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UNIVERSIDAD SAN BUENAVENTURA

FACULTAD DE FILOSOFÍA
MAESTRÍA EN FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA
PROFESORA: DIANA MARÍA MUÑOZ
ESTUDIANTE: KRISTHIAN JHORDANNY ALBARRACÍN CAMPO

IRIGARAY: REPENSAR LA DIFERENCIA SEXUAL

El tema de la mujer y por ende del sexo femenino, a lo largo de la historia ha


tenido una connotación de confrontación; esta realidad, se ve enmarcada en el
sentido que el sexo masculino ha preponderado sobre el femenino, a tal punto,
que no es un secreto que la mujer de generación en generación ha sido excluída
de muchos ámbitos como el de la ciencia, la religión, la política, entre otros.

En un primer momento es de tener en cuenta que el contexto formativo de Luce


Irigaray, fue encaminado desde la perspectiva del psicoanálisis. La intersección va
ligada en tres áreas: filosofía, lingüística y psicoanálisis en las cuales se sitúa la
propuesta de esta pensadora.

La corriente feminista de la diferencia sexual, encabezada por Luce Irigaray va


encaminada en la crítica que ella desarrolla al psicoanálisis freudiano; esta
doctrina, tiene que ver con el modelo del único sexo con el cual se ha pensado la
sexualidad femenina, es decir pone de presente el falogocentrismo de la filosofía
occidental y también del psicoanálisis.

Esta existencia del “único sexo” que es el masculino, conlleva a observar que el
sexo femenino es el reverso, la otra cara pensada como deficiente,
complementaria, supeditada, dependiente; esto es conocido como se dijo
anteriormente el falogocentrismo del psicoanálisis.

La idea que Irigaray ve que tiene Freud, consiste, en que la experiencia masculina
se convierte en el punto de referencia a partir del cual, se piensa y se define la
experiencia humana en general; a partir de esto, la experiencia femenina del
mundo aparece como insuficiente, defectuosa y menor.

Al respecto se afirma, “la sexualidad femenina siempre ha sido pensada a partir de


parámetros masculinos. De esta suerte, la oposición actividad clitoridiana «viril» /
pasividad vaginal «femenina» de la que habla Freud -y muchos otros...- como
etapas, o alternativas, del devenir una mujer sexualmente «normal», parece
sobradamente motivada por la práctica de la sexualidad masculina” 1

Por otro lado, hay que tener en cuenta, que Irigaray tiene una formación en
lingüística y es por ello que el papel del lenguaje en la manera como se configura
esa identidad sexual, no le pasa a ella desapercibido. Pone en movimiento varias
herramientas de la lingüística para hacer ver, de qué manera el lenguaje no es
neutro en la forma como privilegia ciertas características o rasgos asociados con
el sujeto masculino; es por ello, que se servirá de algunos experimentos para
poner esto de relieve.

La experiencia de ser un cuerpo femenino o masculino, se va construyendo


también en el nivel del lenguaje. Con esto, no se pretende rechazar o ignorar la
base biológica, sino poner de presente cómo la construcción de identidad sexual
pasa por el lenguaje, por los símbolos, por la forma como se entiende lo que es lo
propio de la subjetividad.

La idea como tal, es señalar la existencia de una única forma de subjetividad y la


necesidad de una nueva forma de subjetividad definida en términos femeninos a
título propio y no como el reverso, la contracara defectuosa, menor, deficiente de
la llamada sexualidad masculina o de la forma de subjetividad atribuida a lo
masculino.

Al respecto se afirmaba: “para ser un sujeto, uno debe ingresar en el lenguaje (a la


cultura). Así, el lenguaje mismo debe cambiar si las mujeres quieren alcanzar una
subjetividad propia que sea reconocida con un nivel cultural. El lenguaje excluye
usualmente a las mujeres de la posición activa del sujeto. Más aún, la inclusión de

1
El sexo que no es uno. Luce Irigaray. P. 17

2
las mujeres en la corriente de subjetividad no es la solución. La meta de Irigaray
es que haya mas de una posición de sujeto en el lenguaje”. 2

Lo femenino y lo masculino ha sido estudiando en una matriz de pensamiento que


descansa sobre unas oposiciones binarias; es por ello, que lo femenino se asocia
a la “naturaleza, materia, al cuerpo, a lo particular, a la pasividad, al objeto,
mientras que lo masculino hace referencia cultura, espíritu, alma, universal,
actividad, sujeto.

Se afirma que todas las visiones de lo femenino, de la mujer, descansa en el


privilegio falogocéntrico. Hay un rasgo que está muy presente en la filosofía
occidental y tiene que ver con lo visual. Es por esto que Irigaray, parte de la gran
incomodidad para pensar la sexualidad femenina, es hasta cierto punto pensar su
carácter no visible, es decir, no poder ver, algo que se oculta, que se esconde;
esto lo hace impensable porque lo pensable, es una forma de identidad clara, de
una unidad.

El privilegio de lo visual, juega en detrimento de la posibilidad de pensar la


sexualidad femenina.

“En esa lógica, la preponderancia de la mirada y de la discriminación de la forma


de la individualización de la forma, es particularmente ajena al erotismo femenino.
La mujer goza más con el tocar que con la mirada, y su entrada en una economía
escópica dominante significa, de nuevo, una asignación a la pasividad: ella será el
bello objeto de la mirada. Si su cuerpo se ve de tal suerte erotizado, e incitado a
un doble movimiento de exhibición y de retirada púdica para excitar las pulsiones
del «sujeto», su sexo representa el horror del nada que ver. Defecto en la
sistemática de la representación y del deseo. «Agujero» en su objetivo
escoptofílico. Ya en la estatuaria griega se reconoce que ese nada que ver debe
ser excluido, rechazado de semejante escena de la representación” 3

Claramente hay una especie de agujero negro cuando se trata de la sexualidad


femenina, porque se le entiende como lo opuesto, como lo que no se deja
2
Diapositivas vista en clase sobre Irigaray.
3
El sexo que no es uno. Luce Irigaray. P. 19

3
representar, mostrar, tocar, de ninguna manara aprehender dentro de esa
economía de pensamiento centrada en lo visible, en la unidad, en lo transparente,
en lo inmediato. Todas estas ausencias, se traducen en un defecto de
insatisfacción propia.

Este privilegio de lo visual, pone al cuerpo femenino en una situación


particularmente ambigua porque por un lado, su valor como cuerpo sexual
dependerá de ser capaz de captar la mirada, ser objeto de deseo para la mirada
masculina. Para ser objeto deseable, lo tiene que efectuar no de una forma
impúdica sino discreta.

Irigaray va desgranando los estereotipos de lo que sería el rol de lo que se le ha


asignado a la mujer tradicionalmente; esto, entendido desde un punto de vista
filosófico, tiene que ver con la subjetividad que ha sido construida a partir de un
privilegio de lo masculino.

Es importante pensar desde Irigaray la diferencia sexual como no se había


pensado hasta ahora. La diferencia hasta ahora se ha pensado en el marco del
único sexo en donde es entendida como complemento, como lo otro, como lo que
viene a satisfacer las necesidades de es único sexo.

En conclusión, Irigaray, cuestiona la forma como se ha pensado lo que significa


ser un sujeto porque esto ha privilegiado rasgos, características que se han
considerado exclusivo de lo masculino. En este orden de ideas, la tarea de Irigaray
es abrir el espacio a otras formas de subjetividad.

“La invitación de Irigaray permanece vigente para que la filosofía feminista siga
haciendo una interrogación crítico-reflexiva del orden establecido y le dé voz al
sujeto femenino. Tal vez si se asegura el surgimiento de una subjetividad
femenina autónoma se pueda garantizar el reconocimiento de otras subjetividades
y de otros cuerpos, donde el cuerpo de la mujer sea resimbolizado y transformado
como representación de su libertad y de su subjetividad” 4

4
El cuerpo femenino y la cuestión de la diferencia sexual. Aproximación a la noción de
cuerpo en la teoría feminista de Luce Irigaray

4
Irigaray afirma que en realidad no se ha pensado la diferencia sexual; es por ello,
que la diferencia en cuanto a diferencia no ha sido realmente pensada. Esta
pensadora, quiere desestabilizar un modo de pensamiento centrado en la idea de
identidad.

Se reclama un paradigma de pensamiento nuevo, en sentido otro, es decir un


pensamiento capaz de pensar la diferencia sin adscribirla, sin subordinarla a
cualquier noción de identidad .

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