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INTEGRANTES:
HAIDI GRACIA. 1-700-689
VICTOR ZAPATA 1-700-678
CECILO SIMON 8-714-1383
CRISTAL BLANDFOD 4-813-1829
SERGIO SMITH 1-743-2186
ELIAS SALINA 1-722-1506
PROFESOR:
REYNALDO LEWIS
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ÍNDICE
Titulo Pág.
1.INTRODUCCIÓN 3
2. DERECHO PENAL DE MENORES. 4
3. LEY N°40 26 DE AGOSTO DE 1999. 6
4. JUSTICIA DE MENORES INFRACTORES. 7
5. LA JUSTICIA TRANSICIONAL. 9
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INTRODUCCIÓN
La delincuencia en Panamá por medio de los últimos años ha ido en incremento, gracias a
diversas causas, siendo una de ellas la inexistencia de una Política Criminológica
determinada a grado de Estado, que posibilite diseñar programas que apoyen a contra restar
los componentes criminógenos. O sea, a reducir los índices de delincuencia, tales como:
programas de empleos conforme a la necesidad poblacional, tomando en importancia
primordialmente la adolescencia; programas sociales, como, por ejemplo: capacitaciones
informales en las sociedades, entre otras cosas. Por otro lado, ya que el Estado no ha
desarrollado programas que fortalezcan la organización del núcleo familiar, la delincuencia
juvenil ha superado los parámetros; de tal forma, que nos estamos encontrando a menores
de edad (a veces desde los 6 años) que manejan armas de fuego y son presa simple del
delincuente profesional, quien suele utilizarlos como el medio para realizar los delitos.
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DERECHO PENAL DE MENORES.
Durante mucho tiempo se consideró que lo mejor para la infancia era mantenerla fuera del
Derecho penal, estimación que condujo, como es sabido, al “derecho tutelar de menores”.
Subyace a este enfoque la idea de que la única relación posible entre protección de
derechos del niño y la responsabilidad penal de adolescentes es la de incompatibilidad: el
reconocimiento de responsabilidad penal sería contradictorio con la protección de los
derechos del niño. En el sistema tutelar el principio de prioridad del interés superior del
niño (entendido como su protección y bienestar moral y social) legitimaría –normativa y
políticamente– la absoluta exclusión de la responsabilidad penal.
Una evaluación general de los resultados de las leyes de menores muestra, sin embargo, que
los mecanismos tutelares fueron incapaces de poner atajo a los desbordes del sistema
punitivo, siendo objeto de severas críticas que afectaron su legitimidad jurídica –por
considerárseles contrarios a los principios constitucionales– y social, porque con su
funcionamiento contribuyeron a aumentar la marginalidad y el control penal encubierto de
un sector de la infancia: los menores en situación irregular.
La Convención Internacional sobre los Derechos del Niño (CIDN) toma un camino
diferente; este instrumento internacional reconoce que el sistema de garantías creado por el
sistema penal (cuyos dispositivos más importantes constituyen derechos fundamentales
contenidos en las Constituciones e instrumentos internacionales de derechos humanos) es el
mejor mecanismo para lograr controlar y limitar el “poder punitivo” del Estado y que, bajo
ninguna consideración relativa al “bien” del niño, puede privarse a la infancia/adolescencia
de este conjunto de protecciones. En consecuencia, para la CIDN el niño es titular de todas
las garantías propias de los adultos –además de las complementarias relativas a los niños–
para limitar la pretensión punitiva del Estado; este reconocimiento se hace expresamente,
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reproduciendo en los artículos 37 y 40 estas garantías. Pero, como es sabido, la CIDN
también estableció el principio del interés superior del niño.
A nivel de fines del Derecho penal de adolescentes, podemos sostener que se encuentran la
protección de bienes jurídicos, la minimización de la violencia tanto social como de la
respuesta estatal, el respeto a la dignidad personal de imputados y condenados y la
protección de los derechos de los adolescentes como sujetos en desarrollo, elemento este
último que define la necesaria especialidad del Derecho penal de adolescentes frente al
Derecho penal de adultos.
En el derecho penal juvenil rigen todos los principios del derecho penal general, pero
también lo adicionan principios específicos, algunos como el Principio de Intervención
Mínima y ÚLTIMA Ratio de la Sanción Penal Juvenil. Esto significa que el control formal
penal debe dejarse únicamente para los casos y las conductas graves que así lo ameritan, a
fin de mantener el equilibrio social que procura el sistema de justicia penal”.
En la primera mitad del siglo XX, en Panamá los adolescentes eran juzgados por la
jurisdicción penal ordinaria donde no se le reconocieron derechos y garantías propias de su
edad. Al entrar en vigencia la Ley N°24 de marzo de 1951, los adolescentes son sustraídos
de la jurisdicción penal ordinaria y la investigación y juzgamiento se le atribuye al Tribunal
Tutelar de Menores, que tenia competencia en todo el territorio nacional.
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LEY N°40 DEL 26 DE AGOSTO DE 1999.
Con respecto a la culpabilidad, la legislación penal panameña considera que uno de sus
elementos fundamentales lo constituye la imputabilidad, siendo ésta a su vez, la capacidad
que tiene el sujeto activo de entender y comprender la magnitud del acto que está llevando
a cabo y, por ende, esté consciente de la reacción penal que este generará. Por otra parte,
esta capacidad se verá disminuida en la medida que el agente no entienda, ni comprenda lo
Página 3 de 8 que hace y, también, en aquellos casos en los cuales entiende el injusto
jurídico, pero no está en condición de decidir no hacerlo.
Igualmente, se les aplica a los procesados que cumplan los dieciocho años durante los
trámites del proceso, así como las personas mayores de edad acusadas por actos cometidos
luego de haber cumplido los doce años de edad y antes de cumplir los dieciocho años.
El Sistema de Justicia Penal para la Adolescencia cuenta con cinco juzgados penales de
adolescentes, distribuidos de la siguiente manera: Dos en la Provincia de Panamá Centro,
uno en el Distrito de San Miguelito, uno en la Provincia de Colón y uno en la Provincia de
Panamá Oeste.
Mientras que, en las Provincias de Coclé, Veraguas, Los Santos, Herrera, Chiriquí y Bocas
del toro, la aplicación de la ley Penal de adolescentes la realizan particularmente los Jueces
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de Niñez y Adolescencia. En la provincia de Darién, la justicia juvenil la aplica un juez
mixto.
En un principio los países europeos, de acuerdo con el Derecho penal clásico, castigaban a
los menores dotados de discernimiento de la misma forma que a los adultos, aunque la
minoría de edad rebajaba la pena. Sin embargo, a principios del siglo XX, muchos países
europeos adoptaron un modelo y un sistema de justicia específico para menores de edad de
carácter «proteccionista» como consecuencia del fracaso de la represión penal y siguiendo
una visión humanista de la reintegración de los «menores en situación de riesgo». Las
sociedades del siglo XX encontraron muchas dificultades para responder y adaptarse a la
realidad moderna de la delincuencia (sistemas lentos, ineficaces y con un gran
debilitamiento de los medios de control social informal).
Se creó, así, un modelo de protección sobre la idea del bien del menor surgió a partir de la
Convención Internacional sobre los Derechos del Niño de 1989. Se trata del documento en
el que se recogen todos estos esfuerzos por dejar constancia de que el interés superior del
niño es el principio que debe regir en todos los sistemas de justicia de menores.
Se trata de un documento orientado al futuro y que deja atrás la visión del menor peligroso.
Esta orientación se debe principalmente a la evolución de la sociedad y a la variedad de
situaciones lamentables a las que se enfrentan los menores como consecuencia de un
entorno familiar sin medios suficientes para cumplir con su protección y su educación. Los
padres necesitan determinados recursos que les ayuden a compensar las deficiencias que
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muestran en la educación de sus hijos. Es por ello que el Estado aparece como un garante
de la educación del menor.
Este modelo de protección de principios del siglo XX, paternalista y que consideraba al
menor infractor como un enfermo social (confundiéndolo con otros menores
desprotegidos), ha sido sustituido en otros países por el denominado «modelo educativo o
de bienestar». Este es un modelo social o comunitario de respuesta a la delincuencia juvenil
pero que, al situarse al margen del sistema judicial, privaba al menor de las necesarias
garantías jurídicas. Así, tras la aprobación en las Naciones Unidas de la normativa referida
anteriormente, en los años 80 se produjo un cambio en los sistemas de justicia de menores
de los países europeos hacia el «modelo de responsabilidad.
Por el mismo motivo, asegurar el bienestar del joven delincuente pueden sobrepasar lo
necesario y, por consiguiente, infringir los derechos fundamentales del joven, como ha
ocurrido en algunos sistemas de justicia de menores. En este aspecto también corresponde
salvaguardar la proporcionalidad de la respuesta en relación con las circunstancias del
delincuente y del delito, incluida la víctima. En definitiva, sólo exige que la respuesta en los
casos concretos de delincuencia o criminalidad de menores sea adecuada, ni más ni menos.
Los temas que las reglas vinculan entre sí pueden contribuir a estimular adelantos en ambos
sentidos: los tipos de respuesta nuevos e innovadores son tan necesarios como las
precauciones para evitar cualquier ampliación indebida de la red de control social oficial
sobre los menores.
En todas las etapas del proceso se respetarán garantías procesales básicas tales como la
presunción de inocencia, el derecho a ser notificado de las acusaciones, el derecho a no
responder, el derecho al asesoramiento, el derecho a la presencia de los padres o tutores, el
derecho a la confrontación con los testigos y a interrogar a éstos y el derecho de apelación
ante una autoridad superior.
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perspectiva naturista, patológica y de peligrosidad social y moral. La Constitución consagra
cuando menos dos garantías fundamentales a favor de los adolescentes. En lo referente al
acto delictivo la garantía de una jurisdicción especial distinta a la jurisdicción penal
ordinaria, y un régimen especial de privación de libertad, distinto al régimen de los centros
penitenciarios de rehabilitación para adultos.
JUSTICIA TRANSICIONAL
Las Naciones Unidas han definido la justicia transicional como "toda la variedad de
procesos y mecanismos asociados con los intentos de una sociedad por resolver los
problemas derivados de un pasado de abusos a gran escala, a fin de que los responsables
rindan cuentas de sus actos, servir a la justicia y lograr la reconciliación.
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Estado; períodos de transición de sistemas de gobierno, en los cuales se estén llevando a
cabo acuerdos de paz.
La justicia penal transicional se diferencia de la justicia penal ordinaria por su carácter más
reparador y restaurativo, pues es parte de un sistema que debe servir a la reconciliación
nacional, la reparación de las víctimas y la reconstrucción de lo ocurrido en los años de
conflicto.
En este mismo orden de ideas, la justicia de transición o justicia transicional tiene como
finalidad lograr el descubrimiento de la verdad, permitiendo con esto darle a cada quien lo
que le corresponde, ya que debido a la existencia de cambios trascendentales en el sistema
político imperante, las personas cuyos derechos humanos han sido transgredidos sienten la
confianza de acudir a las instituciones jurídicas, que antes desechaban, puesto que las
mismas tienen un nuevo personal cuya selección ha sido diferente, que, además, consideran
que hay que identificar a los culpables para que responsan ante la autoridad y, por
consiguiente, esa víctima se siente un sujeto y titular de bienes jurídicos que son tutelados
por la ley penal.
De esta manera, la transición abarca eventos de conflicto armado como el colombiano que
han creado una situación de anormalidad jurídica, social y política que deben ser superados
a través de la justicia transicional. Por ello, la Ley señala que dentro de las finalidades de la
justicia se encuentra “garantizar los presupuestos necesarios para asegurar la reconciliación
y el establecimiento de una paz estable y duradera”.
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las hostilidades y prevenir la vuelta a la violencia (paz negativa) y consolidar la paz
mediante reformas estructurales y políticas incluyentes (paz positiva)