierta música salvaje) !El barco se
desliza…!
Constan: Estoy mareada
Leticia: Póngase un periodico en la barriga
Simón: !Coño es verdad, nos deslizamos!
Soledad: (desde el extremo): !Y hay una balsa! !En la balsa, un hombre!
Simón: La poetisa puta puede ver un hombre a cien millas
Jonás: Es un hombre vestido de cuervo
Leticia: !Es Valentín, es Valentín!
Simón: Un cuervo
Jonás: No hay duda, es Valentín pero vestido de negro
Elena: ¿Y eso qué significa?
Simón: Jodidos
Soledad: Aunque sea un pajarraco, yo le daré una rima
Fausto: Qué alas ni qué alas… Valentín, de negro y basta
Simón: Sin la rama de olivo entre los dientes.
Jonás: (preocupado) Y el barco no se mueve ni una pulgada. No se mueve el
velero casi
Simón: Nada
Jonás: ¿Estaremos dentro de una inmensa ballena?
Soledad: Hay algo todavía más extraño: Llueve, pero nadie se moja.
Jonás: Vaya Vaya
Simón: Idiotas. El hambre de prodigios vuelve idiotas a los hombres. Parir, morir
un poco. Constancia…
Constan: No siento nada. Sólo la cabeza…
Soledad: (grandiosa) !Oh mar, cuan grande es tu grandeza!
Constan: Es mi cabeza
Soledad: Oh Señor, el diluvio…
Simón: Odio la poesía. Odio la prosa, la elegancia, la genealogía
Soledad: Poesía, mar, noche…
Simón: Que se calle!
Moveo: Las olas vienen hacia nuestras trincheras…
Jonás: Moderación señoras y señores. Hagamos calma dentro…
Leticia: Se ha puesto la sotana del padre
(entra Trapaza. Tarda en ver a los otros, porque, ciego revisa un libro, enorme que
tiene en sus manos. Luego avanza cauteloso, va hacia la poetisa)
Trapaza: !Eureka! (ella retrocede; él, con pasión) !Eureka!
Jonás: Seguramente ha descubierto por qué el barco no se mueve.
Elena: Porque la tristeza es inmovilidad.
Jonás: No, amor mío, no más tristeza
Trapaza: (con idéntica pasión, a la poetisa) !Eureka!
Simón: Griego
Leticia: !Como mira a Soledad!
Simón: Curiosidad científica
Elena: Seguramente ha descubierto algo extraño
Fausto: Que el mar no calma la sed
Elena: !Eso!
Jonás: Cosa terrible: patético
Simón: Tchaikovsky
Moveo: Era la embriaguez del dolor
Trapaza: (tira el libraco) Tú eres, Soledad, la iguana. Yo soy el loro que repite te
amo.
Soledad: !Usted está loco!
Trapaza: Tu, sagrada mujer, y yo, el hombre deplorable, desde este instante
formamos la pareja más perfecta
Soledad: !Usted es un monstruo!
Trapaza: Eso creías porque estabas en las nubes. Ven a la tierra, que te aguarda la
aventura.
Soledad: ¿Qué me aconsejan, queridos amigos?
Todos: (a una voz) Que se casen, que se casen
Simón: Idiotas
Elena: Señora poetisa: podría ser verdad; ya lo he pensado: poesía y ciencia,
sueño y realidad.
Simón: Nefasto
Soledad: ¿Qué puedo hacer?
Simón: Hijos (Constancia lo pellizca): Ay iguanas….
Leticia: Hay que creer en la vida.
Jonás: Ya viene la chalupa con ese jovenzuelo irresponsable. !Qué horror parece
vestido de sotana!
Moveo: No me gusta nada
Elena: El color ¿verdad?
Simón: Y el olor. Odio el olor de los curas.
Moveo: Advierto a todos: es posible que nunca regresemos.
Trapaza: (de rodillas ante Soledad): !Oh ciencia del amor, amor a la ciencia!
Constan: Ay, mi cabeza
Simón: (a Oliver): !Córtasela! O… ¿Quién sabe? Tal vez su dolor pueda curarlo este
maldito médico.
Trapaza: ¿Por qué no? (se levanta y va hacia Constancia): Es un cuerpo demasiado
hermoso para sostener una cabeza fea.
Constan: ¿Quiere abusar de mi?
Soledad: Esa no es la pregunta (va y toma a Trapaza con violencia): Aún no he sido
suya, y ya me traiciona?
Trapaza: Amor mío, recuerda soy la ciencia. Debo experimentar con esta especie.
Simón: Tu te lo has buscado….
Elena: !Oh Jonás, más altas son las olas cada instante!
Jonás: Yo creo que es el fin de este acto
Simón: ¿Sexual? No lo creo.
Todos: (a una voz): El diluvio…..
Moveo: Sicilia pum (aparece ese instante Valentin con la ropa del cura y remata la
frase en latín):
Valentín: (Montando a caballo, con sotana, sobre la borda) similibus yuguntur.
Simón: Latín
Jonás: Si no he olvidado mi latín, Elena, eso quiere decir cada oveja con su pareja
El igual busca a su igual.
Constan: Tu en nada te pareces a mi Simón.
Simón: No
Fausto: ¿y yo?
Leticia: Somos derechos y revés
Jonás: !El barco se ha movido! ¿Rumbo?
Elena: Hacia la distancia.
Moveo: Y entró Noé en el arca por salvarse de las aguas del diluvio. Y las aves: y de
todo cuanto se mueve en la tierra, se le entraron a Noé en la dicha barca
de dos en dos, macho y hembra.
Jonás: ¿Génesis?
Trapaza: 4 a 9
Simón: Fútbol
Trapaza: (que se acerca triunfante a Moveo) !Usted es Noé!
Moveo: Mmmmm
Valentín: Ahora ya podré descansar. Arca mía, arca
Todos: El diluvio, el diluvio

fin de la comedia.

También podría gustarte