Título del Corrientes fundamentales en psicoterapia
documento Autor (es/as) Jürgen Kriz Referencia Kriz, J. (2001). Corrientes fundamentales en psicoterapia. Buenos Aires: Bibliográfica según Amorrortu editores. norma APA Palabras Clave Corrientes en psicoterapia – abordajes de psicología profunda – abordajes de terapia de la conducta – abordajes humanistas – abordajes sistémicos. Síntesis o resumen El objetivo del texto es presentar un panorama de las principales corrientes del texto en psicoterapia: (descripción 1. Abordajes de psicología profunda argumentada del 2. Abordajes de terapia de la conducta aporte del texto al 3. Abordajes humanistas problema de 4. Abordajes sistémicos investigación) El texto contribuye al problema de investigación en tanto entrega una mirada sobre los diversos enfoques, considerando los aspectos generales transversales de la psicoterapia, pero reconociendo también las particularidades de cada enfoque para el abordaje de esta. Análisis del El texto aborda las 4 corrientes principales en psicoterapia: contenido y 1. Abordajes de psicología profunda aspectos relevantes 2. Abordajes de terapia de la conducta del texto 3. Abordajes humanistas 4. Abordajes sistémicos Para dar cuenta de la conformación de estas corrientes, el autor reconoce que todas están insertas en un marco de producción marcado por imagen del mundo y del hombre. Así, el quehacer psicoterapéutico está marcado por las representaciones, expectativas y sensibilidad respecto de los estándares de normalidad y, principalmente, a la desviación de ésta, los cuales se van configurando a su contexto sociocultural. Estas cuatro perspectivas son imposibles de abordar sin el reconocimiento de S. Freud y el psicoanálisis, en tanto precursor en el abordaje de trastornos psíquicos y en la construcción teoría ensamblada y coherente. Son los postulados del psicoanálisis, y la relevancia desde el s. XIX a nuestros día, los elementos basales para dar paso a la psicología, psicoterapia y sus enfoques. El trabajo de S. Freud y su contexto de producción -segunda mitad del s. XIX- está marcado por una imagen del mundo centrada en los preceptos de la modernidad, revolución industrial y científica, los que dieron paso a una imagen del hombre marcado por el modelo biomédico y, por tanto, toda perturbación psíquica era explicado por una causa fisiológica. “…de una época de fe (eclesiástica), ya superada, se había pasado a una imagen del mundo en extremo determinista, mecanicista, materialista y somatogenética.” (p.25) Es en este contexto, es decir, no desvinculado y en ruptura con el modelo biomédico y en reconocimiento de explicaciones psicogenéticas de afecciones mentales, es que los estudios sobre el psiquismo adquieren relevancia y dan soporte a los inicios del psicoanálisis. Del psicoanálisis, Freud reconoce cuatro campos definidos: 1. Una teoría general de la vivencia y acción humana, en la que se adscriben los postulados respecto a las pulsiones (teoría de la libido, perspectiva energética desarrollada durante las dos primeras décadas del s. XX), la teoría de la personalidad (modelo estructural del aparato psíquico), la psicología del desarrollo (modelo de etapas del desarrollo, fases infantiles de la libido, el complejo de Edipo), los postulados sobre la neurosis. 2. Un método de investigación de procesos psíquicos, vinculado al ‘encuadre’ psicoanalítico, en el que se adscribe la asociación libre e interpretación de sueños. 3. Un procedimiento para tratar perturbaciones psíquicas, el que relacionado con el ‘encuadre’ también, se sitúan los fenómenos de transferencia y contratransferencia, el análisis de la resistencia y técnicas de interpretación. 4. Escritos asociados a las ciencias sociales y el impacto del medio sociocultural, tal como ‘Psicología de las masas y análisis del yo’ (1921) y ‘El malestar en la cultura’ (1930). Cabe destacar que este último punto no es considerado por el autor - Jürgen Kriz- como un campo especifico relevante para ser analizado.
Respecto al constructo teórico, de los postulados más relevantes, destaca la
teoría de las pulsiones, entendiendo por este último “a las fuerzas supuestas tras las tensiones de necesidad del ello; en última instancia, extraen su energía de fuentes de naturaleza fisiológicas.” (p. 58) Respecto a las pulsiones, dos son fundamentales: el Eros (pulsión de vida), la que corresponde con el principio del placer y tiene en la base energética la libido y en funcional a la reproducción, y Tánatos (pulsión de muerte), la que tiene como meta disolver y destruir conexiones. En el caso de la libido, esta puede ser colocada en objetos (proceso de ‘investidura’) y tiene la posibilidad de transmutar, desde una meta sexual a una no sexual, su orientación positiva se denomina ‘sublimación’ y desfavorable ‘conversión’. En la primera, se orienta la pulsión a una actividad desexualizada, tal como tareas creativas o de prestigio social (arte, religión, ciencia, política, tecnología). En el caso desfavorable, los impulsos instintivos reprimidos se manifestarán en síntomas somáticos, en forma de neurosis. En este marco de la teoría general, destaca la emergencia de la primera y segunda tópica. En la primera se establece la diferenciación del aparato psíquico en sistemas parciales: consciente, preconsciente e inconsciente. De este marco emerge el concepto de ‘resistencia’, ‘transferencia’ y ‘contratransferencia’. En la segunda, señala que el aparato psíquico consta de tres instancias: el ello, el yo y el superyó. Desde este modelo, el ‘yo’ se sitúa en el centro de las consideraciones psicoanalíticas. Es el ‘yo’ el que debe mediar entre los deseos pulsionales –el ello- y las exigencias de la conciencia moral, ética, normativa –el superyó-, permitiendo una adaptación a la realidad. Esta síntesis impulsada como tarea yoica corresponde a la dimensión de la conciencia. Por otro lado, el inconsciente aloja al ello y sus pulsiones. Por último, el preconsciente como contenidos implícitos en la actividad mental que sin ser conscientes ni objetos actuales de la conciencia pueden llegar a serlo, por tanto, es material ‘susceptible de conciencia’ y ‘retraído de la conciencia’ (p. 58) Respecto a la teoría psicoanalítica de la neurosis, el conflicto toma un lugar central, el que puede formado en principio por dos demandas originarias del individuo. Frente al conflicto, el síntoma es concebido como un proceso especifico de autocuración, pues restablece el equilibrio de las fuerzas, un compromiso entre el conflicto y organización de la defensa. Cada fase psicosexual (fase oral, fase anal, fase fálica, fase de latencia y fase genital.) tiene maneras específicas de enfrentar las crisis. Relevantes son los estudios respecto de la histeria, impulsados por Jean M. Charcot, S. Freud y Pierre Janet, en donde se abordan las nociones de trauma psíquico (lesión psíquica), especialmente como génesis de los síntomas histéricos. Son los trabajos respecto de la histeria, continuados S. Freud en alianza con Josef Breuer, especialmente el caso de Anna O. los que darán paso al abordaje del trauma, noción de ‘pulsión’. Posteriormente, S. Freud, distanciado de J. Breuer, aborda la técnica de ‘asociación libre’, en remplazo de la hipnosis, para luego dar paso al fenómeno de la ‘resistencia’. Después introduce la interpretación de los sueños, como camino al inconsciente y elabora el concepto de ‘transferencia’. Respecto a la situación terapéutica, un aspecto esencial del análisis es que el terapeuta se alíe con el yo del paciente, debilitado por el ello o por el superyó, con el fin de liberar lo reprimido. Esta liberación de lo reprimido requiere del yo, de encontrarse lo suficientemente intacto al menos para la exteriorización, ‘asociación libre’. Este ‘pacto’ es para de la llamada ‘regla fundamental’. En este marco terapéutico original, el psicoanalista debe prescindir de todo actuar y valoración respecto del paciente, siendo receptivo a todos los aspectos por igual. En este encuadre, el paciente yace en un diván con el analista detrás, facilitando las tendencias regresivas, asociación libre, el desarrollo de la transferencia. Respecto a la resistencia, transferencia y contratransferencia, la resistencia en la terapia refiere a evitar que el conflicto reprimido se haga consciente. La transferencia, fue calificada inicialmente por Freud como una resistencia intensa, sin embargo, refiere a una función psíquica en la que el sujeto transfiere revive y transfiere en el analista, sus antiguos sentimientos, afectos, deseos reprimidos. Es, por tanto, la herramienta fundamental del analista, pues permite ‘tomas noticia de lo reprimido’ (p. 71). De forma complementaria, la contratransferencia corresponde a una reacción no neurótica, una respuesta, del analista a la transferencia del paciente. Este modelo terapéutico es exclusivo del enfoque psicoanalítico, sin embargo, y a pesar de sus variaciones, es relevante reconocer el impacto que ha tenido en otros enfoques, como aquellos centrados en el yo, escuelas de psicología profunda o de orientación dinámica y analítica. Sobre el sueño, el autor señala que el dormir posibilita el cumplimiento del deseo: “…en el estado del dormir conocen gracias al sueño el cumplimiento de deseo en forma desfigurada y, por eso, relativamente inocente; así el yo consigue preservar el dormir” (p. 69). Indudable es el impacto de S. Freud generó en sus discípulos que luego adquirieron gran relevancia, tal como Alfred Adler, Carl Gustav Jung. Otros discípulos relevantes de Freud fueron Wilheim Stekel, Otto Fenichel, Karl Abraham, Sandor Ferenczi, Anna Freud, Karen Horney, Erich Fromm, entre otros. Wilheim Stekel rechazó la teoría de la libido, las innovaciones en la técnica de análisis e interpretación de los sueños, derivando en una variedad de psicoanálisis breve, el llamado ‘método activo’. Estas variantes fueron motivo de su alejamiento de la Sociedad Psicoanalítica de Viena). Otto Fenichel, quien respaldo la mantención de la teoría psicoanalista, si abogo por la adecuación del este a los contextos del saber y de vida, rechazo las modificaciones biologizantes, como las de Melanie Klein, y ambientalista (como la de Karen Horney). Karl Abraham se destacó en la ampliación de la teoría de la libido y la división de esta en 6 estadios, así como por sus aportes a la teoría del desarrollo del carácter, la psicopatología psicótica y la terapia psicoanalítica. Al igual que K. Abraham, Sandor Ferenczi desplegó una teoría respecto a las fases de desarrollo del ‘sentido de realidad’, desde la omnipotencia absoluta de la experiencia ultrauterina al pensamiento y acción al mundo objetivo. Anna Freud, hija de S. Freud, fue reconocida por sus trabajos sobre los mecanismos de defensa y el análisis de niños. Por último, Karen Horney y Erich Fromm que, junto a Harry Stack Sullivan, fundaron la escuela de psicoterapia neo-analítica, quienes relativizaron en particular la significación de la teoría de la libido y el rol de la sexualidad, atribuyendo mayor relevancia de los influjos del ambiente. A pesar que el autor sitúa desde el psicoanálisis como parte de los abordajes de la psicología profunda, cabe señalar que el psicoanálisis corresponde a una corriente teórica particular que han influido en otros enfoques psicológicos y no necesariamente psicoanalíticas. Respecto a A. Adler, se sitúa en un contexto en que se estaba discutiendo la ampliación de la teoría de las pulsiones de Freud para incorporar aspectos sociopsicológicos del desarrollo y la variabilidad de las perturbaciones psíquicas, conformando así la llamada “psicología individual”: “El desarrollo de la personalidad, que en Freud aparece dominado por pulsiones y conflictos interiores (es cierto que en cotejo con el ambiente), se consuma según Adler en medida mucho mayor dentro del campo de tensión que opone las dotes individuales y las exigencias sociales.” (p. 72). De los conceptos centrales de la psicología individual, destacan; los ‘sentimientos de inferioridad’ (núcleo del desarrollo humano), ‘estilo de vida’ y ‘plan de vida’, en los que se expresan las estrategias inconscientes del individuo en su vínculo con el ambiente. Este ‘sentimiento de comunidad’ es alcanzado como parte del desarrollo psicosocial o luego de un proceso psicoterapéutico. La principios terapéuticos el enfoque de la psicología individual está centrado en promover confianza en las personas, orientadas a la comunidad y tiene como horizonte descubrir el plan de vida ‘erróneo’ (desde el punto de vista normativo y orientado a la comunidad ideal) y tomar conciencia de él, en términos cognitivos. Este develamiento desemboca en la carencia del sentimiento comunitario, por tanto, se exhorta al paciente a incluirse e implicarse en la comunidad como miembro activo. Por otro lado, C.G. Jung, abordando el concepto de ‘libido’ que -a diferencia de Freud que lo consideraba estrictamente como energía sexual- remite a la energía anímica. Para C.G. Jung, el inconsciente es el suelo desde donde brota la conciencia y está compuesto por una dimensión personal proveniente de la ontogénesis y una colectiva provenientes de la filogénesis: el inconsciente personal y el inconsciente colectivo, respectivamente. La perspectiva de Jung fue bautizada como “psicología analítica” y posteriormente como “psicología de los complejos”. C.G. Jung desplegó sus trabajos respecto a la asociación; suministrando al paciente una larga lista de palabras a los que debía reaccionar lo más rápido posible. A partir del análisis de los tiempos de reacción, es que Jung descubrió grupos típicos de palabras asociados a afectos, lo que llamo ‘complejos’: “en el caso de los hombres, temas como ‘dinero’, ‘ambición’; en el de las mujeres, ‘familia’, ‘embarazo’, etcétera.”. (p. 89) A diferencia de Freud, Jung reconoce que el concepto de inconsciente está configurado tanto por contenidos reprimidos de vivencias personales como aspectos esenciales semejantes en los individuos, indistintos de su experiencia particular, lo que denominó ‘inconsciente colectivo’, compuesto por los llamados ‘arquetipos’. Con el objetivo de definir su los arquetipos constituyen una realidad general universal, independiente de su contexto sociocultural, es que C.G. Jung emprende largos viajes. En estos años es que elaboró su perspectiva centrada en la ‘individuación’, en la que aborda el desarrollo psíquico. Los principios terapéuticos de la perspectiva junguiana están centrados especialmente en el sueño y su análisis, orientado al proceso de individuación y la elucidación y realización total del individuo, no de la curación de síntomas. De los discípulos de C.G. Jung destacan Hans Trüb, quien reconoce la relevancia de la relación del hombre con el mundo (‘la relación con el tú’) y Erich Neumann, quien elaboro postulados respecto de lo femenino y la creación, entre otros destacados referentes de la psicología profunda. 1. De los abordajes de psicología profunda destacan también la Vegetoterapia, Bioenergética y Análisis transaccional. La perspectiva de la Vegetoterapia de Willhelm Reich se centra en la biofísica del ‘orgón’, una forma de energía que llena el universo entero y que era liberada durante el orgasmo. El controvertido enfoque terapéutico, rompía con la neutralidad entre el psicoterapeuta y el paciente, pues consistía en masajes a pacientes desnudos para disolver lo que llamo ‘armadura’ muscular o de carácter y liberar energía sexual reprimida. La perspectiva Bioenergética o Análisis bioenergética de Alexander Lowen, centrado teóricamente en la vegetoterapia; la economía energética del cuerpo, la necesidad de un fluir desbloqueado y espontaneo de esa energía, la descarga por medio de contracciones musculares y la equivalencia funcional de cuerpo y psique. Junto a lo anterior, Lowen amplió las fases de desarrollo en dos nuevas: la esquizoide y la oral. Sin embargo, su principal relevancia se encuentra en la propuesta terapéutica, en indicadores y centrada en una serie de ejercicio. Por último, aborda el análisis transaccional de Eric Berne, el que toma los postulados de la energía, la libido y modelo estructural de Freud y las pautas de expectativas sociales, constelación familiar y plan de vida de Adler, integrándolas con otras perspectivas psicológicas. De hecho, a pesar de la influencia del psicoanálisis y la psicología individual, su imagen de hombre se corresponde con los de la psicología humanista, donde se reconoce desde su singularidad y totalidad, orientado a su autodeterminación y responsabilidad personal, metas que se abordan en la terapia. 2. Desde el abordaje de la terapia de la conducta se reconoce 4 perspectivas centrales: de orientación clásica, basado en las teorías del aprendizaje, basado en la terapia de la conducta (los que ampliaron de forma importante la perspectiva) y terapia racional-emotiva. Desde una perspectiva tradicional, las terapias de la conducta comparten los postulados de la teoría del aprendizaje y el tratamiento de perturbaciones, impulsados por tres grupos de investigaciones: Burrhus F. Skinner y sus discípulos de Harvard, Joseph Wolpe y sus alumnos de Johannesburgo, y Hans-Jürgen Eysenck en el Hospital de Londres. Respecto a la terapia cognitiva, la meta es sensibilizar al paciente respecto a sus pensamientos automáticos, y sus valoraciones y falacias destructivas. Según Aaron T. Beck, cuatro son las fases del proceso terapéutico: observación, donde el paciente aprende a observarse a sí mismo y reconocer los pensamientos automáticos que emergen de manera automática; identificación, se analizan los diálogos internos y la tendencia autodestructiva; revisión de hipótesis, el paciente aprende a diferenciar en los pensamientos automáticos las hipótesis sobre su pensamientos automáticos y de su ambiente, reconociendo que sus valoraciones y conclusiones son cuestionables; y entrenamiento en explicaciones alternativas distintos a los pensamientos automáticos, las que se elaboran – estructuras cognitivas- en alianza con el terapeuta. Los enfoques de la terapia cognitivos conductuales han utilizado diversos procedimientos para su despliegue. De ellos destaca la terapia multimodal BASIC ID, en los que se considera: conducta, sentimiento, sensación representación, pensamiento, relaciones sociales y relación conflictiva con drogas. Por otro lado, la terapia racional-emotiva de Albert Ellis las que aborda cogniciones disfuncionales de los pacientes y su importancia en el deterioro del bienestar, por tanto, se aborda el sistema de creencia y su disfunción de valores e ideas. 3. Los enfoques humanistas, definidos como la tercera fuerza de la psicología, se caracterizan por su heterogeneidad teórica, pero por su relativa homogeneidad respecto a la imagen del hombre y los principios terapéuticos (homogeneidad paradigmática). De hecho, emerge en contraposición al encuadre psicoanalítico freudiano (el terapeuta sentado detrás del paciente acostado en el diván), desplegando una psicoterapia de grupos, de hecho, para Iacov Levy Moreno, los que los conflictos psíquicos e interhumanos se representaban y actuaban en escenas creadoras colectivas. Cuatro son las ideas básicas del humanismo que dan cuenta de su visión de hombre, de sus supuestos teóricos y su despliegue psicoterapéutico: 1. Autonomía e interdependencia y responsabilidad social. 2. Autorrealización 3. Orientación por la meta y el sentido (“representaciones axiológicas humanas como libertad, justicia y dignidad del hombre plasman la vida y la acción.” (p. 227) 4. Totalidad Los procesos de autorrealización dependen, sin embargo, de la satisfacción de necesidades básicas, lo que Maslow grafico posteriormente en una jerarquía de 5 estadios (del estadio inferior al superior: necesidades fisiológicas, las de seguridad, contacto social, confirmación y estima, y crecimiento y autorrealización. Las cuatro primeras corresponden a necesidades de carencia). Las terapias gestálticas, en ellas los conceptos centrales corresponder a la ley de cierre (Wertheimer), al efecto Zeigarnik (en las que se señala que las acciones inconclusa se alojan preferentemente en la memoria), teoría de la estructuración figura – fondo, autoactualización y complejo activo con el mundo exterior (Kurt Goldstein). Estos supuestos, rescatados de los postulados cognitivos y de la percepción, fueron aplicados, especialmente por Perls, de forma generalizada, hasta metafórica. (p. 229). Respecto al abordaje terapéutico, es relevante reconocer el cómo –por parte de Perls- se integraron diversos abordajes y corrientes. Incluso, según el autor, es posible reconocer la asimilación del patrimonio psicoanalítico, pues Perls participó de los estudios didácticos con Karen Horney, Clara Happel, Wilhelm Reich, entre otros analistas. Sin embargo, ya en la década del ’60, se forman diversas corrientes gestálticas en Estados Unidos, orientada al despliegue de la personalidad individual en la costa oeste y como abordaje psicoterapéutico en la costa este. En Europa Occidental, se reelaboro teóricamente, recogiendo sus elementos originales, como la psicoterapia de la Gestalt, el psicodrama y el existencialismo. Una de las líneas psicoterapéuticas centrales de los abordajes humanistas corresponde a la psicoterapia del dialogo (centrada en el cliente o no directiva) impulsada por Carl R. Rogers, la que –según el autor- junto a la terapia de enfoque psicoanalítica y la terapia de la conducta son las tres formas consolidadas de psicoterapia. (p. 245) Este enfoque se asienta en una imagen del hombre que pone al centro su integridad y libertad, su capacidad de centrarse en si-mismo, de organizar y estructurar su experiencia, de crecimiento personal o tendencia a la actualización, confianza en las tendencias a la autocuración, la incongruencia entre la vivencia orgánica (necesidades de carencia) y su autoimagen. Junto con ser pionero en los registros grabados de la interacción terapéutica, analizó, mediante procedimientos estadísticos empíricos, las pautas básicas de interacción terapeuta – cliente. El desarrollo de la psicoterapia del dialogo atravesó una fase no directiva (década de 1940), de verbalización d sentimientos (década de 1950 a mediados de la década de 1960), de centramiento en la vivencia (desde mediados de los 60’s) y de ampliación e integración (desde la década de los 70’s). La actitud del terapeuta está basado en tres aspectos centrales: la relación de compañerismo entre terapeuta y cliente, aunque con demandas distintas; estimación positiva y calidez emocional (aceptación y respeto), autenticidad (genuinidad) y comprensión empática (evitación de juicios, empatía y entendimiento). A partir de este dispositivo, se espera impulsar la autonomía del cliente, el reconocimiento de su vivenciar, orientación a la flexibilidad y creatividad. Por tanto, los deterioros psíquicos (asociados a la insatisfacción, rigidez) y el proceso terapéutico están orientados a develar la meta de autorrealización, desde la desorganización a la reorganización del cliente. (p. 262-264). De este mismo abordaje, el autor reconoce también la Logoterapia impulsada por Viktor Frankl y el Psicodrama de Iacov Moreno. Respecto a la logoterapia, esta se centra en el sentido de la existencia humana, lo que sentará las bases para el análisis existencial. Respecto al psicodrama y su despliegue terapéutico, consiste en la puesta en escena –representación escénica- espontanea de conflictos interpersonales e intrapsíquicos, con el objetivo de hacerlos visibles, revivirlos y modificarlos a través de la catarsis, principalmente en el trabajo grupal. Esta aplicación terapéutica tiene, desde la perspectiva de Petzold, contraindicaciones en cuadros prepsicóticos o psicóticos agudos, afecciones psicosomáticas en etapa aguda, riesgo de suicidio, etc. Respecto a los abordajes sistémicos, estos alcanzaron mayor desarrollo y relevancia en la década de los 70’s (la primera mitad del s. XX estuvo dominada por el psicoanálisis y la psicología profunda, en los 50’s por la terapia de la conducta y los 60’s por los enfoques humanistas), centrado principalmente en los conceptos de ‘comunicación’, ‘circularidad’, ‘estructura’, ‘ecología’ y ‘evolución’ (en el caso de la psicología profunda, los conceptos claves remiten a ‘inconsciente’, ‘conflicto’ y ‘energía’; en las terapias de la conducta son ‘aprendizaje’, ‘estimulo-reacción’ y ‘cognición’; en las terapias humanistas son ‘encuentro’, ‘crecimiento’ y ‘autonomía’). De estos conceptos, uno de los esenciales es el de la comunicación y paradoja, impulsado por Watzlawich y el grupo de Palo Alto. De la imagen del hombre en los abordajes sistémicos, destaca su conciencia reflexiva, una persona se comunica con otros/as y consigo misma, establece relaciones. En ese marco, es que las paradojas pragmáticas, tienen acción en el ‘diálogo interior’ y en la comunicación con otros/as. Respecto a su perspectiva terapéutica, se aborda desde un doble vínculo terapéutico (‘intervención paradójica’), en los que se supone una relación estrecha, una exhortación de cueras conductas, sustracción de la paradoja por medio del dialogo y comentario, reconociendo soluciones de segundo orden sobre las de primer orden. En el caso de la psicoterapia familiar, el proceso terapéutico consta de tres pasos: el terapeuta entre en participación con la familia y asume la conducción, tiene que develar la estructura básica familiar y debe crear las condiciones que posibiliten la transformación de la estructura familiar. De las estrategias, se destaca el cuestionamiento del síntoma, de la estructura familiar y de la realidad familiar. Desde la perspectiva de Selvini Palazzoli, tres son las perspectivas centrales y métodos de abordaje de la intervención: formulación de hipótesis sistémicas; la circularidad, como la capacidad de dejarse guiar por la información proveniente de la conducta de la familia, sobre sus diferencias y cambios (técnica: hacer preguntas circulares en busca de diferencias); y neutralidad, desempeñándose de forma imparcial para comprender el juego comunicativo y de relaciones y poder conducirse de manera acorde. Fundamentos El texto, aun cuando no se centra en una estructura teórica, deja entrever teóricos del texto que, al reconocer sólo estos 4 enfoques, deja marginado otros, tal como las perspectivas psicodinámicas y enfoques postracionalistas. Relevante resulta reconocer que el autor es un psicoterapeuta y pensador prominente en teoría de sistemas. Principales Las conclusiones principales radican en como los enfoques terapéuticos, conclusiones del comenzando desde los postulados de Freud, tienen una continuidad, texto dialogan con los postulados de su tiempo, tomando elementos de corrientes que le anteceden o respondiendo de forma crítico y postulando nuevos principios articuladores y fundamentales de nuevas corrientes. Análisis De los aportes relevantes del texto destacan el reconocimiento del contexto a la base para la emergencia de la perspectiva, reconociendo como la imagen del mundo y del sujeto configuran la emergencia del enfoque, y desde ahí como se marca, tanto las nociones de normalidad, como desviación a ese estándar de normalidad. Por otro lado, por más que los dispositivos terapéuticos compartan elementos comunes transversales, estos enfoques teóricos lo atraviesan, tanto en el rol del paciente/cliente (dependiendo del enfoque), rol del psicólogo y persona del psicólogo, alianza terapéutica y setting, consideraciones respecto al malestar/psicopatología/dolencia/etc. (concepto depende del enfoque y remite a significado especifico), así como su forma de abordaje. Por último, la propuesta del autor –estructura de los enfoques y su planteamiento- deja marginado a perspectivas de gran relevancia en el campo de la psicoterapia actual, tal como las perspectivas psicodinámicas y enfoques postracionalistas.