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Mayo 20 de 2021

Carta a mis estudiantes:


Dirijo esta carta como otra manera de manifestarme en las actuales
circunstancias en donde el país está convulsionando porque hay una
muchachada que ha despertado y que está diciendo NO MÁS. Una
muchachada que se está parando frente a quienes detentan el poder para
decirle que hay un pueblo que reclama justicia, dignidad, igualdad.
La situación no es fácil de leer, de allí que necesitemos leerla en su
complejidad: en ella hay hilos que se trenzan, otros que se bifurcan, otros
que se reordenan y otros que quedan en la incertidumbre como hilos sueltos.
Por lo demás, al igual que la vida, nuestro país está en permanente
construcción.
Hoy nuestro país vive en medio de tensiones, disyuntivas e incertidumbres.
Desde rato había un volcán por estallar para generar crisis. Tales tensiones y
disyuntivas hacen que emerjan diversas posturas: a veces elásticas, otras
rígidas y algunas que no quieren reconocer a las otras para encontrarse: lo
único que las asemeja es que son radicales. No obstante, de por medio está
la preocupación por lograr un país en cuyas complejidades encontremos un
relato que nos permita vislumbrar salidas.
Todo este caos nos pone de cara a una complejidad mayor en donde todo se
interconecta. Hay un desafío para quienes habitamos el mundo de la palabra,
las piezas simbólicas, las poéticas y las prácticas artísticas que también
requiere de nuestro aporte para buscarle salida a la crisis. Hablando en
términos de teoría de la complejidad: hoy el sistema está recalentado y hay
un sistema cerrado que deja desperdicios de calor. Estos desórdenes tienen
su propia entropía y es energía que se vuelve convulsiva para que algo nuevo
ocurra: es posible que aumenten más los desórdenes sociales y que los
sistemas se cierren con una tendencia invariable o, es posible, que sea un
sistema que ya ha llegado a la cima de su recalentamiento para encontrar
causes más tranquilos y sosegados.
El contexto es intrigante y nos llama la atención. Algunos matemáticos
podrían bien modelizar y hacer una simulación para prever todo el
decaimiento con base en las estadísticas que nos arroja el Departamento
Nacional de Estadística: somos 50 millones de colombianos pero 17 millones
de personas se acuestan con algún grado de hambre, 12 millones de
personas están en la informalidad laboral, 4 millones están desempleadas, 21
millones de personas se encuentran en estado de pobreza monetaria; o sea,
más del 40% de la población colombiana está en la pobreza.
Y ni qué agregar unas clases dirigentes que han desconocido la constitución,
los pactos sociales, acuerdos de paz y leyes agudizando más los problemas de
exclusión, inequidad y desigualdad. Es el límite de un gobierno que no hace
nada para detener los ríos de sangre que atraviesan nuestro país: sangre de
los líderes sociales asesinados, de los excombatientes, de los desplazados, de
los desgraciados condenados a habitar los barrios marginales de las ciudades,
de los campesinos empobrecidos, de los muchachos asesinados en las
protestas sociales.
En este contexto, ¿Cuál es el papel del arte y las humanidades? ¿Cuál es el
papel de las piezas simbólicas que creamos si no ser la conciencia crítica,
expresada de otras formas? ¿Qué estéticas emergen de todo este tejido? ¿Es
posible que estén emergiendo unas nuevas ciudadanías más conscientes del
entorno, más cuidadores de la dignidad y más propositivos para no habitar la
tierra mediada por los intereses económicos, el desarrollo y el progreso a
ultranza?
Desde el campo de las prácticas artísticas, la poesía y las teatralidades,
tenemos mucho por aportar, por observar, por analizar, por imaginar, por
crear. Allí hay una apuesta por la manifestación simbólica que dice y se
expresa de otras maneras: sin la intención de hacerle daño a la integridad de
los otros: como una manera de hacer sátira a los vicios del poder y las
necedades humanas. Así se aborda con mirada crítica, espíritu festivo y risa
aquellos asuntos públicos de los cuales, en las relaciones de poder, no se es
consciente y, por eso son cómicos o trágicos. Ese es nuestro lugar para crear
piezas simbólicas: así nos hacemos públicos y así le damos sentido a nuestra
manera de transitar por el mundo.
Habrá quien no nos comprenda, pero el mensaje está claro para todos: es un
mensaje social que piensa las utopías de manera esperanzadora. Que
denuncia las distopías porque cree en el ser humano, en las nuevas
ciudadanías que se gestan: más críticas, más solidarias, más amorosas, más
tiernas con el otro, más conscientes de los peligros que acarrea la sociedad
de los progresos y la concepción de un humano “depredador”. Por eso
defiende el medio ambiente, denuncia las injusticias sociales, económicas,
políticas y trabaja por un modelo de desarrollo más humano, respetuoso de
la tierra, de los animales, de las plantas: Un modelo en donde no impere la
codicia ni la ley de pasar por encima de los otros
Ahora, en estos momentos es necesario detenernos PARAR, hacer pausa para
manifestarnos, reflexionarnos y proyectar un mejor país: más incluyente, más
justo, más respetuosos de los derechos, más y mejor para vivir. Que la
violencia tan bestial que hemos padecido, nos sirva para proyectarnos
humanos, sensibles, humildes, solidarios y empáticos. Y que digamos
esperanzadoramente con el poeta Carlos Castro Saavedra: “cuando sean más
claros los caminos y brillen más las vidas que las armas…cuando el trigo nazca
amapolas y nadie diga que la tierra sangra… cuando la sombra que hacen las
banderas sea una sombra honesta y no una charca… cuando la libertad entre
a las casas con el pan diario, con hermosa carta… cuando en lugar de sangre
en el campo corran caballos, flores sobre el agua” Con el corazón:
Fredy González: Docente-teatrista

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