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Los Indignados y Nuestra Crisis

Nuestra sociedad está altamente conflictuada, enfrentada y escindida. El


último reporte de la Defensoría del Pueblo registra 208 conflictos sociales en
el país -149 en estado activo y 59 en estado latente-, de los cuales solo dos
de ellos han sido resueltos.

Los incidentes violentos ocurridos recientemente en la provincia arequipeña


de Islay, a raíz de las movilizaciones de protesta en contra de la
implementación del proyecto minero "Tía Maria", así como los cientos de
conflictos sociales que aparecen cada día en distintos lugares del país,
vuelven a recordarnos que la nuestra es aún una sociedad con altas
incapacidades para resolver sus problemas por la vía del diálogo y los
métodos pacíficos. Estos hechos acrecientan el descrédito de los líderes
sociales y políticos y el clima de desconfianza, tan vital para construir una
cultura de comunidad entre nosotros.

Estos conflictos, sin embargo, dan cuenta de dos debilidades en la gestión de


los asuntos públicos en nuestra sociedad. Primero, una falta de liderazgo con
solvencia ética que se coloque más allá de las posiciones extremas que
buscan generar violencia, pero también que sea capaz de anteponer las
ambiciones de poder económico y político, para administrar o vigilar los
asuntos públicos con justicia, honestidad y procurando el bienestar de la
ciudad.

Por ello, fue indignante, no sólo ver la incapacidad de las autoridades para
resolver el problema, sino también ser testigos de la manera como un
dirigente social negociaba la protesta con la empresa minera a cambio de 
una ganancia económica. La corrupción, el abuso del poder y el doble
discurso ético se han enquistado en todas las esferas de nuestra sociedad.

Segundo, estos hechos de violencia abren nuevamente aquella ventana que


nos muestra el otro Perú, el de los postergados, carenciados y excluidos,
producto de una sociedad que administra sus recursos
inequitativamente.«Es alarmante que en las regiones donde hay mayor
inversión minera, a la vez éstas sean las zonas más pobres del país», afirmó
Cynthia Sanborn, Directora del Centro de Investigación de la Universidad del
Pacífico.

«En un contexto de crecimiento económico sostenido esto es simplemente


una vergüenza, de la cual todos somos responsables. No podemos ser un país
del primer mundo con una educación del tercer mundo», agrega la profesora
Sanborn.

En el fondo, nuestra crisis da cuenta de las hondas debilidades de nuestros


esfuerzos por ser una sociedad verdaderamente civilizada. Manuel Gonzales
Prada, analizando la crisis moral interminable de nuestro país, señalaba
que «donde no hay justicia, misericordia, ni benevolencia, no hay
civilización»(1).  En otros términos, el historiador Jorge Basadre soñaba con
un Perú que«escape del peligro de no ser sino una charca, de volverse un
páramo o de convertirse en una gigantesca fogata»(2).

Oremos para que la violencia y los enfrentamientos cesen en nuestro país,


para que los violentistas canalicen correctamente su indignación, para que
nuestras autoridades sean capaces de escuchar aquellas voces que claman
por un trato más humano y más justo. Actuemos en correspondencia al
anhelo de Dios para su creación, un mundo sin violencia, odios e injusticias.
En el libro deProverbios encontramos un registro de aquellas cosas que al
Yahvéh que sostiene nuestra fe siguen indignándolo:

«Hay seis cosas que Yahvéh aborrece,


y siete que le son detestables,
Los ojos que se enaltecen,
la lengua que miente [falsedad],
las manos que derraman sangre inocente [violencia],
el corazón que hace planes perversos [corrupción, injusticia],
los pies que corren a hacer lo malo,
el falso testigo que esparce mentiras [falsedad, injusticia],
y el que siembra discordia entre hermanos»(3).

Mg. Rolando Pérez

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