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T. 7. Comienzo y Fin de la Ac�vidad de los Miembros de la Misión Diplomá�ca.

a. El nombramiento de los miembros de las misiones diplomá�cas.

Puede afirmarse que todo Estado posee libertad de designar sus agentes diplomá�cos. Se
trata de una cues�ón que entra en la esfera de la competencia interna de los Estados. A
cada Estado compete por lo tanto organizar como es�me oportuno el reclutamiento de sus
diplomá�cos y a tales efectos por regla general se usa el procedimiento interno de cada
Estado.
La decisión de un gobierno en pro de un agente diplomá�co mejor que otro vendrá
influenciada por la idea de que se trata de la persona más apta para desempeñar el puesto
que se le con�a. Así pues, cabra que nombre a un diplomá�co de carrera o por el contrario
a un empresario, un militar o cualquier otro. Los criterios rela�vos al nacimiento, la religión,
la fortuna, la nacionalidad, o el sexo pertenecen también a la legislación interna de los
Estados, quienes son libres de decidir sobre ellos según lo es�men oportuno, por lo cual no
importa si son hombres o mujeres quienes desempeñen la función, prác�ca común desde
la mitad del siglo XX.
Lo mismo sucede en lo rela�vo a la organización interna de la función diplomá�ca y
principalmente a la escala de grados. Resulta de ello que el diplomá�co puede a veces llevar
a cabo una función que normalmente, en virtud de la organización interna del servicio
diplomá�co de su país debiera confiarse a un diplomá�co poseedor de grado superior. Por
ejemplo, el cargo de consejero podrá ser desempeñado por un tercer secretario.
Igualmente, en ciertos países las carreras diplomá�ca y consular se ha fundido. No existe,
pues en este campo como hemos señalado ya uniformidad alguna, sino prác�cas que varían
de Estado a Estado.
Sin duda la elección del diplomá�co es libre y ningún Estado podría pretender que se
nombre ante él tal persona en lugar de otra, ni que ésa posea un grado especial ya que ello
supondría una intervención inadmisible en los asuntos internos. No obstante, habiéndose
elegido la persona, el Estado acreditante deberá asegurarse de que el Estado receptor
acepta su elección.
a.1. Nombramiento del jefe de misión.
a.1.1. El Placet
En virtud de un principio establecido por el Derecho Diplomá�co, ningún Estado �ene
obligación de recibir como jefe de misión a una persona que no le place. Ello es consecuencia
de la soberanía del Estado sobre su territorio, así como del mismo carácter de la función
diplomá�ca. El jefe de misión representa a un Estado ante otro y entre sus obje�vos está el
tratar de establecer óp�mas relaciones entre ambos. No podría conseguir tal obje�vo si su
persona fuese vista con disfavor.
El acto por el cual un Estado inquiere de otro si la persona designada es persona grata para
desempeñar el puesto de jefe de misión ante él se denomina placet. Los Estados deben
solicitar siempre el plácet antes de nombrar oficialmente a un jefe de misión ante otro
Estado. Si no lo hacen corren el riesgo de recibir una nega�va pública, lo que es hiriente para
su orgullo y vanidad, como ejemplo podemos decir la vez en que el emperador Nicolás de
Rusia se negó a recibir como embajador de Reino Unido a sir Strafford Canning ya que el
mismo había sido nombrado sin que hubieran solicitado el placet, lo cual causo en su
momento que las relaciones entre ambos países se rompieran por algunos años.
Por ello para evitar tan molestas nega�vas y desagradables resultados los Estados han
adoptado la costumbre de presentar confidencialmente una pe�ción de placet.
Esta pe�ción se hace al Estado receptor ya sea por el úl�mo jefe de misión en el momento
en que deja su puesto o por el encargado de negocios “ad interim” que le reemplaza, ya sea
por el ministro de Asuntos Exteriores del Estado acreditante al jefe de misión del Estado
receptor que se encuentra acreditado en aquel Estado. Al proponer el nombramiento se
remite una biogra�a detallada de la persona designada, a veces se envía una lista de tres o
cuatro personas entre las cuales el gobierno del Estado receptor elegirá al que prefiere que
se convierta en jefe de misión del Estado acreditante.
Las razones por las cuales un Estado se niega a recibir a una persona como jefe de misión de
otro Estado pueden ser numerosas, aquí caben razones polí�cas, como la ac�tud poco
amistosa de esta persona respecto al Estado receptor, ejemplo de ello se consigue en Italia
post primera guerra mundial la cual se negó a aceptar a von Lucius como representante
alemán ya que el mismo había atacado a Italia en los años anteriores. No estamos de
acuerdo que entren en este apartado los rechazos por mo�vos religiosos o de estado civil
del jefe de misión por cuanto ello contraria los derechos civiles del mismo. Por ello para
evitar las consecuencias que pueden provocar estas nega�vas, mo�vadas por argumentos
que parezcan insuficientes, los Estados y la doctrina se orienta hacia la idea de no mo�var
la nega�va de placet.
En este sen�do expresa el ar�culo 4 del Convenio de Viena que:
Ar�culo 4
1. El Estado acreditante deberá asegurarse de que la persona que se proponga
acreditar como jefe de la misión ante el Estado receptor ha obtenido el
asen�miento de ese Estado.
2. El Estado receptor no está obligado a expresar al Estado acreditante los
mo�vos de su nega�va a otorgar el asen�miento.
Con ello el Convenio establece una regla clara que, en lo referente al primer punto, es la
expresión de una costumbre y a formada y respecto al segundo en vías aun de formación.
Esta regla elimina cualquier fuente de conflictos en materia de nega�va de placet.
La respuesta del gobierno del Estado receptor se comunicará al Estado acreditante por su
jefe de misión acreditado ante este úl�mo Estado. Opinamos que dada la claridad de la
obligación de solicitar el placet, la respuesta no �ene por qué ser tácita como algunos han
sostenido. Designado, aceptado y finalmente nombrado el jefe de misión no ha comenzado
aun su misión. Sin duda ya posee carácter diplomá�co y goza de privilegios e inmunidades
desde que cruza la frontera del Estado receptor, pero el comienzo de su misión no va a tener
lugar verdaderamente más que a par�r de la entrega de las cartas credenciales.
a.1.2. Las Cartas Credenciales
Se denomina cartas credenciales al documento que acredita la calidad oficial del jefe de
misión y demuestra que tal persona está facultada por su gobierno para ejercer las
funciones de diplomá�co. Firmadas por el jefe del Estado acreditante, se dirigen al jefe del
Estado receptor en el caso de los jefes de misión de la primera clase -embajadores o nuncios-
y por el ministro de Asuntos
Exteriores del primer Estado al ministro de Asuntos Exteriores del segundo, en el caso de los
encargados de negocios, estas úl�mas se denominan cartas de gabinete. Aunque sobre la
forma de las cartas credenciales no existe reglas fijas cabe señalar que mencionan el
nombre, los �tulos, la calidad especial del agente y el objeto general de su misión a la par
que solicitan que se preste fe a lo que el agente pueda decir en nombre de su gobierno y se
le otorgue una acogida amable.
El jefe de misión parte provisto del documento que estudiamos y llega al territorio del
Estado receptor. La llegada reviste carácter privado, pues el diplomá�co aún no ha
comenzado oficialmente su misión. El encargado de negocios ad interim habrá anunciado al
ministro de Asuntos Exteriores del Estado receptor la fecha y hora de llegada del �tular del
puesto y por consiguiente, el jefe de misión será recibido por los miembros de la misión
diplomá�ca y el jefe de Protocolo del Ministerio de Asuntos Exteriores.
Mientras no entregue las cartas credenciales el jefe de misión deberá abstenerse de toda
ac�vidad diplomá�ca. Sin embargo, si lo es�ma oportuno podrá hacer a la prensa una
declaración de carácter muy general y realizará una visita al ministro de Asuntos Exteriores
para entregarle copia de sus cartas credenciales solicitándoles que se señale la audiencia de
recepción para la entrega de sus cartas credenciales. Mientras tanto y a �tulo privado podrá
ponerse en contacto con sus futuros colegas así como con el Decano del Cuerpo diplomá�co,
quien le informara y aconsejara sobre los usos del país en materia ceremonial.
La entrega de las cartas credenciales da lugar a una ceremonia que reviste una solemnidad
par�cular y cuya organización y caracterís�cas pueden variar en el detalle de un país a otro,
manteniéndose parecidas las líneas generales. El uniforme de gala, el jefe de protocolo viene
a buscar al jefe de misión para conducirle a la audiencia del jefe de Estado, siéndole rendidos
honores militares.
En presencia del jefe de Estado pronuncia la mayoría de las veces algunas palabras
caracterizadas por consideraciones generales sobre la amistad que une a los dos países y le
hace entrega de las cartas credenciales. Terminada la ceremonia regresa al edificio de la
Embajada, su misión ha comenzado y ya este reves�do del carácter oficial de jefe de misión.
En este sen�do expresa la Convención de Viena que: Artículo 18: El procedimiento que se
siga en cada Estado para la recepción de los jefes de misión será uniforme respecto de cada
clase.

De esta forma las cartas credenciales indican la voluntad del Estado acreditante de nombrar
a determinada persona como jefe de misión y la aceptación de las cartas credenciales que
se manifiesta por el acto concreto de la recepción durante la ceremonia de audiencia y no
mediante una respuesta al jefe de Estado de quien proceden las cartas credenciales indican
la voluntad del Estado receptor de aceptar a esta persona como representante del Estado
acreditante. La entrega de las cartas credenciales señala la coincidencia de dichas dos
voluntades. Así sobre este punto el ar�culo 13 de la Convención de Viena expresa:
Ar�culo 13
1. Se considerará que el jefe de misión ha asumido sus funciones en el Estado
receptor desde el momento en que haya presentado sus cartas credenciales o
en que haya comunicado su llegada y presentado copia de es�lo de sus cartas
credenciales al Ministerio de Relaciones Exteriores, o al Ministerio que se haya
convenido, según la prác�ca en vigor en el Estado receptor, que deberá aplicarse
de manera uniforme.
2. El orden de presentación de las cartas credenciales o de su copia de es�lo se
determinará por la fecha y hora de llegada del jefe de misión.
Punto aparte se genera con el caso de los Estados de la Commonwealth en los cuales los
Altos Comisarios o Comisionados presentan cartas de Comisión dirigidas por el Primer
Ministro al Primer Ministro ya que poseen en común el mismo jefe de Estado, por tal razón
en estos Estados consideran que las funciones de los Altos Comisarios comienzan
oficialmente es desde la fecha de su llegada al país.
De igual forma exis�an casos de diplomá�cos que estaban acreditados ante varios Estados
ya sea por economía o falta de personal cualificado, tal situación no carece de
inconvenientes, ya que por una parte el jefe de misión para cumplir sa�sfactoriamente sus
funciones �ene necesidad de residir de forma permanente en el territorio del Estado
receptor y si puede darse una división de �empo en caso de doble acreditación ello no es
posible en caso de acreditación múl�ple. Lo cual puede ser muy mal visto por el Estado
receptor si no �ene buenas relaciones con los otros Estados. En tal caso necesitaría que cada
uno de esos Estados lo acepte como tal. En este sen�do expresa el ar�culo 5 del Convenio
de Viena que:
Ar�culo 5
1. El Estado acreditante podrá, después de haberlo no�ficado en debida forma
a los Estados receptores interesados, acreditar a un jefe de misión ante dos o
más Estados, o bien des�nar a ellos a cualquier miembro del personal
diplomá�co, salvo que alguno de los Estados receptores se oponga
expresamente.
2. Si un Estado acredita a un jefe de misión ante dos o más Estados, podrá
establecer una misión diplomá�ca dirigida por un encargado de negocios ad
interim en cada uno de los Estados en que el jefe de la misión no tenga su sede
permanente.

Esta disposición �ene como finalidad evitar que en caso de acreditación múl�ple las
diferentes misiones del Estado acreditante se encuentren carentes de jefes de misión, la
misma usa el término “podrá” ya que no existe obligación por parte del Estado acreditante
de hacerlo. Durante las discusiones del ar�culo 5 Colombia propuso añadir un párrafo para
prever la posibilidad de que una misión diplomá�ca acreditada ante un Estado pueda serlo
ante una organización internacional, la cual quedó plasmada de la siguiente forma: 3. El jefe
de misión o cualquier miembro del personal diplomático de la misión podrá representar a
Estado acreditante ante cualquier organización internacional.
Es una disposición nueva ya que ningún texto rela�vo a relaciones diplomá�cas contenía tal
regla, consagrando así una prác�ca que se ha extendido en el curso de los años, ejemplo las
que están acreditadas ante EE.UU y la O.N.U.
Aunque la misma es rara ya que ni el Estado acreditante ni la organización internacional
deben dar su consen�miento para tal caso lo cual nunca ha sido explicado. El ar�culo 6 surge
de una propuesta conjunta entre España y Holanda el cual reza: Dos o más Estados podrán
acreditar a la misma persona como jefe de misión ante un tercer Estado, salvo que el Estado
receptor se oponga a ello.
Aunque nunca se ha aplicado en la prác�ca internacional ya que supone una gran
hermandad entre ambos Estados.
° Caso del jefe de misión acreditado especialmente para una misión concreta.
Puede suceder que en efecto un jefe de misión acreditado en un país sea encargado de
realizar una misión especial en ese Estado. Sin duda las funciones de un jefe de misión y sus
poderes o se hallan limitados por regla general, si bien ocurre que para negociar sobre
cues�ones concretas los Estados prefieran que los poderes del jefe de misión estén
determinados específicamente. Tal puede ser el caso de la conclusión de un tratado que el
jefe de misión está encargado de negociar.
a.1.2.1. Renovación de las cartas credenciales
Las cartas credenciales que el jefe de misión presenta en el momento de su llegada son en
principio válidas para toda la duración de su misión, sin embargo ciertas circunstancias
pueden exigir su renovación. Jurídicamente no existe discon�nuidad en la misión de este
diplomá�co pese a la existencia de nuevas cartas credenciales. Los mo�vos que lleven a la
renovación son varios, pero debe ser algo que afecte la personalidad jurídica internacional
del Estado como por ejemplo que se fusionen dos Estados en uno solo o un Estado unitario
se transforme en uno federal o se separe completamente o por un cambio de gobierno por
mo�vo de una revolución o una monarquía que se vuelva república.
Cabe recordar que en estos casos debe exis�r reconocimiento mutuo entre ambos Estados
para poder crear la misión. Ahora bien, si lo que cambia es la persona del jefe de Estado no
deberían renovarse ya que el jefe de misión se halla acreditado ante la persona del jefe de
Estado considerado como órgano de las relaciones exteriores del Estado receptor y por tanto
es independiente de quien ocupe el cargo.
La renovación de las cartas credenciales goza a veces de la misma solemnidad establecida
para la presentación de dichas cartas credenciales aunque el placet en este caso no sea más
que un puro formalismo. La renovación carece de consecuencias jurídicas salvo cuando el
jefe de misión cambie de rango
a.1.3. Caso del encargado de negocios ad interim.
El procedimiento de su nombramiento no difiere nada del seguido para el nombramiento
del personal diplomá�co de la misión la única par�cularidad es que la persona que ocupará
el cargo deberá ser comunicado por el jefe de misión en el momento de su marcha. En este
sen�do explica el ar�culo 19 de la Convención de Viena:
Ar�culo 19
1. Si queda vacante el puesto de jefe de misión o si el jefe de misión no puede desempeñar
sus funciones, un encargado de negocios ad interim actuará provisionalmente como jefe de
la misión. El nombre del encargado de negocios ad interim será comunicado al Ministerio
de Relaciones Exteriores del Estado receptor, o al Ministerio que se haya convenido, por el
jefe de misión o, en el caso de que este no pueda hacerlo, por el Ministerio de Relaciones
Exteriores del Estado acreditante.
No creemos que pueda exis�r oposición por parte del Estado receptor ya que quien
desempeñara el cargo ya vivía dentro de la misión con el consen�miento del mismo, a
menos que lo declare persona non grata, lo que obligaría al funcionario a dejar el país.
Siempre que el jefe de misión se vea imposibilitado de ejercer sus funciones como por
ejemplo a causa de enfermedad o de ausencia se requiere el nombramiento de un
encargado de negocios ad interim.
a.2. Nombramiento del personal diplomá�co, administra�vo y técnico de la misión.
Aunque las categorías de personal enunciadas sean dis�ntas, hemos creído necesario
examinarlas conjuntamente ya que el Convenio de Viena las considera idén�cas en lo
referente a su nombramiento.
El principio básico igual que para los jefes de misión es que el nombramiento del personal
de la misión pertenece a la competencia interna de los Estados. Sin embargo los miembros
del personal son nombrados directamente por el Estado acreditante sin recurrir al
procedimiento del placet es decir sin informarse antes de nombrarlos si al Estado receptor
los considera personae gratae. Tampoco es necesario que se presenten cartas credenciales.
Ello se explica porque tales personas son mucho menos importantes que el jefe de misión
ya que no la dirigen, se hallan mucho menos en contacto con las autoridades locales y en
defini�va ejercen un papel secundario. El ar�culo 7 de la Convención de Viena expresa:
Ar�culo 7
Sin perjuicio de lo dispuesto en los ar�culos 5, 8, 9 y 11, el Estado acreditante nombrará
libremente al personal de la misión. En el caso de los agregados militares, navales o aéreos,
el Estado receptor podrá exigir que se le sometan de antemano sus nombres, para su
aprobación.
Sin embargo, dado que tales miembros están llamados a ejercer funciones oficiales en el
territorio del Estado receptor, éste al menos debe ejercer sobre ellos cierto control que hace
referencia a las personas y no al grado o calidad que puedan disfrutar en el seno de la misión.
En virtud del ar�culo 10 parrafo1° del Convenio, una vez nombrados los miembros del
personal de la misión, es preciso que se no�fique tal nombramiento al Ministro de
Relaciones Exteriores del Estado receptor, si el mismo no la responde dentro de un plazo
razonable se en�ende que el nombramiento de su agente es aceptado. A menos que como
expusimos antes sea declarado non grata en virtud del ar�culo 9 del Convenio, la cual al
igual que en el caso de jefe de misión no debe mo�var su declaración de non grata.
Por lo cual se puede decir que tal norma�va ha sido acogida muy bien por los Estados ya
que se nombran personas que se es�man son las más aptas para desempeñar un puesto
determinado y hay muchos casos donde se ha rechazado a ciertos funcionarios de forma
pacífica y sin ningún �po de inconvenientes, caso aparte reviste cuando se nombra a un
funcionario de mala fe para que pueda evadir la jus�cia en tal caso dicho nombramiento
puede ser declarado nulo por un tribunal así como puede declararse non grata al funcionario
por lo cual ya no tendrá inmunidades diplomá�cas, ya que en el mismo se ve un abuso de
derecho entrelazado con la mala fe, lo cual anula el nombramiento con efecto retroac�vo.
La llegada de los agentes diplomá�cos se no�fica por la misión al ministro de Asuntos
Exteriores. El jefe de misión o el consejero de la embajada se encargará de presentar al
nuevo miembro en los principales departamentos del Ministerio de Asuntos Exteriores del
Estado receptor a fin de que entre en contacto con las autoridades locales. De igual forma
su nombramiento se inscribe en la lista diplomá�ca publicado por el Ministerio de Asuntos
Exteriores que enumera los agentes diplomá�cos con carácter oficial acreditados en el país.
En ella aparece su nombre, su �tulo, de donde proviene, su jerarquía, su dirección y día de
llegada. En ella solo se incluye el personal diplomá�co de la misión y no se menciona el
personal administra�vo y técnico. Aunque la prac�ca puede variar de país a país. Cabe
recordar que la cualidad de mimbro de una misión diplomá�ca resulta de la no�ficación del
nombramiento al Estado receptor sin perjuicio de una nega�va eventual.

Lo mismo ocurre en lo tocante al pasaporte diplomá�co, donde se presume que el portador


de este documento de iden�dad es diplomá�co. La posesión del pasaporte puede evitar
ciertas formalidades de tránsito y de aduana, pero lo importante es que el interesado sea
capaz de jus�ficar que se halla acreditado regularmente ante un gobierno.
De igual forma que un jefe de misión puede ser acreditado ante diferentes Estados, un
agente diplomá�co puede formar parte de varias misiones a la vez, por ejemplo, las
misiones diplomá�cas italianas en Suecia, Finlandia, Noruega y Dinamarca puede poseer el
mismo agregado militar. Igualmente, un miembro de una misión diplomá�ca puede formar
parte de una Delegación Nacional especial, cuya finalidad sea negociar un tratado en otro
país dis�nto de aquel donde ejerce sus funciones.
Un caso un tanto especial lo cons�tuyen los nombramientos de los agregados militares. El
Estado receptor ejercita un control más estricto habida cuenta que las funciones de estos
miembros de la misión son bastantes delicadas. Es la prac�ca constante que el Estado
acreditante comunique al Estado receptor el nombre de la persona que �ene la intención
de nombrar agregado militar, naval o aéreo y que espere su aceptación antes de efectuar la
designación. Una vez dado el consen�miento y llegados al país se dirigen al ministerio de
Asuntos Exteriores y solo tras esta formalidad se considera que pueden asumir sus
funciones. Esta prác�ca quedo consagrada en el ar�culo 7 del Convenio de Viena que
expresa:
Artículo 7
Sin perjuicio de lo dispuesto en los artículos 5, 8, 9 y 11, el Estado acreditante nombrará
libremente al personal de la misión. En el caso de los agregados militares, navales o aéreos,
el Estado receptor podrá exigir que se le sometan de antemano sus nombres, para su
aprobación.
Este ar�culo por lo tanto no considera la aprobación como una condición indispensable,
sino que ésta �ene lugar únicamente cuando el Estado receptor así desea.
a.3. El nombramiento del personal domes�co
Dado su carácter secundario, el Estado receptor no ejerce sobre tal persona más que un
control muy rela�vo. No existe acuerdo de voluntades entre los dos Estados para el
nombramiento y la prác�ca y el ar�culo 10 del Convenio de Viena exigen simplemente que
la llegada o contratación cuando se trata de personal contratado en el lugar de residencia
se no�fique al Ministerio de Asuntos Exteriores del Estado receptor. Los mismos no poseen
muchos privilegios y muchas veces pueden ser some�dos a la jurisdicción del Estado
receptor y luego expulsarlos de su país como cualquier extranjero.
a.4. Caso de la familia de los diplomá�cos.
Según el Convenio de Viena (ar�culo 10 párrafo 1° apartado b):
Ar�culo 10
1. Se no�ficará al Ministerio de Relaciones Exteriores, o al Ministerio que se haya
convenido, del Estado receptor:
b. la llegada y la salida defini�va de toda persona perteneciente a la familia de
un miembro de la misión y, en su caso, el hecho de que determinada persona
entre a formar parte o cese de ser miembro de la familia de un miembro de la
misión;

Como ya hemos indicado esta categoría de personas posee el mismo estatuto que el agente
diplomá�co cabeza de familia y la autorización que le ha otorgado el Estado receptor vale
igualmente para su familia, no creemos que se niegue la admisión de un familiar del
diplomá�co ya que ello perturbaría su función, pero podría darse el caso y debería entonces
no consen�r es al nombramiento del diplomá�co como tal.
a.5. Caso de los diplomá�cos nacionales del Estado receptor.
Siendo los diplomá�cos agentes de un órgano de las relaciones exteriores de un Estado en
principio debieran ser nacionales de tal Estado, más aún cuando sus funciones son delicadas
y exigen lealtad total y una vinculación cierta al
Estado que representa. Sin embrago por diferentes razones los Estados han recurrido a
veces al servicio de extranjeros e incluso de nacionales del Estado receptor. Esta prác�ca
común anteriormente �ende a desaparecer y más con los jefes de misión, pues los Estados
receptores ven con disfavor que uno de sus nacionales se convierta en miembro de una
misión diplomá�ca extranjera, tanto por problemas de �po personal como la lealtad o de
�po jurídico respecto a su situación procesal. Efec�vamente si esta persona goza de
privilegios e inmunidades de los agentes diplomá�cos no podrá ser demandado ni ante los
tribunales de su país ya que será �tular de un estatuto privilegiado, ni ante los tribunales
del Estado acreditante puesto que no es uno de sus nacionales. Por lo cual la prac�ca llevo
a que los Estados se nieguen a este �po de prác�cas o se acepta que sean nacionales del
Estado receptor, pero en este caso su estatuto privilegiado se restringe al mínimo o se
suprime enteramente.

Con respecto al personal administra�vo, técnico e incluso domes�co resulta más cómoda la
contratación entre los nacionales del Estado receptor y no genera moles�as ya que sus
funciones son secundarias y gozan de privilegios restringidos, así que rara vez los Estados
receptores se oponen a su nombramiento. Caso contrario resulta con los miembros de
misión con carácter diplomá�co como por ejemplo el Jefe de Prensa ya que allí deberá
contar con la aprobación del Estado receptor. Estas reglas fueron recogidas en la Convención
de Viena en su ar�culo 8 que expresa:
Ar�culo 8
1. Los miembros del personal diplomá�co de la misión habrán de tener, en principio, la
nacionalidad del Estado acreditante.
A con�nuación, el párrafo 2° establece la excepción:
2. Los miembros del personal diplomá�co de la misión no podrán ser elegidos entre
personas que tengan la nacionalidad del Estado receptor, excepto con el consen�miento de
ese Estado, que podrá re�rarlo en cualquier momento.
No era indispensable agregar la expresión “que podrá re�rarlo en cualquier momento” ya
que el Estado receptor siempre �ene facultades para declarar al diplomá�co persona non
grata re�rándoles con ello su cualidad diplomá�ca. Punto aparte es el párrafo 3° que
expresa: “El Estado receptor podrá reservarse el mismo derecho respecto de los nacionales
de un tercer Estado que no sean al mismo tiempo nacionales del Estado acreditante”. Ya que
es raro que un Estado se deje representar por un nacional de un tercer Estado que no fuese
ni nacional suyo ni nacional del Estado receptor y peor aún tomando en cuenta que este
párrafo pueden hacer el nombramiento y no solicitar el consen�miento obligatorio del
Estado receptor. Por lo cual pensamos que ante cualquier eventualidad es mejor solicitar el
consen�miento del Estado receptor antes de llevar a cabo tal nombramiento para que luego
no reciba una nega�va que dañe sus relaciones. Y otra pregunta ¿qué pasa si el agente
diplomá�co �ene doble nacionalidad? ¿Puede oponerse el Estado receptor a su
nombramiento ya que es nacional suyo? Creemos que no, ya que ello supone que el Estado
receptor parece inmiscuirse en el ámbito de competencia del Estado acreditante ya que la
nacionalidad es competencia interna de los Estados. Pero de igual forma debería contar con
el consen�miento del Estado receptor para evitar inconvenientes.
Asimismo si el Estado receptor acepta que uno de sus nacionales sea nombrado debe limitar
su estatuto privilegiado ya que si no se pensaría que goza de la totalidad de privilegios
concebidos por el Derecho Diplomá�co, aunque el ar�culo 38 de la Convención lo limita
otorgándole solo ciertos privilegios limitados y en casos excepcionales y cuando el Estado
receptor lo permita darle el estatuto de privilegiado pleno.
c. Fin de la Misión de los Agentes Diplomá�cos.
Hemos afirmado que el comienzo de la misión de un agente diplomá�co solo �ene lugar
una vez concluido un acuerdo expreso o tácito entre un Estado acreditante y un Estado
receptor. Cosa dis�nta sucede al término de la misión ya que los Estados poseen la facultad
de declararla finalizada unilateralmente.
c.1. Causas que dependen de la voluntad del Estado acreditante.
El Estado acreditante puede dar por terminada la misión de su agente diplomá�co llamando
a este. Las causas son diversas y las más frecuente es el cambio de des�no del diplomá�co.
Los Estados no desean que el diplomá�co permanezca mucho �empo en el mismo país ya
que puede surgir lazos de amistad o unión que comprometan su ges�ón. O puede ser que
alcanzo la edad de jubilación o �ene roces con el gobierno de su país o hasta por un cambio
total de gobierno. O lo puede re�rar para mostrar su descontento al Estado receptor
quedando tal misión en manos de un encargado de negocios.
c.2. Causas que dependen del Estado receptor.
El agente diplomá�co durante toda su misión debe ser persona grata para el Estado
receptor, pues si dejara de serlo no podría con�nuar permaneciendo en el territorio de
dicho Estado para ejercer allí sus funciones. Ya sea por salirse de sus funciones o no respetar
las leyes locales o el comportamiento de los miembros de su familia también puede
cons�tuir mo�vo.
Cuando el diplomá�co ya no es persona grata el Estado receptor u�lizando normalmente la
vía confidencial informa al Estado acreditante por medio de la misión diplomá�ca ante éste
del deseo de que dicho agente deje su puesto. A su vez el Estado acreditante llamará a su
agente como si desease dar por terminada la misión de este, sino lo hace en un �empo
prudencial o se opone puede el Estado receptor dar cierta publicidad a su medida o recurrir
a expulsarlo de forma inmediata de su territorio. La prác�ca internacional está consagrada
en el ar�culo 9 de la Convención de Viena que es�pula:
Ar�culo 9
1. El Estado receptor podrá, en cualquier momento y sin tener que exponer los
mo�vos de su decisión, comunicar al Estado acreditante que el jefe u otro
miembro del personal diplomá�co de la misión es persona non grata, o que
cualquier otro miembro del personal de la misión no es aceptable. El Estado
acreditante re�rará entonces a esa persona o pondrá término a sus funciones
en la misión, según proceda.

Para el caso de que el Estado acreditante se oponga o no proceda a la re�rada con la


suficiente rapidez el párrafo 2° del mismo ar�culo expresa:
2. Si el Estado acreditante se niega a ejecutar o no ejecuta en un plazo razonable las
obligaciones que le incumben a tenor de lo dispuesto en el párrafo 1, el Estado receptor
podrá negarse a reconocer como miembro de la misión a la persona de que se trate.
Cabe decir en primer lugar que solo pueden ser declarados personae non gratae o no
aceptables los miembros de la misión que posean carácter diplomá�co, los miembros del
personal administra�vo, técnico. Los criados par�culares no ya que ellos permanecen bajo
el control del Estado receptor y este podrá expulsarlos cuando es�me oportuno. En segundo
lugar, el plazo razonable es el plazo otorgado por el Estado receptor. Y tercero el hecho de
declarar a un agente diplomá�co persona non grata no es necesario que se mo�ve para
evitar mayores problemas.
c.3. Otras causas
Pueden exis�r otras causas, por ejemplo, la dimisión del agente diplomá�co que producirá
efectos jurídicos frente el Estado receptor solo cuando el Estado acreditante lo ponga en su
conocimiento re�rando al dimisionario. En segundo lugar, conseguimos la muerte del
agente y tercero; causas bélicas.
d. Procedimiento de re�rada de los jefes de misión.
La re�rada del jefe de misión va acompañada de ciertas solemnidades que recuerdan las
establecidas para su llegada. El jefe de misión que se re�ra recibe de su gobierno las cartas
de cese que presenta al jefe del Estado en audiencia privada, viene redactada en el mismo
es�lo que las cartas credenciales y proceden del Jefe del Estado acreditante y en cuanto a
contenido, manifiestan la voluntad del Estado acreditante de dar por terminada la misión
de su agente por una u otra razón.
Si es por declaración de persona no grata, la carta de cese no menciona el mo�vo sino una
razón oficial de cualquier índole. Si su misión fue sa�sfactoria la ceremonia puede servir
para entregarle algunas condecoraciones y entregarle las recredenciales. Las recredenciales
se dirigen por el Estado receptor al Estado acreditante; cons�tuyen a la vez una respuesta a
las cartas credenciales y a las de cese y expresan la sa�sfacción oficial por la forma en que
el jede de misión ha desempeñado sus funciones. Si el jefe de misión se va antes de recibir
las cartas de cese su sucesor será quien las presente. Asimismo, antes de par�r se debe
dirigir a las altas personalidades locales y al ministro de Relaciones Exteriores para
despedirse. Este es el procedimiento ordinario exceptuando los casos de guerra donde el
agente parte sin ningún procedimiento.

d.1. Procedimiento de re�rada de los demás miembros de la misión.


El procedimiento es mucho más simple. La misión diplomá�ca informa al Ministerio de
Asuntos Exteriores que su gobierno ha decidido re�rar a uno de los agentes de la misión y
éste antes de par�r se persona en dicho Ministerio a fin de despedirse. A tal respecto el
ar�culo 11 de la Convención expresa:
Ar�culo 43
Las funciones del agente diplomá�co terminarán, principalmente:
a. cuando el Estado acreditante comunique al Estado receptor que las funciones
del agente diplomá�co han terminado;
La necesidad de no�ficación de la marcha del personal administra�vo y técnico,
así como de servicio resulta también del ar�culo 10 parrafo1°, apartados a), c) y
d).
d.2. Procedimiento en caso de expulsión.
Al ser declarado persona no grata el funcionario �ene un �empo determinado por el Estado
receptor para salir de su territorio sino lo hace el mismo quedara sin sus privilegios de
diplomá�co, por lo cual puede colocarlo bajo su control y expulsarlo sin acudir a la fuerza
ya que de lo contrario pueden comprometer la responsabilidad internacional del Estado que
las realiza.
T.8. La Ac�vidad de la Misión Diplomá�ca.

a. Funciones de la misión diplomá�ca.


a.1. Generalidades.
El estudio de las funciones diplomá�cas reviste importancia porque a veces el Estado �ende
a sobrepasar los límites admi�dos para las mismas, dando lugar a incidentes al declarar el
Estado receptor persona non grata al agente diplomá�co que cruza los límites impuestos
por las normas internacionales. Además, conviene saber cuáles son los �pos de funciones
que el Estado receptor no puede negar a una misión diplomá�ca. Es necesario saber cuáles
son estas funciones y para ello vemos el ar�culo 3 del Convenio de Viena que expresa:
Ar�culo 3
1. Las funciones de una misión diplomá�ca consisten principalmente en:
a. representar al Estado acreditante ante el Estado receptor;
b. proteger en el Estado receptor los intereses del Estado acreditante y los de
sus nacionales, dentro de los límites permi�dos por el derecho internacional;
c. negociar con el gobierno del Estado receptor;
d. enterarse por todos los medios lícitos de las condiciones y de la evolución de
los acontecimientos en el Estado receptor e informar sobre ello al gobierno del
Estado acreditante;
e. fomentar las relaciones amistosas y desarrollar las relaciones económicas,
culturales y
cien�ficas entre el Estado acreditante y el Estado receptor.
2. Ninguna disposición de la presente Convención se interpretará de modo que
impida el
ejercicio de funciones consulares por la misión diplomá�ca.

No esta demás decir que esta lista no es en modo alguno limita�va ya que se emplea el
término “principalmente en”. Es una enumeración clásica y procede de la doctrina y prac�ca
internacional, pero establece un principio fundamental, el fomento de las relaciones
amistosa entre Estados, que cons�tuye la piedra angular de las relaciones diplomá�cas.
Nosotros apoyándonos en razones propias modificaremos el orden exposi�vo al analizar
todas estas funciones.
a.2. Representación del Estado acreditante
La misión diplomá�ca representa a su Estado por el simple hecho de su existencia. Ello
quiere decir que al par�cipar en ciertas formas de la vida pública del Estado receptor como
son las fiestas nacionales, recepciones, etc., los agentes diplomá�cos manifiestan con ello
que el Estado acreditante toma parte en dicha vida pública del Estado receptor. Representar
a un Estado supone hallarse autorizado para tratar a su nombre y por tanto expresar la
voluntad, los deseos, las preocupaciones y los puntos de vista del Estado acreditante, para
hacer valer sus derechos y defender sus intereses. Ahora bien, la misión diplomá�ca ya no
representa a un gobierno o un Jefe de Estado sino que representa al Estado en su totalidad
y actúa en su nombre.

La representación internacional es una relación jurídica por medio de la cual un sujeto del
orden jurídico internacional el Estado representado, con�a a otro sujeto del orden jurídico
el Estado representante, la facultad de realizar ciertos actos frente a otro sujeto de este
derecho, el tercer Estado; actos que se realizaran en nombre del Estado representado y que
le vinculan internacionalmente. Ello implica tres sujetos del orden jurídico internacional
mientras que la misión diplomá�ca no es sujeto de derecho internacional sino un órgano
del Estado acreditante. Por lo cual no puede decirse que existe una relación de
representación en el sen�do jurídico del término entre la misión diplomá�ca y el Estado
acreditante.

a. 3. Negociación con el Estado receptor.


La negociación al igual que la representación es una de las funciones más an�guas de la
misión diplomá�ca ya que las mismas son el punto previo para llegar a un tratado, aunque
hoy día casi no se dan gracias al surgimiento de especialista que contratan los Estados para
llegar a ciertos tratados o acuerdos. Aquí el termino negociar es más amplio y abarca
cualquier relación donde una persona trata de un problema con otra, lo que amplía el
ámbito de competencia de la misión.
Las negociaciones son oficiales y oficiosa, las úl�mas comprenden los contactos durante los
cuales las partes sondean las intenciones reciprocas sin comprometerse, y las oficiales
�enen lugar en nombre de los dos Estados y entrañan un inicio de compromiso.
Amenazar a una de las partes para llegar a un tratado o acuerdo no cuenta como negociar
ya que la misma necesita que existan múl�ples y reciprocas concesiones, donde las partes
estén en igualdad de condiciones y se creen beneficios o ganancias para ambos, lo cual
mejora enormemente la relación entre ambos.
a.4. Observación e información
Se trata de una importante función de la misión diplomá�ca, por la cual debe estudiar todos
los aspectos de la vida interna del Estado receptor; en segundo lugar, la polí�ca
internacional de dicho Estado respecto a terceros Estados, así como las repercusiones de los
acontecimientos internacionales sobre la polí�ca y la vida interna del Estado receptor, y en
tercer lugar examinar el desarrollo de los problemas polí�cos, culturales y comerciales que
surjan entre los dos Estados. Donde el intercambio de no�cias que sirvan para ambos debe
ser crucial ya que fomenta la colaboración internacional, sin usar claro está mecanismos
como el espionaje o la corrupción de funcionarios.
a.5. Protección Diplomá�ca.
Con esta función se busca proteger los intereses que el Estado acreditante puede poseer en
el Estado receptor igual que sus nacionales, personas �sicas o jurídicas que en él se
encuentren. La protección se manifiesta por intervenciones en el plano diplomá�co
propiamente dicho en favor de los nacionales perjudicados por un acto ilícito, o planteando
el asunto en el plano internacional por ejemplo ante un tribunal arbitral. La protección
deriva de la obligación de derecho internacional por la cual los Estados deben asegurar a los
extranjeros que se hallan en su territorio un trato no inferior a cierto grado mínimo. Ello se
hace para evitar los abusos de los Estados poderoso con los débiles. Aquí cabe acotar que
la protección de una misión diplomá�ca puede abarcar a un nacional de otro Estado como
sucede en la guerra, cuando misiones diplomá�cas de Estados neutrales velan por los
intereses de alguno de los Estados en conflicto, así como expresa el ar�culo 45 párrafo c del
Convenio de Viena:

Ar�culo 45
En caso de ruptura de las relaciones diplomá�cas entre dos Estados, o si se pone término a
una misión de modo defini�vo o temporal:
c. el Estado acreditante podrá confiar la protección de sus intereses y de los intereses de sus
nacionales a un tercer Estado aceptable para el Estado receptor.

Dado que los intereses y los nacionales de un Estado que se encuentran en territorio de otro
no podrían quedar sin ninguna protección, la prac�ca internacional entrañan que el Estado
receptor no pueda oponerse a que el Estado acreditante confié sus intereses a un tercer
Estado. Todo o que resta a su albedrío es oponerse a la designación de un determinado
tercer Estado. Caso dis�nto nos da el ar�culo 46 que expresa: “Con el consentimiento previo
del Estado receptor y a petición de un tercer Estado no representado en él, el Estado
acreditante podrá asumir la protección temporal de los intereses del tercer Estado y de sus
nacionales”.
Esta úl�ma hipótesis surge cuando se crea un nuevo Estado o cuando nunca hubieran tenido
relaciones por lo cual un tercer Estado podría brindar su protección a sus nacionales.
Esta protección no se ex�ende a aquellos con doble nacionalidad, caso en el cual si el Estado
que come�ó el hecho ilícito lo quiere juzgar o llevárselo no puede ser protegido por la misión
diplomá�ca donde trabaja y de la cual también es nacional.
Por úl�mo, la protección contra el acto ilícito ha de tener carecer defini�vo es decir que el
nacional reclamante tuvo que haber agotado los recursos ordinarios dentro de ese territorio
para que pueda ser protegido por su misión, aunque ello no quita que la misión lo ayude
con abogados mientras está en proceso de reclamación ordinaria. Si bien es cierto esta es
una facultad discrecional del Estado acreditante por lo cual el decidirá si ayuda o no y en
qué medida a su nacional.
a.6. Cooperación Internacional.
Las misiones diplomá�cas �enen como fin promover mejores relaciones entre los Estados,
crear una atmósfera amistosa y contribuir a la colaboración internacional, como ya hemos
visto anteriormente. Ya que la misma desarrolla las relaciones económicas, culturales y
cien�ficas entre los Estados.
a.7. Funciones Consulares.
Al estudiar la estructura de la misión diplomá�ca hemos señalado que a veces ésta
comprende una Cancillería Consular encargada de cues�ones consulares; concesión de
pasaportes, visados, legalización de documentos, etc., fue por mucho �empo un tema de
debate si la embajada podía hacer función consular por lo cual luego de discusiones
inconclusas se llegó al termino establecido en el párrafo 2° del ar�culo 3 que reza:. Ninguna
disposición de la presente Convención se interpretará de modo que impida el ejercicio de
funciones consulares por la misión diplomática.
De ello resulta que el Estado acreditante puede establecer una cancillería consular
solicitando la autorización del Estado receptor, sin embargo no es posible que este úl�mo
no pueda oponerse al citado establecimiento si así lo desea, pues una limitación tal sería
contraria al principio de la soberanía de los Estados y al del mutuo consen�miento, sobre el
que reposan todas las relaciones diplomá�cas y consulares.
B. Principios que deben inspirar la ac�vidad de la misión diplomá�ca.
Si la función de la misión diplomá�ca está encaminada al desarrollo de las relaciones
amistosas entre dos Estados, implica por consiguiente el deber de respetar la soberanía del
Estado receptor y de otra que dicho Estado haga todo lo necesario para facilitar la tarea de
la misión. El estudio de tales aspectos será objeto de dos apartados.
b.1. Deberes de la misión diplomá�ca.
En general son dos deberes de la misión diplomá�ca:
b.1.1. No intervención en los asuntos internos del Estado receptor.
La no intervención de los agentes diplomá�cos en la vida interior del Estado receptor en
todo �empo ha sido mantenida por la doctrina y confirmada por la prác�ca. Calvo ya en
1888 afirmaba: “la primera obligación de un representante diplomático es no inmiscuirse en
forma alguna en los asuntos internos del país donde está acreditado”. El ar�culo 41 del
Convenio de Viena ha recogido dicha regla afirmando:
Artículo 41
1. Sin perjuicio de sus privilegios e inmunidades, todas las personas que gocen de esos
privilegios e inmunidades deberán respetar las leyes y reglamentos del Estado receptor.
También están obligados a no inmiscuirse en los asuntos internos de ese Estado.
La regla aludida deriva del principio de soberanía del Estado sobre su territorio, soberanía
que los restantes Estados no deben turbar, así como la idea de igualdad jurídica de los
Estados. Puesto que los Estados son iguales, ninguno posee el derecho de ocuparse de lo
que ocurre en el territorio de otro y mucho menos de tratar de influenciar los
acontecimientos en su provecho. Finalmente, el deber de no intervención cons�tuye una
contrapar�da de los numerosos privilegios de que gozan los agentes diplomá�cos.
Si bien en la teoría es muy fácil de observar, en la prác�ca este principio �ene sus
inconvenientes que derivan hasta de actos legí�mos por parte de las misiones diplomá�cas
como por ejemplo seria proteger a un nacional que no fue atendido por la jus�cia del Estado
receptor lo que lleva a que se cri�que la organización judicial de ese Estado. Pero ello no
quiere decir que por estas razones el diplomá�co no alce su voz ya que su deber principal
es ayudar a los nacionales de su Estado. En realidad, parece que un Estado posee el derecho
de intervenir por cauces legí�mos en la vida interior de otro Estado, cuando sus intereses
jurídicos se hallen en juego, es decir cuando el Estado receptor viola o se prepara para violar
un derecho reconocido al Estado acreditante por el Derecho Internacional consuetudinario
o por un Convenio. Si son intereses polí�cos los mismo no podrían intervenir de ninguna
forma como por ejemplo que el jefe de misión tome par�do en una elección o tomar
medidas para derrocar al gobierno del Estado receptor. Ya que un jefe de misión debe
abstenerse de cri�car al gobierno, mezclarse en su polí�ca exterior o empeorar las relacione
entre su Estado y el Estado receptor. La violación de estas reglas puede provocar un clima
de tensión enorme entre ambos Estados y por ende que sea decretado como non grata
dicho agente y por ende expulsarlo del referido Estado. Esta causal de injerencia junto con
las de soborno y espionaje son las grandes causas de declarar non grata a un agente
diplomá�co.
Para evitar posibilidades de intervención los Estados han adoptado la regla de que todas las
comunicaciones de la misión diplomá�ca al Estado receptor se hagan por medio del ministro
de Relaciones Exteriores, quien las trasmite a los dis�ntos ministros interesados. El párrafo
2° del ar�culo 41 del Convenio de Viena anuncia esta regla de esta forma:
2. Todos los asuntos oficiales de que la misión esté encargada por el Estado acreditante han
de ser tratados con el Ministerio de Relaciones Exteriores del Estado receptor por conducto
de él, o con el Ministerio que se haya convenido.
Esta regla �ene en cuenta una prác�ca que �ende a hacerse general; que los agentes
especializados de la misión diplomá�ca comuniquen directamente con el Ministerio
interesado, por ejemplo, el agregado económico podrá entrar en contacto directo con el
Ministerio de Comercio siempre y cuando tenga el consen�miento del Estado receptor. La
Convención de Viena introdujo otra regla referente al respeto que debe tener la misión
diplomá�ca por los principios que rigen el al Estado receptor, esta regla es la encontrada en
el ar�culo 12 del Convenio:
Artículo 12
El Estado acreditante no podrá, sin el consentimiento previo y expreso del Estado receptor,
establecer oficinas que formen parte de la misión en localidades distintas de aquella en que
radique la propia misión.
La mencionada regla es completamente jus�ficada, ya que la misión diplomá�ca ha de
hallarse en el lugar donde el gobierno �ene su sede ya que en otro caso no podría desarrollar
correctamente sus funciones. Salvo circunstancias excepcionales como por ejemplo en los
países tropicales necesitados de una residencia veraniega, los Estados no pueden instalar
oficinas diplomá�cas en varios lugares del país, pues cabria que al escapar éstas a la
vigilancia de las autoridades centrales se entregasen a ac�vidades de propaganda o actos
no compa�bles con las funciones diplomá�cas.
b.1.2. Sumisión de la misión diplomá�ca y de los agentes diplomá�cos a la ley local.
La misión diplomá�ca y sus agentes gozan de un estatuto privilegiado que comprende
principalmente la inmunidad de jurisdicción; sin embargo esta inmunidad únicamente
paraliza la sanción que la Ley atribuye a su violación y no significa en absoluto que dichas
personas no se hallen some�das ni obligadas a respetar la legislación del Estado receptor,
por ende los diplomá�cos están obligados a observar las leyes y reglamentos de policía que
�ene por objeto la seguridad y el orden público por lo cual debe obtener su permiso de
conducir así como tener las pólizas de seguro correspondientes. En este sen�do el ar�culo
41 del Convenio de Viena anuncia esta regla de esta forma:
Ar�culo 41
1. Sin perjuicio de sus privilegios e inmunidades, todas las personas que gocen de esos
privilegios e inmunidades deberán respetar las leyes y reglamentos del Estado receptor.

No obstante, el agente diplomá�co no �ene por qué cumplir todas las leyes del país. En esta
categoría entran aquellas leyes que expresamente prevén que no se aplicarán a los agentes
diplomá�cos como ocurre por ejemplo con las rela�vas a la adquisición de la nacionalidad.
O las fiscales referentes a impuestos que los agentes diplomá�cos están exentos de pagar,
etc. El fundamento de la no sumisión de los diplomá�cos a ciertas leyes locales deriva de
una parte de la ausencia de vínculos entre tales personas y el Estado receptor y de otra de
la necesidad del libre desempeño de sus funciones. Ahora si viola las leyes locales puede ser
objeto a ser decretado como persona non grata y por ende ser expulsado del Estado
receptor.
b.2. Deberes del Estado receptor con relación a las misiones diplomá�cas.
Pueden resumirse en las disposiciones contenidas en el ar�culo 25 del Convenio:
“El Estado receptor dará toda clase de facilidades para el desempeño de las funciones de la
misión”.
Una vez más el principio demuestra que la misión no podría funcionar verdaderamente sin
una ín�ma colaboración entre el Estado acreditante y el Estado receptor. La misión
diplomá�ca deberá respetar el sistema jurídico, usos, costumbres del Estado receptor quien
a su vez hará lo más fácil posible las tareas de la primera concediéndole ciertos privilegios e
inmunidades, rodeándole de una atmósfera de cooperación, etc., hacer lo contrario
supondría llevar a una tensión innecesaria entre las partes. Existen dos deberes concretos
previstos en la Convención de Viena de 1961, el primero está consagrado en el ar�culo 21
que dispone:
Ar�culo 21
1. El Estado receptor deberá, sea facilitar la adquisición en su territorio de
conformidad con sus propias leyes, por el Estado acreditante, de los locales
necesarios para la misión, o ayudar a éste a obtener alojamiento de otra
manera.
2. Cuando sea necesario, ayudará también a las misiones a obtener alojamiento
adecuado para sus miembros.
Este ar�culo �ene como finalidad el permi�r a un gobierno la compra de locales necesarios
para la embajada, incluso cuando por razón de la legislación local, los Estados extranjeros
no pudiesen adquirir inmuebles en propiedad. La segunda obligación deriva del ar�culo 26
del Convenio:
Ar�culo 26
Sin perjuicio de sus leyes y reglamentos referentes a zonas de acceso prohibido
y reglamentado por razones de seguridad nacional, el Estado receptor
garan�zará a todos los miembros de la misión la libertad de circulación y de
tránsito por su territorio.

Se trata de una disposición nueva sin precedentes en los tratados que regulan las relaciones
diplomá�cas entre los Estados, y que aborda un problema que la doctrina clásica nunca
había considerado, pues desde que los Estados han establecido misiones diplomá�cas
permanentes y hasta la Segunda Guerra Mundial, ninguno de ellos restringió jamás la
libertad de circulación de los diplomá�cos, salvo en ciertas regiones muy limitadas del
territorio, objeto de interés militar. Ejemplo Moscú limito por un �empo el radio de
circulación de 40 kilómetros alrededor de la misma por donde podía trasladarse el
diplomá�co, si quería superar esos límites necesitaba una autorización, hoy día no se ve ya
que ello limitaría los reportes que da la misión diplomá�ca a su Estado, generando
desconfianza entre los Estados, así como tampoco creemos que un Estado convierta a un
gran porcentaje de su territorio en zona de defensa para que los diplomá�cos no circulen ya
que ello iría contra los principios consagrados en la Convención de Viena y todo el derecho
diplomá�co.
c. Los medios de acción.
La ac�vidad de una misión diplomá�ca se desarrolla en dos direcciones: una parte frente a
su gobierno y de otra frente al Estado receptor. En el �empo esa ac�vidad se divide en tres
fases. En la primera el diplomá�co recibe de su gobierno instrucciones para una misión
diplomá�ca determinada que no son mas que las directrices que el ministro de Asuntos
Exteriores del Estado acreditante le da a su agente diplomá�co. Durante la segunda fase
cumple las instrucciones dirigiéndose al Estado receptor por medio de dis�ntas notas. Y
finalmente se pone de nuevo en relación con su propio ministro de Relaciones Exteriores y
redacta informes que permi�rán conocer a su gobierno el resultado de la misión que se le
confió.
c.1. La actuación diplomá�ca
La actuación diplomá�ca es la acción realizada por una misión diplomá�ca ante el gobierno
del Estado receptor en el cumplimiento de las funciones que le han sido confiadas por el
gobierno del Estado acreditante.
c.1.1. Estudio de la actuación diplomá�ca desde el punto de vista del fin perseguido.
La actuación diplomá�ca persigue fines dis�ntos comunicar al Estado receptor ciertas
informaciones o solicitarlas formular determinadas propuestas como por ejemplo la
conclusión de un tratado, o solicitar que se creen nuevos privilegios e inmunidades o
adver�r al gobierno para que cesen los actos amenazantes, etc.
c.1.2. Estudio de la actuación desde el punto de formal.
La actuación de la misión diplomá�ca se divide en actuación oral, escrita y mixta.
La actuación oral se concreta en ciertas entrevistas en el jefe de misión y el ministro de
Asuntos Exteriores o cualquier otro funcionario de alta categoría del Ministerio. Y se
subdivide en la declaración, la no�ficación y la protesta. La declaración precisa las
intenciones polí�cas del gobierno del Estado acreditante. La no�ficación se asemeja a la
declaración en la medida en que el agente diplomá�co advierte al gobierno del Estado
receptor de un cierto estado de cosas. La protesta es un acto más grave pues con�ene la
queja del Estado acreditante con relación a cierto comportamiento del Estado receptor.
La actuación escrita se concreta en el envío de una nota diplomá�ca, que es una
comunicación oficial, manifiestan una voluntad unilateral y han de redactarse de acuerdo
con cierto es�lo diplomá�co. La actuación mixta, es oral concretándose en una entrevista
entre el jefe de misión y el ministro de Relaciones Exteriores del Estad receptor y luego
reviste la forma escrita es decir que se enviaran notas que dejaran en claro la actuación.
c.1.2.a. La nota diplomá�ca.
1. la nota verbal.
Se trata de una nota o comunicación escrita, no firmada, redactada en tercera persona y
que emana de la misión diplomá�ca o del Ministerio de Asuntos Exteriores del Estado
receptor. La nota repite lo que se habló en una reunión o entrevista. Usa una forma
impersonal que puede ser: “La Embajada de ... saluda atentamente al Ministerio de
Relaciones Exteriores y �ene la honra de comunicarle ...” y se cierra con una fórmula de
cortesía como: “La Embajada de ... aprovecha esta oportunidad para reiterar al Ministerio
de Relaciones Exteriores su alta consideración”.
2. La nota firmada.
Es un documento más solemne, se dirige personalmente al Ministerio de Asuntos Exteriores
o al jefe de misión personalmente y se abra con una fórmula como “Sr. Ministro” o “Sr.
Embajador”. Y se concluye con una fórmula de cortesía como “Aprovecho esta ocasión para
reiterarle el cariño y mi alta consideración”. Esta clase de nota va siempre firmada por la
persona que la envía.
3. La nota colec�va.
Es la dirigida a un gobierno por los representantes de varios Estados, comunicándole en
común sus observaciones, la misma va firmada por los diferentes jefes de misión.
4. Memorandum.
Es un documento completo que recoge la evolución de un asunto y de las negociaciones en
curso y precisa los términos polí�cos y jurídicos del problema.
5. El canje de notas.
Consiste en un intercambio de notas entre el ministro de Asuntos Exteriores y la misión
diplomá�ca. Supone la conclusión de ciertos asuntos entre el Estado acreditante y el Estado
receptor y demuestra que se ha llegado a un acuerdo. Las mismas pueden llegar a cons�tuir
un autén�co tratado que en ciertos casos deberá someterse a la ra�ficación de los
respec�vos parlamentarios.
6. El ul�mátum
Se trata de un documento dirigido por un Estado a otro, exigiéndole que adopte un
determinado comportamiento, ya que en caso contrario recurrirá a la guerra, por lo cual el
Estado que la envía anexa una solución pacífica al problema.
c.1.3. Los informes diplomá�cos.

Una vez cumplidas las instrucciones y enviadas diversas notas diplomá�cas al gobierno el
Estado receptor, el agente diplomá�co debe dar cuenta a su gobierno de la forma en que se
han desarrollado las negociaciones o simplemente ejercitar la función informa�va propia de
la misión diplomá�ca. Los mismos pueden ser ordinarios o extraordinarios, dependiendo de
la regularidad con que se envíen y sobre la situación sobre los que versas. Asimismo van
cifrados para evitar que sean usados de forma dolosa y van dirigidos al Ministro de Asuntos
Exteriores del Estado acreditante. Debe ser enviado de forma oportuna y global es decir que
vea el problema desde todos los ángulos posibles para evitar errores de apreciación
juzgamiento.

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