Está en la página 1de 11

UNIVERSIDAD DE PANAMÁ

CENTRO REGIONAL UNIVERSITARIO DE BOCAS DEL TORO


FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS
LICENCIATURA EN DERECHO

DERECHO PENAL (PARTE GENERAL)


TRABAJO FINAL

INTEGRANTES:
HAIDI GRACIA. 1-700-689
VICTOR ZAPATA 1-700-678
CECILO SIMON 8-714-1383
CRISTAL BLANDFOD 4-813-1829
SERGIO SMITH 1-743-2186
ELIAS SALINA 1-722-1506

PROFESOR:
REYNALDO LEWIS

CHANGUINOLA, 16 DE DICIEMBRE DE 2022

1
ÍNDICE

Titulo Pág.
1.INTRODUCCIÓN 3
2. DERECHO PENAL DE MENORES. 4
3. LEY N°40 26 DE AGOSTO DE 1999. 6
4. JUSTICIA DE MENORES INFRACTORES. 7
5. LA JUSTICIA TRANSICIONAL. 9

1
INTRODUCCIÓN

La delincuencia en Panamá por medio de los últimos años ha ido en incremento, gracias a
diversas causas, siendo una de ellas la inexistencia de una Política Criminológica
determinada a grado de Estado, que posibilite diseñar programas que apoyen a contra restar
los componentes criminógenos. O sea, a reducir los índices de delincuencia, tales como:
programas de empleos conforme a la necesidad poblacional, tomando en importancia
primordialmente la adolescencia; programas sociales, como, por ejemplo: capacitaciones
informales en las sociedades, entre otras cosas. Por otro lado, ya que el Estado no ha
desarrollado programas que fortalezcan la organización del núcleo familiar, la delincuencia
juvenil ha superado los parámetros; de tal forma, que nos estamos encontrando a menores
de edad (a veces desde los 6 años) que manejan armas de fuego y son presa simple del
delincuente profesional, quien suele utilizarlos como el medio para realizar los delitos.

¿Qué involucra la responsabilidad penal? y ¿Cómo se establece la responsabilidad penal?


Con interacción a la primera pregunta, señalaremos que la misma se basa en entablar las
secuelas jurídicas derivadas de la comisión de un delito; en lo que, con respecto al segundo
interrogante, este involucra detectar los recursos por medio de los cuales el juez llega a
señalar quién cometió el hecho punible y cuál es la sanción penal que le corresponde, para
lo que tendrá que conceptualizar el nivel de responsabilidad del individuo activo. En
atención a lo expuesto en párrafos anteriores, la responsabilidad penal, en términos en
general, nos conduce a indagar sobre uno de su elemento importante, como lo es: la
responsabilidad, entendiendo por ésta al aspecto personal del delito, que se valora por
medio de la conducta del individuo activo.

1
DERECHO PENAL DE MENORES.

Durante mucho tiempo se consideró que lo mejor para la infancia era mantenerla fuera del
Derecho penal, estimación que condujo, como es sabido, al “derecho tutelar de menores”.
Subyace a este enfoque la idea de que la única relación posible entre protección de
derechos del niño y la responsabilidad penal de adolescentes es la de incompatibilidad: el
reconocimiento de responsabilidad penal sería contradictorio con la protección de los
derechos del niño. En el sistema tutelar el principio de prioridad del interés superior del
niño (entendido como su protección y bienestar moral y social) legitimaría –normativa y
políticamente– la absoluta exclusión de la responsabilidad penal.

Una evaluación general de los resultados de las leyes de menores muestra, sin embargo, que
los mecanismos tutelares fueron incapaces de poner atajo a los desbordes del sistema
punitivo, siendo objeto de severas críticas que afectaron su legitimidad jurídica –por
considerárseles contrarios a los principios constitucionales– y social, porque con su
funcionamiento contribuyeron a aumentar la marginalidad y el control penal encubierto de
un sector de la infancia: los menores en situación irregular.

Paradójicamente, la exclusión de la responsabilidad de los niños y adolescentes, en lugar de


fortalecer la protección, terminó por desmedrarla. La evidencia empírica revela, entonces,
que la relación entre interés superior del niño, protección de la infancia y sistema penal es
algo más compleja que lo que se pensó a comienzos de siglo por los salvadores de los niños
que inspiraron el sistema tutelar.

La Convención Internacional sobre los Derechos del Niño (CIDN) toma un camino
diferente; este instrumento internacional reconoce que el sistema de garantías creado por el
sistema penal (cuyos dispositivos más importantes constituyen derechos fundamentales
contenidos en las Constituciones e instrumentos internacionales de derechos humanos) es el
mejor mecanismo para lograr controlar y limitar el “poder punitivo” del Estado y que, bajo
ninguna consideración relativa al “bien” del niño, puede privarse a la infancia/adolescencia
de este conjunto de protecciones. En consecuencia, para la CIDN el niño es titular de todas
las garantías propias de los adultos –además de las complementarias relativas a los niños–
para limitar la pretensión punitiva del Estado; este reconocimiento se hace expresamente,

1
reproduciendo en los artículos 37 y 40 estas garantías. Pero, como es sabido, la CIDN
también estableció el principio del interés superior del niño.

A nivel de fines del Derecho penal de adolescentes, podemos sostener que se encuentran la
protección de bienes jurídicos, la minimización de la violencia tanto social como de la
respuesta estatal, el respeto a la dignidad personal de imputados y condenados y la
protección de los derechos de los adolescentes como sujetos en desarrollo, elemento este
último que define la necesaria especialidad del Derecho penal de adolescentes frente al
Derecho penal de adultos.

En el derecho penal juvenil rigen todos los principios del derecho penal general, pero
también lo adicionan principios específicos, algunos como el Principio de Intervención
Mínima y ÚLTIMA Ratio de la Sanción Penal Juvenil. Esto significa que el control formal
penal debe dejarse únicamente para los casos y las conductas graves que así lo ameritan, a
fin de mantener el equilibrio social que procura el sistema de justicia penal”.

En la primera mitad del siglo XX, en Panamá los adolescentes eran juzgados por la
jurisdicción penal ordinaria donde no se le reconocieron derechos y garantías propias de su
edad. Al entrar en vigencia la Ley N°24 de marzo de 1951, los adolescentes son sustraídos
de la jurisdicción penal ordinaria y la investigación y juzgamiento se le atribuye al Tribunal
Tutelar de Menores, que tenia competencia en todo el territorio nacional.

En los inicios de la vida republicana, en materia de protección de niñez y adolescencia, se


establecieron casas correccionales, como la Escuela Nacional de Agricultura, la cual fue
cerrada en 1917, mediante El Decreto 99 de 10 de septiembre.

La jurisdicción penal de adolescentes y el proceso penal de adolescentes tiene su inicio


cuando el menor es sustraído del marco evolutivo del proceso penal ordinario de adulto,
para darle un tratamiento diferenciado atendiendo las características particulares del
derecho de menores.

1
LEY N°40 DEL 26 DE AGOSTO DE 1999.

Con respecto a la culpabilidad, la legislación penal panameña considera que uno de sus
elementos fundamentales lo constituye la imputabilidad, siendo ésta a su vez, la capacidad
que tiene el sujeto activo de entender y comprender la magnitud del acto que está llevando
a cabo y, por ende, esté consciente de la reacción penal que este generará. Por otra parte,
esta capacidad se verá disminuida en la medida que el agente no entienda, ni comprenda lo
Página 3 de 8 que hace y, también, en aquellos casos en los cuales entiende el injusto
jurídico, pero no está en condición de decidir no hacerlo.

El 26 de agosto de 1999 se aprobó la Ley 40 de 1999 de Responsabilidad Penal del


Adolescente, en la cual se establece un régimen penal especial para juzgar a los
adolescentes entre 14 y 17 años, por los delitos que pudieran cometer, con penas máximas
de 5 años por homicidio, robo, violación, tráfico de drogas, y secuestro.

Igualmente, se les aplica a los procesados que cumplan los dieciocho años durante los
trámites del proceso, así como las personas mayores de edad acusadas por actos cometidos
luego de haber cumplido los doce años de edad y antes de cumplir los dieciocho años.

La fiscalía Superior de Adolescente fue creada mediante la ley 40 de 26 de agosto de 1999,


de la Responsabilidad Penal para la Adolescente, Capítulo III, artículo 26 al 28, donde se
indicó de la siguiente manera.

En el año 2003, iniciaron a funcionar los juzgados penales de adolescentes y se procedió a


aplicar el procedimiento establecido en la Ley 40 del 26 de agosto de 1999, en los procesos
en donde estuvieran involucrados algunos adolescentes que tuvieran la edad de 12 años
hasta 17 años, y se utilizaba supletoriamente el libro Tercero del Código Judicial de la
República de Panamá, vigente en ese momento para dirimir o resolver los casos penales.

El Sistema de Justicia Penal para la Adolescencia cuenta con cinco juzgados penales de
adolescentes, distribuidos de la siguiente manera: Dos en la Provincia de Panamá Centro,
uno en el Distrito de San Miguelito, uno en la Provincia de Colón y uno en la Provincia de
Panamá Oeste.

Mientras que, en las Provincias de Coclé, Veraguas, Los Santos, Herrera, Chiriquí y Bocas
del toro, la aplicación de la ley Penal de adolescentes la realizan particularmente los Jueces

1
de Niñez y Adolescencia. En la provincia de Darién, la justicia juvenil la aplica un juez
mixto.

La finalidad de la ley N°40 de 1999, y que se desarrolla en su cuerpo normativo, es la


resocialización de los infractores, cual debe ser impuesta bajo el supuesto y criterio, de que
se haya comprobado el delito y la vinculación del adolescente en el mismo, la capacidad
que el investigado tenga de tal conducta; la proporcionalidad de la sanción versus en el
daño causado; además que la misma sea conducente a la reinserción y sea viable al
momento en que deba cumplirse.

JUSTICIA DE MENORES INFRACTORES.

En un principio los países europeos, de acuerdo con el Derecho penal clásico, castigaban a
los menores dotados de discernimiento de la misma forma que a los adultos, aunque la
minoría de edad rebajaba la pena. Sin embargo, a principios del siglo XX, muchos países
europeos adoptaron un modelo y un sistema de justicia específico para menores de edad de
carácter «proteccionista» como consecuencia del fracaso de la represión penal y siguiendo
una visión humanista de la reintegración de los «menores en situación de riesgo». Las
sociedades del siglo XX encontraron muchas dificultades para responder y adaptarse a la
realidad moderna de la delincuencia (sistemas lentos, ineficaces y con un gran
debilitamiento de los medios de control social informal).

Se creó, así, un modelo de protección sobre la idea del bien del menor surgió a partir de la
Convención Internacional sobre los Derechos del Niño de 1989. Se trata del documento en
el que se recogen todos estos esfuerzos por dejar constancia de que el interés superior del
niño es el principio que debe regir en todos los sistemas de justicia de menores.

Se trata de un documento orientado al futuro y que deja atrás la visión del menor peligroso.
Esta orientación se debe principalmente a la evolución de la sociedad y a la variedad de
situaciones lamentables a las que se enfrentan los menores como consecuencia de un
entorno familiar sin medios suficientes para cumplir con su protección y su educación. Los
padres necesitan determinados recursos que les ayuden a compensar las deficiencias que

1
muestran en la educación de sus hijos. Es por ello que el Estado aparece como un garante
de la educación del menor.

Este modelo de protección de principios del siglo XX, paternalista y que consideraba al
menor infractor como un enfermo social (confundiéndolo con otros menores
desprotegidos), ha sido sustituido en otros países por el denominado «modelo educativo o
de bienestar». Este es un modelo social o comunitario de respuesta a la delincuencia juvenil
pero que, al situarse al margen del sistema judicial, privaba al menor de las necesarias
garantías jurídicas. Así, tras la aprobación en las Naciones Unidas de la normativa referida
anteriormente, en los años 80 se produjo un cambio en los sistemas de justicia de menores
de los países europeos hacia el «modelo de responsabilidad.

Por el mismo motivo, asegurar el bienestar del joven delincuente pueden sobrepasar lo
necesario y, por consiguiente, infringir los derechos fundamentales del joven, como ha
ocurrido en algunos sistemas de justicia de menores. En este aspecto también corresponde
salvaguardar la proporcionalidad de la respuesta en relación con las circunstancias del
delincuente y del delito, incluida la víctima. En definitiva, sólo exige que la respuesta en los
casos concretos de delincuencia o criminalidad de menores sea adecuada, ni más ni menos.
Los temas que las reglas vinculan entre sí pueden contribuir a estimular adelantos en ambos
sentidos: los tipos de respuesta nuevos e innovadores son tan necesarios como las
precauciones para evitar cualquier ampliación indebida de la red de control social oficial
sobre los menores.

En todas las etapas del proceso se respetarán garantías procesales básicas tales como la
presunción de inocencia, el derecho a ser notificado de las acusaciones, el derecho a no
responder, el derecho al asesoramiento, el derecho a la presencia de los padres o tutores, el
derecho a la confrontación con los testigos y a interrogar a éstos y el derecho de apelación
ante una autoridad superior.

La actual Constitución Política de la Republicada Panamá establece de manera expresa la


creación de la jurisdicción Especial de Menor incluyendo en los mismos parámetros, la
adaptación de los adolescentes, la readaptación social de los abandonados, desamparados,
en peligro moral o con desajuste. Ese reconocimiento constitucional garantiza y sustenta la
especialización de las instituciones de justicia para la niñez y adolescencia desde

1
perspectiva naturista, patológica y de peligrosidad social y moral. La Constitución consagra
cuando menos dos garantías fundamentales a favor de los adolescentes. En lo referente al
acto delictivo la garantía de una jurisdicción especial distinta a la jurisdicción penal
ordinaria, y un régimen especial de privación de libertad, distinto al régimen de los centros
penitenciarios de rehabilitación para adultos.

JUSTICIA TRANSICIONAL

Las Naciones Unidas han definido la justicia transicional como "toda la variedad de
procesos y mecanismos asociados con los intentos de una sociedad por resolver los
problemas derivados de un pasado de abusos a gran escala, a fin de que los responsables
rindan cuentas de sus actos, servir a la justicia y lograr la reconciliación.

En particular, la justicia transicional y la lucha contra la impunidad se fundamentan en


cuatro de los principios de las normas internacionales de derechos humanos: a) la
obligación del Estado de investigar y procesar a los presuntos autores de violaciones graves
de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario, incluida la violencia
sexual, y de castigar a los culpables; b) el derecho a conocer la verdad sobre los abusos del
pasado y la suerte que han corrido las personas desaparecidas; c) el derecho de las víctimas
de violaciones graves de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario a
obtener reparación; y d) la obligación del Estado de impedir, mediante la adopción de
distintas medidas, que tales atrocidades vuelvan a producirse en el futuro.

La justicia de transición o justicia transicional implica en su conjunto una garantía jurídica


de carácter procesal, que consiste en un conjunto de procedimientos y estrategias legales a
través de los cuales se le ofrece a las víctimas de delitos del sistema una reparación del
daño ocasionado a sus derechos humanos, ocurridos bajo circunstancias en que es
imposible obtener, del Poder Judicial de turno existente en un país, un pronunciamiento
imparcial, justo y en Derecho, ya que existen situaciones que le comprometen, entre los
cuales pueden encontrarse: sistemas políticos y de gobierno que no respeten la
independencia de Poderes, la existencia de los derechos humanos, y la seguridad jurídica; o,
problemas socio-económicos que hayan ocasionado el surgimiento de conflictos armados
de carácter interno o internacionales; movimientos de liberación nacional; terrorismo de

1
Estado; períodos de transición de sistemas de gobierno, en los cuales se estén llevando a
cabo acuerdos de paz.

La justicia penal transicional se diferencia de la justicia penal ordinaria por su carácter más
reparador y restaurativo, pues es parte de un sistema que debe servir a la reconciliación
nacional, la reparación de las víctimas y la reconstrucción de lo ocurrido en los años de
conflicto.

En este mismo orden de ideas, la justicia de transición o justicia transicional tiene como
finalidad lograr el descubrimiento de la verdad, permitiendo con esto darle a cada quien lo
que le corresponde, ya que debido a la existencia de cambios trascendentales en el sistema
político imperante, las personas cuyos derechos humanos han sido transgredidos sienten la
confianza de acudir a las instituciones jurídicas, que antes desechaban, puesto que las
mismas tienen un nuevo personal cuya selección ha sido diferente, que, además, consideran
que hay que identificar a los culpables para que responsan ante la autoridad y, por
consiguiente, esa víctima se siente un sujeto y titular de bienes jurídicos que son tutelados
por la ley penal.

La primera característica de la justicia transicional proviene de su propia denominación: se


aplica a sociedades en transición y tiene por objeto la consolidación de la democracia para
superar abusos masivos o graves violaciones a los derechos humanos que afecten a toda la
población.

De esta manera, la transición abarca eventos de conflicto armado como el colombiano que
han creado una situación de anormalidad jurídica, social y política que deben ser superados
a través de la justicia transicional. Por ello, la Ley señala que dentro de las finalidades de la
justicia se encuentra “garantizar los presupuestos necesarios para asegurar la reconciliación
y el establecimiento de una paz estable y duradera”.

Cuando la justicia transicional se aplica a un conflicto armado su objetivo primordial es


solucionar las fuertes tensiones que se presentan entre la justicia y la paz, entre los
imperativos jurídicos de satisfacción de los derechos de las víctimas y las necesidades de
lograr el cese de hostilidades. Para ello es necesario lograr un equilibrio entre ponerle fin a

1
las hostilidades y prevenir la vuelta a la violencia (paz negativa) y consolidar la paz
mediante reformas estructurales y políticas incluyentes (paz positiva)

También podría gustarte