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Aplicación del art. 275 de la LCT. Temeridad y malicia.

Por Daniela Andrea Villar.

Con las palabras que siguen intento reflexionar acerca de la aplicación del art. 275 de
la LCT.

A fin de adentrarnos en la temática, debemos distinguir los institutos de temeridad y de


malicia. El art. 275 de la Ley de Contrato de Trabajo los regula conjuntamente; pero cada uno
de ellos responde a distintas situaciones.

Por una parte, la temeridad es la conducta de quien afirma hechos o se conduce sin
fundamentos o motivos con conciencia de su propia sinrazón. La sola falta de razón no es
motivo de temeridad. Pero sí lo es, cuando lo hace a sabiendas o debiendo saber que no le asiste
razón. Podemos encontrar algunas formas de temeridad como la connivencia fraudulenta,
efectuar imputaciones falsas, dar información errónea o que condujeren a error a la parte
contraria.

Es posible citar algunos ejemplos que observamos en la práctica: Es habitual que el


empleador demandado sabiendo que existía relación laboral con el actor, la niega dando
explicaciones falaces de la presencia del accionante en el establecimiento de su propiedad. Así,
tenemos quienes manifiestan que el actor asistía asiduamente en calidad de amigo, vecino,
pariente al lugar de trabajo, con el objeto de encontrar una charla, compartir una infusión, etc.
Todo ello, por demás, alejado de la realidad.

Asimismo, el Juez evaluará la conducta del demandado durante la relación laboral y


también la forma en que acaeció el distracto. Por eso, otra de las causales para la aplicación del
art. 275 LCT, es en ocasión de despido con falsa causa. O sea, una denuncia infundada o por
un hecho inexistente. Ello, con el objeto de poner al trabajador en una posición precaria o nula
de negociación.

Los jueces suelen aplicar de manera sumamente restrictiva este instituto, pues deben
tener certeza o al menos indicios de la existencia de conocimiento o deber de conocimiento de
la falta de razón de la parte. Ello, toda vez que debe hacer respetar la garantía constitucional
del derecho de defensa en juicio (art. 18 CN).

Por otra parte, la conducta maliciosa responde a un proceder de mala fe, mediante el
cual echando mano a determinadas herramientas procesales se causa daño y se perjudica a la
contraparte. La obstrucción, provocando la dilación inexcusable del proceso es la forma más
habitual de la malicia.

Aquí podemos mencionar a modo ejemplificatorio algunas “artimañas” a las que suele
recurrir la accionada a efectos de dilatar el procedimiento obstruyéndolo. En mi experiencia
personal he visto que muy habitualmente y con cotidianeidad el demandado se niega a recibir
la notificación de la demanda manifestando que no es la persona requerida, que ya no vive allí,
que se murió, etc. También es muy común el planteamiento de nulidades por la nulidad misma.
La presentación de escritos irrelevantes que no instan ni enriquecen el proceso; sino que sólo
se presentan con el objeto de obstruir y dilatar innecesariamente el procedimiento.

Aclarados ambos conceptos, tenemos distintas situaciones en las que en virtud de la


misma norma, aplica el citado art. 275 LCT. Ellas son:

1) Cuando se trate de accidentes de trabajo, según el estado del trabajador y la omisión de la


atención mínima urgente.

2) Cuando a sabiendas de lo contrario se negare la existencia de la relación laboral.

3) Cuando se intentara tener como válidos documentos perjudiciales al trabajador obtenidos


abusando de su desconocimiento y necesidad.

4) Cuando se opusiesen defensas manifiestamente incompatibles o contradictorias de hecho o


de derecho. Así la SCJM se ha expedido: “el proceso exige una conducta de decoro, que alcanza
a todas las partes y profesionales intervinientes, en tanto constituye un medio de satisfacer
intereses jurídicamente protegidos y de postular un ideal de justicia, que, como elemento
axiológico, influye en la sociedad, precisada de parámetros que, trascendiendo la esfera
material, insuflen un sentido positivo. Si el proceso se convierte en un azar, librado a las
artimañas y subterfugios que extralimitan la habilidad de la actuación y deforman el derecho
de defensa, se escarnece el sentido ético que resguarda el objetivo último del ordenamiento
procesal, que es la búsqueda de la verdad posible y la equidad rescatable” (Suprema Corte de
Justicia de la Provincia de Mendoza, Sala 2, «Toledo Juan Miguel c/ Sanes S. A. s/ despido s/
inc.-cas», MJJ77554).

5) Cuando por falta de cumplimiento de un acuerdo homologado en sede judicial o


administrativa el trabajador se vea obligado a continuar y/o iniciar acción judicial a fin de
reclamar su cumplimiento.

Dadas alguna o algunas e incluso todas las situaciones descriptas, tenemos que el art.
275 de la LCT - en la regulación del instituto - autoriza al juez a fijar una tasa de hasta dos
veces y media de la que fijan los bancos oficiales para operaciones corrientes de descuentos
comerciales. Pero no lo es de la misma manera en todos los casos que cita el art.

Por eso, es importante discernir la distinta naturaleza de las causales del primer y
segundo párrafo del artículo en análisis respecto del tercero.

En el primer y segundo párrafo, las causales son amplias y queda al libre albedrío del
Juez determinar si existió o no temeridad y/o malicia. Tienen carácter subjetivo, quedando el
análisis de la causal y la valoración de la sanción a criterio del Magistrado, ya que éste puede
reducirla o rechazarla.

Aquí, la vara para medir la conducta infractora es la razonabilidad y el sentido común.


Si en la defensa el accionado traspasó dichos umbrales, entonces será menester la aplicación
del art. 275 LCT.

Por el contrario, las causales mencionadas en el tercer párrafo, son taxativas. Y la


sanción está expresamente determinada. En los casos de incumplimiento de acuerdos
administrativos (Seclo en el ámbito nacional) y judiciales (acuerdos homologados
judicialmente), el Juez no tiene facultad de morigerar la sanción. Deberá aplicar
indefectiblemente el máximo de la pena fijada en el primer párrafo de la norma.
Así el Magistrado se encuentra facultado a morigerar la tasa (hasta dos veces y media)
según la gravedad de la conducta a sancionar, excepto cuando dicha conducta, se trate del
incumplimiento de un acuerdo judicial o administrativo. En este caso, en virtud del último
párrafo del art. 275 LCT, será aplicable como única posibilidad el máximo de la sanción, o sea
dos veces y media la tasa que fijan los bancos oficiales para operaciones corrientes de
descuentos comerciales.

Procede de la acumulación de la sanción prevista en el art. 275 de la LCT en el caso de


incumplimiento de acuerdos con los intereses moratorios. Mas, en relación a las situaciones
previstas en el primer y segundo párrafo del precepto legal, y toda vez que la misma norma
dispone la facultad de morigeración del juez, su reducción o improcedencia de su acumulación
será a criterio del Magistrado.

Si bien parte de la doctrina estima que la tasa debe fijarse hasta la fecha en que finaliza
el proceso de conocimiento, es decir, hasta que quede firme o ejecutoriada la sentencia,
entiendo que debe extenderse hasta el efectivo pago del capital adeudado incluyendo al
eventual proceso de ejecución. De otra manera, el crédito del trabajador, por la depreciación
monetaria, y realidad económica fluctuante e incierta de nuestro país, tornaría meramente
ilusoria.

Veamos, entonces, la aplicación práctica del artículo en cuestión.

La declaración de temeridad y malicia puede ser dictada de oficio, no siendo menester


que las partes lo soliciten. Sin embargo, los jueces, en los hechos, son muy reticentes a
declararlas si no es a pedido de parte. E incluso, habiendo sido dicha declaración pedida por la
parte, los magistrados, en la práctica, hacen una aplicación muy restrictiva y restringida del art.
275 LCT.

Si bien el juez goza de la facultad de ponderar la conducta de las partes desarrollada, en


el proceso judicial y además también durante el vínculo laboral, es poco habitual que declare
la temeridad y malicia de oficio.

Por ello, es sumamente importante, que al detectar una conducta como temeraria y/o
maliciosa de la contraparte sea solicitada su declaración.
Ésta, además de ser una herramienta sancionatoria de conductas indebidas e
indeseables, es muy útil para compensar el desbalance por depreciación pecuniaria que se
produce por el transcurso del tiempo durante todo el proceso.

Como sabemos, en los autos “Puente Olivera”, mediante sentencia de fecha 8 de


noviembre de 2016, la CSJN reiteró su doctrina en el sentido de que no puede objetarse, como
regla, la decisión del Congreso de la Nación de prohibir la repotenciación de deudas, vía
indexación o actualización.

También tenemos conocimiento de que especialmente en la provincia de Buenos Aires,


los intereses fijados en las sentencias se encuentran muy por debajo de la realidad a la que nos
enfrentamos a diario.

Teniendo bajo la lupa, ambas cuestiones, y no encontrando otra manera de salvaguardar


el crédito laboral, es que algunos magistrados estarían aplicando con mayor asiduidad el art.
275 LCT, claro está siempre que se hubieren producido situaciones de temeridad y/o malicia.

O sea, que encontramos en esta norma, que poco se aplica en el ámbito nacional, una
doble utilidad para el trabajador de corresponder.

Asimismo, considero que debería ser aplicada con mayor asiduidad, evitando excesiva
rigidez en todos los procesos.

Es necesaria su aplicación tanto en los procesos de despido como así también en los de
accidentes y/o enfermedad laboral.

Atento la naturaleza alimentaria de los reclamos por despido, esta sanción debe ser más
frecuentemente solicitada por los letrados y concedida por los Magistrados sin la extrema
rigidez actual (en muchos casos).

Además, es indispensable el uso de esta herramienta sancionatoria, en los accidentes de


trabajo. Ello, en atención a la excesiva prolongación en el tiempo de dichas causas (como
también en el caso de los despidos), teniendo en cuenta la instancia administrativa previa
obligatoria ante las Comisiones Médicas, acerca de la cual tanto se ha debatido.
Sin perjuicio de lo mencionado precedentemente, esta sanción no puede traducirse en
una fuente injustificada de enriquecimiento para el acreedor laboral, desnaturalizando la
finalidad de la pretensión entablada, y tampoco puede afectar la garantía de la defensa en juicio
como se señaló en CSJN, 12/12/2002, «Rizzi, Norberto Oscar c/ Cámara Industrial Gráfica
Argentina», MJJ18508 .

Como es posible apreciar, en la práctica, los jueces son remisos a aplicar la sanción
prevista en el art. 275 de la LCT. Pero, es un instrumento muy importante y de suma utilidad
para los operadores jurídicos en la rama del derecho laboral. No debería dejarse de utilizar en
el caso de que se den los presupuestos que establece la norma.

Tenemos una herramienta clara, concreta y precisa, cuya utilización más frecuente
evitaría dilaciones indeseadas y en general, conductas indebidas. Pues, entonces, echemos
mano a ella.

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