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UNIVERSIDAD NACIONAL DE AUTONOMA DE MÈXICO

LA DOCTRINAS MONROE Y DRAGO


DR. ISIDRO FABELA

MÈXICO, 1957
ESCUELA NACIONAL DE CIENCIAS POLÌTICAS Y SOCIALES

INDICE…
LA DOCTRINA MONROE

SU NACIMIENTO

El 2 de diciembre de 1823, el quinto presidente de los EUN, James Monroe,


leyó ante el congreso de la Unión, su mensaje anual. Ese mensaje, largo y difuso,
contiene en sus párrafos 7, 48 y 49, las cuatro afirmaciones siguientes que
constituyen lo que ha dado en llamarse la doctrina Monroe.

PRIMERA: “… Los continentes americanos, por la libre e independiente


condición que han asumido y que mantienen, no deberán ser considerados ya
como susceptibles de futura colonización por la cualesquiera de las potencias
europeas.”1
SEGUNDA: “No hemos intervenido ni intervendremos en las colonias o
dependencias de cualquiera potencia europea.” 2
TERCERA: “Debemos declara sinceramente en atención a las amistosas
relaciones que existen entre los EU y aquellas potencias, que cualquiera tentativa
de su parte extender su sistema a otro lugar de este hemisferio, lo
consideraríamos como peligroso para nuestra paz y tranquilidad. Pero cuando se
trate de gobiernos que hayan declarado y mantenido su independencia, y de
acuerdo con justos principios, hayan sido reconocidos como independientes por el
gobierno de los EU; cualquiera intervención de una potencia europea, con el
objeto de oprimirlos, o de dirigir de alguna manera sus destinos, no podrá ser vista
por nosotros sino como manifestación de una disposición hostil hacia los EU”; y,
CUARTA: “Nuestra política con relación a Europa, adoptada al comenzar
las guerras que desde tiempo han agitado aquella parte del globo, es, sin
embargo, la misma, a saber: no intervenir en los asuntos interiores de ninguna de
aquellas potencias.”3
En otros términos, el Mr. Monroe sentó, en su mensaje de 1823, cuatro
principios relativos a la política internacional de su país:
1.- Los Estados Unidos no han intervenido ni intervendrán en las colonias europeas
ya establecidas en América.
2.- Los Estados Unidos no intervendrán en los negocios internos de las potencias
europeas.
3.- Los Estados Unidos no permitirán nuevas colonizaciones europeas en América.
4.- Los Estados Unidos se opondrán a las intervenciones europeas en las repúblicas
iberoamericanas.
Estos cuatro puntos constituyen la esencia del prolijo mensaje presidencial
de 1823, que contiene la mal llamada Doctrina Monroe, que no es doctrina de
derecho internacional, ni es exclusivamente de Monroe. Debiendo desde luego
1

3
declarar enfáticamente que todos los postulados internacionales enumerados, que
con tanto entusiasmo y decidido apoyo popular han sostenido y sostienen
tratadistas norteamericanos.

(…)

A pesar de que el presidente Wilson dio la Doctrina una interpretación oficial.


En efecto, cuando a petición de aquel presidente tal Doctrina se incluyó en
el Pacto de la Liga de las Naciones, 4 el gobierno de la repùblica de El Salvador
envió una nota al de Washington, pidiéndole se designara “emitir el concepto
auténtico de la Doctrina, tal como la entiende en el momento histórico actual y en
sus proyecciones futuras”.

LA DOCTRINA MONROE INDEFINIDA E INDEFINIBLE

Para el mundo entero, particularmente los pueblos latinoamericanos,


supieran a qué atenerse respecto (…), sería necesario que el Congreso de la
Unión de América la definiera, dando la historia de la diplomacia y al derecho de
gentes su fórmula concreta y su interpretación auténtica, una y definitiva, como lo
exigen la política panamericana y la justicia internacional.
Pero el Congreso de los EU no ha dado jamás esa fórmula, ni es probable
que la dé, mientras el espíritu imperialista prive en esa nación; puntualmente en
su falta de concisiòn y en su elasticidad radica la fuerza política de la Doctrina que,
de tal modo, unas veces se interpreta en un sentido y otras en otro sentido, según
cuadra a determinado presidente o partido político en el poder; según conviene a
los intentos expansionistas o hegemónicos de la Casa Blanca.
(…)
Bien entendido, por supuesto, que la dicha definición no se apartara en sus
ideas, del pensamiento original de sus autores, que nunca fue, como hemos visto,
contrario a los derechos internacionales de los Estados Hispanoamericanos, sino
que reafirmaba su respeto en virtud del antiguo y reconocido principio jurídico de
la no – intervención.
Ahora bien, la única manera de que todo el continente quedara conforme
con la existencia y aplicación de la Doctrina Monroe, sería estudiarla, discutirla y
formularla en un congreso especial panamericano, al que concurrieran todas las
naciones del Nuevo Mundo; pues es lógico y justo sostener que si ella interesa a
todos los Estados de América, puesto que a todos se refiere, los gobiernos de
esos Estados, sin excepción, debieran emitir su parecer en tal asunto y dar su
conformidad respecto a lo que sería en el futuro la doctrina Monroe así como las
formas de entenderla y aplicarla en beneficio de todos los pueblos americanos.
4
Pero como desgraciadamente los gobiernos estadounidenses se han
manifestado siempre renuentes a discutir esa cuestión considerándola nacional,
como si no fuera esencialmente continental, resulta que, en la actualidad, la
doctrina Monroe es invocada, interpretada y aplicada por los Estados Unidos, cada
vez que les conviene, sin consultar jamás a las cancillerías iberoamericanas; como
si la jurisdicción política de Washington abarcara toda esa parte del globo, desde
Canadá hasta la repùblica Argentina; y como si un gobierno tuviera derecho para
establecer sistemas políticos internacionales sin el consentimiento de las naciones
a quienes conciernen.
Los Estados Unidos interpretan la llamada doctrina Monroe cada vez que le
surge algún incidente internacional de Amèrica, y es innecesario decir que cada
interpretación se ajusta a las conveniencias del momento, por lo que casi todas
ellas resultan diferentes. En todo caso, al través de la larga historia de la citada
doctrina, se observa claramente su tendencia única y su solo objetivo: el de
favorecer los intereses de los Estados Unidos con exclusión de los de cualquier
otro país sea o no americano, aun cuando aparentemente se persiga un fin
desinteresado.

ORIGEN DE LA DOCTRINA

Inglaterra y Rusia trataban de extender sus dominios coloniales de las


Américas septentrional, Canadá y Alaska, avanzando al sur de sus posesiones de
tierra firme y oceánica en detrimento de los derechos territoriales y marítimos de
los Estados Unidos. Francia deseaba dominar Haití, que había perdido, y
mostràbase inclinada a anexionarse la isla de Cuba. Además, trabajaba en México
por medio de sus agentes, Molte y Schmaloz, en contra de Inglaterra, de los EU y
del proyecto de confederación americana ideado por Bolívar; pues eran los planes
de Luis XVIII, establecer en México una monarquía con el duque de Luca como
rey…

Además, efectuada la absurda invasión de la Península Ibérica por el


ejército de Napoleón y entronizado José Bonaparte en Madrid, fueron enviados a
Caracas dos comisionados franceses para anunciar la abdicación de Fernando
VII, y a reclamar de los venezolanos el reconocimiento del nuevo gobierno.

PRECURSORES DE MONROE
John Adams. Tratado de 1778

La Doctrina Monroe no nació de un improviso ni fue la idea de un solo


hombre; fue el resultado de las necesidades políticas que surgieron en los Estados
Unidos con motivo de sus luchas libertarias y después de su independencia como
Estado Soberano. Antes del 5º presidente de la Unión norteamericana, otros
tratadistas fueron expresando su criterio de seguir en América una política
diferente de la de Europa; establecer una separación entre viejo y nuevo mundo y
a mirar con recelo la posible expansión de las grandes potencias de Europa en las
repúblicas de este hemisferio. De tal manera que el mensaje presidencial de 1813
fue la expresión de la política internacional de los Estadios Unidos en aquella
época.

Durante su guerra de independencia los dirigentes de ese pueblo


comprendieron que para lograr la libertad de su país era necesaria una alianza
con Francia, en contra de Inglaterra. Para tal fin se llevaron al cabo negociaciones
en las cuales tomó parte muy importante John Adams, quien redacto un proyecto
de Tratado de Alianza cuyo artículo 8º. Dispone que Francia no deberá tomar
posesión de ninguna de las ciudades y villas del continente americano.

Jorge Washington. Farewell Address, 1796

También el padre de la patria norteamericana, en su histórico Adiós,


recomendó como primordial política exterior que los Estados Unidos deberían
seguir, la de permanecer apartados de las luchas y conflictos del continente
europeo, lo cual equivalía a aconsejar la separación de los dos mundos, el oriente
y el occidente.

Al efecto decía:

“Europa tiene un conjunto de intereses elementales, sin relación con los nuestros
o muy remotamente ligados a ellos. De aquí que se vea frecuentemente
mezcladas en controversias, cuyas causas son del todo extrañas a nuestra
empresas. Será poco acuerdo, por nuestra parte, unirnos con ligas artificiales en
las vicisitudes ordinarias de su política o con las combinaciones y pugnas
ordinarias de sus amistades o enemistades.

“Nuestra separación y distancia nos invitan a seguir otro camino. ¿Para qué perder
las ventajas de una situación tan peculiar? ¿Para qué abandonar nuestro propio
terreno y acudir a uno que es extraño? ¿Para qué enlazar nuestros destinos con
los de alguna parte de Europa, poniendo nuestra paz y prosperidad a merced de la
ambición, rivalidad, interés, disposición o capricho de Europa?

“Nuestra verdadera política consiste en seguir adelante, libres de alianzas


permanentes con cualquier parte del Antiguo Mundo…”

DIFERENTES INTERPRETACIONES DE LA DOCTRINA MONROE

Después de los estadistas ya mencionados, que fueron los primeros en


interpretar el mensaje Monroìsta, otros más fueron externando su parecer, según
las circunstancias lo querían. Daremos a conocer algunas de esas
interpretaciones.

Henry Clay, en marzo 29 de 1826, decía ante el congreso, que, a su juicio,


habían ya “cesado las pretensiones del peligro a que alude Mr. Monroe, de una
intervención por parte de Europa … en este hemisferio”; y que en consecuencia
retiraba “por inútil ya”, una propuesta que había hecho en contra de la Santa
Alianza. Esto quiere decir, que Clay estimaba la declaratoria de Monroe como
cosa pasada, como recurso oportuno que dio buen resultado y terminó su misión.
El gran orador Webster, refiriéndose al mensaje monroìsta declaró: “es
indudablemente cierto… que esta declaración debe considerarse con fundada en
nuestros derechos, ya que se deriva principalmente del deseo de conservarlos. No
nos obligan en todo caso a tomar las armas a la primera indicación de
sentimientos hostiles de las potencias de Europa hacia la Amèrica del Sur.”
Abraham Lincoln, por su parte, opinaba: “La declaración de Monroe debe
estimarse limitada por las mismas condiciones bajo las cuales se hizo, pues de otro modo
implicaría el absurdo de afirmar que la tentativa de cualquier Estado Europeo, para
extender su sistema de gobierno a este Continente, ya se tratase de la màs pequeña, como
de las màs grande, pondría en peligro la paz y la seguridad de nuestro país…” y màs
adelante decía: “Esta declaración, igualmente, pertenece a la historia de aquel día”.
Lo cierto es que cuando, pasado algún tiempo, el imperialismo europeo
apareció nuevamente en nuestras cosas americanas, los Estados Unidos se
olvidaron de Monroe y su Doctrina, o bien creyeron, como evidentemente lo creyó
el 5º. Presidente, que ya no tenía aplicación de la declaración de marras; que ella
nació para llenar su contenido concreto y consiguientemente que, una vez
cumplido, hizo caducar su vigencia.
Desgraciadamente para la justicia y para los países débiles del nuevo
mundo, la doctrina Monroe ha llegado a ser en la historia internacional de los
Estados Unidos, no el estimable pensamiento del ilustre presidente que la creó sin
intenciones ultrajantes para nadie, sino el expediente cómodo que aparece y
desaparece cuando conviene a la Casa Blanca; que se aplica de muy diversas
maneras, no según el espíritu de Monroe, sino de acuerdo con las necesidades
políticas y financieras de los gobiernos de la Unión; y que lo mismo ha servido
para permitir las intervenciones europeas que la Doctrina quiso evitar, que para
realizar despojos, como los de Mèxico, Colombia, Puerto Rico, que para
emprender una conducta hegemonista con la idea monroìsta. Porque, en último
análisis, el ideal de Monroe no representaba sino una modalidad que ideal de
Washington.

Polk contra Monroe


Lo que evidenciaba la versatilidad deshonesta de un hombre y la
prostitución de la Doctrina, que por un lado limitaba su jurisdicción a las Américas
de Norte, y por otro lado prohibía a Europa intervenir en Amèrica, dejando a su
propio país la puerta abierta para que efectuara, como efectuó, invasiones
atentatorias en las Américas que Monroe quiso salvar de toda intervención: “el
establecimiento de un poder cualquiera, quedando prohibido a Europa , pero
nosotros tenemos carta blanca para colonizar, conquistar e intervenir cuando haya
lugar. Sin duda nosotros hemos retirado derechos de los europeos, pero se los
hemos quitado para apropiárnoslos y aprovecharlos solos, a gusto nuestro, sin
respetar a los otros Estados del Nuevo Mundo.”5
Como se puede ver, el presidente Polk no sòlo derogó, sino traicionó la
doctrina Monroe.
El secretario de Estado Calhoun, no con la impudicia e Polk, pero sí con la
egoísta franqueza característica de la política monroìsta, expresó este criterio:

“Las palabras de Monroe fueron palabras nada màs. Todo debe ser
decidido de acuerdo con las circunstancias que hagan lo que sea màs
conveniente.
Que declaren la guerra (los Estados Unidos), cuando sea necesario; que
emprendan negociaciones cuando con ellas obtengan los fines que persiguen; que
le hagan modificaciones; en resumen, que obren de acuerdo con lo que su criterio
acerca de los intereses políticos del país, pueda aconsejarles, sin embrollarse en
fórmulas que podrían ser usadas contra ustedes.”

(…)

LA DEFINICIÒN DE LA DOCTRINA MONROE

En eminente escritor venezolano Jacinto López, que fue uno de los


defensores màs conspicuos de la independencia real de los Estados
Latinoamericanos desde las columnas de su inolvidable “Revista Social”, que
editó en Nueva York durante varios años (…).
“Fundándose en el artìculo XXI del pacto de la liga de las naciones, que
afirma y declara inafectable por las estipulaciones del pacto, la validez de
compromisos o acuerdos internacionales existentes, como la doctrina Monroe y
los tratados de arbitraje, el Gobierno de la Repùblica de El Salvador, ha dirigido al
de los Estados Unidos una comunicación oficial pidiendo que este Gobierno ‘se
digne emitir el concepto auténtico de la Doctrina Monroe’. El objeto del Gobierno
de El Salvador es evitar de este modo ‘la anarquía de criterio reinante al respecto’;
todo en interés de ‘los ideales del verdadero panamericanismo’.

(…)
5
“Pero, ¿llenaría siquiera este fin una declaración del actual presidente de
los EUA defendiendo la significación, el alcance y la misión de la Doctrina
Monroe? Juzgamos que no. Tal declaración sería poco menos inútil.
“El Presidente no tiene autoridad para interpretar o definir la Doctrina,
aunque, por un curioso contraste, tiene la màs amplia y absoluta autoridad para
aplicarla en cualquiera circunstancias según su leal saber y entender. La definición
que el presidente hiciera la doctrina no fijaría de ninguna manera su significación
en el sentido de que por ella se guiara èl mismo o en el futuro se guiaran sus
sucesores en los casos prácticos de aplicación de la Doctrina. La definición que le
dé la doctrina hiciera el presidente Wilson podría ser muy olvidada o violada por èl
mismo si los hechos y las circunstancias impusieran una aplicación convencional
de la Doctrina según los intereses de los EU; y los futuros presidentes no veían en
la definición que ahora hiciera dicho presidente nada absolutamente que los
obligara a tomarla en cuenta y a seguirla o regirse por ella en casos que
demandaran la aplicación de la Doctrina. (…)
“Sòlo un acto de Congreso podría establecer de una manera permanente la
significación de la Doctrina; pero el Congreso ha rehusado hasta ahora hacer esto,
y si lo hiciera coartaría la libertad del presidente, a quien la Constituciòn confiere a
la dirección de los asuntos internacionales de la nación. Esta dirección envuelve la
política exterior del país y es sabido que la doctrina Monroe, en definitiva, no
es sino una política.
“En realidad, la Doctrina Monroe no es interpretable. (…)
La Doctrina Monroe se inspiró en el derecho de los Estados Unidos a la
existencia. Fue un acto de defensa propia ejecutado bajo las màs serias y más
ciertas amenazas y sugerido en parte por otra nación que en la propia Europa
reconocía en las conveniencias de su política la necesidad de combatir y suprimir
estas amenazas.
“Los Estados Unidos comprendieron entonces que su seguridad
nacional era inseparable de la seguridad nacional de los nuevos Estados
americanos, objeto directo de la amenazas que entonces se levantaba Europa
contra la independencia y la libertad del Nuevo Mundo, y fue por esto por lo que el
mensaje de 1823 declaró que los Estados Unidos considerarían cualquier tentativa
de parte de los Gobiernos europeos para extender su sistema a cualquier porción
de hemisferio, ‘como peligrosa para nuestra paz y seguridad’; y fue por la misma
suprema razón que el propio mensaje declaró que los Estados Unidos mirarían
toda interposición europea con el propósito de oprimir o controlar a las naciones
americanas que habían declarado si independencia, ‘como toda manifestación de
una disposición de enemistad hacia los Estados Unidos’. La preservación de las
naciones latinoamericanas, en su independencia, en su soberanía, en su
integridad, como esencial a la paz y la seguridad de los Estados Unidos, fue y es
el objeto de la Doctrina Monroe.
“En el curso del tiempo los Estados Unidos se convirtieron en una gran
potencia y desarrollaron la política de todas las grandes potencias, el imperialismo.
La amenaza europea respecto a otras naciones americanas comprendidas
inevitablemente en la protección de la Doctrina Monroe, cambió de sitio y se situó
desde entonces en el Norte de Amèrica. La política de los EUA consistió ahora en
su propia expansión hacia Sur y en el mantenimiento de la Doctrina Monroe no
sòlo en sus dos puntos originales, no colonización, no intervención en Amèrica,
sino en la prohibición de todas las formas de ingerencia europea en las
cuestiones americanas. Una de las consecuencias históricas de esta política es la
paz de Ancon, que puso término a la guerra del pacífico con la mutilación y la
subyugación de dos naciones suramericanas. Lo que ha hecho que la Doctrina
Monroe se interpretable y cuestionable, es la política que en ella se fundó
posteriormente.
“La Liga de las Naciones Unidas fue concebida para cerrar el ciclo del
imperialismo en el mundo e inaugurar en de la justicia y el derecho. Lo que los
Estados Unidos proclamaron en su propio interés en 1823, es decir, la
preservación de las naciones americanas que habían alcanzado su
independencia, lo proclama la Liga de las Naciones Unidas para todas las
naciones del mundo en interés de la paz universal y de la felicidad del género
humano.

(…)

“… El mantenimiento de la Doctrina Monroe es considerado por nosotros


esencial para nuestra paz, prosperidad y seguridad nacional…”
“En 1914 el senador Root declaró:
“La Doctrina Monroe no es derecho internacional pero descansa en el
derecho de propia conservación y este derecho esté reconocido por el derecho
internacional.”

“En 1923, el secretario Hughes escribió:


“La Doctrina Monroe no es una política de agresión; sino una política de
propia conservación… sigue siendo una afirmación del principio de seguridad
nacional…

(…)

Este documento reviste importancia porque contiene declaraciones emitidas


oficialmente por significados de funcionarios estadounidenses. Los cuales
reafirman nuestras siguientes convicciones sobre la doctrina Monroe, a saber:
1.- Nació como una necesidad de política internacional del Nuevo
Continente, basada en el principio de conservación de los Estados, reconocido por
el Derecho de Gentes. Pero después, ese principio, en su aplicación, fue
prostituìdo al tomare en pretexto para cometer violaciones repetidas en contra de
la independencias soberanas de los Estados Latinoamericanos.
2.- En consecuencia, si es cierto que al nacer no fue agresión sino defensa
(Hughes), con el tiempo se trasformó en táctica militante de agresiones a la
Amèrica Latina.
3.- “Los arreglos con Cuba, Santo Domingo, Haití y Nicaragua no están
dentro de la Doctrina Monroe tal como fue anunciada…” (Hughes).
Naturalmente, porque no fueron propiamente “arreglos”, sino verdaderos
delitos internacionales que el presidente Monroe jamás habría pensado cometer
prevalido de su Doctrina, tales como los contenidos en esos países que no
celebraron arreglos voluntarios con los Estados Unidos sino fueron víctimas de
intervenciones militares, políticas, diplomáticas y económicas contrarias a la
Doctrina Monroe, la cual precisamente tiene por base jurídica la no intervención.
4.- La Doctrina fue útil la nacer porque evitó las intromisiones de la Santa
Alianza en el Nuevo Mundo, pero después no, sino todo lo contrario, porque sus
malos intérpretes, olvidándose de las sanas intenciones de su autor, la carecieron
transformándola en instrumento de domino cuando impidieron a Europa intervenir
en Amèrica para reservarse los Estados Unidos ese derecho para intervenir, como
lo hicieron en Cuba, Santo Domingo, Colombia, Haití, Nicaragua, Mèxico,
Honduras, Guatemala…
5.- La declaración de la Doctrina de que “con las actuales colonias o dependencias
en potencias europeas (…).

DOCTRINA DRAGO

En 1902, a consecuencias de las guerras civiles que había sufrido


Venezuela, su gobierno se encontró en una muy difícil situación financiera,
viéndose obligado a suspender el servicio de su deuda pública; algunos contratos
celebrados oficialmente con súbditos extranjeros, habían sido incumplidos, y las
luchas internas habían ocasionado daños y perjuicios a los residentes extranjeros,
que por tal motivo presentaron Venezuela diferentes reclamaciones de carácter
pecuniario.

Los acreedores principales de aquel Estado sudamericano fueron


Inglaterra, Italia y Alemania, cuyos representantes diplomáticos presentaron sus
reclamaciones al gobierno venezolanos con bastante apremio. La cancillería de
Caracas contestó dichas representaciones manifestando que, conforme a las
leyes del país, existían tribunales competentes para estudiar y resolver esas
cuestiones que atañen al derecho internacional del país, y que, en consecuencia,
sus reclamantes debían de hacer lo que los nacionales: acudir a esos tribunales
en demanda de justicia. Los sobredichos gobiernos no se conformaron con aquella
respuesta, y entonces amenazaron a Venezuela con bloquear el país y ocupar su
territorio si no eran aceptadas sus exigencias; y como el presidente Cipriano
Castro sostuvo con todo derecho su muy justo acuerdo, Inglaterra, Italia y
Alemania, se apoderaron de la escuadra de Venezuela, bombardearon los puertos
de la Guayra, Puerto Cabello y Maracaibo, establecieron su severo bloqueo en
toda la extensión de las costas venezolanas.
Ante semejante atentado, que causò justificada alarma en todos los
gobiernos de las Amèrica hispana, el ministro de Relaciones Exteriores de la
Repùblica Argentina, el eminente internacionalista Luis Marìa Drago, dirigió a su
representante diplomático en Washington la siguiente nota que constituyó, en sus
bases jurídicas, la famosa doctrina Drago.6

(…)

Esta nota de carácter esencialmente diplomática, vino a plantear en el


campo del Derecho Internacional una cuestión de principio de la mayor
importancia, que después de merecer honores de ser discutida en las
Conferencias de la Haya, en los congresos Pan – Americanos, y de ser tratada por
los màs ilustres internacionalistas del mundo, ha quedado definitivamente
incorporada al Derecho Internacional Público con el nombre de Doctrina Drago.
Analicemos los principios que contienen dicha Doctrina para saber si ellos
son justos o no.
Las reclamaciones pecuniarias de Estado a Estado que han dado lugar a
intervenciones arbitrarias por parte de los países fuertes contra los débiles,
pueden provenir de:

1º. Delitos o cuasi delitos y contrato o cusi contratos celebrados entre


particulares.
2º. Contratos entre particulares y gobiernos.
3º. Daños y perjuicios causados a los nacionales por guerras civiles.
4º. Deudas públicas.

1º. Contratos entre particulares.

Cuando las reclamaciones extranjeras contra un gobierno provienen de un


delito o cuasi delitos, contratos o cuasi contratos celebrados entre particulares, es
preciso acudir a todos los medios que dan las leyes locales antes de recurrir a las
representaciones diplomáticas para reclamar los daños causados.

6
Garcìa Moràn, ministro plenipetenciario argentino ante el gobierno de los Estados Unidos.
Si los nacionales de un país están sujetos a sus leyes y cuando tienen algo
que reclamar no tienen otra manera de impetrar justicia que acudir a los tribunales
competentes, fundándose en las leyes vigentes de su país (…).

2º. Contrato entre gobiernos y particulares.

Cuando las deudas de contratos entre particulares y gobiernos, dicen


Drago, “existe entre dos partes contratantes un derecho perfectamente
determinado y deberes recíprocos netamente especificados”. El gobierno obra en
este caso como persona jurídica susceptible de aceptar los compromisos a que
dichas conveniencias les obligue. No procede en realidad como soberano.
Procede como parte de un contrato sinalagmático, y en este concepto está
sometido a las reglas del Derecho privado. Sus facultades como entidad pública
no son ni atacadas ni disimuladas. Obra como persona y los actos que cumple con
esta calidad no tiene efecto sino desde el punto de vista del patrimonio del fisco.
Esta tesis del ilustre jurisconsulto argentino, es inatacable en Derecho. Los
gobiernos que reclaman en nombre de sus nacionales, créditos provenientes de
esta especie de contratos, obra contra el Derecho y basados exclusivamente en la
fuerza de ellos y en la debilidad del país reclamado.
Cuando son los gobiernos los que violan sus compromisos oficiales, están
sujetos a juicio ante las autoridades competentes del país, de acuerdo con sus
leyes anteriores. En consecuencia, solamente cuando dichos tribunales cierran
sus puertas a los reclamantes, o cuando sus sentencias son realmente contrarias
al reclamante de manera parcial y precisamente por su calidad de extranjero; y en
general siempre que existe el caso de “denegación de justicia”; entonces será
cuando los gobiernos podrán interceder en favor de sus nacionales. De otra
manera, se deberán atender, conforme a los principios jurídicos establecidos, a la
decisión de las autoridades judiciales del país.
Todos los Estados permiten el ser demandados, estableciendo en sus leyes
especiales, el procedimiento y el tribunal ante quien están dispuestos a
comparecer en juicio; en los Estados Unidos los extranjeros tienen derecho (en
caso de reciprocidad), a acudir a la Corte de Reclamaciones, para demandar al
gobierno por los contratos celebrados con el Ejecutivo de la nación.
En Inglaterra, como existe el principio ultraconservador de que e rey “no
puede equivocarse ni cometer un acto ilegal”, se recurre al subterfugio de que los
particulares pueden presentar al rey “una petición de Derecho”, que, si su
majestad encuentra justa, somete èl mismo a los jueces para su decisión: de tal
modo que los particulares perjudicados, no queden desamparados.
En Mèxico, nuestra Constituciòn estatuye claramente que los Tribunales de
la Federación resolverán toda controversia que se suscite:
JUICIO DE AMPARO…

(…)
3º. Daños causados en guerras civiles.
En un principio general aceptando en Derecho Internacional, que los
gobiernos no son responsables por los daños que causen lo extranjeros radicados
en su territorio las guerras civiles. Sin embargo, si los tratadistas están conformes
con tan justo y equitativo criterio, no lo han estado las grandes naciones,
especialmente Estados Unidos, cuando se ha tratado de reclamar daños y
perjuicios por cuidadanos norteamericanos en los frecuentes motines, cuartelazos
y revoluciones que han sido el mal de muchas de las repùblicas hispanoamericas,
que pugnan precisamente por el restablecimiento sólido de sus instituciones
republicanas y por la conquista de sus libertades; que han padecido el doloroso
trance inevitable de guerras civiles.

4º. Cobro coercitivo de deudas públicas.

Para conocer a fondo si la doctrina drago es justa, conviene examinar la


naturaleza de las obligaciones que un gobierno contrae al contratar un empréstito.
Desde luego es preciso advertir que en tales casos, los gobiernos no se
obligan po contrato de Derecho Privado ni en favor de personas determinadas; al
emitir sus títulos respectivos se comprometen a pagar a sus tenedores, sea cual
fuere su nacionalidad, los intereses y el capital en las condiciones estipuladas por
sus poderes Ejecutivo y Legislativo. En consecuencia, no celebran un contrato
mutuo común y corriente, sino que se obligan de manera sui generis a cubrir el
servicio que pueden dejar de pagar en virtud de su soberanía.

(…)

LA OPORTUNIDAD DE LA DOCTRINA

La doctrina Drago fue una gran oportunidad, no sòlo desde el punto de vista
político, sino desde el punto de los principios del Derecho Internacional.
Como hemos dicho, las intenciones de Drago no alcanzaban en un principio
a fijar nueva norma jurídica que incorporar al Derecho de Gentes; sino, por la
solidaridad americana, crear una defesa en favor de los países débiles del
continente, contra Europa.

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