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FICHA DE ANÁLISIS DOCUMENTAL

Título del documento


Luce Irigaray, la hereje
Autor (es/as)
Gabriella Buzzatti
Referencia Bibliográfica según norma APA
Buzzatti, G. (1992). Luce Irigaray, la hereje. En S. V. (Ed.), Psicoanálisis en femenino (págs. 335-
366). Madrid: Síntesis.
Palabras Clave
Psicoanálisis – Feminidad – Sexualidad.
Síntesis o resumen del texto (descripción argumentada del aporte del texto al problema de
investigación)
El objetivo del texto es realizar una revisión de los postulados de Luce Irigaray respecto a la
feminidad y la discusión que provoca dentro del psicoanálisis de corte freudiano y lacaniano,
interpelando al corpus teórico.
Análisis del contenido y aspectos relevantes del texto
La propuesta central de Luce Irigaray radica en la necesidad de pensar una nueva ética del
psicoanálisis, de la diferencia sexual, de las pasiones, en donde esté en el centro el yo
autobiográfico transformado en otro Yo cultural. Esto –desde la perspectiva de Buzzatti- muestra en
Irigarya, la tensión permanente entre el impulso por abrir los debates, fisurar la presunta identidad
femenina, y el de afirmación de la feminidad. Esta tensión, más que plantear certezas demagógicas
respecto a la feminidad como (una) diferencia sexual, sitúa preguntas, cuestionamientos respecto de
la materialidad del cuerpo sexuado y la dimensión del inconsciente.
En esa línea Irigaray plantea como la feminidad ha sido relegada, subordinada históricamente y
silenciada, donde el cuerpo encarcela una interioridad particular que no tiene cabida, subyugada a
una estructura económica, imaginaria y simbólica, inabordable para el ojo que observa, como
significaciones incongruentes. (Buzzatti, 1992, pág. 336) La feminidad, por tanto, se revela como
campo relacional, el cuerpo sexuado atravesado por lo real, lo imaginario y lo simbólico. Estas
interrogantes abren cuestionamientos profundos en el seno de la diferencia sexual, en tanto
universal e ineludible, donde las mujeres tienen sentido en la estructura, representación y definición
de la masculinidad, en su endogamia cultural. Irigaray señala en la u publicación de 1977, ‘Miseria
del psicoanálisis’: “Lo que significa que lo que vosotros queréis universal está sexuado según
vuestras necesidades (…) y rechazáis cualquier externo o interno que se resista al mismo (…)
reduciendo la diferencia sexual a nada, con un gesto indefinidamente repetitivo…” (Buzzatti, 1992,
pág. 341) Es, en la representación y definición masculina de la feminidad, donde emerge lo
humillante y mortifero. (Buzzatti, 1992)
En esta lógica, es que Irigaray, junto con reconocer en como Freud abre la posibilidad de pensar la
sexualidad y vincular los procesos subconscientes con la producción del discurso, poniendo tensión
los discursos filosóficos tradicionales respecto a la dualidad cuerpo – alma y su anclaje en el
presente. Sin embargo, siguiendo los postulados de Irigaray, no logra reconocer como se articula la
diferencia sexual con el inconsciente. El abordaje de la histeria, como origen del psicoanálisis, de la
escucha de su cuerpo – palabra, deja fuera la sexualidad femenina, confinándola a la pasividad, a la
carencia. Son las histéricas, en su imposibilidad de ser reconocida más allá de cuerpo patológico
por parte del psicoanálisis, pues escapa al único cuerpo, orientadas a la ‘normalización sexual’: “El
exceso, la fertilidad, la infracción del límite, el desorden del disfrute femenino debes ser ocultados
y sustraídos a cualquier forma de representación: la subjetividad femenina no puede situarse sino
en el lugar dela pasividad, de la carencia, de la privación. El cuerpo no será sino un resto, un
desecho, un conjunto de fragmentos, mudos, ausente, asexuado, desplazado entre lo imaginario y lo
simbólico: y, como tal, perdido, aunque tienda hacia él el deseo fantasmal del ‘sujeto’”. (Buzzatti,
1992, pág. 345)
La crítica levantada por Luce Irigarya, interpela a singularidad de los discursos psicoanalíticos, a los
discursos androcéntricos del saber-poder que se erigen como verdad única y legitima, como orden
del mundo, en distancia del cuerpo-naturaleza como la posibilidad del hombre de emerger sujeto.
La especularización, en tanto simetría del discurso androcéntrico, como autoreflejo/autorreflexión
fiel, silencioso e ignorante de sí, margina a la mujer de esta posibilidad, asimilándola, pero a la vez
permita abrir un espacio otro de su habitar mujer. En esta línea, la Buzzatti señala respecto a las
posibilidades que Irigaray abre: “Todo ello (la crítica a la organización androcéntrica del saber y
sus pretensiones universalistas) les permitirá a las mujeres, que “no tienen necesidad de
distinguirse de la madre-naturaleza que las ha creado”, nacer a la palabra, entrar ‘de otro modo’
en el universo del decir: es el cuerpo el que abre el lenguaje…” (Buzzatti, 1992, pág. 347)
Esta crítica al saber, principalmente al saber psicoanalítico se distingue de su correlato práctico.
Irigaray reconoce que es la práctica analítica la que remueve cimientos filosóficos, pues abre la
subjetividad, la pulsión, el goce, sin embargo, en su devenir en movimiento psicoanalítico es donde
se encierra, se clausura la pluralidad del discurso. Frente a esta clausura, el discurso del goce
femenino, su hacerse escuchar, a su sentido herético hacia sí y hacia a otras, posibilita la salida del
síntoma, la patología y el silencio al que ha sido relegada. El modelo de sexualidad, así como la
salida a la feminidad, está marcado por la castración, la anulación y carencia, la envidia del pene y
la demanda del Otro; el goce femenino sólo es posible en este modelo en la escisión de su propio
cuerpo, en necesidad y remitiendo a otro. Esta apertura critica, es también discurso político en
Irigaray: “No se trata, pues, de llevar a cabo un derribamiento del mundo masculino no de
convertir lo femenino en ‘la medida de la diferencia sexual’, sino de intentar, a partir de un jaque
profundo a la cultura vigente, ‘practicas la diferencia’, de modo que se constituya ‘un lugar
habitable por cada sexo, cada cuerpo, cada carne’. Existir en la diferencia, poniéndola en juego
continuamente, dentro y fiera de nosotras: reconocer y respetar ese ‘doble umbral, el que tiene que
ver con la reproducción, con la concepción y la otra, siempre olvidada, del amor corpóreo. Este
viaje –dice Irigaray- no tiene fin, siempre se está gestando: ‘hemos nacido mujeres pero tenemos
que hacernos mujeres’. Y ese ‘dirigirse’,, que permite volver a sí, se convierte en un ‘dirigirse a la
otra, a las otras’, en un dar presencia, palabras, imágenes a ese ‘lugar que debe mantenerse en
estado de represión’, en el que Freud identifica aquello que, si bien a nivel inconsciente, ‘crea
vínculo entre las mujeres’. Lo cual significa que ‘el arroparse entre mujeres, entre madre e hija,
entre hija y madre, no se convierte en cierre, en aislamiento (…), sino en un ‘actuar ético’ suyo
propio (…) el constituirse de una identidad capaz de abrirse al otro sin pérdida de su mismo o del
otro.” (Buzzatti, 1992, pág. 350)
En estos postulados y retomando la radicalidad de la apertura que genera la práctica analítica
original, es que Luce Irigaray llama a abrir esa escucha en que no se imponga un discurso que
objeta a las mujeres, sino un lugar abierto y de libertad.
Fundamentos teóricos del texto
Psicoanálisis en perspectiva abierta.
Principales conclusiones del texto
 Interpelación a la clínica y posibilidades.
 Pensar la feminidad fuera de la castración, poniendo énfasis en el cuerpo y goce propio
femenino.
 Vuelta a la relación e identificación con la madre como horizonte hacia sí y hacía otras.
 La radicalidad de la crítica.

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